Mujeres víctimas de la guerra

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El maltrato a la mujer es el tema que ocupa este pequeño trabajo de investigación. La desgraciada actualidad que sufren muchas mujeres ya se podía leer en los textos clásicos.

LAS HEROIDAS Y LAS MUJERES EN LA GUERRA [Cuatro ejemplos que se repiten]

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Muchas vueltas hemos dado para realizar este pequeño trabajo de investigación. Aprovechando que en este Grupo de Trabajo hemos creado un club lector, hemos decidido leer las Heroidas ovidianas, y hacer nuestro trabajo a partir de las impresiones que nos produce la lectura de una serie de sus pasajes, en los que, por desgracia de enorme actualidad, se puede ver cómo Ovidio pone de relieve ‘la consecuencia’ de las guerras, y sentir cómo el autor hace visibles y condenables los horrores que conllevan. Vamos a destacar nuestra lectura personal de algunos versos de Heroidas que nos parecen muy importantes y de una enorme actualidad, versos que hablan al presente, como suelen hacer los clásicos, los mitos, atemporales y eternos. Los relacionamos, con las mujeres sirias (niñas, jóvenes, madres, sin olvidar nunca al otro sexo), todas ellas nos condujeron a seleccionar esta lectura. Las sirias sirven de ejemplo, pero las hay en todo el mundo, las víctimas de las guerras, del poder, de la ambición y del odio que alimenta la guerra. Desde que como coordinadora del trabajo pensé en este tema, muchas cosas horribles han sucedido, y eso que solo sabemos lo que quieren que se sepa. En honor a ellas también hemos realizado este pequeño trabajo de investigación.

Ovidio, el poeta del amor, que conoce como pocos el alma femenina, presta su voz a un grupo de mujeres para que hablen de su amor y rememoren su historia. Lo hace por medio de cartas dirigidas por ellas a sus amados (las primeras quince). Los versos de Ovidio transmiten sus sentimientos con enorme sinceridad y exponen verdades que hacen sufrir. Son mujeres que se sienten, cada una según su experiencia, abandonadas; y quieren, la mayoría, recobrar a sus amados. Todas, aunque de modo distinto, han amado y aman. Por eso su dolor deriva, por lo general, del abandono, de la infidelidad, de la ingratitud,

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del desamor de sus amantes. Sin embargo, en algunos casos está presente, como la causa mayor de su dolor, la guerra. La guerra, siempre enemiga del amor. Las Heroidas, no es una obra que tenga por tema la guerra; su presencia, aunque esté desde la primera de ellas latente, no abunda. Sin embargo, Ovidio no desaprovecha la ocasión de alzar su voz contra la guerra, dando la palabra a las víctimas, como lo haría hoy si viviera entre nosotros. No obstante sigue vivo y sus palabras siguen denunciando los hechos terribles que estamos viviendo. Las mujeres son las víctimas de la guerra, y el dolor de las mujeres en esta obra de Ovidio es el de todas las mujeres de todas las guerras, hoy de modo especial el de las mujeres de Siria, tan semejantes a las mujeres troyanas. Son “Las reinas de Siria”, excluidas, a las que les han robado su pasado, su presente y su futuro, su dignidad, las que están condenadas a ser números. Pero también son víctimas las mujeres que son esposas y amadas (madres, y abuelas, e hijas) de los que deciden o son obligados a combatir. Ovidio, que sabe del sufrimiento de las troyanas, muestra ahora sobre todo el de las griegas. Los hombres hacen las guerras. Con mucha frecuencia son muy pocos los que las deciden e inventan. Y siempre por lo mismo, siempre como entonces, por el dinero, por el poder. Todas las víctimas, niños, mujeres, hombres, las sufren, pero Ovidio sabe dar ese valor simbólico a las mujeres, sometidas siempre a las mismas humillaciones, a los mismos terrores y esclavitudes. Y nadie podía expresarlo mejor. En el contexto de la carta de amor y gracias a las diferentes historias de cada mujer hará “su” personal (de ellas y de él) alegato contra la guerra, en este caso la de Troya.

La guerra de Troya es, ya se sabe, la guerra casi por antonomasia en el mundo clásico. Existieron otras, pero esta existió y existe porque la cantó Homero. Recordamos, por ejemplo, unos versos de Horacio: HOR. carm. 4.9, 13ss. y 25ss.; Non sola comptos arsit adulteri crines et aurum uestibus inlitum mirata regalisque cultus et comites Helene Lacaena. ……………. vixere fortes ante Agamemnona

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multi; sed omnes illacrimabiles urgentur ignotique longa nocte, carent quia vate sacro. [No ardió de amor, la única, Helena, la espartana, asombrada de la cuidada cabellera del adúltero, del oro impregnado en sus vestidos, de sus regias maneras, y de su cortejo….Vivieron muchos valientes antes de Agamenón; mas todos, ni llorados ni conocidos son oprimidos por la larga noche, por carecer de un sagrado vate] Es evidente que el nombre de Troya, aunque nos traiga a la mente las figuras de Héctor y Andrómaca, Aquiles, Paris y Helena, Hécuba, Príamo, etc., evoca, sobre todo, la guerra, una guerra –esto nos interesa destacar- que estaban dispuestos a declarar, sin duda ninguna, los griegos, sobre todo, los hermanos Atridas, quizá el que más, Agamenón; Menelao jugó muy bien su papel. Ovidio, creemos, hace algo más que insinuarlo. Por eso, destacamos la epístola XVI, la primera de las epístolas dobles. Ovidio, en palabras de Paris (vv. 299ss.), “afirma” que Menelao ha propiciado – ayudando activamente- la relación amorosa de Helena con Paris. Este se burla de Menelao; piensa que es estúpido, confiado, pero es más probable que todo respondiese a un plan muy bien orquestado, como Ovidio parece decir. Necesitaban, como siempre se necesita, una razón que los justificase, una excusa (para quedarse las riquezas de Oriente: oro y lo demás). Y había que propiciarla, aunque llevase implícito, en el caso de Menelao, convertirse en un cornudo (cornudo consentido, claro).

