Gallaretas 172

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SEYCHELLES destino exclusivo

GustavoManzella

Conectividad e INNOVACIÓN

SECCIÓN JURÍDICA

Dra. Melina Paola Turiace

MANDARÍN oriental

todas las estrellas, todas

Martín Fernández

HISTORIAS MÍNIMAS

RODRIGO COBOS

CUANDO LA REMERA NO PESA

Javier Novales THE

CUTMAN

Rod

Schejtman: el heredero de Lalo Schifrin

C I U D A D DEL CABO

Distinta a todas Martín Fernández HISTORIAS MÍNIMAS

por Flavia Tomaello

CHASCOMÚS

La casa del prócer MUCHO MAS QUE UNA BELLA LAGUNA

¡NUEVO!

Sección Jurídica Dra. Melina Paola Turiace

GEOGRAFÍAS DEL ALMA, ARTE QUE

TRANSFORMA Y CONECTA

Lorena Matarraz

EL CAMINO

LA RESPIRACIÓN DEL MAR TIENE FORMA DE CASA

Seychelles

RODEADO DE JARDINES QUE PARECEN ENTONAR UNA MELODÍA EN IDIOMA VERDE, EL RENOVADO AVANI+ EN BARBARONS DEVUELVE A LAS SEYCHELLES SU ALMA MÁS ELEGANTE. LA ARQUITECTURA SE FUNDE CON LA GEOGRAFÍA Y EL ESPÍRITU DE LOS ANTIGUOS RITUALES ISLEÑOS. VIAJAR ALLÍ NO ES LLEGAR A UN HOTEL: ES INGRESAR EN UNA CEREMONIA ÍNTIMA CON LA NATURALEZA, EL DISEÑO Y EL TIEMPO.

Dicen que el océano Índico susurra distinto cuando acaricia las costas de Mahé. No ruge, no golpea: habla. Es una lengua que no conoce consonantes,

apenas vocales suaves que se cuelan entre los manglares, se elevan por los granitos que salpican la costa y se adormecen entre las palmas, como si el viento respirara en cámara lenta.

En la playa de Barbarons, ese idioma primitivo se pronuncia con arquitectura. El Avani+ Barbarons Seychelles no fue construido: fue revelado. Cada rincón del resort reabierto en junio de 2025 parece haber estado allí desde siempre, como si lo hubieran desenterrado con cuidado, sin modificarlo, apenas liberándolo del polvo del tiempo. La transformación no fue rediseño: fue un renacimiento.

La experiencia no empieza al entrar, sino al llegar. El trayecto desde el aeropuerto es un desfile de verdes que avanza por colinas suaves, entre la vegetación virgen y las primeras señales del alma creole. Apenas se cruza el umbral de Avani+, la geometría del diseño pone en pausa todo lo anterior. Los pasillos se alargan con la intención

de caminar lento, las terrazas se abren sin puertas, y el perfume de las maderas tropicales se mezcla con la sal marina y la vainilla silvestre. Barbarons fue siempre un sitio de recogimiento. Un lugar para rituales que el mundo moderno olvidó. El nuevo Avani+ retoma esa historia y la transforma en experiencia sensible. Hay una espiritualidad en su disposición que no necesita ser dicha: se intuye en la orientación de las habitaciones, en los senderos que no cortan la vegetación sino que se insinúan entre sombras. La arquitectura no se superpone: se teje al suelo. Cada cuarto es un claro que deja pasar la luz con timidez. Las suites con vista a la playa permiten sentir que la arena se filtra en los sueños, mientras las que miran a la laguna repiten la calma del agua en su interior.

La idea no es encerrar el paisaje, sino ampliarlo. El hotel se convierte en una lente que agranda el horizonte. Los amaneceres no despiertan: hipnotizan. Las habitaciones —192 en total— no lucen, susurran. Las maderas no brillan, respiran. Todo ha sido dispuesto para responder a la topografía emocional del entorno.

No hay simetrías rígidas ni luces invasivas. Hay reflejos, sombra y textura.

Las terrazas se transforman en escenarios donde el atardecer actúa con su dramatismo habitual. La distribución evita los clichés de resort: no hay repetición, sino ritmo. Como si cada huésped pudiera encontrar su propia melodía en el eco suave del diseño. Aquí no se marca el paso de las horas: se escucha.

La geometría de lo invisible

Avani+ Barbarons, el diseño no intenta dominar la mirada, sino desaparecer en ella. Cada decisión estética parece haber sido tomada con un susurro, no con un plano. Las estructuras no se imponen: acompañan. Lo que no se ve es tan importante como lo que se muestra. La belleza está en lo que se insinúa.

Las habitaciones no son solo habitaciones: son refugios construidos con la intención de dejar entrar el mundo sin invadirlo. Todo privilegia la vista, el aire, la temperatura emocional. El mobiliario mezcla líneas suaves con materiales nobles. Hay una voluntad de calidez que excede lo decorativo: busca hospitalidad sin teatralidad. El lujo no se celebra, se ofrece.

Las texturas dialogan con el entorno. Las telas livianas parecen bailar con el viento. Las maderas —presentes en cabezales, pisos, celosías— repiten el ritmo de los troncos exteriores. Todo remite a lo natural, pero sin nostalgia. Aquí no se imita la naturaleza: se la continúa.

En los espacios comunes, la experiencia de lo sensorial se multiplica. El spa, escondido entre palmas y flores silvestres, es un templo de lo íntimo. Allí, los tratamientos se despliegan con la lentitud justa para olvidar los relojes. El agua caliente parece hablarle a los músculos.

Las piedras no decoran: acompañan. Las manos que masajean no siguen un protocolo, siguen una respiración.

El gimnasio es otro acierto de sutileza. Abierto al exterior, propone que el ejercicio no sea una ruptura con el viaje, sino una forma de integrarlo. Las clases matinales de yoga, los recorridos en bicicleta, las caminatas meditativas son parte de una propuesta que entiende el bienestar como un idioma completo, no como una moda. La gastronomía también tiene su voz. Es plural y clara. Cada restaurante cuenta una historia distinta, pero comparten la misma filosofía: la de no distraer con excesos. “Somewhere”, por ejemplo, se ubica al borde del agua y juega con el fuego como elemento central. Las carnes y los mariscos se sirven sin artificio, con ese gesto de cocina segura que no necesita esconder nada. La brasa dice más que cualquier salsa.

“Seyumai”, en cambio, busca la precisión. Sushi preparado con gesto de ceremonia, tempuras que crujen con elegancia, rollos mínimos que condensan sabores exactos. No hay fusión, hay fidelidad. Los platos tienen la cadencia de una coreografía sencilla, limpia.

El desayuno en “Pti Bazar” parece una celebración de la abundancia sin culpa. Es una invitación a no elegir: todo convive. Desde los sabores locales —frutas jugosas, panes especiados, jugos con historia— hasta los clásicos internacionales, servidos con un respeto que transforma lo cotidiano en ocasión. Cada mañana allí es una bienvenida nueva.

