Revista En otras palabras No. 4 Mujeres guerra y paz

Page 1

4

EN O T R A S PALABRAS.,, Grupo Mujery Sociedad de la Universidad Nacional de Colombia. Corporación Casa de la Mujer de Bogotá y Fundación Promujer

Santafé de B ogotá D.C. C olom bia, Enero - Ju n io de 1998


T en ía

que s e r

M u je r ... Es Ia TÍpiCA EXpRtSÍÓN QUE USAN QUÍENES QUÍEREN AQRE(J¡RlA CON SUS pAUbRAS, C0NV¡RT¡ENd0SE ASÍ EN UNA foRMA dE VÍo I e NCÍA TAN COTÍdÍANA y dESTRUClivA c o m o 1a Físíc a .

A

_. .. M , . Dirección Nacional de Equidad para las Mujeres PRESIDENCIA DE LA REPUBLICA

LA JUSTICIA CON EQUIDAD ES UN ASUNTO DE TODAS Y TODOS.


Contenido

EN OTRAS '

R eh aciend o Saberes Aproximaciones al concepto de paz

P u c lic a c ió n e s p e c ia liz a d a e d ita d a por:

Grupo Mujer y Sociedad de la Uni­ versidad nacional de Colombia. Corporación Casa de la Mujer, 3ogotá. Fundación Promujer. C o o rd in a c ió n Ed ito ria l:

Florence Thomas Patricia Prieto Juanita Barreto Gama Norma Enriquez María Eugenia Sanchez Gómez Margarita Escobar De Andreis

Susy B e rm ú d e z ___________________

7

Las prefiero a ellas construyendo la paz Tomás C o n c h a _________________________

27

Lisístratas Colombianas a las puertas de un nuevo milenio Rocío P in e d a _________________________________________________________ 3 0

Las almas Bellas y los guerreros justos Maria Cristina R o ja s __________________

38

Sueños Im ágenes y símbolos 51

Trixi Allina C o n se jo E d ito ria l:

J u a n ita B a rre to , M a ria E lvia Domínguez, Guiomar Dueñas, Mar­ garita Escobar, Beatriz García, Maria C ecilia G onzález. A ngela m aría Estrada. Patricia Jaram illo, Marta López, Patricia Prieto, Xatlí MurilloS encial, Yolanda Puyana, M aria Eugenia Sánchez. C irce U rania Sencial, Florence Thomas, Angela Robledo. D ise ñ o y D ia g ra m a ció n :

Fernando Pieschacón P ortad a e ilu s tra c io n e s :

Trixi Allina. En portada: La m irada expuesta,

(Fragmento de instalación), 1997. Fotografía:

Sandra Peña, Trixi Allina. Im presión:

L.C.B. LTDA.

E diciones y Sum inistros t>31 G83ó Cel 932235353

C o o rd in a ció n a d m in istra ti­ va, circ u la ció n , suscripcio* n e s y p u b licid a d :

Xatlí Murillo-Sencial. Carrera 44a # 22 - 29. Piso 2 Tels. 3 682 058. 3 682 087 Fax:: 2 695 198 Santafé de Bogotá. Colombia. Distribuido en Colombia por: Siglo del Hombre Carrera 32 * 25-46 Tel: 3 377 700 ISSN: 0122 - 9613.

Conversación con Trixi Marta López, Beatriz García y Angela Robledo

54

Poemas Main Suaza_________________________________

60

Poemas Alba Lucía T a m a yo __________________________

62

¡Dossier

Veinte párrafos para reflexionar sobre la participación de las mujeres en la construcción de la paz Ligia G á lv is __________________________________________________________

67

Las mujeres de Barrancabermeja en busca de la paz Juanita B arre to _____________________________________

72

Paz, tie rra y m ujer rural

86

Magdalena L e ó n ;_________

-í'®v Crónicas y Entrevistas Construir nuevos imaginarios (conversación con Lola Luna) Eugeni Chafer, Joan-Ramón Gordo y A ngels______________

<"Ws>- N oticias en otras palabras

98 113

Las m ujeres y los libros Reseña: Marcela Serrano,

Albergue de las mujeres tristes

Editorial A lfag ua ra _________________________________________

123

Reseña: María Clemencia Castro y Carmen Lucía Díaz,

Guerrilla, reinserción y lazo social. Maria Elvia D om ínguez_______________________________

127

Bibliografía: Mujeres y paz Lya Yaneth Fuentes _______

129


Mujeres guerra y paz; son palabras que remiten a un complejo y contradictorio univer­ so de anhelos y esperanzas, temores e incertidumbres y ante las cuales nos pregunta­ mos: será posible decir algo que no haya sido dicho, algo nuevo, desde nuevas miradas, “En otras palabras...” , cuando diariamente la prensa, la radio, la televisión y demás medios nos presentan una paz “para hacer”, “para negociar”, una paz que se objetivó com o una m ercancía de supermercado?; será posible decir algo significativo y que limente la esperanza cuando los hechos cotidianos dan cuenta de las diversas expresio­ nes de una guerra en la que además de arrasar diariamente con vidas de los hombres en contienda, se asesina impunemente y en sus propios hogares a población civil?. Cuando estaba en prensa este número fueron asesinados en Santafé de Bogotá, María Arango Fonnegra y Eduardo Umaña Mendoza; con estas páginas queremos rendir un homenaje a sus vidas y las de mujeres y hombres que en Colombia han sido inmolados por defender los derechos humanos y los derechos del pueblo. En el devenir de una sociedad que ha legitim ado la guerra y que ha considerado la violencia “partera de la historia”, las persistentes demandas de paz de amplios sectores de población que en su vida cotidiana han resistido los avatares de las incontables guerras animadas por intereses de poder y por concepciones sustentadas en el mono­ polio de la fuerza, se han respondido ofreciendo una paz cosificada, que se comercia, se subasta, se pone enjuego; una paz ubicada en la pretensión de una racionalidad en la cual los sentimientos no tienen cabida; una paz circunscrita por los límites del pensa­ miento patriarcal, un pensamiento que atraviesa tanto a las mujeres como a los hom­ bres, aunque de manera diferente a unas y a otros. Por ello y no sin temor, porque las palabras que poseemos nos han sido dadas por esa lógica que escinde la razón y el sentimiento, hoy reflexionam os sobre la paz, con la pretensión de insertamos en los caminos de quienes buscan dotarla de nuevos conteni­ dos y nuevos significados, procurando un escrito “sentipensado” -como diría Eduardo Galeano- desde las mujeres, quienes han vivido y aún viven de manera muy particular las eternas guerras de una cultura patriarcal. Y con ello no estamos victimizando a las mujeres ni afirm ando que ellas son las únicas que sufren, padecen o viven en carne propia las violencias de este país, o que ellas sufren “más” que los hombres. No; pues no se trata de m edición, se trata de abrir espacios para descubrir la especificidad de sus vivencias, de lo que la guerra, en sus m últiples expresiones, significa para ellas, desde el lugar particular que ellas ocupan en un contexto en el cual la paz como proce­ so, como conjunción de razón y emoción pareciera no tener cabida. Se trata ante todo de que los hombres, los políticos, los negociadores y toda una

E d ito ria l


E d ito ria l cultura entiendan que varones y mujeres vivimos mundos simbólicamente distintos, lógicas distintas, lugares diferentes y prácticas de vida y de sí distintas, resultados de más de 5.000 años de socialización, que hoy son puestos en cuestión desde el sentir y el pensar de mujeres y de hombres que controvierten una socialización en y para la violencia. Se trata de que el 53% de la humanidad sea por fin considerado, escuchado y tomado en serio, de tal modo que las alternativas de vida de millones de mujeres de este mundo y específicamente de nuestro país tengan por fin sentido histórico y políti­ co. La violencia es patriarcal, la guerra es patriarcal y sus protagonistas han sido los hom­ bres, regodeándose algunos pocos y doliéndose muchos de ellos en silencio, en esa lógica de vencedores y vencidos que tanto daño ha hecho a la humanidad. Por supues­ to que existen algunas -muy escasas por cierto- excepciones en las cuales las mujeres son partícipes activas de las guerras; excepciones que refuerzan dichas afirmaciones porque impiden su ubicación en el campo de los esencialismos y prueban su historización. En el curso de la historia las mujeres han sido más pacíficas que los hombres, y no lo han sido porque nacen pacíficas, ni por esencia, ni porque sean “buenas por naturale­ za”. Nuestro pacifismo, resultado de esa otra manera de habitar el mundo se construyó históricamente, a partir de prácticas de vida y de una particular complicidad con ella; tal vez es eso lo que no logran com prender los hom bres y se resisten a aceptarlo; nuestro pacifismo se construyó y aún se construye en nuestros contactos cotidianos con los/as recién nacidos/as, con los niños y las niñas, los ancianos y las ancianas que demandan nuestros cuidados; con el amor, los afectos y la ternura; con nuestra valora­ ción por lo cálido, lo húmedo, lo tibio y la piel; por nuestro goce con el olor de las sábanas o del tinto al amanecer de una noche de buen amor. En fin, por esas miles de prácticas situadas en la esfera de lo privado en la cual nos ubicó la cultura. También por nuestros contactos con las heridas de guerra, estas heridas de los cuerpos pero sobre todo de las almas, con los duelos de los huérfanas y los huérfanas, de las mujeres viudas, violadas, humilladas, maltratadas y abusadas, como eternas desplazadas de ellas-mism as, de sus propios cuerpos y sueños y hoy día desplazadas de sus casas, tierras, pueblos y veredas. Para las mujeres la paz es como el oxígeno, como una enzima indispensable a la vida, a un crecimiento subjetivo armonioso que haga posible la interiorización de esa ética del cuidado que practican desde hace miles de años, y que allana el cam ino para el reconocimiento de las otras y de los otros. Asistimos hoy a uno de esos momentos de la historia donde la humanidad se asfixia paulatinamente ante el agotamiento, la esca­ sez, la ausencia de ese oxígeno vital que es la paz, y si no llega este boca a boca vital, pues hay razones para el pesismismo. Por eso, como lo afirman en este final de siglo

Ii&jntoJílbSr


Ii&intodiiJbH escritores/as, filósofos/as y poetas, las mujeres representan el porvenir de los tiempos venideros. Afortunadamente ellas han demostrado su capacidad de enfrentar el pesi­ mismo, y si han sobrevivido a 5000 años de múltiples violencias y guerras, están dis­ puestas, hoy más que nunca, a derrotarlas. No será fácil. No será ya. Lo saben. Pero también saben que han ganado en estos últim os 50 años más batallas que en varios siglos precedentes, batallas que han significado apertura de posibilidades para poner en circulación ese oxígeno vital y que han significado más equidad, más justicia social y siempre un poco menos de desdicha y de dolor. Ya sean las m adres de los soldados de las Delicias, de Patascoy o de otros soldados de las miles de guerras de este país; ya sean las viudas o las huérfanas, las desplazadas o las violadas, las abusadas o las secuestradas; ya sean las mujeres que desde sus hogares, sus comunidades, sus lugares de trabajo, sus organizaciones, se interrogan sobre las agresiones, las guerras y las diversas expresiones de violencia; todas, están poco a poco entendiendo que es con su participación, sus voces que a veces parecen gritos desgarradores, sus palabras, sus miradas, su valentía y su debilidad, su sereni­ dad y su terquedad de eternas soñadoras de lo im posible, que será factible abonar nuevamente una tierra que nos permita respirar profundo y nos vuelva a dar ganas de amanecer. Los artículos que conforman este número han querido presentar “En otras palabras...” el pensamientos de mujeres y hombres sobre guerra y paz, desde diversos enfoques y lugares, reconociendo que no es un tema fácil, porque la guerra como el odio y la paz como el amor son conceptos para la vida y no para la teoría. La paz se vive, se respira, se construye día a día y para ello, mas que modelos y fórmulas se necesita voluntad y creación de condiciones para gestarla, ponerla en circulación y permitir que fluya en un movimiento permanente que potencie la vida y la esperanza. Hemos querido a partir de este número ampliar la sección de noticias con el fin de que se convierta poco a poco en una especie de observatorio de medios; para esto nece­ sitamos la ayuda de todas y todos; escríbannos. Con su apoyo prodremos reconocer, descubrir y denunciar sexismos, abusos, inequidades que desde distintos lugares, noti­ cieros, programas de radio o de televisión reproducen las discriminaciones e impiden construir la paz. Ayúdennos a ser vigilantes con el fin de que la revista se convierta en una tribuna, “En otras palabras...” capaces de generar un mundo más grato y placente­ ro para todas y para todos. En verdad necesitam os sus palabras para no perder el aliento. Poner en circulación la palabra es también condición para construir la paz. Tomen nota: cambiamos de oficina. Nuestra nueva dirección es Cra. 44A No. 22-29, barrio Q uinta Paredes, Santafé de Bogotá, Colom bia. Teléfonos (91)368.2058, 368.2087 y 269.51.98. Fax: (91)2 695 1 9 8 -3 451704

E d ito ria l


PROFAMILIA

-mail:profbibl@ anditel.andinet. Iat.net Página Web: w w w .profam ilia.com

NOS ESPECIALIZAMOS EN TEMAS DE SALUD SEXUAL Y REPRODUCTIVA, POBLACION Y MUJER. CO NSULTEN O S: Carrera 15 No.34-37 Teléfono 287 2100 Ext.156. S ervicio para todo el país HORARIO: LU N ES A VIERN ES 8:00 AM - 5:30 PM




Trixi A llin a

La M irada Expuesta (Fragm ento) Instalaciรณn

1997


Relhiac¡ie irado» S a b e re s

Aproximaciones al concepto de paz1 Alba Luz Zuluaga. Antropóloga Asesora del Ministerio de Agricultura

Suzy Bermúdez Antropóloga e historiadora Profesora de la Universidad de los Andes Trixi A llina, F ra gm ento de La m ira d a expuesta, instalación 1 9 9 7 .

i bien algunos han abordado la paz como justicia y/o cumplimiento de los derechos humanos y/o desarrollo, en este documento se considera que los puntos anteriores son substanciales para avanzar en el camino señalado, pero que los mismos aisladam ente no constituyen la paz. La paz desde nuestra perspectiva cultural puede ser vista como un proceso y como tal, requiere del logro tanto de la paz negativa como positiva.

EN O T R A S PALABRAS .

1 La redacción de este documento se inició a partir de la realización de un proyecto, aún en curso, llevado a cabo por las miem bros de la Corporación D esarrollo y Equidad. Agradece­ mos a ellas los com entarios realizados a la parte del escrito que conocieron y comentaron con generosidad.

7/


Relhi a c iieint<dlo Sa b e re s 1. La p az com o co n ce p to .

Tradicionalm ente en la cultura occidental, “paz” se había iden­ tificado com o ausencia de guerra o paz negativa y “pacificar” con debilitar a los “violentos” a partir de la fuerza, es decir, si fuese necesario, imponerse apoyándose en la violencia (una mentalidad ganador-perdedor, es decir masculina). Lo anterior puede ser verificado en nuestra historia2 La guerra, com o form a relacional en la que se abordan los con­ flictos de manera colectiva, violenta y organizada, busca que una o varias de las partes involucradas en el conflicto se im­ pongan sobre el resto. La propuesta alterna que más frecuente­ mente se señala en las últim as décadas en los docum entos escritos y en los noticieros a esta form a relacional en países com o Colom bia, que adem ás se presenta supuestam ente “neu­ tra” , es la negociación con los grupos alzados en armas, para acabar de ser posible, con el conflicto armado. 2 Consultar por ejemplo, Palma. Milagros. ‘‘La muier es Puro Cuento". Santa Fe de Bogotá, 1996: López Marta. "La violación de los dere­ chos humanos de las m u je re s '. En : En otras palabras, “ mujeres, ética, política v participa­ c ió n ". Universidad Nacional Sarita Fe de Bogo­ tá, enero-Junio de 1997. Restrepo, Luis Carlos. •‘Provectos para un Arca en medio de un Dilu­ vio de Plom o". Arango Editores, Santa Fe de Bogotá. 1997. 3 Galtung. Johan. "Violence, peace and peace research", Journal of peace Research 6: 3, 1969: “Violencia paz e investigación sobre la paz. Barcelona". Editorial Fontanara, 1985. 4 Morales Adela, “ El m altrato infantil : otra forma de m irar la violencia", En Suzy Bermúdez Q.(editora) Género v convivencia. Estrategias v experiencias nara la construcción de la paz. Santa Fe de Bogotá: Coreas 1996. 5 M inisterio de Educación. "Mi mamá me ama. mi papá fuma pipa1' Estereotipos en los textos escolares. 1995. 6 Brucke. Utne, Feminist Perspectives on Peace and Peace Education. New York : Pergamon Press. 1989. 7 Desanti. Jean Toussamt "Doce lecciones de filosofía". Barcelona. Editorial Gernica. 1988 En : Mujeres desplazadas. Marta López. Di­ rección Nacional de Equidad para las Mujeres, financiado por la OEI : Documento preliminar.

8

Frente a estos planteam ientos se pueden hacer, entre otras, las siguientes reflexiones : El análisis de la violencia a partir de la guerra es incom pleto porque existen otros tipos de violencia de orden estructural que pueden no ser organizadas o sistem áti­ cas, pero si recurrentes'. Además en la guerra las imágenes, que se privilegian com o violentas son las que hacen referencia al maltrato entre los hom bres y a la muerte física, no tanto a otros tipos de agresión com o la sexual o mental. Se puede seña­ lar com o ejem plo de ese otro tipo de violencias la intrafamiliar, en la que, com o lo verem os más adelante, las principales vícti­ mas son las mujeres y las(os) niñas(os), no solo de agresiones físicas sino también sicológicas4. Otro ejemplo a mencionar es la imagen que se sigue presentando de las mujeres en los textos escolares y en otro tipo de publicaciones, pues se trata de aproxi­ maciones desvirtuadas por la óptica patriarcal hegem ónica5. Igualmente, hechos com o la corrupción que aqueja a diferentes estam entos de la sociedad o la desnutrición y el desempleo ha­ cen parte de la violencia estructural. Tanto algunas corrientes feministas, com o los/as pacifistas, re­ com iendan trabajar con las categorías violencia-paz para avan­ zar en el cam ino de la paz positiva6. En ese sentido la filósofa M arta López ha recordado, apoyándose en los estudios de Desanti7, que la violencia es móvil e inmóvil, directa e indirec­ ta, visible e invisible. La directa, móvil y visible deja muertos/ as, heridos/as. etc. : la indirecta, inmóvil e invisible, ataca prinE N O T R A S PA L A B R A S .


R eh a cien d o » S a b e r e s cipalmente el inconsciente y no es siem pre cuantificable; esta últim a violencia está presente en la anterior. A su vez, el politólogo, Pedro Valenzuela (1996) nos recuerda lo señalado por Vicens Fisas A rm engol8, en cuanto a que "‘la violencia no ha de entenderse exclusivam ente com o un acto o una form a de hacer, sino com o un ‘no dejar hacer’”(p.56). Brucke Utne señala que la mayoría de las investigaciones y de los fondos que se asignan para el estudio de la violencia, se orientan al análisis y propuestas de estrategias para debilitar la primera (paz negativa); a la segunda (o paz positiva), que co­ rresponde al imaginario del mundo patriarcal y etnocéntrico (androcentrismo), se le ha prestado m enor atención. A conti­ nuación incluimos un cuadro elaborado por ella, hace un dece­ nio, con algunas m odificaciones que hemos incluido, pues sirve de síntesis a lo expuesto hasta ahora.

Paz n e g a tiva

8 Fisas Arm engol, Vicenc Introducción al es­ tudio de la paz v de los conflictos. Barcelo­ na ; Editorial Lerna, 1987, citado por Pedro Valenzuela "La estructura del conflicto y su resolución” . 9 Por ser el imaginario producto de cada cul­ tura, irradia las posibilidades que perciben tanto varones como mujeres al entrar en contacto con su '‘realidad", de ahí el poder que tiene. En los últim os decenios, tanto historiadoras/ os como antropólogas/os y filosofas/os, han realizado im portantes aportes en este campo.

Paz P o s itiva A u s e n c ia de vio le n c ia e s tru c tu ra l

Ausencia de violencia personal física y directa

Ausencia de violencia indirecta que lleve a muertes prematuras: físicas ó

Ausencia deviolencia indirecta que reduce la calidad de vida

mentales; individuales o culturales

Ausencia de : violencia contra la/el esposa/o.

Ausencia de desigualdades en las microestructuras que llevan a la

intrafamiliar,

violaciones: abuso infantil: muerte en las calles o en cualquier otro espacio "público"

inequidad

Ausencia de Guerra

Ausencia de Estructuras económicas en el país o entre países que impliquen que las posibilidades de vida se vean reducidas : que afecten la naturaleza y que

Ausencia de represión en las micro-estructuras que llevan a una menor libertad de escogencia de desarrollo

V io le n cia no o rg a n iza d a

autónomo, como individuo y como grupo cultural político, religioso y social

no favorezcan la equidad

Ausencia de represión y discriminación en los países que impiden, entre otros, la libertad de expresión, el derecho de organización, la

V io le n c ia o rg a n iza d a

pluralidad cultural, la equidad social y entre los géneros

Resumen de la discusión de la paz negativa y positiva (Utne 1989 - m odificaciones Bermúdez Q. 1997)

La cursiva corresponde a las modificaciones

EN O T R A S PALABRAS

9


R eh a cie n d o » S a b e r e s En cuanto al cuadro anterior se hacen las siguientes anotaciones

Trixi A llin a, detalle de La m ira d a expuesta, instalación 1 9 9 7 .

Trixi A llin a, D etalle de La m ira d a expuesta, instalación 1 9 9 7 .

-A m bas violencias, la organizada y la no organizada están interconectadas, com o ya se m encionó; en ese sentido Utne (1989) señala que cuando aum enta las violencia en general, la que afecta de manera específica a las mujeres se incrementa más. Estarem os viviendo esto en el país ? Creem os que como hipóte­ sis se podría explorar, centrando el análisis no solo en las muje­ res sino en los g ru p o s de varones no hegem ónicos, para evidenciar más claram ente los costos, no solo materiales claro está, de los diversos grupos de violencia para la amplia mayoría de la población. Una exploración prelim inar se presenta en el tercer apartado de este escrito. -La violencia estructural que lleva tanto a muertes prematuras com o a reducir la calidad de vida de las personas, implica igual­ mente el no acceso al desarrollo, a la justicia, a la equidad, a la autonomía y al gozo pleno de los derechos humanos (Utne, 1989); es fundamental tener en cuenta que es este tipo de violencia la que genera más muertes cada año (Utne, 1989 basada en los estudios de Johan Galtung). La ausencia de verdaderas demo­ cracias: la existencia de modelos económ icos que sólo favore­ cen a unos pocos y que ciertos autores ya denominan economía de “m uerte” , entre ellos la CEPAL, son tan solo algunas de las causas que preservan dicha m odalidad de violencia. Por consi­ guiente, es necesario “negociar” igualmente estos otros impedi­ mentos que se interponen de tiempo atrás a la construcción de la paz y que no se resuelven tan solo con la negociación del con­ flicto armado. A cuánto ascenderán estas muertes en el país? No lo sabemos, pero sería valioso calcularlas para comparar las cifras con las estadísticas que frecuentemente nos señalan, acer­ ca de muertes por violencia organizada. -Cuando se reflexiona acerca de conceptos como “vida” o “muer­ te” es importante m encionar que el análisis no debe limitarse al cuerpo físico. Pueden darse muertes violentas físicas, mentales, ideológicas, religiosas, étnicas, etc.; así mismo, cuando se hable de vida, debem os señalar desde qué referente cultural, social, de género, disciplinar, etc. se la define (al respecto ver: López, 1997 ; Felix Duque, 1997)'°.

10 Felix Duque “ La guerra como prom oción y liquidación de existencias" Archipiélago, cua­ dernos de crítica de la cultura Número 29. ve­ rano 1997.

-Aún cuando Utne (1989) en su cuadro hace referencia al dere­ cho de autodesarrollo com o parte de la paz. nosotras preferimos referirnos a la autonomía, entendiéndola com o el avance de una persona en el camino de ser responsable consigo misma, al igual


R e h a c ie n d o ) S a b e r e s que con otros/as; ser respetuoso/a de si mism o/a al igual que de los otros/as; un varón y una m ujer que pueden cam inar ha­ cia metas que le permiten darse así mismo sus propias leyes, no siempre obedeciendo al entorno y, com o com plem ento, el ser solidario/a consigo mismo y con los/as otros/as (Castoriadis 1997; Cortina 1997). -Entendemos por equidad, el ser conscientes de la diferencia y de ésta como enriquecim iento; el favorecer la heterogeneidad de manera que ella se desarrolle; el otorgar reconocim iento de igual valor a los seres hum anos buscando superar la perspecti­ va androcéntrica que nos divide en form a discrim inada y discriminatoria; el ser conscientes del referente a partir del cual se percibe, se estudia y nos relacionam os con lo que considera­ mos “diferente” (Quiñones Toro, 1997; Cortina; 1997). Después de haber diferenciado la paz negativa de la positiva deseamos retom ar el tema de la “negociación” con los grupos armados, debido a la im portancia que ésta ha tom ado en los imaginarios del país. Si bien la consideram os de suma im por­ tancia para avanzar en el cam ino de la paz negativa, nos pre­ guntamos qué es lo que se negocia y desde qué perspectiva, es decir : Será que entre los puntos que discuten las partes en la mesa de diálogo tienen en cuenta, la equidad para las m uje­ res ? El debilitam iento del patriarcalism o y del etnocentrism o que abren paso a al diversidad ? O las form as específicas como las mujeres son afectadas por la guerra ; violaciones o por ejem ­ plo tener en cuenta, qué ocurre cuando quedan em barazadas ?. Recordemos que no se consultan los intereses de las mujeres, por parte de los varios grupos que participan en el conflicto armado. Es entre otras, por la aproxim ación aparentem ente “neutral” del tratamiento de los conflictos arm ados que los programas de desmovilización de los grupos alzados en arm as" han teni­ do que enfrentarse a dificultades com o verse sometidos a ase­ sinatos. hacer parte de em presas que quiebran, recibir un tratamiento preferencial y a la vez discrim inador en estudio, empleo, préstam os, etc.. Es decir se “re-insertan” en una socie­ dad en la que prevalece la violencia indirecta. Prueba de esto es lo ocurrido con la población “ no desm ovilizada”, pues ha buscado que algunos program as que cobijan a los “desm ovili­ zados” los cubra igualm ente, com o en educación o empleo, dado que en cierta form a esta población está com puesta por grupos de desplazados económ icos, políticos, sociales y/o culEN O T R A S PA L A B R A S

Trixi A llina, D etalle de La m ira d a expuesta, instalación 1 9 9 7 .

Trixi A llina, D etalle de La m ira d a expuesta, instala ció n 1 9 9 7 .

11 Donny Merteens. Las mujeres v la violencia conflictos rurales v sus efectos diferenciados por género Documento 3116. Fondo de docu­ mentación mujer y género. Universidad Nacio­ nal de Colombia.

II


R e h a c ie n d o S a b e r e s turales ; esto se entiende dado que es población víctim a de la violencia estructural.

Trixi A llin a, D etalle de La m irad a expuesta , instalación 1 9 9 7 .

12 Aún cuando por la gravedad de la violencia, los últim os gobiernos han impulsado progra­ mas orientados a fortalecer una sociedad más equitativa y pacífica, el problem a sigue siendo tan grave que cada vez es más evidente que es necesario dar pasos contundentes para erra­ dicar la violencia estructural, La reciente con­ vocatoria para votar por la paz, el pasado 26 de Octubre, constituyó un hecho sin prece­ dentes en nuestra cultura política pues perm i­ tió tener una prim era aproxim ación sobre lo que la gente está rechazando, que se centraba en los siguientes puntos : “ No más guerra : resuelvan pacíficamente el conflicto armado" “ No mas atrocidades : respeten el Derecho Internacional Humanitario". Analicemos los m is­ mos a la Luz del cuadro de Utne: (1989) y verem os como nuevamente el énfasis está puesto en la prim era casilla, es decir, quienes votaron a favor de la paz, lo hicieron principal­ mente identificando la paz como ausencia de la violencia organizada. Es de señalar que, a su vez, la sociedad civil se ha venido manifes­ tando a favor del derecho a la paz, Ejemplos de esto lo constituyen la labor realizada por la Red de Iniciativas contra la Guerra y por la Paz: el Comité de búsqueda por la paz; y otros.

13 En el documento. Construir la paz de maña­ na. Una estrategia para la reconciliación. In­ form e de la com isión e xplo ra to ria de paz, presentado al Presidente de la República Er­ nesto Samper Pizano, por José Noé Ríos Muñoz y Daniel García-Peña Jaram illo. Santafé de Bo­ gotá, D.C.. 1997. si bien se plantea el concep­ to de "paz integral", "com o el conjunto de acciones estatales en el mediano y largo plazo encaminadas a lograr las transform aciones so­ ciales. políticas y culturales requeridas para afianzar un proceso de verdadero reencuentro de todos los com patriotas", el énfasis de la propuesta se orienta hacia lo que denominan “ el diálogo útil entre los grupos armados, en donde el corazón de la propuesta nuevamente se orienta a solventar la paz negativa.

12

En el presente, el número de desplazados/as por la violencia organizada ha aum entado de manera escandalosa en ciertas lo­ calidades y regiones del país com o se podrá apreciar adelante en este escrito. Más, si a estos/as les sumamos los desplazados por la violencia estructural veremos que la situación es aún peor. En el presente existen program as por parte de entidades guber­ nam entales y no gubernam entales para apoyar de diferentes for­ mas a los/as desplazados/as por el conflicto arm ado y en la medida de lo posible reubicarlos/as ; a estas acciones se las re­ laciona con la construcción de la paz. Pero, medidas orientadas a dar respuestas para los otros/as desplazados/as, no se las per­ cibe com o parte del debilitam iento de la violencia, en este caso estructural. Paz sin desarrollo es im posible; esto fue planteado desde la pri­ mera C onferencia Internacional de la M ujer en 1975, convoca­ da por las Naciones Unidas y ha sido estudiado en profundidad por constructores de la paz desde el decenio de los sesentas como Johan Galtung, Norberto Bobbio o Estanislao Zuleta (Valen­ zuela, 1996) aun cuando no siem pre desde una perspectiva de género. A bordar tan solo la paz negativa (ausencia de guerra) que es el esfuerzo hacía el cual se han orientado paulatinamente los gobiernos colom bianos hasta ahora12, debilita tan solo tem ­ poralm ente el conflicto armado y no obligatoriam ente logra el mismo propósito con los otros tipos de violencias que sabemos de tiem po atrás, existen en nuestro país13. En un contexto político en el que las reform as estructurales no se que quieren o pueden abordar por la agobiante violencia que nos aqueja y por la com plejidad de la realidad colombiana, como se señalaba anteriorm ente, la negociación del conflicto armado y la aplicación del Derecho Internacional Hum anitario son las acciones que desde una óptica coyuntural se perciben como las aprem iantes, no sólo por ciertos sectores del gobierno sino gru­ pos que representan a los trabajadores, la industria y el com er­ cio, al igual que por ciertos agencias internacionales, entre otros. Como ya fue mencionado, si bien no es claro desde qué ópticas se está negociando la paz, tam poco es evidente que se haya rea­ lizado una reflexión seria del DIH teniendo en cuenta la pers­ pectiva de género y la diversidad. Es cierto que en muchas sociedades la guerra está reglam entada y que uno de los propóE N O T R A S PA L A B R A S .


R e h a c ie n d o S a b e r e s sitos que busca el DIH, afortunadam ente y en condiciones muy adversas, es evitar que el conflicto armado afecte a los grupos de población que no participan en el com bate, siendo éstos en su mayoría mujeres adultas y niños/as ; sin embargo, también es cierto que, en no todas las culturas, la guerra ha tenido él mismo significado, com o tam poco lo ha tenido a lo largo de nuestra historia. La muerte, la vida, ganar y/o perder el com ba­ te, son realidades históricas y es así com o deben ser abordadas. Por consiguiente, cuando se plantea que se busca hum anizar la guerra, de qué hum anización estam os hablando? En los últimos años se habla y se escribe en Colom bia sobre la internacionalización de la guerra, al igual sobre las posibles bondades y dificultades que trae internacionalizar la construc­ ción de la paz. El tráfico de armas, el tráfico de drogas, los conflictos en las fronteras, constituyen, entre otros, m anifesta­ ciones de los lazos que existen entre diversos sectores colom ­ bianos que participan en el conflicto armado, con grupos fuera del país. La guerrilla, los param ilitares y la narcocrim inalidad organizada, son tan solo casos de esta realidad. En cuanto a la construcción de la paz, tanto en lo que concierne al análisis y aprendizaje de experiencias que se hayan gestado fuera de nuestras fronteras y que puedan ser significativas para el país, como en lo que atañe al apoyo internacional para que este proceso se consolide (teniendo en cuenta que las relacio­ nes im perialistas persisten), es cada vez m ayor im portancia el abrirse a una reflexión sobre el tema desde la óptica internacio­ nal. En esto hemos avanzado. Sin em bargo, es de señalar que en lo relativo a los temas mencionados tenemos poca reflexión desde una perspectiva de género. Si bien a partir de la C onferencia de M éxico, aún cuando la paz no fue un tema central, se sugirió prom over los derechos hum a­ nos para todos/as en condiciones de igualdad teniendo en cuen­ ta que era en contra de las mujeres que más se violaban los mismos; más tarde en Nairobi (1995) se planteó diferencia en­ tre la violencia directa y estructural, conceptualización que fa­ cilitó aprehender mejor el concepto de paz, evidenciando que esta no se puede construir sin consultar la variable género. Tan­ to en M éxico como en Copenhague (1980) y en Beijin (1995) se mencionó la necesidad de prestar especial atención a la edu­ cación. para que no fuera discrim inatoria; para que esta fortale­ ciera valores, actitudes, hábitos y acciones de no violencia entre la población y facilitara así los cam inos de la paz. Mas, fue en EN O TR A S PALABRAS

Trixi A llina, D etalle de La m irad a expuesta, instalación 1 9 9 7 .


Relhiactiendo S a b e r e s el último encuentro internacional de mujeres, o Cuarta Confe­ rencia M undial (Beijin), en la que la paz pasó a ser un elem en­ to central de atención. En este evento se definió la violencia contra la m ujer com o todo acto que, basado en una situa­ ción de género, tiene com o resultado posible o real un daño de naturaleza física, sexual o psicológica, incluidas las am e­ nazas, la coerción o la privación arbitraria de la libertad, sea que se produzca en la vida pública o privada14. Esta definición permite apreciar que es necesario desarrollar políti­ cas que debiliten tanto las violencias físicas com o las simbóli­ cas, que tengan en cuenta en su planes de desarrollo respuestas a los impedim entos de orden estructural y conyuntural que, com o el patriarcalism o y la inequidad social y hacia las muje­ res dificultan la construcción de la paz.

14 Naciones Unidas. IV conferencia Mundial de la Mujer, Beijin. China. Septiembre de 1995. Plataform a de Acción. 15 El análisis sobre la creación de infraestruc­ turas de paz. lo ha desarrollado en el país par­ tic u la r m e n te Juan P a b lo L e d e ra c h . A continuación se citan algunos escritos que ha­ cen referencia a la violencia y en ocasiones a la construcción de la paz desde una perspecti­ va de género. Comisión de Estudios sobre la Violencia, Colombia Violencia v Democracia. Bogotá, U niversidad Nacional. C olciencias, 1988. Ramírez, María Himelda, Casos de vio ­ lencia en la fam ilia, Bogotá: Universidad Na­ cional de Colombia, 1987. Silva. Renán, La imaoen de la muier en los textos escolares. Bogotá: CIUP, 1982. Berenger, Ana María, '‘Vio­ lencia Convuoal". Foro D istrital sobre fam ilia. Bogotá, 1983, Sánchez, Olga Amparo y Uríbe. MARTHA, Violencia Intrafam iliar. Bogotá. Co­ lectivo Casa de la Mujer, 1987, Grupo Mujer y Sociedad, Muier. amor v V iolencia. Universi­ dad Nacional de Colombia, Bogotá, Tercer Mun­ do Editores, 1991. Universidad Central. Revista Nómadas. 1997, Thomas, Florence, “ Un Reto para la Paz: Feminizar al Mundo". En: Género v Convivencia Estrategias v Experiencias para la Construcción de la Paz. Bermudez Suzy Q. Edi­ to ra S antafé de B ogotá, CORCAS. 1997. Velasquez T. Magdala "Participar para Hacer Reales Nuestros Derechos Humanos", Galvis 0. Ligia. "La Etica y la Política en sus presu­ puestos": López. Marta. "La violación de los Derechos Humanos de las Mujeres" En: En otras Palabras.... Mujeres, Etica. Política y P artici­ pación. Universidad Nacional, Enero-Jumo de 1997,

H

Son muchos los estudios que muestran que unas de las razones por las cuales la violencia es una de las formas que predominan en nuestro territorio para abordar el conflicto, se debe a la cul­ tura patriarcal que prevalece en Colom bia y que permea los diferentes ámbitos de la sociedad. En este sentido debilitar y en la m edida de lo posible, acabar con esta modalidad relacional entre los géneros, permite avanzar en el cam ino del logro de la equidad para las mujeres hecho que se constituye en parte de la infraestructura para la construcción de la p az15. Teniendo en cuenta lo hasta aquí señalado, a continuación pre­ sentam os dos tipos de diagnósticos diferentes sobre violencia que afectan a las mujeres colom bianas en la construcción de la paz. Aclaramos que la inform ación sum inistrada enfatiza con­ diciones inequitativas de las mujeres colom bianas sin profun­ dizar mucho en las variaciones que existen entre los mismos géneros de acuerdo a las localidades, regiones, clase social, étnias, condiciones del cuerpo y de la mente, edad, por limita­ ciones de tiempo y espacio; sinem bargo somos conscientes que dichos aspectos deben ser tenidos en cuenta.

2. Ejem p lo d e vio len cia s estructurales, invisibles, q u e a g re d e n el in co n scie n te y d ificu lta n la co n stru cción de la paz.

La paz requiere de la justicia y del desarrollo; para que ésto ocurra es necesaria la participación. Tal acción en el caso espe­ cífico de las mujeres, aun cuando en las últimas décadas ha


R eh a cie n d o * S a b e r e s aumentado (haciendo esta afirm ación apoyándonos en la conceptualización que sobre participación hemos internalizado en el occidente letrado) sus aportes y avances no se reflejan en la forma como ellas se vinculan a los centros de poder y decisión. Estas violencias son el reflejo de una cultura androcéntrica que sigue siendo la hegem ónica en Colom bia. Pedro Valenzuela (1996) haciendo referencia a la definición de violencia presen­ tada por el noruego Johan Galtung al señalar la diferencia entre la violencia directa o personal y la violencia indirecta o estruc­ tural. com enta que dicha aproxim ación ha sido criticada por ser demasiado incluyente; sinembargo, en esta lectura se entiende que existe violencia cuando “el nivel potencial de realización es aquello que es posible con un nivel dado de conocim ientos y recursos” . Esta idea la am plía Valenzuela así: “Es decir que una persona que haya muerto de tuberculosis unos siglos atrás, cuan­ do aún no se había descubierto la form a de curar esa enferm e­ dad, no se consideraría víctim a de la violencia estructural. Pero, si una persona muere por causa de esa enferm edad en las postri­ merías del siglo XX, sí sería víctim a de la violencia estructural” (p.56). Volviendo al tema. Socorro Ram írez (1997) en su artículo “Par­ ticipación política de las m ujeres” 16, nos recuerda las siguientes limitantes que afectan la participación de este sector mayoritario de la población: -Un concepto de participación lim itado que no tiene en cuenta el proceso de construcción de identidad y de autonom ía perso­ nal y social con sus múltiples formas de actuación en la esfera de la reproducción a favor de sus familias.

