VOCES DE LA AMAZONÍA



En un lugar remoto de la Amazonía, robusto de árboles de follajes verdes y sonidos de animales, abundaban especies de diferentes tamaños y colores.
En él, habitaba un curioso grupo de tres animales conformado por un guacamayo de deslumbrante plumaje,
un monito choro de cola traviesa y una pequeña tortuga taricaya que se mezclaba entre los verdes de la naturaleza.
Este trío acostumbraba a salir a pasear y perderse en la misma belleza que los resguardaba, lugar al que llamaban hogar.
El guacamayo de plumas coloridas volaba por lo alto, el monito saltaba entre las ramas y la tortuga se sumergía por las aguas dulces.
Pronto, sin aviso previo, llegó un cazador de vivaz mirada que se ve cautivado por las especies exóticas de la Amazonía.
Así, al dar cada paso, el hombre iba cortando las hojas y ramas y descubría a monitos juguetones que reían invitándolo a jugar.
Mientras que sus ojos perseguían a las aves y ellas al notarlo, lucían sus plumajes únicos alardeando ser las más bellas del lugar.
Y cuando se bañaba en las aguas dulces, las tortugas y otros peces chapoteaban en el río.
Al llegar a donde solía quedarse el hombre, descubrieron para su horror, jaulas con aves.
También vieron animales convertidos solo en pieles y alfombras, mientras que de otros, solo quedaba la carne.
De ese modo, el cazador, lleno de asombro, ya no escuchaba el canto de las aves, ya no veía a los monos risueños, ni siquiera a los peces nadar con entusiasmo.
En su lugar, notó el llanto y el espanto de los animales, mientras que las hojas coloridas se marchitaban.
El cazador comprendió, por fin, el daño que le había causado a todos los animales.
Decidió liberar a las aves y no capturar a más especies. Luego, se marchó para nunca más volver.
De esa manera, los animales salieron de sus escondites, celebrando la marcha del cazador.
Se abrazaron felices el guacamayo de plumas brillantes, el mono de cola enérgica y la tortuga de caparazón fornido.
Y así, los tres animalitos se volvieron a perder entre la profundidad de la Amazonía.
Valoremos y respetemos la vida de los animales silvestres y no seamos cómplices del daño que les causan. No dejemos que sus voces se apaguen.