Y cuando cae la tarde, todo parece disponerse para el ritual del descanso. El “Upper Deck” se enciende con luces doradas y miradas largas. Las copas, llenas de burbujas o de cócteles experimentales, capturan el reflejo del último sol. Hay algo de fiesta silenciosa en ese instante: nadie celebra en voz alta, pero todos sonríen con un leve asombro. El mar, al fondo, no interrumpe: acompaña.

Y luego está “Nowhere”. El bar con nombre de lugar imposible. Arena bajo los pies, cielo sin interferencias, música casi inaudible.

“EL VALOR REAL DE ESTE LUGAR ESTÁ EN SU CAPACIDAD DE OFRECER UNA PAUSA VERDADERA ”.

Un cóctel con Takamaka, el ron de la isla, puede ser un regreso o una despedida. Allí, la noche no cae: se posa. Todo lo que ocurre en Avani+ es coreografiado por una inteligencia silenciosa. Cada detalle está puesto para permitir que la experiencia se construya sin esfuerzo. No hay órdenes ni indicaciones. El entorno educa, el diseño guía, el tiempo se diluye.

La ceremonia del regreso

El tiempo, en Barbarons, tiene otra gramática. No corre: fluye. Uno no lo mide en horas, sino en gestos. El tintinear de las cucharas al atardecer. El silencio compartido al mirar el horizonte desde una reposera. La brisa que llega cada noche con puntualidad absoluta. El tiempo, aquí, no se usa: se habita.

Y en ese habitar, se teje la verdadera experiencia del viaje. Porque Avani+ no propone una estadía: propone una transformación. La arquitectura funciona como marco, pero también como espejo. Al estar rodeado de equilibrio, uno se encuentra. Al caminar por senderos que respetan la selva, uno aprende a ir más lento. Al dormir con el sonido del mar tan cerca que parece un susurro dentro del pecho, uno recuerda que hay ritmos olvidados que aún nos pertenecen.

Esa imagen difusa de un atardecer filtrado entre ramas, esa sensación de haber caminado sin apuro hacia ningún lado. Esa certeza de que, durante unos días, el mundo fue otro. Y uno también.

No se trata sólo de diseño, aunque lo haya. Ni sólo de hospitalidad, aunque sobre. El valor real de este lugar está en su capacidad de ofrecer una pausa verdadera. Una tregua. Un instante amplio, sin demandas. Allí, en ese hueco perfecto, cabe una vida distinta.

La ceremonia del regreso no necesita anunciarse. Llega sola. Empieza cuando uno guarda con cuidado la llave de la habitación, sabiendo que no quiere devolverla. Cuando se repasa con los dedos la textura de la mesa de desayuno o se acaricia el marco de la ventana como si fuera parte de un hogar dejado atrás. Cuando el cuerpo, aún en movimiento, comienza a extrañar la quietud. Es cierto que todo en Avani+ Barbarons Seychelles está pensado para el confort. Que las habitaciones han sido equipadas con cada detalle. Que los restaurantes funcionan como relojes de placer. Que el staff ofrece sonrisas que no se aprenden, sino que nacen de un modo sincero de recibir. Pero incluso eso es apenas una parte. Lo que permanece no es lo visible. Es ese murmullo que queda en el pecho al partir.

El lujo de este lugar no está en lo que se posee, sino en lo que se devuelve. Porque nadie llega a Barbarons sin traer algo consigo: cansancio, preguntas, deseos dispersos. Y nadie se va sin haber dejado parte de eso atrás. El paisaje recibe y limpia. El diseño resguarda.

La experiencia transforma.

Al subir al auto que lleva de regreso al aeropuerto, uno mira hacia atrás y ya no ve un resort. Ve una idea. Una pausa hecha materia. Una arquitectura que no se mide en metros cuadrados, sino en latidos. Una forma distinta de habitar el mundo.

En tiempos en que todo se acelera, encontrar un lugar que inspire lentitud es casi un acto de resistencia. Avani+ no promete respuestas. Ofrece otra pregunta: ¿cómo sería la vida si pudiéramos quedarnos un poco más?

Y mientras la vegetación va quedando atrás, entre espejismos verdes y perfumes salados, uno empieza a sospechar que volver es inevitable. Que hay lugares que no se visitan: se reconocen. Porque algo de uno —mínimo, íntimo, profundo— ya había estado allí.

Y entonces, sí, uno entiende. La respiración del mar tiene forma de casa. Y esa casa, para quien la encuentra, ya no se olvida.

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Cecilia, de Artífices Cordilleranas, comidas típicas. Alto Jagüé, La Rioja.

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EL ARTE DE UN OASIS URBANO EN LAS FALDAS DE LA CORDILLERA

Mandarin Oriental

ENTRE LA MODERNIDAD VIBRANTE DE LAS CONDES Y LA SERENIDAD DE LOS ANDES, MANDARIN ORIENTAL SANTIAGO REDEFINE LA EXPERIENCIA DEL LUJO EN AMÉRICA LATINA. HISTORIA, ARQUITECTURA Y SOFISTICACIÓN SE ENTRELAZAN EN UN ESPACIO QUE INSPIRA.

Las Condes, antaño extensión tranquila de Santiago, se transformó con el tiempo en epicentro del desarrollo más distinguido de la capital chilena. Fue

en este territorio donde la ciudad encontró su proyección hacia la modernidad, un lugar en el que avenidas arboladas y edificios corporativos de vidrio convivieron con la presencia imponente de la cordillera. La zona, inicialmente concebida como residencial, experimentó en las últimas décadas una metamorfosis que la convirtió en un polo de negocios, cultura y lujo. La sofisticación que hoy define a Las Condes no surgió de la noche a la mañana, sino de un proceso en el que la arquitectura fue protagonista: cada nuevo edificio trazó la silueta de una urbe que aspiraba a dialogar con el mundo sin perder la majestuosidad de su entorno natural. En ese contexto emergió un edificio que cambiaría para siempre la relación de Santiago con la hospitalidad de alto nivel. Una estructura cilíndrica, mitad concreto y mitad cristal, irrumpió en Vitacura cuando el sector todavía estaba lejos de la densidad urbana actual. Fue concebido con la ambición de convertirse en ícono, en un hito arquitectónico que invitará tanto a locales como a viajeros a contemplar el paisaje desde otra perspectiva. Sus ascensores panorámicos ofrecían una escena inédita: el viajero podía elevarse hacia el cielo mientras la ciudad se desplegaba bajo sus pies y, al fondo, la cordillera se imponía con silenciosa magnificencia. El edificio pronto adquirió una identidad propia. Sus líneas curvadas y su lobby vertical se convirtieron en escenario de encuentros, celebraciones y momentos que marcaron la memoria de generaciones. Más que un hotel, fue un faro urbano, símbolo de un Santiago que se atrevía a mirar más allá de sus límites tradicionales. Ese legado, sin embargo, no quedó inmóvil. El tiempo exigía una nueva mirada, capaz de dialogar con la herencia pero también de proyectarla hacia un futuro donde el lujo se entiende como experiencia integral.

