Muñecas, niñas, mujeres... y hombres

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MuĂąecas, niĂąas, mujeres... y hombres 3 de mayo de 2018

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*índice

Muñecas, niñ 4

Isla en verso Aida Guzmán

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Entre Marías: reflexión disperso-diaspórica Nancy Bird-Soto

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¿LOLITA? Paula Sánchez Mayor

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Cultura de masas y desencanto en Sonido de lo innombrable de Manuel Abreu Adorno Zaira Pacheco

Portada y contraportada Isla en verso, Aida Guzmán

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¿antropo qué? Miguel Adrover Lausell

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ñas, mujeres... y hombres 33

La travesía incesante Carmen Zeta

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Margarita Trina Callejo Correa. El “spinoff” del libro Callejo: ensayo de música Julia Cristina Ortiz Lugo

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Del Estado benefactor y algunos de sus odios

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El secreto de la casa rosa (Novela por entrega 1) Sylma García González

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De las reinitas es la tierra: presentación de Geografías de lo perdido Beatriz Llenín Figueroa

Carmen R. Marín

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A contraluz

Plantas abortivas Bárbara Díaz Tapia

Anto Gamunev

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Isla en verso

Aida Guzmรกn

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Entre Marías: reflexión disperso-diaspórica Nancy Bird-Soto

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i madre decía si hubiera podido tener algún poder especial, le hubiera gustado poseer la habilidad de la bilocación. Lo decía en relación a su admiración por la vida del Padre Pío. Era mucho en lo que no encontrábamos terreno común. Ella no entendía mi preferencia desde pre-adolescente por la música rock (en inglés) en lugar de los boleros cantados por tríos, como

por horas y horas. Nada se asemeja a continuar en el encierro solamente para poder salir a hacer filas kilométricas —como le gustaba decir a mi madre, unionada jubilada— para conseguir efectivo, para entonces conseguir gasolina, para luego, por fin, comprar lo que quedara en el supermercado. Nada tampoco se asemeja a lidiar con las circunstancias de tener una enfermedad

tampoco, ya de adulta, mi entusiástico aval a las adopciones por parejas del mismo sexo. Era hipercatólica mientras que yo nunca he sido creyente. Para ella, no había nada como un título en Derecho, por lo que aún no mucho antes de su fallecimiento en 2016 todavía me preguntaba —ya yo con puesto de profesora— que por qué no tomaba “clasecitas de Derecho” así, por el lado, y me hacía abogada.

debilitante durante un periodo de emergencia extendida.

La experiencia del huracán María con todo y ramificaciones fue para quienes vivimos allende la isla, una, aunque no glamorosa de la bilocación, de gran angustia y de estar en mente y cuerpo en lugares dispares.

Eso sí, compartíamos el gusto por la música clásica, en específico la de Chopin. Lo que no supe hasta fines de septiembre 2017 es que compartíamos el deseo del don de la bilocación, rasgos de esa experiencia que a ella no le tocó vivir. Me refiero al embate del huracán María y lo que se suscitó durante los días y semanas luego de ese histórico 20 de septiembre. Por supuesto, nada se asemeja al estar allí, pasando por el encierro, sin luz ni servicio de agua, soportando el ruido imponente del viento 16

No será tanto lo que haya en común con quien está allí pasando por los efectos directos del fenómeno natural, pero hay un sentimiento que se extiende fuera de los confines isleños: la angustia, en este caso, la profunda angustia que nos provocó y nos sigue provocando María, ya pasados seis meses de su embate. Es una angustia compartida enlazando a cada persona puertorriqueña allá en su tierra —como diría mi madre, la yaucana velarizando la “r” en “tierra” como le era natural— y las que están afuera. Cabe recordar que “estar afuera” no solamente responde a una gama de razones y circunstancias, sino que nada tiene que ver con desdén, superioridad o desinterés. Entre esas razones y circunstancias están las encerronas económicas y políticas propias de la compleja situación colonial puertorriqueña. La experiencia del huracán María con todo y raUMET


mificaciones fue para quienes vivimos allende la isla, una, aunque no glamorosa de la bilocación, de gran angustia y de estar en mente y cuerpo en lugares dispares. Para una de mis clases de Literatura, el 20 de septiembre discutíamos “No oyes ladrar los perros” de Juan Rulfo, el cual presenta las vicisitudes del viaje a pie en el que un padre carga a su hijo para conseguir atención médica en un pueblo cercano. “Pasar vicisitudes” era una de esas frases que mi madre utilizaba para hablar del Puerto Rico de su juventud allá para los años 40 y 50. Para la próxima reunión de esa clase, nos tocaba “La noche boca arriba” de Julio Cortázar, cuento en el cual el protagonista está en dos espacios, 3 de mayo de 2018

dos momentos en lo que es un sueño de proyección de futuro. Por mi parte, logré entender otra de las capas dentro de la riqueza magistral de ese relato. Las dos localidades, las dos temporalidades: esto me transportó a los recuerdos del huracán Hugo y la llegada precipitosa de un presente-futuro, en el caso del Puerto Rico “aMariado”, distópico. Ya para el día de “La noche boca arriba” había podido comunicarme con mi padre, aunque fuera por mensaje de texto. Las primeras 48 horas marcaron la angustia mayor. Sé de amistades acá —en la diáspora— que se desvelaron y no pudieron conciliar bien el sueño por semanas. Pasarían muchas más semanas para que mi padre tuviera de nuevo servicio eléctrico; meses para otros parientes, más de medio año 17


para mucha gente en varias partes de la isla. En la edición especial de Cruce sobre María (vol.4), José F. Aponte García destaca que, a este punto, “Puerto Rico ha entrado a los planos mundiales de forma extraña: como otro que en el

nosotros produce los otros caribeños,” añadiendo que post-María, “people wonder” (40).1 Puerto Rico —sí, diáspora incluida— quedó en la mirilla mundial. La situación colonial y sus efectos ya en el siglo XXI se ha exacerbado. El insularismo ni pudo dar su último alteo, porque la propia caribeñidad y latinoamericanidad de Puerto Rico 1 En “Puerto Rico, el Caribe y la modernidad en tiempos huracanados”. Cruce. María: acercamientos transdisciplinarios a la experiencia del huracán y sus efectos en la sociedad puertorriqueña. No.1, pp. 38-42. 18

lo tenía cancelado hace tiempo. People should continue to wonder. Porque ahora suena más dislocado que nunca cuando otras personas hispanas nos dicen que la gente boricua “la tenemos mejor”.

Luego del huracán, aparte de los numerosos gestos de apoyo y solidaridad que se plasmaron por las redes sociales, también surgieron expresiones de menosprecio por sectores puertorriqueños hacia quienes “estamos afuera” al estilo de si no estás aquí, no te necesitamos. Recordemos que “estamos afuera”, pero no estamos fuera de los lazos, preocupaciones y experiencias como personas bilocadas entre la isla y otros lugares. Sí, estamos fuera; fuera de lo recalcitrante.

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Mi madre casi nunca utilizó el nombre de María, aunque fuera el primer componente de su nombre de pila bautismal. A veces, durante mis viajes de visita a Puerto Rico, ya con mi disertación doctoral sobre Ana Roqué, Carmela Eulate Sanjurjo y Luisa Capetillo —tres feministas puertorriqueñas— mi madre sentía que tenía que recalcarme que yo era puertorriqueña, “para que yo lo supiera”. Esto es síntoma de la confusión insularista relacionada a los prejuicios proyectados en quienes vivimos a/fuera. Por otra parte, me confió que le agradó mucho encontrar que yo había hecho la distinción entre ciudadanía (Estados Unidos) y nacionalidad (puertorriqueña) en

dremos visitar con relativa frecuencia o nunca volver a poner pie en la isla. En cualquier caso, eso no le cancela a nadie ni su historia personal, ni su acervo cultural, ni mucho menos las profundas angustias poshuracanadas. ____________ Imágenes: Izumi Idoia Zubia – Illustrated Dream

una tarjeta de identificación de cuando estudié un verano en España. Podremos o no tener el don de la bilocación, po3 de mayo de 2018

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¿LOLITA?

Paula Sánchez Mayor

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Qué tiene Lolita? Nada más abrirlo uno se percata de que se trata de un libro peculiar, porque lo importante no es la historia, sino el deseo. Lolita no cuenta una historia con planteamiento nudo y desenlace, y si lo hace no es lo importante, si se pregunta a alguien que lo leyó

motivo que ese: estoy respaldado por la historia y la crítica literaria para leer un libro pornográfico. Ese cosquilleo, esa excitación justo antes de leer la primera línea es solo la advertencia del terror que vendrá después, al menos hasta la mitad del libro. Luego, el lector ya se sabrá cómplice del

hace un año no se acordará de si el pobre Humbert Humbert consigue o no matar a uno u otro, sabemos que a alguien mata porque nos dice al principio que le van a juzgar por ello. Sí que se acordará; sin embargo, de que la pobre Lolita acaba embarazada de un cualquiera, trauma para todos los que la hemos visto jugar y reír como una niña. Una niña especial, bien es cierto, porque a través de las páginas la pobre o maliciosa niña, depende de cómo se mire, juega con nosotros, nos atrae con el olor de su sudor prepuberto y con el fino vello del comienzo de su espalda.

pobre Humbert Humbert y únicamente querrá que la repulsiva historia de amor acabe bien. El pobre Humbert Humbert, al final nos produce incluso ternura, pero no, asco, asco es lo que nos produce por encima de todo, mas un asco atractivo. A veces el lector se descubre deseando que Humbert Humbert encuentre a su niña perdida, al amor de su vida. Porque Humbert Humbert es un depravado y casi nos gustaría que estuviera realmente enfermo para así al menos encontrar una explicación racional que nos consuele. Pero no está enfermo y es perfectamente consciente de lo que hace y de lo que quiere. Es un depravado, pero aun así se enamora, o eso dice él, (y realmente lo parece); pero si solo es un depravado movido únicamente por su deseo corporal primitivo (y además errado) ¿cómo va a enamorarse de esa Lolita? O más, bien, ¿por qué de ella justamente? ¿qué tiene Lolita? Y es que Lolita no es una niña cualquiera. Es una niña que sabe el juego al que están jugando con ella y que participa de él activamente. El lector ante esto puede consolarse pensando que la pobre niña lo hace como UMET

¿Es que hay algo en el ser humano que hace que le atraiga la perversión?

De todos modos, la peculiaridad del libro se debe, entre otras cosas, a eso que acompaña a las novelas que han pasado a la historia, antes de leerlo ya sabemos de qué va. Y en este libro ese ya-saber-de-qué-va trastoca al lector mucho más que en otros casos. Sabemos que es un libro que ha sido calificado de pornográfico y que; no obstante, años después es considerado una gran novela por los expertos. Saber esto hace que el lector no escoja el libro por ningún otro 20


The Golden Days, Balthus, (1944- 1946), Smithsonian Institution.

manera de protegerse o tal vez lo hace inconscientemente, o como manera de matar a su madre al estilo de Electra. Lolita es un libro extraño porque nos pone en la piel de un protagonista fuera de la norma, eso lo han hecho ya muchos, pero Navokov consigue algo distinto, consigue que deseemos igual que lo hace Humbert Humbert, nos pone en la situación de sentir la excitación de ese hombre con una niña. El lector siente asco de sí mismo, se le colorean sus mejillas, o la cara entera, y decide que no es un libro para leer en el metro. Pero a la vez, es un asco hacia uno mismo morboso, porque no queremos dejar de leer. De la mano de Humbert Humbert el lector se encuentra ante el abismo, el suelo bajo sus pies acaba y se pue3 de mayo de 2018

de asomar a ver la oscuridad infinita que tiene delante, pero no puede dar un paso más o caerá irremediablemente. Esa sensación de asomarse al abismo produce una adrenalina, que no es la que produce ver porno en la intimidad de su habitación. Es una sensación distinta, es la carga sin la descarga, pero además con un odio profundo a la carga, una repulsión vomitiva, creemos que hacia Humbert Humbert. Se podría comparar, si acaso, con esa atracción que tiene una herida abierta, mejor si supura pus a borbotones. Por eso Humbert Humbert nos acaba dando pena más que asco, acabamos por querer que deje de sufrir como nosotros estamos sufriendo. El libro solo cuenta hasta la segunda parte, después se olvida, se convierte en una aventura de un hombre trastornado en busca de su amor verdadero, 21


como tantas otras historias. El libro solo es el libro hasta la mitad. ¿Es que hay algo en el ser humano que hace que le atraiga la perversión? Seguramente. Lo curioso aquí es que un libro así se haya convertido en un clásico de la literatura y tenga, además del puro placer morboso, un valor estético o literario. Pero en Lolita la perversión y el valor estético no van por separado, la perversión es maravillosamente estética, y no solo en los juegos del lenguaje, sino sobre todo en las descripciones, concretamente en las representaciones descaradamente depravadas y bellas de Lolita y de otras nínfulas. Belleza y perversión que radican ambas en que se trata de una niña y no de una mujer, en que aún no está desarrollada, pero comienzan a atisbarse las voluptuosidades que adornarán su aun pequeño cuerpo.

extrañeza con respecto a ella, pero una extrañeza demasiado inquietante para poder ignorarla, nos invita a descubrir lo que guarda con cuidado, pero esa invitación no es inocente, comporta un peligro y un riesgo, a descubrir y a que nos descubra en esa relación tan pudorosa en que nos sentimos desnudos y desprotegidos. La obra de arte nos seduce, pero al modo de las sirenas del pobre Ulises, sabemos que si la escuchamos estamos perdidos, pero no tenemos otra opción, por nuestra condición de seres humanos, que escucharla, rezando quien pueda para poder salir alguna vez y no avergonzarse cuando de vuelta a casa se mire en el espejo. Por eso Lolita tiene valor estético, y nunca olvidaremos su nombre, Lo-li-ta.