Trixi A llina, D etalle de La m ira d a expuesta, instalación 1 9 9 7 .

-Un concepto limitado de política que se restringe a las institu­ ciones públicas, estado y partidos políticos. No se acepta que ésta (la política) tiene que ver con todos los ám bitos de la vida humana. -Un com portam iento de los partidos, al igual que de otras for­ mas tradicionales de hacer política, que dificulta valorar y reco­ nocer los aportes de mujeres, pues en los mismos no se tienen en cuentas sus intereses y sus aspiraciones. Recordemos que en las ofertas electorales de los partidos, la perspectiva de género está ausente y es en parte por esto que difícilm ente ellas ocupan cargos directivos.

EN O T R A S PALABRAS

16 Socorro Ramírez. ''Participación política de las mujeres". En otras palabras op.cit. 1997. pgs. 89-99.


R e h a c itemido Sai Ibones -La crisis de representación política en el país, pues los parti­ dos y el estado no expresan los intereses de la m ayor parte de los colom bianos, debido a que la m anera de hacer política esta viciada; además, los nuevos sectores sociales que han ido haciendo visible su presencia, com o indígenas, mujeres y cristianos, no han logrado constituirse com o actores/as con capacidad de convocatoria e influencia.

_ •

-Unas prácticas de m ovilización de electores apáticos que se orientan a invertir cuantiosas sumas para im pulsar campañas electorales y en ocasiones com pra de votos. Esto ha hecho que la población se corrom pa y la política partidista sea un negocio. Las cinco razones citadas no solo afectan la participación de las mujeres, sino que inciden en la “participación” de varones no hegem ónicos; se trata entonces de un escollo bastante gra­ ve, que afecta las mayorías.

,,

, ,

''J u a n ita Barreto Gama. Develando obstaculos para la participación de las m ujeres” . En: “ En otras palabras...” op.cit.1997. Pgs. 74-83.

El análisis elaborado por Socorro Ram írez (1977) se entiende mejor al recordar lo que m uchos estudios han planteado, acerca de ideas que perviven en el im aginario colectivo y que dificul­ tan que se entienda tanto la form a com o participan las mujeres, com o su no participación. A continuación en un cuadro síntesis, se presentan las ventajas y obstáculos que de acuerdo a la ,

,

,

,

.

cultura dom inante patriarcal tienen varones y mujeres, basandonos en el trabajo de Juanita B arreto G am a ( 1997)'7.

P A R T IC IP A C IO N P O L IT IC A Ventajas Varones Su form a de participación ha sido visible

históricamente

O b s tá c u lo s M ujeres Su forma de participación ha sido invisibilizada y sigue siéndolo

Se los asocia con la cultura, por ende se los considera más aptos para

Se las asocia con la naturaleza,por ende menos aptas para

Se los relaciona con el espacio público, p or ende más aptos para

Se las relaciona con lo dom éstico y la maternidad, por ende menos aptas para

Se los percibe más racionales, p o r ende más aptos para

Se las percibe más em otivas y sentimentales, por ende menos aptas para

Lo masculino es activo, p o r ende más aptos para

Lo femenino es pasivo, p or ende menos aptas para

El es el referente, “ el uno”

Ella es el complemento, la otra"

Sin culpas por razones de género, que incidan en la forma establecida de participación

Carga con la culpabilidad de haber tentado a Adán y al participar políticam ente de no seguir el modelo mariano.


R e Ihia c fie inidi o Saib e re s Aun cuando es cierto que la anterior lectura de los m asculino y lo femenino se ha debilitado en los últimos decenios, esta dua­ lidad sigue jugando un papel im portante en el inconsciente co­ lectivo. Además, la síntesis expuesta en el cuadro, complementa y corrobora lo m encionado por Ram írez (1997) en cuanto a que los conceptos de política y participación que se manejan favo­ recen en particular los varones hegem ónicos: A esto se suman las dificultades reales que existen para participar sin riesgos actualmente en Colombia. Ligia Gal vis (1997)18. Considera que debem os tener en cuenta que en países com o el nuestro se ha construido una dem ocracia autoritaria por la experiencia colonizadora y posteriormente im ­ perialista que hemos vivido. Esto ha dejado como legado, falta de autonomía en el cotidiano y en lo político, lo que se m ani­ fiesta más gravem ente en poblaciones subordinadas, com o las mujeres.

Trixi A llin a, D etalle de La m irad a expuesta , instalación 1 9 9 7 .

Hemos denom inado este apartado: “Ejem plo de violencias es­ tructurales, invisibles, que agreden el inconsciente y dificultan la construcción de la paz”, pues los im pedim entos ya descritos, debido a la persistencia de una cultura androcéntrica, dificultan el pleno desarrollo de la dem ocracia y por ende de la construc­ ción de la paz. El etnocentrism o al igual que el patriarcalism o, impiden que cultural mente nos abramos a la diversidad, limitante que en el caso estudiado en este apartado se refleja en la persis­ tencia del uso de conceptos supuestam ente “neutros”, com o política y participación, que com o vivimos no se ajustan a las realidades de los grupos no hegem ónicos. El androcentrism o dificulta superar la lógica binaria, dicotom izante, que para gran parte de la población determ ina que se siga asociando a los hombre con una forma más apta para participar en los centros de poder y decisión que las mujeres. El problema es aún más grave si se tiene en cuenta que lo antes señalado no solo ocurre con la pareja varon-mujer, sino con múltiples otras, en donde siempre el superior va a ser el varón hegemónico o quien se asemeje a él: por ejemplo, que cuadro comparado podríam os establecer en cuanto a la participación entre hombres de mentalidad criolla y letrados, con varones in­ dios o negros de m entalidad iletrada? Entre las mujeres criollas y letradas, con cam pesinas iletradas? todas estas limitaciones hacen parte de la violencia indirecta.

EN O T R A S PALABRAS .

18 Ligia. Galvis. “ La ética y la política en sus presupuestos" En: en otras palabras...", op.cit. 1997.pgs 20-29.


Relhiaciieinidlo S a b e r e s 3. V io le n cia s mas e vid en cia d a s co m o tales: intrafam iliar, in se g u rid a d ciu d a d a n a y conflicto arm ado.

En éste apartado desarrollam os las violencias más frecuente­ mente presentadas como tales, para evidenciar desde otras pers­ pectivas cóm o viven las mujeres colom bianas algunos tipos de violencias directa e indirectas. A poyándonos nuevam ente en las definiciones que sobre vio­ lencias ejercidas sobre las m ujeres se presentan en la “Síntesis de la Plataform a de Acción y de com prom isos internacionales” establecidos en la IV Conferencia Mundial de la M ujer19, para introducir la inform ación que posteriorm ente se analiza. Am­ pliamos las reflexiones sobre los varios tipos de violencia que son ejercidos contra las mujeres. Estas se pueden presentar de cualquiera de las siguientes formas: -La violencia física, sexual y psicológica en la familia, inclui­ dos los golpes, el abuso sexual de las niñas en el hogar, la vio­ lación por el marido, la mutilación genital, la violencia ejercida por personas distintas al marido y la violencia relacionada con la explotación y la destrucción del patrimonio. -La violencia física, sexual y psicológica a nivel de la com uni­ dad, incluidas violaciones, abusos sexuales, acoso sexual en el trabajo, colegios y universidades, el tráfico de mujeres y la pros­ titución forzada. -La violencia física, sexual y psicológica perpetrada o tolerada por el Estado donde quiera que ocurra. -Violaciones a los derechos hum anos y al Derecho Internacio­ nal Hum anitario en situaciones de conflicto armado, asesina­ tos, esclavitud sexual.

19 “ Igualdad. Desarrollo y Paz para todas las mujeres del mundo. Síntesis de la Plataforma de Acción y de Compromisos Internacionales, Beijin. China, septiembre de 1995". Presiden­ cia de la República, noviembre de 1995. 20 Ley 294 de 1996. por la cual se desarrolla el articulo 42 de la Constitución Política y se dictaminan normas para prevenir, remediar y sancionar la violencia intrafamiliar.

i8

En cuanto a la prim era denom inada com únm ente violencia intrafam iliar, está definida en la legislación colom biana como toda acción contra la persona en el contexto de la familia, sea víctim a de daño físico o síquico, am enaza, agravio, ofensa o cualquier otra forma de agresión por parte de otro miembro del grupo fam iliar20. Esta es quizá la manifestación de violen­ cia hacia las m ujeres m ás extendida y al tiem po la menos visibilizada. Analizando docum entación al respecto, se eviden­ cia el increm ento de este tipo de violencia. Podemos recordar E N O T R A S PA L A B R A S


R e h a c ie n d o Saibores en este mom ento que la hipótesis presentada por Brucke Utne (1989) en el prim er apartado de este artículo (..) en cuanto a que cuando aum enta la violencia en general, esta se recrudece en particular en contra de las mujeres. Este aspecto se refleja en las siguientes cifras21 -El Instituto Nacional de M edicina Legal y Ciencias Forences indica que el número de investigaciones por delito sexual se incrementó en un 8% en el último trim estre de 1995 con res­ pecto al mismo periodo en 1994; las víctimas son mujeres en un 92%, de las cuales un 22.4% son menores de 10 años, el 37% son niñas entre 10 y 14 años y el 39% mujeres entre 15 y 44 años. -De acuerdo con el Proyecto Prom oción de Derechos H um a­ nos y Reproductivos para la Atención y Prevención de la Vio­ lencia Contra las M ujeres, la prim era causa de m ortalidad en las mujeres de 15 a 44 años es el hom icidio por parte de sus com pañeros, esposos o convivientes, que suele estar precedido de largos historiales de maltrato conyugal ; “Las m ujeres de 20 a 39 años, las niñas de 9 a 16 años y los niños de 8 a 12 años, son especialm ente vulnerables a la agresión física y sexual en el hogar asociada a condiciones de subordinación social y des­ ventaja en la relaciones de poder” 22. -Según el Instituto Nacional de M edicinal Legal y Ciencias F o ren ses, el 83% de lo s caso s re p o rta d o s p o r le sio n es intencionales no fatales durante 1994 fueron ocasionados a m u­ jeres, con m ayor incidencia en las de 15 a 24 años (90.6% ) y de 25 a 34 años (93,4% ) y 35 a 44 años (89.3%). Durante 1995, el rango de mujeres com prendido entre los 25 a 34 años es el que muestra un mayor incremento, representado el 94% de los ca­ sos. Más allá de lo aterrador que puedan revelar estos datos, por ejemplo en cuanto a grupos poblacionales más afectados, se estima que en esta expresión de violencia es en la que hay una mayor subestim ación de los casos reales frente a los denuncia­ dos, dadas las dificultades socioculturales que enfrentan las personas, muy especialm ente las m ujeres y los menores, para reportar los hechos. Frente a este prim er aspecto, existen ya algunas herram ientas normativas e instituciones encargadas del manejo del tema. La principal herram ienta norm ativa que se tiene para com batir esE N O T R A S PA L A B R A S .

21 M inisterio de A gricultura y Desarrollo rural. Oficina de Mujer Rural, febrero de 1997. 22 Op. Cit.


R e h a c ie n d o S a b e r e s tas m anifestaciones violentas es la Ley 294 del 16 de julio de 1996, que se constituye en un im portante instrum ento de pro­ tección y prevención de la violencia contra la mujer en el espa­ cio privado. Igualm ente, mediante la Ley 311 del 12 de agosto de 1996, se crea el Registro Nacional de Protección Familiar para conocer de quienes sin justa causa se sustraen de la presta­ ción de los alimentos debidos por la ley para con sus hijos me­ nores. Sin embargo, dados los altos índices de impunidad que existen en la justicia colombiana, sumado a la carencia de medidas con­ tundentes que ataquen los patrones culturales y sociales que originan y justifican este tipo de conductas, no hay ninguna razón para pensar que sin una acción decidida y efectiva en este sentido, el fenóm eno pueda reducirse. Por otra parte, estos últim os factores de im punidad y de condicionantes socioculturales tam bién están presentes en las otras formas de violencia m encionadas. En torno a la violencia física, sexual y psicológica a nivel de la comunidad, que como vimos incluye violaciones, abusos sexua­ les, acoso sexual en el trabajo, colegios y universidades, el trá­ fico de mujeres y la prostitución forzada, se tienen los siguientes datos. -El Instituto Nacional de M edicinal Legal y Ciencias Forenses rep o rta 30657 casos de m u jeres con lesio n es no fatales intencionales en la categoría de violencia com ún, los que re­ presentan un 48% del total de casos reportados para 1994; du­ rante 1995 esta cifra se eleva a 36.637, es decir un aumento de una sexta parte, existiendo para los dos años una mayor inci­ dencia en los grupos poblacionales de mayores de 5 años y de 5 a 14 años23. -La Unidad Especializada de Delitos contra la Libertad y el Pudor Sexual de la Fiscalía General de la Nación recibió un total de 2.100 denuncias por abuso sexual a mujeres, en el pe­ ríodo com prendido entre ju lio 1995 y ju lio 1996; sin embargo, no se tienen cifras de años anteriores sistem atizadas razón por la cual no se puede hacer una análisis com parativo de éstas24. 23 D.N.P. Documento CONPES versión preli­ m inar para revisión. Junio de 1997. 24 Op. Cit.

El tráfico internacional de mujeres tiene com o una de las prin­ cipales víctim as a las colom bianas, quienes están mayoritariamente entre los 9 y 17 años. La Fundación Esperanza para un E N O T R A S PA L A B R A S


R e h a c ie n d o S a b e r e s Seguro Retorno, reporta que tan solo en Holanda hay 5.000 colombianas dedicadas a la prostitución25. En tercer lugar, en cuanto a la violencia física, sexual y psicoló­ gica perpetrada o tolerada por el Estado, y las violaciones a los derechos humanos26 en situaciones de conflicto armado, asesi­ natos o esclavitud sexual, se tienen los siguientes datos: -Durante el último año, de un total aproxim ado de 3.173 victi­ mas de violaciones al derecho a la vida por causa del conflicto armado, se reportaron 220 casos de mujeres; 170 de ellas asesi­ nadas, 14 desaparecidas, 3 torturadas y 33 víctimas de am ena­ zas y atentados. “Estas cifras no revelan la m agnitud de la violencia ejercida contra las mujeres, ya que no todos los casos ocurridos diariam ente son denunciados, como ocurre con las violaciones sexuales que se dan en desarrollo de incursiones o patrullajes de los actores arm ados.” 27 -Una de las consecuencias más dram áticas del conflicto arm a­ do que vive el país es el desplazam iento forzado de la pobla­ ción civil, fenómeno en el cual el 56.48% corresponde a mujeres y el 30.78% de los hogares desplazados de origen rural tiene jefatura femenina, ” ... sin contar con los cam bios en el estruc­ tura familiar que se producen durante y después del desplaza­ miento y que se relacionan especialm ente con la asunción de la jefatura del hogar por parte de la mujer, independientem ente de que esté en pareja”28. En el reciente estudio realizado por M arta López (1997), sobre mujeres desplazadas y basándose en los datos de SISDESCodhes (1996), se muestra com o lugares expulsores de pobla­ ción, en su orden: Antioquia (Urabá) con el 31.28%; Santander, 14.82% ; Costa Atlántica (Cesar, Sucre, Córdoba) 15.34%. Los principales receptores son: Cundinam arca, 24,5% ; Antioquia, 18,84% ; y Santander, 11.56%. Se concluye a este respecto que, la violencia sociopolítica y cultural que afecta a las mujeres va más allá de los hom icidios, desapariciones, torturas y violaciones sexuales, ya que los efec­ tos causados por el conflicto arm ado se revelan en las altas ci­ fras de mujeres cam pesinas que quedan a cargo del sustento de sus hijos. “Las condiciones propias del desplazam iento, que m aterializan la violación simultánea de todos los derechos (económ icos, ci-

25 Idem 26 Es pertinente aclarar la diferencia entre v io ­ lencia común y violencia sociopolítica en el contexto más am plio de los derechos huma­ nos. Por violencia sociopolítica se entiende "...lo s hechos producidos por abuso de autori­ dad de agentes del Estado, o por m otivos po­ líticos o por discrim inación contra marginados sociales. Estos tres com portam ientos, de los cuales los dos últim os son ejecutados no solo por agentes estatales, expresan una intoleran­ cia política o social que. junto a la violencia común, hace las veces del telón de fondo de las violaciones de derechos humanos ejecuta­ das o toleradas por agentes del Estado." Co­ lo m b ia . d e re c h o s h u m a n o s y d e re c h o humanitario: 1996. Comisión Colombiana de Juristas. Bogotá, 1997 (En imprenta: versión prelim inar sujeta a modificaciones). 27 "Mujer y derechos humanos" Ponencia pre­ sentada por Pilar Rueda. Consultora de la O fi­ cina de Mujer Rural del Ministerio de Agricultura en el sem inario Mujer y C onflicto Arm ado. Girardot. junio 13 y 14 de 1997. 28 Op. Cit.


R e lh ia c iieinidlo S a b e re s viles, políticos, sociales y culturales) impiden a las mujeres y familias desplazadas regresar a su lugar de origen, siendo vícti­ mas del desarraigo social y em ocional que sufren al llegar des­ de una apartada región cam pesina a un medio urbano descono­ cido. La destrucción, en otras palabras, va mucho más allá de sus efectos materiales: se trata de una pérdida de identidad como individuos, com o ciudadanas y com o sujetos políticos y de una ruptura del tejido social a nivel de la fam ilia y de la com uni­ dad”29. A unque fren te a la p ro b lem ática general de la violencia sociopolítica existe una clara normatividad, incluso de orden internacional y por ello de obligatorio cum plim iento para todas las nacionales miembros de la O NU 30, así com o varias institu­ ciones y O N G 's trabajando para la defensa de los derechos humanos, es muy reciente la preocupación por el tema explíci­ to de las mujeres y la violencia ejercida contra ellas. A hora bien, para enfrentar este tipo de violencias, en la plata­ forma de Acción “para elim inar la violencia contra la mujer” suscrita en B eijin31, se plantea com o objetivos estratégicos: adoptar medidas para prevenir y elim inar la violencia contra la mujer; estudiar las causas de las violencias contra la mujer y buscar m étodos para prevenirla; adoptar medidas para eliminar el tráfico de mujeres y ayudar a las víctim as de la violencia por prostitución y trata de mujeres. De las 26 medidas a adoptar recom endadas para desarrollar es­ tos objetivos, el Gobierno Colom biano se com prom ete en el corto plazo a com batir la violencia e im punidad en los delitos contra la mujer, a través de la siguientes acciones : -Catalogar la violencia ejercida contra la mujer com o un delito grave enérgicam ente castigado. -Considerar la violencia intrafamiliar como un problema público que atañe al estado e im pulsar estrategias para controlarla. 29 Idem

-M ejorar la capacidad de las Com isarías de Familia

30 Declaración Universal de Derechos Huma­ nos. Asamblea General de la ONU. diciembre 10 de 1948.

-Apoyar las leyes que cursan trámite en el Congreso para san­ cionar la violencia intrafam iliar y penalizar el acoso sexual.

31 “ Igualdad. Desarrollo y Paz para todas las mujeres del mundo.... noviembre de 1995. Op.

-Im pulsar la reglam entación de la convención interamericana para prevenir, sancionar y erradicar la violencia contra la mujer.

Cit.

EN O T R A S PALABRAS .


R ehac¡tem ido Saibores Los principales avances al respecto en Colom bia, tienen que ver con el im pulso a la norm atividad de iniciativa parlam enta­ ria, que se materializa en la sanción de las leyes 294 de 1996 y 311 del m ism o año y para definir y sancionar la violencia intrafamiliar y la sustracción de obligación de aportar alim en­ tos a los hijos menores, respectivam ente. Ley 248, que ratifica la Convención Interam ericana para prevenir, sancionar y erra­ dicar la violencia contra la mujer. Ley 360 de 1997, denom ina­ da “La libertad sexual y la dignidad hum ana”, que señala las conductas relativas a la violación, el estupro y los actos sexua­ les abusivos. Sin embargo, no es mucho el avance logrado frente a otros tipos de violencia de los arriba descritos. En otro acápite del mismo docum ento32, denom inado “La m u­ je r y los conflictos arm ados” , se plantea com o objetivos gene­ rales: A um entar la participación de la m ujer en la solución de los conflictos y proteger a las m ujeres que vienen de situacio­ nes de conflictos armados o de otra índole y bajo ocupación extranjera; reducir los gastos militares en armas; prom over for­ mas no violentas de solución de los conflictos y reducir la inci­ dencia de la violaciones de los derechos humanos en la situa­ ciones de conflicto; prom over la contribución de la m ujer al logro de una cultura de paz: propiciar protección, asistencia y capacitación a las mujeres refugiadas y desplazadas. Hay 31 medidas a adoptar para desarrollar estos objetivos, frente a los cuales el G obierno Colom biano se com prom ete en el cor­ to plazo a: -Orientar acciones para entender y atender los efectos de la vio­ lencia política sobre las mujeres y las niñas. -Desarrollar un program a nacional de protección y asistencia integral para prevenir desplazam ientos, atender de em ergencia a poblaciones desplazadas, generar em pleo para estas perso­ nas, diseñar estrategias de reubicación y de reinserción. A este respecto, en los docum entos que citan a continuación se plantean estrategias de prevención, de atención inm ediata, de consolidación y estabilización socioeconóm ica, para esta po­ blación víctima de la violencia. Se hace mención explícita cuan­ do se menciona entre los criterios de ejecución la equidad de género, la igualdad y la no discrim inación, y se desarrolla a lo largo del texto. Sin embargo, es poca la investigación que se ha fomentado a este respecto y por ello, en la ejecución no está del EN O T R A S PA L A B R A S .

32 Idem

23>


Rdhiaeieindlo S a b e r e s todo claro como m aterializar dicha equidad. Los escritos son: CONPES 2804 de Septiem bre de 1995, denom inado "Progra­ mación Integral a la Población Desplazada por la Violencia”, y en CONPES 2924 de 1997 por el cual se crea el “Sistema N a­ cional Integral a la Población de Desplazados por la Violen­ cia” ; a lo anterior se suma la Ley 387 de 1997 por la cual se dictan medidas para la prevención del desplazam iento forza­ do, atención, protección, consolidación y estabilización socio­ económ ica de los desplazados internos en Colombia. Ahora bien, aunque el fenóm eno de desplazam iento ha ido en incre­ mento y afecta especialm ente a las mujeres y por tanto es muy importante el avance en este sentido, existen otras manifesta­ ciones de violencias de tipo sociopolítico y cultural que han sido m enos estudiadas y por tanto enfrentadas, tales como las am enazas y agresiones verbales y físicas a mujeres líderes co­ munitarias o aspirantes a cargos públicos; otro aspecto poco tratado es el de las mujeres que participan directam ente como actoras del conflicto armado en cualquiera de los diversos gru­ pos que operan en Colom bia y su participación en las propues­ tas de solución.

4. U nas últim as ¡deas

La paz no se fortalece tan solo negociando los conflictos arm a­ dos. Si la imagen de “negociar” en este mom ento convoca a sectores de la población colom biana, debem os buscar negociar debilitar la violencia estructural y las otras violencias que no siem pre se incluyen en las negociaciones a favor de la paz. La negociación del conflicto arm ado y la aplicación del D ere­ cho Internacional H um anitario no son aproxim aciones neutras. Com o lo planteábam os en el escrito, no es claro para los/as colom bianos/as desde que perspectivas se negocia; que secto­ res se consultan para negociar; cuales no y esto qué implica; que aspectos se enfatizan en las negociaciones y cuales no; adem ás lo antes expuesto que incidencia tiene en el marco del debilitam iento de la violencia estructural. A la vez, en cuanto al DIH, sabiendo que busca hum anizar la guerra (si es que esto es posible) qué concepto/s de hum anización se manejan. S eg u ir ab o rd an d o la paz a p artir de la p ersp ectiv a dual, dicotóm ica, paz-guerra, tal como lo siguen haciendo los me­ dios y se sigue llevando a cabo en otro tipo de publicaciones. 2

4

E N O T R A S PA L A B R A S


Relhiac tiendo S a b e r e s no solo distorsiona la realidad porque se om ite en el análisis la violencia estructural, sino que dificulta a quienes se interesan por avanzar en los cam inos de la paz, ser conscientes de los principales problem as que impiden su logro. Entre estos la inequidad en la que viven las mujeres, es de los más significa­ tivos. Si la violencia consiste en un acto o en form a de hacer, de ma­ nera organizada o no organizada (Utne, 1989), recordem os que la violencia es igualmente un no dejar hacer (Fisas Armengol, 1984). Esto repercute en el ser. El androcentrism o es una cate­ goría de análisis que permite profundizar en las razones de fondo que sustentan dicho im aginario y modalidad relacional. Asimismo permite identificar los motivos por los cuales la vio­ lencia organizada es la que más se estudia y se busca debilitar. El patriarcalismo y el etnocentrism o se constituyen en los ejes fundamentales que sustentan la violencia estructural y es por este motivo que muchos/as analistas de la violencia y de la paz, que comulgan consciente o inconscientem ente con estas for­ mas de pensamiento (todos/as estam os perm eados por ellas) no los tienen en cuenta porque no los perciben como significati­ vos. En ese sentido nos preguntam os desde donde analizam os la violencia y la paz; y al respecto es pertinente evidenciar que nos estamos moviendo en este análisis utilizando categorías le­ tradas occidentales, es decir, nos estam os apoyando en lógicas que de todas formas son hegem ónicas. Si las estadísticas acerca de m uertes producidas por la violen­ cia organizada en el país nos im pactan y con razón, es im por­ tante conocer y estudiar las cifras que corresponden a los decesos causados por la violencia estructural. Sin em bargo, com o se mencionaba en el artículo, en condiciones de violencia com o las que vivimos, se generan muchas muertes psíquicas, ideoló­ gicas, culturales, etc., sobre las que no siem pre tenem os infor­ mación cuantitativa; lo anterior debe ser tenido en cuenta al construir la paz, desde una perspectiva de género. En síntesis, los próxim os gobiernos deben especialm ente forta­ lecer las estrategias de debilitam iento de la violencia estructu­ ral. En este sentido los/as electores/as podem os ser conscientes de que sin políticas que fortalezcan la equidad social y que ten­ ga en cuenta la perspectiva de género, el sueño de la paz, segui­ rá siendo tan solo eso, un sueño.

EN O T R A S PALABRAS . . .


a Fundación A lejandro A ngel Escobar prom ueve el desarrollo científico colom biano y estim ula las actividades en beneficio de la

m

com unidad. Por ello, desde 1955, otorga anualm ente los siguientes galardones:

Tres p re m io s en C iencias: •

Ciencias exactas, físicas y naturales

• Ciencias sociales y hum anas • M edio am biente y desarrollo sostenible

f'iSf\ D os p rem io s en S o lid a rid a d

A

Las inscripciones se abren, todos los años, el 15 de enero y se cierran el 31 de marzo.

FUNDACION ALEJANDRO ANGEL ESCOBAR

Carrera 7 No. 71-52 Torre A Of. 406 Teléfonos: 312 0150 - 312 0151 Fax: 312 0152 • A A . 250097 E-Mail: faae@faae.org.co - URL: http:llfaae.org.co Santafé de Bogotá, D.C., Colombia


R e h a c ie n d o S a b e r e s

Las prefiero a ellas construyendo

la paz Tomás Concha Sanz Economista especializado en planificación Director del Programa para la Reinserción de la Presidencia de la República Trixi A llina, C e rám ic a Torneada

"íiprefiero lasmujerna¡oíhombresetporqueellastienenla ventajadeíermáí desequilibradas, esdecir, máscomplicadas matperspicacesymáscínica!, pornohablarde esamisteriosasuperioridadqueconfiere unaesclavitudmilenaria" doran

2 7/


R elhiaciieim dlo Salbeires

n parte coincido, y en parte no, con el citado aforism o de Ciorán. Prefiero a las mujeres sí, no cabe duda, no sólo por toda la belleza que su ser físico y espiritual le da al mundo, sino por la forma extraordinadria como implican e inducen a la paz. Prefiero a las mujeres, tam ­ bién, por su capacidad de resisitir, crecer y crear en medio de un mundo masculinizado en su más insensato sentido: de fuerza, violencia e insen­ satez. Y prefiero a las mujeres, no cabe duda, por su encantador desequilibrio, por saber mez­ clar el trabajo con el encanto, la risa con la ener­ gía, el amor con la pasión, justam ente por ese indiscutible cin ism o a que hace referencia Ciorán. No creo eso sí, en la m encionada com ­ plicación femenina. Y tal vez la m ayor muestra de ello, aunque suene exageradam ente trivial, es que las mujeres no usan corbatas. Si alguna guerra la em pezó una mujer, fue tal vez por el odio que entre los hombres -en este caso sinónimo de varones- produjo su amor, se­ gún nos cuenta H om ero en La Ih'ada. Porque la m ujer es justam ente sinónim o de acuerdo, de tolerancia, de futuro. Esto es im portante en­ tenderlo no com o sinónim o de pasividad. Por el contrario, la m ujer es a su vez el m ayor fac­ tor de resistencia. Algún día un médico me dijo que si a los hom bres nos hubiése tocado tener los hijos, la m ayoría habríam os abortado o muerto de parto. Y es cierto. La resistencia está íntimamente ligada al ser femenino. En cuanto guerra no es sólo sinónim o de lucha arm ada y la violencia form a en muchos países parte de la vida cotidiana, la m ujer es la m ayor víctim a y la m ayor protectora. Es ella quien espera cuan­ do el hombre -esposo, novio, hijo o com pañe­ ro- se va a la guerra, se va de parranda con sus am igos, deja el hogar en aras de otros lechos o espacios, o llega con el “macho subido” , como dirían en el Caribe. Es también ella la que es­

pera a los hijos en la noche, la que se levanta de m adrugada ante el llanto infantil, la que recoje las lágrimas de la adolescencia. Pero así mismo, es ella la que sostiene el hogar con su trabajo o con su impulso, en el caso de las ya cada vez más escasas mujeres que llevan el importante título de amas de casa. Y en los casos de conflicto armado, la mujer es el pri­ mer objeto de ataque y afrenta, es violada, mu­ tilada, ultrajada y m altratada en crímenes que la hum anidad desde hace siglos está en mora de catalogar de lesa humanidad. Por ahora, ni siquiera es considerado com o un crim en de guerra. Lam entablem ente aún forma parte de los “avatares” de las guerras. Y es que sin duda los tiempos han cambiado. Cada día más mujeres toman las riendas de sus propias vidas, gustos e inspiraciones. De cer­ ca, vemos claramente cóm o nos van dejando lejos en profesiones, negocios y empleos. Sin embargo, la deuda histórica con las mujeres es aún grande. Recientem ente, a propósito del tema, hablábamos con un grupo de amigos acer­ ca de las favorabilidades que para algunas mi­ norías se han estab lecid o en el m undo en materia de política. Alguno planteó que, tal vez fue en Francia, algunos políticos proponían una favorabilidad para las mujeres en tanto mino­ rías. ¿Y cómo, nos preguntamos, si en realidad las mujeres son mayoría? Es cierto, y enhora­ buena. Posiblem ente la fem inización del mundo sea una de las grandes alternativas para llegar a una cultura de paz. “Fem inización” no quiere decir volver fem enino lo m asculino, ni fenómenos similares. Por el contrario, se trata más bien de dejar traslucir aquellos elementos más positi­ vos, conciliadores en medio de la valentía y la


R e h a c ie n d o S a b e r e s

lucha diaria, constructivos en condiciones ad­ versas o positivas, creadores de nuevas reali­ dades y sentidos cariñosos y afectivos frente al entorno, dadores de belleza y capaces de la hu­ mildad, en el mejor sentido de la palabra. Al decir del catalán Vicenc Fisas, “la historia de la violencia, de la guerra y de la crueldad orga­ nizada es también la historia del hombre, no de la m ujer. H ay a lg o tan s e c u la r en el protagonismo de la violencia por parte del ar­ quetipo viril, que uno tiene la tentación de acu­ dir a la biología para descubrir las razones de esta em pecinada recurrencia del género m as­ culino hacia la destructivo. Por fortuna sabe­ mos que este cáncer no es universal y que muchos hombres lo detestan en la teoría y en la práctica”. Pero además, en aras de la equidad histórica, Fisas agrega: “Sabem os también de mujeres que se com portan de otro modo, con lo que no vamos a dar oportunidad a la biolo­ gía para que nos explique lo que sólo es com ­ prensible desde el cam po de la cultura” 1 . En efecto, en tanto la guerra es un producto humano, del accionar de las com unidades y de sus dirigentes, y por tanto no está determ inada por una configuración genética específica, es en la mente humana donde debemos incidir para crear una cultura de paz. En esta construcción de nuevos sentidos de país, de dem ocracia y de humanidad, la presencia de la mujer, con su mano, su esfuerzo y su forma de sentir el mun­ do, más que fundamental, es la única posibili­ dad de lograr cam bios reales. En tanto una educación para la paz pasa necesariam ente por entender los diferentes m ecanism os que han permitido que unos sometan a otros, que la par­ ticipación sea restringida o m anipulada, que la información y la historia sean manejadas por determinados sectores, que el sentido de la fuer­ za, lo guerrero, lo “vivo” y agresivo hayan sido

E N O T R A S PA L A B R A S

Trixi A llin a, Serie de la vida cotid iana, B ronce- cera p e rd id a, 1 9 8 3

considerados com o adecuados y positivos, sólo una visión distinta de la vida como la que en­ carna la m ujer puede perm itir un cam bio abso­ luto donde todo lo que indique g uerra sea despreciado y el conflicto, com o proceso pro­ ductivo y positivo, pueda convertirse en una he­ rram ienta para construir nuevos saberes, sean una oportunidad para crear nuevas oportunida­ des y conocim ientos. Y eso, lo sabemos, sólo puede lograrse con la participación de la m u­ jer, así como con el reconocim iento de las iden­ tidades de los pueblos, claro está, en el marco de la participación dem ocrática y del respeto hacia todos y todas.

1 Fisas. Vicenc. "Educar para la paz im plica sustituir el poder por la autoridad". En Bitácora No. 4. Red de Solidaridad Social y Programa para la Reinserción. Octubre 1997. Pag. 33.


R e h a c ie n d o S a b e r e s

Rocío Pineda. Investigadora Social. Integrante Equipo coordinador HutaPacíficade¡aiñujem. Coordinadora Programa Mujer Trabajado­ ra de la Escuela Nacional Sindical. Medellin. Trixi A llin a, Serie de la vida cotidiana. B ronce- cera perdid a, 1 9 8 4

ñujereíentrelaguerraylapai1

Üsístratas Colombianas a las puertas de un nuevo milenio. E N O T R A S PA L A B R A S ,


Relhiac iieinido S a b e re s

"Jo/ enemiga de¡aguerraporque íoyfeminista-. ¡aguerra ef eltriunfo dela fueria bruta, el feminim íélo puede triunfarpor i a fuer¿amoral/ el valor intelectual". He!eneBrion.

an pasado exactam ente 24 siglos desde que Aristófanes realizó Lisístrata. una de sus más bellas e interesantes com edias. A llí son las mujeres las protagonistas de una obra que re­ creó una realidad tan grave com o la que hoy vivimos las mujeres colom bianas; por eso al igual que las mujeres griegas nos proponemos sumarnos a las propuestas que acallen los so­ nidos de metrallas y fusiles. La g u e rra s c o rta s o p r o lo n g a d a s , intranacionales o entre-naciones, mundiales o locales, saturadas de toda clase de violencias, de barbarie, de destrucción y de muerte, hacen parte de la m anera que el patriarcado en su ló­ gica de exclusión, segregación y exterm inio ha establecido, desde los tiem pos antiguos de la Grecia de Lisístrata hasta los tiem pos m oder­ nos de la Colom bia de hoy, ha resuelto conflic­ tos de to d a ín d o le. E x tra ñ a m e n te es una ideología que perm anece im perturbable con el paso de los siglos. Solo cam bia de ropaje o se refina cuando lo requiere. Argumentos de diversa índole esgrim en políti­ cos y militares, gobernantes dem ócratas y au­ tócratas, para dar curso a una guerra, a la solución de un conflicto por las armas. La primera y la segunda guerra mundiales, para hablar sólo de algunas; la prim era con m onar­ IEN O T R A S PA L A B R A S

cas a la cabeza y la segunda con dictadores incitando a la destrucción y al aniquilam ientos de los otros, al igual que los variados conflic­ tos bélicos de los cuales hem os sido testigas, nos muestran no sólo la destrucción, la muerte y la violencia, sino también el desarrollo y el crecim iento sim ultáneos de una industria ( la de la guerra) que cual pulpo invisible extien­ de sus brazos a sectores e intereses disím iles, ocultos unas veces, evidentes otras.. El fenóm eno del arm am entism o unido a una ideología del poderío militar que se extiende y se reproduce, m ediante la gran industria militar, la venta de arm as y la creación de conflictos cuyas expresiones regionales o na­ cionales llevan tras de sí, intereses políticos, económicos, industriales y militares de las gran­ des potencias, invade legal o ilegalm ente día a día la vida de países grandes y pequeños, del prim ero y tercer mundos, de mujeres y hom­ bres, de pobres y ricos, de alfabetos e iletrados. A decir de Andreé Michel investigadora fem i­ nista del fenóm eno “la militarización de las so­ ciedades actúa por medio de lo que se ha con­

1 Ponencia presentada en el V Congreso Nacional de la Unión de Ciudadanas de Colombia. Cali Octubre 12 de 1997 y en el Cabildo Nacional de Mujeres por la Paz. Santate de Bogotá. No­ viembre 25 de I997.


