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AL VALLE DE LAS CALACAS

Arturo VIllaseñor

Pedro Flores

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Arturo Villaseñor Atwood – Luz Noticias

El pasado 18 de febrero falleció un gran amigo y colaborador de nuestra amada Revista Letrónica de Ventoquipa, el arquitecto Arturo Villaseñor Atwood.

Arturo fue un hombre generoso y culto, talentoso arquitecto, amigo leal, amoroso esposo y gran padre y abuelo. En su vida cultivó diversas artes y actividades cívicas. Se le reconoce como un gran defensor del patrimonio y la historia de Los Mochis, su ciudad natal. Fue escritor, cronista, constructor, urbanista, además de un reconocido perito valuador y fotógrafo de afición.

Escribió un libro fundamental, Orígenes históricos de Los Mochis, editado en el 2001. La obra es un documento que recopila el conocimiento que tenía Arturo tanto de la ciudad como de su gente. En el libro se revela su aguda percepción y el cariño a su ciudad.

En una época de su vida fue Secretario de Obras Públicas en el Ayuntamiento de Ahome y se convirtió en uno de los más grandes urbanistas defensores del trazo urbano original que distingue a la ciudad de los Mochis. Retirado del servicio público, se volvió un crítico de varias administraciones municipales, al defender el trazo original de la ciudad, que se fue perdiendo por malas decisiones y corrupción del gobierno municipal.

Arturo nació en Los Mochis, Sinaloa, el 2 de julio de 1941. Se casó con María del Rosario Vega Gaxiola, con quien procreó cuatro hijos: Vania, Viviana, Arturo y Vidar.

Conocí a Arturo alrededor del año 2004 a través de otro mochiteco, el gran amigo común Maximiliano Ceceña. Mi trato con Arturo al principio fue una relación por correo electrónico, y fue creciendo hasta convertirse en amistad. Intercambiábamos comentarios, chistes, lo que después serían memes, mensajes inspiracionales en presentaciones en Power Point, todo lo que ahora se ha incorporado en una versión más ágil a Whatsapp. Poco después me enteré de la muerte de su esposa; hablamos largamente y a partir de ese momento nuestra amistad se fortaleció. Arturo soportó con entereza la pérdida y me consta que sufrió terriblemente por el amor de su vida. En su casa le dedicó un altar donde le rendía homenaje de amor y se podían encontrar muchísimos recuerdos fotográficos.

Meses más tarde, cuando su hijo Vidar se casó en Guadalajara, fui invitado a la ceremonia y la fiesta. Allí nos conocimos en persona. Amablemente, Arturo me presentó con su familia. A todo mundo le hacía gracia que éramos amigos de internet y apenas nos habíamos conocido cara a cara esa noche.

Arturo tenía un espíritu muy inquieto, la curiosidad de un niño. Todo conocimiento le atraía y todo lo emprendía con enorme pasión. Un día nos anunció que había sido contratado por la Universidad Autónoma de Sinaloa para impartir un taller de arqueología a chicos de preparatoria. Se puso a investigar y planeó una primera excursión a estudiar petroglifos en el Cerro de la Máscara, que se encuentra a 70 km de Los Mochis. Siendo un magnífico fotógrafo, la expedición fue documentada gráficamente de manera espléndida. Resultó tan agotador el ejercicio, que las posteriores clases de campo se tuvieron que posponer para convertirse en investigación de gabinete. En una de las visitas que hice a Arturo en su casa de Los Mochis, me presentó con Pancho Gastélum. Pancho es un viajero salvaje; ha recorrido todo el continente americano en motocicleta y no hay reposo en su apetito por viajar a zonas poco conocidas. En la comida que hicimos juntos Pancho nos planteó hacer un viaje desde Los Mochis a Cuatro Ciénegas, Coahuila, atravesando la Sierra madre Occidental. Nunca lo pudimos hacer realidad.