Esta novela juega con una triposicionalidad: Lolita, Humbert Humbert y el lector, un trío curioso cuanto menos. Lolita nos ataca, nos afecta en lo más íntimo y oscuro de nosotros a través de la complicidad de Humbert Humbert tan bien creada por Navokov. Lolita nos llama desde las profundidades del abismo de nuestra alma, del alma de la sociedad que tiene ese fondo perverso que todos rechazamos por norma y por moral. Toda obra de arte nos pone ante el abismo, de nosotros mismos y de nuestra época, y esta también lo hace, diría que, en nuestro propio abismo, en el abismo de las atrocidades humanas, propias exclusivamente del ser humano, al que irremediablemente pertenecemos. Toda obra de arte nos aleja de ella, porque, al fin y al cabo, y por fortuna, Lolita no existe. Nos aleja de la situación concreta y personal que cada uno y todos tenemos. Y nos pone en una relación de 22

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Cultura de masas y desencanto en Sonido de lo innombrable de Manuel Abreu Adorno

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Zaira Pacheco

i en la obra narrativa de Manuel Abreu Adorno el yo autobiográfico es la materia prima que se moldea, en su obra poética se da un ejercicio de tratar de desprenderse aún más de ese sujeto, a través del devenir de un “lenguaje ex-

námica. De esta forma el lenguaje se busca a sí mismo, al indagar en esos “extraños discursos” como plantea Valery, que son intrínsecos a la condición poética.

tranjero”, en palabras de Proust. La estela que dirige al autor es la creación de nuevos universos semánticos que traspasen el lenguaje sobrio o cotidiano. Este ejercicio se reproduce tanto en sus novelas y cuentos, así como en su poesía. Recordemos, por ejemplo, su segunda novela No todas las suecas son rubias (1991). Aquí el personaje de Alberto explora un lenguaje metafórico para urdir desde la imagen al personaje de Christina. Desde ese eros melancólico que impregna casi todo el texto, se evocan las voces de los poetas clásicos que le cantan a los amores perdidos. En su libro de cuentos Llegaron los hippies hallamos narraciones que buscan nombrar lo inefable. Cómo explicar el agobio de la rutina en “Sentirse, hallarse, ser” si no es quebrando la palabra misma: “Sentirse un bloqueo de Bill Russell, un donqueo de Wilt Chamberlain, una patada de Pelé, una brazada de Spitz, una anotación de Orr” (19). El estado anímico del personaje solo se explica a través de la fuerza aerodi-

Sonido de lo innombrable es el resultado de un esfuerzo significativo por desentrañar las palabras desconocidas para el yo, la imagen que se descubre mientras se crea. Aunque el texto se elabora entre 1970-1980 se publica de forma póstuma en 1992 con la editorial del Instituto de Cultura. Si bien se trata de un trabajo de corta extensión, sabemos que escribió mucho más de lo que se publicó.1 Lo cierto es que Abreu Adorno conservaba fajos de poemas, que se dedicaba a mostrarles a quienes él consideraba sus mentores. Es muy probable que esos textos se hayan perdido con el tiempo. Imaginamos entonces que este texto póstumo es realmente una pequeña compilación de un trabajo mucho más amplio. Para su amigo escritor Eduardo Mitre los últimos poemas del libro son “acaso los más hermosos de Manuel, en los que se advierte el comienzo de otra etapa, el diseño de un sendero nuevo” (12). En estos tex-

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1 En entrevista con el escritor catalán Joaquim Marco. 23


tos apreciamos la capacidad de explorar la elasticidad del lenguaje cotidiano utilizando referentes de la cultura de masas. En los poemas existe la posibilidad de penetrar y pensar esos referentes, por un lado, como mecanismos de control, y por otro, como herramientas emancipadoras. Estas serán las vías por las que el sujeto poético transita para nombrarse a sí mismo con el nuevo lenguaje adquirido, y al final reconocer el fracaso del individuo inmerso en ese mundo. Antes de comentar esa última sección de poemas nos acercaremos al texto “Elegía para Gary Gilmore”, pues explora el asunto del espectáculo, que Guy Debord ya había desarrollado en su ensayo La sociedad del espectáculo (1967) y que guarda una estrecha relación con la propuesta de Abreu Adorno. Ya desde el título se nos anuncia que el poema se apropiará de un tono elegíaco para evocar a uno de los asesinos en serie más célebre de los Estados Unidos. sientes la llama fría y consoladora el clavel gris la pasión porcelánica los atuendos pospositorios la evidencia de voluntad (24)

La aproximación de la muerte inunda la atmósfera poética. Es grisácea y fría. Percibimos una especie de homenaje que se encarga de espiritualizar el ritual previo a la ejecución del asesino. El sustantivo “clavel” y el adjetivo “porcelánica” parecen situar al personaje de Gilmore en un 24

estado contemplativo. En el último verso de la estrofa se hace referencia a la actitud de este frente a sus crímenes, pues es él quien solicita la ejecución. En aquel entonces, esto naturalmente provocó una atención desmesurada por parte de los medios de comunicación. No solo su imagen fue explotada, multiplicada a través de los noticiarios, sino que en los años 80 se filmó una película basada en la novela de Norman Mailer2. Ante este panorama, Abreu Adorno decide explorar las gradaciones que yacen ocultas debajo de lo espectacular. El ruido de los medios es demasiado estruendoso como para poder escuchar los latidos antes del suceso. El poeta intenta descubrir ese instante previo: “Lets do it” Resuelto confiado tembloroso se acerca el verdugo encapuchado Marca el silencio con tu silencio La muerte es transparencia lo miras te ves (24)

Al parecer, se duplica la declaración del propio Gilmore a través del primer verso, aunque también se pudiera interpretar como la resonancia del verdugo. Resulta una difícil tarea poder diferenciar quién dice qué, quién siente qué cosa en estos últimos versos. Si bien existe cierta inmediación entre la voz poética y el ejecutado pues, hay una cercanía que abraza al “otro”, el yo lírico se narra a sí mientras narra a un segundo y a 2 The Executioners Song (1982).

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un tercero. Se da un tríptico de espejos donde la voz poética se funde con la del ser que se construye en el poema que, a su vez, está desdoblado. Lo observamos de forma clara en los versos: “lo miras/te ves”. El verdugo entonces también se convierte en él o él se transforma en el verdugo. Es ese “él” que se ha fusionado, quien dicta su sentencia de muerte. Notamos, además, que el poema está diseñado a modo de escena cinematográfica. La división de los versos delimita las imágenes. Primero, el instante de la espera y luego, cual liturgia de muerte, el momento en que se encuentra la mirada de Gilmore y la de su verdugo encapuchado. En el verso, “la muerte es transparencia”, podemos recordar esa noción de Gorostiza sobre la búsqueda del lenguaje poético, como “una investigación de esencias” de conceptos como el amor, el dolor o la muerte, y esto es precisamente lo que Abreu Adorno intenta lograr en este texto. Encontrar un lenguaje que rebase la futilidad del lenguaje comercializado y que es exclusivo de los modos neoliberales de producción. Ante esta cuestión, Debord plantea que “el carácter fundamentalmente tautológico del espectáculo se deriva del hecho simple de que sus medios son, al mismo tiempo, su fin” (41). La muerte es expuesta en la televisión solo por su impacto visual. La imagen en la pantalla es intrascendente, mientras en el poema la muerte permanece como un instante de lo eterno. Se van descubriendo sus capas a través de un ejercicio de cavilación. En la primera sección de poemas del libro comenzamos a observar las referencias al movimiento contracultural que tanto influyó a Abreu Adorno en su narrativa y en su poesía. Pero, ante todo, se comienza a idear un sujeto desarraigado y que siente que no pertenece a ningún 3 de mayo de 2018

lugar. En “Credulidad” no existen los parques en los que podamos hallar refugio ante esta condición de aislamiento: No hay parque ni soledad en esta ciudad donde todo cae como subiendo donde todo sube para abajo donde todo sale entrando (32)

Los versos nos colocan en un terreno inestable. Esa desestabilización del yo lírico es cónsona con la descripción de la ciudad. Los verbos “caer”, “subir”, y “salir” provocan múltiples movimientos que se entrecruzan. Las palabras retumban unas con otras y también vuelan. El hecho de que no existan parques ni soledades nos da la sensación de pisar un espacio homogéneo, en donde la variedad es inexistente, a pesar de que también la ausencia de soledad y la velocidad implícita impliquen el exceso de muchedumbres en contacto, como es típico de las grandes ciudades cosmopolitas. El uso de la anáfora también es un elemento que nos transmite ese escenario de lo igual. En la última estrofa el yo pregunta: Si te dijera que La Revolución llega esta noche en un vuelo Pan American 747 a las 11: 43 y sin escala ¿me creerías? (32)

La Revolución con mayúscula no es una cualquiera. Es una referencia directa a la revolución contracultural. El poema nos recuerda la canción “Revolution” de los Beatles: “you say you want a revolution/ well, you know/ we all want to change the world”. La banda de rock inglesa, emblemática de la época, figura en la novela inédita de Abreu Adorno, Elegía para Eleanor Rigby 25


(1979)3. ¿A dónde es que va destinada la revolución? No sabemos exactamente. Si nuestro punto de partida es la ciudad que ha sido construida en la estrofa anterior nos situamos ante una geografía indeterminada, que puede atravesarlo todo y estar en todas partes. En este sentido, el sujeto poético se ubica en una noción global del espacio. El tono de cercanía e incluso lúdico, en que se formula la pregunta juega con el lector. La revolución está a punto de estallar y algo transformador se aproxima. Es el presagio de un nuevo comienzo que trastocará latitudes. En el poema “El naufragio” fechado en 1974 se anuncia el hundimiento de esa llegada “sin escala”. Si en el poema “Credibilidad” se augura como una coyuntura inmediata y nos quedamos expectantes a lo que se desatará, aquí solo quedan sus vestigios. El yo lírico parece ser el único que subsiste: Sentirse el único sobreviviente del naufragio del barco: Década del Sesenta O como las arrugas nacientes en el rostro de Mick Jagger O como un afiche del Che abandonado en un closet (68)

Aunque en este poema se nos provee un contexto, la década del sesenta, (en mayúscula otra vez para acentuar que se trata del movimiento contracultural), el texto parte de un vacío. No es la presencia de todas las referencias políticas, como el Women’s Lib o los Black Panthers, tampoco de los íconos musicales de la década así 3 La referencia de los Beatles no se limita al título de la novela, sino que recorre sus páginas a través de la influencia que ejerce en la conducta e ideología de los personajes. 26

como Mitchell o Hendrix. En todo caso, se alude a la desintegración de estas figuras, al silencio de estas voces. Nuevamente el recurso de la anáfora a través de la repetición de “O” nos asienta aún más en esa nada. Lo que comienza en la primera parte del libro como una idealización del movimiento, como algo que vendrá a fracturar los cimientos del sistema, se limita entonces a una cosificación de la ideología misma. La libertad que profesaba el movimiento ahora es un afiche que nadie mira y la música antisistema ya no podrá encarnarse en sus figuras emblemáticas. El uso del verbo “sentirse” nos recuerda la narración “Sentirse hallarse ser” nuevamente con ese marcado sentido de continuidad. De la forma en que se emplea en el poema, si bien nos remite a la voz lírica, puede muy bien resguardar una voz universal. “El Naufragio” funciona como una respuesta a su cuento “Llegaron los hippies”. Aquí ya los hippies se han ido y su desaparición es análoga a la melancolía de la voz lírica. No solo la ideología se convierte en objetos sin valor, ni tan siquiera mercadeables, sino que el yo poético también sufre ese desgaste y cosificación, arropado por una niebla de desencanto. Fechado con ese mismo año, encontramos un poema que no lleva título: Me gustaría que lloviese vino

para emborrachar las flores de mi jardín Y así contarnos las penas y ayudarnos en la lectura de El Capital (69)

