Vaticapillas -La Iglesia en la Bienal de Arquitectura de Vencia by Marta Gonzalez Muguruza

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VATI CAPILLAS LA IGLESIA EN LA BIENAL DE ARQUITECTURA DE VENECIA Cuando el objetivo de tu plan de marke‐ ting es compartir el evangelio y salvar almas, se llama evangelización. ¿El bran‐ ding es necesario para la evangelización? Absolutamente. La Iglesia Católica es una de las marcas más antiguas de la historia, y como cualquier marca enfrenta el desa‐ fío de mantenerse relevante. Entre las reformas iniciadas por el Papa Francisco en 2015, estuvo la creación de un Minis‐ terio de Comunicación para encontrar nuevas formas de comunicar y contac‐ tarse con la gente y así fue, por ejemplo, que en enero de este año Accenture Interactive ganó “la cuenta sagrada” del Vatican News. En esta búsqueda de una Iglesia más accesible y cercana, se en‐ marca también una jugada bien intere‐ sante por parte de la Santa Sede: su pre‐ sencia en la Bienal de Arquitectura de Venecia de este año. Con un brief con‐ creto y una convocatoria de primera lí‐ nea, la Iglesia Católica se arriesgó a entrar en la conversación explorando nuevos lenguajes arquitectónicos. En su bestseller The Tipping Point, Mal‐ colm Gladwell señaló que las religiones se difunden y crecen no por la fuerza de fundadores carismáticos sino por el celo de sus seguidores que pasan su tiempo marinándose en el dogma. Cuánto más tiempo pasa una comunidad intercam‐ biando ideas sobre ese dogma, más

crece emocionalmente una idea y son esos seguidores quienes se convierten en influencers de la comunidad, moti‐ vando y seduciendo a nuevos seguido‐ res. Tal vez con esto en mente es que la Santa Sede, que representa a la Iglesia Católica, hace su primera aparición en la Bienal de Arquitectura de Venecia. Y lo hace hasta el 25 de noviembre, no con maquetas o bocetos sino con una serie de capillas en la Isla de San Giorgio Mag‐ giore. El proyecto llevado adelante por el cardenal Gianfranco Ravasi, titular del Pontificio Consejo para la Cultura, e ide‐ ado por el profesor Francesco Dal Co, tomó como inspiración “la capilla en el bosque”, un modelo construido en 1920 por el célebre arquitecto sueco Gunnar Asplund, en el cementerio de Estocolmo. “Estos son templos verdaderos para los cristianos, incluso y a pesar de su ta‐ maño comparado con catedrales, basí‐ licas e iglesias. Cada capilla contiene dos elementos fundamentales de la liturgia: el púlpito y el altar. Estas son la expre‐ siones de la Santa Palabra, que es pro‐ clamada, y la Cena Eucarística, que es celebrada por la unión de los creyentes”, explicó el Cardenal Gianfranco Ravasi, y agregó: “El número de capillas también es simbólico, siendo que expresa una suerte de decálogo de presencias dentro de un espacio: se asemeja a voces que han sido transformadas en arquitectura

y resuenan con su armonía espiritual en el drama diario. Una visita a las 10 ca‐ pillas del Vaticano constituye, entonces, una suerte de peregrinación que no sólo es religiosa sino también secular. Es un camino para todos los que quieran re‐ descubrir la belleza, el silencio, el inte‐ rior y la voz trascendental, la fraternidad humana de ser parte de la gente y la so‐ ledad del bosque donde uno puede ex‐ perimentar el crujido de la naturaleza, que es un templo cósmico”. El tema de las capillas como lugares de orientación, encuentro, meditación y saludo fue propuesto a diez arquitectos de diferentes países que fueron invita‐ dos a idear y construirlas en el bosque de la Isla de San Giorgio Maggiore. Ellos fueron: Andrew Berman (Estados Uni‐ dos), Francesco Cellini (Italia), Javier Corvalán (Paraguay), Eva Prats and Ri‐ cardo Flores (España), Norman Foster (Reino Unido), Terunobu Fujimori (Ja‐ pón), Sean Godsell (Australia), Carla Jua‐ çaba (Brasil), Smiljan Radic (Chile) y Eduardo Souto de Moura (Portugal). Francesco Magnani y Traudy Pelzel fue‐ ron los diseñadores encargados de di‐ señar el pabellón que contiene los di‐ bujos y planos de Gunnar Asplund para la “capilla del bosque” (Skogskapellet). Las diez capillas son desmontables, por lo que una vez que concluya la Bienal podrán ser trasladadas a otros lugares. ¿Por qué Venecia? “La isla es ya una presencia artística importante y dentro de este espacio hemos escogido inten‐ cionalmente un bosque porque el punto de referencia fundamental es la capilla en el bosque de Gunnar Asplund, un gran arquitecto que en 1920 quiso cons‐ truir ‘este pueblo’, como una meta para una persona, un creyente, incluso para un no creyente, que entra en el interior de un silencio, del espacio místico, para tener un diálogo con el misterio. Con Dios si es creyente y con la trascenden‐ cia en general, para quien no cree. Estas diez capillas se convierten por lo tanto en el emblema de un encuentro entre la belleza y la fe. Pero sobre todo quiere ser un esfuerzo de la Iglesia, sobre lo que se está haciendo desde hace tiempo, desde hace medio siglo a partir del papa Pablo VI, en búsqueda de un diálogo con el mundo de la cultura contemporánea y del arte contemporáneo que tiene una gramática diversa respecto a la que te‐

