Revista En otras palabras No. 23 Mujeres, vejez y paz

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23 EN OTRAS

PALABRAS...

Grupo Mujer y Sociedad - Universidad Nacional de Colombia

Mujeres, vejez y paz


23 EN OTRAS

PALABRAS... Grupo Mujer y Sociedad de la Universidad Nacional de Colombia

MUJERES, VEJEZ Y PAZ Bogotรก D.C. Colombia, enero - diciembre 2015


EN OTRAS 23 PALABRAS... Mujeres, vejez y paz Publicación especializada editada por Grupo Mujer y Sociedad de la Universidad Nacional de Colombia

Dirección Colectiva

Comité Editorial Florence Thomas Juanita Barreto Gama María Cecilia González María Eugenia Martínez Giraldo María Eugenia Navarro Ruiz María Himelda Ramírez Rodríguez Martha López Castaño Mónica Sánchez Bernal Patricia Prieto Delgado Sonia Cárdenas Salazar

Colaboraron en este número Amparo Beltrán Ana Freixas Farré Beatriz García Moreno Carmiña Navia Claudia Cecilia Ramírez Diana Marcela Gómez Dora Isabel Díaz Susa Fabiola León Posada Flor Yolanda Moreno Florence Thomas Gabriela Castellanos Juanita Barreto Gama Magdalena León Gómez María Cecilia González Montoya

María Eugenia Martínez Giraldo María Eugenia Navarro Ruiz María Himelda Ramírez Rodríguez María Eugenia Trujillo María Tila Uribe Martha López Castaño Maruja Vieira Matilde Espinosa Mónica Sánchez Bernal Patricia Prieto Delgado Rocío Londoño Botero Sonia Cárdenas Salazar Yolanda Puyana Villamizar

Ilustraciones María Eugenia Trujillo

Concepto, diseño y diagramación Emilio E. Simmonds Mónica Sánchez Bernal

Corrección de estilo Sonia Cárdenas Salazar

Coordinación administrativa María Eugenia Navarro Ruiz Enotraspalabras2@gmail.com

ISSN: 0122-9613 www.revistaenotraspalabras.com

Se autoriza la reproducción parcial o total de los artículos publicados en esta edición, citando debidamente la fuente.

Portada María Eugenia Trujillo Serie Exvotos (2015)


Contenido Editorial Rehaciendo saberes

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El envejecimiento y la muerte Una mirada feminista

9

Mujeres, vejez y algunos aportes del feminismo La vida de las mujeres mayores a la luz de la investigación gerontológica feminista

103

Mujeres de cuatro en conducta y cinco en dignidad Colectivo de CEPALC “Sororidad, Ecumenismo y Democracia” Experiencia de quince años con las mujeres de las iglesias cristianas para construir la PAZ

120

Género, envejecimiento y vejez

124

Diana Marcela Gómez Correal

Martha López Castaño Florence Thomas

De amor, vientre y sangre: Politización de lazos íntimos de pertenencia y cuidado en Colombia

19

Amparo Beltrán Acosta

27

María Tila Uribe de Trujillo

Anna Freixas Farré

Crónicas

Sueños, imágenes y símbolos La artista y su obra

44

El cuerpo habló distinto, dolió, duele, propone

46

Cinco poetas: miradas sobre la vejez, la guerra y la paz

50

María Eugenia Trujillo

Beatriz García Moreno

Las palabras en las páginas que aún no pasan

136

Setenta y dos años entre guerras y utopías

140

Cuando a mi vida ha llegado el conflicto armado: narraciones de hechos que no quiero repetir

144

Mi vejez y los azares de la vida

151

Heridas de la guerra, aprendizajes y reconciliación, para hoy ser semilla de paz

157

Un siglo a través de los ojos de Reina Pedraza de Posada, por Fabiola León Posada, una de sus 22 nietos y nietas

160

María Himelda Ramírez Florence Thomas

Carmiña Navia, Gabriela Castellanos, Flor Yolanda Moreno, Maruja Vieira y Matilde Espinosa

Yolanda Puyana Villamizar

Dossier

María Eugenia Martínez

“Con Doña Lola no se meten”: mi desplazamiento infantil

56

¿Qué palabra te dijera que llegue a tu corazón? Mujeres y proceso de negociación en Colombia

68

Evidalia Acosta y Rosa Mora

79

Integración de la perspectiva de género en la mesa de conversaciones entre el gobierno nacional y las farc-ep. Un hecho inédito

92

Magdalena León

Claudia Cecilia Ramírez

Rocío Londoño Botero

Dora Isabel Díaz Susa

María Cecilia González Montoya

Fabiola León Posada

Remembranzas Doris García Mosquera (1955 - 2015)

166

Noticias En Otras Palabras ...

170

Las mujeres y los libros

192


MarĂ­a Eugenia Trujillo Serie Exvotos (2015)


Editorial Al momento de definir el tema central de esta edición nos preguntamos: ¿Qué significan para nuestras vidas los más de cincuenta años de conflicto armado en nuestro país y los actuales procesos orientados a firmar los acuerdos de paz en La Habana? ¿Cómo hemos vivido las mujeres colombianas los estragos de esta guerra? ¿Qué secuelas están grabadas en la piel, han afectado nuestra subjetividad y están presentes en nuestras maneras de habitar el mundo? Los tiempos de nuestras vidas coinciden con los tiempos del conflicto armado en este país; están inmersos en las condiciones estructurales y culturales que lo han generado y sostenido durante más de cinco décadas. Afectan a mujeres y hombres de manera diversa en razón de nuestras diversas historias personales y colectivas. Por ello, optamos por tejer las palabras Mujeres, vejez y paz como un entramado que alimenta el pensamiento y la acción política transformadora en esa relación indisoluble entre la vida y la muerte, mediada por la paz que imaginamos o deseamos. Pretendemos que estas palabras amplíen horizontes para una mejor comprensión del significado de la paz, la guerra y su sin-sentido cuando ésta se interroga desde las vivencias de quienes por diversos caminos nos hemos percibido inmersas en sus dinámicas, en distintos momentos de nuestras vidas. La mayoría de las

integrantes del Grupo Mujer y Sociedad contamos hoy con trayectorias vitales que sobrepasan los sesenta años y nos permiten narrar, desde diversas escrituras, fragmentos de esta historia colectiva vivida por cada una de manera particular, precisamente en momentos en que en nuestro país se avanza en la firma de acuerdos de paz. La revista se abre con la sección REHACIENDO SABERES en la cual nos acercamos desde algunos aportes del feminismo a la comprensión conceptual y vivencial de la vejez como proceso que obliga de modo ineludible a pensar la muerte y su permanente conexión con la vida. Los tres artículos interrogan los procesos de envejecimiento, invitan al reconocimiento de las historias contadas por las mujeres sobre éstos y demuestran la necesidad de investigar la vejez como una realidad que hoy requiere nuevas categorías analíticas e interpretativas. En la sección SUEÑOS, IMÁGENES Y SÍMBOLOS y no por azar, invitamos a María Eugenia Trujillo, para ilustrar esta edición y con ello hemos querido hacerle especial reconocimiento. Acogimos su propuesta, con una selección de la serie “exvotos” y en particular la obra Soy virgen de la serie Mujeres ocultas censurada tanto por las autoridades eclesiásticas como estatales. Su amplia y creativa obra, que siempre ha generado profundos impactos culturales con su

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particular manera de controvertir imaginarios y re-crear historias, anima la construcción del Estado laico. También descubrimos mujeres poetas que hacen hablar sus cuerpos desde las heridas abiertas por las guerras y proyectan sus sueños hacia una paz que se reinventa con las propuestas y experiencias de las mujeres. Con su particular estética cada una de ellas logra traducir la vejez en hechos cotidianos, proyectarlos sobre su entorno y convertirlos en otras cosechas… energía en el cosmos infinito… Diversos acercamientos a las relaciones entre la vida, la guerra y la paz están presentes en los artículos que conforman el DOSSIER, con los cuales los intereses investigativos de las autoras nos sitúan en algunas regiones de Colombia, recreando lugares de tránsito de diversas poblaciones y mujeres que hicieron historia. Son relatos que permanecieron ocultos y hoy nos permiten reconocer la fuerza de las acciones de mujeres en situaciones adversas y contextos de intensificación del conflicto armado. Voces de mujeres se hacen presentes tanto en los procesos de negociación del conflicto armado y de suscripción de los acuerdos de paz, como en los relatos sobre las distintas maneras de vivir este conflicto armado que penetró en lo más íntimo de la vida de las mujeres. Y sin embargo, al cumplirse el tercer año de negociaciones registramos la ausencia de las mujeres en la mesa principal de negociación,

aun cuando a partir del segundo año, a instancias de las exigencias del movimiento social de mujeres, se creara una subcomisión de género. Con las CRÓNICAS de seis mujeres —cinco del Grupo Mujer y Sociedad acompañadas por la nieta de Reina de Posada— desde un “partir de sí” se develan los estragos de las guerras en sus vidas. A través de sus recuerdos de infancia, adolescencia y juventud, ligados a sus experiencias de mujeres adultas, se hace presente lo que significa en la vida cotidiana el olvido de una Colombia en paz, y venciendo el escepticismo de que esta palabra pueda existir, ellas saben que las mujeres colombianas nunca se rindieron ante el ruido ensordecedor de las armas y siempre supieron reinventarse, antes incluso de reinventar su propio país. Nuestra sección REMEMBRANZAS rinde homenaje a la vida de Doris García Mosquera quien dedicara su vida a la visibilización del pueblo negro/afrocolombiano en Bogotá D.C. Como ha sido habitual, la revista se cierra con las secciones de NOTICIAS EN OTRAS PALABRAS... Y LAS MUJERES Y LOS LIBROS en las cuales deseamos que nuestras lectoras y nuestros lectores encuentren motivos para seguir alimentando los sueños de una Colombia posible.

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Rehaciendo saberes



Martha López Castaño*

El envejecimiento y la muerte Una mirada feminista

* Doctora en Filósofa.

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En Un soplo de vida de Clarice Lispector, la autora nos recuerda:

“No tenemos más que un recurso frente a la muerte: hacer Arte antes de que llegue”. René Char

Resumen El artículo aborda desde la filosofía el tema del envejecimiento y la muerte, realiza una mirada crítica sobre el pensamiento de los filósofos que convalidan con criterios iusnaturalistas, unas ideas del tiempo donde concluye la vida en medio de un ejercicio de devastación corporal y mental inapelable. Para estos, la presencia de la muerte reivindica básicamente el pasado para reiterar lo vivido sumergiendo al Sujeto en unas condiciones de memoria dolorosa que elude el presente y el futuro, ya que el proyecto vital está concluido. Pero otra es la mirada feminista que a través de la construcción propia y colectiva da lugar a una autonomía, y a un sí mismo/a diferente al yo y que puede trazar el ejercicio de un envejecimiento creativo, alejado de la penalización patriarcal que nos califica como mujeres inútiles, desgastadas y desprovistas de la fuerza de la Subjetividad femenina que no se pierde, a pesar de los años y la enfermedad.

Escribir sobre el envejecimiento no es tarea fácil; más aún, se está a punto de desistir con un tema que te presenta el escenario absurdo donde transitamos de cara a la Muerte y donde se difiere el tiempo infinitesimal por no saber el día, ni la hora, en que nuestra humanidad exhalará el último suspiro.

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“Habrá un año en que habrá un mes en que habrá una semana en que habrá un día en que habrá una hora en que habrá un minuto en que habrá un segundo y dentro del segundo habrá el no tiempo sagrado de la Muerte transfigurada”. La escritura debe siempre afirmar la vida y parecería que aquí se está a punto de claudicar si asumimos como propia la mirada occidental de los filósofos que han convertido el tiempo del envejecimiento y la Muerte misma como un devenir trágico precedido por la angustia que antecede a su irrupción; el envejecimiento que ha sido visto siempre en negativo, recae sobre la ancianidad contribuyendo a perpetuar las ideas y las prácticas de exclusión llevadas a cabo en el curso de los siglos. Envejecer para el pensamiento occidental se dice en infinitivo, porque es la acción devenida hacia la Muerte donde constatamos que ya no somos los mismos y que nos aproximamos a la sentencia nihilista de que nacemos y morimos de modo inevitable y congruente con la terminación de la existencia. Es la Muerte la que provee un tiempo distinto al envejecimiento porque la Muerte no pertenece a la vida; es decir, la Muerte es la Nada básica y elemental de la que sólo percibimos los efectos. La muerte no tiene entidad en sí misma. Para Parménides, llamado ‘el oscuro’: “El ser es, la Nada no es y de ella no sabemos absolutamente nada y no podemos verbalizar nada”. Si realizamos alguna expresión, algún enunciado que intente dar cuenta de su misterio, lo hacemos desde la vida, no desde la Muerte que pertenece a otra naturaleza innombrable e incalificable: “Lo contrario de morir no es vivir sino no morir, vivir y morir no son términos del mismo


Universo”. De hecho ningún muerto/a ha regresado para contarnos el estado en que se encuentra y las alusiones asignadas a la reencarnación que algunos mitos suscriben, se convierten en una postrimería improbable porque el lenguaje que usamos pertenece a la vida y no a la muerte, lo que anula cualquier interpretación o cualquier divagación en torno a ella. “La Muerte es una Nada que destruye el pensamiento, la muerte no es la Nada, un pensamiento de nada, diríamos que es un no pensamiento, aquí la negación rebota del objeto al sujeto para matarlo. La muerte es precisamente esa Nada, esa negación homicida, la muerte no es un objeto como los demás, el pensamiento piensa los conceptos uno con relación al otro, pero al decir relativa y partitivamente el pensamiento como la marcha pone un concepto delante de otro; en esta cuenta la Muerte, siendo como es el No ser total de todo, nuestro ser es tan impensable como el Ser, quizás todavía incluso más, puesto que presupone la totalidad de la existencia para poder pensar la aniquilación”. (Schelling, Francois Chatelet, Historia de la Filosofía, Espasa Calpe, Madrid 1983). La muerte es un acontecimiento que toca el misterio y establece dimensiones metaempíricas; la Persona que ha muerto es irremplazable y nadie puede tomar su lugar, y por otro lado es un hecho empírico y cotidiano que pertenece al orden de la vida, “todos tenemos que morir”; en este sentido la muerte es una noticia periodística, un incidente universal, pero del lado metaempírico, este suceso es desmesurado e inconmensurable en relación a todos los fenómenos naturales, se torna inexplicable y nos proporciona un dolor inmenso. Para todos los seres humanos, no importa la edad, la Muerte llega de sorpresa, parece una condena pero no sabemos ni el día ni la hora; de ahí que prepararse para la muerte… propio del

mandato Cristiano, resulta impertinente y poco confiable teniendo en cuenta la sorpresa que le concierne. La muerte siempre nos pisa los talones y Séneca y los Estoicos nos alertaban de la necesidad de mantener la alerta que pudiera intuir la proximidad de la Muerte y su signo fatal. Séneca proponía considerar la vida misma como un día entero, para acompañar las Meditaciones y los ejercicios recomendados como parte del crecimiento propio: la mañana como la infancia y la juventud desplegadas, la tarde como la adultez que da sus frutos y la noche como la senectud y su cercanía a la Muerte. En todo caso nadie se ha librado de la sorpresa y el carácter improvisado que se asocia a la Muerte. Por tarde que la muerte intervenga siempre llega demasiado pronto, siempre viene a interrumpir un trabajo, siempre llega en medio de una empresa inacabada, el escritor/a no lo había dicho todo todavía, la obra del artista no estaba terminada, el hombre y la mujer más sencillos tienen todavía unos proyectos a realizar. Para Edgar Morin, el más antiguo de los miedos es el miedo a morir y esto perturbaba la comunidad entera entre los llamados “salvajes y primitivos”; entre los indios Lengua por ejemplo, el nombre propio tenía un sustituto secreto, un nombre que no se divulgaba y que podía reemplazar el nombre propio para evitar que la Muerte se lo llevara, porque este nombre había sido dado para preservarnos de la Muerte. El miedo a morir estaba acompañado del miedo a la corrupción de la carne y a la descomposición del cuerpo, lo cual refiere el pavor a la Nada. La Nada que llamamos Muerte no es ni siquiera la Nada, como el Caos cosmológico de Hesíodo puede ser al menos, principio fecundo, acontecimiento y causa fundadora, pero la Muerte es el negro absoluto, el silencio mortal, es un silencio infinitamente mudo.

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El tiempo y las estaciones de la vida “Durante la primera mitad de la existencia, el hombre joven que sube por la pendiente ascendente se aleja de aquello a lo que se acerca, el adolescente se parece en esto al hombre henchido de esperanza que ve despuntar ante sus ojos la radiante primavera, esa primavera se aleja del invierno al que sin embargo el verano volverá a acercarse pues el solsticio está allá a la vista, el solsticio que es el apogeo del año y la estación en flor, el solsticio más allá del cual comenzarán el declinar y el acortarse de los días”. (Baltasar Gracián). Los filósofos han retomado la metáfora de las estaciones para puntualizar y expresar los distintos tiempos que hacen el devenir humano refiriendo mediante esta grafía la cronología desde el nacimiento hasta la muerte que marca su desaparición, y nada mejor que la primavera, el verano, el otoño y el invierno cantados por los poetas y pintados por los artistas para ilustrar el periplo que hacen las distintas edades de la vida. Es a través de este referente donde se establece la capacidad regenerativa de la vida presente en la infancia, la juventud y la adultez por una parte, y su decadencia que ilustra el envejecimiento y la muerte como contrapartida. De hecho con excepción del envejecimiento, las otras edades están impulsadas por la esperanza, el deseo y la capacidad de hacer efectivos los proyectos y los sueños que se tejen en este devenir; en términos temporales, el futuro se convierte en el acicate de la vida humana y en premisa de su desenvolvimiento, define las características de su existencia para finalmente dar paso a la decadencia del envejecimiento que clausura el futuro y acomete contra él. La vejez no tiene futuro, o mejor dicho cancela el sentido de la vida a través del absurdo y el

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sin sentido. “La vida sí tiene un sentido, pero ese sentido es negado por un sin sentido que sin embargo la condiciona, a medida que el tiempo pasa el contrasentido del envejecimiento implícito en el sentido aflora cada vez con más insistencia a la superficie del devenir y lo mismo que el organismo envejecido repara sus pérdidas cada vez peor y compensa cada vez más lentamente los efectos de los traumatismos, así la esperanza optimista luchando palmo a palmo contra los desmentidos repetidos continuamente del fracaso se vuelve cada día menos convincente. Cada año es más difícil de sostener, cada día es más difícil decir por qué se vive y en vistas a qué.” (Jankélévitch. La Muerte. Pretextos. 2002. p. 178). Podría decirse que el ser humano (hombre y mujer) sufre una transformación con la aparición del desgaste corporal asociado a la ancianidad que se traduce en lasitud y fatiga; nada parece vehicular en él la fuerza que ordena permanecer en el Ser y transformarse (Spinoza); lo que se produce es por el contrario, la ‘asumsion’ de lo inevitable que consiste en no resistirse a la Entropía que gobierna la vida. Entonces ninguna esperanza tácita, al menos del orden natural viene a atenuar la tristeza de envejecer, el declinar es muy serio y carece de poesía, ese declinar es irreversible y definitivo. El envejecimiento solo llega una vez, lo cual le da ese carácter de sujeción a los acontecimientos, entonces ya no se lucha, no se combate, como no hay recuperación, la fatiga se convierte en un estado permanente y no casual. Es entonces cuando se produce un pliegue en la temporalidad vivida: ya no es el futuro quien marca la pauta en relación al devenir viejo/a, es el Pasado puro quien sale al encuentro, a modo de paliativo para seguir viviendo; entonces nos convertimos –dicen los filósofos- en seres de Memoria y advenimos como en el cuento de Borges “Funes el memorioso”, a otra ocupación a la cual no estábamos acostumbrados, nos convertimos


en maquilladores del tiempo recordando cada momento de lo vivido, cada paso que hemos dado. Generalmente recordamos el dolor, lo cual no deja de ser una traducción del cuadro original que motiva el frenesí que da lugar al proceso. La vejez es entendida como la enfermedad de las enfermedades, no es la enfermedad que atacaría todo el cuerpo, sino más bien, es la enfermedad de la temporalidad lo que acontece, pudiendo afirmar que es a la vez normal y patológica. La vejez es la anomalía normal en el mismo sentido que la Muerte es la enfermedad de los que tienen buena salud. En las antípodas está el niño/a, y la primera juventud que sueña; en la cercanía está el adulto que comienza a ver realizadas sus metas y algunos de los sueños que trabajó con empeño, otros se van con el destino. Porque cuando el futuro no está clausurado se produce la posibilidad de objetivar el tiempo en un proyecto. Algunos han llevado hasta el extremo el hecho de comprender la vida como un suceder de proyectos, hasta que estos quedan sin opción en el envejecimiento. Pero, como veremos más adelante, la vida no es un proyecto, la vida es más bien una potencia capaz de crear formas nuevas y nuevos devenires. En todo caso el tiempo por el que transcurre la adultez hace pensar en esa mirada rápida hacia atrás que el adulto ejecuta; sólo se hace para recoger lo que requieren las realizaciones pospuestas. La adultez está considerada en términos estacionales como el cenit del verano, y la fructificación es el solsticio que da paso al otoño engalanado por el color de las hojas temblorosas antes del invierno. Los presocráticos introdujeron el Aión para nombrar esa capacidad de regenerarse propia de la vida, el presente y la intensidad vivida por el infante permiten la creación y el acontecimiento que se le asocia. El Aión se inspira en el juego del

niño en la playa sorprendido por el mar que borra sus trazos en la arena; esta metáfora permitió abrir otro espectáculo en medio de la cronología consabida de pasado, presente y futuro, promoviendo otra opción temporal ilimitada del tiempo que valora el instante en medio de un presente eterno y extendido. Para la infancia el tiempo es presente que no termina, un devenir vehiculado por la curiosidad y las ganas de vivir que espera la claridad al cabo de la noche para continuar su día intenso. Así el tiempo de la vida está articulado en lapsos de tiempo, y el tiempo entre el nacimiento y la muerte aparece como un episodio de la eternidad en términos cosmogónicos. Pero existen tiempos en esos lapsos que distinguen y asignan características únicas al devenir humano. Podría decirse que desde el comienzo hay una cuota de finitud que después se traduce en enfermedad a lo largo de la vida; podría afirmarse que la Muerte corre paralela a la vida sin confundirse con ella, que al lado del Ser está la Nada, programando su ejercicio certero de conclusión al cabo de los años. “El absurdo congénito de la vida, teóricamente perceptible desde la más tierna infancia, se impone con fuerza cada vez mayor, en el recién nacido que tiene todo el futuro ante él, una dosis de sin sentido infinitesimal y en cierto modo homeopática podría descubrirse en la inmensidad del sentido, en el anciano por el contrario cuyo margen de futuro tiende a cero son los últimos vestigios del sentido los que terminan por perderse en el océano del sin sentido, el sentido de la vida implica (para quien lo busca) significación y dirección, cuando en el envejecimiento se pierde el futuro la dirección es errante, y la significación no tiene sentido alguno”. (Jankélevitch, p. 179). El lapso de tiempo de la ancianidad concierne a la relación vida y muerte y es en ese intervalo donde constatamos la finitud que parecería estar

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escrita en el genoma humano desde antes del nacimiento; Bichat define la vida como “el conjunto de funciones que resisten a la muerte”, pero en la ancianidad que ya se asoma al escenario postrero de la Nada, la resistencia se hace menor y termina por ceder al modo vertiginoso y /o sorpresivo en que se hace evidente la Muerte.

La crítica a las nociones de vejez realizadas por la filosofía Hasta aquí algunas reflexiones de los filósofos sobre la Muerte y la decadencia humana; sus indagaciones y pensamientos han contribuido a refrendar el Orden de un imaginario social y Patriarcal que condena a la vejez a las condiciones naturalizadas de indefensión que han prevalecido en la Cultura a lo largo de los siglos. La obra de Simone de Beauvoir La vejez (Trad. de Aurora Bernárdez, DeBolsillo, 2013), muestra el carácter estereotipado que ha tenido la senectud en las sociedades antiguas, desde China, Sumeria y Egipto incluyendo Grecia y Roma pasando por el Medioevo y el Renacimiento para llegar a la época moderna. Se han usado las mismas metáforas, los mismos nombres y adjetivos que infravaloran la vejez, desprecian la experiencia y la reducen, para terminar por excluirla, guardando en muchos casos silencio investigativo sobre quienes sufren un destino biológico considerado inmutable e imposible de eludir. Y aunque existen consideraciones excepcionales como en China y Grecia y en una menor medida en Roma, siempre los viejos respetados por su autoridad en el imperio, en el Ágora o en el Senado eran hombres y tenían una vida útil muy limitada y muy poco asegurada en el tiempo; las ideas platónicas sobre la vejez que reconocían unas cualidades excepcionales a la vejez y potenciaban su aporte a lo social, operaron más bien de una manera abstracta,

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imponiéndose en la práctica la fuerza juvenil cansada de la autoridad del ‘pater familia’ debilitada por la contingencia de los órganos. Para Platón los más viejos deberían gobernar; en La República, la verdad del hombre reside en su alma inmortal, así que los años proveen experiencia y capacidad de verdad. Sólo los hombres que han salido de la caverna son capaces del logos, han contemplado el mundo de las ideas y deben ser designados para gobernar; la decadencia de los años no puede alcanzarlos. Cuando el apetito corporal disminuye, el alma se hace más libre. Hay en Platón una trascendencia del cuerpo para acceder al ideario y la verdad que antecede a toda empresa seria; es necesario superar los instintos y hermanarse con el espíritu… “la vejez hace nacer en nosotros un sentimiento inmenso de paz y de liberación”. (Céfalo). Platón pone en boca de este personaje la grandeza de la vejez sin olvidar que el criterio de la edad debe estar unido al Valor. Sólo así, un hombre debe ser respetado y obedecido y esto únicamente puede lograrse con la edad. Para Aristóteles, en cambio, el alma no es puro intelectual, el alma está unida con el cuerpo, el alma es la forma del cuerpo. “Una bella vejez es la que tiene la lentitud de la edad pero sin invalidez”. Es necesario haber alcanzado cierta edad para alcanzar la frenosis, esa sabiduría que permite conducirse justamente y que tiene que ver con la experiencia. Para Aristóteles los viejos son la oposición de la juventud rica en fuerza y fortaleza; no obstante escogen de lo vivido sólo lo propiamente negativo; son tibios, desconfiados, egoístas, desvergonzados… la vejez sabia es muy escasa, y poco probable. Así que para el Estagirita, los viejos no deben gobernar, cree que es menester abogar por una clase de policía Ética que actuase en los estratos altos del poder; esta debía combinar la fuerza juvenil y la justeza caracterizada en la Ética Nicomaquea para poder


encarnar el hombre idóneo capaz de gobernar. (La vejez, de Simone de Beauvoir, p. 133). El debate Platónico-Aristotélico sigue incidiendo en los siglos posteriores; algunos suscriben el pensamiento Platónico, pero en la práctica se impone el triunfo de los jóvenes sobre los viejos arraigado en la cultura como una verdad a lo largo de los tiempos. Es necesario en la Postmodernidad que aparezca el pensamiento Caosmótico para cuestionar de plano lo que se creía al respecto del tiempo y la terminación de la vida. En efecto, la Entropía y la Segunda ley de la Termodinámica no se cumplen para todas las estructuras por igual. Las estructuras disipativas en el límite, son capaces de poner en cuestión la necesidad como un dato biológico inmutable, y logran devenir en nuevas formas vivientes, preciso en el momento en que parecieran tener que morir definitivamente. El Caos y el Cosmos realizan un ligamen indisociable y la vida se regenera permanentemente. La teoría del Caos muestra hasta qué punto el caos contribuye a la regeneración de la vida. El Caos y el Cosmos no son principios antagónicos: que el desorden es creador de orden, que el desorden está en el interior mismo del orden. “Es el caso de las estructuras disipativas que se forman y mantienen mediante el intercambio de energía y de materia en el transcurso de un proceso de no equilibrio; el mundo de las fluctuaciones es un mundo de sistemas abiertos, lejos del equilibrio se dan bifurcaciones y tiempos múltiples que producen el acontecimiento que da lugar a lo nuevo. Así es como se crean alternativas termodinámicas y procesos irreversibles de actividad espontánea, es el suceder de la turbulencia que da lugar a una corriente macroscópica cuyo efecto es la producción de un nuevo orden”. (Prigogine. La nueva Alianza, Alianza Universidad, l990).

Las teorías Caosmóticas son el soporte para comprender el devenir Subjetivo y la construcción que da lugar a un sí mismo/a lejos del individuo, y el Yo afincados en la conciencia y en el pensamiento Metafísico Occidental. Porque el Yo está en el corazón del llamado individuo y/o ciudadano que defienden los derechos humanos, es el Yo el que se arroga la capacidad de Razonar frente a otras criaturas vivientes y quien se supone único poseedor de dignidad. La Subjetividad no es el individuo, la Subjetividad es un trayecto de construcción identitaria que cuenta con un tiempo fuerza y un espacio fuerza para darse un sí mismo/a, proveer una mente, y construir un mundo. La Subjetividad se conceptúa como tiempo fuerza y espacio fuerza y estos son procesos inconscientes de identificación y de deseo. La Subjetividad no es individual, es grupal y puede inducirse colectivamente; no tendríamos la opción de construir una Subjetividad femenina sin involucrar a otras mujeres, somos muchos y muchas dentro de nosotros. En una mujer están todas las mujeres. La Subjetividad involucra la lucha de las mujeres y la resistencia al poder patriarcal vigente, realizado por centurias para visibilizar sus sueños en pro del reconocimiento social. “La Subjetividad, siempre por construir, lejos de ser una unidad racional, es multiplicidad en sí misma, está marcada por un conjunto de diferencias dentro y fuera de sí misma, que la convierten en una fragmentación, una entidad anudada construida sobre las intersecciones de niveles de experiencia; una identidad femenina es múltiple y fracturada, es racional en cuanto requiere un vínculo con los otros, y es retrospectiva en la medida que funciona a través del recuerdo y la Memoria.” (Braiddotti, Sujetividades Nómadas).

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La Subjetividad está ligada al deseo, el deseo es la Fuerza indestructible y esencialmente creativa. El deseo se encuentra en la vida de los seres humanos, hombres y mujeres, atravesando enteramente las relaciones sociales y en cuanto estas se instituyen por el dominio de lo simbólico encontramos el deseo ligado al lenguaje, de manera que sabemos del deseo por la trayectoria que traza, por el orden de la realidad que instituye y por la cartografía que construye. La Subjetividad desde el punto de vista biológico es el acto ligado no sólo a la propia finalidad (no morir) sino al acto de autorregulación, en ese sentido es autoconstitutivo de la identidad y se propone darse un sí mismo/a. La Subjetividad es una ‘haecceidad’, un devenir transversal que se realiza entre puntos. Una línea de devenir solo tiene un medio, el medio no es media, es un acelerador, es la velocidad absoluta del movimiento. Desde el punto de vista de las Mujeres existe el empeño de construir la Subjetividad femenina fuera del modelo admitido, del modelo homogenizado de lo humano que gobierna el Yo actual. “La subjetividad es devenir identitario, el devenir no es correspondencia de relaciones. El devenir es un verbo que tiene toda su consistencia en la creación y en la desterritorialización, lo cual implica no imitar, no identificarse, ni regresar, ni progresar, son dinamismos irreductibles que trazan líneas de fuga, de modo que el devenir es la vida misma que escapa a toda identidad, a todo ejercicio de individuación”. (Deleuze y Guatari, l997). Aquí podríamos afirmar que el devenir es la búsqueda que logra fundirse con el Cosmos, es la filiación apasionante con el Cosmos que pone en juego seres de escalas y reinos diferentes. Es en últimas el afecto de la multiplicidad que origina una potencia que se desencadena y hace vacilar el Yo, difuminándolo en un agenciamiento colectivo.

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El Yo es el obstáculo más estorboso para congraciarnos con el Cosmos y todo lo viviente, hay que tomarse en serio la construcción de un Si mismo/a que convierta el Yo en lo que es: una construcción artificiosa de la identidad, capaz de imponerse sobre la Ética y banalizar la vida en base al egoísmo, la apropiación y la destrucción de la Otredad. Como piensan los Orientales, el Yo no es real, es el equivalente de una prótesis que en lugar de enaltecernos, nos disminuye y nos envilece. Podría afirmarse que si hemos optado por un devenir Mujeres para fortalecer nuestro pensamiento y construir una autonomía propia y colectiva, es muy difícil convertirnos a medida que pasan los años y en nuestra vejez, en mujeres debilitadas y víctimas de una temporalidad que convierte nuestro cuerpo en un haz de funciones; el envejecimiento para las mujeres que han hecho de sus cuerpos y mentes una fuerza de construcción permanente, resulta menos grotesco; la fuerza de la Subjetividad femenina sigue viva en el envejecimiento y se opone al imaginario Patriarcal que intenta reducirnos, infravalorando el deseo, y la fuerza ganada en la autonomía. La Subjetividad no cuenta con la Muerte, no cuenta con la Nada, resiste a ella a través de involucrar como propio, el Caos y el Cosmos que son dos categorías indisociables de la vida; la enfermedad pertenece al Caos, y la resistencia pertenece a la idea de Cuerpo que resiste y no claudica como bien lo vio Spinoza “Nadie sabe lo que puede el cuerpo, el Cuerpo es Potestas”, y al respecto de contar con la eliminación total… sólo nosotras mismas podemos advertirlo. Podría decirse que sólo nosotras mismas tenemos la clarividencia de optar por quedarnos aquejadas de dolores y dificultades o renunciar a la vida. Tenemos la opción de calibrar el orden de lo que nos pasa y medir sus consecuencias con la decisión que nos hace libres. “Todos caminamos


hacia el Suicidio”, nos dice Deleuze, pero también está el suicidio asistido, o muerte digna, que nos queda a las mujeres como opción cuando nuestra deliberación se imponga ante la Muerte. El único modo de agrietar el imaginario Patriarcal que da rienda suelta a su afán de homologar las diferencias, todo ese poder de exclusión que incluye también las distintas fases de la vida, esa condición de verdad que se arroga el conocimiento sobre la vejez y la ancianidad naturalizando la minusvalía, la incapacidad y el sufrimiento, todas esas ideas estereotipadas que axiomatizan la necesidad en términos del tiempo y del deseo para clausurar la creación, toda esa maquinaria que nos hace creer en un estado incontrovertible de dependencia y demolición de cara a la muerte, el único modo, repito, es Resistir. Resistir es también crear, porque la Resistencia está ligada a la creación y se alimenta de ella. Cuando René Char nos dice que la única forma de enfrentar la Muerte es haciendo Arte o cuando Botero señala que no le tiene miedo a la muerte sino a la condición que le impediría pintar, están hablando sobre esa Fuerza de la Subjetividad que realiza hasta el final un Relato sobre nuestras vidas. Este trasegar se opone al tiempo del Pasado repetido y acumulado que es indilgado a la vejez, donde sólo recordamos lo que nos hace daño, lo que permite a la culpa restablecerse agenciando la tristeza y la depresión. Frente a ese colosal banco de datos de la Memoria oficial, y de la vida privada hipotecada e ideologizada, debe imponerse otro Relato que restituya lo que nos ha dado vida, lo que nos ha permitido transformarnos y aquello que hemos logrado cambiar para fortalecer nuestra autonomía y Subjetividad. Se trata de un Relato capaz de encontrar la Memoria Involuntaria de la que hablaba Proust, logrando abrir esa puerta secreta donde renacemos y que nos da paz y bienestar.

No es que el envejecimiento carezca de dificultades y pérdidas, o que tengamos que prescindir de ellas callando ante los Otros nuestros problemas; se ha producido una transformación corporal que ahora se vive en negativo y que nos hace más frágiles, menos capaces de enfrentar los sucesos que requieren de mayores esfuerzos y la salud se debilita, pero también es cierto que un ingrediente mayor presente en la cultura intenta doblegarnos a través del lenguaje, usando las imágenes para proponernos las cirugías estéticas y otras tantas intervenciones que se anuncian sobre nuestros órganos prometiéndonos mejoras físicas que difícilmente logran ganar años en el suceso de nuestra condición vivida. La obra de Philippe Ariés El hombre ante la Muerte, muestra los cambios que experimentan las sociedades en relación con la Muerte, los cambios de las Mentalidades con relación al culto de los muertos, los cuidados propiciados al moribundo, los ritos después de la Muerte y el modo como se implica o no, toda la sociedad cuando alguno de los suyos desaparece. Con el advenimiento de la modernidad y el cambio postindustrial se produce una transformación definitiva en relación con el cuidado del/a moribundo: este ya no se realiza en la casa sino que es traslado al Hospital. La Muerte ha cambiado de definición; a finales del siglo XIX el enfermo/a era mantenido en ignorancia al respecto del estado acuciante en que se encontraba, el médico estaba pendiente del diagnóstico y suministraba los medicamentos en solitario. En el siglo XX vino la prohibición del duelo y de todo lo que en la vida pública recuerda la muerte, para responsabilizar a la familia del proceso haciendo del duelo un acontecimiento privado. Aquí es donde aparece una consideración quirúrgica de la Muerte; se habla ahora de un equipo complejo con las condiciones de eficacia plena que sólo están presentes en el hospital;

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a partir de aquí este equipo tomará la responsabilidad del paciente que va a morir y lo asistirá en el proceso de su defunción garantizando su estabilidad. “El hospital no sólo es un lugar de sabiduría médica, de observación y de enseñanza, es un lugar de servicios auxiliares (laboratorios farmacéuticos), aparatos refinados, costosos, raros, que dan al servicio un monopolio local. El progreso de la cirugía ha acarreado los procesos de reanimación, de atenuación o de supresión del dolor y de sensibilidad. Hoy por hoy hay una imagen del moribundo; el hombre erizado de tubos. Hoy la gente no nace, ni muere en la casa. La muerte en el hospital es una consecuencia a la vez del progreso de las técnicas de endulzamiento del dolor, y de la imposibilidad material en el estado de los reglamentos, de aplicarlos en casa”. (Philippe Ariés. El hombre ante la Muerte. Taurus 1992, Buenos Aires. p. 485). El hospital no es sólo el lugar donde una se cura, sino donde se muere, el tiempo de la muerte se ha alargado y subdividido a la vez, se ha alargado

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a gusto de los médicos. Ellos no pueden suprimir la muerte, pero pueden regular su duración y esto se prolonga a veces hasta meses y años. La duración de la muerte se perfila de acuerdo a una táctica médica, familiar y jurídica. Hay un poder biopolítico del hospital que hoy define la vida y la existencia de los pacientes; llegar allí representa someterse a ese ejercicio disciplinario donde nuestra decisión está interdicta. A futuro la vida humana va a prolongarse aún más, y la tecnología dará cuenta de las intervenciones y de la salud involucrando prótesis que aumentarán las capacidades corporales, visuales, cognoscitivas y de locomoción; la simbiosis organismo­-robot es ya un hecho en términos médicos. Por ahora nos resta responder con Autonomía a las dificultades que acarrea la Muerte, y mientras llega ser capaces de hacer cada día el trabajo de creación que implica introducir la belleza en nuestras vidas, congraciarnos con el Cosmos de donde venimos, y no claudicar a la astucia Patriarcal que nos arrebata la fe en nosotras mismas.


Florence Thomas*

Mujeres, vejez y algunos aportes del feminismo * PsicolĂłga, Coordinadora del Grupo Mujer y Sociedad.

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Yo, lo he hecho públicamente solo dos veces a través de mis columnas de El Tiempo. Una en el 2003 “Tener 60 años”, y la otra en 2013 “Tener 70 años”. Las reproduzco.

Tener 60 años Después Cuando me haya bebido mi último café, cuando haya acariciado mi último recuerdo, cuando el mundo de sueños que habitó mi añoranza haya llegado al fin. Cuando mis años mozos definitivamente se hayan ido, seré de nuevo bruma en mitad de la noche, y sendero perdido en el horizonte y tierra amiga. ¿Energía que nace a otras cosechas? Energía en el cosmos infinito.

Carmiña Navia Velasco

La vejez. Las mujeres viejas y los hombres viejos. Sí, así se llaman y no utilizaré ningún eufemismo para suavizar los efectos de una acumulación de juventudes para las mujeres de mi generación. Es decir las que estamos en el séptimo piso. La vejez. Poco se habla de ella desde el feminismo. Parecería que para nombrarse feminista hay que tener 30 años. Sin embargo todas las mujeres que fueron protagonistas de la revolución femenina en Colombia tienen hoy entre 50 y 80 años. Las mujeres que hoy tienen 18, 25 o 30 años, recibieron las conquistas de sus madres o de sus abuelas. Son feministas jóvenes y extrañamente, sus madres, sus abuelas, no han hablado, o tan poco, de lo que significa tener 60, 70 o 80 años hoy desde una mirada de la sospecha que nos ha permitido mirar el mundo desde otra orilla.

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Tener 60 años es tener dos veces 30 años; es entonces reconocer la densidad y riqueza del ayer y lo frágil y precario del mañana; es estar dispuesta a vivir intensamente la década que se abre con la lúcida convicción de que puede ser la última —o por lo menos la última en poder vivirse intensamente—; es ya no posponer los sueños y hacerlos realidad en la medida de lo posible. Es alegrarse cuando, al despertar, a uno le duele algo: una articulación, la garganta, la cabeza, porque significa que está viva —esto me lo enseñó un amigo algo pesimista y a la vez de una gran lucidez en cuanto a los pequeños estragos de los años acumulados—. Tener 60 años es tener respeto a los espejos porque no mienten y no volverán a mentir nunca más; tener 60 años es por fin saber quiénes son sus verdaderos amigos y amigas y haberse ganado el enorme privilegio de no simular más frente a los otros; es saber decir “no” cuando es “no”; es conocerse a fondo y poder, por fin, dialogar con su cuerpo, conocer los caprichos de su digestión, los ritmos de su corazón, la capacidad de sus pulmones y la susceptibilidad de sus articulaciones en tiempos de lluvia. Tener 60 años es burlarse de todas las dietas de las revistas femeninas porque ya uno sabe perfectamente cuál es su dieta de vida. Tener 60 años es conversar con la soledad y nunca sentirse sola con ella. Tener 60 años es ya no pedir permiso a nadie para cumplir un viejo sueño, para ir a cine a las tres de la tarde, tomar un aguardiente antes de la telenovela de la noche o prender la luz a las tres de la mañana para leer nuevamente un capítulo de En busca del tiempo perdido de Marcel Proust porque no logró conciliar el sueño. Es saber que nadie nos espera en casa y alegrarse porque podrá almorzar o comer con lo que más le gusta:


una ensalada acompañada de pan y queso. Poder comer lo que le antoja a la hora que le antoja es un verdadero lujo para una mujer, y esto lo puede hacer a los 60 años, o lo debería poder hacer. Sí, porque al escribir esto, sé una vez más que soy una mujer privilegiada. A la vuelta de la esquina de mi casa, una mujer como yo, de 60 años, es desplazada, violentada y olvidada. Tener 60 años es asombrarse de lo que ha logrado con sus hijos o sus hijas que ya están en la década de los 30. Es inaugurar por fin nuevas miradas, nuevos diálogos con ese sentimiento de desprendimiento y de levedad frente a ellos o ellas. Lo hecho, hecho está y ya no existe sino el asombro frente a estos hombres o mujeres que un día, hace mucho, habitaron en sus entrañas y, algo más tarde, se refugiaron en sus brazos buscando consuelo. Tener 60 años hoy es a veces ser una abuela indecente, enamorada, liviana y desculpabilizada. Tener 60 años es entender el misterio de la vida y empezar a confrontarse con la muerte, sin temor ni tristeza porque está ahí asomándose, tímidamente pero inexorablemente. Tener 60 años es empezar a despedirse demasiado temprano, siempre demasiado temprano, de buenos amigos o amigas. Tener 60 años es tener dos veces 30 años, o sea mucha juventud acumulada. Hoy, doy la bienvenida a mis recién inaugurados 60 años.

Tener 70 años Hace algo más de un mes cumplí 70 años y hoy me pregunto si seré capaz de escribir algo nuevo sobre lo que significa para una mujer, en estos tiempos, tener 70 años. Hace una década iniciaba la columna diciendo que tener 60 años era reconocer la densidad y riqueza del ayer y lo frágil y precario del mañana. Y hoy lo reitero, solo que esta sensación es cada vez más intensa. El ayer se vuelve entonces inmenso, llena casi toda la vida y para mí, se resume

cada vez más a un extraño retorno a mi infancia y adolescencia en una Francia de post-guerra. Debe ser esto la vejez: mucho pasado, es decir, mucha juventud acumulada. En cuanto al mañana, ya ni siquiera es frágil y precario sino ineludible y de alguna manera sigiloso. Después de ver la película Amor, es difícil encontrar las palabras para hablar del mañana; sin embargo esta dura y bella película me reafirmó que, a pesar de todo, es necesario hablarlo y preverlo sin miedo ni temores porque es imposible negarlo. El mañana se asoma irremediablemente y la serenidad para enfrentarlo se vuelve escasa. Y bien, de todas maneras lo hecho está hecho y es mejor no sentir ninguna rabia con lo que se llama sin eufemismo, la vejez, y acogerla con las aun algunas ventajas que llegan con ella. Por ejemplo y en mi caso, un amor cada vez más pronunciado a una soledad habitada que algunas mujeres como yo han tenido la inmensa suerte de poder construir. Por supuesto hace mucho tiempo que sé que soy una mujer privilegiada. Ahora bien, sería ingenuo negar la llegada de los estragos que acompañan los años: digestión caprichosa, dolores musculares y de huesos más de una mañana y pereza para salir a caminar en esta caótica ciudad. Y es también aprender a decir no cada vez más pues uno ha aprendido a conocer sus límites y si bien todavía aceptar algunas citas de trabajo no solo es indispensable para la salud, para la mía por lo menos, me he vuelto una mujer difícil, es decir una mujer que sabe decir no cuando siente y sabe que ya existen múltiples nuevas vertientes del feminismo que responderán probablemente de manera más actualizada a nuevas demandas generadas por los actuales contextos de este complejo país. Y sí, menos ganas de competir, menos ganas de saber más y más deseos de estar cerca de la gente. Menos afán de querer decir, de querer saber, y más deseos de querer sentir, de estar con.

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Sin olvidar que por fin con 70 años, uno se puede mirar al espejo sin aprensión. Ya lo que se grabó en la cara y en el cuerpo ya está y no hay nada que hacer. Ni siquiera Amparo Grisales podrá escapar a ese hecho vital. Nadie lo puede hacer. Además, es saber sin equívoco ninguno, quiénes son sus verdaderas amigas, aquellas con las cuales uno puede estar por fin, sin fingir, y en mi caso, sin tener que exiliarme en la tierra del padre porque con ellas vivo en una matria, hablo un idioma en femenino y conozco los sabores más dulces de la vida. Marguerite Yourcenar decía que una de las raras ventajas que reconoce a la vejez es esta posibilidad de quitarse la máscara en todas las ocasiones. Y es cierto. Por supuesto tener 70 años es también y lógicamente confrontarse cada vez más con la muerte y asumir los duelos de los amigos y amigas que se fueron antes de uno. Y con esto, sí es difícil acostumbrarse. Es aceptar que las funerarias y los cementerios se volverán lugares frecuentes de visita y que las despedidas superarán de lejos los nuevos encuentros. Esto también es tener 70 años: una infinita tristeza instalada irremediablemente en los meandros de la vida. Estos dos textos son columnas periodísticas, no hondas reflexiones desde el feminismo. Las escribí sin despojarme de una mirada feminista pues ya no puedo hacerlo; esta mirada me adhiere a la piel como una segunda escritura. No obstante, su finalidad no era preguntarse lo que significa la vejez desde los aportes del feminismo contemporáneo. Solo eran reflexiones muy desde la vida y un sentir a flor de piel. Ahora bien lo que nos aportó el feminismo es, entre muchas otras cosas, una mirada de la sospecha sobre los discursos culturales y probablemente e inevitablemente hoy, una mirada que nos permite partir de sí como nos lo recomendaron las feministas italianas del pensamiento de la diferencia.

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Entrando entonces en el tema específico de la vejez, tenía varias opciones para ofrecerles. De hecho escribí estas columnas para convencer a mis amigas generacionales que, entrando en esta etapa, la de los 60 años o la de los 70, es necesario aprender a burlarse de los discursos de una cultura que nos quiere, o nos vuelve, invisibles, calladas y deterioradas. Discursos de una sociedad basada cada vez más en una lógica de mercado que exige productividad y consumo, lógica que los medios se encargan de difundir con sus comerciales que no hacen sino mostrarnos el universo de una juventud asociada a la belleza, al éxito y al amor. En este contexto, ser deseada después de los 60 años parecería ser un imposible. Y sin embargo las mujeres de más de medio siglo encima de los hombros ya conocen su cuerpo, ya resolvieron los problemas de la maternidad, saben cocinar, o no, ya tienen una historia, eso sí, todas, y sobre todo reflejan esta belleza, esta expresión, esta mirada que les ha regalado la vida y la experiencia de los amores difíciles. Y entonces estoy pensando también volver a leer con ustedes las 10 últimas páginas de una inmensa novela de Gabo, El amor en los tiempos del cólera, cuando Florentino Ariza y Fermina Daza, sumando los dos más de 150 años, después de 53 años, siete meses y once días con sus noches, hacen por fin el amor, descubriendo los dos que hacer el amor es mucho más que un acto biológico de penetración ligado a ciertos estímulos hormonales. El amor, el erotismo y la circulación del deseo no tienen nada que ver con la química, a pesar de algunos artículos que salen periódicamente para tratar de convencernos que el amor es una cuestión de química y que pronto podremos ver una molécula de amor debajo de un microscopio. Sí, que bello este libro si lo comparamos con las putas tristes de su último cuento que nos viene a contar las miserias de la vejez masculina cuando necesita carne fresca antes de


morir. Ese viejo y eterno cuento de los miserables putos del mundo. Y aprovecho para contarles que mi computador me subrayó putos como palabra que no existe, mas no putas…

recobrar el dominio, otra vez sin saber qué hacer con la piel del tigre que había matado. Ella le dijo: “No mires”. Él preguntó por qué sin apartar la vista del cielo raso.

Pero Florentino y Fermina están ahí para mostrarnos que, más allá de las modificaciones biológicas debidas a la edad avanzada de los dos, y de todo lo que nos ha contado la cultura y el discurso medical tradicional sobre el secamiento de las paredes vaginales y la disminución del deseo sexual entre otras cosas, desear al otro está hecho de muchos elementos que permanecen intactos a pesar de los años. La circulación del deseo, desde lo imaginario, lo simbólico, la palabra y la experiencia amorosa acumulada, puede más, mucho más que la edad de nuestra piel y de nuestras hormonas.

-Porque no te va a gustar- dijo ella.

“…Vivían horas inimaginables cogidos de la mano en las poltronas de la baranda, se besaban despacio, gozaban la embriaguez de las caricias sin el estorbo de la exasperación. La tercera noche de sopor, ella lo esperó con una botella de anisado (...), necesitaba un poco de aturdimiento para no pensar en su suerte con demasiada lucidez, pero Florentino Ariza creyó que era para darse valor en el paso final. Animado por esa ilusión se atrevió a explorar con la yema de los dedos su cuello marchito, el pecho acorazado de varillas metálicas, las caderas de huesos carcomidos, los muslos de venada vieja. Ella aceptó complacida con los ojos cerrados, pero sin estremecimiento, fumando y bebiendo a sorbos espaciados. Al final cuando las caricias se deslizaron por su vientre, tenía bastante anís en el corazón. -Si hemos de hacer pendejadas, hagámoslas –dijopero que sea como la gente grande. La llevó al dormitorio y empezó a desvestirse sin falsos pudores con las luces encendidas. Florentino Ariza se tendió bocarriba en la cama, tratando de

Entonces él la miró, y la vio desnuda hasta la cintura, tal como la había imaginado. Tenía los hombros arrugados, los senos caídos y el costillar forrado de un pellejo pálido y frío como el de una rana. Ella se tapó el pecho con la blusa que acababa de quitarse, y apagó la luz. Entonces él se incorporó y empezó a desvestirse en la oscuridad, tirando sobre ella cada pieza que se quitaba, y ella se las devolvía muerta de la risa…” Dejo aquí para no aburrirlos, pero como lo saben, Florentino y Fermina no se separaron un solo instante en los días siguientes. Es una lección que nos da García Márquez a través de sus dos protagonistas, una lección de humanismo, una prueba de nuestra humanización, una prueba bellísima de que definitivamente nos hemos alejado del macho y de la hembra que solo pueden obedecer a determinismos biológicos en el único contexto de la reproducción. Amar y desear a los cincuenta, sesenta, setenta y ochenta es la victoria de lo simbólico, de lo imaginario y del erotismo sobre la triste cópula de los animales y desafortunadamente de algunos animales de la especie humana también… Por supuesto que para vivir esto es necesario, como ya lo mencioné, decir adiós a los estereotipos culturales que constituyen a menudo nuestras propias ataduras. Es probablemente necesario haber sido protagonista de lo que fue la revolución pacífica de las mujeres para resignificar nuestras existencias bajo nuevos parámetros; y sé también que todas las mujeres colombianas de mi edad no han podido aun vivir esto, quiero

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decir los profundos cambios en la identidad femenina que ocurrieron durante los últimos 60 años. Mi generación pertenece a una generación de protagonistas históricas sin precedentes: la ciudadanía, hace ya más de 60 años — en 1954 obtenemos el derecho al voto—, la anticoncepción, que nos permitió por primera vez en la historia de la humanidad, separar por fin la sexualidad de la reproducción, hace ya 50 años; la educación y la universidad que nos posibilitó empezar a existir desde un ser de sí; el trabajo que nos sacó del patio de atrás y nos proporcionó alguna autonomía e independencia económica. Más de 60 años de lucha nos cambiaron la vida en medio de enormes resistencias. Las imágenes culturales de mujeres mayores de mi infancia hablaban de mujeres tristes y vestidas de gris, de señoras de la misa de seis, de señoras bien avejentadas, la maestra de escuela con su traje sastre y su peinado de moña y de las abuelas o tías solteronas, o mujeres llenas de experiencias pero relegadas al patio de atrás repitiendo con sus nietos y nietas lo que habían hecho toda la vida. Eran las mujeres viejas de mi infancia. Por supuesto existían excepciones como lo fue Esmeralda Arboleda y sus compañeras de lucha quienes, ya en 1930, sintiéndose incómodas en un mundo de hombres que no las dejaban existir en el sentido moderno de la palabra, iniciaron una batalla tenaz para el sufragio femenino. Fueron 20 años de lucha en las cuales oyeron cualquier cantidad de imbecilidades por parte de los patriarcas de este país. Hoy las imágenes de mujeres de 50, 60, 70 son múltiples, variadas y a menudo sorprendentes. Se están forjando nuevos imaginarios a partir de la multiplicidad de identidades femeninas. A veces nosotras mismas nos miramos y no lo creemos. Y los que no lo creen son ante todo los hombres, nuestros compañeros generacionales quienes a veces, torpemente, llegan a imaginar

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que las mujeres envejecemos solas mientras ellos se conservan eternamente jóvenes… si supieran a veces cómo, ante nuestras miradas tiernas y compasivas, adivinamos la inmensa fragilidad que difícilmente esconden. De verdad creo hoy que es urgente trabajar estos temas con los hombres también. Creo que hoy por hoy es más difícil para los hombres acomodarse a la andropausia que para nosotras a la menopausia. La cultura es muy dura con los hombres que entran en esta etapa de la vejez. Muy dura porque existen también imágenes culturales para ellos, esas imágenes del viejo verde que puede todavía seducir a una mujer que tenga mucho menos de la mitad de su edad. Duro soportar ese cliché cuando sabemos que un hombre de 60 o 70 ya no tiene mucho para seducir con los criterios de una cultura patriarcal que pone el éxito y el poder sexual como garantes de la seducción. Poder sexual masculino a los 60 o 70…olvídense… yo los conozco, hombres de mi generación, y al menos de una gran fortuna que pueda suplir una poderosa erección…no tienen gran cosa para mostrar. Al mismo Florentino le pasó. –Está muerto- dijo él, sin ilusiones; le tocó confesar a Fermina que la primera vez siempre le pasaba lo mismo, una mentira piadosa por supuesto. Pero a ellos dos no les importó mucho porque sabían que el erotismo tiene múltiples otros recursos que la erección y la penetración. Y sí, creo que es, hoy por hoy, más duro envejecer para los hombres porque ellos de verdad se han fosilizado mientras nosotras evolucionamos como nunca antes. Hoy día las mujeres son el verdadero motor del cambio, los hombres no. Las mujeres han resignificado casi totalmente su existencia. Los hombres no. Las mujeres en poco tiempo, quiero decir en algunas décadas, han inaugurando todo: la palabra, la escritura, el saber y la participación en los espacios públicos; pero también han reinventado el amor desde un cuerpo que por fin les pertenece, han inaugurado un deseo propio que ya no necesita mimetizarse sobre el deseo masculino


y por supuesto han inaugurado una vejez llena de posibilidades insospechadas hace solo cinco o seis décadas. Sí, tener 50 años o 60 hoy, puede ser un goce. Para mí lo fue. Como hija simbólica de Simone de Beauvoir, el fin de la menstruación fue un alivio, un nuevo respiro de mi cuerpo, el inicio de un ciclo culturalmente más productivo, una etapa de crecimiento intelectual y laboral. No sé si es coincidencia pero empecé a escribir libremente a los 47 años, justo al momento de la menopausia. Tener 50 años o 60 es iniciar el camino hacia la levedad. Ya se resolvieron los grandes problemas de la vida de una mujer. La maternidad se asume por fin sin culpa. Los hijos y las hijas son ya mayores y se instalan nuevos encuentros con ellos y ellas. Es el momento también de nuevos diálogos con el cuerpo, ese nuevo cuerpo, tratando de desechar los estereotipos recibidos y los mensajes negativos sin descuidar los evidentes efectos que puede tener esta disminución drástica de los estrógenos sobre el organismo en general. Entonces la vejez puede ser un privilegio, una nueva posibilidad de goce. Pero para que esto ocurra, los discursos de los médicos y las médicas, de los ginecólogos y las ginecólogas deben cambiar. De hecho están cambiando pero demasiado lentamente y como de todas maneras, con la Ley 100, ya no hay tiempo que perder, no hay tiempo de hablar con su paciente —además los médicos y las médicas hablan hoy día con su computador olvidándose completamente que delante del computador hay un ser humano, en nuestro caso, hay una mujer —, entonces les pediría que hablen con esta mujer que a veces ha tomado cita ante todo para hablar, para que alguien la escuche y no tanto para obtener una fórmula. Señores ginecólogos, señoras ginecólogas, hablen con sus pacientes, tómense el tiempo de hablar, de escucharlas, de preguntarles sobre la calidad de su vida familiar, laboral, amorosa,

sexual. La medicina nunca hubiera debido dejarse medir con criterios de rentabilidad. Ustedes saben más que yo que la palabra, muy a menudo, cura más que la fórmula. Cuéntenles que hacer el amor sin consultar el calendario, sin píldoras o dispositivos intrauterinos, dejando circular libremente el deseo, es un privilegio; cuéntenles que puede ahora amar de manera liviana y sin culpa porque a los cincuenta años, a los sesenta años, uno, digo una, conoce su cuerpo y debe saber amar. Cuénteles que nunca es tarde para empezar a amarse a sí misma, a cumplir viejos sueños, a volver a enamorarse porque el divorcio o la separación no son fracasos, son derechos que hablan de la libertad para volver a empezar. Ellas necesitan escucharlo. Claro, sé que están las oleadas de calor, pero pasan, ¿cierto? A mí me pasaron del todo —la homeopatía y la acupuntura hacen milagros, las terapias de sustitución hormonal también— ,y en cuanto a la resequedad de las paredes vaginales, se la inventó una cultura misógina porque los hombres patriarcas prefieren tener sexo con jovencitas que con mujeres maduras que podrían enseñarles cosas que ni siquiera sospechan... Después de algunos ajustes normales y el reconocimiento de ese nuevo cuerpo, yo sí amé mis 50 años, mis 60 años. Y estoy aprendiendo a amar con algo más de resignación mis 70 años. Pero para esto, lo repito, es necesario haber tenido la oportunidad de reflexionar sobre muchos eventos de la vida en cuanto mujer, haber tenido la suerte de encontrar un ginecólogo, y más a menudo una ginecóloga, inteligente que no se encierra en el discurso médico, haber podido siempre hablar y compartir con otras mujeres, aprender de las otras, tener redes de apoyo, es decir, trabajar los aportes del feminismo que hoy permiten resignificar muchos eventos de nuestras vidas y sobre todo comprender el impacto de la cultura sobre nuestras vivencias. Entonces, para una feminista, para una mujer de cambio, los 50, los 60 y los 70 pueden ser un privilegio.

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Ahora, ustedes me dirán que estoy hablando con el deseo. Por supuesto que en un país como Colombia, si bien la esperanza de vida está en aumento como en casi todos los países del mundo, no podemos olvidar la guerra y sus estragos tales como el desplazamiento forzoso, la pobreza, y aun la falta de educación para muchas mujeres de mi edad, sin hablar de la gran mayoría de ellas que están sin pensión. Lo que restringe enormemente las nuevas posibilidades mencionadas anteriormente que suenan más a utopía que a realidad. Sin embargo en estos cincuenta últimos años, las mujeres hemos aprendido a volver las utopías realidades día a día.

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Anna Freixas Farré*

La vida de las mujeres mayores a la luz de la investigación gerontológica feminista** * Correspondencia: Anna Freixas Farré. Departamento de Psicología. Facultad de Ciencias de la Educación. Avda. San Alberto Magno s/n. 14071 Córdoba. Correo electrónico: afreixas@uco.es. Original recibido: diciembre 2007. Aceptado: febrero 2008. ** Anuario de Psicología, 2008, vol. 39, nº 1, 41-57, © 2008, Facultat de Psicologia, Universitat de Barcelona.

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Resumen En este artículo se desarrollan los planteamientos de la investigación gerontológica feminista. Se analizan los estereotipos edadistas que tienen su origen en la relación entre cultura y vejez. Se plantean los requisitos para una investigación que dé cuenta de la experiencia del envejecer femenino y del carácter socialmente construido de los valores otorgados a la vejez de las mujeres. Todo ello teniendo en cuenta las características socioculturales de esta población que se enfrenta a la edad mayor con limitaciones, pero también con recursos exclusivos. Palabras clave: gerontología crítica, investigación feminista, envejecimiento, vejez, mujeres mayores.

The life of older women in the light of feminist gerontological research The article takes a feminist approach to gerontology. It examines the stereotypes of ageism which derive from the relationship between culture and old age. It establishes the requirements for a type of research which reflects women’s own experience of growing older, as well as the social construction of values related to women’s old age. It focuses on the sociocultural features of this population which faces old age with certain limitations, but also with unparalleled assets. Key words: critical gerontology, feminist investigation, aging, old age, old women.

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En este artículo pretendo exponer los núcleos centrales de reflexión de la investigación gerontológica feminista desde una perspectiva crítica, y analizar las condiciones del envejecer femenino en nuestra sociedad. La investigación feminista acerca del envejecimiento parte de los principios comunes de la epistemología feminista y tiene entre sus objetivos desvelar el carácter socialmente construido de los significados y valores que rodean la vida de las mujeres mayores, analizar las normas culturales que limitan su existencia libre en la vejez, examinar los antecedentes y las condiciones de vida derivadas de la diferencia sexual e informar sobre sus consecuencias en la vida de las mujeres mayores. La gerontología crítica analiza en qué medida los factores políticos y socioeconómicos interactúan para diseñar la experiencia del envejecer y considera que el sexo, la etnia y la clase social son variables sobre las que pivota la trayectoria de cada individuo, al predeterminar su posición en el orden social; envejecer también constituye una parte de la lucha de clases, diría Simone de Beauvoir (Beauvoir, 1970/1983; Cole, Achenbaum, Jakobi y Kastenbaum, 1993). Una teoría tiene capacidad generativa cuando cuestiona las creencias implícitas de la cultura, produce preguntas fundamentales sobre la vida social o reconsidera lo que se da por hecho (Gergen, 1978). Las teorías generativas son aquellas que provocan debate, proporcionan nuevas alternativas para lo establecido y pueden ayudar a transformar la realidad social. La investigación feminista es, pues, una rica fuente de teoría generativa en la medida en que es comprometida, transformadora y reflexiva. La premisa feminista de que lo personal es político ha validado el papel de la experiencia individual, iluminando lo que diferencia la vida de mujeres y hombres y, con ello, ha proporcionado a las investigadoras feministas nuevas herramientas de trabajo.


El espectacular aumento de la esperanza de vida ha modificado la posición psicológica de las personas en el ciclo vital. Los antiguos clichés de vejez y muerte, una vez traspasada la barrera de los 50 años, se han desvanecido sólo en parte y ahora se vislumbra un largo periodo de tiempo por vivir al que otorgar significado. La mediana edad (50-65 años), como categoría cultural, ha adquirido un estatus reconocido como etapa del ciclo vital diferenciada de la tercera edad (65-80 años) y de la cuarta edad (más de 80 años). Todas ellas constituyen el amplio tiempo de vida conquistado en el siglo XX. A los estudios sobre la edad les compete relatar cada una de las partes del imaginario del ciclo vital, desvelando los temores y supuestos que lo invaden. La investigación acerca de la vejez y el envejecimiento ha estado constreñida por numerosos estereotipos. La gerontología crítica, sin negar la realidad de la pérdida, trata de contrarrestar las imágenes reduccionistas que muestran la vejez como un camino inexorable hacia la decadencia y la dependencia, interpretando el valor de la experiencia humana a la luz de las tendencias culturales que subyacen a los diversos contextos del desarrollo (Cole, Achenbaum, Jakobi y Kastenbaum, 1993; Gullette, 2000). Estas potentes creencias negativas limitan los diseños de investigación e impiden la creación de una realidad potenciadora para una población que cada vez es más numerosa y progresivamente se encuentra en una mejor situación física y mental (Álvarez, 2005). El edadismo (ageism), definido por Butler como un estereotipo sistemático y una discriminación contra las personas por el hecho de ser viejas, lleva a las jóvenes generaciones a ver a las personas mayores como pertenecientes a un grupo esencialmente diferente, de tal manera que dejan de ser vistas como seres humanos, para situarlas en un contenedor mental que identifica la vejez con

elementos peyorativos como enfermedad, disminución de las capacidades mentales, fealdad, dependencia, aislamiento, pobreza y depresión, más allá de lo que la evidencia cotidiana puede mostrar como cierto (Butler, 1969). En el caso de las mujeres mayores los términos utilizados para definirlas tienen connotaciones aun más negativas, corroborando el hecho social y cultural de que el envejecimiento de las mujeres está marcado con potentes imágenes mentales desmoralizantes que funcionan como profecías de autocumplimiento (Covey, 1988). El lenguaje gerontológico está profundamente contaminado por el estigma de la vejez. La palabra “vieja” resulta impactante por las ideas negativas que lleva asociadas. Decimos “mayores”, mejor que “viejas”; preferimos nombrar con el término “mediana edad” a usar el de “anciana”, para evitar la negatividad de los términos. Escaramuzas lingüísticas que ofrecen una moratoria mental, pero no cuestionan el estigma otorgado a la vejez. En nuestra sociedad occidental la asociación cultural entre vejez y enfermedad ha llevado a la biomedicalización de la edad mayor. Las consecuencias de los factores sociales sobre la salud son definidas como problemas médicos o personales que requieren la intervención médica y, por lo tanto, no se tienen en cuenta en la agenda socioasistencial. Además, la medicalización de la gerontología ha oscurecido las imágenes positivas de la edad mayor, a favor de los modelos que priman la visión del envejecer como el viaje ineludible hacia la enfermedad y el deterioro. La gerontología crítica valora la estrecha interrelación entre bienestar físico y psicológico y hace hincapié en la importancia de la salud como elemento predictor básico del bienestar en las personas mayores, así como el papel que los ideales positivos desempeñan en el último tercio de la vida adulta, como factores de sostenimiento anímico y vital (Gannon, 1999).