El poema retrata la actitud despreocupada del ideario contracultural. Ese modus vivendi en el que poco importan los horarios, la prisa o incluso la productividad de acuerdo con el rasero capitalista (no es casualidad que al sujeto poético le UMET


apetezca examinar un libro de Marx). Los versos acompañan esta postura con su ligereza y cotidianidad. Mitre los describirá como “aligerados de la densidad metafórica” (12) y destaca su dimensión erótica. El poema nos recuerda escenas de su novela No todas las suecas son rubias en las que el personaje de Alberto pasaba horas junto a Christina bebiendo vino y conversando sobre los más diversos temas culturales. Estos encuentros, naturalmente evolucionaban en confluencias más íntimas. Yurkievich afirma que “La aclimatación de lo erótico directo, no eufemístico que comenzó con Cortázar está ya consumada en los sucesores como Abreu” (1991). En el poema “Soledad”, fechado en 1973 observamos esa noción de sexualidad despreocupada y libre que tanto profesó el movimiento hippie: 3 de mayo de 2018

No me molesta La soledad (siempre y cuando tenga sabor a sexo) (66)

Así también, en el poema “Revelación” de 1974 el devenir sexual es juego, descubrimiento. Los últimos versos nos exhiben ese “lirismo que está entre sus piernas” (70): Lo hago público de una vez por /todas: Algunos días no uso calzoncillos (70)

El autor explora ese sentido de poética liviana (a la que alude Mitre), que no por ello está vacía de reflexión. El poema reza: “Estos versos son salvajes./Son poemas desnudos/sin ambages/ ni ornamentos” (70). La intención es crear un lenguaje que se desprenda de toda indu27


mentaria retórica que no le permita revelar su naturaleza. El yo lírico se recrea y nos provoca. Los versos desafían el sentido de intimidad y de pertenencia. El sujeto se presenta desarraigado, en esta ocasión de sí mismo y de lo que representa estar dispuesto a utilizar ropa interior, pues las vestiduras alegorizan la represión sistémica. Recordemos el poema “Underwear” de Lawrence Ferlinghetti, poeta de la Generación Beat. En el poema la ropa interior es una metáfora de la opresión gubernamental y del encarcelamiento mediático que sufren los individuos en el país: “America in it’s Underwear/ struggles thru the night/ Underwear controlls everything in the end” (33). Vemos cómo el autor se inserta en ese discurso de deseo y escape de toda restricción social y política que no le permita tomar un rumbo de autenticidad. Hay un despegue de todo lo que funciona como parte del orden social esperado. La encrucijada es entonces la búsqueda de la singularidad a través de la palabra. El yo busca exiliarse de sí mismo, de esa sustancia que aún 28

le queda dentro que pueda representar un sentido de pertenencia al artificio colectivo. Debord describe esta sociedad fabricada como presa del espectáculo: “El espectáculo es el mal sueño de la sociedad moderna encadenada, que no expresa en última instancia más que su deseo de dormir. El espectáculo vela ese sueño” (48). En “Alguien vuela” la voz del poeta nos intenta sacudir y movernos a otras dimensiones que se alejen de ese aprisionamiento:

la liberación es descubrirle un ojo adicional al mundo (78)

La verdadera emancipación ocurre cuando el individuo no es consumido por el mundo de superficialidades que habita, si es que acaso esto es posible. La proliferación de modos de vida mercantilizados impulsa a las masas, tarde o temprano, a ser partícipes de ese intercambio. Hemos visto en este poemario el intento de urdir un tejido lingüístico que penetre en la experienUMET


cia cotidiana a través del imaginario contracultural. A su vez, hay una clara intención de redefinir y transformar estos productos culturales a través de un sujeto que ansía escapar de lo establecido y despojarse de los atavíos impuestos. Aquí el movimiento contracultural no necesariamente representa la liberación de las esferas del poder, en cuanto es mercancía también. Fiel a su oficio de “pequeño dios”, el poeta configura nuevas miradas o ángulos que sirvan para interpretar la realidad mediante un lenguaje que no se pierda en el ruido del lenguaje comercializado; un nuevo sonido que lance al individuo a nombrar sus propios deseos.

Referencias Abreu Adorno, Manuel. Llegaron los hippies y otros cuentos. Editorial Huracán, 1978. ---. Sonido de lo innombrable. Instituto de Cultura Puertorriqueña, 1992. Guy, Debord. La sociedad del espectáculo. Pre-textos, 2005. Ferlinghetti, Lawrence. Starting from San Francisco. New Directions, 1967. Yurkievich, Saúl. “La vida perdurable”. En No todas las suecas son rubias. Instituto de Cultura Puertorriqueña, 1991.

Lista de imágenes 1. Portada del libro Sonido de lo inombrable. 2. Media de Myisha Cherry. 3. Industrial Revolution de Carol Lantis. 4. Through the Door de Carol Lantis. 5. Arte de Emory Douglas.

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¿antropo qué?

Miguel Adrover Lausell I am here when cities are gone. I am here before the cities come. I nourished the lonely men on horses. I will keep the laughing men who ride iron. I am dust of men.

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Le debemos Antropoceno a Paul Crutzen, ganador del Nobel por su trabajo sobre la capa de ozono1: “We’re no longer in the Holocene but in the Anthropocene!”2 Él entiende que “The stratigraphic scale had to be supplemented by a new age to signal that mankind had become a force of telluric amplitude. After the Pleistocene, which opened the Quaternary 2.5 million years back, and the Holocene, which began 11,500 years ago, “It seems appropriate to assign the term “Anthropocene” to the present, in many ways human-dominated, geological epoch”.3 Es bueno empezar por algunos fundamentos: Este universo tiene 13.8 billones de años. Estamos en el eón Fanerozoico; este se divide en eras —estamos la Cenozoica; las eras se dividen en periodos— estamos en el Cuaternario; estos se dividen en épocas —la actual es el Holoceno (los últimos 11,550 años del Periodo Cuaternario). No basta con repasar las unidades geocronológicas para dar cuenta de Antropoceno; un evento 1 Bonneuil, Cristophe and Jean-Baptise Fressoz. The shock of the Anthropocene. Brooklyn: Verso, 2016. 2 Ídem. 3 Ídem.

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más que una palabra. También ayuda The shock of the Anthropocene.4 Aquí Bonneuil y Fressoz navegan la estela de interpretaciones que resultan de la palabra. Esta permuta a “Phagocene,” “Capitalocene,” “Anglopocene,”. Versiones que ilustran nuestra relación con el planeta. Estas permutaciones son posibles porque Antropoceno —como el metal líquido— no está cristalizada.

es otro ejemplo de apocalyptic porn?

Estamos ante el reto de nuestros tiempos. Digo nuestros, incluyéndome: un millennial que fue niño antes de Internet. Los que vengan después se enfrentan al legado atómico de La Gran Generación; marcó la cara de la Tierra por los próximos eones. El pugilato generacional nunca paró y el costo existencial de esto es demasiado alto. Entonces me pregunto: ¿Es inmoral tener progenie nueva en la Tierra, en la estala del principio del fin?5 ¿En medio de vorágines literales, metafóricas, locales y globales? ¿Acaso esta reseña

reseña promete partes iguales de culpa, deuda, alfa y omega.

The Million Man March Timeline- Getty Images

Sobrevivir el nuevo régimen climático implica considerar la probabilidad de que, por mencionar un ejemplo entre cientos, la agencia humana y la sexta extinción masiva estén relacionadas. Dicho esto, aquí comento sobre el concepto según libros, artículos, apologistas y detractores. Esta

4 https://www.versobooks.com/books/2388-the-shock-ofthe-anthropocene 5 https://www.nytimes.com/2018/02/05/climate/climate-change-children.html

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Perdonen el tono escatológico6, pero el legado se mide en eones y épocas. Ya no basta con La Historia. Y es que Antropoceno es importante: “It attributes practical —that is to say, stratigraphic— truth to the notion of epoch as studied by a historian”.7 En otras palabras, la agencia humana se mide en terawatts8, unidad para medir 6http://www.revistacruce.com/artes/item/2101-estrimeando-el-apocalipsis-the-leftovers-como-espejo-circense-de-la-actualidad 7 Bonneuil, Cristophe and Jean-Baptise Fressoz. The shock of the Anthropocene. Brooklyn: Verso, 2016. 8https://en.wikipedia.org/wiki/World_energy_consumption#/media/File:Bp_world_energy_consumption_2016.gif

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la energía de un volcán o una placa tectónica. No es fácil aceptar la hipótesis de un locus humano en la historia natural del planeta; no pensamos en pasados geológicos. Si manejamos el pasado, siempre es en la historia; casi siempre después de Cristo. Nos está malo bregar con cifras cosmológicas. Incomoda meterle mano a tanta vastedad. Antropoceno incomoda porque ahora el cronómetro es la longevidad de un meme. La palabra se discute en muchas disciplinas — Filosofía, Geología, Antropología, Sociología. Unos señalan que la culpa no debe caer en toda la humanidad “After all, the “humanity” that put

Otros critican el antropocentrismo en la idea “To their ears, the term seems to celebrate human control and putting selfish human interests first. This is a more or less traditionally environmentalist objection to human selfishness and hubris”.10 Finalmente, están los que abogan por revisar nuestra relación biótica con los biomas que quedan “These “post-humanist” thinkers want to talk about incorporating other species into democratic life, extending citizenship to them, developing extensive social and ethical relations with them. They want to think of the world in animistic terms, as full of consciousness, full of points of views

most of the greenhouse gases into the atmosphere, created global commodity markets that have industrialized agricultural land use, started the sixth great extinction, and contributed most of the toxins and plastics that line the world —in other words, the anthropos of the Anthropocene— is good old homo europeanus”.9

—from other animals, but maybe also the wind, the storms, a tree”.11

9 Bonneuil, Cristophe and Jean-Baptise Fressoz. The shock of the Anthropocene. Brooklyn: Verso, 2016.

10 Ídem. 11 Ídem.

Lea la PARTE II de ¿antropo qué? en la próxima edición de Cruce.

Kate Shaw

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La travesía incesante

Carmen Zeta A Otto Robles y Manuel Negrón Nada es visible en este mundo si no es bajo la condición de una luz mezclada con tinieblas, de una oscuridad iluminada. (Goethe)

Q

uiero agradecer a Elizabeth Robles su invitación a participar en este Viaje in situ1. No es la primera vez, y estoy segura de que no será

el germen del vínculo entre su obra y el misticismo. Las imágenes sublimes en sus performances son muestra de una conexión particular con

la última, que me uno a alguno de sus recorridos. En todos sus proyectos, Robles nos convoca a adentrarnos en un universo creativo complejo y provocador. En otras ocasiones, me he referido a ciertos elementos inherentes a su trabajo: la presencia de la soledad y el silencio, el sentido lúdico, la búsqueda obstinada, la dimensión política. Sin duda, es evidente, en mayor o menor grado, la existencia de dichos elementos en esta reciente entrega. Mucho podría decirse al respecto, las colegas que han estado en las presentaciones anteriores −Irizelma, Vanessa y Alexandra− ya lo han hecho. Quisiera detenerme en dos aspectos que llamaron poderosamente mi atención: por un lado, el sentido místico y, por el otro, el contraste luz y sombra.

lo divino. En el instante en que vi las piezas que constituirían esta exposición, no pude evitar relacionarlas con el Kintsugi, arte japonés centenario basado en la belleza de las cicatrices. En él se exalta la importancia de las grietas al reparar las piezas de cerámica ya que esas marcas se convierten en símbolo de sabiduría y fortaleza, como ocurre con las arrugas en el rostro. El poeta místico persa del siglo XIII, Yalal alDin Rumi, sostenía que: “la herida (o cicatriz) es el lugar por donde entra la luz”. En este caso, esas cicatrices están representadas en las grietas del camino, en las fisuras de la calle. Rememorando al poeta español, Antonio Machado (“Caminante, son tus huellas/ el camino, y nada más;/ caminante, no hay camino,/ se hace camino al andar.”), aunque se vincule a sendas anteriores, la artista traza una nueva ruta: la suya; y a su vez, nos incita a descubrir la nuestra.

La plástica de Elizabeth Robles también nos lanza a la poesía, otra de sus profundas querencias.

