Fundamentos de la dignidad humana (libro completo)

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Fundamentos de la Dignidad Humana

A raíz del sacudimiento de las conciencias, provocado por las atrocidades que la humanidad vivió en la década de los años cuarenta del siglo XX, el tema de la dignidad de la persona humana brincó a los primeros planos en el interés de las personas y los pueblos. Al finalizar la Segunda Guerra Mundial, la constatación de la terrible realidad vivida en los campos de concentración erigidos por el régimen nazi, donde la dignidad humana fue brutalmente violada, llevó a la Organización de las Naciones Unidas a promulgar en 1948 la «Declaración Universal de los Derechos Humanos». Pero curiosamente en ninguna parte la Declaración señala –y mucho menos explica– cuál es el fundamento de tal dignidad. Si no se explica «en qué» se fundamente la dignidad, difícilmente se entenderá «por qué» debe ser respetada. Es pues, sumamente importante dilucidar cuáles son los fundamentos de la dignidad, qué es y en qué consiste. Las respuestas permiten iluminar tanto a la ética y la moral, como a los ordenamientos jurídicos.

Universidad Popular Autónoma del Estado de Puebla 21 Sur 1103, Barrio de Santiago, C. P. 72410, Puebla, México.

Fundamentos de la Dignidad Humana

Fundamentos de la Dignidad Humana

JUAN LOUVIER CALDERÓN



Fundamentos de la Dignidad Humana JUAN LOUVIER CALDERÓN

2015


DIRECTORIO Emilio José Baños Ardavín Rector Eugenio Urrutia Albisua Vicerrector Académico Heberto Rodríguez Regordosa Vicerrector de Posgrados e Investigación Jorge Medina Delgadillo Decano de Artes y Humanidades Johanna Olmos López Director de Investigación Diseño editorial: Miguel Ángel Carretero Domínguez Producción: Dirección de Investigación UPAEP

FUNDAMENTOS DE LA DIGNIDAD HUMANA Juan Armando Louvier Calderón Derechos reservados® por la Universidad Popular Autónoma del Estado de Puebla, A.C. Prohibida la reproducción parcial o total de esta obra por cualquier medio. Se autorizan breves citas en artículos y comentarios bibliográficos, periodísticos, radiofónicos y televisivos, dando al autor y al editor los créditos correspondientes. ISBN: 978-968-6683-32-5 2ª edición: Febrero 2015 Universidad Popular Autónoma del Estado de Puebla, A.C. 21 Sur 1103, Barrio de Santiago, C. P. 72410, Puebla, México. HECHO E IMPRESO EN MÉXICO


ÍNDICE

INTRODUCCIÓN . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 5 CAPÍTULO PRIMERO DIGNIDAD Y CONDICIÓN DE PERSONA. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 9

El concepto de dignidad ¿Por qué el ser humano es superior a los demás entes? Estructura del ser humano Capacidades del espíritu humano: la inteligencia Capacidades del espíritu humano: la libertad Capacidades del espíritu humano: el amor Valor absoluto de cada ser humano Dignidad ontológica y Dignidad moral CAPÍTULO SEGUNDO FUNDAMENTO DE LOS DERECHOS HUMANOS Y FUNDAMENTO DE LA DIGNIDAD. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 33

Fundamentos que no lo son El fundamento en el “Derecho natural” Objeciones al Derecho natural El Derecho natural: fundamento suficiente para los derechos humanos, e insuficiente para la dignidad humana Otros horizontes de búsqueda CAPÍTULO TERCERO EL HORIZONTE METAFÍSICO DE LA DIGNIDAD HUMANA . . . . . . . . . . 47

Importancia de la realidad metafísica La dignidad “natural” de la persona en la perspectiva teológica


La dignidad “sobrenatural”: de imagen a “hijo” La dignidad humana en el Magisterio de la Iglesia Católica De S. S. León XIII De S. S. Pío XII De S. S. Juan XXIII Del Concilio Vaticano II De S. S. Juan Pablo II CAPÍTULO CUARTO DESVALORIZACIÓN DE LA PERSONA HUMANA . . . . . . . . . . . . . . . . . 62

La primera humillación: el heliocentrismo La segunda humillación: el evolucionismo La tercera humillación: el freudismo CAPÍTULO QUINTO LA ESPIRAL DE VIOLACIONES A LOS DERECHOS HUMANOS. . . . . . . . 79

Positivismo jurídico y derechos humanos Primero “deberes”; después “derechos” Breve panorama histórico-jurídico de los derechos humanos Situación de los derechos humanos en Francia, después de la Declaración de 1789 Situación de los derechos humanos en el mundo, después de la Declaración de 1948 Deseos legítimos y falsos derechos ¿Por qué el mundo contemporáneo vive una espiral de violaciones a los derechos humanos? CAPÍTULO SEXTO URGENCIA DE EDIFICAR UNA CULTURA DE RESPETO A LA DIGNIDAD HUMANA. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 97

La anticultura del desprecio La amenaza de la indiferencia Conclusión BIBLIOGRAFÍA. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 105


