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Era

Era una buena sociedad. Todos los jugadores teníamos un preferido que, por su astucia experiencia y destreza, habían siempre leído nuestro juego, con sus virtudes y sobre todo sus defectos para darnos los consejos acertados y mejorar nuestro score. Cobraban duro, es cierto, tal vez exagerado en algunos casos con los jugadores visitantes que pagaban con cierto recelo los extras que los caddie de primera de muchos campos ya tenían establecidos.

Todo empeoró con la pandemia. Los campos se cerraron, si no recuerdo mal casi 6 meses con unas consecuencias terribles para estos trabajadores semi profesionales que se tuvieron que inventar trabajos nuevos y temporales para suplir los ingresos que les generaban las semanas de golf.

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La situación la manejaron con eficacia y no sabemos, no tenemos reportes, de clubes que hayan cerrado sus puertas de manera definitiva. Todos superaron la crisis y tal vez los socios mismos fueron los más beneficiados por la para, toda vez que recibieron por parte del estado una devolución del iva por los meses afectados.

Pero no fue así con los caddies. Poco a poco comenzaron a regresar a sus clubes para encontrarse que las circunstancias habían cambiado sensiblemente.

El trabajo como tal cambió. Los protocolos de limpieza se convirtieron en una tarea adicional para cumplir su trabajo, El tapabocas obligatorio dificultó sobre manera su andar, debieron multiplicar sus esfuerzos al verse obligados a atender, ellos solos, a 2 o más jugadores Se les restringió el acceso a los carritos para evitar la cercanía de los cuerpos, ya no pudieron seguir con las tarifas establecidas y los cobros adicionales como propinas y premios disminuyeron. Lo peor, se levantó la obligación para los jugadores de llevar caddie al campo lo que significó una drástica disminución del trabajo.

Y ahora, una amenaza diferente los persigue, las condiciones de contratación, jugador – caddie, tuvieron que modificarse con las aplicaciones digitales contratadas por los clubes para la separación de sus turnos. Si la cosa se había vuelto difícil, ahora si el peligro e inestabilidad para sus trabajos se multiplicó.

Y no hay mucho para hacer. La amenaza de problemas laborales, dada la informalidad de la contratación, obligó a los clubes a aplicar medidas regulatorias que dificulta la contratación directa de vieja data.

Tocará invitarlos formalmente bajo nuestra tutela y responsabilidad para lograr sus servicios. Pues que así sea.

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