En su exposición Arabesca de 2013 ya estaba 1 Este texto se leyó en una presentación especial para Viaje in situ de Elizabeth Robles, 21 de abril de 2018 en la Liga de Estudiantes de Arte de San Juan. 3 de mayo de 2018

El contraste es uno de los componentes reiterados en la obra de Robles; baste recordar sus piezas en encáustica en las que funde la delica33


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Preludio al silencio


deza de la cera a imágenes monstruosas, o sus performances en los que fusiona el acto solitario y silente con el espacio público concurrido y ruidoso. La contraposición aparece ya en el sugerente título de esta exhibición: Viaje in situ. Leon Battista Alberti, teórico del arte y escritor italiano renacentista, afirma que: “En cuanto a mí, yo consideraría un pintor nulo o mediocre a aquel que no comprende perfectamente cuál es la fuerza de la sombra y la luz sobre cada superficie”. Es esa fuerza de la sombra y la luz lo que, de forma magistral, explora y manifiesta en esta muestra. El arte de Robles posee la cualidad de remitirnos a otras expresiones artísticas. Antes de comenzar este escrito, recordé una fábula que ilustra la batalla entre luz y sombra. No pude, o no quise, resistir la tentación de compartirla con ustedes. Dice así: Cuenta la leyenda, que una vez, una serpiente empezó a perseguir a una luciérnaga; esta huía rápido con miedo de la feroz depredadora, y la

de escuchar al maestro Antonio Martorell en un encuentro realizado en el Museo de Arte Contemporáneo. Martorell, con el maravilloso don de palabra que le caracteriza, mencionó que no le gustaba la palabra desgracia, que siempre ha pensado que debe quitársele la primera sílaba. De este modo, nos quedaríamos con la gracia. Nuestra artista apuesta hacia la gracia, a revelar la belleza encerrada en las experiencias más terribles (o como dirían en el campo: hacer de tripas, corazón); a constatar, insistentemente, la extraordinaria cualidad sanadora y salvadora del arte. La plástica de Elizabeth Robles también nos lanza a la poesía, otra de sus profundas querencias. Se me antoja que, Balance de la sombra de la poeta argentina Olga Orozco, recoge la esencia de este viaje de crecimiento hacia adentro, del encuentro con una misma, in situ hacia la profundidad del ser.

serpiente no pensaba desistir. Huyó un día, y ella

Muchas veces, en los desvanes de la noche,

no desistía, dos días y nada... En el tercer día, ya

cuando la soledad se llena de ratones que vuelan

sin fuerzas, la luciérnaga paró y dijo a la serpien-

o escarban bajo el piso

te:

para roer, tal vez, los pocos nudos que me atan a

−¿Puedo hacerte tres preguntas?

este asilo,

−No acostumbro dar ese privilegio a nadie; pero

busco a tientas la tabla donde asirme o el lazo

como te voy a devorar, puedes preguntar...

que todavía me retenga.

−¿Pertenezco a tu cadena alimenticia?

Entonces te adelantas, aunque no sé quién eres,

−No− contestó la serpiente...

sombra fugaz y sombra de mí misma, mi sombra

−¿Yo te hice algún mal?

ensimismada,

−No− volvió a responder.

sí, tú, la más cercana pero la más extraña,

−Entonces, ¿por qué quieres acabar conmigo?

y siento que aun con tu inasible custodia me con-

−¡Porque no soporto verte brillar!

firmas un lugar en el /mundo. Pero ¿quién eres tú?, ¿quién eres?

La obra de Elizabeth resulta deslumbrante porque es producto de un espíritu de luz. Por eso, no me extraña que perturbe a algunas serpientes. Hace apenas unos meses tuve el privilegio 3 de mayo de 2018

Quizás seas apenas como un jirón de niebla que copia dócilmente cada pacto de mi sustancia con el tiempo, como cree la luz;

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o acaso estés aquí sólo para testimoniar con tu insistente opacidad la /culpa y la caída. Compañía fatal o delatora, yo sé que agazapada en un rincón cualquiera de los sueños permites que la muerte se pruebe mi propio cuerpo cuando duermo. Y no ignoro tampoco que llegas desde el fondo de un abismo con alas de /ladrona y escondes en tu vuelo soles negros, humaredas de infiernos nunca vistos y recuerdos que zumban como /enjambres. Tu cosecha de ayer; tu amenaza y promesa para hoy y mañana. Sospecho que también me has contagiado paredones roídos, templos rotos, fisuras dolorosas y escondrijos que dan al otro lado.

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no me dejes conmigo.

Otro gran maestro, el cubano José Martí, afirmaba que: “Hay algo plástico en el lenguaje, y tiene él su cuerpo visible, sus líneas de hermosura, su perspectiva, sus luces y sus sombras…” Todo ello (plasticidad, hermosura, perspectiva, luces, sombras) converge en esta “oscuridad iluminada”, en esta travesía incesante que es la obra de Elizabeth Robles.

Pero también multiplicaste a ciegas las visiones del amor que no muere, nos vestiste con noche encandilada, con fugitivos resplandores, y hasta te vi saliendo de ti misma y te vi propagarnos como a un eco, como a un temblor de luces hacia la /eternidad, al paso de las aguas. Sombra perversa y sombra protectora, mi doble de dos caras. Nunca tuve otra hija más que tú, y has hecho lo imposible por parecerte a mí, en mi versión confusa, aunque siempre aparezcas embozada en anónima y ajena, peregrina /envoltura. Yo te confieso ahora, mientras estoy aquí, mientras aún me anuncias o me sigues, no sé si como emisaria o como /espía, que quienquiera que seas no querría perderte entre otras sombras.

Fotos por Manuel Negrón

No me dejes entonces nunca a solas con mi desconocida:

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Arpegio

Arpegio (detalle)

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Carmen Zeta en la presentaciรณn al lado de la pieza Presencia. Foto de Adam Astacio.

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Margarita Trina Callejo Correa. El “spin-off” del libro Callejo: ensayo de música Julia Cristina Ortiz Lugo

E

n 2015, Néstor Murray Irizarry publicó su libro Callejo: ensayo de música. Celebraba dos aniversarios, el sesquicentenario del natalicio del musicólogo y el centenario de la primera edición de su libro Música y músicos portorriqueños. Para la presentación de Mayagüez me encargó a mí que presentara una sección del libro. Aunque la presentación nunca se concretó, quedó este escrito. Murray Irizarry, sin saberlo, me retó a entrar en una reflexión sobre un tema extremadamente emocionante. Empecé con las familias musicales y terminé ya verán cómo. Ojalá que lo que quiero compartir con ustedes resulte tan fascinante como lo fue para mí. En su llamada, Murray Irizarry me dijo: “te haces cargo de la parte de la familia.” Cuando vi el libro y la cantidad de páginas −844− me arrodillé frente al Santísimo dando gracias por la vida y la inteligencia de Valdés Pizzini. El querido colega Manuel Valdés Pizzini tendría a cargo la presentación del resto del libro. La familia de Callejo sale en unas pocas páginas. Claro, pronto me di cuenta de 40

que el desafío era igual al que tienen los curas cuando les toca predicar sobre el evangelio de san Mateo, el de la genealogía de Jesús. Una lista de nombres, ocupaciones, y lo más difícil aún: las familias de las familias. Trabajaba con comprensión lectora para lxs prepas, pensaba y pienso en que algo importante que debe incorporarse es la lectura y comprensión de la información encriptada en gráficas, tablas y diagramas; pues mi lucha era parecida: convertir en discurso comprensivo la lista de sus descendientes. Termino con los rodeos y decidan ustedes si pude sacarle emoción a la lista de Callejo y sucesores. Fernando Callejo Ferrer (1862-1926), a quien Murray Irizarry describe como “compositor, instrumentista, poeta, musicólogo y musicógrafo” (1314), tuvo una academia de música en Ponce y fue postmaster en Utuado. Fue el compositor de piezas como la romanza Éxtasis, la música de la zarzuela El 12 de mayo, la romanza Soñando y “más de ciento veinte composiciones de estilo propio…” (16-17). De igual manera UMET


The Callejo-Correa Family Tree: A Diasporic Legacy, Centro de Estudios Puertorriqueños

lo nombran postmaster en Manatí. Otras de sus obras que vieron presentación pública fueron La banda de trompetas y Puñao de rosas. Para el autor del libro, Fernando Callejo Ferrer es el “padre de la historia musical puertorriqueña” (19). Callejo Ferrer se casó con Trinidad Correa Pagán. Tuvieron doce hijos: Margarita, Carlota, Fernando, Sandalio, María Luisa, Carmen Rosa, Francisco, Rafael, Cecilia, Graciela, Ofelia y Olga. De alguna manera, explica Murray Irizarry en su libro, todos estuvieron involucrados en la música. Particulariza a “Margarita, quien estudió piano y actuación junto a su hermana Carlota […]; Cecilia que hizo una larga y exitosa carrera como actriz, cantante y bailarina en Hollywood y Sandalio y su esposa Ligia quienes participaron en Cuba de una vida cultural de gran importancia […] Algunos de sus hijos mantuvieron la tradición de ofrecer a familiares e invitados las veladas musicales que tantas veces su madre Trinidad les organizara en su residencia de Manatí” (1-2). De sus “Apuntes para un estudio genealógico”, obtenemos los siguientes datos interesantes: 3 de mayo de 2018

Trinidad Correa y Pagán, la esposa de Fernando, cada día a las 4, tocaba el piano para toda la familia. A Margarita, la primogénita la dejaremos para el final. Fernando hijo trabajó como músico en Nueva York, en 1917. Se graduó de ingeniero. Se supone que tocaba el clarinete. Sandalio tocaba la mandolina …en un teatro de la comunidad de Palo Alto. Junto a su esposa Lygia Mary Mackenna enseñaron a sus hijas el amor por la música, el teatro y las artes en general. Se conserva el bombardino que tocaba Rafael. Rafael fue uno de los cuatro hijos que Fernando Callejo Ferrer incluyó en la Banda Escolar de Marcha que organizó en Manatí. Los otros tres fueron: Fernando, Francisco y Sandalio. Rafael, tocaba el bombardino, instrumento que luego abandonó por la flauta; Fernando la mandolina, Sandalio el piano y la mandolina. Por último, Cecilia, quien tocaba las castañuelas, recibió el reconocimiento de Arturo Toscanini al aseverar que nunca “había oído a una mujer que tocara las castañuelas como Cecilia. (54)

Entre los descendientes de estos hijos, sobresalen, por musicales, Franchesca Sodeman, quien comenzó a tocar el violín a los 8 años. Era la única violinista de la familia y guarda una amplia selección de copias de la música de su bisabuelo 41


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Fernando Callejo y Ferrer. La hija de Franchesca, Isabel, comenzó a tocar el violín a los 7 años y toca tanto el violín como la viola. “Por más de 10 años ha organizado un concierto en la víspera de Navidad en el patio de su casa en Berkeley al que asisten cientos de personas” (49). Beatriz María, nieta de Fernando por vías de su hijo Sandalio, fue aceptada en el Conservatorio de Música Bach en Cuba. Ella −Beatriz− y su piano se trasladaron con el resto de la familia a California. Grace Callejo, la hija de Rafael, cantaba en las fiestas familiares en La Habana. Aprendió canciones irlandesas de su tío Bernard Mackenna. La familia de Ricardo [sic, Rafael], es según el autor, un buen ejemplo de la importancia de la música en la vida de esta familia Callejo y todas sus ramas: “Grace, tocaba la guitarra, y mientras su padre, tocaba la flauta. Los hijos de Grace: Dianne y Marc, son músicos, la primera canta y toca la flauta y el segundo, canta” (54). Con esta apretada síntesis, sobresale con claridad el aprecio y el resguardo del talento musical que recorren las variadas generaciones del tronco Callejo Correa. Enfoquémonos en Margarita porque así lo habría disfrutado su padre y porque Murray Irizarry le dedica una corta sección. Nació Margarita Trina Callejo Correa en Utuado en 1892. “Por recomendación de la maestra de canto,” su padre concibió este sueño de enviarla al Conservatorio de Milán. Con su sueldo de empleado postal, ese anhelo era inalcanzable y acudió a varias iniciativas. Las citas de los partes de prensa que incluye Murray Irizarry en su libro nos dan cuenta de que una de esas iniciativas fue recurrir a la Asamblea Legislativa para solicitar una subvención, la cual obtuvo.1 La relación entre Fernando y Margarita merece atención. Es la historia de un padre que sin con1 El autor incluye, en una nota al pie de página, unas citas del Boletín Mercantil y de La Correspondencia, en los que se habla sobre el proyecto de ley para la adjudicación de la beca. En el caso de La Correspondencia del 2 de marzo de 1911 se señala: “Si se recuerda otros casos sino iguales parecidos, invadirá el pesimismo a los que consideran justos el proyecto de ley. El consejo respondió nunca o casi nunca a esos llamamientos en que el puñado de centavos colma legítimas y loables aspiraciones. Pero quien sabe si ahora la aspiración de mayoría norteamericana se muestra más humana al respecto” (64).