INTRODUCCIÓN

A raíz del sacudimiento de las conciencias, provocado por las atrocidades que la humanidad vivió en la década de los años cuarenta del siglo XX, el tema de la dignidad de la persona humana brincó a los primeros planos en el interés de las personas y los pueblos. Al finalizar la Segunda Guerra Mundial, la constatación de la terrible realidad vivida en los campos de concentración erigidos por el régimen nazi, donde la dignidad humana fue brutalmente violada, llevó a la Organización de las Naciones Unidas a promulgar en 1948 la «Declaración Universal de los Derechos Humanos». En el primer “considerando” del Preámbulo de dicha «Declaración», se dice: “Considerando que la libertad, la justicia y la paz en el mundo tienen por base el reconocimiento de la dignidad intrínseca y de los derechos iguales e inalienables de todos los miembros de la familia humana.” Posteriormente, hace nuevamente alusión a la dignidad humana en varios de sus artículos: “…todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad...” (Art. 1°), “...la satisfacción de los derechos económicos, sociales y culturales indispensables a su dignidad…” (Art. 22), “una remuneración... que le asegure, así como a su familia, una existencia conforme a la dignidad humana…” (Art. 23). Pero, curiosamente en ninguna parte la Declaración señala – y mucho menos explica–, cuál es el fundamento de tal dignidad. Son muchos otros los documentos, pactos internacionales, constituciones, etc, que señalan a la dignidad humana como punto

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básico de referencia, como el valor y medida de leyes y normas.1 Sin embargo, a pesar de hacer notar la importancia y trascendencia de la dignidad humana, al igual que la «Declaración» de la ONU, la gran mayoría de esos documentos tampoco indican cuál es el fundamento de la dignidad del ser humano. ¿Será que la dignidad de la persona, es un valor entendido que no requiere mayores explicaciones? Si es así, entonces, ¿por qué nos encontramos con el hecho de que después de la Declaración de 1948, las violaciones a la dignidad humana lejos de haber disminuido, siguen siendo un hecho constante en las sociedades contemporáneas? Pareciera, pues, que la alusión a la dignidad ha tomado más una categoría cercana a la demagogia, que a la de principio inamovible y básico sobre el cual cimentar realmente la conducta y convivencia entre los hombres y entre las naciones. Si no se explica «en qué» se fundamenta la dignidad, difícilmente se entenderá «por qué» debe ser respetada. Es pues, sumamente importante dilucidar cuáles son los fundamentos de la dignidad, qué es y en qué consiste. Las respuestas permiten iluminar tanto a la ética y la moral, como a los ordenamientos jurídicos. La relevancia que ha alcanzado éste tema en los últimos años, ha llevado a varios filósofos y juristas contemporáneos a abordarlo desde puntos de vista y perspectivas diferentes. Muchos de ellos nos dan respuestas sólidas y contundentes; pero también, no falta quien niegue la existencia de fundamentos, afirmando que es una ilusión indagar sobre ellos. Sin pretender disminuir un ápice el valor de las reflexiones de unos y otros (aún de quienes niegan la existencia de fundamentos), es conveniente señalar, que desgraciadamente los aportes de todos ellos a un tema tan importante, han quedado solo entre unos pocos estudiosos, siendo desconocidos por la mayoría de la gente; principalmente ello ocurre porque el lenguaje filosófico-jurídico no 1

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Por ejemplo, la Ley Fundamental de la República Federal Alemana, promulgada el 23 de mayo de 1949, fija como regla de conducta a la dignidad humana y la declara “intangible”, para sujetar a los poderes públicos a su respeto y protección.


INTRODUCCIÓN

es del todo comprensible al común de las personas, y la densidad de los textos hace que aún personas sinceramente interesadas en esta cuestión, desistan rápidamente de su lectura. Con el presente trabajo no pretendo ser original, y mucho menos pretendo aportar reflexiones nuevas o diferentes; simplemente me propongo el reto de resumir y señalar de forma un poco más sencilla, las reflexiones y respuestas que grandes pensadores de nuestro tiempo han dado a los fundamentos de la dignidad de la persona humana.

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CAPÍTULO PRIMERO

DIGNIDAD Y CONDICIÓN DE PERSONA

El concepto de dignidad

Si buscamos la palabra «dignidad» en dos de los diccionarios más reconocidos –el Diccionario Enciclopédico Espasa y en el de la Enciclopedia Británica–, nos encontramos que ambos dicen prácticamente lo mismo: “Dignidad//Calidad de digno// Excelencia, realce// Gravedad y decoro de las personas en la manera de comportarse// Cargo o empeño honorífico y de autoridad”. Lo anterior casi nada nos dice sobre la importancia del concepto. Más breve pero más útil a nuestro propósito, es lo que esos diccionarios refieren sobre la palabra «digno»: “que merece algo”. Este “merecer algo”, aunque sea sumamente vago e insuficiente, apunta ya hacia aquella noción de calidad superior que Kant señalaba: “Lo que tiene un precio puede ser sustituido por cualquier cosa equivalente; lo que es superior a todo precio y, que por tanto, no permite equivalencia alguna, tiene una dignidad”.2 Ciertamente, por dignidad, debemos entender un valor superior que no tiene precio. Ahora bien, en el caso del ser humano, ¿tiene él una calidad, un valor que lo haga superior?, y, ¿superior a qué? Y si es así, ¿en qué consiste 2

Nicola Abbagnano. Diccionario de Filosofía. Ed. Fondo de Cultura Económica, México. Segunda edición en español, 1989, p. 324. (Cfr. I. Kant. Fundamentación para una metafísica de las costumbres. A. 77). 9


