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Historia del Movimiento

1701 - 1950

6,000 - 5,000 a. C.

La historia revela que civilizaciones antiguas como Mesopotamia y Egipto tenían diferentes prácticas homoeróticas y de diversidad de identidad genérica (Dynes & Donaldson, 1992). En Egipto, se considera que encontramos la primera pareja homosexual registrada en la historia según muchos historiadores: Nianjjnum y Jnumhotep (Reeder, 2000).

Los primeros cambios significativos se comenzaron a ver a finales del Siglo XVIII y principios del Siglo XIX, donde muchos países comenzaron a despenalizar la sodomía (sexo entre hombres) y descriminalizar la homosexualidad. Entre estos, se encuentra la República Dominicana, que despenalizó la sodomía en el año 1822 (Mignot, 2022); esto fue producto de la ocupación militar haitiana, ya que las leyes francesas, de las cuales se basa mucho del código haitiano, ya habían descriminalizado la homosexualidad para los 1790s (Mignot, 2022). Mientras que Francia fue el primero en hacerlo, justo cuando se acababa el siglo XVIII, muchos países le siguieron el paso en el siglo XIX, incluyendo Brasil, Bolivia y Japón, entre muchos más (Mignot, 2022). Además, a mediados del siglo XIX, el periodista europeo Karoly Kertbenny consolida los términos “homosexualidad” y “bisexualidad”, dando nombre por fin a un fenómeno de antaño (Blakemore, 2023).

Asimismo, la práctica de sexo entre hombres era relativamente común, aunque por lo general era bajo actividades como la prostitución. En adición, estas prácticas solían basarse en dinámicas sexuales estereotipadas, como que la persona sexualmente sumisa era feminizada (Dynes & Donaldson, 1992). Sin embargo, sí eran prácticas existentes que, en esencia, revelan que muchos seres humanos se ven inclinados a prácticas no-heterosexuales.

A esto se le añade la diversidad de género, como el llamado “tercer sexo” en muchas civilizaciones antiguas, que serían algo similar a lo que llamamos no-binarismo hoy en día (Blake & Knapp, 2005). Estas personas no eran entes extraños, sino que eran vistos como partes esenciales de sus sociedades y su no-binarismo era aceptado (Surtees & Dryer, 2020). Es luego, con el auge de movimientos religiosos o moralistas, que muchas expresiones de diversidad sexual y de género comienzan a ser vistas como antinaturales o inmorales, y comienzan a ser penadas, primero con el zoroastrismo (Yuldashev & Temirova, 2023) y luego con otras como el judaísmo (Greenberg, 2004). Asimismo, las leyes comenzaron a incluir estos actos como punibles, como el Código Asirio, que repudiaba la homosexualidad y la clasificaba como el pecado más antinatural (Patrick & Lieberman, 2018). Esto difiere en otras culturas, como la Romana, pero se volvió la norma luego del auge del cristianismo (Greenberg & Bystryn, 1982). Estas fueron las bases de cómo las personas pensarían acerca de la diversidad sexual y de género por cientos de años: Como algo repudiable y que debía ser castigado u ocultado, a pesar de ser algo previamente reconocido como parte de muchos seres humanos.

Mientras tanto, en Alemania, uno de los países más inflexibles en brindar derechos a las personas queer, un movimiento surge y comienza a tomar fuerza. El país pasaba por un periodo de discriminación hacia las personas queer, gracias al Párrafo 175, un acápite legal en el país que prohibía vehementemente las relaciones homosexuales. Sin embargo, este evento quizá fue el catalizador para una serie de hitos a favor de la comunidad. Primero, en los 1860s, el abogado alemán Karl Heinrich Ulrichs, quien era abiertamente gay, se convierte en un ícono de la historia queer por ser, posiblemente, el primer activista por la diversidad sexual de la historia moderna. Ulrichs se convirtió en la primera persona en postular una teoría sobre la sexualidad humana, y dedicó su vida a luchar por la causa en Alemania (Kennedy, 1997). Luego, surge un movimiento social como tal, con una mayor estructura y apoyo. Se trata del primer movimiento homosexual, liderado grandemente por el científico Magnus Hirschfeld (Mancini, 2010). Este movimiento tenía como base el estudio científico, con el objetivo de poder utilizar la ciencia para probar la normalidad de la diversidad sexual y los beneficios de respetarla. Entonces, Hirschfeld fundó el Comité Científico Humanitario, la primera organización LGBTQIA+ de la historia. A lo largo de su duración, el comité logró flexibilizar parte de la opinión popular - sobre todo y quizá más importante, la opinión médica y científica - sobre la homosexualidad y lo que en ese entonces se llama travestismo (Mancini, 2010). Hirschfeld también hizo historia al realizar la primera operación de reasignación de sexo, en 1906, en el paciente Karl Bear (Aderet, 2015). Más adelante, en 1931, se realizó la primera reasignación de sexo en una mujer trans, siendo ésta llamada Dora Richter (Stroude, 2022). Ya para finales de los 40s, más de 20 personas se habrían realizado operaciones de este tipo, una gran parte siendo de Europa (Fisher & Toulalan, 2011).

