



Ana Fernández.
Cuando pienso en lo que supuso para mí pasar una quincena en Marruecos, me invaden muchas emociones, aunque me cuesta encontrar palabras que lo reflejen por completo. Antes de ir, tenía muchas dudas sobre qué podía aportar en esos días, pero tenía claro que mi objetivo era dejarme nutrir por la experiencia y permitirme sentir todo lo que ella me deparara. Este objetivo se cumplió con creces cada día, donde tuve la oportunidad de aprender tanto de las personas que formaron parte del proyecto como de mí misma.
Si tuviera que resumir todo en un sentimiento, sería agradecimiento, primero, por haberme permitido formar parte de esta aventura y, sobre todo, por la generosidad con la que fui recibida y acompañada durante los quince días que compartimos.
En definitiva, y aunque suene a cliché, es cierto que esta experiencia me ha cambiado. Me ha enseñado una nueva manera de mirar el mundo, y eso es algo que me llevo conmigo para siempre. Shukran.

UNA SEMILLA DE CUIDADOS Y CARIÑO DESDE SALAMANCA AL SUROESTE DE MARRUECOS.
JARA, ISABEL Y NIEVES.
Somos tres enfermeras de Zamora y Salamanca, que amamos nuestra profesión por encima de todo. Con todo lo que ella implica.

Siempre, de alguna manera, como actividad más, hemos deseado hacer voluntariado.
Un día vimos la oportunidad con Santiago Uno: Una de nosotras acudió el año pasado a Marruecos con el proyecto “llenando escuelas” y pudo ver las necesidades sanitarias que allí se presentaban. A otra se le propuso iniciar un nuevo proyecto consistente en abrir consultorios sanitarios en las zonas donde Santiago había estado con el proyecto anterior. Y la última, nada más contarle la idea, se animó.
Aquí empezó nuestra aventura y así poner en práctica nuestro sueño y principal actividad de nuestra profesión: cuidar.
Comenzamos buscando fechas para ir, que fuimos cambiando: primero por el terremoto que podía ser un poco caótico por las circunstancias del país; nuestro trabajo; el ramadán … hasta que concretamos: primera quincena de mayo.
Se nos dijo que estaríamos con colaboradores de Marruecos todo el tiempo para ir por las diferentes zonas y como interpretes por el idioma.
Seguimos con vuelos y todo lo que necesitamos hasta llegar a Tiznit, donde nos encontraríamos con los colaboradores, Mohamed y Habiba.
EnTiznit, nos encontramos con Habiba y Mohamed, nuestros guías. Se nos informó de cómo íbamos a funcionar durante las dos semanas de voluntariado.
Estuvimos en Tighirt, Idnasr ,Tiugsa, Touaghil,... Nos integramos en las vidas de las familias con las que convivimos.
Nos abrieron sus casas como si de las nuestras se tratará. Compartimos sus costumbres, su comida, ...
Los primeros días vivimos con la familia de Khadja. Niños con los que Santiago tienen un vínculo especial. Vimos como era su vida día a día, con una madre, con muchos problemas, entre ellos, de comportamiento. Los niños no lo tienen nada fácil, primero por la familia y segundo por vivir en ese país. Con ellos empezamos a poner en práctica nuestro trabajo (higiene personal y del hogar, hábitos saludables...) aunque sabemos que sólo se mantiene el tiempo que estuvimos nosotras o Habiba con ellos, tres días a la semana, para asegurarse que están bien atendidos y asistan a clase.

Luego convivimos con la familia de Habiba. Nos ofrecieron todo lo poco que ellos tienen de manera incondicional y nos abrieron su casa, que además se convirtió en consultorio para todas las personas que allí acudían para solicitar nuestros cuidados: toma de TA, control de diabetes, dolores, picadura de escorpión...
Nuetra actividad cada día empezaba cargando nuestros bolsos con todo lo que pudieramos necesitar y también de ilusión por lo que ibamos a empreder. Caminábamos hasta los diferentes escuelas a donde daríamos las charlas de educación sanitaria ( el lavado de manos, dientes y revisamos la agudeza visual de los niños). De camino siempre encontrábamos niños que volvían de la escuela y no tenían problemas en regresar con nosotras.
Fueron muchas las deficiencias que detectamos: caries en prácticamente todos los niños y con muy mala solución al no disponer de medios para solucionarlos; niños con necesidades de gafas...
Los niños participaron encantados y para ellos fue un día de fiesta en la escuela.En todos los pueblos, cualquier espacio era válido para organizar un consultorio: en un centro de escolarización de mujeres, en mediode una plaza, a las puertas de las casas e incluso en la furgoneta que utilizamos como medio de transporte para desplazarnos.
Aunque encontramos obstáculos que nos impedían trabajar, eso no nos desanimó.

