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Reseña de Tu cruz en el cielo desierto de Carolina Sanín

LA IMAGINACIÓN DEL AMOR

RESEÑA DE: TU CRUZ EN EL CIELO DESIERTO DE CAROLINA SANÍN

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Por Javier Galindo

El más reciente libro de Carolina Sanín nos presenta distintas imágenes sobre el amor a través de narraciones, descripciones, poemas y ensayos. ¿Existe una imagen que rija a las otras y que funcione como la imagen central del libro?, ¿o este tiene muchas imágenes que, si bien no están atadas a algo central o medular, se entrecruzan como en una red de flujos?

Creo que no es posible hablar de este libro como algo articulado a una sola idea o a un solo hecho: es un texto de la imaginación. En la imaginación difícilmente nos encontramos con una organización piramidal de las imágenes. El esfuerzo por traer la imaginación a un libro hace que, en ese tránsito, las ideas puedan quedar organizadas como en una cuadrícula, cuando en realidad en la mente no tienen esa organización. En la mente las imágenes parecen más un mapa o una constelación.

O más bien parecen un mar en el cual hay muchas olas que van hacia distintos lados, olas que se encuentran por momentos y luego se separan y se alejan. Olas que parece que se van a encontrar, pero no se encuentran. Olas que hacen parte de un mismo mar (la mente) pero aun así se resisten a conformarse con la idea de ser solo “mar” y nada más. Esa es la imaginación y creo que este libro de Carolina Sanín nos aproxima a lo que es imaginar el amor, imaginarlo mientras se hace y se vive, imaginarlo también a la distancia e imaginarlo como algo que se quiere y se desea.

En una de esas imágenes la autora habla consigo misma en segunda persona a propósito del amor torturante, ese amor en el que se explora al otro “desafiando su libertad y desollándolo” (p.97). Ese amor que buscar la verdad en el otro pero que no es consciente de que, al conocer la verdad, el otro se convierte en algo distinto a la persona que se quiere para buscar la verdad. La autora asemeja esa forma de amar casi infinita, en la que se despoja al otro, a la forma en que “el hombre ha amado la Tierra”. En otro pasaje del libro Sanín habla sobre la privacidad y dice que “la renuncia a la privacidad conllevaría

el abandono de la individualidad. Dejaríamos de concebir el mundo como historia…para contemplarlo como un desplazamiento eterno, totalmente solitario, totalmente comunal” (p. 110). Sobre la intimidad la autora dice uno de sus sentidos puede ser el del “desconocimiento de la identidad” (p. 142), es decir, el desconocimiento que tienen los otros del misterio de lo íntimo. Esas tres imágenes -el amor torturante, la privacidad y la intimidad- se encuentran como olas cuando pensamos que el amor torturante es precisamente esa búsqueda infinita del otro, ese caminar hacia él para destaparlo, para reconocer lo íntimo de su cuerpo y espíritu. Al no poder encontrar esa verdad total del otro, al no poder comprenderlo pues “cada persona es…infinita”, vivimos un dolor, una pasión. “Me digo que debo pasar a través de este dolor de no entender -a través del deseo-,encaminada a no entender otras cosas incontables; encaminada por el sufrimiento mismo, no a través de un camino, como si contara un cuento, sino en las cuatro direcciones que marca una cruz, y clavada en el centro de la cruz: en la pasión” (p. 21).

Este libro de Carolina Sanín nos aproxima a lo que es imaginar el amor, imaginarlo mientras se hace y se vive, imaginarlo también a la distancia e imaginarlo como algo que se quiere y se desea”.

Sanín también presenta imágenes sobre la metáfora, de la que dice que es “la operación básica no solo de la poesía sino del conocimiento humano” (p. 122), y refiere al deseo, al amor. Para ella en la metáfora definimos una cosa como otra, es decir, se está en búsqueda del otro para definir a esto o a sí mismo. Esa forma de entender el amor es la que Sanín despliega cuando narra los encuentros sexuales virtuales y las conversaciones con su poeta amado. En esa relación la poeta, la amante, ama a un amado, que también es amante por el hecho de ser poeta. La poeta y el poeta son definidos como amantes masculinizados y como amadas feminizadas, y como uno en busca de lo otro, es decir, como metáforas. La metáfora entre lo masculino y lo femenino también permite entender la feminidad del torero, quien se viste como “una mujer de fantasía, exagerada, angélica”, que a su vez es masculino por torturar con su falo (estoque) al toro. También existe una metáfora entre el torero y don Juan, que es la misma metáfora entre lo masculino y lo femenino, entre el acto de burlar y torturar. Para la autora “En la plaza, año tras año, don Juan sale victorioso, y burlada -verga y mujer-, muerta.” (p. 96).

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