La llegada de Mandarin Oriental supuso esa reinvención. No se trató simplemente de una renovación estética ni de una actualización de servicios. Fue la integración de un sello global con la identidad local, el encuentro entre la tradición asiática del refinamiento y la esencia chilena de hospitalidad y paisaje. Así, el abanico -símbolo inconfundible de la cadena- desplegó su presencia en América Latina por primera vez desde Santiago, eligiendo este edificio emblemático como lienzo para su visión. Hoy, Mandarin Oriental Santiago encarna el espíritu de Las Condes: cosmopolita y a la vez enraizado, moderno sin olvidar lo esencial, sofisticado con un lenguaje de serenidad. Su historia se confunde con la de la ciudad misma, y en ese cruce radica su fuerza: es un hotel que se erige en un punto privilegiado y que se convierte en reflejo de la transformación de toda una capital.

Una herencia arquitectónica transformada en faro contemporáneo

El edificio que hoy alberga al Mandarin Oriental Santiago nació con la voluntad de ser diferente. Desde su inauguración en los años noventa, cuando Vitacura y Las Condes comenzaban a consolidarse como territorios de expansión urbana y económica, su silueta cilíndrica llamó la atención por desafiar la homogeneidad de la arquitectura de la época. Aquel diseño, con un corazón de vidrio que ascendía en vertical y dos ascensores panorámicos recorriendo su columna vertebral, ofrecía una nueva forma de mirar la ciudad: desde dentro hacia afuera, enmarcando la cordillera como telón de fondo. Era una propuesta audaz, que convirtió al hotel en ícono de modernidad y en una suerte de portal a un Santiago en plena transformación.

La fachada, balance entre cemento y cristal, transmitía la fuerza de un hito urbano que no se conformaba con ser hospedaje. Su lobby, con veinte pisos de altura, funcionaba como catedral contemporánea de la hospitalidad. Allí, los visitantes encontraban un espacio de bienvenida y una representación tangible de las aspiraciones de una capital que buscaba proyectarse en la escena global. El edificio se convirtió en punto de encuentro, en espacio de referencia, en escenario fotográfico que anticipaba la cultura de la imagen que hoy domina.

Con el paso de los años, el inmueble mantuvo su carácter emblemático, pero el mundo de la hotelería cambió a un ritmo vertiginoso. El lujo ya no se definía únicamente por la imponencia de los espacios, sino por la sutileza de las experiencias. Fue entonces cuando Mandarin Oriental reconoció en este edificio una oportunidad única: una obra arquitectónica con historia y carácter, lista para ser reinterpretada bajo el prisma de una marca que entiende el lujo como arte.

La transición fue un proceso meticuloso. Respetar la herencia significó conservar la fuerza de su estructura, la verticalidad de su lobby y la personalidad de su silueta. Al mismo tiempo, era necesario insuflar nuevos significados. La intervención arquitectónica introdujo un concepto inspirador: el “cielo paramétrico” que domina el lobby, un entramado que recuerda un panal de abejas y que envuelve el espacio con transparencia y movimiento. Este gesto actualizó la estética del edificio y lo conectó con la filosofía de la cadena: crear entornos donde la arquitectura dialoga con la naturaleza, la luz y el bienestar de los huéspedes.

El interior se reinventó con un lenguaje de curvas, luz y materiales que evocan serenidad. Las telas diseñadas por Maite Izquierdo en el lobby, moviéndose al compás del tránsito de los ascensores, introdujeron una dimensión coreográfica en el espacio, donde el diseño se convierte en experiencia sensorial. El edificio dejó de ser únicamente imponente para convertirse en cálido, acogedor, profundamente humano.

En este cruce entre continuidad y renovación radica la esencia del Mandarin Oriental Santiago. La marca supo leer el valor patrimonial del inmueble y lo proyectó hacia el siglo XXI con sutileza. Lo que en su origen fue un símbolo de modernidad se transformó, bajo su cuidado, en un faro contemporáneo de elegancia. La herencia arquitectónica no fue borrada ni reemplazada: fue tomada como base, como cimiento para desplegar un nuevo concepto de hospitalidad que honra tanto al pasado como al futuro de la ciudad.

Un refugio de estilo donde la piscina se convierte en oasis

El Mandarin Oriental Santiago no se limita a ser un hotel de lujo: es un espacio concebido para transmitir calma en medio de la vitalidad urbana. Desde la llegada, los interiores envuelven con un lenguaje de líneas curvas y tonos serenos, pensados para suavizar el ritmo acelerado de la ciudad. La filosofía de la cadena se expresa en cada detalle, integrando elementos locales con la sobriedad y el refinamiento de la tradición asiática. El resultado es un estilo que equilibra sofisticación cosmopolita y sentido de pertenencia chileno.

Los materiales seleccionados -maderas cálidas, piedras con texturas orgánicas, textiles que recuerdan la artesanía local- contribuyen a que los espacios luzcan y que se sientan habitables, íntimos. La luz natural juega un rol protagónico: atraviesa las superficies de vidrio y se multiplica en reflejos suaves que refuerzan la atmósfera de tranquilidad. No se trata de ostentación, sino de un lujo sereno, casi meditativo, que invita a experimentar el espacio más que a contemplarlo desde afuera.

En este universo de diseño, la piscina emerge como el corazón inesperado del hotel. Rodeada de jardines cuidadosamente diseñados, aparece como un oasis urbano en el que el agua refleja tanto el cielo como la silueta de la cordillera. Es el único hotel de la ciudad que ofrece un jardín de semejante magnitud dentro de sus instalaciones, lo que le otorga un carácter único. Los huéspedes encuentran allí un refugio al aire libre que contrasta con el dinamismo de Las Condes. La piscina se convierte en escenario de pausas prolongadas, de lecturas bajo la sombra, de momentos en los que el tiempo parece desacelerar.

El diseño del área fue concebido con un doble propósito. Por un lado, ofrecer un espacio que conserve la privacidad y la calma de un retiro. Por otro, mantener la conexión visual con la grandeza natural que rodea a Santiago. Las cabañas y terrazas que se despliegan alrededor de la piscina permiten disfrutar de experiencias que van desde

un almuerzo al aire libre hasta un atardecer acompañado de música suave y un cóctel perfectamente ejecutado. Todo pensado para que la experiencia sea tanto sensorial como estética.

Las prestaciones del hotel amplifican esta noción de oasis. El spa, con tratamientos que combinan técnicas ancestrales orientales y recursos naturales locales, prolonga la experiencia de serenidad que emana del agua. Las habitaciones y suites, con sus balcones y ventanales, refuerzan la sensación de estar en un mirador privilegiado hacia los Andes, integrando la naturaleza como parte inseparable de la experiencia. El fitness center, equipado con tecnología de última generación, completa la propuesta de bienestar.

