Alma Mater Julio-Agosto 2020

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diosos del tema se han convencido de que la palabra “mariachi” ya existía antes de la llegada de los franceses, así que esa teoría ha quedado descartada. A principios del siglo XX, los mariachis comenzaron a emigrar del sur de Jalisco a la capital de la República. Así lo hicieron el de don Justo Villa, Concho Andrade, Cirilo Marmolejo y el Cuarteto Coculense, entre otros. Después de la Revolución Mexicana, nuestro país, con un millón de muertos, ensangrentado, dividido, sumido en la pobreza, quedó debilitado, necesitado del trabajo

de todos los mexicanos para construir la unidad y el progreso. En los años posteriores a 1930 se conformó la llamada “identidad nacional”. Había que forjar símbolos que unieran a los mexicanos; emblemas que nos hicieran sentir orgullosos; modos de vida, colores, sabores y músicas que nos identificaran en el mundo y nos distinguieran de los demás países de Latinoamérica. Es significativo que en Santa, la primera cinta sonora del cine mexicano, ya aparezca un mariachi, el de Cirilo Marmolejo. En 1936, Allá en el rancho grande se convirtió en un éxito cinematográfico. La cinta, donde actúan los jaliscienses Tito Guízar y Esther Fernández, fue la primera de una serie de películas de corte ranchero, con mariachi, charros y tequila, que contribuyeron a la imagen identitaria nacional. En 1941, la película ¡Ay, Jalisco, no te rajes!, junto con la canción, posicionaron a Jalisco como estado emblemático de la mexicanidad y a Jorge Negrete como el charro cantor, que personificaría al mexicano valiente. Por otra parte, el jarabe tapatío, promovido en el mundo por Anna Pavlova, se había convertido en el baile obligado que los niños debían aprender en las escuelas. El Ballet Folklórico Nacional de Amalia Hernández comenzó a viajar por el mundo, transformando las tradiciones musicales y dancísticas de las diversas regiones culturales de México en un espectáculo para el turismo, con iluminación, escenografías y coreografías de gran vistosidad, en las que el mariachi era la música festiva con la que culminaba sus programas escénicos. Así también, el Mariachi Vargas de Tecalitlán logró fama como el grupo musical de gran calidad, y era anunciado por su disquera como “el mejor mariachi del mundo”. Los arreglos musicales de Vargas y Fuentes sirvieron como modelo a los demás mariachis mexicanos. El Vargas también comenzó a viajar por el mundo y a impactar con sus actuaciones a los extranjeros. Una mujer jalisciense, Lucha Reyes, se abrió paso en aquel mundo de hombres, de charros y “machos”, y logró destacar con su peculiar voz como la primera cancionera del género ranchero, acompañada por mariachis. A ella le siguieron otras cantantes importantes, como Matilde Sánchez “La Torcacita”, Lola Beltrán, María de Lourdes, Lucha Villa y Flor Silvestre. En esos


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