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diciones apuesta al talento de su hija y convierte su formación en un ministerio de amor paterno y lealtad patria. Callejo sabe que la subvención otorgada por la Cámara no es suficiente. Organiza veladas y conciertos para allegarse fondos, pero es en el prólogo que incluye Murray Irizarry del libro Música y músicos portorriqueños, de Callejo Ferrer, que se nos cuenta una historia digna de escucharse. Callejo se entrega a la tarea de publicar ese libro y usar los recaudos para colaborar con los estudios de su hija. Pero esta no es la historia de una venta sencilla pro-fondos de los estudios de Margarita. Hay mucho más. Con honradez y apertura, Callejo acomete en su prólogo el tema de la escasez de fondos unido al tema del talento de su hija, facultad “presagiada por la profesora en St. Aloysins Academy de New Lexington, Ohio.” Nos anuncia que “este libro viene a ser como la campaña final que habrá de decidir la realización o pérdida definitiva del ideal perseguido” (135). Con este prólogo, Callejo convierte la formación de su hija en un tema público. Toda la formación musical de Margarita, su padre la ha dilucidado públicamente en la prensa del país: “Todo Puerto Rico debe recordar la forma como obtuve los recursos para llevar a Margarita a Milán y los medios lícitos de que me he valido para sostenerla allí hasta el presente “(135). No es solo que hay dinero público envuelto, es que, al convertirlo en tema de discusión abierta en las páginas de este prólogo, Callejo se somete no solo al escarnio público –después de todo cuántos padres y madres tenían y han tenido hijos e hijas con talentos y sin medios−, sino que apela a la ancestral generosidad de este pueblo. Desde la lógica de Callejo, la voz de su hija, su talento musical, son un bien común del pueblo puertorriqueño. Su conversación con el pueblo puertorriqueño va deshojando una argumentación que culmina en el emparejamiento de la palabra empeñada con un compromiso patriótico. El libro incluye un poema en el que se le recuerda a Margarita su compromiso con el país: “Si en el divino mármol de la gloria/ tu humilde nombre se esculpiese un día,/ deberás a tu patria la alegría/ de obtener tan brillante ejecutoria” (133). Después de hacer el recordatorio de la información pública del dinero otorgado por la Cámara −lo que nos sugiere que tal vez en el Puerto Rico 43


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de antes, esas becas se informaban con naturalidad y no gracias al escándalo− apela con humildad, haciendo un acto de rendición de cuentas, a la azarosa situación de su hija en Milán: “sufriendo privaciones y venciendo dificultades cada vez mayores a medida que avanza por la escabrosa senda de la carrera artística…” La misma descripción se convierte un tanto en una muestra de astucia persuasiva, ¿por qué no? En este tejer y destejer del padre afanado en cumplir los sueños de su hija Y DE ÉL, Callejo comparte sus afanes y desvelos. Hablando del debut de su hija, siempre y cuando termine su carrera, le dice a Puerto Rico: “Si el debut será un éxito o un fracaso, no puedo predecirlo; tan solo Dios conoce lo porvenir. Pero sí puedo afirmar que Margarita necesitará recursos extraordinarios, además de haber requerido ya mi presencia, para entonces, en Milán”(136). Es cuando entre vacilaciones y ánimo torturado idea el proyecto de vender el libro: “y adquirir, si el público no le niega sus favores, recursos económicos para que Margarita pueda hacer el examen final de la carrera, que no otra cosa es el DEBUT de una artista” (137). El prólogo demuestra que, si bien su confianza y entrega como padre es total, su compromiso y responsabilidad con la ayuda de Puerto Rico, quiere ser una especie de fianza que brinde seguridad al pueblo:

Cuando regrese a su país, se presentará tal cual sea, para que los moradores de esta hidalga tierra borincana sin prejuicios favorables o adversos, confirmen o rectifiquen el fallo, que al rendir los

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estudios, obtenga en el extranjero. Yo juro ante Dios que, desde Milán diré la verdad a Puerto Rico. Si el éxito coronase los sacrificios realizados, los laureles serán para la patria. Pero, si, desgraciadamente el fracaso fuese inevitable, con la tranquilidad de conciencia del que ha cumplido todo lo que el deber exige, lo expondré sinceramente, retirándonos al hogar. (137)

Podemos aplicarle las varas más rigurosas a esta disquisición discursiva y a su pretensión; después de todo, Margarita siempre está en silencio y es su padre quien dirige y arma absolutamente todo el plan. Además, Margarita se dedica a la ocupación más tradicional de las mujeres en la música. Amanda Sanhueza Ramos nos recuerda:

Las mujeres han estado presentes mayormente como cantantes, en donde todo proviene del cuerpo y no de un manejo «técnico»” Diferentes autorxs concuerdan con que la principal actividad de las mujeres dentro de la música ha sido el canto; donde la asociación simbólica desde la no visibilidad del instrumento ha provocado otra vez el relego de sus cualidades a algo natural y, por ende, menos sofisticado y controlador, como han sido las tecnologías instrumentales. Esta oposición es la que ha hecho que las cantantes no disturben tanto como las instrumentistas, porque incluso ayudarían a realzar la masculinidad de los instrumentos. (16)

Si bien es cierto que Margarita cultiva el arte musical más asociado con las mujeres y que Callejo al tomarse esa iniciativa funge como un padre protector, podríamos, en justicia, valorar el que Callejo con toda su participación en la vida musical de Margarita aleja a su hija de dos de las limitaciones −ideológicas y materiales− que normalmente sufren las mujeres en su formación 45


social, según Sanhueza Ramos, en su disertación La música como performance política. Cuerpos, identidades y significados en la experiencia musical, cita a Mavis Bayton. Bayton señala:

Las limitaciones ideológicas actúan cuando, por ejemplo, desde la socialización primaria la música no es un juego común o una actividad promovida en el interior del entorno familiar para las niñas, y a su vez, si los padres o la escuela no proveen de una ideología igualitaria, esto se reflejaría luego en las carencias materiales, como son la compra de instrumentos o las facilidades de ensayo, estando, de este modo, ambas presiones interrelacionadas. (24-25)

Aunque Bayton se refiere a la época contemporánea, puesto que habla de su experiencia como rockera, la situación que describe no resulta del todo irrelevante a la realidad de muchas mujeres a lo largo de la historia. Con la publicación del libro y su prólogo, Callejo, entonces, coloca en un espacio público tan privilegiado como es la letra escrita del libro y su circulación, la valoración del desempeño musical de su hija. Igual despliegue recibe la maestra de la hija en Milán, Adela Borghi, cuya foto es parte prominente de la publicación. Recordemos, además la dimensión de proyecto nacional en que envuelve al país. Este último desarrollo es importante porque carga, además no solo la aceptación, sino el ofrecimiento y consagración de una vida femenina dedicada al performance público. Estamos en el Puerto Rico de 1915, Margarita Callejo, enviada por su padre a estudiar a Milán, debía ser noticia y comidilla. Es otra mujer, Trina Padilla de Sanz, quien de igual forma, reclama para Margarita, a quien llama “espléndida promesa del mañana,” el mismo trato que tuvo Antonio Paoli, con lo que Margarita y su arte ocupan un espacio prominente en la discusión pública cultural de la época. Murray Irizarry cuenta que Padilla “inició desde Arecibo una campaña en los periódicos de la época a favor de la aportación económica que Fernando le solicitó a la Legislatura del país para ayudar en los estudios de su hija” (65). Los periódicos de la Isla dan cuenta de su exitoso movimiento por diferentes escenarios de nuestro país. Salió en el Puerto Rico Ilustrado una foto de portada de Margarita y se incluyó un “escrito sobre su trayectoria como cantante y el futuro de su carrera artística” (65), pero de igual forma, a su regreso 46

de Milán y en su concierto de debut en la ciudad de Ponce recibe, en la única perspectiva que nos brinda El Águila De Puerto Rico del 28 de mayo de 1917, una reseña y juicios desfavorables.2 Pertenecer a una familia musical como la Familia Callejo Correa, es sin duda otra avenida que posibilitó la carrera de Margarita, aunque esta vivencia se diera a principios del siglo XX y viniera acompañada de roles tradicionales. En la experiencia de Margarita se comprueba el hecho documentado de la influencia que ejercen las familias musicales en las carreras de las mujeres en la música: mayor influencia que las clases sociales, de acuerdo con Ruth Finnegan.3 Claro, los roles de género que acompañan esta historia de aprecio por la música son claros y anticipables. Los hijos varones de Callejo son los que tocan instrumentos y se integran a una banda de marcha, mientras que la hija que tiene talento se encamina al canto. Su madre, Trinidad, tocaba el piano, uno de los instrumentos “delicados” asociado a las mujeres y que en el caso de las mujeres instrumentistas “funciona como barrera física e ideológica entre el cuerpo y el espectador” (Sanhueza, 18). Resulta notable que según las generaciones de la familia Callejo Correa avanzan, se sigue conservando el aprecio de sus mujeres por los instrumentos más femeninos: el piano, la flauta y el violín. 2 Aunque incluyen atenuantes, como que “se encontraba temerosa” y “experimentó algo de fiebre” (68). 3 He obtenido la aseveración del libro LA MÚSICA COMO PERFORMANCE POLÍTICA. Cuerpos, identidades y significados en la experiencia musical, cuya autora cita a Bayton cuando explica que para las mujeres que se dedican a bandas de rock, es una de las rutas de mayor posibilidad (26).

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De igual manera, cabe mencionar que un detalle interesante que adereza este dato es que lo mismo se ha visto en las carreras de las mujeres en el mundo del rock, según atestigua Bayton, citado en Sanhueza: “Con respecto a las puertas abiertas que favorecerían el acceso a la música, Bayton encontró que las principales rutas eran ‘las familias musicales’” (26). Es claro, para mí, que Margarita Callejo Correa es, si se me permite la licencia, el “spin-off” del libro de Néstor Murray Irizarry. Porque quisiéramos escuchar a Margarita, y no me refiero solo a su voz de cantante de ópera, sino a su voz como mujer puertorriqueña convertida en tema de discusión en los periódicos de la época. Porque si conocemos la trayectoria de esta mujer para construirse como cantante es porque el libro de su padre le dio protagonismo. Me pregunto desde mi perspectiva de mujer profesional, cómo vería Margarita las iniciativas de su padre, cuál sería su actitud, cómo se sentiría con toda aquella dilucidación pública, cómo, con la idea paterna de su voz como bien público de Puerto Rico. Aunque el autor Murray Irizarry alude a agradecimientos públicos por parte de la cantante de la “exposición con lujo de detalles de su concierto [Ponce]” y de confesiones en Milán sobre su estadía allí, el libro no incluye ni citas ni documentos en el apéndice que nos permitan leer su voz.4 Por eso, de igual manera, 4 Con la excepción del fallo que, participando como jurado en el Certamen para proveer a los soldados portorriqueños de un canto patriótico regional” Margarita Callejo pronuncia. Néstor Murray Irizarry lo incluye en el apéndice II.

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me pregunto cuál fue su verdadera experiencia en Milán, durante su carrera, qué especificidad podría haber narrado sobre sus “privaciones” y “dificultades” mientras estudiaba en Milán. Qué situaciones habrían conformado su experiencia como estudiante mujer, antillana, puertorriqueña en la academia en Milán. Qué opinión o resolución habría provocado la reseña desfavorable, sobre todo esa aseveración de “temerosa, con deseos de agradar al auditorio que acudió anoche a la Perla” que, si bien se articula desde la idea de esta noche no, pero quizá en otra ocasión, también podría responder al discurso estereotípico de la mujer “nerviosa,” qué sentimientos o sensaciones le provocaron, por el contrario, sus triunfos en los pueblos de Ponce, Utuado, Fajardo, Cayey. También me encantaría saber qué pasó con su carrera artística que le hace suponer a Murray Irizarry: “Es posible que en las ocasiones que tuvo la suerte de cantar, en términos generales, no se convirtieron en grandes logros de su carrera” (68), por qué pasó eso luego de tan felices pronósticos por parte de sus mentores y mentoras. Tremendo proyecto para la historiografía de la música puertorriqueña de las mujeres. Referencias Murray-Irizarry, Néstor. Fernando Callejo: ensayo de música. Río Piedras: Gaviota, 2015. Impreso. Sanhueza Ramos, Amanda. La música como performance política. Cuerpos, identidades y significados en la experiencia musical. Disertación. Granada: Universidad de Granada, 2013. Digital. __________

Fotos del libro suministradas por la autora. Las fotos de Margarita Callejo fueron tomadas de The Project Gutenberg.

