Las niñas y las adolescentes estuvieron silenciadas y su manera de habitar el mundo fue durante siglos desconocida para las ciencias sociales contemporáneas, aun cuando ya en 1949 Simone de Beauvoir en El Segundo Sexo dedicó sendos capítulos a la niña y a la joven. Gracias a los aportes de las feministas de los años 70, 80 y 90, las mujeres adultas habían salido de la oscuridad logrando un lugar en la palabra, en los discursos y en el acontecer político. No obstante, llama la atención cómo en ese proceso de construcción de nuevas subjetividades femeninas, las más jóvenes no fueron pensadas ni incluidas. Se reconoce así que ellas por su manera particular de existir hubieran debido tener un lugar propio en el pensamiento feminista...