REVISTA DOSSIER - Edición Nro. 81 / Año 13

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PUERTA DE EMBARQUE

Por Pablo

Trochon

Bangkok La explosiva capital de Tailandia da cuenta de una cultura atrapante. Al considerar este muy visitado país del sudeste asiático, por momentos bastardeado por una industria del turismo despiadada, recalar o no en esta megalópolis depende del tipo de viajero que seas, porque puede embelesarte o resultarte chocante. Para los amantes de los destinos sobrecargados y vertiginosos, Bangkok es irresistible. Templos. Son centenas los que podemos hallar en la ciudad y, si somos observadores, podremos encontrar encanto y conexión con varios de ellos. A fines ilustrativos, podemos recomendar el hermoso Wat Arun o Templo del Amanecer (llamado así en honor al dios hindú Aruná), famoso por su silueta en el atardecer o iluminada durante la noche, la cual se puede apreciar desde el Memorial Bridge –junto a abundantes cuervos–; o el Wat Pho –que alberga al impactante buda reclinado más grande del país, totalmente recubierto en oro, y un centro de conservación de medicina tradicional–, y el Wat Suthat, poco visitado por los turistas y que exhibe un enorme Buda sentado de bronce.

Mercado flotante.

Masajes. La oferta de sitios es inmensa, lo cual hace que su calidad sea de primer nivel y los precios muy bajos. El masaje tailandés, famoso en todo el mundo, se caracteriza por su fuerte poder sanador, por aplicarse en todo el cuerpo y por la manera fuerte e intensa de ser realizado. Su origen dataría de Shivago, el médico personal de Buda, hace 2.500 años. Es muy común escuchar a las masajistas pregonando en la calle para atraer clientes. Navegar el Chao Phraya. Recorrer esta arteria fluvial, por donde circulan gran cantidad de barquitos de transporte de pasajeros y de carga, es una de las experiencias más auténticas para conocer la esencia de Bangkok. Este

importante río, y sus canales que se meten como nervaduras en la urbe, permite la comunicación con otras regiones del país. Gran Palacio. Este imponente y rico complejo, que fuera morada del rey hasta mediados de siglo XX y hoy continúa siendo sede de las ceremonias reales, alberga una gran cantidad de edificios de gran refinamiento arquitectónico que merece destinarle al menos un par de horas para apreciarlos en detalle. Uno de sus mayores atractivos es el Wat Phra Kaew, templo que exhibe una figura de Buda esculpida en un bloque único de jade, que data del siglo XV. Asistir a una velada de muay thai. Este arte marcial mixto tan singular, en el que las patadas tienen gran protagonismo, es una gran pasión nacional y una cita que convoca a curiosos de todo el mundo. Cada encuentro ofrece unas diez peleas, en las que muchas veces participan boxeadores internacionales, acompañadas por orquestas en vivo que ejecutan inolvidable música monótona a base de chirridos. Visitar China Town. Acodado al Chao Phraya, encontramos este histórico asentamiento chino, en el que, como es habitual, se puede comprar todo tipo de productos tradicionales, alimentos, hierbas medicinales. También hay restaurantes de platos típicos. La visita implica casi medio día por la cantidad de puntos de interés, entre los que se destacan el Mercado de Sampeng Lane, uno de los sitios más oscuros del pasado tailandés, santuario de la venta de opio, los burdeles y el hampa; el templo Wat Traimit, donde está el Buda de oro macizo más grande del país (pesa más de cinco toneladas) y el Teatro de la Ópera China.

Gran palacio. D

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Paseo en tuk tuk. Sus conductores, amados y odiados por su continua insistencia, son una marca registrada (aunque podamos encontrarlos en otros países del sudeste asiático) que queda grabada en el tímpano del visitante. Este colorido triciclo motorizado, que aparece


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