¿Para qué
leer? Entrevista Por: Francisco Delgado Santos francode6@hotmail.com
Ilustración: Gustavé Doré
L
eemos textos “utilitarios” para elevar nuestro nivel de conocimientos, para cumplir obligaciones funcionales de tipo laboral, académico o profesional; para resolver, generalmente, asuntos pragmáticos que nos plantea la cotidianidad. Y leemos textos “dulces” para construirnos y reconstruirnos permanentemente.1 Somos una especie de obra inacabada y perfectible que va siendo moldeada por una serie de factores que inciden sobre el ser que, finalmente, se llevará la muerte. La lectura se convierte en un instrumento incomparable para ese proceso de autoconstrucción. La lectura nos ayuda a develar secretos de cuya existencia ni siquiera sospechábamos, a imaginar otros mundos posibles, a habitar lugares y tiempos diferentes; a encontrarle sentido a la 1 Véase Michèle Petit, Nuevos acercamientos a los jóvenes y la lectura, Colección Espacios para la lectura, Fondo de Cultura Económica, México, 1999, en: “Primera jornada: Las dos vertientes de la lectura”, p. 17.
vida, allí donde parecía que todo había acabado para nosotros; a ejercitar nuestro pensamiento divergente y darle alas a nuestra creatividad; a aguzar nuestras capacidades de análisis y de síntesis; a mejorar nuestro poder de expresión y convertirnos no sólo en lectores de textos ajenos, sino en autores de nuestros propios textos, “no para que todos seamos artistas”, como decía Rodari, sino “para que todos seamos libres”.2 La lectura nos acompaña, nos lleva a vivir vidas diferentes y a convertirnos en los héroes de nuestras aventuras textuales; nos permite conocer diferentes opciones de vida, para que podamos escoger la que deseamos hacer nuestra; nos señala, como en un espejo, las interioridades de nosotros mismos, nos enseña a vivir y nos permite ensayar el más alto y firme de los vuelos: el vuelo en libertad… La lectura es el camino más expedito para la conquista de la autonomía. Leer -ha escrito Michèle Petit: 2 Gianni Rodari, Gramática de la fantasía, Editorial Avance, Barcelona, 1976.
...puede ser también un atajo que lleve de una intimidad un tanto rebelde a la ciudadanía. No es que leer lo haga a uno virtuoso, no hay que ser ingenuos: es sabido que la historia es prolija en tiranos o perversos letrados. Pero leer puede volverlo a uno algo rebelde e infundirle la idea de que es posible apartarse del camino que le habían trazado otros, escoger la propia ruta, su propia manera de decir, tener derecho a tomar las decisiones y participar en un devenir compartido, en vez de remitirse siempre a los demás.3 ¿Para qué leer? Para encontrar una forma concreta de la felicidad, como decía Borges (ese lectoescritor genial que imaginaba el cielo como una biblioteca y a quien su ceguera no le impidió seguir “leyendo” mediante los ojos y la voz de otras personas). Leer para disfrutar, para alcanzar uno de los más exquisitos y refinados placeres a que un sibarita pudiera aspirar: el placer de la lectura. Placer extraordinario, indescriptible, inenarrable. 3 Petit, op. cit., pp. 104-105. 11