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La gerontología crítica feminista La gerontología feminista puede verse como parte de un proyecto de desarrollo de las epistemologías que, dentro de las ciencias sociales, cuestionan las percepciones dominantes sobre las vidas de algunas poblaciones marginalizadas (Laws, 1995). La investigación gerontológica feminista pretende documentar las experiencias de las mujeres mayores y promover nuevas interpretaciones del envejecimiento femenino. Una de sus metas básicas es la habilitación y el empoderamiento de esta población, haciendo visibles los arreglos sociales desiguales que marcan la vida de las mujeres en la edad mayor. Se plantea identificar las posibilidades para un cambio social emancipatorio. La gerontología crítica feminista ha documentado la experiencia de las mujeres ancianas, promoviendo interpretaciones más completas y complejas acerca de su vida y ha planteado la necesidad de que se estudien y conozcan con mayor detalle sus trayectorias vitales, revisando las lagunas y las inconsistencias que presenta gran parte de la investigación gerontológica actual, víctima de la “ideología de la edad” (Fine, 1992). A pesar de que no disponemos de un consenso claro acerca “de qué hablamos cuando hablamos de investigación feminista”, sí podemos afirmar que existen unos principios básicos que guían los diversos diseños de investigación feminista en ciencias sociales, que ofrecen una coherencia dentro de la pluralidad y la riqueza metodológica que la caracteriza (Akman et al., 2001; Worell y Etaugh, 1994). Entre ellos destaco: a) el cuestionamiento de la presunta objetividad de la investigación científica tradicional (Worell, 1996); b) la consideración de la diferencia sexual como una categoría esencial de análisis; c) el reconocimiento de la validez y la importancia de la experiencia de las mujeres a partir de su propia voz (Covan, 2005); d) la insistencia en la naturaleza

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política de la investigación que contribuye a la transformación de las relaciones de género, promoviendo un cambio social en favor de las niñas y las mujeres (Calasanti y Slevin, 2001; Crawford y Kimmel, 1999) y e) la atención a los usos del lenguaje (Lledó Cunill, 2005; Worell, 1996; Worell y Etaugh, 1994). Apoyada en tales premisas, la investigación gerontológica feminista va más allá y se plantea como objetivo fundamental llevar a cabo procesos clarificadores que incidan sobre la vida de las mujeres viejas, sobre su imaginario y sobre el de las personas que las rodean. Se propone: desvelar la construcción social de los valores culturales que limitan la vida de las mujeres mayores en los ámbitos afectivos, culturales, sociales, económicos y políticos; negar el carácter inevitable de la dependencia, la pobreza y la enfermedad en las ancianas, ofreciendo información que muestre el mosaico completo de posibilidades reales, y promover interpretaciones del envejecimiento femenino que reflejen la complejidad de su ciclo vital y permita a las jóvenes adentrarse en la edad sin hacerlo de manera negativa. En definitiva, pretende ofrecer nuevas alternativas para transformar la realidad social y la vida de las mujeres, re/ situando el valor de su experiencia, puesto que una de las prioridades de la investigación gerontológica feminista es la de encontrar imágenes que alimenten la necesidad humana de significado (Freixas, 2004). Para alcanzar estos objetivos, la investigación feminista tiene que ser plural y receptiva a la diversidad metodológica. No es lineal, estancada, ahistórica o libre de emoción y valores humanos. Es dinámica y se caracteriza por su poco elitismo metodológico, por su diversidad (Crawford y Kimmel, 1999). En ella se incluyen los métodos de investigación tradicionales, llamados científicos, y otros que dentro de la tradición feminista han permitido la construcción del amplio corpus


teórico actual y a los que se ha llegado como resultado de la experiencia y de la autoconciencia. Se han validado métodos, términos y significados que históricamente no han sido valorados, dado que la separación patriarcal entre pensamiento y sentimiento, entre conocimiento y ser, domina la academia y todas sus prácticas. La gerontología crítica feminista expande el concepto de lo que se entiende por un “diseño correcto”. Como señala Ruth Ray, “debemos llevar a cabo investigaciones que nos cambien moral, emocional y espiritualmente, no sólo intelectual y profesionalmente” (Ray, 2004, p. 119). Históricamente el feminismo académico ha prestado poca atención al edadismo, a las relaciones de edad y a la vejez en sí misma. De hecho la mayoría de los trabajos se han centrado en la mediana edad y en el proceso de envejecimiento, siendo muy escasas las investigaciones que tratan de las mujeres viejas y de la vejez y sus condiciones. Ciertamente, es en la mediana edad cuando emergen los primeros signos del envejecer y se disparan las alarmas del ciclo vital: menopausia, arrugas, canas, cuerpo, belleza, sexualidad, aparecen como los grandes temas a los que prestar atención personal y académica, no así a las relaciones de edad y a la vejez que no se vislumbran tan acuciantes. Estas son algunas de las grandes quejas de los colectivos de mujeres mayores que no han encontrado en las elaboraciones feministas respuesta a los grandes temas de la diversidad del envejecer femenino en nuestra sociedad (Cruikshank, 2003; Macdonald y Rich, 1983). Los llamados “estudios de las mujeres” no han centrado sus trabajos en las experiencias de las mayores, no han teorizado sobre el sistema de jerarquías de edad y, como mucho, han incluido el envejecimiento en un largo etcétera que oculta la dimensión real de la vejez (Calasanti, Slevin, y King, 2006). El alto precio que en términos académicos se paga por dedicar la investigación a

temas con doble estándar de desconsideración, las mujeres y la vejez, está en la base de la falta de dedicación de las estudiosas a estos temas. ¿Cuándo los estudios sobre la vejez y sobre las mujeres mayores tendrán el mismo caché académico que los estudios sobre los papiros o sobre el vuelo rasante de las moscas? ¿Cuándo se les otorgará un reconocimiento académico que invite a la investigación y a la reflexión?

La trastienda de la investigación Para llevar a cabo una investigación gerontológica crítica y feminista es necesario que las investigadoras e investigadores lleven a cabo algunos procesos personales que les lleven a un cuestionamiento de las creencias culturales implícitas. Sólo a través de la revisión individual de los estereotipos edadistas se puede llevar a cabo una investigación de calidad y potenciadora. Determinadas narrativas culturales sobre la vejez nos constituyen: somos ancianas y ancianos por la cultura, no por la edad, afirma Margaret Gullette (1997); por lo tanto, para la deconstrucción de tales imágenes mentales será imprescindible intervenir desde la autorreflexión, revisando el simbólico del envejecer que subyace en nuestra identidad personal y en nuestro trabajo profesional. Sólo así es posible oponerse, “resistir”, a las narrativas culturales del deterioro, siendo, sin embargo, plenamente conscientes del peso de las relaciones de edad, especialmente en la vida de las personas mayores (Gullette, 2004; Ray, 1999, 2004). No basta con el deseo bienintencionado de incluir a las mujeres en la investigación para que nos encontremos con una investigación de género y habilitadora. Lo que es crucial para el desarrollo de tal investigación es el enfoque metodológico y la teoría subyacente que guía cómo proceder (Harding, 1987). Se hace necesario adquirir una sólida formación feminista que oriente el trabajo de investigación. Una investigación en la que la diferencia sexual sea una categoría central de análisis y suponga,

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por lo tanto, una explicación requiere mucho más que la simple tarea de “añadir” las mujeres a los datos, como una escueta información estadística. Hay que conocer, estudiar, iluminar los procesos que intervienen y que dan forma al hecho investigado. Hay que conocer qué significado tiene el ser mujer o el ser hombre en lo que estamos investigando. En nuestra sociedad, hoy por hoy, no es lo mismo envejecer siendo mujer que hacerlo siendo hombre, sobre todo si tenemos en cuenta los numerosos aspectos de tipo personal, social y profesional que a lo largo de la vida han hecho significativamente diferentes la vida de las mujeres y de los hombres –tanto en lo que se refiere a las trayectorias personales, emocionales y profesionales, como a la diferente implicación que hombres y mujeres mayores han tenido en las tareas de cuidado y sostenibilidad de la vida–. A pesar de esta evidencia, son muy pocas las investigaciones que se detienen a considerar el significado y las consecuencias que tales diferencias en la socialización y en las opciones profesionales y de vida tienen sobre la vejez de mujeres y hombres (Freixas, 1997). Hay, pues, que plantear preguntas “nuevas” que cuestionen el imaginario esperable y permitan llevar a cabo una investigación transformadora, que vaya más allá de las preguntas y respuestas limitadoras con que habitualmente nos encontramos cuando se trata de las personas mayores, que suelen poner el énfasis en el estudio de las pérdidas. Adrienne Rich lo plantea diciendo: “A los problemas convencionales se les dan soluciones convencionales, a las que ya se ha llegado antes” (Rich, 2005, p. 95). La investigación acerca del envejecimiento de las mujeres se centra con excesiva frecuencia en temas que circunscriben y limitan el ser mujer y mayor a las asignaciones de papel social más profundamente patriarca-

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les, olvidando otros espacios de actividad y vínculo que pueden permitirles encontrar claves de significado y reconciliación interna. Esta investigación deberá evitar elaborar tipologías simplificadoras, porque cuando se homogeneiza a la gente en función de su edad se ignora la enorme diversidad que existe entre las personas mayores. Reconocer la diversidad y la pluralidad permite reflejar el hecho real de que las mujeres mayores han tenido experiencias vitales y profesionales diferentes y enriquecedoras, que ofrecen una notable variedad de modelos para las mujeres de todas las edades; mientras que igualar a las personas por el mero hecho de ser mayores supone no reconocer que las diferentes trayectorias de vida significan diferencias radicales en el envejecer. La adopción de un enfoque menos unificador permite contra-rrestar la fuerte tendencia a reforzar los puntos de vista negativos sobre el envejecimiento, que, además, en el caso de las mujeres añade al temor con que se vislumbra el envejecer, el pánico de hacerlo perteneciendo a una parte de la población especialmente castigada por factores como la pobreza económica y la marginación afectiva (Sontag, 1972). La heterogeneidad de las situaciones personales, profesionales y emocionales de la población de las mujeres mayores debería invitar a introducir el estudio acerca de otros silencios relacionados: ¿dónde están las lesbianas viejas, por ejemplo, y las mujeres de otras etnias y culturas?, ¿cuáles son las condiciones de vida y la experiencia de las mujeres pobres?, ¿cuál es el margen de que disponen todas ellas para envejecer con dignidad y respeto, más allá del doble estigma que acarrean? La investigación debe tener en cuenta la diversidad de coyunturas vitales de las mujeres mayores con sus puntos débiles –comprensiones imprescindibles, los denomino– y también con sus evidentes fortalezas –recursos exclusivos–.


La vida de las mujeres mayores. Comprensiones imprescindibles Algunos elementos han caracterizado las vidas de las mujeres mayores y, por lo tanto, han marcado sus vidas como mujeres ancianas. Estas circunstancias vitales tienen un denominador común que se concreta en la entrega gratuita del tiempo personal –a través de las tareas de crianza y cuidado– que está en el origen de la débil posición económica con que muchas de ellas se encuentran en su edad mayor. Sin embargo, también es cierto que las privaciones más importantes con que se enfrentan las mujeres al envejecer tienen su origen en los estereotipos sociales acerca de la vejez que las limitan e invisibilizan y en los pensamientos y las ideas que ellas mismas mantienen acerca de la edad mayor, que las inducen a la desmoralización. Pocas investigaciones se centran en los múltiples roles que habitualmente desempeñan las mujeres y sobre los efectos nocivos que producen la acumulación de cometidos diversos y simultáneos a los que se ven sometidas a lo largo de su vida, especialmente en la parte central de ésta, en la que se superpone la crianza de sus hijas e hijos, con el cuidado de sus padres y madres ya mayores, el funcionamiento de un hogar y el desenvolvimiento eficaz en el mundo público. La falta de un apoyo sistemático y eficaz supone un alto nivel de estrés para las mujeres (Amoroso Miranda, Bosch Pareras, Carrasco Bengoa, Fernández Medrano y Moreo Saenz, 2003; Barrett, 2005; Long y Porter, 1984; Matud, 2002). A las mujeres se las considera las cuidadoras fundamentales de la especie humana; sin embargo, son cuidadoras sin contrapartida. Todas las mujeres hacen este tipo de trabajo en algún momento de su vida, lo cual tiene efectos decisivos y permanentes para ellas. Difícilmente se pueden liberar de este destino, dado el peso de la

presión social y cultural que les asigna el deber y el imperativo de la crianza y del cuidado. Las mujeres son el estado de bienestar de las personas de su entorno. Este papel persiste en nuestra cultura. La función de cuidado, a lo largo de la vida, supone un alto coste de tiempo y de pérdida de oportunidades. Tiempo que no dedican a sí mismas, a su formación personal, profesional e intelectual. El dinero que las mujeres dejan de ganar por ello es una parte crucial del coste de oportunidad de su trabajo no pagado y de las discriminaciones que se refuerzan mutuamente en el mercado de trabajo. A las hijas les “tocan” las madres y los padres mayores –especialmente cuando la hija no tiene cargas maritales–. El cuidado de otras personas acarrea un gran estrés, pérdida en la calidad de vida, empeoramiento de la percepción de la propia salud, cansancio y falta de tiempo para los asuntos personales de toda índole (Agulló y Silveria, 2001; Altschuler, 2001; Killian, Turner, y Cain, 2005; Ziemba y LynchSauer, 2005). Las investigadoras feministas llevamos años abogando por una conceptualización de la salud de las mujeres más allá de la capacidad reproductiva y la consideración de la menopausia como una coyuntura en la que confluyen importantes variables de carácter psicológico, social y cultural que explican y configuran la experiencia de las mujeres (Freixas, 1992). Planteamos la necesidad imperiosa de una investigación que escuche las diferentes voces de las mujeres sobre esta transición. La conjunción de una serie de factores entre los que cabe citar la presión social, los intereses comerciales de los laboratorios y la falta de una investigación médica de calidad, ha propiciado una explicación acerca de la menopausia degradante y estigmatizadora. Los cambios físicos que caracterizan la menopausia han sido medicalizados, psicologizados, psiquiatrizados, de tal manera que las propias mujeres, la clase médica y la sociedad la contemplan como una

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enfermedad. Se ha usado el término “menopausia” como diagnóstico para cubrir una amplia gama de quejas de las mujeres de mediana edad que tienen su origen en su condición de seres-paralos-otros y en sus condiciones de vida. Otros estereotipos estigmatizadores tienen una audiencia también notable, como la idea de que la menopausia es una crisis emocional o un periodo de inestabilidad. Todo ello lleva a las mujeres a vivir esta etapa de la vida que es normal, natural, esperable y deseable, con aprensión y temor, como algo amenazador (Arnedo, 2003; Northrup, 2001/2002; The Boston Women’s Health Book Collective, 2006). Hacen falta estudios epidemiológicos en los que se incluya a las mujeres saludables que experimentan la menopausia como una transición natural, así como estudios cualitativos que reflejen la experiencia de esta transición en diferentes culturas, con un énfasis en la postmenopausia. Es necesario conocer los efectos de los estereotipos de las y los profesionales de la salud en los cuidados prestados en la menopausia. Todo ello con el objetivo de ofrecer visiones menos catastrofistas a las mujeres que se encuentran en este periodo (Freixas, 2007). La dependencia económica de las mujeres, originada en sus opciones afectivas tempranas y perpetuada a través de la dependencia que de ella tienen las demás personas, es la causa principal de su pobreza en la vejez. Es el precio de esta responsabilidad: una “dependencia inversa” que resulta invisible y muy negativa para las mujeres en la edad mayor. ¿Son ellas las mantenidas o las que mantienen? Es el trabajo gratuito de las mujeres en el hogar el que permite que el resto de la familia se sitúe en el trabajo asalariado. El diseño profesional y económico que históricamente han llevado a cabo acerca de sus vidas –que se fragua en la adolescencia y se consolida con el matrimonio– se convierte en el mayor obstáculo para la calidad de su vejez. Las mujeres entierran su capital de partida en el matrimonio. El matri-

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monio incrementa el patrimonio de los hombres y empobrece a las mujeres; mejora la calidad de vida de ellos y empeora la salud y la economía global de ellas (Castells, 1998). La clara inferioridad económica de las mujeres con respecto a los hombres suele pasar desapercibida en el grueso de las investigaciones. Esta desventaja económica se fundamenta en su exclusiva orientación hacia la familia en los mejores años de la vida, lo cual las aboca a un empobrecimiento progresivo. Se concentran en ocupaciones peor pagadas, a tiempo parcial, entran y salen del mercado laboral y consideran su aportación económica a la familia como un complemento, de manera que el sueldo que obtienen de su trabajo remunerado ayuda a evitar la pobreza de la familia, pero no su pobreza individual (Carrasco, 1999; Ovrebo y Minkler, 1993). En definitiva, podemos decir con Adrienne Rich que las jóvenes “no se toman en serio” en los momentos en los que el diseño de su vida futura está en juego (Rich, 1980/1983).

La vida de las mujeres mayores. Recursos exclusivos Las mujeres que actualmente componen la población mayor, sin embargo, disponen de los recursos específicos que limitan su vulnerabilidad y las convierten en personas productivas y activas, más allá del imaginario esperado. Las mujeres en la edad mayor crean potentes redes de amistad, vecindad y comunidad que suponen espacios de apoyo y solidaridad que dan sentido a su proyecto de vida en un momento en el que se hace necesario reorganizar la escala de valores (Coria, Freixas y Covas, 2005). En el ámbito de las relaciones interpersonales las mujeres son expertas en la creación y mantenimiento de redes de amistad, vecindad y comunidad, entramados que suponen un apoyo inestimable en las situaciones difíciles y frente a las pérdidas que suelen acompañar el transcurso de los años. Estos vínculos facilitan, además, una gran


actividad e implicación, tanto en la propia vida personal como en el cuidado de la comunidad creada con otras mujeres. Además, las mayores se benefician de lo que puede definirse como una “socialización inversa”, a través de las relaciones con las generaciones más jóvenes: aprenden de ellas, descubren nuevas perspectivas y tendencias y las adoptan sin temor, incorporando a sus vidas nuevas ideas, gustos y valores (Briones y Tabernero, 2005). En definitiva, se hacen más flexibles, tolerantes y diversas, lo cual enriquece, también, sus vínculos y contactos personales y promueve su disposición a la aceptación de los importantes cambios sociales y familiares con que frecuentemente se encuentran. Elogio de la intimidad. Betty Friedan se preguntaba por qué las mujeres viven más años que los hombres y llegó a la conclusión de que es precisamente esta capacidad para crear y mantener los vínculos, y sobre todo de mantener relaciones de intimidad, lo que diferencia el grado de longevidad de unas y otros. La intimidad permite sentirse parte de una comunidad y proporciona un inestimable sentimiento de pertenencia que resulta un elemento fundamental también en la vejez. No se trata de que las mujeres nazcan con una capacidad innata para la intimidad, sino que la socialización de género que ha favorecido las conductas de cuidado, atención y crianza, se convierte, en la vejez, en una baza positiva para la vivencia de la edad mayor (Chodorow, 1978/1984; Friedan, 1993/1994). Elogio de la soledad. Todo ello no impide que las mujeres reivindiquen la soledad como una necesidad y un placer, valorándola como un logro en la vejez. Se produce, pues, la combinación entre el arte del disfrute de la soledad como tiempo de silencio y reflexión –espacio y tiempo jamás anteriormente disfrutado como propio– y el arte de la “compañía a distancia”, con la familia y las

amigas. La soledad permite tomar las riendas del día a día, poner orden. Es una tentación para las personas que han vivido demasiado acompañadas y apenas han dispuesto de tiempo y espacio para sí. Carolyn Heilbrun la describe como una experiencia placentera para aquellas personas que, además de tener “tiempo”, tienen “mundo” (Freixas 2006; Heilbrun, 1997). Por otra parte, las mujeres mayores son las principales consumidoras de cultura: compran y leen libros, van al cine y al teatro, asisten a conferencias y debates, a cursos para mayores, etc. Son la audiencia de una gran cantidad de actividades culturales comunitarias y de ahí extraen una fuente importante de implicación, conversación y comunicación. Este acceso silencioso e imparable de las mujeres mayores a una vida pública y cultural, aunque sea como participantes no actoras, supone una ruptura respecto a su anterior circunscripción al mundo privado y solitario del hogar. A todo ello suelen acudir normalmente solas o en compañía de otras, sin pareja masculina, quienes se muestran poco interesados por tales actividades culturales o, simplemente, ya no existen en la vida de ellas. La mayor longevidad de las mujeres no se concreta en un mejor estado de salud en la vejez, al contrario, su salud percibida es claramente peor que la de los hombres de la misma edad. Sin embargo, su actitud activa frente a la salud es un elemento fundamental cuando son mayores. A pesar de que han vivido una historia de alienación con su cuerpo que normalmente las ha perjudicado en términos de salud, y a pesar también de la poca atención real que les muestra la clase médica, las mujeres mayores tratan de mantenerse activas y saludables. Hacen ejercicio físico, cuidan su alimentación, se intercambian informaciones, se transmiten advertencias contra los engaños de las industrias cosméticas y farmacéuticas, crean

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redes de médicas y médicos que las escuchan y atienden (Cruikshank, 2003; Tannenbaum, Nasmith y Mayo, 2003). La experiencia de opresión y estigmatización que sufren algunos colectivos les permite desarrollar determinadas fortalezas y capacidades para enfrentarse con éxito a los retos del día a día. Las mujeres a lo largo de los años han desarrollado numerosas estrategias de supervivencia que tienen su origen en su condición de personas privadas de poder personal, social, político y económico y que yo denomino estrategias de las oprimidas. Tal precariedad les ha obligado a aguzar sus dotes naturales, definidas con frecuencia como “intuición” o “sexto sentido” y que casi siempre suelen referirse a las relaciones interpersonales, pero también suponen un cuestionamiento de un orden social que las margina y en muchos casos les permite mejorar su posición personal y social (Sáez-Buenaventura, 1988). Estrategias que Dolores Juliano denomina “cuestionamientos invisibles”, porque basan su eficacia precisamente en esta condición de invisibilidad y a través de las cuales las mujeres acatan formalmente unas normas sociales que posteriormente quebrantan para la consecución de objetivos que desde la ética del cuidado ellas consideran justos y necesarios (Gilligan, 1982/1991; Juliano, 1992, 1998). Uno de los mandatos que marca la vida de las mujeres es el de mostrar la identidad femenina por encima de todo, concretada en tres imperativos: belleza, sumisión y heterosexualidad. Tal definición de la feminidad, como atributo únicamente posible en la juventud, niega a las mayores el derecho a ser definidas como “mujeres” más allá de la menopausia. Una de las grandes libertades conquistadas por ellas, a partir justamente de la mediana edad, es la de no tener que hacerse pasar por mujercitas y poder, finalmente, deconstruir el modelo social de la feminidad

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y mostrarse como seres individuales y libres. El humor con que ellas miran su vida, su cuerpo y sus relaciones en la edad mayor es un elemento que escapa a la investigación gerontológica tradicional. Según Carolyn Heilbrun, las mujeres mayores se ríen en el reconocimiento de dos elementos que son la base de su felicidad actual: la independencia (la libertad conquistada a partir de la superación de los estrechos límites de la feminidad marcados por el patriarcado) y los lazos femeninos (la seguridad derivada de la vinculación con otras mujeres, justamente desde esta libertad). El humor cambia a lo largo del ciclo vital y supone una muestra de sabiduría: han aprendido a responder con humor a la desigualdad y la injusticia a través de la compasión, más que de la ira (Heilbrun, 1988/1994; Ray, 2004).

Retos para una investigación gerontológica feminista Para poder dar cuenta de la complejidad del proceso de envejecimiento la investigación y la teoría psicogerontológica y evolutiva tienen planteados numerosos retos, en gran medida porque muchos de los factores que hasta el momento han caracterizado la vida de la población mayor van a verse modificados sustancialmente en las próximas generaciones, que van a disfrutar de una larga esperanza de vida y lo harán en mejores estándares de salud que las anteriores. Las mujeres poseerán experiencias laborales, económicas, familiares, de poder y de estatus diferentes a las de sus predecesoras y, por lo tanto, tendrán mayores recursos económicos, sociales e intelectuales. Todo lo cual probablemente habrá llevado a una redefinición de los papeles tradicionales relativos a la familia, la pareja, el trabajo remunerado, el dinero, el poder, etc. La edad cuenta, marca una diferencia que es en sí misma una construcción cultural. La edad es un principio de organización social en el que los diferentes grupos adquieren poder e identi-


dad, a través de relaciones que se entrecruzan. La edad supone una jerarquía que define a las personas y, en la vejez, confiere una pérdida de poder, de autoridad y de estatus a todas las personas designadas como “viejas”. En la sociedad actual las personas percibidas como viejas son marginadas, viven sujetas a diversas violencias y a explotación, sufren desigualdades que son vistas como naturales e indiscutibles (Calasanti, Slevin, y King, 2006). La edad es un elemento clave en la experiencia de la vejez, no sólo como contador de años, sino como vivencia subjetiva del tiempo. La gerontología crítica feminista plantea la necesidad de una distinción entre envejecimiento y vejez, entendidos como dos procesos con significados y consecuencias diferentes, tanto en términos de experiencia y vivencia subjetiva como en cuanto al significado del cuerpo en dicho proceso. No es lo mismo la mediana edad –etapa en la que lo que cuentan son los procesos y experiencias del envejecer en un cuerpo cambiante, con el que aún es posible identificarse– que la vejez, en la que lo que prima es la vivencia, la experiencia y el significado real de un cuerpo viejo cuya imagen nos refiere a la dependencia y la muerte. No significa lo mismo tener 60 años que tener 90 años; tampoco son iguales las circunstancias vitales de las personas en cada una de esas edades, que varían en función de los diversos arreglos de vida que se han ido haciendo en las etapas jóvenes. La cuarta edad supone un cambio cualitativo, no solo cronológico (Twigg, 2004). Ahora el cuerpo es clave, pero ya no en cuanto al discurso de la belleza, sino en el de la supervivencia, de la eficiencia necesaria cotidianamente. El cuerpo adquiere una importancia radical en la medida en que confronta a las personas con la fragilidad y la dependencia. Supone un reto para la gerontología social, que debe elaborar explicaciones más allá del discurso biomédico predominante y tener en cuenta los complejos significados de

la persona y de las situaciones posibles. Se hace necesario explorar cómo se negocian las identidades en la vejez, estructuradas por las relaciones de edad y género, cómo se negocia el yo más profundo, y conocer el significado de los cambios estructurales que aporta el paso del tiempo (Covan, 2005). Uno de los principales objetivos de la edad mayor es la búsqueda de significado para el tiempo que queda por vivir. El primer requisito para vivir una vida con sentido es la experiencia del sentimiento de dignidad como ser humano, pero ¿cómo se envejece con dignidad en una sociedad en la que las personas son valoradas en función de su valor instrumental y físico? ¿Cómo construyen las mujeres mayores el significado de su vida, cómo le otorgan valor, más allá del mandato cultural de la belleza? El cuerpo de las mujeres en el centro del envejecer. Hablar de envejecer en nuestra cultura es hablar de cuerpo; hablar del envejecer femenino es hablar de belleza. Envejecer es adentrarse en un proceso progresivo de invisibilidad que resulta especialmente evidente para las mayores; dándose la paradoja de que si bien el cuerpo de las mujeres mayores es invisible (ya no se las ve), resulta, sin embargo, hipervisible (su cuerpo viejo es “todo” lo que se ve) (Woodward, 1999). El rechazo social por el cuerpo mayor adquiere caracteres sorprendentes cuando se trata del cuerpo de las mujeres cuyo valor de mercado reside en un modelo de belleza –juventud y delgadez– inalcanzable en la edad mayor, por lo que resulta casi imposible sustraerse del juicio de que los cuerpos de las mujeres viejas no son atractivos (Cruikshank, 2003). El envejecimiento, desde esta perspectiva, mina una de las tradicionales fuentes de poder femenino: la belleza. El doble estándar del envejecimiento aparece en todo su esplendor en este aspecto (Sontag, 1972). La gerontología feminista se plantea conocer la experiencia subjetiva del envejecer y el significado

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del cuerpo en este proceso, los problemas y las paradojas de la resistencia cultural (Twigg, 2004). Nuestra cultura nos enseña a sentirnos mal acerca del envejecer y a empezar a sentirlo pronto, escrutando en nuestros cuerpos ansiosamente los signos de decadencia y declive. Las estrategias de enmascaramiento y ocultamiento de la edad refuerzan el edadismo social al informar de que hay algo en el cuerpo y en la vida de las mayores que debe ser ocultado, confirmando que envejecer es algo vergonzante (Calasanti, 2004). En la cultura obsesionada por la juventud, los signos físicos del envejecer son señal de fracaso personal. La respuesta feminista ha tratado de hacer frente a la devaluación social de ser vieja evitando negar la edad como tal, pero no resulta fácil resistir con éxito a la cosificación y las opresivas normas de la feminidad: el camino de envejecer “naturalmente” es altamente problemático (Twigg, 2004). Margaret Gullette plantea la necesidad de oponerse a las narraciones negativas del envejecimiento, resistiéndolas, lo cual implica elaborar diferentes lecturas, diferentes discursos, sobre el cuerpo, la edad, la belleza, pero ¿es realmente posible construir diferentes elaboraciones sobre el cuerpo viejo? (Gullette, 1997, 2004). En términos de la apariencia, ¿cuándo nos encontramos ante una resistencia y cuándo ante una capitulación? Por lo demás, aunque no sepamos cómo, necesitamos llevar a cabo una discusión profunda acerca de los cuerpos viejos. En los últimos años las narrativas de la decadencia han impedido cualquier otra forma de significado e interpretación del cuerpo, de tal manera que resulta imposible hacer otras lecturas más humanistas o plurales (Laz, 2003; Twigg, 2004). Es necesario redefinir los estándares de belleza y combatir los estrechos límites de lo que se considera atractivo; pasar de una cultura “antiedad” a una cultura “proedad”. La industria antiedad, con la proliferación de cremas, suplementos vitamínicos, programas de ejercicio, tintes, etc.,

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para enmascarar los signos del tiempo, no es una muestra de resistencia cultural. Envejecimiento confortable. Algunos mandatos de la cultura gerontológica que han tenido mucho éxito en los últimos tiempos, como el “envejecimiento activo” o el “envejecimiento satisfactorio”, pienso que requieren algunas matizaciones puesto que en ellos subyace la presunción de que para “no envejecer” hay que mantenerse activa –hacer cosas: viajar, ir a la universidad, hacer ejercicio– y conservar una apariencia física al menos como de una persona de mediana edad. Propuestas en las que se prima el valor del “hacer” sobre el de “ser”. El envejecimiento satisfactorio gira en torno a la idea de que el objetivo del buen envejecer es precisamente no envejecer, no ser “vieja” o, al menos, no parecerlo. Mantenerse activa es no ser vieja; las personas poco activas o sedentarias son consideradas viejas y, por lo tanto, menos valoradas. Se envejece cuando no se pueden mantener tales estándares de actividad. Desde esta perspectiva las personas mayores deben someterse a la “disciplina de la actividad” sin respetar el deseo de poder no hacer nada (Calasanti y Slevin, 2006; Friedan, 1993/1994; Holstein, 2006). Además, la filosofía del envejecimiento satisfactorio para las mujeres incluye la adherencia a muchos de los independiente (Ruddick, 2000); es decir, mantener el estilo activo del grupo de “personas selectas” que tratan de no ser vistas como “viejas”. Estos planteamientos incluyen la negación de la edad, la asunción del mito de la belleza y el alejamiento de sí. Todo ello no cuestiona la evaluación negativa de la vejez, solo la retrasa, porque desde tales perspectivas la vejez no empieza a los 65 años sino a los 85. Frente a estas propuestas estresantes, la idea de un envejecimiento confortable hace hincapié en las ventajas que para envejecer ofrece la aceptación de la edad como un don que permite disfrutar del largo tiempo por delante y la incorporación de estilos de vida en los que se combina la participación y la vida interior.


A modo de conclusión La gerontología crítica feminista se plantea transformar los significados que han prevalecido en la investigación y la teoría gerontológica, introduciendo interrogantes que permitan la comprensión de la complejidad del proceso. Uno de sus objetivos es buscar y mostrar imágenes afirmativas acerca de las mujeres mayores, sin negar la realidad de las pérdidas y los cambios que el envejecer conlleva. Es importante elaborar conceptualizaciones que se opongan a la noción de que la vejez es sólo declive, pero algunas posiciones de negación rotunda de ésta dificultan la comprensión y el análisis de la complejidad de la edad mayor, ¿cómo haremos para reconocer la pérdida como una realidad inherente al proceso de hacerse mayor, confirmando las posibilidades de crecimiento y prosperidad en la vejez, a pesar de ella? Martha Holstein afirma que negar la fragilidad física y la discapacidad en la edad mayor y elogiar sólo las fortalezas no parece el mejor camino para aprender a vivir plenamente y con orgullo, a pesar de tales limitaciones (Holstein, 2006). Las imágenes sociales de que disponemos sobre las mujeres viejas no muestran la diversidad de experiencias, gustos y opciones que han desarrollado en su vida: no encontramos la voz de las discapacitadas, de las mujeres que no dan la talla, de las mentes diversas. Se pretende mostrar modelos de envejecimiento de las mujeres que no incluyan la piedad, la conmiseración, el ridículo, conocer sus experiencias cotidianas y la complejidad de sus vidas. La exclusión de las mujeres viejas de la investigación académica, de los medios de comunicación y de los espacios culturales de visibilidad y poder, muestra la gerontofobia de nuestra cultura. Una meta de la gerontología crítica sería la elaboración de alternativas feministas a la invalidación patriarcal de las mujeres mayores, otorgándoles reconocimiento, autoridad y poder, dándoles es-

pacio y palabra, promoviendo una investigación ajustada a la realidad de las vidas de las mujeres que permita construir rituales habilitadores y positivos de representación de la vejez. Es necesario, también, tener en cuenta la desigualdad económica entre los sexos. No se puede mirar la vejez de las mujeres sin tener en cuenta sus delirantes historias laborales y profesionales en las que el trabajo intermitente, el empleo a tiempo parcial, el trabajo clandestino sin mercado laboral han sido la norma. La imposibilidad de acceder a los recursos con que se encuentran las mujeres a lo largo del ciclo vital, y en especial en la edad mayor, permite comprender el fenómeno de su pobreza. Habrá que reconocer, pues, los efectos de la dependencia económica previa y de la discriminación del mercado laboral y el valor de trabajo afectivo y de sostenibilidad de la vida llevado a cabo por las mujeres y el coste de oportunidad que conlleva en la vejez. Uno de los grandes temas pendientes en cuanto a la comprensión de la vida de las mujeres mayores pasa por el estudio de su sexualidad a la luz de la des/educación afectivosexual, religiosa y cultural que han sufrido, promoviendo la desaparición de las limitaciones que existen sobre su deseo, reconociendo los cambios que se producen con la edad y analizando en los estudios acerca de la sexualidad de las mujeres el papel del amor, el cariño y la ternura, haciendo espacio social y cultural a la validación de nuevas formas de intimidad sexual para las mujeres en la edad mayor. La compleja y sutil vida de las mujeres mayores aparece como un amplio campo, abierto al pensamiento y la investigación crítica y reflexiva, en la que su voz y su experiencia se vislumbran como las herramientas necesarias. El objetivo de los estudios de las mujeres sobre la edad debería ser promover la libertad de las mayores para elegir los estilos de vida y las maneras de envejecer que deseen. Todas las transiciones hacia niveles

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superiores de pensamiento y de funcionamiento son difíciles y amenazantes, especialmente cuando ponen en cuestión antiguos modelos, pero, como señala Michelle Fine, no hay otra tarea que las investigadoras feministas podamos llevar a cabo: debemos provocar una curiosidad profunda, e incluso una intolerancia, hacia lo que se describe como inevitable, inmutable y natural. Afirmación que resulta de máxima vigencia cuando nos referimos a la investigación gerontológica feminista (Fine, 1992).

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María Eugenia Trujillo Serie Exvotos (2015)

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Sueños, imágenes y símbolos


María Eugenia Trujillo

La artista y su obra Soy María Eugenia Trujillo. Soy mujer y soy artista, serlo no ha sido fácil, ni simple. El 29 de julio de 1956, mi papá le escribía a mi abuela: ... hoy cumple María Eugenia 3 años, esta muy conversona y metida, ya ayuda a barrer la casa y quiere planchar ropa, tuve que comprarle una plancha pequeña ...

Crecí en un hogar antioqueño, tradicional y religioso, con todas sus características, en donde se nos inculcaba el respeto por nuestros mayores y sus creencias; pero era independiente y aventurera, todo lo cuestionaba y tenía una gran imaginación. Siempre he sido rebelde y contestataria desde la niña que fui, hasta la mujer madura que soy. Siempre supe que sería artista, que a través del arte podría expresar mis sentimientos y lo que pensaba; por eso el eje de mi obra artística siempre ha sido la mujer: sus pensamientos, sus deseos, su sentir, su cuerpo.

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Mis primeros trabajos fueron dibujos y obra gráfica, para pasar luego a lo tridimensional, utilicé como soporte el maniquí de confección femenino, sobre el cual trabajo en técnicas consideradas como artes menores como: la costura, el bordado, el tejido, etc. creando la serie que llamé, “Mapas ilimitados”, que son cartografías personales donde se narran historias de los cuerpos. También el arte me ha servido para denunciar y manifestarme ante el maltrato y el abandono infantil como en la instalación “Once años” y sobre mi inconformidad ante la posición de la Iglesia Católica hacia las mujeres en las series: “Las vírgenes”, “Mujer en custodia” y “ Mujeres ocultas”. Actualmente trabajo en la serie “Ex-votos”, en la que indago sobre las ofrendas religiosas y su carga simbólica, como un canal de comunicación de los seres humanos con lo sobrenatural. Al ser mujer-artista, los límites entre una y otra no existen, a través del arte me reconstruyo y recreo permanentemente. Con mi obra puedo sentir, hablar, protestar y manifestarme. Hacer arte no es solo un acto de creación, sino de liberación.


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Beatriz García Moreno*

El cuerpo habló distinto, dolió, duele, propone El cuerpo habló, se sintió, hizo presencia, se impuso. Un cuerpo cansado que mostró poca resistencia a los viajes, que ya no puede correr como antes, que no puede moverse como solía hacerlo. La parte baja de la espalda –entre la cintura y el coxis- duele, dolió, aún duele- no respondió a la señal de ponerse en pie; olvidó el movimiento automatizado desde un tiempo sin comienzo. Al levantarse se desencajó por la cintura, el torso por un lado y la pelvis por otro. Cada uno con un tiempo diferente, cada uno sin poder reconocer al otro. Se levantó, trató de enderezarse y no pudo. Tuvo que esperar que cada músculo, que cada hueso, ¡qué se yo! se acomodara y encontrara su lugar. * Arquitecta, Ph.D.

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Las huellas del tiempo se manifestaron, y una nueva atención se impuso. El cuerpo me acompaña, me ha acompañado siempre, Tengo un cuerpo, Lo siento más que antes, ¿mejor? ¿peor?, de otra manera. Ese cuerpo que tuvo una historia de controles ahora grita y no alcanzo a entender su lenguaje, quizás quiera brotar a sus anchas. Quiso llenarse de otro, sorberlo, chuparlo y debió contenerse; quiso soltar libremente sus restos y encontró límites para hacerlo; quiso verse bello, completo y necesitó de otros para que lo reconocieran y le ayudaran con su palabra y amor a disimular su incompletud. Se llenó de adornos y perfumes aprendidos en rituales que se volvieron cotidianos, y que, como muletas, le dieron cierto apoyo en sus andares. Ese cuerpo que intercalaba el correr y el brincar con momentos que lo sumían en un recogimiento, que lo llevaban a situarse sobre sí mismo, en un espacio de largos silencios sobre la baldosa fría de la casa de infancia, ahora irrumpía sin control. Ese cuerpo del que la sangre brotó como enigma de una fuente hasta entonces desconocida, que le impuso ritmo y le ofreció otro horizonte, ahora dolía. Sus formas cambiaron por encima de cualquier voluntad, más allá de cualquier elucubración.

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El cuerpo invadido de deseo, sobrepasado por un goce que no conocía, que sucumbía ante la mirada del Otro, y se embrollaba ante su demanda, sin saber cómo hacer, perdió su formas infantiles y adquirió otras que albergaban el deseo y la posibilidad de habitar y ser habitado. Ese cuerpo ya no responde de ese modo. La lozanía se ha ido, la piel ha perdido firmeza, los músculos se han ablandado y han empezado a caer los surcos se han profundizado, las ojeras se han pronunciado mientras enmarcan unos ojos que no brillan como antes; la nariz y las orejas han crecido. El espejo devuelve su imagen. Luego de la operación de cataratas, el envejecimiento que no perdona, se muestra por doquier. Las formas juveniles que se conservaron con cierta pulcritud durante al menos media centuria, se han vuelto anárquicas, no se dejan acomodar como quisiera. Definitivamente, la imagen se ha resquebrajado, ya es mirado de otro modo. Ese cuerpo anárquico que se potenció en concavidades amplias que fueron morada y alimento para otros, ahora se apaga. Ese cuerpo marcado por el amor, penetrado, rasgado, ampliado, ahora impone otra palabra. los dolores lo doblegan, como si lo real se impusiera sin compasión alguna. No parecen ser dolores previos a un florecimiento, son dolores profundos que prometen 48 | Mujeres, vejez y paz


no irse, que apenas se silencian por un rato, para irrumpir de nuevo. Dolores que parecen encontrar raíces en la tierra misma que hace presencia como queriendo reabsorberlo de nuevo. Pero hay resistencias, médicos, ejercicios, terapias, proyectos, vida, algo que no cesa de buscarse. El tiempo se ha apoderado de cada una de sus partes, lo ofrece fragmentado. Los pies se hinchan, se llenan de heridas, las piernas se niegan al movimiento, la cintura se niega a sostener la columna, los hombros no resisten el peso del tiempo. Se agachan. Los ojos no ven con claridad, los oídos apenas escuchan. Y en medio de la atención puesta en cada dolor, un nuevo horizonte se descubre porque cada miembro afectado recuerda las escrituras que contiene, la letra que itera. Parece que hay alivio cuando recupera los escritos de su carne, cuando los descifra o simplemente los reconoce y los acoge para construir con sus retazos un nuevo collage. Una nueva aventura se ofrece, cambiar sus dolores por palabras, por imágenes, por diálogos que nunca se dieron, por disfrutes, llantos y sonrisas silenciosas. ¿Descifrar sus nuevas señas o hacer un poema con sus restos? Bogotá, julio 8 de 2015

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Cinco poetas: miradas sobre la vejez, la guerra y la paz

Carmiña Navia* LA PAZ - COLOMBIA Conversan en La Habana antier han conversado -señores de la guerraen otras partes. Estocolmo-Caguán, Corinto-Cauca, Caracas, montañas de Colombia Diálogos embriagados de palabras, no llegan a la parcela de los niños, al rancho del labriego, ni a la faz arrugada de la anciana que convoca la noche con su miedo. La paz, verde que serpentea el horizonte. Cuerpo reconstruido. Noche abierta. La paz, pasillo de arreboles en silencio, sin atronadora amenaza en cada hora.

* Poeta, teóloga, Magister en literatura Latinoamericana.

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La paz, cuesta a subir en la mañana, y en el medio del día, manos que se tantean.


Gabriela Castellanos* EL EXILIO ¿Cómo aceptar esta imperdonable orfandad del exilio?

ENVEJECER

Cuando miro este lugar Donde hemos llegado, todo tiembla al borde de mostrarse enemigo.

Es un dolor que no alcanza para el llanto, pero está ahí como un labio hendido, un pie mutilado.

De algún modo La falta de lo que dejamos, -los lugares, la gentese me enrosca, soldada como la tapa oxidada de un frasco, en los vericuetos de las células.

En una playa, una mujer que la recorre, no por gozo, sino por buscar sustento, mira hacia el mar, ve sólo una fría extensión de grises y la reconoce como un paisaje interno.

Aunque sé muy bien que no surcan mi cara hondas fisuras invisibles, las siento abiertas, ávidas de la carne faltante debajo de la piel.

* Doctora University of Florida.

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Flor Yolanda Moreno

*

LA VIDA ES UN ECO La vida es un eco Que retumba en el vientre de cada mujer. Murmullo en sus pulmones goteo en sus pechos energía en su sangre… Luz en su existencia.

La vida es un eco que retumba en cada espalda para no dejar morir las ilusiones de surcar la tierra con el fruto de sus entrañas y quebrantar el hambre con sus manos. La vida… es un eco latinoamericano.

La guerra nos desangra, cubre la tristeza con su desamparo… acorrala nuestras ilusiones, enmudece nuestros frutos y empobrece nuestras manos. La vida es un eco que retumba en los pulmones agujereados en los pechos perforados por mensajes con plomo… de mensajeros que siembran en vientres semillas… Semillas de guerra en su infancia son primeros. ¿Primeros para qué? En su adolescencia son problema. ¿Problema de quién? Y en su juventud carne de cañón… Cañón para darle gloria a la destrucción.

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* Poeta.


Maruja Vieira* LA PAZ Más allá de esta nube de ceniza El hombre espera. Espera que la sombra le devuelva Su herencia de esperanza, Su antiguo mapa transparente. El hombre quiere un poco de silencio, Para que el hijo diga su primera palabra. Esa palabra que nunca es GUERRA, que nunca es MUERTE.

* Poeta.

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Matilde Espinosa* DESPOJO No busco pañuelo para llorar; simplemente me acerco a las mujeres que inventaron el tiempo tejiendo coronas para los hijos muertos. La pena les hizo el mundo oscuro, no volvieron a entender sus sueños ni los secretos de la primavera. Inmóviles y turbios igual que los espejos se vivieron los días. Un alba desgarrada dejó su azul amargo. Nada pudo el salterio de las antiguas voces arrancar de los cielos. Se deshizo el misterio rodaron los silencios y en un gotear de lluvia naufragaron por siempre las palabras.

* Poeta.

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María Eugenia Trujillo Serie Exvotos (2015)


Dossier


Magdalena León*

“Con Doña Lola no se meten”: mi desplazamiento infantil ¿Desde dónde escribo? Nací en Barichara, el 30 de junio de 1939, de padres baricharas, Juan Francisco León y Lola Gómez de León (en adelante: Doña Lola y Mamita Lola), quienes armaron una numerosa familia de nueve hijos. Mi puesto fue el quinto. Mi padre tenía el mejor almacén del pueblo en la Calle Real. Durante La Violencia, mi familia, de filiación liberal fue víctima del desplazamiento. Yo tenía 10 años cuando salimos del pueblo mediante los oficios de Mamita Lola. Los recuerdos de la época, los momentos de la salida y la semblanza de mi madre, se me incrustaron en el alma y en la memoria. Siempre busqué alejarme de temas que tocaran aspectos del conflicto armado colombiano y su relación con las mujeres. Una vez acepté un proyecto en una zona de cultivos ilícitos y guerrilla para ver su impacto sobre las mujeres rurales y campesinas. Al poco tiempo lo dejé porque los recuerdos de la violencia de mi niñez no me dejaron cancelar la deuda personal que tenía con mi pasado. Siempre me he hecho muchos interrogantes y entre ellos ¿por qué obligaron a salir

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a mis padres y a mi familia? ¿Cómo fue el éxodo y quién se encargó de organizarlo? Para encontrar respuestas busqué diferentes tipos de fuentes y escribí un artículo sobre La Violencia en Barichara1 que me ha servido para exorcizar el pasado que viví de niña. Este trabajo basado en el escrito mencionado no sólo es historia, sino que es memoria como el principal sustrato. Hice nueva investigación sobre las mujeres y el sufragismo en el país en la época del relato. Para situar la presencia y rol de mi madre como mujer protagonista en el éxodo y la salvaguarda de sus hijas, adelanté entrevistas con mis hermanas2. Para poner en contexto La Violencia en Barichara, mi historia de niña y la de mi madre en el relato, hago una breve reseña histórica de La Violencia en Colombia, en Santander y las luchas sufragistas de la época. * Socióloga, M.A Washindton University. 1 León Magdalena, “La Violencia en Barichara” en Alfonso León (Ed) Barichara en la historia y la historia de Barichara, en proceso de publicación , Bucaramanga: Sic editorial, 2015. 2 Entrevisté a mis hermanas Cecilia, Eugenia, Alcira, Lolita y Gloria León Gómez en abril 18 y abril 20 de 2015.


La violencia en Colombia3, en Santander y las luchas sufragistas 1. La violencia en Colombia. En la historia de Colombia la violencia no es para nada un fenómeno nuevo. En el siglo XIX, y hasta los albores del siglo XX, la historia de la nueva república pasó por sucesivas guerras y batallas. Las de la independencia, y las de los caudillos que se conocen como las guerra civiles4. En estas guerras la presencia del bipartidismo y la Iglesia fueron paradigmáticos, como se señala a continuación. Con la creación de los partidos Liberal y Conservador, a mediados del siglo XIX, se dio inicio al bipartidismo, el cual se consolidó y desarrolló a la sombra de las guerras civiles durante la segunda mitad de ese siglo. El bipartidismo creció de la mano de un profundo sectarismo, que aupó un sentimiento ciego de pertenencia a una u otra de las dos colectividades. Dado el carácter arcaico del orden político en el que la hacienda aportaba los soldados, casi siempre como simples clientelas de caudillos terratenientes, su actuación en las guerras era como copartidarios y no como ciudadanos. Desde finales del siglo XIX y hasta 1930 se dieron una sucesión de gobiernos conservadores. Los siguieron 16 años (1930-1946) de gobiernos liberales. A partir de 1946 y hasta 1953 el partido conservador regresa y conserva el poder5. En

3 El tema de la violencia acusa una extensa y varida bibliografía. La breve síntesis de este trabajo, se basa en Leal (1984), (1990) y Sánchez (1991). 4 En la historia política del siglo XIX se conocen 14 guerras civiles. 5 A los gobiernos conservadores hasta 1930 se les conoce como hegemonía conservadora. Los gobiernos liberales que comenzaron en 1930 con la Unidad Nacional de Enrique Olaya Herrera y culminaron en 1946 con Alberto Lleras Camargo -quien reemplazó en el último año de su gobierno a Alfonso López Pumarejo -, se les llamó hegemonía liberal. De 1946 a 1950 gobernó Ospina Pérez y de 1950 a 1953 Laureano Gómez y Roberto Urdaneta, quien reemplaza a Gómez por enfermedad desde 1951.

este período se desató la época de La Violencia, que ocupa el análisis sobre el caso del municipio de Barichara y mi desplazamiento infantil. A mediados del siglo XX, la hacienda, el bipartidismo y la Iglesia aún dominaban el panorama político nacional. Y fue en este contexto en el que la violencia bipartidista tuvo su máxima expresión. Ella transcurrió desde mediados de los años cuarenta hasta mediados de los sesenta. Con el Frente Nacional (1957-1974) comenzó el proceso de modernización del Estado y, aunque tardó unos años más para que culminara La Violencia, con la época llamada de “los bandoleros”, atrás quedaba el largo período de confrontación bipartidista nacional guiada por el sectarismo y la ideología adscriptiva de pertenencia. Pero, al mismo tiempo, con el régimen del Frente Nacional empezó un largo proceso de debilitamiento de los partidos. El inicio de los movimientos subversivos, en 1965, coincidió con la finalización de La Violencia. Sánchez caracteriza al período de La Violencia como una guerra entre las clases dominantes, y de esta manera como expresión tardía de las guerras civiles del siglo XIX. Fue también una confrontación bipartidista entre clases dominantes y nuevos núcleos de poder. La Iglesia fue también actor fundamental de la violencia durante las guerras civiles y compañera inseparable del bipartidismo. Por más de un siglo, fue aliada militante del partido conservador. El púlpito fue utilizado como espacio de pedagogía y confrontación política. Desde allí, el opositor de partido no fue pensado como rival sino más bien como un hereje. Hay que recordar que esto se dio en un país que por herencia colonial se ufanaba de su fuerza católica. Sin embargo, fue un catolicismo fanático de escapulario y amuleto.

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Con la llegada del Frente Nacional la jerarquía eclesiástica abrazó la causa del bipartidismo frentenacionalista. A partir de ese momento, se abrió un largo proceso de secularización inconclusa de la sociedad colombiana. El fanatismo armado de La Violencia, con su furor apocalíptico atizado desde el púlpito, quedó atrás. Para muchos colombianos se empezaron a erosionar las lealtades religiosas. 2. La violencia en Santander. Para el departamento se puede decir que La Violencia fue un medio para conquistar el poder y retenerlo. El departamento, cuna histórica de guerras civiles y de movimientos liberales en el siglo XIX, avanza en el siglo XX con enfrentamientos bipartidistas. Durante la hegemonía liberal (1930-1946), hay repetidas pugnas entre los partidos6. Santander, tenía una alta participación electoral y fue una región liberal. Sus mayorías liberales se vieron disminuidas en el período de La Violencia, durante el cual una buena parte de sus municipios de filiación liberal mayoritaria fueron agredidos por la violencia del régimen conservador y forzados, mediante diferentes métodos coercitivos, a pasar su votación al partido en el gobierno. Según las memorias del líder liberal santandereano, director del periódico Vanguardia Liberal, Alejandro Galvis Galvis (1976), los liberales en el país y en el departamento fueron sometidos – después de la derrota de 1946– a hostigamientos sistemáticos durante los gobiernos conservadores de Ospina Pérez, Laureano Gómez y Urdaneta Arbeláez. Para Galvis Galvis fue una pavorosa 6 Aunque escasos, hay análisis para la época, entre ellos Rivera Delgado, Laureano, (1999) “El bandolerismo en el conflicto bipartidista de Guaca, Santander 1930 a 1953”, Bucaramanga: Universidad Industrial de Santander, Tesis para optar al título en Historia, y Pinto Ortiz, Ana María (2009) “Homicidios, lesiones personales y agresiones verbales, Caso de la violencia política en la Provincia de García Rovira 1930-1948”, Bucaramanga: Universidad Industrial de Santander, Tesis para optar al título en Historia.

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orgía de sangre y fuego, para reducir el partido de oposición -el Liberal- al despotismo del partido Conservador. El gobierno de Unión Nacional, con que Ospina inicia su presidencia en 1946, no se cumplió en Santander y se empiezan a registrar los primeros brotes de violencia conservadora, que aparecen en García Rovira y Vélez (1976:10). Santander tenía gobernador liberal en 1946, que se retira, y quien asumió el cargo recibió rechazo. En los encendidos debates de la Asamblea Departamental se le atribuyó haber “montado un régimen de inseguridad con la organización de una policía amenazadora… y de llevar elementos conservadores pasionales de extrema peligrosidad, entre ellos homicidas, rateros y facinerosos que creaban para Santander una inquietante zozobra” (1976:11). A estos agentes del terror se les conoce como los pájaros. Nombran gobernador conservador y la Asamblea liberal le hace resistencia civil. Previo a las elecciones de concejos, en 1946, se registran hechos de violencia, aunque los comicios fueron en calma y los ganó el liberalismo. Esta derrota, según Galvis Galvis, enardece a los conservadores, que acusan al gobernador de su partido por mantener alcaldes liberales, y en algunos municipios se reemplazan por alcaldes militares. En 1947, el ministro de Gobierno, en un debate en el Senado, de mayoría liberal, hizo la notificación perentoria y pronuncia aquella famosa frase de que el Partido Conservador está dispuesto a imponerse a “sangre y fuego”. La Violencia se intensifica y puede clasificar como en espiral, y se aprecia en diferentes zonas del departamento. Se registran más hechos de violencia, incluida Bucaramanga, donde se nombra alcalde militar, y Galvis Galvis señala que “a la policía se incorporaron más personas con destino a Santander


para intensificar la tarea de eliminar liberales” (1976:25). Los liberales se retiran de la Unión Nacional, y el presidente Ospina la cancela. El 9 de abril asesinan a Gaitán, se restablece la colaboración en el gobierno con parte del liberalismo, y la violencia se acrecienta en todo el país, de manera fuerte en el departamento de Santander, donde se nombra gobernador militar. Galvis Galvis como periodista y dirigente político activo, recopiló abundante información a nivel municipal, en reuniones, cartas, entrevistas y otros medios. Numerosas víctimas y jefes liberales de los pueblos le hacían conocer sobre los episodios de sangre y persecución. Esta información7 narra en detalle, a nivel municipal y aún veredal, un sinnúmero de hechos de violencia de conservadores contra liberales. De su extenso trabajo, que cubre de 1949 a 1953, se puede saber que sufrieron violencia un amplio número de municipios del departamento, se documentan más de cuarenta, entre ellos Barichara. En la información de La Violencia en Santander aparece la presencia de la Iglesia y su clero, alineados al lado del Partido Conservador. Se repite el nombre del obispo Ocampo Berrío, de San Gil, y de diferentes prelados a nivel local, como instigadores de la violencia. Un ejemplo visible se encuentra en la siguiente cita: “en Galán, el 23 de agosto de 1948 turbas conservadoras atacaron, dirigidas por las autoridades municipales y el cura párroco, Carlos Quintero, quien paseando por el atrio muy complacido instigaba el ataque” (Galvis Galvis 1976:40).

7 Alberto Donadío, quien escribió el libro Galvis Galvis o el carácter, cartas privadas de un hombre público, dedica el Capítulo 13 a la correspondencia sobre el período de La Violencia y señala que es muy abundante la información que contiene (2007: 248). Los detalles tienen fecha, lugar, nombres, agentes, métodos, estrategias, rituales, programación, instrumentos, organizaciones, dispositivos ideológicos legales y de coerción, y consignas.

La intensificación de La Violencia hizo muy difícil el manejo del país, se quebró la gobernabilidad de una manera cierta y evidente. En numerosos lugares aparecieron las guerrillas liberales como forma de resistencia. La lucha política, al decir de Gonzalo Sánchez, pasó del terreno electoral al terreno de las armas y las guerrillas fueron expresión inicial de una forma de confrontar el terror de La Violencia (1991:37). En Santander, éstas se organizan en San Vicente de Chucurí. Con el surgimiento de la guerrilla surge también a nivel nacional la llamada acción pacificadora que para Galvis Galvis, “…fue una sombría y cruel obra de devastación sobre regiones campesinas de densa opinión liberal” (1991: 173) y en las que el ejército, en lugar de agente pacificador, resultó agente de violencia (2007: 253-165). 3. Luchas sufragistas8. El bipartidismo sectario y de matriz religiosa acogió el discurso de las mujeres como sujetos maternales según el canon católico y patriarcal heredado de la Colonia. Los liberales y conservadores no se distinguieron por sus discursos de género9. La Constitución de 1886 consagró la unión del Estado y la Iglesia y con la firma del Concordato la educación fue privilegio de la Iglesia Católica. En el ideario maternal la mujer es modesta, fiel, virtuosa, el hogar es el objetivo de su vida, su felicidad, su gloria. Su deber ser es la familia y ser buena esposa, pozo de ternura, abnegación, hacendosa y paciente. De su virtud depende en gran parte la del hombre. La Constitución de la Provincia de Vélez en 1833, estableció que todo habitante sin distinción de sexo, tenía el derecho al sufragio. Sin embargo, 8 La breve síntesis sobre el sufragismo en este trabajo se basa en Lola Luna (2004) y Lola Luna y Norma Villarreal (2011), Magdala Velásquez (1995) y Patricia Pinzón de Lewin (2014). 9 En su origen los conservadores fueron ultra católicos y los liberales con visos laicos y anticlericales no atacaban la religión ni fueron anticatólicos.

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esta norma fue letra muerta, y pasados más de 100 años, en la época de La Violencia, que ocupa este trabajo, la ciudadanía era privilegio de los hombres mayores de 21 años. El discurso maternal, católico y patriarcal que permea el origen de los partidos, sobrevive el período de las guerras civiles y llega hasta el siglo XX. Las reformas liberales de 1930 buscan laicizar el Estado. Los logros fueron parciales mediante la reforma educativa de 1936, pero el regreso al poder del partido conservador que coincide con el inicio de La Violencia, desacelera los avances. Las condiciones sociales, laborales, familiares y jurídicas de las mujeres fueron la base de los reclamos de las líderes sufragistas que, si bien es cierto, remiten a la lucha por el derecho al voto, esta fue una saga más amplia e incluye la lucha por los derechos ciudadanos de las mujeres a la educación y al ejercicio de cargos públicos. En los años treinta las luchas y logros de los derechos para las mujeres se dieron sin que existieran organizaciones que los respaldaran, eran más bien “parte del paquete liberal de la época”. Las mujeres casadas estaban sometidas a la sociedad conyugal y debían ser representadas por el marido. En el contexto de las reformas liberales, un reducido grupo de mujeres que se definían como feministas, apoyaron en 1932 la expedición de la Ley 28, que dio a la mujer la independencia económica mediante la administración de sus propios bienes10, sin olvidar que su misión principal era la maternidad. El siguiente paso fue poner en primer plano el tema de la educación, en particular la superior. Las sufragistas feministas lo vieron como requisito para la incorporación a la vida profesional en igualdad con los hombres y como base de la conquista de la participación 10 Una primera reforma se dio en la Ley 8 de 1922 que permitía a la mujer disponer de sus joyas e instrumentos de su profesión.

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política a través del voto. En 1932 se autorizó que los colegios femeninos expidieran diplomas de Bachillerato y en 1933 la batalla por el acceso a la educación universitaria fue ganada. En 1936 la Universidad Nacional empezó a recibir mujeres en carreras consideradas cercanas a la naturaleza femenina como bellas artes, farmacia, enfermería y odontología. También en 1936 se posibilitó el acceso de la mujer a cargos públicos. Sin embargo para hacerlo efectivo era necesario el reconocimiento de la ciudadanía que solo tenían los hombres. En 1945 se aprueba la reforma al artículo No. 13 de la Constitución que reconocía que las mujeres eran ciudadanas porque podían ser designadas a cargos públicos pero se especificaba que no podían elegir ni ser elegidas, es decir no tenían derecho al voto. Las luchas sufragistas y en forma particular por el derecho al voto11, en la década de los años cuarenta se intensifican y su presencia fue la de un sujeto político colectivo12 que involucró la prensa, la radio, los políticos, la opinión publica y se crearon medios de opinión propios. Lola Luna (2004) divide las sufragistas según sus intereses y fines diferentes con relación a su condición maternal, en feministas y conservadoras. Estas últimas representan los valores tradicionales del género femenino y aceptan la modernización en la educación y en los derechos civiles y políticos para poder cumplir mejor su misión de madres y esposas y de esta manera servir a la patria. La ciudadanía no era para la participación en la vida pública sino para hacerlas mejores madres ilustradas. Este sufragismo tiene en su núcleo la 11 En 1933 se propuso en la Cámara una enmienda constitucional para conceder el voto a la mujer y a partir de esta fecha y hasta 1944 se pueden contabilizar hasta 11 proyectos a favor del sufragio femenino 12 Surgieron diferentes organizaciones y otras que venían desde antes también participaron. Entre ellas: la Unión Femenina de Colombia, la Federación Femenina Nacional, la Organización Nacional Femenina, la Asociación Democrática de Mujeres, la Agrupación Patriótica Femenina, la Acción Femenina Liberal.


incompatibilidad entre la profesionalización y la participación política de las mujeres y el hogar. El sufragismo conservador avala una educación familiar para las mujeres basada en conocimientos de moral, religión, psicología, pedagogía, puericultura, geografía e historia para ser mejores compañeras del hombre y compartir con él la conducción espiritual de la familia. El voto a las mujeres se concibe como reconocimiento a la feminidad tradicional y los valores que de ella se derivan, tales como la superioridad basada en la pureza y la honestidad, como medio civilizador, moralizante y purificador de las costumbres políticas. El voto no se defendió por las sufragistas conservadoras como un derecho de ciudadanía y participación política en igualdad de condiciones a los hombres. Las sufragistas feministas construyeron su discurso sobre la igualdad de derechos, la participación política y la justicia social. No existía contradicción entre la educación y el ejercicio de los derechos ciudadanos con el cuidado de la familia. No se negaban atributos tradicionales femeninos, como sensibilidad social y delicadeza, pero no eran obstáculo para ampliar la actividad de la mujer más allá del hogar en busca de la igualdad de los derechos y seguir siendo buenas madres. En su visión había compatibilidad entre el hogar y la política y complementariedad entre lo femenino y lo masculino. Se empeñaron en mostrar que no había contradicción entre voto y hogar y conciliar el logro de la igualdad con la diferencia femenina. Enfatizaron la idea de colaboración entre hombres y mujeres en el hogar y en lo público político que venía a resolver la incompatibilidad entre el hogar y la política. Las dos corrientes sufragistas, con intereses y fines diferentes se unieron en torno a la lucha por el voto. Se creó en los años cuarenta un consenso que difuminó sus diferencias. A pesar de los varios proyectos presentados, que circulaban

por los diferentes intereses del bipartidismo, no se logró su aprobación. Con la arremetida de La Violencia al final de la década, vienen años de silencio en la lucha sufragista. Luego reaparece el sujeto colectivo sufragista y el voto se aprueba el 25 de agosto de 1954 en la Asamblea Nacional Constituyente del general Rojas Pinilla y se ratifica en 1957 en el Plebiscito convocado por el Frente Nacional. Lola Luna señala sobre este logro: “… un largo proceso en que las mujeres, actuando como sujetos sufragistas infatigablemente… pero me parece acertado reconocer que han sido intervenciones puntuales e interesadas de los gobernantes las que han decidido “conceder” derechos” (2004:151).

La violencia en Barichara: desplazamiento infantil y la fortaleza maternal como salvaguardia para sus hijas Barichara en el período de La Violencia a mediados del siglo XX pasa de ser un municipio liberal a municipio conservador. La votación para Cámara de Representantes de 1933-1945 muestra predominio liberal. A partir de 1947, se inicia el descenso del dominio liberal con una fuerte caída en 1958 y desde este momento y hasta 1982 entra a dominar el voto conservador con proporciones propias de una hegemonía. La votación total acusa una fuerte disminución a partir de 1968, período que coincide con la aparición del nuevo municipio de Villanueva13. Esta hegemonía también se da en la votación para la Asamblea Departamental, de 1958-1980, la votación liberal queda casi borrada de la contienda electoral14. ¿Qué acontecimientos se dieron que lograron cambiar la orientación electoral? Este drástico cambio, que dejó atrás cualquier posibilidad de competencia electoral, y que acusa la más alta 13 Ver: Patricia Pinzón de Lewin (1984). 14 Ver: de 1958 a 1960, Mónica Pachón y Fabio Sánchez (comp.), (2014). De 1958 a 1980, Patricia Pinzón de Lewin, (1984).

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polarización política posible, coincide con el período de La Violencia en el país. Por lo tanto, la pregunta es sobre los sucesos acaecidos en el municipio durante este período. Viví en este bello pueblo buena parte de la niñez, hasta los 10 años. A partir de ese momento salí expulsada por los hechos de violencia que sufrió mi familia y buena parte de la población de la cabecera municipal y de las veredas aledañas. Por esto, mis recuerdos y el papel de mi mamá, serán parte de la información para documentar y explicar la situación15. En Barichara se registraron hechos de violencia antes del inicio del gobierno conservador en 1946 y Gómez Quintero señala que “todo era para el liberalismo en el poder y nada para los conservadores, en la oposición” (sf:50). En 1946 los liberales perdieron las elecciones en el país. El candidato conservador Mariano Ospina Pérez ganó dada la división entre gaitanistas y turbayistas. Barichara era liberal pero tenía veredas conservadoras. Gómez Quintero –como justificación de la tremenda ola de violencia que se desató y que llevó a la fundación de Villanueva– dice que sus habitantes “eran humillados cuando iban a hacer su mercado al pueblo [Barichara], o a hacer alguna diligencia de carácter oficial, o no podían ni ir a hacer los primeros viernes” (sf: 51) día muy importante para los fieles católicos. La arremetida violenta contra la población de Barichara y otras localidades encuentra explicación en el sectarismo político, encarnado en la dirigencia política nacional, el cual se trasladó a dirigentes conservadores a nivel local. A partir de 1945, los grupos campesinos fueron arrastrados 15 No hay investigaciones sobre lo acontecido a mediados del siglo XX en Barichara. Privilegié fuentes orales y logré hacer seis entrevistas y utilizar una hecha por otras personas, aunque no centrada en el tema de este trabajo. El único libro que encontré y consulté es el de Alfonso Gómez Quintero (sf), publicación que relata la fundación de Villanueva, episodio que tiene estrecha relación con la violencia de Barichara.

