Pero no sólo de libros vive el hombre (ni la mujer). Argentina es también una cantera inagotable de magníficos cómics. Todo mundo conoce a Mafalda. Creada por Quino, es sin duda el personaje de historieta más popular de toda Latinoamérica. Y yo sostengo que es una de las obras literarias más importantes de la región. Porque, verá usted, cuando a través de algo tan sencillo como una tira de cuatro cuadritos se le dice al público lector algo pertinente y profundo como lo hace Mafalda, no estamos hablando de otra cosa que no sea literatura. Mafalda es una obra sapiencial y en las personalidades de sus siete personajes están contenidas, digo yo, todos los temperamentos humanos. Mafalda es apenas una muestra de los muchos y magníficos cómics que se hacen en Argentina. En el cono sur se producen cientos de cómics de gran calidad y diversidad. Dos botones de muestra: El Eternauta, de Héctor Oesterheld y Francisco Solano López. El gran clásico de la historieta de ciencia ficción argentina, historia posapocalíptica y altamente politizada que le costó a su guionista, activista de izquierda, la desaparición durante la dictadura. Paradójicamente, la mejor edición de esta obra es mexicana, de manos de RM.
Argentina es un coloso cultural. Mientras nosotros les mandamos a Octavio Paz y a Carlos Fuentes ellos nos devolvieron a Jorge Luis Borges y a Julio Cortázar. Donde teníamos a Botellita de Jerez ellos contaban con Soda Stéreo. Cuando les mostramos a Arturo Ripstein ellos blandieron a Luis Puenzo. Ante Rius lanzaron a Quino. Y así... Yo, por ejemplo, podría pasar horas hablando de los cuentos de Julio Cortázar. Para mí fue uno de esos descubrimientos de juventud, en la prepa, años en los que pensaba tontamente que no había vida más allá de los cómics de Alan Moore y Neil Gaiman. “Tú deberías leer a Cortázar”, me dijo un amigo prodigioso, algunos años mayor que yo. “Tiene cuentos de ciencia ficción que te encantarían.” Y así fue. Y no sólo me enamoraron los cuentos fantásticos. Historias de cronopios y famas se volvió uno de mis libros de cabecera. Al poco tiempo, gracias a la lectura de Doom Patrol, extrañísimo cómic de superhéroes que en aquel tiempo escribía Grant Morrison y publicaba Vertigo, subsidiaria de la DC Comics, decidí también entrarle a Borges. Por favor no me juzguen. Piensen en un chamaquito nerd de finales de los ochenta con cierta vocación punk. Todo, todo aquello que sonara a cultura oficial me repugnaba. Y en aquellos años NADA era más mainstream que Borges. Pero...
Carajo, Borges es un genio. Nunca he leído un cuento suyo que me deje tibio. Aquí es el momento de las confesiones: lo siento, no soy buen lector ni de las novelas de Cortázar ni de los poemas de Borges. (Quizá por ello disfruto tanto aquel episodio en que durante un homenaje a don Jorge Luis en el Chaco argentino, una funcionaria local leyó aquel texto apócrifo atribuido a Borges sobre los instantes frente a una enfurecida María Kodama. Pero eso, desde luego, es una historia aparte...) Cosa curiosa: también han sido argentinos los autores de dos de las mejores biografías de escritores anglosajones que he leído. Pablo Cappana escribió Idios Kosmos, claves para Philip K. Dick, sobre el profeta demente de Berkeley, mientras que Esther Cross hizo lo propio con La mujer que escribió Frankenstein, sobre la vida de Mary W. Shelley. Podría seguir hablando de escritores y escritoras argentinos durante horas. Va, brevemente, una lista pequeña de autores que me interesan, activos hoy en día. En completo desorden: Samanta Schweblin, Leonardo Oyola, Alejandra Zina, Ernesto Mallo, Tatiana Goransky, Leandro Ávalos, Leonardo Laiseca, María Inés Krimer y José María Marcos. Difíciles de encontrar en librerías mexicanas algunos de ellos, pero créanme que vale la pena el esfuerzo. Y ahora que viene Argentina a la FIL...
Por otro lado Dieter Lumpen, del guionista argentino Jorge Zentner y el dibujante español Rubén Pellejero, es una muestra de que los argentinos no sólo brillan cuando juegan fut en la liga europea. Lo hacen también al publicar historietas en el viejo continente. Ese es el caso de Zentner, quien se une a la larga tradición de brillantes guionistas albiazules —varios de ellos también novelistas— que incluye a Pablo de Santis, Juan Sasturáin, Carlos Trillo y muchos más (si hablo de sus buenos dibujantes no acabo nunca). Dieter Lumpen es el nombre de un aventurero de corte clásico al estilo del mejor cine de aventuras de los cuarenta que atraviesa la primera mitad del siglo XX por escenarios exóticos envuelto en situaciones extrañas, a medio camino entre el noir y la exótica. Ilustrado elegantemente por el español Pellejero, este cínico antihéroe, heredero de Corto Maltés, rinde homenaje a la historieta clásica para convertirse, él mismo, en un referente obligado del cómic contemporáneo. Ah, Argentina, país prodigioso. Tan cerca de dios (por el Papa Francisco) y tan lejos de los Estados Unidos (en kilómetros). Por cierto, ¿ya les hablé de Roberto Fontanarrosa? Él dibujaba cómics y escribía novelas. Por supuesto, es uno de mi héroes... El cómic del mes: Macanudo 4, de Liniers. El heredero natural de Mafalda. Otro registro, más dulce, en una vena poética. Una delicia. +