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Tratamiento del Trauma y Por Qué se habla tanto de él

Ps.Sandra Isella Perotti *

En los últimos años se escucha mucho en el ámbito de la psicología hablar de “pacientes con trauma”, “tratamientos para trauma”, “especialistas en trauma” y a pesar de que pareciera una moda, es cierto que representa importantes novedades con respecto a los tratamientos psicológicos que acompañan el surgimiento de nuevas formas de abordaje a problemáticas que no responden bien a los tratamientos psicológicos habituales. Si bien ya Freud hablaba sobre trauma, desarrollando una teoría y una aproximación al respecto, han sido los últimos estudios, posibles mediante neuroimagen sobre todo, acerca de las funciones y estructuras cerebrales y las nuevas teorías sobre el funcionamiento del sistema nervioso, los que han venido a confirmar algo que no se podía comprobar antes, sólo inferir mediante el estudio de los comportamientos de las personas afectadas. Estos estudios justamente se iniciaron con personas traumatizadas, es decir, que habían vivido acontecimientos difícilmente asimilables por el organismo, por sobrepasar la capacidad de respuesta, por su naturaleza imprevista, por su gran impacto emocional o por poner en riesgo la vida, como pueden ser los actos bélicos, terroristas, de violencia, las catástrofes naturales, los accidentes. Fue a raíz del estudio de pacientes con síntomas de estrés postraumático que comenzaron a reunirse las primeras evidencias de que su abordaje requería procedimientos diferentes a los utilizados hasta el momento en otro tipo de problemas psicológicos.

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El trauma, podría definirse como una especie de herida en el psiquismo, que requiere de un tiempo de restauración, para conducir a la cicatrización, es decir, un tiempo de asimilación para sumarse como experiencia y para que deje de tener efectos negativos o desagradables. Si todo se da bien, en personas con buena capacidad de resistencia, la capacidad natural que tenemos todos para curar esa herida, permite ir digiriendo lo ocurrido y estableciendo una forma de almacenarlo y superarlo, de modo adaptativo, que significará recuperarse bien, naturalmente y sin secuelas.

* Psicóloga Titulada Universidad Nacional de Córdoba. Argentina. Master en Psicoterapia psicoanalítica, Univ. Complutense de Madrid. Diploma de Suficiencia Investigadora en Doctorado en Psiquiatría, Univ. Alcalá de Henares. Psicoterapeuta Gestáltica, Instituto de Psicoterapia Gestalt de Santiago (Chile) y Madrid. Terapeuta EMDR, Asociación Española de Terapia Emdr

Pero también es en ese mismo proceso donde pueden ocurrir distintas vicisitudes que produzcan en la mente rastros, por decirlo de algún modo, que se observen a posteriori como consecuencia y efecto de que ese trauma que no ha sido asimilado, integrado o elaborado de forma que se olvide y permita continuar viviendo, sabiendo que ocurrió, pero sin notar los efectos a nivel sobre todo somático y emocional. Esto puede manifestarse por ejemplo en pesadillas o sueños recurrentes, angustia ante ciertos estímulos; tristeza permanente, reactividad inusitada ante ciertas situaciones, miedos, afectación del movimiento y de la expresión corporal, entre otros síntomas más graves como adicciones, desórdenes alimentarios, disfunciones sexuales o afectaciones graves del ánimo, como estados de depresión o ansiedad recurrentes y resistentes a los tratamientos convencionales.

En el mismo sentido, la investigación también se amplió en los últimos años a otros tipos de traumas, menos evidentes, que se refieren a experiencias que no pueden ser localizadas como un evento único y determinado, como los anteriores, sino que suceden a nivel relacional, durante períodos más largos de tiempo, que suceden en forma más o menos repetida y sistemática y que se dan en los vínculos, especialmente con los cuidadores en los primeros años de vida e incluso en la adolescencia con figuras de referencia, como profesores, maestros u otras figuras significativas.

Estas experiencias abarcan un amplio rango y van desde las más graves como abusos físicos y sexuales, hasta otras experiencias bastantes comunes o habituales, de vergüenza, humillación, negligencia, desamparo o abandono que afectan profundamente la mente y a veces son inasimilables debido a su crudeza y al daño que producen justamente al provenir de alguien de quien esperamos cuidados y ayuda para vivir y no esperamos que nos maltrate, abuse, nos humille o nos abandone. Sobre todo teniendo en cuenta que dichos daños se producen a veces en un momento vital adonde somos aún inmaduros, y no contamos con suficientes recursos psicológicos para comprender por qué esto puede suceder, con lo arbitrario y sin sentido que resulta para un niño o un adolescente. Muchas veces este grado de traumatización no es evidente y la persona se retrata a sí misma como alguien que no ha sido marcado por acontecimientos negativos en su vida, justamente porque no se identifican en la sumatoria de acontecimientos que van originando una disposición que luego se vuelve evidente a la hora de afrontar determinadas situaciones de la vida, en las que nos volvemos a sentir desbordados o con falta de capacidad para afrontar lo que sea que se nos ponga en el camino.