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a la lucha para la obtención y retención del poder. Las fuerzas locales fueron reforzadas por la policía politizada con personal traído de otros lugares para adelantar la violencia, y más aún con la presencia de los llamados chulavitas, o grupos apoyados y armados por autoridades no locales. El 9 de abril de 1948 “no pasó nada, nada”16, “terminamos de almorzar y por la radio escuchamos que mataron a Gaitán. Hubo una reunión de señores liberales, entre ellos mi papá, en la alcaldía. La tarde fue muy tranquila en el pueblo. No pasó nada más ese día y en los días siguientes siguió la tranquilidad. A los conservadores no les hicieron absolutamente nada, nada, nada”17. Para finales de 1948, e inicios de 1949, comienzan y se intensifican cada vez más los rumores de que los conservadores de la vereda de Macaregua, con su nuevo pueblo Villanueva, molestan a los baricharas, y se alerta a los liberales para que estén pendientes porque los van a sacar. La situación se torna muy peligrosa para los liberales18. Gómez Quintero señala que “a finales de 1948… la violencia no era tan notoria, como la que se avecinaba a principios del año 1949, cuando los villanuevas decidieron atacar, con toda la violencia posible, contra los liberales de sus alrededores, ya fueran de Barichara, de Guane o de Curití” (sf:480). Mis padres en 1949 tenían 23 años de casados. Se llevaban 14 años de edad: Mamita Lola se casa de 15 años y Papito Pato de 29. Su infancia durante los gobiernos conservadores de finales del siglo XIX e inicios del XX y ambos huérfanos de madre a edad temprana, no les permitió completar la educación primaria. De los ocho hijos/as que tenían en 1949, la mayor estaba casada con 16 Entrevista telefónica con Guillermo Tamayo, Bogotá, febrero 11, 2014. 17 Entrevista a Cecilia León de Ramírez, Bogotá: enero 24 , 2014. 18 Entrevista a Jorge León Gómez, hecha por José Luis Ramírez y Sergio Rueda, Bogotá: mayo 1987.


el último alcalde liberal que tuvo el pueblo, el segundo hijo varón estudiaba en Bogotá medicina, cuatro asistían al colegio en Barichara y las dos menores quedaban en casa. Las luchas sufragistas de los años treinta y cuarenta se quedaron en el nivel central y no permearon la provincia. Las condiciones sociales, laborales, familiares y jurídicas de la mujer de la época no fueron base de reclamos en la localidad. Incluso Ofelia Uribe, líder sufragista muy destacada, originaria de San Gil, pueblo muy cercano de Barichara, no era conocida. Mi mamá encarnó los valores maternales católicos y no tuvo ninguna participación en política en tiempos en que la ciudadanía era privilegio de los hombres. Mi padre era un liberal moderado y “en la casa nunca se escuchó una discusión, ni comentario político de ninguna clase”. Mamita Lola sin alcanzar a los logros de la modernización educativa, trascendió los valores tradicionales del género femenino y conjugó la salida al mundo público del trabajo con la dedicación al hogar desde muy temprana edad. Al poco tiempo de casada en su lugar de residencia atendió el hotel Madrid. Después como pareja montaron un almacén. Este proyecto muestra una visión de colaboración y compatibilidad entre padre y madre en lo público. En el almacén nunca hubo empleada y su imagen amable la hizo muy importante como vendedora y la llamaban “Señora Lolita”. Atendía casa y almacén y con tantos niños se apoyaba en dos empleadas domésticas y en la tía Tata, su hermana mayor soltera, quien era parte del hogar y cuidaba sus numerosos sobrinos. En lo privado no se dieron cambios y “Mi papá murió sin lavar un plato, sin entrar a la cocina, en la casa era nulo, no sabía prender un fogón”. Siguió el canon católico y era muy religiosa, de misa diaria a las 6:00 a.m. y luego hacía turno para la Adoración al Santísimo como su responsabilidad en el grupo de Adoración Perpetua.

Pertenecía a otras juntas y asociaciones religiosas y en las procesiones era invitada a cargar estandarte. Como pareja eran responsables de la Hermandad de Nuestra Señora del Carmen que implicaba organizar la fiesta religiosa cada año o sea las vísperas, las misas, las procesiones y llevar y anotar las cuotas según los miembros de la hermandad. Esta cercanía al culto la hacía amiga del cura párroco. En el contexto turbio de la violencia mis padres, a poco más de un año del 9 de abril, salieron del pueblo a Bucaramanga, junto con mi hermano y hermanas menores. A las tres niñas que cursábamos estudios nos dejaron en Barichara para terminar el año escolar con la tía y la hermana mayor19. Mi madre con 37 años, por ser matrona respetada en el pueblo, podía hacer idas y venidas. En una de ellas salvó de la muerte al esposo de mi hermana mayor, quien fue alcalde de Barichara el 9 de abril de 1948. “Por las monjas del hospital, mi mamá se enteró de que Luis estaba sentenciado a muerte y que debían sacarlo. Logró salir en carro militar escoltado, pasando agachado por el sitio el Choro”20. La complicidad secreta por la alianza religiosa de mi madre con las monjas surtió efecto humanitario. El almacén de mis padres fue saqueado y desocupado. De este hecho conservo un nítido recuerdo: a la mañana siguiente del robo vi que toda la mercancía de color rojo fue dejada sobre las vitrinas. Había cintas, telas, adornos, zapatos y diademas, sombreros, camisas extendidos a lo largo de los grandes muebles. Pasó un tiempo y una tarde fuimos con la tía Tata y mis hermanas adonde la modista. Al entrar, la modista estaba ocupada con unas mujeres que estaban probándose ropa que habían mandado a hacer. Cuál sería mi sorpresa cuando advertí que los vestidos 19 Entrevista telefónica con Guillermo Tamayo, Bogotá febrero 11, 2014. 20 Entrevista a Cecilia León de Ramírez, Bogotá, 24 de enero de 2014.

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de estas señoras estaban confeccionados en el organdí color claro de luna y la seda amarillo pollito que mi papá tenía en el almacén, materiales de los que siempre quise tener un vestido para mi. Luego me enteré que las mujeres que se probaban la ropa eran de la familia de los policías del pueblo. El Partido Conservador se organizó para participar y salir victorioso en las elecciones presidenciales de 1949, en las que fue candidato Laureano Gómez. Estas elecciones se dieron en medio de un enfrentamiento intenso, que tiene como telón de fondo la separación de Villanueva del municipio de Barichara. Los villanuevas, según Gómez Quintero, “durante los meses de mayo a agosto de 1949, hicieron una arremetida violenta contra los liberales de Barichara y los pueblos vecinos, y lograron someter a sus enemigos y formar un pueblo netamente conservador” (sf: 63). El autor narra también–aunque no da fechas– un enfrentamiento entre la llamada chusma liberal, en la cabecera municipal, y la policía de Barichara, y la muerte de varios manifestantes. Además, cuenta de dos tomas de los villanuevas a Barichara, “la primera, más pequeña… con más de 100 personas,…con el fin de intimidar a los liberales, tratar de sacarlos del pueblo o tratar de que se voltiaran al Partido Conservador, si querían seguir viviendo en Barichara… La segunda toma, con unas 300 personas,…en noviembre de 1949, después de las elecciones, cuando el conservatismo ganó las elecciones con Laureano Gómez… [para] reafirmar sus mayorías y su poder”(sf: 67). Durante los anteriores hechos tenebrosos, mi vida transcurría como alumna en el colegio de las monjas en Barichara. Una de mis hermanas recuerda “…que trataban de ocultar a los menores lo que pasaba. De día caminaba la corta distancia que separaba la casa del colegio, jugaba en las calles, me llevaban a actos religiosos y muy temprano, con la luz del día, como a las cinco de

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la tarde la gente cerraba las puertas y se encerraba en la casa”21. Otra hermana recuerda que en el pueblo, cuando se salía a la calle, decían “vienen los chulavitas, vienen los villanuevas, y por la noche había bala y plomeo, y que una noche duró hasta el amanecer”22. De estas noches de balaceras nocturnas tengo el siguiente recuerdo: nuestra casa quedaba en el marco de la plaza, en diagonal a la iglesia. Tenía ventanas en los cuartos que daban a la calle, o sea, en la sala y las cuatro alcobas, pero uno de los cuartos era ciego y sin ventanal a la calle. Varias noche sentimos pasos, gritos –abajo los cachiporros- ruidos secos: pum, pum, pum. Nos levantaban a las carreras y nos metían en la única alcoba que no tenía ventana a la calle. Pasamos varias noches en esa habitación. Un día, después de una noche con los ruidos que cuento, al oír el doblar de las campanas y asomarme a la ventana de la sala, vi salir de la iglesia varios ataúdes medio destartalados en dirección al cementerio, que quedaba por la calle de mi casa hacia el mirador del río. Aunque estaba acostumbrada a ver pasar los entierros que salían de la iglesia, porque la ubicación de la casa era paso obligado al cementerio, ese cuadro fue el más triste que había presenciado en mi corta vida. Luego me enteré que eran los muertos liberales que tal vez traían de las veredas o que el tiroteo de la noche anterior habían dejado sin vida. Ya ha pasado más de medio siglo y, al evocar este recuerdo, aún se reproduce la angustia, el terror y el susto que me acompañaron en las noches de vigilia de mi niñez y se me encoge el alma y el espíritu. Representantes del clero también se mencionan 21 Entrevista a Alcira León vda. de Rueda, Bogotá, 6 de febrero de 2014. 22 Entrevista a Eugenia León, quien vivió la violencia a sus 14 años, Bogotá. 4 de febrero de 2014.


en los acontecimientos y su presencia fue al lado de la bandera azul. Una entrevistada cuenta: “un cura quien era bajito y gordito, no recuerdo si era el párroco, el ayudante o venía para oficiar, dijo en el sermón de la misa que matar liberales no era pecado. Los señores liberales presentes se salieron”23. En las elecciones de noviembre de 1949, la presencia y apoyo del clero conservador fue muy importante. Los villanuevas que tenían que votar en Barichara, según Gómez Quintero, se sentían temerosos “… fue necesaria una inyección de valor que les dieron sacerdotes enemigos del liberalismo… vinieron antes de las elecciones dos sacerdotes de San Gil para infundirles valor para que fueran a votar porque pensaban que estas elecciones eran definitivas para el Partido Conservador” (sf: 53). Antes de salir a votar, dice el autor, se celebró misa, se repartió la comunión, se bendijo a los votantes y se les puso la medalla de la Virgen. Los votantes en Barichara fueron protegidos por el párroco Luis Ricardo Serrano (sf: 53-55). La Iglesia se vio comprometida a nivel local para lograr el triunfo conservador. Gómez Quintero señala que: “Los villanuevas recibieron abiertamente apoyo moral y psicológico del obispo, monseñor Ocampo Berrío (sf:56). Para las elecciones de 1949, y posiblemente en las siguientes, en Barichara, Curití y otros municipios, Gómez Quintero documenta que se hizo retención de cédulas liberales, y solo se devolvían el día de las elecciones mediante comprobación del voto conservador. La afiliación obligada de liberales al Partido Conservador, si querían seguir viviendo en paz, se hacía mediante la siguiente ceremonia: “En la casa del directorio [Conservador] había un reclinatorio y una biblia, sobre la cual el liberal juraba que se afiliaba al Partido Conservador…. le ponían una señal [a la cédula]

y quedaba listo para poder votar por el Partido Conservador y podía seguir viviendo en sus predios (sf: 78). Durante el mes de noviembre de 1949, mientras ocurrían los hechos narrados durante las elecciones presidenciales en las cuales Laureano Gómez triunfó con abstención del Partido Liberal, fue mi desplazamiento del pueblo. Mi mamá regresó para arreglar los asuntos familiares, el trasteo de muebles y enseres y llevarnos para la reunificación familiar. Mamita Lola tenía crédito ante la iglesia por “haber formado una familia de bien” o sea “una familia que no hacía el mal, daban buen ejemplo porque no propiciaban violencia pública ni intrafamiliar, no había escándalos con el licor como borracheras, ni inmoralidad con relaciones extramaritales”. De mi mamá, por ser mujer, piadosa y porque la querían y respetaban en el pueblo, se decía: “con doña Lola no se meten”, por eso pudo regresar para garantizar la vida de su hijas. El día de la salida, en una mañana soleada, nos montaron en un camión grande de doble cabina, con el trasteo. En la cabina, fuera de las niñas, mi mamá y la tía Tata –todas mujeres– nos acompañaba el párroco de Barichara. Nos advirtieron de no asomarnos por la ventana, mirar solo para adelante, agacharnos si era necesario y ser muy juiciosas. Era un ambiente de angustia y desasosiego entre los mayores, que como niña sentía muy profundo. Al llegar al sitio llamado el Choro, en la vía a San Gil, de donde salía un camino que después aprendí que comunicaba con Villanueva, el camión paró y el miedo iba en aumento, era terror. Había varios hombres armados. El cura se bajó y habló con ellos. Después, los hombres dieron permiso de que el camión siguiera. El cura se despidió de manera especial de mi mamá y se quedó en ese lugar para regresar a Barichara.

23 Entrevista con Cecilia de Ramírez, Bogotá, 24 de enero de 2014.

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Más tarde supe que el Choro era el retén de control “chulavita”, donde pedían salvoconducto para controlar que no salieran liberales en huida, y a muchos los golpeaban o mataban en el lugar. Aprendí que la función del cura, quien era amigo de mi mamá, por ser una señora cercana a la iglesia, al acompañarnos hasta ese lugar fue explicar que solo viajábamos mujeres y niñas. Que aunque de familia liberal, él -como conservadornos autorizaba y pedía dejarnos pasar. Más y más familias de liberales de Barichara se vieron obligadas a abandonar el pueblo. El éxodo se dio principalmente a diferentes sitios del departamento de Santander, a Bucaramanga, y algunas familias llegaron hasta Bogotá. No podían volver, era muy peligroso sobre todo para los hombres. Cerca de tres décadas después de su fundación, y casi 20 años luego del período de La Violencia narrado, Villanueva pasó a ser municipio, por ordenanza de la Asamblea Departamental, en 1967. Villanueva se mantuvo conservadora, como lo confirman los datos para las elecciones a la Cámara de Representantes, cercana al 100 por ciento, de 1972-198224. El nuevo municipio de Villanueva, en el período de desmonte del Frente Nacional, forma parte del mapa conservador del departamento de Santander. Barichara también es conservador hegemónico durante el mismo período. Con estas pinceladas posteriores al período de La Violencia cerramos este trabajo sobre La Violencia que sufrió esa localidad, durante la cual me tocó salir gracias a la tutela de mi mamá con destino a Bucaramanga. La violencia partidista, que caminó de la mano del sectarismo, es sin lugar a dudas el corazón de 24 Ver: Patricia Pinzón de Lewin, (1984).

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los hechos que relata este trabajo. Sin embargo la referencia “con Doña Lola no se meten” por ser matrona liberal piadosa y respetada, señala que junto al sectarismo partidista, caminaba el control religioso que permitió que el cura como representante de la iglesia y de filiación conservadora protegiera a las mujeres y niñas de una familia liberal que por su género no ofrecían amenaza, porque los hombres habían tenido que huir. Sobre el papel de las mujeres como víctimas o cómplices de actos de violencia es preciso tener más información para ilustrar el relato y el análisis. Hay que recordar que el voto sólo era de los varones y la esfera pública política limitada para las mujeres.

Bibliografía Donadío, Alberto (2007), Galvis Galvis o el carácter, cartas privadas de un hombre público, Medellín: Hombre Nuevo Editores. Galvis Galvis, Alejandro (1976), Memorias de un político centenarista, Tomo II, Bucaramanga, sin pie de imprenta. Gómez Quintero, Alfonso (sin fecha), Villanueva 50 años, sin pie de imprenta. León Magdalena, “La Violencia en Barichara” en Alfonso León (Ed) Barichara en la historia y la historia de Barichara, en proceso de publicación , Sic editorial, 2015. Leal Buitrago, Francisco (1984), Estado y Política en Colombia, Bogotá: Siglo XXI Editores y CEREC: 136-170 ___ y Dávila, Andrés (1990), Clientelismo: el sistema político y su expresión regional, Bogotá: Universidad de los Andes: 53-63 Luna G., Lola (2004) El sujeto sufragista, feminismo y feminidad en Colombia 1930-1957, Cali: Editorial la Manzana de la Discordia y Centro de Estudios de Género, Mujer y Sociedad, Universidad del Valle.


Pachón, Mónica, y Sánchez, Fabio (compiladores) (2014), “Base de Datos Electorales del Centro de Estudios sobre Desarrollo Económico, CEDE”. Pinzón de Lewin, Patricia (1984), Bases de Datos del Estudio de Regionalización Electoral, Bogotá: Colciencias, CIDER, Ciencia Política, Universidad de los Andes. ___ (2015), Esmeralda Arboleda, la mujer y la política, Bogotá: Taller de Edición Rocca. Sánchez, Gonzalo (1991), Guerra y política en la sociedad colombiana, Bogotá: Áncora Editores: 17-62.

Velásquez T. Magdala, (1995), “La República Liberal y la lucha por los derechos civiles y políticos de las mujeres,”, en Magdala Velásquez (dirección académica) Las mujeres en la Historia de Colombia, Tomo I Mujeres Historia y Política, Bogotá: Consejería Presidencial para la Política Social y Grupo Editorial Norma: 183-228. Villarreal M. Norma (2011), Movimientos de mujeres y participación política en Colombia, 1930-2010, en Luna Lola y Norma Villareal, Movimientos de mujeres y participación política, Colombia del siglo XX al siglo XXI, Bogotá: Editorial Gente Nueva.

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Claudia Cecilia Ramírez*

¿Qué palabra te dijera que llegue a tu corazón?**

Mujeres y proceso de negociación en Colombia

“Todos debemos luchar para superar –en nombre desigual2. Esta desigualdad también tiene exprede un mundo interdependiente y dentro de los sión en la situación de las mujeres respecto de términos de una forma más radical de igualitalos hombres. En lo relativo al índice de desarrorismo– la desigualdad radical que caracteriza llo de género, el país se encuentra ubicado en la diferencia entre las vidas por las que se puede el puesto 46, siendo 1 el puesto ocupado por el llevar duelo y las que no lo merecen”. Rechaza las país con menor desviación absoluta de paridad guerras, “siempre vehículos brutales para minimide género3. zar la precariedad de algunas vidas y maximizar la precariedad de otras”. Entre los principales factores para la persistencia del conflicto armado interno en el país se seña Judit Butler 1 lan la inequidad en el acceso a la tierra, la falta de institucionalidad del Estado en vastas regiones y el narcotráfico. Si bien la experiencia de un gran El proceso de negociación entre el Gobierno nanúmero de países en los que los conflictos sociacional y las Fuerzas Armadas Revolucionarias les generados por la desigualdad y la exclusión de Colombia –FARC-EP- tiene lugar en un país no desembocan necesariamente en conflictos con un índice de desarrollo humano elevado y * Abogada, especialista en Derecho Público y Derechos Humanos. ** Título de una canción de Violeta Parra. 1 Citada en “Sublimes Antígonas de la filosofía actual” de Claudio Martiniuk. En Revista de cultura Ñ. El Clarín. Buenos Aires. 30 de julio de 2014. http://www.revistaenie.clarin.com/ideas/SublimesAntigonas-mundo-ideas_0_1181881826.html

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2 Colombia se encuentra ubicado en el puesto 98 entre los 187 países que hacen parte del informe y pese a estar clasificado entre los países que cuentan con un índice de desarrollo humano elevado, tiene uno de los más altos coeficientes de desigualdad humana de ese grupo, solo superado por Irán. PNUD. Informe sobre Desarrollo Humano 2014. http://www.co.undp.org/content/dam/colombia/docs/DesarrolloHumano/undp-co-hdr2014_resumenespanol-2014.pdf 3 Ibid.


armados internos, es evidente que quienes se encuentran mayormente afectadas por los conflictos armados son precisamente las personas consideradas “desiguales”, los otros, léase: campesinos y campesinas, indígenas, afros, personas LGBTI, personas con escasos ingresos, en situación de discapacidad, viviendo en las periferias y toda esa inmensa mayoría de minorías. Los roles más probables oscilan entre víctima y “carne de cañón” pues los y las jóvenes indígenas, negros, pobres, nacidos en el campo, aquellas personas que cuando mueren son solo una cifra que no merecen siquiera un nombre en la nota periodística sobre su muerte, son los y las excluidas de siempre, quienes terminan siendo “parte del paisaje de la guerra”4. Nos hemos acostumbrado tanto a la desigualdad que hoy, en pleno proceso de paz, los salarios de los y las congresistas han aumentado más aún y a ellos y ellas no les da vergüenza la comparación con el salario de cualquier docente, de una obrera, de una empleada doméstica. En Colombia creemos que en esto no hay injusticia alguna, que hay unos que tienen el derecho a una vida digna y otros no. En todos los grupos humanos llamados “vulnerables” estamos las mujeres, con intereses, necesidades, derechos y afectaciones distintas que deben tomarse en consideración para la construcción de una paz estable y duradera; por ello, la solución al conflicto requiere abordar los impactos diferenciales de la guerra, del desplazamiento, de las vivencias de las mujeres guerreras, de la desmovilización y el retorno de las mujeres y de los hombres, entre otros. 4

El 80 % de los soldados regulares son pobres, provienen de los estratos 0, 1 y 2. El 19.5 % son de clase media, 3 y 4, y solo el 0.5 % pertenece a los estratos altos. La mayor parte de las responsabilidades que tiene estos jóvenes están asociadas a tareas operativas y de guerra en las que los rangos bajos asumen el mayor riesgo. Las Dos Orillas. “De qué estrato social son los soldados de Colombia”. Mayo 28 de 2015. http://www.las2orillas.co/de-que-estratos-son-los-militares-de-colombia/

Como ha sido usual en las negociaciones de paz en el mundo, en Colombia el “Acuerdo General para la terminación del conflicto y la construcción de una paz estable y duradera”5 fue el resultado de un “pacto de caballeros”6, y los puntos de la agenda definidos se restringieron a problemáticas y afectaciones de guerra en las partes negociadoras y en “la sociedad en su conjunto” como sujeto genérico y neutro. En el camino de la negociación, diversos grupos de población, principalmente las víctimas, han conseguido posicionar sus demandas. Nos precede una historia. La vivencia de la guerra, la negociación y el post conflicto por parte de mujeres peruanas, guatemaltecas, salvadoreñas, africanas, de Asia y otros lugares del mundo nos compromete a no dar pasos atrás y nos alerta sobre caminos a andar. A partir de esos recorridos, y con la propia experiencia, desde el comienzo de las negociaciones de paz, las mujeres hemos permanecido atentas y participantes.

Palabra de mujer/¿Quiénes son las mujeres? Cuando este escrito menciona las agendas de “Las mujeres”, hace referencia a plataformas y organizaciones feministas, defensoras de derechos humanos y de víctimas que han recogido propuestas presentadas en espacios regionales y eventos nacionales y las han puesto sobre la mesa de negociación en La Habana. “Las mujeres” es un término tan simple como pretencioso en tanto intenta abarcar la inmensa diversidad etaria, étnica, de clase, situación, posición y condiciones de las mujeres, lo que, precisa el feminismo, da lugar a distorsiones como creer que lo que es bueno para una mujer 5 https://www.mesadeconversaciones.com.co/sites/default/files/ AcuerdoGeneralTerminacionConflicto.pdf 6 De los 15 suscriptores del acuerdo incluidos los testigos de otros países, solo 3 fueron mujeres, una por la guerrilla y dos por el gobierno, todas ellas en segunda línea de importancia.

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es bueno para todas las mujeres. La raza, la clase social, la etnia, la ubicación geográfica, vivir en la periferia o en el centro, la condición de discapacidad, la orientación sexual etc. …, dan lugar a un sinnúmero de miradas sobre el mundo, los hombres, las otras mujeres, la guerra, así como a muy diferentes grados de afectación, lo que genera el interrogante sobre la existencia de alguna identidad colectiva que movilice a las mujeres por objetivos compartidos. Ha sido interesante constatar cómo en la práctica se han articulado feministas, defensoras de derechos humanos y mujeres víctimas para quienes el conflicto armado y la actual negociación han sido un campo de reconocimiento mutuo como población subordinada, y un espacio de posicionamiento de reivindicaciones relativas a la condición de género que les ha permitido incidir de manera conjunta en la mesa de La Habana. La cuestión de la representación de “las mujeres” no está exenta de complejidades como el hecho de que las discusiones están centralizadas en Bogotá lo que dificulta el conocimiento de las acciones de mujeres organizadas que viven en otras regiones, especialmente de las más afectadas por el conflicto. De igual manera, son las organizaciones grandes, visibles y consolidadas, en detrimento de otras formas organizativas que se encuentran por fuera de las plataformas nacionales, las que cuentan con la mayor posibilidad de participación.

Aquí estamos/participación de las mujeres Cuando se iniciaron las conversaciones para la paz, fueron las mujeres las que le dieron información vital para continuar con el proceso. Algunos estudios muestran que cuando la mujer no participa en los procesos de paz, la implementación falla, ya que los hombres hablan de compartir el poder, de beneficios económicos, pero las mujeres traen a colación problemas que afectan a las familias, el desempleo, la educación, la salud y las causas

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subyacentes de la guerra. Entonces, ¿cómo dejar a las mujeres a un lado cuando ellas tienen tanto poder?

Betty Bigombe. Ex negociadora de paz y actual Ministra de Estado de los Recursos Hídricos de la República de Uganda. Una vez conformada la mesa de negociación, las mujeres con el apoyo decidido de la comunidad internacional, señalaron la ausencia de su voz en los equipos de las partes. Se logró la designación por parte del gobierno nacional de dos plenipotenciarias7, una de ellas renunció y después de varios meses fue reemplazada por la Canciller. Más adelante se creó una subcomisión de género con el propósito de revisar los puntos ya acordados y realizar propuestas en los siguientes. El 11 de septiembre las partes negociadoras divulgaron un comunicado conjunto en el que expresan que “la inclusión de un enfoque de género en un proceso de paz como este no tiene antecedentes en el mundo y marca un hito en la construcción de los acuerdos alcanzados y por alcanzar”8. La experiencia nos llama a ser precavidas sobre los alcances de este tipo de pronunciamientos que pueden quedarse en la formalidad. En este caso, solo un mes antes, en el marco de la negociación se creó la “Comisión Histórica del conflicto y sus víctimas” integrada por 12 personas entre las cuales solo hubo una mujer, María Emma Wills, investigadora del Centro de Memoria Histórica. En cuanto a los resultados de esta Comisión, 23 organizaciones feministas y de mujeres enviaron una comunicación en la que consideran que si bien en algunos de los documentos se hace mención a la situación de las mujeres y se nombran 7 Fueron designadas Paulina Riveros, directora de Derechos Humanos del Ministerio del Interior y Nigeria Rentería, en ese entonces Alta Consejera para la Equidad de la Mujer, quien renunció a su cargo. Para ampliar la información sobre participación de mujeres del gobierno y las farc ver: la http://www.verdadabierta.com/procesos-depaz/farc/5752-si-en-la-mesa-hubiera-mas-mujeres-iria-mas-rapido 8 http://www.humanas.org.co/archivos/comunicadoconjunto43.pdf


algunos de los delitos de los que fueron víctimas, ninguno de ellos recogió la complejidad de lo vivido por las mujeres. Por ello propusieron a la Subcomisión de género: “que disponga las condiciones, herramientas, recursos y facilite los procedimientos para que las mujeres podamos elaborar el capítulo que hace falta en la narración del conflicto armado, con el propósito de dotar de nuevas reflexiones y perspectivas a las partes e incorporar puntos de vista más amplios sobre el conflicto, sus orígenes e impactos en nuestro país” 9. El comunicado conjunto No. 53 de junio de 2015 anuncia la creación de la Comisión para el esclarecimiento de la verdad, la convivencia y la no repetición y trae buenas noticias para las mujeres, pues prevé de manera expresa su participación y la inclusión de sus afectaciones. Así, en la explicación del conflicto, especialmente de los aspectos menos conocidos, el comunicado hace referencia a la violencia sexual y en cuanto a reconocimientos individuales y colectivos de responsabilidad, prevé la equidad de género como uno de los criterios para la dignificación de las víctimas así como para la composición de la misma comisión.

Así, mientras en el primer foro realizado (Agrario) participaron un 33% de mujeres, en el de Participación política representaron el 40% y en el de víctimas fueron aproximadamente la mitad (722 mujeres y 735 hombres). La discusión del punto 5 de la agenda de negociación referente a las Víctimas ha dado lugar a una amplia visibilización y participación de las mujeres como interlocutoras en la mesa de La Habana. De las 60 víctimas que fueron escuchadas, 36 fueron mujeres y 24 hombres. Tal como lo señala el Centro de Memoria y Reconciliación: Las mujeres reclamaron voz en el proceso de paz, y en cierta forma, la composición de las delegaciones ha reflejado un criterio de justicia histórica con las mujeres, y ha podido visibilizar la violencia de género y en especial la violencia sexual, las prácticas de la guerra que generalizaron el ataque indiscriminado contra las mujeres y con ello la necesidad de un enfoque de género en la política de reparación y restitución de tierras, que ponga especial énfasis en los derechos de las mujeres víctimas10.

El proceso contempló un mecanismo de consulta ciudadana consistente en la realización de Mesas regionales y Foros Nacionales para la discusión de los puntos que se definieron para la agenda de negociación: política de desarrollo agrario integral; participación política; fin del conflicto; solución al problema de las drogas ilícitas; víctimas; e implementación, verificación y refrendación. Hasta la fecha se han realizado alrededor de los temas: desarrollo agrario, participación política, drogas de uso ilícito y víctimas. La participación de las mujeres ha ido en aumento tanto en las mesas regionales como en los foros nacionales.

La creación de la Subcomisión de género de la Mesa de negociación que ha tenido tres encuentros con 18 organizaciones, coincidió con el tiempo durante el cual la mesa ha abordado el tema de víctimas. Esta coincidencia en la apertura de la Mesa de negociación a la participación de las mujeres significa un importante avance en la visibilización de los impactos diferenciales del conflicto armado pero, de otro lado, la gran exposición mediática de las mujeres como víctimas puede generar un “efecto secundario” en la opinión pública al reforzar la nociva tendencia a encasillar a todas las mujeres en ese lugar, lo que en muchos casos alienta la persistencia de estereotipos sexistas que asignan a la mujer la pasividad, la indefensión, la debilidad y la necesidad

9 http://www.humanas.org.co/amplia_not.php?id=674be52bbb38af37 d86464c6b5d42cb4

10 http://centromemoria.gov.co/balance-de-5-ciclos-de-visitas-de-delegaciones-de-victimas-la-mesa-de-dialogos-de-paz-en-la-habana/

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de protección como características naturales de su género11. A este respecto, María Truño puntualiza: La deriva discursiva y práctica de victimización permanente de las mujeres se traduce en el reiterado tratamiento de las mujeres como sujetas pasivas de la dominación masculina, necesitadas de permanente tutela y protección. Este enfoque muchas veces va en detrimento de su consideración como sujetas activas, capaces de desarrollar habilidades para formular sus deseos y exigencias, en base a su capacidad ética para decidir sobre su vida. (…) las mujeres aparecen como seres receptores pasivos de la protección o de la agresión o violación, y los hombres como héroes protectores o perpetradores de la violencia, tal como se espera dentro de un imaginario patriarcal. En este sentido, la construcción social de las mujeres como víctimas tiene que ver con las lógicas de desigualdad implícitas en las relaciones de poder que se establecen entre hombres y mujeres en el patriarcado. (…) Esta limitación tiene implicaciones importantes a la hora de concebir acciones para la transformación del conflicto y de las relaciones de poder12.

las mujeres; que las víctimas son principalmente las reclamantes de los derechos a la verdad, justicia y reparación y que en todas las regiones se hace referencia a delitos de violencia sexual. En participación política se destaca la aspiración de las mujeres a la paridad y en política agraria la preocupación por los derechos económicos y sociales, especialmente la vivienda. Como tema transversal se da cuenta de una abundancia de propuestas relativas a la construcción de una cultura de paz13.

La voz de las mujeres /las agendas:

Los días 23, 24 y 25 de octubre de 2013 se realizó la “Cumbre Nacional Mujeres y Paz”, iniciativa de diversas organizaciones de mujeres14 acompañadas técnica y logísticamente por el Sistema de Naciones Unidas en Colombia. La Cumbre contó con la participación de 449 mujeres provenientes de 30 departamentos del país integrantes de organizaciones feministas, de derechos humanos, campesinas, víctimas, indígenas, afro descendientes, juveniles y estudiantiles, ambientalistas, población LBTI, iniciativas nacionales y territoriales de paz, experiencias locales, iglesias, organizaciones del sector educativo y cultural, partidos políticos, sector académico, universidades y centros de investigación, centrales y organizaciones sindicales, medios de comunicación, base comunitaria, mesas departamentales, municipales y consejos consultivos.

Revisadas las propuestas de las mujeres en estos eventos se destaca que su mayor interés en el tema de víctimas apunta a los efectos desproporcionados del conflicto armado sobre la vida de

Si bien el objetivo de la Cumbre se había delimitado al punto 6 del acuerdo referido a verificación, refrendación e implementación, las mujeres hicieron propuestas sobre todos los puntos

11 Según los datos arrojados por una indagación a la percepción de diversas personas sobre mujeres y conflicto armado en Colombia, hubo absoluta coincidencia en valorar su posicionamiento y de manera invariable este posicionamiento estuvo asociado a su victimización. 12 María Truño Salvadó. “No sólo víctimas: mujeres en el lugar social de víctima y relaciones de género. En: Los derechos de las mujeres en América Latina. Análisis de los discursos y las prácticas jurídicas desde la perspectiva feminista”. Revista El Otro Derecho No. 36. Instituto Latinoamericano de Servicios Legales Alternativos. ILSA. Bogotá. Agosto 2007.

13 Gloria Tobón. “las propuestas de las mujeres en las consultas ciudadanas para contribuir al fin del conflicto y la construcción de una paz estable y duradera”. Presentación en el marco de la Cumbre Nacional Mujeres y Paz. Octubre 23, 24 y 25 de 2013. Bogotá – Colombia. 14 Asociación Nacional de Mujeres Campesinas, Negras e Indígenas de Colombia -ANMUCIC, Casa de la Mujer, Colectivo de Pensamiento y Acción Mujeres, Paz y Seguridad, Conferencia Nacional de Organizaciones Afrocolombianas –CNOA, Grupo de Seguimiento de la Resolución 1325, Iniciativa de Mujeres Colombianas por la paz –IMP, Mujeres por la paz, Red Nacional de Mujeres y Ruta Pacífica.

“Las mujeres queremos ser pactantes y no pactadas”, mandato de la “Cumbre Nacional de Mujeres y Paz” es una especie de conjuro para enfatizar el papel activo que las mujeres colombianas queremos desempeñar en la mesa de negociación.

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del acuerdo. Se destacan la demanda de paridad para las mujeres en todos los espacios de la negociación, incluida la participación en la mesa de La Habana; la transversalización del enfoque de género en todos los puntos de la negociación; el reconocimiento de los derechos sexuales y de los derechos económicos sociales y culturales entre los cuales el empoderamiento económico y la inserción en condiciones dignas en la vida laboral fue una preocupación recurrente. Uno de los aspectos en los cuales hubo consenso general fue la necesidad de desmilitarización de los territorios a través de mecanismos como la disminución del gasto militar, la depuración y reducción de la fuerza pública, el desmonte del paramilitarismo y la objeción de conciencia al servicio militar obligatorio, entre otros. También se refirieron a la necesidad de garantías para la reincorporación a la vida civil de las excombatientes y las necesidades de las comunidades receptoras, entre ellas las mujeres por su vulnerabilidad frente a los excombatientes. En cuanto al problema de las drogas ilícitas se propuso la legalización y el diseño e implementación de políticas de salud pública. Las mujeres campesinas insistieron en la necesidad de articular a las mujeres rurales en la nueva ley agraria a partir de sus necesidades particulares; las defensoras de derechos humanos se refirieron a mecanismos de protección individual y grupal y las mujeres lesbianas señalaron la necesidad de hacer visibles las afectaciones particulares que han sufrido con ocasión del conflicto armado en la construcción de memoria histórica. Las mujeres indígenas presentaron propuestas tendientes a garantizar el derecho a la consulta previa, libre, informada y consentida en la implementación de los acuerdos en sus territorios. En cuanto a mecanismos de verificación, refrendación e implementación, se propusieron diversas alternativas como referendum, asamblea nacional constituyente, mesas nacionales de mujeres por la paz, pacto social de refrendación,

plebiscitos, consultas populares y comisiones de memoria, entre otros. En verificación se propuso la puesta en marcha de un sistema regional de seguimiento al cumplimiento de los acuerdos, con rendición de cuentas departamentales y la difusión masiva del acuerdo con un compromiso de los medios de comunicación en la construcción de una cultura de paz. Para ese momento aún no habían sido divulgados los borradores de acuerdo en los temas que la mesa de La Habana estaba discutiendo. Después de que la Mesa de negociación publicara los borradores de acuerdo en los temas agrario, participación y drogas de uso ilícito, las organizaciones convocantes de la Cumbre de Mujeres los analizaron y remitieron a la Mesa el documento: “Propuestas de la Cumbre de mujeres y paz presentada a la Mesa de Negociación a los puntos que están acordados y los que faltan por acordar”15. El documento parte de una positiva valoración sobre la inclusión de las mujeres en los borradores de acuerdos de paz publicados y hace propuestas concretas a los mismos. Las “consideraciones generales” del documento son un posicionamiento de las organizaciones firmantes sobre los principios que deberían tener todos los puntos del acuerdo en relación con las mujeres: 1. El enfoque de derechos humanos de las mujeres que incluye los derechos sexuales y reproductivos y que reconoce la heterogeneidad del grupo social mujeres. Este enfoque incorpora los estándares internacionales refrendados por el Estado colombiano. 2. La participación de las mujeres como pactantes del proceso de paz que reconoce a las mujeres como ciudadanas plenas con capacidad de activación de cambios sociales. 15 http://www.rutapacifica.org.co/images/libros/Documento%20a%20 La%20Habana%20final%20(1).pdf

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3.El enfoque de desarrollo de las capacidades humanas de las mujeres y el buen vivir que tiene por objeto la expansión de las capacidades de libertad de los seres humanos y una relación armónica y de respeto entre las personas y la naturaleza, la revaloración del trabajo reproductivo y el compromiso del Estado, la sociedad y el mercado con las responsabilidades de reproducción. 4. La desmilitarización de la vida social y el desmonte de imaginarios guerreros presentes en las relaciones interpersonales y en las instituciones sociales como condición básica para que toda la población, y en particular las mujeres, ejerzan su autonomía a través de la solución pacífica de los conflictos. En materia agraria, se propone cambiar la visión del acuerdo sobre las mujeres en tanto prevé medidas limitadas a su función de madre en el marco de una familia, mediante la incorporación de las mujeres como ciudadanas plenas y diversas; por ello propone que el término ‘mujeres rurales’ incluya a “mujeres campesinas, indígenas y afro con vocación agropecuaria, sin tierra o con tierra insuficiente y a organizaciones de mujeres y mujeres rurales en situación de desplazamiento”. En este punto, las mujeres incorporan medidas tendientes a la preservación del medio ambiente a través del respeto a prácticas culturales de las comunidades en relación con medicinas alternativas y en el manejo del agua concebida como derecho. También propone la inclusión de temáticas relativas a la salud mental de la población campesina afectada por el conflicto. En cuanto a la planeación, ejecución y seguimiento a los planes y programas, propone que se adelanten tomando en consideración las afectaciones y necesidades así como por situaciones o condiciones diferenciales de las mujeres.

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El borrador de acuerdo relativo a Participación política da cuenta de un avance fundamental con relación a los derechos de las mujeres con la inclusión de un acápite específico sobre “Promoción de la participación política y ciudadana de la mujer”. Las mujeres proponen que este punto sea transversal a todos los acuerdos y como criterio de implementación, que las mujeres hagan parte de manera paritaria de todos los organismos, consejos, comités y demás espacios de participación que se creen para la planeación, ejecución, seguimiento, monitoreo y evaluación de cada uno de los puntos de los acuerdos. En términos generales, los acuerdos de paz en países con conflictos armados en las últimas décadas, así como el borrador en este punto, se han centrado principalmente en medidas para ampliar la democracia a través de cambios en el funcionamiento de las estructuras políticas. El llamado de las mujeres es a no dejar de lado las relaciones de poder y dominación existentes entre hombres y mujeres mediante propuestas que, entre otras, apunten a modificar la actual división sexual del trabajo a través del compromiso del Estado, el sector privado y los hombres en el trabajo doméstico y de cuidado, tradicionalmente asignado a las mujeres. De acuerdo con la paridad se busca tanto la igualdad de oportunidades, como igualdad en los puntos de partida e igualdad de resultados. También se proponen medidas que garanticen la participación política de las excombatientes. En el acuerdo relativo a la solución al problema de drogas ilícitas se propone una mirada diferencial a las mujeres vinculadas a esta economía criminal a partir de la consideración de las históricas relaciones de opresión y subordinación, las injusticias y las exclusiones sociales y culturales que viven en el país, así como el hecho de que


las mujeres constituyen uno de los eslabones más débiles como cultivadoras o trabajadoras en los cultivos, con afectaciones en su cuerpo a través de su utilización para el transporte de droga, situaciones de confinamiento, exposición a trata de personas consumidoras y/o presas en las cárceles y violencia derivada del consumo de droga como algunas de las afectaciones más visibles. Para ello señalan la necesidad de impulsar y fortalecer proyectos de investigación, reflexión y análisis de la realidad de las mujeres en el ciclo de las drogas ilícitas, e incorporar a las mujeres como sujetos activos de los procesos de negociación y en los contratos de erradicación de cultivos. En el punto relativo a las víctimas, que aún no cuenta con borrador de acuerdo, la “Cumbre Nacional de Mujeres y Paz” propone el reconocimiento explícito a las mujeres víctimas y la responsabilidad de las partes frente a ellas, el aseguramiento de las condiciones que requieren las mujeres víctimas para participar en la discusión sobre la satisfacción de sus derechos; el esclarecimiento de las causas, orígenes y efectos del conflicto en las mujeres, el resarcimiento del daño específico que sufrieron las mujeres; la protección a sus vidas e integridad; la adopción de medidas que garanticen que las mujeres no vuelvan a ser puestas en condición de víctimas y la visibilidad de las condiciones requeridas para la reconciliación de las mujeres víctimas con la sociedad. La “Cumbre Nacional de Mujeres y Paz” también propone espacios de reparación para que las mujeres tengan la posibilidad de expresar a los grupos armados su dolor como mujeres por los delitos cometidos contra ellas y contra sus seres queridos. En cuanto a garantías de no repetición, demandan incorporar las reformas estructurales que enfrenten las violencias, injusticias y exclusiones y las violencias que suelen incrementarse en los tiempos posteriores a los conflictos. Para

ello es necesario que se realicen reformas encaminadas a la recuperación de la confianza de las mujeres en las instituciones, con medidas tales como el control civil de las fuerzas armadas y de seguridad, la independencia judicial y la protección de las defensoras de derechos humanos de manera simultánea con las reformas necesarias para erradicar la discriminación y las violencias contra las mujeres. Como medida reparadora para las mujeres se propone un enfoque que reconozca el vínculo entre exclusión y violencia, y que en consecuencia otorgue no solamente medidas a título individual sino medidas de transformación estructural que no devuelvan a las mujeres a la situación en que se encontraban antes de la violencia del conflicto, porque la violencia en sus vidas ha sido un continuo que precede la experiencia de la guerra. Como mecanismo prioritario de implementación se estima necesario que cada uno de los acuerdos prevea un presupuesto específico para su implementación y verificación con determinación de su monto y las fuentes del mismo, evidenciando si incluyen recursos de organismos multilaterales, cooperación internacional o contrapartidas públicas del orden nacional, departamental y/o municipal.

La incómoda verdad/violencia sexual contra las mujeres en el conflicto: La narración de Yenny tenía un tono neutro que contrastaba con la descripción de la violación que había sufrido. Regresaba del colegio en su bicicleta cuando tres hombres vestidos con trajes camuflados la hicieron parar y salir del camino para violarla en un matorral. La expresión distante y el tono impersonal de su historia cambiaron cuando me mostró unas extrañas cicatrices en la parte posterior de sus muslos. La tortura de la violación solo terminó después de que le enterraron en las piernas unas varillas de construcción que estaban en el lugar.

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Es sabido que desde tiempos inmemoriales la violencia sexual contra mujeres y hombres, incluida la trata de personas, la pornografía y la prostitución entre otras, ha sido una práctica de los guerreros. No obstante, “el cuerpo” sigue siendo un recién llegado a las negociaciones de los conflictos. Si bien resulta imposible determinar la exacta magnitud de la violencia sexual en el conflicto armado en Colombia, las organizaciones de mujeres se han encargado de acompañar a mujeres víctimas y de documentar casos que han sido retomados por organizaciones internacionales de derechos humanos como Amnistía Internacional y por relatoras de la ONU y la OEA que han visitado al país; de igual manera, la Corte Constitucional constató que “La violencia sexual contra las mujeres en el conflicto armado ha sido “una práctica habitual, extendida, sistemática e invisible”16. A pesar de lo incómodo de esta verdad para todas las partes en la mesa, porque no hay ejército legal o ilegal que esté libre de culpa, es posible reportar como un avance la decisión de las partes de abordar esta problemática. Dentro de sus propuestas, las mujeres hacen referencia a la necesidad de que en los mecanismos de justicia que se pacten, se trate la violencia sexual en un punto específico en el ámbito de la justicia ordinaria y transicional con mecanismos restaurativos y reparadores que incorporen las afectaciones en la salud física, mental y en el campo emocional; que las partes se responsabilicen por la violencia sexual cometida contra las mujeres como la mejor expresión de una reparación simbólica para sus víctimas, en la medida en que emita un mensaje de cero tolerancia, bajo la comprensión de que la violencia sexual es y debe ser evitable en tiempos de guerra y en tiempos de paz. 16 Corte Constitucional colombiana. Auto 092 de 2008.

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No obstante lo anterior, de nuevo la advertencia sobre los efectos del marco de referencia restringido del daño sexual como afectación única a las mujeres, pues además de demandar seguridad y protección, las mujeres necesitamos participación, libertad e igualdad.

“Metiendo el cuerpo” Las mujeres en distintas partes del mundo nos hemos encargado de incorporar una realidad no guardada para la memoria en los conflictos armados, “el cuerpo” como pertinente a la política, el cuerpo de la mujer como vida que importa, vida no precaria, como incorporada a lo humano, como nombrable. El cuerpo de las mujeres como espacio de deliberación y decisión masculina o femenina pero externa a ella, en el caso del aborto deseado o forzado; el cuerpo como objeto explícito de discusión pública al hacer visible la violencia sexual. La violencia sexual en los conflictos trae temas tan pertinentes a los cuerpos como la sexualidad, el dolor físico, emocional. El cuerpo como territorio de paz, el cuerpo como botín de guerra, término tan anacrónico y tan actual, el cuerpo como moneda de cambio, el cuerpo como estrategia de sobrevivencia, el cuerpo de muchas mujeres armadas en las manos de hombres armados que deciden por ella sobre su maternidad, sobre su sexualidad, sobre su libertad. El cuerpo dignificado de mujeres que denuncian y se someten al “calvario de la justicia” y lo hacen con convicción y esperanza diciendo: “Lo hago para que a otra no le pase lo que me pasó”. El cuerpo de hombres violados por hombres armados, en muchos casos con la complicidad de mujeres armadas, que tendrá que esperar años aún para dejar de ser un hecho sobre el que aún se tiende un pudoroso velo de silencio.


La militarización no cesa con la negociación de paz. Somos generaciones enteras viviendo en la paranoia de la guerra. El guerrero es el cuerpo donde se materializan y expresan valores como la ley del más fuerte, el autoritarismo de las armas, el desprecio por lo femenino. Las mujeres guerreras no son más que el patriarcado colonizando otros cuerpos.

Yo vengo a ofrecer mi corazón17/Mujeres y paz: Los Acuerdos de Paz ignoraron a las mujeres como sujetos políticos participantes, protagonistas, como sobrevivientes y como beneficiarias. La lectura del texto nos puso en evidencia que los Acuerdos de Paz “estaban escritos en masculino literal y simbólicamente hablando”, pues ni en el contenido ni en el espíritu que promovían se encontraron referencias a las mujeres, a la necesidad de hacer vigentes sus derechos, ni a medidas específicas que fomentaran cambios en las relaciones de género. Por ello cuando logramos entre diferentes organizaciones de mujeres y feministas, hacer una revisión colectiva de los mismos, presentamos nuestras conclusiones en una página en blanco que publicamos en los periódicos nacionales.

Morena Herrera – ex guerrillera18 Sabemos, porque nos han contado salvadoreñas, peruanas, guatemaltecas, de Timor Oriental y de otros países en post conflicto, y por nuestra más reciente experiencia con el proceso de negociación con los paramilitares, que estos señores de la guerra van a volver a sus casas, adonde sus madres, vecinos, antiguas compañeras, sus amores pasados, o van a hacer vida en otros lugares donde se relacionarán con otras personas acompañados o no por sus armas. Cuántas emociones para las cuales no los preparó su familia, sobre 17 Título de canción de Fito Páez. 18 Morena Herrera. “De la Insurgencia a la lucha feminista: buscando la justicia social, democracia y equidad entre mujeres y hombres”. Ponencia presentada en el Foro Internacional: Mujeres, participación política y procesos de paz: Experiencias de Colombia, El Salvador y Guatemala a la luz de la Resolución 1325. Bogotá, 17 y 18 de septiembre de 2014.

las que la enseñanza de la guerra fue la negación y la ley del más fuerte la solución. Y sabemos de la expectativa en las mujeres de las comunidades receptoras, muchas de ellas emocionadas con el guerrero, con el duro “fuerte pa ser su señor, tierno para el amor”19. Y sabemos de las guerras del amor, de los chantajes, de las mutuas estrategias, de los feminicidios. Las guerreras también van a regresar y tal como cuentan ex guerrilleras del M-19 ellos regresaron siendo héroes y ellas juzgadas y condenadas por haber dejado a sus hijos/ as, a sus familias, por haber cambiado su rol. Vivimos la violencia en la diversidad; unas cosas le pasan a la joven de un barrio marginal y otras a una de la élite; a una ciudadana del mundo y a la campesina que no ha salido de su vereda. Otras cosas le ocurren a personas que hacen explícita su capacidad de no plegarse a la camisa de fuerza de los géneros femenino y masculino. De guerras de ocupación sabemos mucho las mujeres, y los negros y negras, indígenas, las que viven en el campo, los y las jóvenes. Compartimos con la América Colonial una muy larga historia de opresión. Para las mujeres víctimas que he conocido, una gran mayoría de los hombres armados que encontraron en su camino, ilegales, legales, paralegales, independientemente de quién ella fuera, eran sus enemigos. Y para otras también lo son sus padres o esposos, y muchas mujeres de las ciudades en las que muchas personas no creen haber vivido la guerra, viven también su guerra cuando se encuentran hombres que tras una mirada de morbo y desprecio les lanzan a la cara palabras sucias acompañadas de miradas burlonas, amenazantes.

19 De “Pueblo blanco” canción de Joan Manuel Serrat.

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Las propuestas de las mujeres buscan atender este continuum de la violencia, incorporar soluciones para causas estructurales de la violencia. Es necesario, por ejemplo, que la mesa de negociación incorpore a sus discusiones la relación entre violencia estructural contra las mujeres y el reclutamiento de niñas y adolescentes a los grupos armados ilegales, que ha sido puesta de presente en diversos estudios. En uno de ellos, realizado por la Defensoría del Pueblo, el 25% de niñas y adolescentes desmovilizadas entrevistadas señaló que la principal motivación para incorporarse a grupos armados ilegales fue la necesidad de huir de la violencia física, psicológica y sexual de que eran víctimas en su familia.

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Pensar la paz como ejercicio de imaginación colectiva implica delinear un futuro en el que todas las vidas sean tenidas en cuenta y para ello es necesario que las mujeres contemos con las condiciones para tener vidas en igualdad, en libertad, vidas en las que la felicidad sea una posibilidad y no una utopía. Esta puede ser una oportunidad única para que las víctimas, las que participaron en la guerra, las que vamos a participar en la reconstrucción física y ética del país, seamos partícipes de un ejercicio de justicia que dignifique nuestra condición.


Rocío Londoño Botero*

Evidalia Acosta y Rosa Mora** Tanto en los documentos oficiales como en los no oficiales son muy escasas las referencias al papel de las mujeres en la colo­nización, las luchas campesinas y la política. Y son aún más es­casas las fuentes disponibles sobre el ámbito doméstico, la casa, los afectos y la convivencia en las familias campesinas1. Contamos, sin embargo, con invaluables testimonios sobre la vida familiar de Varela, gracias a los cuales es posible una aproximación, no solo a las complejas relaciones entre su mundo privado y su actividad pública, sino también a fenómenos sociales como la división del trabajo entre los miembros del hogar; la participación de las mu­jeres, los niños y las niñas en las acciones colectivas de los colonos, y la lenta transformación de la cultura campesina en lo relativo a la familia, la educación de los hijos y los derechos de las mujeres.

* Socióloga, Doctora en Historia. ** Capítulo 14 de: Londoño Botero, Rocío: Juan de la Cruz Varela Sociedad y política en la región de Sumapaz (1902-1984) Bogotá: Universidad Nacional de Colombia. Facultad de Ciencias Humanas. Departamento de Historia, 2011. 742 pp. (Biblioteca Abierta. Historia). Tercera reimpresión, 2014. Agradecemos a Rocío su autorización como aporte para esta edición. 1 Sobre importantes aspectos de la vida campesina son especialmente relevantes los siguientes trabajos: Orlando Fals Borda, Campesinos de los Andes. Estudio sociológico de Saucío (Bogotá: Universidad Nacional de Colombia, 1961); Virginia Gutiérrez de Pineda, La familia en Colombia (Bogotá: Instituto Colombiano de Cultura, 1975), y Renán Silva, Sociedades campesinas, transición social y cambio cultural en Colombia (Medellín: La Carreta Editores, 2006).

Sobre el testimonio de Rosa Mora, con quien Varela contrajo matrimonio católico en 1939, conviene hacer de antemano una observación metodológica. Su relato discurre en dos planos para­lelos: el de las vivencias con su esposo — contadas por ella en forma oral— y el de la leyenda de Juan de la Cruz Varela y las luchas agrarias —acerca de lo cual leyó un manuscrito—. Rosa utiliza la palabra leyenda para resaltar, de un lado, la valiente lucha de los campesinos contra los terratenientes y, de otro, las hazañas de su esposo, así como las difíciles situaciones que este enfrentó en la conducción del movimiento agrario. Pero la separación de los dos relatos no fue espontánea. Cuando le solicitamos una entrevista para este trabajo, ella pensó que únicamente nos interesaba la tra­yectoria pública de Varela y decidió escribir su propia versión. No obstante, durante dos largas conversaciones le hicimos una serie de preguntas sobre su propia biografía y su convivencia con Varela, a lo que respondió de manera espontánea y sincera. Con respecto a los testimonios que citaremos, es pertinente hacer algunas observaciones previas. Tanto hombres como mujeres se refieren con bastante naturalidad a cuestiones de la vida íntima EN OTRAS PALABRAS… no. 23 / Dossier | 79


de Varela, que para este trabajo tienen interés no solo biográfico, sino sociológico. En los testimonios femeninos se advierte la impor­tancia que en las pequeñas comunidades tienen los rumores y los chismes sobre la vida privada de las personas, aún más cuando se trata de personajes públicos. Se percibe igualmente el escaso control social ejercido por los curas, así como la atmósfera liberal que en general impera en las zonas de colonización. Aunque es evidente la aceptación social del matrimonio y la monogamia, se consideran normales las uniones de facto, los hijos nacidos por fuera del matri­monio, e incluso la infidelidad masculina. Pero la mera sospecha de infidelidad femenina es severamente sancionada. Por último, tanto el testimonio de Varela como los de su esposa, su hijo Juan de Dios y su nuera Aura Herrera revelan las tensiones y contradicciones entre la vida cotidiana y la ideología, problema por lo general más visible en los personajes públicos que en la gente común.

El primer hogar Al referirse a la primera mujer con quien convivió, Varela contó primero una anécdota que muestra el sentido utilitario que los campesinos suelen darle al amor y a la vida conyugal. Según dice, cuando trabajaba en la vereda de Balconcitos, su patrón Julio Vargas le hizo una visita y al darse cuenta de que tenía a su cargo como seis obreros y le tocaba cocinar y lavar su ropa, le dijo: «hombre, Juan de la Cruz, por qué no te consigues una mujer, por qué te acabas así», a lo que él respondió: «es que no hay mujeres». Un compañero, llamado Teodófulo Espinoza, dijo: «¡Majadero! ¡Lo que hay es mujeres a diez por centavo!». Esta anécdota podría inter­ pretarse como muestra de la cultura machista de los campesinos. Pero, como señala Virginia Gutiérrez de Pineda, en las comuni­dades rurales colombianas las relaciones sexuales entre hombres y mujeres comienzan, en no pocos casos, por «un

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intercambio de servicios que da la oportunidad a los dos sexos de entrar en conos­cencia», es decir, de tener amores2. Tampoco resulta extraño que, al mencionar los oficios domésticos que como hombre soltero estaba obligado a hacer por sí mismo, Varela evocara de inmediato a la mujer con quien conformó su primer hogar: Ella se llamaba Evidalia Acosta. Se había casado muchacha, pero al marido se lo mató un palo [...]. Nos conocimos en la levantada del censo de 1928 y dizque yo le gusté y a mí también ella me gustó. Después vivimos juntos un tiempo largo. No me casé con ella porque me fue infiel, de muy buen genio, muy hacendosa, pero muy infiel.3

Para cuando Varela comenzó su unión con Evidalia tenía vein­tisiete años y ella era una joven y atractiva viuda con dos hijos a cuestas: «Arturo, el mayor, y Ascensión, a quien llamaban On, que era retardado»4. Por algún tiempo vivieron en la vereda La Espe­ranza, en el rancho de Evidalia, puesto que Juan de la Cruz aún no tenía tierra ni casa propia. De esta unión nació un primer hijo, el 28 de diciembre de 1932, a quien bautizaron con el nombre de Teodosio. Ese año, Varela había obtenido una parcela gracias al Decreto 1110 y a la lucha de los colonos. Se trasladaron entonces a la vereda de Balconcitos y, mientras él repartía su tiempo entre las faenas agrí­colas y las actividades de la colonia, ella criaba a sus tres hijos, hacía los oficios domésticos y colaboraba con su compañero en poner a producir la tierra. Entre 1934 y 1940, Evidalia dio a luz a cuatro hijos más: Julio César, uno que murió recién nacido, Jorge y Vicente. Al parecer, su unión con Juan de la Cruz continuó hasta finales de 1939, cuando él decidió casarse con una mujer muy joven a quien había conocido en una asamblea de colonos de la vereda El Palmar. 2 Gutiérrez de Pineda, 58-62. 3 «Relato autobiográfico de Juan de la Cruz Varela». 4 Entrevista de la autora con Aura Herrera de Varela (Bogotá, febrero de 2001), esposa de Teodosio Varela Acosta (hijo primogénito de Juan de la Cruz Varela).


Según Aura Herrera, esposa de Teodosio, su suegra siempre sostuvo que los cinco hijos que parió en esos años fueron el fruto de su relación con Juan de la Cruz. Pero Varela solo reconocía la paternidad de Teodosio, Julio César y el que murió recién nacido. «Don Juanito decía que cuando se enamoró de doña Evidalia era una mujer muy hermosa, pero, ¡ah vergaja! No le gustaba quedarse con uno solo»5. A pesar de que él siempre negó la paternidad de Jorge y Vicente, en su relato de 1984 menciona al segundo como hijo suyo: «Con Evidalia hubo cuatro hijos: Teodosio, el mayor, que era muy simpático [...]; Julio César, que trabaja en Palacio, donde yo lo co­loqué [...]; uno que murió, y Vicente, que también ha salido un poco vagabundón»6. Ya presentía que sus días estaban contados y tal vez quiso reparar su injusticia. Pero en su tardía confesión también debió incidir una visita de Vicente poco antes de la muerte de Evidalia7, de la cual Aura Herrera recordaba lo que este le contó: «Imagínese que hace como un mes me levanté al mismo tiempo que mi mamá, ella comenzaba a prender el fogón y le dije: “mamacita, le voy a hacer una pregunta y espero que me la conteste: quiero que me diga quién es mi papá”. Ella se sorprendió mucho y me dijo: “pues el anciano”, entonces yo le dije: “pues si el anciano es mi papá, yo voy a donde él a preguntarle”». Según dice Aura, así lo hizo: Un día se fue a Paquiló, donde vivía don Juan, y cuando llegó Vicente le dijo: «yo vengo a hacerle una pregunta, pues hablé con mi mamá y vengo a confirmar lo que ella me dijo: le pregunté quién era mi papá y ella me dijo que era usted». El anciano —así le decía doña Evidalia a Juan de la Cruz— soltó la risa, le puso una mano en el hombro y le dijo: «Sí mijo, yo soy su papá», y dizque le mandó a hacer desayuno. Juan Vicente se quedó allá como

5 Entrevista de la autora con Aura Herrera de Varela (Bogotá, febrero de 2001). 6 «Relato autobiográfico de Juan de la Cruz Varela». 7 Sobre la muerte de Evidalia, ocurrida el 24 de octubre de 1981, tanto Juan de la Cruz como su nuera dicen que la mataron en su casa, en la vereda La Esperanza, para robarle dinero que tenía de la venta de café.

dos días, hablaron mucho de la familia e incluso le dio mil pesos para el regreso. Hasta entonces mi suegro no reconocía públicamente que Vicente era hijo suyo. Por eso él lleva el apellido Acosta.8

A la nuera de Evidalia no la tomó por sorpresa semejante confidencia, pues ya había tenido la oportunidad de escuchar la versión de su suegra: Cuando Teodosio se enfermó y nació nuestro hijo Teíto, doña Evidalia vino a visitarnos. Un día estaba yo planchando los pañales del niño y le dije: «doña Evidalia, dígame una cosa, ¿quién es el papá de Vicente y de Jorge?». Aunque ella era una mujer muy reservada, me dijo estas palabras: «Pues el anciano, ya ve». «¿Pero cómo así, si él ya estaba casado con doña Rosita?», le dije yo, a lo cual ella me respondió: «Pues uno de pendejo, porque como el anciano subía por allá a las comisiones de su trabajo, entonces él entraba a la casa con el pretexto de saludar a Teodosio y se quedaba. Ahí me hizo a los otros chinos: Jorge y Vicente».9

Despejar las dudas sobre la paternidad de Vicente y Jorge Acosta no es nuestro propósito. Pero ¿cómo pasar por alto cues­ tiones que revelan rasgos de la mentalidad campesina y de la credi­ bilidad que se suele dar a chismes y rumores? Veamos, por ejemplo, un comentario que Aura Herrera dice haberle escuchado a la esposa de Varela: «Doña Rosita dice que Jorge no es hijo de Juan de la Cruz, sino más bien de su hermano Ismael Varela. También dicen que físicamente se parece mucho a Ismael, aunque la gente y el mismo Juan de la Cruz a veces dejaban entrever que Jorge sí era hijo suyo»10. Si Evidalia le fue infiel a Varela con su hermano o con otro hombre, jamás lo sabremos. Cabe imaginar, sin embargo, por qué Varela dudaba de la fidelidad de su compañera. Ella era una mujer bonita y simpática que permanecía sola cuando él se ausentaba para atender sus responsabilidades 8 Entrevista de la autora con Aura Herrera de Varela. 9 Entrevista de la autora con Aura Herrera de Varela. 10 Entrevista de la autora con Aura Herrera de Varela.

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como secretario de la Sociedad Agrícola de Sumapaz, sección del oriente del Tolima, cargo que ocupaba desde comienzos de 1934. Por otra parte, en octubre de 1935 fue elegido concejal de Icononzo, de manera que le quedaba muy poco tiempo para velar por su hogar. No sorprende, entonces, que hubiera negado la paternidad de Jorge, nacido en esos años. Respecto a la paternidad de Vicente, cabe pensar que no la aceptó porque nació cuando Varela ya había contraído matrimonio ca­tólico con Rosa Mora. Pero si Evidalia no era una santa mujer, Varela tampoco era un santo varón. Según cuenta Rosa Mora, sus amores con él comenzaron en 1934, pero tuvieron que ocultarlos durante cinco años por temor a que sus padres rechazaran su no­viazgo con un hombre mucho mayor que ella, con mujer e hijos. Incluso poco antes de contraer matrimonio, ella se enteró casual­mente de que su futuro esposo tenía amores con una tercera mujer: Cuando yo conocí a Juan de la Cruz, él vivía con doña Evidalia y la tenía en la parcelita que él cogió cuando la colonia, pero había otra mujer que se llamaba Margarita y en ella tenía una niña que no supe cómo se llamaba. Resulta que esa muchacha se enteró que él se iba a casar con otra mujer, y entonces hizo un viaje desde Balconcitos hasta El Palmar, donde yo vivía, pues ella se figuraba que yo no sabía nada de lo que estaba sucediendo donde él vivía. Seguramente pensó: «Yendo yo y contándole a ella, le barajo el ma­trimonio». Entonces, cuando llegó me dijo: «Él tiene una mujer allá y esa mujer es viuda y en ella tiene actualmente dos hijos, pero uno se le murió; además él tiene otra mujer y en esa mujer tiene una hija. Ella dice que el día que él se case, sea con la que sea, la hace sufrir porque la hace sufrir» [...]. Entonces cuando él regresó yo le tenía la noticia y ya ve cómo son las cosas: esa mujer no me hizo sufrir a pesar de todo. Él, al saber todo eso, averiguó quién me había contado y se dio cuenta que era Margarita y entonces él mismo la amedrentó, le dijo que se iba a casar y que si algún día ella iba a perturbar su hogar le daba una muenda o no respondía por lo que le llegara a pasar. Entonces ella se asustó con eso y no pasó nada más. Juancho no reconoció a la niña porque ella, al ver que se casó conmigo, se la regaló a unos

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compadres; se consoló con eso y ellos se la llevaron para el Caquetá. Quién sabe si todavía vive, pues nunca se supo más de ella.11

La intrincada vida sentimental de Varela hace muy difícil pre­cisar cuántos hijos tuvo en realidad. Sin embargo, el testimonio de su esposa sugiere interrogantes sobre su noviazgo. Llama la atención, por ejemplo, que no desistiera de casarse con Juan de la Cruz, a pesar de que sabía muy bien que podía correr los mismos riesgos que Evidalia y Margarita. Quizá en su decisión influyó el hecho de que entonces Varela ya era un destacado dirigente de la Sociedad Agrícola de la Colonia de Sumapaz y un campesino ex­ cepcional por su educación y su cultura, lo que lo hacía atractivo para las campesinas jóvenes. Todo hace pensar que, por su con­dición de dirigente agrario y sus dotes de seductor, podía darse el lujo de conquistar a las muchachas sin asumir del todo las con­secuencias. Así lo indica este perspicaz comentario de su nuera: «Como él era un hombre poco común y sobresalía como líder, en­tonces las mujeres se enamoraban de él y él iba dejando por ahí sus amorcitos y varios hijos por fuera del matrimonio»12. Por su parte, Rosa dice que como ella era tan joven «no sabía qué cosa era el amor», y que se sintió obligada a decirle que sí cuando él le dijo que le recibiera una carta: «entonces yo con la zozobra de que mis padres me vieran conversando con él y se disgustaran, él me rogó que le recibiera la carta y yo no hallaba qué contestarle; de sorpresa le dije que ahí vería él cómo me la entregaba, porque mi papá y mi mamá eran muy delicados. Pero yo hasta entonces no pensaba que eso iba a prosperar ni nada, pero en la misma carta me iniciaba cómo seguirnos escribiendo»13. Al referirse al sostenimiento económico de Evidalia y sus hijos después de la separación, Varela 11 Entrevista de la autora con Rosa Mora (Bogotá, 11 de julio de 1986). 12 Entrevista de la autora con Aura Herrera de Varela. 13 Entrevista de la autora con Rosa Mora.


afirma que le dejó «el poco capi­talito que tenía», cosa que, por lo demás, sostuvo en público. En esa época todavía no era un colono próspero, y no parece del todo cierto que hubiese cumplido todas sus obligaciones con su primera compañera y sus hijos. A juzgar por lo que dijo su nuera, «él se quedó con la parcela de Balconcitos y a ella y sus hijos les dejó una casita con un lotecito en la vereda de la Georgina». Ella recuerda igualmente lo que le había contado su esposo sobre la pobreza en que vivían y la poca atención que Varela prestó inicialmente a la educación de su primogénito: Según me contaba Teodosio, ellos vivían en una pobreza tre­menda y se mantenían con lo que sembraban y con el jornalito. Inclusive don Pachito Martínez, un vecino de la Georgina que siempre fue del Partido [Comunista], dizque los socorría mucho. Teíto y Vicente contaban que ellos iban donde don Pacho con un costal y él les daba plátano y guatilla, pues a veces no tenían qué comer. Y como don Juanito ya estaba casado, pues a él le quedaba muy difícil enviar dinero para el otro lado; él decía que ya había cumplido con dejarles la casita y el lotecito. A mí me contaban que un señor llamado Sixto Cubillos, que era inspector de educación y recorría las veredas, se dio cuenta de que a Teodosio no lo habían puesto a la escuela, aunque tenía doce años, y que entonces les envió una notificación para que lo mandaran a la escuela. Casi obli­gados, lo enviaron a la escuela de la Georgina, a más de una hora de camino, sin zapatos y con una mochila, una pizarra y un gis [...]. Fue en ese entonces cuando Teodosio se fue a vivir con don Juan y doña Rosita, y ella le dio mucho apoyo porque lo quería mucho.14

Aparte de las penurias económicas, lo dicho por Aura Herrera pone en evidencia una curiosa paradoja de Varela: pese a que sabía muy bien cuán valiosa es la educación para los campesinos, al menos inicialmente no se preocupó porque su primogénito aprendiera a leer y escribir. Seguramente en esos años estaba tan abrumado por sus 14 Entrevista de la autora con Aura Herrera de Varela.

responsabilidades políticas y por las obligaciones de su nuevo hogar que no tenía tiempo ni suficientes recursos para prestarle la debida atención a su primera familia.