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esa superioridad? Vamos a tratar de responder a estas interrogantes iniciales. Por el simple hecho de haber recibido el ser como humano, cada persona tiene «de por sí», y no dependiente de factores externos, cualidades esenciales que no poseen las piedras, las plantas o los animales; es decir, tiene el valor de ser persona. “Con la palabra «valor», deseamos indicar una realidad positiva e intrínsecamente importante, capaz de proveer el fundamento para una motivación significativa. Los valores (...), son datos cualitativos encontrables en la experiencia.”3 ¿Ese «valor de ser persona», es superior a todo precio y no permite alguna equivalencia? Si es así, por el simple hecho de «ser», cada persona será valiosa (digna) por sí misma y “merecerá algo”: el respeto a lo que «es». La dignidad humana no dependerá entonces de algo extrínseco a la persona, como serían las costumbres, las leyes, los gobernantes o las opiniones. Para confirmar el valor de la persona humana, y la dignidad intrínseca correspondiente, vamos a realizar un breve análisis sobre la experiencia que todos tenemos de nuestras cualidades específicas; es decir, de lo que nos distingue.

¿Por qué el ser humano es superior a los demás entes?

Los seres humanos tenemos muchas cosas en común, con los demás «entes» que existen en el mundo visible. Al igual que las piedras, nuestro cuerpo también está compuesto por innumerables elementos tales como hierro, calcio, fósforo, agua, etc.; no en balde el mismo origen semántico de la palabra «hombre» es «humus», «tierra». Pero el hombre es superior a las piedras, pues no sólo existe, sino que además tiene vida; al igual que las plantas, nace, crece, se reproduce 3

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Rodrigo Guerra López. Afirmar a la persona por sí misma. Ed. Comisión Nacional de los Derechos Humanos. México, 2003, p.100.


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y muere. Sin embargo, el hombre es superior a las plantas en cuanto que la vida biológica humana además de vegetativa es sensitiva; al igual que los animales, tenemos instintos (de conservación y sexual) y «sentimos», pues poseemos sentidos (vista, olfato, tacto, oído y gusto) de los cuales carecen los vegetales. Y, si bien, muchos animales nos superan en la capacidad de alguno de los sentidos (por ejemplo, los perros nos superan en mucho en oído y olfato, y las águilas en vista), la característica del hombre es tener los sentidos equilibrados (la vista en los perros es muy deficiente, y las águilas lo son en el olfato y tacto). Algunos animales también nos superan en muchas capacidades físicas: las aves pueden volar, y el hombre no; generalmente los cuadrúpedos corren mucho más rápido y mayores distancias, que los atletas más destacados; la resistencia de los animales a las inclemencias del tiempo es notoriamente superior a la de los hombres. En el orden físico-material, pareciera pues que el ser humano no tiene ninguna superioridad con respecto a los animales. Sin embargo, cualquier ser humano es muy superior a cualquier animal; es más, existe un abismo infranqueable para el animal. Ese abismo es el espíritu, elemento substancial, «no-material» del ser humano y del cual el animal carece totalmente. ¿Y cómo podemos saber que el hombre es también espíritu? Por sus manifestaciones: si el ser humano es capaz de «manifestar» realidades que no son materiales, es porque él debe tener un principio igualmente inmaterial. Los seres carentes de espíritu, no pueden manifestar realidades «no materiales», como son la inteligencia, la libertad y el amor, pues “nadie puede dar lo que no tiene”. El espíritu se manifiesta primero y antes que nada, por la conciencia. El hombre tiene conciencia de sí mismo, existe y sabe que existe, el animal no. “Al menos yo sé que soy y solamente el hombre es capaz de este acto de conocimiento del acto de existir. Decir que el hombre es capaz de un acto por el cual conoce su propio acto de existir, 11


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equivale a afirmar que el hombre tiene, ante todo, conciencia del ser; es decir, cierto conocimiento del propio acto de ser”.4 Además de la conciencia, el espíritu se hace plenamente manifiesto por la inteligencia, es decir, la facultad de descubrir la realidad, facultad que a su vez, “ilumina a la facultad argumentativa (la razón) que discurre bajo su luz”.5 Si la inteligencia fuera una realidad material, no sería posible poner una «distancia» entre ella y los objetos que conoce, “de donde se sigue que, o la naturaleza del acto que pone al ser como objeto es espiritual o semejante acto originario jamás podría acontecer; en cuyo caso, el hombre jamás podría haber pensado (...) “Sin embargo, la conciencia de ser...no es una suerte de conciencia angélica, sino que conlleva la evidencia (inmediata) de la propia corporalidad (...) El hombre no es ni cuerpo, ni espíritu puros, sino la unidad plena de ambos.”6 Son también espirituales la libertad y el amor, cualidades íntimamente humanas, las cuales abordaremos más adelante. Así, lo propio del hombre, lo que hace hombre al hombre, no es su realidad material y sus capacidades físicas, sino su realidad espiritual y sus capacidades no materiales. Por ello, negar el espíritu es negar al hombre... y a su dignidad. “No se equivoca el hombre al afirmar su superioridad sobre el universo material y al considerarse no ya como partícula de la naturaleza o como elemento anónimo de la ciudad terrena. Por su interioridad es, en efecto, superior al universo entero.”7 Desde luego que tal «interioridad» no se refiere a lo “interior” de nuestro cuerpo, como es el caso de nuestro estómago o la médula de nuestros huesos,