R e h a c ie n d o S a b e r e s

venido en llamar el C om plejo M ilitar Indus­ trial ( C. M.I.) definido com o una “ coalición de intereses que une a los industriales y a los militares con el objetivo de asegurar un desa­ rrollo continuo de la producción y la venta de arm as” .2 El reciente y grave levantam iento del veto que hizo el gobierno de los Estados Unidos, a la venta de armas no. convencionales para los países latinoam ericanos, es sólo una muestra de cóm o opera el mecanism o nutricio que da vida a la carrera armamentista. Ya em pezam os a oír las argum entaciones de gobiernos cerca­ nos requiriendo la modernización de sus ejér­ c ito s . M uy s e g u ra m e n te ya e s tá n los representantes de las diversas industrias y na­ ciones haciendo el lobby necesario con gober­ nantes y m ilitares, urgiendo la necesidad de prepararse mejor que el país de al lado y quizá ofreciendo “facilidades de pago” . Argumentos, que se extrapolan fácilm ente a la vida cotidia­ na, cuando nos dicen que hay que organizarse y arm arse con respectos a los vecinos en pue­ blos y veredas. Países y gobernantes se endeudan “con la ben­ dición de los grandes bancos occidentales para adquirir así una defensa arm ada m oderna” . El fin de la guerra fría no nos ha traído el fin de las guerras, com o suponíam os ; por el contra­ rio, nuevos e inim aginables ( por sus barbaries) conflictos surgen a lo largo y ancho de los con­ tinentes, con m ayor presencia en el llamado tercer mundo, en el que ocupam os un “prim er honroso lugar” cuando de muertes violentas se trata.

tar com o “un com plejo académico-burocrático-industrial” ,3 dado que es de práctica diaria que los científicos y los burócratas se entre­ mezclen con los militares y con los industria­ les, con los prom otores de la defensa, para aumentar, engrosar y m antener los presupues­ tos militares, aprovechando el adelanto cientí­ fico y tecnólogico, en la gran industria de la guerra. En 1991 la G uerra del Golfo Pérsico, trasm itida paso a paso por la televisión a todos los rincones del mundo, dio cuenta fehaciente de la manera com o una teconología es utiliza­ da al servicio de esta industria y nos dejó ver tam bién la ligazón con estos medios de com u­ nicación. La noticia no es neutral. El Oxford Research Group, en Inglaterra, se­ gún la señora M ichel, conform ado principal­ mente por investigadoras economistas, ha hecho estudios de los C.M.I. en países considerados potencias m undiales y m ilitares tales como: USA, Francia, China, Inglaterra y la hoy anti­ gua URSS llegando, entre otras, a la siguiente conclusión sobre estos complejos: “ son una estructura de viejos señores com puesta por mi­ litares, industriales de la defensa, científicos, políticos que viven en un mundo estrechamen­ te replegado sobre sí mismo, personajes que tie­ nen casi to d o s los m ism os an teced en tes educativos y las mism as actitudes”4 , los mis­ mos patriarcas diríamos nosotras. Por ejemplo: “En Gran Bretaña el 41% de quienes tienen posiciones claves en la defensa

2 Michel, Andreé. El Complejo M ilitar Industrial. Trabajo Publica­ do e n : "Nouvelles questions fem nist". Hiver. 85. No. 11/2. pág.986.

El señor Frank Barnaby, exdirector del Institu­ to Internacional de Investigación para la Paz, en Estocolmo, denom ina hoy la industria m ili­

3 Ibid. 4 Ibid.


R e h a c ie n d o Sa foeres

han realizado estudios en Oxford y Cam bridge y el 59% se declaran así mism os miembros de clubes londinenses muy cerrados. Mientras que en Francia existe una élite del poder difusa, al­ tamente disciplinada, burocráticam ente orien­ tada , el sistema de mandarines form ado por los antiguos estudiantes de las grandes escue­ las y de los grandes cuerpos del estado” ... Es­ tas élites calificadas de estructuras invisibles5 “form an círculos poderosos que com parten creencias y valores que también parecen con­ sagrarse al secreto, im perm eables a todas las demás creencias y valores alternativos” . Es desde esos espacios en donde eslogans ta­ les como “si quieres la paz , prepara la guerra”, sólo buscan la proliferación de armas desde las m ás c o n v e n c io n a le s h a s ta las m ás sofisticadas, con implícitas y explícitas garan­ tías de espejismos de “seguridad nacional” , o “ d e fe n s a n a c io n a l” , o “ d e fe n s a de la institucionalidad” o "intereses nacionales” que nunca terminan pues la capacidad de inventar­ se demonios que justifiquen la inversión en ar­ mas es infinita. En el entramado del arm am entism o, ocupa un lugar de privilegio la asociación estado-em presas-y financistas interesados, unos en la pro­ ducción de armas y otros en la com pra-venta, a veces oficialmente, pero lo más a menudo, de manera ilegal. Así el patriarcado ha llegado desde los lejanos tiempos de Lisistratra, hasta el día de hoy al establecim iento de un orden militar mundial, dando vida a los antiguos mi­ tos viriles: “ los hombres están hechos para com ­ batir y conquistar, las mujeres para procrear y criar los hijos y esta dicotom ía parece im pres­ cindible para encontrarse con la paz y la felici­ dad en un m u n d o q u e se p e rc ib e co m o desorganizado”6 .

Trixi A llina, Serie de la vida cotid iana, B ro n c e- c era p e rd id a, 1 9 8 4

Un orden militar mundial integrado por los procesos y relaciones que “com ponen y ter­ minan la expansión militar, engendran una pi­ rám ide m undial de poderes, un sistem a de dom inación y de subordinación, una red de de­ pendencias jerárquicas y una estructura de con­ trol basada en la manipulación de las fuerzas armadas ( con todos sus com ponentes) insertas en las relaciones internacionales contem porá­ neas”7 , cuyos efectos sobre las m ujeres, en particular, tienen caras tan diversas que van desde las redes de prostitución, muchas veces al servicio de los m ilitares, hasta las violacio­

5 Subrayado nuestro. 6 Ibid. 7 Ibid.

E N O 'TRA S P A L A B R A S ,

3)3»


Relht .aic fie indio SaiIbe res

nes, el abuso sexual, las enfermedades vénereas, el nacim iento de hijos no deseados, los abor­ tos, asesinatos y com ercio de drogas. La violencia militar, param ilitar e insurgente que vivimos y padecem os en nuestro país no es ajena, ni está aislada de este escenario mun­ dial. Mal haríamos las mujeres colom bianas en cerrar los ojos a dicha realidad y de creer que es sólo un producto de nuestras condiciones par­ ticulares; lo que tam poco podem os olvidar es que el poder patriarcal tiene la suficiente capa­ cidad de nutrirse de las especificidades socia­ les y culturales y tiene a su vez sus propias expresiones, que en nuestro caso conocem os de sobra. Por eso hoy, en los albores de un nuevo milenio lleno de graves presagios, m ujeres colom bia­ nas, al igual que Lisístrata y las griegas de aquel entonces, a quienes A ristófanes nos pre­ senta plenas de vida y de confianza en ellas mismas, llenas de entusiasmo, desbordantes de energía y de iniciativas, capaces de superar las dificultades surgidas, seguras del logro de sus objetivos, procedentes ellas de diversos rinco­ nes de la G recia antigua, procedentes hoy no­ sotras del sur y del norte, del oriente, del centro y del oeste de Colom bia, nos convocam os para decirle basta ya a una guerra que ha hecho tan­ to daño al país, a sus habitantes y a su naturale­ za.. Las mujeres griegas decidieron intervenir de m anera contundente en las guerras de aquel entonces, las que apasionaban a sus maridos. Lisístrata convoca y llama a todas las mujeres, em pezando por sus amigas. Las coloca frente a la realidad de la guerra, les recuerda el papel que les asigna la cultura: el sexo, el eros y el am or com o se le entendía en aquellos días. Y

3>4

así. un inm enso concierto de mujeres reunidas en el bastión de la Gran Acrópolis, se definen a sí mismas com o luchadoras por la paz. “ Ellas son las que sufren la consecuencias de la gue­ rra. Privadas de sus maridos, consortes del le­ cho. sostén del hogar, y em pobrecidas por el tesoro que más aman, el hijo: que va a la guerra y no regresa. El que fue objeto de d udados y de am argos desvelos".8 Se niegan, entonces, al disfrute del sexo con los hom bres insertos en la guerra y así negocian la paz y el amor; el sexo es el pretexto, la política es la razón. Así las griegas de hace 24 siglos, las Madres y Abuelas de la Plaza de M ayo de los días de la reciente dictadura argentina, entre otras, tras­ cendiendo su papel tradicional de mujeres y de madres, se com prom etieron consigo mis­ mas y con la sociedad a neutralizar y a conju­ rar la muerte violenta. La muerte que deciden los hom bres a nombre de la democracia,, del progreso y de la verdad. Y, lo que es más gra­ ve, a nombre de la vida misma. Inm ersas nosotras com o aquellas lejanas mu­ jeres griegas y las cercanas argentinas, en un m u n d o de h o rro res y de g u erra, llo ran d o desconsoladam ente la partida de amigos, her­ manos, maridos, am antes, padres y también a otras mujeres, pareciera que las decisiones de la guerra no nos concernieran. Dice Lisístrata a uno de los comandantes: “Mira cuando estam os hilando, si se nos enreda la madeja, la sacamos del huso, jalando para acá, jalando para allá. Si nos dejan eso mismo hare­ mos aqui para arreglar esta guerra, despachan­ do em bajadores a uno y otro lado” .9

8 Once Comedias de Aristófanes. Ed. Porrüa. 9 Ibid..

1EN O T R A S PA L A B R A S .


Relhiac ¡Leindio S a b e r e s

Cada una resuelve su pena y la ausencia del ser querido a su m anera. Las m ujeres que abruptamente se convierten en jefas de hogar, en desplazadas, en mujeres violadas y abusa­ das sexualmente, en exiliadas, en ciudadoras eternas de hombres inválidos física y m ental­ mente, por las balas, por los atentados y por las minas antipersonales. Cam pesinas que de la noche a la mañana se convierten en trabajado­ ras domésticas o sirvientas de los hogares ur­ banos ; mujeres con hijos de padres asesinados, desaparecidos y torturados. D epresiones, angustias, insom nios, m iedos, soledades, hambre, pobreza, expropiaciones, son sólo algunos de los efectos y secuelas que las balas asesinas y la intolerancia, acom paña­ das íntimamente por el ansia de poder y de acu­ mulación, dejan en la vida de las mujeres a lo largo y ancho del país. Por otro lado, mientras se aumentan los presupuestos para nutrir la guerra, se recortan los de inversión social, re­ cayendo sus efectos con peso desigual en las mujeres. Y nosotras qué pensamos de esta guerra fratri­ cida? Nos creemos acaso ajenas a ella?. Esta­ rem os p en san d o que es un asu n to de los m ilita re s , de los g u e r r ille r o s , de los paramilitares, de los delincuentes com unes, de los guerreros de este país y por lo tanto son ellos los llamados a resolverlos?. Permítanme colocarme de frente a dolorosas respuestas. No señoras! Nosotras no somos aje­ nas a la guerra, ni ella está lejos de nosotras ! Tampoco somos solamente sus víctimas! Ni nos es indiferente. Por lo tanto tam poco podemos perm anecer im pasibles ante ella. Si la mitad de la población somos m ujeres.

E N O T R A S ¡PALABRAS

Trixi A llin a, Cerám ica Torneada, 1 9 8 2 .

como explicarnos que llevemos cuarenta y más años de guerra y no tengam os nada que ver en ella?. Será que los hombres que asesinan a otros hom­ bres viven aislados de las m ujeres?.Será posi­ b le q u e q u ie n e s d e c id e n y e je c u ta n los asesinatos y la muerte, pasando por los autores intelectuales, reunidos seguramente cerca de no­ sotras, por los asesinos a sueldo y los hombres de los diversos ejércitos armados, lo hacen le­ jo s del mundo que habitamos las mujeres?. Lisístrata, que sabía más de psicología que los gobernantes de hoy, se ingenia una manera para obligar a los hom bres a pactar la paz. Incita a las m ujeres a hacer la guerra en el hogar ( que no la violencia) agregando que la nación es una federación de hogares. O sadía fem enina que hoy coloco ante nosotras com o una simbología,

3.5)


R e h a c ie n d o S a b e r e s

com o una m anera de reconocer que también nosotras podem os proponernos acabar con la barbarie que nos azota y nos agota. A bandonar el cum plim iento de los deberes m aritales en el hogar, fue la consigna que las mujeres atenienses y espartanas llevaron a la práctica. Al decir de ellas “no cum plir la m u­ je r con el varón” 10. Afirm aba Lisístrata: “ la vida y el porvenir de Grecia dependen de no­ sotras, si querem os que los varones hagan la paz, tenem os que hacer una huelga, un ayuno de sexo masculino, que allí donde haya violen­ cia no haya placer” . “Nosotras parim os hijos y luego los despachamos a la tropa” 11. Hoy 2400 años después de Lisístrata una frase igual po­ dría pronunciar una m ujer colom biana de cual­ quier región o condición. Seguirem os expectantes o estam os dispuestas a tom ar nuestras propias banderas por la paz y en contra de la guerra? R econociendo que en el m undo actual y en nuestro país, aún las mujeres seguim os segre­ gadas de los espacios de decisión y carecem os de una presencia real y efectiva en los análisis y soluciones definidos para los problem as so­ ciales y políticos, debem os dar inicio a nuestra propia m anera de intervención frente al con­ flicto arm ado que a todas nos toca y nos con­ cierne. Ya es hora de seguir el ejemplo de Lisístrata . Ya, aparte de la diversidad hogareña en donde la presencia femenina es imprescindible, pobla­ mos los espacios laborales, culturales, los de­ portivos; escribim os en periódicos y revistas, enseñam os en colegios y universidades, colo­ cam os nuestras voces en los parlam entos y en la adm inistración pública. Allí, en esos espa­ cios y desde esos espacios poblados de cuer­

3)16'

pos y mentes de mujeres, y en los nuevos del acontecer nacional que inauguramos, es en don­ de tenem os la obligación de em pezar a hablar de diversas m aneras basta ya de guerra, de muerte de destrucción, de desolación y de lá­ grimas. Al tiempo que parim os hijos a la vida, hay que parir hijos a la paz; es un imperativo para las mujeres colom bianas, negras y blancas, ricas y pobres, sabias e ignorantes, urbanas y rurales, jóvenes y viejas, madres y abuelas, doctoras, tías y hermanas. Ellas y nosotras tenem os la obligación política y social de forjam os y de forjar ciudadanas y ciudadanos que neutralicen los discursos de la guerra, que incorporen en su vida cotidiana la existencia de mujeres y hombres que piensen, sienten y sueñen diferente. Y, así com o en el hogar aprendem os que hay hijos hiperactivos, hijas rebeldes, niños inquietos, niñas sabias; unas que estudian por sí solas, otros a quienes hay que empujar, algunos díscolos, etc,etc, pero a quienes tratamos de acuerdo a su conducta, tam bién hemos de reconocer que en la socie­ dad hay personas profundamente distintas. Gen­ tes con intereses diversos, en muchas ocasiones opuestos. Reconocer que esa diversidad es con­ flictiva, pero que le apostam os a resolver los problem as por la vía de la persuación, del diá­ logo; no por la vía de la exclusión, del exterm i­ nio, no por la vía de la guerra, no por la vía de la muerte al opositor, al diferente.. Ya es hora de dar rienda suelta a una nueva ra­ cionalidad y afectividad femeninas. Ya es hora

10 Ibid. 11 Ibid.

EN O T R A S PALABRAS . . .


R e h a c ie n d o S a b e r e s

de trascender el hecho de parir para la sociedad y de em pezar a parir para la vida, para la paz y la armonía.

de dejar a un chico sin padre?. O esa m ano que dispara o señala, que es lo mismo, y después entrelaza sus dedos con los nuestros?.

Son múltiples y urgentes las tareas que tene­ mos a futuro. Es imposible que sigamos pen­ sando en el amor, en el sexo, en la maternidad en abstracto.

En 1996, fueron asesinadas 2 6 .7 10 personas en este país, la gran mayoría de ellos hombres. Veintiseismil setecientos diez, seres humanos que fueron padres, hermanos, am antes, hijos, novios, esposos, amigos de no sé cuántas m u­ jeres.

Q uiénes son los hombres que am amos?, qué piensan ellos de la guerra?. Son acaso esos hom­ bres amados quienes deciden quién vive y quién muere?. Quiénes son los padres de nuestros hijos?. Son acaso padres que enseñan a odiar, a despreciar desde la cuna?. Son quienes creen que hay unos seres desechables y otros conservables?. O por el contrario son hombres que inducen a la vida, al respeto por los otros así pertenezcan a otras etnias, a otras religiones, a otro sexo, a otra clase social, a otra opción sexual?. Y a quiénes pertenecen esos cuerpos que de­ seam os, que nos erotizan?. Q ué hacen esos cuerpos antes de penetrar en nuestras entrañas y vivir juntos el placer sexual, el erotismo, el amor ? Son por casualidad cuerpos que vienen de la guerrra, del cam po de batalla?; o llegan del club, del recinto en donde han decidido y defi­ nido la muerte y el dolor de otros?. Cómo hacemos las mujeres para besar una boca que acaba de dar una orden de muerte, de tor­ tura, de desaparición o de prom over un discur­ so guerrerista?. Y cóm o entender aquellos cuerpos de mujer acariciados por una mano masculina que acaba

Hasta cuándo entonces, esperarem os con temor y angustia que nos llegue el turno ?. Es tiem po de despertar, de abrir los ojos y de tom ar pequeñas y grandes decisiones que nos com prom etan con la vida y con la paz, desde lo económ ico, desde la cultura, desde el amor, desde el deseo. S e re m o s c a p a c e s de c o n v e rtirn o s en las Lisístratas de Cali, de M edellin, de Putumayo, de los llanos, de Urabá, de Valledupar, de Santafé ?. Si la respuesta es sí, pues em pecem os ya cada una en la casa, en el barrio, en la urbanización, en el partido, en el país. La historia y las generaciones que nos siguen lo esperan de nosotras las mujeres. Abramos las puertas del nuevo milenio con bríos de con­ vivencia y no de destrucción. Im aginem os un país sin guerra y seamos sus artífices.


Las "almas bellas" y

liaría Cristina Rojas de Ferro, Ph. D. Profesora titular, Facultad de Ciencias Políticas y Relaciones Internacionales de la Universidad Javeriana

Trixi A llina, Serie D urm ientes. C e rám ic a, b ronce y m a d era , 1 9 8 6

3>g

E N O T R A S PA L A B R A S


R e h a c ie n d o S a b e r e s

los "guerreros justos" 1 ablar de la no-violencia, desde una perspectiva de género, plantea una encrucijada relacionada con los estereotipos que se han creado sobre las diferencias entre hombres y m ujeres con relación a la violencia. El estereotipo más co­ nocido presenta a la mujer com o no violenta por naturaleza y se refleja en el mito de las “al­ mas bellas” mientras que la naturaleza del hom­ bre es la de “guerrero ju sto ”2 . En su versión latinoam ericana diríam os el “bello sexo” y el “soldado macho” , el cual aparece en las narra­ tivas Homéricas, en La República de Platón, el P ríncipe de M aquiavelo, el E m ilio de Rousseau, y en grandes producciones cinem a­ tográficas como Lo que el Viento se Llevó y aún en el realismo mágico del autor de Cien Años de Soledad. Lo paradójico de la división entre “almas be­ llas” y “guerreros justos” es que si bien nos daría un motivo de celebración, especialm ente si el tema es la paz y la resolución no violenta de conflictos, este estereotipo ha tenido efectos más negativos que positivos respecto a la pro­ longación de estructuras desiguales de poder y acerca de la concepción de las políticas nece­

sarias para la búsqueda de estrategias no-vio­ lentas. Tal com o se dem uestra en la prim era parte de este trabajo, los estereotipos, basados en distinciones de género han desconocido y hecho invisible la participación de la m ujer en las guerras y también han ignorado las conse­ cuencias de la guerra sobre las mujeres. Más grave aún, estos estereotipos han afectado de m anera negativa las relaciones de poder en cuanto han vinculado a la mujer, y el mundo de los afectos, con la esfera doméstica, y a los hom­ bres con la política y el Estado, entendidos des­ de una perspectiva de agresión y conflicto. En la segunda parte se ilustra la encrucijada de los m ovim ientos fem inistas frente a las estrategias de violencia y no violencia, dada la existencia de estos estereotipos. En la tercera parte, se presentan estrategias de género que superando estas dicotom ías, subvierten las relaciones de

1 Una versión anterior de este trabajo fue publicado en Revista

Javeriana. Número 635. Tomo 128. Junio 1997. 2 Jean Bethke Elshtain. Women and War. (Chicago: The University of Chicago Press. 1995). p. 231.


R eh a cie n d o * S a b e r e s

poder basadas en diferencias de género y pro­ ponen, a la vez, soluciones alternativas a la violencia.

la guerrilla y los grupos de param ilitares? Su número no aparece en las estadísticas de la vio­ lencia; no por coincidencia diría yo, ya que el silencio que rodea esta situación se asemeja al título de la película de M aría Luisa Bemberg. de eso no se habla.

La M u jer y la G uerra: “de eso no se habla ” Una prim era consecuencia de la división entre las “alm as bellas” y los “guerreros justos” se refiere a la invisibilidad de la participación de las mujeres en asuntos de guerra y a las conse­ cuencias que la guerra tiene sobre las mujeres. La historiografía generalm ente presenta a las guerras com o asunto exclusivo y libradas por hombres. Se desconoce, por ejemplo, que en la Unión Soviética durante la Segunda G uerra M undial, cerca de 800,000 mujeres servían en las fuerzas militares, muchas de ellas en zonas de com bate. Las mujeres también participan de la guerra com o enferm eras, reporteras, y, espe­ cialm ente dentro de la industria militar. En el Tercer M undo las mujeres han participado en m ovim ientos de resistencia y liberación nacio­ nal. En la medida en que la historiografía se centra en narrativas de guerra y grandes bata­ llas, las mujeres no han hecho parte de la histo­ ria. La prioridad de lo masculino en las estrategias político-m ilitar también hace invisible los te­ rribles efectos de la guerra sobre las mujeres. Las mujeres todavía son consideradas un botín de guerra com o consecuencia directa de una lógica de guerra perm eada por el im aginario masculino. Para tom ar un ejem plo reciente, se estim a que 20,000 mujeres musulm anas fueron violadas en Bosnia entre abril de 1992 y enero de 1993.3 Durante el conflicto centroam erica­ no las violaciones de mujeres indígenas fue tam­ bién una práctica común. Cuántas cam pesinas colom bianas han sido violadas por el ejército,

Las prácticas de guerra, com o la tortura, tam ­ poco han sido ajenas a la construcción, y tam ­ bién destrucción, del imaginario femenino y masculino. Los casos de tortura en el Cono Sur durante los regím enes militares han docu­ mentado com o las diferencias sexuales son ele­ mentos im portantes en las cámaras de tortura. La “m asculinidad” de los torturadores se afir­ ma en su poder de infligir dolor a las mujeres y la fem inización de los hombres, esto es, hacer­ los sentir com o mujeres, es un elemento im­ portante de tortura.4 Otro aspecto del que se no se habla es el rela­ cionado con la prostitución y la presencia de bases militares. Tal com o lo expresa Cynthia Enloe, una base m ilitar no es solo una instala­ ción de bom barderos, com batientes y transbor­ dadores. U na base militar ha sido siempre un paquete de supuestos acerca de las necesida­ des sexuales de los soldados y de las los recur­ sos en las com unidades para satisfacer esas necesidades. La existencia de los burdeles en la base Subic Bay en las Filipinas ha sido tan característica com o los diques que bordean la base. En Honduras las mujeres servían las ne­ cesidades de los soldados de Estados Unidos y

3 Cynthia Enloe. Sexual Politics at the End o f the Cold War. (Berkeley: U niversity of California Press. 1993). p.240. 4 Jean Franco. "Gender. Death and Resistance. Facing the Ethical Vacuum", en Juan E. Corradi etal. Fear at the Edge. State Terror and Resistance in Latin America. (Berkeley: University of California Press. 1992).

E N O T R A S PA L A B R A S


Relhiac ie n d o S a b e r e s

de su propio país. De acuerdo con un reporte oficial, las enferm edades venéreas crecieron a tal punto que la enferm edad se denom inó “la rosa del Vietnam’’, sugiriendo que los Hondureños veían la vietnamización de su país no solo en términos de la ideología anticom unista sino también en términos sexuales.3

bia, la constitución de la república durante el siglo XIX no fue ajena a los estereotipos del “bello sexo”, tal com o lo expresara José M aría Samper, “ Las mujeres, es verdad, no com pren­ den la filosofía de las revoluciones, ni tienen fuerza moral e intelectual bastante para hacer­ se cargo de las cuestiones políticas...Pero su ins­ tinto es infinitamente más sensible y penetrante que el del hombre para adivinar la ju sticia , para

Im mujer guardiana del hogar El identificar a la m ujer como la portadora de sen­ timientos nobles y materna­ les sirvió para sustentar la división entre una esfera pública, masculina y guia­ da por la razón a la cual per­ tenece la política, y una esfera privada guiada por el afecto y las em ociones y a la cual se le delega el cui­ dado de los niños, de los ancianos y de los hombres. Obedeciendo esta tipifica­ ción a la mujer se nos “concedió” ser guardianas del hogar y la fam ilia, m ientras que el Estado, la seguridad nacional y la política ex­ terior quedan en manos de los hombres. No es de extrañar que las polémicas sobre la consti­ tución del Estado y sobre la división económ i­ ca del trabajo estuvieron acom pañadas por discusiones sobre lo femenino y masculino. Por ejemplo Adam Smith defendió ardientem ente la idea de que los sentimientos humanitarios son por naturaleza femeninos. De esta m anera el liberalismo económ ico logró separar el trabajo asalariado de la esfera dom éstica, y desplazar los sentimientos por los intereses que habrían de regir por las leyes del mercado. En C olom ­

lEN O T R A S P A L A B R A S .

sentir noblem ente y ejercer su piedad.”6 Aún hoy estamos viviendo las consecuencias de la identificación de la vida pública con lo masculino, como lo dem uestra la altísim a pro­ porción de hombres en la conducción de las po­ líticas públicas. Para 1992, en A m érica Latina

5 Cynthia Enloe. The Morning After, op. cit. pp. 118-119, 6 José María Samper. Ensayo sobre las Revoluciones Políticas y la Condición Social de las Repúblicas Colombianas (París: Im ­ prenta de E. Thunot y C „ 1861). p. 160.

41


R e lh ia c¡.einidlo S a b e re s

las mujeres ocupaban sólo un 9% de los m inis­ terios y es raro ver una m ujer en un cargo de ministra de defensa o hacienda o participando en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas. En Colom bia la más alta participación de mujeres en el Congreso fue de 7% en 1994 y en la Cám ara un 7.8% en 1991J

lo dom éstico y el hogar, no sólo no ocupan un lugar inferior, sino que son excluidos de la po­ lítica. Este es el caso de la omisión de la segu­ ridad personal, de la seguridad alimentaria y de la seguridad humana, entendida como satis­ facción de necesidades mínimas de ingreso, salud, vivienda y educación.8

La Masculinización del Estado

Parecerse a ellos e ir a la guerra o luchar contra ellos

El otro lado de la m oneda de una concepción donde la moral y los sentimientos de afecto se ejercen en el ám bito privado del hogar y que está a cargo de las mujeres, es el de una visión de la política pública donde participan los hom ­ bres y donde prevalecen sentim ientos de agre­ sió n y po d er. E sta v isió n p riv ile g ia una concepción m ilitarizada del estado donde pri­ ma la anarquía y los intereses sobre la coopera­ ción y la responsabilidad. Desde M aquiavelo la política se identificó con la guerra y la m ili­ tarización del estado fue construida sobre el concepto de soberanía entendido com o defen­ sa del territorio. De acuerdo con esta visión las relaciones entre estados se han regulado a tra­ vés de estrategias de defensa del territorio de acuerdo con el dictamen de que la paz sólo se logra m ediante la preparación para la guerra. Tal com o lo expusiera M orgenthau en uno de sus conocidos principios del realism o político, m antener la autonom ía de la política significa proclam ar su independencia de otros aspectos de la naturaleza hum ana tales com o el afecto y la moral. El térm ino de “alta política” para re­ ferirse a las relaciones entre los estados da fe del privilegio que se le otorga a los aspectos estratégico-m ilitares y la preponderancia sobre la política dom éstica de cooperación y respon­ sabilidad. Más aún, dentro de esta concepción, los asuntos “privados" que tienen que ver con

4

2

La com pleja asociación entre la guerra y los estereotipos m asculinos y femeninos explican la am bivalencia de las posiciones que las mu­ jeres han tom ado frente a la guerra. Estas posi­ ciones han oscilado entre un deseo de participar activamente en los combates o la condena a todo tipo de violencia, entre alabar las contribucio­ nes de las mujeres a estas guerras o exhortar una política de no-violencia motivada desde los sentimientos de maternidad, la responsabilidad y la solidaridad con los otros. Esta ambivalencia se refleja en las posiciones contradictorias adoptadas por el movimiento feminista frente a la guerra: por un lado están aquellas que ins­ piradas en sentim ientos de igualdad persiguen com o estrategia el mismo tratamiento para los dos sexos. Ir a la guerra, com o los hombres, es uno de los prerequisites para alcanzar la igual­ dad. Otro grupo, ha preferido guiarse por la lógica de la diferencia y enfatizar como parte

7 Adriana Delgado, "Prom oción Económica. Social y Política de la Mujer", trabajo no publicado. Octubre 1996. 8 Sobre este punto ver María Antonieta Huerta. "Dem ocracia Participativa como Condición de Seguridad Dem ocrática en la Región", mimeo. trabajo presentado a la Conferencia Internacio­ nal La Enseñanza de la H istoria para la Integración y la Cultura de la Paz. Cartagena de Indias. 1996.

E N O T R A S PA L A B R A S .


R ehac¡.einido S a b e r e s

de la estrategia aquello que “diferencia” a hom­ bres y mujeres. En este caso se privilegian aque­ llos espacios considerados cornos fem eninos y, por lo tanto, superiores, a sus contrapartes mas­ culinos. El rechazo a la guerra es invocado desde la naturaleza maternal y la tendencia a conservar la vida por parte de las mujeres. La mujer aparece com o un ser pacífico por natu­ raleza, cuya aparición en política es de hecho un m ecanism o de pacificación. L a frase de Gabriel García M arquez, refleja bien esta posi­ ción: “ La única idea nueva que podría salvar a la humanidad en el Siglo XXI es que las m uje­ res asuman la dirección del m undo” . Lo para­ dójico es que entre aquella corriente que adopta una posición desde la diferencia la tendencia es a marginalizarse de las esferas políticas con­ sideradas tradicionalm ente com o masculinas, especialm ente el ejército y los asuntos de gue­ rra. Veamos las dos posiciones.

Las mujeres van a la guerra Inspiradas en los sentimientos de igualdad las mujeres han luchado por form ar parte de las fuerzas armadas y para participar activam ente en com bate. Los argumentos a favor de esta posición es el de contradecir la im agen de “al­ mas nobles” y reclam ar una inclusión com ple­ ta com o ciudadanas la cual incluya el derecho a m orir por la patria. Las mujeres también han presionado por una igualdad de oportunidades que les perm ita avanzar en la carrera m ilitar de m anera sim ilar a la igualdad de oportunidades en las profesio­ nes de la vida civil.9 Se reclam a también una igualdad en la participación de los beneficios de los recursos del presupuesto militar, que no son nada despreciables, y en los beneficios de

E N O T R A S PA L A B R A S .

los program as de entrenam iento y experiencia laboral asociados con la carrera militar, y que se han convertido en prerequisito para acceder a posiciones de poder, incluyendo la presiden­ cia de EEUU. Un argum ento adicional que ju s­ tifica la participación de las mujeres en la vida militar es el de rom per con el estereotipo de la guerra com o cosa de hombres y de la subordi­ nación de la m ujer justificada bajo el argum en­ to de su protección por parte de los ejércitos m asculinos. Otras fem inistas son escépticas de los logros de las m ujeres con respecto a su servicio en las fuerzas militares. Según ellas, la presencia de las mujeres en el ejército no ha dism inuido el carácter m achista de la institución militar. Por el contrario, se ha reforzado ya que ahora la institución m ilitar aparenta ser más igualitaria y menos coercitiva.10 Asimismo, la presencia de las mujeres no ha garantizado una reduc­ ción de los gastos militares los cuales se han efectuado a expensas de los gastos para satis­ facer necesidades básicas en salud, educación y servicios sociales, en los cuales predom ina la fuerza laboral fem enina." Mas aún, la m ilita­ rización sigue siendo responsable de viola­ c io n e s en los d e re c h o s h u m a n o s y de la destrucción de poblaciones civiles, entre las cuales se encuentran mujeres y n iñ o s.12

9 Rebeca Grantt, "The Quaqmire of Gender and International Security", en V. Spike Peterson. Gendered States. (Boulder & London: Lynne Rienner Publishers, 1992). p. 93. 10 Francine D'Amico. "Women as W arriors: Feminist Perspectives". Trabajo presentado en la 32 Conferencia de la International Studies Association. Vancouver. 1992. 11 V. Spike Peterson y Anne Sisson Runyan. Globan Gender

Issues. (Boulder: W estview Press. 1993). p. 86.

43)


Relhiaciieinidlo S a b e r e s

Una crítica adicional a la visión feminista orien­ tada por sentim ientos de búsqueda de igualdad es la falta de cuestionam iento de la estructura jerárquica y desigual de las instituciones a las cuales se accede bajo el em blem a de igualdad de oportunidades. M ás que transform ar las ins­ tituciones com o consecuencia de la m ayor pre­ sencia de mujeres, las mujeres term inan siendo transform adas y adoptando patrones de com ­ portam iento masculinos para lograr ser acepta­ das dentro de estas instituciones. Un caso ejem plar es el de la Señora Thatcher en Ingla­ terra. A través de la adopción del estilo de liderazgo masculino, los estereotipos de lo mas­ culino y lo fem enino siguen intactos. El solo hecho de agregar más mujeres a estructuras des­ iguales no basta para acabar con la violencia y el machismo.

Si la política se concibe dentro la dicotom ía de “parecerse” al m undo masculino o “quedarse afuera” , este grupo de feministas optan por lo s e g u n d o . Tal co m o lo e x p re s a R o ssa n a Rossanda “Las mujeres tienen un enorm e po­ tencial basado en la inmediatez de sus afectos p e ro se a d a p ta n m uy m al a la p o lític a institucional basada en una lógica de poder mas­ culina. Capaces de pasión política, ellas sólo actúan en momentos de tensión extrema. Su lar­ ga historia de tensión las ha convertido o en c o n se rv a d o ra s in telig en tes o en ard ien tes anarquistas, nunca en adm inistradoras de una paz cívica.” 15 Lo paradójico de esta posición es que term ina reproduciendo, en cierta m ane­ ra, la visión esencialista de los estereotipos mas­ culinos y femeninos, y aunque formulada desde una posición feminista, corre el peligro de abo­ gar por una m arginación de la m ujer de lo pú­ blico, entendido en el sentido tradicional.

Guerra de Sexos

Una objeción a la propuesta de una visión fe­ m inista que busca valorar los espacios propia­ mente “fem eninos” es el peligro de que los movim ientos de mujeres continúen en los már­ genes de la política y aislados de los centros de poder que es el lugar donde se toman las deci­ siones con m ayor impacto. Una propuesta al­ ternativa es la de introducir diferencias dentro de la generalidad, esto es, el reconocim iento de que algunos grupos están en desventaja frente

Una visión distinta es la de las fem inistas que buscan resaltar no el sentim iento de igualdad sino de diferencia.13 Se acepta el postulado de que las mujeres son am antes de la paz y en este sentido superiores al militarismo de los hom ­ bres. Políticam ente, la estrategia se centra en articular el sentim iento de solidaridad entre las mujeres con base en la opresión sexual a que son sometidas. En A mérica Latina esta posi­ ción es com ún entre en los m ovim ientos socia­ les que buscan com o uno de sus objetivos revalorizar las esferas fem eninas de la fam ilia y el afecto.14 El recobrar las dim ensiones po­ líticas y públicas de lo dom éstico es una priori­ dad de estos movimientos tal com o se refleja en el énfasis en la defensa de mejores condi­ ciones de vida a través de organizaciones co­ m unitarias y de vecindario.

12 Idem, p. 88. 13 Nancy Fraser. "M ulticulturalidad y Equidad entre los Géneros: un Nuevo Examen de los debates en torno a la "diferencia" en EEUU", en Revista de Occidente. No. 173 (1995). 14 Elizabeth Jelin "Citizenship and Identity: Final R eflections".

Women and Social Change in Latin America. (London: Zed Books. 1990). 15 Citado en Elizabeth Jelin. p. 186.

44

EN OTRAS PALABRAS .


R e h a c ie n d o Saibores

ños que sus contrapartes m asculinos.17 Este también es el caso de Colom bia donde las m u­ jeres en el Congreso han sido voceras de una m ayor igualdad para la m ujer así com o voces de gobiernos municipales, com o es el caso de la A lcaldesa de Apartado, que prom ueven acti­ vamente una estrategia de paz.

Sa lir

de la

E

n c r u c ija d a

: S u b v e r tir

lo s

LIMITES D E L A D IFEREN CIA Y L A IG U A LD A D

Trixi A llina, A rticu la ció n (detalle), M a d e ra, bro n c e, piel p in tu ra al óleo, 1 9 9 4

a otros grupos más poderosos. Los recursos públicos deben apoyar estos grupos para que se organicen com o grupos y para que tengan voz en las decisiones políticas así com o conce­ der el poder para vetar las políticas que afectan de manera negativa sus vidas.16 Una propuesta pragmática que busca com binar las alternativas de la igualdad y la diferencia consiste en perseguir una doble estrategia: agre­ gar más mujeres en los niveles decisorios y al mismo tiempo transformar las estructuras de po­ der existentes. Según Spike Peterson, al agre­ gar mujeres a los niveles decisorios facilitaría el que temas relacionados con las mujeres apa­ rezcan en la agenda política, tal com o es el caso de Estados U nidos donde las m ujeres en el Congreso tienden a apoyar legislación sobre asuntos considerados “dom ésticos” tales como vivienda, pobreza, salud y cuidado de los ni­

EN O T R A S PA L A B R A S .

Dicen que cuando los problem as no tienen so­ lución hay que trascenderlos, esto es, traspasar los límites de lo posible. M ientras el debate se siga dando en térm inos dicotóm icos, esto es, igualdad o diferencia, participación o exclusión, público o privado, superior o inferior, cenro o margen, se corre el riesgo de seguir dentro de una encrucijada. Tal com o lo ha expuesto Mary Louise P ra tt18 la ciencia social m oderna le tie­ ne pánico a la heterogeneidad lo cual explica la tendencia a im aginar la sociedad com o si fuera igual para todos, lo cual im posibilita pensar en lazos sociales basados en la diferencia y no en la semejanza. U na opción es la de subvertir los límites en los cuales se ha dado el debate, lo cual perm itiría dom esticar lo público y publicar, en el sentido de sacar a la luz pública, lo privado. También h a ría p o s ib le c e n tr a r los m á rg e n e s y

16 Iris Marion Young, Justice and the Politics o f Difference. (Princeton: Princeton University Press, 1990). 17 Spike Peterson, op, cii., pgl. 150. 18 Mary Louises Pratt. "La Heterogeneidad y el Pánico de la Teoría", en Revista de Crítica Literaria Latinoamericana. XXI, No. 42 (1995)

45»


Relhtac¡.emdo S a b e r e s

m arginalizar el centro, así com o localizar los discursos universales y unlversalizar los discur­ sos locales. Veamos algunas propuestas “sub­ v e rs iv a s ” m as no v io len tas h ech a s desde perspectivas de género:

Domesticar lo público y publicar lo privado: Una clara contribución desde la perspectiva de género es el poner al descubierto el carácter m asculino de la esfera pública y, por lo tanto, el m arginam iento de lo privado. Este ha sido el caso de las críticas que se han form ulado al concepto de seguridad nacional sobre el que se ha instaurado el poder del Estado. La protec­ ción ofrecida por el estado se basa en la cons­ tru cció n de id en tid ad es p resen tad as com o “desprotegidas” y a las cuales el Estado ofrece su protección.19 De esta manera los protegidos al m ism o tiem po que aceptan la protección re­ producen las jerarquías y la violencia estructu­ ral del estado sobre la población. En el caso de los regím enes autoritarios la situación de un Estado que hace uso de las inseguridades indi­ viduales aparece con m ayor claridad. Tal como lo expone N orbert Lechner20 el ejercicio del poder autoritario se asentó sobre el m iedo, y de esta m anera el autoritarism o encarnó el deseo del orden dentro de la am enaza del caos. La “cultura del terror” instaurada durante estos años hizo evidente la precariedad de la distin­ ción entre lo público y lo privado, a través de la vulnerabilidad de la esfera privada. La contribución de las M adres de la Plaza de M ayo en Argentina, las M adres de los desapa­ recidos en Chile, y sus similares de El Salva­ dor, Guatemala, Nicaragua y Colombia, es ante todo una manera no violenta de subvertir las distinciones de lo público y los privado, de la

maternidad y la política, de la m ilitarización y la paz.21 La presencia de las madres en la pla­ za mayor, sím bolo del poder político de por sí es una subversión del espacio público. Las madres tam bién cuestionaron el estereotipo se­ gún el cual la maternidad pertenece a la esfera privada. Com o lo atestigua Jean Franco “ellas explotaron la posición tradicional según la cual las mujeres son vehículo de reproducción, pero tam b ién fu ero n m ás allá de la d efin ició n esencialista de la m ujer y dem ostraron que era posible transform ar la protesta en una posición é tic a am p lia , una b asad a en la v id a y la sobrevivencia.”22 Los símbolos usados en las protestas tam bién se constituyen en estrategias de subversión de significados originales; por ejemplo, la fotografía de los jóvenes y las jó ­ venes subvierten la negación de los militares sobre la existencia de desaparecidos; la foto­ grafía tam bién contradice la afirm ación según la cual ellos eran presentado como monstruos enem igos del régimen. La no-violencia sim bo­ lizada en los pañuelos blancos subvertía la vio­ lencia del régim en y su uso estratégico protegía a las madres y desaparecidos, a quienes se creían prisioneros.

