Dialogo paranaense 8va

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Año 3

Edición N° 8



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EDITORIAL A menudo ocurre que la dimensión política nacional oscurece la posibilidad de debatir y reflexionar sobre el orden político más cercano. En efecto, lo nacional, reflejado en los medios de comunicación de Buenos Aires, tiende a ocupar el lugar central de las discusiones políticas. Tal circunstancia tiene su connotación saludable en cuanto existe una clara percepción política que el destino local se vincula inexorablemente a la Nación. No obstante, resulta indispensable repensar la política en el ámbito provincial y local, de cara a pensar la provincia y la ciudad que queremos para el porvenir, y en base a ello, las políticas a instrumentar desde los ámbitos estatales pertinentes. Es por eso que desde este Boletín se procurará aportar a este debate que propugnamos.


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Participación y Progreso En la Edad Media, Venecia era una de las ciudades más ricas del mundo. El grupo de islas que la forman (situadas en el extremo norte del mar Adriático) era, hacia 1330, tan grande y poblado como París y tres veces más que Londres. Su expansión económica se debía principalmente a una serie de innovaciones contractuales (por ejemplo, la commenda) que permitían que las instituciones económicas fueran más inclusivas. Estas instituciones permitían el ascenso social, incorporando al proceso económico a personas que no formaban partes de las elites tradicionales. Dichas instituciones económicas inclusivas fueron complementadas con instituciones políticas plurales y abiertas. La creación del Gran Consejo, un órgano que amalgamaba una amplia representatividad de muchos sectores de la población fue de la mano con el punto máximo de expansión económica de la ciudad. Asimismo, estas reformas políticas condujeron a otras innovaciones institucionales: la creación de magistrados, tribunales, tribunal de apelación y nuevas leyes relativas a la bancarrota y otros temas sensibles. Sin embargo, Venecia estaba sometida a una gran tensión: a medida que se iban incorporando nuevos jugadores al ciclo económico y político, el poder de las viejas elites iba disminuyendo. Luego de muchos años de pugna, la larga disputa de poderes culminó con la llamada serrata (“el cierre”) de Venecia; el cual implicó un límite a la incorporación al Gran Consejo de personas de la nobleza naciente. Las instituciones políticas se volvieron extractivas, exclusivas; de pocos. A la serrata política continuó la serrata económica: se prohibió el uso de la commenda, dando un golpe letal al ascenso social de jóvenes mercaderes. Estas reformas acabaron con la vida económica y política la ciudad, el comercio a larga distancia se convirtió en dominio exclusivo de la nobleza; la desigualdad y la pobreza comenzaron a crecer. Venecia iba en camino a convertirse en la primera sociedad inclusiva del mundo, pero cayó de un golpe. El golpe fue a la vida política, a las instituciones políticas inclusivas desarrolladas, de conformación plural y representativa. Actualmente, la única economía de Venecia, aparte de algo de pesca, es el turismo. Paraná tiene (como todas las ciudades) cosas favorables y puntos problemáticos. El diseño estructural, la densidad y distribución de la población, la prestación deficiente y desequilibrada de servicios públicos, etcétera; cuestiones que no deberían sorprender de una ciudad argentina de 300 mil habitantes. Son muchos los asuntos que mejorar en este sentido, pero mi intención no es ahondar en cuestiones particulares. Propongo, en cambio, pensar en sus instituciones políticas, en la conformación y efectividad de las mismas. Y, sobre todo, en la participación política como instrumento de cambio. La experiencia veneciana es un pequeño aporte que nos hace pensar que la conformación de las instituciones públicas incide más de lo que creemos en la vida cotidiana y en la distribución igualitaria de los bienes colectivos. El desarrollo histórico de la ciudad italiana cambió sensiblemente cuando las decisiones se comenzaron a tomar desde las elites (gobernantes y económicas); desde la centralidad, los grupos de poder tradicionales. El poder se fue concentrando paulatinamente y el ciclo económico tuvo cada vez menos beneficiados.