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Alberto Caturelli. Reflexiones para una filosofía cristiana de la educación. Ed. Universidad Nacional de Córdoba. Córdoba, Argentina, 1982, p. 14. 5 Ibídem, p.156. 6 Ibídem, p. 16. 7 Concilio Vaticano II. Gaudium et Spes. 14, 2. 12


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sino a esa realidad íntimamente interna que nos permite decir «yo soy»; realidad del todo evidente porque todos la experimentamos. “La persona, en cuanto sujeto, se distingue de los animales, aun de los más perfectos, por su interioridad, en la que se concentra una vida que le es propia, su vida interior. No cabe decir lo mismo de los animales, aunque sus organismos estén sometidos a procesos bio-fisiológicos parecidos, y ligados a una constitución más o menos aproximada a la de los hombres (...) En el hombre, el conocimiento y el deseo adquieren un carácter espiritual y contribuyen de este modo a la formación de una verdadera vida interior, fenómeno inexistente en los animales. La vida interior es la vida espiritual.”8 “Aún, al hablar propiamente de «mi cuerpo», del que «yo estoy consciente» que «me pertenece», es pertinente siempre hablar de un centro desde el cual esto se experimenta y se dice. Este centro es interior y no puede explicarse cabalmente sin reconocer su dimensión incorpórea. En efecto, la naturaleza de este «dentro», incluye lo corpóreo aunque no lo agota. Definitivamente, la existencia de fenómenos como el pensamiento, la libertad, el amor, la alegría y otros muchos, no están contenidos en el espacio como lo están la extensión de un cuerpo, su peso, su color, etc. El pensamiento, por ejemplo, no puede ser medido como los cuerpos (...) Más aún, mientras que los cuerpos al moverse cambian en el lugar y en el tiempo, el elemento incorpóreo de la interioridad puede cambiar en el tiempo –hay un antes y un después al «recordar», por ejemplo–, pero su movimiento no implica cambio de posición en el espacio. De esta manera, podemos constatar que existe una dimensión de la interioridad que posee características que no cumplen las leyes propias de los cuerpos.”9

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Karol Wojtyla. Amor y responsabilidad. Ed. Razón y Fe S.A. Madrid, 1969, p.15. Rodrigo Guerra López. Op. Cit, p. 86. 13


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Esta «interioridad» la formula Ortega y Gasset preguntándose, “¿qué es nuestra vida, mi vida?”, y contestando, “sería inocente y una incongruencia, responder a ésta pregunta con definiciones de la biología y hablar de células, de funciones somáticas, de digestión, de sistema nervioso, etc (...) La vida no es lo que pasa en mis células, como no lo es lo que pasa en mis astros.”10

Estructura del Ser Humano

«Cuerpo y alma» o «espíritu y materia», son las formas del lenguaje común para referirse a la estructura del ser humano; sin embargo, no son pocos los que niegan la existencia del alma o espíritu, y no aceptan más realidad que la materia. “Por supuesto, la existencia del alma humana escapa al conocimiento de nuestros sentidos. A ella llegamos por el razonamiento, de modo que su presencia en la actividad humana es innegable y su manifestación en el mundo no la pueden hacer callar sino los prejuicios y la superstición. Más aún, lo que constituye al hombre, –en su ser hombre–, «es principalmente el alma», que «pertenece a una categoría de ser esencialmente distinta de la materia y superior a ella».” 11 En efecto, es poco inteligente negar la existencia del alma porque no la podamos pesar o medir, como sí lo podemos hacer con las realidades materiales. Aún más, si el espíritu pudiera ser captado por los sentidos externos y lo pudiéramos pesar y medir, entonces no sería espíritu. Sin embargo su existencia real es tan evidente que aún para negar su existencia es necesario tener esa realidad «no material», propia del ser humano, porque tal negación no la puede hacer la piedra, la planta o el animal. Sólo un ser inteligente –aunque use incorrectamente esa facultad– está en condiciones de afirmar, “el 10

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José Ortega y Gasset. Obras Completas. Ed. Alianza Editorial, Madrid, 1989, VII 413. Eduardo Rubianes. La Persona Humana. Revista de la P. Universidad Católica del Ecuador, N° 61. Agosto de 1997, p. 24.


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espíritu no existe”; nos encontramos pues, con la enorme paradoja de que es el espíritu quien niega la existencia del espíritu. Nuestra realidad física la captamos por los sentidos, y podemos saber cuánto pesamos, cuánto medimos, cuál es el color de nuestra piel, cabello y ojos; podemos también conocer nuestra realidad interna mediante análisis de sangre, radiografías, etc. Pero la realidad de nuestro espíritu, no es posible captarla por los sentidos. No podemos medir ni pesar nuestra conciencia, ni tomar una radiografía a nuestra libertad, ni determinar el porcentaje de nuestros afectos. Y conciencia, libertad y afectos, son mucho más importantes que la estatura, el color de piel o el porcentaje de colesterol. “Indagando qué es la persona, qué es el hombre, lo primero que autopercibimos en el «yo» es una totalidad; la persona es un todo. Por eso ni las partes, ni las distintas cualidades, ni sus pertenencias son persona, aunque pertenezcan a la persona (...) La persona no es el alma, ni es el cuerpo, ni es la mente, ni es la libertad, ni es la conciencia, ni es la dignidad, ni es la existencia, ni es la sociedad, ni es la circunstancia, ni es la alteridad, aunque todo eso pertenece o puede pertenecer a la persona: yo existo, yo pienso, yo obro, yo padezco, yo nací, yo moriré (...) También dan pie, a que a la persona humana, se la pueda calificar por cada uno de esos elementos integrantes (...), y decir que el hombre es corporal, que es espiritual, que es libre, que es responsable, que es social, que es político, que es religioso (...) Pero lo que no es correcto, es reducir la metafísica a biología.” 12 Como en el ser humano se dan cita, desde los elementos más humildes de la materia hasta el espíritu que puede conocer y amar, no es sencillo ni fácil, percibir y comprender su estructura substancial, pues es obvio que la persona, no es un mero amontonamiento de partes. 12