19 V. Spike Peterson, “ Security and Sovereign States: W hat is at Stake in Taking Feminism Seriously” , en Gendered States, op.

cit.. 20 Norberto Lechner, "Hay Gente que Muere de M iedo” , en Los Patios Interiores de la Democracia , (Santiago: Flacso, 1988). Ver también Juan E. Corradine, “ Toward Societes W ithout Fear” , en

Fear at the Edge. op. cit. 21 Análisis de estas experiencias se encuentran en Maria del Carmen Feijoo y Mónica Gogna, “W omen in the Transition to Dem ocracy", en Women and Social Change in Latin America, op. cit. Jean Franco. “ Gender, Death and Resistance” , op. cit. Elizabeth Jelin “The P olitics of Memory. The Human Rights Movement and the Construction of Democracy in Argentina", Latin American Perspectives. 81:21 (1994) 22 Jean Franco “ Gender...", p. 116.

lEN O T R A S P A L A B R A S .


Relhiac ¡temido S a b e r e s

La am pliación del concepto de seguridad hacia uno que incluya la diversidad y la seguridad de la esfera doméstica es otra manera de subver­ tir, desde la identidad, los límites de lo posible. La seguridad no incluye sólo la seguridad de la nación, sino la seguridad de las personas que la com ponen.23 Esto implica una estrategia ha­ cia el reconocim iento de las diferencias, de gé­ nero, raza, cultura o religión com o legítimas y no com o am enazas a la identidad nacional. Apunta tam bién a incluir en el concepto de se­ guridad el gozar de condiciones laborales, alimentarias y de ingreso, y el reconocim iento público de inseguridades “privadas” y por lo tanto hasta ahora ignoradas de las políticas pú­ blicas, tal com o se dem uestra en la siguiente sección.

Reconocer el carácter público de la violencia privada: La violencia contra las m ujeres denom inada violencia “dom éstica” se consideró durante muchos años un problema familiar y por lo tanto fuera de la atención pública. M ovim ientos fe­ ministas han puesto en evidencia el peligro so­ bre las mujeres que se deriva de considerar la violencia fam iliar com o algo íntimo. Para en­ tender el peligro que resulta de la intimidad de la violencia baste recordar que en Colom bia la violencia dom éstica es la principal causa de morbi-mortalidad entre las mujeres. Isabel M arcus24 cuestiona el referirse a esta violencia como doméstica ya que se mira como relacionada con la intimidad sexual y las em o­ ciones. Ella propone que la violencia contra las mujeres sea considerada com o terrorism o den­ tro la casa. El terrorism o se basa en estrategias de intimidación y coerción apoyadas por la vio­

E N O T R A S PA L A B R A S .

lencia física. La violencia contra las mujeres tam bién busca su intimidación y control. M ás aún, el considerar pública la violencia “dom éstica” es parte de la propuesta para in­ cluir los derechos de la mujer dentro del marco de D erechos H um anos Universales. De esta m anera se relaciona la violencia contra las mu­ jeres com o un abuso de derechos humanos. La lucha de las mujeres por considerar que “los derechos de la m ujer son derechos hum anos” busca colocarse dentro de una perspectiva que subvierte lo fem enino com o privado e íntimo.

Centrando los márgenes Una de las críticas al movimiento fem inista que hemos denom inado de la “diferencia” es el lla­ mado a localizarse y argum entar desde el m ar­ gen: en el barrio o en gru p o s cerrad o s de mujeres fuera de las esferas públicas de poder. El problem a es la facilidad conque estas estra­ tegias perseguida desde el margen son a m enu­ do m inim izados desde las estructuras de poder, donde generalm ente se tom an las decisiones. Esta encrucijada plantea la necesidad de lo que Bell H ook llama “centrar el m argen” , lo cual se logra a través de un doble m ovimiento: uno es, deslegitim ar o devaluar las actividades que garantizan que ciertos grupos estén en el cen­ tro del poder, y otro, es llevar al centro posi-

23 María Antoniela Hurtado, op. cit.. p 8. 24 Isabel Marcus. “ Retraming “ dom estic violence": Terrorism in the Home", en Martha A. Fineman y Roxanne M ykitiuk. The Public

Nature o f Private Violence. The Discovery o f Domestic Abuse. (New York: Routledge, 1994).

47/


Reihiae íieinidlo Salbeires

ciones elaboradas desde el margen. Un buen e je m p lo en e s te s e n tid o es la reconceptualización de la posición que el cui­ dado por otros ha tomado en la sociedad. Tal com o Joan C. Tronto2"1 lo ha dem ostrado, el cuidar a otros se ha relegado a los miembros menos privilegiados de la sociedad, las m uje­ res y grupos raciales no blancos. De manera opuesta el cuidar de otros se ha asociado con los poderosos, hombres blancos, generalm en­ te. La estrategia es entonces cam biar el para­ digm a desde donde se piensa el desarrollo, de tal m anera que cuidar a otros sea valorado de m anera diferente. Valorar las necesidades de cuidado de otros es cuestionar el valor del “in­ terés” com o el centro desde donde se piense el desarrollo, y centrar las prácticas del cuidado a otros.

A m anera de co n clu sió n

Pensar en térm inos de género tiene im portan­ tes corolarios respecto al tema de la violencia y las alternativas de paz. En prim er lugar, los estereotipos de género no han sido ajenos a la construcción del Estado y la política como guia­ d as p o r la a g re s ió n y c o n flic to , y de la marginación del afecto y los sentim ientos de la esfera política. Segundo, la marginalización de las mujeres de la esfera pública, el hacer in­ visible la contribución de las mujeres a la his­ toria o el ocultar las consecuencias que las

guerras tienen sobre las mujeres, están también asociadas con los significados que se le ha dado a lo masculino y a lo femenino com o catego­ rías de interpretación históricas. El análisis de género ha jugado un papel pri­ mordial en hacer ver los límites de estas falsas fronteras y de sugerir estrategias que subvier­ ten estos límites sin recurrir a la violencia. Más que una estrategia basada en el conflicto y la agresión, las políticas puestas en marcha se re­ fieren a un cam bio en la manera de concebir y representar lo masculino y lo femenino. Gru­ pos de mujeres han abogado por una política del reconocim iento basada, sea en la am plia­ ción de esferas antes consideradas privadas hacia la luz pública, com o es el caso de la vio­ lencia “doméstica” ; sea, en la necesidad de cen­ trar lo que antes se consideraban actividades marginales, com o el cuidado de los otros; sea en la inclusión de asuntos dom ésticos en áreas com o la seguridad nacional; sea a través de es­ trategias contestadas y de protesta, que sin ser violentas, subvierten y sacan a la luz pública las concepciones que garantizan que el poder esté en los grupos privilegiados y no en el mar­ gen.

25 Joan C. Tronto, Moral Boundaries. A Political Argument for an Ethic o f Care. (New York: Routledge. 1993).

E N O T R A S PA L A B R A S ,



Trixi A llin a

Sobre el olvido y ยกa memoria Fragm ento de una Instalaciรณn en proceso 19 9 8


S u e ñ o s , I m á g e n e s y S ím b o lo s

Profesora T itular Facultad de Artes de la Universidad Nacional.

ensar el contexto, sentir el entorno, los sucesos, la geografía para volver con cada encuentro a m i propia historia y localizar así las motivaciones creativas que conjuguen el adentro con el afuera en una presencia matérica de sentido; este es, si de alguna manera puedo describirlo, el ámbito creativo de m i proyecto.


S u e ñ o s , I m á g e n e s y S ím b o lo s

He nombrado a m i proyecto “escultura introspectiva”. Con él busco construir una convivencia enriquecedora entre lo cotidiano y la activi­ dad creativa, entre lo que he vivido y lo que puedo transmitir, entre lo que he aprendido y lo que sigo aprendiendo... entre lo que sucede en m i entorno y lo que puedo aportar a él. De esta manera la creación recobra una dimensión vital, devela secretos, es peligrosa y tremendamente sugestiva; se localiza, en primera instancia, en el lenguaje ambiguo de las posibilidades y en la torpeza de la mano para develar el secreto: la hoja en blanco, el espacio vacío. AHÍ donde sólo el corazón palpita. M i trabajo es un reto con los encuentros. Busco que las evocaciones se transformen en materia creativa y en materia de sentido: es un trabajo que abordo a partir de la identidad. La diferencia es abordada desde la categoría de género que cada cultura construye según su orden simbó­ lico; en este ámbito de la cultura también cada uno nos localizamos como personas - identidad y diferencia - y construimos nuestro proyec­ to de vida. Hacer de la propia vida y de las experiencias un espacio para hacerse presente ante el otro es una propuesta que permite a cada uno crear con lo que tiene a su alcance, para que la sensibilidad no desaparezca; es establecer un puente, una complicidad. La experiencia con lo inefa­ ble construye complicidad entre los que han de hacerse presentes. He experimentado la posibilidad de hacer de la historia personal el recurso material y creativo para el proyecto artístico. De igual manera, sobre el proceso de elaboración a que debe someterse una propuesta para que, al exponerla al público, evoque situaciones y recuerdos que pertenecen al imaginario colectivo. Toda experiencia se superpone a la que ya pasó, se presenta en estratos, como un libro de la vida. Secuen-


S u e ñ o s , I m á g e n e s y Síímlbol

cías discretas de eventos de la vida de una persona funcionan como juegos des-prejuiciados con la materia cuya imagen perturba con su ingenuidad; la luz construye el cuerpo y cada fragmento se superpo­ ne... M i propuesta trabaja en la creación, que pertenece a una zona límite del arte y se desplaza a otros espacios del conocimiento para nutrirse de ellos: sicoanálisis, antropología, “domesticoíogía”, filosofía, ciencia, geografía. El género y la creación permiten la aparición del espacio femenino en el arte; así, devenir convivencia se constituye en enriquecimiento; la metáfora del cuerpo y la sensibilidad de la piel han sido para m í el eje de visibilidad. Acciones como la de coser -tan ligada en nuestro imaginario al mundo de lo doméstico, y a la larga espera de Penélope , sirven para construir sentido. Al crear la obra ellas se desplazan para fabricar la cercanía entre los bordes, para señalar los jirones de la historia, para cicatrizar la herida del desprendimiento porque nacer es como un acto de desprendimiento, de separación, el germen de la individualidad. Yo encuentro en las prendas, los objetos, los sonidos las huellas que atan el olvido con el presente. Yo mujer: artista, madre, académica, amiga, compañera, trabajadora de la cultura... pertenezco a un universo construido de convergencias. A partir de éstas pienso cada actividad, el espacio, la materia, las rela­ ciones con el otro y re-hago un entorno de creación que subvierta el objeto y la idea de que el objeto de arte es para ser contemplado. Indago sobre el lugar adecuado para la presencia matérica de sentido. Santafé de Bogotá, Enero 25 de 1998.


Sucintos,. I m á g e n e s y Síunnilbolos

Conversa Marta López, BcatTÍZ Garda,

ML: Trixi, nos gustaría que nos contaras tu historia personal, lo que tú quieres. Eventualmente podríamos hacer algunas pre­ guntas de la obra. Especialm ente quisiéram os saber sobre tus recuerdos, tu niñez, adolescencia y cómo esos recuerdos pu­ dieron ser definitivos para tu obra.

Angela Robledo Considero muy importante la experiencia viva, los recuerdos en que hay depósitos de m em oria,... los momentos definiti­ vos en los que uno crece: los juegos de infancia, los proble­ mas de la adolescencia, la adultez... son vitales en el presente. Sería mejor iniciar la conversación yendo hacia atrás, pues en este momento no sabría ligar un hecho con el otro. Es posible que así ustedes encuentren más evidente la relación. En lo que ahora me encuentro , obviamente tiene que ver con m i histo­ ria. Lo que me interesa en este momento es, sobre todo, sub­ vertir una manera de hacer institucional, académica. Por consiguiente, estoy buscando una manera de expresarme en el arte que tenga que ver más con la experiencia interior, con la construcción de m í misma. En este sentido, es claro que llego a un problema de identidad y aparezco como mujer, como soy. Esto tiene que ver mucho con la manera en que jugaba, a qué jugaba, cómo internalicé los modelos, cómo me he cons­ truido la vida ; es ahí donde comienza a aparecer la relación entre un hecho y el otro. Por ejemplo, el asunto de amarrar los

5>4

E N O T R A S PA L A B R A S


S u e ñ o s , I m á g e n e s y S ím b o lo s

trapos, de coser y de buscar el desplazamiento de los espacios domésticos al espacio creativo del taller. Recuerdo que tuve una infancia feliz, con la enorme posibilidad de acceder a cons­ truir, a amarrar, a coser y cocinar, a modelar... a «inventar». Era una manera de vivir muy co­ herente con estas cosas, muy creativa. Mis pa­ dres llegan a Colombia - una familia judía que sobrevivió a la guerra- con dos hijos, una her­ mana y un hermano, y yo nací a q u í; ellos empezaron una nueva vida a su llegada. Eran gente valerosa, de valores humanistas, gente que empezó -y siempre lo estuvo- buscando cercanía con la naturaleza y conocer esta cul­ tura, el idioma, a la vez que siempre mantuvie­ ron su lengua materna en la vida familiar.

liar, una de esas iniciaciones que suelen ha­ cerse en estos casos y la gente se va a buscar?

Aquí en Bogotá hice m i bachillerato y recién egresada me fui a Israel. Viví allá durante cinco años. Inicialmente, me fui a vivir a un Kibutz, una experiencia rica, interesante y fuerte....muy idealizada. Abandoné todo aquí y con el apoyo de papá y mamá (a quienes también estaba abandonando...). Inicié una vida allá... era bus­ car un lugar más equitativo, con mayor partici­ pación, más cercano a la historia familiar y su cultura, un lugar para la mujer mas equitati­ vo...

ML: ¿A qué se dedicaban ellos ?

BG: Según lo que conozco, en los Kibutz los hijos se separan de los padres, los padres es­ tán solos. ¿Cómo tue tu experiencia a llí ?

Papá era profesional de la electricidad y mamá tuvo una formación práctica en el trabajo tex­ til... esas fueron sus profesiones además de tener mucha relación con la música, la literatu­ ra y el arte. En casa se pintaba, se tocaba el piano, se tejía... había un permanente hacer y crear. Yo estudié la primaria en una escuela en Fontibón y mucho tiempo lo pasábamos en una finca en la cual se realizaban actividades pro­ pias del campo: coger café, ir al ordeño, esca­ lar, caminar. Pasé mucho tiempo en el campo, con los niños del campo y compartiendo sus actividades. Empecé a conocer la vida urbana cuando inicié el bachillerato y la familia se tras­ ladó a vivir en Bogotá.

En la época en que yo estuve en el Kibutz aún los hijos vivían separados de los padres. Los niños vivían en grupos de niños de su misma edad desde que nacían. La mamá y el papá los cuidaban pero no vivían en la misma casa. Los lazos familiares, sin embargo, eran muy fuer­ tes. Los hijos en la tarde iban a la casa de los padres donde ocurrían toda clase de activida­ des ; en ese momento no entraba ni una mos­ ca que no fuera de la familia. Se hacía del núcleo familiar un lugar hermético que redundaba en la calidad de las relaciones. Yo trabajé en la casa de los bebés por un año, fue realmente un privilegio. Luego logré ingresara la escuela de Arte a estudiar cerámica .

ML: ¿ En qué año llegaron tus padres a Colom­ bia ?

BG: ¿Cuántos años hiciste ?

Mis padres llegaron a Colombia en 1946... ML: ¿ Hubo una búsqueda de la identidad fa m i­

EN O T R A S PALABRAS .

No alcancé a aprobar allá los estudios, llegó la guerra del 73 ; un año más puedo decir que aguanté, p u e s... no me distingo especialmente por tener esa clase de valentía. De repente, cogí

5»5)


S u e ñ o s , I m á g e n e s y S ím b o lo s

tecer de la vida, a la historia y a la cultura. Me siento de este país y creo que tengo una fuerte interacción con el entorno, pero también me atrapan otros lugares; hay otros entornos que me seducen, es un mundo que se expande al encontrar hilos que lo unen... AIR: ¿Qué lengua hablaban en tu casa?

En m i casa hablaban alemán ( mis padres ve­ nían de Austria). Yo no respondía en alemán. Sólo con m i abuela hablaba alemán o en casos de extrema necesidad. Sin embargo, puedo decir que el alemán es m i lengua materna. Esto, por ejemplo, es parte de m i mundo que va más allá de las fronteras nacionales. La lengua constru­ ye sentido y por eso aún hoy en m i lenguaje permanecen algunas palabras que son palabras de familia y en m i sentir no tienen traducción; ellas tienen que ver con mis experiencias de la infancia.

un m orral y aquí llegué de vuelta, muy des­ arraigada. Todas esas experiencias fueron muy interesantes, algunas dolorosas otras que me hicieron feliz. Empecé a buscar y a construir­ me un lugar: estudié sobre todo, terminé Dise­ ño Gráfico, estudié Antropología y una maestría en Diseño Industrial y escultura. Entre tanto, hice m i taller y trabajé muchísimo en cerámica. Fue una época muy apasionada p o r aprender y hacer... AIR: ¿Pero tú te sentías colombiana o apenas te diste cuenta de que eras colom biana en ese m omento ?

Yo me siento muy ligada al paisaje, a un acon­

5

)( » 6

Lo que siempre he buscado es el paisaje, el entorno. V ery oír correr el agua es una expe­ riencia fundamental, el clima frío, los animales, las plantas, en todo esto se arraiga parte de mi hacer, es elemental. De esto no tenía tanta con­ ciencia hasta que cambié de entorno. De algu­ na m anera, tod as las e x p e rie n cia s se complementan y dejan huellas profundas que en la vida adulta aparecen como un enriqueci­ miento , aunque hayan sido dolorosas. Me asombra cómo emergen estas experiencias: hace poco, como parte de un proceso creativo en el que exploraba el entorno doméstico, me encontré retomando algo que con frecuencia cuando niña hacía: necesitaba un pedazo de tela muy especial y recurría a las camisas de m i papá, les cortaba un pedacito. Ahora me he

E N O T R A S PA L A B R A S ,


S u e ñ o s , ][im á g e n e s y S ím b o lo s

acercado a los fragmentos de ca­ misa para trabajar el problema de la memoria, rehacer una historia de álbum familiar que pueda per­ tenecer también al espectador que lo mira. ML: Tú obra tiene una tem ática muy fem enina ; me parece im po­ sible prescindir de esa asociación al ver tu trabajo.

Fíjese, siempre me he preocupa­ do por lo humano. Creo que siempre hay un problema de la identidad. Siempre hay una pre­ gunta que relaciona a cada quién con un gran problema: ¿qué me hace diferente ? ¿por qué soy distinta ? ¿por qué soy así ? ¿por qué vestirme así y no de otra manera ? Eso parte de una confrontación con el otro. He trabajado en torno a la cultura desde que inicié el trabajo como ceramista. Tanto, que decidí estudiar An­ tropología, lo cual me abrió de nuevo muchas inquietudes. ¿Qué hago ? ¿desde dónde se construye una propuesta ? ¿Para qué ? Creo que en este discurrir yo nunca fui una feminis­ ta, pero tengo una fuerte necesidad de indagar en el género, localizarme como ser y en el sa­ ber quién s o y . Soy mujer, lo cual tiene que ver con el esquema simbólico de la cultura en la que me muevo. Es una reflexión que refuerza m i posibilidad creativa, que tiene una proyec­ ción social pero no es política. Es innegable que, posiblemente, ello haga de m i trabajo una obra feminista. Además, me nutro de esa pre­ gunta y del conocimiento que se construye al­ rededor de esa pregunta aunque hay, de todas maneras, otros conocimientos que convergen en el trabajo que hago. Por decirlo de alguna manera, ando por los límites.

1EN O T R A S P A L A B R A S .

ML: Tu obra tam bién alude a un asunto muy visceral. Tiene que ver con el cuerpo y necesa­ riam ente hace pensar en la m aternidad.

El haber tenido hijos en un momento más ma­ duro de m i vida fue un hecho para m í muy enriquecedor. Ya tenía una cierta historia y un cierto recorrido en el arte. Yo era ceramista y funcionaba en ese mundo profesional. La ma­ ternidad significó una ruptura fuerte. Pasé de una manera de vivir a o tra ; es una experiencia y una vivencia con la que tengo un fuerte com­ promiso desde el cuerpo mismo. El ML: Es muy interesante lo que acabas de decir. En el imaginario que hemos heredado la mujer sido ha sido el recipiente y se han invertido las ca­ tegorías imaginarias: se valora la muerte por encima de la vida. Tú revalorizas el ligamen materno, el nacimiento po r encima de la vida. Quisiéramos que siguieras hablando de tu pro­ ceso creativo. Hubo un momento en que tuve que explorar otras técnicas. Sí, la técnica ayuda pero puede bloquear la creatividad. Empecé a explorar, a buscar en la teoría mientras trataba de conci­

5.7/


S u e ñ o s , I m á g e n e s y S ím b o lo s

liar la técnica ; eso se disparó en problemas diferentes, se desfasó. La pregunta iba más ade­ lante... me llevó años llegara la escultura. Pasé p o r la fundición cuando estuve en México. Todo finalmente se complementa pero siento que sólo ahora verdaderamente inicio la ruptura con lo formal, lo esteticista; ésto por ser tan nítido le cuerpo es la única pertenencia que uno tiene y es ahí donde uno percibe la vida. El cuerpo es un sensor, es una posibilidad para decir... Ob­ viamente es un cuerpo de mujer, de ahí que esto aparece en la propuesta creativa. El cuer­ po es un soporte sin que llegue a ser un anéc­ dota o un relato, a través del cuerpo aparecen otros problemas como la identidad y el senti­ do. BG: ¿En este momento lo que haces está muy relacionado con el cuerpo de la m ujer ?

Yo prim ero estudié cerámica, luego Diseño Gráfico y después Sicología. A m í lo que más me importaba en la cerámica -y me sigue im ­ portando- es el contenido y el contenedor, eso era la cerámica para mí. Me formé más como alfarera que como ceramista. Eso es una pos­ tura definitiva. En la alfarería está la historia y su fuente es la mitología. Esto tiene que ver con los conceptos del adentro y el afuera. Para m í sigue siendo hoy una pregunta vital. Es po­ sible que esta paradoja me hiciera salir tam­ bién de la cerámica para entrar definitivamente a la escultura. Trabajaba por lo general en el torno, con el cual llegué a explorar formas muy asociadas a lo femenino. En esa búsqueda del contenedor, la olla en la que se cocina ( metá­ fora para el útero) encontraba problemas como el frío y el calor, lo duro y lo blando, el líquido y la materia. La olla es el lugar de la cocina y también da lugar al r ito ... quita nitidez a lo que está en el interior.

BG: ¿Cuando tú dices formal te refieres a la form a construida tradicionalm ente ? ¿ querías encontrar formas diferentes ?

Quería algo más que bonito. Sé que complacía con lo que hacía, pero quería ir más allá .¿cómo romper con eso ? Era algo fuerte y difícil. Me enfrento con algún público que mira y que no ve lo que hago como complaciente estética­ mente. Yo sé eso y eso es doloroso también. Este es el precio, pero a la vez es mucho más estimulante. Pienso que por ahí es el camino. ML: ¿Con qué m ateriales trabajas ?

Trabajé en m i último proceso con los pañales de mis hijos, la ropa de m i marido y compañe­ ro, con objetos domésticos y de m i propio entorno femenino. Me dije que lo podría hacer y logré «tocar» y «sentir» esos objetos de otra manera. Eran recuerdos de infancia, memoria colectiva, un doble pliegue. Instancias muy primarias que aparecen en los desplazamien­ tos para construirse en fuerzas evocadoras de una manera más sencilla pero nunca simple. Los pañales, los limpiones, cobraron vigencia en los fardos; son un testimonio de la cercanía entre vida y muerte. ML: M e parece interesante. Ese envolver es darles un sentido de eternidad. Lo cual nos re­ cuerda a los egipcios para quienes envolver era un ritual que evocaba la inmortalidad.

Envolver estos «fardos» fue en realidad un reto: envolver a mis hijos pero también envolver los recuerdos, atar hilos, sin querer que fueran mis hijos. La idea de muerte es aterradora, miré muchos fardos, estuve en el Museo Nacional. Obviamente, ligaba un saber que era la Antro­ pología con esta nueva experiencia. Los nudos


S u e ñ o s , límaVgeinies y S ím b o lo s

son estructuras físicas pero más que ello son símbolos. Llegar a esta simplicidad del nudo fue un complique... ML: Los m ateriales más cotidianos, de la vida privada no han sido valorados culturalmente porque son perecederos.

Si busco lo opuesto a lo que hago creo que lo encuentro en relación con el bronce y la fundi­ ción. Ahí se sobrevaloran el proceso técnico y el material pues es algo que permanece y ha estado muy ligado al mundo de la estatuaria, que es un símbolo de poder. Eso es lo que se llama la escultura dura. Por contraste, este tra­ bajo con los trapos y de buscar estructura con lo blando -escultura blanda- no tiene símbolos de poder; hace parte de una estructura simbó­ lica frecuentemente no reconocida en la dimen­

sión más profunda de la cultura. Creo que ahí logré localizarme -aunque tímidamente- en la diferencia. ¿Cómo hacer para que esto tenga otro valor que esté por fuera de los discursos de poder ? ¿Cómo legitimarlo ? BG: M e da la impresión, viendo tu obra, de que algo quedó de m ina, algo como v a c ío ; parece­ ría que el objeto que sale de ahí es el molde...

Creo que son, más bien, objetos en búsqueda de su estructura, no en el sentido formalista... en busca de la coherencia de las partes; como cuando uno se toca. ¿Qué se siente afuera de lo que hay adentro ? Uno re-conoce su cuer­ po de una manera emocional, se puede imagi­ nar lo que hay a l l í , son ejercicios de la imaginación que permiten buscar coherencias... Y siempre se sigue preguntando ¿cómo es ? .

r, --------

------- o

Oriéntame U nidad de Orientación y Asistencia M atern a Salud Reproductiva para la Mujer Todas en algún momento de la vida necesitamos atención médica y emocional Todas merecemos respeto, orientación y apoyo TEUSAQUILLO C r 17 No.33-50 Teléfonos 285-0910 285-5500 616-1162 ANTIGUO COUNTRY Cr 20 No.58-76 Sur Teléfonos 218-5673 616-5054 616-7629 SANTA ISABEL Cr 31 No.1 -19 Sur Teléfonos 237-5673 360-3380 360-3441 -------

------- ¿


S u e ñ o s , I m á g e n e s y S ím b o lo s

E SCA PAD A

HUYO DEL AM O R Y NO ME ALCANZA LO ES PER O E N LA E S Q U IN A D E L R E C U E R D O LO A TR A PO E N R E D A D O E N L A N O S T A L G IA HUYO DEL AM O R Y NO ME TEN G O

M ain

6o

EN O T R A S PALABRAS .


S u e ñ o s , I m á g e n e s y S ím b o lo s

E L T IE M P O NO SE DEVUELVE. TAM PO CO LOS A B R A ZO S N I LOS BESO S. EL A M O R N O T IE N E REVERSA. T A M P O C O LA A U S E N C IA M a in

E N R IQ U E C IM IE N T O ILIC ITO

C O N F IE S O Q U E E N S U E Ñ O S S O Y M IL L O N A R IA M a in

E N O T R A S PA L A B R A S .


S u e ñ o s , I m á g e n e s y S ím b o lo s

ECLIPSE II

Las m a s c a ra s caen C iegas las m a n o s S ig u e n la señal del rifle "Las balas rasg an el vie n to Y es lo m á s im p o r ta n te P e n e tra r m á s allá d e las pieles O b s e rv a r los rostros D e los cu erpos q u e se a p a g a n so rpren didos" C a z a d o r de sí m is m o No e n tie n d e su traición Es una p re g u n ta al b orde del silencio. Alba Lucia T a m a y o .


S u e ñ o s , I m á g e n e s y S ím lb o lo s

E C LIP S E III La s o m b ra pasa por la e s q u in a D e los tre s fre n te s La cara n egra del sol Y la tie rra en el o m b lig o La cena es polvo de c e m e n te rio D ó n d e h a b rá un lu g a r ?.

Alba Lucia T a m a y o .

EC LIP S E V Se logra la paz C u a n d o se a p a g a n los m u e rto s . Alba Lucia T a m a y o .




Trixi A llin a

Sobre la huella y la memoria (fragm ento) Instalaciรณn

1997


D o s s ie r

Veinte párrafos para reflexionar sobre la participación de las mujeres en la construcción de la paz Ligia Galvis Abogada. Doctora en Filosofía de la Universidad de Lovaina. Consultora en Derechos Humanos.

Lo que debem os superar

Sobre la memoria y el olvido (Fragm ento), instalación 1998

EN O T R A S PALABRAS . . .

Trixi Allina

ara alcanzar la paz, Colombia tiene que recu­ perar su pasado histórico y m irar hasta dón­ de llegan las raíces que sostienen esa tendencia de nuestra sociedad a solucionar los conflic­ tos por cuenta propia y de m anera cada vez más violenta. La guerra ha sido una constan­ te histórica en la vida social y política del país. A ella han contribuido todos los actores que se instalaron bajo la hegem onía coloni­ zadora y los que fueron surgiendo con el de-


D o s s ie r

rio colonial y de la conciencia sumisa de la so­ ciedad, en la hegem onía de los privilegios so­ c ia le s , c u ltu r a le s y p o lític o s y en la d iscrim in ac ió n total de las m ujeres com o actoras partícipes en la responsabilidad del des­ tino de la humanidad.

f

Trixi A llin a

S obre la m e m o ria y e l o lv id o (F ragm ento), instalación 1 9 9 8

sarrollo de la vida republicana. Sus aportes son de naturaleza diferente. Los colonizadores tra n s fo rm a ro n la c o n c ie n c ia a u tó n o m a vernácula en la conciencia del mestizo y en el desalojo de las poblaciones indígenas del pa­ noram a de la vida social, política y cultural de las colonias. Instalaron el modelo de poder au­ toritario, asistencial y caritativo. De ese modelo surgió un pueblo retraído, am ar­ gado, desarraigado, consum ista con infinito deseo de identificarse con el padre Dios, el padre m onarca o el amo, y olvidar su entorno para participar de manera plena en el espacio de su creador. La vida republicana no ha supe­ rado ese modo de ser de la conciencia colecti­ va y de quienes ejercen el poder. La democracia se instauró en ese esquem a de poder autorita­

6 8

Este modelo se ha reproducido en las defini­ ciones constitucionales del Estado de derecho. La Constitución de 1886 y todas sus reformas perpetuaron ese modelo. Contra él se han dado todas las luchas de los grupos marginados : de las mujeres, de los indígenas, de los trabajado­ res, de los cam pesinos, etc.. El poder autorita­ rio continúa vigente en la estructura social colom biana y en los sectores más cercanos al desarrollo de la com unidad : en el Estado, en la escuela y en la familia. Justam ente, es en estos tres ejes de la vida so­ cial, en donde se ubican los factores de violen­ cia en el país. La violencia política que nos ha llevado a esta guerra fratricida proviene de la confrontación con los privilegios y las desigual­ dades em anadas de la política autoritaria y se­ lectiva del Estado. Y, la violencia cotidiana cuyos epicentros se hallan en la familia y en la escuela.

Los ejes sob re los q u e debem os trabajar

Por esas razones, la búsqueda de la paz tiene un am plio espectro que tiene que com prender por lo menos tres ejes de acción : el del Estado para que adquiera la coherencia entre lo que afirm a la nueva Constitución y las leyes y su com portam iento frente a los hombres y muje­ res que deben ser interlocutores y no sus cier­ v os o s ú b d ito s . S o lo a sí, la a u to rid a d

E N O T R A S PA L A B R A S ,


D o s s ie r

dem ocrática reem plazará el autoritarism o de corte colonial. El de la escuela, para que la es­ tructura educativa forme ciudadanos y ciuda­ danas para la dignidad y la libertad propias de la democracia. Para cum plir este propósito ella misma tiene que establecer relaciones entre edu­ cadores y educandos fundadas en el respeto a la dignidad y a la capacidad creadora de éstos últimos ; y el de la fam ilia para establecer una relación de pareja en la cual la m ujer y el hom ­ bre se reconozcan com o seres libres, autóno­ mos, responsables, dueños de su propio destino y dispuestos a com partirlo con su pareja, su familia y la com unidad. De este reconocim ien­ to debe surgir el modelo de fam ilia que necesi­ ta la dem ocracia en el sentido propio de este régimen.

nuestra propia condición femenina, aún m ar­ cada por el estigma de la doble sumisión : como miembros de una sociedad abatida por tantos siglos de dom inación colonial aún no supera­ da, y com o mujeres. Esta doble circunstancia la podem os superar con la consolidación de nuestro ser fem enino con vocación real para la libertad y la autonomía. Tenemos que continuar el proceso de tom a de conciencia del valor de nuestro género com o sujeto activo del desarro­ llo que el país necesita. Las mujeres tenemos que tom ar conciencia de nuestro valor com o mujeres. Y el Estado y la sociedad tienen que aceptar que sin la partici­ pación activa y en igualdad de condiciones de ellas en la construcción de la paz, en el desa­ rrollo y en el manejo del poder, el país no al­

Trixi Allina

La gran incoherencia de la dem ocracia colom ­ biana es que ella está creada sobre cimientos que la niegan en su esencia. Estos son el auto­ ritarismo, las desigualdades de todo tipo, la dis­ criminación y la intolerancia. Por consiguiente, la paz sólo se alcanzará cuando la autonom ía, la igualdad, la libertad y la responsabilidad, sean los pilares que se hundan en la conciencia de los colom bianos y las colom bianas a través de la familia, la escuela y el Estado, com o raíces que permean y alimentan la dignidad del pue­ blo colombiano.

Sobre la memoria y el olvido (Fragm ento), instalación

Este es el balance que el Grupo de M ujeres por la Paz ha llevado a cabo para determ inar cuál es el aporte que, como mujeres, debem os hacer para la construcción de la paz en Colombia. Nuestra reflexión se ha orientado a resolver tres preguntas originarias. Qué necesitamos las mu­ jeres colombianas para construir la paz, cómo debemos actuar y qué acciones debem os llevar a cabo para alcanzar las propuestas.

1998

Como mujeres, el punto de partida debe ser

E N O T R A S ¡PALABRAS . . .

6

9


D o s s ie r

canzará la paz en dem ocracia. Pero com o mujeres también nos preocupa el país y toda su problem ática de guerra y demás violencias que lo azotan. Las mujeres somos sus mayores víctimas, mientras los hombres, por ser sus actores centrales, se están condenando al exterm inio. Consideram os que la búsqueda de la paz tiene que abordar los frentes que ali­ mentan todos los factores de violencia con es­ trateg ia s que co rresp o n d an a sus d iv ersas especificidades. La guerra que se inserta en lo político tendrá que ser tratada m ediante el diá­ logo con los actores del conflicto, y las violen­ cias cotidianas con el desarme de los espíritus violentos que violan mujeres, maltratan niños y niñas, atracan y matan porque en sus concien­ cias no hay espacio para el respeto a la digni­ dad.

las colom bianas. La paz no es posible sin una atención integral e inm ediata a las víctimas de la guerra, en especial a las mujeres de las zonas de conflicto y a las familias de los y las despla­ zadas y desaparecidos(as) por la razón insen­ sata de esta guerra. Llegamos a la paz con el com prom iso de todos los colom bianos y las colombianas de trabajar p ara: Desm ontar el discurso y la lógica de la guerra y fomentar el lenguaje de paz y convivencia que nos perm ita a todos y a todas desarm ar los es­ píritus, y a los actores del conflicto armado, abandonar las armas de muerte para asum ir las tareas que la continuidad de la especie nos im­ pone. A todos los actores de la guerra les deci­ mos que no llegamos a la paz con las balas sino con las palabras nuevas de encuentro y recono­ cim iento del derecho que todas y todos tene­ mos para com partir la existencia en comunidad.

C o m o co n stru ir la p az

Es com pleja la construcción de la paz porque así de com pleja es la descom posición que vive nuestro país. La participación activa de las mujeres en este proceso es definitiva, es un de­ recho y una obligación. La paz se alcanza con acuerdos políticos manejados con franqueza, lealtad y respeto entre las partes. Vivimos en paz si nos formamos para la solución de los con­ flictos de la vida cotidiana utilizando los m e­ dios pacíficos que nos brinda la razón y la palabra am orosa y respetuosa del otro.

