Podemos entender que, a pesar de saber que el otro puede fallarnos, incluso más de una vez; comprender que nos puede hacer sufrir, pero que igual podemos ser capaces de apostar por el amor real.
esto podría llevarnos a entender los índices de violencia y discriminación, trastornos emocionales y psíquicos que existen en las diferentes esferas sociales hoy día. Una propuesta subversiva: amar al prójimo La psicoanalista Laura Gutman propone, en su más reciente libro, Una civilización niñocéntrica. Cómo una crianza amorosa puede salvar la humanidad, algo muy diferente a lo que ha venido evocando en sus anteriores textos. Previamente, sugería la crianza con apego, hacer visible los estragos del patriarcado o denunciar las violencias hacia las mujeres y los niños. Ahora, recalca algo que Jesús, ya en su tiempo, nos lo había dado como mandamiento supremo: “Amarás a tu prójimo como a ti mismo”. Por supuesto, es un amor contrario al narcisista, y es ahí donde Laura Gutman nos dice que, como referencia, podemos poner la sabiduría innata con la que llegan los bebés al
mundo, con ganas de amar y ser amado. Nada más. Esa es la evidencia más clara de la naturaleza humana: el amor. La psicoanalista dice: “No importa qué dificultades afrontemos, los adultos siempre podremos usar los recursos que todos conservamos: el deseo de hacer el bien y amar a quien sea nuestro prójimo. La biografía humana atesora como objetivo primordial que recuperemos esa capacidad de amar con la que hemos nacido, y que nos hemos visto en la obligación de relegar para poder sobrevivir al desamor cuando fuimos niños”. Supongo que, por algo, la cultura navideña es de las pocas que se mantiene a través de los años. En este espacio transgeneracional y especial para la familia, tenemos un justificativo perfecto para demostrar el amor que nos tenemos. Nos habilita a ponernos en contacto con lo mejor de nosotros mismos, con aquello que en el piloto automático de la vida diaria perdemos de vista.
Este simple acto de dar y recibir, pedir y aceptar, tiene el valor psicológico y emocional de cargarnos con una energía positiva que revitaliza aquellos afectos que tenemos dormidos en un mundo desconectado de ellos. En este ejercicio de infundir amor en todas las esferas de la vida, aceptando que el afecto humano tiene sus umbrales positivos y negativos. Podemos entender que, a pesar de saber que el otro puede fallarnos, incluso más de una vez; comprender que nos puede hacer sufrir, pero que igual podemos ser capaces de apostar por el amor real, no programado o digitado a nuestro gusto. Así como lo hizo Jesús al fundar su iglesia a sabiendas de que Pedro le negaría tres veces antes de que cante el gallo, en esta Navidad, y recordando su valentía y apuesta al amor, podemos hacer lo que Jesús nos enseñó: el acto divino de amar, pero de forma humana Para más información y consultas, escribí a gabrielacascob@hotmail.com HIGH CLASS 29