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1. Introducción
Introducción 1
En la Escritura no encontramos ningún tratado sobre la gestión de Riesgos, sin embargo, claramente la Palabra de Dios nos inspira. Este protocolo no es sólo algo técnico, quiere ser una guía que nos acompaña a vivir y encarnar el evangelio en un ámbito específico.
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Para nosotros no hay oposición entre lo “humano” y la fe. Nos gusta recordar el inicio de la “Gaudium et Spes” (constitución pastoral del Concilio Vaticano II sobre la Iglesia en el mundo actual):
“Los gozos y las esperanzas, las tristezas y las angustias de los hombres de nuestro tiempo, sobre todo de los pobres y de cuantos sufren, son a la vez gozos y esperanzas, tristezas y angustias de los discípulos de Cristo. Nada hay verdaderamente humano que no encuentre eco en su corazón”. GS 1
En los momentos de emergencia, desastres o catástrofes ocasionados por la naturaleza o por la maldad humana y las estructuras de pecado que afectan la humanidad, se hacen más evidentes las tristezas y angustias de muchos/as hermanos/as afectados/as y esto resuena con fuerza en nuestros corazones. Además, se nos recuerda la importancia de los “deberes temporales”: nuestra fe no se expresa sólo en actos “específicamente religiosos”, como el culto o el respeto de ciertas obligaciones morales. El amor al prójimo se
realiza en las ocupaciones profesionales y sociales para dar mayor gloria a Dios. Como nos gusta recordar: ¡el bien hay que hacerlo bien!
43. El Concilio exhorta a los cristianos, ciudadanos de la ciudad temporal y de la ciudad eterna, a cumplir con fidelidad sus deberes temporales, guiados siempre por el espíritu evangélico. Se equivocan los cristianos que, pretextando que no tenemos aquí ciudad permanente, pues buscamos la futura, consideran que pueden descuidar las tareas temporales, sin darse cuenta que la propia fe es un motivo que les obliga al más perfecto cumplimiento de todas ellas según la vocación personal de cada uno. Pero no es menos grave el error de quienes, por el contrario, piensan que pueden entregarse totalmente del todo a la vida religiosa, pensando que ésta se reduce meramente a ciertos actos de culto y al cumplimiento de determinadas obligaciones morales. El divorcio entre la fe y la vida diaria de muchos debe ser considerado como uno de los más graves errores de nuestra época. Ya en el Antiguo Testamento los profetas reprendían con vehemencia semejante escándalo. Y en el Nuevo Testamento sobre todo, Jesucristo personalmente conminaba graves penas contra él. No se creen, por consiguiente, oposiciones artificiales entre las ocupaciones profesionales y sociales, por una parte, y la vida religiosa por otra. El cristiano que falta a sus obligaciones temporales, falta a sus deberes con el prójimo; falta, sobre todo, a sus obligaciones para con Dios y pone en peligro su eterna salvación. Siguiendo el ejemplo de Cristo, quien ejerció el artesanado, alégrense los cristianos de poder ejercer todas sus actividades temporales haciendo una síntesis vital del esfuerzo humano, familiar, profesional, científico o técnico, con los valores religiosos, bajo cuya altísima jerarquía todo coopera a la gloria de Dios.
Competen a los laicos propiamente, aunque no exclusivamente, las tareas y el dinamismo seculares. Cuando actúan, individual o colectivamente, como ciudadanos del mundo, no solamente deben cumplir las leyes propias de cada disciplina, sino que deben esforzarse por adquirir verdadera competencia en todos los campos. Gustosos colaboren con quienes buscan idénticos fines. Conscientes de las exigencias de la fe y vigorizados con sus energías, acometan sin vacilar, cuando sea necesario, nuevas iniciativas y llévenlas a buen término. A la conciencia bien formada del seglar toca lograr que la ley divina quede grabada en la ciudad terrena.
(…) Los laicos, que desempeñan parte activa en toda la vida de la Iglesia, no solamente están obligados a cristianizar el mundo, sino que además su vocación se extiende a ser testigos de Cristo en todo momento en medio de la sociedad humana. (Gs 43)
Cuando nos reunimos entre área de Gestión de Riesgos y de Formación de la SEGE para compartir este protocolo nos vinieron a la mente unos pasajes bíblicos que nos pueden acompañar para motivar nuestra formación y conocimiento de estos contenidos para prevenir, prepararnos y responder a las consecuencias de eventos peligrosos que nos pueden pasar y nos pasan. Los compartimos con ustedes con un pequeño comentario.
18Ya no se hablará de violencia en tu país ni de saqueo o calamidades dentro de tus fronteras. A tus murallas les pondrás por nombre «Salvación», y a tus puertas, «Alabanza» (Is 60, 18).
El sueño del profeta Isaías, aunque en otro contexto (era una dramática situación de destierro), resuena en nuestros oídos y nos llena de esperanza: “no se hablará más de violencia y calamidades”. ¡Qué fantástico sería no necesitar un área y una sensibilidad para la “Prevención y Gestión de riesgos”! Las calamidades pero lastimosamente se