Establecer los acuerdos políticos mínimos para negociar las condiciones que pongan fin al con­ flicto armado. El derecho internacional huma­ nitario es un m ecanismo adecuado para este propósito. En él se establecen los medios para iniciar acercam ientos inmediatos que humani­ cen la guerra y abran el camino, para que me­ d iad o res serio s y rig u ro so s p rom uevan el acercam iento entre las partes. La seriedad de los prim eros acuerdos es la garantía de los acuerdos finales. Además :

La paz se afirm a y se sedim enta con el com ­ prom iso del Estado Social de Derecho y de la sociedad civil de realizar las reform as sociales, políticas y culturales que garanticen la equidad, la vigencia de todos los derechos humanos y una vida digna para todos los colom bianos y

7/o

El Estado tiene que m ostrar su voluntad de paz cum pliendo los com prom isos adquiridos con los desplazados y desplazadas de la guerra cuyo número aum enta y las soluciones no llegan al corazón de los problemas que los afectan. Ade­

E N O T R A S PA L A B R A S


D o s s ie r

más de los programas para asegurar su bienes­ tar y para garantizar su retorno a los lugares de origen, es necesario un estatuto jurídico que proteja sus vidas y sus bienes. Los actores del conflicto tienen que m anifestar su voluntad de paz dism inuyendo la intensidad de la guerra. Una acción concreta debe ser hu­ m anizar la guerra respetando a la población ci­ vil. Esperam os que al m enos respeten a los menores y no los enrolen en las filas. Ya todos ellos saben que diez millones de colom bianos y colombianas acordamos el mandato por la paz. Ya los niños y las niñas nos dijeron que ellos quieren un país sin guerra, sin violencia, sin maltratos. Ellos sólo quieren am or y conviven­ cia. Para sedim entar la paz es necesario prom over el desarrollo integral, humano sostenible que haga realidad las condiciones de vida digna para todos y todas. Esta es la condición básica para la convivencia plural y pacífica. El desarrollo para la paz es el que permite que todos los se­ res hum anos sean sus actores y beneficiarios, el que asegura la vigencia de todos los dere­ chos humanos, los civiles y políticos, los eco­ nómicos, sociales y culturales y el desarrollo sostenible para hacer la paz con la naturaleza. El desarrollo integral debe atender los ejes fun­ damentales de la producción y el bienestar : re­ forma agraria real e integral, reform a urbana que mejore la calidad de vida de las ciudades y

elimine la crim inalidad, reform a institucional que restaure la legitimidad, la eficiencia y la eficacia del Estado, elimine la corrupción y ase­ gure la participación ciudadana en todos los procesos de diseño, ejecución y seguimiento del plan de desarrollo. El desarrollo integral debe em prender una cru­ zada de pedagogía ciudadana para la paz y la dem ocracia. Necesitam os form ar a los colom ­ bianos y a las colom bianas com o sujetos de­ mocráticos, titulares de derechos y responsables con el cum plim iento de sus obligaciones civi­ les y políticas, fuertes para ejercer sus derechos, respetuosos de la autonom ía y la libertad de los demás y conscientes de que si somos genera­ dores de conflictos debem os también ser auto­ res de las soluciones que no entorpezcan la convivencia. Construimos la paz si todos los actores nos com­ prom etem os con ella. Estos somos todos los colom bianos : hombres y mujeres de todas las edades, los indígenas, las negritudes, los po­ bres, los ricos, los em presarios y trabajadores y todos aquellos que hoy form am os parte de esta C olom bia pluriétnica, pliricultural e idealm en­ te democrática. Los niños nos han dado el ejem ­ plo y el prim er mandato. Las mujeres estam os decididas a asum ir nuestro devenir histórico. Los hom bres entonces deberán elegir si siguen en la guerra o dicen adiós a las armas.


D o s s ie r

Las mujeres de Barrancabermeja en busca de la Paz1 Juanita Barreto Gama Profesora Asociada del Departamento de Trabajo Social e Investigadora del Programa de Estudios de GĂŠnero Mujer y Desarrollo, Centro de Estudios Sociales, Facultad de Ciencias Humanas, Universidad Nacional de Colombia

1 Texto de la intervenciĂłn en el Foro "Las Mujeres, la Violencia y la Paz" realizado en la Universidad Nacional de Colombia el 25 de Octubre de 1997 Trixi A llina. M odelo, M a d e ra . Bronce y Piel, 1 98 4


D o s s ie r

truyen desde sus diversos program as y desde sus deseos e intenciones de regir su vida, alter­ nativas para enfrentar la violencia repensando sus proyectos y abriéndose cam ino ante el do­ loroso paso de las ya incontables muertes coti­ dianas.

n Barrancabermeja, principal puerto petrolero del país situado a orillas del Río M agdalena, en donde la calidez de sus gentes hace grato el intenso calor del sol, de la tierra y del aire, mujeres y hombres construyen en su diario que­ hacer alternativas de vida, de esperanza y de solidaridad. Sus voces “contra la violencia y por la vida y la paz con dignidad'’ salen de muy adentro de sus mentes y sus corazones, se alimentan de sus propias experiencias que en el silencio, los tedios y las angustias de la cotidianidad buscan enfrentar el dolor por las ya incontables m uertes de b arran q u eñ o s y barranqueñas que han sido víctim as de la into­ lerancia y de las distintas formas de arrasam ien­ to de la v id a hum an a y del p en sa m ie n to libertario. En una zona de Colombia, im aginarizada, sim ­ bolizada y sentida por muchos colom bianos y co lo m b ian as com o de in ten sa v io len cia y conflictividad, se mantiene viva, aunque no sin dificultad, la esperanza de que aún sea posible decir NO a todas las form as de violencia. M ediante un trabajo colectivo, diversas orga­ nizaciones civiles, políticas, sociales, religio­ sas, públicas y privadas, entre las cuales se destaca la Organización Femenina Popular OFP- (en la actualidad con 20 años de existen­ cia -un poco más de una cuarta parte de los 75 años de historia de Barrancaberm eja-), cons­

1EN O T R A S PA L A B R A S .

En el curso del trabajo de campo realizado como parte de la investigación sobre “Proyectos A l­ ternativos de vida y de convivencia gestados por mujeres de Barrancabermeja”, tuvimos, con Luz Stella Giraldo, mi coequipera en este tra­ bajo, la ocasión de com partir la celebración que en esta ciudad se hiciera el 25 de N oviem bre de 1996 con m otivo del día internacional de la no violencia contra la mujer, la cual se consti­ tuyó en una oportunidad, entre muchas otras, para el conocim iento de algunas expresiones de los procesos organizativos de la población barranqueña. Los eventos realizados en esta fe c h a se p re s e n ta n a m o d o de c o n te x to situacional, de puesta en escena. Cuatro eventos se program aron en ese m om en­ to y todos ellos formaban parte de la m ultipli­ cidad de acciones que sistem áticam ente realiza la población de Barranca en ese com plejo pro­ ceso de construcción y de búsqueda de la paz, a saber: tres marchas descentralizadas; un acto central en el Parque Infantil, el lanzam iento de un concurso para construir.un M onum ento a la vida y la puesta en circulación de un m anifies­ to por la vida y la paz. Las M archas descentralizadas partieron de las tres sedes que la OFP tiene en Barranca: La Casa de la M ujer del Nor-Oriente, la C asa de la M ujer del Sur-Oriente y la Casa de la M ujer de T orcorom a, donde se congregaron m ujeres, hombres, niñas, niños, jóvenes, ancianos y an­ cianas que a título personal o con los grupos de

7/3.


D o s s ie r

los cuales forman parte, fueron marchando por las calles de la ciudad. Portaban pancartas hechas en sus comunidades y en sus organizaciones; canta­ ban y danzaban dem ostrando con sus coreogra­ fías la extistencia de un trabajo organizativo que recoge expresiones folclóricas de la región y unían sus voces en defensa de la vida. Cerca al “Parque del Descabezado” -que para Barranca constituye un símbolo de diversas luchas y movilizaciones so­ ciales-, las tres marchas se fundieron en una y con­ tinuaron avanzando invitando a los pobladores y pobladoras a unirse a muchas voces que, en di­ versos lugares del país proclamaban que “las mu­ jeres no parim os ni forjam os hijos para la guerra”. A sí fueron avanzando para dirigirse al Acto Central en el Parque Infantil -al cual se­ gún algunos documentos y trabajos de tesis de la región han llam ado “Parque del Pueblo”2 Un arcoiris portador de esperanzas y de sueños y ex­ presión de la riqueza de la diversidad y del respe­ to a las diferencias encabezaba la marcha. Este arcoiris, en palabras de una de las mujeres organi­ zadoras del evento, sim bolizaba “la historia de unidad en la diversidad que desde hace muchos años viene construyendo el pueblo barranqueño”. En la pancarta a todo color y de gran tamaño se dibujaba un mapa de Colombia que llamaba a la defensa de la vida en todo el territorio nacional; una silueta de mujer bordeaba el mapa destacan­ do la presencia perm anente de las mujeres en la construcción de nuestro territorio y las palabras convivencia, dignidad, alegría, utopías, justicia, uni­ dad, libertad, lucha, vida, solidaridad, organiza­ c ió n , s a lp ic a b a n el a rc o iris a n im a n d o pensamientos, sentimientos y deseos de los y las manifestantes. Voces entusiastas, firmes y cálidas de Rosita Pin­ zón, Secretaria de la Unión Sindical Obrera -USO­ , de M atilde Vargas y Yolanda B ecerra de la O rganización Fem enina Popular -OFP- y de Evangelina Marín de la Coordinadora Popular de

7/4

Barrancabermeja animaron la marcha convocan­ do a la reflexión sobre las distintas formas de vio­ lencia, de las cuales la violencia contra la mujer y su ancestral legitimación y silenciamiento ha sido, muchas veces de manera imperceptible y sin nom­ brarse, uno de los sustentos de muchas otras vio­ le n c ia s s o c ia le s , e c o n ó m ic a s, p o lític a s e interpersonales. De allí que mujeres y hombres unieran sus voces y sus pancartas para proclamar: >

Porque am amos la vida rechazamos la vio­ lencia.

>

M ujeres contra el desem pleo gestando y trabajando p o r la vida y la paz.

>

La unidad construye paz.

'r- Las mujeres exigim os que se nos respeten nuestros derechos. y

N osotras las mujeres estamos de luto p o r­ que nos están matando a nuestros hijos.

>

Las m ujeres organizadas trabajamos por una vida ju sta y digna para nuestro p u e­ blo.

>

Los grupos de Tercera Edad unidos p o r la vida y contra la violencia.

>

Por una rebeldía estudiantil liberadora los estudiantes defendemos la educación públi­ ca.

La intervención de Francisco Campo, de la Cor­ poración Regional para la Defensa de los D ere­ chos Humanos -CREDHOS-, permitió que en este acto se difundiese un comunicado a la opinión pú­ blica en el cual se formulaban interrogantes, exi­ gencias, denuncias y propuestas a la Administración Gubernamental en relación con el aumento de la

2 LONDO fíO, Jaim e y o tro s : "E s tu d io S o cio e co n ó m ico de Barrancabermeja 1977-1988". Universidad Cooperativa de Co­ lombia, Facultad de Ciencias Económicas y A dm inistrativas, Tesis de Grado. Barrancabermeja, 1991

EN O T R A S PALABRAS .


D o s s ie r

intensidad del conflicto armado, la persistencia de la violación de los derechos humanos en la región y la nefasta presencia del paramilitarismo: “Nece­ sitamos señor Alcalde que usted piense como barranqueño, nosotros somos rebeldes pero nun­ ca hemos sido ni seremos violentos. Llévense su guerra, déjennos los recursos y la convivencia so­ lidaria que nos caracteriza”3 . El lanzamiento del Concurso M onum ento a la Vida convocaba a ar­ tistas, pensadores y pobladores a propo­ ner una expresión sim­ bólica anim ada por una imaginación crea­ dora que permitiese dejar constancia en el espacio público de dolores, anhelos, es­ peranzas y realizacio­ nes del p u e b lo barranqueño para de­ fender y construir con­ diciones de vida grata. Todas estas voces se unian a la consigna que animaban las variadas movilizaciones de mu­ jeres y hombres que en diversas regiones de Colom bia se manifesta­ ban en esa fecha contra la violencia diciendo:

Si te levantan la mano que sea para acari­ ciarte si te levantan la voz que sea para animarte El Manifiesto contra la violencia por la vida y la paz con Dignidad, circuló durante el mes de noviembre y fué suscrito por más de mil firmas de mujeres y hombres que al registrar sus nombres

E N O T R A S PA L A B R A S

expresaban su palabra en contra de la guerra y su compromiso con la creación de condiciones para respetar, mantener y proteger la vida. El conteni­ do de este manifiesto, que si bien por la ocasión lleva el sello de la cuña y la proclama, constituye una expresión de la complejidad de procesos que comporta la construcción de la paz y de las diver­ sas dimensiones que en ella confluyen. Al mismo tiempo, en palabras de la población recoge o me­ jo r re-crea, toda una trayectora de procesos de

Trixi A llina, S erie G rupos, G rupo 2 , C e rám ic a T ornada, 1 9 8 1 .

reflexión, movilización y formulación de propues­ tas. presentes en una ciudad estigmatizada por una opinión manipulada por los medios de comunica­ ción y por sectores que se resisten a la distribu­ ción del poder y de la riqueza-, que se ha em peñado en calificar esas tierras y sus gentes

3 C O M ITE C O O R D IN A D O R - C o o rd in a d o ra P u p u la r de Barrancabermeja: Comunicado a la Opinión Pública. Iniciativa de Paz. Nov. 25 de 1996

7/5»


D o s s ie r

como promotoras de desorden y gérmenes de la subversión; una calificación que restringe las posi­ bilidades de construir una opinión pública, con todo el sentido que supone una concepción de­ mocrática y dem ocratizante de lo público. Vea­ mos algunos apartes de este manifiesto:

* En fa vo r del ejercicio p o lítico y en contra del c o n flic to arm ado. *

*

Las m ujeres que durante sig los hem os gene­ ra d o vida y am or, hem o s s id o d is c rim in a d a s , e xclu id a s, e m p o b re cid a s, g olpead as, e n ca rce ­ ladas, asesinadas y negadas en la ig u a ld a d de o p o rtu n id a d e s en trabajo, educación, s e rvicio s m édicos, p a rtic ip a c ió n p o lítica , lib e rta d de ex­ pre sió n y pensam iento, fo rm a ció n de la fam ilia y de la nación, desarrollo de la afectividad y de la ternura, so lid a rid a d y se n sib ilid a d social. "

D urante veinte sig lo s, hem os lu ch a d o p o r g a ­ n a r espacios que h o y se com ienzan a re c o n o ­ cer; p o r e rra d ica r e l ham bre, e l desem pleo, la calum nia, la m entira y la violencia que destruye nuestras m áxim as expresiones de fe licid a d que so n n u e s tro s h ijo s, que so n to d o s ustedes y los hijos de sus hijos. A las m u je re s se nos ha negado o p o rtu n id a d algunas veces p o r la sanción o no de leyes y otras p o r o m isió n o desco nocim iento d e l dere­ cho a la igualdad entre los seres hum anos. A p e s a r de to d o y p o r to d o , la s m u je re s forjadoras de vida y a m o r en el M agdalena m e­ dio, hem os a su m id o un reto y en co n se cu e n ­ cia,

*

En fa vo r del trabajo y de la ju sticia so cia l y en contra del ham bre y de la opulencia. En fa v o r d e l pensam iento y de la palabra y en contra de la violencia de la represión y de las balas. En fa vo r d e l amor, la ternura y el diálogo y en c o n tra d e l m a ltra to verbal, p s ic o ló g ic o , físico y sexual, de la confiscación en las cuatro paredes de las viviendas, y de la negación e co n ó m ica .

* En fa v o r de leyes, p o líticas y jo rn a d a s edu­ cativas y en contra de la falta de estrategias y p o lític a s que enseñen lo s d e re ch o s y la defensa de los m ism os a la m u je r y la fa m i­ lia. *

En fa vo r de la p lu ra lid a d y de la diferencia y en contra de la exclusión y de la d iscrim in a ­ ció n .

* En fa v o r de una ju v e n tu d lib re y resp o n sa ­ ble y en contra del sa crificio de los jóvenes. * En fa v o r de la lib e rta d de p re s ta r o no el servicio m ilita r y en contra de la ob lig a to rie ­ dad d e l m ism o. * En fa vo r d e l obrero, d e l cam pesino, d e l es­ tudiante y en contra del sicariato.

Nos manifestamos : * En fa vo r de la vida y en contra de la m uerte. * En fa vo r de la paz y en contra de la guerra. * En fa vo r de la so lida ridad y en contra de la in d ife re n cia .

* En fa vo r de la sensibilid ad y en contra de la to rtura. * En fa v o r de la lib e rta d y en c o n tra de la e scla vitu d . * En fa v o r de los que no poseen nada y en contra de los que acum ulan riquezas.

E N O T R A S PA L A B R A S ,


D o s s ie r

*

En fa vo r de los ro stro s am igos y en contra de lo s q ue p u d ie n d o e je rc e r ju s tic ia se cam uflan en antifaces cóm plices y sangrien­ tos.

* En fa v o r d e l d e s a rro llo in te g ra l d e l nú cle o fa m ilia r y de las co m u n id a d e s y en co n tra d e l re s q u e b ra ja m ie n to d e l te jid o fa m ilia r y so cia l a causa d el desplazam iento forzoso.

La lectura de esta celebración actúa com o refe­ rente, expresión y síntesis de experiencias y de­ m andas p resen te s en la v id a c o tid ia n a de Barrancabermeja, en la cual la pregunta sobre la paz y la necesidad de dotar de contenido su signi­ ficado lleva consigo la pregunta sobre la vida mis­ ma y sobre la condiciones que la hacen posible.

* En fa v o r de la econ om ía para la paz y en co n tra de la econom ía de g u e rra im p u e sta p o r lo s sectores que ostentan e l p o d e r d e l E stado.

El trabajo de investigación en el cual se recoge esta celebración y se analiza su significado, se pro­ puso realizar una m irada a la violencia desde la cotidianidad de la vida de mujeres que participan de diversas formas en procesos comunitarios en Barrancabermeja.

* En fa vo r de la autonom ía de los pueblos y en contra d el intervencionism o y la do m in a ­ ció n.

Tres supuestos subyacen en este trabajo:

* En fa v o r d e l uso racional, se n s itiv o y ju s to de lo s recursos naturales y en co n tra de la explotación arbitraria y destructiva de la na­ turaleza. * En fa v o r de la a p lica ció n de la D eclaración U n iv e rs a l de lo s D e re ch o s H u m a n o s y e l D erecho In te rn a cio n a l h u m a n ita rio , p o r p a r­ te de quienes so stie n e n un c o n flic to en la regió n. * En fa vo r de la vida para llam ar a las m ujeres jó ve n e s, ancianas, niñas, m adres, abuelas, tías, herm anas y viudas, a c o n fo rm a r el "G ra n M ovim ie nto de M ujeres Contra la guerra, en fa vo r de la Paz y la D e m o c ra c ia ".”

Sentimientos encontrados de alegría y esperanza por las posibilidades que se aprecian cuando se construyen caminos de unidad en la diversidad, y de tristeza y dolor por el espectro de terror, de muerte y de temor que ronda el territorio nacional, acompañaron nuestra presencia en esta hermosa, rica y calurosa region del país.

1. La existencia de una amplia gama de estudios sobre la violencia en Colom bia, en los cuales el registro y el análisis de la mism a se apoya en su m ayor parte en la palabra y las vivencias de la población masculina, y la consecuente necesidad de fortalecer los procesos orientados a poner en circulación las palabras de mujeres a quienes las tradiciones culturales han invisibilizado o silencia­ do. 2. La convicción de que la construcción de alter­ nativas de convivencia pasa por el reconocimien­ to y legitim ación de procesos que generen y procurean el mejoramiento de la calidad de vida, esto es la creación de las condiciones materiales y espirituales necesarias para una vida digna. 3. La recuperación crítica de la historia de muje­ res que, en los procesos de inserción y poblamiento de las localidades son portadoras de fragmentos y episodios del acontecer histórico del país. Estos supuestos sustentan en la actualidad el pro­ cesamiento de la información recogida a través de mujeres que participan activamente en procesos


D o s s ie r

de participación ciudadana y comunitaria, a través de O rg a n iz a c io n e s no G u b e rn a m e n ta le s: CED A V 1D A , C R E D H O S , OFP, G R U P O S A S O C IA T IV O S DE P R O D U C C IO N , FUNDESM AG, M UJERES CABEZA DE FA­ MILIA, MADRES COMUNITARIAS, MOVI­ M IE N T O S P O L IT IC O S Y S IN D IC A L E S , PASTORAL SOCIA L DE LA DIOCESIS DE B A R R A N C A B E R M E JA , O rg a n iz a c io n e s Parroquiales y de instituciones gubernamentales tales com o el ICBF, Planeación M unicipal, Se­ cretaría de Salud, Secretaría de Educación, Se­ c r e ta ría de B ie n e s ta r S o c ia l, C o le g io s y Universidades de la localidad. Está también pre­ sente la palabra de algunos hombres que han acom­ pañado o estado cerca a dicha mujeres en el desarrollo de sus proyectos.

el sancocho y el tinto, reclama sus derechos, vota por el FILA y p o r los partidos tradicionales. En donde la gente igual que disfruta una parranda disfruta un paro c ív ic o . Esa B arranca en donde la g en te es “cuestionadora", “rebelde".

Una muestra de lo que esperan ser los hallazgos de este estudio, que por su contenido y metodo­ logía se sitúan en la perspectiva de procesos ani­ mados por la interacción de diversos saberes, recoge algunas concepciones que este grupo de mujeres y hombres tienen sobre su localidad y un ejemplo de lo que una de las mujeres entrevista­ das considera que es un proyecto alternativo de vida y de convivencia.

El principal problema que hay en Barranca es la guerri­ lla y el ejército; es que son dos bandos pero es un solo problema porque si no es uno es el otro, de todas maneras uno solo y en segundo plano el problema que causan a los niños.

“ Barranca es una ciudad por la que usted difícilmente puede pasar sin sentirla; a Barranca la gente la siente. Barrancabermeja, desafortunada o afortunadamente, no toda es ECOPETROL. La mala fama de Barrancabermeja, en todas partes donde uno llega: “!uy de Barrancal”; es duro llegar uno a otra parte y escuchar: “usted viene de barranca" y de una vez hacen el feo; la gente no conoce a Barranca; p o r eso habla así; es la gente que esta pendiente de lo que dicen pero no conocen; ha­ blan sin conocer, hablan por lo que los demás hablan; pero yo se que la gente que viene a Barranca no se lleva esa impresión. Barranca es el mural de Colombia, porque aquí se han gestado grandes movimientos po­ pulares y sindicales y también ha sido centro de inte­ lectuales; porque hay una Barranca visible y una invisible; esa Barranca parrandera, bullanguera, que al mismo tiempo que participa en los paros cívicos y hace

7/8

Nadie niega que aquí se fortalecieron muchos grupos guerrilleros, pero no toda la gente es guerrillera acá, nunca lo ha sido; todos hemos vivido la situación de violencia, hemos visto también como las estrategias como un camaleón, van cambiando, se van sofisticando unas, se van degenerando otras y uno va observando como estas cosas van involucrando siempre de la peor manera a la gente pobre, a la gente que no debe pagar los costos de la guerra y que es la que los está sufrien­ do en carne propia. La población civil, la gente pobre se ve involucrada en el conflicto porque la insurgencia crece cerca de ellos, porque los militares tienen sus bases y arman sus bases cerca de ellos. En todos es­ tos procesos violentos sufridos en el Magdalena Me­ dio, ha habido cambios y estrategias dolorosas.

Aquí el problema fundamental, ha sido el de la con­ frontación misma en la ciudad. Desde hace un poco más de cinco años, la ciudad es un terreno en disputa, una parte el Estado, otra parte los grupos de oposi­ ción armada que han ido involucrando de una u forma a la población civil en todo ese conflicto y ahí están los resultados, la estadística expresa cantidad de muer­ tos, de detenidos, de desaparecidos. Ha sido gente de la población civil que se ha visto involucrada en la dinámica del conflicto; muchas veces sin entender, ni saber realmente, por qué apareció en medio de eso. La guerrilla es la misma gente, pero ¿por qué se meten a guerrilleros? Como dice la gente. Porque no tienen trabajo. 0 se meten al ejército porque no tienen traba­ jo. Muchos muchachos lo hacen es por eso. Pero en­ tonces para conseguir la libreta militar. Si no tienen libreta m ilitar hoy en día, no le dan trabajo en ninguna parte. Si no tiene no se que, no le dan trabajo. Enton­ ces yo le dijo, por ejemplo a m i me duele cuando ma­ tan un soldado raso, es como cualquier persona, o cuando matan un guerrillero; no ve que ellos también

1EN O T R A S PA L A B R A S .


D o s s ie r

son personas igual que uno. Aquí ya hemos ido ganando que la gente tiene claros sus derechos civiles y políticos, que la gente si sabe de derechos, pero que tiene una prevención de todo lo que se diga desde el Estado Eso lo digo porque llevé una Señora a la Defensoría del Pueblo a poner una queja, ella había llevado una carta que la debíamos firm ar todas las ONG’s y para una invitación a un acto por el Derecho Internacional Humanitario. Yo le dije a la persona que llevaba la carta: “Usted p o r qué puso Estado Social y no puso Estado Social de Derecho?" y decía la Señora: "Cuál Estado Social de Derecho?, el Estado de los ricos es Estado de derecho, social so­ mos nosotros”. La gente también maneja este término como lo siente y yo le decía: “Para usted qué es dere­ cho?”, “Son mis derechos, pero hasta que llegan allá con el Estado ya no son derechos míos, ya son de los de la d e re c h a q u ie n esto me decía era una campesina de Puerto Wilches. La gente tiene claras muchas cosas pero también la prevención p o r lo que ha sido la prác­ tica del Estado también pone a la gente en otra posi­ ción. De pronto uno piensa que muchas personas llegan a ese extremo por la escasez del trabajo; aqui en Ba­ rranca hace mucho tiempo que la gente no tiene traba­ jo, entonces la gente se desespera. Barranca tiene un problema grave, que acá no hay sino la Alcaldía o sea, el go­ b ie rn o m u n ic ip a l y ECOPETROL, y en ellos no hay cabida para todo el mundo, entonces hay que crear otros medios de empleo; por eso tam­ bién el problema más grave en Barranca, es la falta de empleo y porque siempre hemos visto la misma cosa, el empo­ brecimiento paulatino de la gente. Pero al mismo tiempo esta es una ciu­ dad que también tiene sus medios, hay dinero pero no lo invierten aquí sino que sale es para otro lado y aquí faltan­ do tanto empleo y los Concejales siempre tie­

nen es su gente, siempre meten es a las personas por­ que son del partido de ellos, uno tiene que estar asis­ tiendo a las reuniones de ellos para que le estén viendo la cara y le den un contrato de dos meses. Y tiene que seguir yendo para que dentro de unos cuatro o cinco meses lo vuelvan a ver a uno y le den otro contrato. Entonces si ve el sometimiento por el empleo, ahí está uno sometido. Aquí en Barranca hacen falta fábricas, hacen falta muchas cosas, aquí prácticamente las co­ sas las traen es de afuera. La esperanza d e l b a rranque ño es tra b a ja r con ECOPETROL y no hay cabida como dicen para tanta gente o no se, pero la mayoría de las personas esperan un contrato. Barranca es una ciudad que se había dado el lujo de poder sentar en la misma mesa a mucha gente pensan­ do distinto políticamente de todo sin sentirse que iba a ser amenazada. Barranca ha crecido mucho porque gente de otras par­ tes que no puede estar ahí, viene a buscar una solu­ ción económica aquí, una solución de vida, mejor. Aquí viene mucha gente de Antioquia con el anhelo, el sue­ ño dorado de ECOPETROL, es gente que viene de unas partes muy violentas, viene con ese miedo, con ese reflejo de allá y lo manifiestan aquí

Trixi A llina, P roce so d e l m ontaje para la Insta la ció n La M irad a Expuesta, 1997


D o s s ie r

Barranca fue la primera ciudad donde hicimos el prim er paro p o r la vida, a raíz de la muerte de Sandra Rondón. Este pueblo es muy unido y sobre todo popular y por principio es antim ilitar y es revolucionario. De lo que vivimos orgullosos los barranqueños, que todavía hay rezagos de eso es que aquí se pierde el color político cuando hay un problema, todo mundo es barraqueño y sale a protestar en pro de la solución de ese proble­ ma. Desde m i infancia, nosotros los niños, participá­ bamos de las marchas en las calles polvorientas, me acuerdo todavía, levantábamos polvo caminando, la m ultitud que se levantaba, se levantaba la tierra y co­ míamos bastante tierra y se gritaba.

que divide la parte suroriental, de la parte nororiental; del puente para acá estamos seguros y del puente para allá hay problemas, estamos inseguros. Pero Seguros de qué e inseguros de qué? El Sector Nororiental en Barranca es un sector que es muy susceptible por la violencia, por todo, entonces, no alcanzaba a cubrir las necesidades prioritarias, las necesidades que realmen­ te el sector requiere. Yo digo que en Barrancabermeja hay tres culturas, yo creo que será en la única ciudad que hay tres culturas: la cultura de Barranca, de los empleados y comerciantes, la cultura de ECOPETROL y la cultura del Nororiente, que son totalmente diferen­ tes.

No supimos canalizar esa decisión que tuvo el pueblo de salir a protestar sin importarle su color político, la gente era netamente humana, el único partido político de la gente aquí en Barrancabermeja, era el ser humano y a lo último, se luchaba era po r la vida. Primero, em­ pezamos luchando p o r las reivindicaciones para que hubiese bienestar social, justicia. A lo último, nos en­ tregamos, nos volcábamos a la calle era para clamar por la vida, que nos respetaran la vida, que nosotros mirábamos a ver cómo seguíamos subsistiendo, pero que nos respetaran la vida. Cuando ya la protesta se agudizó que vinieron las muer­ tes, se protestó p o r las muertes violentas, cada vez que había una muerte violenta, había un paro y la ame­ naza era de que, si hubo un paro de un día porque murió fulano de tal, a lo que caía el otro, era un paro de dos días y después un paro de tres días y de cuatro días y de cinco días. Y si había un paro nacional, aquí era donde más se sentía y donde más duraban los paros, cierto?. A lo último, ya, la gente fue perdiendo, fuimos perdiendo fuerza, porque ya los paros se vol­ vieron muy violentos y si no mataban el mismo día del paro, al segundo día de haber parado, que ya había­ mos desistido del paro, mataban a alguno. Los paros también se pararon con el dolor y la muerte. Después ya no fue la muerte selectiva así, sino que ya vinieron las masacres.

Con las viudas del Magdalena Medio, tuvimos un tra­ bajo muy bonito en el que el llegaron, no solamente las mujeres de los hombres muertos de izquierda, sino también mujeres y madres de paramilitares. Nosotros, vivimos una época de más dolor todavía, cuando llega­ ban todas estas mujeres a nosotros buscando la posi­ bilidad de poderse organizar, de llevar una voz de protesta en contra de todas estas muertes, empeza­ mos a hablar que ya ¡venga de donde venga, que no vengan más muertes¡. Ya no queríamos más muertes, ni de izquierda, ni de derecha, se empezó a hablar así, porque ya no se trataba de las vidas de los compañe­ ros, sino de esa muerte generalizada que había y era muerte tras de muerte. La muerte del la misma gente del MAS, de los paramilitares, de los soldados, de los policías, que son también compañeros nuestros, que son también amigos nuestros, vecinos, hijos de nues­ tras madres que po r una o otra razón toman una posi­ ción. Además, que ya es más sabido que una de las formas del gobierno emplear gente, es precisamente organizando a todos estos grupos paramilitares donde los muchachos encuentran una forma de subsistir. Aquí en Barrancabermeja, empezamos a buscar el acerca­ miento con el mismo ejército, con la misma policía, para que hubiese un clima de convivencia y pudiéra­ mos controvertir de otra forma, empezamos a buscar­ lo, la h o s tilid a d era m u y gra n d e a q u í en Barrancabermeja.

La historia de Barranca es la historia del desplazamien­ to unas veces masivo, otras veces graneado, como se está presentando ahora. Barrancabermeja es como si fueran dos ciudades una del puente para alá y otra del puente para acá. En un barrio manda un grupo, en otro barrio m anda otro grupo. A uno, siem pre le ha impactado esa divisón de la ciudad. Hay un puente,

A pesar de todo, que hay diversidad de cultura, el am­ biente, es un ambiente machista totalmente, el hombre petrolero es el que se siente el macho, porque el es el que da la plata para la casa, supuestamente el gana muchisimo mas que cualquier mujer que trabaje por fuera, como él es el que trabaja, a él no le importa irse a tomar un lunes, un martes.


D o s s ie r

Las mujeres aquí hemos jugado un papel importante. La situación de Barranca pues tiene esa característica, de que acá hay cantidad de mujeres viudas, cantidad de mujeres que somos las que llevamos la carga, el peso del hogar. Las mujeres que no estudiaron, de to­ das maneras, fueron menos sometidas digo yo, por­ que ellas, el que no les servía, se acababa la relación y fácilmente que iban montando en otra. Después, ya vivieron las que empezaron a estudiar, p o r lo menos sacaron una Primaria, iniciaron un Bachillerato, así no lo terminaran, se fueron volviendo más monogámicas y también fuimos criadas por esas mujeres y como que somos el centro, estamos en medio de la dos, un poco más de estudio, un poco más de vacilación para dejar o no dejar la relación que no nos conviene. De todas maneras, está una parte de la gente que se queda en la monogamia y la otra que se va p o r la libertad. Aquí hay mujeres que son rebeldes, son libertarias, un sinnúme­ ro de mujeres. Con todo el trabajo que hemos hecho hay momentos en que uno siente que está arando en el mar; que no se logran resultados reales. Para mi, un proyecto alternativo de vida es que uno debe saber esperar; si uno quiere todo ya es donde vienen las consecuencias, ser muy paciente, esperar con cautela, esperar el momento justo y la oportuni­ dad. Toda la vida es un proyecto, pero lo que pasa es que la gente cree que como ya nacieron ya esta he­ cha, y no; la vida hay que construirla piedra a piedra y yo creo que es una de las construcciones mas difíciles."

La puesta en circulación de la palabra y la creación de condiciones para la escucha de sus contenidos latentes y m anifiestos, se asum e com o una condición para construir la paz. Ello supone procesos en los cuales, todos y cada uno de los se re s h u m a n o s sean c o n s id e ra d o s co m o interlocutores válidos, lo cual pasa por que ellos y ellas se consideren a si mismos/as como tales. Los relatos anteriores son expresiones concretas de algunas mujeres barranqueñas que piensan y

E N O T R A S PA L A B R A S .

sienten su localidad, la intensidad de los conflictos que en ella se viven y las posibilidades de una exis­ tencia grata. Ante ellas cabe señalar algunas con­ sideraciones en relación con el tema que nos ocupa y con el contexto actual de la investigación que da bae para el encuentro con estos relatos: 1) La necesidad de hacer consciente el obstáculo del lenguaje en el ejercicio de construir la paz: Un ejem plo de ello lo constituye el concepto de lo alternativo, el cual está atravesado por las condi­ ciones de vida de quien se acerca a él: Para quie­ nes se desenvuelven en el terreno institucional, lo alternativo supone proyectos que propicien la par­ ticipación; para quienes animan procesos desde las Organizaciones no gubernamentales, en la ma­ yoría de los casos lo alternativo se refiere a la ges­ tación de proyectos diferentes y m uchas veces contrapuestos al ámbito estatal; y para amplios sec­ tores poblacionales lo alternativo se refiere a la creación de condiciones que hagan posible la vida misma tales como el acceso al trabajo, a los servi­ cios de salud, educación y vivienda. 2) La necesidad de com prender algunas de las razones por las cuales se realiza este estudio so­ bre proyectos alternativos de vida y de conviven­ cia construidos por mujeres supone reconocer la vida cotidiana com o germen perm anente de op­ ciones y de búsquedas para hacer mas grata la existencia, que hasta el momento son desconoci­ das y no han sido por tanto legitimadas socialmen­ te. De allí la importancia de descubrir, rescatar y difundir las palabras y vivencias de las mujeres desde los ám bitos que socialm ente les han sido asignados, com o medio para sentar bases en la construcción de relaciones de equidad entre mu­ jeres y hom bres, esenciales en un proyecto de transformación de las relaciones de poder. 3) El estudio se realiza en Barrancaberm eja te­ niendo en cuenta que la región del M agdalena


D o s s ie r

Medio y Barrancabermeja como parte de ella son reconocidas en el país y en el exterior como parte de las regiones y localidades con mayor grado de violencia y de conflicto del país, lo cual impide conocer y descubrir la vida que se construye en el diario quehacer de sus habitantes. Allí es necesa­ rio encontrar nuevas formas de acercam iento al análisis y al estudio de la violencia, no ya desde las expresiones armadas y de enfrentamiento aniqui­ lador, sino desde las búsquedas y luchas cotidia­ nas por la subsistencia, la calidad y calidez de la vida y por la construcción de lazos sociales y de relación interpersonal que amplios sectores socia­ les libran para satisfacer sus necesidades perso­ nales y colectivas. A sí mism o es necesario incentivar estudios locales que permitan el reco­ nocimiento de las historias de vida y de las histo­ rias de los proyectos que las mujeres barranqueñas han construido y están impulsando en la actuali­ dad, las cuales se constituyen, muchas veces sin saberlo en medios para enfrentar la violencia y el conflicto en su localidad y en su región. Mediante acercamientos sistemáticos al estudio de la vio­ lencia y el conflicto desde la vida cotidiana, desde la relación de las mujeres con su entorno familiar, comunitario y social, es posible contribuir en el lento y largo pero posible proceso de reconstrucción del tejido social y de las bases para unas relacio­ nes sociales mas equitativas, justas y solidarias. 4) Las etapas del proceso recorridas hasta el mo­ mento son: - Selección de material Bibliográfico, revisión y análisis de estudios bibliográficos sobre la región del M agdalena M edio, sobre B arranca y sobre sus problemas; sobre la violencia y los conflictos y sobre los procesos de paz; sobre procesos de organización y participación social y comunitaria, y sobre relaciones entre los géneros, y participa­ ción social de la mujer

- Trabajo de Campo: Reconstrucción de 33 His­ torias de V ida y realización de entrevistas estructuradas a 31 Mujeres y a 20 Hombres - Elaboración de 69 Registros Socioeconómicos y 21 Fichas de Organizaciones e instituciones - Realización de Reuniones Institucionales, Parti­ cip ació n en eventos, C o n su lta de archivos institucionales y observación participante de la vida cotidiana en Barrancabermeja. - Sistematización de la información recogida que supuso la transripción de 220 horas de grabación: Digitación, revisión y edición - Devolución y entrega de la información recolec­ tada a sus protagonistas - T a b u la c ió n de los d a to s d el re g is tro socioeconómico - Tabulación de los datos de las fichas de organi­ zaciones - Codificación análisis e interpretación de la infor­ mación. En el momento actual nos encontramos elaboran­ do el informe final de la investigación el cual una vez term inado será enviado a Barrancabermeja, para que esté disponible para consulta en el Cen­ tro de Documentación Maria Cano de la OFP, en la B iblioteca de la USO y en la O ficina de Planeación Municipal. Así mismo hemos dado a conocer nuestra disponibilidad para participar en eventos que se realicen en la localidad o en la re­ gión para someter al debate los resultados del es­ tudio. 5) En el camino de identificación de los principa­ les hallagos de este estudio es posible señalar al-


D o s s ie r

no realizado por las mujeres. Desconocimiento que empieza por las mujeres mismas y que se inserta en una historia de silencio y poca legitimación del trabajo y del quehacer de las mujeres...

Trixi A llina. A rticu la ció n (detalle). M a d e ra , bro n c e, piel p in tu ra al óleo. 1 9 9 4

gunos avances: En primer termino, reconocer que cada historia de vida y cada entrevista son un po­ tencial de conocimiento de la vida que se constru­ ye en B arranca en los ám bitos fam iliares, organizativos, laborales y comunitarios. Como tales son fuente de gran riqueza y variedad para este y otros estudios posteriores. Los aspectos que hasta el momento consideramos entre los mas re­ levantes del conjunto de la información y que ilus­ tran el rumbo de la sistem atización en curso permiten destacar: 1. El D esconocim iento del valor del queha­ cer cotidiano y de la historia personal de las mujeres: “Pero yo no tengo que contar " o “yo no lie hecho nada importante " son expresiones presentes casi como una constante tanto en el pro­ ceso de establecimiento de contactos con las per­ sonas a entrevistar com o en los relatos y en las entrevistas. Estas frases representan el escaso o nulo reconocimiento del valor del trabajo cotidia-

1EN O T R A S PA L A B R A S . . .