La supervivencia, al ser tan fuerte en el ser humano genera en la mente mecanismos para tolerar estas situaciones, entre otras, sostenidas largamente a veces en el tiempo, desarrollando mecanismos para poder seguir adelante con la vida, encapsulando estas experiencias, olvidándolas o cambiándoles el significado de forma inconsciente para sobrellevarlas mejor. Esos mecanismos funcionan y sobrevivimos de alguna forma gracias a ellos, hasta que a veces después de años, algún otro acontecimiento viene a rozar esto guardado, produciendo síntomas y malestar que no tienen que ver con el presente o con la situación actual, sino con esas experiencias que han quedado almacenadas y que al moverse requieren recolocarlas para que no vuelvan a producir daño, al modo de una vieja herida que se reabre.

Y ¿por qué esto requiere un tratamiento especializado? Esos acontecimientos a veces innumerables, quedan almacenados en formas de memorias a las que a veces no accedemos simplemente tratando de recordar. Son como archivos encriptados que hay que decodificar en la memoria y cuyas claves de acceso se encuentran en nuestro cuerpo o en nuestro mundo emocional. Por ejemplo, muchas personas traumatizadas podrán decir que han tenido una infancia feliz, o una buena relación con sus progenitores. En la vía de la supervivencia han tenido que camuflar, olvidar, disociar esas experiencias a fin de poder seguir adelante y si la vida lo permite y los mecanismos de adaptación al trauma funcionan, tal vez nunca se lo tengan que replantear. Lo que sucede es que a veces esos mecanismos fallan y es allí donde la ayuda de un especialista en trauma se vuelve fundamental. El problema generalmente se evidencia cuando sobreviene algún tipo de sufrimiento que no se explica en el presente: comienza una relación de pareja y le sobrevienen ataques de ira, comienza la vida laboral y siente un miedo atroz a su jefe, es madre y siente pánico de hacerlo mal, está con la persona que ama y no tiene deseo sexual, tiene que dirigir un equipo muy eficiente y le sale machacarlos, recibe una crítica constructiva y se viene abajo, le deja una pareja y sienten que no van a poder con su vida y miles de situaciones en las que la respuesta no condice con la situación actual, porque proviene de otro sitio, de otro momento. Las personas traumatizadas se ven muy afectadas en su capacidad para poner límites, para protegerse y para poder elegir a su favor. Es en ese momento que llegan a veces a la consulta psicológica, sin entender lo que les está sucediendo, afectados, consternados, asustados, furiosos, dolidos, anestesiados, pero con algo en común, sin poder entender o comprender lo que les pasa, con una necesidad imperiosa de salir de ese determinado impasse emocional, que acarrea todo tipos de consecuencias nefastas para la vida y para el bienestar de la persona.

Las terapias verbales no son suficientes a veces para acceder a estos contenidos más profundos e inconscientes, producidos por las experiencias traumáticas y almacenadas de distinta forma en nuestro sistema nervioso, que no han sido guardados en palabras, y por eso sólo se traducen en la actualidad en sensaciones, impresiones corporales o reacciones emocionales muchas veces desligadas del contextos, exageradas, sobredimensionadas o en general desajustadas a las diferentes situaciones.

Las llamadas terapias de Tercera Generación, representadas por técnicas específicas como el EMDR, la terapia Sensorio Motriz o Somatic Experiencie, la Hipnosis u otras técnicas de procesamiento e integración cerebral, entre éstas y otras, como Brainspoting o Sistemas de Familia Interna, tienen como recurso terapéutico, además de los métodos tradicionales que operan como marco general, ofreciendo una terapia de tipo integrativa, a la medida de cada problemática específica que en el caso de los pacientes con trauma requieren un acercamiento especial, desde la contención, el respeto y el cuidado para no volver a re traumatizarse, para desarrollar recursos para sobrellevar las experiencias traumáticas y para liberarlas, permitiendo que las experiencias por venir se puedan experimentar de otra manera.

Referencias Bibliográficas:

Bergman Uri,2015 Fundamentos neurobiológicos para la práctica de EMDR, Asociación EMDR España. Madrid.