El segundo hogar En 1934, la joven Rosa Mora, nacida en 1920 en la vereda Bateas del municipio de Arbeláez, hija de Jesús Mora y María Mercedes Carrillo, campesinos pobres que habían migrado a Icononzo hacia 1925, le escuchó a sus padres que la colonia había nombrado un nuevo presidente y que «muy pronto iría a visitar la vereda donde ellos vivían, para reorganizarla». Ella recuerda que el nuevo presi­dente había avisado con anticipación que «las mujeres debían estar presentes, ya fueran jóvenes o de edad, y debían llevar a los hijos, pues la mujer tenía que jugar su papel en la lucha por la tierra, así no tuviera hijos». Gracias a esta instrucción, los padres de Rosa la llevaron a la asamblea en donde conoció a Juan de la Cruz Varela, con quien se casaría cinco años después: Él traía un memorial para llevar al Ministerio de Trabajo, firmado por todas las mujeres de la colonia. Ese día fue nuestro primer encuentro. Al llegar a la reunión, mis padres se dirigieron a saludarlo dándole la mano; yo, siguiendo el ejemplo de mis padres, le di la mano: él la tomó entre sus manos y me miró, me apretó mi mano por tres veces y tuve que zafarme se puede decir a la fuerza [...]. Al terminar la reunión y al despedirnos hizo lo mismo, y mirándome sonriente dijo: «¡Que esté bien, compañerita!». Nos fuimos, y en camino, yo volvía a mirar y ahí estaba él mirando hacia dónde íbamos. Eso me causó malicia, pero yo todavía no distinguía el amor, pues apenas tenía catorce años de edad. Me imaginaba sí que sería casado por su mayor edad, aunque él me miraba bastante. Así pasó un tiempo y él insistió en visitar seguido la región y en invitar a las mujeres a las reuniones [...]. La segunda vez que fui ya había empezado la reunión y al vernos entrar muy atento se dirigió a nosotros e hizo parar a los compañeros de una banca y nos la cedió a nosotros para que nos sentáramos. Esas atenciones pusieron ma­liciosos a mis

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padres, y entonces en ningún momento me dejaban sola. Así pasaron unos meses y él con el deseo de declararse, pero no tenía oportunidad. Un día, yendo de regreso a mi casa, él iba a posar donde un amigo que vivía cerca de nosotros, y aprovechó un momento de soledad y me dijo que si le recibía una carta. Yo por temor, pues mis padres eran tan delicados, le dije que él sabía lo que hacía y cómo me la entregaría, que yo lo que quería era que se fuera antes de que lo vieran conversando conmigo. Como a los tres meses, al fin tuvo la oportunidad de entregármela: en ella me decía un lugar donde dejarnos la correspondencia; pero siempre temeroso de que nos descubrieran, resolvió hablar con un viejito15, compadre de mis padres, para que le sirviera de cartero. Este señor, que tanto lo quería y lo estimaba, aceptó servirle de cartero por más de tres años; pero al ver la gente la confianza que había entre el viejito y yo, empezaron los rumores y entonces él se vio obligado a hablar con mis padres para aclarar la situación.

Rosa interrumpió su relato y leyó un párrafo en donde narra las circunstancias que rodearon su matrimonio: Durante ese tiempo, Juan había luchado en defensa de los colonos y por el movimiento agrario; en compañía con Erasmo Valencia consiguieron algunos abogados como voceros, pero no eran sinceros. De pronto encontraron al doctor Octavio Laserna Villegas, y fue él quien con Erasmo Valencia y Juan de la Cruz Varela lucharon hasta terminar el pleito entre latifundios y colonos. En 1939 llegó a la colonia una delegación comandada por el procu­ rador de la nación, el doctor Jorge Lemus Girón, y un doctor Pinto. Estos señores se instalaron en la casa de mi mamá, casi por seis meses, para aprobarles la parcelación legal a los colonos. Entonces fue cuando en 1939 se realizó nuestro matrimonio, siendo padrinos William Daw y su esposa, y el doctor Lemus Girón y su hija Matilde. En adelante Juan de la Cruz siguió su lucha, ya no por la tierra sino por la política; y no por ambiciones de él, sino por las gentes prole­tarias que lo llevaron a hacer

15 Este «viejito» era Faustino Herreño, de quien Varela dice que era santandereano y ex combatiente de la Guerra de los Mil Días. Fue uno de los pioneros de la colonización de Cabrera y sobresalió en el movimiento agrario por su coraje y tenacidad.

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parte de esos cuerpos colegiados can­didatizándolo concejal y diputado de las Asambleas del Tolima y Cundinamarca.16

Por su parte, Varela se limitó a decir que su esposa «era una mujer inteligente y muy buena persona, aunque de muy mal genio». La boda se celebró el 20 de diciembre en la iglesia de Icononzo17. Dice Rosa que cuando se casaron «Juan de la Cruz ya había arreglado su pro­blema con la mamá de Teodosio». Pero enseguida menciona una extraña explicación sobre por qué Varela no se había casado con Evidalia: «Él vivió con ella, pero como era viuda ya tenía hijos del primer matrimonio, entonces él dijo que no le servía porque los hijos de ella eran de otra política, y que más tarde podían enterrarle el cuchillo». Quizá Varela le hizo este comentario varios años después de su boda, a raíz de algún reclamo de su esposa, pues en 1939 los hijos de Evidalia todavía eran muy jóvenes y quizá no tenían razones para estar en contra de los colonos. No obstante, la alusión a la política de los hijos de Evidalia resalta un asunto importante: en los años cincuenta, cuando irrumpió la Violencia política, afloró la desconfianza y el sectarismo en familias cam­ pesinas, cuyos miembros se alinderaron en bandos opuestos, y es posible que los hijos del primer marido de Evidalia se hubieran puesto del lado de los «enemigos» de Varela. En todo caso, la vida conyugal de la nueva pareja comenzó en un modesto rancho que Juan de la Cruz había construido en su parcela Dalmacia. Rosa fue recibida por su cuñada Vicenta, quien vivía con su esposo y sus hijos en un rancho contiguo al de su hermano. Aún no había trans­currido un 16 Entrevista de la autora con Rosa Mora. Jorge Lemus Girón había sido nombrado por el gobierno de Eduardo Santos como procurador especial para que resolviera el pleito entre los colonos y la Compañía Cafetera de Cunday. Sobre William Daw sabemos que hacía parte de la dirección liberal de Icononzo, y de Octavio Laserna Villegas se sabe que era un abogado conservador a quien los colonos habían nombrado para que los representara en el pleito con la Compañía Cafetera. A este respecto, véase Varela y Romero, 144. 17 Estos datos aparecen registrados en la partida de bautismo de Varela (véase el capítulo 1 de este libro, p. 31, n. 1).


año de casados cuando ella dio a luz, en septiembre de 1940, a su primer hijo a quien bautizaron con el nombre de Juan de Dios. De la primera morada de su infancia, Juan de Dios conserva este recuerdo: «Era una casita de teja de madera que debía tener unas dos habitaciones; era de bahareque con paredes de tierra api­sonada [...]. Vivíamos cerca de un caserío de unas diez casas que ahora es inspección de Policía». Dos años después, en este rancho nació su hermana Laura María18.

La casa de Balconcitos Varios años después de la boda, Juan de la Cruz construyó una casa bastante cómoda en el corregimiento de Balconcitos, entonces la zona rural más poblada del municipio de Icononzo19. Con no­table orgullo, Rosa describe la nueva morada de su familia: Juancho construyó una gran casa en Balconcitos, no en ba­hareque sino en cemento y armadura de madera. La casa tenía tres piezas grandes y la alcoba de nosotros. La cocina era tabladita con su ventana para botar el agua. ¡Muy bonita era la casa! Como nosotros cosechábamos mucho maíz [...], teníamos una pieza llenita de maíz bueno, todo sanito, y en otra pieza el redrojo. En la otra pieza estaba la cama de los dos niños que había hasta entonces: Laura y Juancho. La casa era en escuadra y tenía un corredor anchísimo tablado en madera y una sala; allá iban a visitar a Juan de Icononzo: iban el al­calde, el juez, el personero, toda esa gente. Y de Ibagué, cuando él ya fue diputado, fueron el doctor Lucena Bonilla, Efraín Bedoya, y el doctor Laserna Villegas, que fue el que nos sacó el pleito de la colonia.

18 Entrevista con Juan de Dios Varela (Bogotá, 24 de julio de 1991). 19 En 1938, Icononzo tenía cerca de 9.000 habitantes, de los cuales el 84% vivía en las zonas rurales. Véase Contraloría General de la República, Departamento del Tolima, Anuario estadístico correspondiente a 1939, 35. Para una descripción de Icononzo, véase Gonzalo París Lozano, Geografía económica de Colombia, t. VII: Tolima (Bogotá: Editorial Santafé, 1946), 376.

No cabe duda de que la casa de Balconcitos también era uno de los mayores orgullos de Varela. Además de ser una de las más grandes y mejor construidas de la zona, tenía un cuarto destinado exclusivamente a los libros que hasta entonces él había conseguido. Mientras Rosa recordaba especialmente las habitaciones privadas, la cocina y los cuartos para almacenar el maíz y el fríjol, su hijo Juan de Dios (profesor de Física) recuerda que Juan de la Cruz guardaba en un armario sus libros predilectos: «las biblias, las mitologías y los libros de poemas», y que, como le gustaba mucho leer poesía, «siempre estuvieron a la mano El Parnaso colombiano, los poemas de Julio Flórez, de Santos Chocano, de Guillermo Valencia, y no­velas francesas como Los miserables y varios libros de Alejandro Dumas». Recuerda, además, que en la biblioteca había «una co­lección del periódico gaitanista Jornada y otra del periódico Cla­ridad». Dice que su papá les permitía mirar los libros, aunque no les sugería que leyeran alguno en particular. No obstante, Teodosio, quien para entonces ya vivía con ellos, «se levantaba muy temprano a leer libros» y a veces comentaba sus lecturas con Juan de la Cruz. Como Teodosio era buen lector, cuando terminó el bachillerato su papá le regaló las obras completas de Shakespeare20. Sobre los há­bitos de lectura de Varela, Rosa recuerda que «compraba códigos, libros botánicos y libros de leyes, y todo libro que le gustaba, y por eso el doctor Augusto Ramírez Moreno quedó admirado de esa bi­blioteca, cuando nos visitó antes de la Violencia». Cuando le pre­guntamos si su esposo le sugería algunas lecturas, respondió: «¡No! Él no me invitó nunca a leer ni a que militara en ningún movi­miento [...]. Después de que él se separó de mí, yo empecé a militar en la Unión de Mujeres Demócratas y vine a Bogotá como delegada al primer encuentro femenino que fue en Bavaria»21. 20 Entrevista de la autora con Juan de Dios Varela. 21 Esta organización la creó el Partido Comunista en 1959.

Entrevista de la autora con Rosa Mora.

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En la casa de Balconcitos vivieron hasta 1950. Allá nacieron dos hijos más: Julia Stella, en 1948, y un niño que murió recién nacido. Juan de Dios dice que, como su papá «ocupaba una posición des­tacada dentro del liberalismo», no permanecía mucho tiempo en la casa. Las ausencias fueron aún más prolongadas cuando fue elegido diputado a la Asamblea del Tolima, pues tenía que permanecer en Ibagué mientras sesionaba dicha corporación. Pero cuando re­gresaba a casa había no poco regocijo entre sus hijos, pues llegaba cargado de regalos: «A mi mamá le traía cortes de tela para hacer ves­tidos y llegaba con cajas de licores que le regalaban en las rentas del Tolima». Y sobre las rutinas de Juan de la Cruz en sus cortas estadías en Balconcitos, su hijo dice: «Leía antes del desayuno o después del almuerzo; después se iba a mejorar cercas, a ver el ganado, el fríjol y el maíz, y a hacer rocerías, porque como las tierras estaban recién fundadas, se enrastrojaban fácilmente». Y confirma lo dicho por su mamá: mientras Juan de la Cruz estaba ausente, era ella quien ma­nejaba la finca; inclusive recuerda que cuando había trabajadores a él le tocaba llevarles el almuerzo, y que como le gustaba mucho la carne, abría los envoltorios en hoja de plátano y a cada trozo de carne le cortaba un pedacito con una cuchilla de afeitar22. Sobre el trato de Varela con sus hijos, Rosa dice que «era muy bueno, muy querendón y nunca les tocó un pelo de la cabeza». Juan de Dios conserva recuerdos que ponen de relieve sus prejuicios en contra de la educación de las mujeres y su pragmatismo en lo que respecta a la educación de los varones: Él fue muy cariñoso con todos nosotros, pero creo que fue selectivo. Por ejemplo, él siempre estuvo muy pendiente de que Teodosio recibiera educación. Dentro de su concepción —que desde luego fue evolucionando en el transcurso de su vida—, 22 Entrevista de la autora con Juan de Dios Varela.

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yo pienso que él se sentía reencarnado en Teodosio, quien además era una persona de unas cualidades admirables de modestia, inteligencia, dedicación y profundidad de pensamiento. Pero cuando llegó el momento de educar a los otros hijos hubo cierta resistencia: para que yo pudiera ir a estudiar a Ibagué, tuve que rogarle y también mi mamá. Pero mayor fue su resistencia para que mis hermanas recibieran educación; él tenía un poco la percepción machista de que las mujeres no la necesitaban, aunque en los últimos años de su vida ya había corregido esa idea. Por supuesto que él no tenía problema en que fuéramos a la escuela y aprendiéramos a leer y es­cribir. El problema era si queríamos estudiar una profesión que no fuera la de médico o abogado, pues él consideraba que esas eran las mejores profesiones, porque miraba este asunto desde el punto de vista pragmático, es decir, desde las posibilidades económicas que brindaban. Cuando él se enteró de que yo quería estudiar Física se mostraba muy escéptico y me decía: «¿Y eso para qué sirve aquí? Eso tal vez va a fracasar». Pero con el tiempo fue comprendiendo y en los últimos años le gustaba incluso conversar conmigo de física y leía problemas cosmológicos de estrellas, y a los amigos les comentaba que yo tenía profundos conocimientos del Universo.23

En efecto, Teodosio era el hijo predilecto de Varela. Culminó el bachillerato en el prestigioso colegio San Simón de Ibagué, gracias a la solidaridad de Rafael Salazar Santos y otros liberales de izquierda que prestaron apoyo a la resistencia campesina durante la Violencia. Posteriormente, por petición de sus amigos liberales, el rector de la Universidad Externado de Colombia, Ricardo Hinestrosa, le otorgó una beca para cursar estudios de Derecho. Finalizó exitosamente su carrera, y como era un destacado militante de la Juventud Comu­nista, obtuvo luego una beca para cursar un posgrado de Economía en la Universidad Patricio Lumumba de Moscú. Gracias a su for­mación académica, a sus cualidades humanas y a sus méritos polí­ticos, el primogénito de Varela llegaría a ser un respetado miembro del Comité Central del Partido Comunista. Se 23 Entrevista de la autora con Juan de Dios Varela.


comprende, entonces, por qué Varela decía que Teodosio «era el mayor orgullo de su vida».

La economía familiar Gracias al trabajo de Varela y su esposa, y a la fertilidad de las tierras de Icononzo, con el tiempo la familia logró cierta prosperidad: A veces yo ordeñaba diez o doce vacas —dice Rosa—. A esa leche yo le echaba cuajo y los saques los echaba en una cazuela de barro: eso sacaba una mantequilla muy buena. En esa tierra, nunca se comía carne: allá se comía mucho fríjol y se hacían envueltos de maíz, arepas rellenitas de cuajada, porque yo poco era lo que vendía para comer bien y porque a los chinos todo eso les gustaba mucho. A Teodosio yo lo crié desde chiquito y él se moría por el maíz. A los trabajadores les hacía mute pelado; se pelaba el maíz y se cocinaba en una olla grande con hojas de acelga y fríjoles, y se guisaba con cebolla y harta mantequilla. A veces los trabajadores se comían hasta cuatro platadas al desayuno [...]. Al almuerzo se les hacía un cocido de calabaza, de esas blancas que se dan por allá y se dejan jechar bien y luego se echan en astillas grandes a cocinar, junto con la yuquita, el platanito, balúes y guatilla; encima echaban el guiso de fríjol.24

Y como en esa época «todo se trabajaba en porambería, a veces había hasta veinte trabajadores» a los que Rosa tenía que llevar el al­muerzo. Cumplida esta tarea se encargaba de dar agua al «ganado de soga» y de cambiarlo de potrero. Además criaba ovejas y marranos. Ateniéndonos a lo dicho por ella, no era poca su contribución a la economía familiar: «Cuando yo me casé, Juan no tenía sino la par­celita de unas cuatro cuadras que había cogido en la colonia. La finca donde cosechábamos el maíz fue habida por el trabajo mío; cuando nos separamos [en 1953] teníamos ya tres fincas en Balconcitos: San Jorge, Dalmacia y El Mirador; y otra finca grande al lado de El Palmar, llamada Alsacia, que eso era montaña y

24 Entrevista de la autora con Rosa Mora.

potreros». Rosa dice que esas tierras las compraron como «mejoras», es decir que aún no estaban tituladas, y que después de la Violencia lograron firmar las respectivas escrituras de propiedad. Explica, por petición nuestra, en qué consistía la porambería: «Juan hacía compañías a la tercera parte: él ponía la tierra y daba las semillas, y los que iban a rozar ponían el trabajo, o mejor dicho: sembrar, desyerbar y coger la co­secha»; y da como ejemplo la cosecha de maíz: «de cada arroba, la tercera parte le correspondía a él, y el resto a los poramberos». En Dalmacia tenían ganado, ovejas y cerdos; en San Jorge cultivaban café y habas, y a veces sembraban arracacha y papa criolla, a la cual llamaban cornetica; en El Mirador cultivaban maíz y fríjol, y en Al­sacia, café. En alguna de estas fincas había un rancho donde vivía Ismael Varela (hermano de Juan de Cruz) «con la muchacha con la que se había juntado que se llamaba Filomena»25.

Conflictos familiares Rosa sostiene que su esposo «se echó a dañar desde cuando llegó a la Asamblea del Tolima, porque empezó a ir con los doctores a bailes y parrandas, y veía el comportamiento de esos doctores con las mujeres». Sin duda, a Rosa no solo le disgustaban los frecuentes viajes de su marido, sino que se sentía incómoda cuando él regresaba a la casa: Yo atendía la cocina, yo repartía el maíz y lo llevaba hasta la casa [...], y por supuesto él tranquilo se iba por allá y duraba meses. Y cuando llevaba dos o tres días en la casa, eso era la gente a montón: el uno que «compañero, hágame un memorial»; el otro que «necesitamos que vaya a dirigir la reunión»; y así había veces que yo hacía la ollada del desayuno para mis trabajadores y me tocaba distribuirla con esa gente, que llegaba muchas veces sin comer nada para pillarlo en la casa, porque él era un hombre que no tenía esca­patoria, no podía estar tranquilo 25 Entrevista de la autora con Rosa Mora.

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en la casa [...]. Él era muy bueno en el trato y todo eso; yo digo que él se echó a dañar con la metida a lo alto, ahí empezó. Después ya vino la Violencia y acabó con nuestro hogar porque él tenía una bonita casa y al ver que le quemaron todo, se desilusionó y se desmoralizó. Entonces después por allá donde estaba también dizque hizo una bonita casa y luego supe que tenía otra mujer»26.

Con todo, Rosa admite que a veces sentía tanta furia que «perdía la razón»; por eso su esposo le tenía «miedo y cierta des­confianza al mismo tiempo». Varela atribuye exclusivamente al temperamento de Rosa la ruptura de su hogar: No pudimos vivir por ese genio: yo hablaba alguna cosa y eso se armaba ¡qué cosa! Ya vino la primera guerra, por allá estuvo ella, se pasó con la evacuación que había de Villarrica, fue al Duda y salimos y vivimos otra vez. Y ya vino la segunda guerra y yo vine a llevarla, a ver qué hacía porque la segunda guerra me cogió sin un centavo. Había comprado una finquita y la pagué, y esa misma noche declararon la zona de guerra y tuve que valerme de cincuenta pesos para darle a ver si se refugiaba al lado de Pasca, y vine a ver si se iba y eso me formó la gran pelea. Entonces me fui y ya fue cuando me junté con Juanita.27

Acerca de la relación de sus padres, dice Juan de Dios: Yo veía que había cierto conflicto, del cual no era ajeno, pero no me parecía anormal, y a veces trataba de intervenir. Pero como siempre admiré lo que hacía mi papá —lo admiré porque mucha gente lo buscaba y lo consultaba—, fui prudente y, como diría hoy, traté de no herir susceptibilidades, de no profundizar los problemas y de colaborar en el manejo de los bienes que eran pocos. Entonces, cuando yo estudiaba en Ibagué y venía de vacaciones, ayudaba en los asuntos de la finca, inclusive hacía el mercado. Yo nunca recibí una enseñanza directa de mi papá de cómo hacer una cerca, del mante­ nimiento de una finca, de cómo hacer un contrato; sin embargo, yo veía cómo hacía todo eso y así aprendí a ser independiente. Cuando llegué a ser

26 Entrevista de la autora con Rosa Mora. 27 «Relato autobiográfico de Juan de la Cruz Varela».

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profesional, había cierta frialdad entre los dos; yo lo estimaba, pero quería resolver mis problemas económicos con mi propio trabajo y nunca le pregunté qué bienes tenía él. De eso vine a enterarme cuanto tuve que hacerme cargo del juicio de sucesión.28

Contribución de las mujeres a la economía familiar Como es sabido, la colonización campesina de tierras baldías está basada en el trabajo familiar y la mutua cooperación entre los colonos. No obstante, con pocas excepciones, la adjudicación legal de esas tierras ha estado en cabeza de los hombres. Según el índice de adjudicación de baldíos correspondiente al periodo 18271931, de un total de setenta y dos concesiones de tierras otorgadas por el Estado en la región de Sumapaz, solo hubo dos a mujeres: una a Margarita Saavedra, quien en 1872 obtuvo 1.000 hectáreas en Fusagasugá, y otra a Leonilde Escamilla, a quien en 1910 se asig­naron 139 hectáreas en Pandi29. Se desconoce cuál fue el destino de estas tierras, pero posiblemente fueron anexadas a propiedades de sus respectivas familias. Entre 1934 y 1937, periodo crítico de las luchas campesinas, hubo un notable incremento de la adjudicación de baldíos a los colonos de Sumapaz. Sin embargo, el número de mujeres beneficiadas fue muy inferior al de los hombres: de un total de 153 adjudicatarios, 12 eran mujeres que vivían en Pandi y Cunday, cada una de las cuales recibió en promedio 12,5 hectáreas. Los datos del censo de 1938 confirman las desventajas de las tra­bajadoras de Sumapaz en cuanto a la posición ocupacional y a la propiedad de la tierra, situación que desde luego no era exclusiva de esta región. De 46.974 personas ocupadas en actividades agrí­colas y ganaderas, el 46% eran mujeres; sin embargo, escasamente el 1,8% aparecen clasificadas en la categoría «dueños y directores de empresas agrícolas», en tanto que 28 Entrevista de la autora con Juan de Dios Varela. 29 Chaux, «Índice de adjudicación de baldíos 1827-1931», en

Memoria del Ministerio de Industrias, t. V.


la gran mayoría de esas mu­jeres fueron clasificadas en la categoría «oficios domésticos» (véase Anexo de mi libro). Sin embargo, los testimonios de Rosa Mora y Aura Herrera sobre sus respectivas familias permiten matizar lo que dicen las estadísticas y relativizar la tesis según la cual en las familias campesinas colombianas está fuertemente arraigado el patriarcado. Aunque estos testimonios no son representativos en términos estadísticos, y además provienen de mujeres con un mayor nivel de conciencia individual y social que el del promedio de las campesinas de la región, aportan interesantes pistas sobre las formas de división del trabajo en la familia; la contribución del trabajo femenino e infantil a la economía familiar; la cooperación de las mujeres, las niñas y los niños en la ocupación de baldíos, y la atención que las mujeres le conceden a la educación de los hijos. Comencemos por el testimonio de Rosa Mora sobre la trayec­toria de sus padres. En 1920, Jesús Mora y María Mercedes Carrillo vivían en el corregimiento de Ticinse (municipio de Arbeláez), en donde trabajaban como arrendatarios de Nicomedes Gómez. Allá nacieron Rosa, su hermana mayor y un hermano. Cinco años después, la familia migró a Icononzo porque en «Ticinse había una pobreza terrible». Al establecerse en Icononzo, la madre de Rosa consiguió trabajo en la hacienda Escocia como escogedora de café, y logró que el administrador le diera «un ranchito» para vivir con su familia. A su padre lo contrató Elías Bernal para trabajar en los trapiches de sus fincas, pues era «un gran templador de panela». Después trabajaron por algún tiempo en la hacienda Palermo de Bernal: Jesús era el mayordomo y María Mercedes cocinaba para los trabajadores; en época de cosecha, toda la familia trabajaba re­cogiendo café. Con los ahorros compraron una fanegada de tierra en donde construyeron una «casita» y sembraron café. Y «cuando resultó el asunto de la colonia —dice Rosa—,

entonces ya todo el mundo cogió su pedazo de tierra: mi mamá cogió su parcela y mi papá también». De la colonia de Icononzo recuerda que, mientras los hombres se ayudaban mutuamente en la ocupación de baldíos, la construcción de los ranchos y la derriba del monte, las mujeres y los hijos «miraban a qué horas llegaban los enemigos» y coci­naban «los animalitos que por la noche ellos cazaban». Dice que ella participó en esas jornadas desde los ocho años de edad, y que «no todo era rigor y sufrimiento», pues hacían buenos sancochos con carne, plátano y guatilla, y se divertían «todos ahí reunidos». Cuenta que aprendió a leer y escribir, a pesar de la oposición de su padre, porque su madre la puso en la escuela, pues ella no quería que sus hijas se quedaran analfabetas como ella. Y con inocultable orgullo agrega que «como no era tonta, me escogieron para leer unas recitaciones en el entierro de los colonos asesinados en La Georgina»30. Por su parte, Dominga Varela recuerda cómo era la división del trabajo en el hogar de sus padres Dionisio y Manuela: Vivíamos en Cabrera, en la vereda de Santa Rita. Cultivábamos arracacha, papa, maíz; no se daba la yuca porque allá es muy frío. Manteníamos una vaquita para la leche y un caballo de carga [...]. Mi mamá hilaba lana, pero no sabía tejer, era una señora vecina la que lo hacía. Porque antes de que se repartiera la finca, que era muy grande, tuvimos ovejas, como cien. Esa lana se cortaba, se lavaba y se hilaba, con eso se hacían las cobijas y las ruanas que se vendían. Mi papá sacaba también fique con el que hacía los lazos que bajaba al pueblo a vender. Además de hilar, mi mamá se encargaba de los oficios de la casa y criaba a los hijos. Ella no trabajaba la tierra, no se metía en las sementeras. Eso lo hicimos mi hermano, mis hermanas y yo desde que empezamos a crecer. Recuerdo que cuando mi papá salía a ganarse la vida, como éramos tres los hijos grandes, a dos de nosotros nos ponía a desyerbar las sementeras y a la otra hija a 30 Entrevista de la autora con Rosa Mora.

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cocinar, a ayudarle a mi mamá en la casa. Lo que mi papá nos dejaba de tarea a nosotros dos era limpiar ocho maticas de maíz, les arran­cábamos las malas hierbas que les nacían, les quitábamos la maleza. Pero como nos sobraba tiempo para hacer jugueticos, argollitas, co­sitas bonitas, y él se daba cuenta, entonces cada vez nos aumentaba la cantidad de maticas y así nunca acabábamos. De ahí comíamos mazorca y se preparaban envueltos o arepas, porque ni el maíz ni las otras hortalizas se vendían, vivíamos solo de la lana y del fique. Mi papá jornaleaba, pero muy poco.31

A diferencia de Rosa, Aura Herrera, nacida en 1940 en Ico­nonzo, resalta el trabajo de su padre y sus hermanos varones. Su papá se llamaba Benjamín Herrera, era oriundo de Boyacá, «liberal de pura cepa», y completamente analfabeto. Primero emigró a Pandi y allá se casó con Ercilia Hernández, nacida en Tibacuy, que sabía leer y escribir, pero «era una mujer muy sumisa». En 1936 se trasladaron a Icononzo, donde Benjamín había comprado una finca pe­queña. Con la ayuda de los hijos mayores cultivó café, plátano, yuca, maíz y arracacha, y por las noches pescaba en el río Sumapaz. Cuando no había trabajo en la finca —dice Aura, mis her­manos salían a trabajar a otras partes y vendían la presa de carne que les daban en el almuerzo, para ahorrar y comprar el día sábado pan y chocolate para llevar a la casa. Éramos pobres, pero nunca pasamos necesidades, pues mi papá era de esos hombres que le gustaba comer bien y se preocupaba por nuestra ropa y nuestro es­tudio. A todos nos puso en la escuela, en medio de muchas dificul­tades económicas.

Sobre su mamá, menciona el parto de trece hijos y la crianza de los siete que sobrevivieron, y hace énfasis en su permanente preocupación por mantener contentos al esposo y a los hijos32.

31 Entrevista de la autora con Dominga Varela (Bogotá, 12 de septiembre de 2007). No sobra decir que Dionisio Varela y Manuela Buitrago tuvieron nueve hijos: ocho mujeres, de las cuales dos murieron recién nacidas, y un varón. 32 Entrevista de la autora con Aura Herrera de Varela.

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Las mujeres y las luchas agrarias Cuando le preguntamos a Varela cómo había sido la partici­pación de las mujeres en el movimiento agrario, respondió con un «discurso» en el que destacó la solidaridad femenina, mencionó a unas pocas mujeres que sobresalieron en la lucha y expuso sus propias opiniones sobre las limitaciones de las campesinas y las dificultades para organizarlas: En la lucha, las mujeres han sido muy solidarias, muy soli­darias. Yo, por ejemplo, cuando mataron a Evidalia por robarla, que llegaron a la casa y habiendo obreros cerquita la degollaron y le ro­baron 42.000 pesos que tenía, entonces hice un debate en el Concejo de Icononzo pidiendo que se investigara el crimen hasta sus últimas consecuencias. Conté que yo había vivido con ella y que como re­volucionaria me había acompañado resignándose a todos los sufri­mientos, y dije que así como la esposa de Antonio Nariño —que había leído en una revista que había encontrado por ahí— había su­frido mucho y fue una gran patriota, sin que la historia le reconozca sus virtudes y sufrimientos, así Evidalia, que me había acompañado en los peores sufrimientos de mi vida en la lucha agraria, yo tenía que hacerle un homenaje por eso [...]. En Sumapaz hubo mujeres que se destacaron como Clementina Martínez, de Icononzo, y mi suegra, María Carrillo. Clementina era una señora campesina, pero que ayudaba mucho a atender las comi­siones, las campañas, a hablar y todo eso [...]. Sí hubo muchas mu­jeres interesadas y hablaban, pero por la falta de cultura no podían hacer más. No hemos encontrado una mujer capaz de animarse a estudiar para representar a las mujeres en las comisiones. Una an­ciana, Dominga, muy valerosa, ella sí se animaba a todo, muy amiga de la revolución, ella perdió dos hijos en las luchas, muy valiente; hasta una fotografía tengo en una comisión que vino ante el mi­nistro de Gobierno, que era Pedro Gómez Valderrama, y la retra­taron cuando estaba hablando. El compañero Valencia luchaba mucho porque la mujer tuviera derecho a votar: él era un admirador de la mujer, y sus luchas se encaminaban a la liberación de la mujer, pero por ironía el que le da ese


derecho aquí en Colombia es Rojas Pinilla: cuando acabó con las elecciones, le dio el derecho a la mujer para que participara [...]. Yo he procurado siempre enaltecer y dignificar a la mujer. Pero las mujeres en el campo se entregan generalmente a los trabajos hogareños y no les queda más tiempo, porque tienen que ver por los hijos, lavar la ropa, cocinar para los obreros de los que tienen finquita, y así sucesivamente. Yo considero que la mujer campesina tiene una gran dignidad por su espíritu revolucionario que com­parte, en lo general, con el esposo, con el hermano, con el familiar, con el amigo. No hemos encontrado en los frentes en que me ha tocado jamás una rebelión. Las compañeras siempre votan por las listas nuestras; eso está perfectamente demostrado en Icononzo, en Sumapaz, en Cabrera. Pero lo que no hemos encontrado son mujeres hábiles, capa­citadas para que ellas también tomen la bandera. Los campesinos no tenemos mujeres para participar en las comisiones y que ellas tomen la palabra, porque son llenas de complejos y no estudian. No estudian porque no tienen tiempo y porque no quieren. Por ejemplo, ya es una pelea para que la juventud estudie. Siempre les pongo como ejemplo que yo, en dos años de escuela rural alternada, aprendí a leer constantemente y a superarme; y les pongo de ejemplo que siendo yo de familia semiproletaria y habiendo afrontado toda mi vida dificultades de pobreza, me ha quedado tiempo para es­tudiar. Me recuerdo de una frase de Bernard Shaw, el humanista inglés, que a la edad de noventa y pico años, cuando ya estaba para morirse y le preguntaban: «¿Cuál es su mayor pasión?», respondía: «¡Estudiar!». Es que para la persona nunca es tarde para estudiar y eso es lo que no practican ni la juventud ni la mujer campesina. No leen, no estudian, participan en la organización, pero no hay una mujer que lleve la palabra. Además, la mujer no toma la iniciativa de estudiar porque dice que no le queda tiempo. Por ejemplo, a mi hija Dora yo le digo: «Estudie, lea, ahí está mi biblioteca», y ella dice: «No me queda tiempo», y no lee. En cambio Cornelia, la otra hija, procura a ratos estudiar. Es que eso es por instinto.33

33 «Relato autobiográfico de Juan de la Cruz Varela».

No le faltaba razón a Varela al subrayar la falta de tiempo de las campesinas para organizarse y participar en acciones colec­tivas. Pero olvida mencionar que, de no ser por su dedicación al hogar y su cooperación en las faenas agrícolas, difícilmente sus es­posos habrían podido destinar tanto tiempo a la lucha por la tierra y demás actividades de beneficio colectivo. Tampoco se equivoca en lo que respecta al escaso interés de las campesinas por la lectura, pero olvida sus propios prejuicios contra la educación de las mu­jeres, así los hubiera superado. Por otra parte, en las opiniones de Varela se advierte, por un lado, el estereotipo masculino sobre el trabajo femenino y las limitaciones intelectuales de las mujeres, y, por otro, sus ideas progresistas sobre su organización, su auto­nomía y sus derechos políticos. Al mismo tiempo, resalta el temor de los campesinos a que sus mujeres se vinculen a actividades por fuera del hogar, en donde pueden salirse de su control e incluso ser conquistadas por otros hombres. Con respecto a la afirmación de Varela según la cual Erasmo Valencia luchó por el derecho de las mujeres al voto y se preocupó por «la liberación de la mujer», es preciso decir que en el periódico Claridad no encontramos editoriales ni artículos sobre los derechos de la mujer, ni sobre su participación en las luchas agrarias. Si nos atenemos a los testimonios de campesinas que lo conocieron perso­nalmente, Valencia ante todo les insistía en la conveniencia de man­tener la higiene en sus hogares y de usar cubiertos y loza para tomar los alimentos, lo que sin duda era una importante labor pedagógica, aunque limitada a los asuntos del hogar. Cabe recordar, por lo demás, la solidaridad de las mujeres en la resistencia de los colonos contra los actos de desalojo, en episodios como la muerte de Isabel Rey en la hacienda El Pilar, y en las asambleas en que los dirigentes agrarios les impartían instrucciones sobre cómo reclamar tierras baldías y cómo apoyar las demás reivindicaciones de la colonia.

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Dora Isabel Díaz Susa*

Integración de la perspectiva de género en la mesa de conversaciones entre el gobierno nacional y las farc-ep. Un hecho inédito** La integración de la perspectiva de género en el proceso de la Mesa de Conversaciones que adelantan el Gobierno Nacional y las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia-Ejército del Pueblo, FARC-EP para la terminación del conflicto armado en el país, constituye un hecho histórico inédito en los procesos de negociación de conflictos armados en el mundo.

asegurar que todos los aspectos de los acuerdos promuevan la igualdad de género y el empoderamiento de las mujeres. Este es un mecanismo sin precedentes, y su éxito es crucial para alcanzar la paz duradera y sostenible en Colombia. También puede servir como una inspiración para la resolución de conflictos alrededor del mundo.”1

Como lo reconoce la Representante Especial del Secretario General para la Violencia Sexual en Conflictos, Zaina Hawa Bangura, en su comunicado para conmemorar el 25 de mayo, “Día Nacional para la dignidad de las mujeres víctimas de violencia sexual en el conflicto armado interno en Colombia”, emitido en el marco del encuentro con las delegaciones del Gobierno de Colombia y las FARC-EP en las Conversaciones de paz en La Habana, “Tuve la oportunidad […] de sostener un encuentro con la Sub Comisión de Género, compuesta por ambas delegaciones ante la Mesa de Conversaciones, cuyo propósito es

Parte de la consolidación de este hecho histórico fue la participación, por invitación de la Subcomisión de Género, integrada por las delegaciones del Gobierno Nacional y las FARC-EP, de la delegación de diez mujeres representantes de las siguientes organizaciones de mujeres, centros de investigación e instituciones – Casa de la Mujer, Corporación Humanas, Corporación Mujer Sigue Mis Pasos, DEJUSTICIA, Escuela de Estudios de Género de la Universidad Nacional, Iniciativas de Mujeres por la Paz, PROFAMILIA, Ruta Pacífica, Sisma Mujer, Taller Abierto- con el propósito de recibir recomendaciones y propuestas sobre las violencias basadas en género,

* Doctora en Ciencias Sociales, Universidad de Paris. ** Las dos primeras partes son elaboración de la autora; la tercera, Comunicado Público, es autoría de las diez mujeres representantes que firman.

1 Zainab Hawa Bangura, Representante Especial del Secretario General de las Naciones Unidas para la Violencia Sexual en Conflicto – La Habana, 28 de mayo de 2015.

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incluida la violencia sexual en el marco del conflicto armado en Colombia para el punto 5 de la Agenda, “Víctimas”, el 24 y 25 de agosto de 2015; proceso que tuvo el apoyo de ONU MUJERES Colombia. Con el propósito de socializar algunas de las reflexiones de esta importante jornada de trabajo se organiza el presente documento en tres partes; en la primera, se presenta un breve recuento del proceso de negociación de paz a manera de contextualización y una valoración de la jornada; en la segunda, se transcribe la ponencia llevada2 a la Sub Comisión de Género en representación de la Escuela de Estudios de Género, una de las diez presentadas en esta ocasión; y en la tercera parte, se transcribe el “Comunicado Público”, emitido por la delegación con motivo de esta visita de trabajo.

Primera parte. Breve recuento del proceso

La inclusión de definiciones respecto a la perspectiva de género y la participación de mujeres y de organizaciones de mujeres fue lento: tardó más de dos años respecto al inicio de la instalación de la Mesa de negociaciones; la consolidación de esta voluntad política se ha ido concretando en acciones tales como la instalación, el 7 de septiembre de 2014, de la Sub Comisión de género integrada por una delegación del Gobierno Nacional y una delegación de las FARCEP3, con el objetivo de “revisar y garantizar, con el apoyo de expertos y expertas nacionales e internacionales, que los acuerdos alcanzados y un eventual acuerdo final tengan un adecuado enfoque de género”, particularmente en relación con las mujeres y la comunidad LGTBI. Esta decisión estuvo precedida de debates y definiciones iniciados casi un año antes, tales como el acuerdo, en noviembre de 2013, “… que todo lo referente al punto de participación política incluyendo su implementación se llevara a cabo tomando en cuenta un enfoque de género y asegurando la participación de la mujer”; el cual se plasmó en el numeral 2.3.7. Promoción y participación política y ciudadana de la mujer en el marco del borrador de Acuerdo conjunto de participación política4.

Este proceso de negociación se inició formalmente con el “Acuerdo general para la terminación del conflicto y la construcción de una paz estable y duradera en Colombia”, el 26 de agosto de 2012, firmado por el Gobierno de Colombia y las FARC-EP, como también por los gobiernos garantes de la República de Cuba y de Noruega y de los gobiernos de apoyo de la República Bolivariana de Venezuela y la República de Chile. Posteriormente, el 18 de octubre, se instalaron los diálogos de paz en Oslo, Noruega; todo precedido de un Encuentro exploratorio realizado entre el 23 de febrero y el 26 de agosto del mismo año en La Habana, Cuba, concluyendo así la primera fase de este proceso. El inicio de la segunda fase, se dio el 19 de noviembre con la instalación de la Mesa de Negociaciones en La Habana, Cuba.

Este hecho sin precedentes se da gracias a un acumulado de luchas desde el movimiento de mujeres y feminista del país para participar en procesos de negociación, como en el caso de los Diálogos del Caguán (1998-2002); todo este accionar está íntimamente conectado con las luchas de estos movimientos en el mundo desde finales del siglo XIX e inicios del siglo XX, y de manera especial y más reciente a partir de la década del 90.

2 En estricto sentido es la misma ponencia entregada a la Sub comisión de género y a ONU MUJERES para la sistematización de las diez ponencias, excepto algunos detalles de entrega de materiales que se eliminaron.

3 Cada delegación estará integrada hasta por cinco miembros cada una. 4 Comunicado conjunto, La Habana, 6 de noviembre de 2013.

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En el actual proceso, numerosas iniciativas y acciones de incidencia política de los movimientos de mujeres y feministas han contribuido a este hecho histórico. Entre otras, se destacan, la conformación de la Plataforma de Mujeres por la Paz y el Carnaval de mujeres por la paz en octubre de 2012; el envío a la Mesa de Negociaciones de La Habana del mensaje: ¡La paz sin las mujeres no va!, por organizaciones y redes de mujeres y feministas reunidas en el Encuentro Nacional de Mujeres por la Paz, noviembre 2012; el Manifiesto de las Mujeres Colombianas por la Dignidad y la paz definido por más de 2000 participantes al I Encuentro Nacional e Internacional de Mujeres por la Paz y la Dignidad en Florencia, Caquetá en mayo de 20135; la Movilización de Mujeres por la Paz, noviembre de 2013; la participación de aproximadamente 450 mujeres de todo el territorio nacional en la Cumbre Nacional de Mujeres y Paz, en octubre de 2013, para exigir su reconocimiento y voz en el proceso de paz, como ONU-Mujeres6 lo destaca, cuyo mensaje fue llevado a La Habana el 15 de diciembre de 2014, por la Ruta Pacífica de Mujeres en el documento que resalta aportes tomados de las 810 propuestas surgidas en esta Cumbre y construidas por las mujeres desde los territorios, las cuales presentan “… en clave de adiciones o parágrafos que harán que los acuerdos puedan tener mayor concreción y enfoque desde el lugar de los derechos humanos de las mujeres, en los 3 puntos ya acordados y a la vez trabajar propuestas sobre el tema que actualmente se está discutiendo: las víctimas, así como la refrendación y verificación”7. Poste5 Se pueden encontrar mayores detalles en Cronología de los diálogos de paz, http://www.humanas.org.co/pagina.php?p_a=82&d=cronologiade-los-dialogos-de-paz-::-humanas-colombia--centro-regional-dederechos-humanos-y-justicia-de-genero#, recuperado octubre 18 de 2015. 6 ONU MUJERES Colombia, Mujeres toman las riendas para construir la paz en Colombia, 28 de mayo de 2015. http://colombia.unwomen.org/es/noticias-y-eventos/articulos/2015/05/women-buildpeace-in-colombia, recuperado en octubre 18 de 2015. 7 Presentación a Comisión de Género, Mesa de Negociación de La Habana, a Plenipotenciarios del Gobierno Nacional y FARC-EP, y las integrantes de la Comisión de Género, diciembre 15 del 2014. Ponencia

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riormente, con motivo de los informes de la Comisión Histórica del Conflicto, más de 30 organizaciones feministas y de mujeres escriben a la Mesa de negociaciones de La Habana, el 30 de abril de 2015, para instarla a que “se dispongan las condiciones, las herramientas, los recursos y facilite los procedimientos para que las mujeres podamos elaborar el capítulo que hace falta en la narración del conflicto armado, con el propósito de dotar de nuevas reflexiones y perspectivas a las partes e incorporar puntos de vista más amplios sobre el conflicto, sus orígenes e impactos en nuestro país.”8 Dos semanas después de la Cumbre, la Mesa de conversaciones en el Acuerdo de participación política, ya comentado, reconoce la importancia de la participación de las mujeres en la prevención y resolución de conflictos y construcción de la paz. Posteriormente, el gobierno designa dos mujeres con mayor poder en la Mesa de negociaciones. Actualmente dos mujeres, una de cada parte, Gobierno y FARC-EP, son plenipotenciarias, y aunque se está lejos de la paridad, ello representa un logro. Otra de las formas de participación de las mujeres ha sido como integrantes de las cinco Delegaciones de víctimas sobrevivientes del conflicto armado; de las 60 personas participantes, 36 fueron mujeres, representando un 60%, gracias a la interpretación de los criterios establecidos por la Mesa de Conversaciones por parte de la Organización de las Naciones Unidas en Colombia, el Centro de Pensamiento y Seguimiento al Diálogo de Paz de la Universidad Nacional, la Conferencia Episcopal, instituciones responsables de realizar la selección de las víctimas que integraron las delegaciones que asistieron a la Mesa de

de la Cumbre Nacional de Mujeres y Paz, delegada Marina Gallego Zapata. 8 Óp. cit. Cronología de los diálogos de paz.


Conversaciones9, hecho también relacionado sin duda con procesos de incidencia de las mujeres al interior de las diferentes organizaciones de víctimas. Otra manera de participación de representantes de organizaciones de mujeres y de la comunidad LGBTI directamente ante la Sub comisión de Género ha sido como delegaciones de expertas en género, al momento 4, llevando propuestas para los acuerdos de paz y el posible escenario postconflicto, con una consigna central: “las mujeres queremos ser pactantes, no pactadas”. Justamente, esta delegación hace parte de esta modalidad y fue invitada para aportar a la reflexión sobre las violencias de género y la violencia sexual en el marco del conflicto armado, como ya señalamos. Otro factor clave en este proceso es el papel jugado por la Cooperación internacional a diferentes niveles; uno cercano a esta visita y en general a varios procesos de incidencia política del movimiento de mujeres ha sido la Oficina de ONU Mujeres Colombia e internacional, con su apoyo decidido y respetuoso de los procesos, en cabeza de Belén Sanz y la gestión de visitas como las de la Representante Especial del Secretario General para la Violencia Sexual en Conflictos, Zaina Hawa Bangura, primero a Colombia en marzo de 2015, y dos meses más tarde a la Mesa de Conversaciones en La Habana, del 24 al 26 de mayo; en el comunicado especial escribe: “He instado a las partes a escuchar las voces de las mujeres y a colocar su protección y empoderamiento en el centro de los diálogos”. Dentro de este grupo de actores sociales es clave el rol jugado por los gobiernos garantes y de apoyo en todo el proceso y de los asesores y asesoras.

9 ONU Colombia, Primera delegación de víctimas viaja a La Habana a encuentro con la Mesa de Conversaciones, 15 de Agosto de 2014. http://colombia.unwomen.org/es/noticias-y-eventos/articulos/2015/05/women-build-peace-in-colombia

Valoro de manera muy especial esta oportunidad y experiencia de encuentro y participación con el proceso de negociación en un ambiente de total respeto y escucha interesada por parte de las dos delegaciones integrantes de la Sub Comisión de Género, el segundo día, en cuya apertura participaron los dos jefes plenipotenciarios; así como también, en el encuentro con la delegación de las FARC-EP el primer día, de las reflexiones e investigaciones de las violencias de género y la violencia sexual contra las mujeres y niñas en el conflicto armado colombiano presentadas por las integrantes de la delegación, que dan cuenta del rigor en el trabajo investigativo y la pasión y compromiso de la actividad militante feminista con los derechos de las mujeres víctimas del conflicto armado colombiano y de las colombianas en general.

Segunda parte. Ponencia presentada por la Escuela de Estudios de Género Reflexiones para abordar las violencias de género y la violencia sexual en el marco del conflicto armado colombiano Aportes para la Sub Comisión de Género de la Mesa de Negociación de La Habana. Punto 5. Víctimas.10 En nombre de la Escuela de Estudios de Género de la Universidad Nacional de Colombia, presento un saludo a las y los integrantes de las delegaciones del Gobierno Nacional y las FARC-EP de la Subcomisión de Género de la Mesa de Diálogos de paz, y a las representantes de los gobiernos garantes de Noruega y Cuba y a la representante de ONU Mujeres. Agradecemos la cordial invitación para compartir con ustedes algunas reflexiones del trabajo que adelantamos sobre la violencia basada en género y la violencia sexual en el 10 Como ya señalé, esta es la ponencia que presenté como docente delegada en representación de la Escuela de Estudios de Género, Universidad Nacional de Colombia.

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marco del conflicto armado en el país; esperamos con ello contribuir al propósito de aportar para incorporar un adecuado enfoque de género en el tema de “Víctimas”, punto 5 de la Agenda que se discute actualmente. El análisis de las violencias de género, especialmente las ejercidas contra las mujeres en general, y en particular en el marco del conflicto armado, ha sido un pilar del trabajo de investigación, formación y extensión que se adelanta en la Escuela de Estudios de Género hace más de veinte años11, con el propósito de contribuir a la erradicación de éstas, con la convicción de que su eliminación es una condición indispensable para una vida democrática y en paz en el país. Utopías que orientan las propuestas éticas del feminismo, del movimiento feminista y de mujeres, de las cuales somos partícipes, produciendo conocimiento y potenciando su apropiación y difusión. Para responder a su solicitud, seleccioné algunos elementos conceptuales y metodológicos12 que orientan las investigaciones -incluidas tesis de estudiantes-, asesorías y procesos formativos en los posgrados, con organizaciones sociales, especialmente de mujeres, aunque no exclusivamente, con instituciones del Estado y Organizaciones no gubernamentales, con comunidades en sus territorios, que son clave para introducir el enfoque de género en los procesos de justicia transicional con las víctimas de violencia de género y violencias sexuales. Un punto de partida es la comprensión del carácter complejo, estructural y generalizado de las violencias de género, incluida la violencia sexual. En la comprensión de este carácter complejo de 11 Nace en 1994, como Programa de Estudios de Género, Mujer y Desarrollo; en el 2001 se institucionaliza como Escuela. 12 Aclaro que esta selección, realizada desde mi perspectiva, no es una consulta exhaustiva de todos los trabajos producidos por la Escuela de Estudios de Género sobre la temática, pues esto escapa a las posibilidades de responder a la solicitud en el tiempo solicitado.

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las violencias aportan diferentes conceptos, de los cuales abordaré los siguientes: perspectiva feminista; perspectiva de género con enfoque interseccional y diferencial de derechos; niveles manifiesto y latente de los conflictos; la violencia como un “continuum”; mujeres víctimas y también actoras sociales.

Perspectiva feminista No pretendo dar cuenta de esta perspectiva en toda su complejidad en este documento, pues resulta imposible, pero sí enunciar algunos de los principios más importantes para la investigación y atención de mujeres y niñas víctimas de violencias de género y violencia sexual que orientan las investigaciones y procesos formativos de la Escuela y de otras experiencias. Para ello quiero retomar algunos de los aportes del trabajo de Investigación Acción participativa “Tejidos que lleva el alma. Memorias de las mujeres mayas sobrevivientes de violación sexual durante el conflicto armado”13 porque pone de presente estos principios que comparten varias investigaciones de la Escuela, a saber: -- La importancia de “…dar validez a la experiencia humana y a las subjetividades de las mujeres como fuente de conocimiento de la realidad social” (pág. 14), es decir, poner al centro las mujeres: sus voces, sus historias, sus dolores, sus experiencias, sus deseos, sus acciones de resistencia con su capacidad de resiliencia. Y de manera especial, “dar credibilidad a los relatos de las mujeres y las niñas”. -- Construir el conocimiento con ellas y desde ellas: lo que se conoce como parte del conocimiento situado; con metodologías como la Investigación- Acción – Participativa, donde además de ellas ser sujetos de la investigación o de 13 Investigación realizada por el Equipo de Estudios Comunitarios y Acción Psicosocial, ECAP y la Unión Nacional de Mujeres Guatemaltecas, UNAMG, publicado en el 2009.


la intervención, “se develen las diferentes lógicas de poder subyacentes a sus vidas” (pág. 14). Para ello, la implementación de pedagogías feministas son muy útiles. -- Tener en cuenta la articulación entre diferentes sistemas de opresión (Aspecto que profundizaremos más adelante en el enfoque interseccional). -- Que el conocimiento construido sea una herramienta para “la toma de conciencia, el fortalecimiento de los poderes de las mujeres y la transformación de sus condiciones de opresión” (p. 14).

Perspectiva de género con enfoque interseccional y diferencial de derechos Partiendo de la centralidad del género, demostrada por los estudios feministas, como categoría para analizar las situaciones de discriminación y opresión de las mujeres y por supuesto para la problemática que nos ocupa, las violencias por razones de género, ejercidas de manera mayoritaria contra las mujeres y las niñas, incorporamos un desarrollo clave de estos estudios que señalan la importancia de tener en cuenta además otros determinantes de estas violencias sobre las mujeres. Para ello, se propone el enfoque interseccional, el cual “pone de presente la articulación que se da entre las distintas formas de dominación que son experimentadas según las características sociales de los grupos a los que atañe. Esta perspectiva reconoce que cada actor social es producto de la intersección de relaciones de clase, género, etnia, edad, opción sexual, entre otras…”14. Es decir, un enfoque integral de las violencias sufridas por las mujeres y niñas debe dar cuenta de la imbrica14 Definición tomada del Acuerdo 035 de 2012, Política Institucional de equidad de género y de igualdad de oportunidades para mujeres y hombres en la Universidad Nacional de Colombia, aprobada por el Consejo Superior Universitario.

ción entre los diferentes condicionantes sociales que están presentes en estas. La investigación Violencia sexual en el conflicto armado: los rostros afros de la reparación. Caso de Asociación de Mujeres Afro por la Paz 15, ilustra con un estudio de caso la interseccionalidad de las opresiones de género, clase, raza en la violencia sexual que sufrieron mujeres afrodescendientes en sus territorios de origen, territorios de disputa de varios actores armados, cuyo análisis retomaremos más adelante. Complementario a este enfoque interseccional se refuerza la necesidad de un enfoque diferencial de derechos, entendido como la perspectiva que toma en cuenta en el análisis las particularidades de ese cruce de opresiones, antes enunciadas y, en este caso para las mujeres y niñas concretas, víctimas de violencias de género y violencia sexual en el marco del conflicto armado, para la formulación e implementación de políticas públicas que permitan superar estas condiciones. Este enfoque se viene desarrollando en las políticas públicas más recientes en el país; cabe mencionar la Política Pública de Mujeres y Equidad de Género del Distrito Capital de Bogotá, liderada por la Secretaría de la Mujer.

Niveles manifiestos y latentes de los conflictos violentos: “triángulo de la violencia” Dentro de la amplia teoría de los conflictos propuesta por Johan Galtung en sus estudios sobre violencia y paz, se plantea que el análisis de los conflictos violentos siempre debe considerar tres tipos de violencia que interactúan simultáneamente: la violencia directa, la violencia estructural y la violencia cultural, íntimamente relacionados entre sí, pero solo una de estas, la directa, es 15 Tesis de maestría de Carmen Marciales, 2013. Escuela de Estudios de Género, Universidad Nacional de Colombia.

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“visible”; relación que representa en un diagrama conocido como “triángulo de la violencia”16. Para el análisis de las violencias de género -- La violencia directa es la ejercida por comportamientos físicos o verbales que provocan daño evidente, visible, como golpes, lesiones, muerte. -- Por su parte, la violencia estructural que proviene de las instituciones y organizaciones sociales, políticas, religiosas y económicas se traduce en aquellas situaciones de violencia por razones de género en el desempleo, la pobreza, la exclusión, el control de los cuerpos de las mujeres y las niñas; todas ellas limitan la satisfacción de sus necesidades e inciden en la producción de la violencia directa, aunque no parece evidente la relación con esta, por ello se considera invisible. -- La violencia cultural, igualmente invisible, comprende la imposición de valores, normas sexistas, patriarcales que degradan o subvaloran a las mujeres y lo asociado a lo femenino, entre otras; esta última, la violencia cultural, proporciona los elementos justificativos para que operen las violencias directa y estructural. Este esquema sobre los niveles latente y manifiesto de las violencias busca poner en evidencia la existencia de dimensiones invisibles de violencia en los conflictos violentos, como también, el peso mayor del sustrato invisible que incluye dos dimensiones de la violencia, planteando la necesidad de ir más allá de lo evidente para comprender el entramado que se teje entre los tres tipos de violencia y en este caso la violencia de género.

16 Díaz, Dora I., Prieto, P., Ortega, M. y Zabala, S., 2012, Mujeres, paz y seguridad. Destejiendo la guerra, tejiendo la paz. Módulos teórico, prácticos, Universidad Nacional de Colombia, Fokus.

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La violencia contra las mujeres como un continuum En el análisis de las violencias contra las mujeres, el concepto de continuum resulta esclarecedor y útil para la comprensión de estas; un estudio en profundidad sobre los debates y elaboraciones conceptuales se encuentra en “Análisis de las violencias contra las mujeres a través del concepto de continuum”17. El continuum de las violencias de género se puede ilustrar en el análisis de las dimensiones de espacio, tiempo y grado, entre otras, que dan cuenta de un continuum estructural, histórico y cotidiano.

Violencia estructural: continuum en el espacio La constatación de que las violencias de género atraviesan y se reproducen en toda la organización social, instituciones estatales y no estatales, organizaciones, prácticas individuales y colectivas, leyes, cultura, es decir, que están presentes en múltiples espacios, muestra que este es un fenómeno de carácter estructural. Por tanto, un enfoque de género adecuado para las víctimas sobrevivientes exige además de esa constatación, el reconocimiento de la responsabilidad en el ejercicio y reproducción de estas violencias por parte de todos los actores armados y otros actores que lo han permitido y por supuesto el compromiso de los mismos en la transformación, de manera especial, el Estado como garante de los DDHH. Quiero enfatizar que en todas las instituciones y organizaciones sociales se encuentran manifestaciones de violencias de género; a título de ejemplo, en la Universidad Nacional, una institución de educación superior que se define como democrática, estamos apenas iniciando tímidamente una política institucional de equidad de 17 Tesis de Maestría de Sonia Beltrán de Guevara, 2008. Escuela de Estudios de Género. Se puede consultar en la www.bibliotecadigitalfem inista,bogota.unal.edu.co.


género donde las medidas de prevención, detección y acompañamiento frente a las violencias de género es uno de los tres pilares de la misma, porque reconocemos que estas, lamentablemente, atraviesan la vida de la universidad. Por ello la inclusión de la perspectiva de género como preocupación importante en los puntos de la Mesa de los Diálogos de paz, en particular el Punto 5. Víctimas, representa un caso inédito y de avanzada en los procesos de negociación del mundo y para el país puede significar un quiebre en ese continuum, no solo para las mujeres sino para la sociedad en general.

feminicidio, asesinato de las mujeres por ser mujeres. Una ilustración del continuum en el grado o intensidad de la violencia de género, se logra con el Violentómetro18, un dispositivo que ha resultado particularmente impactante y revelador en los espacios de las instituciones educativas para la comprensión de este continuum de la violencia contra las mujeres. Creo que este tipo de herramienta o dispositivo se puede adaptar, adecuando las expresiones a las violencias de género y la violencia sexual contra las mujeres en el marco del conflicto armado, teniendo en cuenta los contextos particulares de tal forma que los reflejen.

Violencia histórica: continuum en el tiempo

Valga hacer énfasis en que mostrar la invisibilidad de las violencias estructural y cultural y el continuum en las violencias de género y la violencia sexual contra las mujeres y las niñas en las diferentes dimensiones analizadas, es necesario para romper la generalización y naturalización de estas violencias, y no debe conducir al equívoco de banalizar o minimizar la gravedad de las mismas en el marco del conflicto armado.

Las evidencias muestran, igualmente, que las violencias de género, en particular las ejercidas contra las mujeres y niñas, han estado presentes a lo largo de la historia de la humanidad, atravesando el tiempo, es decir constituyen un fenómeno histórico; en otras palabras, estas violencias se dan antes de los conflictos armados, durante estos y persisten después de estos. No obstante, los estudios muestran que en el marco del conflicto armado estas violencias tienen otras dinámicas, intensidades e intencionalidades que las hacen aun más atroces porque se convierten en armas de guerra que se ejercen especialmente sobre los cuerpos y la sexualidad de las mujeres y las niñas. Por ello, deben ser objeto de especial atención las consecuencias de lo sucedido en el conflicto armado y lo que viene en el post-acuerdo y en el post-conflicto.

Violencia cotidiana: continuum en el grado Las violencias de género como un continuum en la gradación o intensidad quieren mostrar cómo estas van en una escala desde formas sutiles y no siempre cuestionadas como los piropos y bromas, pasando por el control de los cuerpos y vidas, la violencia física directa sobre los cuerpos hasta el

Mujeres en el conflicto armado: Víctimas y también actoras sociales19 Partiendo de la importancia del reconocimiento de la condición de víctimas en general y, en particular, de las violencias de género y la violencia sexual ejercidas contra las mujeres y las niñas en el marco del conflicto armado, es necesario además, reconocer sus capacidades de resiliencia, entendida como la capacidad de una persona para superar circunstancias traumáticas; o de ser actoras de cambio o su capacidad de empoderarse. Pues reconocer que son víctimas, pero no 18 Creado por el Instituto Politécnico Nacional de México, se ha adaptado en diferentes países del mundo. En Colombia se viene divulgando en el marco del proyecto Fortalecimiento de la Equidad de Género en la Educación Superior, FEGES. 19 Para profundizar encuentro útil el trabajo de María Truñó I Salvadó Reflexiones sobre la categoría de víctima de violencia política con mirada de género, 2010. Institut Català International. Per la Pau.

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solo víctimas, ayuda a evitar procesos de victimización y revictimización y a reconocer todo el potencial de resistencia y transformación que muestran las mujeres en general en los conflictos armados del mundo y en el conflicto armado colombiano. Un ejemplo de ello son los diversos procesos colectivos que se desarrollan a lo largo y ancho del país, que ayudan a crear condiciones para hablar de las experiencias traumáticas, resignificarlas y sanarlas recurriendo en muchos casos a saberes y prácticas ancestrales que permiten empoderarse. Como recomendación se sugiere el compromiso de conocer las experiencias que se han desarrollado para enfrentar las violencias contra las mujeres y el reconocimiento de la diversidad, y además potenciar la participación de las mujeres desde sus diferentes experiencias. A manera de síntesis voy a referirme rápidamente a investigaciones que estudian diferentes aspectos de los expuestos alrededor de las violencias de género y la sexual. Estas y otras se pueden recuperar en la “Biblioteca Digital Feminista Ofelia Uribe de Acosta” de la Universidad Nacional de Colombia: www.bibliotecadigitalfeminista.bogota.unal.edu.co, que invitamos a consultar. En el estudio ya presentado, Violencia sexual en el conflicto armado: los rostros afros de la reparación. Caso de Asociación de Mujeres Afro por la Paz, la autora documenta el continuum de las violencias a través de la violencia sexual que sufren estas mujeres afro por parte de diferentes actores armados, obligadas al destierro; luego, en Bogotá en situación de desplazamiento, vuelven a ser revictimizadas con violencia sexual para obligarlas a abandonar el empeño de ejercer su agencia social, organizándose. Al poner en evidencia la interseccionalidad de las opresiones, desarrolla una propuesta de reparación restauradora con enfoque transformador, en el sentido de reconocer la existencia del racismo, que atraviesa la sociedad,

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especialmente en el Pacífico, lo cual implica un reconocimiento histórico desde la trata de esclavos, que vaya más allá de un discurso. Por su parte, la investigación “Construcción de sujetas políticas en medio del conflicto armado. Los inicios de la Red de Mujeres del Magdalena Medio”20, además de mostrar las múltiples violencias sufridas por las mujeres en esta región del conflicto armado, recupera la historia de construcción de agencia colectiva e individual de las mujeres, como forma de resistencia en medio de este. En la investigación “Discriminación, violencias y justicia de género, Análisis a la luz del caso de El Salado”21, a partir de un análisis crítico al derecho patriarcal propone una definición de justicia de género que busca remediar los efectos perjudiciales de actos de violencia de género, con el fin de transformar las relaciones desiguales de poder y los símbolos que representan lo masculino y lo femenino en un plano jerárquico, aterrizadas en el caso de El Salado. En el estudio “Hegemonías y agencias en el contexto del control social paramilitar en dos barrios de Soacha”22, la autora trabaja las violencias ejercidas sobre los cuerpos de las mujeres con estereotipos de género que constriñen y castigan a quien se salga de la “norma” impuesta por estos actores armados, así como también muestra las formas de resistencia para sobrevivir sin tener que salir desplazadas. Igualmente, la investigación “A mí me sacaron volada de allá. Relatos de vida de mujeres trans desplazadas forzosamente hacia Bogotá”23 centra su atención en la situación 20 Tesis de maestría Estudios de género de Sonia N. Zabala, 2010, Escuela de Estudios de Género. 21 Tesis de maestría Estudios de género de Astrid Orjuela, 2012, Escuela de Estudios de Género. 22 Tesis de maestría Estudios de género de Suzane Coller, 2010, Escuela de Estudios de Género. 23 Realizada por Nancy Prada y otras, 2014, Investigación Escuela de Estudios de Género.


de mujeres con identidades sexuales diferentes a las hegemónicas, otra de las problemáticas que es objeto de interés en los trabajos de la Escuela. Especial preocupación requiere la situación de las mujeres campesinas y rurales víctimas del conflicto armado. Al respecto aporto el libro El camino a la Justicia. Victimización y resistencia de mujeres indígenas y campesinas en Colombia y en Guatemala, trabajo investigativo adelantado por la Universidad Javeriana y la Universidad de Antioquia. En otros temas importantes para tener en cuenta, los cuales se vienen trabajando en investigaciones, tesis de estudiantes y en procesos de formación, tenemos la situación y experiencias de mujeres excombatientes, de presas políticas; el militarismo en los discursos y en las prácticas en el país y la militarización como expresión de un sistema de dominación patriarcal y transnacional, y experiencias de construcción de paz desde las mujeres. Para finalizar quiero compartirles nuestras expectativas y esperanzas porque los debates y definiciones de la subcomisión sean acogidos en la Mesa de Conversaciones, pues creemos que este es un escenario privilegiado para un nuevo pacto social, donde las mujeres en todas nuestras

diversidades seamos pactantes no pactadas, teniendo en cuenta las mujeres campesinas, rurales, negras o afrodescendientes, indígenas, trans, víctimas y agentes de resistencia. Igualmente les ratifico nuestra disposición para colaborar en lo que la Subcomisión de Género considere pertinente.