Ov. ep. 16.299ss.: sed tibi et hoc suadet rebus, non voce, maritus, neve sui furtis hospitis obstet, abest. non habuit tempus, quo Cresia regna videret aptius—o mira calliditate virum! 'res, et ut Idaei mando tibi,' dixit iturus, 'curam pro nobis hospitis, uxor, agas.' neglegis absentis, testor, mandata mariti; cura tibi non est hospitis ulla tui. [Mas a ti no con palabras, pero sí con sus actos, te induce a esto (a recibir en su lecho a Paris, a no ser casta) tu marido, y para no obstaculizar los hurtos de su huésped, se aleja. ¡No tuvo ocasión más propicia para visitar los reinos de Creta! ¡Oh hombre de admirable perspicacia! Se marchó. Y al punto de marchar dijo: “Mujer, te encargo que cuides, en mi lugar, del huésped del Ida. Estás 3


descuidando, declaro, las órdenes del esposo ausente; no tienes ningún cuidado (amor) de tu huésped]. El vocabulario es evidente; Menelao exhorta, invita (suadet) a Helena a ser infiel; se marcha (abest) para no obstaculizar (obstet) que Paris la seduzca (furtis hospitis); no solo se ha marchado en el mejor momento para ambos, sino que, además, ha encargado a su mujer (mando) que cuide de Paris. Por eso Paris le dirá a Helena, con cierta sorna, que no está obedeciendo las órdenes del marido (mandata mariti). No puede estar más claro. Y seguirá Ovidio, en palabras de Paris, insistiendo en lo mismo, y dando a entender que Menelao deseaba o propiciaba que Helena le fuese infiel. Ov. ep. 16.311ss.: Vt te nec mea vox nec te meus incitet ardor, cogimur ipsius commoditate frui: aut erimus stulti, sic ut superemus et ipsum, si tam securum tempus abibit iners. paene suis ad te manibus deducit amantem; utere mandantis simplicitate viri! [Aunque ni mis palabras ni mi pasión te muevan, estamos obligados a gozar de su condescendencia; o seremos tontos, tanto que lo superaremos a él, si dejamos pasar, sin aprovecharnos de ella, una ocasión tan segura. Casi con sus manos conduce hacia ti al amante; aprovéchate de la ingenuidad de un esposo que te confía a mí.] Se lo puso en bandeja; tienen que aprovechar la ocasión (cogimur, commoditate). Serían más tontos que él. Sin embargo, aunque puede pensar que se trataba de simplicitas, detrás de ella (detrás de un “tonto”) había un plan, como a veces ocurre, y este estaba preparado desde hacía tiempo, desde que los Atridas querían hacer la guerra a Príamo para quedarse con sus riquezas, las de Oriente. Por tanto, Ovidio sabía que los griegos necesitaban una excusa para hacer la guerra a Príamo; querían su tesoro, que era inmenso. Helena y Paris jugaron el papel que ellos querían. Todo les salió perfecto. Que estaba previsto algo similar se ve muy claro cuando los pretendientes de Helena son obligados a jurar que ayudarían al que fuese elegido marido de Helena si sufría algún oprobio. Todos le ayudarían. Demasiado previsores fueron; pero no se trataba de eso. Los hermanos y con ellos el astuto Ulises 4


(símbolo del ‘primer político’ de todos los tiempos) habían planeado una guerra, la necesitaban y la iban a hacer. Paris se lo brindó en bandeja de plata. Ovidio lo indica. Helena posiblemente era ignorante del plan de su esposo; cayó en la trampa, pues su reacción de mujer obnubilada, embelesada, ante un hombre diferente, rico, hermoso, educado, bien vestido, de buenos modales y cautivadoras palabras podía preverse. Ovidio también lo testifica. Las riquezas del huésped cautivarían a las mismas diosas, dirá Helena; ante la belleza de Paris ninguna mujer podría resistirse. Con la marcha del marido se siente libre y, coqueta e insinuante, anima a Paris (lude) y se burla de Menelao, cuyas recomendaciones van a ser para ella de obligado cumplimiento. Ya se contempla entregada al huésped, y que todas las miradas están fijas en ella, pero está dispuesta a gozar de las facilidades (libertas) que le ha dado el esposo; lo obedecerá (no pudo contener la risa (vix tenui risum) cuando Menelao le mandaba cuidarse de Paris) y cuidará de su huésped (erit). Son versos elocuentes. Ov. ep. 17.155ss.: Lude, sed occulte! maior, non maxima, nobis est data libertas, quod Menelaus abest. ille quidem procul est, ita re cogente, profectus; magna fuit subitae iustaque causa viae; aut mihi sic visum est. ego, cum dubitaret an iret, 'quam primum,' dixi, 'fac rediturus eas!' omine laetatus dedit oscula, 'resque domusque et tibi sit curae Troicus hospes,' ait. vix tenui risum, quem dum conpescere luctor, nil illi potui dicere praeter 'erit.' (Prosigue tu juego, pero en secreto. Disfruto de una mayor, aunque no total, libertad porque Menelao está ausente. Él, en verdad, marchó lejos, obligándole así las circunstancias. Importante y justo fue el motivo1 de su repentino viaje, o al menos así me lo pareció. Él, al dudar si debía ir, le dije: “Vete y procura volver cuanto antes”. Feliz con el presagio, me besó y dijo: “Ocúpate de nuestros asuntos, del palacio y del huésped troyano”. Apenas pude contener la risa; mientras me esfuerzo en reprimirla, nada pude decirle, excepto: “Será como dices.)

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Lo justifica, respondiéndole a Paris.