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Pluralidad indica riqueza intelectual, mejores proyectos, armonía, igualdad. Pero también indica progreso: no hay ciudad o país poderoso del mundo, desarrollado, equitativo, que no tenga instituciones públicas inclusivas. Considero, entonces, que la mejor forma de pensar y tomar decisiones se realiza desde la descentralización, fomentando la participación activa de todos los actores que forman parte de la vida de una ciudad. La democracia moderna exige más atención a la voz de los ciudadanos, tanto en el diseño como en la implementación de las políticas públicas. El viejo sistema de “doble legitimidad” democrática no basta para satisfacer las necesidades de los ciudadanos del siglo XXI; las elecciones cada cuatro años no son suficientes para expresar la voluntad popular en la cantidad de problemas que rodean nuestras vidas. Las nuevas instituciones democráticas, de democracia directa y semidirecta, son instrumentos viables para lograr la coordinación necesaria entre las instituciones públicas y los ciudadanos. Tener el valor y la voluntad política de implementarlas es nuestro deber como actores de la vida pública de la ciudad. Por eso, entiendo que la mirada debe ir dirigida a abrir el juego, abrir la puerta para que ingresen (especialmente desde la descentralización) nuevas formas de participación política. Los ciudadanos debemos tomar conciencia de que la vida en democracia es más compleja; implica aceptar al que piensa distinto y saber convivir en armonía con él. Debemos tomar un rol activo en la política, tomar las decisiones por nosotros. Un filósofo español que dice que los totalitarismos son enormes simplezas, intentos de simplificar por la fuerza las complejidades propias de las sociedades modernas. Mi propuesta, en fin, tiene que ver con hacernos cargo de nuestra ciudad; de nuestro hogar. Entender que si nuestro hogar está limpio seguramente vamos a querer que nos visiten, y nos van a querer visitar. Si nuestro hogar está ordenado podemos vivir mejor. Hacernos cargo implicar participar, activarnos. Muchas experiencias en el globo indican que el progreso está directamente relacionado con las instituciones públicas y económicas inclusivas de los países. Quizás -en menos escala- sería bueno mejorarlas en nuestra ciudad. Para ello debemos estar preparados, y exigir el cambio. ¿Si probamos?

Santiago Halle Estudiante de abogacía. Auxiliar alumno en cátedra “Gobierno y Administración Publica”, F.C.JyS. Universidad Nacional del Litoral. Militante del Movimiento Peronista “26 de julio”


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Paraná: buscando un buen horizonte para la ciudad. Nunca debiera dejar de recordarse que la política implica la acción (y reflexión) sobre los asuntos públicos, y la vocación de conducirlos. Ciertamente que a medida que el mundo se ha integrado en lo económico, financiero y cultural, es decir, que va existiendo con mayor consistencia una realidad social global y que consecuentemente surgen problemáticas que exceden las capacidades de los Estados Nacionales, se abre la necesaria perspectiva de instituciones de gobierno globales que, entre otras cosas, posibiliten ajustar a las necesidades del género humano la lógica del capital. Tal perspectiva nos parece interesante para escapar del provincianismo, esto es, la mirada sesgada y autoreferencial que no permite ver el contexto del tiempo en que se vive. Ahora bien, la política democrática conserva su dimensión estatal, esto es, la disputa (también la discusión y a veces, la reflexión) referida a la conducción de las instituciones estatales. En tales instituciones se efectúa un deslinde de competencias entre los distintos niveles de gobierno, apareciendo la municipalidad como instancia inmediata de estatidad. Tal instancia estatal se asienta sobre un territorio y población que constituye el municipio, y que es la realidad urbana en que transcurre mayormente nuestra vida. Por cierto que los asuntos públicos de una ciudad lejos están de ser exclusivos del gobierno local. Ahora bien, en el caso de una ciudad mediana y capital de provincia como es la nuestra, no deja de asombrar la falta de agenda política específicamente local. En efecto, el éxito en la disputa electoral del gobierno municipal entraña la conducción política de un aparato burocrático y sus recursos, pero no se limita a ello, que en todo caso es el instrumento de provisión de servicios y de acciones de fomento económico y desarrollo social para toda la ciudad. Pero es el caso que no hemos visto, al menos en la última década, ningún atisbo de política local desde el gobierno municipal que apunte al centro de los problemas de la ciudad, en sus diversas facetas. Y tampoco se ha observado, sea en las distintas facciones de la fuerza política que gobierna la ciudad desde 2003 como en el resto de la dirigencia política local, el planteo de un perfil de ciudad al que se aspire concretar desde la acción de gobierno. La disputa electoral, y una vez en el gobierno, el control del propio aparato burocrático municipal se lleva la mayoría de los esfuerzos políticos y los recursos económicos, sin que –en gener- pueda hablarse de una línea de acción gubernamental. Por otra parte, la propia Municipalidad de Paraná queda reducida en su capacidad de acción por la disfuncionalidad del propio aparato.