Cuando le pedí a Arturo que contribuyera con nuestra joven revista reseñando alguna de sus aventuras lo hizo con generosidad. Nos contó cómo se embarcó con su amigo Pancho Gastélum a revivir el recorrido del colono norteamericano Albert Owen de los años 1886 a 1890 en la búsqueda de una fuente de agua dulce en Punta Copas, Topolobampo, Sinaloa. El relato de esa arriesgada aventura se reseña en una colaboración que Arturo hizo a nuestra RLV en su número 3.

En el número 8 de nuestra revista, Pancho Gastélum nos regaló la reseña del viaje que hizo con Arturo a la Sierra de San Francisco, en Baja California Sur, para conocer unas pinturas rupestres que hay en el lugar.

Para el número 4 de nuestra revista Arturo nos obsequió el cuento En el año 2050. En ese cuento Max Ceceña sugirió la música de fondo para leerlo, In the year 2525.

Mi amistad con Arturo fue como la relación que tienes con un hermano mayor, a quien le puedes hacer cualquier consulta sin temor a ser juzgado. Él siempre tuvo la frase o el consejo adecuado, pero siempre lleno de esa picardía sinaloense que lo caracterizaba.

Le pedía consejos tanto en cuestiones de su conocimiento como perito, cuando le pedía me

apoyara con información sobre grafoscopía, como en el ámbito familiar.

En una ocasión acudí a su consejo pues andaba yo confundido en una cuestión muy personal. Su respuesta, además de muy acertada, venía redactada en una forma tan ingeniosa que te partías de risa. Lo narraba como si fuera un juego de béisbol, salpicado de frases de gran sabiduría popular. Repito algunos de los refranes que citaba:

“Si el cántaro da en la piedra, mal para el cántaro.

Y si la piedra da en el cántaro, peor para el cántaro.

Así, jamás se gana”.

“En ocasiones, donde se pone el ojo, se mete la pata hasta el codillo”.

“Todo camino tiene sus barrancos”.

“Animal que no conozcas, no le sobes las orejas”.

“Mi padre utilizaba una frase que ahora recuerdo con frecuencia ‘Vale más un por si acaso, a un quién lo hubiera sabido´”.

“Gallina que rasca, hasta un alacrán encuentra”.

“Los zopilotes a los 100 años son pollones”.

“Ya no está el palo para cucharas”.

Arturo fue miembro fundador de la Comisión de Historia y Cultura de Los Mochis, A.C. (Comhiscu), de la Crónica de Sinaloa, A.C., y de la Asociación Nacional de Cronistas de Ciudades Mexicanas (Anaccim). En los años recientes Arturo fue distinguido como integrante de la Sociedad Mexicana de Geografía y Estadística (SMAGE). Una de las últimas consultas que le hice fue para pedirle bibliografía sobre los quinientos años de la batalla de la Noche triste, el 30 de junio de 2020.

A pesar de haber padecido un cáncer muy agresivo, Arturo se mantuvo optimista todo el tiempo durante seis años de tratamiento. Con frecuencia tenía que viajar a Culiacán a recibir quimioterapia. En cada sesión enviaba fotos donde nos mostraba su enorme sonrisa y su V de victoria y de Villaseñor. En los últimos meses Arturo sufrió en carne propia las decisiones inhumanas y criminales de este gobierno destructor de cuarta que desapareció el Fondo de Protección contra Gastos Catastróficos. En diciembre envió este mensaje a sus familiares y amigos este desgarrador mensaje:

“Fam y amigos. Me estoy adelantando un poco, por no saber qué pasará. Me suspendieron la quimio, no por sano, sino por no cumplir ya nuevos requisitos necesarios. Van mis saludos navideños y que la pasen muy bien con su familia. Les desea A.V.A”.

Muy al estilo de este gobierno perverso, no se sabe cuáles serían los “nuevos requisitos”, las dependencias del Sector Salud Público dejaron de brindar ya atención médica y suministro de medicamentos a pacientes con cáncer en sus diferentes modalidades, sean niños, mujeres, hombres, sin importar la edad.

Desde aquí te rindo un homenaje agradecido por tu amistad, querido Arturo.

Descansa en paz.