CILSA y la Gente Nº 175

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Deportes de ebriedad total. Cuentan que me hicieron duchar como una decena de veces (...) y tomar varios de litros de café. Jugábamos de local contra River. Entre lo que más o menos recuerdo y lo que me contaron (...) Cero a cero el partido, cuarenta y un minutos del segundo tiempo: parece que fui a buscar una pelota, proveniente de un pase de Russo, avanzando en diagonal de derecha a izquierda, eludí a uno (Héctor Osvaldo López), la tiré larga entre los dos defensores centrales (uno era Perfumo y el otro Ártico), y cuando desde el arco me salió Fillol en el mano a mano, amagué, lo eludí y la crucé suavemente con la pierna derecha. Modestamente, un golazo. Luego dicen que quedé tirado en el piso riéndome. Tras eso me hice el lesionado, pedí el cambio y me fui directo a dormir a mi casa. Comentan que la gente (ignorando inclusive mi situación de ese momento) me despidió con su tradicional: ‘Y chupe, chupe, chupe, / No deje de chupar / El Loco es lo más grande / del fútbol nacional’ ¡Hice un gol borracho!” afirmaba hace algunos años este ex futbolista, que nunca olvidará los años setenta.

asombrados en el estadio de Liniers, vimos cómo 11 jóvenes desconocidos con nuestra camiseta enfrentaban a Chicago. Y al rato ganábamos 2 a 0, y festejábamos casi solos en la vieja tribuna visitante del Amalfitani. El segundo gol lo había hecho un pibe que el viento se llevaba. Un golazo, como los que hacía Quenón, como le decían a Houseman. Después Chicago dio vuelta el partido, ganó 4 a 2, y encima la hinchada se nos vino encima, como antes, cuando no había vallas ni grandes operativos, y nos cantó su alegría encima, pero sin las agresiones brutales de los tiempos modernos. Debe parecer mentira

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El "Loco", agasajado por los hinchas.

3 En este contexto, Martín Sánchez escribió en su libro Corazón Pintado: “(...) lo que pocos saben es que Houseman debutó en la Primera de Defe en 1971, cuando nos jugamos el descenso en cancha de Vélez ante Nueva Chicago. Al club de Mataderos le habían quitado 14 puntos, y de repente Defensores pasó a tener chances de salvarse. Habían acusado de `ir para atrás´ a un jugador de Chicago desde la A.F.A. de la dictadura, y entonces Futbolistas Argentinos Agremiados decretó una huelga de profesionales. Eran épocas de cuestionar todo, la sociedad se cansaba de la dictadura militar de un engrupido general llamado Lanusse. Éramos tan pibes con mi amigo el `Mosca´ Gustavo, acostumbrados a nuestros juegos infantiles, que nos parecía el Partenón la cancha de Vélez. Pero igual estuvimos ahí, escapando de la caza materna. Y así,

Houseman con Enrique Wolf, ex jugador y actual periodista deportivo

que alguna vez la pasión no hiriera (...)”. “Volví a jugar en Defe ya de grande. Me podría haber negado. Me podría haber quedado trabajando en las inferiores del club, pero no puedo, no puedo en ninguna parte, no viste lo que son los padres de los pibes, les piden que peguen, que se tiren a los pies, y los putean si tiran un caño”, contaba Houseman, que tuvo a un padre futbolístico: César Luis Menotti, que lo potenció en Huracán y lo hizo campeón del mundo en 1978 cuando cuatro años antes, en el ‘74, había enloquecido a media defensa de Italia con aquél equipo de la trilogía Varacka-Cap-Rodríguez que se volvió en la segunda fase de Alemania.

No habrá iguales El tiempo fue cambiando para el fútbol. Desaparecieron los “wines”, se esfumaron los “locos” de la raya. Tanta gente “cuerda” hizo que el fútbol perdiera ese desparpajo, esa desfachatez, esa impronta futbolera de campito, ese potrero pegado a la piel que llevaban esos wines de piernitas flacas, medias bajas y hasta aliento a alcohol en la cancha. Para ellos, no había barreras. Era simplemente encontrarse con la pelota, la “mina” más linda que conocieron. Y dedicarse a crear divirtiéndose y divirtiendo.•

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