Tercera parte Comunicado público La Habana, 25 de agosto de 2015 Las 10 organizaciones y centros de investigación abajo firmantes, durante los días 24 y 25 de agosto del presente año, hemos participado en jornadas de trabajo con la Delegación de las FARC-EP en la Mesa de Conversaciones, así como con la Subcomisión de Género de la Mesa de Conversaciones compuesta por la Delegación del Gobierno y de las FARC-EP. Dichas jornadas de trabajo se desarrollaron en el marco de las invitaciones que nos hicieran la Subcomisión de Género de la Mesa de Conversaciones para presentar nuestras recomendaciones y propuestas sobre violencia contra las mujeres y de género, incluida la violencia sexual para efecto de la discusión sobre el Punto 5 del Acuerdo

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General, y la Delegación de las FARC –EP para intercambiar sobre los estudios y trabajos que hemos adelantado sobre su caracterización, impacto, dinámicas, presuntos responsables y obstáculos que enfrentan las víctimas para su atención. Valoramos de manera muy positiva dicha invitación, así como el liderazgo de la Subcomisión de Género de la Mesa de Conversaciones para ubicar en el centro de las conversaciones los derechos de las mujeres y las niñas y los efectos que en ellas ocasiona el conflicto armado. Hemos solicitado a las Partes de la Mesa, un compromiso decidido con la erradicación de la violencia contra las mujeres y las niñas incluida la violencia sexual en el conflicto armado, dentro de un contexto amplio de discriminación y desigualdad de género, y como una condición imprescindible para avanzar sustantivamente en el camino de una paz estable, duradera y sostenible. Por ello, hacemos un llamado a que dicho compromiso se concrete a través de: Reconocimiento de la violencia contra las mujeres y niñas incluida la violencia sexual, cualquiera sea su condición. Medidas decididas para el impulso de cero tolerancia hacia la violencia contra las mujeres y las niñas incluida la violencia sexual tanto en tiempos de conflicto armado como en tiempos de paz. Medidas de reconocimiento que dicha problemática ha sucedido y cuya responsabilidad debe ser asumida por todos los actores que la hayan cometido, promovido o tolerado. Medidas de reparación del daño ocasionado, en perspectiva diferencial y con vocación transformadora. Medidas de esclarecimiento de sus causas, patrones, contextos, impactos y responsables. Garantías de acceso a la justicia para las mujeres y niñas que incluyan mecanismos de participación

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en el diseño de los mecanismos de justicia que se acuerden. Medidas enfocadas a la no repetición, expresadas en medidas para la superación de la impunidad que caracterizan los delitos contra las mujeres y las niñas, así como un conjunto de reformas que atiendan de manera integral las causas estructurales de las violencias contra las mujeres incluida la violencia sexual como una clara expresión de la discriminación por motivos de género. El cese bilateral como una oportunidad para generar ambientes positivos para la implementación de los acuerdos y para la erradicación y prevención de las violencias contra las mujeres y las niñas, incluida la violencia sexual.

Vemos con preocupación el énfasis que en la actualidad hace el Estado para investigar la violencia sexual perpetrada por las FARC EP, dejando de lado la responsabilidad de la fuerza pública, paramilitares y otros actores privados, lo cual genera desconfianza entre las partes e instrumentaliza la violencia contra la mujer. Finalmente, hacemos un llamado a los delegados de la Comisión de Verificación de Naciones Unidas y UNASUR sobre desescalamiento del conflicto, para que incluya mecanismos claros y específicos para el seguimiento de la situación de los derechos de las mujeres y niñas en la verificación. Adriana Benjumea Rúa. Corporación Humanas Ángela Cerón. IMP Diana Guzmán. DEJUSTICIA Dora Isabel Díaz. Escuela de Estudios de Género, Universidad Nacional de Colombia Linda María Cabrera Cifuentes. Sisma Mujer María Elena Unigarro. Taller Abierto María Eugenia Cruz. Corporación Mujer Sigue Mis Pasos Marina Gallego Zapata. Ruta Pacífica Olga Amparo Sánchez. Casa de la Mujer Silvia Juliana Miranda. PROFAMILIA


Diana Marcela Gómez Correal*

De amor, vientre y sangre: Politización de lazos íntimos de pertenencia y cuidado en Colombia** Buenos días, tardes y noches a todas y todos. Gracias por detenerse en estas páginas a leer las líneas que comparto a continuación. Les agradezco que me acompañen en un momento de gran importancia histórica para el país y los sujetos que han sido victimizados por la acción violenta de todos los actores de la violencia estructural en Colombia. Quiero compartirles algunas de las reflexiones que surgieron de la tesis de doctorado De amor, vientre y sangre: Politización de lazos íntimos de pertenencia y cuidado en Colombia, las cuales buscan contribuir a la coyuntura actual desde una mirada crítica y a la vez propositiva que invita a recoger el legado de los sujetos victimizados que vienen luchando * Antropóloga, Ph. d., Universidad de Carolina del Norte. * Este texto, con pocas modificaciones, fue presentado el 20 de octubre

de 2015 en el CINEP como parte de un ciclo de presentaciones sobre justicia transicional, paz y víctimas organizadas por Hijos e Hijas por la Memoria y contra la Impunidad, en alianza con Voces de la Memoria del CINEP Programa para la Paz; el CECYCME y el Departamento de Antropología de la Universidad Javeriana; y el Grupo Colombiano de Análisis del Discurso Mediático de la Universidad Nacional de Colombia, bajo el título: Transiciones en Disputa. Pensando la Paz entre teoría y práctica. Esta presentación es un sucinto resumen de la tesis de doctorado en antropología titulada: De amor, vientre y sangre: politización de lazos íntimos de pertenencia y cuidado en Colombia. A esta presentación pública le precedieron dos con los sujetos de estudio en la que socialicé los resultados de la investigación.

desde hace más de 30 años, y a profundizar la radicalidad de sus demandas para la construcción de un país en paz, que significa, en sus/nuestros términos, edificar un país distinto. La actual coyuntura es de gran relevancia para Colombia, para quienes han sido asesinados, desaparecidos, torturados, deshumanizados y expulsados de la comunidad de ciudadania colombiana, así como para las generaciones que vienen. El actual momento no es meramente, lo que de por si es ya un gran avance, la firma de unos posibles acuerdos de paz con las FARC-EP el próximo 23 de marzo de 2016, sino también, un momento en el que se disputan distintas concepciones de la sociedad, de cómo debe estar constituida, bajo que premisas, que seres cuentan como válidos, y con qué tipo de relacionamiento emocional lo vamos a sacar adelante. Como trasfondo no evidente del presente contexto tenemos una lucha ontológica, de concepciones de la vida, el buen vivir, la política, la humanidad, la ética y la moralidad que van más allá de la división ideológica de izquierdas/

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derechas, capitalismo/socialismo, buenos/malos. Por eso les convocamos a esta serie de conversatorios bajo el título de transiciones en disputa, pues el sentido de la transición y el significado de la propia paz están en discusión, en contienda. La invitación es entonces a sumarnos a esta disputa teniendo presente en el horizonte, y en el aquí y el ahora, la creación de una sociedad que dignifique a sus integrantes, donde quienes por ser diferentes hemos sido conceptualizados como enemigos y/o desiguales, podamos existir: es decir, ser y estar en este tiempo-espacio. Esta investigación doctoral es resultado de un trabajo militante, participativo, auto-etnográfico, que busca avanzar en la descolonización del mundo, comenzando por la producción de conocimiento. En ese sentido ha sido resultado de un esfuerzo consciente y deliberativo por unir la práctica con la teoría, la militancia política con la reflexión intelectual, el conocimiento con la transformación social. Agradezco entonces a todos los que han hecho posible este trabajo, esta pieza de senti-pensamiento, a los familiares que me compartieron sus historias, luchas y sentimientos: a Doña Fabiola Lalinde, Gloria Gómez, Blanca Nubia Díaz, Shaira Rivera, Eliécer Arias, Yuri Neira, Pilar Navarrete, Madres por la Vida, Asociación de Afrocolombianos Desplazados (Afrodes), Tejido de Comunicaciones de la Asociación de Cabildos Indígenas del Norte del Cauca (ACIN), y al Proceso de Comunidades Negras (PCN). Me queda imposible agradecer a todas y todos quienes hicieron posible y contribuyeron a este trabajo en estas líneas; sin embargo quiero mencionar a Hijos e Hijas por la Memoria y contra la Impunidad; al Movimiento de Víctimas de Crímenes de Estado (MOVICE), y en especial al capítulo Bogotá del MOVICE; al Movimiento Sueco por la Reconciliación (SWEFOR); al colectivo Dexpierte; a mi madre, Luz María Correal; y a mi familia en general. También agradecer al CINEP, a la Universidad Javeriana y la

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Nacional por apoyar esta serie de conversatorios, y a Carolina Olarte, del Instituto Pensar de la Universidad Javeriana, por aceptar la invitación a comentar mi investigación.1 Esta tesis busca entender como los lazos de pertenencia y cuidado familiares, comunales y organizacionales, son politizados en un contexto de violencia exacerbada en Colombia, en el cual el Estado ha sido un actor más de la confrontación violenta, y como esta politización lleva a la creación de un movimiento de víctimas en el país. La investigación se preocupa por entender el rol de las emociones en la acción social colectiva de los familiares; la creación de la identidad de familiares y víctimas, así como las transformaciones subjetivas que esa identidad genera; las relaciones de poder que circulan entre los familiares, las organizaciones de familiares y víctimas, las organizaciones de derechos humanos, los actores de la guerra y el Estado, y por último las contribuciones de los familiares, los sujetos victimizados, a la sociedad colombiana. Les propongo entender las propuestas, demandas y reclamos de los sujetos victimizados por la acción estatal y los paramilitares como DONES a Colombia, y no como en muchos casos se ha visto, cargas que impiden la paz y la reconciliación. Privilegié trabajar con los sujetos victimizados por la violencia estatal y el paramilitarismo, no sólo por mi propia historia, sino por la conciencia de que son las víctimas más invisibilizadas en la historia de Colombia, en especial las de la criminalidad estatal, quienes han recibido un trato asimétrico por el Estado, los medios de comunicación y la sociedad en general. Sin embargo, la realidad de Colombia y mi compromiso ético con la vida, me llevó a dialogar con las víctimas de la guerrilla, y reconocer en aquellas que están 1 Agradezco también a Juanita Barreto por invitarme a publicar la presentación en la revista, así como al resto del Comité Editorial por aceptarlo.


organizadas y ponen en el centro de su lucha la vida y la construcción de un mejor país, pares con los que construimos en el día a día otras Colombias. Este trabajo, y la presentación de hoy, es un homenaje a todas las personas que han sido deshumanizadas en la configuración del mundo actual. A mi padre Jaime Gómez, a Luis Fernando Lalinde, Héctor Jaime Beltrán, Nicolás Neira, Guillermo Rivera, Jaime y Javier Arias, Leonardo Gómez, Irina del Carmen Villero, y a todos los sujetos históricamente discriminados: indígenas, afrodescendientes, campesinos y mujeres, que hemos sido objeto de una violencia patriarcal y moderna/colonial sistemática, que permanentemente nos ha negado. Hoy también deseo hacerle un homenaje a mi abuela Ana Elvia Velásquez, quien partió hace pocos meses con su corazón destrozado, como han partido muchos otros familiares para quienes la deshumanización de la que fueron objeto sus seres queridos acabó con ellos. Con la conciencia de una violencia estructural que va más allá de la aparición de las guerrillas, de la violencia bipartidista, de la construcción del Estado-nación, y que se remonta a cuando esta tierra, Abya Yala (no América)2, fue violada, raptada, capturada y dominada por los conquistadores españoles, la tesis que hoy les comparto fue escrita a través de tres alter-egos: Diana, Antígona y Huitaca, esta última una figura indígena milenaria de re-existencia3, que renace en medio del imperio de la muerte y la impunidad como un ser rebelde y de esperanza. Hoy quiero invitarlos a acompañarnos en la disputa por la transición, en la construcción de una paz donde usted y yo nos sintamos reconocidos, y en la que sea posible decodificar y desterrar el 2 Abya Yala es la denominación que los indígenas Kuna le dan al continente, y significa tierra en plena madurez. 3 Huitaca es un personaje femenino de las y los Muiscas.

código de muerte. Para ello quiero hacer visible lo que algunas de las personas victimizados por la criminalidad estatal y paramilitar han vivido, así como sus propuestas y aportes a otro estado de la sociedad, y algunos elementos que son necesarios para la construcción de una sociedad que habilite el florecimiento de la vida, y en los cuales ustedes y nosotros, la sociedad en su conjunto, juegan un papel de importancia.

Sangre: el fluido de la vida y la muerte En el 2002 comencé a ser parte de la Iniciativa de Mujeres Colombianas por la Paz (IMP), desde donde tuve la posibilidad de conocer la historia de muchas mujeres que habían perdido sus familiares a manos de la violencia política, y de actores como las guerrillas, los paramilitares y el propio Estado. Durante esos años conocí a Doña Fabiola Lalinde, una mujer trabajadora, cuyo hijo, Luis Fernando, fue desaparecido por las Fuerzas Armadas cuando tenía 26 años, el 20 de noviembre de 1984. Luis Fernando era un estudiante de sociología y era integrante de las juventudes del Partido Comunista Marxista-Leninista. Esta organización trabajaba de manera cercana con la guerrilla del Ejército Popular de Liberación (EPL), un tipo de relación entre la lucha civil y armada que ha sido parte de la historia política del país. Luis Fernando hacía trabajo político pero no era un combatiente armado, fue detenido por las Fuerzas Armadas, torturado, su cuerpo expuesto por horas en frente de un colegio, asesinado y luego desaparecido. Sin saber que su hijo había sido desaparecido forzosamente y asesinado, Doña Fabiola comenzó un camino difícil y doloroso en búsqueda de su hijo. Camino que ella y otros sujetos victimizados reconocen como un “Calvario”. En IMP también conocí a Gloria Gómez. Su hermano, Leonardo, un estudiante de bachillerato cercano a la recién formada guerrilla del M-19,

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fue una de las primeras personas en denunciar el fenómeno de la desaparición forzada en Colombia. Leonardo fue tomado en 1983 por una agencia de inteligencia colombiana, torturado y asesinado. Durante el proceso de búsqueda de su hermano, Gloria comenzó a ser parte de la recién formada Asociación de Familiares de Detenidos Desaparecidos (ASFADDES). Como otras, Gloria comenzó a llamarse a sí misma como familiar de un detenido-desaparecido. La desaparición forzada ha sido una metodología y una tecnología de la violencia empleada principalmente por agentes del Estado y paramilitares, la cual consiste en retener a alguien, torturarlo, asesinarlo y desaparecer su cuerpo. Esta práctica aberrante tiene la intención de provocar miedo y borrar, negar al individuo, y con esto su humanidad, pero también desarticular la oposición política y los procesos colectivos y comunitarios. Durante la década de 1970, ésta se convirtió en una práctica común para lidiar con los activistas de izquierda y con las guerrillas, con el “enemigo” comunista bajo la aplicación de la Doctrina de Seguridad Nacional. La desaparición forzada ha sido empleada de igual manera contra personas sin ninguna afiliación política, como es el caso de Héctor Jaime, quien fue desaparecido por las Fuerzas Armadas de Colombia, durante lo que conocemos, como el Holocausto del Palacio de Justicia. Su esposa, Pilar, luego de que Héctor no regresara a casa, comenzó a buscarlo con vida, y luego de 30 años, su lucha continúa. Hoy su voz se levanta para decir con los otros familiares que sus seres queridos, como mucha evidencia lo demuestra, fueron efectivamente desaparecidos por las Fuerzas Armadas de Colombia, y no como pretenden decir hoy quienes han estado involucrados, por la guerrilla del M-19. “Prendí el televisor pero como estaban las niñas almorzando preferí apagarlo, y dije: ‘a él no le va a

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pasar nada’ … Es que una persona cuando no tiene intereses políticos, ni tampoco era una persona importante … no tenía por qué ser retenido como rehén, o haberlo asesinado, no era importante para nadie … Recuerdo muchísimo todas las imagenes … recuerdo la angustia … así uno sienta y tenga fe de que a su familiar no le va a ocurrir nada, es la angustia de ver los tanques ingresar, es algo que no se le borra a nadie de la cabeza … Cuando uno recuerda todo eso, y entonces empieza a traer a la memoria lo que vio en esos días, empieza a sentir la angustia de esos momentos, y siempre recuerdo esa angustia tan impresionante, esa impotencia de ver los tanques, de ver correr la gente, de los disparos, del fuego desmedido que hubo en ese momento … Al amanecer ya la angustia nos tenía enloquecidos” (Pilar Navarrete en Morales 2013).

Esta misma tecnología del poder de dominación, ha sido usada en contra de otros sujetos como campesinos, indígenas y afro-descendientes. Esa es precisamente la historia de los primos de Eliécer Arias, Javier y Jaime, dos indígenas Kankuamos desaparecidos por los paramilitares con complacencia de oficiales estatales y acusados, sin tener nada que ver, de ser parte de las guerrillas. En el caso de los indígenas, afrodescendientes y campesinos, la razón de esta violencia tiene que ver con su pertenencia étnica y su ubicación en territorios estratégicos disputados por todos los actores armados. La historia de los Arias es bastante particular además, pues uno de los móviles para su exterminio tiene que ver con el hecho de ser de apellido Arias, crimen en el que están involucradas las élites del departamento. En medio de esta violencia, algunas organizaciones de familiares y personas desplazadas han sido creadas, como el caso de Madres por la Vida y la Organización Nacional de Afrodescendientes Desplazados, con quienes tuve la oportunidad de conversar en Buenaventura. Al mismo tiempo que esta violencia política y étnica, parte de una violencia estructural y encarnada, ha tenido lugar en Colombia, las mujeres han sido objeto de violencia por razón de su


género. Esta es la historia de Irina, una mujer joven que fue raptada por los paramilitares, violada por varios hombres, asesinada y luego su cuerpo dejado a la intemperie. Su madre, Blanquita, desde el momento que encontró a su hija muerta, ha estado exigiendo verdad y justicia, y hace parte del MOVICE, creado en el 2005 en el contexto de la desmovilización paramilitar. Diferentes instituciones del Estado han estado involucradas en violaciones de derechos humanos como el extinto Departamento Administrativo de Seguridad Nacional (DAS), en algunas ocasiones en contra de la izquierda y procesos sociales como el de la Comunidad de Paz de San José de Apartadó, y en otros como parte de una profunda militarización de la sociedad. Esta es la historia de Nicolás, un adolescente que estaba marchando el primero de mayo con grupos anarquistas. En medio de las ya comunes confrontaciones que ocurren entre algunos sectores que marchan y la policía, el Escuadrón Móvil Antidisturbios (ESMAD) lo golpeó hasta matarlo. Su padre, Yuri, comenzó desde el momento en que le cuentan que su hijo ha muerto, a demandar verdad y justicia. Como otros sujetos victimizados, Yuri ha sufrido amenazas permanentes y ha sido obligado a exiliarse. Al igual que Blanquita, Yuri hace parte del MOVICE. En el 2006, mi papi, Jaime Gómez, quien hoy cumpliría 65 años y para ese entonces era asesor de Piedad Córdoba, fue desaparecido el 21 de marzo en pleno centro de Bogotá, en las montañas. Ese trasegar por un “Calvario” que ya había reconocido en otras y otros, y que yo comenzaba a caminar a mi propio ritmo, me había permitido identificar dimensiones de la política que exceden la política moderna (De la Cadena, 2010), o la política tal como la conocemos oficialmente. En ese contexto comencé a ser parte de Hijos e Hijas, movimiento que hizo su aparición pública en julio del 2006, y al que han llegado personas

como Shaira Rivera, a quien en abril del 2008 le desaparecieron en circunstancias muy parecidas a las de mi padre y al suyo, Guillermo Rivera, sindicalista y reconocido líder de izquierda. Todos estos hechos de violencia desarticularon proyectos de vida, afectaron procesos políticos, reconfiguraron el territorio nacional, impusieron el terror en la vida cotidiana, pusieron en el centro el miedo y la desconfianza, impidieron ritos ancestrales de entierro, generaron un enorme sufrimiento social, y buscaron destruir los lazos sociales y de esa manera demoler el poder que surge desde las comunidades, los procesos organizativos y lo local. La violencia de unos y otros ha tenido como efecto devastador romper múltiples relacionalidades: con el ser querido, las organizaciones políticas, los procesos comunitarios, el territorio, el río, la ciudad de origen, con usted, y entre la sociedad en general. Toneladas de sangre han sido derramadas como parte de un ejercicio de eliminación constante de la diferencia, eliminación física y simbólica que necesariamente nos tiene que llevar a reflexionar quiénes somos como colombianos y colombianas. Por suerte la sangre es también vida y el sufrimiento se ha traducido en digna rabia y entre otras cosas, las relacionalidades rotas han sido reconfiguradas de diversas maneras. La pérdida de los seres queridos nos ha llevado a la conformación de organizaciones, movimientos, procesos colectivos que son entendidos por los familiares como “familias”, algunas nucleares y otras extensas, en las cuales encuentran solidaridad y compañía, lo que no reciben del Estado, una gran porción de la sociedad e inclusive de sus propias familias. Hasta cierto punto la persona que el familiar ha perdido es reubicada, simbólica y físicamente, dentro de los nuevos lazos de pertenencia y cuidado. La soledad que ha dejado la pérdida del ser querido es balanceada con la lucha cotidiana.

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Algunos de los familiares “deciden” mantenerse en las organizaciones porque han creado nuevos lazos afectivos y una comunidad de pertenencia que les acompaña en sus búsquedas pero que también les dan fuerza para continuar en la lucha, con la vida misma y con los procesos de sanación y duelo. El nuevo lazo es experimentado como encarnado y como la construcción de un nuevo cuerpo. “[M]is raíces están aquí, aquí en el MOVICE. Mis pies, mi cabeza, mi cuerpo. Todo esta aquí. [Cuando salgo] a caminar es el espíritu que soy yo … Yo … aquí estoy es sembrada” (La Mache 2013).

A diferencia del pensamiento moderno occidental hegemónico, para muchos de los familiares los muertos están vivos, tienen agencia, hacen que estemos hoy aquí conversando. Viajan alrededor del mundo a través de camisetas, botones, murales, pancartas, fotos, discursos. En muchos casos sus banderas políticas son recogidas por sus hijos e hijas, esposas, madres, padres, hermanos y hermanas, y sus “camaradas”. Nos hablan en sueños, nos cuidan, nos avisan de cosas que van a pasar, nos ayudan a ganarnos la lotería, e incluso logran que los asesinos confiesen y/o acaben con sus vidas. “La muerte es una cosa natural para nosotros, no es nada que nos de miedo, nuestros ancestros caminan con nosotros, ellos van delante, nosotros vamos detrás, ellos van como iluminándonos el camino, a veces cuando vienen así problemas, dificultades, yo puedo ver a mi abuela que me dice que tengo que ser fuerte, que tengo que tener fortaleza porque me viene una situación muy difícil o algo va a pasar en la casa … y que no estoy solo, porque ellos siempre están ahí acompañándome … [Yo] siempre la veo [a ella] en sueños” (Eliécer Arias, 2013).

Muchos familiares consideran que su historia de vida se partió en dos con el hecho violento, antes y después, y que nunca más volverán a ser los mismos. Madres y padres renacen de sus hijos; hermanas y primos de sus hermanos y primas; 108 | Mujeres, vejez y paz

esposas de sus esposos; hijos e hijas de sus padres y madres. Los seres queridos se convierten en semillas que se esparcen y que dan origen a más semillas, y esas semillas, a través de su práctica, a más y más semillas. “Somos semillas, somos memoria, somos el Sol que renace ante la impunidad” (MOVICE).

La experiencia de victimización de las que les hablo trae a la política a los muertos y los desaparecidos, así como a las emociones, los afectos, las intuiciones y el cuerpo. No hay paz posible, no hay cambio cultural factible si no reconocemos a nuestros muertos y el gran poder del afecto.

Desde el amor: haciéndonos con otros Bajo el imperio de la razón las emociones han sido desconocidas y desvalorizadas, lo cual ha hecho que su importancia en la construcción de lazos sociales, comunidades y la sociedad en general haya sido invisibilizado. De igual manera ha sido despreciado el papel central de las mujeres y otros sujetos asociados con lo femenino como los indígenas y los afrodescendientes en la producción y reproducción de la vida por ser asociados con las emociones, así como ciertas tareas culturalmente asignadas como la del cuidado. La visión dicotómica de la modernidad hegemónica que opone razón y emoción ha hecho que el papel de las emociones en la política, la dominación, la producción de conocimiento, la construcción de la realidad, las identidades y las subjetividades sea desconocido, así como la centralidad del cuidado en la construcción de los lazos de pertenencia, las comunidades y la sociedad, y la propia experiencia del sufrimiento social. Este entendimiento particular de las emociones está íntimamente relacionado con el patriarcado, y tiene una historia de larga duración vinculada con el colonialismo, en el cual una estructura de sentimientos (Williams, 1977)


y un habitus emocional (Gould, 2009), una colonialidad de las emociones, se fue construyendo, y ha estimulado la eliminación física y simbólica de las diferencias. Las siguientes líneas escritas en el siglo XIX, después de la Independencia, son un buen ejemplo de esta estructura de sentimientos y habitus emocional hegemónico. En esta cita el cuidado, el sufrimiento, el amor por los otros y la ternura, son asociadas con las mujeres, mientras la política y el asesinar, con los hombres. “La vida pública no es el lugar de las mujeres. Las mujeres deben permanecer en casa, suavizando con su cuidado y sonrisas la amargura que nosotros brindamos del exterior. … [A las mujeres les digo,] quédense en casa. Permítanos a nosotros el placer de ser presidentes o dictadores, confundir en las elecciones, insultar en el congreso, mentir en los periódicos, y matar a nuestros hermanos en las guerras civiles … Para cumplir su destino hermoso y heroico, la mujer no necesita derechos políticos, tampoco emancipación o independencia como reclaman los innovadores modernos. Esta es su misión humanitaria y civilizadora, su verdadero y heroico destino: apoyar a los que sufren, sacrificarse por sus seres queridos, brindar alivio al enfermo, inspirar compasión y virtud en el corazón de su hijo; aceptar completamente sus responsabilidades como madres e hijas; practicar la caridad en medio de una sociedad repleta de egoísmo y amor por el dinero; suavizar los hábitos y traer a casa el poema apropiado de su encanto, belleza, gracia y ternura” (Kastos 1855, en Rojas, 2002)4.

Desde la década de 1980, mujeres como Gloria, Doña Fabiola y Pilar, familiares de personas desaparecidas forzosamente por el Estado, comenzaron a politizar los lazos familiares, de pertenencia y cuidado, llevando a cabo un tránsito a la esfera “pública”, a la “política”, en un proceso en el que no solo la razón sino también las emociones cumplieron un papel importante. En su proceso de politización enfrentaron un comando cultu4

Las traducciones de los textos del inglés son mías.

ral patriarcal y colonial asignado a los hombres: matar. Este proceso incluyó la construcción de identidades individuales y colectivas, la reorganización de la subjetividad, el surgimiento y/o radicalización de una mirada crítica sobre el Estado-nación burgués y la sociedad capitalista, y la construcción de un horizonte político, que politiza los afectos, el cuidado, y pone en el centro la vida y la dignidad humana. En ese sentido el poder de dominación crea “nuevos sujetos”: los familiares/las víctimas, pero también estos despliegan su poder de resistencia-liberación retando la dominación. El evento afectivo – el hecho violento – es precedido en estas historias por amor acumulado. Amor que surge y es cultivado en los lazos de parentesco y comunitarios, y que son el resultado de otras emociones que se experimentan por los seres queridos antes de que el crimen fuera cometido como ternura, orgullo, esperanza, afecto, alegría, satisfacción y “complacencia” (MOVICE-Bogotá, 2013). Todas estas emociones están íntimamente relacionadas con el cuidado, y son materialización de afecto, energía, fuerzas viscerales, un poder que surge cuando los cuerpos son tocados y que funciona como una mediación de la realidad que se actualiza en el flujo de la vida. Para algunos sujetos victimizados el afecto se puso en marcha antes de saber lo que estaba ocurriendo con sus familiares, o incluso con anterioridad a que el evento de violencia tuviera lugar. Una suerte de presentimiento es experimentado por distintos sujetos victimizados que se expresa de diversas maneras: sensaciones incómodas en el cuerpo, sueños días antes del evento violento, pensamientos inexplicables, y/o palpitaciones. Esta circulación de afecto va más allá de la racionalidad hegemónica occidental, conecta el cuerpo con las emociones y el pensamiento, y relaciona a los humanos más allá de la comunicación lingüística y la presencia física.

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“[E]so fue … cuando la mataron a ella ... me dentro esa desesperación a mí. Y yo caminaba, pues como sería que las vecinas me decían que si yo estaba borracha, porque yo caminaba, me rascaba, me hacía así … Y yo decía: ‘a mí me va a dar algo.’ No sabiendo que era la cuestión [en ese momento] estaban matando a mi hija” (Blanca Díaz, 2013).

Cuando la vida de un ser querido es amenazada, los familiares se preocupan, experimentan diversas emociones, y tratan de hacer algo para resolver la situación. Las emociones les instan a actuar (Oatley 2004: 3), haciendo mover sus cuerpos. Los familiares caminan sus trayectos como seres senti-pensantes, y en ciertos momentos, movidos por las emociones y el pensamiento “deciden” actuar. La “decisión” de actuar no tiene lugar en un momento concreto y de una manera consciente, sino más bien en el movimiento de sus cuerpos, en la fluidez de la vida. Las emociones, como plantea Ahmed (2004a: 7) no son solo reacciones, sino también acciones, trabajan como evaluaciones, juicios. En este proceso los familiares enmarcan la situación que viven como injusta, lo que Barrington Moore llama la “indignación moral”, y que aquí se entiende como un tipo de emoción, una concretización del afecto. “Bueno, uno, creo que nosotros los familiares los que … le dimos origen a esta organización hay pues como dos cosas que son muy grandes. Uno … el amor por nuestros familiares, y [dos,] … mucho esa terquedad de lograr la justicia” (Gloria Gómez, 2013).

La indignación es acompañada por otros sentimientos como rabia, miedo y tristeza. Por si solas las emociones no explican que un familiar decida actuar dado que las emociones también “pueden llevar a la persona a mover su cuerpo lejos de lo … que ha causado el dolor” (Ahmed, 2004b: 29). En ese sentido la razón por si sola tampoco lo hace. Lo que es posible observar en la historia de los familiares es que con anterioridad al evento afectivo, estos exponen una personalidad rebelde

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o fuera de lo “normal”, siendo sujetos críticos que logran evitar el completo disciplinamiento de los “instintos” colectivos, del afecto, las emociones y los juicios éticos y morales, convirtiéndose o reafirmando ser sujetos abiertos a la transformación (Gibson-Graham, 2006). El evento afectivo desencadena una serie de emociones que marcan al sujeto por siempre. Estas emociones viajan a lo largo del tiempo, no son estáticas, se experimentan como la “carne del tiempo” (Ahmed 2004a). Algunas están siempre presentes aunque su intensidad puede cambiar de acuerdo a las coyunturas. En el primer taller que realizamos con el capítulo Bogotá del MOVICE en el 2013, elaboramos unas trayectorias de las emociones, en las cuales identificamos momentos claves en la búsqueda de nuestros familiares y la concretización de nuestras demandas, explorando como las emociones viajan en el tiempo y su rol en el proceso organizativo. De igual manera elaboramos unas cartografías de las emociones. Primero identificamos las emociones que acompañaban el evento afectivo, y luego las localizamos en las siluetas de nuestros cuerpos. En las trayectorias de las emociones que dibujamos, el dolor, el miedo, la rabia, el odio, la venganza, la impotencia, la tristeza y el vacío, entre otras, fueron descritas como las emociones que después del evento continúan presentes, así como la esperanza y el amor. Las actividades que los familiares llevan a cabo, casi diariamente, les brindan satisfacción y alegría. Recordar al ser querido es experimentar también amor intenso y orgullo. Algunas veces las lágrimas y la risa se mezclan, y una profunda felicidad es seguida por una intensa tristeza y viceversa. El amor y el odio, la felicidad y la tristeza no son opuestas, por el contrario, son esenciales cada una para ser reconocidas y encarnadas.


“Impotencia, rabia … uno trata de no perder la esperanza pero a veces piensa uno que va a ser muy difícil encontrar la verdad, encontrar la justicia que uno quisiera que llegara … es como muy desalentador. Y además … como que sentir que muchas cosas que giran alrededor del momento político del país pueden determinar … que esa verdad o que esa justicia llegue … el momento político de este país con los diálogos [de paz], si, con eso de transar la justicia … porque se logre la paz, eso puede afectar que se hable de todo lo que pasó durante ese gobierno de Uribe … eso me produce mucha angustia” (Shaira Rivera, 2013).

Cuando analicé detenidamente las cartografías del cuerpo pude observar que todas ellas identificaban y localizaban en el cuerpo dolor, formulando de esa manera un reclamo legítimo. Wittgenstein plantea que la frase “duele” no es una afirmación declarativa que busqué describir un estado mental. Por el contrario, es un reclamo que no es el fin de un juego del lenguaje sino más bien su inicio (En Das, 2008). Haber encontrado dolor en todas las cartografías me sorprendió porque como sociedad nos hemos acostumbrado al sufrimiento, y la manera de pensar cartesiana y dicotómica nos previene de “escuchar” a nuestro cuerpo. Luego de años de experimentar los impactos de la violencia en mi cuerpo, aprendí a escucharlo. Cuando regresé a Estados Unidos, luego del período más prolongado de mi trabajo de campo en Colombia, ese aprendizaje se intensificó. “Esa mañana estaba en Carrboro recostada en una camilla. Era quizás la cuarta vez que estaba haciendo acupuntura desde que regresé … a escribir mi tesis ... No me podía relajar. Luego de treinta minutos de impaciencia levanté mi cara y entré en pánico. Le pedí a la terapista que quitara las agujas. Las agujas en mi cuerpo me evocaron, más que una imagen, un sentimiento de mi padre siendo torturado. Ya había experimentado una reacción similar mientras hacía yoga sin ser consciente de lo que pasaba. Cuando la terapista me quitó las agujas me preguntó que ocurría. Intuitivamente conocía la respuesta. A través de mi cuerpo siento

y recuerdo. A través de él he desarrollado una empatía con el dolor de mi padre, y produzco conocimiento” (Huitaca, 2014).

En el presente si Colombia quiere construir una paz estable y duradera debe escuchar a los cuerpos de los sujetos victimizados, los cuales están extremadamente cargados con emociones y sentimientos como los que he descrito anteriormente: impotencia, rabia, tristeza, miedo, odio, venganza, depresión e indignación, entre otros. Estos cuerpos son una herida que tiene muchas cicatrices, signos sociales de un daño que necesita sanar, pero no a través de una sanación retórica que sigue la concepción lineal del tiempo y pretende dejar atrás el pasado y cerrar un capítulo “bárbaro” del Estado-nación sin realmente lidiar y transformar el pasado que le ha dado origen a la violencia estructural. En el cuerpo de Blanquita están corporizadas la tristeza, la rabia, el odio, el vacío y el cansancio. La rabia es localizada en la cabeza, el cansancio en sus manos, y el vacío en su zona abdominal. Perdió a Irina, quien un día estaba en su vientre. Blanquita dibujó en su corazón dos ojos que están llorando. Allí ella tiene una herida que duele, y en la misma parte del cuerpo experimenta sentimientos muy profundos, entre ellos el odio. En su brazo izquierdo localiza la pérdida y la debilidad. En el cuerpo de Yuri se encuentra un profundo amor por su hijo, así como odio, impotencia, soledad, venganza, esperanza y miedo. Yuri localizó la rabia y el amor en su cabeza, en su pecho la venganza, la soledad y el coraje, y en su zona abdominal amor, venganza y rabia. En su colon tristeza y soledad. Mientras en uno de sus brazos hay venganza, en el otro soledad y amor. El hijo con el que solía tomarse de la mano ya no está vivo, pero ahora Yuri camina con un pie de esperanza y otro de amor. En su cuerpo dibujó las emociones unas conectadas con otras.

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En Colombia la experiencia de violencia está brindando nuevo conocimiento y perspectivas sobre el cuerpo. Un cuerpo que funciona como una “totalidad orgánica,” una red de relaciones en la cual la mente y el cuerpo, lo biológico y lo cultural no están separados, y donde menteespiritualidad-emociones están interconectadas. Más aún, el cuerpo no tiene una frontera clara dado que más allá de la materialidad, el tiempo y el espacio, está conectado con otros cuerpos. No es una materialidad auto-contenida sino más bien una porosa. Esta interconexión de las emociones con el cuerpo hace más urgentes los procesos individuales y colectivos de sanación y duelo, dada la ocurrencia común de cáncer de útero y seno entre las madres, de ataques del corazón en los padres, y problemas crónicos en el colon de otros familiares. Prestar atención a las emociones hace necesario examinar también su rol en la política nacional, en la dominación y la violencia. Las emociones, en distintos escenarios políticos y de la vida cotidiana, son movilizadas para ganar apoyos incondicionales, neutralizando la capacidad crítica de las personas. En nuestro país el amor y el odio han contribuido a la creación de diversos NOSOTROS y ELLOS como opuestos y jerárquicos, así como la frontera, el límite, la piel de las relaciones sociales. “Conservadores: nunca podremos odiar ni a José Hilario López ni a Obando tanto como odiamos al Presidente Olaya Herrera. Y ese odio se lo trasmitiremos a nuestros hijos de forma tal que algún día nos venguen” (Silvio Villegas 1954. En J. Guerrero 1991).

Las emociones han sido movilizadas políticamente y han desencadenado la violencia en Colombia. Si bien las emociones han sido centrales en la creación de las afiliaciones sociales y políticas, para producir miedo y sujetos dóciles, odio y venganza, su rol ha sido ignorado. Este uso de las emociones ha alimentado la construcción

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de un habitus emocional hegemónico que tolera y justifica ciertos asesinatos y actos de violencia, mientras censura otros, y que incluye al mismo tiempo el odio como un elemento central desde el que se ha contribuido a borrar y eliminar la diferencia y alimentar un círculo auto-generativo de violencia. La sociedad colombiana, así se enmascare y no se discuta públicamente, es una sociedad que odia. Algunos familiares estamos diciendo que experimentamos muchas emociones y dolor, y que la sociedad no nos está escuchando. Si bien algunos sujetos victimizados hemos sentido odio, un sentimiento predecible y “normal” en un contexto como el colombiano, hemos decidido no optar por la venganza y el asesinato de los victimarios, sino por el contrario privilegiar el amor y la digna rabia sobre el odio, contribuyendo de esa manera a desestabilizar el habitus emocional hegemónico. “He llegado del odio irracional, de la venganza neta, a un gran amor … y he tratado de ser más justo, pensando en Nicolás” (Yuri Neira, 2013).

Al privilegiar el amor y la digna rabia, los familiares se están enfocando en el cuidado y la dignidad, recreando un lazo social que mantiene los vínculos familiares y comunales, y la relacionalidad, en vez de deshacerla, como lo hace la violencia. Los familiares luchan como seres senti-pensantes que localizan la vida en el centro en vez de la muerte, privilegiando un amor y un cuidado horizontal (diferente al amor y el cuidado vertical del Estado y el patriarcado), y que necesariamente incluye las nociones de justicia y verdad. Esto no significa que el conflicto sea desconocido, sino que al ponerse el cuidado como una obligación del entre NOSOTROS en el centro, da la posibilidad de evitar resolver los conflictos eliminando física y simbólicamente al que me ha hecho daño y/o piensa diferente.


La construcción de paz en Colombia está ligada necesariamente a una nueva aproximación a la diferencia que incluye el cuidado y el amor horizontal, e ir más allá de la enunciación discursiva del respeto a lo diferente, para pasar a una práctica radical de la diferencia, una práctica que pasa por el sí mismo, por la interrelación directa con los otros, el nos-otros. Una paz que dignifique requiere que reconozcamos las emociones y el sufrimiento social de los sujetos victimizados, su capacidad de lucha y resistencia, y los múltiples aportes que le hacemos a la sociedad colombiana en términos de una ética del cuidado de la vida. Pero también es necesario que nos relacionemos con ellos emocionalmente de una manera no hegemónica: no desde la lástima, la compasión y el paternalismo que no contribuye a cambiar lo que ha producido el sufrimiento. Por el contrario, se requiere solidaridad, amor y cuidado horizontal, poner en práctica el amor eficaz del que habla el cura Camilo Torres (2010), el cual incluye necesariamente la práctica, la acción horizontal efectiva. Necesitamos que las y los colombianos se decidan a hacer algo, a actuar para transformar una sociedad en la que ha reinado la muerte.

El vientre: hacia un re-nacimiento Los familiares, los sujetos victimizados por la violencia paramilitar y estatal, le han hecho a Colombia a lo largo de ya más de tres décadas importantes contribuciones. Han puesto a circular una serie de dones, que como todo don, nos enseña la teoría antropológica clásica, debe ser objeto de reciprocidad (Mauss, 2000). Una sociedad que respeta y valora al otro da cuando recibe. Algunos de esos dones de los familiares y los sujetos victimizados tienen que ver con: Un gran esfuerzo cotidiano por redefinir el carácter de lo humano y la ciudadanía. Hemos por años problematizado quien es realmente reconocido como humano/ciudadano, cuando hay

cientos de mujeres y hombres que a través de la violencia y la tortura han sido denigrados, y se les ha negado la pertenencia a un “nosotros” nacional. De la mano con esto, hemos reclamado la dignidad de quienes fueron expulsados de las dos comunidades: la humana y la colombiana; y la nuestra propia. Desde allí proponemos entonces una ética y una moralidad del relacionamiento, que nos dice que la vida debe estar en el centro, y que sin verdad y justicia no se puede construir una sociedad que sea viable en términos de dignidad. En ese camino hemos cuestionado la manera como funciona el Estado-nación burgués, y los límites del discurso de las leyes para materializar nuestras propuestas y demandas, invitando de esa manera a ir más allá del imperio y el fetichismo de la ley. Hemos controvertido la idea del sujeto autónomo, individualista y racional del liberalismo al preocuparnos por nuestros seres queridos, y al hacer de nuestras luchas, luchas más colectivas que superan el protagonismo de un familiar y el nuestro propio. Siguiendo una expresión de Foucault (1993), hemos hecho visible la invisibilidad de lo visible. En este caso la violencia de Estado y la existencia de los sujetos victimizados, poniendo en la discusión pública cómo la oposición política y otros sujetos han sido tratados por el Estado, así como el trato asimétrico que han recibido históricamente los sujetos victimizados por el Estado y el paramilitarismo. Desde esa lucha nos hemos constituido en actores políticos, más allá del testimonio, retando la dominación y la mirada estereotipada y dominante sobre las víctimas, buscando escapar al sujeto dócil víctima que el Estado, a través de la justicia transicional hegemónica, busca crear. En ese camino hemos controvertido la idea de que la víctima es aquella que en términos hegemónicos es inocente, es decir, que no tiene afiliación política, diciéndole a la sociedad, aún con

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dificultad, que así un militante de izquierda estuviese cercano o fuera parte de las guerrillas, eso no autoriza al Estado a que lo torture y desaparezca. Con todo esto revaluamos el tipo de ciudadania con el que está acostumbrado a tratar el Estado, y rescatamos el proyecto político de nuestros familiares, pluralizando la democracia, y negándonos a ser cómplices de la degradación de la sociedad. Así, estos sujetos victimizados de los que les hablo articulan/articulamos a nuestras propuestas, demandas y reclamos éticos y morales, la construcción de otra sociedad, por eso el esfuerzo permanente que hacemos por la memoria, la verdad y la justicia, debe ser entendido más allá del discurso de la justicia transicional hegemónica, para ser capaces de poder ver la radicalidad de las demandas. En ese sentido estos sujetos nos dan/damos claves para repensar el Estado-nación y el cómo organizarnos, abriendo el camino para pensar en otros estados de la sociedad. Si bien hay similitudes en la manera como los sujetos victimizados comprenden la justicia, es difícil encontrar una sola definición. No obstante, de manera reiterativa se plantea que la justicia debe funcionar como una sanción ética y moral a los autores materiales e intelectuales de los crímenes cometidos que se corresponda con el daño causado. Ya que mucha de la victimización viene del propio Estado, se espera que sus miembros reciban una sanción más fuerte por el hecho de que el Estado está supuesto a cuidar a sus ciudadanos. En estas concepciones, la justicia está directamente relacionada con el derecho a saber, con la obligación del Estado y los victimarios de indemnizar y el deber de reparar, y con el Nunca Más. La justicia no es equiparada necesariamente por todas las personas victimizadas con la cárcel, pero sí pensamos que debe materializarse obligatoriamente con la sanción social. Más allá

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de la justicia por arriba, la que se transa entre los actores armados, resulta fundamental la condena social, de ustedes, colombianos y colombianas, como una forma, aunque no la única, de que se aplique justicia. A diferencia de la justicia transicional, un modelo de transición que en muchos contextos termina negando ese derecho porque pese a todo el despliegue que se ha hecho desde el Estado-nación para garantizarlo en la sociedad burguesa la justicia es el principal nudo gordiano (Gómez, 2015), la justicia que nosotros y nosotras reclamamos debe contribuir a desestructurar la impunidad que ha sido co-constitutiva del Estado, y debe encarar las causas estructurales que generaron la violencia. En ese caso no se trata de bajar los niveles de justicia para transitar de un lugar a otro, sino de poner en el centro una justicia para la vida (Gómez, 2012), capaz de resarcir el gran sufrimiento que ha causado la maquinaria de muerte. Esa justicia para la vida, siguiendo la noción de Nietzsche (1873) sobre una historia para la vida, incluiría en las sanciones legales a los países del norte hegemónico que han incidido en la violencia estructural y corporizada que ha acompañado nuestra historia. Punto que jamás se discute en la aplicación de la justicia transicional hegemónica. Indudablemente esta sociedad necesita re-pensar la justicia, y caminar hacia una que permita parir vida, que ponga en el centro una ética del cuidado, el reconocimiento de las diferencias y la pertenencia común, dado que estamos en la necesidad y obligación de vivir juntos y de tomar responsabilidad por las y los otros. Esta justicia incluye las dimensiones redistributiva y de reconocimiento, tal como lo plantea la feminista Nancy Fraser (1997), y debe superar la retórica de la ley, ser interiorizada y practicada en la vida cotidiana. En el contexto actual la justicia debe tener la capacidad de re-establecer la dimensión humana de todos los sujetos victimizados, algo


de lo que ha sido incapaz el Estado colombiano, y que parece también una imposibilidad hacerlo solo desde el discurso de las leyes. En términos de verdad, nosotras y nosotros no queremos cualquier verdad ni la verdad por la verdad. Queremos una verdad eficaz, capaz de impactar la realidad, de transformar las condiciones que le dieron origen a la violencia. Una verdad verdadera, como reflexionábamos colectivamente con el capítulo Bogotá del MOVICE (2012), que cuente, analice y explique lo que realmente pasó en el país. Una verdad que desenmascare a los victimarios, dignifique a los sujetos victimizados, y evite que los hechos se vuelvan a repetir. Esa verdad no sigue el tiempo lineal de la justicia transicional hegemónica, pues no pretende romper con el pasado, dejarlo atrás, para construir ahora una nueva memoria colectiva que le da paso a una supuesta “nueva” nación imaginada que sigue siendo la misma. Por eso muchas y muchos nos hemos opuesto a que la justicia transicional, con el boom de la memoria, nos administre nuestra memoria, incentivando algunas y negando otras, como por ejemplo las que gritan que el Estado y ciertas elites políticas, económicas, raciales y culturales, son responsables de la violencia que hemos vivido. Le decimos sí a la Comisión de la Verdad porque es parte de las propuestas que hemos construido por años. Pero queremos una Comisión de la Verdad en la que tengamos un rol activo, construida desde abajo, desde lo regional y local, y con capacidad de crear sujetos críticos. No queremos una Comisión de la Verdad que escriba libros y libros que terminan en los anaqueles de las bibliotecas, una verdad que nadie más allá de los intelectuales apropia y que queda atrapada en el relativismo de las versiones de lo acaecido. Queremos una verdad que nos permita entender qué fue lo que pasó, por qué, los responsables y sus razones. Una Comisión de la Verdad que

sea resultado de un proceso mediante el cual los sujetos victimizados y la ciudadanía en general apropie el pasado y la historia desde una mirada crítica que le permita identificar qué es lo que se debe transformar para la tan anhelada paz. Necesitamos una narrativa compleja, capaz de decodificar el código de guerra, por eso de nuevo de la mano con Nietzsche (1873), necesitamos una historia para la vida. En términos de lo que se conoce como reparación, lo primero que tenemos que decir es que las pérdidas que hemos sufrido son irreparables, así como el sufrimiento, las experiencias vividas y la ruptura del tejido social. Para los sujetos de la digna rabia, los victimarios tienen una obligación y deber de reparar, así como el Estado. Si bien las reparaciones económicas son importantes para ciertos sujetos victimizados y en ciertos casos son necesarias, además de que es un derecho, nos negamos a entrar en la lógica monetaria de reparación que busca despolitizarnos, y hacernos transar a nuestros familiares por dinero, reproduciendo una política asistencialista que consolida sujetos acríticos, mendigos del Estado. En contraposición a esta lógica que busca crear sujetos dóciles, la reparación tiene la tarea de retornar la dignidad a nuestros seres queridos, compensar el daño emocional sufrido y visibilizar sus luchas y nuestras luchas. De allí que sea central el reconocimiento público y colectivo de lo que pasó, así como la dimensión colectiva de las vulneraciones contra la izquierda, los indígenas, las mujeres, los afro-descendientes, los campesinos. La reparación debe también promover condiciones para continuar con una vida digna. Por eso la importancia de las garantías de no repetición, o mejor, el grito ético y moral del Nunca Más! Esta demanda es una de las que más habla de la profundidad y radicalidad de las propuestas y demandas de los familiares, pues nos dice que para que la paz sea posible es necesario

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que se operen cambios estructurales reales, atacando las causas estructurales de la violencia: la distribución de la tierra, las desigualdades económicas, la exclusión política y simbólica de las grandes mayorías. El tránsito, el cambio al que nos aboca el presente no puede quedarse atrapado en una transición hegemónica, como la que en otros lugares ha propuesto la justicia transicional, una forma de gobernabilidad global que ha buscado domesticar las propuestas y demandas de los familiares y los sujetos victimizados, y que como en Guatemala y Sur África, solo por citar dos historias, no ha brindado ni las más mínimas condiciones para eliminar esas causas estructurales, transitando de un estado de la sociedad a otro similar pero con otro nombre: post-conflicto, paz. En esos contextos las transiciones, que han sido hegemónicas, reafirman el liberalismo, la democracia burguesa y el capitalismo como las únicas vías posibles, legitimando el Estado-nación, y enmascarando su responsabilidad en la violencia. Esas transiciones traen consigo una economía política específica: en este caso la profundización de la fase actual del capitalismo, el neo-extractivismo y la agroindustria promovida por las multinacionales. De esa manera se ratifica un modelo de desarrollo y progreso concreto: el mismo que ha traído una y otra vez muerte a este, nuestro territorio. ¿Qué hacer? Disputar la transición. ¿Cómo? Retribuyendo los dones de los sujetos victimizados, actuando, haciendo algo, tomando partido, reconociendo las emociones y potenciando las que generan vida. Nosotras y nosotros seguiremos haciendo de múltiples formas, muchas de las cuales van a ser producto de una profunda reinvención política. En todo caso, seguiremos caminando con la memoria, una memoria rebelde que no se deja domesticar. Una memoria que como dice el viejo Lionso a través de Daniel Maestre, no es reconstruida subjetivamente, sino

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que por el contrario ella nos reconstruye a nosotros y nosotras. “‘Yo no pienso igual que tú’, me dijo el viejo Lionso. ‘Para mí’ - continuó diciendo- ‘la memoria es la que reconstruye al hombre, porque la memoria es la herramienta que utiliza la Madre creadora para hacer que sus hijos, nosotros, volvamos al camino de la armonía con la tierra y todo lo creado. Recuerdo que la última vez que te vi tenías el cabello corto, no mascabas ayu y no usabas el poporo; hoy te veo diferente. La memoria te ha estado reconstruyendo. Ella no necesita ser reconstruida por ti. Tú necesitas ser reconstruido por ella y esa reconstrucción que ella ha realizado en ti es lo que ha permitido fortalecer tu identidad’” (Maestre, 2012).

Ambas, la concepción de paz liberal y el modelo de gobernabilidad global de la justicia transicional se sustentan en una visión lineal del tiempo y en una teleología en la que el pasado y el presente funcionan como entidades cerradas y posibles de ser separadas. En esa visión la memoria es concebida desde la visión antropocéntrica y logocéntrica que considera que los seres humanos tienen la potestad absoluta sobre el pasado a través de la razón, por lo cual es usual hablar de pasar la página. Esa visión contrasta con las visiones de comunidades indígenas, afro-descendientes y los propios sujetos victimizados, para los que la memoria y la relación con el pasado son diferentes. En la conversación entre el viejo Lionso y Daniel Maestre, indígenas Kankuamo, la memoria construye el mundo y a los seres humanos, no al revés. El pasado es parte del presente y también tiene su propia agencia. Para los sujetos victimizados es precisamente el evento afectivo, un pasado siempre presente, lo que da origen a la constitución de nuevas identidades y subjetividades, y es el ser querido, desaparecido y/o asesinado, el que tiene el poder, la agencia, de generar el presente e incluso el futuro. El/ella permanece aquí


pese al esfuerzo del Estado y los paramilitares de borrarle, de hacerle invisible, de convertirle en un N.N. (sin nombre e identidad). Ese ser que ahora no está presente pero permanece vivo, es una de las expresiones de un tiempo no lineal y de una memoria ‘performática’, auto-generadora del mundo. Esta concepción de la memoria tiene implícita una visión diferente sobre el olvido. Luego de distintas conversaciones con los sujetos victimizados concluimos desde nuestras experiencias que no es posible el olvido, sino que este es memoria represada. Freud (2008) y Ricoeur (2004), entre otros autores, plantean que el olvido es imposible. Lo que ocurrió siempre deja un trazo material que tiene su propia vida (Gómez, 2012), algo que llamo la materialidad del pasado. Más que olvido lo que ocurre a nivel individual y colectivo es que elementos del pasado se ponen a descansar, esto sí, a través de ejercicios conscientes, e incluso inconscientes, de los individuos/ colectivos. Esto requiere un tratamiento distinto sobre el pasado que debe ir más allá de la idea de que conocer la historia permite no repetirla. Tratar con el pasado bajo la lupa moderna hegemónica tiene al menos tres consecuencias: la primera es que el modelo de sociedad que permitió la violencia queda intacto; segundo, que el sufrimiento de los sujetos victimizados no se toma seriamente; y tercero, que las propuestas y visiones de los sujetos que han sido localizados en el pasado por la episteme moderna/colonial al ser equiparados con el atraso: indígenas, campesinos, afro-colombianos y mujeres, son de nuevo condenados a la invisibilidad. Desde ese modelo hegemónico todo hecho de barbarie cometido por los autores que buscan legitimar un nuevo pacto debe olvidarse, dejarse atrás, en el pasado. Ese tipo de olvido que pasa por un boom de la memoria, no lidia realmente con el pasado, pues

no cumple con el deber moral y ético que se le ha asignado por distintos actores: el Nunca Más. La no repetición. Organizaciones como ASFADDES, MOVICE e Hijos e Hijas, realizan un trabajo de memoria cotidiano con la intención de hacer visible lo repudiable, y con lo que no están de acuerdo. Al hacer esto están invitando al conjunto de la sociedad a transformar ese “pasado” y no solo a dejarlo atrás. Esto implica nociones radicales, no-modernas o más allá de lo moderno, sobre la memoria. Hijos e Hijas propone hablar y actuar una memoria para la transformación social que incluye la memoria de la larga duración, la memoria crítica y la memoria de las luchas (Gómez, 2012). Junto con colectivos como Dexpierte, Kinorama y otros, planteamos ejercicios de memoria que retan la institucionalización, cosificación y domesticación de la memoria y el pasado. Estas visiones de memoria para la transformación articulan propuestas de acción que buscan transformar las condiciones que dieron origen a la violencia, al pasado que acecha, potencializando aquello del pasado que alimenta la construcción de otra sociedad. La memoria, además de una respuesta al silencio y el olvido impuesto, es la expresión del carácter rebelde y obstinado de los familiares, y la forma en la que recrean la relacionalidad con sus seres queridos. La memoria permite re-organizar el cuerpo individual y colectivo que ha sido desmembrado desde la Conquista5. En estas diversas formas la memoria se convierte en verbo político (Gómez, 2012), en la posibilidad 5 En inglés remember puede ser pensado como reorganizar lo que ha sido desmembrado (re-member). Una figura simbólica que funciona muy bien para la historia de Abya Yala, donde el cuerpo individual y colectivo, desde la Conquista, y por los actores que ejercen el poder hegemónico, ha sido desmembrado, desarticulado.

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de hacer, de impactar, de transformar. Esta es una memoria dinámica, en movimiento, callejera, rebelde, femenina (Gómez, Poveda y Valencia, 2013) que se constituye en sí misma en una forma propia y alternativa de alcanzar justicia en un contexto donde esta parece para algunas personas imposible de alcanzar. Si como en los talleres y las conversación con los sujetos victimizados concluimos que el olvido es memoria represada, si el pasado siempre está allí y contiene memorias dolorosas, ¿qué debemos hacer en Colombia con relación al sufrimiento de los sujetos victimizados? ¿Si la verdad es fundamental para los procesos de sanación y duelo qué vamos a hacer en un posible escenario en el que esto no ocurra? Su acción como mujer y hombre que rechaza la impunidad y la violencia es fundamental, como persona que reconoce a los sujetos victimizados y tiene la valentía de encarar con ellos y ellas el pasado, y construir en el día a día otra sociedad. Esa es una, entre otras formas, en las que usted, colombiana, colombiano, amigo, amiga, lector, puede retribuir los dones que por años, así usted no lo haya visto, decenas de mujeres y hombres le están/estamos dando a este país, en un esfuerzo por construir otro estado de la sociedad.

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Amparo Beltrán Acosta*

Mujeres de cuatro en conducta y cinco en dignidad Colectivo de CEPALC “Sororidad, Ecumenismo y Democracia” Experiencia de quince años con las mujeres de las iglesias cristianas para construir la PAZ “No me atemoriza la dura realidad, sino que me seduce la esperanza”

Un poco de historia CEPALC (Centro Educativo para América Latina de Comunicaciones) nace hace 38 años con el fin de dar voz a los sectores populares para que denuncien, anuncien y construyan una sociedad equitativa, solidaria, incluyente y en paz. Nace aconfesional, pero en el transcurso de los años y como respuesta a nuevas realidades toma una dimensión Ecuménica. Aunque el primer colectivo que impulsó fue el de comunicadoras y comunicadores cristianos ecuménicos en 1990, las comunicadoras de las varias iglesias que participaban propusieron que organizáramos uno exclusivamente de mujeres para poder dialogar sobre temas que no se podían conversar en sus iglesias y así fue. * Comunicadora y Teóloga, CEPALC.

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Colectivo Sororidad, Ecumenismo y Democracia En 2000 un grupo de 20 mujeres de diferentes iglesias: anglicanas, luteranas, presbiterianas, menonitas, metodistas y católicas decidimos configurarnos como colectivo. Más adelante se unieron la Hermandad en Cristo y evangélicas independientes. En algunos talleres participaron ortodoxas, bautistas y asambleas de Dios. La verdad es que hubo una excelente y verdadera participación ecuménica. El nombre que le quisimos dar comprendía nuestros tres propósitos. Ante todo era construir la hermandad entre mujeres para hacernos cada día más solidarias y ayudarnos a descubrir lo que significaba ser mujer, conocer nuestros derechos y demás luchas que las feministas habían estado impulsando a través de la historia. Como éramos de diferentes iglesias quisimos reforzar un


ecumenismo práctico como sucedió en los inicios, en el siglo pasado, del movimiento ecuménico; conocer tanto los enfoques de fe como también cómo se podría incidir en nuestras iglesias para que la mujer fuera cada vez más reconocida. Por otra parte, escogimos la palabra democracia por dos motivos: uno porque la palabra paz ha sido un poco desgastada; además existían y siguen existiendo muchos grupos de mujeres que llevan ese apelativo. Pero un segundo motivo fue que quisimos concretar un poco más el significado de la paz. Todas estuvimos de acuerdo que sin democracia no hay verdadera paz. Además el hecho de que fuéramos diferentes en muchas cosas, empezando por los principios de fe, nos dijimos que ese pluralismo en el que queríamos seguir viviendo, el mejor contexto político era la democracia en la que se respeta la pluralidad y la diferencia.

Leyendo los libros sagrados con ojos de mujer La meta era construir comunidades eclesiales incluyentes. Por eso, no se trataba que solamente nosotras tomáramos conciencia de nuestros derechos sino también el resto de mujeres que configuraban las comunidades de base. Nos propusimos tener cuatro talleres en el año para que el proceso tuviera continuidad y de esta manera lograr las metas propuestas. Dimos así inicio a los talleres de formación en los diferentes temas que atañen a las mujeres. Concretamente empezamos el proceso un 8 de marzo, de tal manera que se prestó para conocer la historia de la fecha y esas luchas que no eran tan conocidas dentro de las iglesias. Por ser mujeres creyentes, nos propusimos que parte del taller fuera lo que se llama en las iglesias: devocional y reflexiones bíblicas. Varias de las lideresas habían estudiado o estudiaban biblia y teología, así que fue interesante mirar con

ojos de mujer los textos bíblicos. Además, recuperar aquellas mujeres que fueron constructoras de derechos en la historia de la salvación. No es el caso escribir lo mucho que se escarbó durante los quince años del proceso sino dar algunos ejemplos, sobre todo de las mujeres más desconocidas para las lectoras. Sabemos que la biblia fue escrita por varones y quienes sobresalen son ellos, al punto que cuando hablamos de la cultura patriarcal y machista utilizamos una palabra central de la biblia: patriarca, ya sea referida a Abraham, padre de los creyentes de las tres religiones monoteístas: judaísmo, cristianismo e islamismo, o bien a Isaac y Jacob o Israel. Allí las mujeres en general no tienen nombre, no tienen mayor importancia, al punto que en varias ocasiones se habla de ellas con referencia al varón: “La suegra de Pedro” o “la hija de Jefté” y así en varios textos. Cuando se dan nombres significa que han sido importantes y que han sido reconocidas por la comunidad. Un ejemplo significativo en el proceso fue el de las cinco hijas de Zelofehad que aparece en el libro de Números 27, 1-11. Ellas se llamaban Maala, Noa, Hogla, Milca y Tirsa. En el pueblo de Israel solo los hombres podían heredar la tierra. Pero resulta que Zelofehad no tuvo sino hijas. Así que cuando él murió estas mujeres se presentaron a Moisés y le dijeron que ellas querían heredar la tierra de su padre. Entonces Moisés, dicen, se puso a orar toda la noche y en la madrugada Dios le dijo que ellas tenían ese derecho y se les concedió la tierra. Por eso sus nombres aparecen dos veces: cuando hablan con Moisés y cuando reparten la tierra. Desde entonces, las mujeres de Israel heredan la tierra. Fue muy enriquecedor, a lo largo de estos quince años, descubrir mujeres que son poco conocidas también en los contextos eclesiales y que tuvieron grandes conquistas. Sobre todo las mujeres

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de la base quedaron maravilladas y aprendieron lo que llamamos la Hermenéutica de la sospecha. Sospechar de numerosos textos patriarcales y rescatar, con nuestras miradas de mujeres, la presencia, los compromisos y las transformaciones que muchas de ellas hicieron y que aportaron para hacer visible lo que los varones deseaban ocultar. La verdad es que fue una riqueza enorme para todas las participantes en el proceso, ya fueran lideresas o mujeres de la base porque nos incitaban a estudiar, a investigar, a no comer entero aquellos textos, sobre todo en el evangelio, donde Jesús quiso privilegiar a las mujeres, siendo ellas también discriminadas, rechazadas y de segunda categoría. De hecho Magdalena, antes de que Pedro se tomara el liderazgo, fue considerada la apóstol de los apóstoles.

Sin discriminación hay paz Como ya lo dijimos anteriormente, una de las metas fue construir comunidades eclesiales incluyentes. Por eso los 45 temas que se trabajaron durante los quince años tuvieron que ver con el compromiso de que los derechos de las mujeres fueran reconocidos en las comunidades eclesiales. Fue un trabajo intenso y minucioso para que todos los detalles y las reflexiones contribuyeran, tanto en la conciencia de nuestro ser de mujer, como en las estrategias para incidir. La palabra Shalom, que quiere decir paz en hebreo, tiene un significado muy profundo y fue por eso que tratamos que todo reconocimiento de la visibilidad y valoración de las mujeres fuera un ingrediente para la construcción de la paz, tanto personal como comunitaria-eclesial y social. Esta acepción de la palabra PAZ=PLENITUD vale la pena conocerla porque es esa paz la que se busca y se desea construir. “Shalom = PAZ en su raíz hebrea tiene tres significados: retribución (thashlum); totalidad o plenitud (shlemut); y PAZ (SHALOM). Podríamos entender que estas

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tres características se complementan y al mismo tiempo tienen como un desarrollo gradual que va de mínimo a máximo. Además, la comprensión de la raíz hebrea es también gradual. El primer significado es referido a la intuición o manera de orientar las conductas de los seres humanos desde un sentido común que todos poseen. El segundo significado está más relacionado con la parte emocional y con frecuencia se habla del “corazón integro” y del “corazón roto”. El tercer significado es el máximo nivel y se interpreta como el intelectual. De estos tres niveles el más complejo es el segundo que abarca los sentimientos del amor, el temor y la misericordia. Estos elementos acá descritos son solamente para darnos cuenta que la PAZ en sentido bíblico es muy compleja y exigente”. (Amparo Beltrán Acosta, Ecumenismo y Paz se besan, Revista ENCUENTRO, N. 144, página 64, Bogotá 2014). Con la explicación anterior, podemos darnos cuenta que para las iglesias es muy importante la paz. Este argumento sirvió a las mujeres para hacerle entender a las autoridades la importancia de acabar la discriminación hacia ellas. En realidad, fue grande el esfuerzo y los frutos consideramos que nos hubiera gustado fueran más abundantes. La causa no es solamente la estructura patriarcal de las mismas iglesias, sino que el factor religioso y sus interpretaciones fundamentalistas juegan un papel determinante para alcanzar algunos logros. Entendemos que la religión forma parte de la identidad personal, comunitaria y social. Por eso, los mecanismos de defensa son poderosos. Sin embargo, tenemos que reconocer que nuestras mujeres participantes en el proceso fueron valientes y se enfrentaron de una manera u otra y lucharon para alcanzar la mayor visibilidad posible. Algunas lograron más, otras mujeres menos, tanto a nivel personal como comunitario.


Mujeres de cuatro en conducta y cinco en dignidad

Es significativo que varias de las lideresas empezaron a ser vistas con un poco de desconfianza porque insistían en varios puntos como en la transformación del lenguaje, en el reconocimiento del empoderamiento que estaban conquistando, la importancia de acabar el sometimiento porque todos los seres humanos nacemos libres y fue lo que Jesús quiso con su mensaje liberador. Estas mujeres conquistaron el cinco en dignidad por sus luchas y por la claridad en sus compromisos. Algunas entendieron y aceptaron los derechos sexuales y los derechos reproductivos, aunque también llegaron al punto que sus conciencias, después de ser ilustradas decidieron llegar. Con el paso de quince años de proceso, CEPALC entendió que ya era suficiente el trabajo con las mujeres de “juventud acumulada” y empezar a trabajar con las jóvenes que empiezan el camino

de la juventud y la adultez. Cuando se les informó de la decisión, prepararon un acto lúdico simbolizado en la oruga a la que le llegó el tiempo de volverse mariposa para volar en las alas de la libertad y la ternura. En un contexto litúrgico hicieron el envío de todas aquellas que pudieron participar en el acto para que se comprometieran en multiplicar lo aprendido a lo largo del proceso. Prepararon dibujos que representaban la persona, la familia, el barrio, la comunidad y la sociedad, y los distribuyeron en el lugar del evento. Luego cada una colocaba su mariposa en el espacio o los espacios en los cuales se comprometía a trabajar. Fue interesante comprobar que cuando compartían el por qué escogían el espacio todas expresaron que era la mejor manera para construir la paz y prepararse para el postconflicto que se avecina con los diálogos de PAZ. Bogotá, D.C., octubre de 2015

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María Tila Uribe de Trujillo*

Género, envejecimiento y vejez Dignidad-Autonomía Envejecimiento y vejez1 He adicionado al siguiente capítulo algunos puntos de la ponencia “Aporte a la mesa sobre vejez, género y diversidad”, con la que participé en la Asamblea Mundial sobre Envejecimiento, Madrid, 2002, para integrarle aspectos actuales. Ya para esa fecha el tema era una necesidad, teniendo en cuenta que la mayoría de participantes de América Latina éramos mujeres con problemas propios de una cultura de desigualdades, inequidades y discriminaciones, similar en casi todos los países de la región. En no pocos documentos se plantearon aportes sobre género y envejecimiento en ese trascendental evento. Para finalizar el capítulo, igualmente consigno otros puntos de interés de la ponencia “Mujeres y Envejecimiento, necesidades y oportunidades” que llevé al Primer Congreso Latinoamericano de Gerontología Comunitaria, en Buenos Aires, noviembre de 2011.