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Esto surge claramente hasta de una lectura superficial del presupuesto de la Municipalidad de Paraná, que para el año 2013 asignó el 80,1% de los 738 millones de pesos al pago de personal y de bienes de consumo y de servicios no personales, en tanto que el presupuesto para el año 2013 atribuyó el 80, 28% de los 954,5 millones de pesos a tales conceptos, lo da una pauta del escaso margen de recursos para la acción de gobierno municipal.1 El peso que siempre ha tenido la administración pública –en primer lugar la provincial, seguida ahora por la municipal- en la economía local tiende a acentuarse, lo que repercute sobre el perfil social y cultural que proyecta nuestra ciudad. Esto debe mirarse junto a la creciente miseria estructural presente como salpicones en continua expansión por toda la geografía paranaense, para entender que cada vez más nuestra ciudad se des-integra, es decir, hay más territorios poblados donde el Estado y la Ley no llegan; y por tanto los ciudadanos que allí habitan tienen un pobre horizonte vital y carecen de servicios y bienes hoy considerados básicos. Tal decadencia nos parece inaceptable para esta hermosa ciudad de las barrancas y el río. Pensamos que la política debe proyectar un aparato burocrático municipal honesto y eficiente, que jerarquice el empleado, desde el cual puedan brindarse adecuadamente los servicios básicos municipales y controlar las diversas actividades económicas, facilitando el trabajo del sector privado, sin obstaculizarlo como muchas veces sucede de manera poco transparente. A partir de allí es preciso elaborar –por cierto que juntamente con las distintos sectores socioeconómicos e instituciones de nuestro medio- líneas de acción para fomentar la diversificación de la economía local y la creación de riqueza (bienes y servicios) en nuestra ciudad. Es hora de que la política local se ocupe de los problemas, y proyecte e instrumente buenos horizontes para la ciudad.

Ramiro Pereira Abogado. Ex secretario Convención Nacional de la Unión Cívica Radical; miembro del Instituto Moisés Lebensohn.

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Conforme Ordenanzas Nº 9.085 y Nº 9.175.


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Paraná necesita un proyecto ¿Alguien se acuerda qué proponía Blanca Osuna en la campaña de 2011?. Probablemente no muchos. Proponía un “Plan Estratégico de Desarrollo Deportivo”, que no sólo ostentaba un nombre rimbombante, sino que incluía una propuesta de alto impacto mediático: la construcción de un Estadio Único en Paraná. En campaña, afirmó que durante su gestión se dictará la carta orgánica de la ciudad. Algo que no ocurrió, ni va a ocurrir. Hizo promesas, como mejorar los servicios públicos, desarrollar los espacios públicos y terminar con el humo del Volcadero; promesas que nunca pasaron del campo del discurso a la realidad. Apeló a lugares comunes, al decir que iba a ocuparse de los “problemas reales de los vecinos” como “la inseguridad, las drogas y las escuelas”; problemas que escapan del ámbito de acción del gobierno municipal. Pero fue todavía más lejos, a modo de crítica hacia la gestión anterior aseguró que iba a “recuperar la autoridad de quien gobierna la ciudad”. Esta última frase, de su propia autoría, resultaría cómica si no fuese porque la falta de gestión y conducción política nos llevaron a la situación que se vive actualmente en la ciudad. Ya llevamos dos años y medio bajo su gobierno y los resultados son evidentes para cualquier Paranaense. Podría seguir enumerando promesas incumplidas y críticas a su gestión, pero ¿para qué hacer leña del árbol caído?. Sin embargo, resulta interesante analizar el contenido de la propuesta con la que llegó al gobierno. Más allá de una serie de slogans vacíos, algunos anuncios de obras espectaculares que no se concretaron, y un conjunto de políticas aisladas, cuesta vislumbrar un rumbo, un esbozo de su proyecto para la ciudad. Si uno intentara entender la visión de este gobierno sobre cómo debe ser la Paraná del futuro, estaría perdiendo el tiempo. No existe una visión ni un proyecto de largo plazo para la ciudad. Y si existe, nunca los comunicaron ni los pusieron sobre la mesa del debate público. En la promoción de la faceta turística de la ciudad, uno podría adivinar una línea clara del rumbo que pretende imprimirle el gobierno a la Ciudad. Se ha trabajado en aspectos relacionados con la sensibilización turística, en la realización y apoyo de eventos de atracción turística y en el posicionamiento de la “Marca Turística”. Un ejemplo interesante de esta última política fue la campaña “Santa Fe + Paraná. Dos ciudades, un destino”. Pero cuando esta política la enmarcamos en el cuadro general, donde encontramos un sensible deterioro de los espacios públicos y la infraestructura vial, una persistente falta de respuestas para agilizar el tránsito y un sistema de gestión de residuos muy poco efectivo, entendemos que la propuesta de hacer de Paraná una ciudad turística no se está abordando con seriedad y está lejos de ser una prioridad real del gobierno. No quiero decir que no existan políticas de promoción turística, o que sean equivocadas, sino que no alcanzan para decir que se esté proyectando a Paraná como una ciudad turística. Por otro lado, si bien contamos con un parque industrial relativamente importante, nos encontramos ante la falta de políticas que incentiven la radicación de inversiones productivas y de nuevos emprendimientos, tanto de industrias tradicionales como de industrias relacionadas con nuevas tecnologías. Desde ya, las políticas de promoción económica exceden la responsabilidad de un municipio y exigen la coordinación con el nivel provincial y nacional, pero sí, en cambio, es responsabilidad del municipio definir el perfil de ciudad que queremos construir, en el marco de las políticas nacionales y provinciales. En este sentido, creo que vale la pena volver a la campaña “Santa Fe + Paraná. Dos ciudades, un destino”, porque esconde un concepto que va más allá de lo netamente turístico: pensar al binomio Paraná-Santa Fe como un único conjunto urbano con dos núcleos separados a una muy corta distancia, nos permite pensar en una centro económico con una escala de casi 800 mil habitantes.


