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Las editoriales independientes como alternativa Por: Gustavo Salazar Calle

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El mundo del libro

El mundo del libro

Las editoriales independientes como alternativa

Por: Gustavo Salazar Calle Historiador literario

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Desde hace varios lustros, con el desarrollo tecnológico y por ende con la instalación de nuevos soportes para el contenido de la información, entre ellos los libros electrónicos, se viene anunciando la desaparición del libro impreso; sin embargo, las editoriales independientes son la nueva tendencia.

La producción editorial ecuatoriana está conformada casi por entero por editoriales privadas nacionales, por editoriales del mundo académico, por algunas extranjeras con sedes locales que tienen políticas muy definidas para integrar a un autor dentro de sus catálogos y finalmente las instituciones gubernamentales, que, a pesar de ser regionales o nacionales, ni siquiera tienen resuelto un aspecto tan básico como la distribución de sus propias publicaciones.

El afianzamiento de esta tendencia fue señalado en un reportaje en la prensa: “Según el registro ISBN de la Cámara del Libro, de los pocos que se producen en Ecuador, quienes lo hacen son instituciones gubernamentales y editoriales pequeñas donde los mayores tirajes se producen en libros de interés general, seguidos de temáticas científicas, técnicas y profesionales” (“Industria editorial espera efectos del Decreto 829”. El Telégrafo. Guayaquil. 20 de septiembre de 2019, p. 23).

Frente a ello, las editoriales independientes surgen como una alternativa, y desde 2018 se han organizado en una asociación con normas muy específicas con la intención de generar políticas que activen el sector editorial que les compete, cuyos ejes centrales, entre otros, son desarrollar la industria editorial, su distribución y fomentar el hábito de la lectura.

Se puede afirmar que estas editoriales publican autores que no logran acceder a grandes sellos editoriales.

La producción del libro abarca numerosos pasos, desde el proceso de creación por parte del autor, pasando por la corrección de estilo, el diseño y diagramación del volumen y las cubiertas, hasta su edición final y la impresión; pero ahí no termina el proceso, siguen a continuación la difusión, la distribución y la venta.

Como vemos, una parte fundamental dentro del ámbito del libro es la difusión y distribución de las publicaciones. Normalmente son los propios editores quienes deben ir personalmente a las librerías ofreciendo para la venta sus libros, que quedan a consignación.

Algunas de estas editoriales realizan coediciones cuyos costos son cubiertos entre la editorial y el autor, siendo en la mayoría de los casos este último quien se encarga de pagar los gastos de la edición de su libro, mientras que es la editorial la que se encarga de la distribución.

En el artículo antes citado de El Telégrafo se señala otra de las dificultades para la difusión del libro en nuestro país: “En las librerías la mayor parte de libros que se venden son importados, y de los costos de la desaduanización y del traslado depende el precio que se paga al final”. El año pasado asistimos a la producción literaria de la nueva generación de un grupo de mujeres -Gabriela Alemán, Mónica Ojeda, Sandra Araya, Daniela Alcívar, Solange Rodríguez, María Fernanda Ampuero o Davina Pazos˗, algunas de ellas radicadas en el extranjero y otras involucradas además en el ámbito editorial, cuyas obras han tenido la posibilidad de difundirse en parte gracias a este tipo de editoriales que realizan tirajes de entre 200 y 1.000 ejemplares.

La importancia de estas editoriales se evidencia en que se han ganado un amplio espacio en los últimos años en las ferias del libro nacionales y algunas de ellas han saltado al ámbito internacional.

Esta necesidad ha dinamizado el mundo editorial; sin embargo, los retos continúan siendo los mismos: el proceso de la publicación en sí es sencillo, pero si no va acompañado de esos otros aspectos, también básicos, que son la difusión, la distribución y venta, su campo de acción lamentablemente queda limitado a un muy reducido círculo de lectores.

Vamos a hacer un ligero repaso acerca de la labor de algunas de las editoriales independientes.

El Ángel Editor, que apareció en 2006, dirigida por Xavier Oquendo, se especializa en su catálogo en antologías de escritores latinoamericanos y españoles, que incluyen a autores como Antonio Gamoneda, Ana María Iza, Julio Pazos o Luis García Montero.

Gustavo Salazar Calle impulsó, inicialmente en Madrid, un proyecto personal, sus “Cuadernos a Pie de Página”, publicaciones en edición personal de 100 ejemplares dedicadas a difundir, desde 2008, sus trabajos de investigación y compilación sobre la

obra de importantes escritores ecuatorianos: Pablo Palacio, César E. Arroyo, Gonzalo Zaldumbide, Benjamín Carrión, César Dávila Andrade, Jorge Carrera Andrade y Gonzalo Escudero, más un número dedicado al mexicano Alfonso Reyes y su relación con el Ecuador, los tres últimos impresos ya en Quito. Pronto publicará un número dedicado a Gabriela Mistral y el Ecuador y otro sobre el gran humanista ecuatoriano Aurelio Espinosa Pólit, S.J.