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Helena ha sucumbido por completo, sí. Mas lo que ha interesado a los alumnos que han realizado el trabajo es ver que Ovidio se detiene bastante en mostrar que Menelao quiere tener excusa para hacer la guerra a Troya; sabe que la guerra la habían proyectado Agamenón y Menelao. Los amantes ven a Menelao ingenuo, simple, digno de burla, pero no era así. Paris y Helena fueron el instrumento necesario para la declaración de una guerra que lo que pretendía era quedarse con el oro de Príamo. La literatura, como no podía ser de otro modo, embelleció una guerra injusta, provocada, como se ha seguido haciendo siempre. El nombre de Troya evoca la guerra, es casi sinónimo de guerra. Ovidio lo sabe y, yendo ya a las víctimas de la guerra, no es casual que en unas cartas “de amor” (y dolor) sitúe en la primera de ellas, la de Penélope, y en primer lugar -tras el preceptivo saludo- la palabra Troya. Quiere, piensan los alumnos, llamar nuestra atención sobre lo que significó esta guerra para las mujeres griegas-danaas, (repito, como símbolo, por abuso y por indefensión, de todas y cada una de las víctimas de las guerras), y cómo la vieron y sufrieron ellas. El dístico es muy elocuente: Ov. epist. 1, 2s. Troia iacet, certe Danais invisa puellis; vix Priamus tanti totaque Troia fuit. [Troya yace en ruinas, aborrecida, sin duda, para las mujeres griegas; no valían tanto Príamo ni Troya entera.] Penélope escribe a Ulises una vez que había acabado la guerra (todos lo sabemos); ha ganado (con engaño) Grecia, pero Troya ha caído. Troia, dos veces mencionada aparece como objeto de odio (invisa) para las mujeres griegas; no así para los hombres que buscan, hemos recordado, su tesoro, sus riquezas, fama, poder, y festejan su victoria. Ellas, las puellae, esposas jóvenes, mujeres indefensas, casi adolescentes, casi niñas (según la edad legal de sus casamientos) y dignas de gozar de la paz, del amor y de la prematura maternidad, se han visto privadas de todo ello. Las mujeres no quieren la guerra. Lo dice con claridad el pentámetro: No vale tanto Príamo, el oro de Príamo, las riquezas de Troya; el precio, ciertamente, es muy alto. Así comienzan las Heroidas. Ovidio toma partido. La guerra es enemiga del amor (desde luego de las mujeres, certe… invisa), y deja claro que la de Troya se hizo 6


no por defender el honor ofendido de un griego, Menelao, ni por recuperar a Helena, sino para hacerse con el tesoro de Príamo. El que Troya haya sido destruida (iacet) no les proporciona beneficio alguno (vix tanti… fuit). El primero de los males para las mujeres cuyos maridos marchan a la guerra es quedarse solas, sin sus parejas, con sus hijos en peligro, y además expuestas, como siempre ha sido y sigue siéndolo, al acoso, a la violación de otros hombres. Casi todas quedan sin recursos, a veces, con hijos que alimentar, que proteger del homicidio; otras, sin haber tenido tiempo ni para concebirlos, pero solas. Ovidio lo pone de relieve: Penélope se queja; ha dormido sola, fría, abandonada; y así continúa. Tiene frío, porque carece del calor del amado. No hubiese sido así, si no hubiese habido guerra: Ov. ep. 1.7s.: non ego deserto iacuissem frigida lecto, nec quererer tardos ire relicta dies. [No hubiese yacido yo sin tu calor en un lecho vacío; no me quejaría abandonada de que los días pasen tan despacio.] Ovidio, al utilizar el mismo verbo que para Troya (iaceo: iacuissem), el cual rodea ahora de los adjetivos deserto y frigida, establece una relación profunda entre Troya y esta mujer; ambas están en un estado similar. Penélope se ha sentido yacer muerta en vida; su lecho vacío, ella abandonada. Por eso, si él no hubiese marchado a hacer la guerra, ella no habría estado en esas condiciones. Troya tampoco yacería. Las mujeres de todas las guerras, cuyos maridos las dejan solas, son víctimas por otros y más grandes males: son acosadas, humilladas, maltratadas; son vistas como fácil presa. Ovidio lo pone de relieve literariamente en la carta de Penélope. No puede proteger su reino, ni a su hijo, ni de los avariciosos pretendientes: Ov. ep. 1.87ss.: Dulichii Samiique et quos tulit alta Zacynthos, turba ruunt in me luxuriosa proci, inque tua regnant nullis prohibentibus aula;

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[Pretendientes de Duliquio, de Samos y otros a los que engendró la elevada Zacinto, turba lujuriosa, se lanzan contra mí, y mandan, sin prohibírselo nadie, en tu palacio.] Ovidio se pone en la piel de todas las mujeres que así se sienten. Quienes las pretenden son vistos como una turba luxuriosa (así los vería, sin duda, Penélope). Utiliza una expresión de fuerte erotismo, mejor, de acoso sexual, que pone de relieve el descontrolado deseo “en contra” de la mujer (ruunt in me); se lanzan, sin respeto alguno, como si ella fuese una cosa, un botín; luxuriosa lo decía bien. Los hombres se sienten dueños de la mujer, y Ovidio lo ha denunciado en palabras de Penélope. Hay otros sufrimientos que padecen las mujeres cuando hay guerra. Temen por sus maridos. No saben dónde están ni qué les pasa; temen que sean heridos, que los maten. Lo temen todo; pero, como mujeres que son, tienen miedo (porque así ocurre) de que les sean infieles con otras. Ov. ep. 1, 75s.: Haec ego dum stulte metuo, quae vestra libido est, Esse peregrino captus amore potes. (75s.) [Mientras temo neciamente esto, tal es vuestra lascivia, tú puedes estar cautivado por el amor de una extranjera.] Esa es la actitud de Penélope, que refleja una realidad, que no quiere que a ella le afecte. No quiere pensar que así fuese, pero los soldados se acuestan con las mujeres que conocen en el territorio de guerra y llegan a tener una relación no solo ocasional con ellas2. Ovidio lo sabía bien (está en el mito), y nosotros también (de ello dan buena cuenta las películas de americanos en Japón). Pero no se trata, digo, solo de aventuras ocasionales (o de la violencia que ejercen los soldados, los vencedores, especialmente, sobre las mujeres), la esposa teme que puede olvidarla. Ese olvido la hace víctima.3 Y otros versos que insisten en los males que siempre lleva consigo la guerra: 97s. y 105ss. 2

