De Culto Música
EL TRISTE Y HERMOSO TAJ MAHAL DE PADDY MCALOON Como adolescente, no sólo controlaba el radio del auto familiar, sino que a propósito ponía música que pensaba irritaría a mis padres. Si una canción fallaba en hacerlo, inmediatamente ofrecía un comentario provocador. “Esta es una crítica a Bruce Springsteen”, le dije un día a mi padre cuando parecía que estaba disfrutando de la canción “Cars and Girls” de Prefab Sprout, un hit de su tercer álbum From Langley Park to Memphis, el más popular en la radio. “¿Por qué querrían hacer eso?” preguntó mi padre, frunciendo su entrecejo al pensar que un (supuestamente) Británico fresa estaba insultando a un héroe de la clase obrera. “Porque la vida es más complicada que ¡autos y chicas!” fue mi respuesta. Durante el transcurso de los años, personalmente me he ablandado con El Jefe, y, he llegado a entender que la letra de “Cars and Girls” halaga a Springsteen tanto como lo menosprecia. El letrista y vocalista principal de Prefab Sprout, Paddy McAloon comienza “Brucie sueña que la vida es una carretera/Demasiados caminos rodean mi paso”. Pero al llegar al minuto tres, el desdén se disuelve: Los pensamientos de Brucie, banderines bonitos/Creo que este mundo necesita soñadores/ Ojalá nunca despierten”. Brucie puede ser ingenuo, pero tal vez esa es la mejor forma de sobrellevar esta vida. Desde el principio, McAloon parecía tener la intención de subvertir los clichés de las canciones de amor encontrando ansiedades inexploradas en los rincones oscuros del corazón humano. En “Cruel” del audaz debut Swoon de 1984, celebra el feminismo mientras lamenta los dilemas que presenta para la lujuria del hombre heterosexual: “Si me aflige cada doblez de tu falda/¿Soy culpable de cualquier daño hecho por todo hombre?” El sentimiento se repite tres álbumes después en “Nancy, suéltate el pelo por mi”, que describe a un oficinista castrado que acepta a su esposa como jefe, pero le ruega que muestre su lado femenino en casa: “Nancy deja que caiga sobre tus hombros/Seré tu esposo nuevamente”. Estas no son las letras de un hombre que cree en un amor eterno capaz de eliminar todos los problemas, o que el amor eterno es algo alcanzable. La discografía de Prefab Sprout está llena de canciones pulidas y forjadas por el descaro ladino de los héroes de McAloon, George e Ira Gershwin. Pero las mejores canciones también están demasiado cargadas de frustración y decepción como para sentarse tranquilamente en los estándares alegres del canon del pop, aún cuando las melodías susurrantes están ocupadas invocando días de verano resplandecientes. McAloon parece estar decidido a frustrar a los oyentes que quieren amar su música simplemente por razones sentimentales. Aunque Prefab Sprout es innegablemente un grupo pop (estos días únicamente incluye a McAloon) las canciones de pop individual por si solas no han podido contener el romanticismo anti-sentimental de McAloon. Son una banda de álbumes. Las secuencias de canciones conectadas de manera dispersa permiten a McAloon tamizar las etapas de deseo, enredo y desamor desde múltiples puntos de vista. En el ambicioso Jordan:The Comeback de 1990: la seducción de una “Ice Maiden” lleva al nacimiento del bebé “Paris Smith”, seguido de disculpas de un protagonista desventurado incapaz de bailar “The Wedding March”. En el brillante Steve McQueen de 1985, la confesión de un amorío en “Horsin’ Around”: “Yo fui el tonto que siempre asumió que/yo traería los zapatos y tú serías el tapete”, una frase que parece estar diseñada para que Cole Porter pueda sonreír con superioridad, la cual se responde con el resultado amargo y triste de la siguiente canción, “Desire As”: “Así que dime, debes de haberlo pensado todo de antemano/O bien, Dios sabe por qué lo aventarías a los pájaros”. Sus personajes favoritos, desde Jesse James hasta Lucifer, están embrujados por errores del pasado, anhelando enmendarlos, pero de alguna forma retenidos de la vindicación. Aún en el momento más arrebatado de McAloon, hay un poco de arena en el bálsamo: “El amor es el Quinto Jinete del Apocalipsis” -una frase del encantador Andromeda Heights de 1997-, y no invoca a una tarde para estar acurrucados. El diablo,