La perspectiva de género no es privativa de los programas para la mujer, es un enfoque que incumbe a todos los asuntos del desarrollo humano. Las conductas, actividades y funciones de las * Eucadora. 1 María Tila Uribe, Huellas del Tiempo. Libros del Dos de Bastos. Orión Editores S.A.S. Bogotá, 2015, Transcripción del Capítulo 3. pp. 94-127.

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mujeres y los hombres son construidas por las sociedades en sus aspectos históricos, sociales y culturales. Las relaciones de género pueden ser armoniosas o por el contrario, pueden ser de oposición y conflicto. Lo importante es que, como se han construido socialmente, también son transformables; y esas transformaciones las hacemos en la lucha cotidiana que hemos emprendido desde hace algunas décadas; queremos avanzar hacia la igualdad de oportunidades, hacia la equidad, la lucha contra todas las formas de violencia y discriminaciones hacia las mujeres y debemos lograrlo también para las personas mayores. En la medida en que se acaben las discriminaciones, los roles diferenciados y las violencias, se irán diluyendo las desigualdades económicas, sociales y políticas entre mujeres y hombres. Ahora pensemos en que tanto el género femenino como el masculino tienen cada uno sus propias características; podemos entonces identificar los problemas propios de cada género y proponer soluciones pertinentes, teniendo en cuenta lo diferente y lo complementario entre los seres humanos.


Por ejemplo, entre las personas mayores, las mujeres vivimos más tiempo, es mayor la población femenina, hay más viudas que viudos, el desempleo es más alto para las mujeres (a partir de los 35 o 40 años). Se llega al final de la vida con responsabilidades domésticas y familiares, el mayor porcentaje de analfabetismo en todos los tiempos y en todos los lugares corresponde a las mujeres y la situación de subordinación y discriminación existe no solo por género sino por edad. De acuerdo a realidades como estas, tenemos necesidades y perspectivas diferentes de los hombres. Las mujeres de más de 70 años - o aún menores – nacimos en una Colombia patriarcal y machista. Patriarcal, porque el sistema social, jurídico, educativo y político era jerarquizado y dirigido por hombres y ellos hacían las leyes, dirigían el país y tomaban las decisiones. Las mujeres vivíamos bajo la tutela del varón: padre, tío, hermano, esposo o compañero, hijo o nieto. La jerarquía comenzaba en el hombre en su trabajo, la calle, lo público, y terminaba en la mujer y el hogar. Él era el ser productor (por su trabajo remunerado) y ella permanecía en su exclusivo rol de reproductora y ama de casa, muchas veces en condición de servidumbre. Y era una situación de por vida; con el paso de la edad crecía (y crece) el trabajo de hormiga que hacemos en la casa y por eso asociamos la vejez con paciencia, habilidades, prudencia y resistencia, ideas que persisten en la actualidad con la utilización de la palabra vieja para significar deterioro, desesperanza, menosprecio y ofensa. El machismo, esa cultura milenaria que en nuestra tierra es hija de los conquistadores españoles, aventureros o hidalgos, entró hasta la primera mitad del siglo XX con la misma fuerza que antes, siendo una condición no solo de hombres, sino también de mujeres: las niñas aprendían en

la familia a obedecer, reprimirse y someterse; los prejuicios y además la ignorancia fueron otras de sus características, como la creencia de que pasados los 40 años la mujer se volvía inactiva sexual y la menopausia era una enfermedad. Bueno, muchas mujeres no llegaban a esos extremos, pero tampoco estaban lejos de ellos. La verdad es que no había respuestas en el entorno en el que ser mujer era lo inferior y la identificación generalizada era por las carencias: yo no puedo, yo no sé, sin pensar en sus potencialidades ni adivinarlas. Y en esa especie de limbo a las chicas nos surgían preguntas: ¿Por qué a los muchachos les dan la llave de la casa y a nosotras no? Y en el colegio surgían otras preguntas: ¿Por qué no existen colegios mixtos? ¿ Por qué las mujeres no aparecen en la historia, excepción hecha de los ejemplos? Tatica,2mi madre, tenía una situación ambivalente o quizá estaba atrapada entre dos épocas: de una parte vivía con el reflejo de sus antigüedades, por los roles que nos impuso a hijos e hijas; de otra, me llevaba de la mano a los famosos viernes gaitanistas del Teatro Municipal y a las charlas que iniciaron por esos tiempos mujeres que fueron extraordinarias, como Lucila Rubio de Laverde, Esmeralda Arboleda y otras con los mismos quilates, que ya tenían una vida desenvuelta y móvil, que contradecía los modelos de recogimiento doméstico recomendados a las funciones de madres, esposas o compañeras y hermanas. Ellas, con grupos de mujeres de todas las edades, impulsaron el derecho a la ciudadanía – conseguido en 1954 – que no fue concedido por gentileza de alguien en el poder, sino que costó a esas pioneras aguantar palabras que acusaban, escritos que ofendían, miradas que incriminaban y dedos que señalaban a quienes proponían o defendían el voto femenino. 2 Enriqueta Jiménez Gaitán.

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Entre las cosas positivas de mi vida cuento la frase que le escuché a mi padre3 desde muy niña: a la mujer no se le toca ni con el pétalo de una rosa; ¡ cuanto me alegra que ese sea hoy el lema de una campaña nacional contra la violencia de género4! De otra parte, las buenas lecturas en la biblioteca que él dejó al morir y que compartíamos con mis hermanos; también los comentarios de las películas con los jóvenes del barrio, eran como cine-foros primitivos. Y con mi hermano Tomás y amiguitos, el deporte y las jornadas de baile los fines de semana. Todo ayudó en ese proceso y se amplió aún más cuando llegaron los años sesenta y empezamos a ver, unas más, otras menos y gradualmente, lo que está reconocido como una de las transformaciones sociales históricas más importante de la época contemporánea: el cambio de la situación de la mujer y su papel en la sociedad.

Aspiraciones de cuando fuimos jóvenes Tener una vida propia hoy es un deseo que puede cumplirse; antes no, porque existían situaciones que obstaculizaban el avance de las mujeres en sus vidas y en sus anhelos de independencia. Y frente a esos anhelos y a esas aspiraciones se estaba iniciando una transformación; yo sentía que el cambio se daba no solo en mí, sino en las mujeres de mi familia, en las amigas y en la sociedad en general porque eran muchas las dudas: decir o no decir, actuar o quedarse quietas; una mayoría femenina deseaba no tener que pedirle permiso al esposo o a los hermanos o al compañero o al señor cura para nada, porque ni las mujeres viejas se salvaban de eso, puesto que los hijos hombres algún día sustituían al esposo y decidían por ellos. 3 Tomás Uribe Márquez. 4 La actriz Alejandra Borrero creó esta campaña, como defensora que es de los derechos de las mujeres y contra las violencias de género.

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Había otras ataduras que aún no terminan, especialmente para las mujeres casadas: precisión de horarios de llegada a la casa; desaprobación, limitación o prohibición de amistades, femeninas por supuesto, porque una amistad masculina era impensable. Prohibición de actividades y formas de vestir y, por asombroso que parezca, hasta la decisión del corte de cabello. Una de mis amigas le reclamó un día a su esposo autonomía para decidir sobre un viaje, y este le contestó: “Te he dado suficiente libertad, ¿de qué te quejas?” Así que las mujeres estaban reducidas con esta condición a nivel de menores de edad. Aunque el fondo del problema era el miedo y como consecuencia, el silencio. También surgían nuevas ideas de trabajo y estudio, especialmente en las ciudades. Las mujeres aspiraban a ocupar puestos que no fueran solo los secundarios y los subordinados, así como el derecho a estudiar las mismas carreras de los hombres. Recuerdo a una chica que soñaba con pilotear un avión y el padre creyó que estaba loca. Y a otra que quería ser ingeniera y los hermanos se burlaban diciéndole que era suficiente con que supiera llevar las cuentas del mercado y del cumpleaños. Sin embargo, se dio en esos años un proceso de cambios cotidianos que a su vez iban modificando la mentalidad femenina. Los descubrimientos y los avances técnicos y tecnológicos cambiaban el mundo y por tanto incidían en el panorama económico, político y social; además dieron un vuelco a todas las creencias o prejuicios existentes. Nos asombró el cambio del carbón por gas, la llegada de la nevera, la televisión en 1953, la lavadora y todos los electrodomésticos que siguieron y nos mermaron gran parte de la esclavitud doméstica, lo que permitió empezar a variar costumbres y utilizar el tiempo libre para estudiar, viajar en búsqueda de recreación,


conocimiento o empleo, ir a reuniones públicas para denunciar la condición de la mujer o las injusticias sociales.

-- ¡Quieta! arrodíllese y pídale perdón a su papá.

Pero hubo más factores de cambio como la anticoncepción, la aparición del feminismo, modas más libres, letras de canciones con contenido social, situaciones políticas que conmovían al mundo y en consecuencia cientos, millares de jóvenes que daban otros rumbos a sus vidas… Todo esto permitió nuevas oportunidades, igualdades y cierto respeto en las relaciones. Se trató de una generación que rompió estereotipos para dejar más suave el camino a quienes vinieron después. Quizá los años sesenta fueron la primera quiebra del patriarcado y nadie lo previó, no quedó constancia en ningún acuerdo internacional ni evidencia en Constitución alguna.

-- ¡Sálgase de la cocina que este no es oficio de hombres!

Sin embargo, bien sabemos que se trata de un cambio histórico que aún no termina; todavía hay quienes creen sinceramente que la capacidad mental es condición de hombres, él es el que sabe porque es hombre, y quedan secuelas de un pasado que describía nuestro cerebro como pequeño e inseguro. Por eso no es difícil comprender que haya señoras mayores que aún viven con esos condicionamientos, en constante temor de decir lo que piensan, reprimiendo a hijas y nietas porque tocan temas como el aborto, las relaciones sexuales, ¡y ni qué decir de la libertad de opción sexual o los matrimonios de parejas del mismo sexo! Escandalizadas en otros casos por la unión libre de las parejas o porque las jóvenes y también los jóvenes piensan distinto con relación a la virginidad y el sexo. Quizá estas mujeres han vivido al margen de los acontecimientos, quizá pertenecen a familias acentuadamente conservadoras o tal vez pesa demasiado en ellas lo que sintieron, vivieron y oyeron en su juventud. Por eso, aún hay quien hable así:

-- ¡Prepárele los zapatos y la ropa a su marido, que no la encuentre fuera de su casa!

-- No llore que usted no es mujer.

¡Cuánto talento perdido! Es claro entonces que la mujeres viejas conocimos una sociedad donde imperaban las falsas virtudes de la sumisión y la obediencia ciegas; y además conocimos algo en lo que vale la pena meditar: el lujo que se dio un país pobre como el nuestro, al no tener en cuenta el talento ni las potencialidades de más de la mitad de sus habitantes que hemos sido las mujeres. ¿Podríamos imaginar qué grado de adelanto tendríamos hoy, si aunque fuera en la segunda mitad del siglo XX se hubiera aprovechado siquiera en parte ese talento? Y más doloroso, por decir lo menos, ver lo que veo ahora, cuarenta o cincuenta años después: que esta historia se repite. Es decir, primero se desperdició el talento y la creatividad de millones de mujeres, y medio siglo más tarde se desperdicia igualmente el talento, la experiencia y la sabiduría de la gente mayor. ¡Cuánta investigación, cuánta ciencia ha perdido la humanidad por desconocer el aporte de los viejos! Yo conocí y he sobrellevado estas dos situaciones: respecto a la primera, acorde con el avance que ya anoté de los años sesenta y décadas siguientes, en mis relaciones con grupos de mujeres discutíamos temas candentes de la época, y había algo importante: expresábamos deseos de independencia ante el hecho de continuar ocupando un puesto de segunda frente al mundo exterior; y nos decíamos que ver como si fuera

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ley la palabra y el pensamiento masculino, era algo que debía pasar a mejor vida. Es decir, sin completa conciencia, ya se exteriorizaba –y se demandaba– la necesidad de un cambio de actitudes propias y del entorno, para poder recorrer nuevos roles. Era lo justo.

dinero, y no se le ocurrió siquiera solicitar la pensión. El concepto de feminización de la pobreza, entonces, debe aplicarse también a la vejez.5

A la segunda situación fui llegando… fuimos llegando, con Francisco, poco a poco y esto facilitó la armonía en nuestro pensamiento y en la práctica de nuestro trabajo, porque ambos sabíamos lo que significaba la fuerza de la gente cuando se trata de un mismo ideal; teníamos la experiencia de fortalecer las formas asociativas para lograr presencia y estábamos involucrando nuestras vidas en una vejez activa y pensante; era además la oportunidad de continuar experimentando ese amor social, fraterno y humano que se materializa en cada reunión, en cada paso que uno da y ve que dan los otros por lo justo, por lo espiritual y por la gente.

Veamos esta hipótesis: supongamos que usted se encuentra frente a un grupo de cinco o siete mujeres entre los 63 y 83 años, o sea que está ante un promedio de más o menos cuatro siglos y medio de experiencias: ¿Cuántas historias de trabajo no remunerado, agresiones, reclamaciones que terminaron en nada, chantaje y acosos sexuales, exclusión a favor de un hombre en materia de admisión de empleo pueden contar estas mujeres, ya sea por experiencia propia o por conocimiento de casos cercanos? ¿Cuál sería el resultado de esta muestra? Y si quisiera saber ante quién o quiénes se quejaron, cómo se repararon esos daños y de qué manera, se encontraría que por físico miedo en pocos casos se denunciaron esos hechos, o que por la condición de ser mujer, los niveles de impunidad fueron totales.

Mujeres mayores en la cultura de las desigualdades

Otros prejuicios de género

“La vejez trae problemas: soledad, falta de comprensión, rechazo, miedo. Ser viejo y pobre es triste. Ser mujer, vieja y pobre es dramático”. Valerie Mealla Es fácil establecer que las mujeres mayores en gran proporción permanecen en el hogar y carecen de empleo, son dependientes; la mayoría de nosotras no tenemos pensión, porque el ingreso al mercado laboral se dio en épocas relativamente recientes, y porque antes ni el Estado exigía, ni la cultura del ahorro en el trabajo existía; pocos pensaban en eso y menos las mujeres, que ignoraban que tenían derechos. Conocí el caso de Carmencita, una querida cuñada y amiga, mayor que yo, que fue enfermera del Estado toda su vida; ella se retiró con experiencia, conocimientos, pero sin remuneración por su trabajo, ni

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Son aquellos que no reconocen la sexualidad, la sensualidad ni el entendimiento amoroso: un hombre en su vejez puede casarse o tener compañera y no es mal visto. Una mujer, si desea hacerlo, es difícil que encuentre aprobación familiar y social, y se expone a las críticas. La sociedad continúa aplicando una moral para los comportamientos femeninos y otra distinta para los mismos en los varones. Y para terminar este rosario, que no es para llorar sino para exaltar, otro ejemplo es el de la violencia intrafamiliar de todo orden, pero más que todo física y sicológica; es factor determinante 5 Es importante reflexionar sobre los conceptos “feminización de la vejez y la pobreza”, clasificar a esta como una forma silenciosa de violencia que hiere profundamente los derechos humanos. Nos estamos refiriendo a la victimización de la pobreza agravada con la “vulnerabilidad de la mujeres de avanzada edad”. Dr. Santiago N. Pszemiarower, médico argentino, en su libro Ancianidad y derechos humanos.


en la relación desigual entre mujeres y hombres, ante lo cual hay leyes, normas y medidas; no como ayer, cuando la suerte fue particularmente amarga para millones de mujeres que soportaron a lo largo de sus vidas los permanentes excesos de licor acompañados de golpes, culpas y maltrato de sus maridos, sin protección legal y con la permisividad de la sociedad en su conjunto. No obstante, la violencia contra las mujeres de cualquier edad crece y aún millones de mujeres sienten temor por denunciar, están desinformadas, desorientadas y no saben cómo actuar. De esas situaciones, tres señores mayores con quienes trabajamos en los talleres de Formación de Formadores, nos dejaron las siguientes anotaciones: Don Luis: exdirigente sindical, hombre bueno, está retirado pero asesora a otros dirigentes jóvenes en su trabajo. Nos dice: Estoy seguro que muchos quisiéramos haber establecido relaciones más igualitarias con nuestras mujeres, pero el patriarca que llevamos por dentro nos traicionó. Don Édgar: pintor y escultor: aunque compartió años de su vida con una señora, cuenta que ella un día, cansada, se fue; ahora vive solo, muy pobre y le ayudan dos sobrinos. …entonces nos portamos groseros, irresponsables y violentos. Creo que nadie ganó con eso. Ya es tiempo de que los hombres echemos una mirada hacia adentro de nosotros mismos. Don Pacho: es un señor muy culto, viudo, tiene varios hijos a los que quiere mucho. Ojalá pudiera volver a empezar, nunca volvería a maltratarla…

La experiencia cuenta Pasemos de los aportes de los talleres de formación, a un conversatorio reciente con ocho mujeres invitadas de Teusaquillo y otras localidades de Bogotá. Habíamos reunido las propuestas de los temas a tratar, con el acuerdo de que respuestas y conclusiones fueran incorporadas en este texto. Después de barajar varios temas escogimos participación. Pero antes leímos las siguientes palabras que alguien trajo: “… Ninguna persona es segura en un mundo inseguro, ninguna persona es sana en un mundo enfermo y ninguna persona puede prosperar en un mundo que no es próspero”. Las dijo el señor Rajiv Shah, de la Agencia Norteamericana para el Desarrollo –USAID- en 2012, refiriéndose a la participación, a la necesidad de reconocer las responsabilidades tradicionales y a los nuevos roles que las personas mayores están asumiendo actualmente. Iniciamos la reunión comentando formas de participación ciudadana, en la familia o en reuniones y estuvimos de acuerdo en que la comunicación es la mejor herramienta de la participación. Alguien anotó la particularidad de que el mayor porcentaje de personas mayores que llega a los grupos son mujeres; según nuestras cuentas, estimamos que de cada diez participantes siete son mujeres. El tema lo abrió una de las co-fundadoras de un grupo de gente mayor en esta localidad6 que tiene el ampuloso nombre de Consejo de Sabios, pero sus integrantes son personas sencillas, respetables, trabajadoras, que vieron en este nombre una forma de reconocer los saberes y conocimientos con los que participan por el bienestar de sus barrios. Recordamos un término similar: 6 Bogotá tiene 20 localidades; Teusaquillo con cerca de 150.000 habitantes, está en el centro de la ciudad con el número 13. Es la localidad de mayor número de personas mayores.

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En las sociedades primitivas existía el Consejo de Ancianos, su papel era orientar el rumbo de las comunidades, guardar las tradiciones, hacer las normas de convivencia; manejaban toda la información sobre las siembras, las cosechas y la caza, eran consultados, tomaban decisiones en la guerra y en la paz. Así se entendían, se valoraban y se reconocían a quienes por sus años portaban la experiencia7. Gladys, a quien le pregunté cómo se define, nos dijo: tengo un espíritu de servicio unido a un carácter fuerte. …Mi forma de participar es con el tiempo que me queda, porque lo dedico a los derechos de las personas mayores y a los temas ambientales de la localidad. Me encanta ayudarle a la gente buscando nuestro bienestar, es mi vocación, y es una de las formas como participo. Magnolia, otra de las señoras en el conversatorio, culta, estudiosa y agradable, nos contó que partía al día siguiente a Europa a ver a sus hijos. Luego agregó: …Mucho de mi tiempo lo doy a la participación en comunidad porque considero que las personas mayores debemos seguir viviendo con todas nuestras calidades. En un debate, por ejemplo, explicamos los puntos de vista, opinamos, llegamos a acuerdos y decidimos lo que vamos a hacer. Es participar para aclarar algo; es bueno que la participación sea viva y activa, pero eso depende de los motivos que nos reúnen. Julia: es persona que vive más tiempo fuera del país, reside en Teusaquillo y con su hija tienen una linda relación de amigas, comparten casi todos sus proyectos. Ella dice: 7 En la vejez continuamos el camino: Cuaderno de educación y reflexión”. Publicación de Cestra, 2006.

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Cuando viví en el exterior pertenecí a un club Zonta , de indios Sioux,8 éramos un grupo de mujeres que resolvimos ayudar a fortalecer grupos de jóvenes que estudiaban pero no tenían madre, también a madres solteras para que fortalecieran su organización y fueran participantes activas, mejoraran o transformaran ciertas situaciones que las incomodaban. Aura Rosa es una señora activa, acertada, pertenece al Consejo de Sabios y al Observatorio Ciudadano y nos hace observaciones interesantes. Yo insisto en que la perspectiva del desarrollo debe ir más allá de las políticas asistenciales y puedo demostrar que el grupo poblacional más sacrificado, cuando de inversiones se trata, es el de las personas mayores, y que su participación en la formulación de propuestas no es tenida en cuenta. Rosa: fue por un tiempo coordinadora de un programa de los derechos humanos en Barrios Unidos, luego de hablarnos de sus hijos, agrega: Yo ya estoy muy mayor (85 años) necesito salir, hacer algo… o no hacer nada si no quiero… porque es mi vida. Yo digo: los viejos ya cumplimos, ya criamos hijos, ya trabajamos, cuidé a mi madre, ahora me queda un poco de tiempo y participo en unos eventos educativos con otras mujeres mayores. Josefa es una señora activa que con otras mujeres desarrolla un proyecto productivo de plantas medicinales, conoce las propiedades de la yerbas y cuando habla nos dice: hazte amiga de la soya, de la sábila…del carbón vegetal. La vejez no detiene las actividades de la mujer, otra cosa es que el quehacer diario sea invisible, pero desde que uno fue niña sabe que siempre hay algo por hacer, sabemos hacer dos trabajos al tiempo, o más, y sabemos hacerlo bien. Esa es 8 Originarios de Canadá.


nuestra vida. Por eso yo no me puedo estar quieta. Pero todo eso que uno ha hecho le sirve después para planear un proyecto como este. Tía Inés le dicen a esta señora que desde muy joven fue actriz; vive en el histórico barrio La Candelaria, y nos dice: No se debe tener tanto miedo a la vejez porque tiene muy bellas cosas, ahora tengo 76 años y siempre se me ocurre cómo salir de una dificultad, me siento más capaz de realizar cosas y de resolver problemas; mi esposo era muy activo y creativo, y mis hijos me ayudaban a resolver todo tipo de problemas. Ahora quedamos solos, mis hijos están lejos, cada uno resolviendo sus propios problemas y él tuvo un derrame… tengo que resolver todos los problemas cotidianos, pero sigo actuando y participando activamente en el teatro. Rosa: creo que hay otra razón; pasando los setenta años de edad o más, se despierta un deseo de participar, no de saltar o correr como en la adolescencia, sino de desplegar actividades y de seguir siendo útil… Continuaré hasta el día en que Dios me lo permita, digo yo. A esto se agrega que me queda más tiempo… más tiempo para ser yo misma… Gladys:… ayudar a alguien, participar, es algo que buscamos. Porque además, hay cosas que pasan a segundo plano, ya los oficios domésticos para mi dejaron de ser la razón de la existencia, como antes, ya no los siento como una terrible obligación, y ya muchos jóvenes están asumiendo esos oficios; tenemos que preocuparnos por educar a los jóvenes, que sean acomedidos, que rescaten lo bueno y ayuden a construir una cultura de envejecimiento. Lilia es otra activista del Consejo y “sardina” del grupo, nos dice: hacer algo por los otros y por nosotras ahora que tenemos ratos libres: venir a un conversatorio, aprender algo, leer, ver un buen programa, caminar, animarnos a pintar, a cantar

¡todo sirve! También es bueno preguntarse cosas interesantes que nos incumben a los viejos, como por qué… si en otros países hay pensión universal para la gente mayor ¿por qué en Colombia no?

Tres conclusiones del grupo: 1. Hay evidentemente una situación de avance respecto a años anteriores, ese avance se da en la medida en que las personas mayores nos organizamos, participamos y sabemos defender nuestros derechos. 2. Hay más aceptación del pensamiento de los mayores. 3. Las viudas y también las mujeres mayores separadas o cabezas de familia son más autónomas respecto de su participación. Si tienen o buscan la oportunidad de conocer nuevos espacios encuentran que su voz se oye, sus argumentos o iniciativas se discuten y eso es importante, es decir, consciente o inconscientemente ¡la mujer mayor siente que su oportunidad llegó! Que puede convertirse en una lideresa porque sobre todo descubre que su capacidad de aprendizaje está viva, que su sensibilidad, emociones, aptitudes y destrezas continúan en la vejez. Se adquiere entonces determinada independencia ¡que se siente como una liberación! Sobre ese potencial, que depende de la historia de vida de cada cual, se escucharon nuevamente las voces en el conversatorio para agregar cómo podemos caracterizarnos las mujeres mayores, qué tenemos de más o menos, qué nos interesa y nos hace participar. Magnolia: Hoy tenemos más adaptabilidad al cambio. Julia: Nos interesamos por cosas diferentes, nos involucramos en cosas que no conocemos pero que queremos conocer.

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Lilia: Tenemos las mismas capacidades pero menos oportunidades por la discriminación de la edad. Josefa: Las mujeres vivimos más orientadas a tener un plan: siempre hemos tenido que planear en el hogar. Rosa: Somos más soñadoras mientras se dice que los hombres son más racionales. Aura Rosa: En Teusaquillo nos hemos cualificado mucho, ocupamos un lugar destacado en la construcción de redes sociales y en la participación comunitaria; esta ventaja se podría capitalizar para entregar conocimientos y habilidades a las generaciones más jóvenes, pero hay desperdicio de experiencia. En el último punto del conversatorio volvimos a la participación: Rosa: La participación nos da oportunidades para educarnos y obviamente para estar y apoyar a la

comunidad, para superarnos en el trabajo que es donde hay que saber hablar y conocer de qué se está hablando, saber argumentar y escuchar a los demás ¡Es bastante! Gladys: El derecho a la participación está en la Constitución Nacional, dice: Colombia es una república democrática, participativa y pluralista; ¡eso ya no nos lo quitan! Magnolia: La capacitación es indispensable para participar de mejor manera, pero necesitamos capacidad legal para decidir. Julia: Pues sí, yo entiendo que la participación enlaza a la comunidad con el gobierno, y no que el gobierno decida por la comunidad. Pensemos en el mensaje del siguiente verbo y aprendamos a conjugarlo mejor: Yo participo, tú participas, él participa, nosotros participamos, ustedes participan…Ellos deciden.

La vejez femenina debe ser analizada por las ciencias sociales Apartes de un interesante estudio aparecido en el boletín # 8, “Envejecimiento y desarrollo en América Latina y el Caribe” 1 Fueron aprobadas por Naciones Unidas importantes recomendaciones dirigidas a los gobiernos de América Latina y el Caribe, sobre eliminación de todas las formas de discriminación contra las mujeres de edad avanzada. Este estudio tuvo en cuenta las abundantes imágenes negativas que publican los medios, las costumbres profundamente arraigadas, los estereotipos de dependencia y pasividad y los prejuicios y representaciones sociales negativas, todo lo cual influye directamente en la violación a los derechos; identifica grupos o regiones donde las mujeres están siendo vulneradas por situaciones derivadas de desigualdades de género y edad, y teniendo en cuenta que la población mayor tiene una marcada tendencia femenina, plantea la necesidad de que se estudie y considere la vejez femenina como una categoría de análisis por las ciencias sociales. 1 Naciones Unidas. CEPAL, 2011

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Una de las recomendaciones dice: Las mujeres mayores deben ser consideradas un recurso importante de la sociedad y los Estados deben garantizar su efectiva participación en la vida política, social, económica, cultural y civil de las mismas. Otro punto destacado es el siguiente: Los Estados parte deben derogar o modificar leyes, reglamentos y costumbres que discriminen a las mujeres de edad y proporcionarles formación sobre sus derechos y cómo acceder a los servicios legales. (Subrayados nuestros) Para Colombia es particularmente interesante que este estudio inste al Estado a comprometerse en asegurar los derechos de las mujeres mayores víctimas o desplazadas de zonas de conflicto, sean o no de minorías étnicas o zonas rurales, por la necesidad y urgencia que existe de llevar a cabo investigaciones para establecer la realidad en la vida de las mujeres mayores y por la importancia que estos resultados tendrán en el postconflicto.

Primer Congreso Latinoamericano de Gerontología Latinoamericana en Buenos Aires La invitación decía: Querida amiga María Tila: La gerontología comunitaria convoca a un nuevo espacio de reflexión sobre las teorías y las prácticas, las formas de poder, las políticas sociales, los modos de intercambio, los tipos de participación (…), construyendo y dando forma, de manera dinámica, al envejecimiento actual… etcétera. Venía de la Directora Nacional de Políticas para Personas Mayores del Ministerio de Desarrollo Social de Argentina, Mónica Roqué, a quien tuve la oportunidad de conocer en un curso para mujeres mayores en Cartagena, Colombia, en 2010, dirigido por ella y apoyado por la Embajada de España. A ese curso asistimos treinta mujeres

latinoamericanas – cuatro colombianas- y al terminar tuvo la gentileza de informarme que en Buenos Aires se llevaría a cabo el Primer Congreso Latinoamericano de Gerontología Comunitaria, en noviembre de 2011, y que deseaba invitarme con el fin de que llevara una ponencia sobre género, vejez y envejecimiento. Elaboré el documento “Mujeres y envejecimiento, necesidades y oportunidades”9 basado en dos puntos, uno, el trabajo de un proyecto realizado en Bogotá10 y el otro, conclusiones del curso en Cartagena, como temas interrelacionados. Empezaba esta ponencia por aproximarse a las raíces de problemas de pobreza-violencia-desplazamiento, desconocimiento de derechos, dependencia de la familia, la sociedad y el Estado; mala calidad de vida y efectos de una ley laboral que nos llegó tarde. El segundo punto, uno de los principales en Cartagena, la necesidad de formar (como en Argentina actual) profesionales de cualquier edad, especializados en Gerontología Comunitaria (o de contenido similar), con dominio en gestión de políticas, herramientas y acciones para la atención de las personas mayores, desde la mirada del derecho y la integridad. 9 La exposición de esta ponencia se llevó a cabo en la Universidad de Buenos Aires, Universidad de Psicología, aula 217, el 19 de noviembre de 2011, a las 11.30 hs, en el Programa de Conferencias y Páneles. 10 Proyecto apoyado por la Embajada de Canadá, implementado en Bosa, Bogotá, por Cestra, en 2010.

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A este Congreso de Buenos Aires concurrieron profesionales, técnicos, investigadores, políticos, estudiantes y personas mayores que generan teoría, intervienen en prácticas socio-comunitarias y promueven políticas sociales que dan paso a espacios de intercambio. En total dos mil latinoamericanos mujeres y hombres, profesores de distintos países y organizadores de entidades oficiales, universidades y redes de cooperación. ¿El objetivo? Cuestionar, reflexionar y proponer modos alternativos de construir una realidad más incluyente para todas las edades. Y fue sorpresivo –quizá para muchas personas como yo- escuchar en las conferencias magistrales y leer luego en las políticas sociales que en este país hermano buscan un enfoque alternativo al economicista neoliberal, un nuevo modelo con eje en la integración social, el colectivo comunitario, la solidaridad y la participación para la construcción ciudadana, con enfoque de derechos, ajeno a las políticas asistencialistas y reitero: al neoliberalismo.

Entre los programas de restitución de derechos para personas mayores, muy mayores o con novedades de salud, ya habían adelantado en ese año una tarea con 17 mil cuidadores formados “que hacen lo mismo que un familiar, pero con técnica”, para garantizar que esas personas pudieran “envejecer en casa”. Pero simultáneamente, y este es otro punto muy importante, para que muchas mujeres mayores no tuvieran que asumir la otra desigualdad: el papel de cuidadoras, básicamente del esposo o compañero. Un conferencista, refiriéndose a las esposas ya mayores convertidas en cuidadoras, explicaba: Esta es una labor que les trae impactos de malestar físico, salud emocional, angustia económica, abandono de aficiones, aislamiento de relaciones sociales, familiares y mengua del desarrollo personal. Es una labor que termina por enfermar y acabar físicamente a la esposa cuidadora, no es justo que al llegar a la vejez las mujeres deban someterse a esta esclavitud.

María Eugenia Trujillo Serie Exvotos (2015)

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Crรณnicas


María Himelda Ramírez*

Las palabras en las páginas que aún no pasan La elaboración de un texto para el número 23 de la Revista En Otras Palabras dedicado a las Mujeres, la vejez y la paz, sobre mis vivencias en una sociedad en conflicto armado interno durante más de medio siglo, me planteó varios desafíos. Estos retos me hicieron vacilar y concluir que no tengo nada relevante que contar sobre el impacto directo de la violencia en mi vida, pese a que ésta ha transcurrido en los contextos de la Guerra Fría, la Violencia en Colombia, el Estado de Sitio, el Estatuto de Seguridad, el terrorismo del narcotráfico, la política de Seguridad Democrática. Por lo tanto estas páginas contienen fragmentos de gran simplicidad, expuestos en forma lineal, que tanto se objeta hoy, y compuestos de trazos dispersos consultados en la memoria familiar en la que traté de hallar resonancias del conflicto en mi vida, que envejece. Desde mi nacimiento ocurrido en una familia de clase media, vivo en Bogotá, en un hogar en el cual nunca nos faltó lo indispensable y donde tampoco experimentamos los sobresaltos de otras personas, familias y poblaciones enteras, cuyos integrantes han sido violentados de las más diversas formas. El año 1951 nací en una familia que se incluía en una ciudad promisoria, a la que * Profesional en trabajo social, Magister y Doctora en Historia.

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mi padre regresaba en su madurez, luego de haber resuelto trasegar por varias poblaciones colombianas en compañía de mi madre. Un hijo y dos hijas conformaban el cuadro familiar que mi nacimiento descuadró, al no haber nacido varón. Nací en el Hospital San José. Mi madre gozaba de una licencia de maternidad como pocas de sus contemporáneas, en su condición de empleada pública del entonces Ministerio de Comunicaciones, en donde también trabajaba mi padre. Ambos compartían su filiación política liberal. En algún momento me enteré que en una de las poblaciones en que trabajaron, en un ambiente de confrontación bipartidista, albergaron a un joven conservador colega de ellos, víctima de la persecución política, a quien mantuvieron escondido durante varios días. La amistad con ese joven se afianzó al punto de invitarlo a apadrinar a una de mis hermanas, entonces recién nacida, compromiso que él cumplió a cabalidad, habiéndome inclusive yo beneficiado de su cordialidad. A los once o doce años de edad hallé un testimonio de los estragos de la violencia en los campos colombianos al encontrar en la sala de mi casa, el libro La Violencia en Colombia de Monseñor Germán Guzmán, obispo de El Líbano Tolima,


quien en ese libro documentó los horrores cometidos en contra de la población campesina y compuso ese testimonio inédito hasta entonces, en compañía de Orlando Fals Borda y Eduardo Umaña Luna. Mi madre y dos de sus sobrinas mayores me espiaron con gran preocupación ojeando ese libro, que no volví a ver hasta cuando ingresé a la Universidad Nacional de Colombia a comienzos de los años setenta. Mi vida transcurría en el ambiente más o menos apacible del barrio Palermo, en donde vivía y estudiaba sin mayores sobresaltos y con la referencia de que pasando la carrera 30 con la calle 45, ocurrían hechos extraordinarios. Cuando ingresé a estudiar Trabajo Social, carrera que buscaba un lugar en el ámbito universitario, junto con las jóvenes a quienes aún nos seducían para cursar carreras femeninas, encontré parte de las maravillas intuidas en mi adolescencia. Por supuesto, en un ambiente de confrontación de ideas, posturas políticas, oportunidades culturales insospechadas, a veces intimidatorias y en ocasiones promisorias. También me encontré con una parte de los matices de la exclusión por motivos de género tan documentadas en las biografías de las mujeres pioneras en los espacios universitarios. Aún resuenan en mi mente los interrogantes pronunciados por voces cercanas y lejanas de entonces y que todavía escucho a veces, que indagaban, desde una pretendida autoridad académica, sobre la legitimidad de nuestra presencia en la universidad. Mi experiencia profesional la inicié en el año 1975 en el Instituto Colombiano de Bienestar Familiar, regional Boyacá, con sede en la ciudad de Tunja. El acceso al cargo lo logré gracias a las promesas del Frente Nacional que nos posibilitaron, a algunas personas de la generación de los años setenta, participar en concursos públicos de méritos administrados por el Servicio Civil, en

una época en que ciertos sectores sociales soñaron con disputarle al clientelismo tradicional la provisión de los cargos públicos. Mi ingreso al ICBF se produjo justo el año de la I Conferencia sobre Mujer de las Naciones Unidas que sesionó con el lema Igualdad, Desarrollo y Paz en México D.F. Fui partícipe de algunos de los actos preparatorios de ese evento memorable, impulsado por la corriente de estudios sobre la mujer de la Cepal, en un ambiente en que se formaba el denominado años después, feminismo institucional, que tantos cuestionamientos suscitó en otras corrientes feministas con afinidades socialistas, marxistas, radicales y luego, postcoloniales. En la capital boyacense, además de enterarme de que el país se extendía más allá del Puente del Común y de La Caro, en el límite norte de la ciudad de Bogotá, descubrí diferentes facetas del dolor experimentado por las violencias en el interior de los hogares. ¿De cuáles hogares? Primero que todo, de aquellos conocidos como instituciones de protección, en donde se albergaban las niñas y los niños en situación de orfandad o de abandono. En este caso, por cuanto las madres y los padres habían resuelto no asumir su cuidado, impactando de manera contundente sus vidas; me conmovían sobremanera las niñas y los niños a quienes se clasificaba de “difícil adopción”, por ser mayores de dos años, por sus rasgos físicos que no se ajustaban a los estereotipos de la publicidad de los productos Johnson, por las discapacidades. También entré en contacto con los hogares conformados por las madres jefas de hogar, sobrevivientes de violencias ancestrales, abocadas a asumir los cuidados de sus hijas e hijos, despojadas de los recursos simbólicos y materiales para asumir esa tarea.

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Además, observé la intimidación en que sobrevivían algunas madres, sus hijos e hijas, en la convivencia con esposos y padres convencidos de su supuesta superioridad; por ser varones adultos, por ser dueños de una porción de tierra de la que disponían a su antojo, por contar con el prestigio que les permitía -sobrios o ebrios- gritar, insultar, golpear, despojar; en ocasiones hasta matar a la madre de sus hijos e hijas. Con el material recopilado a lo largo de esa experiencia vital y profesional, fui admitida también por concurso público y gestante, como profesora asistente del departamento de Trabajo Social de la Universidad Nacional de Colombia. En este escenario logré organizar los primeros borradores de mis apreciaciones dispersas sobre la violencia en las relaciones familiares, en una época en que apenas se insinuaba la posibilidad del estudio por parte de las disciplinas sociales en Colombia, de esas violencias en la vida privada. Al comenzar la convulsionada década de los años ochenta esos trabajos, realizados de manera espontánea, con recursos metodológicos que me interpelaban desde la ética sobre la licitud del uso de una información sobre el dolor en la intimidad, fueron apreciados por quienes habían sido mis maestras: María Eugenia Martínez y Florence Thomas, con quienes compartiría, a finales de la década, la grata experiencia de la fundación del Grupo Interdisciplinario Mujer y Sociedad de la Universidad Nacional de Colombia. Esos estudios multiplicados en el auge del pensamiento crítico, se fueron abriendo campo en otros escenarios como los construidos por quienes organizaron los tres simposios internacionales de la Violencia en Colombia, albergados por la Universidad Pedagógica y Tecnológica de Colombia. Las tres versiones de esos simposios, sesionaron en la emblemática ciudad de Chiquinquirá, asolada por recurrentes estragos de las

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violencias y fueron espacios de encuentro de una comunidad académica que buscaba la explicación de las imbricaciones entre las violencias en los espacios públicos, los privados y simbólicos. Un hecho muy doloroso para mi familia, que ahora sí compartió con muchísimas familias colombianas un luctuoso acontecimiento, ocurrió durante la toma y retoma del Palacio de Justicia, el 6 y 7 de noviembre del año 1985, por parte del movimiento insurgente 19 de Abril, M-19 y del Ejército Nacional. El mayor de mis primos por línea paterna, magistrado de la Corte Suprema de Justicia, sucumbió… En su puesto de trabajo, quedaron tan sólo sus cenizas, sus lentes y una válvula de Hakim; restos que su esposa y sus hijos resolvieron depositar en el cementerio los Jardines de Paz para posibilitarnos cumplir con el rito funerario. En la segunda mitad de la década de los ochenta mis dos hijas y mi hijo, en su adolescencia e iniciando su juventud, testificaron el terrorismo que se ensañaba en las ciudades; debatían con su madre y con su padre por su libertad, por su derecho a la ciudad limitado por el miedo que sentíamos ante las amenazas de las bombas en los lugares públicos. No me había hecho cargo de lo que implicó para Milena, Ángela y Joaquín, ser parte de una generación que vivió un peculiar estado de sitio, hasta la difusión de una entrevista reciente con Andrea Echeverry, por el Canal Capital, a propósito de su reflexión sobre el aislamiento relativo no declarado, de las corrientes musicales en boga. Andrea reconoció la solidaridad de la banda musical argentina Soda Stéreo, al decidirse a llegar a Bogotá, pese a las declaratorias internacionales de ser una de las ciudades más peligrosas del mundo. Un día del año 2008, cuando atendía los asuntos académicos de la inauguración de la Maestría en


Trabajo Social, énfasis en familia y redes sociales, una persona que se identificó como hija de la violencia de los años cincuenta me transmitió un mensaje conmovedor sobre sus orígenes, a la vez alentador sobre nuestra función académica. Ella saludó la experiencia que iniciábamos en el departamento, al ocuparnos del estudio de las condiciones de formación de las familias colombianas. Ella supuso que con seguridad abriríamos algunas páginas a las hijas e hijos concebidos en episodios de violencia sexual, la entereza de sus madres adolescentes, jóvenes y adultas, que a la vez que guardaban silencio, reclamaban justicia. Gracias Ana María, o como te llames, por esa voz de aliento y ese reconocimiento de nuestra posible contribución, en todo caso modesta, al estudio que es a la vez denuncia y búsqueda de transformaciones de los hechos de violencia sobre las mujeres en la cotidianidad de una sociedad en conflicto armado por más de sesenta años1. Bogotá, Mayo 2015

1 El mes de marzo de 2015 se dieron a conocer a la opinión pública colombiana, las doce elaboraciones de la Comisión Histórica sobre los Orígenes y el desarrollo del conflicto armado interno en Colombia. Estos textos fueron elaborados por doce académicos como parte de las conversaciones para lograr un acuerdo entre el gobierno colombiano y la guerrilla de las Farc, en procura de la solución política al conflicto, que sesiona en La Habana, Cuba. Los informes, seis de ellos elaborados por personas designadas por el gobierno nacional y seis por personas sugeridas por las Farc, concuerdan en que los orígenes del conflicto radican en el problema de la distribución de la tierra y divergen en términos de la temporalidad. Sin embargo, es común la referencia a sesenta años del conflicto armado en el país.

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Florence Thomas*

Setenta y dos años entre guerras y utopías (…) La paz Cuesta a subir En la mañana Y en el medio del día Manos que se tantean Carmiña Navia Velasco Nací en 1943 en Rouen, ciudad del noreste de Francia, situada sobre el Sena entre París y el canal de la Mancha, capital de la Alta Normandía. Con un gran barrio gótico, una catedral de las más bellas de Francia, Rouen es a menudo llamada la ciudad de los cien campanarios, y lugar emblemático de la muerte en la hoguera de Juana de Arco. Por su ubicación estratégica entre el canal de la Mancha y París, Rouen fue devastada durante la Segunda Guerra Mundial. Los inclementes bombardeos alemanes casi logran tumbar la catedral que, en llamas, fue salvada por la valentía de los habitantes quienes, durante una noche entera, hicieron filas con baldes de agua para tratar de aminorar los catastróficos efectos de las llamas. El barrio donde vivían mis padres y mis dos hermanos se encontraba muy cerca de los lugares de los máximos bombardeos, lo que provocaba afanadoras bajadas a los sótanos después de las alarmas que prevenían de la llegada de aviones alemanes encima de la ciudad. Mi * Psicológa, Coordinadora del Grupo Mujer y Sociedad.

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hermano mayor tenía unos siete años en 1943 y de grande, contaba que le gustaba mucho bajar a los sótanos del pequeño edificio donde vivían mis padres y otros vecinos porque mi madre le había contado que si se morían todos, se iban a encontrar en un bello jardín de flores con muchos otros niños, niñas, mamás y papás para jugar y leer cuentos, lo que hacía que cada rato preguntara a mi madre cuando se iban a morir… Sin embargo, el 29 de marzo de 1943, al momento de máximos dolores de parto, mi madre alcanzó a llegar a una clínica cercana y nací en pleno furor bélico. Mis hermanos algo mayores que yo, tienen muchos recuerdos del ruido ensordecedor de las sirenas que anunciaban una alarma y que, a menudo significaba pánico y rezos. Por supuesto yo no puedo recordar nada. Solo puedo decir que mi infancia fue alimentada de historias de guerra… pues la generación de mis padres y abuelos vivió dos guerras mundiales. Mi padre quien nació en 1902, tenía 12 años a la declaración de la Primera Guerra Mundial; estaba interno en un colegio en Normandía y se acordaba de haber tenido mucha hambre durante los años de guerra pues la comida escaseaba en todas partes. Tenía tres hermanos mayores, dos de los cuales murieron durante este periodo. Su padre, mi abuelo, médico quien había estado activo en esta primera y horrenda guerra mundial se dejó morir de tristeza a la declaración de la


Segunda Guerra Mundial. De alguna manera ya no podía creer en los beneficios de la humanidad y prefirió bajar del tren de este mundo. Mis hermanos y yo crecimos en la post-guerra cuando Francia trataba de renacer de muchas cenizas y demasiados dolores. Estas dos guerras habían causado millones y millones de muertos entre soldados y civiles. De adolescentes y en relación con el nazismo, los campos de exterminación y las cámaras de gas, me acuerdo que algunas veces quisimos saber por qué la población civil se había quedado quieta y casi sin reacciones… Nuestros padres nos respondían que nunca se imaginaron lo que estaba pasando y que solo sabían de campos de trabajo y que lo laborioso de la vida cotidiana con tres niños chiquitos con hambre, a pesar de las tarjetas de alimentación que las familias con niños lograban tener, no les dejaba tiempo para preguntas que difícilmente podían tener respuestas. Sin embargo, existieron muchas divisiones familiares dolorosas pues mis padres estuvieron siempre a favor del general De Gaulle y de la resistencia cuando otra parte de la familia se fue con el general Pétain que capituló y negoció con Hitler. En fin, me acuerdo de mi madre que nos contaba cómo lograba hacer quesos con muy poquita leche y cómo aprendió a hacer zapatos para mis hermanos, cosiendo suelas a partir de algunos viejos neumáticos de bicicleta. Decía además que en tiempos de guerra, sí se sabía con certitud quiénes eran los verdaderos amigos y cómplices de uno. Más tarde, esta infancia y adolescencia mías me hacía decir a los estudiantes en mis clases en la Universidad Nacional que Colombia no se había inventado la violencia. Y les contaba algo de estas dos horrendas guerras mundiales que devastaron a Europa. También de lo que se descubrió en la liberación de los primeros campos de exterminación, de la destrucción total de Hiroshima y Nagasaki, de una abuela mía quien (nacida en

1880) nos contaba que en 1919, cuando había reuniones sociales, no asistían sino mujeres pues casi todos los hombres de su generación habían muerto en esta Primera Guerra Mundial… en fin, la vieja Europa no tiene clases de moral, ni de ética para dar a América Latina… Y ni siquiera hablé de las guerras coloniales. Poco antes de llegar a Colombia, logré estar en algunas marchas en contra de la guerra del Vietnam en el París de la década de los 60. Tenía 25 años cuando estalló Mayo del 68, esa primavera caliente que durante algunas semanas permitió vivir una utopía hecha realidad en las calles de París. Durante esos días en que la imaginación se tomó el poder, prohibir se había vuelto prohibido y los muros de París gritaban que la vida era allende. Los estudiantes habían encontrado la playa debajo de los adoquines y fueron veinte días de pura felicidad en los cuales aprendieron a ser realistas pidiendo lo imposible. Ese Mayo del 68 no lo viví porque había llegado algunos meses antes a Colombia (julio de 1967) y desde entonces me tocó vivir el amor en los tiempos de una ira tal vez peor que el mismo cólera, y tratar de entender por qué el calendario de ese mágico Macondo estaba sembrado de tantas pestes mortíferas. Y como si no fuera suficiente, en otras esquinas del planeta, que ya no es azul sino lleno de nubes grises, se estaban gestando otras múltiples guerras de las cuales sólo nombraré la de Bosnia-Herzegovina y sus horrendos campos de concentración para violaciones sistemáticas de mujeres, y el genocidio de Ruanda, en 1994, en el cual 800.000 tutsis, hombres, mujeres, niños, niñas, bebés, ancianos y ancianas, fueron masacrados con machetes en sólo tres semanas por los hutus sin que el mundo reaccionara. Silenciaré otras muchas para no hablar de las de George Bush: Afganistán e Irak. Según historiadores que se pusieron a la tarea de registrar todas las guerras de este planeta desde

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que hay palabras para registrarlas, parecería que el mundo sólo haya conocido trece días de paz desde hace 3000 años. Trece días en que los hombres y las mujeres descansaron en concordia, en que la tierra pudo respirar otros aires, en que las cosechas dieron sus mejores frutos, en que el eco de los pequeños ruidos de la vida cotidiana se oyeron desde los cuatro puntos cardinales, en que los abrazos de los hombres y de las mujeres supieron a eternidad y en que la mirada transparente de los niños y de las niñas cruzaba todas las fronteras. Trece días, sólo trece días de paz en este mundo. A este propósito, recordemos a Gabriel García Márquez: Desde la aparición de la vida visible en la Tierra debieron transcurrir trescientos ochenta millones de años para que una mariposa aprendiera a volar, otros ciento ochenta millones de años para fabricar una rosa sin otro compromiso que el de ser hermosa y cuatro eras geológicas para que los seres humanos —a diferencia del abuelo pitecantropo— fueran capaces de cantar mejor que los pájaros y morirse de amor. No es nada honroso para el talento humano, en la edad de oro de la ciencia, haber concebido el modo de que un proceso multimilenario tan dispendioso y colosal, pueda regresar a la nada de donde vino por el arte simple de oprimir un botón.

Y por supuesto que el feminismo, que estaba naciendo tímidamente en la Universidad Nacional en los primeros años de la década de los 80 gracias al Grupo Mujer y Sociedad, estuvo fuertemente atravesado por el conflicto armado que arreciaba en las cuatro esquinas del país. Y con mayor razón en el seno de una universidad —la Universidad Nacional de Colombia— bastión de una vanguardia izquierdista que tuvo como capellán al cura Camilo Torres quien escogió irse al monte, seguido de muchos jóvenes universitarios. Cuando yo llego de docente de dedicación exclusiva a la Universidad en 1967, ya Camilo había sido asesinado. Y sí, en la Universidad era difícil por no decir imposible evadir los debates casi cotidianos relativos a la lucha armada, a la

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revolución permanente, al socialismo, la JUCO, el MOIR, y otras flores de la izquierda alrededor de la lucha de clases que poco, por no decir nunca, lograban introducir en sus discursos esta otra discriminación de la mitad de la población mundial, la asombrosa y chocante discriminación de las mujeres, aun cuando ya la magistral obra El segundo sexo de Simone de Beauvoir había sido publicada desde 1949 en Francia y cuya primera edición en español creo yo, solamente al principio de los años 60 llegó a Colombia. Y de hecho, todavía muy poco se hablaba de las mujeres como principales víctimas de esta guerra, particularmente quizás por el fenómeno del desplazamiento forzoso que se visibilizó solo a partir de las últimas décadas del siglo XX: el desplazamiento reconocido hoy probablemente como el cruce de todas las violencias. Y la aparición de las violencias sexuales cuyos victimarios fueron en Colombia los actores armados, todos, de un lado o del otro… sin hablar de los desaparecidos, y los muertos que dejaban además a las mujeres entre duelos difíciles de imaginar. Y de hecho creo que solo la utopía ha mantenido y sigue manteniendo hoy a las mujeres colombianas con vida. Y cuando ella se desvanece, como se desvaneció en los sueños de María Mercedes Carranza, sólo queda tal vez el camino del suicidio. ¿Qué sueños, qué utopías habitaron y todavía habitan hoy las mujeres colombianas? ¿Qué pueden pensar las mujeres de Tacueyó, Honduras, La Negra, El Tomate o Pueblo Bello; las de Segovia, La Rochela; las de Mapiripán, El Tigre, Venecia, Ciénaga Grande; las de El Torno, El Salado, Ovejas, Chengue; las del Alto Naya, Bojayá y La Gabarra? Y podríamos añadir tristemente a esta lista la masacre de la comunidad de paz de San José de Apartadó. ¿Qué podían soñar las madres de los soldados que fueron secuestrados durante más de diez años, qué pueden pensar las viudas de Bernardo Jaramillo, de Jaime Pardo


Leal, de Carlos Pizarro y de los militantes de la Unión Patriótica?, ¿qué pudo pensar la madre de Ingrid Betancourt durante los seis largos años que la esperó? ¿Que pueden pensar y soñar hoy mujeres, líderes comunales, amenazadas porque defienden la restitución de tierras usurpadas por múltiples bandas fuera de la ley o porque denuncian violaciones de derechos fundamentales? Pues yo asumo el riesgo de responder por ellas: ante el peso de sus duelos, creen todavía que la vida renacerá en otra parte y que ese no-lugar que es la utopía es posible como lugar para la vida. Y es entonces cuando el feminismo, sin que lo sepa la gran mayoría de ellas y desde metodologías muy diversas, trata de acompañarlas construyendo poco a poco este otro mundo, este otro lugar donde otra vida será posible. Porque como lo dice Carmiña Navia en un poema llamado La Paz-Colombia: (…) diálogos embriagados de palabras No llegan A la parcela de los niños, Al rancho del labriego Ni a la faz arrugada de la anciana Que convoca la noche con su miedo. (…)

Y sí, mientras la vida renace en otra parte, mientras en medio de algún escepticismo nos invade la esperanza de que los acuerdos de paz logren firmarse, mientras sabemos que tendremos que reinventar este país, sé que son las mujeres quienes lo lograrán y sé que son ellas quienes, con su fantástico poder de transformar los duelos en renacer, le darán nuevas oportunidades a la Colombia que nuestros nietos y nietas podrán conocer y vivir. Y creo que nuestro feminismo, este feminismo que nació en Colombia hace más de 30 años en el seno de la Universidad Nacional de Colombia, de alguna manera participó en estos renaceres de múltiples mujeres colombianas que lograron reinventarse en medio de coyunturas violentas y complejas. Hubiera querido morir en un país pacificado, en un país reconciliado, en un país capaz de vivir una segunda oportunidad sobre la tierra como nos lo anunció un día García Márquez. Hoy no estoy segura de que sea posible. Aun cuando la utopía sigue habitándome.

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Yolanda Puyana Villamizar*

Cuando a mi vida ha llegado el conflicto armado:

narraciones de hechos que no quiero repetir Mario Benedetti en un poema sobre la forma como narramos nuestra vida escribe:

…. Ahora que estamos viejos ya le dimos alcance a la verdad el océano es por fin el océano, pero la muerte empieza a ser la muerte de noso­tros”

Si bien cada época contiene una forma de pensar, una manera específica de interpretar nuestro ciclo vital, en la vejez le damos más alcance a la verdad, porque esta no está permeada por tantos intereses ocasionados por la expectativa que un futuro mejor produce. Comparto con Stefan Zweig quien en la voz de su personaje, se refiere así al respecto: “A partir de aquel instante comencé a sentirme más tranquila. La vejez no implica más que cesar de sufrir por el pasado”. A los 66 años y recordando mi vida, puedo afirmar con sentimientos encontrados, como ésta ha estado permeada por el conflicto armado colombiano y arriesgarme a traer a colación estas crónicas, tal como se entretejen entre mis recuerdos. Mi relación con la violencia colombiana se * Trabajadora Social, Magister en Estudios de población.

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inicia muy niña en Bucaramanga por los años de 1950, continúa ante las experiencias de dos secuestros de un hermano en 1992, el asesinato de un compañero de trabajo, luego el secuestro de un sobrino en 1999, así como el exilio del padre de mi hija, en el mismo año. Todos estos hechos han constituido hitos, definidos por las ciencias sociales como momentos impactantes en la vida, que cambian las continuidades del ciclo vital. Deseo referirme a estos hitos en medio de esta coyuntura - las negociaciones para la paz entre el gobierno de Santos y la guerrilla de las Farc-, una época en la que me es imposible estar ajena a los procesos políticos nacionales, pues gozo cuando han avanzado las conversaciones de paz o sufro ante la posible ruptura de dicho proceso. El tipo de escrito aquí esbozado constituye una crónica con continuidades y discontinuidades, que aparecen y se difuminan, pero marcando hechos que no quiero repetir. En 1952 vivimos una época llamada ahora por los historiadores como: “la violencia”. Mi papá pertenecía a una familia de tradición familiar liberal, sus tíos abuelos habían luchado y algunos


de ellos murieron en la Guerra de los Mil Días. En su sentir no había “godo bueno” y cada quince días bajaba al Magdalena Medio, una zona muy afectada por la violencia denominada como “caliente”, a participar en la administración de una finca. Llevaba también drogas y enseres para las guerrillas liberales, que allí se defendían de la arremetida conservadora. Conversaba con vehemencia cuando se refería a los llamados “pájaros”, decía que arrasaban pueblos enteros en Santander; era anticlerical porque la curia apoyaba a los conservadores, mientras amenazaban con la excomunión, si leían a Vanguardia Liberal -el periódico regional de este partido fundado por Alejandro Galvis Galvis-. Varias veces mi papá se salvó de ser asesinado por los conservadores, que en ejércitos- muy parecidos a lo que ahora llamamos paramilitares-, le persiguieron por los cafetales. Debimos exiliarnos y se escogió que partiera hacia los Estados Unidos para salvar su vida. Mi mamá viajó con él a instalarse y mi abuela, con la tenacidad de las mujeres protectoras, se hizo cargo de nosotros aún muy niños: yo de 5 años, mi hermana de 3 y el chiquito de 1. Finalmente nos entregó en Estados Unidos después de volar en un avión de cuatro motores, que gastaba ocho horas en llegar a Miami. Después de un tiempo y al calcular una disminución del riesgo, ilusionados por la paz prometida por el general Gustavo Rojas Pinilla, retornamos del exilio a instalarnos de nuevo en Bucaramanga. Posiblemente este primer evento me volvió sensible a las noticias sobre la violencia, siempre transmitidas por mi padre: sentí escalofrío con las historias de la bomba en Cali en 1956, con la masacre de los estudiantes que resistían ante el gobierno dictatorial de Rojas y en general, los múltiples comentarios acerca de los muertos regados en los hospitales en Bucaramanga. Recuerdo el estupor que me generó el libro sobre

la Violencia en Colombia de Eduardo Umaña Luna, Orlando Fals Borda y Monseñor Germán Guzmán Campos, en especial las fotografías de los cortes de franela y las mujeres embarazadas a quienes les quitaban los hijos para insertarlos sobre sus cadáveres. Pasaron décadas y ya universitaria, en los años de 1970, me convencí de la necesidad de cambiar la sociedad a partir de una revolución de corte socialista. Mis ideas me llevaron a romper con mi papá, porque creía en el abstencionismo durante esos años, a pesar de su temor ante la posibilidad de que el exdictador Rojas volviera al poder. Yo más bien gozaba rebelándome contra mi padre e iba a los llamados “tugurios” de Bucaramanga a cantar canciones revolucionarias. Varias décadas después, cuando ya había desaparecido en mí esta fiebre revolucionaria - pero sin dejar de soñar como hasta ahora, con un cambio cultural y de equidad social-, los sectores más ricos de la ciudad estaban otra vez sometidos a la violencia y en pánico por el avance de las guerrillas: tanto el EPL como el ELN y las Farc, les secuestraban y en especial el primer grupo, cometían todo tipo de atrocidades con sus cuerpos. En 1992 mi hermano fue secuestrado por las Farc, cuando salía de la oficina. Le confundieron con un homónimo, un funcionario del gobierno administrador del programa estatal de vivienda y a quien la guerrilla acusaba de extraer para sí, recursos del Estado. Mi hermano tenía bajos ingresos, pero mientras se constataba esta situación, permaneció encadenado dentro de unas cuevas cerca de Barranca donde las Farc tenían los frentes guerrilleros. Confundido como muchos secuestrados de la época le hicieron escribir a su familia en julio 18 /92, la siguiente misiva: “me está matando la nostalgia … les pido aportar algo material , para que yo pueda estar al lado de todos. Nuevamente les suplico, mi vida depende de la negociación, sean diplomáticos y ágiles”.

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Hice con mi esposo todos los trámites para contribuir a su liberación. Como las Farc estaban en conversaciones con el gobierno de César Gaviria, se le enviaban razones aclarando la situación, en especial con las personas encargadas de las negociaciones. Otro hermano se desplazó hasta los frentes guerrilleros y de todas las formas tratamos de aclarar la equivocación del secuestro. Desde el momento de la noticia sentí varias emociones: rabia y un dolor que se acrecienta al compartir el sufrimiento con mi mamá, la furia de mis hermanos, una sensación de un vacío en el estómago que asocio con recibir una puñalada en todo momento. Sentía a la vez impotencia por vivir en este país y creer que no se puede hacer nada por cambiarlo. De todos modos, yo iba cada 15 días a Bucaramanga, para ser solidaria con mi familia y convencida de que el diálogo con la guerrilla era la salida. Después de 6 meses a mi hermano las Farc le dieron un dinero para el pasaje en bus y le dijeron que nadie iba a pagar por él, pues no valía los gastos de esa operación; una vez llegó a la casa, lloraba todo el tiempo, le habían dicho que eran los paramilitares los que lo secuestraron, mientras a nosotros nos mandaron cartas acusándonos de ser una familia poderosa, vendida al establecimiento, firmada por las Farc. Desafortunadamente mi hermano rechazó cualquier apoyo emocional terapéutico y aún no se ha recuperado. Continúa con sentimientos de temor por ser perseguido, viendo a sus victimarios en cualquier lugar, agresivo sin causa inmediata y parece resentido contra quienes le rodean. Pasaron los años y mis vacaciones en Santander no estaban ajenas a escuchar toda clase de dificultades vividas por mis hermanos en el Magdalena Medio. Llegaba un grupo guerrillero, amenazaba, se iba o volvía otro. Poniéndome en los zapatos de ellos, creo que su vida ha sido

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especialmente difícil y mis fantasías varias veces se asociaban con temores, creyendo que era la última vez que les veía. Al tiempo oía comprensiva sus críticas en contra de mis posiciones sobre la necesidad de buscar la paz a través de las negociaciones. Así fue llegando el año de 1999, pleno de los momentos difíciles que me conectaron con el conflicto armado. Celebramos su llegada en una pequeña finca familiar en la Mesa de los Santos cerca de Bucaramanga-, heredada de mi abuela. Yo siento que su fantasma aún reside allí, ofreciéndonos compañía y alegría de vivir. La noche se pasó en medio de la música tradicional, el baile, unos whiskys, la comida y en especial, las idas y venidas de mi mamá para evitar que alguno de mis hermanos se fuera a pasar de copas. Las risas y los chistes constituían el ambiente general. Reíamos ante la situación creada por el perro cuando se comió el pernil preparado con antelación como parte de la cena, bromeábamos ante el ruido de la pólvora, mientras contemplábamos el muñeco, llamado ‘año viejo’, vestido para ser quemado a las 12 de la noche, relleno de pólvora -“totes” y “gallinetas” -, que reventaban apenas se acercaba el fuego. Sin embargo ante el final de 1998 y la llegada de las doce de la noche, yo pensaba en la proximidad de un año nuevo pero duro y difícil. En esa época, mi principal actividad en el trabajo universitario consistía en dirigir con entusiasmo un grupo de investigación sobre los cambios de la paternidad y la maternidad, debía coordinar varias universidades del país, con un equipo integrado de amigos, amigas y compañeras, entusiasmadas ante la posibilidad de investigar y producir nuevos conocimientos. Veía ese trabajo como el proyecto de mi vida, porque pensaba que así continuaba los estudios de Virginia Gutiérrez de Pineda, líder en la investigación de familia en Colombia.


Al tiempo, percibía que con mi pareja ya no había una buena relación, me sentía minimizada en su compañía, la ternura entre los dos no fluía, y como con frecuencia nos pasa a las mujeres, al sentir su rechazo mi cuerpo, mi cara y mi intimidad no tenían para mí ningún valor. Como parte de esta investigación, en marzo de ese año asistimos a un seminario en la Universidad de Antioquia sobre la “función del padre”; establecimos intensos debates. Mi amistad con Hernán Henao, compañero de la investigación se acrecentó, conversamos acerca de todo: sus luchas por la identidad regional a partir de la creación del INER1, sus peleas con las Farc para que no sabotearan con bombas la rectoría de Jaime Restrepo, su amor por Dora y sus hijas, las sensaciones que le despertaban el nuevo estilo de paternidad y el acercamiento a teorías sobre las relaciones de género. No me había equivocado al presentir un año difícil: el 4 de mayo asesinaron a Hernán Henao. Habíamos conversado esa mañana sobre la necesidad de diseñar los instrumentos de la investigación. Yo no creí la noticia y mi reacción inmediata fue regañar a mi asistente, por la información que me daba. Creía que era una equivocación, podía ser un homónimo, pero era real: unos sicarios le dispararon en la cabeza cuando los recibió en su oficina de la Universidad de Antioquia. Perdimos al amigo y al compañero de trabajo. Unos afirman después de varios años que fue una equivocación, y Carlos Castaño, quien se atribuyó el asesinato, estaba arrepentido. Al tiempo otros aducen que el asesinato fue ordenado debido a un libro que mostraba cómo este grupo de las AUC expropiaba la tierra de los campesinos. Hernán nunca se imaginó que aquellas ilusiones eran imposibles de plasmar en nuestro país. 1 Instituto de Investigaciones Regionales de la Universidad de Antioquia.

Una vez superada la desesperanza provocada ante este asesinato, el 4 de junio estaba en mi casa trabajando, cuando me llamó mi cuñada llorando. Me dijo: “el ELN iba a secuestrar a su hermano Luis Alejandro, le dispararon en la pierna, el tiro llegó cerca a la arteria, se salvó por milímetros, pero se llevaron a mi hijo”. En efecto mi sobrino iba con él y se ofreció a irse con los guerrilleros, pensaba que así salvaba la vida de su padre. Él entonces tenía 19 años, lo subieron por la Cordillera Oriental, hacia espacios donde el ejército no llegaba, ni podía vencer los cordones de seguridad establecidos por miles de guerrilleros. Desde ese momento nos pusimos, otra vez, en plan de negociar para traer a mi sobrino a casa. Tan pronto se recuperó mi hermano comenzó a buscar con quien conversar ya que no había otra vía; en Bucaramanga, muchas familias habían vivido esta situación y así lograban salvar a sus parientes. De nuevo se volcaron las esperanzas en las gestiones a cargo de mi exmarido, quien estaba negociando para lograr acuerdos de paz con la cúpula de este grupo guerrillero. Otra vez sentí dolores similares a puñaladas atravesando mi estómago, vivencié de nuevo la impotencia provocada por este hecho. Esta vez las sensaciones eran más fuertes, posiblemente por tratarse de un menor, por el cansancio al repetir otro secuestro y en especial, al compartir el dolor con mis hijas: la adolescente muy adolorida con estos hechos, y con las otras dos hijas mayores, que a la vez vivían con la tristeza ante el secuestro de otro primo en Barranquilla. Esta situación generó todo tipo de desastres en mi familia: enfermedad en mi mamá, conflictos entre mis hermanos relacionados con la angustia sentida por todos y el cansancio al tocar puertas como hacía siete años. Una carta escrita por mí a mi sobrino secuestrado en septiembre de 1999, aclara más los sentimientos y las dificultades de esta situación.

