La piel del miedo
Entrevista a Javier Vásconez Por: Milagros Aguirre
V
ásconez inventa una ciudad, la insinúa. La imagina y la construye constantemente, en todas sus novelas aparece una calle, un hotel, un referente de esa ciudad que ha dicho que ama y odia. M.A.: ¿Se considera un cronista de la ciudad? ¿O es la ciudad un pretexto para la literatura? J.V.: No me llama la atención el costumbrismo, me aburre. Tampoco he intentado convertirme en cronista oficial de la ciudad de Quito, para eso hay otros escritores más meticulosos y pacientes. Más convencionales. Lo mío es inventar la ciudad, recrearla, construirla a través de mi imaginación, de mis sueños. Toda mi vida he querido vincular este páramo con otras ciudades y con otras escrituras. Si no hay desafío, no hay literatura. M.A.: Su última novela es, digamos, una novela del miedo. Y a la vez es una de sus novelas más íntimas, donde se siente más la presencia del narrador como protagonista. ¿Lo siente así? ¿No es una novela donde el autor confiesa, a través del narrador, que hay que convivir con los miedos? J.V.: Esta novela es un catálogo del miedo, basado en una experiencia humana íntima, irrepetible. Es la experiencia de la epilepsia filtrada por el lienzo de la escritura, es decir, de la literatura, de la ficción. Sin embargo, el miedo es el bastidor principal que sostiene la novela. Desde Shakespeare hasta Kafka, el tema del miedo es una constante en la literatura. Pero entre Jorge y yo, curiosamente, hay más diferencias que similitudes. M.A.: Le acompaña todavía el doctor Kronz? Es Kronz parte también del miedo? J.V.: El doctor Kronz es, sin duda, uno de mis personajes más activos. Ahora vuelve a participar, de forma decisiva, en La piel del miedo cuando aparece en el Hotel Dos Mundos. A su manera es un hombre osado, y como todo hombre osado sabe perfectamente lo que es el miedo. ¿Y quién no?
M.A.: La novela ha sido recibida muy bien en Colombia y en España. La primera edición ya está agotada. La piel del miedo, de alguna manera, ¿lo consagra?, ¿Cierra con ella la construcción de esa ciudad imaginada? J.V.: El éxito no tiene nada que ver con la literatura. Llevo escribiendo desde los 17 años. Por una vez creo que me están leyendo en distintos lugares a la vez… En España, Colombia, Ecuador. Me sorprende que esto haya ocurrido. Los escritores nos pasamos la vida esperando a Godot. Pero Godot no es Dios, sino el editor que sacará tu libro adelante. A lo mejor accioné esta vez el interruptor preciso, no lo sé. Pero no creo que sea únicamente a causa de esta novela… Porque ha sido un largo proceso que se inició con El viajero de Praga y La sombra del apostador. A los veinte años quise escribir esta novela. Imposible. No estaba preparado. No recibía la señal para lograr el tono requerido, la voz que me impulsara a contar la historia. Con La piel del miedo no cierro nada. Al contrario, abro muchas posibilidades… M.A.: Ud. es de los pocos autores que viven de la literatura. De alguna manera, siempre al filo de la navaja. ¿Los pros y contras de ese estar de lleno en la literatura, por y para la creación? J.V.: No vivo de la literatura, sino para la literatura. Y como soy bastante torpe para escribir, no concibo la literatura si no es a tiempo completo. Admiro a los escritores que combinan este oficio con otras tareas. La literatura no es “una carrera”, sino la lenta búsqueda de la perfección en un oficio. También soy editor. He editado muchos libros, pero no me considero un editor afortunado. En cambio, tuve la suerte de haber heredado un montón de “cachivaches” (mi amigo Iván Cruz las llama antigüedades: documentos, lámparas, muebles, espejos, cuadros, etc.), de las que me he ido desprendiendo poco a poco hasta convertirlas finalmente en las palabras que están ahora en mis libros. Creo que fue una apuesta arriesgada.
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