2. La coexistencia del m iedo que tiende a in­ m ovilizar y de la fortaleza que potencia la esperanza y la capacidad de vivir: Se percibe en Barrancabermeja un miedo que bloquea, silen­ cia. aquieta y no permite que las personas fluyan; un miedo que crea prevención y desconfianza en las relaciones interpersonales. Prevención de que el vecino con el que se está hablando sea “un gue­ rrero”, “un maceto” o “un militar” . Cualquiera de esas identidades puede representar para el habi­ tante barranqueño riesgo para su vida, para su fa­ milia o para sus com pañeros o com pañeras de trabajo, para sus vecinos o vecinas. Los relatos refieren el dolor y la muerte de muchas y muchos tal vez in c o n ta b le s y a- b a r ra n q u e ñ o s y barranqueñas que desde hace años -tal vez tam ­ bién incontables- han vivido la muerte de sus se­ res queridos, de sus am igos o amigas, de sus vecinos o vecinas; han escuchado y aun escuchan los relatos de las muertes acaecidas en su cuadra, en su barrio o vereda, en su ciudad, en su región... El dolor y la muerte de los cuales muchos prefie­ ren ya no hablar y hacer com o si no existiesen o ignorar y asumir como un hecho de todos los días, aparentemente sin inmutarse, porque “solo así es posible vivir” . El dolor y la muerte que han hecho que a un saludo de “Buenos días, cóm o estás?” , se responda, “Buenos días, gracias a Dios estoy vivo” , y que preguntas tales com o “quien cayó ayer?” y discusiones o comentarios sobre “si ano­ che mataron a diez o a diecinueve”, formen parte de la cotidianidad. El dolor y la muerte se consti­ tuyen por tanto en una fuerza que tiende a inmovi­ lizar y que logra enfrentarse con la fuerza interna de pobladoras y pobladores que mantienen viva la esperanza. Una de nuestras entrevistadas ex­ presaba: “en Barrancabermeja hay un león de pa-


pel y un tigre dormido”, con ello quería simbolizar la fragilidad de los factores generadores de temor y las fortalezas escondidas y silenciosas que están en el interior de cada barranqueño y barranqueña listas a salir a flote... sacarlas es una tarea indivi­ dual y colectiva. Porque la esperanza se percibe al mism o tiem po en la historias de vida y en las entrevistas realizadas en esta investigación, en las cuales descubrimos el trabajo incesante de muje­ res que desde diversos espacios de esta ciudad, luchan por la consecución de servicios públicos, la adquisición de vivienda, el acceso a servicios de salud y educación... Se preguntan sobre la vio­ lencia social cuando viven por sí mismas o a tra­ vés de sus vecinas o am igas los problem as del desplazamiento, y sobre la violencia intrafamiliar cuando el maltrato conyugal o su propia violencia con sus hijos e hijas les lleva a interrogarse sobre la validez de prácticas hasta hace poco conside­ radas legítimas. Los relatos recogidos ofrecen una am plia gam a de matices o expresiones de las grandes poten­ cialidades de mujeres barranqueñas para hacerle frente a la violencia, desde proyectos articulados a la búsqueda de satisfacción de sus necesidades básicas y de las de sus familias. Allí tienen su asiento p ro y e c to s p ro d u c tiv o s y d iv e rs a s fo rm as asociativas de producción y de trabajo comunita­ rio. Procesos com plejos y también cargados de historias de conflitividad y de dolor en algunos casos; procesos que requieren intenso trabajo y dedicación, pero adem ás constancia y tiempo. Cada uno de estos proyectos es portador de es­ peranza y los procesos de configuración de los m ism os alojados en la mente y en la historia de cada p o b lad o ra o poblador, req u ieren ser sistematizados, divulgados y reconocidos en Ba­ rranca y en el país com o portadores de vida. Es­ tos proyectos con diversas potencialidades requieren un apoyo institucional cuya dinámica también demanda estudio y reconocimiento. Las

8

4

experiencias organizativas y autogestionarias de la población, se encuentran con las experiencias y proyectos institucionales y ante ellos formulan pro­ puestas, requerimientos y exigencias. Los proyec­ tos in stitu cio n ales y su en tro n q u e con las necesidades de la población comportan a su vez una amplia gama de posibilidades y de limitacio­ nes; la iniciación, el seguimiento y la continuidad de los proyectos institucionales y de los procesos organizativos mismos de la población son aspec­ tos sobre los cuales los relatos arrojan multiples elementos de análisis a partir de las vivencias de la población misma y de sus relaciones con las insti­ tuciones. 3. La riqueza de la diversidad barranqueña: C o n flu y e n en la v id a c o tid ia n a de Barrancaberm eja, diversidad de procedencias geográficas; diversidad cultural, étnica y de raza; diversidad de clases -condiciones, situaciones y posiciones socioeconómicas-, diversidad ideoló­ gica y política, diversidad religiosa, que, de acuer­ do con los relatos de las historias de vida y de las entrevistas, han sido fuente de organización, co­ hesión y de encuentros de saberes y de experien­ cias. Estas diversidades y diferencias también han sido fuente de conflicto o de enfrentamientos interpersonales o intergrupales, o de rechazos institucionales expresados en múltiples formas de discriminación y de represión; al mismo tiempo estas diferencias se convierten en motor de impul­ so y de enriqueciento en la construcción de pro­ , cesos organizativos y de participación social. Ejemplo: las formas de organización alrededor de la recuperación de tierras, la legalización de ba­ rrios, la consecusión de servicios públicos, de ser­ vicios de salud, educación, empleo y vivienda, en los cuales las mujeres han tenido un papel siste­ mático, efectivo y silencioso. La organización de las mujeres alrededor del cuidado y la atención materno-infantil, sobre la cuales las Madres co­ munitarias o Madres Maestras y grupos asociativos

1EN O T R A S PA L A B R A S .


construidos por ejemplo en tomo a proyectos ali­ menticios, tienen ya una historia que contar; de igual modo los comités de derechos humanos; los procesos de organización en comités de salud.... Todos ellos son pasos en el cam ino de la cons­ trucción de la paz y la convivencia. Para finalizar es necesario afirmar que el tiempo no nos permite por ahora, ni desarrollar ni ejem ­ plificar los planteamientos anteriores, ellos son solo una muestra del camino que vamos recorriendo con este estudio, que espera formar parte de otros procesos y otras búsquedas existentes en la ac­ tualidad en Barranca, como tampoco nos permite referimos a otros hallazgos relevantes. Profundi­ zar en éstos y en otros aspectos que arroja la in­ formación recogida es la tarea que adelantamos

en la elaboración del informe final de esta investi­ gación. Nuestra reflexión de cierre nos hace recordar al es­ critor y poeta Octavio Paz, cuando afirmaba: “Para poder ser he de ser otro/ salir de mi, buscarme entre los otros;/ los otros que no son si yo no existo,/los otros que me dan plena existencia” . Esto, por cuan­ to todo el estudio está atravesado por el interés de encontrar, desde las experiencias cotidianas, alterna­ tivas que uniéndose a otros procesos en curso, ha­ gan posible el encuentro entre los intereses individuales y colectivos. Ello permite afirmar que ante fragor de la lucha armada y a pesar de él, mujeres y hombres construyen espacios para que por lo pronto se cons­ truya el valor por la vida y por las condiciones que la hagan grata.


D o s s ie r

Paz, tierra y mujer ru ral1 Magdalena León Profesora Titular de la Universidad Nacional de Colombia y Directora del Fondo de docu­ mentación Mujer y Género.

Crisis n a cio n a l y a n h e lo s de paz

1 Este trabajo presenta los resultados preli­ minares de la investigación "Mujer y dere­ chos sobre la tierra en las reform as agrarias y contrarreform as neoliberales de Am érica Lati­ na” . en proceso de elaboración en colabora­ ción con Carmen Diana Deere, de la Universidad de Masachussettes. Además de Colombia la Investigación se adelanta comparativamente en once países más: Chile. Brasil, Perú. Bolivia. Ecuador. Nicaragua. Honduras. El Salvador. Costa Rica. Guatemala. México.

8 6

Hacia finales de la década de los ochenta los analistas políticos caracterizaron la sociedad colom biana com o una sociedad en la cual se había enquistado una crisis política que la colocaba “al filo del caos” (Leal Buitrago y Zamocs; 1991). La situación de escalonam iento de la violencia, la m ultiplicación de formas de violencia y la generalización de la misma caracterizaban la sociedad colom biana a fines de la década de los ochenta. Debe anotarse que, además del aum ento de la mortalidad y el despla­ zam iento por motivos de actividades guerrilleras y de las fuer­ zas narcotraficantes y param ilitares, se evidencia el inicio de una fuerte crisis política que se reflejó en la creciente debilidad del Estado y en la dism inución de la credibilidad en sus institu-

E N O T R A S PA L A B R A S .


D o s s ie r

Trixi Aliina, Alada. Talla Corte y Ensamblaje en Madera (Cedro y Urapán), 1 9 9 5

”... a ¡ai mujereí m dan ¡a tie­ rra / vienen¡oíparamilitaryy nof man corriendo / noí matan a i oí eípoíoí... "2

ciones. Estos aspectos también se m anifestaron en la crisis in­ terna de los partidos políticos tradicionales. En este contexto, nuevos actores sociales y políticos, incluidas las mujeres, salta­ ron a la arena, dem andando transform aciones en aras de un nuevo proyecto de convivencia nacional y de un nuevo modelo de desarrollo socioeconómico. Estas voces y la necesidad del Estado de reform arse perm itieron poner en discusión las inicia­ tivas de conciliación nacional, y por este medio se llegó a la Asam blea Nacional Constituyente que prom ulgó una nueva Constitución en 1991. excepcionalm ente progresista. En ella se enfatizan la dem ocracia participativa, una redefinición de los derechos humanos para incluir la justicia social, igualdad

EN O T R A S PA L A B R A S

2 Palabras de Gladys Machado. Dirigente de ANMUCIC en el Tollma y Coordinadora Nacio­ nal de Mujeres 2.000. en su Intervención del 25 de noviembre de 1997 día de la No violen­ cia contra la mujer, en el foro "M u je ry conflic­

to armado...víctimas anónimas de la guerra realizado en Santafé de Bogotá.


D o s s ie r

Constitución. Más bien, en virtud de la misma crisis, nos hem os visto obligados a descender de la nube en que nos subió la progresista Cons­ titución de 1991.

Trixi A llina, In d iv id u o , C e rám ic a y B ronc e, 1 9 8 1 .

de derechos y oportunidades para hombres y mujeres y prohibición de la discrim inación por razones de sexo, religión y raza, entre otros . Hoy, a las puertas del nuevo milenio, para to­ das y todos es lugar común que el país no ha salido de la crisis; por el contrario, la sociedad colom biana esta abocada a vivir “mom entos de verdad” (Gonzalez, citado por Bejarano, 1997). Bejarano señala que la crisis, cada vez más aguda, ha ayudado a descubrir que la realidad dista de la imagen utópica que se construyó en la fase eufórica de la aprobación de la nueva

La realidad que cada día descubrim os y redes­ cubrim os nos ha mostrado una sociedad mu­ cho m ás fra g m e n ta d a y v io len ta que nos resistíam os a reconocer. Han aparecido con toda su dureza los profundos desequilibrios socio-económ icos producto de inmensas des­ igualdades de vieja data. Estas se han visto agravadas por el rápido y profundo proceso de cam bio que ha vivido el país en las últimas dé­ cadas, el cual ha im pulsado transformaciones profundas en la estructura social, política y eco­ nómica. M uchas de estas dinámicas han esta­ do asociadas a la violencia. Si bien algunos de estos cam bios han modernizado la sociedad y se han traducido en mejores condiciones de vida para algunos sectores de la población, también se han tendido a profundizar las desigualdades sociales y a increm entar las diferencias en las posibilidades de acceso a bienes y servicios aso­ ciados a la vida moderna. La sociedad colom ­ biana ha experim entado una m odernización incom pleta y desigual (Corredor, 199?). En este contexto la necesidad reguladora del Estado es cada día más apremiante, pero, por el contrario, a lo que estam os asistiendo es a su debilitam iento. Así. en una sociedad tradicio­ nalmente inequitativa, al quedar librada a sus propias tendencias, el uso de la violencia ha increm entado desigualdades y privilegios de minorías y ha asegurado la dominación excluyente de unos por otros. Frente a la utopía constitucional, B ejarano


D o s s ie r

(1997) hace un llamado a “la necesidad de mi­ rarnos en el espejo” , para ver una sociedad atra­ vesada por múltiples conflictos entre poderosos actores armados, entre ellos la guerrilla, los param ilitares y los ejércitos privados de los narcotraficantes y con ello darnos cuenta de que C olom bia entra al siglo XXI con unas condi­ ciones que enmarcan su crisis actual: fragm en­ tación y múltiples formas de violencia en la sociedad civil, gran precariedad del aparato estatal que se expresa en crisis de la justicia, elevada impunidad e incremento de la insegu­ ridad, crisis de la representación política, rece­ sión económ ica e inserción problem ática y vulnerabilidad en lo internacional. Son los habitantes del cam po los que con m a­ yor intensidad viven los efectos de la guerra no regular. En las zonas rurales, es evidente una tendencia al aum ento de las relaciones de fuer­ za, con una creciente militarización del conflic­ to, el cual es más ag udo en las zonas de latifundio ganadero y de colonización de fron­ tera. La inseguridad ciudadana es la consecuen­ c ia de la p o la riz a c ió n e n tre g u e r r illa y param ilitares con secuelas tanto para la gran propiedad como para la pequeña. Todo ello ha llevado a que la cuestión agraria, considerada como pasada de moda en el país, aparezca como problem ática no resuelta y a que la inequitativa y concentradora distribución de la tierra tenga que volver a discutirse. Este panoram a se com plejiza con el fenómeno de la creciente apropiación de tierras por parte de los narcotraficantes. En el últim o decenio, éstos han em prendido lo que prácticam ente se puede considerar com o una contrarreform a agraria única en la historia rural del país. Si

E N O T R A S PA L A B R A S , . .

bien se está logrando lo que la reform a agraria de 1961 nunca pudo hacer -quitarle tierra a la oligarquía terrateniente-, el grado de concen­ tración de la tierra que se está generando es alar-

3 Entrevista con Alejandro Reyes, investigador del Instituto de Estudios Políticos y Relaciones Internacionales de la Universidad Nacional de Colombia, realizada por Magdalena León el 30 de mayo de 1996, en Bogotá Colombia. Véase también El Tiempo. “ Narcos se adueñan del cam po", 30 de noviembre de 1996. En este artículo, se calcula que hasta la mitad de las tierras produc­ tivas de Colombia están en manos de narcotraficantes.


D o s s ie r

mante. Basta observar que se calcula que los narcotraficantes se han apoderado de entre tres y cuatro millones de hectáreas de tierra3 , pol­ lo menos el doble, si no el triple, de la tierra redistribuida por el Estado colom biano en los últimos treinta y cinco años. De hecho, el narcotráfico con su acción ha des­ plazado a muchos miembros de las élites ten atenientes y ha liquidado a la fuerza, con apoyo de grupos paramilirares, las disputas por la tie­ rra por parte de los cam pesinos. Com o fenó­ m en o s d e riv a d o s se ha in c re m e n ta d o la migración de familias cam pesinas, ha crecido el desplazam iento de pobladores rurales, bási­ camente mujeres y niños, y los propietarios han sido afectados por la extorsión y el secuestro (M ertens y Segura; 1997). En este panoram a incierto, afortunadam ente cada vez más voces se unen a la necesidad de consolidar un polo que unifique voluntades y articule deseos en la búsqueda de un país en el que la justicia, la vida y la paz, sea una utopía posible4 . Sin duda el anhelado proceso de paz, se ubica para fines del presente siglo e inicios del siguiente en el puesto número uno de la agenda política-social del país, cualquier ini­ ciativa tendrá que enfrentar la desigual distri­ bución de la propiedad patrim onial y hacer que se cum plan y am plíen las normas actuales de reforma agraria. De no avanzarse en esta di­ rección, será difícil que Colombia encuentre los nichos de paz y conciliación nacional que re­ quiere la puesta en marcha de un nuevo pacto social. Para este propósito nacional es esencial consi­

derar que la redistribución de la propiedad te­ rritorial no es neutral al género. Este trabajo argum enta que de no tomarse las medidas ne­ cesarias, las políticas y agendas de paz resulta­ rán sesgadas desde la perspectiva de género y por tanto injustas e inequitativas y tendientes a reproducir las desigualdades existentes en el ac­ ceso a recursos de hombres y mujeres en el cam­ po. Al mism o tiempo, políticas sesgadas de género ocultarían las luchas que las organiza­ ciones de las mujeres cam pesinas e indígenas han librado en favor de la equidad de género en el sector rural. Para argumentar estos pun­ tos, harem os una rápida revisión de las expe­ riencias sobre el acceso y control de la mujer rural a la tierra en el país.

A cce so y co n trol de la m ujer rural sob re la tie rra 5 .

La reform a agraria colom biana de 1961 señaló com o objetivo increm entar el número de fam i­ lias agroproductoras y expandir la agricultura comercial. El alcance de las actividades que se llevaron a cabo bajo esta Ley fue en extremo modesto quedando la redistribución de la tierra

4 Hay que recordar que en las pasadas elecciones del 26 de octubre, más de diez m illones de pesronas salieron a votar por el Mandato ciudadano por la paz. 5 Esta parte está basada en el trabajo de Deere. Carmen Diana y León. Magdalena "La Mujer rural y la reform a agraria en Colom­ bia ". próxim o a publicarse en la revista Cuadernos de Desarrollo Rural. Instituto de Estudios Rurales. Universidad Javeriana. Santafé de Bogotá D.C.

1EN O T R A S PA L A B R A S


D o s s ie r

como una tarea pendiente en el panoram a so­ cial del cam po6 . La Ley 135 no discrim inaba en form a directa a la mujer, pero los pocos resultados beneficia­ ron a los hombres jefes de hogar. Los benefi­ ciario s se d efin iero n com o los ap arc ero s, arrendatarios y trabajadores agrícolas sin tie­ rra. en tanto la intención de la norm a fue bene­ ficiar a los hogares pobres. Sin em bargo, en la política solamente una persona por hogar fue designada como beneficiaría y esta designación recayó sobre el hombre jefe del hogar. Esta práctica cultural fue reforzada por un sistema de puntajes que permitía escoger entre los po­ sibles beneficiarios y mediante el cual se bene­ ficiaría a q u ie n es ten ían m ay o r g rad o de educación y experiencia com o agricultores. Estos factores llevaron a favorecer a los hom ­ bres jefes de hogar en oposición a las mujeres que tenían la misma posición. Si los resultados se la Reforma A graria fueron exiguos para las familias cam pesinas en gene­ ral. dentro de los beneficiarios fue muy lim ita­ do el número de mujeres beneficiarías directas bajo la ley 135. Hasta 1986. o sea 25 años des­ pués de prom ulgarse la norm a, las m ujeres constituían solamente el 11.2% del total de be­ n e fic ia rio s d ire c to s (L e ó n , P rie to , Salazar. 1987). En 1984. el gobierno colombiano estableció por primera vez una política explícita en relación con la incorporación de la m ujer al desarrollo rural. Esta política dio reconocim iento a la mujer como productora en los program as de desarrollo rural y llevó a considerar la necesi­

EN O T R A S PA L A B R A S

dad de increm entar el acceso de la m ujer rural al crédito; dado que el tema de la reforma agra­ ria no había sido retom ado com o parte de la agenda de política del sector agropecuario, las nuevas iniciativas de política sobre la mujer rural no enfrentaron adecuadam ente el tema del acceso de las mujeres cam pesinas a la tie­ rra. Puesto que la posibilidad de em prender otra reform a agraria no se proyectaba en los planteam ientos de la política oficial, el tem a de los derechos sobre la tierra para las mujeres cam pesinas fue reem plazado por la discusión en torno al acceso a los servicios del sector agrí­ cola, com o crédito, asistencia técnica y m erca­ deo. En este período se destaca el crecim iento de las organizaciones de las mujeres rurales, que en prim er lugar se dio bajo la som brilla de la política para la m ujer rural de 1984. Esta polí­ tica llevó en 1985 a la creación de la primera Asociación Nacional de M ujeres C am pesi­ nas e Indígenas -ANM UCIC- (Villarreal; 1997). Desde el inicio las actividades de la agrupación se dirigieron al desarrollo de pro­ yectos para las mujeres rurales, trascendiendo muy rápidam ente la sola lógica de los proyec­ tos de generación de ingresos. La organiza­ ción em pezó entonces a considerar la urgencia de incluir en form a explícita los derechos de las mujeres a la tierra en las normas de reforma agraria.

6 En 25 años de distribución de tierras, de 1961 a 1986, sola­ mente 35.000 hogares rurales recibieron tierra, cifra gue repre­ sentó menos del 4% de la población objetivo (León. Prieto y Salazar. 1987:49)


Trixi Allina , Mujer, Cerám ica, 1 9 8 1 .

A N M U C IC prestó atención a los aspectos discriminatorios para las mujeres contenidos en la Ley 135 de 1961 de reforma agraria, espe­ cialm ente a la forma com o estaba formulada !a norma, la cual llevaba a que los títulos fueran entregados a los hombres de manera mayoritaria, con la presunción de que el beneficio era para todos los miembros del hogar7 . Se em ­ pezó a exigir que las mujeres adultas de una unidad dom éstica, ya fuera en calidad de espo­ sa o concubina de un hombre considerado jefe de hogar, tuvieran derecho a ser incluidas en los títulos de la tierra que se otorgaban bajo los auspicios de la reform a agraria8 . Al mismo tiempo, la organización de las m ujeres rurales señaló el aum ento progresivo de hogares rura­ les encabezados por mujeres y su necesidad de acceso a la tierra. Sus dem andas y la voz de A NM UCIC desem peñaron un im portante pa­ pel en la formulación de la Ley de reforma agra­ ria No. 30 de 1988. Esta fue una norma de singular importancia para

la m ujer rural, pues por primera vez se reconoció explícitam ente el dere­ cho de la m ujer a la tie­ rra. E n tre las d isp o sicio n es más im ­ portantes de esta Ley se pueden identificar aque­ llas que estipulan que los títu lo s de la re fo rm a agraria tienen que otor­ garse a nombre de la pa­ reja y no solamente del hombre. Además, se tomaron medidas especia­ les para las mujeres jefes de hogar mayores de 16 años. Al mism o tiempo se estableció, entre las disposiciones, la participación de los gru­ pos organizados de mujeres cam pesinas, que en adelante, a la par con los de los hombres, harían parte de las juntas regionales y naciona­ les del Instituto Colombiano de Reforma Agra­ ria, INCORA. El núm ero total de beneficiarios de reforma agraria, calculado con base anual, aumentó en­ tre 1986 y 1991, si se com para con los 25 años previos de ejecución. No obstante, pese a las im portantes medidas que la Ley instituyó para favorecer a las mujeres, la proporción de muje­ res beneficiarias a nivel nacional permanecía

7 Las discusiones de ANMUCIC en num erosos seminarios na­ cionales y regionales señalaron casos en los que las mujeres pertenecientes a hogares con jefatura masculina perdían el acce­ so a la tierra a causa de separaciones o divorcios. 8 E ntrevista con Leonora Castaño, anterior presidenta de ANMUCIC. jumo 13 de 1996. realizada por Magdalena L e ó n . Bo­ gotá, Colombia.

«9)2

E N O T R A S PA L A B R A S


D o s s ie r

en el mismo 11% (Durán Ariza 1991, apéndice No.3). Desafortunadam ente, los datos, no dan cuenta del cum plim iento de las medidas sobre titulación conjunta; por lo tanto, es imposible calibrar la eficiencia de esta medida para este periodo. A partir de 1989 ANM UCIC concentró sus es­ fuerzos a nivel nacional en una cam paña para asegurar que las mujeres rurales entendieran sus derechos y tomaran la suficiente conciencia para exigir su cum plim iento. En 1989 la resolu­ ción No. 5, aprobada por la junta directiva del 1NCORA, dispuso que la titulación conjunta era obligatoria cuando así fuese solicitada por el hombre y su esposa o com pañera permanente. En 1991 fue aprobada otra resolución por m e­ dio de la cual se da prioridad a la m ujer en esta­ do de desprotección en razón de la situación de violencia que caracterizaba a Colombia; esta re­ solución favorece especialm ente a las mujeres viudas y abandonadas. En enero de 1994, el Consejo Nacional para la Política Económ ica y Social (CONPES) aprobó una nueva política dirigida a la m ujer rural, que sirvió para reafir­ mar principios ya esta­ blecidos en relació n con su rol en el desarro11o del a g ro (F A O . 1996:7). Durante el gobierno del presidente G aviria, se promulgó la nueva Ley de reform a agraria de 1994. Presiones políti­ cas desde la sociedad ci­ vil, representada por los gremios del sector rural

y por las organizaciones cam pesinas, así como la presencia de la crisis del sector agropecuario com o telón de fondo, llevaron a la aprobación de u n a L ey q u e c o n s e rv a a s p e c to s redistributivos y al mism o tiem po se ajusta a los mandatos neoliberales. Las principales dis­ posiciones contenidas en la Ley 160 de 1994 que favorecen a la mujer son las siguientes: 1) Los beneficiarios son explícitam ente desig­ nados com o cam pesinos hom bres y mujeres jefes de hogar en condiciones de pobreza9 , que no sean propietarios de tierra. 2) A las mujeres jefes de hogar y otras m uje­

9 Basada en la reglamentación No.012 de 1995, artículo 2. para la implementación de la Ley. Para ser beneficiario, la Ley explíci­ tamente señala un límite al ingreso del hogar y estipula que las tres cuartas partes del ingreso tienen que haber sido generadas previamente por empleo o trabajo en el sector agrícola. Trixi A llina, P roce so de D urm iente, C erám ic


D o s s ie r

res, especialm ente aquellas que se consi­ dera que han sufrido por desprotección so­ cial y e c o n ó m ic a d e b id o a h e c h o s de violencia, de abandono y de viudez y que al mism o tiem po no tienen tierras o un acceso insuficiente a la misma, se les otorga el máxi­ mo núm ero de puntos para la determ inación del estatus de beneficiarías1°. Es convenien­ te recalcar que esta disposición representa un paso adelante en relación con cualquier otra m edida existente en las normas colom ­ bianas en cuanto a prom over el acceso de la m ujer pobre a la tierra, sin que sea requeri­ da la condición de cónyuge, jefatura fem e­ nina del hogar u otra. El solo hecho de la desprotección social y económ ica le da prio­ ridad a la m ujer en los derechos a tierra. Esta disposición se puede considerar el cam ­ bio progresista más sensible al género en cuanto a m ujer y acceso a la tierra. 3) Se reafirman las disposiciones previas con­ tem pladas en la Ley agraria núm ero 30 de 1988, mediante las cuales se prom ovía la ti­ tulación conjunta de la tierra que se otorga­ ba a hombres y mujeres en relación de pareja ya fuera en m atrim onio o en convivencia. 4) La m ayor victoria de la organización de mu­ jeres rurales, ANM UCIC, fue su inclusión por derecho propio en la Junta D irectiva del INCORA y en los com ités regionales y lo­ cales encargados de seleccionar los benefi­ ciarios y ejecutar las normas. Es im portante m encionar que estos logros nor­ mativos no se dieron fácilmente. En el borra­ dor inicial de la Ley 160. todos los logros que

la organización de mujeres había tenido en la Ley agraria de 1988 fueron ignorados. Solamen­ te com o resultado del lobby, o presión de la or­ ganización de mujeres campesinas, se logró que las disposiciones ya señaladas, que representa­ ban avances, se m antuvieran, y que se introdu­ jeran otros cam bios que significaron progresos importantes. Logros de la aplicación la Ley 160 son muy desalentadores en cuanto sugieren que el ritmo de distribución de la tierra es solamente un poco superior al del final de la década de los ochen­ ta. Se registran 4.172 beneficiarios por año y en el periodo anterior este dato llegaba a 3.673. A este ritmo de implem entación, se requerirán muchos años antes de que la necesidad de tie­ rra de la m ayoría de hombres y mujeres, los pobres rurales de Colombia, sea satisfecha. En otras palabras, una vez más los anhelos de Re­ forma A graria pueden quedar en el papel y con ello la necesidad de redistribución de la tierra y de “solución” a la cuestión agraria pasen como tareas pendientes para el nuevo milenio. Sin em bargo, por prim era vez dentro de los magnos adelantos, las mujeres, según datos pre­ liminares a mitad de 1996, son ciertam ente una proporción mayor de los beneficiarios directos en relación con las cifras de años anteriores. Se registra un 19% cuando antes sólo alcanzó un 11% del total. Al mismo tiempo, si se tiene en cuenta la proporción de parejas que han recibi­ do título de la tierra, el porcentaje de hogares donde las mujeres han sido beneficiarías direc-

10 Acuerdo l\lo. 012 de 1995. artículo 6. INCORA.

9

4

E N O T R A S PA L A B R A S


D o s s ie r

tas aum enta a 37%, lo cual indica un incre­ mento significativo en relación con la partici­ pación previa1 1 . Junto a estos avances, lo que resulta muy des­ concertante es que aun existiendo una norma explícita que requiere la titulación en pareja, los datos indican que la mayoría de las adjudi­ caciones de tierra bajo la Ley 160 han sido he­ c h as a h o m b re s je f e s de h o g a r. E sta información es una evidencia fuerte de que la titulación en conjunto aún no es un mecanismo ni institucional ni culturalmente aceptado y evi­ dencia las fuerzas que a nivel local se oponen al cum plim iento de las disposiciones legales . Aunque el panoram a descrito presenta signos alentadores desde el punto de vista feminista, también se debe tener en cuenta que la nueva reforma agraria de Colom bia -que abriga en la norma un potencial grande con respecto al ac­ ceso de las mujeres a la tierra- se está desarro­ llando bajo circunstancias muy desfavorables, las cuales se presentaron al inicio de este traba­ jo-

N otas finales

En Colom bia país que de alguna manera, aun­ que en forma tímida, sigue haciendo esfuerzos de redistribución de la tierra12, sobresalen dos aspectos: las consideraciones políticas para mantener en la agenda pública el tem a agrario y de redistribución de tierras y la presencia de la Asociación Nacional de M ujeres C am pesi­ nas e Indígenas, ANM UCIC, para im pulsar los cam bios sensibles al género.

1EN O T R A S PA L A B R A S .

Sin lugar a dudas, fue el contexto político el que sirvió para contrabalancear los preceptos económ icos e ideológicos con respecto a la implementación del modelo neoliberal en el sec­ tor agrícola a com ienzos de la presente década, y perm ite que hoy en día se vuelva a discutir el tem a agrario. La violencia rural continuada, propiciada por la guerrilla, los narcotraficantes y los grupos param ilitares, ha forzado al Esta­ do a tener presente en los esfuerzos norm ati­ vos el proceso de redistribución de tierras que llevó a la ley de 1994 y en este m om ento el a n h e la d o p ro c e s o de p az c o lo c a la redistribución de la propiedad territorial en el centro de la agenda13 . En lo que respecta a medidas para facilitar el acceso de la m ujer a la tierra (Deere y León, 1997) uno de los logros más im portantes del país es que los derechos sobre la tierra ya no se asignen sólo al jefe de familia. Las mujeres y los hombres del sector rural disfrutan hoy en día de derechos explíci­

11 Fuente: Instituto Colombiano de la Reforma Agraria (INCORA), División de D esarrollo Empresarial, datos prelim inares hasta ju ­ nio de 1996 12 El que en Colombia se siga hablando de redestribución es im portante, porque de nueve casos estudiados, en cinco de ellos las reform as agrarias oficialm ente han concluido: Chile, Perú, Ecuador, México y Honduras. En El Salvador y Nicaragua están en proceso de term inación y sólo en Costa Rica y Colombia hay esfuerzos de redistribución (Deere y León: 1997). 13 La necesidad de poner sobre el tapete una serie de propuestas sobre la pacificación del país ha llevado hasta a la Federación Colombiana de Ganaderos -FEDEGAN- a considerar el tema de la tie rra a cam bio de paz. Su presidente, en una propuesta muy controvertida, indicó la necesidad de “ meternos la mano al d ril"o sea entregar una parte, aunque mínima de sus haberes patrim o­ niales (El Tiempo, noviembre 9. pág.3A. 1997).

95)


D o s s ie r

tos iguales para poseer y heredar la tierra a nom­ bre propio. Así mismo, Colom bia cuenta con disposiciones que hacen obligatoria la titula­ ción conjunta de las tierras, ya sea que una pareja esté casada o viva en unión libre o con­ sensual. Además, Colom bia ha experim enta­ do lo que podem os llam ar m edidas proactivas para el acceso a la tierra de mujeres jefas de hogar u otras mujeres que se encuentren en con­ dición de desprotección social y económ ica debido a situación de violencia, abandono y viudez. Las im plicaciones que puedan tener las normas aprobadas en la últim a década para el futuro de los derechos de las mujeres cam pesinas a la tie­ rra dependen en gran parte del grado en que las mujeres tom en conciencia de sus derechos y exijan el cum plim iento de los mism os. Estos cambios implican procesos de em poderamiento en lo personal, en las relaciones cercanas o de la fam ilia y en lo colectivo (León, 1997). Es decir, es necesaria la creación de una dem anda efectiva y vigorosa de tierras por las mujeres cam pesinas mismas. En este aspecto la A so­ ciación de M ujeres Cam pesinas e Indígenas, ANM U CIC, tiene un papel histórico por des­ empeñar. El Estado, con la Política de Equi­ dad y Participación de la M ujer (EPAM) y la D irección Nacional para la Equidad de la M u­ jer, debe asegurar el acceso a la tierra para las mujeres, y que este se dé acom pañado de acce­ so a créditos, asistencia técnica y otros insumos para que cuenten con los medios necesarios que les perm itan ser productoras efectivas. Todo ello es necesario para la equidad de género y prerrequisito de la equidad social.

Al mism o tiempo, hay que tener en cuenta que la nueva reform a agraria del país, que presenta un potencial alto para el acceso de la mujer cam­ pesina a la tierra, se da en circunstancias muy desfavorables de cruces de violencias, crisis política y deslegitimación del Estado. Por ello, una agenda de paz que respete, profundice y haga cum plir los logros normativos para el ac­ ceso a la tierra de las mujeres rurales es una condición básica para una paz social integral y sólida. Además, es preciso que el Estado enfrente en form a directa el tem a de la concentración de la tierra que ha resultado del enriquecim iento ilí­ cito, lo cual ha constituido una reforma agraria paralela, concentradora e ilegal. Este último aspecto, que sin lugar a dudas com plica el pro­ blema, es fundam ental para que el Estado ten­ g a tie r r a s c u ltiv a b le s d is p o n ib le s p a ra distribución entre los ccampesinos pobres. Una de las m aneras de “mirarnos en el espejo”, se­ gún el llam ado de Bejarano que presentamos al incio del trabajo, es reconocer las desigual­ dades en las oportunidades para acceder a la tierra de hom bres y mujeres y buscar en los nuevos pactos de paz m edidas e instrumentos para corregirlas. BIBLIOGRAFIA Bejarano, Ana Marta, 1977, Para mirarse en el espejo, Inédito. Corredor, Consuelo, Deere, Carmen Diana, León, Magdalena, 1997, Mujeres, derechos a la tierra y contrarreformas en América Latina, trabajo prepara­ do para el XX Congreso Latinoamericano de la Asociación de Estudios Latinoam ericanos (LASA), Guadalajara, México, abril 17­ 19. 1997. Duran Ariza, 1991, Informe Final. Avances de la política sobre el papel de la muier campesina en el desarrollo agropecuario. Pre­ sidencia de la República, Consejería presidencial para la juven­ tud. la mujer y la fam ilia, Bogotá. FAO. 1996. Informe: Reunión Regional sobre la mujer rural y la

EN O T R A S PALABRAS ,


D o s s ie r

legislación agraria , Roma, oficina re g io n a l, Meertens, Donny, Segura, Nora, Las rutas del género en el des­ plazamiento forzoso en revista Javeriana, Mujer y Política, No.635, junio de 1997, Santafé de Bogotá. Leal, Buitrago, Zamocs, L, 1991, A l filo del caos, crisis política en la Colombia de los ochenta, Bogotá, Tercer Mundo , IEPRI. León, Prieto, Salazar, 1987, “ Acceso de la mujer a la tierra en América Latina. Panorama general y estudios de caso de Hondu­ ras y C olom bia”, en FAO, Mujeres campesinas en América Latina: desarrollo rural, migración, tierra y legislación, Santiago de Chile. León, Magdalena. 1997(com p.) Poder y empoderamiento de las mujeres, Bogotá, Tercer Mundo editores. Roquas, Esther, 1995, Gender, Agrarian Property and the Politics o f Inheritance in Honduras, paper presented at the conference “Agrarian questions: the politics or farming anno 2000", University of Wegeningen, The Netherlands, may 22-24. Villarreal, Norma, “ Economía campesina, M ovim iento de mujeres y Estado” , en Revista Javeriana, Mujer y Política, No.635, junio de 1997, Santafé de Bogotá.

G R U P O

,

D E - G E N E R f^

C O M U N IC A C IO N PARA LA EQUIDAD

llwnlliili

I IEN O T R A S PA L A B R A S .

Consultoría y Asesoría en las áreas de Mujer, Género. Planeación y Desarrollo con Perspectiva de Género. Diseño y ejecución de talleres de sensibilización y capacitación en las mismas temáticas.

Carrera 44A No. 22-29 Piso 2 Quinta Paredes Tels: 368 2087 - Cel. 933 588 975 368 2058 - 269 5198 Santa Fe de Bogotá, D. C.

97/


C r ó n ic a s y E n t r e v is ta s

Construir nuevos imaginarios Convenación con Lola 6. Luna1

Trixi A llina, fra g m e n to de La m irad a expuesta, In s tala ció n , 1 9 9 7

n el número 49 de Vía foraü del invierno del 96 os presentamos a Lola G. Luna, una mujer que tiene ahora <;o años y que nació en un pequeño pueblo de Jaén, Valdepeñas. Hace veinte años que llegó a Barcelona, todos dedicada a la docencia y a la investigación sobre América latina en la Universidad de Barcelona, conjugada con el activismo feminista, \w\ estudios la llevaron desde Valdepeñas a Madrid, pasando primero por un internado en Jaén. En Madrid se licencia en Historia de América en la Universidad Complutense. Posteriormente está tres años en Colombia de docente y finalmente llega a Barcelona el año de 1976, en una época en la que nacen muchas cosas. E N O T R A S PA L A B R A S .



Trixi A llin a

La M irada Expuesta (Fragm ento) Instalaciรณn

1997


C r ó n ic a s y E n t r e v is ta s

Pregunta (P). Desde tu llegada a Barcelona siem ­ pre has trabajado en la Universidad, enseñan­ do.

Respuesta (R). Sí, desde el 1976 en la Univer­ sidad de Barcelona, enseñando casi siempre lo mismo, historia de América Latina del siglo XX, también he dado cursos sobre historiografía indiana y posteriormente empecé a partir de 1987 el tema de movimientos sociales y movi­ mientos de mujeres en los cursos de doctora­ do. P. Nos has comentado que pasaste durante tus estudios primarios por un internado, ¿qué tipo de internado era?

