3 minute read

HERRAMIENTA ESENCIAL

NO NOS CANSEMOS DE HACER BIEN

Las directrices que Pablo presenta en Filipenses 2:34 para regular las relaciones interpersonales son excelentes. El texto dice: “Nada hagáis por contienda o por vanagloria; antes bien con humildad, estimando cada uno a los demás como superiores a él mismo; no mirando cada uno por lo suyo propio, sino cada cual también por lo de los otros.” Sin embargo, por más excelente, cristiana y espiritual que sea tal descripción, hay una variable que arruina todo: ¡el ser humano!

Advertisement

Por naturaleza somos egoístas, por lo que somos atraídos por la contienda y la vanagloria, y no se nos da ser verdaderamente humildes, ¡y menos estimar a los otros como superiores a nosotros mismos! ¿Buscar el benefi cio de los demás por sobre el nuestro? Es misión imposible.

Por lo menos, podríamos identifi car tres dinámicas que incitan confl icto entre nosotros.

EL PECADO, por ejemplo, es responsable de que el egoísmo sature nuestras intenciones y acciones, llevándonos a desear dominar a los demás, en el círculo familiar, laboral e inclusive eclesiástico, y a calmar insanamente nuestras múltiples inseguridades (Génesis 3:4-13).

Una segunda dinámica sería que todos poseemos diferentes TEMPERAMENTOS. Algunos somos muy sociables y hablantines, otros llevaderos e inconstantes, otros perfeccionistas y regañones, y otros sensibles y llorones. A algunos les gusta intentar cosas nuevas, mientras que a otros les preocupa el orden. ¡Con razón tanto conflicto!

La tercera dinámica, por si fuera poco, es que todos tenemos diferentes EXPERIENCIAS; fuimos criados en familias diferentes, en culturas con tintes diferentes, tuvimos diferentes tipos de educación, provenimos de diferentes contextos socioeconómicos y pertenecemos a generaciones distintas.

Estas y otras dinámicas nos llevan a enfrascarnos en diferentes tipos de conflictos, algunos muy manifiestos y evidentes, otros un tanto sutiles, difíciles de identificar y solucionar.

Un primer paso en la resolución de un conflicto, entonces, es reconocer que somos seres humanos, todos, en proceso de restauración (Filipenses 1:6). Una vez hecho este reconocimiento, estamos en condiciones de avanzar.

Jesús ofrece, en el Sermón del Monte, la fórmula básica. Es clara y fácil de seguir:

"Por tanto, si tu hermano peca contra ti, ve y repréndele estando TU Y ÉL SOLOS; si te oyere, has ganado a tu hermano. Mas si no te oyere, toma aún contigo A UNO O DOS, para que en boca de dos o tres testigos conste toda palabra. Si no los oyere a ellos, dilo A LA IGLESIA; y si no oyere a la iglesia, tenle por GENTIL Y PUBLICANO." (Mateo 18:15-17)

Si te das cuenta, el principio que ofrece la fórmula es muy sencillo, resolver el conflicto en el círculo más pequeño posible. Si se resuelve allí, no hay necesidad de incluir a más personas. Varias veces me ha tocado tener que responder a la pregunta: “¿Qué está haciendo la iglesia para resolver tal caso…?” El hecho de que la iglesia no sepa qué se está haciendo no significa que no se está haciendo nada. Significa que se está tratando de resolver en el círculo más pequeño posible. Esto es aplicable a la resolución de un conflicto en toda relación interpersonal, desde la más íntima, como lo es el matrimonio, hasta aquellas en escenarios más públicos.

En el plano de las dinámicas eclesiásticas, ya sean tensiones personales, doctrinales o de procedimiento, Hechos 15 ofrece ejemplos de resolución de conflictos que incluyen: foros para diálogos, comisiones, concilios y reportes, mismos que hoy seguimos utilizando dentro de la organización adventista. No se si habrás notado que en la iglesia tenemos diferentes comisiones, y cuando un conflicto surge, tratamos de resolverlo primero entre los involucrados. Sino se resuelve, el pastor y después la comisión pertinente tendrán que entrar en escena. Es importante, sin embargo, durante todo este proceso, proceder con el espíritu de Jesucristo. Pablo indica que “si alguno fuere sorprendido en alguna falta, vosotros que sois espirituales, restauradle con espíritu de mansedumbre, considerándote a ti mismo, no sea que tú también seas tentado” (Gálatas 6:1). Salomón también escribió: “El altivo de ánimo suscita contiendas; mas el que confía en Jehová prosperará” (Proverbios 28:25). Siendo los conflictos un resultado evidente de nuestra naturaleza caída, solucionarlos es, entonces, una clara evidencia de nuestro proceso de restauración.

Ismael Castillo es el director asociado del ministerio hispano y evangelismo de la Conferencia de Texas en Alvarado, Texas.