que aparece en las canciones de Prefab Sport tanto como los vaqueros, tiene posiblemente las mejores canciones: “Pero por supuesto siempre termina demasiado pronto”. Aunque, lo que hace a McAloon un letrista legendario es su habilidad para sembrar elegancia en medio de toda esta inutilidad. Está el compañerismo de ser “uno de los rotos”, uno de los “pobres lisiados de nosotros”, o estar con alguien detrás de las “líneas enemigas”. Está el impulso de buscar, sin importar si acaba en amor o redención -probablemente no-, y está el poder de la música. Le tomó a McAloon hasta el Crimson/Red de 2013 hacer la declaración más valiente de su tésis artística, una canción con un título de cinco palabras, “Grief built the Taj Mahal”. SOÑÉ QUE ÉRAMOS ROCKSTARS A pesar de que la revista Rolling Stone le llamó “el último genio del pop”, Patrick Joseph “Paddy” MacAloon no es adorado con el mesianismo que se hinca, por ejemplo, al cada vez más impertinente y cascarrabias de Morrissey, con quien a menudo se le compara en cuanto a la calidad con la que ambos conciben la creación pop de coros pegadizos. Pero mientras Moz se regodea con sobredosis de narcisismo, Paddy no hace más que extender su propio sueño maldito. Si Moz se las da de “el Oscar Wilde del pop” (esa ambición que, en cualquier caso, ya está en manos de Bryan Ferry), Paddy McAloon es el John Keats de aquella generación que empezó a componer pop en la era de Margaret Tatcher. Conforme la historia del pop avanza hacia un precipicio de autocomplaciencia y chilladera como fuente de plectro y look, Paddy es rehén de sus extraordinarias letras, metáforas y reflexiones, complejidad lírica de la que sólo McAloon sabe cómo amalgamarlas en versos de métrica sencilla pero sonoramente accesible; mientras buena parte del popstar system de hoy se basa en algo sí como la maquila del azote, depresión gentrificada, acartonada, accesorio de un outfit moderno, consecuencia de estar influídos, por no decir lavados del cerebro, por los berrinches dandies del Moz. En cambio, pareciera que Paddy somatiza su antiromanticismo hasta encarnarlo y llevarlo al extremo del flagelo inherente a todo tipo de inspiración: las noticias recientes alrededor de McAloon tienen que ver más con la extraña enfermedad que actualmente padece y que le está ocasionando una pérdida gradual de su sentido de la vista que con el imparable trabajo musical de su, a esas alturas, seudónimo: Prefab Sprout -hace mucho que la alineación original con Martin McAloon, Wendy Smith y Neil Conti, se fue desvaneciendo hasta quedar sólo en las manos de Paddy-, que aunque intermitente, sigue produciendo canciones bajo un principio casi militarizado: el de la producción impecable. No importa si un álbum de Prefab Sprout sale desde la bocina de un smartphone, una grabadora vintage o un sistema de audio de canales infinitos: siempre sonará con una nitidez apabullante y exquisita: el sueño del pop hecho una realidad, que por la falta de impacto en las listas de popularidad, o descargas o streaming en la era digital, pareciera sobrevivir a su vez en otro sueño. Porque Paddy McAloon nunca ha podido llevar el éxito desmedido de las críticas de la prensa especializada, que lo ubican en el mismo árbol genealógico de Elton John o David Bowie, y de los disimiles artistas que le rinden inteligente tributo (Kilie Minogue, Suede, Belle and Sebastian, Stars, Cher, son algunos de los nombres que han manifestado su respeto por las composiciones de Paddy) al terreno de las ventas, y la especulación pop. “Tuve un sueño en el que éramos estrellas de rock, los reflectores explotaban en el aire y las chicas se desmayaban cada vez que sacudíamos nuestro cabello” canta en “Electric Guitars”, el track que abre ese ensoñador álbum de 1997 Andromeda Heigths, cavilando sobre su propio legado que lo convierte en una banda de auténtico culto. El sueño del pop que sueña aparte del mainstream y aún más lejos del rockstar y las tiranías indies.