Esas relaciones son humillantes para las mujeres que son humilladas y destruidas para siempre, y , a la vez, hacen mucho daño a las esposas. Las víctimas son dobles. 3 Y sufre por no haber envejecido junto a su esposo. Ella sabe que ha acabado la guerra; no obstante, no sabe por qué solo su esposo tarda en volver. Por eso, Penélope teme también que, si tarda, habrá perdido su atractivo. Sufrimiento que Ovidio sabe que puede ser no pequeño, y lo deja por escrito. (Certe ego, quae fueram te discedente puella,/protinus ut venias, facta videbor anus; vv. 115s.)

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Tres sumus inbelles numero, sine viribus uxor Laertesque senex Telemachusque puer. …. sed neque Laertes, ut qui sit inutilis armis, hostibus in mediis regna tenere potest— Telemacho veniet, vivat modo, fortior aetas; nunc erat auxiliis illa tuenda patris— nec mihi sunt vires inimicos pellere tectis. [En total somos tres débiles: sin fuerzas, la esposa; Laertes, anciano, y Telémaco, un niño… Pero ni Laertes, ya que no es idóneo para las armas, puede gobernar el reino en medio de enemigos. Vendrá a Telémaco, que viva solo, una edad más vigorosa; ahora ella debía ser protegida por paternales auxilios. Y yo no tengo fuerzas para arrojar a los enemigos de mi casa] Ovidio va presentando distintas mujeres y estas aportan miradas sobre la condición de víctimas por causa de la guerra. Penélope es la esposa que espera. Ahora sabe que su marido no ha muerto; solo que no vuelve; y repasa sus distintos sufrimientos.

Otra mujer víctima de la guerra de Troya es Laodamía, hija de Acasto. Su esposo, Protesilao, tuvo que marchar a la guerra; era de los pretendientes de Helena que habían jurado ayudar a Menelao. La marcha de un esposo a la guerra siempre es prematura, pero lo es más cuando ocurre nada más haberse celebrado el matrimonio. La mujer, lógicamente, es víctima. Lo vemos y sabemos; soldados recién casados que se marchan y muchas veces mueren. La esposa no entiende ni soporta que su marido le sea arrebatado. No debería su marido hacer la guerra; él debía hacerle el amor.. Así lo proclama Laodamía Ov. ep. 12.82: bella gerant alii; Protesilaus amet! (otros hagan la guerra…). No puede soportar su ausencia; es una víctima de la guerra, porque ella, sin haberla hecho, morirá, al no soportar la muerte del esposo. Ovidio siente gran simpatía por esta mujer, de la que admira su fidelidad, y le ofrece su voz, para que ella muestre sus sentimientos. 9


La historia refiere que, al marchar Protesilao, una imagen de cera con la figura – idéntica- del esposo, de tamaño natural, acompañaba y reconfortaba a Laodamía (lo dirá muy bien Ovidio). Al morir Protesilao, ella consigue con sus súplicas que los dioses del Más Allá se lo devuelvan a la vida por tres horas (él también lo pidió); pasado el plazo concedido, ella acompaña al marido al Hades. Otra versión decía que una sierva vio la imagen y, creyendo que era su amante, se lo dijo al padre de Laodamía. Este tiró al fuego la imagen y ella se suicidó. Mucho de la leyenda hay en la carta que Ovidio sitúa en el tiempo en que la flota griega permanece en Áulide. Es evidente que siente, como Penélope, soledad, abandono; no puede soportar su marcha, ha enfermado, se desmaya; así se lo dice a Protesilao, al que da consejos; teme que muera; le pide que no tenga prisa en llegar a Troya, ni en descender de su nave.4 El insomnio la domina, está abatida, su estado emocional es inseguro, dirige sus oraciones a los dioses, mantiene la esperanza, pero sufre, desespera. Quiere que vuelva, quiere verlo, tenerlo con ella. A esa locura de amor se debe muy probablemente que Laodamía se hubiese procurado una imagen de cera –a tamaño natural- del esposo, que le recordaba al marido, y a la que hablaba y acariciaba como si fuera él,5 a la que se aferra. Esta imagen es algo más que las fotografías, los recuerdos que hacen que permanezcan cerca los que se han marchado a la guerra. Laodamía quiere más; pero la situación de víctima es semejante a las situaciones de las víctimas de hoy, que contemplan, besan, acarician las fotos y recuerdos de sus seres amados mientras ellos no están. Dice Laodamía: Ov. ep. 13.149ss.: dum tamen arma geres diverso miles in orbe, quae referat vultus est mihi cera tuos: illi blanditias, illi tibi debita verba dicimus, amplexus accipit illa meos. crede mihi, plus est, quam quod videatur, imago; adde sonum cerae, Protesilaus erit. hanc specto teneoque sinu pro coniuge vero et tamquam possit verba referre, queror. 4

Estaba destinado a morir el que pusiese el primero el pie en Troya. Tetis lo sabía y avisó a Aquiles. Laodamía querrá avisárselo a su esposo. 5

¿Acude a la magia? La relación con la magia parece muy posible.