R. Sí, era un internado de teresianas, de mon­ jas seglares. Era una institución muy curiosa que creo que en cierta forma me marcó. Esta institución nació durante la República como alternativa a la Institución Libre de Enseñanza, para educar a las hijas de la clase media y la burguesía, para hacer profesionales. Nunca nos hablaron de casarnos y siempre estaba pre­ sente la idea de que iríamos a la Universidad. Esta era la misma idea que tenía m i padre, que era maestro de escuela y que desde pequeña me decía que iría a la Universidad. Lo que me parece interesante de este colegio es que apa­ rece en escena como un tipo de enseñanza dis­ tinto al de las monjas. l\lo pretendía educar mujeres para que fueran mejores madres y es­ posas cultas, sino educar futuras profesiona­ les, y fíjate, que despues, durante m i militancia

EN O T R A S PALABRAS .

en el feminismo encontré bastantes compañe­ ras que venían de las teresianas. Es una insti­ tución femenina m uy fuerte, fue ocupando durante los años del franquismo lugares cla­ ves en la educación. Las primeras catedráticas de la Universidad española fueron teresianas. Posteriormente las encontré en Latinoamérica dónde se situaron en barrios pobres y ricos. Son autoritarias. Sufrí mucho en el colegio, lo pasé muy mal, pasé mucho frío. En realidad éramos privilegiadas, pero era un lugar muy rígido y muy clasista, nos clasificaban por la inteligencia, pero también por la dase social. Yo desentonaba mucho, era muy rebelde, me enfrentaba mucho con ellas, con la rigidez. No estuve a gusto, no tengo buenos recuerdos de esta época. P. ¿Crees que fue un momento importante para el cam ino que despues recorriste?

R. Lo que recuerdo es que me habían marcado un camino y lo seguía. Tampoco lo cuestiona­ ba. No lo busqué, no tuve que luchar por ello. Para m í fue un privilegio en el sentido de que me permitió despues un futuro como profesio­ nal y alimentar m i independencia.

1 La revista EN OTRAS PALABRAS agradece a Viva Foraü por perm itirnos reproducir esta entrevista realizada por Eugeni Chafer, Joan-Ramon Gordo y Angels y puclicada en el número 49 de Via Foraü. Agradecemos tam bién a Angels por su traducción del original en catalán, y a Maria Himelda Ramirez por posibi­ litar estos contactos.

110)1


C r ó n ic a s y E n tr e v is ta s

HP#

%

güeras de agua y los caballos y finalmente las balas de goma. Participé en el movimiento pero, por decirlo de alguna manera lo hice desde el pelotón que corría delante de la policía.

Trixi A llm a, fra g m e n to de La m irad a expuesta. Ins tala ció n . 1 9 9 7

P. Empiezas estudiando historia. P. Y de a llí a la Universidad a M adrid.

R. Primero hice el Preuniversitario con las teresianas pero interna en Madrid. Entonces a m i padre, que había pedido el traslado, le con­ cedieron una plaza en Madrid, y toda la familia se trasladó allí. P. Tu estancia en la Universidad, como estu­ diante coincidió con un momento bastante m o­ vido.

R. M i época en al Universidad fue la época fuerte del movimiento estudiantil, la década de los años sesenta. Tenía un profesor Agustín García Calvo, uno de los catedráticos que se involucraron en el movimiento esudiantll, junto con Araguren, también de la misma facultad y Tierno Galván, junto con un cuarto que nunca se recuerda porque era el profesor de política, falangista de izquierda, Montero Díaz. Los cua­ tro profesores fueron expedientados, estaban al frente de la gran manifestación que se hizo cierto día y fueron detenidos. Era el año 1964. Viví toda m i carrera inmersa dentro de este movimiento. Viví todo el proceso de evolución tecnológica represiva de la policía, primero las porras, despues los jeeps, las lecheras, las man-

R. En aquel tiempo se hacía primero dos años comunes de Filosofía y Letras, despues tres años de especialidad. Finalmente opté por la especialidad de Historia de América. P. ¿Por qué Historia de América?

R. Me lo han preguntado muchas veces y nun­ ca se muy bien qué contestar. P. Quieres decir que no era un objetivo que perseguías sino que mas bien te llegó.

R. Sí. Me matriculé en la especialidad de Histo­ ria general y éramos trescientos. Me encontré una compañera que había escogido Historia de América y me dijo que eran solo veinte. Creo que este fue el motivo inicial que me hizo cam­ biar de especialidad. Detrás debía haber un impulso, una intuición, un deseo de acotar el campo de trabajo, de sentirlo próximo, un lu­ gar a donde ir Podría decir que ahí estaba mi espíritu viajero. P. ¿Junto al m ovimiento político, está presente en los estudios de alguna manera la cuestión de la mujer?

E N O T R A S PA L A B R A S


C r ó n ic a s y E n t r e v is ta s

R. l\lo. En aquellos momentos la docencia en Historia de América era totalmente conserva­ dora. La especialidad de Historia de América se había creado en la Universidad española a principios del franquismo. La historia que se daba era la historia de España en América. Re­ cuerdo las clases, por regla general muy poco interesantes, con excepción de dos o tres pro­ fesores. Agravada esta impresión por la actitud del grupo de alumnos de Historia de América un grupo de ventitantos, tres hombres y el res­ to mujeres - que seguía los cursos totalmente al margen de lo que estaba pasando en la Uni­ versidad. Por m i parte estaba conectada al m o­ vimiento estudiantil a través de amigas y amigos de otras especialidades. En aquella época recuerdo que entre grupos de amigas nos pasábamos libros de Simonne de Beauvoir, que explicaban cosas con las que me identificaba: la denuncia de la subordinación de las mujeres. Yo ya me había revelado en casa po r discriminación en relación con m i hermano, al que se le liberaba de las tareas domésticas.

a la Universidad en septiembre me integré en el grupo LA MAR. Mas adelante participé en otros grupos - Coordinadora Feminista de Bar­ celona, Casal de la Dona, Asamblea de Femi­ nistas Independientes - y finalmente llegará WARMI y el SIMS (Seminario Interdisciplinara Mujeres y Sociedad), ya dentro de la Universi­ dad. P. La sociedad patriarcal nos ha sum ergido dentro de una visión androcéntrica de la reali­ dad. ¿Crees que podemos visionar la realidad de otra form a?

R. Yo mas bien lo explicaría en términos de proyecto. Pensar en un proyecto de sociedad que no sea and rocé ntrico, creo que es fácil. Lo dificil es cómo llegar a desarrollar ese proyec­ to. En ello es precisamente donde estamos, des­ de diferentes frentes de lucha. Entre otros está el de la educación y el del lenguaje.

P. ¿Así, cómo y cuando se inicia tu m ilitancia feminista?

R. El año 1976 en Madrid asistí el ocho de marzo a la manifestación que se había convo­ cado clandestinamente y me vinculé al Semi­ nario Colectivo Feminista. En junio de aquel mismo año vine a Barcelona a las I Jomadas Catalanas de la Dona y más tarde cuando llego Trixi A llina, fra g m e n to de La m ira d a expuesta, In s tala ció n , 1 9 9 7

E N O T R A S PA L A B R A S ,


C r ó n ic a s y E n t r e v is ta s

P. El lenguaje mismo es una herram ienta muy potente del modelo androcéntrico.

R. Es cierto, los imaginarios los vamos cons­ truyendo con el discurso. Si analizamos el dis­ curso o lenguaje desde esta perspectiva de sistemas de significados, se puede deconstruir y construir nuevos imaginarios. Creo que algu­ nas ideas y metodologías de la posmodernidad pueden servirnos para ello. Me he desviado hasta aquí porque la subordi­ nación de las mujeres se ha producido a través de diferentes vías, y una de ellas ha sido el lenguaje, como constructor de significados, de imágenes. P. Realm ente si te paras a analizar un poco el lenguaje que utilizamos te das cuenta que la masculinización es muy grande y muy limitadora.

R. Claro, y cuando consigues darte cuenta no sabes hasta qué punto feminizar el lenguaje nos puede llevara una transformación, la cues­ tión es mas profunda. Es necesario deconstruir im a g in a rio s, en d e fin itiv a es necesario deconstruir mentalidades, por tanto hay que crear nuevos discursos. P. ¿Cambiar estas mentalidades, esta visión so­ bre el género, es una cuestión transversal?, ¿tiene que ser una preocupación en cualquier ám bito de trabajo o búsqueda de un nuevo mo­ delo social?

Trixi A llina. p roceso de La m ira d a expuesta. In s tala ció n . 1 9 9 7

R. La ciencia es androcéntrica porque las mu­ jeres no participaron en su construcción; si aho­ ra en la construcción de este nuevo modelo participan hombres y mujeres, ya una parte del camino se habrá recorrido, aunque no significa que automáticamente deje de haber desigual­ dad. Si hay grupos de pensadores sociales don­ de participen también mujeres en un plano de igualdad y su pensamiento es aceptado y sus opiniones tienen un peso y su poder puede actuar, creo que lo que construyan tiene que ser diferente. Eso es lo importante, crear un proyecto nuevo desbaratando los lazos de la subordinación de un genéro por otro. P. Pero muchas veces para poder acceder a este poder, ¿no han de masculinizarse las mu­ jeres?

R. La discusión está en si las mujeres nos masculinizamos o si en cambio contenemos valores propios de nuestro sexo, con posibili­ dades de regeneración. l\lo creo que las muje­ res seamos portadoras de una esencia buena, ni de una ética y una honradez que nos sean dadas por ser mujeres. Las mujeres y los hom­ bres somos diferentes biológicamente. El pro­ blema es el género. Es el que viene a construirse sobre esa diferencia. Establece dominio, sub­

E N O T R A S PA L A B R A S . , .


C r ó n ic a s y E n t r e v is ta s

ordinación, crea imaginarios, papeles, etc. -se p ro d u c e desde m ú ltip le s estancias. La masculinización femenina en ámbitos de poder se da, es puro triunfo de la masculinidad. La cuestión es a favor de quiénes están las muje­ res que tienen poder. Si las mujeres accede­ mos a l p o d e r podem os u tiliz a rlo com o dominación o como creación, pero no po r el hecho de ser mujeres, de que seamos porta­ doras de valores eternos. Este esencialismo femenino lo alimenta el patriarcado, de manera que las mujeres creamos que somos santas, indispensables, pero siempre madres ... Es el maternallsmo, no la maternidad. P. ¿Tiene esto tam bién algo que ver con tu tra­ bajo sobre Am érica y las mujeres latinoam eri­ canas?

R. Empecé a interesarme por los movimientos sociales en la historia de América despues de haber trabajado sobre las tierras de indios en

la última época colonial. Empiezo a trabajar so­ bre el sufragismo, mas concretamente sobre los movimientos de mujeres que luchaban por el voto en Colombia. Aquí surgió un tema im ­ portante. Era que juntamente y a diferencia de la lucha sufragista, había una reacción conser­ vadora en la sociedad colombiana que tenía un discurso de la modernidad, de la «mujer mo­ derna», que remitía a la mujer tradicional, la mujer madre por excelencia, recluida en el ho­ gar, pero ahora educada, incluso en escuelas domésticas. Es decir, con un objetivo de profesionalizarla como ama de casa. Cuando empiezo a investigar sobre este discurso, en­ cuentro que la influencia viene de la Europa nazi y fascista. En Medellin, las Escuelas del Hogar, que en los cuarenta las señoras de la burguesía crean para educar a las mujeres del trabajo doméstico, se habían inspirado en los modelos que la directora de la revista Letras y Encajes había conocido en Italia y Alemania. Por entonces escribí un artículo: «Feminismo y feminidad en Colombia, 1930-43», que se re­ fiere al periodo en que se dió paralelamente al discurso de las sufragistas sobre las mujeres como sujetos de derechos ciudadanos, la reac­ ción conservadora con este otro discurso de la «mujer moderna», que en realidad lo que esta­ ba planteando era una modernización del rol tradicional de las mujeres para hacerlo mas fun­ cional a la sociedad. Era una época de la histo­ ria de Colombia en que se daban tendencia populistas, por lo que comienzo a observar la concepción que sobre las mujeres tienen estos discursos y es revelador, porque son totalmen-

Trixi A llina, p roceso de La m ira d a expuesta. In s tala ció n , 1 9 9 7

EN O T R A S PA L A B R A S . . .

105


(C rónicas y E n t r e v is ta s

te maternalistas. En ellos las mujeres aparecen sesgadas en su identidad; todo su protagonismo está sustentado en su capacidad de ser madres sin que se les reconozca una libertad para serlo o no. E l discurso del Estado populista sobre las mujeres girará en torno a las función ma­ ternal. Empiezo entonces a darme cuenta el p o r qué en la década de los ochenta algunas aso­ ciaciones y grupos de mujeres de los sectores populares urbanos, tienen el nombre de «Clu­ bes de Madres». Esto tiene que ver con dos cuestiones relacionadas perfectamente: la he­ rencia maternalista de las primeras organiza­ ciones de mujeres populares urbanas - los «Clubes de Madres» impulsados desde el Es­ tado - y el que las mujeres sean las responsa­ bles de la alimentación. De a h í surgen estas organizaciones con el objetivo de hacer la co­ mida y los desayunos a las criaturas de forma colectiva. Es m uy significativo que estas orga­ nizaciones incluyan esta denominación de ma­ dres, de mujeres madres. P. En la década de los ochenta, todos estos grupos surgen como respuesta a la crisis eco­ nómica generalizada en el continente, la crisis de la deuda. R. Sí, es cierto. Incluso muchas de ellas tenían

las raíces en los años cincuenta, en esos m o­ delos populistas que organizaban a las las mu­ jeres populares urbanas desde arriba para que se ocuparan de la distribución de los alimen­ tos. Aunque muchas veces son grupos de m u­ jeres que resurgen, ahora ya no se dejan dirigir com o en anteriores etapas, asum iendo su protagonismo y liderazgo, politizándose y vol­ viéndose feministas. Empiezan a incluir y revi­ sar cuestiones que tienen mucho que ver con su condición de mujeres, denuncias de malos tratos, p o r ejemplo. Es decir, que hay un pro­ ceso de concienciación bastante interesante al interior de estas organizaciones. Ahora bien, p o r otro lado hay otros movimientos de ma­ dres como las Madres de Plaza de Mayo. A pesar de que respondan a una motivación dife­ rente, de hecho también aquí las mujeres están en la acción social y política p o r su condición de madres. En todos estos movimientos se pue­ den ver más claramente los aspectos políticos del género. De hecho esta dimensión maternal es lo que en principio utilizan y politizan para acercarse a l Estado diciéndole: ¿dónde están nuestros hijos desaparecidos?, ¡devolvérnoslos!. La pregunta es ¿en América Latina las mujeres son más madres que en el resto del mundo?. P. Y bien, ¿cuál es la respuesta?, ¿qué diferen­ cia hay con los movimientos feministas euro­ peos? R. Creo que tiene mucho que ver con la res­ ponsabilidad de las mujeres latinoamericanas en e l aspecto familiar. Tendría que investigarse

E N O T R A S PA L A B R A S . . .


C r ó n ic a s y E n t r e v is ta s

en la estructura familiar, en el impacto p o r ejem­ plo que se recibe en ia conquista, cómo va evolucionado la familia en ia época colonial hasta llegar a i siglo actual y averiguar p o r qué en muchas familias el eje, lo que tas mantiene, está totalmente centrado en mujeres, p o r qué una buena parte de los cabezas de familia en los países latinoamericanos son mujeres. Ei eje de ia familia es ia abuela, la hija, las nietas. Sobre todo en sectores populares. Los hom ­ bres, circulan, tienen varias casas, varias fam i­ lias. Esta responsabilidad que tienen las mujeres a nivel familiar se puede trasladar a l terreno político: son «supermadres», como dijo Eisa Chaney hace años. Su tesis es que trasladan a la política, su deber familiar, siguen sintiéndo­ se madres. Pero finalmente es una cuestión de género, de cómo se manifiesta el género en contextos concretos, aunque el maternalismo no es específico de America Latina. Las diferencias entre ios movimientos feminis-

tas latinoamericanos y europeos existen: en los tiempos en que se procesan, en su composi­ ción social y racial, en sus prioridades. Los objetivos son los m ism os: cam biar ei patriarcado y los significados del género. Aca­ bar con la subordinación, la violencia. P. Y respecto a la situación de la mujer indíge­ na ¿presenta diferencias o características espe­ ciales? R. Lamentablemente el género no tiene raza, aunque la posición mayoritaria de las mujeres indígenas hasta hoy es antes indigenista que feminista, según he escuchado en determina­ dos espacios. M i trabajo sobre los movimien­ tos de mujeres se ha centrado en mujeres urbanas donde conviven mestizas, indígenas, mulatas y blancas. El p e rfil manifestado en es­ tos casos no es tanto el étnico como el de dase, el de ia pobreza y la margin a i i dad. Hice una entrevista a un grupo de mujeres quechuas del altiplano de Bolivia y en ella destacaban las diferencias que tenían en el acceso a los recursos de la cooperación para el desarrollo. Era un proyecto agrícola de producción de al­ cachofas y manzanas prom ovido p o r Interm on1 y Cipes?. El programa era con componente de género, es decir que incluía a las mujeres, pero

2 Organización no gubernamental española 3 Organización no gubernamental boliviana Trixi A llina, proceso be La m ira d a expuesta, In s tala ció n , 1 9 9 7

EN OTRAS PALABRAS . . .

]LO>7/


C r ó n ic a s y E n t r e v is ta s

Trixi A llina, proceso de La m irad a expuesta, In s tala ció n , 1 9 9 7

género, es decir que incluía a las mujeres, pero los cultivos de manzanas y alcachofas para ven­ der en los mercados habían quedado en ma­ nos de los hombres y a las mujeres se les había instalado un invernadero y una huerta para cultivar productos de subsistencia, perpe­ tuando la división sexual del trabajo. P. Desde hace unos años, anualm ente organi­ zas un Sem inario en Barcelona sobre la proble­ mática de las m ujeres en Latinoam érica

R. Primero, a raíz de un trabajo que hice en los últimos diez años sobre fuentes videográficas, en el que fu i entrevistando organizaciones de mujeres de diez países, sentí el compromiso de concretar todo aquella experiencia que se me había transmitido, sus problemas, sus de­ mandas. Lo quería concretar en algo operati­ vo. Por eso impulsé una OI\IG de mujeres, WARMI (quiere decir mujeres en quechua), para la cooperación e investigación para las muje­ res latinoamericanas. Finalmente despues de cuatro años no consiguió crecer, eran los co­ mienzos de la cooperación no gubernamental en España y había una lucha feroz, Warmi era la única ONG de mujeres, a m í me dijeron que me quedara en la Universidad. Pero consegui­ mos hacer una revista, Hojas de Warmi, y edi­

]io>8

tar seis números. Paralelamente empecé en la Universidad a coordinar un Programa de Doc­ torado sobre la temática de mujeres. Por este motivo nació el Seminario Interdisciplianr Mu­ jeres y Sociedad (SIMS), empezando a editar algunos de estos cursos. Se trata de compilaciones muy útiles para los estudiantes, principalemente porque abarcan m uchos tem as y un am p lio abanico de diciplinas. Una parte importante de la actividad del Seminario se ha dedicado a América Lati­ na. Hemos hecho investigaciones sobre los movimientos de mujeres y participación políti­ ca en Argentina y Colombia, con investigado­ ras latinoamericanas. Se ha publicado la de Colombia y también hay dos libros más sobre América Latina. En las Cruíllas (Seminario anual) la presencia latinoamericana es continuada. Además desde el SIMS hemos recuperado las Hojas de Warmi en donde las publicaciones latinoamericanas son mayoritarias. Trabajo con m ucha ilu s ió n p o rq u e veo receptividad. Me estimula mucho ver esta cu­ riosidad por parte de los y las estudiantes, ver­ los atentos a estos nuevos temas. Este hecho nos anima a continuar frente a las resistencias que muchas veces llegan de parte de la misma

lEN O T R A S PA L A B R A S . . .


C r ó n ic a s y E n t r e v is ta s

Trixi A llina, fra g m e n to de La m irad a expuesta, Ins tala ción, 1 9 9 7

institución. Creo que la Universidad, según a qué nivel te encuentras puedes ir tirando, pero cuando llegas a determinados niveles te en­ cuentras con una gran resistencia. Son límites no definidos. Son techos de cristal, que a sim ­ ple vista no se ven, pero que no te dejan pasar de un nivel. Académicamente se te puede lle­ gar a descalificar por investigar sobre mujeres o por ser feminista, algo inadmisible, ya que tus ideas han de quedar al margen en la valo­ ración de tu trabajo científico. En mis intentos, sin éxito, de acceso a la cátedra, m i curriculum fue considerado como «atrofiado», se me inte­ rrogó sobre m i militancia feminista y se me dijo que «me había dedicado tanto a las muje­ res, que me había olvidado de los hombres y los niños». Piensa que el área de Historia de América hay unos 20 catedráticos, solo 2 m u­ jeres y se mantiene una visión de la historia, desfasada, acrítica, muy cerrada a las nuevas aportaciones. P. ¿Crees que la Universidad como foco de po­ der, no ha dejado de estar en manos del m ode­ lo androcéntrico?

R. Claro! pero fíjate bien que te he hablado de las dos vertientes. Hay la vertiente patriarcal, que es la de la institución en sí con sus techos

EN O TR A S PALABRAS .

de cristal, donde las mujeres nos quedamos paradas. Por ejemplo en m i facultad, Geografía e Historia, nunca hubo una decana. Este año ha entrado una vicedecana. Tampoco ha habi­ do una mujer rectora. Pero también está la otra vertiente, que es la que me parece más viva y donde encuentro posibilidades de cambio. Es­ toy dirigiendo tesis sobre temas de mujeres tanto a hombres como mujeres. Es decir, ¡a ciencia sigue siendo androcéntrica pero la es­ tamos socaban do. Los seminarios de estudios sobre mujeres han ido en aumento y no dudo de que son lugares de resistencia y al mismo tiempo de creacción de conocimiento.



Ps'


Trixi A lii na

ArcaĂ­sm o M aterial: Piel, p lu m a s, m etal, m ad era y to tu m o s

1996


N o tic iá is eini o tr a s p a la b r a s

Prodama por la vida y la paz Leída,porloshabitantesdelConjuntofíesidendarinaiaíiie"ddíade wíaiidafomade!Municipiodelenjo, Departamentode(undinamarca A los habitantes de Tenjo, a las autoridades municipales, depar­ tamentales y nacionales y a la comunidad internacional.

Q uiénes Som os : Inaia-Sue es una comunidad de 32 fa­ milias, 120 personas : 70 niños y 50 adultos. Llegamos a Tenjo luego de un largo proceso de ahorro y búsque­ da de un sitio donde pudiéramos cons­ truir nuestros sueños, alejados de la inseguridad, la contam inación y el encierro que significa vivir en la gran ciudad. Llegamos aquí con la inten­ ción de aprender y de compartir lo que traíamos : entusiasmo y ganas de ayu­ dar. Brindamos nuestra mano y la di­ mos a quien nos la ofrecía. Sin recato alguno abrimos las puertas de nues­ tras casas e hicimos a m ig o s; muchos amigos. Somos profesionales, trabajadores del arte y la cultura, vinculados a la em ­ presa privada, al Estado y a la investi­ gación social. Somos médicos e ingenieros ; artis­ tas y abogados ; economistas y profe­ sores : biólogos y geólogos. Somos padres de unos niños que sue­ ñan ser como nosotros, y mejores que nosotros.

T rixi A llina, p roceso de La m irad a expuesta, In s ta la c ió n , 1 9 9 7

S o m o s te s ta fe rro s de ilu sio n e s, lavadores de sueños, soñadores, soña­ dores. Practicamos el respeto por las ideas de los otros ; estamos conven­ cidos que la diversidad de opiniones es constructiva.

,

Somos seres humanos y por ello tam­ bién nos equivocamos, cuando no hi­ cimos lo suficiente y lo necesario para e n tra r en el co razó n de m uchos tenjanos. Nos faltaron manos ; nos faltó iniciativa ; pero nos sobró cora­ zón. Al desempacar el trasteo de sue­ ños citadinos en este pueblo, no qui­ simos ver que nos estrellábamos con los árboles, que éramos un conjunto cerrado al desarrollo vial del munici-

u 3>


'N o it¡Ledas e n o»tra s p a la b r a s

pió, que el nuestro podía estar en contravía del sueño tenjano. El golpe avisó y solo hoy tomamos conciencia que en verdad no éramos tan justos.

oficializar de parte nuestra el despla­ zamiento forzoso a que fuimos some­ tidos. Hoy sale la última familia de Inaia-Sue para cualquier lugar de Co­ lombia.

Volveremos a ellas cuando haya un compromiso claro del alto gobierno de brindarnos efectivamente todas las garantías para el retorno. Señor Presi­ dente Samper, tiene usted la palabra !

Nos vamos sin rencor por quienes lo propiciaron y con quienes dispararon. Que Dios y sus conciencias se encar­ guen de ellos. !

Volveremos cuando se vuelvan efec­ tivas algunas condiciones que tienen que ver con la seguridad integral de las familias y la tranquilidad del mu­ nicipio.

Por qué estamos en esta situación : Las casas que construimos para nues­ tros hijos ; para recibir nuestros ami­ gos ; para atender nuestros pacientes ; para elaborar nuestros sueños, desper­ taron la inquietud ; despertaron la sus­ picacia ; despertaron la maledicencia. Una joven madre vivía en Inaia-Sue con su hijo. Alguna inteligencia m a­ lévola al acecho se enteró que ese hijo era hijo desde hace 18 años, de un padre que hoy es guerrillero. Ese ado­ lescente, no escogió a su padre. Pero lo respetaba y guardaba su fotografía, sin saber que esa fotografía era sub­ versiva, y entonces esa inteligencia malévola la llevó hasta otra inteligen­ cia superior, y ahí fue Troya ! Esa madre y ese hijo eran subversi­ vos ; y los vecinos eran subversivos y las casas eran subversivas y la coope­ rativa constructora era subversiva y el agua, la luz y la utopía eran subversi­ vas, y el joven jardinero que de día cuidaba las rosas subversivas y de noche vigilaba con las estrellas, tam­ bién era un centinela subversivo. Y la lógica de la muerte que ronda nuestra querida Colombia, se lo llevó un do­ mingo cuando soñaba con una fiesta para sus hermanas el día de su prime­ ra comunión. Hoy rendimos un querido homenaje a Leonardo, hijo ejemplar ; trabajador honesto e incansable ; hermano bon­ dadoso, tenjano amado y amoroso. El desplazamiento y la esperanza del retorno : La tarde de hoy los hemos invitado a

HU4

Nosotros seguiremos unidos por la es­ peranza. M uchas, m uchísim as personas nos han pedido que volvamos a casa. A todos ellos ; a todos ustedes ; al pue­ blo de Tenjo ; a toda Colombia ; a las personalidades y organizaciones na­ cionales e internacionales, muchas gracias por su solidaridad ; por sus palabras de aliento ; por su invitación al retomo. Esas voces de solidaridad nos hacen reflexionar sobre el martirio que su­ fren miles de desplazados de caseríos, pueblos y ciudades, que no tienen la oportunidad que tuvimos nosotros de tocar a todas las puertas y ser escu­ chados. Muchas gracias también a quienes nos dieron la oportunidad de darle a co­ nocer a Colombia y al mundo nuestro proyecto de vida, nuestros espacios de alegría, nuestros sueños compartidos. Las casas multicolores que dejamos en Inaia-Sue, son de nuestros hijos y de nuestros amigos que son ustedes. Más temprano que tarde volveremos a abrir sus puertas y ventanas, para que entre nuevamente a ellas la alegría.

Desde esta tribuna invitamos a quie­ nes reivindicaron el atentado para que una vez conocida la verdad de nues­ tra inocencia, reconsideren y suspen­ dan el carácter de objetivo militar que nos declararon. Finalmente, anunciamos la creación de un comité de retomo, conformado por personalidades y organizaciones, con garantes internacionales, que bus­ cará como objetivo fundamental el regreso a nuestras casas. Frente a la falta de acusación y la real amenaza, no tuvimos la posibilidad de defendernos con nuestro escudo de ilusiones para exorcizar el miedo. Pero lo exorcizaremos ! Y con la ayuda de la Colombia justa, pero sobre todo con la ayuda de Dios se cumplirán nues­ tros sueños de regresar a nuestras ca­ sas y entonces, todos juntos, ustedes y nosotros celebraremos la gran fies­ ta del retom o que hoy convocamos. Viva la paz ! Viva la alegría ! Tenjo, noviembre 25 de 1997

M ientras tanto, perm ítanos Señora Almudena Mazarrasa, representante en Colombia del Alto Comisionado de las Naciones Unidas, dejar nuestras casas bajo su protección.

E N O T R A S PA L A B R A S . . .


'Noitiicias e n o tr a s palalbiras

Noticias de aquí y de allá Notaíde viaje Paríí, agoíto-íeptiembre i¡ jj.

Doseventosfonológicamenteinteresantesmarcaronmiviaja í'rancia enesteveranodel fj. Interesantesaunqueprofundamentediferenteíporuñaparte elencuentromundial delajuventudcatólica, atravesadoporla visita delPapa en unParísexcepcionalmente calientey cálido porotra, la muerteaccidentaldela PrincesaDianadedalesalladode sunuevoamorenParís.

/

Florence Thomas

----------------

EN O TR A S PALABRAS .

J

. .

,u

Doseventosque,generaronnumerososanalisisdeprenta, desdelosmassenos-ente Mon­ de, Liberation, LeNouvelObservateuro ent i País(España)- hastalosmástriviales enla prensaamarillay decorazón Trataréentoncesderesaltaralgunasdelassignificacionesdeestosdoseventospara elfin desiglo.


N o t i c i a s e n o tr a s p a la b r a s

La Juventud ante la visita papal En relación con el encuentro mun­ dial de la juventud católica en París, lo que sorprendió a todo el mundo fue la movilización impresionantemente masiva de jóvenes (hasta un millón de ellos en algunos eventos ; muchos dor­ mían en los parques, la mayoría en al­ bergues o casas de familia) que de­ mostraron su capacidad de moviliza­ ción para una aventura espiritual que proclamaba que el consumo o lo eco­ nómico no era lo único que pensaban los jó v e n e s en esto s tiem p o s de neoliberalismo salvaje. Para la mayoría de esta juventud, y lo creo sinceramente, el evento represen­ tó una “aventura espiritual” . Muchos de ellos (según encuestas y sondeos), si bien se denominan “católicos”, de hecho tienen muy pocos contactos con las instituciones religiosas y, lo más amenudo, están muy alejados de los grandes dogmas de la iglesia. Pero estaban aquí, en París, y aguantaron un sol y un calor de más de 30 grados durante varios días. Muchos habían venido de muy lejos (Cuba, América Latina, Asia, Africa, etc.) y habían traído su cultura transformando las noches de París en música, folklore, rock. en medio de actos religiosos, pero sobre todo en espacios para el encuentro, la palabra, el baile, en un ambiente de protesta tranquila, calu­ rosa y ordenada (no olvidemos que, de todas maneras, estos y estas jóve­ nes representan una cierta juventud, p ro b a b le m e n te no la m ás desfavorecida del mundo...) en con­ tra de los eternos lemas de desespe­ ranza, vacío, caos y muerte de las uto­ pías de este final de siglo. En este Pa­

rís lleno de jóvenes -cosa muy extra­ ña en un país de viejos- se logró per­ cibir algo nuevo en relación con la religión, algo que me tranquilizó bas­ tante -tal vez más por vivir en Colom­ bia donde existe todavía una idea de Dios bastante fanatizada e intoleran­ te- y es justamente sentir que estos y estas jóvenes buscan hoy día una ima­ gen tranquila de Dios, sin fanatismos, sin fundamentalismos, sin reglas im­ puestas e incluso sin creer obligato­ riamente en Dios o por lo menos en este Dios severo y patriarcal que co­ nocemos aquí. No. Ellos y ellas sólo deseaban expresar su profunda inquie­ tud hacia lo espiritual y significarla por una necesidad de convivialidad. de tolerancia, de compartir, y de alegría a pesar de todo... Por supuesto no po­ demos olvidar el motivo aglutinante : la visita y el acompañamiento de este viejo Papa polaco, enfermo y titubean­ te pero sostenido por una firme vo­ luntad de resistencia. Todos estos jó ­ venes lo vieron, lo escucharon en si­ lencio aunque parecía que admiraban más su tenacidad que sus palabras. Lo escucharon sin compartir muy a me­ nudo sus recomendaciones. Fenóme­ no extraño. Fenómeno mediatizado tam b ié n . El v ie jo P apa en su papamóvil fue un espectáculo visual ; pero esta juventud en su gran mayo­ ría, no comparte lo que dice este viejito sobre la vida sexual, la píldora, el condón, la fidelidad o el aborto. Lo admiran pero no lo creen... Pero esta­ ban todos y todas ahí. reafirmando a su manera que ellos y ellas no acep­ tan la muerte de las utopías pero sí creen en la posibilidad de un renaci­ miento espiritual.

E N O T R A S PA L A B R A S


N o tic ia s e n cutirás p alab ras

La muerte trágica de la princesa triste

El otro acontecimiento, bien distinto por cierto, fue la muerte trágica de la princesa triste... Y al momento de es­ cribir algo, ya no sé qué decir... He leído tantas cosas imbéciles, tantas cosas enormes y monstruosas que ya se me borraron las posibles reflexio­ nes interesantes que pudieran susci­ tar este evento. No sé, se me ocurre que Diana tuvo tal vez la muerte que ella misma se construyó sin quererlo del todo. Entró en el juego del cuento de hadas y dejó que los medios, que entendieron rápidam ente lo jugoso que podría ser el cuento, lo hilasen. La historia de Diana tenía efectiva­ mente todos los elementos para que funcionara : una juventud rica pero desdichada entre padres separados, una carita de niña triste y neurótica, un destino de princesa con hadas madrinas y brujas malvadas como la reina Isabel entre otras, un matrimo­ nio real con un príncipe infiel y con

1EN O T R A S PA L A B R A S .

cara de sapo, ade­ más de los ingre­ dientes de una prin­ cesa moderna... ma­ dre de dos principitos muchas desdi­ chas entre una sue­ gra y un marido in­ soportables, desdi­ ch as que c a si la vuelven loca pero a la vez tan humana, vulnerable y cerca­ na a las mujeres co­ mún y corrientes... Diana no es ya la be11a durm iente ; es una princesa moder­ na que sufre, se se­ para del horrible sapo infiel y adopta la condición de madre solteras que luchará por su felicidad, la de sus hi­ jos y la de los desdichados de la tierra (los infectados por el virus del SIDA, las víctimas de las minas personales, los y las desplazadas de Ruanda, en­ tre otras...) logrando»incluso imponer su voluntad al guante de hierro de la Reina Isabel. Diana, princesa del fin de siglo, logra, con la complicidad de los medios y su afán de jugosas noti­ cias, volverse para todos los ingleses, la princesita del pueblo... Diana ne­ cesitaba de los medios y ellos de ella. Hasta ahí todo iba bien y ella cumplía a las mil maravillas su función adap­ tándose perfectamente a las huellas más arcaicas de nuestros imaginarios populares, esta alma jam ás dormida de las masas que sigue demandando historias que le reaseguren de la uni­ versalidad de la desdicha y de la feli­ cidad.

Pero Diana no imaginó nunca que esta complicidad tan calculada entre ella y los medios, complicidad sin la cual jam ás hubiera logrado esta populari­ dad mundial, le iba a cobrar cuentas. De todas maneras ella tenía que se­ guir el juego pues ya no había nada que hacer. El mito existía y el mito la iba a matar. Estaba atrapada por su propia imagen pues ya no podía de­ cepcionar a nadie. De repente la princesita sonríe, la prin­ cesa está enamorada. Lady Di y Dodi se aman... el cuento de hadas sigue. Ella m erece el eterno m ilagro del amor. Ocurre en París. El hotel Ritz. Una cena romántica. Los dos solos en el mundo como cualquier par de ena­ morados. ¿si ?. No ! Afuera esperan los depredadores, los “paparazzis”, los chupadores de fama. Ojo, Diana : tú misma aceptaste el juego, asúmelo !. Ultimo acto : salen por la puerta de atrás, cam b ian de c h o feres para, disque. despistar los monstruos... El final lo conocemos... A Diana, a las doce de la noche, en París, le faltó una hada madrina capaz de transformar el Mercedes Benz y su chofer ebrio en calabazas y ratoncitos de Walt Disney. Cada uno tiene la muerte necesaria ; pero a Diana, todos y todas la mata­ mos un poco. Casi al mismo tiempo, una monja hu­ manitaria expiraba a los 87 años como un pajarito : se llam aba Teresa de Calcuta, y el Colombia se producía en silencio y discretamente, una masacre más...


'N o tic ia s e n o t r a s p a la b r a s

Noticias de Colombia En 1997, 1934 casos de violación Ysólo aproximadamente el 10% del total de las violaciones son reportadas oficialmente....

Delitos sexuales La revista En Otras Palabras... desta­ ca el esfuerzo meritorio del el diario El Espectador por crear espacios para la difusión de una separata en la cual se divulgó de una manera didáctica y ágil, los artículos de la Ley 360 de 1997 sobre Delitos Sexuales.

Según investigaciones de la fiscalía (Unidad Especializada en Delitos con­ tra la Libertad Sexual y la Dignidad Humana), la gran mayoría de las víc­ timas han sido mujeres adultas, niños y niñas. Y sólo el 10% de los casos que la fiscalía investiga culmina con la captura del sindicado. De igual manera se pudo comprobar que los agresores en su orden son : am igos (21% ), tios (11%), prim os (5%), padres (5%), padrastros (5%), vecinos (4%), novios (3%), profeso­ res (2%), cuñados (2%), hermanos (2%), abuelos (1%). (Tomado y resumido de El Especta­ dor enero 1998)

118

En la misma separata podemos encon­ trar las entidades encargadas de aten­ der a las personas que son víctimas de violencia se x u a l, las cuales repro­ ducimos a continuación : Fiscalía General de la Nación, Unida­ des de Reacción Inm ediata (URI), Unidades de Delitos contra la Liber­ tad Sexual y la Dignidad Humana, Unidades de Policía Judicial, Policía Nacional, Departamento Administra­ tivo de Seguridad (DAS), Cuerpo Téc­ nico de Investigación (CTI), Comisa­ rías de Familia, Inspecciones de Poli­ cía, Corporación Casa de la M ujer de Bogotá, Fundación Promujer (Bogo­ tá), Unidad de Orientación y Atención (ORIÉNTAME) Bogotá, Centro de In­ formación y Recursos para la Mujer y Centros Zonales del Bienestar Fami­ liar.