Bessel van der Kolk, M.D. 2015 El cuerpo lleva la cuenta. Cerebro, mente y cuerpo en la superación del trauma .. Editorial Eleftheria. Barcelona.

Levine, Peter A, PhD.2013 En una voz no hablada. Cómo el cuerpo libera el trauma y restaura el bienestar. Editorial Alma Lepik. Buenos Aires.

Pat Ogden, Kekuni Minton y Clare Pain. 2009 El Trauma y el cuerpo. Un modelo sensoriomotriz de psicoterapia. Descleé de Brouwer. Bilbao.

La salud mental de sujetos con trayectoria de vida en la red SENAME:

primero víctimas y luego victimarios, una reflexión desde la praxis

Ps.Mónica Monje Lutjens *

La presente es una reflexión desde la praxis y la premisa que me ha movido desde el inicio de mi vida laboral, tal como dijo nuestra querida Nobel Gabriela Mistral “el futuro de los niños es siempre hoy, mañana será tarde” Los niños de hoy urge mirar, considerar, validarlos como sujetos de derechos y de amor. Revertir y detener las experiencias de dolor y sufrimiento es tarea de todos. La trayectoria de vida no debe ser la predeterminada.

Es así que noticias día a día nos conmueven por su crudeza tras situaciones que implican crímenes y violencia hacia a niños/as, mujeres y adultos mayores. Centrándonos en el “sujeto agresor” (masculino o femenino), el análisis implicará considerar la trayectoria de vida al alero de la red SENAME, no con pretensiones de estigmatizar, sino que relevarlos como sujetos que han ido desarrollando trastornos y patologías severas en el área de su salud mental y que han estado expuestos a problemáticas, sociales, individuales y familiares, sujetos a intervención y cómo nuestro sistema “fallaría” en sus dispositivos, al ser éstos más bien del tipo “control social” que de intervención realmente “reparatoria” de las condiciones de posibilidad para el desarrollo de problemas de salud mental desde los primeros años de vida. Debemos asumir el rol de las ciencias sociales, y la psicología, en comprender el fenómeno desde la articulación de las multi-variables que se ponen en juego, dejando atrás explicaciones causalistas. Si las variables son múltiples, debemos sostener que la intervención debe ser de la misma naturaleza. Muchas veces la soberbia de los psicólogos/as no permite observar la dimensión del problema que aqueja a estos seres humanos, no basta con una terapia “reparatoria”2, se requiere de la colaboración interdisciplinar. Aquí es donde debemos levantar la voz hacia las políticas públicas en infancia, que adecuan la intervención al presupuesto, mercantilizando la salud mental y exigiendo que sea la “psicología” la encargada de revertir problemas de índole bio-psico-social.

Cada vez que aparece una noticia de aquellas, por ejemplo la muerte de Sofía a manos de su padrastro, otra vez más Cristóbal (alias el “Cisarro”) se vio envuelto en un acto delictual, fulano de tal secuestró a una niña, etc., cabe preguntarse las condiciones de salud mental de ese sujeto y que condiciones de posibilidad han estado en juego durante su desarrollo para configurar trastornos en su salud mental.

Quienes hemos trabajado en contextos de exclusión y vulnerabilidad social, observamos en los análisis de casos y recopilación de antecedentes históricos, que nuestros “sujetos de intervención” han ido deambulando en contextos complejos, en lo económico, en lo emocional, en lo relacional, etc., desarrollando sus vidas en contextos ampliamente violentos, nos resulta necesario entonces, comprender el fenómeno desde diversos puntos de vista, incluyendo al sistema de protección social en su conjunto, en cuanto a sus acciones y omisiones. Y eso ¿qué tiene que ver con la salud mental?, mucho, toda vez que los dispositivos de intervención, que debiesen estar al servicio de propiciar un desarrollo “sano”, muchas veces no detectan conductas de niños/as que de no ser intervenidas en estadios temprano del desarrollo, trae consecuencias en el desarrollo adulto de patologías psiquiátricas y/o estructuras psicopáticas. De esta forma, es posible ir comprendiendo el camino recorrido para el desarrollo de la emergencia de patologías importantes en el área de la salud mental. Desde la experiencia se aprende que no es menos relevante conocer la trayectoria de vida de ese sujeto, desde su nacimiento hasta el momento en que ocurre un hecho de violencia que lo involucra y lo posiciona como victimario. Es necesario preguntarse cómo fue su gestación, sus primeros años de vida, con quién y dónde fue criado, qué antecedentes familiares tenemos a la vista, si sufrió el abandono familiar, quien/es fueron sus referentes, tiempos de permanencia en sistema residencial, medicamentos y diagnósticos, etc. También es de relevancia conocer si éste ingresó a la red SENAME y cómo el sistema de protección en su conjunto operó en relación a él y su familia.