Victorino Rodríguez. Estructura metafísica de la persona humana. Revista Verbo, Madrid, N° 287, septiembre 1990, p. 980-981. 15


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Vamos a señalar –cuando menos en sus rasgos más generales–, la unidad substancial que constituye al ser humano. “La substancia individual, en su definición más estricta, se predica de una íntima totalidad...y se hace extensiva a todos los modos y grados de vida, sean modos espirituales o materiales, sean niveles de vida vegetativa, sensitiva, racional o puramente espiritual.”13 Los variados y diferentes elementos, capacidades y niveles de vida están en íntima relación, y aunque puedan –y en ciertos casos incluso deban– ser analizados separadamente (como es el caso de las ciencias biológicas y médicas), en el ser humano forman un todo indivisible, una unidad substancial. Por ejemplo, el hombre no siente el hambre como la siente un caballo, porque el hombre es consciente de tener hambre. “Lo que se entiende por vida sensorial, merece ser distinguida de la actividad sensorial puramente animal, que el hombre jamás podrá tener, inserta como está en la racionalidad. Por tanto, la primera reflexión acerca de los sentidos externos, consiste en decir que se trata de funciones naturales, instaladas en los sistemas sensoriales, pero ordenados y preordenados a la intimidad consciente, por la presencia condicionante de la racionalidad. Tales potencias corporales, tienen necesariamente objetos externos a si mismas y por ello puede decirse, por ejemplo, que el hombre no ve sino con el ojo y por el ojo, pero el ojo no ve, el que ve es el sujeto que se instala en la intimidad de la visión.”14 Por la armonía de sus partes, y por la finura de sus capacidades, el cuerpo humano, además de estético, es un prodigio admirable de eficiencia en su acción; la mano del hombre puede lo mismo tomar una piedra o una estaca, que un pincel o un bisturí. Pero el cuerpo humano, es mucho más que eso, pues es el único medio que permite a la persona, manifestar su interioridad. Los pensamientos, decisiones, sentimientos de la persona, sólo pueden ser manifestados por 13

Miguel Ángel Mirabella. El mundo natural y el mundo humano. Ed. EDUCA, Buenos Aires. 1997, p. 40-41. 14 Ibídem, p. 41. 16


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medio de las palabras, los gestos o las lágrimas; es decir, por medio de la corporeidad. Ni puramente biológico –como las bestias–, ni puramente espiritual –como los ángeles–, “el hombre se instala a horcajadas entre el mundo natural, en el que se instala y del que participa y el mundo humano, al que pertenece y al que se ordena.”15

Capacidades del espíritu humano: la inteligencia

Siendo el hombre un espíritu encarnado, en todo lo que es propiamente humano, participan tanto el cuerpo como el espíritu. Tal es el caso de la capacidad que tiene el hombre de conocer la realidad, en la cual primeramente intervienen los sentidos externos, formados por un sin número de músculos y nervios, así como el cerebro, centro receptor, sensorial y motor. Pero todos esos elementos materiales-corporales, no son quienes conocen; quien conoce es la persona en su potencia espiritual, a través de ellos. El Dr. John C. Eccles, Premio Nóbel en Medicina por sus investigaciones sobre el cerebro humano, dice al respecto lo siguiente: “Para nuestra vida personal como individuos conscientes, el cerebro es necesario, pero no suficiente. En relación con los procesos cerebrales del mundo «uno» (los músculos, nervios, etc., de la corporeidad), está el mundo «dos» de la percepción consciente, el cual incluye un yo personal en la intimidad de mi ser (...). El componente de nuestra existencia en el mundo «dos» (el yo consciente), es de naturaleza inmaterial...”16 Esa «no materialidad» o interioridad espiritual, es corroborada por otros científicos connotados. El mismo Dr. Eccles, cita: “Wilder Penfield, el gran neurólogo y neorocirujano, escribió en un libro publicado poco antes de su muerte: «la base física de la mente es la 15

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Ibídem, p. 30. John C. Eccles. El cerebro y la mente. Ed. Herder, Barcelona. 1984, p.171- 173. 17


