Tras el desastre- 1 de febrero de 2020

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1 de febrero de 2020

Cambiarlo todo es lento

Beatriz Llenín Figueroa

también habremos de recordarnos que los usos habituales de las palabras no las agotan, nunca. Necesitamos creer que es posible volver a temblar de amor, que seguimos siendo capaces de prometer no cobrar las deudas del amor.

“It is not the decline of the West Indies that should engage our sentiment, but rather their endurance as a perennially fertile hunting ground for everyone except the people who live there.” (Gordon Rohlehr, pensador guyanés, 1974)1

Amo estas islas y las lloro y las lloro y las lloro. Se abalanzan y se agolpan y se funden y se coagulan los siglos de saqueo y nos dan ganas de prenderlo todo en fuego.

Hay otras cosas que tendremos que hacer para cambiarlo todo. Escuchar y abrir, antes de pontificar y clausurar. Tener modestia y sentido autocrítico, antes de hundir la espada trágicamente apresurada, antes de lanzar rayos desde el tope de una cima de superioridad moral y política, acomodando a les demás –sin importar sus voces ni sus versiones ni sus trayectorias ni ninguna forma de evidencia– en las cajitas de los criminales y los enemigos que, de paso, han perdido cualquier sentido diferenciado de proporción y magnitud. Detener el tiempo frenético de la hoguera y de su implacable maquinaria para poder pensar y hacer/nos las preguntas necesarias y muchas veces difíciles –complejas como esta vida lo es– antes de decidir y juzgar. Respetar en los huesos que todo tiene historia, que no llegamos primero ni somos les mejores, que siempre ha habido gente puesta –puestísima– pal problema, y que con esa gente –en toda su densidad– tenemos deudas de amor que nos han hecho posible vivir. Defender con denuedo que la humanidad es siempre capaz de cambiar –para mejor o para peor, por supuesto– y que el azar existe, razones por las cuales no todo está sujeto a nuestro control ni merece el estatismo de una reja carcelaria. Recordarnos que mientras más alta es la cima, más violenta será la caída.

Nos han atragantado de calma y de espera y de decepción y de abandono y de traición y de miedo y de cólera y nos dan ganas de prenderlo todo en fuego. Pero me da pánico asolarlo todo como el poder nos ha enseñado. No quiero. Si de algo nos sirve la conciencia histórica, es para saber que una vez desplegamos el horror de la violencia inmisericorde, acabaremos dudando hasta de nuestra sombra y las cabezas que rodarán también serán las nuestras. Tengo que creer que hay otros modos de cambiarlo todo porque hemos cambiado tanto, siempre, aun cuando no lo hayamos deseado. Quisiera saber las palabras para abarcar esto que llamamos el presente en Puerto Rico. “Temblor,” como “promesa,” antes me parecían hermosas. Tendremos que inventarnos lenguas y actuar en/por ellas. A la vez, 1 Lo que escribo es para/sobre “the people who live t/here,” que sabemos no son quienes ostentan el poder porque no viven aquí, aunque lo hagan. 30


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