Asimismo, otro aspecto importante para la historia queer en los 1800s fue el auge de la homosexualidad como tema literario. El libro A Year in Arcadia: Kyllenion del duque Augusto es considerado la primera novela gay, siendo publicada en 1805 (Haggerty & Zimmerman, 2003). Luego, le sigue Joseph and His Friend: A Story of Pennsylvania, del célebre autor Bayard Taylor, que sirve como la primera novela gay americana (Austen, 1997). En Brasil, destaca Bom-Crioulo, otra novela gay y posiblemente la primera en Latinoamérica, además de ser la primera en ser afrocentrista (Lucas Lima, 2015).

Es bueno recalcar, en este punto del artículo, que una gran parte de la historia queer temprana se enfoca en hombres gays. Esto se debe a la menor visibilización de las mujeres queer, las cuales usualmente eran descartadas; su homosexualidad era vista como inofensiva, debido a que las mujeres eran vistas como menores en estatus. Como lo pone la autora Kristy Loehr (2022) en su libro, A Short History of Queer Women (en español: Breve Historia de las Mujeres Queer), “Las mujeres queer han sido borradas de la historia desde, bueno…, siempre.” Luego, al entrar a la segunda mitad del siglo XX, se abordará la intersección entre el movimiento LGBTQIA+ y el feminismo, un hito histórico propulsor de los derechos de todes. En lo concerniente a las personas trans, muchas veces eran clasificadas como hombres o mujeres gays, de acuerdo a su sexo asginado al nacer, y debido a una falta de terminología al respecto (Horak, 2017). Por ende, y para no imponer etiquetas en personas que quizá no se hubieran etiquetado personalmente de esa manera, la etiqueta de persona trans sólo es usada cuando una persona se identifica como tal, aunque sea primitivamente.

1901 - 2000

A comienzos del siglo XX, la lucha por las personas con diversidad sexual y de género comenzó a mermar. En Alemania, el primer movimiento homosexual no logró cambiar la legislatura anti-queer, y terminó desvaneciéndose (Haggerty & Zimmerman, 2003). Luego, ocurren las grandes guerras, y en particular la segunda guerra mundial. Con la llegada de los nazis al poder, la persecusión de la homosexualidad empezó a ser ferviente y desgarradora. Los hombres gays fueron enviados en masa a campos de concentración, donde eran despojados de toda dignidad humana y explotados hasta más no poder. Fueron identificados con un triángulo rosa, un símbolo que ha persistido hasta hoy en día y ha sido reapropiado como un signo de resistencia. Se estima que pueden haber muerto hasta 9,000 hombres gays en dichos campos de concentración, ignorando, claro, aquellas personas queer que se encontraban en campos de concentración de personas judías (Haggerty & Zimmerman, 2003). Además, aunque no fueron apresadas, las lesbianas de la época eran constantemente atacadas, siendo el objeto de acoso de muchas autoridades policiales (United States Holocaust Memorial Museum, 2021).

En hispanoamérica, ocurren eventos importantes. En México en 1901, el llamado “Baile de los 41” fue un evento víctima de una redada policial, debido a que eran hombres queer, incluso algunos utilizando atuendos femeninos (Gavito & Ángel, 2010). Esta fue la primera vez que la homosexualidad fue tema de discusión en México y, aunque no fue quizá la más productiva, sirvió como un primer paso para que el tema pasara de ser de interés mínimo a interés nacional (Monsiváis, 2002). En adición a este evento, la primera manifestación pública documentada por los derechos LGBTQIA+ en la historia sucedió en España en 1931, a cargo de un grupo llamado “Las Carolinas”, las cuales eran travestis (Cols, 2020). Luego en 1942, en Argentina, ocurre el infame Escándalo de los Cadetes, el cual reveló una gran cantidad de cadetes de la armada que sostenían relaciones homosexuales con personas de clase alta del país; dicho evento desencadenó una ola masiva de homofobia y discrminación para las personas queer argentinas (Bazán, 2005).