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[Sin embargo, mientras tú como soldado empuñes las armas en una tierra tan distante, tengo yo una imagen de cera que me devuelve tu rostro. A ella le digo mis ternuras, a ella la voz a ti debida; ella recibe mis abrazos. Créeme, esta imagen es más de lo que pueda parecer. Añade la voz a la cara, será Protesilao. Yo la miro y la tengo en mi seno en lugar de mi esposo verdadero, y le dirijo mis quejas como si pudiera contestarme.] Ulises volverá (eso parece, después de 20 años, y no sabemos cómo le fue a la pareja). Protesilao, el esposo de Laodamía, murió; fue el primero que descendió de su nave y el oráculo se cumplió. Laodamía, hemos recordado, consiguió que volviese de la muerte para abrazarlo, o en su locura creyó que así fue; y también murió, de dolor, de amor.6 Quizá enloqueció. O, mejor aún, creamos en la bella historia de que así se reunieron los enamorados. Estas dos mujeres, Penélope y Laodamía, son esposas de los que declarado la guerra (los, de alguna manera, “invasores”). Ulises ganó la guerra; Protesilao no llegó, prácticamente, a hacerla, aunque antes que lo matara Héctor ya había él abatido a un buen número de troyanos. Ellas pertenecen al mismo bando, el de los atacantes7 y luego vencedores, y son, sin embargo, víctimas. En este mismo bando encontramos a otra mujer y a través de ella denuncia Ovidio otros terribles sufrimientos de las mujeres víctimas de la guerra; son los que les causan sus seres queridos. El oro se compra el “amor”. No es exactamente el “amor de verdad”, pero sí el amor forzado, que sirve para pagar deudas o conseguir beneficios (hubo y hay ejemplos, uno muy actual son los matrimonios infantiles). Hermíone es un ejemplo, una de las víctimas de los matrimonios impuestos por acuerdos de los señores de la guerra, que, lo que es peor, son del mismo bando. La mujer es víctima de la guerra cuando se convierte en botín, en mercancía, en un objeto, y, con frecuencia, no de gran valor. Y eso ocurre incluso cuando pertenece al grupo de los vencedores. Es muy evidente que la guerra es cosa desalmada, y con frecuencia de hombres y para beneficio de –en general- ambiciosos, codiciosos, desalmados hombres.

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Distintas versiones; quedaría viuda y… moriría, sin duda, prematuramente (las versiones son diferentes, pero muere). Doble víctima. 7

Los que buscaban a Helena como pretexto.

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Si les interesa a ellos, utilizan, por su propio interés, a sus mujeres. Son moneda de cambio en sus pactos; las entregan o las obligan a casarse sin el consentimiento de ellas. Son víctimas que son tratadas mal por todos. Se sienten “esclavas sexuales”, vendidas por uno de los suyos, cautiva de quien no debiera, no reclamada por quien tiene el deber. Esto le ocurrió a Hermíone y hoy ocurre mucho más de lo imaginado. Ovidio lo sabe, y quiere que sintamos esa desgracia y que actuemos en consecuencia. Hermíone, hija de Helena, había sido prometida a Orestes8, su primo, pero Menelao, casi como “botín” de guerra, la casó con el hijo de Aquiles9, sobre decir que sin el consentimiento de Hermíone. Ella es una víctima de la guerra, una esclava, está presa, aunque ostente el nombre de esposo quien la tiene subyugada. Así se lo dice en su carta a Orestes para que la reclame. Está encerrada contra derecho humano y divino, ha sido violada; intentó con todas sus fuerzas no ser poseída, pero sus manos- fuerzas- de mujer no pudieron conseguirlo; eso es lo que dice en unos versos desgarradores. Es lo primero que le dice a Orestes. Tiene que moverlo a actuar. Le muestra su dolor de mujer escarnecida, deshonrada: Ov. ep. 8.3ss.: Pyrrhus Achillides, animosus imagine patris, Inclusam contra iusque piumque tenet. quod potui renui, ne non invita tenerer, cetera femineae non valuere manus. [Pirro, el de Aquiles, soberbio a imagen del padre, me tiene encerrada contra toda ley humana y divina. Rehusé, lo que pude, para no ser poseída contra mi voluntad. Lo demás no lo consiguieron mis manos de mujer.] Ovidio denuncia las violaciones que sufren las mujeres víctimas de la guerra. Hermíone en las Heroidas las representa. Estos versos retratan esta y otras situaciones semejantes. Ovidio logra con pocas, pero acertadas, palabras mostrar la situación; un hombre, Pirro, el pelirrojo, hijo de Aquiles, es retratado como animosus, término que 8 9

Por su abuelo Tindáreo, padre de su madre, o por su propio padre, antes de marchar a Troya. Para agradecer la ayuda prestada por Aquiles.

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significa valiente, strenuus, pero también soberbio (superbus), como era su padre (imagine patris). Actuará como tal. Frente a él encontramos a Hermíone, en gran desventaja, pues lo primero que sabemos es que está encerrada (inclusa), como una esclava. La guerra (el acuerdo entre los hombres, entre los ‘¿psicópatas?’, señores de la guerra) le ha quitado lo más valioso que tiene un ser humano, la libertad, y ha sido contra iusque piumque, contra el derecho humano y la pietas divina. El verso siguiente muestra la impotencia de esta mujer, a la que le han arrebatado toda su dignidad, todo vestigio de su humanidad. Se resiste a ser poseída por Pirro; lo hacía con gestos de desaprobación que imaginamos, dándole a conocer a Pirro que no consentía (lo expresa el verbo renuere); no pudo hacer más que resistirse (quod potui), pero no consiguió más porque era mujer y sus fuerzas no podían competir con las de Pirro, ni impedir que la vejara, que la humillara todo cuanto quería. Vemos que estos versos hablan no solo de que la tuviese encerrada en casa, sino de algo más. Pirro, porque sí o porque se la había entregado Menelao, la creía de su propiedad y por eso se cree con derecho a encerrarla, a todo cuanto pudiera desgarrarla. La mujer, a juicio de muchos hombres, nada tiene que decir. Él, como hoy día tantos (malos varones o malas mujeres) satisfacía sus deseos sexuales sin el consentimiento de Hermíone. Es importante tener en cuenta que Hermíone no relata cronológicamente los hechos. Comienza hablando de su hoy, de lo que está sufriendo, padeciendo irreparablemente. Luego informará a Orestes, destinatario de la carta, de cómo Pirro no escuchó sus súplicas, de cómo se la llevó a su casa (traxit inornatis in sua tecta comis), de cómo la trató como a una sierva. No hubiese sido peor que si hubiera sido una mujer troyana (sabía lo que habían soportado las troyanas). Es una víctima, una esclava arrebatada por el vencedor. Pero ella era de los vencedores y uno de los suyos se la llevó a su casa arrastrándola por sus cabellos10, como si fuera un bárbaro (barbara turba), un raptor (violador) de mujeres griegas. Ov. ep. 8, 7ss "quid facis, Aeacidae? non sum sine vindice!" dixi "haec tibi sub domino est, Pyrrhe, puella suo!" 10

Estamos, lamentablemente, “acostumbrados a verlo”. No se dice que “no iba adecuadamente peinada”.

