Revista Pasando Página 2

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vaquilla:Maquetaci—n 1

29/11/2015

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La Vaquilla de Pedrezuela V-1 Desde que el hombre es hombre ha venido celebrando el solsticio de invierno. En la Península Ibérica existían numerosas fiestas que celebraban el triunfo del sol sobre la oscuridad el “sol invictus”. La Iglesia Católica prohibió estas festividades heréticas o las convirtió en celebraciones en honor de algún santo o virgen con misas y procesiones. Sin embargo, en Pedrezuela aun existe y se celebra una de las pocas fiestas que no se doblegó a la religión Católica y escapó de su persecución; es la fiesta de los gurramaches o curramaches, más conocida como la fiesta de la vaquilla. Una auténtica fiesta pagana

Soy un alma antigua nacida de las entrañas más profundas de la Madre tierra, en el Cerro de San Pedro al que estoy ligada para toda la eternidad. Yo he visto venir a los espectros/malignos cada primero de noviembre aprovechando el sol débil alimentándose con la oscuridad. Los he visto invadir la región agazapados en las sombras, poseyendo el pueblo, cubriendo las calles de hielo y nieve, dejando la tierra yerma y el ganado hambriento. Durante el día se agarran como jirones de niebla a los árboles desnudos, por la noche se pasean congelándolo todo con su aliento y arrancando impunemente las almas a los más débiles para llevarlas con ellos a su mundo gélido. Desde mi atalaya sólo puedo contemplar, ser espectador, estoy atada aquí, débil como la luz del sol. El solsticio de invierno es la noche más larga del año, para festejo de los espectros del frío, que han convertido a Pedrezuela en su fortaleza gris, fría y silenciosa. Sin embargo el sol, a partir de esa noche, empieza a ganar terreno a la oscuridad, un paso de gallina cada día. También yo, desde lo alto del cerro noto como su calor empieza a nutrir la tierra y me alimenta. ¡Oh gran padre sol! Inunda de nuevo los campos yermos, las calles y plazas de Pedrezuela. Acarícianos con tus dedos de luz cálida,! devuélvenos la vida! Perdida en la memoria del hombre está esta lucha de la luz contra la oscuridad. También, en algún rincón ancestral de la mente, el toro, como la vaquilla, es el poderoso tótem, que refleja la fuerza de la energía creciente, lleno de calor, es el símbolo del sol, de la fertilidad y de la fuerza que extiende la vida. Los quintos son los muchachos que ese año dejan atrás la infancia y para demostrar que son hombres deberán superar la primera de las muchas pruebas que les deparará la vida y esta primera prueba será la de convertirse en los nuevos guerreros encargados de entablar la pelea feroz para expulsar los demonios invernales de Pedrezuela y ocuparse de festejar el regreso del sol homenajeando a la vaquilla.

Desde mi cerro veo a mis hermanas, otras almas ancestrales que desde La Pedriza y La Cabrera comienzan a despertar también y, muy lentamente, desharán la nieve enviándonos el agua que, junto con el dios-sol, dios-toro, toro-sol le devolverá la vida a la gran madre haciéndola fértil de nuevo. No hay sacrificios de sangre, la vida es sagrada y la muerte atrae a la muerte. Para ahuyentar a los malos espíritus se reúnen los quintos del año con los que lo serán al año siguiente, los llamados acompañantes y sortearán entre ellos los personajes que cada uno representará en esta iniciación. De entre los quintos saldrá el elegido para llevar la vaquilla y entre los acompañantes los dos vaqueros. Todos los demás serán los gurramaches. Hay mucho que hacer antes del día elegido para la celebración que es el 20 de enero. La luz del día ha aumentado una hora, signo inequívoco de que el astro rey está ganando la batalla. Es el momento de expulsar los monstruos oscuros que cada vez tendrán menos lugares en los que esconderse y ellos lo saben. La familia y los amigos de los quintos serán los encargados de adornar a la vaquilla y vestir a los quintos y acompañantes. La vaquilla, indiscutible protagonista, consiste en un armazón de madera en forma de cilindro hueco partido a la mitad que, por fuera va cubierto para dar forma al lomo del animal. Por debajo lleva un cojín para que el elegido lo pueda llevar sobre su cabeza. Se adorna al animal con mantones de Manila, pañuelos y lazos


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