El siglo XX también se destaca por empezar el auge del queerness como tema literario/de ficción. Si bien ya existían libros que tocaban temas como la sexualidad o la identidad de género en el siglo XIX, no es hasta el siglo XX que esto comienza a popularizarse a una escala mucho mayor. En 1928, la novela El Pozo de la Soledad de la autora Radclyffe Hall se volvió en una de las primeras novelas lésbicas, y causó tanta controversia que rápidamente se convirtió en la obra referente de la homosexualidad femenina de la época (Gilmore, 1994). Asimismo, la película Muchachas de Uniforme, estrenada en Alemania en 1931, es ampliamente considerada un hito del cine LGBTQIA+ debido a ser, posiblemente, la primera película lésbica de la historia (Mayer, 2012). Quizá irónicamente debido a la misoginia de aquellos tiempos, las películas de la época solían tener mejores representaciones de la homosexualidad femenina que de la masculina. Aunque muchas películas tenían personajes gays o travestis, estos eran representados como estereotipos y, en muchos casos, como acosadores o debiluchos (Davies & Callow, 2016). Así que, si bien este siglo vio los inicios de la homosexualidad y la disidencia de género como temas de ficción, la representación solía ser muy degradante, sobre todo para los hombres queer y las personas transgénero. Esto empeoró con la implementación del Código Hays en Estados Unidos en el 1930, una código legal propuesto por el político tradicionalista William Hays, el cual buscaba regular lo que se presentaba en los medios visuales, con el supuesto propósito de “influenciar valores” (Noriega, 2018). El código también prohibía cosas como mostrar relaciones afectivas entre personas blancas y negras, mostrar escenas de parto, y hacer burlas a la religión“burlas” siendo un término intencionalmente ambiguo (Shurlock, 1947).

La segunda mitad del siglo XX es donde, verdaderamente, se comienzan a ver cambios radicales y duraderos a favor de las personas LGBTQIA+. Para iniciar, el movimiento LGBT en Estados Unidos se comienza a consolidar, empezando primero en bares y reuniones clandestinas, y luego intensificándose como movimientos sociales concretos (Bullough, 2002). En 1948, Alfred Kinsey et al. publican Sexual Behavior in the Human Male (en español: Comportamiento Sexual en el Varón Humano), seguido por su contraparte femenina en 1953 (Kinsey et al., 1953). Si bien estos trabajos han sido debatidos en la ciencia actual, sirven como trabajos científicos pioneros en el estudio de la diversidad sexual y de género, y por mucho tiempo fueron el referente de la autoidentificación sexual de muchas personas. Sin embargo, en la historia estadounidense, el momento de mayor relevancia, y quizá el más conocido internacionalmente, son las protestas de Stonewall. Éstas ocurren en Nueva York en 1969 y, a pesar de no ser las primeras protestas a favor del colectivo, son las que causaron un mayor impacto y desataron una ola de marchas y manifestaciones públicas masivas LGBTQIA+ en Estados Unidos (Armstrong & Crage, 2006). Las protestas nacen de una redada policial en el bar Stonewall Inn, una práctica desafortunadamente usual en bares queer de la época. Sin embargo, esta vez, el abuso policial no fue tolerado, y provocó la indignación y movilización de quienes estaban ahí, con figuras centrales en su mando como las activistas trans Marsha P. Johnson y Sylvia Rivera (Stein, 2019). Este movimiento coincidió también con el lavender scare (en español: “terror lila”), una ideología sensacionalista que buscaba infundir terror sobre el auge de la homosexualidad y “desenmasacarar” a figuras célebres - en particular, figuras políticas - por ser queer (Johnson, 2023). Todos estos eventos ayudaron a visibilizar, de una manera u otra, la lucha LGBTQIA+, ya sea favorable o desfavorablemente. En 1978, la lucha finalmente adquiere una representación visual: la bandera de arcoíris, diseñada por Gilbert Baker (Haag, 2017).