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Del Estado benefactor y algunos de sus odios Carmen R. Marín

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n las últimas semanas me han asaltado dos experiencias particularmente perturbadoras para mi personalidad, por lo general pacífica y compuesta. La primera me azotó en la caja registradora del supermercado. Había hecho la comprita grande, la del mes, la de todo-se-acaba-a-la-vez-pero-hay-que-esperar. Los comestibles en el carrito de compras sufrían de hacinamiento; los clientes detrás de mí, de impaciencia. Cuando llegó el momento de pagar entregué esa tarjeta que da acceso a la pensión alimentaria que recibe mi hijo, y ese simple gesto fue el detonante para que el hombre que me seguía en la fila se sintiera con la autoridad para comentar que agradecía a los cielos que el gobierno hubiese, por fin, enviado a todo el mundo a trabajar de una buena vez. Aludía a la legislación propuesta por el gobernador para que a los recipientes del Programa de Asistencia Nutricional se les requiera completar cierta cantidad de horas de trabajo como condición para recibir los beneficios del programa.

se ahogara ante mi timidísima y amable reacción y esa frase repetida con actitud pueril fuese su tabla de salvación. La clienta que le seguía a él intervino en la malograda conversación. No alcancé a escuchar lo que ella decía, mientras yo (sí, mea culpa) llamaba al hombre ignorante y malcriado. Finalmente, él pagó los pocos artículos que había comprado y salió despavorido al encontrarse entre dos mujeres que no bajaron la vista ni la voz ante sus comentarios. Ella se me acercó y, con una voz que venía de la supervivencia límpida y triste, dijo: y pensar que yo pensaba lo mismo…hasta que me tocó a mí. El segundo azote me llegó unos días después. Estuvo en casa el exterminador de insectos. Un tipo trabajador, respetuoso, formal. Desde mi balcón admiró los edificios que se ubican donde otrora se hallara un colosal complejo de vivienda pública, famoso por las noticias que destacaban las muertes por tiroteos y otras violencias en sus predios; se supone que el nuevo complejo también sea para vivienda subsidiada por el Estado. Por lo bajo comentaba, como quien sumerge los deditos del pie a la orilla de la playa: a quién le tocará vivir ahí. Al no poder descifrar su tono, preferí dejar pasar el comentario, hacerme amita de casa sorda o, en el peor de los casos, sin opinión ni criterio. Terminados sus servicios, lo acompañé en el

¿Será el reguetón una causa o una consecuencia? El silencio me mostró su mente en blanco. La doñita había lanzado una pregunta retórica que requería varios pisos más en ascensor.

Como suele sucederme —demasiado a menudo— todos los argumentos se me agolparon en la sien, y las emociones, en las manos, pero no pude articularlos inmediatamente. Temblé de furia y lo increpé: ¿tiene algo que decirme, señor? Su rostro se ruborizó tanto que parecía que explotaría. No estoy hablando con usted, repitió una y otra vez, y cada vez más fuerte, como si 48

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ascensor hasta la entrada. Para alguien como yo, esos espacios cerrados donde uno se ve obligado a buscar conversación superficial son pavorosos. Pero al menos en este caso era él quien conversaba más. Hablamos de música, y yo, entusiasmada porque esa noche iría a un concierto de la Orquesta Sinfónica, lo mencioné. Él, impresionado, asintió con la cabeza, para luego lamentarse de que hoy día no hay cultura en nuestro país. Yo me lamenté también, aunque luego sabría que por razones distintas. Sueño con un país en el que se abran y se respeten 3 de mayo de 2018

espacios para realizar y disfrutar de todas las artes gratuitamente o a precios que todo el mundo pueda costear; donde se pueda estar expuesto a todo y escoger; donde el contexto limitado del vecindario, la iglesia y la escuela no sean la única experiencia estética disponible, constante e indefinidamente, para todas las clases en sus respectivas burbujas. Todo eso se apiñaba en mi mente, tratando de articularse en mi lengua hasta que fue interrumpido por su expresión: mientras sigamos escuchando reguetón… Terminó con un sacudir de cabeza que no sé si venía del 49


ancestral ubi sunt o de un desproporcionado deseo por impresionar a la señora que acababa de confesar con alegría infantil que iría a un concierto de música clásica esa noche. Esta vez sí pude vocalizar una respuesta, que fue una pregunta y una provocación: ¿será el reguetón una causa o una consecuencia? El silencio me mostró su mente en blanco. La doñita había lanzado una pregunta retórica que requería varios pisos más en ascensor. El incidente en el supermercado me indignó por más de una razón, comenzando por que la intervención del tipo fue un craso entremetimiento. Que el hombre confundiera mi tarjeta con la del PAN no significaría nada si no fuese porque eso, en su cabeza, le dio permiso para prejuzgar a una mujer a quien nunca en su vida había visto y que, sin embargo, parecía afrentarlo formidablemente solo por recibir dinero del Estado benefactor y utilizarlo para comprar sus víveres. El asuntillo en el ascensor, por otra parte, no me movió tanto a la indignación como a la tristeza. Pero, a fin de cuentas, ambas experiencias me golpean con el odio hacia las clases obrera y pobre. Consideraciones teóricas y sociológicas aparte, me atrevo a señalar que el sistema entero, incluyendo al mismísimo Estado, se ha encargado de promover ese odio (como tantos otros más evidentes y, por lo mismo, más contestados). Ninguno de nosotros está exento de su roce; todos lamentamos alguna vez trabajar tanto por tan poco y llevar sobre los hombros el peso del país entero, sobre todo en época de rendir planillas sobre ingresos. Solo que muy pocos, y muy pocas veces, podemos apuntar hacia las causas reales de nuestra angustia y cansancio. Si algo desveló el huracán María en nuestro país fue la miseria, habitante en tantos contextos, manifestada en tantos sentidos. Con ella, el odio a los pobres —que no a la pobreza—, a menos que aquellos sirvan para la caridad que se traduce en mercadeo. Un odio que se trasluce cada vez más descarado y, a la vez, enajenado y tan aciago.

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Imรกgenes Jean-Michel Basquiat

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A contraluz

Anto Gamunev

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El secreto de la casa rosa (Novela por entrega 1) Sylma García González A mi Ernesto, siempre.

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I El sueño a noche en que Lorena cumplió sus 14 años,

soñó otra vez con la casa rosa. Había pasado un día tranquilo en casa con sus padres. Durante los últimos meses, la enfermedad de su mamá, un cáncer que avanzaba por sus pulmones, los había mantenido casi siempre en el apartamento familiar. Vivían en un condominio elegante en el Condado, junto a la laguna San José, en un apartamento al que no llegaba el canto de los pájaros, pero sí el ruido de las bocinas de los carros atascados en el tapón de las cinco. Era un espacio de líneas rectas y colores grises con un balcón enrejado desde el que solo se veía una pequeña porción de las aguas verdosas de la laguna y un pedazo de cielo. Se trataba de un castillo moderno, igual a muchos otros, en medio de la ciudad monótona.

tó otra vez ante sus ojos: grandiosa, única. Al principio, la veía borrosa, pero a medida que volvía a soñar con ella lucía más clara, más real. El sueño siempre era el mismo. Ella vestía un traje de hilo azul y zapatillas de bailarina, y llevaba el pelo recogido en una trenza que le caía sobre un hombro. A su lado había un gato blanco con una mancha oscura en la cabeza. Se veía a sí misma parada en una acera frente a un portón de hierro pintado de blanco. Lo empujaba cuidadosamente, como para no hacer ruido, y subía una pequeña loma por un camino de ladrillos grises. La grama, un poco seca, pero bien recortada, rodeaba el sendero. Tres escalones blancos conducían a un alto portal sostenido por dos grandes columnas, también blancas. Tres escalones más conducían a la puerta principal. La casa era grande, de techos altísimos de madera a dos aguas. Estaba pintada de rosa viejo. Daba la espalda al mar, que se podía vislumbrar entre los árboles podados que rodeaban la entrada. Aunque se veía bien cuidada, parecía que estaba vacía, pues Lorena nunca había visto a nadie asomarse por las ventanas de cristal ni mucho menos salir por la puerta principal. Tampoco había escuchado más sonido que el de algún pájaro soli-

La silueta se detuvo y, así Lorena supo que había sido descubierta. Un extraño temor se apoderó de ella. Se sintió amenazada por aquel bulto oscuro. Intentó salir corriendo, pero sus pies se negaban a moverse.

Esa noche, Lorena se acostó temprano, después de cenar y abrir sus regalos, entre los que había, como siempre, varios libros. Se quedó dormida con su recién estrenado ejemplar de Mujercitas entre las manos. Entonces, la casa se le presen64

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tario o del viento contra las hojas de los árboles del jardín. Ni siquiera había carros estacionados frente al portal. Por alguna razón, a ella le parecía que se trataba de una tarde de domingo. Para su sorpresa, esta vez ocurría algo inesperado: había alguien, o algo, en la casa. Veía una silueta en una de las ventanas. No podía identificar qué era, pues lo impedían unas gruesas cortinas de tela. La figura se movía de un lado a otro despacio, con mucha gracia. Aparecía y desaparecía del campo de visión de la chica. La silueta se detuvo y, así Lorena supo que había sido descubierta. Un extraño temor se apoderó de ella. Se sintió amenazada por aquel bulto oscuro. Intentó salir corriendo, pero sus pies se negaban a moverse. Afortunadamente, la despertó un rayo de sol que entró por la cortina abierta de la ventana de su cuarto. Sentó en la cama y se sacudió el pelo que le caía sobre los ojos. Tomó consciencia de lo que la rodeaba y suspiró aliviada. Sin pensarlo dos veces, saltó de la cama para ver cómo su madre había pasado la noche. No volvió a pensar en el sueño. Encontró a Leonor leyendo en su cama como 3 de mayo de 2018

muchas otras veces. La observó en silencio desde el umbral de la puerta. Tenía un aspecto delicado, casi infantil. Sus ojos negros, rodeados de ojeras azulosas, revelaban su estado de salud. A pesar de que había tenido que hacer una pausa en su carrera como profesora de Literatura en la universidad, su pasión por la lectura seguía intacta. Aunque a Lorena le parecía que tenía pocas cosas en común con su madre, quien a diferencia de ella era amante de las galas benéficas y los conciertos de música clásica, compartía con ella su pasión por los libros. Eran su punto de encuentro. Leonor era una mujer alegre, extrovertida y en extremo preocupada por el bienestar de su hija. Nada le parecía suficiente para ella. Se desvivía por complacerla. Lorena, por su parte, era una chica bastante tímida y encerrada en sí misma. Tenía muy pocos amigos, y gozaba mucho de su soledad. No se sentía interesada por las reuniones sociales ni los desfiles de moda. Consideraba inmaduros y tontos a la mayoría de los chicos. En los últimos años, se había desarrollado mucho físicamente. Daba la impresión de ser dos o tres años mayor. Era alta y delgada. Tenía el pelo negro y los ojos azules, escondidos tras un par de espejuelos. Se sentía inadecuada, especialmente junto a las demás niñas de su cla65


se. Sus padres achacaban su estado de ánimo al difícil paso por la adolescencia. Un sonido proveniente de la biblioteca llamó su atención y la distrajo de sus pensamientos. Leonor estaba tan enfrascada en su lectura que ni 66

siquiera levantó la cabeza. No había notado la presencia de su hija. Lorena decidió no interrumpirla y se dirigió al lugar donde sabía que encontraría a su padre. Eduardo aún no se había ido a su vista en el tribunal. Trabajaba con el grupo de abogados que defendía una pequeña comuUMET


nidad pobre a riesgo de ser expropiada. Tenía un profundo sentido de la justicia. No era particularmente asiduo a las actividades sociales, pero apoyaba a su esposa en todo tipo de proyectos. En ese momento, estaba sentado ante su escritorio, rodeado de un montón de papeles, sobres y libretas. Trataba de poner orden al caos. Levantó la vista cuando oyó acercarse a su hija. Sonrió. Desde que se enteró del diagnóstico de su esposa no lo hacía con tanta frecuencia como antes. Sus ojos azules, más claros que los de Lorena, parecían haberse oscurecido un poco. Estaba muy enamorado de su esposa. —Hola, mi amor. Hay algo de lo que quiero hablar contigo, pero no delante de tu madre. —¿Qué pasó, papi?— contestó ella, nerviosa. Temía lo que él fuera a decirle. —Sabes que su nuevo tratamiento está funcionando poco a poco, pero los medicamentos no son suficientes; el estado de ánimo también es importante, y veo a Leonor cada vez más decaída. —Yo también. Es que se le hace difícil estar encerrada todo el día— la excusó Lorena, pensando en lo activa que siempre había sido Leonor. —Tenemos que animarla. No podemos permitir que empeore su salud— contestó él, angustiado. Miró a su hija, quien lucía preocupada e, inmediatamente, pensó que había sido injusto de su parte agobiarla de esa manera; ella no debía cargar con ese peso. II Un deseo espués de cenar, Lorena, Leonor y Eduardo se sentaron a comer el postre en el sofá de la sala, como solían hacerlo desde siempre. Leonor lucía distraída. Su plato permanecía intacto. Miraba medio distraída una estrella solitaria a través de la puerta de cristal del balcón diminuto. Padre e hija la observaban disimuladamente.

