Poesia Sin Fin Conocí el cine de Alejandro Jodorowsky en la antigua época cuando tenías que salir de tu casa para encontrar películas. Recuerdo encontrar “La Montaña Sagrada” en la sagrada y pequeña sección de ‘Cine de Arte’. Inmediatamente la puse en mi reproductor DVD y para la tarde, cuando la terminé, me sentía tan confundido y consciente de mi propia existencia que la puse otra vez desde el inicio, cuando y cuando acabó otra vez, sentía el caos del universo oprimiéndome las cienes y la ansiedad de estar vivo me dominaba, fue horrible, así que la puse una tercera vez, pero ahora con los comentarios del director de fondo, hablando del rodaje, las escenas y el significado que tenían. Cuando terminó ya era media noche y me di cuenta que había visto una película completamente diferente a la que el director hizo, ya que todas mis interpretaciones estaban erróneas. El cine de Jodorowsky, como las pinturas de Vincent Van Gogh o las rolas de Chabelo, son su propio género indescifrable, feo, intrigante e imposible de copiar, y como la vida misma, es un desmadre de mil interpretaciones, todas correctas. Varios años, películas, libros, obras, tweets después, el género de Jodorowsky sigue igual de loco y hermoso como aquella tarde. Si pudiera describir sus películas tendría que contarles la anécdota de cuando lo intentó linchar su propia audiencia después de presentar su película “Fando y Lis” en el festival de cine de Cancún en el ’68. Sus películas provocan reacciones alquímicas y explosivas, a veces buenas, a veces desastrosas, pero nos hacen sentir mil veces más de lo que el cine normal ofrece. ¿Qué tiene que ver esto con “Poesía Sin Fin”? Cuando un artista famoso envejece, empieza la época de introspección, premios por trayectoria y que te digan que te sientes y te calles. A pesar de tener más de 80 años, Alejandro Jodorowsky ha aprovechado años recientes para filmar su vida entera, como una especie de ensayo surreal de su propio pasado o una búsqueda interior por las respuestas que casi cualquier artista tiene, pero con su sello particular de enanos, cabras, payasos que salen de la nada, entre otras cosas… En su última película, “Poesía Sin Fin”, estrenada en el 2016, cuenta su transición de adolescente a poeta durante su estancia en Santiago de Chile. Un recuento de las personas y los momentos que marcaron su camino, interpretado él mismo por su hijo menor, Adan Jodorowsky y su padre, Jaime, interpretado por su otro hijo, Brontis Jodorowsky, y el mismo Jodorowsky interpretándose a sí mismo, como una figura atemporal y milenaria que aparece en ocasiones para aconsejar a su yo joven durante el difícil camino de la madurez artística. Es a través de este pasado que podemos discernir los elementos que forman al artista, desde las musas punks patea traseros, los mejores amigos, las coincidencias, los enanos vestidos de Hitler