En la ciudad de Guayaquil, María Paula Briones inauguró en 2012 su sello Cadáver Exquisito Ediciones con la tercera edición de la novela Álbum de familia de Gabriela Alemán. Otros títulos de su catálogo son los poemarios La monstruo de Andrea Crespo y Bandada (deidad y suplicio) de Pablo Flores Chávez o los libros de relatos Matrioskas de Marcela Ribadeneira y Días frívolos de Maritza Cino, títulos que han tenido buena difusión.

Fakir Ediciones, creada en 2015 por la escritora Gabriela Alemán, cuyo nombre constituye un homenaje al sobrenombre del poeta cuencano César Dávila Andrade, en su cuidado catálogo, que integra hasta ahora 14 títulos, ha publicado una esmerada edición crítica de la Poesía completa de Jorge Carrera Andrade, al cuidado del profesor universitario Álvaro Alemán, además de Bestiario de César Dávila Andrade, entre otras obras.

La editorial argentino-ecuatoriana La Caída, dirigida por Germán Gacio Baquiola, creada en 2013, ha publicado cerca de 100 títulos que incluyen a más de 50 autores ecuatorianos, entre los que se cuentan Ernesto Carrión, Gabriela Vargas Aguirre, Andrés Landázuri, Fabián Guerrero o Santiago Vizcaíno, quien, dicho sea de paso, es el actual director de Publicaciones de la PUCE, institución que lleva adelante un valioso catálogo institucional, dentro del cual está a punto de publicar, en seis volúmenes, las Algunas librerías han vinculado sus negocios con editoriales, como la Librería Conde Mosca, que publicó un libro de su propietario Marcelo Recalde, El conde y sus dominios, en el que se agrupan cuatro ensayos sobre Mishima, Céline y Murakami, o la Librería Rayuela, que promociona a su homónima Rayuela Editores.

La editorial Festina Lente, creada en noviembre de 2016 por la investigadora en artes Romina Muñoz y el cineasta Jorge Izquierdo, ha ganado prestigio con El nuevo Zaldumbide de Salvador Izquierdo -seudónimo que Jorge Izquierdo utiliza para sus creaciones literarias˗ al recibir el Premio Joaquín Gallegos Lara de novela 2019 del Ilustre Municipio de Quito (situación que ha levantado resquemores en el enrarecido ambiente cultural quiteño, dado que algunos escritores, escritoras, críticos y críticas literarios han atizado una polémica por no haber sido premiadas novelas de su gusto; confiemos en que esta circunstancia no quede en una pueril disputa de detractores del fallo del jurado y en que nuestro espacio intelectual se vea beneficiado con un diálogo sustentado en argumentos que hagan que el ejercicio de la crítica rebase la camaradería y la complicidad). Este sello también ha publicado El manual de la derrota de José Hidalgo Pallares, Silvia de Romina Muñoz Procel, Poesía reunida 1988-2018 de Mario Campaña y el poema en prosa El lápiz japonés de Teresa Crespo; todos estos volúmenes destacan, además, por su cuidada presentación, ilustraciones e impresión.

Hasta la fecha ha publicado 12 títulos en tres líneas editoriales: una infantil, otra dedicada a la poesía, narrativa y ensayo y la tercera de artes y estudios visuales, con varias colecciones cada una de ellas.

Cactus Pink, creada en 2016 por el escritor Santiago Peña Bossano, ha publicado hasta la fecha 26 títulos que incluyen desde autores clásicos como Pablo Palacio o escritores de importante trayectoria: Julio Pazos o Alfredo Noriega, hasta dos antologías de noveles escritores; el propio Santiago Peña ha publicado ahí una novela Mindotown, ya en su segunda edición y tiene vinculados a su editorial sus dos talleres de lectura y escritura creativa. Es de destacar el éxito de una editorial reciente, fundada en 2018 por la diseñadora gráfica Sozapato (Sofía Zapata), Ommani Ediciones, que, aunque hasta el momento tan solo ha publicado un libro ilustrado para niños de su autoría, Debajo de hoy, ha obtenido con él el premio Darío Guevara a mejor libro ilustrado y ha sido seleccionado para representar al Ecuador a nivel internacional en la Lista de Honor de IBBY (International Board on Books for Young People).

Editorial Turbina ha publicado La débil mental de Ariana Harwicz, Pararrayos, libro de ensayos de Daniela Alcívar Bellolio, y Moneda al aire de Leonardo Valencia, ensayo en el que su autor reflexiona acerca de la lectura de novelas; Editorial Ruido Blanco publicó Mester de Altanería de Luis Carlos Mussó y Editorial Contraelviento sacó a la luz Un relámpago sobre el lago de Patricio Vallejo.