En conjunto, estilo y prestaciones crean un universo coherente donde cada detalle tiene propósito. El hotel no se presenta como un simple sitio de lujo, sino como un espacio donde la estética, el confort y la calma confluyen. La piscina, con su capacidad de suspender el tiempo y convertir la rutina en un ritual de disfrute, simboliza mejor que ningún otro rincón esta visión: un verdadero oasis en el corazón de la capital chilena.

Un viaje gastronómico que celebra la diversidad de sabores

La propuesta culinaria se despliega como una sinfonía de experiencias, cada restaurante con un carácter distinto pero unidos por una misma filosofía: elevar la gastronomía a un acto de descubrimiento. Aquí se entiende que el lujo no se reduce a los espacios o a las habitaciones, sino que se expresa también en la mesa, en la posibilidad de recorrer culturas y territorios sin salir del edificio.

En el corazón de la oferta se encuentra Senso, que rinde homenaje a la cocina italiana con una visión contemporánea. El espacio combina sofisticación y calidez, con un diseño que permite disfrutar tanto de un almuerzo de negocios como de una cena íntima. Su carta incluye pastas artesanales, risotti y carnes que dialogan con una selecta propuesta de vinos chilenos e internacionales. El ambiente se completa con un servicio atento y elegante, que transforma cada visita en una experiencia memorable.

La exploración de sabores continúa en Matsuri, dedicado a la cocina japonesa. Aquí el minimalismo se une a la precisión, ofreciendo sushi y platos que respetan la pureza de los ingredientes. La estética del espacio refuerza la filosofía nipona: mesas cuidadosamente dispuestas, un ambiente sereno y la posibilidad de observar la preparación como parte del ritual gastronómico. Matsuri se ha convertido en un punto de encuentro para quienes buscan autenticidad y perfección en cada bocado.

La oferta se diversifica aún más en El Origen Bar, donde la coctelería cobra protagonismo. No se trata solo de cócteles clásicos ejecutados con maestría, sino también de creaciones que integran ingredientes locales y técnicas innovadoras. El bar, con su atmósfera vibrante y cosmopolita, se convierte en espacio de transición: puede ser un inicio perfecto antes de la cena o un cierre relajado después de una jornada intensa. La música, la luz y el diseño del lugar acompañan un ambiente que invita a la conversación y a la pausa.

Los fines de semana, el hotel ofrece brunchs que hacen uso de su jardín como escenario. Allí, los huéspedes disfrutan de estaciones en vivo y propuestas que combinan tradición chilena con la visión global de la marca. Estos encuentros se han transformado en momentos sociales donde la gastronomía se mezcla con el aire libre, ampliando la experiencia del hotel más allá de los muros.

Cada restaurante y bar se integra de manera armónica con el estilo del hotel, en un equilibrio entre cosmopolitismo y autenticidad local. Ninguna de las propuestas busca imponer ostentación; más bien transmiten un lujo sereno, basado en el detalle, la calidad y la capacidad de sorprender. En conjunto, conforman una experiencia culinaria que alimenta e inspira: un recorrido sensorial por el mundo con raíces firmes en Chile, diseñado para seducir a viajeros internacionales y a los propios santiaguinos que encuentran allí un lugar para redescubrir su ciudad.

Horarios:

Lunes a sábado 8 a 20:30 hs

Domingo 8 a 13 hs

Av. Italia3416, Benavidez

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NORDELLTA - EUSKAL - RECOOLETA EL MERCADO - PUERTOS - LIRIOS DEL TALAR

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Javier Novales

VISITAMOS THE CUTMAN BARBER & OUTFITTERS, UBICADA EN VILLANUEVA, DONDE NOS RECIBIÓ JAVIER NOVALES, FUNDADOR Y ESPECIALISTA EN BARBERÍA Y CUIDADO MASCULINO.

AL LLEGAR AL LOCAL NOS SORPRENDIÓ GRATAMENTE CADA UNO DE LOS DETALLES DE ÉL, Y ASÍ COMENZÓ NUESTRA EXPERIENCIA CUTMAN.

¿Por qué Cutman es una barbería distinta?

Al llegar nos encontramos con un espacio fuera de lo común, donde el confort y el ambiente te invitan a dejar de lado cualquier preocupación.

Ambientado en las grandes barberías de los años 70 en Nueva York, donde predominan toques de madera oscura, cuero, luces tenues y una cuidada selección musical que combina artistas clásicos y contemporáneos.

Los sillones barberos elegidos son muy confortables y el espacio de espera para los acompañantes está pensado para que la experiencia no sea excluyente de los clientes.

El servicio es único, podes elegir acompañar el momento con un rico café, un whisky o una cerveza de su autoría, este es un momento de relax antes de retomar las actividades diarias o para finalizar tu día.

El Staff compuesto por los 3 barberos y la recepcionista te hacen sentir como casa, el clima que se vive es de mucho profesionalismo sin perder la calidez, siempre supervisado

Javier Novales que está presente en cada uno de los detalles para que todos los clientes vivan esta experiencia. Nuestra experiencia fue única, teníamos el último turno de un lunes, sacamos el turno en AgendaPro desde IG: cutmanco.ar. Estábamos ansiosos porque otros clientes nos habían comentado que el servicio de barba es uno de los más destacados.

Ya nos estaba esperando Javier, que nos invitó a tomar asiento en el sillón barbero, después de una breve conversación empezó la magia, Javier me sugirió un corte distinto para favorecer cada una de mis facciones, en el momento del retoque de barba, reclinó el sillón y aplicó una almohadilla con peso, una toalla húmeda y aromaterapia haciendo de la experiencia un momento muy placentero. Al finalizar el corte, otra persona de Staff me realizó una relajante limpieza de cutis y masajes. Logrando así una mejor versión de mí.

THE CUTMAN BARBER & OUTFITTERS

Los clientes se fueron retirando de la barbería, dejando el lugar que estaba en pleno movimiento en un espacio de silencio y quietud donde cada herramienta es preparada para su próxima jornada de trabajo.

Café de por medio nos sentamos con Javier para que nos cuente un poco más de él.

Javier tiene 40 años, su semblante es tranquilo, se caracteriza por ser muy observador, una excelente persona querido por sus clientes y sus empleados.

¿Cómo nació tu interés en el mundo de la barbería y la estética masculina?

Mi ingreso en este mundo fue de casualidad, tenía 18 años y estaba buscando mi camino, un amigo iba a tomar clases de peluquería y me pareció interesante, y desde entonces estoy en esta profesión hace ya 22 años.

Al principio, me avoqué al público femenino. Mis primeros pasos fueron en salones muy reconocidos e importantes de Palermo y Caballito donde además de dedicarme al estilismo, realicé peinados y tratamientos capilares.

Con el correr del tiempo, seguí instruyéndome en diferentes áreas junto a profesionales de primer nivel, como Omar López un educador de esta profesión que fue inspirador y me enseñó el oficio de barbero que marcó un antes y un después en mi carrera.

