Invisible

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― Lo sé. No puedo atribuirte esas muertes, al fin y al cabo no es lo mismo observar como alguien apuñala a una víctima que ser tú quien sostiene el cuchillo. A pesar de que la culpa sigue vigente ―comentó―. Solo existe un modo de hacerlo. Sus ojos volvieron hacia el frasco en mi mano. Lo alcé para mirarlo a mi vez y entendí al instante lo que quería decir con aquello. ― ¿Tengo que matarme? ¿Suicidio? ―murmuré. Catrina asintió lentamente. ― El suicidio es incluso más cobarde que el asesinato. Un alma condenada por el suicidio… es también una asesina. No puedo pedirte que mates a alguien para convertirte en una parca… pero puedes morir por voluntad propia. Tú decides. Mis ojos observaron el veneno. No tenía muchas posibilidades más. Catrina tenía razón. Dylan me lo había dicho. Las parcas fueron asesinos en vida. Si yo no había matado directamente a nadie, no podía convertirme en una. Así que mi única opción era… Apreté los labios asustada y decidida al mismo tiempo. Observé a Catrina por última vez. ― Si me mato… Edahi quedará libre ―dije con firmeza. Catrina sonrió. ― Te lo prometo. Soy la Muerte, siempre cumplo con mi palabra. Lo hice con Edy. Lo haré contigo ―afirmó con solemnidad. ― ¿Sin trucos? Catrina se llevó una mano al corazón. ― Juro que si mueres, Edahi quedará libre. Con esa última afirmación miré el frasco entre mis manos. A lo lejos escuché que alguien gritaba mi nombre. Alcé el rostro, pero no vi a nadie… Nunca había podido verle, y sin embargo jamás había visto a nadie tan bien como a él. No había mirado con los ojos, sino con el corazón. Estaba dispuesta a todo para liberar su alma. A pesar de oír sus gritos todavía más cerca diciéndome que me detuviera, ya me había acercado el frasco a los labios, y de un sólo trago me bebí todo el contenido. El veneno empezó a hacer efecto prácticamente al instante. Mis piernas me fallaron y caí. O lo habría hecho de haber estado sola, pues noté las manos de Dylan impidiendo que me golpeara contra el suelo. A pesar del dolor que debía sentir todavía, había llegado hasta mí. Bueno― pensé―, eso era mejor que no volver a estar con él nunca más. Al menos… podría morir a su lado.

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