Un escritor de sólida y reconocida trayectoria, el narrador Javier Vásconez, pese a haber publicado anteriormente en prestigiosas casas editoriales, ha apelado también a editoriales independientes, con buenos resultados, como el volumen, de buena factura, que ofrece su relato Orfila de la Editorial Deidayvuelta. Doble Rostro, dirigida por Sandra Araya, ha publicado entre otras obras Las mentiras de Aurora y otros textos de Fabián Patinho y El corazón de un canalla de Francisco X. Estrella. Así también, publicó a Vladimiro Rivas Iturralde en 2019 sus Relatos reunidos, donde compila los relatos casi completos del fundador de la revista Ágora, publicada por Benjamín Carrión en la Casa de la Cultura.

A pesar de su esfuerzo, la mayoría de estas editoriales apuntan a que no logran romper el cerco hacia un público más amplio.

Dentro de este espectro editorial surgieron las editoriales cartoneras, aparecidas en 2003 en Argentina por obra de Washington Cucurto y Javier Barilaro. Se trata de libros elaborados a partir de cartón y papel reciclado; esta idea, que se extendió rápidamente por diversos países de América y Europa, cuajó en el Ecuador en 2008 en Riobamba con Matapalo Cartonera, establecida por Víctor Vimos, y

ha recalado hasta ahora en Quito, Guayaquil, Macas y Cuenca: Agustín Guambo con Murcielagario Cartonera (Quito); Dadaif y Camareta Cartonera (ambas de Guayaquil), que han publicado respectivamente el poemario Cyborg democracia y otros poemas de Ernesto Carrión, en tiraje de 50 ejemplares, y el poemario Cuadernos de Indiana de Luis Carlos Mussó, con 100 ejemplares; en Macas está radicada la cartonera Luna Verde, y en Cuenca Ninacuro. Estas editoriales suelen hacer tirajes a partir de 50 ejemplares y llevan adelante su labor con muy bajos presupuestos.

Hace cuatro años fue registrado que la de las cartoneras “es una tendencia que va creciendo día a día, gracias también a las redes sociales y a los jóvenes comprometidos con los libros que hacen la difusión viajando por tierra, mar o aire para compartir sus experiencias en las ferias organizadas en las múltiples ciudades de nuestro continente” (“Cartoneras: mucho más que libros”. Justicia para Todos. N.º 9. Quito. enero-marzo 2016, p. 142).

La aparición de estos sellos independientes ha permitido abaratar los costos y abrir otros espacios de difusión de las obras publicadas

A pesar de su esfuerzo, la mayoría de estas editoriales apuntan a que no logran romper el cerco hacia un público más amplio con el fin de ampliar su círculo de difusión, ya que la mayoría de autores publicados en estos sellos se conocen y leen entre ellos y les resulta enormemente difícil ampliar el mercado hacia el público general.

En términos generales, se puede afirmar que estas editoriales publican autores que no logran acceder a grandes sellos editoriales.

Por lo que toca a su filosofía empresarial, algunos de estos editores conciben su oficio desde el punto de vista de quien aspira a cumplir una función social; la mayoría, en cambio, tienen claro que la suya es una empresa como cualquier otra que cubre una necesidad en el mercado del libro. Debo señalar que en este ámbito, como en el editorial en general, se da una confusión, muy comprensible por otra parte: la de algunos que creen que para ser escritor no es imprescindible leer, sino que tienen la suficiencia de considerar que lo que tienen que decir basta para merecer ser publicados… y si disponen de recursos suficientes pueden costearse ese capricho.

En todo caso, la aparición de estos sellos independientes ha permitido abaratar los costos y abrir otros espacios de difusión de las obras publicadas.

Esta opción satisface la necesidad de publicar libros que se ha generado en los últimos años, desde autores noveles que se aventuran en la literatura a raíz de haber descubierto la pasión por la lectura y luego por la escritura hasta autores con mediana trayectoria e incluso escritores ya consagrados.

Concluyendo: frente a los vacíos evidentes que aún existen en la industria editorial ecuatoriana, el papel que cumplen las editoriales es de gran importancia; y la difusión, distribución y venta, tratando de cuidar la calidad de sus autores y la de impresión, son sus mayores retos.

Los organizadores de la última versión de la FIL Quito apoyaron a todos los participantes, en especial a las editoriales independientes otorgandoles un espacio físico muy importante (137 m²) el mismo que fue gratuito para todos, a continuación un listado de las editoriales independientes que participaron en este evento:

Festina Lente Severo Terminal Cactus Pink Mecánica Giratoria Deidayvuelta La Caída Doble Rostro Turbina Contraelviento El Fakir Ediciones El Ángel Caído Chacana Editorial Cadáver exquisito

Editorial El Conejo en sus 40 años tuvo un estand de 36 m² donde exhibió su amplio fondo bibliográfico.

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