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A PROPÓSITO DEL DÍA DEL LIBRO

El libro: mano, papel, palabra y pensamiento

Por María Eugenia Lasso Donoso

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El origen de lo que hoy conocemos como libro se relaciona con las primeras manifestaciones de evolución de la especie humana, cuando el hombre se da cuenta de que sus manos le son útiles no solo para recoger alimentos o empuñar un garrote, sino para grabar en la madera o en la arcilla lo que siente, piensa y experimenta.

Descubre, de esta manera, un producto que revoluciona al mundo, pues como objeto, el libro es capaz de preservar del olvido, el conocimiento que acumula el hombre a lo largo del tiempo.

El libro es esencialmente: una mano que se prolonga del cerebro, una superficie que puede ser de arcilla, metal, madera o papel; y, sobre todo, palabra-pensamiento.

Durante el Paleolítico, el hombre usó sus manos para plasmar por medio de símbolos su experiencia; dejó su historia grabada sobre huesos y peñascos. Con el transcurso del tiempo, y cuando su inteligencia y su mano estuvieron capacitadas para lograr expresiones de mayor abstracción, creó un sistema de escritura más sofisticado, entonces escribió sus ideas en tablillas de madera o cerámica; posteriormente, sustituyó estos materiales por rollos de papiro -un tipo de hoja que crecía a orilla del Nilo-. La palabra actual papel se deriva precisamente de la palabra papiro.

El papiro cedió el paso a un nuevo material: el pergamino, hecho de piel de res tratada. Los pergaminos permitían escribir sobre sus dos caras e incluso agrupar sus hojas en un códice; precisamente este códec o códice es el antecedente más antiguo de los actuales libros.

Ulteriormente, los chinos descubrieron que elaborando una masa a partir de cortezas, tamizándola y dejándola secar, era posible obtener un tipo de hoja con superficie plana y brillante, es decir, un tipo de papel.

China mantuvo en secreto este descubrimiento, pero los árabes llegaron a conocerlo y se dieron cuenta de su importancia. Samarcanda, la antigua ciudad de los cuentos de Las mil y una noches, se convirtió en el primer centro de producción de papel en el mundo islámico.

El papel llega a Europa a través de los árabes y su uso se extiende hacia el resto del mundo; el libro: trilogía manos, papel y palabra-pensamiento continúa su evolución, se enriquece, sofistica y extiende con el aporte técnico y cultural de otros pueblos.

En el año 1445, con el descubrimiento de la imprenta por parte de Gutenberg, el libro se consolida como la mayor expresión del poder de la inventiva humana.

Hasta el siglo XIX, sin embargo, el papel aún sigue fabricándose a mano, lo que limita la producción del producto libro, lo encarece y lo convierte en un objeto para las élites.

Con la creación de la imprenta, la mano del artesano da paso a una mano más sofisticada, la mano del industrial. Hacía 1850 empiezan a surgir las primeras fábricas de papel y, con la producción en serie, el libro pasa a convertirse en un producto más accesible.

Con el advenimiento de la burguesía y el desarrollo del comercio, el libro admite el uso de la lengua vulgar y con este asentimiento, el libro se populariza y se empiezan a crear temas que atraen a este nuevo segmento de la población.

En la época de Carlos V, en España, se empieza a coleccionar libros, nacen así las primeras bibliotecas como centros de acopio de la cultura de la humanidad; el libro se convierte en un objeto de estatus, en sinónimo de un buen nivel intelectual para quien lo posee.

Hacia 1820, con los molinos de papel

Para Umberto Eco, profesor de semiótica y autor de novelas de éxito, la respuesta es: “El libro es como la cuchara, el martillo, la rueda, las tijeras.

Una vez se han inventado, no se puede hacer nada mejor. El libro ha superado la prueba del tiempo.

funcionando a todo vapor, el precio del libro baja ostensiblemente; en 1886, se inventa la linotipia y se mecaniza en su totalidad el proceso de impresión de un texto.

En el siglo XIX, el libro empieza a enriquecerse con el aporte de otros lenguajes: fotografía e ilustración. Pero es en el siglo XX, cuando el libro empieza a ser repensado como objeto y hasta sustituir a uno de los componentes de su trilogía: el papel, por otros medios como la publicación digital. Sin duda estamos presenciando un paso en la evolución del producto libro.

Para Umberto Eco, profesor de semiótica y autor de novelas de éxito, la respuesta es: “El libro es como la cuchara, el martillo, la rueda, las tijeras. Una vez se han inventado, no se puede hacer nada mejor. El libro ha superado la prueba del tiempo. (…) Quizá evolucionen sus componentes, quizá sus páginas dejen de ser de papel, pero seguirá siendo lo que es”.

Como asidua lectora de libros, personalmente prefiero el formato papel; su forma se adapta de mejor manera a mi mano. Cuando los leo, me detengo fácilmente a repensarlos, no siento la prisa que imprime lo digital. Me encanta llevarlos conmigo, porque caben fácilmente en mi cartera y además me ofrecen una sensación de estar siempre acompañada.

Llevo libros a todos los viajes y cada uno de ellos me recuerda en dónde estuve. Me encanta tenerlos cerca, en mi velador esperando a que los lea; mi casa no sería mi casa sin esos 3000 libros que repletan los estantes de mi biblioteca, sin las conversaciones sobre ellos con mis hijos y con mis estudiantes.

Conviven en mi escritorio los dos formatos y los uso de acuerdo con el tipo

http://diario.latercera.com/2013/04/13/01/contenido/tendencias/26-134283-9-los-mejores-libros-para-viajar.shtml de lectura que realizo; prefiero estudiar en textos digitales y recrearme con la lectura en textos de papel. En todo caso, los libros son libros, escritos en papel digital, mediante el lápiz, la pluma o teclado, lo importante es lo que te comparten.

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