Considero que la continua formación, tanto para los chicos que trabajan en la barbería como para mí mismo, es fundamental para seguir avanzando y adaptarnos a las nuevas tendencias y estilos.

¿Cómo llegaste a esta zona?

Yo soy de esta zona, toda mi vida viví en San Fernando, para lograr mi desarrollo laboral, las grandes peluquerías estaban en Capital. Gracias al desarrollo de Nordelta y Villanueva, tuve la oportunidad de desarrollarme en la zona y abrir mi propio emprendimiento.

¿Cómo nació el proyecto de abrir tu propio negocio? Siempre soñé con tener mi propia cadena de barberías. En 2019 en la mesa de un bar, entre charlas y sueños con mi gran amigo y actual socio Cristian tuvo sus orígenes The Cutman.

Al poco tiempo llegó la pandemia, pero el proyecto seguía latente y ambos teníamos muchas ganas de comenzar. Fueron años cruciales para seguir trabajando la idea y darle la forma y el espíritu que queríamos para nuestro local. Finalmente, en el año 2022 inauguramos el primer local “The Cutman Co “ en el 1er Piso del Centro Comercial Ven Street Center.

FELI
MATI
GUS
TINI
“SIEMPRE SOÑÉ CON TENER MI PROPIA CADENA DE BARBERÍAS”.

¿Qué servicios brindan y cuál crees que se destaca? Cuando pensamos el proyecto de Cutman, teníamos claro que más allá de los servicios que brindamos, cada cliente tenía que sentir que estaba en un ambiente único, donde no solo venga a cortarse el pelo o la barba, sino que quisiera volver a disfrutar de la experiencia. Por eso con el tiempo fuimos sumando servicios que consideramos esenciales para acompañar al hombre moderno. Además del corte de cabello y barba, ofrecemos tintura -tendencia en auge entre las nuevas generaciones-, así como tratamientos de limpieza facial. Próximamente incorporaremos masajes capilares, para que la experiencia en la barbería se convierta también en un momento de spa y desconexión. Realizamos corte de pelo para todos los gustos, tijera, máquina o navaja. Mi personal está capacitado para adaptarse a las preferencias del cliente.

Contame cual es el futuro para la barbería o barberías.

Nuestra idea es seguir abriendo sucursales en diferentes puntos, manteniendo la misma esencia y línea de trabajo. Queremos que nuestros barberos continúen capacitándose y que pongan el foco en la atención al cliente y en la importancia de los mínimos detalles. Además, próximamente abriremos The Cutman Instituto Educativo, para que hombres y mujeres puedan formarse en este oficio, aprendiendo las mejores técnicas y tendencias en cortes y color, así como habilidades de comunicación y atención al cliente. No solo queremos formar barberos, sino también excelentes personas, con capacidad de escucha y empatía.

También vendemos productos para que nuestros clientes mantengan sus looks entre cada service. Y todos los productos con los que trabajamos están disponibles para la venta.

“EN NUESTRA BARBERÍA BUSCAMOS CREAR UNA COMUNIDAD DONDE VENIR A TU CITA SEA UN VERDADERO GUSTO”.

En resumen, en nuestra barbería buscamos crear una comunidad donde venir a tu cita sea un verdadero gusto. A lo largo de estos casi tres años, hemos sido testigos de amistades, sociedades e historias que nacieron acá adentro. No solo brindamos un servicio esencial, también nos preocupamos por el bienestar y las necesidades de quienes nos eligen.

Agradecemos a todos los que día a día forman parte de esta historia y nos impulsan a seguir creciendo con excelencia. Como por ejemplo Gabriel Rocca, Fabian Sans, Mariano Martínez, Diego Santillán, Sebastián Castro, Guillermo Linero Mace y nuestros clientes y/o amigos que confían en nosotros.

Invito a quienes no nos conocen, a vivir esta experiencia.

Nos podés encontrar de lunes a sábado, de 10 a 20 h, en Av. Italia 4950, local 33 del centro comercial Ven Street (1° piso).

Agendá tu turno por WhatsApp al 11 6225 8491 o buscános en Instagram como @cutmanco.ar y reservá desde nuestro enlace directo.

¡Te esperamos!
Arturo Gutiérrez Plaza
JAVI & TINI
JAVI & SUMMER
BRISA, CHIQUI & TATO

Holasim

LA INNOVACIÓN TIENE SENTIDO CUANDO SIMPLIFICA LA VIDA DE LAS PERSONAS.

Desde su infancia llena de cambios y aventuras, hasta convertirse en director de HolaSIM, la empresa que conecta a los viajeros con el mundo, la historia de Gustavo Manzella es la de un vecino de Nordelta que supo transformar la curiosidad, la amistad y la pasión en un proyecto global. Su camino está marcado por la innovación, el aprendizaje y, sobre todo, la certeza de que emprender es animarse a crear y a compartir el viaje.

La vida de los emprendedores pocas veces transcurre en línea recta. En la historia de Gustavo Manzella, ese zigzag empezó desde la niñez. Los constantes cambios de colegio, las mudanzas cada dos años y el deporte como refugio le dieron un sello de adaptación que más tarde resultaría clave para su vida profesional. En Nordelta, donde hoy vive con su familia, encuentra el equilibrio entre la vorágine del negocio y el tiempo para disfrutar de lo esencial: el presente, los afectos, la naturaleza.

Su relato no es solamente el de un empresario que construyó una compañía sólida, sino también el de alguien que supo mantener la esencia de la amistad y el entusiasmo juvenil como motor de cada paso. Nacido en Capital Federal, Gustavo creció entre mudanzas por el trabajo de su padre. Cada cambio de colegio parecía, en un principio, un desafío enorme; sin embargo, se transformó en un entrenamiento para la vida: aprender a adaptarse, a hacer amigos, a no temerle a los comienzos de cero. En esa infancia llena de movimiento se destacaban los juegos al aire libre: fútbol, bicicleta, skate, vóley… y siempre que hubiera agua cerca, mucho mejor.

Ya en la adolescencia, la familia se trasladó a Río de madora. Allí, en una calle sin salida que funcionaba como un club improvisado para los chicos del barrio, descubrió el surf, deporte que hasta hoy es su gran pasión. Ese mismo espíritu aventurero lo acompañó al regresar a la Argentina, donde terminó la secundaria y, sin saberlo, conoció a los amigos que con el tiempo serían sus socios. La adolescencia le dejó mucho más que recuerdos: le dio compañeros de vida con quienes emprendería las mayores aventuras. Desde chico, Gustavo intuía que su futuro no pasaba por ser empleado de toda la vida. No tenía sueños convencionales como ser astronauta o presidente, sino una certeza difusa pero firme: quería crear. Esa inclinación a imaginar proyectos propios chocaba a veces con la mirada práctica de su padre, pero en el fondo era una semilla que tarde o temprano iba a florecer.