POR MARTA GONZÁLEZ MUGURUZA FOTOS: ALESSANDRA CHEMOLLO

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nía tradicionalmente, y que desde siem‐ pre ocurrió en la historia de la Iglesia”, respondió Ravasi. ¿Por qué ahora? Concretamente, el Papa Francisco resaltó: “Debemos ser lo suficientemente valientes para des‐ cubrir nuevos símbolos, encarnar y co‐ municar la palabra y distintas formas de belleza que son valoradas en dife‐ rentes marcos culturales, incluyendo esos modos no convencionales de be‐ lleza que podrían significar poco para los evangelizadores y sin embargo com‐ probarse particularmente atractivos para otros. Usar las artes en la evange‐ lización, construyendo sobre los tesoros del pasado pero también dibujando so‐ bre la vasta variedad de expresiones contemporáneas para así transmitir la fe en un nuevo lenguaje de parábolas”. Hubo un precedente para esta partici‐ pación de la Santa Sede en la Bienal de Arquitectura. En el año 2013 y luego en 2015, la Santa Sede participó de las dos ediciones de la Bienal de Arte con su pro‐ pio pabellón, ofreciendo el mensaje pri‐ mordial bajo el tema “En los comienzos” de las santas escrituras judeo‐cristianas. “La decisión fue clara y explicita y sig‐ nificó un cambio en la dirección compa‐ rada con el pasado reciente”, agregó el cardenal Ravasi. “Durante el último siglo, de hecho, ha habido un divorcio entre el arte y la fe. Siempre han sido hermanas, al punto de que Marc Chagall no dudo en decir: ‘Por siglos, los pintores han hundido sus pinceles en el alfabeto co‐ lorido de la Biblia’, el ‘gran código” de la cultura occidental, así definido por el ar‐ tista William Blake. Después, sin em‐ bargo, los caminos se abrieron. “Por un lado, el arte había dejado el tem‐ plo; el artista había dejado la Biblia en un estante lleno de polvo para perseguir en cambio la ruta secular de la moder‐ nidad, huyendo del uso de figuras, sím‐ bolos, narraciones y palabras sagradas. De hecho, los artistas consideraron el mensaje como una horca ideológica y se dedicaron en cambio a ejercicios es‐ tilísticos que eran cada vez más y más auto‐referenciales e incluso a veces pro‐ vocaciones blasfemas. El arte fue entre‐ gado a una crítica esotérica que era in‐ comprensible para la mayoría de la gente y fue esclavizado por las formas y medios de un mercado, la más de las veces, artificial y excesivo.

Por otro lado, la teología parecía exclu‐ siva de la sistematización especulativa que cree que no hay necesidad de signos o metáforas; también tuvo que guardar el gran repertorio de símbolos cristia‐ nos. En la esfera eclesiástica, hubo una vuelta a la copia de módulos, estilos y géneros del pasado, o alternativamente el uso de un amateurismo simple, o peor, nos adaptamos a la fealdad de los nuevos suburbios urbanos y la agresi‐ vidad de los edificios, levantando edifi‐ cios sagrados modestos, desprovistos de espiritualidad, belleza o encuentro con los nuevos lenguajes artísticos y ar‐ quitectónicos que mientras tanto se es‐ taban elaborando. De esta situación, surgió un deseo de nuevo encuentro entre el arte y la fe, dos palabras antes entrelazadas pero que con el tiempo se volvieron mutua‐ mente extrañas. Es en este camino de encuentro que es ciertamente duro y complejo y que parte de una sospecha recíproca de duda, e incluso miedo, de empeorar las cosas. Es un diálogo que en arquitectura ya ha registrado pasos significativos y que empezó su camino a mediados del siglo pasado, no sólo a través del trabajo de teólogos y pastores que fueron sensibles al tema, sino tam‐ bien en el magisterio oficial que co‐ menzó con Pablo VI y su reunión con los artistas en la Capilla Sixtina en 1964. Siguió con ‘la carta a los artistas’ de Juan Pablo II en 1999 y luego el nuevo en‐ cuentro de Benedicto XVI también en la Capilla Sixtina en el 2009”, compartió el Cardenal Ravasi.


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