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actividad del cerebro que en cada individuo acompaña a la actividad de su espíritu (...) El espíritu, es el hombre que conocemos, y debe tener continuidad a través de períodos de sueño y de coma».”17 Otro gran científico, el Dr. Jordi Cervós, quien fue catedrático y Director del Instituto de Neuropatología de la Universidad Libre de Berlín, dice: “No basta la biología y la bioquímica cerebral, y mucho menos su fisiología, para explicar la inteligencia (...) Para los biólogos y bioquímicos (la fuerza intelectual) nos llega de algo inaprensible y ajeno al propio cerebro (...) La explicación biológica y bioquímica de la cerebrización del cerebro es que no hay ninguna ley física, ni biológica, ni bioquímica, que explique la inteligencia humana.”18 “La inteligencia se manifiesta, ante todo, como un hecho (el hecho de ser inteligente), luego por actos intelectuales y ambos dos suponen la existencia de la inteligencia como potencia de abstraer, es decir, de leer dentro de la realidad (intus legere). Y abstracción (de ab-trahere, separar), no es otra cosa que la capacidad de considerar en un objeto, un aspecto prescindiendo de otros. De ahí que digo, que algo que me pongo en la cabeza para protegerme del sol se llame «sombrero», prescindiendo del color, tamaño, figura, etc., de cada sombrero particular.”19 Confundir el cerebro con la inteligencia, es semejante a confundir el violín con la música; ambos se implican mutuamente, pero no son lo mismo. El materialismo, cree que el violín es la música. “Toda forma de concepción materialista de la inteligencia, desconoce en primer lugar, la inmaterialidad del objeto conocido por el entendimiento, y en segundo lugar, tropieza con la dificultad de explicar cómo, desde esa intimidad consciente, el sujeto se conoce a sí mismo en una total introspección reflexiva”20 17

Ibídem, p. 175. Entrevista al Dr. Jordi Cervós, publicada en el periódico ABC de Madrid, el 16 de abril de 1982. 19 Alberto Caturelli. Op. Cit, p. 218. 20 Miguel Ángel Mirabella. Op. Cit, p. 73. 18

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La inteligencia es pues, una realidad espiritual, y no material. Para referirnos a ella, en el lenguaje cotidiano empleamos como sinónimos las palabras «entendimiento» y «razón», porque ambas se refieren a la capacidad de conocimiento que tiene el espíritu humano; sin embargo, en sentido estricto, tales palabras no son sinónimas. “Debe distinguirse el entendimiento de la razón (intellectus y ratio). El entendimiento es intuitivo (conciencia de ser y del ser); la razón, en cambio, es «discursiva».”21 Entendimiento y razón, hacen posible que el hombre pueda conocer los fenómenos e ir más allá de ellos, y alcanzar la realidad inteligible con auténtica certeza. Por la inteligencia, el hombre no es sólo el ser que se pregunta por el ser, sino que es capaz de buscar –y encontrar– respuestas. La ciencia, la técnica y el arte, son resultado del conocimiento humano logrado por la razón; y esto, no lo puede hacer ni el más majestuoso de los planetas. Por medio de su capacidad intelectual, el ser humano puede conocer y comprender tanto al mundo que le rodea, como a sí mismo; por ello también es común definir al ser humano, como “animal racional”, lo cual es correcto. Sin embargo, es muy importante destacar que, “La racionalidad no se predica del hombre como un simple adjetivo, adjunto a su animalidad, sino como definición esencial del acto de naturaleza, que la persona asume y conduce. Por tanto, la racionalidad es una forma de inteligencia, no la más perfecta, gracias a la cual podemos establecer una relación intencional con el mundo (...) La racionalidad ha demostrado ser, un modo eficiente de conocimiento, tanto en el seno de los datos de la experiencia sensible, como en los datos de la experiencia metafísica que, como primera experiencia, se ubica antes, durante y después de toda otra forma de experiencia material o espiritual (...) la racionalidad dignifica al hombre y jerarquiza su presencia ante el mundo natural, cuando logra superar el acontecer sensible que lo manifiesta, y llega 21

Alberto Caturelli. La Filosofía. Ed. Gredos, Madrid, Segunda edición, 1977, p.102. 19


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a lo inteligible que lo define, quebrando el oscuro materialismo que pretendía enclaustrarlo.”22

Capacidades del espíritu humano: la libertad

Otra de las evidentísimas manifestaciones del espíritu humano, y de su extraordinaria dignidad, es la libertad, la cual permite al hombre ser el artífice de su propio perfeccionamiento. A diferencia de los animales, cuyo actuar se guía exclusivamente por los instintos, el actuar del ser humano, no es meramente instintivo sino «intencional»; el acto humano es primero una operación de la inteligencia (que razona y juzga las opciones que se presentan), y después, una operación de la voluntad, que mueve hacia el bien presentado por la razón. “El movimiento de la voluntad, es imposible si el conocimiento intelectual no la precede (...) El juicio es, sin duda alguna, acto de la razón, no de la voluntad. Si la libertad, por tanto, reside en la voluntad, que es por su misma naturaleza un apetito obediente a la razón, síguese que la libertad, lo mismo que la voluntad, tiene por objeto, un bien conforme a la razón”.23 Esa relación intrínseca entre inteligencia y voluntad –ambas, capacidades del espíritu–, hace que “verdad y libertad, o bien van juntas, o juntas perecen miserablemente”.24 En efecto, cuando la razón “presenta una engañosa apariencia de bien, y que a él se aplique la voluntad (...) aun siendo indicio de libre albedrío, como la enfermedad es señal de la vida, constituye, sin embargo, un defecto de la libertad”.25 El mal, siempre se presenta a la voluntad, como un «bien aparente» para el sujeto que elige, y nunca 22