Pero todo no fue trabajo. Las costumbres de la zona era invitarnos a sus casas para tomar el té con su ceremonia y todo lo que eso implicaba, enseñarnos sus mejores galas con las que nos vestían, enseñarnos sus animales como señal de poder, sus casas...
Conocimos rincones de la zona: mercadillo, playa, cooperativa de argán...
Nos hicieron sentir en todo momento personas importantes, necesarias y queridas. Y sabíamos que era poco lo que podíamos darles y ellos nos devolvían mucho a cambio.
Disfrutamos de esta aventura. No nos importó no tener unas comodidades a las que estamos acostumbradas, de disponer de agua llenando un cubo y no pudiendo abrir una ducha.
Hemos visto que no se necesita mucho para ayudar a mejorar las vidas a estas personas, sólo ilusión y muchas ganas ...

Todo esto nos ha hecho reconocer que tenemos mucha suerte de vivir en España y concretamente en Zamora y Salamanca.
Con muy poquito podemos ayudar a otros que nos necesitan y con nuestra profesión ...ser enfermera, eso lo hace todo más fácil... porque una de nuestras actividades es ayudar...a que nuestra salud y nuestra vida sea cada vez mejor ...sin necesidad de los aparatos más sofisticados y la tecnología más avanzada, aunque también ayuda.
Pero para que eso se vaya logrando, habría que conseguir, que el proyecto siguiera; que fuera más continuo para que la semilla que unos pongamos se vaya abonando poco a poco y vaya dando su fruto.

Una experiencia transformadora: la enfermera que encontró gratitud en Marruecos.

Fecha:Mayo2024 Lugar: Marruecos

Soy Isabel, una enfermera que tuvo la oportunidad de viajar a Marruecos, guiada por el proyecto de Ia Casa Escuela Pías Santiago Uno, para brindar asistencia sanitaria a comunidades necesitadas.
Sin duda, lo que más me impactó durante mi estancia no fueron solo los casos médicos, sino algo más extraordinario y simple: las miradas de agradecimiento de las personas, de mis pacientes. Miradas que hablaban sin necesidad de palabras.
Cada día se convertía en una revelación. Atendí muchos casos, desde niños con infecciones hasta adultos con enfermedades crónicas. Los gestos, las sonrisas y los ojos de esos pacientes decían más que cualquier “gracias”.
Recuerdo sobremanera a un niña de ojos grandes y negros, cristalinos y transparentes, profundos, que a pesar de su dificil situación, me iluminaba los días con su alegría.
¿Cómo explicar algo así con palabras? ¿Cómo explicar la dulzura y la bondad de una niña de ojos luminosos en un lugar donde se carece de casi todo, donde contemplan la vida a la interperie? No puedo olvidar que se enfrentan a desafíos significativos cada día.
Cada una de aquellas miradas entrecruzadas era como un recordatorio, un recordatorio del profundo impacto que nuestra ayuda puede tener en sus vidas.
Esta experiencia fue una lección de vida. Cada paciente, cada familia, parecía valorar no solo la atención médica que recibían, sino también el tiempo que pasábamos juntos. Aprendí a valorar ese tiempo, a reconocer y estimar el cariño que ellos ofrecían a cambio, tan solo, de estar allí, de vernos allí, de sentirnos cerca.
En cada gesto nimio trasmitían su agradecimiento, en cada sonrisa, en cada abrazo, en cada ocasión. Las palabras en un idioma desconocido no eran un obstáculo para transmitir emociones.
Todo ello, la suma de todo ello, me hizo sentir que nuestra labor es realmente apreciada. La gratitud que muestran es conmovedora; son personas que, a pesar de las dificultades, siempre encuentran una forma de expresar su agradecimiento.
Regresé a casa con una perspectiva renovada sobre mi profesión. Sí, y deseo resaltarlo: tengo el privilegio de ser enfermera. Comprendí que la medicina va más allá de tratar enfermedades; se trata de conectar con las personas. Cada paciente es especial, y cada mirada contiene su propia historia. A veces nos olvidamos de lo esencial.
Esta experiencia me recordó la importancia de la empatía en nuestra labor. Espero que todos podamos valorar lo humano detrás de cada tratamiento. Deseo compartir esta experiencia y animar a otros a involucrarse en causas similares; nunca sabemos como podemos impactar positivamente en la vida de los demás.