Asimismo, la ola feminista que imperó en el siglo XX fue de gran ayuda para la causa LGBTQIA+, tanto directa como indirectamente. Las mujeres siempre fueron parte central de la lucha queer, especialmente las feministas lesbianas y las mujeres trans (Rupp et al., 2022). Sin embargo, el feminismo ya era un movimiento mucho más consolidado para inicios de la segunda mitad del siglo XX, y este, en esencia, buscaba deconstruir ideas imperantes sobre el género y el sexo. Por eso, sirvió como un precursor perfecto para la lucha LGBTQIA+, ambas luchas siendo clasificadas dentro del término sombrilla de “la revolución sexual” (Collins, 2023). Incluso, en mucha ocasiones, ambos movimientos se apoyaban directamente, con mujeres cis-hétero participando en eventos LGBT+ y vice versa (Campbell, 2020).

En 1981 se reportan en el periódico San Francisco Chronicle los primeros casos de una extraña enfermedad, similar a la neumonía, que estaba afectando a cinco hombres homosexuales en el área (Perlman, 1981). Esta enfermedad - luego reconocida como el síndrome de inmunodeficiencia adquirida (SIDA), originado del virus de la inmunodeficiencia humana (VIH) - se convierte en un arma política para estigmatizar a las personas LGBTQIA+, llamándole el “cáncer gay” y tratando de limitar la enfermedad solamente a hombres que tenían sexo con otros hombres. Obviamente, en pleno siglo XXI, sabemos que esto no es así; cualquier persona puede adquirir VIH, independientemente de su orientación sexual. Sin embargo, debido a la liberación sexual de muchos hombres queer, además de la falta de educación sexual y la popularidad de prácticas sexuales sin protección entre una comunidad que no sabía nada de esto, esta epidemia fue instrumentalizada en contra de la comunidad (Fauci, 1999). Esto llevó al pánico de la comunidad cis-hetero, y una nueva ola de rechazo y discriminación en contra del colectivo, especialmente bajo el pretexto falso de que la enfermedad podía pegarse con el mero contacto físico (Priya, 1994).

Muchos acusan al gobierno del presidente en turno, Ronald Reagan, quien era notoriamente conservador, de postergar las ayudas y planes de intervención para la enfermedad, debido a la homofobia y transfobia del tiempo (Kramer, 2007). A pesar de todo, la epidemia del SIDA en los 80s y 90s ayudó a la creación de múltiples organizaciones a favor de las disidencias sexuales y de género. Además, se resalta el esfuerzo de muchas mujeres queer en ayudar a sus contrapartes masculinos, voluntariándose como enfermeras debido a que muchas enfermeras no querían atender a pacientes gays con VIH, por miedo a ser contagiadas

(Stroller, 1998). En este tiempo, y gracias a este gesto de amor de parte de las lesbianas, es que se consolida oficialmente el término “LGBT”, con la “L” de “lesbianas” primero como una señal de gratitud, sobre todo considerando que las mujeres han sido invisibilizadas histórica y sistémicamente incluso dentro de las personas del colectivo (The Foreword, 2019).

Otros eventos se presentan como de suma importancia para el movimiento. En 1973, la Asociación de Psiquiatría Americana elimina la homosexualidad de su Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales, un gran paso para desestigmatizar la homosexualidad dentro de la comunidad médica y psicológica (Drescher, 2015). Asimismo, las cirugías de reasignación de sexo se comienzan a normalizar, aunque son miradas como una medida en casos de extrema disforia de género (Lothstein, 1982). En adición, muchos países tomaron pasos gigantescos para normalizar la diversidad sexual y de género. Desde 1960, muchos países optaron por descriminalizar, finalmente, la homosexualidad, incluyendo a Estados Unidos, Nueva Zelandia, Bulgaria, Canadá, Alemania, Portugal, Sudáfrica, España, y muchos otros más (Mignot, 2022). En 1989, Dinamarca se convirtió en el primer país en reconocer por primera vez las uniones entre personas del mismo sexo (Wintemute, 2001), a pesar de no ser una legalización formal como tal. Además, el movimiento LGBT tomó fuerza y consolidación en Latinoamérica, con grupos como el Frente de Liberación Homosexual en Argentina, el Grupo de Acción Lesbica Feminista en Brasil, el Movimiento por la Liberación Homosexual en Colombia, el Frente de Liberación Homosexual de México en México, el Movimiento Homosexual de Lima en Perú, el Ayuquelén en Chile y el Movimiento 11 de Mayo en República Dominicana (Figari, 2010; Galván, 2023).