El salto al mundo emprendedor

El camino profesional de Gustavo arrancó temprano. Apenas terminada la secundaria, empezó a estudiar Administración de Empresas y se sumó a trabajar en Movicom. En esos años de auge de las primeras punto com, se encendió en él la chispa

del emprendedor. Se lanzó a su primer proyecto, que aunque duró solo un año y medio, le dejó un aprendizaje invaluable: trabajar codo a codo con referentes y rodearse de gente con más experiencia. Económicamente fue un fracaso, pero en lo personal y profesional, una universidad en sí misma. De regreso en Buenos Aires, estaba a punto de viajar a estudiar a Estados Unidos cuando sus amigos lo invitaron a sumarse a un emprendimiento de a lquiler de celulares. La decisión fue apostar todo por esa idea y dejar el plan académico de lado. Aquella elección marcó el nacimiento de lo que con los años se transformaría en HolaSIM. Lo que empezó como un proyecto entre amigos fue tomando forma de empresa. Cada cliente representaba ilusión y nervios, cada reunión se vivía como una aventura. Dormir en la oficina, trabajar sin descanso, compartir la pasión: eran tiempos intensos pero felices. La falta de miedo fue clave al principio. “Íbamos con la adrenalina de la edad”, recuerda. Pero a medida que la compañía crecía, llegaron los desafíos reales: cómo innovar, cómo sostener el crecimiento, cómo formar un equipo sólido. En ese proceso entendió que el mayor obstáculo no era el mercado global ni la tecnología, sino encontrar personas talentosas y comprometidas. Construir un equipo entusiasta se convirtió en su desafío más grande, y también en el secreto del crecimiento sostenido.

Innovar, delegar y agradecer

En un sector tan competitivo como la conectividad internacional, HolaSIM aprendió a moverse rápido, adaptarse e invertir en innovación. Esa flexibilidad, asegura Gustavo, fue una ventaja de haber crecido en Argentina, un país que obliga a reinventarse a diario. La relación con sus socios —amigos de toda la vida— le dio agilidad en las decisiones, sin burocracia ni discusiones interminables.

La innovación, para él, no es solo tecnológica: es también pensar cómo simplificar la vida de los clientes. Con el tiempo, entendió que trabajar sin descanso no era sinónimo de efectividad. Delegar, confiar en personas que saben más en determinadas áreas, equilibrar vida personal y laboral: todo eso fue parte del aprendizaje. Rodeado de familia, amigos y un grupo de socios que también son compañeros de vida, logró darle a la empresa un espíritu distinto: el de una aventura compartida. Hoy, con más de veinte años de recorrido, Gustavo sueña con consolidar a HolaSIM como la mejor opción de conectividad en Latinoamérica y seguir creciendo sin perder la esencia.

Para él, el éxito no se mide solo en cifras, sino también en la satisfacción del equipo, en la confianza de los clientes y en el orgullo de haber construido un proyecto que empezó con entusiasmo y amistad.

Su consejo para quienes quieren emprender es claro: no esperar a que la idea esté perfecta, sino animarse a salir al mercado y aprender en el camino. “Lo importante es avanzar, escuchar al cliente y ajustar. Si uno tiene pasión, vale la pena intentarlo”.

Y al mirar hacia atrás, resume su recorrido con una sola palabra: gratitud. Porque nada de lo construido hubiera sido posible sin sus socios, su familia, sus amigos y cada persona que confió en el proyecto. La historia de Gustavo Manzella es la prueba de que los sueños se concretan cuando se animan a compartirse.

Registros Akáshicos

Una sesión de Registros Akáshicos es una experiencia que nos permite recibir información canalizada en forma directa desde nuestros Guías de Luz, facilitándonos la tarea de transitar por la vida en pos del Propósito del Alma en este mundo.

BENEFICIOS

Durante la sesión, recibiremos un mensaje personal que ingresará en forma directa a nuestro Ser, a través del corazón, para facilitar su comprensión y asimilación.

Sanación Arcturiana

Es una terapia amorosa y suave con Energía de los Seres de Luz de Arcturus que brinda amor y luz de 5ta dimensión a tu vida, a tu cuerpo y a tu realidad.

BENEFICIOS

Limpia el campo áurico, sana el presente y libera el pasado. Genera bienestar y relajación.

Facelift Energético de Acces

Es una terapia de camilla. Requiere contacto con el cuerpo. Durante una sesión de Facelift se reactivan los patrones celulares para regeneración y sanación.

BENEFICIOS

Obviamente tu rostro va a mostrar ese rejuvenecimiento, pero es un cambio profundo a nivel patrones mentales e intercambios bioquímicos para que recuperes la juventud en cuerpo y alma.

Barras de Acceso a la Conciencia

Las Barras de Acceso son 32 y están situadas en tu cabeza. Contienen los puntos de vista que has ido creando y de una forma u otra, te mantienen anclado y te impiden avanzar en tu vida.

BENEFICIOS

Estimular las barras hace que se “descarguen” y eliminen información (carga eléctrica). Se trata de formatear nuestro cerebro, como un disco duro.

Imagínate tener una experiencia totalmente nueva ante un helado, porque ya no tienes el punto de vista que es rico/feo …solo te permites experimentarlo y decidir que es esto para ti ahora…

Coaching Espiritual

Las Barras de Acceso son 32 y están situadas en tu cabeza. Contienen los puntos de vista que has ido creando y de una forma u otra, te mantienen anclado y te impiden avanzar en tu vida.

BENEFICIOS

Estimular las barras hace que se “descarguen” y eliminen información (carga eléctrica). Se trata de formatear nuestro cerebro, como un disco duro.

Imagínate tener una experiencia totalmente nueva ante un helado, porque ya no tienes el punto de vista que es rico/feo …solo te permites experimentarlo y decidir que es esto para ti ahora…

Tengo más de 30 años acompañando procesos de Crecimiento, Conocimiento, Evolución y Cambio en personas con diferentes desafíos, tanto personales como laborales. Me especializo en Coaching Espiritual,Coaching de Relaciones (laborales/familiares/pareja).

Utilizo entre otras disciplinas, Canalizaciones y Técnicas Energéticas.

Mi función es que luego de cada Sesión te vayas con el alma más liviana, con muchas ganas y un diseño de acción para lograr tus metas.

Me caracterizo por brindar un acompañamiento amoroso y responsable.

Estoy totalmente comprometida con dar servicio para que puedas estar mejor, ser mejor, y que te sientas exitos@ con tu vida.

LAZOS JURÍDICAMENTE sagrados

LA FAMILIA. QUE LINDA PALABRA Y DE ÚNICA INTERPRETACIÓN PARA LA VIDA DIARIA, PERO NO ASÍ EN LO JURÍDICO

Sabemos que es el núcleo esencial de toda sociedad, y ha atravesado una profunda evolución jurídica y social en nuestro país.

Si en la antigua Roma el “paterfamilias” (el padre) ejercía una autoridad absoluta, HOY a diez años de la sanción del Nuevo Código Civil y Comercial Argentino, esa idea está muy alejada de nuestra realidad. Hoy hablamos DE RESPONSABILIDAD PARENTAL, un concepto que trasciende la antigua “patria potestad” (el anterior llamado “ejercicio de la patria potestad”).