Miguel Ángel Mirabella. Op. Cit, p. 62. León XIII. Libertas. 5. 24 Juan Pablo II. Fides et Ratio. 90. 25 León XIII. Libertas. 5. 23

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DIGNIDAD Y CONDICIÓN DE PERSONA

como mal; por ejemplo, si un ladrón elige robar no es porque no vea la maldad de robar, sino porque piensa que robar le producirá a él un bien, aunque obviamente no a su víctima. “Un hurto ordinario, no se funda en el acto de preferir el valor del dinero, al carácter sagrado de los derechos de propiedad, sino que se basa, más bien, en una indiferencia hacia el punto de vista del valor como tal, que condiciona una indiferencia hacia el valor de la propiedad y, a la vez, una búsqueda desenfrenada de lo subjetivamente satisfactorio.”26 Es así obvio, que la elección del mal no corresponde a la esencia de la libertad, sino a un mal uso de la facultad de elegir; y a eso se le llama libertinaje, el cual aniquila la libertad. “Hay dos concepciones de la libertad humana: libertad para elegir los medios conducentes a los fines establecidos por la propia naturaleza humana; o libertad para determinar los fines del hombre, eliminando el fundamento de la naturaleza. La libertad de los medios, es el ámbito adecuado para el desarrollo de la convivencia humana. La libertad para determinar por sí los fines de la existencia es la anarquía universal, en que cada uno querrá ser superior a sus semejantes hasta culminar en la victoria del más fuerte, instaurando la tiranía, natural desembocadura de toda anarquía.”27 No debemos olvidar, que la naturaleza humana no es obra del hombre; la naturaleza humana, ha sido dada al hombre. Por eso, puede «elegir los medios», pero no «determinar los fines» de su propia naturaleza. La naturaleza que ha sido dada al hombre, no es «perfecta» sino «perfectible», y requiere que sea el mismo hombre quien la perfeccione y complemente. “Esta unidad substancial de materia y espíritu, de cuerpo y alma, que es el hombre, no está acabada, perfeccionada, terminada (...) Porque hay naturalezas perfectas, como Dios y como la piedra, que han agotado en el acto que les es propio, su condición 26

27

Dietrich Von Hildebrand. Ética. Ediciones Encuentro, 1997, p.51. Pedro Enrique Baquero Lazcano. La Globalización y el Derecho Natural de las Naciones. En La mundialización en la realidad argentina. Ediciones del Copista. Córdoba 2001, p. 11. 21


FUNDAMENTOS DE LA DIGNIDAD HUMANA

divina y de piedra. En cambio, hay naturalezas como la de la planta y la del hombre, que son perfectibles, pues su acto inicial no agota todas sus potencias (...) Pero cada esencia, cada naturaleza, actualiza sus potencias según sea su modo de ser. El hombre es libre; su perfeccionamiento será, pues, libre.” 28 Y, esta es precisamente, una de las mayores razones que podemos señalar para explicar la grandeza de la dignidad humana: el que cada ser humano ha recibido –junto con el ser–, la formidable responsabilidad de tener en sus propias manos la tarea de su realización en plenitud. El ser humano se sabe libre, y también se siente libre, pero solo será verdaderamente libre cuando actúe ordenado a esa responsabilidad, y no cuando se comporte como animal. La libertad es pues, un «medio» y no un «fin». El hombre «no es» libertad, «tiene» libertad, y la tiene para algo, para perfeccionarse; no para todo, porque entonces se autodestruye. Para comprender más plenamente la libertad humana, es sumamente importante recordar que el actuar del hombre, se lleva a cabo en distintos niveles interrelacionados (físico, psíquico, metafísico), y que por tanto es válido distinguir la libertad según sea el nivel donde se realiza la acción. De éste modo, podemos distinguir la libertad «física» de la «psíquica», y de la «metafísica», sin olvidar la interrelación existente entre todas ellas; interrelación que nos permite hablar de la libertad humana como una sola. La libertad «física» en el ser humano, es ya algo totalmente distinto al mero movimiento de los animales. Sobre este último, en el lenguaje común hablamos impropiamente de un animal “en libertad”, para referirnos a un animal en su estado natural, y diferenciarlo de un animal que está “en cautiverio”. Pero esa “libertad”, no es tal, puesto que el animal se encuentra siempre fatalmente sometido a las leyes del instinto, y no tiene posibilidad de elegir. Por ejemplo, los patos 28

22

Ibídem, p. 12.