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“Bogotá septiembre 18 de 1999. Querido sobrino: Desde el día de tu secuestro, siento una angustia profunda, desconsuelo, amargura e impotencia. Esta sensación me acompaña desde el momento que me despierto hasta el anochecer, ya que corroe mis entrañas y aumentan cada día ante el silencio de tu cautiverio. Tú y toda mi familia, saben que desde muy joven he luchado por superar los problemas sociales de este país. De niña fui católica, estudié trabajo social para ayudar a los pobres, pero posteriormente simpaticé con las tesis de Marx y soñaba con una Colombia socialista. El paso del tiempo, la evolución de la sociedad, la madurez, el estudio constante y una mentalidad crítica, desmontaron mis sueños juveniles. Aprendí a pensar por cuenta propia, aunque hasta la muerte seguiré creyendo en la posibilidad de construir un país más equitativo. Por ello, acciones como ésta del movimiento armado, me oprimen y cada vez más me desconciertan. Me pregunto: ¿Qué imaginario les rige? ¿Por qué caemos en esta carrera de muertes, de secuestros, de extorsiones y venganzas ? ¿Dónde está el valor por la vida humana? ¿será que después de destruir a los jóvenes, a niños y niñas, los recursos naturales, la economía, los sueños, vendrá una mano mágica que nos sacará adelante ? ¿ no será suficiente el ejemplo de los países africanos para demostrar que con una guerra como esta salimos todos perdiendo, así seamos ricos o pobres, hombres y mujeres, mientras el capital internacional cada día está más fuerte ? A mí me duele cada muerto que pasan en los noticieros, tan ávidos de figuras macabras, sean ellos o ellas, guerrilleros o soldados. A ti, mi muchacho de 20 años, solo quiero recomendarte que pongas en práctica la película que vimos hace unos meses: la Vida es Bella. Aunque para ti la única compañía sea el silencio de la noche selvática o los ruidos de grillos, pájaros y lechuzas, aunque solo te consuelen la luna y las estrellas, recuerda las posibilidades que alcanzamos cuando logramos convertir un campo de concentración en algo bello. A tus secuestradores, los invito a pensar sobre sus posibilidades vitales de otra manera, primero dejar las armas, que construyamos una cotidianidad distinta, buscar los caminos que cada vez más se cierran cuando se profundiza la crisis social y todo el presupuesto se gasta en la guerra”. Parte del trabajo de mi exmarido fue enfrentar la situación del conflicto armado acrecentado y como profesor de la Universidad Nacional contestaba invitaciones esclareciendo la coyuntura política, siendo cada vez más consciente de que las fuerzas paramilitares nos atravesaban y al tiempo que la guerrilla secuestraba, ellas realizaban masacres y desterraban campesinos. Él de148 | Mujeres, vejez y paz

nunciaba la situación por todo el país, ofreciendo conferencias al respecto. Como ya referí ante el secuestro de nuestro sobrino, trató de dialogar y gestionar su liberación, hasta que como a muchos activistas por la paz de esta época, comenzaron a llegarle las amenazas. Decide partir al exterior, comunicándonos muy poco sus inquietudes. Ante mi temor y el dolor cuando sentí esta


falta de comunicación hacia mí, una vez fuera de Colombia, él relata este momento en una carta del 28 de septiembre de 1999: “Si no hablamos de ésta situación mía, de la preocupación que a nadie le expresé durante semanas, en las cuales me sentía incómodo, amenazado, inseguro, con una corazonada a la que finalmente decidí atender, no es por sobreprotector… Decidí no preocuparlas, siendo que se trataba de temores míos, subjetivos, porque nunca hubo amenazas. Sólo cuando estas se produjeron, me animé a hablar… Para mí ha sido terriblemente duro tener que salir así… dejándolas a ustedes, la universidad, mis trabajos”.

El exilio, la decisión tan dura de dejar todo y el seguir la corazonada, era una realidad que se plasmó en el asesinato de Chucho Bejarano, profesor de la Universidad Nacional y el atentado contra Eduardo Pizarro al final del año. Los profesores universitarios fueron víctimas de las balas de los paramilitares. Así se pasaron los meses atendiendo el secuestro de mi sobrino, yendo y viniendo de Bucaramanga, íbamos a marchas, hacíamos gestiones: buscando con la Cruz Roja, la Defensoría del Pueblo, las personas que formaban parte de reuniones por la paz. Al tiempo, mi hermano ya superado en su herida, pero destrozado, buscaba todo tipo de posibilidades para comunicarse con la guerrilla y retornar a su hijo. Más que escribir mis recuerdos me parece valioso citar directamente a mi hija Natalia, en esa época de 13 años, quien interpretaba y describía al tiempo, lo que estaba sucediendo: “En mi caso, mi vida, yo comencé a sentir la guerra desde 1999, cuando secuestraron a mi primo. Desde ese momento yo sentí que todo se me volvía más difícil, entraba a más problemas, dolor por cualquier cosa y lo peor de todo es que veía más lejos la felicidad.

Yo me acuerdo que todo comenzó en junio, no sé bien la fecha, pero sí que estaba viendo la televisión, un especial de los Back Street Boys – mi grupo de música favorito-. Mi mamá estaba trabajando en la sala, cuando contestó al teléfono y era mi tía Ana María llorando. Mi mamá le preguntó: ¿qué pasaba? y comenzó a preocuparse hasta que le contó. Yo al escuchar a mi mamá gritar su nombre y llorar, así que bajé corriendo y vi a mi mamá tirada en el piso y me contó. En ese momento yo sentí que todo se me acababa, que la soledad me llegaba, igual que la tristeza, rencor y lo peor de todo, es que vi el camino hacia el otro lado de la vida, la vida mala. Mis amigas me ayudaron a desahogarme, a salir, ir al colegio, pero eso no se pudo cumplir, puesto que desde ese día mi personalidad comenzó a cambiar. Ya no era la misma Natalia. Ya no era pues, la tenía contra mi mamá, como si ella tuviera la culpa de todo lo que estaba pasando. En las clases me distraía, pesando en él, mis notas comenzaron a empeorar y comencé a pelear con mis amigos. Yo esperé que los otros meses las cosas fueran mejores, pero no pudo ser así, pues mi papá ( Jaime) como era politólogo y quería la paz, acá en Colombia, los paramilitares lo amenazaron y tuvo que irse a vivir a París. Eso también me dio muy duro, pues yo con trece años, así como todos los adolescentes necesitamos siempre a papá y mamá. Necesitábamos el afecto de los dos y yo toda mi vida había sido muy protegida, había recibido mucho afecto de ellos y sabía que no iba a ser fácil recibir solo afecto de uno. Yo no sé: ¿qué había hecho esta familia para recibir tantos golpes? Antes, lo que más me gustaba era pasar la navidad. Ya se llegaba la navidad y el año nuevo. Pero no, lo único que le pido a los paramilitares y la guerrilla es que hagamos la paz. Por favor denos a mí y a los niños colombianos el mejor regalo de navidad: la Paz. No quiero que este 24 de diciembre escuchar a mi abuelita darnos los regalos a todos y después cada uno para su casa. Porque yo por lo menos, me voy a dormir”.

El padre de Natalia se las arregló para que las reflexiones de esta niña, fueran leídas por la cúpula del ELN. Además el tiempo del secuestro ya era suficiente, con frecuencia después de unos meses, devolvían a los secuestrados, las gestiones EN OTRAS PALABRAS… no. 23 / Crónicas | 149


hechas por mi hermano también fueron dando frutos, hasta el 22 de diciembre. Ese fue un día muy especial; estaba escuchando el noticiero con mi hermano y mi cuñada, veía las referencias sobre el atentado contra Eduardo Pizarro - hermano de Carlos Pizarro asesinado en 1990, una vez se consolidaron las conversaciones con el M-19-; Eduardo se salvó de morir por tirarse al suelo y posiblemente, por falta de experiencia de los sicarios. En este momento sonó el teléfono y se reabrieron las conversaciones sobre la liberación de mi sobrino, una vez acordado que mi hermano lo iba a rescatar y por supuesto a pagar una suma de dinero considerable. Varios retos implicaban traer a mi sobrino desde el alto de la montaña: subir hasta esos lejanos frentes, llenar de billetes el jeep y esconderlos entre la carrocería para evitar que en el viaje fueran saqueados y asesinados por el dinero que llevaban. Debía llevar cuatro perros lobos para el comandante y entregar algunos caballos. Una vez hechos los preparativos, el 24 de diciembre por la mañana mi hermano con otro pariente subió a Corazones – en las montañas cerca a Aguachica- y pasó los obstáculos temidos. A las 11 a.m. se entrevistó con el comandante, contaron el dinero y le dieron 15.000 pesos de vueltas para los gastos del viaje (sic). Padre e hijo se abrazaron y comenzaron el descenso. A las 6 p.m. llegaron a Aguachica y a las 9 y media de la noche arribaron a su casa en Bucaramanga en medio de voladores, llantos, risas y música. Se inició la fiesta por el regreso de mi sobrino, por la navidad y Natalia no se fue a dormir (sic). El año nuevo, el vaticinio de una época diferente, de un siglo distinto y la nueva década daban nuevas esperanzas y se perfilaba distinta y por lo menos, las tensiones del secuestro fueron disminuyendo. Con todos estos acontecimientos, el exilio de mi marido y sus infidelidades, mi relación de pareja

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terminó por resquebrajarse; solo quedaba hacer el trasteo, dividir los muebles, pero había que esperar al año 2000, ya eran suficientes tantos acontecimientos en el 99. Hoy la familia se encuentra dividida por tendencias políticas diversas. Natalia vive en el exterior y pienso que todos estos acontecimientos fueron incidiendo en que haya proyectado sus sueños en otro país. Paradójicamente, durante 1999, el único entierro al que asistí por muerte natural, fue el de Virginia Gutiérrez de Pineda, mi líder intelectual y amiga. Seguí adelantando nuestra investigación, gracias al trabajo en equipo y a la ayuda de las y los estudiantes de la Universidad Nacional. De todo esto creo que aprendí a vivir por mí misma, ya que por primera vez sentí que yo era yo, y que ninguna relación con un hombre podría frustrar mi existencia. Aunque tarde, sentí que podría construir mi ser, no tenía que esperar a estar acompañada de una pareja para sentirme bien o mal. Han pasado 14 años desde los últimos hitos que marcaron mi vida, al estar tan cerca el conflicto armado, el exilio, y luego la separación. Sin embargo, aún estas épocas se mantienen presentes en todas mis narrativas, brotando con facilidad en mis recuerdos. Aún mi cuerpo se estremece ante los múltiples eventos que viví; estos siguen convirtiéndose en una herida que con facilidad se abre y apenas se cierra, sin la fuerza suficiente para quedar sellada. Reviví aún más fuerte estas situaciones desde el 2012, cuando se vivencian ciertas esperanzas ante los acuerdos sobre la paz. Estas experiencias las narro porque creo firmemente en la no repetición. No quiero estos hechos o similares para mis nietas y nieto. Ahora espero el proceso de paz con ilusión, porque mi cuerpo ya no resiste, ya no aguanta más violencias. ¡Es suficiente! Bogotá, julio 2/2015


María Eugenia Martínez*

Mi vejez y los azares de la vida Creo que llegué a vieja por esos azares de la vida. Con sesenta y tantos años vivir en un país en guerra permanente es una casualidad. Llegar a vieja, poder recordar aquellos momentos próximos a la muerte social y dar algunos rodeos es una oportunidad que brinda este número de la revista En Otras Palabras, y la voy a aprovechar para hacer catarsis. Cuando se van a cumplir siete décadas ya se ha recorrido el 90% del ciclo vital, si se tiene en cuenta que la expectativa de vida al nacer actualmente en Colombia es de setenta y cinco años, inclusive para las mujeres, quienes disponemos de tres más que los hombres. Tal vez es porque estamos más familiarizadas con la ética y los cuidados de la vida. Y éstos sí que son útiles para hacer frente a los achaques y a las enfermedades crónicas de la tercera edad, si se acepta la ancianidad. Recalco, si se acepta, porque al observar a muchas mujeres de mi edad es frecuente captar la negación de las huellas del tiempo. Unas acuden a estiramientos de piel o al botox que les transforman las expresiones faciales. Ni qué decir de los tintes mensuales de cabello para ocultar las canas, una de las prácticas más comunes. Otras siguen haciendo más de lo mismo con esfuerzos sobrehumanos y se lamentan por las limitaciones físicas inevitables. No

faltan quienes niegan la edad o se avergüenzan de haber pasado los cincuenta. Tengo una amiga que ha cumplido cinco veces setenta años, allí se quedó. Y tan lindas que son las expresiones: VIEJA, ANCIANA, BRUJA; a mí me gustan, me parece que conllevan poderes ocultos y me suscitan ideas recónditas. Considero que el paso de la adultez a la vejez requiere de un proceso de adaptación similar al de la niñez a la juventud, o de ésta a la adultez. Y la adaptación requiere indagar por salidas hábiles y posibles a los nuevos retos que plantea esta etapa del ciclo vital. En este período se tienen múltiples recuerdos, ya que se cuenta con más tiempo pasado y con menos por venir. Es un momento para revivir el ayer; eso si tomamos nuestro tiempo, si reconocemos que ya podemos dejar de lado las múltiples responsabilidades de las adultas y dejamos de hacer más de lo mismo como estudiar, trabajar, criar o administrar casa y si nos refugiamos en el silencio de la soledad, en el encuentro con una misma, lejos del bullicio institucional. Igualmente, algunas utopías se reconocen como imposibles de realizar, aunque podamos seguir soñando, pero indudablemente los ideales que añoramos ya serán difíciles de constatar.

* Trabajadora Social.

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Escribo desde una posición privilegiada, pues estar jubilada, contar con los excelentes servicios de Unisalud, gozar de vivienda, vivir bien acompañada con la familia y las amistades es condición de muy pocas mujeres en la ciudad y en el país. La mayoría de las viejas tienen que continuar trabajando para subsistir y contribuir a la manutención de sus descendientes con el precario auxilio de la vejez; unas son maltratadas, otras abandonadas. Creo que vivimos en una cultura enferma, donde predominan los valores del enfrentamiento violento y la muerte. Según estudios del Ministerio de Salud, realizados en la década de los noventa, el 95% de la población tenía un síntoma de alguna enfermedad mental. De solo pensar en el conflicto armado empiezo a sentir rabia, angustia, desasosiego y hasta tembladera. En algunas ocasiones se le puede hacer el quite a la industria de la muerte, o sea a aquellos grupos armados formales o no, que utilizan las armas para dirimir sus problemas y realizar sus propios intereses, argumentando el bien común. Son pocos los hombres, no son más de dos millones entre cincuenta millones de habitantes, que se arman para defender o para llegar al poder, pero hacen un estruendoso ruido y siembran el pánico en la sociedad, lo que es difícil de eludir. Es posible que no caiga una bala directamente en nuestro cuerpo pero es imposible evitar las consecuencias en la salud mental y emocional. En ese ambiente, la depresión severa reactiva se convierte en epidemia y a las mujeres nos afecta con mayor frecuencia. La depresión es nada menos que la obsesión con la muerte, con el desánimo de vivir, con el bloqueo de la mente para pensar, recordar y sentir. De ésta no escapé y me tocó acudir a la jubilación por invalidez a una temprana edad. Pasé seis meses en posición fetal, perdida, ida, como en un hueco oscuro. Invertí seis años en un proceso de tratamiento terapéutico para tratar de reencontrar el sentido de la vida. Esa fuerza

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asesinada por la lógica y las prácticas armamentistas, esa bala que penetró en mi cerebro. ¿Cómo no sentir desánimo si los triunfadores y violentos pretenden imponer su voluntad y sus intereses al resto de la humanidad, tratan que los demás hagan lo que ellos quieren; anulan los deseos de los demás, los esclavizan y someten? Y para eso arman sus ejércitos y exigen a un puñado de jóvenes para practicar la violencia. A ellos se les denomina héroes, es decir, personajes eminentes con rasgos sobrehumanos idealizados que llevan a cabo hazañas extraordinarias y beneficiosas y por ende merecen respeto, veneración y admiración. De ellos habla la historia hasta la saciedad. En la Universidad Nacional se vivía en constante zozobra. Recuerdo que una mañana, una compañera estaba trabajando en su oficina en el cuarto piso y le cayó una bala perdida en su escritorio, afortunadamente ella estaba enderezada. Quedó lívida y transfigurada. Por supuesto entramos en pánico y medio paralizadas dejamos de laborar. Nunca supimos de donde vino. Si se llegaba temprano al campo universitario y se veía a los encapuchados cargando talegos que guardaban en caletas, era seguro que al medio día había pedrea, por lo cual era preciso salir temprano. De lo contrario tocaba buscar caminos y salidas haciéndole el quite al estrépito de la guerra. Búsqueda que se tornó más difícil con la instalación de la malla alrededor del predio, pues esta tan solo nos dejó tres puertas de escape. Un día entró la policía y lanzó gases lacrimógenos al interior del edificio. Todos nos aglomeramos tosiendo en las escaleras buscando la salida y los policías estaban encañonando las puertas con fusiles. Tres profesoras estábamos embarazadas; entre el caos se nos ocurrió sacar un pañuelo blanco, mostrar nuestras barrigas y salir


del edificio para pedir que nos dejaran evacuar. Temblando de miedo y con algo de asfixia nos dejaron subir a un carro que se desplazó entre humo y piedras. A cinco cuadras de la universidad ya no había enfrentamiento y la gente se movilizaba diligentemente. En otra ocasión, también embarazada, caminaba con una estudiante por la plaza central y apareció la caballería persiguiendo a muchachos que se cubrían la cara con trapos. Lo único que se me ocurrió fue proteger al bebé en una columna y gritar que no me maltrataran. Me logré librar de los golpes pero no del pánico. A la estudiante le dieron bolillo, quedó con muchos moretones y diez días de incapacidad. Esa era la cotidianidad en la universidad, en ese ambiente de zozobra se trabajaba. Era corriente estar en reunión o en clase y escuchar el estallido de los petardos. Simplemente, se alzaban los hombros, se miraba a lo lejos y se continuaba como si nada estuviera sucediendo, pero a la larga la huella va quedando. Lo que me pregunto es: ¿cuál es el sentido y la utilidad de esos enfrentamientos estridentes? De allí nunca escuché propuestas de bienestar estudiantil, reforma universitaria, o sugerencias de políticas de investigación. En ese contexto el diálogo es imposible, es negado. Los agentes involucrados son clandestinos, bien sea porque conspiran, bien sea porque espían. Se acercan a docentes y estudiantes para invitarlos a la adhesión. El caso es que la causa es bastante difusa y para nada convincente. No entiendo cómo esas prácticas continúan reproduciéndose década tras década. Sin embargo, la universidad sigue y seguirá siendo el principal recinto para el diálogo ilustrado, para la comunicación interdisciplinaria sustentada, para la exposición y la escucha de argumentos y para la formulación de interrogantes. Tuve la fortuna de vivir y trabajar intensamente

en la universidad durante veinticinco años. Los años setenta, en pleno fulgor del movimiento estudiantil; los ochenta en el proceso de reforma universitaria y configuración de grupos interdisciplinarios para pensar cuestiones de interés para el país; y los noventa del fin de siglo, cuando se consolidó, al menos como discurso, la política de investigación científica. En los setenta, se debatían ideas revolucionarias, de cambio social, se ventilaban utopías. Asistí a múltiples asambleas estudiantiles y profesorales, iba a reuniones de grupos socialistas, liberales, anarquistas. En fin, la libre expresión campeaba. Las teorías críticas al orden establecido invitaban a pensar y a indagar por nuevas relaciones sociales. La locuacidad de algunos líderes era impresionante, aunque ahora pienso que sus discursos no variaban el estilo de los sermones eclesiásticos y mesiánicos. Por tanto llevaban a la sobresaturación y repetición de ideas, de interpretación de textos, tal vez ya no de las sagradas escrituras, pero sí de textos marxistas-leninistas. No faltaban las propuestas de vinculación a los grupos armados con la intención de conquistar el poder por la vía de las armas para hacer la revolución y tumbar el sistema. En los años ochenta se conformaron múltiples grupos interdisciplinarios en la Universidad Nacional, entre éstos creamos, en la Facultad de Ciencias Humanas el Grupo Mujer y Sociedad que respondió a muchos de los sueños de estudiar e investigar la cuestión de las mujeres y elaborar nuestros propios discursos. El grupo se convirtió en un nicho propio donde predomina el diálogo y la búsqueda del reconocimiento de los derechos de las mujeres por la vía pacífica, como ha sido la historia del movimiento feminista, por más de un siglo. De allí surgió la idea de concebir el proyecto de Estudios de Mujeres, Desarrollo y Género, hoy convertido en la Escuela de Estudios de Género. A ese sueño le apunté

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y lamentablemente las secuelas de la cultura enferma no me dejaron trabajar para contribuir a consolidarlo. Pero, actualmente, pude constatar que el tema se ha abierto espacio en la universidad. El centro de documentación alberga más de cinco mil títulos y la biblioteca digital feminista cuenta con mil quinientos textos no solo elaborados en la Escuela de Estudios de Género sino en otras unidades académicas como en las Facultades de Medicina, Enfermería y Artes, y en los Departamentos de Historia, Antropología, Literatura, Sociología, entre otros. También se cuenta con doscientas tesis de maestría. Cuando iniciamos, acudíamos a la lectura de algunos textos de académicas feministas europeas que llegaban a nuestras manos y tan solo contábamos con nuestras bibliotecas personales. Desde que tengo memoria, he oído hablar de revueltas por asesinatos de líderes políticos y democráticos que plantean la defensa de los derechos humanos y siembran ilusiones sobre la justicia social. Aclaro, pocas veces mencionan la promoción de los derechos de las mujeres. Para que nos tengan en cuenta es preciso organizarnos, sugerirles que existimos, que somos diferentes y hasta escribirles los discursos sobre la cuestión femenina. Algunos han considerado el tema en tiempos de campaña, creo que con un móvil más electoral que por convicción. Pasan las elecciones y el tema se olvida. A algunos de ellos los han asesinado; menciono a Galán, el día que lo mataron perdí la memoria y duré tres días sin saber dónde me encontraba. Cuando ultimaron a Jaramillo, yo estaba coordinando una reunión con directoras y docentes de Trabajo Social de todo el país. Nos dieron orden de desalojo, después de informarles y de percatarme que todas habían salido del recinto, tomé el carro y me perdí por muchas horas hasta acabar la gasolina; simplemente, no sabía dónde estaba. Días después me hice un examen neurológico y resultó negativo.

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Desde muy chiquita oía comentarios familiares acerca del horror que se vivió con el asesinato de Gaitán. Esa noche de abril era la víspera del matrimonio de uno de mis tíos y como la mayoría de ellos estudiaba en el centro de Bogotá, no pudieron llegar temprano a la reunión de entrega de regalos que se acostumbraba en aquella época. La angustia del abuelo y mi mamá siempre se manifestaba en las conversaciones. Al día siguiente tuvieron que posponer la ceremonia, con la pérdida de todos los preparativos para la boda. También escuchaba que se habían perdido unas tierras heredadas cerca de Fusagasugá, que fueron invadidas por colonos y nadie de la familia estaba interesado en enfrentarse en ese conflicto entre liberales, conservadores y comunistas. Se hablaba de los enfrentamientos entre pájaros y chulavitas. En buena hora la ciudad brindaba oportunidades profesionales y culturales más atractivas. Es así como viví en el seno de una familia pacífica sin ambiciones de tierras y riquezas. Quizá la principal acumulación era la biblioteca del abuelo que luego fueron enriqueciendo los tíos y una tía. Crecí escuchando que había violencia en el campo, un fenómeno lejano, en apariencia. Digo aparentemente, porque al indagar sobre la historia familiar supe de la vinculación de uno de mis bisabuelos a la Guerra de los Mil Días. De él se recuerda que era un hombre frío, solitario, huraño, temeroso y con serias dificultades para entablar relaciones afectivas y asumir responsabilidades familiares. Durante la Guerra de los Mil Días caminó descalzo y sin comida por varios meses; luego abandonó sus seis hijos y nunca se volvió a saber de él. El impacto en su familia se dejó sentir en la carencia afectiva y en el bloqueo para expresar cariño. Esas costumbres se pasan de generación en generación. Según nos cuentan, la abuela tenía una personalidad recia, desde los catorce años quedó huérfana y asumió las


responsabilidades de la casa y el cuidado de sus hermanos menores. Curiosamente, los nudos que tenía para manifestar ternura es una preocupación compartida por la mayoría de nuestras primas. Me vinculé con mi compañero al agro de una manera un tanto romántica añorando el canto de las aves, el concierto del agua, el aire puro y buscando combinar ocio y trabajo. Compramos una pequeña finca cafetera en un municipio ubicado en la montaña, bajando de la Sabana de Bogotá, compuesto por parcelas que no pasan de diez hectáreas, considerado uno de los más pobres del departamento de Cundinamarca. Sin embargo, nos brinda alimentos sanos: frijol, habichuela, arveja, plátanos, yuca, tomate, hierbas, frutas, pollos campesinos. Es un área poco poblada, la mayoría de sus habitantes son viejos y niños, pues la juventud se ha visto obligada a migrar en busca de oportunidades. Durante dos décadas disfrutamos de la tranquilidad de la región, pero allí también llegó la enfermedad del conflicto armado. Inicialmente se manifestó por medio de una banda de atracadores del camino que actuaba en complicidad con la policía, buscaba dinero en efectivo y atropellaba por doquier. Luego llegó la guerrilla, inició poniendo una bomba en un puesto de policía y acabó con la banda de delincuentes. También participaba en las jornadas de la Acción Comunal encargada del mantenimiento de los caminos y de los acueductos veredales; se dedicó a hacer justicia social y a intervenir como juez en las riñas vecinales. Cuando se ganó la confianza de los campesinos empezó a exigir la asistencia a las reuniones citadas por cuenta propia para dar órdenes, organizó turnos obligatorios para la vigilancia nocturna, exigió cuotas ineludibles en especie, como jeans de una marca especial, que después supimos que

eran de una fábrica de la mafia; y por supuesto, a reclutar a los jóvenes. Y allí, le pasó a las mujeres campesinas lo mismo que les sucede a las mujeres de los barrios periféricos de la ciudad que dedican todos sus esfuerzos e inteligencia en educar a los hijos, pero cuando llegan a los doce o catorce años se les escapan de las manos y encuentran entradas a diferentes bandos armados. Unos tienen que prestar el servicio militar obligatorio, pues el derecho de objeción de conciencia casi ni se conoce en el país; otros se vinculan a las pandillas juveniles, y otros son reclutados por los grupos armados o por las redes de las mafias. Muy pocos son los que logran continuar sus estudios para luego desempeñarse como fuerza laboral calificada. Ante la encrucijada que planteaba la presencia armada en la región, unas mujeres comenzamos a citar reuniones para dialogar, exorcizar los miedos, o quizá, para fortalecernos e impedir la vinculación de los jóvenes a esas prácticas que emergían. Una joven nos comentó con lágrimas en los ojos del dolor que sentía en su seno, pues una noche tuvieron que esconderse debajo de un toldillo con la luz encendida para evitar que el avión fantasma les disparara, y el bebé que tenía en sus brazos la mordió tan fuerte, que le salió una llaga. Unas mujeres sabían tejer, otras, reciclar plásticos, otras cocinaban y otras hacían artesanías. Así aprendimos a tejer redes y a encontrar un refugio entre nosotras mismas. Pero es bien difícil escapar de las entrañas de la guerra. Una de las señoras tenía mucha preocupación porque a un hijo le estaban exigiendo la vinculación a la guerrilla. En una reunión le sugirieron que fuera donde el personero para que el joven prestara el servicio militar y así fue. Al cabo de unos años el joven retornó y nos contó que durante las noches oscuras y frías, cuando le tocaba vigilar una torre de energía, les daban pan con panela y pólvora para distraer el miedo y sacar energías. El impacto de tal emparedado se hizo

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sentir en el sistema digestivo y tenía una úlcera incurable. Tal parece ser que el conflicto armado es un callejón sin salida. Durante esa época surgieron en la región múltiples organizaciones e iniciativas ciudadanas, se formularon varios proyectos de desarrollo local y ambiental. Seguramente, la ciudadanía afloró para buscar alternativas distintas a la presencia armada, para mostrar que había otras alternativas y que se quería vivir de manera diferente. Los estudiosos de las Ciencias Sociales han llamado a esas prácticas “resistencia civil y neutralidad activa”. El pánico se convierte en acción social solidaria, en construcción de redes ciudadanas y en búsquedas conjuntas de crecimiento y desarrollo sin acudir al empleo de las armas. Una tarde en la finca nos visitó un jefe guerrillero; debía ser uno de los fundadores, dada la edad y las barbas. Nos propuso entablar amistad. Lo primero que se nos ocurrió responderle fue: ¿Cuál amistad, acaso el muchacho que lo acompaña no lleva en ese costal un arma? ¿Acaso no estamos rodeados de muchachos armados por todas estas montañas? ¿Es posible la amistad a la fuerza? Nos respondió que tenían que defenderse. A renglón seguido nos dio el programa político y después de leer los doce puntos centrales (el mismo que leyeron en la inauguración de los diálogos del Caguán) referentes al agro, se nos vino a la cabeza interrogarle: ¿Qué proponen para la mayoría de la población que habita en las ciudades? Nos planteó que ese tema no era prioritario, que primero era preciso resolver el problema de las tierras. Le expusimos que nosotros preferíamos la neutralidad activa, por eso

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trabajábamos con los vecinos en proyectos productivos, comerciales, ambientales y artesanales, pero que por ningún motivo nos interesaban el poder y los instrumentos bélicos. Que nos inclinábamos por las múltiples y variadas historias de las paces. En otra ocasión, otro jefe que venía solicitando servicios se estuvo cuatro horas tratando de conquistarnos para su causa. La respuesta fue la misma y fuimos muy claros en plantearle que no siguiera demandando favores porque nos ponía en riesgo y no estábamos interesados en optar por esa vía. Insistimos en la neutralidad activa. En otro momento un vecino le respondió que con mucho gusto volviera una semana después para entregarle lo que pedía. Llamó al ejército y hubo un enfrentamiento violento donde murieron varias personas, entre ellas los arrendatarios de la finca, y la casa quedó incendiada. Meses después se rumoreaba que el supuesto jefe guerrillero estaba haciendo espionaje en la zona y se marchó llevándose unos cuantos millones de pesos, fruto de la intervención de justicia que hacía entre los vecinos deudores y la información de los campesinos comprometidos y colaboradores de la guerrilla. A renglón seguido se dio un proceso de limpieza social selectiva, con prácticas sádicas y macabras, similares a las que se han descrito en los múltiples libros sobre la violencia que vivimos en Colombia. Así es como reviviendo algunos episodios no sé cómo llegué a vieja. Tal vez por esos azares de la vida.


María Cecilia González Montoya*

Heridas de la guerra, aprendizajes y reconciliación, para hoy ser semilla de paz “La guerra y la destrucción, evidencian la vida no vivida. La Paz, el perdón y la reconciliación son la bandera donde florece la vida, el amor, la libertad y la esperanza” Cuando en el Grupo Mujer y Sociedad se hace la invitación a sus integrantes a escribir para el No 23 de nuestra revista EN OTRAS PALABRAS… sobre el tema ¿Cómo nos ha tocado el conflicto y la situación de guerra de nuestro país?, vienen a mí recuerdos, sentimientos encontrados, miedos, dolor, vacío y hechos que hoy ante un proceso de paz adquieren profundo valor y decido escribir. Nací en Bogotá unos días después de la toma del poder por el General Rojas Pinilla, en una familia numerosa, donde prevalecieron los valores ético-religiosos de mi madre y el sueño de libre pensador de mi padre.

* Pedagoga, Magíster en Biología.

Estudié en la Normal Femenina de las Hermanas de Nuestra Señora de la Paz ya que desde niña soñaba y jugaba con ser maestra. Allí se formaron generaciones de docentes críticos, con gran sentido de la responsabilidad, del compromiso pedagógico y social con nuestro pueblo. Mi familia aportó 3 maestras y un maestro a la causa, todos licenciados en diferentes áreas de las Ciencias y con maestrías en universidades públicas y privadas como yo, que soy docente, Magister en Biología con énfasis en Biología Celular y Genética de la Universidad Javeriana, vinculada con la Secretaría de Educación, fui catedrática en la Universidad Pedagógica Nacional, la Universidad Jorge Tadeo Lozano e investigadora del grupo de Mutagénesis de la Universidad Javeriana. El resto de hermanos con carreras afines a las ciencias sociales y humanidades. Durante mi vida universitaria, entre los años 1978 a 1982, en el movimiento estudiantil y sindicalismo magisterial vivimos “la época del terror”, fruto de la aplicación del letal Estatuto de Seguridad que el presidente Turbay Ayala utilizó para contrarrestar los diferentes “movimientos

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rebeldes”, haciéndose normal los allanamientos, las detenciones por el ejército, la desaparición y asesinato de líderes estudiantiles, obreros, campesinos, indígenas e intelectuales. Vi partir, con profunda tristeza, amigos y familias al exilio, obligados para salvar sus vidas. Otros fueron juzgados por la Justicia Penal Militar en consejos verbales de guerra. Otro momento de fuerte represión lo vivimos con la toma y retoma del Palacio de Justicia por el M19 y el Ejército Nacional, en 1985, lo que desató el temor y la impotencia ante la tortura, la desaparición y la muerte de militantes de izquierda conocidos, amigos o vecinos. Recuerdo el impacto del narcoterrorismo en la ciudad de Bogotá, que produjo en sus habitantes sentimientos de dolor, rabia e impotencia; y como docentes lo vimos reflejado en las familias de nuestros estudiantes en el aula de clase y en nuestras propias vidas. Otros episodios duros de asimilar durante el gobierno de César Gaviria fueron los asesinatos de Carlos Pizarro, José Antequera y Bernardo Jaramillo Ossa; el genocidio de los miembros de la Unión Patriótica, que nublan nuestra esperanza de paz, y nuevamente cubren de sangre y dolor a nuestro pueblo. Recuerdo nuestra participación en las masivas marchas, y los funerales que se fueron haciendo casi cotidianos y mitigaron nuestro vacío militante en la izquierda colombiana. Es en este momento que a mi familia y a mí nos toca vivir en carne propia la terrible pesadilla de la desaparición de un ser querido: mi hermano Fabio Antonio, joven estudiante, quien sale a trotar el 13 de agosto de 1992 a la pista de la Universidad Nacional y nunca regresa. Lo comenzamos a buscar 24 horas después de su desaparición en clínicas, hospitales, estaciones de Policía, Medicina Legal, DAS, cárceles, en todos los lugares

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posibles; a las 72 horas colocamos el denuncio por su desaparición en la estación de Policía, y empieza la investigación y la búsqueda desesperada entre los vivos y los muertos. Era la época cuando bajaban por los ríos de este país cantidad de “bultos negros”, cadáveres denominados N.N.; torturados, desfigurados, difíciles de identificar, que llenaron los cementerios de este territorio y que nosotros pudimos ver, pues nos llamaron de Medicina Legal en varios pueblos a identificar para ver si era el de mi hermano. Buscamos su rostro, sus ojos –recordando su tierna miradaen cada uno de ellos; en los indigentes; en cada joven; en cada loco, en diferentes calles, lugares y parques, ya que el dolor y la angustia te lo muestran. Si veíamos alguien que estaba acostado en un parque o calle, corríamos y lo llamábamos FABIO, FABIO hasta que la persona se volteaba y nos dejaba ver su rostro; entonces las lágrimas brotaban y un nudo de dolor cerraba nuestra garganta; la impotencia crecía y la esperanza se desvanecía cada día transcurrido. Mi padre no pudo con la pena; entró en un proceso depresivo, se complicó su salud y murió de un paro cardiorespiratorio el 13 de abril de 1993, destrozando a mi madre, a mí, a mis hermanos y hermanas y acrecentando el dolor y el vacío en toda la familia. De Medicina Legal continuaron llamándonos a reconocer varios cadáveres N.N. con algunas características presentadas en la denuncia, pero nunca encontramos su cuerpo para poder sepultarlo y despedirlo, para elaborar el duelo. En la Defensoría del Pueblo, en Derechos Humanos, nos apoyaron en la búsqueda sin ningún resultado y a los dos años la Fiscalía cerró el caso y lo declaró DESAPARECIDO, palabra que se genera y se vuelve común en Latinoamérica para nombrar la desaparición forzada. Cerrado el caso y para poder seguir “viviendo”, nos tocó hacer un entierro simbólico; despedirlo, hacer el duelo, perdonar, y volver a perdonar,


para reconciliarnos con nosotros y nosotras mismas, con la vida, para renacer como el ave fénix de las cenizas, y permitir que el amor y la esperanza transformaran nuestras vidas, a levantarnos dignamente , y a seguir elevando nuestra voz por el respeto a la vida, a los Derechos Humanos, a la democracia, a pedir que se eliminen todas las formas de violencia, de discriminación, a la construcción de la equidad, la justicia y la paz desde nuestro quehacer cotidiano. Por esos días yo pertenecía a la Comisión de Asuntos de la mujer de la Asociación Distrital de Educadores (A.D.E.). Allí impulsamos los estudios de Género con las maestras y se implementó el trabajo por la Equidad de género en el ámbito escolar, logrando la participación de las maestras en el Colectivo de Mujeres de Bogotá, que congregaba las diferentes organizaciones y Grupos

de Mujeres que luchaban por la defensa de los Derechos de la Mujer y la Equidad de género. Allí conozco a varias integrantes del Grupo Mujer y Sociedad de la U.N.; vi su trabajo, su rigurosidad y compromiso; solicito ser recibida en él y afortunadamente hago parte de este valioso grupo interdisciplinario, rico en sus debates y producciones académicas; disfruto de su calidez, solidaridad y complicidad por construir un mundo mejor donde quepamos mujeres y hombres con justicia social, equidad, alegría y paz. Hoy más que nunca, como víctimas, sabemos que hay que tener memoria de lo sucedido, denunciarlo y tener consciencia para que nunca vuelva a ocurrir, sanar nuestras heridas y ser semilla que germina en la construcción del nuevo país que soñamos para todas y todos.

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Fabiola León Posada*

Un siglo a través de los ojos de su abuela: Reina Pedraza de Posada Hablar de Reina María es mencionar la historia de las transformaciones sociales y políticas del mundo y de Colombia de los dos últimos siglos. Larga tarea, pero intentaré resumir estos casi cien años. Hoy damos por hecho el acceso a la educación, a los cargos públicos, a la militancia política, a decidir sobre mi cuerpo y al voto. Estos derechos no existirían sin las largas jornadas de trabajo político, legal, social y comunitario que han asumido muchas mujeres durante las décadas pasadas. Las luchas de reivindicación de los derechos de las mujeres son históricas. Aunque desde 1800 se conoce el trabajo de luchadoras, indígenas y campesinas, es en el siglo pasado donde se fortalecen y toman forma estas victorias. En febrero de 1909 se celebró por primera vez el Día de las mujeres socialistas. En agosto de 1910 la II Conferencia Internacional de Mujeres Socialistas, reunida en Copenhague, reiteró la demanda * Comunicadora, Periodista.

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del sufragio universal para todas las mujeres y se proclamó el 8 de marzo como el Día Internacional de la Mujer Trabajadora. En Colombia, 1918, se destaca una de las primeras líderes del movimiento feminista, Juana Julia Guzmán, fundadora de la Sociedad de Obreros y Artesanos de Córdoba y de la Sociedad de Obreras Redención de la Mujer. Siete años más tarde se reconocería a María Cano como líder política por su contribución a la organización de trabajadores y trabajadoras del campo y la ciudad, que derivó en la creación de la primera central obrera colombiana. María Cano también fue fundadora del partido Socialista. En este ambiente de luchas sociales nace Reina María Pedraza, el 26 de junio de 1923 en el municipio de Cachipay. Esta incansable tejedora de sociedad aprendió desde pequeña sobre la autonomía económica que debían tener las mujeres. Su madre, Laura María Pedraza, sostuvo


siete hijos vendiendo comida. De ella escuchó por primera vez sobre los enfrentamientos entre rojos y azules. En 1933 se logró el ingreso de la mujer a la universidad, pero con discriminación, dependiendo del apellido, del abolengo o del dinero en el bolsillo; mientras que en la precariedad con la que vivía la familia Pedraza solo les alcanzó para estudiar la primaria. A sus 16 años, Reina conoce al que sería su esposo por casi cinco décadas, Julio Posada, reconocido líder del Partido Comunista. Colombia padecía el periodo que se conoció como La Violencia e iniciaba el accionar sangriento de los chulavitas, banda que agredió con sevicia a las mujeres. Por su parte, en el mundo se sufría la Segunda Guerra Mundial y la nueva familia Posada Pedraza viajaba a la ciudad de Armenia para ayudar en la consolidación de los sindicatos de sastres y el de escogedoras de café. Desde su trabajo como secretaria y contadora del sindicato, Reina empezó a perfilarse como ejemplo del papel central que tenemos las mujeres en la construcción social y en la paz. Es en aquel momento donde nació como sujeta histórica de derechos o, en sus palabras: cuando abre los ojos a la realidad. Con el movimiento de mujeres de Armenia, denominado Asociación Femenina Patriótica, se organizó el envío de ayudas humanitarias a los hijos de los combatientes de las fuerzas aliadas del mundo en guerra. De la capital quindiana, los Posada Pedraza, ya con cinco hijos, se dirigen al puerto petrolero de Barrancabermeja para fortalecer con su experiencia organizativa el trabajo desarrollado por la que más tarde sería llamada Unión Sindical Obrera.

gobiernos liberales de Lleras Camargo y López Pumarejo se inició la campaña presidencial con la disputa entre el candidato conservador Ospina Pérez y el liberal Gaitán. El ambiente socio político se avivaba con la persecución y las represalias gubernamentales. Reina Pedraza, su esposo y sus hijos regresaron a Bogotá y al poco tiempo se desató el Bogotazo. El seguimiento y encarcelamiento sistemático a los miembros del Partido Comunista se agudizó tras el asesinato de Gaitán. Y ahí empezó el trabajo continuo de las mujeres con los presos políticos. Desde el grupo femenino denominado Socorro Rojo, mujeres como Rosalba Castañeda, María Rendón y Reina Pedraza organizaron en las cárceles las visitas y la alimentación de sus esposos, hijos, amigos o familiares. El 8 de junio de 1954, fecha conmemorativa del “día del estudiante caído” fue asesinado Uriel Gutiérrez; al día siguiente, once jóvenes más serían asesinados por el ejército. Aquella fecha es recordada por Reina, porque después de estos asesinatos, el Servicio de Inteligencia Colombiano, más tarde conocido como DAS, apresaría y torturaría a 27 miembros del Partido Comunista. Entre los capturados estaban Julio Posada, Hernando Hurtado, Carlos Hernández y el sindicalista Manuel Marulanda; este último moriría días después de quedar en libertad producto de la asfixia a la que fueron sometidos en los calabozos del SIC, ubicado para ese entonces en la carrera cuarta con calle 12. “La única forma de comunicarse con ellos era en el momento de llevar la comida, así que cocinábamos papas y en el interior poníamos pedazos de papel contándoles de la familia”, relata Reina.

La persistente batalla por el voto femenino había sido frustrada en 1944, y en 1946 durante los

Entre la persecución política, el número de hijos, siete, y la pobreza, para los Posada Pedraza era

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difícil conseguir una vivienda. Paradójicamente, durante uno de los gobiernos que más los persiguió, el de Rojas Pinilla, consiguieron una de las 300 casas que con subsidio entregó el Instituto de Crédito Territorial a finales de los años 50. Propio de una tejedora social, de una gobernadora de casa, Reina, durante los periodos en que encarcelaban a su esposo, enfrentó sola cada allanamiento en el que les rompieron con cuchillos los colchones, quemaron los libros y amenazaron con llevarla a prisión. Digno de una gestora de la economía del cuidado, Reina mantuvo a la familia haciendo ropa que vendían sus hijos. Siete niños que educó y disciplinó para que pudieran sobrevivir ante las amenazas guerreristas de sus perseguidores. Luego del plebiscito de 1957 se consiguen dos luchas sociales: el voto femenino y el reconocimiento gubernamental del Partido Comunista Colombiano. En estos triunfos nuevamente se destacó el trabajo de mujeres como Ismenia Mújica, Esmeralda Arboleda, Cecilia Muñoz, Rosa Domínguez, Yira Castro, Victoria Silva, Adela Dimas y otras muchas, que como Reina, ejercieron esa revolución silenciosa que no logró ver el patriarcado. Con la caída del dictador Batista en Cuba inicia el proyecto revolucionario que inspiró luchas latinoamericanas y por supuesto, llenó de esperanza a Reina María y su familia. Uno de sus hijos viajaría a Cuba y posteriormente otro a la Unión Soviética para realizar estudios y colaborar con la lucha social y política. Reina continuaba su labor de modista para enviar de vez en cuando algo a sus hijos, y seguir ayudando a los cinco que quedaban en Colombia. Así mismo militaba en la zona seis del barrio Quiroga, desde la cual organizó el envío de cuadernos y útiles de aseo para los revolucionarios cubanos. Realizó actos

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culturales y paseos para recaudar dineros que permitieran mantener las actividades del partido. Participó en la creación de la Unión de Mujeres Demócratas (UMD). Al comenzar el Frente Nacional la persecución contra el Partido Comunista y contra las y los líderes de izquierda tomó fuerza y se perpetuó durante los siguientes 16 años. Con la unión entre el PC y el MRL varios líderes de izquierda llegaron al Congreso. Las luchas regresaron a la clandestinidad, nace la propuesta de la combinación de las formas de lucha y los mítines relámpago. La necesidad de vivienda para los más necesitados continuó siendo una prioridad y así lo entendió Reina María quien participó activamente en la fundación de los barrios Las Colinas, Policarpa Salavarrieta y Julio Rincón. Otro frente por atender era el crecimiento de los sindicatos; en esta tarea también trabajó Reina, especialmente en la organización del sindicato de Colmotores. Con el Estatuto de Seguridad del gobierno Turbay, se agudizó la violencia contra los opositores al gobierno, es decir, se declara la persecución total. Regresan los allanamientos continuos al hogar de Reina, quien como madre cuidadora escondió a sus hijos y a su esposo cuantas veces pudo y en otras oportunidades los visitó en la cárcel Modelo, en la Distrital y otras más. El hogar de Reina se convirtió en espacio de solidaridad para los líderes campesinos que llegaban a la capital; fue espacio de debate sobre las ideas feministas, era el sitio de confianza para las mujeres revolucionarias como Teresa Montealegre, Adriana Vanegas y sus hermanas, Rocío Londoño, Martha Renza, Elizabeth Uribe y muchas más. Pero más allá de ser un lugar para el debate político tradicional, era el tejer comunidad a través de la actividad social al calor de un asado, de un juego de poker o una bailada de tango. En 1980 Reina entierra a su esposo, Julio Posada, tras largos años de padecer un asma que concluyó


con un paro cardiaco. Su pérdida no afectó las convicciones ideológicas y mucho menos su trabajo militante por la búsqueda de la paz, por los derechos sociales y de las mujeres. Con el nacimiento de la Unión Patriótica renace en Reina la esperanza por un sistema de vida diferente, socialista, pero esta se desvanece pronto cuando comienza el genocidio contra la UP y asesinan vilmente a su hijo Leonardo Posada, quien había alcanzado un escaño en el Congreso. Por casi una década Reina María llora y protesta los asesinatos de José Antequera, Jaime Pardo Leal, Bernardo Jaramillo, Manuel Cepeda, Luz Marina Arroyave, María Mercedes Méndez y los más de 6 mil militantes de la Unión Patriótica asesinados por las manos criminales de los enemigos de la democracia y la paz del país. Durante la última década del siglo XX, Reina continuó su trabajo con los grupos de mujeres

socialistas del Partido Comunista, el Polo Democrático Independiente, el Frente Social y Político, el Polo y la Marcha Patriótica. A través de todo este tiempo Reina continúa siendo el centro de su hogar, matrona de la casa, que profesa un amor profundo por sus hijos y sus nietos, da ejemplo coherente de mujer valiente, amiga solidaria y cómplice, pero sobre todo el de una mujer con mucha fortaleza para mantenerse en pie ante las dificultades. En estos 92 años ella ha visto el paso de la historia, enterró a su esposo y a tres de sus siete hijos; se asombra ante la involución de la humanidad, se sobrepone y permanece activa en la lucha por una Colombia en paz, en una sociedad donde la justicia, la verdad y la reparación logren el sueño libertario de una sociedad igualitaria y como diría Lenin, donde “la Revolución comienza por casa”.

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MarĂ­a Eugenia Trujillo Serie Exvotos (2015)


Remembranzas


Doris García Mosquera 1955-2015 Toda un vida por la visibilización del pueblo negro/ afrocolombiano en Bogotá D.C La Revista EN OTRAS PALABRAS… une su voz a todas aquellas que se han expresado por diversos medios en reconocimiento a su vida y sus realizaciones. Doris García Mosquera. Nace en Istmina (Chocó) en el año 1955. Fallece el 14 de julio de 2015 en Bogotá. Se destacó por ser una mujer luchadora y activista en la defensa de los Derechos Humanos de las comunidades negras/afrodescendientes y de las mujeres en Colombia, trabajo que permitió avanzar en la garantía de los derechos de este sector social. El pasado 26 de octubre la Alcaldía Mayor de Bogotá a través del Instituto Distrital de la Participación y Acción Comunal y su Gerencia de Etnias, otorgaron a Doris García Mosquera, el galardón BENKOS BIOHO: “A toda una vida por la visibilización del pueblo negro /afrocolombiano”.

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Doris fue Ingeniera Industrial de la Universidad Distrital Francisco José de Caldas, con Especialización en Gerencia de la Universidad La Gran Colombia y Maestría en Administración Pública de la ESAP. Como estudiante participó en grupos de incidencia por los derechos de las comunidades negras/ afrodescendientes y de las mujeres. Participó en el proceso de formulación de la Ley 70 de 1993; fue delegada por las mujeres negras colombianas a la Conferencia Mundial de la Mujer en Beijing (China) en 1995 y ejerció el cargo de vicepresidenta de la Comisión Consultiva Distrital de Comunidades Negras de Bogotá. Fundadora de la Asociación de Mujeres Afrocolombianas AMUAFROC, integrante de la Red de


Mujeres Afro Latinoamericanas y Afrocaribeñas y la Alianza Internacional de Líderes Afrodescendientes de América Latina y El Caribe. También fue delegada a la Conferencia Mundial contra el Racismo y la Discriminación en Durban (Sudáfrica). Participó en la formulación de la Ley de Mujer Rural, de la Política Pública Distrital y del Plan Integral de Acciones Afirmativas para el reconocimiento de la Diversidad Cultural y la Garantía de los Derechos de los Afrodescendientes en Bogotá; del Plan de Igualdad de Oportunidades para la Equidad de Género de Bogotá y de la creación de la Consejería Presidencial para la Equidad de las Mujeres. Creó en la Universidad Distrital Francisco José de Caldas el área “Universidad Incluyente”, encargada de la atención diferencial a los grupos étnicos. Fue tallerista del tema afrodescendiente en todo el país, destacando la zona rural de Istmina y Tadó y conferencista en universidades del país

y en otras, como la Universidad Complutense de Madrid, la Universidad Autónoma de México y la Universidad de Puerto Rico. Recientemente se dedicaba al diseño, monitoreo y evaluación de programas y políticas públicas diferenciales. Nos solidarizamos con sus familiares, amistades cercanas y todo el pueblo negro/afrodescendiente que conoció su trabajo incansable por la búsqueda de la igualdad y la equidad para sus raíces. UBUNTU! Por nuestra hermana Doris.

Tomado de: http://www.sdmujer.gov.co/inicio/ 706-reconocimiento-a-toda-un-vida-por-la-visibilizacion-del-pueblo-negro-afrocolombianoen-bogota-d-c Publicado el Miércoles, 15 Julio 2015 11:10 y de: http://afrocolombianosvisibles. blogspot.com.co/2015/07/doris-garcia-mosquera-1955-2015.html Publicado el 22 de julio de 2015

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MarĂ­a Eugenia Trujillo Serie Exvotos (2015)


Noticias En Otras Palabras ...


La escritora era bien conocida en Europa del Este y en la ex - URSS antes de la publicación de esta obra. Svetlana Alexievitch nació en 1948 en Stanislav, en Ukraine, pasó su infancia en Bielorusia y, luego, realizó estudios de periodismo. Trabajó como periodista en el Diario Rural y en la revista Neman. Siempre fue una periodista discreta, pero convencida de la importancia de hacer escuchar la voz de su pueblo.

Svetlana Alexievitcht premio Nobel de Literatura 2015

Traducción y adaptación del Boletín de France Cultura de 08/1072015 para la revista En Otras Palabras… No. 23, por Vilma Penagos Concha La escritora y periodista Svetlana Alexievitcht recibió el pasado jueves 8 de octubre el premio Nobel de Literatura por su obra polifónica, memorial del sufrimiento y del coraje en nuestra época. Esta periodista disidente bielorrusa, autora de obras que se sitúan entre la novela y el reportaje, era una de las favoritas. Es la décima cuarta mujer que recibe este galardón, sobre los 112 premiados desde 1901. Su obra Los Sarcófagos de zinc, publicada 1990, sobre la guerra en Afganistán (1979-1989), la hizo famosa en Francia. En ese libro reportaje, la escritora bielorrusa cuestiona la imagen gloriosa del ejército rojo a través de los testimonios de combatientes soviéticos entrevistados por ella. Con sus testimonios cuestionan (¿a pesar suyo?) la imagen de guerreros liberadores que, lejos de “sembrar manzanas en los pueblos”, como lo mostraba la televisión, “lanzaban granadas a las casas de arcilla donde las mujeres y los niños habían corrido para refugiarse.

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Hizo parte de los Pioneros y de los Komosols (las juventudes comunistas), donde su padre, profesor y militante convencido, la inscribió, pero la escritora reconoce hoy su distancia de la militancia comunista. En el año 1985 publica el libro “La Guerra no tiene rostro de mujer”, ese libro que recoge los testimonios de antiguos combatientes de la Segunda guerra mundial fue juzgado como antipatriota y censurado por el mismo Gorbatchev. De su oficio de periodista, Svetlana Alexievitch guarda una inclinación a desenterrar el pasado y a denunciar los abusos. Pronto se convierte en una disidente notoria del régimen de Loukachenko cuando, en 1997, publica La súplica Chernóbil, crónica del mundo después del apocalipsis, libro aún prohibido en Bielorrusia. “En la facultad de periodismo, me di cuenta que yo era más libre que los demás. Muy pronto me consideraron como una disidente porque yo hacía demasiadas preguntas”, afirma la escritora. Entre los libros faros de la autora se encuentra El final del hombre rojo, premio Medicis de ensayo en 2013. Esta obra hace parte de su gran proyecto escritural con el que se propone elaborar un archivo “subjetivo y subterráneo” de la Rusia contemporánea. En este libro ausculta al “Homo Sovieticus” y la manera como ha sido moldeado por la ideología marxista leninista, antes de la dislocación de la Unión Soviética. En esta obra polifónica, se mezclan los testimonios de las


víctimas del régimen, de los estalinistas convencidos, incluso luego de la experiencia del Goulag, y de anticapitalistas nostálgicos de Gorbatchev. ¿Cómo el deseo de hacer el bien puede terminar desembocando en el mal absoluto? se pregunta Svetlana Alexievitch. Mucho tiempo obligada al exilio después de su toma de posición contra el gobierno de Loukachenko, la escritora regresó a Bielorrusia y en la actualidad vive en Minsk, donde realiza un trabajo social con el apoyo del Pen Club1 y la fundación Soros2.

Bancada femenina del Congreso busca aumentar participación política de la mujer. Las congresistas Angélica Lozano y Claudia López lideraron la presentación de la iniciativa que propone aumentar la participación de las mujeres en las listas de cargos de elección popular al 50%. Plantearon que se haga de manera progresiva entre 2018 y 2026, de tal manera que para 2022 debe elevarse a 40% y en el 2026 debe quedar en 50%. La propuesta se inscribe en la reforma de equilibrio de poderes aprobada 1 El PEN Club Internacional, la Asociación Mundial de Escritores fue fundada en Londres en 1921 para promover la amistad y cooperación intelectual entre escritores de todo el mundo. Originalmente, el acrónimo PEN se refería a «Poetas, Ensayistas y Novelistas», actualmente incluye a periodistas e historiadores. El objetivo de la asociación es enfatizar el rol de la literatura en el desarrollo del entendimiento mutuo y la cultura mundial; luchar por la libertad de expresión y actuar como una voz potente en nombre de los escritores asediados, encarcelados o asesinados por sus posturas. La asociación cuenta con 145 centros PEN International independientes, distribuidos en cien países. (Datos tomados de Wikipedia). 2 Las fundaciones creadas por George Soros se reúnen en una red informal conocida como la “Soros foundations network”. En el centro de esta red se encuentran las “fundaciones nacionales”, un grupo de organizaciones autónomas que operan en más de treinta países en todo el mundo, incluyendo países de Europa Central, Europa del Este, Rusia, Guatemala, Haití y Sudáfrica. Todas las fundaciones nacionales comparten el objetivo de promover el desarrollo de sociedades abiertas. Para este fin, operan y apoyan un gran número de iniciativas referidas al arte y cultura, niñez y juventud, sociedad civil y desarrollo, reforma económica y social. El Instituto para la Sociedad Abierta (OSI - Open Society Institute) y el Instituto para la Sociedad Abierta – Budapest (OSI – Budapest), fundados ambos en 1993, asisten a las fundaciones nacionales otorgando apoyo administrativo, financiero y soporte técnico.

en junio de 2015. Actualmente las mujeres conforman el 19.8% de la Cámara de Representantes y el 22.5% del Senado. http://www.elespectador.com/noticias/política/ bancada-femenina-del-congreso-busca-aumentar-particip-artículo-583383

Fallo de la Corte Suprema

señala que el alegato de “ira e intenso dolor” o “machismo cultural” no basta para considerar que el crimen es menos grave. Este fallo se produce a pocos meses de que el presidente Juan Manuel Santos promulgara la Ley Rosa Elvira Celis, la cual reconoce como delito el asesinato de una mujer en razón a su género, tipificado como feminicidio. Un crimen que durante años ha sido minimizado bajo la excusa de ira e intenso dolor en una sociedad que ha tenido la mala costumbre de llamar crímenes pasionales a los feminicidios. http://elespectador.com/noticias/judicial/ sevicia-contra-mujeres-injustificable-artículo-581594

Gobierno y FARC se reúnen con representantes de mujeres víctimas de violencia

Los equipos negociadores del Gobierno y las FARC se reunieron el 25 de agosto en La Habana con representantes de diez organizaciones que trabajan en Colombia contra la impunidad de la violencia sexista en el marco del conflicto, trabajos que forman parte de la subcomisión de género de los diálogos de paz. En la reunión participaron Olga Amparo Sánchez de la Casa de la Mujer, Linda María Cabrera de SISMA Mujer, Adriana Benjumea de Humanas, Esther Gallego de la Ruta Pacífica, Diana Esther Guzmán de Dejusticia, Dora Isabel Díaz de la Escuela de Estudios de EN OTRAS PALABRAS… no. 23 / Noticias En Otras Palabras | 171


Género de la Universidad Nacional de Colombia, María Elena Unigarro de Taller Abierto, Ángela Cerón de IMP, Silvia Miranda de Profamilia y María Eugenia Cruz de Corporación Mujer sigue mis pasos. Datos oficiales señalan que 48% de las más de 6.5 millones de víctimas que ha dejado el conflicto colombiano corresponde a mujeres. http://www.elespectador.com/noticias/paz/gobierno-y-farc-se-reúnen-representantes-de-mujeres-vic-artículo-581452

Toda una Lección. Deysi Cheyene Ex militante del Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN), señaló en entrevista con Patricia Lara Salive, como error fundamental en El Salvador el “que las partes pactaron renunciar a la posguerra como un periodo histórico que implica definir políticas para reconstruir un país devastado por el conflicto (...) Los acuerdos incluyeron un decreto según el cual estábamos en paz y reconciliación (...) No hablar más de la guerra significó que el Estado no se ocupó de una política de salud mental, justicia y memoria”... Indicó que el acuerdo referido al conflicto económico y social quedó muy débil, pues estableció “crear un foro económico y social integrado por gente del Gobierno, de los movimientos sociales, de la empresa privada, para (desarrollar) un nuevo diálogo que enfrentara los problemas económicos y sociales, (y) a los cuatro meses dejó de funcionar”. En el tema agrario tampoco se cumplió: el compromiso de crear “un código (...) que resolviera la tenencia de la tierra quedó en el papel”. Una de las consecuencias de estas fallas ha sido “una guerra social en la que las fuerzas en pugna están vinculadas (...) al crimen organizado”. Concluyó Deysi Cheyene, que esa guerra social “está vinculada a la no asunción de la posguerra. Cuando uno desmonta un conflicto y cree que al día siguiente tiene paz, está cometiendo el mayor

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de los errores”. Patricia Lara termina la entrevista con esta reflexión: “ ¡Preocupante realidad! Pero muy importante de ser tenida en cuenta, no porque no haya que hacer la paz, sino, al contrario, porque hay que hacerla muy bien hecha”. http://www.elespectador.com/opinion/todauna-leccion

Primer retorno simbólico por las sobrevivientes de violencia sexual. El 22 de agosto de 2015 se realizó en los Montes de María este primer retorno con el lema de “Caminamos por la dignidad de las mujeres” Su objetivo principal fue resaltar la dignidad de las sobrevivientes de violencia sexual y hacer un llamado a todas las instituciones para que se prevenga este delito que hoy ubica a Colombia como el segundo país del hemisferio, luego de México, con más casos de violencia sexual y de género, según el BID. La marcha terminó con un acto simbólico en el sitio donde hace 15 años los paramilitares masacraron y violaron a decenas de pobladores. Se colocó allí una placa para la memoria. Participaron las sobrevivientes, organizaciones defensoras de derechos humanos, pobladores de los Montes de María, funcionarios de Naciones Unidas, de la Gobernación de Bolívar, la Unidad de Víctimas y el Centro de Memoria Histórica. http://www.eltiempo.com/política/justicia/retorno-simbolico-por-las-sobrevivientes-de-violencia-sexual/16257941

¿Una magistrada para la Corte Constitucional? El director de Dejusticia Rodrigo Uprimny ha propuesto que la próxima terna para magistrado


de la Corte Constitucional sea compuesta exclusivamente por mujeres para así lograr “una mayor equidad de género en las altas cortes”. Señaló Uprimny que “en Colombia subsiste una gran inequidad de género, en especial en el poder judicial”. Agregó que en la Corte Suprema sólo hay 5 mujeres entre sus actuales 21 integrantes; en el Consejo de Estado 8 de de 27 y en la Corte Constitucional apenas 2 de 9. A eso se suma que esa entidad sólo ha tenido 3 mujeres magistradas en su historia, es decir, menos del 10% desde 1991. http://www.semana.com/nacion/articulo/ una-magistrada-para-la-corte-constitucional/439104-3

Elecciones 2015 El 36% de los inscritos a elecciones son mujeres. La Alta Consejería para la Equidad de la Mujer ACPEM informó que del total de 113.426 candidatos inscritos para las elecciones regionales del 25 de octubre, 41.507 son mujeres, que equivalen al 36.5%. Para alcaldías se inscribieron 649 mujeres; para gobernaciones 25; en listas para concejos 33.243; para asambleas 1262; y en las de las JAL 6.328. Las regiones con más mujeres inscritas son Cundinamarca, Boyacá, Norte de Santander y Santander, seguidas por Atlántico, Bolívar, Cesar, Córdoba, Guajira, Magdalena, San Andrés y Sucre. Ha habido un incremento en la participación política femenina desde 2007, cuando el 13.6% de los elegidos fueron mujeres y en el 2011 ese porcentaje aumentó al 22.1%.

Rafaela Vos, nueva rectora (e) de la Universidad del Atlántico.

La rectora encargada Rafaela Vos cuenta con maestrías en Ciencias Políticas de la Universidad

Nacional Autónoma de México y en Historia de la Universidad Nacional de Colombia. Es docente e investigadora con amplia trayectoria y reconocimiento en el departamento del Atlántico y en el ámbito nacional en temas de sociología, historia de género, ciencias políticas, participación y ciudadanía, construcción de políticas públicas, procesos de gestión en ciencia y tecnología e innovación. Se ha desempeñado como Vicerrectora de Investigaciones, Extensión y Proyección Social de la Universidad del Atlántico y Coordinadora del Grupo de Investigación Mujer, Género y Cultura, reconocido por COLCIENCIAS. http://www.eltiempo.com/Colombia/Barranquilla/siguen-demandas-contra-la-ministra-deeducacion-gina-parodi/16239095

Nuevamente presentan proyecto de ley en el Congreso para prohibir la prueba de embarazo como requisito laboral. La intención es insistir en que se deben garantizar los derechos laborales de las mujeres en el acceso al trabajo. El proyecto presentado por la representante a la Cámara Guillermina Bravo, busca que las empresas o entidades que insistan en este requisito, podrán ser multadas hasta con 50 salarios mínimos mensuales legales vigentes por cada caso comprobado. http://www.elespectador.com/noticias/politica/ promueven-prohibicion-de-prueba-de-embarazo-requisito-l-articulo-578678. Es necesario recordar que ya existen reglamentaciones legales sobre este tema. La Resolución 003941 de 1994 del Ministerio del Trabajo así lo estipula. La Corte Constitucional en la Sentencia T-071 de 2007 afirma que “todo acto orientado a sancionar o impedir el embarazo de la empleada o a investigar si él existe para que de allí dependa

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el acceso, la permanencia o la promoción de la mujer en el trabajo se revela como ilegítimo e inconstitucional”. Los derechos violados son: Derecho a la intimidad (Art.15 C.N.); derecho al libre desarrollo de la personalidad (Art.16 C.N.); derecho de la pareja a decidir libremente el número de hijos (Art. 42 C.); derecho al trabajo (Art. 25 C.N.). Se realizó en Bogotá el 9 y10 de septiembre de 2015 el Seminario Internacional Experiencias de institucionalización de la equidad de género en la educación superior. Sus objetivos buscaban generar un espacio de reflexión y divulgación sobre los procesos de institucionalización de la equidad de género en la educación superior en América Latina y Europa; presentar y compartir los resultados del proyecto FEGES; realizar un balance de las capacidades institucionales de las universidades para implementar acciones dirigidas al fortalecimiento de la equidad de género en la educación superior, e inaugurar la Biblioteca Digital Feminista Ofelia Uribe de Acosta. El proyecto Fortalecimiento de la Equidad de Género en la Educación Superior - FEGES - fue desarrollado conjuntamente por las universidades Nacional de Colombia, Industrial de Santander, Central y Autónoma. Contó con el apoyo de la Universidad de Utrecht, la Dirección Internacional MDF y Nuffic. http://www.humanas.unal.edu.co/genero/files/5014/4138/1475/Nota_prensa_seminario_ FEGES.pdf

Con la organización conjunta de

las universidades Nacional de Colombia, de los Andes y Javeriana, se llevó a cabo en Bogotá el Seminario Internacional Género y Cuidado, Teorías, Escenarios y Políticas los días 26, 27 y 28 de agosto. El Seminario se propuso crear un espacio académico de debate sobre los desarrollos

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teóricos, metodológicos e investigativos en el tema de los cuidados, desde una perspectiva feminista y de género; propiciar diálogos entre el movimiento social de mujeres, el Estado y la academia, con el objeto de proponer mejores políticas públicas en torno a los cuidados, en los espacios privados y públicos; e impulsar la creación de redes académicas, nacionales e internacionales, en la investigación sobre los cuidados, a través del intercambio de conocimientos sobre los estudios adelantados en Colombia y en otros países. Contó con la participación de conferencistas nacionales e internacionales de reconocida trayectoria académica y en la formulación de políticas públicas en el tema del cuidado. http://www.humanas.unal.edu.co/genero/extension/genero-cuidado/ http://institut-du-genre.fr/fr/actualites-du-reseau/colloques-et-journees-d-etudes/article/ seminario-internacional-genero-y

Promulgada Ley sobre el feminicidio. El 6 de julio de 2015 fue promulgada la Ley 1761

“Por la cual se crea el tipo penal de FEMINICIDIO como delito autónomo y se dictan otras disposiciones” (Rosa Elvira Cely). El objeto de la Ley es el de tipificar el feminicidio como un delito autónomo, para garantizar la investigación y sanción de las violencias contra las mujeres por motivos de género y discriminación, así como prevenir y erradicar dichas violencias y adoptar estrategias de sensibilización de la sociedad colombiana, en orden a garantizar el acceso de las mujeres a una vida libre de violencias que favorezca su desarrollo integral y su bienestar, de acuerdo con principios de igualdad y no discriminación. Castiga hasta con 41 años de cárcel a quien asesine a una mujer por razones de género.


http://wp.presidencia.gov.co/sitios/normativa/ leyes/Documents/LEY%201761%20DEL%20 06%20DE%20JULIO%20DE%202015.pdf http://www.semana.com/nacion/articulo/feminicidio-ley-en-su-contra-promulgada-en-colombia/433885-3

Proceso de paz. El 23 de septiembre en La Habana, el presidente Juan Manuel Santos y el máximo jefe de las FARC Timoleón Jiménez firmaron el acuerdo sobre justicia transicional (restaurativa y reparadora) y anunciaron que a más tardar en 6 meses (marzo de 2016) deberá estar firmado el Acuerdo Final del Proceso de Paz. Dentro de los puntos acordados quedó establecido que no serán objeto de amnistía o indulto las conductas tipificadas en la legislación nacional que correspondan con delitos de lesa humanidad, el genocidio y crímenes de guerra, como la toma de rehenes, secuestro, tortura, desplazamiento forzado, desaparición forzada, ejecuciones extrajudiciales y violencia sexual. http://www.elespectador.com/noticias/paz/gobierno-y-farc-anuncian-final-de-guerra-marzode-2016-articulo-588178

La investigadora Virginia Gutiérrez de Pineda, antropóloga y socióloga, precursora

de los estudios sobre familia en Colombia y considerada pionera del feminismo en el país, aparecerá en los nuevos billetes de $10.000 a partir de 2016. Asimismo, la pintora Débora Arango, reconocida artista que revolucionó los cánones de las artes plásticas en los años cuarenta, figurará en los nuevos billetes de $2.000. El Banco de la República rinde así homenaje a dos mujeres que en distintos campos de la cultura marcaron una etapa definitiva en la historia del país.