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surdior ille freto clamantem nomen Orestis traxit inornatis in sua tecta comis. quid gravius capta Lacedaemone serva tulissem, si raperet Graias barbara turba nurus? [“¿Qué haces, Eácida? No estoy sin vengador” dije. “Esta muchacha que crees tuya no carece de dueño. Más sordo que el mar, mientras llamaba yo a gritos a Orestes, me arrastró por la cabellera en desorden bajo su techo. ¿Qué más cruel hubiese yo soportado como esclava, tomada Lacedemonia, si una muchedumbre de bárbaros se hubiese adueñado de las mujeres griegas?] Hermíone es otro ejemplo de mujer víctima de un destino que se ensaña con ella, pues lo es cuando su pueblo ha vencido (no ha sido vencido). Es, así insiste, un botín de guerra, una víctima de la guerra de Troya: Ov. ep. 8.82 ecce Neoptolemo praeda parata fui. [He aquí que he sido destinada como botín a Neoptólemo.] Ironías de la vida. El regalo que ha recibido por la destrucción de Troya, por ser Grecia la vencedora, es que su padre Menelao la haya hecho cautiva de un griego. Con él tiene que acostarse, a la fuerza, violada. Ovidio de nuevo insistirá en mostrar el sufrimiento de una mujer víctima de la guerra, a la que han arrebatado al hombre que ama para entregarla contra su voluntad a otro. Podemos escuchar su llanto, podemos sentir su dolor. Y lo ha presentado en una estructura tripartita. Comenzó con su presente (está siendo violentada); sigue con un pasado reciente (la arrastró a su casa) y acaba centrándose de nuevo en su presente, un presente que se repite, y que consiste en tener que acostarse con su “enemigo”, con su violador. Es estremecedor, aterrador. Ovidio no puede expresar mejor el rechazo a la violencia, que hoy sigue siendo peor que ayer: Baste escuchar sus versos y detenernos, meditar en muchos de sus términos. Ovidio clama contra la guerra y sus terribles consecuencias, la mayoría de las cuales pagan los inocentes, niños, ancianos y, de modo especial, mujeres. Lo vemos en Hermíone. Leemos de nuevo a Ovidio en las palabras que dirige Hermíone a Orestes: Ov. ep. 8.103ss. Pyrrhus habet captam reduce et victore parente; munus et hoc nobis diruta Troia dedit! 14


cum tamen altus equis Titan radiantibus instant, 105 perfruor infelix liberiore malo; nox ubi me thalamis ululantem et acerba gementem condidit in maesto procubuique toro, pro somno lacrimis oculi funguntur obortis quaque licet fugio sicut ab hoste viro. 110 saepe malis stupeo rerumque oblita locique ignara tetigi Scyria membra manu; utque nefas sensi, male corpora tacta relinquo et mihi pollutas credor habere manus. [Pirro me retiene cautiva mientras vuelve vencedor mi padre; este es el regalo que me ha proporcionado la destrucción de Troya. Sin embargo, cuando en lo alto Titán hostiga a los radiantes caballos, gozo, infeliz, de verme librada de mi mal. Cuando la noche me ha encerrado en mi alcoba entre gritos y amargos gemidos, y me ha postrado en mi triste lecho, en vez de gozar del sueño, mis ojos se llenan del brotar de mis lágrimas y, mientras puedo, huyo del esposo como de un enemigo. A menudo en medio de mis desgracias pierdo el sentido y, olvidada de las cosas y del lugar, sin darme cuenta, toco con mi mano los miembros del de Esciros y, cuando he advertido lo nefasto, dejo el cuerpo mal acariciado y creo tener mis manos mancilladas.] Es una tremenda escena. La elegancia, la brevedad, la belleza del texto ovidiano no hacen sino ponderar más la humillación de una mujer forzada, destrozada. Esta violación tiene como causa una guerra, la de Troya (v. 104), nombre que vuelve a aparecer, Troia, destrozada (diruta), para Hermíone desde luego valde invisa. Es la causante de que sus noches sean terribles. Esa se retrata a sí misma, encerrada en el tálamo, ululans (aullando, como si fuera un animal), gemens, postrada en un lecho que solo puede hacer que llore, bañada en lágrimas (lacrimis) y huyendo de quien es su enemigo (hostis). Hasta aquí tres víctimas de la guerra de Troya; las tres del mismo bando. Una sufre y espera. Ha estado abandonada, amenazada, ha perdido su juventud; el marido le ha sido infiel. Ella es una anciana. Otra, sufre, ama, pierde a su esposo, que muere en la guerra, enloquece, se suicida. La tercera, siendo hija de reyes, la han convertido en una esclava, esclava sexual, ha llevado la peor parte, pues su dignidad, la de su cuerpo y la de su alma, ha sido violada. Son ejemplos, lamentablemente, cercanos, actuales. Queda otra, la que nos ocupa en último lugar; no es una mujer griega. Pertenece al pueblo atacado, a los vencidos. Es Briseida, una mujer cuatro veces 15