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Instalar, difundir este concepto y fortalecer la integración y coordinación entre Paraná y Santa Fe, resultan prioritarios para atraer inversiones, expandir mercados, generar nuevos negocios, ampliar la oferta cultural y de servicios; esto es: generar mayor empleo, mayor riqueza, mejoras materiales y sustantivas en la calidad de vida de Paranaenses y Santafesinos. Es decir, para generar un verdadero proceso de desarrollo económico en esta región. Naturalmente, vinculado a esta concepción se encuentra el proyecto de construcción del puente que actuará como un segundo enlace entre ambas capitales y que, sin dudas, tendrá un impacto altamente positivo en toda la región. Justamente, en estos momentos está en evaluación el lugar de emplazamiento de la obra, decisión que cambiará la fisonomía de la ciudad en forma definitiva. Decidir el emplazamiento de obras estratégicas, definir políticas para fortalecer la integración con Santa Fe, determinar los mecanismos de incentivo y promoción económica; estas decisiones ponen de relieve la necesidad de contar con una visión estratégica de largo plazo que ordene nuestras prioridades. Esta visión no debe ser fruto del pensamiento de una vanguardia iluminada, sino del debate, de la participación activa y del intercambio entre la ciudadanía y los diferentes actores políticos. Un ejemplo de esta forma de entender la política y de elaborar propuestas es el trabajo que está llevando adelante la Fundación para el Desarrollo Entrerriano (FUNDER) junto con otras organizaciones civiles (*), que a pesar de las diferencias en las afinidades políticas, buscan generar los ámbitos de debate necesarios para que los paranaenses podamos encontrarnos a pensar los problemas que nos preocupan y que hacen a la construcción de nuestro futuro. El debate acerca del rumbo a tomar involucra una enorme cantidad de dimensiones a considerar (urbanización, transporte urbano, gobierno digital, acceso a la información pública, modernización del estado, descentralización, presupuesto participativo, etc). Encarar estos asuntos requiere de equipos multidisciplinarios y para llevarlos adelante con éxito es fundamental una buena gestión pública. Sin embargo no debe caerse en el error de pensar que es un problema de carácter técnico. No faltan propuestas de soluciones técnicas: desde las universidades, colegios profesionales y desde los propios organismos públicos, se generan constantemente análisis, estudios y propuestas. Lo que nos hace falta es un proyecto que aporte claridad y voluntad política para priorizar y ensamblar cada una de las soluciones técnicas en un mapa general, y, fundamentalmente, que sea capaz de llevarlas a cabo. Curiosa conclusión: en tiempos en los que desde el gobierno se reivindica el papel de la política, nuestro reclamo es por más y mejor política.

Francisco Uranga Ingeniero Industrial. Miembro de la Fundación para el Desarrollo Entrerriano “Gob. Dr. Raúl L. Uranga”. Movimiento de Integración y Desarrollo.

(*) Este artículo es una opinión personal y no necesariamente coincide con la opinión de los miembros del resto de las organizaciones que vienen trabajando en conjunto con FUNDER. Esas organizaciones son: Fundación Pensar Entre Ríos (PRO), Asociación Paraná Ciudad Inteligente (UCR), Centro de Estudios Municipales y Provinciales , Instituto GEN (GEN), Centro de Estudios “Germán Lallemant” (PSA).





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