Las mujeres en las elecciones regionales de octubre 25 de 2015 Según datos de la Registraduría Nacional de Estado Civil, 5 mujeres fueron electas como gobernadoras de los departamentos de La Guajira, Magdalena, Meta, Putumayo y Valle del Cauca, conformando el 15.6% del total de 32 gobernaciones. Con ello se pasó de tres gobernadoras en el periodo 2011-2015 a cinco gobernadoras para el periodo 2016-2019. http://www.colombia.com/elecciones/2015/regionales/resultados En el estudio realizado por la Corporación Casa de la Mujer de Bogotá, http://www.slideshare.net/ Casa_la/las-mujeres-elegimos-pero-no-somoselegidas, se presentan además de estos datos, los correspondientes a las elecciones para alcaldías, donde de un total de 1.109 municipios, 130 mujeres -11%- fueron elegidas como alcaldesas, con lo cual se registra un leve incremento en relación con el periodo anterior en el cual habían sido elegidas 108 alcaldesas. El potencial de la participación electoral de las mujeres es mayoritario si se tiene en cuenta que del total de 33.820.199 personas habilitadas para votar en estas elecciones, el 51.5% -17.413.258son mujeres y el 48.5% -16.406.941- son hombres http://www.registraduria.gov.co/Boletin-InternoNuestra-Huella,18972.html. Sin contar con los datos sobre la participación electoral real y efectiva de las mujeres votantes se puede afirmar que el potencial electoral de las mujeres es mayoritario y pese a ello, los resultados del ejercicio político electoral son ínfimos, después de 61 años de haber obtenido el derecho a elegir y ser elegidas.

Del 5 al 10 de octubre se celebrará en

Bogotá el XVII Congreso Colombiano de Historia, que después de dieciséis versiones cuenta por primera vez con una historiadora feminista EN OTRAS PALABRAS… no. 23 / Noticias En Otras Palabras | 175


como conferencista principal, la doctora Dora Barrancos, quien se ha dedicado a estudiar la agencia femenina y el feminismo en Argentina, además de los conflictos y las revoluciones privadas llevadas a cabo por las mujeres, los movimientos sociales de principios del siglo XX y XXI, los movimientos socialistas y anarquistas, el rol de la educación en la historia argentina, así como aspectos de la historia política. Esta conferencia principal, sumada a la línea temática de “Historia y Género” con la que cuenta el Congreso, no sólo es un espacio de ampliación y circulación de conocimiento, sino de reflexión. Considerando que el Congreso Colombiano de Historia se celebra desde 1977 y su propuesta surgió de la Asociación Colombiana de Historiadores, la cual puede verse como una forma de materialización de la generación de la “Nueva Historia” y de alguna manera como la contraposición de la Academia Colombiana de Historia y la historia hegemónica y decimonónica que esta última representaba, resulta tardía la participación en la actual versión de una conferencia principal del género dentro de la Historia en el Congreso. Aunque podemos ver en las distintas ediciones que se han realizado del Congreso que si bien hay una aparición, digamos que constante, de las historiadoras con temas de género y mujeres, lamentablemente no es una participación realmente representativa o incluyente. No obstante que se ha contado desde el principio con la historiadora María Himelda Ramírez —quien ha hecho aportes importantes al tema de la historia de las mujeres— dentro del comité organizador y ha trabajado junto con otras historiadoras interesadas en los temas de género por posicionar la relación entre la historia y el género, sólo hasta ahora se logró una apertura más amplia y un posicionamiento del tema “Género - Historia” dentro del Congreso Colombiano de Historia.

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¿Será acaso por la casualidad de que por primera vez su organizador hegemónico, la Asociación Colombiana de Historiadores y la Academia Colombiana de Historia se aliaron para la organización del Congreso? Realmente no lo creo, pues si bien la generación de la “Nueva Historia”, trajo consigo la renovación historiográfica al establecer una ruptura con la historiografía decimonónica, dando paso al trabajo de las mujeres que han investigado durante tres décadas sobre una historia con perspectiva de género, esto no termina siendo del todo una “historia feliz”, porque la historia decimonónica se caracterizó por tener una ideología androcéntrica, donde “la verdad” era la dictada por los hombres, produciendo por décadas en la disciplina histórica una visión del mundo completamente masculina que además se pretendía universal. La “Nueva Historia” trajo con ella una “inclusión” que por largo tiempo fue realmente una “exclusión”, pues lo que hicieron fue crear un “cuarto propio” como el que menciona la escritora Virginia Woolf, en donde han mantenido aislada la investigación de la historia de las mujeres del resto de la Historia. Por ello, se debe celebrar que en esta ocasión se logró una participación representativa de la historia y el género, pero sobre todo se debe invitar a continuar con el trabajo juicioso que muchas historiadoras han desarrollado hasta ahora para mantener una participación destacada dentro de la disciplina histórica, pues después de treinta años de realización del Congreso al fin se tiene un espacio amplio y significativo. Esto tal vez sea una muestra de que al fin el género y la historia están entrando en un diálogo real. ¡En hora buena! Lorena P. González Zuluaga Historiadora Universidad Nacional de Colombia - Bogotá


Cuando finalizábamos esta edición se iniciaba un proceso que se denominó unmillondemujeresdepaz. El siguiente es uno de los textos que circularon por las redes sociales en febrero del año 2016. Decidimos publicarlo en este número con la confianza en que en el próximo N° 24 que

corresponde a nuestra edición conmemorativa de nuestro 20 años de existencia, el Acuerdo de Paz de la Habana ya se haya firmado y podamos dar cuenta de los nuevos rumbos de la construcción de la paz.

“Nos movilizamos por la construcción de la paz y la reconciliación” El 2016 es el año de la PAZ. estamos muy cerca de vivir un hecho histórico: la firma de los acuerdos de paz entre el Gobierno Nacional y las FARC y la formalización de la mesa de diálogo con el ELN, pasos esenciales para poner fin al conflicto armado interno que padece Colombia desde hace más de seis décadas. Luego de la firma de los acuerdos vendrá su validación, a través de algún mecanismo jurídico, y, sobre todo, un proceso de comprensión de esos acuerdos y de apropiación por parte de toda la sociedad de lo que significa vivir sin guerra y sin violencia. Convencidas de que la paz es un reto de toda la sociedad, hemos echado a andar la Iniciativa Ciudadana “UN MILLÓN DE MUJERES DE PAZ”, en la que mujeres colombianas que vivimos en el país o en el exterior trabajaremos unidas y dispondremos lo mejor de nosotras para la enorme tarea de la construcción de la paz, que implica democracia, justicia, inclusión, respeto a la diversidad, al ambiente y a nuestro patrimonio, equidad de género, eliminación de las violencias contra las mujeres y plenas garantías para la participación política y social. Hay que poner fin a la confrontación armada para superar el dolor de la guerra, los desplazamientos, la violencia sexual, las desapariciones forzadas, el secuestro y el exilio. Para que la paz sea una realidad es necesario construir una sociedad y un Estado donde las agendas políticas, sociales, ambientales, culturales, económicas, territoriales y la oposición, el ejercicio del disenso y la protesta, se hagan posibles a través del reconocimiento y respeto a la diversidad de opiniones, razas y religiones, y al respeto y realización de los derechos humanos y de los derechos sociales y colectivos. Mujeres del común, de todas las vertientes políticas, sociales y comunitarias, así como mujeres vinculadas a diversos espacios en el sector público y el privado y en la sociedad civil, al lado de mujeres activistas de muchas causas que han luchado incansablemente por nuestros derechos y por posicionarlos en la agenda de paz; nos sumamos día a día para construir y fortalecer la Iniciativa Ciudadana Un Millón de Mujeres de Paz. Nuestra primera tarea es encontrarnos a través de un un método sencillo: cada una que se suma tiene a su vez el compromiso de invitar otras 10, una amiga, familiar, vecina, compañera de trabajo o de organización, o de la vereda, el cabildo, o el consejo comunitario. El 10x 10 es un tejido: es como si cada una fuera una arañita ayudando a tejer una gran red, que llegue a sumar Un Millón de Mujeres de Paz. EN OTRAS PALABRAS… no. 23 / Noticias En Otras Palabras | 177


Tenemos tres grandes retos: el primero incidir en lo que se ha llamado refrendación de los Acuerdos de La Habana, para lo cual emprenderemos actividades que permitan, a través de un ejercicio pedagógico, conocer y comprender lo que se ha acordado y apoyar los mecanismos que les den fuerza jurídica y legitimidad. El segundo, incidir en la verificación de los Acuerdos de Paz, asumiendo un rol de veeduría que dialogue con otros mecanismos de carácter nacional e internacional creados para este fin. Por último, como mujeres, trabajar activa y protagónicamente en la construcción de la paz y la reconciliación, promoviendo ampliamente la voz y la agenda de los derechos de las mujeres para lograr un país más incluyente, igualitario, donde se viva una cultura de paz. El 10x10 es horizontal, convoca a la solidaridad, el trabajo colectivo y en comunidad, se basa en la confianza y en la suma de esfuerzos. Reconocemos el trabajo de las organizaciones y del movimiento social de mujeres que por años han trabajado para que la paz sea posible y queremos aprender de ellas, pero apostamos a la fuerza de esta red de mujeres que individualmente se animan a tejer cotidianamente una vida en paz y reconciliación, para difundir ese propósito inaplazable que queremos sea de la sociedad entera.

Retos para la Sostenibilidad de la Política Pública de Mujeres y Equidad de Género en Bogotá

http://www.sdmujer.gov.co/inicio/819-retos-para-la-sostenibilidad-de-la-politica-publica-demujeres-y-equidad-de-genero-en-bogota Durante el cierre del Seminario Internacional “Bogotá se construye con las Mujeres”, la Secretaría Distrital de la Mujer (SDMujer), junto con invitadas internacionales, expertas en el tema de equidad de género, desarrollaron el conversatorio “Retos de la sostenibilidad de la Política Pública de Mujeres y Equidad de Género”. Sandra Mojica Enciso, Subsecretaria de Políticas de Igualdad de la SDMujer, señala que: “Desde la creación de la Secretaría Distrital de la Mujer, la apuesta ha sido dejar herramientas normativas y elementos tanto en lo institucional

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como en lo presupuestal para lograr la sostenibilidad de los procesos que se han puesto en marcha para la implementación de la Política Pública de Mujeres y Equidad de Género (PPMyEG), el Plan de Igualdad de Oportunidades para las Mujeres y la Equidad de Género (PIOEG), así como un modelo de abordaje de trabajo con mujeres en ejercicio de prostitución, que prontamente se formalizará a través de un decreto”. Dentro de los procesos de institucionalización se pueden resaltar los Acuerdos emitidos por el Concejo de Bogotá con relación a la creación de la Secretaría Distrital de la Mujer, la continuidad de las Casas de Igualdad de Oportunidades para las Mujeres y los lineamientos de la Política Pública de Mujeres y Equidad de Género. Por su parte, las invitadas internacionales hicieron recomendaciones y sugerencias que se enmarcaron en la importancia de la participación de las mujeres y en refrendar el compromiso con


los sectores. Alejandra Massolo, consultora en Equidad de Género y Gobiernos Locales, Especialista en Estudios Municipales y Género, afirmó que: “Las políticas de igualdad de género son indispensablemente participativas, la participación tiene diferentes motivaciones, expresiones, modalidades y contribuciones desde diferentes ámbitos en lo cotidiano, todas son valiosas e indispensables, y eso se debe recordar en ciertas coyunturas en que se requiere la fuerza social y política de la movilización de las mujeres. Es un ruido ciudadano, llamadas de atención que se multiplican en esfuerzos colectivos coherentes con objetivos comunes. Se deben hacer acuerdos, consensos sobre estrategias y recordar que todas han sido conquistas en los derechos, porque nada nos han regalado”. Así mismo, María Luisa Rojas Valenzuela, Consultora Internacional en Políticas Públicas e indicadores de género expresó: “Quiero resaltar tres aspectos de lo que se ha logrado hasta el momento, el primero tener una Secretaría de la Mujer en Bogotá es un gran avance, dos las acciones intersectoriales logradas con los sectores son muy importantes, la transversalidad de género es un trabajo conjunto, hay que preservarlo y protegerlo para que los compromisos se mantengan, y tres la presencia del movimiento de mujeres y el control social”. En el conversatorio las panelistas también se refirieron y reflexionaron frente a la importancia

de contar con presupuestos para la sostenibilidad de la PPMYEG. “Las voluntades políticas se expresan en transformaciones institucionales, en cursos de acción que respondan a las agendas de las mujeres, pero nada de eso es real sino existe un presupuesto que lo sustente. Debe haber un programa, proyecto pero también presupuestos adecuados para su implementación”. Rosa Chaparro Niño, Subsecretaría de fortalecimiento y capacidades SDMujer. Finalmente desde la estrategia de corresponsabilidad, Martha Buriticá Céspedes, asesora de la SDMujer, comentó “Lo que logramos en colectivo, lo defendemos en colectivo. Corresponsabilidad es el compromiso político de todos los actores de Bogotá, diferenciando el rol de cada actor. Los derechos de las mujeres hacen parte de la gestión pública. La Política Pública de Mujeres y Equidad de Género ha sido una negociación ciudadana y por supuesto avanzar queda en manos de todas. Las alianzas, acuerdos y pactos con diferentes instancias son importantes y entre nosotras mismas debemos ganar más conciencia colectiva”. A continuación se transcriben los cuatro Acuerdos aprobados por el Concejo de Bogotá en el año 2015, mediante los cuales se fortalece la Política Pública de Mujeres y Equidad de Género en el Distrito Capital, se institucionalizan las Casas de Igualdad de Oportunidades y las Casas Refugio, y se garantiza la participación paritaria de las mujeres en los niveles decisorios de la Administración Distrital.

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ACUERDO 583 DE 2015 (Marzo 30) “POR MEDIO DEL CUAL SE INSTITUCIONALIZAN LAS CASAS DE IGUALDAD DE OPORTUNIDADES PARA LAS MUJERES EN BOGOTÁ D.C.” EL CONCEJO DE BOGOTÁ DISTRITO CAPITAL En uso de sus facultades constitucionales y legales, en especial las conferidas por el Decreto ley 1421 de 1993 en su artículo 12, numerales 1 y 10 ACUERDA: ARTÍCULO 1°. Institucionalizar las Casas de Igualdad de Oportunidades para Mujeres en Bogotá en cabeza de la Secretaría Distrital de la Mujer. ARTÍCULO 2°. Definición: las Casas de Igualdad de Oportunidades para las Mujeres, son espacios de encuentro entre mujeres para el conocimiento de sus derechos y el desarrollo de procesos orientados al empoderamiento social y político, promotores del liderazgo, la autonomía y el ejercicio pleno de derechos. Constituyen el mecanismo privilegiado para territorialización de la Política Pública de Mujeres y Equidad de Género en Bogotá. ARTÍCULO 3°. Objetivos de las Casas de Igualdad de Oportunidades para las Mujeres: a. Difundir los derechos de las mujeres y los mecanismos para la exigibilidad de los mismos, con el fin de garantizar el ejercicio pleno de su ciudadanía. b. Avanzar en la implementación del Plan de Igualdad de Oportunidades para la equidad de género, en las acciones de competencia de la Secretaría Distrital de la Mujer o quien haga sus veces. c. Fortalecer desde el enfoque de derechos de las mujeres y de género a: grupos, redes, colectivos y organizaciones sociales de mujeres para su empoderamiento e incidencia en los procesos de desarrollo local. d. Promover con diferentes actores locales el desarrollo de acciones colectivas de corresponsabilidad con los derechos de las mujeres. e. Promover la participación y representación social y política de las mujeres en las localidades. f. Apoyar a las Alcaldías Locales en la implementación del Plan de Igualdad de Oportunidades para la equidad de género y la Política pública de mujeres y equidad de género. g. Desarrollar acciones y estrategias socio-jurídicas para fomentar la denuncia y cultura de cero tolerancia a las violencias de género contra las mujeres. h. Propiciar en el ámbito local la articulación interinstitucional y transectorial con autoridades administrativas competentes para garantizar el derecho de las mujeres a una vida libre de violencias. ARTÍCULO 4°. Las Casas de Igualdad de Oportunidades para las Mujeres deberán prestar, desde el enfoque de derechos de las mujeres, diferencial y de género, como mínimo una por localidad, los siguientes servicios: 180 | Mujeres, vejez y paz


a. Orientación y asesoría jurídica a mujeres victimas de violencias. b. Orientación Psicosocial. c. Información y sensibilización sobre las políticas públicas transversales para la protección de los derechos de las mujeres. d. Fortalecimiento a grupos, redes y organizaciones de mujeres. ARTÍCULO 5°. El Distrito Capital, a través de la Secretaría Distrital de la Mujer o quien haga sus veces, desarrollará las acciones necesarias para garantizar la sostenibilidad en el tiempo de las Casas de Igualdad de Oportunidades para las mujeres, mediante la adopción de un mecanismo de gestión pública, que permita su operación y cumplimiento de objetivos en las localidades de Bogotá D.C. ARTÍCULO 6°. El modelo de operación de las Casas de Igualdad de Oportunidades se articulará, teniendo en cuenta los siguientes componentes: a. Empoderamiento de las mujeres en el ejercicio de sus derechos. Busca fortalecer las capacidades y habilidades de las mujeres para la exigibilidad de sus derechos. b. Fortalecimiento a grupos, redes y organizaciones de mujeres. Fortalecer desde el enfoque de derechos de las mujeres y de género las capacidades técnicas, administrativas, jurídicas y de gestión de las organizaciones de mujeres para su empoderamiento e incidencia en los procesos de desarrollo local. c. Prevención y atención de violencias contra las mujeres: Orientar a las mujeres de Bogotá D.C., víctimas de violencias, para que puedan acceder a la administración de justicia, propendiendo por el reconocimiento, garantía y restablecimiento de sus Derechos. d. Orientación y acercamiento a la oferta institucional. Articular la oferta institucional de servicios para las mujeres y orientar con calidad y eficacia a las mujeres que solicitan información sobre programas, proyectos y servicios de las entidades del Distrito Capital. e. Territorialización del Plan de Igualdad de Oportunidades para las Mujeres y Equidad de Género, PIOEG. Implementar acciones afirmativas para las mujeres en el nivel local, de acuerdo con las competencias de la Secretaría Distrital de la Mujer o quien haga sus veces. f. Transversalización de la igualdad de género en el nivel local. Incorporación progresiva del enfoque de derechos de las mujeres en los desarrollos normativos, programas y proyectos de los Fondos de Desarrollo Local. ARTÍCULO 7°. El presente Acuerdo rige a partir de la fecha de su publicación. PUBLÍQUESE Y CÚMPLASE NELLY PATRICIA MOSQUERA MURCIA Presidenta DAGOBERTO GARCÍA BAQUERO Secretario General de Organismo de Control GUSTAVO FRANCISCO PETRO URREGO Alcalde Mayor de Bogotá, D.C. NOTA: Publicado en el Registro Distrital 5567 de abril 07 de 2015.

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ACUERDO 584 DE 2015 (Marzo 30) “POR MEDIO DEL CUAL SE ADOPTAN LOS LINEAMIENTOS DE LA POLÍTICA PÚBLICA DE MUJERES Y EQUlDAD DE GÉNERO EN EL DISTRITO CAPITAL Y SE DICTAN OTRAS DISPOSICIONES” EL CONCEJO DE BOGOTÁ, D.C. En uso de sus facultades constitucionales y legales, en especial las conferidas por los numerales 1 y 10 del artículo 12 del Decreto Ley 1421 de 1993 ACUERDA:

ARTÍCULO 1°. Adopción. El Acuerdo adopta los lineamientos de la Política Pública de Mujeres y Equidad de Género, los cuales buscan contribuir a la eliminación de las condiciones sociales, económicas, culturales y políticas que generan discriminación, desigualdad y subordinación en las mujeres que habitan el territorio rural y urbano de Bogotá D.C., para el ejercicio pleno de sus derechos. ARTICULO 2°. Enfoques. Los lineamientos de la Política Pública de Mujeres y Equidad de Genero de Bogotá D.C., se fundamentan en los siguientes enfoques: Enfoque de Derechos de las Mujeres. Reconocimiento de la igualdad real y efectiva de los derechos de las mujeres; el Distrito los garantiza y restablece en los casos de vulneración. Enfoque Diferencial. Reconocimiento y transformación de las desigualdades que impidan el ejercicio pleno de los derechos de las mujeres por razones de raza, etnia, ruralidad, cultura, situación socioeconómica, identidad de género y orientación sexual, ubicación geográfica, discapacidad, religión, ideología y edad. Se concreta en la incorporación de acciones afirmativas para transformar las condiciones de discriminación, desigualdad y subordinación. Enfoque de Género. Reconocimiento y transformación de las relaciones de poder jerarquizadas que subordinan a las mujeres, producen discriminación y desigualdad de género, lo cual debe eliminarse. ARTÍCULO 3°. Principios. Los lineamientos de la Política Pública de Mujeres y Equidad de Género de Bogotá D.C., se basan en los siguientes principios: a. Autonomía. Crear condiciones para el desarrollo de las capacidades y el ejercicio de las libertades de las mujeres para definir y actuar en consonancia con sus proyectos personales y colectivos de vida y sus propuestas de transformación social. b. Igualdad real y efectiva. Garantizar la dignidad humana de las mujeres y su condición de ciudadanas sujetas de derechos en igualdad, para eliminar la discriminación, desigualdad y subordinación. c. Igualdad de oportunidades. Garantizar las condiciones para el igual acceso, control e incidencia en la toma de decisiones por parte de las mujeres del territorio urbano y rural sobre los bienes, servicios y recursos del Distrito Capital, teniendo en cuenta las diferencias en cuanto a intereses, necesidades y demandas. d. Reconocimiento de las diferencias. Valorar la construcción de identidades de género, sexuales, étnicas, raciales, culturales, religiosas, ideológicas, territoriales, de discapacidad, etareas (sic), de origen geográfico y otras, que históricamente han sido motivo de discriminación, desigualdad y subordinación. 182 | Mujeres, vejez y paz


e. Equidad de género. Corregir las situaciones injustas y evitables que generan discriminación, desigualdad y subordinación entre mujeres y hombres. f. Justicia de género. Generar condiciones para el reconocimiento y la redistribución social, económica y política, que contribuyan a la transformación de las relaciones de poder y jerarquías. g. Participación. Reconocer a las mujeres como actoras políticas y sujetas de derechos como condición para el pleno ejercicio de su ciudadanía. h. Progresividad y no regresividad. Adoptar las medidas que sean necesarias para el aumento progresivo pero constante de las garantías de los derechos de las mujeres, lo cual implica mantener las condiciones alcanzadas sin retrocesos en las mismas, las cuales deberán ser incrementadas hasta la plena realización de los derechos. i. Gradualidad. Implementar los aspectos sustanciales y operativos de la Política Pública de Mujeres y Equidad de Género, estableciendo unos tiempos y recursos presupuestales que la hagan sostenible y que permitan la ejecución escalonada de la misma en todo el territorio urbano y rural del Distrito Capital. j. Concurrencia. Implementar en forma conjunta y articulada la Política Pública de Mujeres y Equidad de Género entre las entidades de la Administración Distrital, sectores Central, Descentralizado y Localidades, en el marco de sus respectivas competencias y dando cumplimiento a la misma de manera eficiente y eficaz. ARTÍCULO 4°. Objetivo General. Garantizar los derechos de las mujeres, reconociendo sus identidades de género, sexuales, étnicas, raciales, culturales, religiosas, ideológicas, territoriales, de discapacidad, etareas, de origen geográfico y otras, mediante el desarrollo de medidas de política pública, con el fin de contribuir a la eliminación de la discriminación, la desigualdad y la subordinación en Bogotá D.C. ARTÍCULO 5° Objetivos específicos: a. Eliminar todas las formas de violencias contra las mujeres. Avanzar en la eliminación de todas las formas de violencias contra las mujeres, física, psicológica, sexual, patrimonial, económica, cultural, simbólica y política, tanto en el espacio público como el privado, para el ejercicio de sus derechos. b. Transformar las condiciones sociales y económicas injustas. Contribuir a la transformación de las condiciones sociales y económicas que producen discriminación, desigualdad y subordinación en las mujeres, con el fin de avanzar en la eliminación de la pobreza y de la pobreza extrema y de las barreras que enfrentan para el ejercicio de sus derechos. c. Superar estereotipos y prácticas sociales, culturales, religiosas e ideológicas. Avanzar en la superación de los estereotipos y los roles sociales afianzados en la cultura que reproducen discriminación, desigualdad y subordinación en las mujeres, para re significar imaginarios, representaciones y prácticas sexistas, racistas, de prejuicio sexual, y de situación socioeconómica. d. Garantizar el ejercicio de la ciudadanía de las mujeres. Reconocer a las mujeres como sujetas políticas, incrementando su participación y representación en las instancias de poder y en la toma de decisiones para el ejercicio pleno de su ciudadanía. e. Adecuar la institucionalidad. Fortalecer las capacidades institucionales de la Administración Distrital, sectores Central, Descentralizado y Localidades, para la garantía de los derechos de las mujeres en Bogotá D.C. y en la ejecución de la política pública.

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f. Reconocer a las mujeres como constructoras de paz en el territorio rural y urbano. Las mujeres son actoras en la transformación de la sociedad con justicia y equidad. ARTÍCULO 6° Estrategias. Los lineamientos de la Política Pública de Mujeres y Equidad de Género en Bogotá D C., se implementan a través de las siguientes estrategias: a. Territorialización: Conjunto de acciones de la Administración Distrital, sectores Central, Descentralizado y Localidades, orientadas a la garantía de derechos de las mujeres en los territorios rurales y urbanos en el Distrito Capital. Las casas de igualdad de oportunidades para las mujeres son el escenario principal para la implementación de la misma. b. Transversalización. Conjunto de acciones de la Administración distrital, sectores central descentralizado y localidades, dirigidas a la inclusión de la equidad y la igualdad de género en las políticas públicas y en la gestión del Distrito Capital. c. Corresponsabilidad. Conjunto de acciones de la Administración Distrital, sectores central, descentralizado y localidades, conducentes a concurrencia de actores institucionales, sociales, económicos y políticos, nacionales e internacionales, que de manera diferencial y responsable, contribuyen a superar la discriminación, desigualdad y subordinación que enfrentan las mujeres en el Distrito Capital. d. Gestión del conocimiento. Conjunto de acciones de la Administración Distrital, sectores Central Descentralizado y Localidades, encaminadas a establecer, analizar y visibilizar las condiciones y posiciones jerarquizadas de las mujeres, así como a generar el desarrollo de capacidades para la apropiación de los enfoques de derechos de las mujeres, diferencial y de género, y cualificar la toma de decisiones y el ejercicio de control social a las políticas públicas del Distrito Capital. e. Comunicación. Conjunto de acciones de la Administración distrital, sectores Central, Descentralizado y Localidades, destinadas al posicionamiento de los derechos de las mujeres y a la deconstrucción de patrones de exclusión, así como a facilitar la interlocución entre la ciudadanía y la institucionalidad. f. Crear canales de comunicación. Generar nuevos espacios dinámicos de comunicación, a través de los cuales las mujeres expongan su situación y fortalezcan la política pública con la generación de información desde ellas y para ellas. ARTÍCULO 7°. Líneas de acción. A continuación se describen las líneas de acción para el desarrollo de los lineamientos de la Política Pública de Mujeres y Equidad de Género. a. Diseñar e implementar acciones de prevención, atención y protección de las mujeres víctimas de violencias, teniendo para ello como escenario principal las casas de refugio, que de manera oportuna e integral garanticen los derechos de las mujeres. b. Diseñar e implementar medidas de política pública dirigidas a generar condiciones de paz y seguridad humana para las mujeres en los territorios rural y urbano del Distrito Capital. c. Desarrollar acciones de política pública tendientes a promover el acceso de las mujeres a la justicia, en condiciones de igualdad, para propugnar por la debida protección y restablecimiento de sus derechos a través de recursos idóneos y eficaces, con oportunidad, con garantías procesales y dando aplicación al principio de debida diligencia. d. Desarrollar acciones de política pública para garantizar a las mujeres, en sus diferencias, una educación de calidad y pertinencia, generando condiciones de acceso y permanencia en todos los niveles y ámbitos del sistema educativo, para su realización plena como sujetas de derechos.

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e. Implementar acciones de política pública que permitan prevenir las desigualdades en la salud de las mujeres y atender sus afectaciones específicas, de acuerdo a sus necesidades, garantizando el acceso, cobertura y atención oportuna e integral con calidad, así como su participación en la toma de las decisiones que las afectan. f. Desarrollar políticas orientadas al ejercicio pleno de los derechos económicos de las mujeres en los ámbitos del empleo formal y no formal, remunerado y no remunerado, así como al reconocimiento social, económico y simbólico del trabajo que realizan las mujeres, destacando las potencialidades y saberes que han acumulado en las actividades de producción y reproducción. g. Implementar acciones de política pública orientadas al acceso a la propiedad, créditos blandos y subsidios especiales para construcción, mejoramiento y/o alquiler de la vivienda para las mujeres. h. Desarrollar acciones de política pública que fomenten y visibilicen los aportes de las mujeres a la cultura, el arte y el patrimonio. i. Implementar prácticas comunicativas y culturales que contribuyan a superar imaginarios y estereotipos sexistas que sustentan la discriminación, desigualdad y subordinación que enfrentan las mujeres. j. Fomentar una cultura de paz que reconozca y valores los aportes y propuestas de las mujeres en la tramitación, resolución y transformación de los conflictos sociales, económicos, políticos y culturales. k. Diseñar e implementar mecanismos de política pública que permitan consolidar la representación política y social de las mujeres en los cargos públicos y las corporaciones de elección popular, promoviendo su participación desde sus diferencias, para lo cual se impulsarán procesos de formación social y política dirigidos a la identificación de sus intereses y necesidades. l. Desarrollar medidas y mecanismos para incorporar los intereses, necesidades y demandas de las mujeres en la agenda pública y en las políticas públicas, así como en las distintas instancias y escenarios electorales, sociales, culturales y económicos. Especialmente se impulsarán los Comités Operativos de Mujer y Género y el Consejo Consultivo de Mujeres y otros como los consejos de mujeres, los consejos locales de seguridad, así como instancias de interlocución entre la Administración y las mujeres y/o organizaciones de mujeres. m. Diseñar y desarrollar políticas públicas orientadas al reconocimiento de las particularidades de las mujeres campesinas y rurales que habitan en el Distrito Capital y la transformación de las desigualdades e inequidades históricas que persisten, con énfasis en el acceso a la tierra, la titulación de predios y a la vivienda digna, el acceso a financiamientos y crédito con miras a la autonomía económica, la soberanía alimentaria, el acceso y permanencia a la educación en todos los niveles con oportunidad, calidad y pertinencia, la participación en órganos de decisión, la efectiva representación política y el acceso a la protección social. n. Desarrollar acciones de política pública que permitan la incorporación de los intereses, necesidades y demandas de las mujeres con perspectiva de género en el Plan de Desarrollo Distrital y planes de desarrollo de las localidades, así como en el diseño e implementación de presupuestos pro equidad de género y en la sensibilización de servidoras y servidores públicos. o. Crear estrategias masivas de comunicación fortaleciendo los derechos y programas en pro del desarrollo de las mujeres en el Distrito Capital. ARTÍCULO 8°. Instrumentos. Los instrumentos de la Política Pública de Mujeres y Equidad de Género para el logro de los objetivos planteados en el presente Acuerdo, serán propuestos por la Secretaría Distrital de la Mujer, además de los que se vienen implementando como el Plan de Igualdad de Oportunidades para

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las Mujeres y la Equidad de Género y los Planes Distrital y Sectoriales de Transversalización. Éstos deberán ser armonizados con los lineamientos contenidos en el presente Acuerdo. La Secretaría Distrital de la Mujer evaluará y actualizará estos instrumentos y adicionará los que se requieran. ARTÍCULO 9°. Financiación. Corresponde al Gobierno proveer los recursos presupuestales para la implementación del presente Acuerdo. ARTÍCULO 10°. Instancias y mecanismos de implementación. La Secretaría Distrital de la Mujer será responsable de estructurar y coordinar las instancias y mecanismos propuestos para la implementación y el seguimiento de los lineamientos de la Política Pública de Mujeres y Equidad de Género en Bogotá Distrito Capital. PARÁGRAFO. Responsabilidad. Los sectores de la Administración Distrital, sectores Central, Descentralizado y Localidades, serán responsables de la implementación de los lineamientos de la Política Pública de mujeres y Equidad de Género, según los medios e instrumentos de política pública definidos por la Secretaría Distrital de la Mujer. Durante la implementación se aplicarán especialmente los principios de progresividad y no regresividad, gradualidad y concurrencia. ARTÍCULO 11. Seguimiento y evaluación. Los lineamientos de la Política Pública de Mujeres y Equidad de Género en Bogotá D.C. y los instrumentos que de ellos se deriven, serán objeto de seguimiento a través del Observatorio de Mujeres y Equidad de Género del Distrito Capital, así como de rendición pública de cuentas, según los mecanismos definidos para este propósito. ARTÍCULO 12°. Vigencia. El presente Acuerdo rige a partir de la fecha de su publicación y deroga las normas que le sean contrarias. PUBLÍQUESE Y CÚMPLASE NELLY PATRICIA MOSQUERA MURCIA Presidenta DAGOBERTO GARCÍA BAQUERO Secretario General de Organismo de Control GUSTAVO FRANCISCO PETRO URREGO Alcalde Mayor de Bogotá, D.C. NOTA: Publicado en el Registro Distrital 5567 de abril 07 de 2015. PUBLÍQUESE Y CÚMPLASE.

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ACUERDO 631 DE 2015 (Diciembre 29) “POR MEDIO DEL CUAL SE INSTITUCIONALIZAN LAS CASAS REFUGIO EN EL DISTRITO CAPITAL EN EL MARCO DE LA LEY 1257 DE 2008” EL CONCEJO DE BOGOTÁ, D. C., En ejercicio de sus atribuciones constitucionales y legales, en especial de las conferidas por el artículo 12, numeral 1 del Decreto Ley 1421 de 1993 y en el marco de la Ley 1257 de 2008. ACUERDA: ARTÍCULO 1° OBJETO.- El presente Acuerdo tiene como objeto implementar en el Distrito Capital las Casas Refugio como organismos para el cumplimiento de las medidas de protección y de atención de las mujeres víctimas de las diferentes formas y tipos de violencia, junto con sus hijas e hijos si los tienen, estableciendo los criterios, condiciones y procedimiento para su otorgamiento en los términos de los artículos 17 y 19 de la Ley 1257 de 2008, sus decretos reglamentarios y las normas que la modifiquen o deroguen. ARTÍCULO 2° DEFINICIÓN. Las Casas Refugio, como escenario principal para el cumplimiento de las medidas de protección y atención integral, son lugares dignos y seguros para vivir temporalmente que cubren las necesidades básicas de alojamiento, alimentación y transporte de las mujeres víctimas de las diferentes formas y tipos de violencia, junto con sus hijas e hijos si los tienen, pero además les ayudan en la construcción y reconstrucción de sus proyectos de vida a través de asesoría y asistencia técnico legal gratuita y especializada, acompañamiento psicosocial, acompañamiento psicopedagógico y ocupacional, garantizando la seguridad, la interrupción del ciclo de violencia y la promoción de la restitución de sus derechos a partir del reconocimiento y potenciación de sus capacidades y habilidades, y el fortalecimiento de su autoestima y toma de decisiones, bajo el principio entre otros, de la corresponsabilidad. ARTÍCULO 3° PRINCIPIOS. La protección y atención integral de las mujeres en las Casas Refugio, se regirá por los siguientes principios: a. Universalidad. Todas las mujeres víctimas de violencia con independencia de sus circunstancias personales, sociales o económicas tienen la garantía de la protección sin ninguna discriminación. b. Integralidad. La medida de protección y atención en las Casas Refugio comprenderá acciones de información, prevención, orientación, protección, estabilización y representación judicial para obtener la sanción y reparación, con el objeto de restituir los derechos de las mujeres víctimas de violencia, junto con sus hijas e hijos si los tienen. c. Progresividad. Es deber de la Administración Distrital ampliar cada vez más el espectro de protección, adoptando las medidas administrativas y presupuestales para alcanzar la plena efectividad de los derechos de las mujeres víctimas de violencia junto con sus hijas e hijos si los tienen. d. Coordinación Interinstitucional e Intersectorial. Todas las instituciones y sectores de la Administración Distrital que tengan dentro de sus competencias y obligaciones la atención a las mujeres víctimas de violencia deberán ejercer acciones coordinadas y articuladas con el fin de brindar una atención integral. e. Corresponsabilidad. El equilibro interdisciplinario de atención en las Casas Refugio y las mujeres acogidas, comparten responsabilidad en la realización de los procesos de construcción y reconstrucción de sus proyectos de vida y acompañamientos para la restitución de sus derechos. ARTÍCULO 4o. La implementación, seguimiento y evaluación de la medida de atención Casas Refugio, se debe sustentar en los siguientes enfoques: a. Enfoque de Derechos de las Mujeres. Reconocimiento de la igualdad real y efectiva de los derechos de las mujeres, en virtud de la cual el Distrito garantizará las condiciones necesarias para que las mujeres hagan uso pleno de sus derechos como ciudadanas.

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b. Enfoque de género: Reconocimiento de las relaciones de poder jerarquizadas desde diversas perspectivas, que evidencian las discriminaciones y desigualdades de género, lo cual debe eliminarse. En la intervención de la Administración Distrital en las Casas Refugio esto se verá reflejado al colocar en el centro de la reflexión a cada persona y sus necesidades, lo que implicará direccionar las acciones hacía objetivos concretos. La garantía de derechos humanos de las mujeres junto con sus hijas e hijos si los tienen, conlleva a la necesidad de actuar sobre los determinantes políticos, jurídicos, culturales, sociales e identitarios que reproducen la desigualdad y la discriminación contra las mujeres y la vulneración de derechos de las niñas, niños y adolescentes a su cargo. c. Enfoque Psicosocial. Atender las huellas de las violencias en las mujeres junto con sus hijas e hijos si los tienen, pasa por concebir el daño más allá de lo físico, adoptando una visión psicosocial que dé lugar a tener en cuenta las afectaciones individuales, familiares y comunitarias, partiendo de las competencias, capacidades y derechos de las mujeres, niños y las niñas para decidir y valorar lo que les resulta beneficioso o inadecuado. d. Enfoque de Acción sin Daño. La acción sin daño desde la intervención en las Casas Refugio se entiende cuando se logran erradicar las diferentes formas de violencia sobre las mujeres, junto con sus hijas e hijos si los tienen, realizando una evaluación antes, durante y después de la estadía en las Casas, a partir del cruce con el análisis sociocultural y de conflictos e incluso de aquellas posibles violencias implícitas. e. Enfoque diferencial. Reconocimiento de las diversidades, desigualdades e inequidades sociales, culturales y económicas de las mujeres, que impiden el ejercicio pleno de sus derechos, con el propósito de incorporar acciones afirmativas para una adecuada atención en Casa Refugio, basada en las necesidades e intereses particulares, así como la aplicación de métodos diferenciales para proteger y garantizar sus derechos humanos. Este enfoque es una herramienta de análisis y guía para la acción social y política, que tendrá en cuenta las diferencias y diversidades de las mujeres, sus hijas, e hijos, así como sus intereses estratégicos, para la eliminación de la discriminación, segregación y marginación, abordando las diferentes formas de exclusión que operan de forma simultánea (clase, raza, etnia, orientación sexual, identidad de género, ciclo vital, etc.) y que están presentes en la construcción identitaria, en las condiciones de vida y en los espacios de intervención en las Casas Refugio. ARTÍCULO 5° CONDICIONES PARA ACCEDER A LAS CASAS REFUGIO. Las mujeres junto con sus hijas e hijos podrán acceder a los servicios de Casa Refugio, siempre y cuando cumplan con las siguientes condiciones: 1. La ocurrencia de hechos de violencia contra la mujer que la pongan en situación de riesgo. 2. El otorgamiento por las autoridades competentes de una medida de protección provisional o definitiva, en los términos de los artículos 17 y 18 en concordancia con el artículo 21 de la Ley 1257 de 2008 y sus decretos reglamentarios ,o aquellas normas que lo modifiquen o lo deroguen. 3. El otorgamiento por las autoridades competentes de una medida de atención, en los términos del artículo 19 en concordancia con el artículo 21 de la Ley 1257 de 2008 y sus decretos reglamentarios. 4. Afectaciones en la salud física o mental como consecuencia de los hechos de violencia contra la mujer. PARÁGRAFO 1°. Cuando la mujer víctima se encuentre en un programa de protección de otras entidades estatales del orden nacional o distrital, la medida de protección y atención integral de que trata el presente Acuerdo no sustituirá la misma. PARÁGRAFO 2°. No pueden ser acogidas en Casas Refugio, las siguientes personas: - Personas que presenten enfermedades de tipo psiquiátrico que se encuentren con o sin medicación, así se encuentren incluidas en la medida de protección.

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- Mujeres que no presenten una situación de violencia pero que necesiten cubrir sus necesidades básicas. - Personas con enfermedad grave que requiera atención especializada. - Personas consumidoras de SPA. - Mujeres que no quieran ingresar. - Mujeres que solicitan acogida pero que representan riesgo para otras mujeres al interior de la casa. - Hombres mayores de 18 años que se encuentren incluidos en la medida de protección. - Niñas, niños y adolescentes no acompañados porque ese trabajo requiere otro abordaje y metodología. ARTÍCULO 6° APLICACIÓN. En los casos en los que la atención en la Casa Refugio se haya ordenado como medida de atención integral en los términos de la Ley 1257 de 2008, esta aplicará hasta por seis (6) meses, prorrogables hasta por seis meses más siempre y cuando la situación lo amerite. ARTÍCULO 7° FUNCIONAMIENTO. La prestación de servicios en las Casas Refugio se realizará a través de equipos profesionales interdisciplinarios para garantizar la protección y atención integral a las mujeres para su recuperación física y mental, así como para su empoderamiento y la reconstrucción de su proyecto de vida. La Secretaría Distrital de la Mujer coordinará con los sectores de Integración Social, Salud y Desarrollo Económico los mecanismos administrativos necesarios para la aplicación de la medida de protección y atención integral en las Casas Refugio. PARÁGRAFO. Las Casas Refugio deberán cumplir con unos estándares mínimos de calidad en la prestación de sus servicios de acuerdo con los lineamientos del Ministerio de Salud o la Entidad que haga sus veces en la materia. ARTÍCULO 8° DIRECCIÓN DE LAS CASAS REFUGIO. La Secretaría Distrital de la Mujer diseñará, coordinará e implementará en las Casas Refugio el servicio de acogida temporal a mujeres víctimas de violencias con sus hijas e hijos, u otras personas dependientes de ellas. ARTÍCULO 9° FINANCIACIÓN. La Administración Distrital dispondrá lo necesario en materia presupuestal de acuerdo a lo ordenado en la Ley 1257 de 2008 y demás normas vigentes. ARTÍCULO 10° VIGENCIA. El presente Acuerdo rige a partir de la fecha de su publicación. PUBLÍQUESE Y CÚMPLASE. NELLY PATRICIA MOSQUERA MURCIA Presidenta DAGOBERTO GARCÍA BAQUERO Secretario General de Organismo de Control GUSTAVO FRANCISCO PETRO URREGO Alcalde Mayor de Bogotá, D.C. PUBLÍQUESE Y EJECÚTESE. Dado en Bogotá D.C., a los 29 días del mes de diciembre del año 2015. NOTA: Publicado en el Registro Distrital 5745 de diciembre 31 de 2015

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ACUERDO 623 DE 2015

(Diciembre 29) “POR EL CUAL SE GARANTIZA LA PARTICIPACIÓN DE LA MUJER EN LOS NIVELES DECISORIOS DE LA ADMINISTRACIÓN DISTRITAL” EL CONCEJO DE BOGOTÁ, D. C., En uso de sus facultades constitucionales y legales, en particular las conferidas por los artículos 313 y 322 de la Constitución Política y el artículo 12 numerales 10 y 21 del Decreto Ley 1421 de 1993, ACUERDA:

ARTÍCULO 1º. En el marco de la Política Pública de Mujeres y Equidad de Género, la Administración Distrital, de manera progresiva y gradual, implementará la participación paritaria de mujeres y hombres en los cargos de máximo nivel decisorio y de los cargos de otros niveles decisorios, cargos de libre nombramiento y remoción, del Sector Central, Descentralizado y de las Localidades del Distrito, con las excepciones previstas en el Artículo 5º de la Ley 581 de 2000. PARÁGRAFO 1. Cada entidad informará a la Secretaría Distrital de la Mujer los cargos de máximo nivel decisorio y otros niveles decisorios que serán definidos conforme a los artículos 2 y 3 de la Ley 581 de 2000. PARÁGRAFO 2. Para la implementación de lo establecido en este artículo, la Administración Distrital incorporará el enfoque diferencial. ARTÍCULO 2º. La Administración Distrital, a través de medidas de sensibilización social, promoverá y garantizará la participación paritaria de mujeres y hombres en las instancias, consejos y comités de participación ciudadana y control social que se encuentren funcionando en los sectores central, descentralizado y localidades. ARTÍCULO 3º. La Secretaría General y la Secretaría Distrital de Gobierno, en coordinación con la Secretaría Distrital de la Mujer, dentro del primer bimestre de cada año, presentarán un informe sobre el avance en la implementación del presente Acuerdo. Las entidades encargadas de la presentación del informe, divulgarán su contenido con la debida antelación, indicando fecha, hora y lugar de dicha presentación, con el fin de promover la participación de las organizaciones de mujeres y de la ciudadanía en general, para hacer de esta jornada un espacio de rendición de cuentas, y remitirán una copia a la Secretaría General del Concejo de Bogotá D.C. ARTÍCULO 4º. El informe a que se refiere el artículo anterior del presente Acuerdo, deberá ser presentado desagregando los cargos desempeñados por mujeres en el Distrito Capital pertenecientes al máximo nivel decisorio y los cargos que hacen parte de los otros niveles de decisión. PARÁGRAFO 1. En los procesos de selección que realicen las entidades del Distrito, se divulgará el número de candidatos inscritos de hombres y mujeres que participaron en ellos. ARTÍCULO 5º. El presente Acuerdo rige a partir de su publicación. PUBLÍQUESE Y CÚMPLASE. NELLY PATRICIA MOSQUERA MURCIA Presidenta DAGOBERTO GARCÍA BAQUERO Secretario General de Organismo de Control GUSTAVO FRANCISCO PETRO URREGO Alcalde Mayor de Bogotá, D.C. PUBLÍQUESE Y EJECÚTESE. Dado en Bogotá D.C., a los 29 días del mes de diciembre del año 2015 NOTA: Publicado en el Registro Distrital 5745 de diciembre 31 de 2015

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María Eugenia Trujillo Soy virgen Mujeres ocultas (2014)


Las mujeres y los libros


La vejez Simone de Beauvoir Traducción de Aurora Bernárdez Debolsillo, 2013 María Eugenia Navarro Ruiz

Mientras buscaba comprender su propio proceso de envejecimiento, y seguramente también con un fin político, Simone de Beauvoir escribió La vejez, obra publicada en 1970. Con este ensayo quiso romper el silencio de la sociedad en torno a la vejez, y denunciar la marginación a la que han sido sometidos los ancianos en el sistema capitalista. Para ello dividió su trabajo en dos partes. En la primera se propuso describir al hombre viejo desde su exterioridad, es decir, como objeto de un saber, así como descubrir qué hay de ineluctable en la condición del viejo y en qué medida la sociedad es responsable de ello. De Beauvoir recurrió a diversas fuentes del conocimiento como la biología, la antropología, la historia, la iconografía, la literatura, y a datos estadísticos y trabajos especializados, con el fin de llevar a cabo 192 | Mujeres, vejez y paz

un extenso y riguroso análisis de la condición de las personas mayores, tanto en las llamadas «comunidades primitivas» como en las sociedades históricas —es decir, a partir de la antigüedad y hasta mediados del siglo XX. En la segunda parte, la filósofa francesa reflexionó sobre la manera en que los cambios propios del envejecimiento afectan a las personas. Se preguntó: «¿En qué se convierte en la vejez la relación del individuo con su cuerpo y su imagen; su relación con el tiempo, la historia, la praxis, su relación con los demás y con el mundo?» (p. 350). Es decir, aquí aborda la vejez a través de quienes la experimentan, y para ello recurre a los testimonios de grandes personajes; hombres representativos de la literatura, la ciencia, la pintura y la política, «personas privilegiadas —explica Beauvoir— […], casi las únicas que han tenido los medios y el tiempo necesario para testimoniar sobre sí mismas» (p. 349). A pesar de esto, de la lectura queda el sinsabor de no encontrar voces de mujeres. La vejez es un libro que expone de manera descarnada esa mirada negativa y fatalista que tenemos en Occidente sobre la vejez, fruto de un orden social en el que se niega la validez de la existencia de aquello que no es inmediatamente útil. El tiempo que el hombre considera como suyo es aquel en que concibe y ejecuta sus empresas; llega un momento en que por las diversas razones que se han visto, aquellas se han cerrado detrás de él. La época pertenece a los hombres más jóvenes que en ella se realizan con sus actividades, que la animan con sus proyectos. Improductivo, ineficaz, el hombre de edad aparece ante sí mismo como un sobreviviente. (p. 538)


Cuando el ordenamiento productivo cae en la órbita de la acumulación, todos los recursos humanos y no humanos se dirigen a la productividad; se ata la vida, el tiempo y el espacio a la generación de dinero. Tiempo que siempre tiene una finalidad, unos procedimientos para lograrla y una periodización establecida desde un tiempo universal. El único sentido de ese tiempo es la actividad, como operador o dinamizador del capital, y a partir de ahí se ubica lo humano: el hábil/el torpe, el rápido/el lento, el eficaz/el ineficaz. No en vano en nuestra sociedad «viejo» y «jubilado» son equivalentes, y el cese de las actividades laborales se asocia con la inutilidad, la obsolescencia. El ensayo de Simone de Beauvoir es una llamada a comprender y a tomar conciencia sobre la estigmatización cultural de los ancianos. Romper con el estigma requiere de la comprensión y la construcción de «lo posible». Hoy, cuarenta y cinco años después de su publicación, La vejez cobra más vigencia que nunca, pues la nuestra es una época en la que poco a poco se relativiza el mundo de la certeza, la física avanza imparable, las telecomunicaciones y la biología hacen difusas las fronteras entre mente/cuerpo, hombre/ mujer, animal/humano, organismo/maquina, público/privado, naturaleza/cultura, por lo que se desdibuja lo que antes se consideraba opuesto, generando nuevas posibilidades que superan lo imaginable, incluso en relación con el tiempo y la distancia. En este panorama de incertidumbres, ¿podremos pensar en la vejez más allá de la lógica de la producción, no como la degradación y el fin, que transcurre en un tiempo lineal, sino como una parte integrada del ciclo continuo de la vida, en la que siempre se nace y se muere?

Esmeralda Arboleda, la mujer y la política Patricia Pinzón de Lewin Taller de Edición Rocca Bogotá, 2014 La pionera excepcional de una lucha inacabada Claudia López

La foto de la página 145 de libro Esmeralda Arboleda, la mujer y la política (inspiradora biografía escrita por Patricia Pinzón de Lewin sobre una de las colombianas más importantes de la Historia ni siquiera es nítida) no es nítida. En la foto, a la derecha, aparece la protagonista de este maravilloso libro, editado por el Taller Rocca y lanzado en la pasada Feria del Libro de Bogotá. A la izquierda de la foto, Josefina Valencia, otra de las líderes del movimiento sufragista de mediados del siglo pasado y en el centro, Mariano Ospina Pérez, quien firma un ejemplar del Acto legislativo 3 expedido por la Asamblea Nacional Constituyente. La sombría imagen corresponde al 25 de agosto de 1954 y es uno de los pocos vestigios de un hecho histórico: la consagración del voto universal en Colombia. EN OTRAS PALABRAS… no. 23 / Las mujeres y los libros | 193


Hace apenas 60 años, las colombianas no teníamos derecho al voto. Ya éramos más de la mitad de la población pero teníamos prohibido salir del país, administrar nuestros bienes o criar los hijos sin la tutela de un hombre. Difícilmente nuestras predecesoras podrían haber estudiado de no ser por el camino que abrió Arboleda -con el irrestricto apoyo y motivación de su madre, la antioqueña, doña Rosita Cadavid de Arboleda- cuando se convirtió en una de las primeras en acceder a una educación formal, graduarse de bachiller y ejercer como abogada. A los 33 años, Esmeralda ya había despuntado en el violento y elitista mundo de la política bipartidista de entonces e inscrito su nombre en letras de molde en la lucha por la defensa de la mujer y sus derechos. Les propongo un ejercicio. Salgan a la calle y pregúntenle a una colombiana si sabe quién hizo posible que hoy pueda votar. Si tiene suerte, se encontrará personas que le adjudique el hecho al dictador Rojas Pinilla, pues durante su gobierno de facto se consagró el derecho en el papel; en otras ocasiones, habrá personas que digan que los responsables fueron los arquitectos del Frente Nacional que permitieron el ejercicio del mismo en el plebiscito para consolidar el modelo bipartidista que se extendió hasta 1991. En fin, en la mayoría de respuestas encontrará que la razón para el desarrollo del voto universal es una graciosa concesión de los hombres a las mujeres mas no una lucha sistemática y estratégica conducida por mujeres como Esmeralda. El mérito de Esmeralda Arboleda y Josefina Valencia ha sido borrado por el paso de los años y cierto sesgo de la historia y el periodismo de relegar a un segundo plano los logros de las mujeres y la importancia de nuestras luchas. Con muy pocas excepciones, el relato de los sucesos

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que transforman nuestra vida se parecen mucho a esa foto de agosto del 54: “detrás de un gran hombre, siempre hay una gran mujer”. Resaltar la lucha de Arboleda, Valencia y las profesionales, obreras, universitarias, independientes y amas de casa que se aglutinaron alrededor de la Unión Femenina de Colombia y consolidaron, tras una década de lucha, el derecho a llamarse a sí mismas ciudadanas es el gran logro y virtud de este libro. La autora construye un retrato humano y político; en la década de los setenta, Patricia Pinzón se graduó con una tesis titulada ‘El comportamiento político de las mujeres en Colombia’ y desde entonces, se prometió a sí misma que “cuando esté vieja, sin hacer nada” escribiría la historia de Esmeralda Arboleda. Al saldar esa deuda, Patricia Pinzón también nos redime a los colombianos en general, y a las mujeres en particular, de un despropósito: el olvido en el que ha caído la figura de la primera mujer senadora, la primera mujer embajadora y la primera mujer ministra de Estado. Es por lo menos curioso que el nombre de Esmeralda Arboleda no figure en el imaginario colectivo como un referente de liderazgo constructivo y capacidad de alcanzar objetivos, pese a que su gestión benefició a más de la mitad de la población. La Pola, quizás otro personaje femenino de honda huella histórica, al menos ha tenido billetes en circulación y novelas en televisión que han mantenido su recuerdo vigente. Un privilegio que comparte con otras figuras populares como Marbelle, la Ronca de Oro, la actriz de la vendedora de rosas, o hasta la pionera del narcotráfico, Griselda Blanco. Todas ellas tienen un perfil público más prominente que alguien que fue fundamental para que yo esté hoy escribiendo este texto y usted -si es mujer- leyéndolo.


¿Pero qué es lo que hace tan particular el testimonio y la vida de Esmeralda Arboleda? En primer lugar su determinación ante las barreras que enfrentó y derribó. A Esmeralda le decían a menudo que no podría estudiar; pese a esta adversidad, ella encontró la forma de hacerse bachiller en el colegio de las Casas, lejos de su natal Palmira. Le repetían que era imposible que una mujer se graduara de derecho, Esmeralda se graduó con honores y completó sus estudios con una tesis destacada en Estados Unidos. De regreso a Colombia abrió un bufete especializado en asuntos de familia y niñez, y ejerció exitosamente. Esmeralda Arboleda es una pionera en un ámbito, en el que por mi propia experiencia, a nadie le regalan nada. La vida pública es más exigente con las mujeres que con los hombres. En los 50 o ahora a las mujeres políticas nos exigen más que a ellos. Hay un morbo innato en los medios por nuestra vida privada, se expone nuestra vanidad, indagan cómo hacemos para no descuidar el hogar y tener una carrera política, nos preguntan por políticas específicas para nuestro género. Ningún hombre es sometido a un escrutinio de ese tipo. La batalla por los derechos de las mujeres ha sido larga y ese paso decisivo que encabezó esta dirigente liberal aún no ha logrado del todo su cometido. Hoy somos el 52% de la población y el 51% de los electores1. Más de la mitad de los votos que se depositan en Colombia en cualquier elección son de mujeres. Sin embargo, no existe ninguna proporción entre esa representación en la población y el electorado. En todas las corporaciones públicas -desde concejos municipales hasta el Senado de la República- el promedio de representación política de la mujer es del 16%. Ponemos la mitad 1

De acuerdo a ONU Mujeres, 2015.

de la población, la mitad de los votos, pero solamente tenemos el 16% de los puestos de representación efectiva. En las alcaldías y concejos, la representación es menor, no llega al 10%. En las presidenciales el panorama es muy similar. La mayor votación presidencial por una mujer ocurrió en 1998 cuando Noemí Sanín logró tener el 27%. Increíble: estuvo a punto de pasar a la segunda vuelta en esa pelea entre Pastrana y Serpa2. Después de eso, ha venido bajando aunque haya una, dos o tres candidatas. En la pasada elección Martha Lucía Ramírez del Partido Conservador fue tercera y Clara López del Polo Democrático, cuarta. Aún así no hemos tenido una mujer presidenta, que podría ser claramente una opción. Y cuando uno plantea esa disparidad nos vencomo un bicho raro. “¿De qué está hablando? Las mujeres están, participan, existen y tienen sus derechos reconocidos. Pueden votar, pueden elegirse: ¿cuál es el problema?” El problema es que si dejáramos las cosas como están, si no fuéramos proactivos en tener una política de equidad de género, de empoderamiento de la mujer, de reconocimiento efectivo de sus derechos, como la que entonces encabezaron esas mujeres sufragistas, tendríamos que esperar más de un siglo para lograr una representación proporcional. En honor a ese legado las mujeres de hoy estamos obligadas a ser proactivas, a acelerar el paso y disminuir más rápido las barreras sociales y las barreras institucionales que limitan la representación política de las mujeres. Soy una convencida de que la igualdad ante la ley y ante el Estado permite y posibilita mayores formas de equidad en la sociedad, en la política y la economía. Creo que las mujeres hemos logrado 2

Registraduría Nacional del Estado Civil. Histórico de Resultados Electorales.

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derribar casi todas las barreras legales, pero todavía tenemos muchas no formales que actúan en contra de nuestras posibilidades de representación en la sociedad. ¿Qué pensaría Esmeralda si supiese que aún hoy tenemos que trabajar casi la mitad más que los hombres para ganarnos lo mismo3? Y que aún en el siglo XXI tenemos, por lo menos, en promedio, 3 horas o 4 horas laborales no remuneradas en actividades familiares4? Eliminar esas barreras socio económicas: laborales, de horarios, distancias, ingresos, de roles que se nos asignan a las mujeres por tradiciones culturales como el machismo es una deuda pendiente con el legado de Arboleda y las sufragistas. Aprender a hacer acción política colectiva a su manera es otra gran enseñanza que se puede extraer de la lectura de Esmeralda Arboleda, la mujer y la política. Posibilitar cambios de ese calado dentro del sistema, en una época especialmente voluble, es una proeza. Aprovechar esa ventana de oportunidad logrando acuerdos más allá de las reyertas partidistas en plena época de

3

La brecha salarial de género en Colombia fue de 21% en 2012 según la Mesa de Género de Colombia usando datos del Ministerio de Trabajo. 4 DANE. Gran Encuesta Integrada de Hogares, promedio 2007-2010. Señala que las mujeres trabajan 32 horas no remuneradas a la semana en comparación con 13 horas trabajadas por los hombres.

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La Violencia es sumamente aleccionador para los tiempos que corren. Por eso para mí fue un verdadero suceso encontrarme con una figura como Esmeralda quien, sin ninguna ruptura con el establecimiento, luchó por el voto femenino, ocupó varios y conspicuos cargos en el Partido Liberal y en las administraciones del Frente Nacional y fue importante política en una época en que las mujeres estaban al margen de esa profesión y de casi todo el espectro de la vida la pública. En que hay muchas “esmeraldas arboledas” por todo el país construyendo paz, democracia y ciudadanía se basa mi fe inquebrantable en Colombia. Hemos logrado mucho, no hemos ganado todo, pero vamos a lograr aún más. Así será porque tenemos una sociedad y una ciudadanía beligerante, crítica, movilizadora, que exige sus derechos, que cumple sus deberes, que ejerce su ciudadanía social y políticamente. Por eso, acabar la guerra es el mayor aporte al ejercicio de la ciudadanía de quienes hemos estado más sub representados en la política colombiana, las mujeres, los jóvenes y las minorías. Esa es mi esperanza.


Victoria Fajardo de Silva Violencia y solidaridad, La Selva en la Montaña Editores. Bogotá, 2001 128 pp. Sonia Cárdenas Salazar

movía el ímpetu de la juventud y el saber que si no actuaban de inmediato la vida de sus protegidos corría peligro. Pasan por estas páginas los barrios y calles de Bogotá en los años 50 y 60, hermosamente descritos, con todo el movimiento de una urbe en pleno desarrollo que pugnaba por salir del provincianismo. Las vivencias de los protegidos por La Solidaridad, a cual más duras, difíciles y amargas, nos dejan sin embargo el sabor de la esperanza, la ilusión, en la mayoría de los casos. El recapitular sobre la llegada a Bogotá de los desterrados por la violencia de esa época –en particular de Tolima, Boyacá, los pueblos de Cundinamarca-, aparece ante nuestra mirada como si fuese el tráiler de una película que hemos visto repetidamente.

Cuántas vivencias, cuántos recuerdos llegan a la memoria al leer estos relatos de Victoria Fajardo, escritos de modo coloquial, en cuya dedicatoria encontré varios nombres conocidos desde hace mucho tiempo. Al comenzar me propuse atender su recomendación de “recordar los nombres de esos héroes incógnitos con un pensamiento de amor y gratitud hacia ellos. Que su imagen no se pierda en la noche del olvido”. Y bien merecen esos sentimientos todos los héroes que aquí aparecen. Estos trece apartados, que no capítulos, nos devuelven a los años 50 a través de la creación de un grupo de seis amigos –La Solidaridad lo llamaron-, idealistas y valientes que no parecían sentir ninguna aprensión ni temor ante los graves peligros que enfrentaban en su labor. Los

Victoria Fajardo, la autora y miembro del grupo, fue directora durante varios años de la Casa Museo Jorge Eliécer Gaitán, lugar de visita y peregrinación de muchos desplazados de la época, ansiosos de conocer dónde había vivido el caudillo. Esta admirable mujer encontró la oportunidad de cuidar y refugiar allí mismo a numerosas víctimas, especialmente las que venían de Sumapaz, Icononzo, Villa Rica. Y de oír los dramáticos relatos, que aquí encontramos, de Erasmo Valencia, Gerardo González, Rosalba e Ifigenia González, María Esperanza, Matilde, Gilberto, Mercedes, Juan de la Cruz Varela, Filiberto Barrero, entre muchos otros. Propiciaba, en la Casa Museo o en otros lugares, las reuniones de trabajo que con Cristina de Tapia, inolvidable amiga y protectora del grupo, hacían sus miembros Julita Soto (asesinada); Isabel Rozo, Alfonso Romero Buj (asesinado);

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Jaime Orejuela Davis, Raúl Alameda Ospina. Contaron también con la presencia activa de Yolanda Alameda y Antonio su esposo, Federico Clarkson, Isabelita Restrepo de Torres, madre de Camilo Torres. Hechos dolorosos como los asesinatos de los estudiantes en junio de 1954; las luchas de las guerrillas en el Llano; la guerra de Villa Rica y muchos más pasan por estas páginas, contados por sus protagonistas y víctimas. El 10 de mayo y el entusiasmo por la caída de Rojas Pinilla le permite recordar a Victoria los nombres de los abogados defensores de los presos políticos, entre ellos Carlos Lozano y Lozano, Manuel Manotas, Hernando Garavito Muñoz, Polidoro Pinto, Eduardo Umaña Luna, Carlos Castañeda, Francisco Zuleta, Álvaro Vásquez del Real, Ernesto Rosado, Raúl Vásquez Vélez. Los encuentros clandestinos en un recodo del Parque Nacional para organizar las visitas a la Cárcel del Buen Pastor son un relato memorable

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y desconocido. Y Victoria menciona tantos héroes que en silencio y generosamente les ayudaron, como el médico Horacio Parra y su esposa Leonor Soto; Lucila Rubio de Laverde y su hermana Aurita; los llamados teósofos; los masones de Barranquilla; los Adventistas de la calle 1a.; los curas españoles de Santa Teresita; Ramón Martínez y Polita Peláez, con su familia; Lilia Castellanos de Sánchez, Luis Perdomo; Juan Salgado, Victoria Bermúdez; Guillermo de Vengoechea. Tantas criaturas a quienes rescataron y protegieron, ¿dónde andarán ahora? ¿Vivirán ellos y sus familias para conocer y gozar de la época de paz que se vislumbra y ansiamos con tanta esperanza? Al terminar la lectura, un inmenso agradecimiento para Victoria, por permitirnos repasar esa parte tan importante de nuestra historia reciente. Seguramente quienes lean este pequeño pero entrañable volumen tendrán la misma sensación.


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