Este cambio no es sólo terminológico: expresa una visión más humana, donde la relación entre padres e hijos se funda en el amor, el respeto y la protección integral del menor, quien se erige como sujeto de derechos.

La responsabilidad parental es un deber irrenunciable, un vínculo que trasciende lo jurídico y se convierte en un compromiso eterno. Un contrato sanguíneo, sin tantos preámbulos y cláusulas. En la práctica, ello se traduce en derechos y obligaciones: alimentos, educación, representación legal, cuidados personales. Sin embargo, los conflictos familiares, especialmente en divorcios o separaciones, ponen a prueba estos principios.

Lamentablemente muchas veces los hijos terminan siendo el centro de disputas, cuando en verdad deberían ser la prioridad. Allí el derecho interviene, ya sea mediante acuerdos, mediaciones o decisiones judiciales, siempre bajo el principio rector del interés superior del niño.

Los niños necesitan ser escuchados y protegidos frente a la sobreexposición, incluso en redes sociales o medios de comunicación. El claro ejemplo de esto hoy en día es el caso de los hijos de los famosos más mediáticos que no toman conciencia del daño que les causan a esos niños y los efectos son a corto y largo plazo en sus condiciones psicológicas.

Recordemos que la familia es contención, seguridad y amor incondicional. La responsabilidad parental es, en definitiva, un lazo jurídicamente sagrado: un compromiso que no se limita a normas, sino que refleja el amor y la dedicación con que los padres acompañan a sus hijos hacia un futuro de confianza y felicidad. La familia es mucho más que un conjunto de normas: es un lazo sagrado donde el derecho y el amor se entrelazan. La responsabilidad parental, lejos de ser un poder, es un compromiso eterno que protege a los hijos y refleja la verdadera esencia de los vínculos familiares.

Dra Turiace Melina Paola Abogada Especialista en Derecho Sucesorio IG dra.turiacemelina

Foto: Fabián Sans.

Chef & Sommelier - Desarrollador y gestion de proyectos gastronómicos - Food Styling

EL ARGENTINO QUE CUSTODIA LAS CAMISETAS DE MESSI EN ZÚRICH

Rodrigo Cobos

Rodrigo Cobos nació en una familia de modestos recursos, sin embargo, sus padres hicieron todo lo posible para asegurarle un futuro profesional, aunque a él le “tiraba” la pelota. Siguió los designios de sus padres, mientras descartaba la idea de vincularse al fútbol. En tanto, fue creciendo la idea de salir a navegar mundo. Hoy es el responsable del gift shop del Museo de la FIFA.

Hay vidas que parecen escritas con la tinta de lo improbable. Caminos que empiezan en pueblos donde la siesta domina el ritmo, donde la pelota rebota contra las paredes de piedra y el eco queda flotando en la calle vacía, y terminan en escenarios que parecían reservados para otros. Un muchacho que se crio jugando a la pelota en las sierras de Córdoba y que, sin proponérselo del todo, un día despertó en Zúrich con las llaves de un tesoro: la tienda que custodia los objetos más codiciados por los fanáticos del fútbol.

“Nací en Córdoba y mi infancia estuvo dividida entre dos pueblitos muy pequeños —cuenta Rodrigo—. La primera parte la pasé en Los Cocos y la segunda en La Cumbre, donde terminé la infancia y pasé la adolescencia”.

Sus recuerdos se dibujan entre calles de tierra, tardes

interminables y la complicidad de los amigos de barrio, casi todos unidos por el mismo amor: una pelota que nunca faltaba. “Éramos una familia donde no sobraban los lujos, pero siempre había una pelota de fútbol, y ese fue mi juguete y compañero favorito”.

La suya fue una familia de clase media noventosa, en la que el orden y el sacrificio marcaban el pulso diario. Su padre, Walter, era policía: “un tipo muy correcto, con cara de serio y mucho respeto de los demás, pero sensible puertas adentro”. Su madre, Ana, trabajaba en un hotel de la zona hasta que se dedicó de lleno a cuidar a sus hijos. En casa eran tres: Christian, el mayor, inquieto y autodidacta; Lourdes, la menor, intensa y futbolera; y Rodrigo, el hijo del medio, que aprendió pronto a hacer equilibrio entre los otros dos.

En esa geografía serrana, donde todos se conocían y las amistades se forjaban al calor de un picado, Rodrigo empezó a destacarse. “En el pueblo se me conocía un poco por cómo jugaba, hasta tuve varias chances de ir a probarme en clubes, pero mis padres nunca apoyaron esa idea. En aquellos tiempos todo era plata, nunca pude tomar una de esas oportunidades. Quizás sea una de las espinas que me quedaron en la vida”.

Su adolescencia fue la de un chico sano, entre guitarras, charlas y la pelota que seguía siendo excusa y refugio. “No tomaba alcohol, me cuidaba bastante. Lo nuestro eran las vueltas por el centro, los partidos improvisados o las juntadas en casa de algún amigo”.

Pero había algo más latiendo adentro: las ganas de mirar más allá del horizonte de las sierras. “Dentro de mí siempre estuvo el deseo de viajar y conocer. Siempre me sentí muy independiente y preparado para salir y ver algo nuevo”. Los planes de estudiar psicología quedaron a medio camino; lo que vino fue una carrera corta en la que se recibió de martillero y corredor público. Sus padres lo alentaban a elegir “el camino seguro”. Él obedeció, aunque en su interior el fútbol y la aventura seguían jugando su propio partido.

Un encuentro casual cambiaría el rumbo. La noche anterior a comenzar el último semestre de estudios, en un boliche de Córdoba, conoció a una joven suiza que había viajado para aprender español. Lo que empezó como una conversación para matar el tiempo terminó

“NACÍ EN CÓRDOBA Y MI INFANCIA ESTUVO DIVIDIDA ENTRE DOS PUEBLITOS MUY PEQUEÑOS”.

convirtiéndose en una relación a distancia que lo llevó a cuestionar su destino. En esa espera, Rodrigo empezó a ahorrar, se mudó a un hostel donde ayudaba en las tareas para no pagar estadía y convivió con estudiantes de todas partes del mundo. “Fue ahí donde aprendí inglés por necesidad, en pocos meses ya podía comunicarme con fluidez”.

La chispa de lo inesperado había encendido su ruta. El viaje que no se animó a hacer antes de empezar la universidad ahora se transformaba en una decisión de vida. Así, en 2013, el chico de las sierras cordobesas que había pateado miles de veces la misma pelota en la calle, hacía su valija y se subía a un avión rumbo a Suiza.

El salto al otro lado del mundo

La decisión de dejarlo todo no fue un plan calculado sino un salto al vacío, de esos que nacen más del corazón que de la razón. Rodrigo lo recuerda con una claridad que todavía lo estremece: “La noche anterior al inicio de mi último semestre me encontré con un amigo, salimos a un boliche y ahí conocí a una chica suiza. Pegamos onda enseguida y seguimos en contacto. Cuando volvió a su país, la relación a distancia nos fue empujando a pensar en vernos de nuevo”.