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Los minutos pasaban con lentitud. Solo se escuchaba una ligera melodía proveniente de alguno de los hoteles cercanos. Tras un breve acceso de tos, Leonor habló repentinamente. —He estado pensando en algo que quería comentar con ustedes. Es una idea que se me ha ocurrido, aunque, pensándolo bien, ya no me parece tan buena después de todo— dijo, arrepintiéndose de su impulso inicial. Se veía insegura, hasta nerviosa. Volvió a toser. —Dinos, mami, por favor— la animó Lorena. Detestaba que comenzaran a decirle algo y, luego, la dejaran con la duda. Eduardo permanecía callado y atento. Leonor respiró con dificultad. No contestó de inmediato al pedido de su hija. Parecía estar debatiéndose. A Lorena la conmovió verla así. La notó más débil, casi indefensa. Cuando estuvo a punto de decirle que lo olvidara, su madre se decidió al fin: “No sé por qué, pero tengo ganas de volver a casa, a mi casa”. Lorena no comprendió lo que acababa de escuchar. ¿A dónde quería volver si estaban en su casa? Miró a su padre de reojo. Él también parecía asombrado, aunque, al parecer, por razones diferentes a las suyas. —¿Estás… segura?— le preguntó Eduardo a su esposa. A Lorena le pareció que a él le entusiasmaba la idea, aunque ella seguía sin saber de qué se trataba. —La verdad, no. Es un deseo que tengo desde hace unos días. He intentado ignorarlo, pero sigue ahí, persiguiéndome. Lo mejor es que lo olvide. Además, sería imposible ir para allá. —¡Claro que podemos ir! Ahora fue el turno de Leonor de sorprenderse, ante la firme respuesta de su esposo: “¿Sabes lo que eso significa, Eduardo? No, no podemos. 67


Tu trabajo…”. —Eso no es ningún problema. Puedo resolverlo perfectamente— contestó él. Lorena seguía la conversación de sus padres sin entender una palabra, hasta que se cansó de sentirse excluida. —¿De qué están hablando? ¡Explíquenme, por favor! Los padres se miraron durante unos segundos. Ya no había vuelta atrás. —Hija, sé que nunca hemos hablado de esto, pero… me crie en una casa… en Cabo Rojo, y luego la heredé de mis padres. Ha estado alquilada por mucho tiempo, pero ahora… no hay nadie allí. Tal vez por mi enfermedad he sentido la urgencia de volver. Es solo un deseo, porque sé que no podremos hacerlo. Tu escuela, el trabajo de Eduardo… sería pedirles demasiado. Tienen sus vidas aquí. Aunque no sabía nada de aquella casa ni había estado nunca en ese pueblo, Lorena se mostró encantada con la idea. Confesó tranquilamente que no le gustaba su escuela y que extrañaría a muy pocos de sus compañeros de clase; que estaría feliz de vivir lejos del lío de la ciudad. Además, Cabo Rojo no le parecía el fin del mundo. Aquello ya estaba decidido. III La casa rosa na tarde de domingo, Lorena y su familia llegaron ante el portón de la casa de Cabo Rojo, tras solo un mes de preparación para la mudanza. El segundo semestre escolar había terminado el viernes anterior. No había razón para retrasar más la partida. Además, Eduardo temía que su esposa fuera a cambiar de opinión, así que no había tiempo que perder. Era justo el cambio de aires que ella necesitaba para seguir

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recuperándose. Una amiga de Leonor se había mudado al apartamento del Condado; viviría allí mientras ellos estuvieran en su nueva casa. En los últimos días en la capital, Lorena se había ocupado de la aburrida tarea de rotular las cajas de cartón en las que había guardado sus cosas. Terminó por eliminar la mayoría de ellas. Se sorprendió de la gran cantidad de objetos que había amontonado desde que era una niña. “¿Y qué soy ahora?”, se preguntó por un segundo. Luego, pensó que si iba a empezar una nueva vida en otro lugar debía hacerlo solo con lo necesario, nada más. No se sentía triste. Le emocionaba la idea de vivir fuera de las paredes del apartamento que había sido su casa por catorce años. Había sido feliz allí, pero a veces sentía que se ahogaba en aquel enorme cajón compartido, en medio de la ruidosa ciudad. Le parecía mucho UMET


nunca en realidad. No había duda: era el mismo portón, las mismas columnas blancas, el techo alto a dos aguas, las ventanas de cristal con vitrales… Incluso, allí estaba ella misma, vestida de hilo, y un gato parado cerca del portón. No, el gato no estaba allí. Le pareció verlo. Puede que se hubiera ido. Ahora, ante ella, había algo ciertamente distinto: ¡la puerta principal estaba abierta de par en par! Una figura vestida de negro se asomó al exterior, justo cuando una nube cargada de lluvia se posaba sobre la casa. Seguramente sería la silueta siniestra que había visto en sueños la noche de

mejor vivir en una casa rodeada de amplios espacios abiertos que recibiera los rayos del sol por todos lados; un lugar en el que se pudiera respirar. La mudanza había llegado al lugar unas horas antes que ellos. El viaje desde San Juan era largo. Desde el asiento trasero del carro de sus padres vio a un grupo de hombres y mujeres, que aún descargaban un camión de mudanzas. Por eso, Lorena no pudo observar la casa hasta que la tuvo frente a ella, al doblar una curva en la carretera. Al ver el portón de hierro, sintió una pequeña inquietud. Le parecía extrañamente conocido. Cuando vio las altas columnas blancas del pórtico, sufrió una fuerte impresión. Aquello no podía estar ocurriendo. Tenía que estar alucinando o algo así. ¡Era la casa! La casa con la que había soñado durante tres años sin haberla visto 3 de mayo de 2018

su cumpleaños. Había llegado, por fin, para atraparla. No podía respirar. Sintió que sus pulmones se tragaban sus gritos, pero de su boca ni siquiera había salido un leve silbido. Sus padres no se dieron cuenta de nada porque estaban ocupados en sacar algunas cosas del carro. Ella no podía despegar los ojos de la puerta. Entonces, la figura salió al portal. Se trataba de una mujer mayor, de pelo blanco y ojos grises. Parecía la típica ama de llaves de sus novelas favoritas. Leonor la saludó con un fuerte abrazo. Lorena no sabía a quién esperaba ver, pero estaba segura de que no era a aquella mujer. Se calmó enseguida. No debía dejarse llevar tanto por su imaginación. —Adelaida, te presento a Lorena, mi hija— dijo Leonor, sonriente, pero en un tono seco, poco común en ella. A la muchacha le pareció que su presencia había incomodado a aquella mujer. Notó que hacía esfuerzos por disimular la impresión que le producía el encuentro. Algo en su aspecto la había alarmado. Se preguntó por qué. La mujer se le acercó cautelosa y le dio un frío beso que le rozó la mejilla. Leonor le explicó a su hija que Adelaida había sido su nana. Se había mantenido al pendiente de la casa tras la mudanza de sus dueños. Ahora estaba dispuesta a 69


volver al lado de su “niña” enferma y ella se lo agradecía infinitamente. Leonor lucía casi feliz. Su hija la notó menos débil, menos deprimida. Ahora que volvía, se notaba cuánto había extrañado ese lugar durante todos estos años. ¿Por qué no habría querido regresar antes? —Bueno, Leonorcita, ya casi todo está listo. Mi hijo, Damián, y yo estuvimos días limpiando la casa. Llevaba vacía unos meses y se había acumulado mucho polvo. Verás que los Guzmán hicieron algunos cambios, que a mí me parecen terribles… pero qué se le va a hacer. Tu esposo lo permitió, ¿no? Acabo de terminar el almuerzo. Preparé tu plato favorito: arroz con pollo. Tam-

Cuando atravesó la puerta, le llamó la atención el piso de mármol gris. Algo le decía que originalmente era blanco. Entonces, recordó que en sus sueños nunca había visto el piso de la casa porque jamás había estado adentro. Sus pensamientos se interrumpieron, pues oyó las palabras de Adelaida a su madre desde lejos: “Esa Elba Guzmán tiene el peor gusto del mundo. Y que cambiar aquel hermoso mármol blanco por este gris. Tu marido nunca debió permitirlo, querida”. Así que ella tenía razón: ¡el piso había sido de mármol blanco!

bién, arreglé tu cama por si quieres acostarte— hablaba la mujer sin cesar, mientras entraba en la casa tomada de la mano de Leonor. Lorena caminaba lentamente detrás de ellas. Todavía no salía del asombro de estar en la casa que veía en sueños. Miró en todas direcciones para ver si encontraba al escurridizo gato.

ción. Su padre trataba sin éxito de encontrar el interruptor que encendiera la elegante lámpara de lágrimas que colgaba sobre la escalera principal. El recibidor estaba bastante oscuro para aquella hora del día. Los encargados de la mudanza habían terminado su labor. Un inquietante silencio se había apoderado del lugar. Su padre le pareció muy gracioso, con sus manos ocupadas y su pelo revuelto. Lorena pensó que lo quería mucho, aunque a veces le había dado la impresión de que no lo conocía del todo. —Hay tantos interruptores que no encuentro el que es— dijo él, como disculpándose por su torpeza. No era guapo, pero tenía una personalidad atractiva. Además, era un hombre muy inteligente, aunque lo que su hija admiraba más en él era la lealtad a su esposa. Aunque no sabía si querría tener pareja algún día, pensó que si la tenía, le gustaría que fuera alguien como él.

Un ruido de cajas contra el suelo distrajo su aten-

Lorena se dirigió a la pared de la izquierda y le dijo a su padre: “No te preocupes, papi, yo te ayudo. Es este de aquí”. La lámpara se encendió de repente. Lanzó rayos que rebotaban en las ventanas de cristal, produciendo una atmósfera de irrealidad, de ensueño. Ella se extrañó de su 70

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propia acción. ¿Cómo podría saber que aquel fuera el interruptor indicado? La llamada de su madre, desde el segundo piso, la sacó de su reflexión. Subió corriendo las escaleras. __________________________ Imágenes: 1-4 Vicky Scott 5 Rebecca Home

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“Social Anger and Apathy in Pakistan” de Akhter Ali Syed, Dialogue Times

La revista Cruce, publicación de la Escuela de Ciencias Sociales, Humanidades y Comunicaciones de la Universidad Metropolitana, abre una convocatoria para la Edición Especial Colonias. Consideraremos reseñas o comentarios de libros o textos relacionados, así como todo tipo de texto o pieza artística que explore las épocas coloniales −desde los siglos XVI al XIX− desde las siguientes disciplinas u otras que les sean afines (como acercamientos propios de la Arqueología, Teología, Antropología…): Política y sociedad: • la diversidad de discursos y manifestaciones sociopolíticas y culturales relacionados o que resultan de la colonización • la identidad sociopolítica y cultural que consciente e inconscientemente se construye a partir de las relaciones desde la colonia o hacia la colonia • las relaciones como subalternos, las miradas poscoloniales a los discursos históricos, antropológicos, artísticos… • los discursos mediáticos y del Estado en la configuración de la historia colonial • perspectivas históricas ante la época colonial: historias de las mujeres, historia cultural, historia de los y las esclavos y esclavas • sincretismos que resultan del coloniaje Arte: • expresiones y piezas que partan o se instalen en el eje temático en cuestión • análisis de las diversas manifestaciones y expresiones artísticas del periodo colonial • foto-ensayos o documentación de expediciones arqueológicas, entre otros trabajos de campo relacionados • novelas gráficas o textos ilustrados alusivos 72

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Letras: • mirada historiográfica del coloniaje como tema en la literatura • acercamientos al lenguaje como mecanismo de opresión colonial • análisis lingüístico de lenguas en contacto y todo el fenómeno de imposición de lenguas que resultó del coloniaje • recopilación de crónicas, microhistorias y testimonios de la era colonial o reinterpretación, deconstrucción; palimpsestos… Cine: • reseñas de películas alusivas El plazo para someter las colaboraciones es hasta el 31 de mayo de 2018. Invitamos a todxs lxs interesadxs en participar en esta convocatoria a enviarnos sus manuscritos y piezas. Las fotos, pinturas, entre otros formatos de imagen deben ser enviados en alta resolución. Los textos deben presentarse con el siguiente formato: Letra Times New Roman, 12 puntos, doble espacio, tamaño carta, en formato de Word. Los artículos no deben exceder de las 30 páginas. Las reseñas o coemntarios de libros o textos no deben superar las 10 páginas. Los textos creativos tendrán un límite de 10 páginas. No se recibirán manuscritos que superen estos tamaños. Debe incluir una foto y una biografía del autor que no exceda las 200 palabras. Deben seguir las normas de citación bibliográfica del MLA Handbook for Writers of Research Papers o del American Psychological Association (APA), últimas ediciones. Si se incluyen mapas, ilustraciones, tablas o cualquier tipo de gráfico explicativo dentro del documento, deben estar en alta resolución y el autor debe contar con los permisos de uso o regirse por la Ley de Derechos de Autor. Los textos y piezas deben enviarse a editorescruce@suagm.edu. Una vez cerrada la convocatoria, los manuscritos serán sometidos a la evaluación de la Junta Editorial de Cruce. Los autores serán informados oportunamente de todo el proceso. La fecha de publicación será en agosto de 2018. Para más información sobre la revista, pueden visitar contactar editorescruce@suagm.edu.