2 Terapia Reparatoria, se usa en la jerga SENAME y para ello destina programas de la red colaboradora bajo el nombre de PRM (Programas de Reparación en Maltrato), destinadas a “reparar” el trauma a cargo de una dupla psicosocial.

De esta forma, más allá de situarnos en un sujeto en particular que haya cometido algún delito que atente contra la integridad de otro, la reflexión que aquí se pretende plantear, dice relación con las condiciones de posibilidad en nuestra sociedad que facilitan la constitución de identidades antisociales o con algún otro tipo de patologías de salud mental. En otras palabras, cuáles han sido los contextos de violencia en que ese sujeto ha desarrollado la construcción de su identidad.

Es habitual escuchar entre pares y trabajadores del área psicosocial, al momento de enfrentar una noticia de connotación pública, que ese sujeto que aparece como el agresor, “estuvo o está en la red SENAME”, pero no basta con esa “dato” para la explicación, porque ese dato en sí mismo, puede llevarnos a estigmatizar.

Según los mismos datos que maneja el SENAME, cerca del 40 % (cerca de sesenta mil niños/as y adolescentes) de los sujetos de atención, ya en el año 2001, presentaban “trastorno mental o del comportamiento”. Los principales diagnósticos encontrados fueron: Trastornos de conducta (41,6%), desorden oposicionista desafiante (24,1%), déficit atencional (26,8%), depresión mayor (20,4%), riesgo de suicidio (21,3%), trastornos bipolares (17,6%), dependencia de alcohol (17,6%), problemas de drogas (abuso y dependencia de substancias, 15,8 y 11,1% respectivamente), trastorno de pánico (9,2%), trastorno post-traumático (8,3%), trastorno psicótico (7,4%), distimia (6,5%), entre otros.3 Es cierto que es nosología psiquiátrica, es una construcción en el lenguaje, nosotros psicólogos y otros profesionales intervinientes debemos complementar la comprensión de los problemas en salud mental desde nuestras competencias, colaborativamente.

El trauma psicológico que se desarrolla al vivir en contextos de violencia y todas sus formas de expresión, coloniza las emociones, los pensamientos, el cuerpo. Detengámonos y meta-observemos a ese niño/a traumatizado, cómo habla, qué dice, como se mueve, cómo interactúa, como son sus conductas de apego. Cómo valora las interacciones humanas, cómo recepciona los afectos, etc., todo aquello y más, nos es útil para adentrarnos en su “mundo interno” y lo amenazante que es y en virtud de eso qué mecanismos pone en juego. Estos datos de esos años son de relevancia hoy en día, porque dichos trastornos corresponden a niños en su primera infancia y adolescencia, todos

3 http://www.minsal.cl/portal/url/item/71e518399a8cbccae04001011f013167.pdf aquellos adultos en la actualidad y con escasa intervención de los dispositivos de salud mental, toda vez que no existe una política clara, articulada ni con consistencia técnica para intervenirlos.

La coexistencia de factores clínicos, psicosociales y conductuales de riesgo son el foco de atención e intervención. Sin embargo, la carencia de profesionales especialistas en éstas temáticas implica una deficiente intervención, generalmente la intervención se focaliza en lo psicosocial, dejando de lado los factores clínicos (neurológicos y psiquiátricos), por falta de recursos.

Finalmente, a raíz de todo lo acontecido en SENAME, es esperable que no sólo la división del servicio sea la carta bajo la manga del gobierno, es necesaria una inyección de recursos económicos, pero sobre todo humanos, con orientaciones técnicas que consideren los factores bio-psico-sociales que están en juego y que de no ser intervenidos, el futuro de esos niños/as será el predecible, el predeterminado, ahí está la pregunta de índole político-ideológica sobre el valor de la niñez en Chile, sobre los dispositivos de intervención en cuanto a la tensión entre el control social y el real deber del estado en generar bienestar a los ciudadanos desde el nacimiento.

Bibliografía: http://www.minsal.cl/portal/url/item/71e518399a8cbccae04001011f013167.pdf

Minsal , 2007 “Atención de Niños, Niñas y Adolescentes Con Trastornos Mentales Usuarios del Servicio Nacional de Menores" Orientaciones Tecnicas.

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