Lo que parecía un romance pasajero se convirtió en la bisagra de su vida. Rodrigo se encontró a sí mismo tomando decisiones que nunca había imaginado. Empezó a ahorrar cada peso posible, dejó la comodidad de su casa para mudarse a un hostel donde trabajaba a cambio de alojamiento, y entre mochilas y charlas nocturnas con viajeros, aprendió inglés. “Hasta ese momento lo veía imposible, pero la necesidad es el motor más potente. En pocos meses ya me podía comunicar”.

Los viajes entre Córdoba y Suiza se repitieron algunas veces hasta que llegó la pregunta inevitable: ¿dónde iban a construir un futuro juntos? Con la Argentina asfixiada por la incertidumbre y el atractivo de la estabilidad helvética, la respuesta se fue dibujando sola.

El 2013 lo encontró con la decisión tomada. “Se lo conté a mi familia el día de mi cumpleaños, apenas dos semanas antes de irme. Algunos se sorprendieron, otros ya lo intuían. Aterrizar en Zúrich fue sentir que se abría un mundo nuevo”.

Los primeros meses fueron un torbellino de descubrimientos. Ciudades de postal, viajes que parecían sueños, un entorno cultural distinto y la sensación de estar en un lugar que podía ser suyo. Pero pronto llegó la otra cara de la moneda: la rutina, el idioma imposible, el desarraigo. “Sentís que tenés dos hogares y a la vez que no pertenecés a ninguno. Extrañaba la chispa del humor argentino, sobre todo el cordobés”.

El idioma fue la primera muralla. Aunque su inglés le abría algunas puertas, el alemán era condición para avanzar.

Rodrigo se zambulló en cursos intensivos, peleando no solo contra la gramática, sino contra un dialecto suizo que parecía otro idioma. “Era como querer aprender español viviendo en Italia: parecido, pero diferente. Y encima, cuando intentaba practicar en la calle, me contestaban en Inglés. Es su forma de vivir, no pierden tiempo”.

El fútbol volvió a aparecer como salvavidas. Entre entrenamientos y torneos con un equipo de compañía, logró tejer amistades y sentir algo parecido a pertenecer.

Y un día llegó la primera oportunidad laboral: un puesto en el aeropuerto de Zúrich, donde su español y su inglés eran tan útiles como el alemán que todavía tanteaba.

“Ese trabajo me abrió un nuevo círculo de amigos, todos inmigrantes con historias similares. Fue el primer paso para sentir que podía hacer mi vida acá”.

De ese aeropuerto partirían nuevas aventuras: un viaje soñado desde Tierra del Fuego hasta México, y un segundo período laboral en Suiza, esta vez bajo la marca Lindt.

“LA DECISIÓN DE DEJARLO TODO NO FUE UN PLAN CALCULADO SINO UN SALTO AL VACÍO, DE ESOS QUE NACEN MÁS

DEL CORAZÓN QUE DE LA RAZÓN”.

Pero lo que parecía un camino sólido pronto le mostraría un nuevo giro.

Entre camisetas históricas y montañas suizas Después de algunos años en el aeropuerto y en la empresa de chocolates, Rodrigo sintió que era tiempo de un cambio. La rutina había empezado a pesar y la motivación se desvanecía. Entonces apareció una oportunidad inesperada: el Museo de la FIFA. “La posición era como supervisor en la parte comercial. Nunca había trabajado en esa área en Suiza, pensé que podía ser un impedimento, pero como buen cordobés caradura, mandé mi currículum y esperé lo mejor”.

La espera fue larga y, cuando ya había perdido las esperanzas, llegó la llamada. Una entrevista telefónica, luego otra presencial, y en septiembre de 2022 comenzó su vida en un lugar soñado para cualquier amante del fútbol. “Era un periodo especial, a dos meses del inicio del Mundial. Vivirlo acá, como argentino, fue increíble. Es algo que no me voy a olvidar nunca”.

Hoy es responsable del gift shop, donde la pasión se traduce en merchandising oficial: camisetas históricas, pelotas que recorrieron mundiales, recuerdos que despiertan la emoción de visitantes de todas partes del planeta. “Nuestro equipo es pequeño, hacemos de todo: atención al cliente, depósito, control de cuentas, selección de productos. Y lo mejor es que todos compartimos la misma pasión por el fútbol. No hay mejor lugar para trabajar que acá, todos los días paso frente a la Copa del Mundo”.

En ese espacio único, donde conviven reliquias del pasado y leyendas vivas, también late la ilusión infantil de quien alguna vez soñó con ser futbolista. “Todavía tengo la esperanza de que un día pase Messi por el museo. Aunque tengo 34 años, sigo siendo un nene cuando pienso en eso”.

Fuera de las vitrinas, la vida en Zúrich le enseñó otra disciplina. Un ritmo medido, horarios estrictos, calma en las calles y trenes que se disculpan si llegan un minuto tarde. “Acá no hay tiempo para perder. Los locales cierran a las siete de la tarde y la vida se organiza con semanas de anticipación. La espontaneidad del argentino es lo que más extraño”.

Vive en Winterthur, una ciudad a veinte minutos en tren, donde empieza su rutina a las cinco y media de la mañana. Gimnasio, trabajo, y entre semana el tiempo se reparte entre su hijo, sus amigos —en su mayoría latinoamericanos— y su pareja actual, que llegó a su vida en un momento difícil. “Lo más duro del proceso de emigrar es el desarraigo. Duele saber que siempre vas a ser el ausente en cada juntada, en cada cumpleaños. Y duele también cuando la vida en Argentina sigue, aunque vos estés a miles de kilómetros”.

Pero al mismo tiempo, la prolijidad de Suiza, sus paisajes de montañas, la seguridad y la posibilidad de crecer profesionalmente le dieron una nueva perspectiva. “Argentina está muchos pasos atrás en transporte, educación, limpieza. Acá si el tren se retrasa un minuto, avisan y la gente se estresa. Esa organización, por más que a veces me cueste, es lo que sostiene la vida”. El fútbol, los afectos y los paisajes alpinos sostienen la vida de Rodrigo en Zúrich.

“TODAVÍA TENGO LA ESPERANZA DE QUE UN DÍA PASE MESSI POR EL MUSEO. AUNQUE TENGO 34 AÑOS, SIGO SIENDO UN NENE CUANDO PIENSO EN ESO”.

Y aunque sus raíces siguen estando en Córdoba, su presente está hecho de camisetas, recuerdos mundialistas y turistas que llegan de todos los rincones a llevarse un pedazo de historia. “Lo que más extraño de Argentina es la gente, la naturalidad, la espontaneidad. Allá te cambia el día un saludo, un chiste, un mate compartido. Esa es la esencia que me llevo siempre conmigo”.

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