OTRAS PALABRAS


N o t i c i a s e n o tr a s p a la b r a s

Maestría en estudios de género La segunda promoción de aspirantes ingresa en este primer semestre de 1998 Los estudios de la mujer tienen su ori­

gen en la década de los 70's, en los países industrializados en donde el movimiento de mujeres llevaba ya v a rio s años de d e n u n c ia s y cuestionamientos a la discriminación ejercida por los hom bres hacia las mujeres. En los países llam ados del Tercer M undo este fenóm eno académ ico irrumpe en las universidades a finales de la década de los 80’s y principio de los 90’s, en un intento por democrati­ zar los espacios productores de saber. La estructura académica, que a los ojos de la sociedad aparece como una institución neutra, es decir como una instancia que puede ser utilizada por hombres y mujeres, comienza a ser cuestionada desde el pensamiento y la praxis de las mujeres, bajo la premisa de que la cultura, el saber, en tanto construcciones humanas, no son neu­ tras ni objetivas (Belluci, 1992 : 27). Desde la Universidad Nacional de Colombia, nuestro país se inserta en esta línea de investigación sobre la mujer con el Programa de Estudios de Género, Mujer y Desarrollo, gracias a un convenio Colombo-Holandés dado entre la Universidad Nacional y el Ministerio de Cooperación para el De­ sarrollo de los Países Bajos. En el año de 1996 ingresan tanto los primeros aspirantes a la maestría en Estudios

de Género con énfasis inicial en m u­ jer y desarrollo, como también los pri­ meros aspirantes a la especialización en proyectos de desarrollo con pers­ pectiva de género. Siendo esta inicia­ tiva la primera en el país y una de las pocas en América Latina cuyo objeto de estudio y labor investigativa está centrada en las múltiples y complejas relaciones entre mujeres y hombres y en la cual se ha enfatizado especial­ mente en los procesos de inserción y participación de las mujeres en el de­ sarrollo (Puyana, 1996 :133). En el mes de enero de 1998 la segun­ da promoción de aspirantes a la maes­ tría se inscribió. Estas(os) nuevas(os) estudiantes cuentan con la experien­ cia adquirida en este año y medio de trabajo de la primera promoción, con nuevas propuestas metodológicas para facilitarles su labor investigativa y con un equipo de trabajo, entre docentes y administrativos dispuesto a favore­ cer y agilizar el acceso al saber desde la perspectiva del género. Con miras a irradiar esta experiencia al resto del país se abrió la modalidad de admitidos especiales quienes po­ drán asistir a algunos cursos de la maestría, garantizándoseles la certifi­ cación por su asistencia. Igualm ente el Programa continuará con su línea de seminarios abiertos.

Xatlí M urillo-kncial

Para el presente semestre está planea­ do un Seminario Internacional: Ex­

periencias de Investigación desde una Perspectiva de Género, los días 6 y 7 de mayo en el Auditorio Alfon­ so López Pumarejo de la Universidad Nacional de Colombia. Para el desa­ rrollo de este evento se han invitado, como conferencistas centrales inter­ nacionales : V erena S to lc k e , U n iv e rsid a d Autonoma de Barcelona R o b ert M c .C aa, U n iv e rsid a d de Minnesota S o n ia A lv a re z , U n iv e rsid a d de California Ondina Sachel, Universidad Federal de Río Grande del Brasil Matthew Gutmann, Universidad de Brown

La Revista EN O T R A S PALABRAS... felicita a Isabel Cuadros F. por el reconocim iento que le hizo CAFAM otorgándo­ le el prem io M ujer del Año CAFAM


N o t i c i a s e n o tr a s p a la b r a s

Egipto

Chiapas

P roh ibid a la escición del clitoris

M a rc h a de m u jeres c o n tra la v io le n c ia política.

El consejo de Estado egipcio decidió en días pasados, prohibir la práctica de la escisión del clitoris, aún habien­ do consentimiento de los padres y de la misma niña. La jurisdicción asimi­ ló esta práctica a la mutilación corpo­ ral, hecho ya prohibido en el código penal y castigado con tres años de cár­ cel.

manifestación de rechazo a la matanza de Acteal y para entregar m edicam entos y víveres a los(as) desplazados(as), miles de mujeres de diferentes estados de México simpa­ tizantes del Ejercito Zapatista de Li­ beración Nacional (Ezln) marcharon hasta la población de Polho. Com o

Para los islamistas, la práctica de la escisión del clitoris era no sólo lícita sino también recomendada por el mis­ mo profeta Mahoma ; sin embargo el Estado egipcio reconoce la dificultad de aplicar esta medida por el hecho de que la costumbre de la escisión esta profundamente anclada en las prácti­ cas religiosas y culturales de la mayo­ ría de la población egipcia musulma­ na e incluso cristiana. (Tomado de Le Monde, 3 de enero de 1998)

1EN O T R A S PA L A B R A S



Trixi A lii na

Bella durm iente M aterial: C e d ro , M eta l y Piel 1995 â– 96


Reseña

Las m u j e r e s y to s lib r o s

Marcela Serrano,

[¡alberguedeIdonujereitríítei La autora

Nació en Santiago de Chile. Cursó estudios de licenciatura en la Universidad Católica de Chi­ le. Dedicada durante un tiempo a las artes plás­ ticas, vivió durante unos años en Roma y París. Actualmente está casada con el em bajador chi­ leno en M éxico y reside en la capital de este país. Su trabajo literario ha sido galardonado con el prestigioso premio mexicano Sor Juana Inés de la Cruz y con el Premio Municipal de Literatura en Santiago de Chile, ambos en 1994. Su prim era novela, Nosotras que nos queremos tanto, se publicó en 1991 y durante 52 semanas estuvo entre los libros más vendidos. Dos años después se publicó Para que no me olvides, otro éxito de librerías con 14 ediciones hasta la fe­ cha. Alfaguara publicó en 1995 Antigua vida mía y, en 1996, Nosotras que nos queremos tanto.

Rodeada del m ar una mansión acoge a las m u­ jeres presas de la tristeza. Para la que se acerca a esta casa declararse triste es llegar sin alien­ to, sin poder dar un paso más por culpa del can­ sancio que la vida le ha ido acum ulando en las espaldas ; las que buscan abrigo en el albergue de Chiloé saben porqué la existencia y sus cir­ cunstancias las tienen sitiadas por los cuatro costados. Una m ujer puede estar triste aparentem ente por muchas razones, pero en el fondo sólo hay una causa verdadera que puede afligirla al grado de llegar a Chiloé : porque ha tom ado conciencia de que su condición de m ujer la condena a ignorarse a sí mism a com o persona, porque su fem ineidad la obliga siempre a vivir para los otros y sólo de esta m anera se le perm ite definirse com o ser humano. El amor, la fam i­ lia, el trabajo y todas las actividades que llegare a realizar, en todo m om ento estarán signadas por su sexo.

La obra

Elena abre la puerta de su casa y da la bienve­ nida a Floreana. Constanza, Toña, M agdalena, Angelita y las demás la esperan para cruzar sus cam inos dentro de los lím ites de la isla de Chiloé. Todas ellas están tristes.

EN O T R A S P A L A B R A S .

En esa austral Chiloé, novelada admirablemente por M arcela Serrano, en casa de Elena las mu­ jeres que deam bulan arrastrando el peso de sus voces y tratando de controlar la ligereza de sus cuerpos, aparecen en las páginas de El alber­ gue de las mujeres tristes de ánimos cabidos.


Las m u j e r e s y lo s lib r o s

con la im periosa necesidad de entender el sig­ nificado de la desesperanza que las ahoga en sus aguas oscuras y agitadas. A la manera en com o las mujeres saben rápida­ mente hacerse viejas am igas -algunas lo son y reencontrarse ahí después de tantos años no les causó dem asiada sorpresa- se cuentan entre sí en una especie de terapia idónea aunque tam ­ bién al mism o tiem po peligrosa, forzadas por la convivencia y la necesidad de com unicarse en un lugar tan apartado com o esta ínsula chi­ lena, los distintos episodios de sus vidas, se­ mejantes, análogos, insólitos, convergentes, que las han puesto en este estado de ánimo desas­ trado tan com ún entre los seres humanos. Con El albergue de las mujeres tristes M arcela Serrano vuelve a sorprender a sus lectores con esa capacidad narrativa que desde sus prim eres libros (Antigua vida mía, 1995, y Nosotras que nos queremos tanto, 1996, ambas publicadas por A lfaguara) la convirtieran en una de las escritoras chilenas con mayor difusión y le per­ mitieran colocarse entre las primeras plumas de las letras españolas que apuntan hacia el siglo XXI.

Cápsulas

“Las mujeres sufren fundamentalmente por la tristeza de estar sometidas a esta profunda ava­ ricia emocional y sexual de los hombres de hoy”.

los hombres es el lenguaje. Ellos hablan el len­ guaje único y universal que inventaron hace miles de años. Ellos no creen en un lenguaje distinto que es el de las mujeres. Creen que esto es un cuento m ío”.

Fra g m e n to

-¿Dónde está nuestra nueva conviviente ? La puerta de la habitación se abre y Floreana, aún adormilada sobre su cama, mira confundi­ da. Reconoce aquella figura que tanto ha apre­ ciado sobre las tablas y en las pantallas de televisión : una silueta elástica, muy joven ves­ tida enteramente de negro, el pelo color naran­ ja cortado casi al rape. La miran dos ojos enormes, negros también, y oye una voz áspe­ ra que parece no hacer concesiones. -Hola, yo soy Toña- se acerca a saludar a Floreana y le besa la mejilla-.¿ Ya hablaste con Elena ?¿lo tienes todo claro ? -Sí -el sueño todavía flota vaporoso alrededor de su conciencia-, estuve en su oficina. -Bueno, si tienes alguna duda -dice Toña-, aquí estamos nosotras para aclarártela. ¡Angelita, ven I -se vuelve hacia alguien que Floreana no ve-. ¡l\lo seas tímida, si ya se despertó ! -¿Podemos entrar ? -pregunta con recato otra mujer, asomándose a la puerta. Su rostro, a contraluz, no se distingue bien.

“La mujer ha sido estrangulada con un código y un lenguaje masculinos, y yo ya me aburrí de eso”.

-Mejor me levanto y nos tomamos un café sugiere Floreana, incorporándose.

“Una pelea grande que siempre he tenido con

Se alisa el pelo y la ropa, se calza las botas

124

E N O T R A S PA L A B R A S . , .


L as m u j e r e s y lo s lib r o s

forradas en lana de las que no piensa despren­ derse en toda su estadía y camina hacia la sala de estar. La mujer de la puerta ya ha tomado la tetera para hervir el agua. -Siéntate -le dice Toña a Floreana-, por hoy te atenderem os nosotras. Ella es A n ge lita Bascuñán. l\lo se conocen, ¿verdad ? Nues­ tras piezas están aquí -las apunta con el dedo­ , al frente tuyo, y compartimos el baño. Angelita es para m í el equivalente de Constanza para ti, y ya las dos so n...¿ in s o p o rta b le m ente glamorosas ! -suelta una risa breve. Caída del cielo. Ésa y no otra es la sensación de Floreana al mirar a Angelita : sus reflejos dorados asoman como si ella misma fuese una hojuela de maíz. Obscena tanta belleza, piensa. A pesar de su aire distinguido, Angelita lleva la más común de las vestimentas : jeans y un sueter azul de cuello subido, lo apropiado para el clima duro del sur. Tiene ojos verdes que recuerdan los de un gato y sus manos se ven suaves, sin asomo de sequedad o aspereza al­ guna. Se acerca a besarla, con una dulzura casi opuesta a la actitud de Toña. -Vas a ser feliz aquí, Floreana -le dice-. Muy feliz. -Si es que se puede ser feliz en alguna parte dispara Toña con ese dejo de cinismo al que Floreana pronto se acostumbraría. Angelita saca del mueble de cocina el tarro de Nescafé, un azucarero pintado con flores azul pálido y tres tazas de la misma loza floreada. En un momento todo está dispuesto. Con ra­ zón se llama Angelita, piensa Floreana, nadie con esa hermosura podría llamarse Ángela a secas.

-De Toña ya lo sé todo -se dirige a ella con curiosidad-, o al menos lo que todo el mundo sabe. ¿A qué te dedicas tú ? -Técnicamente, soy dueña de casa -Angelita lo dice con cierta ironía, mientras vierte el agua en las tazas con dudado y levanta la vista-. Y tú, Floreana, ¿qué haces cuando no estás triste ? -esto último lo pregunta con humor, para alivio de la recién llegada que aún no sabe cómo se lo toman las mujeres del albergué. -Soy historiadora. Me dedico a la investigación. -¿ Y qué haces después con tus investigacio­ nes ? -pregunta Toña. -Las publico y terminan siendo libros que na­ die lee, salvo algunos especialistas tan locos como yo. Toña se ríe y hace unas exageradas muecas de espanto con sus labios pintados de ciruela. -Como si nadie fuera a ver mis obras de teatro...¡Qué frustración ! 0 como si mis pro­ gramas en la tele no tuvieran rating. -No, no es igual... Los historiadores sabemos desde el principio que la nuestra es una voca­ ción solitaria. -¿Cuál es tu especialidad ? -Toña quiere sa­ berlo todo. -El siglo XVI chileno. También me he adentrado en el XVII... pero el XVI es m i fuerte. -Uy, ¡qué aburrido ! ¿Por qué no elegiste algo más vivo ? -los gestos de Toña son divertidos, habla con su rostro. -A m í me parece estupendo -la interrumpe su

1EN O T R A S P A L A B R A S .


Las m u j e r e s y lo s lUbros

compañera, muy compuesta en la silla, las ma­ nos entrelazadas sobre su falda-. I\lo sé nada de historia, nada, y no me vendrían mal unas lecciones. -Bueno -se disculpa Floreana-, la gracia está en hacerlo vivo, pero en fin, hace un par de años cambié de tema y he incursionado en otra cosa... -¿En cuál ? -La extinción de la raza yagana. -¿Qué es eso ? -pregunta Angelita. Está a punto de hablar del sur austral de Chile, de la Patagonia, cuando se abre la puerta y entra la cuarta integrante de la cabaña. Floreana no desvía ni un poco su mirada : es tal como la recuerda de las fotos de prensa. -Tú eres Constanza -le dice de inmediato. La sonrisa que la otra le devuelve mientras se desprende de su chaqueta entraña siglos de reserva. Es una sonrisa melancólica, aunque su figura irradie un aplomo imposible de igno­ rar. Floreana aplica sobre ella una especie de radiografía ; su porte altivo sobrepasa el de las dem ás ; la espalda se m a n tie n e orgullosamente recta y sus largas piernas se adivinan bien torneadas bajo el pantalón de fra­ nela gris. Constanza irradia un colorido casta­ ño claro, con tenues luces casi amarillas. Pero es sobre sus uñas que Floreana fija su aten­ ción : el corte es perfecto, están delicadamen­ te limadas y esmaltadas, y no sobra cutícula alguna. Son las uñas más cuidadas que jamás ha visto. (Al desempacar, sola, en el dorm ito­ rio, Floreana había entrado al baño a dejar sus cosas y encontró las de Constanza. Cómo sos­

pechar que usaba esta crema o que tomaba estas cápsulas cuando la veía en las noticias o en una entrevista, se dijo analizándola a través de sus objetos más íntimos; o que ésta es su colonia... Es lo que nunca sabemos de las otras, ni siquiera de las cercanas. ¿Cómo será es botiquín de Isabella, el de Fernandina ? No sé qué crema se ponene de noche mis hermanas, y ahora lo sé de Constanza Guzmán.) Ya son las siete de la tarde; a las siete y media Irán a la casa grande, donde se hallan el come­ dor, la biblioteca, la oficina y el departamento de Elena, y donde se desarrolla la actividad comunitaria. Hoy, a la hora de comida, Floreana será presentada. Conversando todavía con sus compañeras de cabaña, no deja de sentir un rayo de opacidad cayendo sobre ella. La originalidad y el desen­ fado de toña, la belleza y la dulzura de Angelita, la superioridad que emana de Constanza, la golpean al mismo tiempo. ¿Por qué tuvo que tocarme esta cabaña ? Yo venía a convivir con mis iguales, gente normal, mujeres de carne y hueso... Voy a ser la que desentona, la aburrida, la co­ mún y corriente... Seguiré siendo exactamente lo que he sido siem­ pre...

Tomado del m aterial de promoción del lanzam iento del libro organizado p o r la Editorial Alfaguara.

EN O T R A S PALABRAS ,


Reseña

Las m u j e r e s y lo s lib r o s

María demencia (astro y Carmen Lucía Díaz

úiierrila, rdmmiónylazotocií Esta obra recoge reflexiones psicoanalíticas y psicosociales acerca de la construcción y de construcción del sujeto político en organizacio­ nes guerrilleras y su reinserción a la vida civil después de dejar las armas: R epresenta un material valioso y oportuno a los debates acer­ ca de la paz, la situación de los (as) desplaza­ dos (a) y los programas de reinserción social. En la prim era parte. Las autora abordan los procesos de reinserción social de organizacio­ nes guerrilleras que depusieron las armas a fi­ nales de la década del 80. Desde la óptica psicoanalítica proponen reco­ n o c e r la d im e n sió n in c o n s c ie n te p a ra la estructuración sim bólica de la historia perso­ nal de la persona reinsertada. El dar lugar a la palabra permite un reordenam iento entre el pa­ sado y el presente com o paso decisivo en el posicionamiento subjetivo frente a sí mismo, al otro, los grupos, la ley y las instituciones. La segunda parte, presenta los actores del co­ lectivo guerrillero com o sujetos de deseo, en sus busquedas, logros y encuentros imposibles. A partir del m aterial surgido de la escucha psicoanalítica, caracterizan el proceso de con­ form ación y reconstrucción dolorosa de las identidades. La ruptura con el ideario político y la actividad clandestina arm ada marca en for­ ma indeleble la subjetividad, la cual debe re­

1EN O T R A S PA L A B R A S

com ponerse en un encuentro distinto entre la esfera pública y la privada.

En la ultima parte, dos excom batientes y un investigador social presentan interesantes re­ flexiones psicosociales acerca de la experien­ c ia de la re in s e r c ió n . L o s a rtíc u lo s “reconstrucción del imaginario del proyecto de vida en la reincorporación social del guerrille­ ro ” de Id e lfo n so H en ao y “ D im e n sió n Psicosocial de la reinserción de Enrique Florez” dan testim onio de los logros y las dificultades para volver a encontrar un sentido a la vida y las urgencias cotidianas. El trabajo de Félix López de la Roche propone asum ir los cam ­ bios en la cultura política de las izquierdas y el m ovim iento armado com o el paso del “radica­ lismo cerrado de los 70” a un “radicalism o abierto y tolerante con las diferencias” . Los trabajos expuestos ofrecen una radiografía com pleta, que muestra los com plejidades de la desm ovilización de com batientes para el caso colombiano. El riguroso análisis de la subjeti­ vidad del excom batiente presentado por las profesoras María C lem encia Castro y C ar­ men Lucía Díaz con resultados de estudios psiquiátricos y psicológicos llevados a cabo a soldado norteam ericanos veteranos de guerra en Vietnam y soldados sandinistas en N icara­

1 2 7

/


Las m u j e r e s y lo s Ulbiros

gua. En ellos se muestra la influencia del con­ texto social en la percepción de sí m ism o al dejar la lucha armada. Los veteranos de la gue­ rra de V ietm an e x p e rim e n ta ro n c u a d ro s psicopatológicos graves y fuertes sentimientos de culpa debido a su participación en una gue­ rra “foránea” . Los soldados nicaragüenses no experim entaron mayores trastornos debido al apoyo recibido por parte de la población y la c o m u n id a d . En el c a so c o lo m b ia n o , la reinserción se vivió com o proceso de derrum ­ be moral, sensación de fracaso y abatim iento, al renunciar a participar en un conflicto arm a­ do vigente en medio de una sociedad indife­ rente.

otros. Además, reconocemos con M aría C le­ mencia y Carm en Lucía, la fragilidad de las conquistas de la paz, la cual no significa supe­ rar contradicciones y conflictos, sino estar en p e rm a n e n te d isp o s ic ió n p ara a c e p ta r sus inconsistencias para seguirla reconquistando. De nuestra parte, debería replantearse el im a­ ginario cultura de una m asculinidad asociada al uso de las armas y la violencia física para contribuir a un cam bio más radical en las sub­ jetividades políticas en los escenarios de con­ flicto.

Además, en el libro se hace un llamado perm a­ nente al reconocim iento de los aspectos psíqui­ cos involucrados en program as de reinserción social. Sin embargo, en la caracterización de los sujetos políticos no se encuentran referen­ c ia s a la id e n tid a d s e x u a l de lo s /a s excom batientes. La actividad guerrillera con­ tribuye a sobredim ensionar el im aginario de la m asculinidad ligada al uso de las armas y la subvaloración de la esfera íntima. El poder colectivo de la guerrilla se sustenta en la dom i­ nación patriarcal por parte de cuerpos armados. La correspondiente reconstrucción de las iden­ tidades deben cuestionar y superar los m alesta­ res debido al “desm em bram iento fálico” , lo cual conlleva a valoraciones distintas de lo do­ méstico y lo cotidiano para hombres y mujeres.

Departam ento de Psicología Universidad Nacional de Colombia

Por último, autoras y autores dejan mensajes de alerta y esperanza frente al problem a de la paz y sus posibles pactos sociales. La búsque­ da de la paz, exige asum ir diferencias y cam ­ biar la posición subjetiva. Debe introducirse la palabra cargada de eficacia sim bólica com o efecto regulador y protector capaz de apaciguar la relación m ortífera de exclusión de unos y

María Elvia Dominguez Blanco

Al m om ento de cerrar esta edición entraron en circulación dos libros que recom endam os especialm ente a nuetras/os lectoras/os: M EERTENS, D o n n y , Tierra, violen­ cia v género. Hombres v M ujeres en la H istoria Rural de Colom bia 1930 1 9 9 0 . P r o e f s c h r if t - K a th o lie k e Universiteil Nijm egen 1997. TO BÓ N G loria y Yuli Otero B. M u­ jeres v D esplazam iento. Corporación M aría Cano y Consejería Presidencial para los Derechos Humanos, Bogotá 1997.


Las m u j e r e s y lo s lib r o s

Bibliografía: mujeres y paz Lya Taneth Fuentes Vásquez. Socióloga, Universidad Nacional, Especialista en Estudios de la Mujer de El Colegio de México, integrante del grupo Mujer y Sociedad, coordinadora Red Mujer y Política.

ALFARO, Rosa M aría, «Comunicar entre violencias: una e stra teg ia de paz», en H E N R IQ U E Z , N arda, ALFARO, Rosa María, (comps.) Mujeres. Violencia v Derechos Humanos. Ed.IEPALA, M adrid, pp. 45-71.

La m ay o ría de lib ro s y d o cu m en to s aq u í referenciados hacen parte del acervo bibliográ­ fico del Fondo de D ocum entación M ujer y G énero del P rogram a de E studios G énero, M ujer y Desarrollo de la U niversidad N acio­ nal. El Fondo cuenta con más de 4.000 regis­ tros bibliográficos y se encuentra vinculado con centros especializados en el tem a m ujer y gé­ nero, a nivel nacional e internacional. En la actualidad promueve dos redes de estudio: la Red de M asculinidad y la Red de M ujer y Par­ ticipación Política. El Fondo es dirigido por M agdalena León. Para la realización de esta bibliografía se consultó la biblioteca del CINEP.

ARCHILA, Mauricio, «Lisístrata, o m ujeres colombia­ nas en búsqueda de la paz», en ARANGO, Luz Gabriela (comp.) La crisis sociopolítica colombiana: un análisis no covuntural de la. coyuntura. Centro de Estudios So­ ciales -CES- Universidad Nacional de Colombia, Fun­ dación Social, Santafé de Bogotá, 1997, pp. 397-405.

FONDO DE DOCUM ENTACIÓN M UJER Y GÉNERO. EDIFICIO M ANUEL ANCIZAR, O F IC IN A S 2 0 0 3 -2 0 0 7 , FA C U L T A D DE C IE N C IA S H U M A N A S, U N IV E R S ID A D N A C IO N A L , S E D E B O G O T A , T E L :3 681224, ATENCION AL PUBLICO:LUNES A VIERNES DE 2:00 pm A 6:00 pm. E-M AIL: jlnew ton@ colnodo.apc.org

E N O T R A S PA L A B R A S . , .

AMNISTIA INTERNACIONAL, M ujeres en Colom ­ bia: contra el silencio. Amnistía Internacional, Londres, septiembre 1995, 21 p.

BERMUDEZ, Q., Suzy, (ed.) Estrategias v experiencias para la construcción de la Paz. M emorias Prim er En­ cuentro Interuniversitario organizado por el Programa de la Universidad de los Andes para la Paz -ANPAZ-, 24 y 26 de mayo de 1995 en Santafé de Bogotá, Ed. Universidad de los Andes, -ANPAZ-, Tomo I, Santafé de Bogotá, 1996, 303 p. BERMUDEZ, Q., Suzy, (ed.) Género v convivencia. M emorias Primer Encuentro Interuniversitario organi­ zado por el Programa de la Universidad de los Andes para la Paz -ANPAZ-, 24 y 26 de mayo de 1995 en Santafé de Bogotá, Ed. Universidad de los Andes, ANPAZ-, Tomo II, Santafé de Bogotá, 1996, 303 p. BERTELL, Rosalie, «Cómo las fuerzas armadas afec­ tan nuestras vidas», en FRIEDLANDER, Eva (Ed.) Miremos al mundo a través de los oios de las mujeres. Discursos pronunciados en sesión plenaria ante el Foro de PN G sobre la Mujer. Beiiing 1995. Ed. NGO Forum on Women. Beijing 95, New York, 1996, pp. 57-61.


Las m u j e r e s y t o s lib r o s

BROCK-Utne, Birgit, Fem inist perspectives on peace and peace education. The Athene Series, Ed. Pergamon Press, New York, 1989, 199 p. BYRNE, Bridget, Gender, conflict and developm ent. Institute of Development Studies, Report No 34, Vol I, december 1995, 61 p. BYRNE, B ridget, M A R CU S, R achel y PO W ERSSTEVENS, Tanya Gender, conflict and development. C ase stu d ie s : C a m b o d ia : R w an d a: K o so v o : Algeria:Som alia: Guatem ala and Eritrea. Institute of Development Studies, Report No 35, Vol II, decem ber 1995,61 p. CALVO, Angela, «La justicia como condición esencial para la paz», en DIRECCIÓN NACIONAL DE EQUI­ DAD PARA LAS M UJERES, Los cabildos abiertos por las paz v las m ujeres. Ed. Dirección Nacional de Equi­ dad para las Mujeres, Santafé de Bogotá, 1998, (M e­ morias del Seminario del mismo nombre realizado en noviembre 5 de 1997 en edición). CASTILLO, Magaly, «El combate a la violencia de gé­ nero y la paz: avances en los instrumentos internaciona­ les», en CLADEM , Cumbres, consensos v después... .Seminario Regional «Los derechos humanos de las mu­ jeres en las Conferencias M undiales». Ed. CLADEM , Lima, noviembre de 1996, pp. 115-136. CENTRO DE INVESTIGACIÓN PARA LA ACCIÓN FEMENINA -CIPAF-, Nora Astorga:Guerrillera em ba­ jadora de la paz v de la vida. CIPAF, Santo Domingo, 1988, 35 p. CEPAL - NACIONES UNIDAS, Programa de Acción Regional para las M ujeres de América Latina v el Cari­ be. 1995 - 2001. Ed. CEPAL-NACIONES UNIDAS, Santiago de Chile, 1995, 63 p. CUARTAS, Gloria, «Todos merecemos ser escuchados», en DIAZ, U„ Amparo, VILLAMIZAR. H„ Dario, (eds.) Paz y guerra en conflictos de baja intensidad: El caso colombiano. M emorias del Encuentro Colombo-Español, Hemeroteca Nacional Universitaria, enero 24-25 y 26 de 1996, Colección Tiempos de Paz, Santafé de Bo­ gotá, 1996, pp. 141-148. DUBY, Georges y PERROT, Michelle, Historia de las mujeres. El siglo XX Guerras, entreguerra v posguerra.

Tomo 9, Ed. Taurus, Madrid, 1994, 419 p. FEMINISM AND NONVIOLENCE STUDY GROUP, Piecing it together:Feminism and Nonviolence. Ed. The Feminism and Nonviolence Study Gruoup, Londres, 1983,58 p. FISAS, Armengol, Vincenc, «La cultura de la paz fren­ te a la cultura de la violencia», en DIAZ, U., Amparo, VILLAM IZAR, H„ Dario, (eds.) Paz v guerra en con­ flictos de baja intensidad: El caso colombiano. M emo­ rias del E ncuentro C olom bo-E spañol. H em eroteca Nacional Universitaria, enero 24-25 y 26 de 1996, Co­ lección Tiempos de Paz, Santafé de Bogotá, 1996, pp. 157-162. FOSTER, Catherine, Women for all Seasons. The Story of the W omen’s International League for Peace and Freedom. Ed. The University of Georgia Press, Georgia, 1989, 230 p. GALVIS, Silvia, Vida Mia. Historias de mujeres que amaron, crearon, enfrentaron al país v ... Ed. Planeta, Santafé de Bogotá, 1993, 424 p. GALVIS, O., Ligia, «La paz en la perspectiva política de las mujeres colombianas» en Nova v Vetera. Boletín del Instituto de Derechos Humanos «Guillermo Cano», Escuela Superior de Administración Pública -ES AP- No 26, Santafé de Bogotá, junio-julio de 1997, pp. 12-19. GARCIA, Ana Isabel, GOMARIZ. Enrique. Mujeres Centroaméricanas ante la crisis, la guerra v el proceso de paz. Tendencias estructurales. Información estadísti­ ca por sexo. Tomo I, Ed. FLACSO, Universidad para la Paz, Consejo Superior Universitario de Centroamérica -CSUCA-, San José de Costa Rica, 1989, 455 p. GARCIA, Ana Isabel, GOMARIZ, Enrique. Mujeres Centroaméricanas ante la crisis, la guerra v el proceso de paz. Efectos del conflicto. Tomo II, Ed. FLACSO. Universidad para la Paz, Consejo Superior Universita­ rio de Centroamérica -CSUCA-, San José de Costa Rica, 1989, 343 p. GOMEZ, R., Ofelia, «La posición fem inista ante la amenaza nuclear» en La Patria. Pereira, febrero 8 de 1981, pp. 4a-5. GRAVE, Vera, «La arma-dura de la paz», en Qué mo-

E N O T R A S PA L A B R A S ,


Las m u j e r e s y lo s lib r o s

mentó se jodio Colombia. Ed. Oveja Negra, Milla Batres, Bogotá, 1990, pp.95-110. HERNADEZ, Nohema, «La construcción de un nuevo pacto social entre hombres y mujeres como elemento sustancial que contribuya a la paz en el país», en BERMUDEZ, Q., Suzy, (ed.) Género v convivencia. Memorias Primer Encuentro Interuniversitario organi­ zado por el Programa de la Universidad de los Andes para la Paz -ANPAZ-, 24 y 26 de mayo de 1995 en Santafé de Bogotá, Tomo II, Ed. U niversidad de los Andes,-ANPAZ-, Santafé de Bogotá, 1996, pp. 41-46. I.C.B.E, Seminario Internacional Familia: para construir la paz. M em orias. Santafé de y 24 de noviembre de 1994, Ed. I.C.B.F., para la Política Social, UNICEF, PNUD, Bogotá, 1995.

un espacio Bogotá, 23 Consejería Santafé de

KAUDJHIS-OFFOUMOU, Francoise, «La paz y la se­ guridad de la persona», en FRIEDLANDER, Eva (Ed.) Miremos al mundo a través de los ojos de las mujeres. Discursos pronunciados en sesión plenaria ante el Foro de PN G sobre la Mujer. Beijing 1995. Ed. NGO Forum on Women, Beijing 95, New York, 1996, pp. 48-54. KESI_, Vesna, «Proscribamos para siempre la guerra:Los cuerpos de las m ujeres como campos de batalla» en FRIEDLANDER, Eva (Ed.) Miremos al mundo a tra­ vés de los o ío s de las mujeres. Discursos pronunciados en sesión plenaria ante el Foro de P N G sobre la Mujer. Beijing 1995. Ed. N G P Forum on Women, Beijing 95, New York, 1996, pp. 54-57. KIRB ASSPVA, Maria, «Una iniciativa cívica:Traer los soldados a sus hogares» en FRIEDLANDER, Eva (Ed.) Miremos al mundo a través de los oios de las mujeres. Discursos pronunciados en sesión plenaria ante el Foro de P N G sobre la Mujer. Beijing 1995. Ed. NGO Forum on Women, Beijing 95, New York, 1996, pp. 190-193. LACAYP, P., Francisco José, «Una paz permanente v duradera: Mando v misión de la U N E S C P». en DIAZ, U., Amparo, VILLAMIZAR, H., Darío, (eds.) Paz v guerra en conflictos de baia intensidad: El caso colom­ biano. Memorias del Encuentro Colom bo-Español. He­ meroteca Nacional Universitaria, enero 24-25 y 26 de 1996, Colección Tiempos de Paz, Santafé de Bogotá, pp. 171-182.

1EN O T R A S P A L A B R A S .

LINARES, A., Hernán, Usted, la violencia v la paz. Ed. Fundación Universitaria los Libertadores, Fundación Escuela Superior Profesional -INPAHU-, Santafé de Bogotá, 1996, 172 p. L PPE Z , C„ M artha «El reconocimiento de la identidad femenina y la construcción de la paz», en La paz una construcción colectiva. Ed. Programa por la Paz - Com­ pañía de Jesús, Santafé de Bogotá, 1996, pp. 142-152. MALDPNADO, G., Luis Femando, «Los cabildos abier­ tos por la paz un espacio para la acción y el fortaleci­ m ie n to de la so c ie d a d y, p o r lo ta n to , de las organizaciones de mujeres», en DIRECCIÓN NACIO­ NAL DE EQUIDAD PARA LAS MUJERES, Los ca­ bildos abiertos por las paz v las mujeres. Ed. Dirección Nacional de Equidad para las M ujeres, Santafé de Bo­ gotá, 1998, ( Memorias del Seminario del mismo nom­ bre realizado en noviembre 5 de 1997 en edición). MEERTENS, Donny, «Las mujeres y la violencia. Con­ flictos morales y sus efectos diferenciados por género», en GARCIA, D., Mauricio, S.J., (ed) La paz: miradas de esperanza. M emorias del Seminario Estrategias v Acciones para la Paz. Pontificia Universidad Javeriana, seccional Cali, Programa por la Paz, Santafé de Bogotá, 1995, pp. 89-100. M INISTERIO DE AGRICULTURA, Semillas de Paz. Boletín Informativo Bimestral de la Oficina M ujer R u­ ral, No 1, Viceministerio de Desarrollo Rural, M iniste­ rio de Agricultura y Desarrollo Rural, Santafé de Bogotá, septiembre de 1997, 8 p. M INISTERIO DE AGRICULTURA, Semillas de Paz. Boletín Informativo Bimestral de la Oficina M ujer Ru­ ral, No 2, Viceministerio de Desarrollo Rural, M iniste­ rio de Agricultura y Desarrollo Rural, Santafé de Bogotá, noviembre de 1997, 8 p. ‘ M INISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIA­ LES, INSTITUTO DE LA MUJER, D eclaración de Beijing v Plataforma para la Acción. IV Conferencia mundial sobre las mujeres Beiiing (China) septiembre 1995. Serie Documentos No 19, Ed. M inisterio de Tra­ bajo y Asuntos Sociales, Instituto de la Mujer, Madrid, 1996, 304p. MUJERES DE NEGRO, Mujeres por la paz. Ed. M uje­ res de Negro, Belgrado, 1995, 295 p.


Las m u j e r e s y lo s lib r o s

MURGUIALDAY, Clara, M ontañas con recuerdos de muier: una mirada feminista a la participación de las m ujeres en los conflictos armados en Centroam érica v Chiapas. Ed. M ujeres por la Dignidad y la Vida, Las Dignas, El Salvador, septiembre, 1996, 148 p. NACIONES UNIDAS, La muier en el proceso de toma de decisiones: estudio monográfico sobre Costa Rica. Naciones Unidas, Centro de Desarrollo Social y A sun­ tos Humanitarios, New York, 1991, 65 p. PIETILA, Hikka, W omen’s movement in development action. Society for International D evelopm ent, 19th World Conference, New Delhi, marzo 25-28 de 1988, 8 PPLURAL, CORPORACION CENTRO DE ESTUDIOS CONSTITUCIONALES, La Constitución contra la vio­ lencia. M emorias del Encuentro de Constituyentes, fe­ brero 27 de 1995, Ediciones Jurídicas Gustavo Ibañez, Santafé de Bogotá, 1995, 208 p. RED NACIONAL DE MUJERES, Acoso sexual, asun­ to público: con discriminación no se construye la paz. Carta abierta de la Red Nacional de M ujeres al Presi­ dente de la República, Red Nacional de Mujeres, Santafé de Bogotá, 1993, 1 p. RODRIGUEZ, R., M aribel, «Una cultura de paz», en Umbral XXI. Derechos humanos II Foro SEUIA-ITESO. P u b licación de los P rogram as de In v estig ació n y Posgrado de la Universidad Iberoaméricana, No 4, Méxi­ co, 1997, pp.l 15-116. ROKOTUIVUNA, Amelia, «Obstáculos para la paz y la s e g u rid a d h u m a n a en el P a c ífic o » , en FRIEDLANDER, Eva (Ed.) M iremos al mundo a tra­ vés de los ojos de las mujeres. Discursos pronunciados en sesión plenaria ante el Foro de PN G sobre la Mujer. Beijing 1995. Ed. NGO Forum on Women. Beijing 95, New York, 1996, pp. 44-47. RUANE, Caitriona, «Las heroínas no alabadas del con­ flicto en Irlanda del Norte», en FRIEDLANDER, Eva (Ed.) Miremos al mundo a través de los ojos de las mu­ jeres. Discursos pronunciados en sesión plenaria ante el Foro de P N G sobre la Muier. Beijing 1995. Ed. NGO Forum on Women, Beijing 95, New York, 1996, pp. 184­ 190.

SANDPVAL, O., Marbel, Gloria Cuartas: Por qué no tiene m iedo. Ed. Planeta, Colección Colombia Hoy, Santafé de Bogotá, 1997, 343 p. SEGOVIA, M., Guillermo, (ed.) Bogotá hoy. Democra­ cia. convivencia v poblaciones vulnerables. Consejería para A suntos Sociales, A lcaldía M ayor de Bogotá, Consejería Presidencial para la Juventud la Mujer y la Familia, Santafé de Bogotá, 1994. THEBAUD, Francoise, «La Primera Guerra Mundial: la era de la mujer o el triunfo de la diferencia sexual ? «, en DUB Y, Georges y PERROT. Michelle (comps.) His­ toria de las mujeres. El siglo XX Guerras, entreguerra v posguerra. Tomo 9, Ed. Taurus, Madrid, 1994, pp.3189. TICKNER, J., Ann, Gender and international relations: feminist perspectives on achieving global security. Co­ lumbia University Press, New York, 1992, 180 p. T H O M A S, F lo ren ce, «H acia una nueva ética del am onun aporte para la paz y la democracia», en La paz una construcción colectiva. Ed. Programa por la Paz Compañía de Jesús, Santafé de Bogotá, 1996, pp. 131­ 142. BERMUDEZ, Q., Suzy, (ed.) Género v convivencia. Memorias Primer Encuentro Interuniversitario organi­ zado por el Program a de la Universidad de los Andes para la Paz -ANPAZ-, 24 y 26 de mayo de 1995 en Santafé de Bogotá, Tomo II, Ed. Universidad de los Andes, -ANPAZ-, Santafé de Bogotá, 1996, pp. 31-40. V A SQ U E Z , N o rm a; C ris tin a Ib añ ez y C la ra Murguialday, M ujeres - montaña: vivencias de guerri­ lleras v colaboradoras del FM LN . Ed. horas y HORAS, Cuadernos Inacabados No 22, Madrid. 1996, 286 p. VILLARREAL, M., Norma, «Mujeres y madres en la ruta por la paz», en Luz Gabriela Arango (comp.) La crisis sociopolítica colombiana: un análisis no covuntural de la coyuntura. Centro de Estudios Sociales -CESUniversidad Nacional de Colombia, Fundación Social, Santafé de Bogotá, 1997, pp. 363-395.


Issuu converts static files into: digital portfolios, online yearbooks, online catalogs, digital photo albums and more. Sign up and create your flipbook.