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De las reinitas es la tierra: presentación de Geografías de lo perdido (de Vanessa Vilches Norat)

Beatriz Llenín Figueroa

El territorio no es la tierra. El territorio es la tierra concebida, usada y explotada como posesión. Tierra, por tanto, perdida para quienes la viven. Es viejísima esta cuestión: tan vieja como el neolítico. Tal parece que, desde entonces, habría que dar nuestra especie por perdida. Se trata de uno –quizá, el primero– de los múltiples fracasos históricos de la especie, de esos que se cuentan como el antes y el después, de esos de los que se dice, nada fue igual de ahí en adelante.

pegaditos, a la vuelta de un portón de acceso controlado, de una ventanilla de mercedes en el tapón, de una cortina de primera clase en la guagua aérea. Una se pierde y pierde al país en la maraña de expoliadores, todos vestidos de humanidad. Así, Puerto Rico –y sus cuerpos– se vuelven geografías de lo perdido, polisemia demoledora: aquello que buscamos, pero no encontramos; aquello que anhelamos, pero carecemos; aquello que no entendemos, como cuando decimos, “estoy perdía”; aquello que hemos entregado o en lo que hemos fracasado, como cuando decimos, “lo doy por perdido.”

En Puerto Rico, producto de erupciones volcánicas desde el fondo del océano, que la tierra se conciba poseída, y que esa posesión incluya todo lo que en ella crepita, lo que sale, lo que retorna, lo que vive, lo que canta, lo que duerme, Lo peor no es estar perdida. Es la senlo que ama, lo que muere, sación de atravesar siempre por el Leer y vibrar con Geolo que lucha, lo que vuela, mismo lugar. Como si mis puntos de es una artimaña renovada a grafías de lo perdido referencia hubiesen dejado de existir. diario, por siglos. Los mecaMe cansa repetir el gesto de buscar nismos se vuelven cada vez es urgente [...] porque en la superficie que tengo frente a mí más alucinantes. No hace constituye un mapa elementos particulares que me permiten orientarme. Veo mi cuerpo frente falta esta noche –tras esta al territorio. Veo mis ojos escrutar. Veo otro, sentido en la carsemana atroz– el recuento. mi cuello girar la cabeza, buscar dónSi algo confirma occiden- ne, no calculado en el de posar la mirada. Hay veces que me te es que la razón produce engaño y creo percibir un olor, una figuExcel, de todo cuanra, un color que me encamine. Lo que monstruos. El fracaso histórico es cotidiano en Puerto to hemos perdido[...] veo son calles vacías. Se bifurcan y se extienden en nuevas calles vacías. Los Rico. Se siente casi celular. edificios de este centro están vaciados, Una se pierde y pierde al país en la maraña de no vacíos. Como si los hubiera desocupado la vioexpolios, todos calculados en Excel. lencia. Supongo que así son las ciudades bomLa persistencia de esta lógica ha sido tan contundente, que distinguir entre quiénes poseen y quiénes son poseídos ya no es una operación sencilla. Sabemos que aquí, los enemigos políticos no son solo quienes claramente están en otra parte, sino también aquellos que están muy 74

bardeadas. Otras veces, persigo un cuerpo inesperado, pero no alcanzo a ver por cuál esquina dobla, en qué callejón se interna, por qué fisura se escapa a mi pregunta. Entonces siento que el vacío se ha internado en mí y decido recostarme de cualquier pared, buscando el regazo de una superficie. (Geografías de lo perdido VI, 67)

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Warbler no. 28 de Angela Moulton

Warbler no. 28 de Angela Moulton

Antes de perderlo por el alza del nivel del mar, el archipiélago se nos extravía tanto por la agencia del poder como porque lo damos por perdido.

Cecilia ansía el mapa de una isla fuera de la vulgar apropiación turística en “Medir el territorio;” la madre y la hija de “Cuaderno de conversación” se pierden entre sí en una insalvable incomprensión al interior de la casa; Luisa queda presa en su jardín y es fútil su lucha encarnizada por entrar a la casa (y que su hijo le abra) en “El jardín de las delicias”; en “El rectángulo blanco,” la memoria familiar está perdida para dos generaciones de mujeres (madre, tía, hijas) y la sinécdoque de esa pérdida es el esfuerzo por determinar el material del que estaba hecho la mesa familiar; Delia despierta en su cama, su cuarto, su closet, con todos sus lujos perdidos en “Una casa es un lugar lejano”; una performera en “En la mano, una bolsa” toma posesión de la plaza de las palomas para un ritual lento, lentísimo, que demuestre las pérdidas –cadáveres– contenidas en su bolsa; la madre, Mercedes, la hija, Mariela y la nieta, Marielita, repiten inexorablemente el viaje al mall –la región nada transparente– ante la pérdida de sus cuerpos y de sus vínculos con la ciudad en “La región acondicionada”; la escritora protagonista de “La postergación” se siente perdida ante la posibilidad de concertar un encuentro en Madrid con Claudia, quien interesa entrevistarla; en “El certificado,” Ana pasa el día en una oficina de gobierno esperando un ansiado turno para que

A razón de catorce cantitos contados por una mujer anónima que progresivamente va perdiendo cualquier noción de orientación (el lenguaje mismo, en la escena final), Geografías de lo perdido, el libro de mi tan querida Vanessa Vilches Norat, recorre una ciudad fantasmagórica –perdida, vaciada– que se parece muchísimo a la de esta noche. A la vez, el libro nos cuenta trece historias de territorios y cuerpos perdidos, la mayor parte de los cuales ansía una geografía rectangular y su mapa correspondiente: la isla, el celular, la casa, la calle, el jardín, la mesa familiar, el closet, el cuarto, la cama, la plaza, el mall, el carro, la tienda, la oficina de gobierno, el salón, el gate del aeropuerto. Con excepción de Arnaldo, nuestro único protagonista explícitamente masculino, este libro recoge mujeres cuyos hilos con la vida son cada vez más precarios, sinuosos, o abiertamente escindidos. Todas se anclan –por voluntad o por azar– en espacios, geografías, territorios, cerrados a cuatro ángulos. Los territorios han perdido –o se encuentran en vías de perder– cualquier conexión con eso que llamamos la vida: 3 de mayo de 2018

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le expidan un certificado de vejez que le devuelva dignidad a las pérdidas de su cuerpo; Arnaldo compra una niña ucraniana como regalo de Navidad para “su mujer” en “Pequeña vitrina”; en “Calzada,” Tere pierde su par de zapatos en la tienda y, habiendo perdido también la conexión con lo que su cuerpo puede manejar, se convence que son unas balerinas con lazo y taco de cristal que su amiga Ampa le compra para salir del paso; al llegar a un salón y a una universidad vacías, la profesora de “En el vano” está perdida sobre las razones del desierto; y, en “Sala de espera,” Moravia acompaña a su hermano, Martín, como lo ha hecho muchas veces antes, a la partida del país desde el gate del aeropuerto que, durante la mayor parte del cuento, más bien parece cualquier oficina de agencia de gobierno. Leer y vibrar con Geografías de lo perdido es urgente no solo porque constituye un mapa otro, sentido en la carne, no calculado en el Excel, de todo cuanto hemos perdido, de tanto cuanto hemos dado por perdido, de lo perdidas que estamos en este presente imposible, sino también porque nos recuerda que, ante tanto saqueo, convendría reconciliarse con el desterritorio. A pesar de todas las artimañas, “aún nos queda la esperanza de que algún transeúnte nos reconocerá;” todavía tenemos ojos con que mirar y un cuerpo que siente la “brisa y el rico olor a pan” (132).

Visto desde los pies del lagartijo en vez de desde las cabezas del poder, nada puede poseer la tierra misma ni todo lo que en ella crepita, sale, retorna, vive, canta, duerme, ama, muere, lucha, vuela. Habría que volverse animal otra, no humano. Abrir las ventanas. Colarnos por las fisuras del rectángulo. Hacer otros mapas. La sinrazón produce libertades. En el libro de nuestra escritora-profesora, y en el Puerto Rico de gobernanzas universitarias como “fotutos con toga,” no me parece gratuito que sea la profesora, ansiosa por la momentánea pérdida de sus notas de clase y enfrentándose con absoluto desconcierto a la universidad desmantelada, vaciada, en “En el vano,” quien tiene el encuentro más cercano con la animalia otra: Un sonido seco la despierta de su nostalgia, tuc, tuc, tuc. Se asoma. ve una reina mora que intenta traspasar el cristal de la tronera del muro. Parada en el alféizar pica y picotea. Sus movimientos nerviosos y rápidos no cesan. El pajarito intenta entrar. El cristal se lo impide. El plumaje amarillo de su cabeza embellece el dinamismo inútil. –Serás soberbia, le dice la mujer a la reinita. No puedes entrar. No insistas. La mora continúa su fútil movimiento. La testa no ceja, el pico tampoco. La reinita no se da cuenta de que jamás entrará. Hay algo en la insistencia

Foto de Vanessa Vilches Norat por David F. Gasser

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del ave que apena. Como un juguete de cuerda al que una mano ha sobregirado el mecanismo que lo hace avanzar, el pájaro embiste el muro. La mujer no es capaz de dejarlo continuar su danza. Le da un golpe al cristal con su mano y el pobre animal echa a volar. Desde el vano, observa la soledad del recinto. No ve a nadie caminar por los senderos ni por el césped que da a los otros edificios. La invade la sensación de desconcierto. Supone que ha sido ella quien se equivoca. Regresa a su oficina y busca en la agenda el número del día que coteja con el que indica la pantalla de su teléfono celular. –Sí, hoy es martes 14 de agosto. ¿A dónde han ido todos? Se asoma al vano. Piensa en la reinita. (122-123)

De las reinitas es la tierra. Y de nosotras, las perdidas. ________________

(Presentación del libro 23 de marzo de 2018, Libros AC).

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Plantas abortivas

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BĂĄrbara DĂ­az Tapia

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Mancinella (2016) Grafito, lápiz de color, tinta, gouache y acuarela sobre papel libre de ácido, 29 ½” x 40½” 3 de mayo de 2018

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Estramonio (2016) Grafito, tinta, gouache y acuarela sobre papel libre de ácido y canvas, 64 ½” x 53 ½” 3 de mayo de 2018

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Té de poléo (2014) Grafito, lápiz de color, tinta, gouache y acuarela sobre papel libre de ácido, 24” x 18” 3 de mayo de 2018

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Ruta Graveloens (2014) Grafito, lápiz de color, tinta, gouache y acuarela sobre papel libre de ácido / Graphite, color pencil, gouache and watercolor over Acid Free paper, 24” x 18” 84

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Sanguinaria, Venturosa (2016) Tinta, gouache, acuarela y gel medium sobre papel libre de ácido, 20” x 24” 3 de mayo de 2018

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Carica Papaya (2015) Grafito, lápiz de color, tinta, gouache y acuarela sobre papel libre de ácido, 39” x 29 ½” 88

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Nuez moscada / Nutmeg (2015) Grafito, lápiz de color, tinta, gouache y acuarela sobre papel libre de ácido, 29” x 35” https://www.barbaradiaztapia.com

3 de mayo de 2018 Junta Editorial: Alexandra Pagán Vélez { Directora Editorial Cruce Anto Gamunev Sonia Cabanillas Martín Cruz Santos Hugo R. Viera Vargas María José Moreno Junta Asesora: Mariveliz Cabán Montalvo { Presidenta Roxanna D. Domenech Sugelenia Cotto 3 de mayo de 2018

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Escuela de Ciencias Sociales, 92 Humanidades y Comunicaciones

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