La consolidación del movimiento internacionalmente permitió una mayor inserción social de personas LGBTQIA+. Algunas figuras abiertamente LGBTQIA+ de la época como Elton John, George Michael, Wendy Carlos, RuPaul y Ellen DeGeneres. Estas dos últimas, en particular, hicieron historia para la representación LGBTQIA+ en los medios.

En el caso de RuPaul, considerado la drag queen más popular de la historia, su aparición en los medios le dio una tremenda visibilidad a la cultura drag y la cultura ballroom, dos subculturas queer y afroamericanas (Wasserman, 2017; Heller, 2018). Ellen, asimismo, también trajo un mayor nivel de conciencia sobre ser una persona homosexual, en parte gracias a su show Ellen, el cual fue uno de los mayores éxitos televisivos de la década de los 90s. El episodio “The Puppy Episode” (en español: “El Episodio del Cachorro”) se convirtió en un hito de la televisión, al personaje de Ellen Morgan (interpretado por Ellen DeGeneres) salir del clóset oficialmente. Este fue el episodio más visto de la serie, con una audiencia de 42 millones de personas y múltiples premios ganados, a pesar de ser un episodio altamente controvertido por activistas conservadores (Williams, 2022)

Al comenzar el nuevo milenio, la comunidad LGBTQIA+ ha logrado aún más avances para la inclusión. En 2001, Países Bajos se convirtió en el primer país en legalizar, oficialmente, el matrimonio igualitario, otorgándole los mismos derechos que a las parejas heterosexuales. A este le siguieron Bélgica, Canadá, España y Sudáfrica en los próximos cinco años. Hasta Agosto del 2023, 34 países han legalizado el matrimonio entre parejas del mismo sexo (Pew Research Center, 2019). Además, varios países han otorgado el derecho a la adopción para parejas del mismo sexo, siendo Canadá el primero en legalizarlo en la provincia de British Columbia (Same-sex adoption by country, s. f.). Tanto la legalización del matrimonio igualitario como la legalización de la adopción entre parejas del mismo sexo solidifican la idea de que las parejas gay son, en esencia, tan dignas de derechos humanos básicos como sus contrapartes heterosexuales. Además de los avances para las familias LGBTQIA+, podemos destacar otros adelantos. El 31 de marzo del 2009, se celebra el primer Día Internacional de Visibilidad Trans, con el objetivo de celebrar y visibilizar a una comunidad que por décadas ha sido ignorada o confundida (Sosin, 2021). En el 2013, sale la nueva edición del Manual Diagnóstico y Estadísticode Trastornos Mentales, con una gran cambio: se elimina el “trastorno de identidad de género”, que era utilizado para clasificar el transgenerismo como una enfermedad mental (Rodríguez, 2018). En su lugar, se reemplaza por la disforia de género, que se refiere al malestar de sentirse en el cuerpo equivocado, y no a identificarse con un género diferente al asignado al nacer (Russo, 2017). Asimismo, para las personas intersexuales, ha habido una movilización para prohibir que éstas sean esterilizadas o asignadas un sexo binario al nacer, ya que esto violenta su derecho a decidir sobre su propio sexo e invisibiliza su intersexualidad; Malta fue el primer país en prohibir dicho atropello (Pepy, 2022). Finalmente, pero no menos importante, se han logrado avances para proteger a las personas LGBTQIA+ de discriminación. Países como Brasil (Suárez, 2019), Canadá (Cone, 2023), España (Morillo, 2022) y México (EFE, 2021) han adoptado leyes de especial protección para las personas del colectivo, protegiéndoles de diferentes tipos de discriminación por su diversidad sexual y de género. Sin embargo, a pesar de estos hallazgos, nos vemos en unos años donde, lamentablemente, ha aumentado la homofobia y transfobia en muchos sectores de la sociedad (RFI, 2023; Martínez, 2023). Por eso, la lucha continúa, y cada día más esperamos poder seguir avanzando en garantizar el trato justo y digno para las personas, independientemente de su orientación sexual e identidad de género.