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COSTUMBRE

Julio, un joven universitario que trabaja y estudia una carrera del área de ciencias de la información, relata en rueda de amigos una anécdota que a todos les divierte, pese a que describe uno de los trastornos que afecta la vida cotidiana de innumerables personas. Una noche reciente, cuenta Julio, pasó por su casa un compañero de estudios a buscar un apunte, La visita fue brevísima, Julio ya se disponía a ir a la cama. Antes de salir, su amigo reparó en el grifo de la cocina que goteaba: “¿No te molesta? Yo no podría dormir con ese ruido”, dijo sin imaginar las consecuencias. Comentario fatal, ya había pasado la medianoche cuando Julio seguía tratando de ponerle trapos a la canilla para amortiguar el tac tac del agua golpeando sobre el lavabo.

Los trastornos del sueño han existido desde siempre en la sociedad de consumo. De hecho, hay innumerables instituciones especializadas en el tratamiento de la falta de sueño en las personas adultas, incluso, cada vez más, en adolescentes. Pero los cambios drásticos que trajo el Covid, entre ellos los trastornos laborales y la incertidumbre sobre el futuro, aumentaron las penurias para dormir que afectan a gran parte de la sociedad urbana.

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De manera unánime, los especialistas señalan la ansiedad y el estrés como las principales causas del insomnio. Los comportamientos asociados a los trastornos del sueño son bien conocidos: te despiertas después de algunas pocas horas de sueño, del todo insuficientes. El reloj te tortura, no quieres mirarlo, pero lo miras todo el tiempo, las horas pasan y sigues despierto(a), consciente de que es tiempo que le quitas al sueño y que al día siguiente tendrías que estar descansado para afrontar tus obligaciones laborales y las numerosas tareas que conforman nuestras vidas cotidianas.

Los expertos afirman que este estado de ansiedad y preocupación aumenta los niveles de adrenalina, que es la hormona del estrés, lo que eleva el ritmo cardíaco y aumenta las dificultades para conciliar el sueño.

EN CASA

En mi caso, al igual que a millones de personas en este mundo cruel, el insomnio llegó durante la pandemia. Hasta entonces nunca había tenido problemas para dormir. Al principio apareció de manera intermitente, pero con el tiempo fui notando cómo aquellas noches excepcionales se transformaban en nuevas rutinas. Finalmente, cada noche se convirtió en un stand up de la nocturnidad que duraba exactamente de 3 a 6 am.

No me pareció algo preocupante, pero sí despertó mi curiosidad. Es que durante mi trastorno del sueño no tenía pesadillas ni pensamientos oscuros. Consulté con algunos especialistas que coincidieron en que “no necesariamente el insomnio está cargado de preocupaciones; la felicidad también puede provocar insomnio”. No sé si era mi caso, pero una vez despejada esa preocupación, dejé de esforzarme por volver a dormirme rápidamente y decidí probar diferentes cosas para hacer, que impliquen estar de pie, pero que al mismo tiempo no me despabilen por completo.

A diferencia de otras formas de insomnio mucho más frecuentes, uno de mis motivos era que durante la pandemia comenzamos a dormirnos más temprano y, además, con menos fatiga. De manera que a la hora en que despertaba estaba tan activa que no tenía la típica sensación de no haber completado la cuota de descanso. Simplemente, había incorporado a mi vida un nuevo bloque de vitalidad. Es que durante mi trastorno del sueño no tenía pesadillas ni pensamientos oscuros. Consulté con algunos especialistas que coincidieron en que “no necesariamente el insomnio está cargado de preocupaciones; la felicidad también puede provocar insomnio”.

LO QUE DICE LA CIENCIA

El neurólogo Hernando Pérez, especialista del Centro de Neurología Avanzada de España, sostiene que el sueño tiene dos reguladores y cómo funcionaron durante la pandemia: • El ciclo de luz y oscuridad: si, por la cuarentena, nos estamos despertando más tarde, nos estamos perdiendo la luz solar de la mañana, la cual es clave para que el cerebro sepa que dentro de 12 o 14 horas llegará el momento de dormir. • El cansancio: en el transcurso del día nuestro cuerpo se mantiene activo y cuando llega la noche siente la necesidad de descansar. “Pero si hacemos menos actividad física porque estamos encerrados, eso incidirá en nuestro sueño”.

Por otra parte, el psicoanalista argentino Luciano Lutereau escribe que durante la cuarentena “diferentes personas empezaron a contar que sueñan más intensamente, con imágenes más hipernítidas, con una fuerte carga afectiva y, eventualmente, se despiertan en la madrugada para, después de unos minutos, volver a dormir. ¿Por qué soñamos de esta manera? ¿En qué clase de refugio se convirtió el sueño? Cuando el principio de virtualidad, más exigente y continuo que el de realidad agota y aplasta al sujeto, éste se expresa como resistencia en su último bastión, el más freudiano de todos: el sueño, donde escapa de la melancolía diurna para retornar como nostalgia (en sueños con ex, con vivencias infantiles, pero también pesadillas).

La BBC publicó un estudio en enero de 2021 en el que se analiza cómo afectó la pandemia el sueño de los trabadores que se encontraban en la primera línea de combate del covid-19. El resultado: De 114 médicos y 414 enfermeras que trabajan en la ciudad china de Wuhan, más de una cuarta parte reportó tener pesadillas frecuentes.

Además, el estudio indica que “los reportes de pesadillas entre los ciudadanos también aumentaron durante las cuarentenas. Los jóvenes, las mujeres y las personas que padecen ansiedad o depresión son los que tienen mayor riesgo”.

El aislamiento estricto ha llegado a su fin, pero el insomnio permanece en mi vida. Sólo que fue tomando diferentes formas, y sobre todo, el saber que a muchas otras personas les pasaba lo mismo, me trajo cierta calma.

Algunos consejos

- Los especialistas en medicina del sueño, indican que, si el problema persiste por más de tres meses y más de tres veces por semana, es importante prestarle atención. - Intenta preguntarte por qué te despiertas y si ocurre siempre en el mismo horario. Si tardas más de 25 minutos en volverte a dormir, lo mejor es levantarte y hacer alguna actividad que te despeje la mente. Algunos estiramientos o ejercicios de respiración, pueden ayudar a relajar el cuerpo. - Existen aplicaciones diseñadas para relajarte y dormir.