víctima. Ovidio siente una inmensa empatía con ella, y a través de su mirada muestra los horrores de la guerra desde su realidad. Briseida fue hija de Briseo (Brises, sacerdote de Apolo) y esposa del rey Mynes, de Lirneso, ciudad de la Tróade. Destruida su ciudad, muertos su esposo y hermanos, Aquiles, el responsable y autor, la hizo su esclava (capta; se la entregan). Ov. ep. 3. 45ss. Diruta Marte tuo Lyrnesia moenia vidi— et fueram patriae pars ego magna meae; vidi consortes pariter generisque necisque tres cecidisse, quibus, quae mihi, mater erat; vidi, quantus erat, fusum tellure cruenta pectora iactantem sanguinolenta virum. 50 [Destruidas por tu Marte vi las murallas lirnesias (y había sido yo una parte no pequeña de mi patria); vi caer a mis tres hermanos, consortes por igual de nacimiento y muerte (de los tres era madre la misma que para mí); vi a mi marido, cuán grande era, agitando en la enrojecida tierra su sangrante pecho.] Briseida fue testigo del horror de la guerra, lo contempló. El relato que hace Ovidio por boca de Briseida nos suena, desgraciadamente, a contemporáneo. Ella, como dicen tantas y tantas mujeres sirias cuando cuentan su horror, vio las murallas de su patria destruidas, caídas por los suelos, una patria de la que ella había sido parte principal (pars magna; había sido la reina); vio morir a sus tres hermanos; vio morir a su esposo, tendido, como derramado, desparramado en la tierra, agitando su pecho ensangrentado. Y ella fue robada convertida en esclava. Los soldados violan. Los vencedores hacen esclavas sexuales. Y las mujeres son “objetos”. Son sometidas a diversas calamidades y esclavitudes. Pasan a ser propiedad de otros hombres. Si la mujer merece la pena, si es hija de un personaje importante del pueblo vencido, si es la reina, es para el jefe de los vencedores; él se la queda.Y eso ocurrió con Briseida. Pero, esclava de Aquiles, sufrió una nueva esclavitud. Sin darse cuenta, será casi voluntariamente su esclava porque Aquiles provocaba el enamoramiento o porque la situación de desprotección le hace aferrarse a su enemigo, a depender de él. Aquiles, curiosa y extrañamente, será, por propia voluntad de Briseida, su dueño , será todo para ella: Ov. ep. 3.51ss.: 16


Tot tamen amissis te conpensavimus unum; tu dominus, tu vir, tu mihi frater eras. [Sin embargo, contigo, uno solo, compensé tantas pérdidas. Tú eras para mí dueño, tú, esposo, tú, hermano.] Ella olvida que él ha matado a quienes más quería. Se justifica escudándose en que le hizo promesas (eso creyó o quiso creer). Pero no era más que una esclava (aunque quiera negarlo) y lo fue de nuevo de Agamenón, pues, como dice Briseida, Aquiles no hizo nada cuando Agamenón se la quita, nada propio de un hombre que ama a una mujer. Briseida es de nuevo víctima, y muchas, por no decir todas, mujeres víctimas de la guerra sufren semejantes humillaciones. Ovidio las pone de relieve, las denuncia. La víctima hace lo que es propio de ella: quejarse, lamentar su suerte, dirigiéndose a Aquiles como su dueño y esposo: Ov. ep. 3.5s.: Si mihi pauca queri de te dominoque viroque fas est, de domino pauca viroque querar. [Si para mí es justo quejarme un poco de ti, dueño y esposo, me quejaré un poco de mi dueño y esposo.] Sin embargo, Aquiles, aunque ella no lo quiera reconocer, no es su esposo. Es un hombre que la raptó y que la utiliza cuando quiere. Briseida sufrió una nueva esclavitud cuando otro peor que Aquiles se la llevó como si fuera un objeto. Y como pone de relieve Ovidio, a las víctimas siempre les toca en suerte sufrir, pues un mal sigue a otro; y lo que es más terrible, siempre se sienten cautivas: Ov. ep. 3, 15s. at lacrimas sine fine dedi rupique capillos— infelix iterum sum mihi visa capi! [Ahora bien, lloré sin fin y arranqué mis cabellos. ¡Infeliz, me pareció que de nuevo me hacían prisionera!] El inmenso dolor de Briseida, que lucha siempre entre la ilusión (lo que querría) y la realidad (lo que tiene), Ovidio lo focaliza con términos claros, lágrimas, cabellos 17


arrancados (lacrimas, rupi capillos, infelix), es desgraciada, otra vez cautiva. La pregunta que se hace es absolutamente retórica; a ella hay que contestar afirmativamente: Ov. ep. 3, 43s. An miseros tristis fortuna tenaciter urget, nec venit inceptis mollior hora malis? [¿Será que a los desgraciados los acosa tenazmente una fortuna triste y no llega una hora más propicia a mis proyectos?] No obstante, la peor de las esclavitudes es la que existió siempre y sigue existiendo, incluso sin guerra, incluso sin que el ser amado sea de naturaleza extraordinaria, la esclavitud de muchas mujeres muy valiosas que aceptan o buscan, aun negándolo, tener un dueño, un amo, que las utilice, las humille, las abandone cuando quiera, mujeres de usar y tirar. Ellas, porque las han convencido de que no valen nada, siguen suplicando a un dueño que no las dejen, que hagan con ellas lo que quieran; están dispuestas incluso a ser esclavas de sus esposas, a ser la otra, humillada siempre. Estas mujeres son víctimas de una guerra interior entre el amor (pasión, atadura) que las domina y su libertad, su dignidad de ser humano, que ha desaparecido.

CONCLUSIONES Ovidio es un poeta, y enseña, enseña con ejemplos. Las Heroidas son bellísimas, pero son, además, ejemplos para las mujeres y para los hombres. No vale tanto Príamo, no merece la pena el oro. Es injusto, deshonesto, criminal promover guerras. Nadie gana, porque únicamente la ambición de algunos (a veces muchos) se satisface; son los poderosos, ricos, pero bárbaros, barbara turba. Y es a costa de la muerte, del dolor, del sufrimiento de los débiles. Eso lo enseña Ovidio. No podemos quedar insensibles ante el llanto de Hermíone, ni ante el suicidio de Laodamía, y tampoco ante la soledad esperanzada de Penélope o ante las súplicas de una reina, la de Lirneso, que ahora, porque no puede 18


hacer otra cosa, porque la guerra la ha empujado, se humilla, se arrastra ante su enemigo, pidiéndole que no la abandone, que haga con ella lo que quiera, que la mate incluso. Y nos rebelamos cuando escuchamos a Briseida decir cosas como esta. Ov. ep. 3, 61ss. ibis et—o miseram!—cui me, violente, relinquis? quis mihi desertae mite levamen erit? devorer ante, precor, subito telluris hiatu aut rutilo missi fulminis igne cremer, quam sine me Pthiis canescant aequora remis, 65 et videam puppes ire relicta tuas! [¿Te irás y a quién, ay de mí, me dejas, iracundo? ¿Quién será el suave alivio de mi soledad? ¡Que me trague, suplico, una súbita fisura de la tierra, o el rojo fuego de un rayo lanzado me queme, antes de que sin mí blanqueen de espuma por los remos ftíos los mares y vea, abandonada, tus naves marchar!] Nos hiere el que tenga que estar dispuesta a vivir con Aquiles a cualquier precio, el más humillante, siendo –reconociéndose- una esclava en todos y cada uno de los sentidos. Ov. ep. 3, 67ss. si tibi iam reditusque placent patriique Penates, non ego sum classi sarcina magna tuae. victorem captiva sequar, non nupta maritum. [Si a ti ya te agrada el regreso y los patrios penates, no soy yo una carga pesada para tu flota; al vencedor, como cautiva, seguiré, no como esposa al marido] Y volvemos a recordar, porque así lo ha querido Ovidio, que Briseida, hija de un sacerdote, bien casada, ha sido hecha esclava porque Aquiles ha destruido todo lo que tenía, patria, familia, y luego dejó que Agamenón se la robara. Ahora, en el momento en que escribe, Aquiles piensa volver a su casa y va a abandonarla de nuevo; para él es, una mujer de usar y tirar y ¡ella sigue suplicando! No puede vivir sin él. Su destino será morir. Briseida se autoconvence de que Aquiles es su esposo, que la ama. Pero no es verdad. La utilizó. Jamás la amó. Se enfadó porque Agamenón lo humilló. Mas ella, aunque se engaña, lo necesita. Leemos los últimos versos, y nos quedamos con que la

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guerra la ha convertido en un ser indefenso, que quiere ser amada, pero solo espera – es lo único que puede esperar- que su amo le mande, sea vivir, o sea morir. Ov. 3.137ss.: Respice sollicitam Briseida, fortis Achille, nec miseram lenta ferreus ure mora! aut, si versus amor tuus est in taedia nostri, quam sine te cogis vivere, coge mori! [Vuelve tu mirada a la angustiada Briseida, valiente Aquiles, y no abrases, hombre inhumano, a una desgraciada con tan larga tardanza. O si tu amor ha llegado a cansarse de mí, a la que sin ti obligas a vivir, oblígala a morir.] Ov. 3. 141ss.: abiit corpusque colorque; sustinet hoc animae spes tamen una tui. qua si destituor, repetam fratresque virumque. [Se ha marchado mi cuerpo y mi color. Sostiene a este solo la esperanza de tu aliento. Si se me aleja de él, buscaré a mis hermanos y a mi esposo.] Le pide que la mate. Ov. 3. 145s. stricto pete corpora ferro; est mihi qui fosso pectore sanguis eat. [Desenvaina la espada y busca mi cuerpo. Me queda sangre que pueda salir del pecho traspasado.] Aunque no quiere perder la esperanza, una esperanza que consiste en obedecer a su señor, a reconocer el derecho que tiene sobre ella. El final lo dice todo: iube. Ov. ep. 3, 159 y 153s. A, potius serves nostram, tua munera, vitam! ………… Me modo, sive paras inpellere remige classem, sive manes, domini iure venire iube! [¡Ah, ojalá prefieras preservar mi vida, regalo tuyo! … En cuanto a mí, ya si te dispones a empujar la flota con remero, ya si permaneces, con el derecho del señor, mándame venir.] 20


Con estas mujeres víctimas de la guerra hemos querido aportar nuestro pequeño grano de arena a la lucha contra la violencia que origina la guerra contra los más débiles, trabajando los textos de una obra que pocos han leído de Ovidio. Ovidio no es solo un grandísimo poeta, sino que tiene una calidad humana, como ahora se dice, fuera de lo común; que con su apariencia tantas veces lúdica es un pensador profundo, un gran filósofo y un maestro. Habla del hombre (homo, ser humano) y quiere enseñar al hombre, con ejemplos. Las mujeres tenemos mucho que aprender del poeta que mejor nos conoce. Los hombres nos conocerán mejor si leen las Heroidas de Ovidio. Amor es dios de paz, y todos, mujeres y hombres, deberíamos amar la paz, enemiga, como el amor, de la guerra, y tratar, al menos nosotros, los que leemos a los poetas, y en la medida de nuestras posibilidades, de que no haya mujeres ni hombres víctimas de la guerra, que cesen las guerras, que desterremos el odio. Difícil, pero no imposible.

AUTORES DEL TRABAJO DE INVESTIGACIÓN

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Alba Carrilero López. 1º Bachillerato de Humanidades.

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Alba García Gea. 1º Bachillerato de Humanidades.

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Asunción García Hidalgo. 1º Bachillerato de Humanidades.

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Damián Gómez Martín. 1º Bachillerato de Humanidades.

BIBLIOGRAFÍA - Ovidio, Heroidas, Madrid, 2013. Ed. Gredos. - Rev. Myrtia, Ponencia de la Doctora Francisca Moya del Baño. 21


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