DIGNIDAD Y CONDICIÓN DE PERSONA

“en libertad”, no eligen emigrar en invierno un año al este, y otro al oeste. Llevados exclusivamente por su instinto, cada año vuelan únicamente al sur, y siempre exactamente a los mismos “santuarios naturales” donde pueden sobrevivir. El hombre, en cambio, es el único ser que teniendo en forma simultánea sed y agua, puede elegir no beber. La libertad física, “es la primera y más elemental forma de libertad, la del poder hacer tal cosa, de estarme en un lugar, de andar de un lado a otro. Puede ser, que el hombre no tenga plena libertad física o la haya perdido por múltiples razones: carencias específicas, limitaciones biogenéticas, accidentes físicos, enfermedades, encarcelamiento (...); la libertad física es limitada y limitable físicamente. Luego, no es absoluta sino limitada, relativa y subordinada a muchos factores ajenos a la voluntad del sujeto. Conocer nuestra situación de vivientes sensibles, aceptar el hecho de no tener alas para volar, sufrir la pérdida de una capacidad motriz, padecer una enfermedad neurológica o ser encarcelado por una falta jurídica, representan distintos momentos en lo que nos consta lo limitada y limitable que es nuestra libertad física.”29 Luego, y por encima de la esfera biológica, el ser humano tiene una dimensión psíquica, que permite a la persona saberse distinta y objetivar lo externo a ella. También, es en ésta dimensión donde se realiza la vida afectiva de la persona. Esa intimidad reflexiva, conduce a la persona a una actividad intencional, por la cual se pregunta y conoce el bien moral; y la posibilidad de actuar o no en consecuencia (intención que hace al acto humano moral o inmoral), hace evidente la libertad psíquica. “Llamamos libertad psíquica, a la capacidad de querer o no querer algo, de adherir o no adherir, de querer esto o aquello. Esta segunda forma de libertad, también es limitada y limitable en su orden (está 29

Miguel Ángel Mirabella. Op. Cit, p. 135. 23


FUNDAMENTOS DE LA DIGNIDAD HUMANA

limitada por el bien, del mismo modo como la inteligencia lo está por la verdad). En la vida afectiva, los sentimientos, emociones y pasiones pueden ser gobernados, ordenados, soportados, reprimidos pero no suprimidos. Se hace evidente, entonces, que la libertad psíquica está preordenada y limitada psíquicamente. Pero, sucede también que es limitable por padecimientos psicopáticos, por hábitos viciosos adquiridos o por condicionamientos socio-culturales negativos (...), la persona humana se sabe libre por su capacidad de autodeterminarse, pero como se ve, dentro de ciertos límites”.30 Como la libertad, no es un fin en sí misma (si lo fuera sería solo una palabra vacía, demagógica, y carecería de sentido), donde alcanza su razón de ser es precisamente en la consecución de su finalidad, que no es otro sino la plena realización de la persona humana. Y, como el ser humano no se agota en su corporeidad, es en el nivel metafísico donde la libertad se manifiesta en toda su grandeza. “Podemos definir la libertad metafísica, como «la posibilidad que tiene y postula para sí todo hombre, de poder hacer aquello que debe, según su naturaleza, en vistas a un ideal trascendente y perfectivo». Así entendida, la libertad metafísica pasa a ser un título de perfección ontológica, exigencia de un sujeto inteligente que pretende alcanzar, en la justicia de sus actos, la mayor perfección operativa que le otorgue un estado de permanente felicidad.”31

Capacidades del espíritu humano: el amor

El espíritu, no tiene «partes», sino «potencias» o «facultades». “Entre las facultades, hay una cohesión e interdependencia en virtud del alma de la cual emanan las potencias. Ante todo, e inmediatamente, la inteligencia y la voluntad, luego la cogitativa, la memoria, la

30 Ibídem. 31

24

Ibídem, p. 139.


DIGNIDAD Y CONDICIÓN DE PERSONA

imaginación...”32 De las potencias del espíritu humano, hemos visto ya –aunque sea someramente–, la inteligencia y la libertad. Sin pretender restar un ápice a la importancia que ellas tienen, debemos destacar que la potencia más excelsa del espíritu, la potencia que más lo dignifica y califica, es la capacidad de amar. De hecho, el sentido último de la inteligencia y de la libertad, es hacer posible el Amor, ya que sólo se ama lo que se conoce y se valora, y sólo un ser libre puede dar y aceptar amor. Pero, ni la inteligencia ni la libertad solas, llevan al ser humano a la realización en plenitud; se pueden tener muchos conocimientos y pocas limitaciones, pero sin amor, son más fuente de degradación que de realización. La plenitud humana, sólo se alcanza en el Amor (con mayúscula), es decir, en la fuerza del espíritu que lleva a la persona a salir de sí misma, para buscar el bien de otra persona. La persona, es un ser en relación, y por esa razón la persona se despliega y se realiza en comunión (común-unión) con otras. Los vínculos de una verdadera comunión, no pueden reducirse a las meras relaciones externas y funcionales, las cuales encontramos también en las abejas, las hormigas y otros animales. Los vínculos auténticos de comunión, son relaciones que surgen de un reconocimiento mutuo de la dignidad de cada quien, y que se construyen lo mismo en el plano afectivo, que en el intelectual y en el práctico. El Amor, no es pues sólo un concepto abstracto, sino la realidad más profundamente humana; el Amor, establece la relación más grande y noble de las personas entre sí. El ser humano es capaz de amar porque es persona, es decir, una substancia individual, singular, que tiene conciencia de que es ella misma y no otra, por lo cual, puede percibir a otra semejante y relacionarse con ella. El Amor, sólo es posible entre personas y no entre piedras, plantas o animales. Es en el Amor, donde el valor y 32

Alberto Caturelli. Op. Cit, Reflexiones para... p. 197. 25


FUNDAMENTOS DE LA DIGNIDAD HUMANA

dignidad de la persona humana, aparecen con más fuerza, por lo que también es aquí donde la misma palabra «persona», adquiere su mayor relevancia frente a la palabra «individuo». “El término «persona», se ha escogido para subrayar que el hombre no se deja encerrar en la noción «individuo de la especie», que hay en él algo más, una plenitud y una perfección de ser particulares, que no se pueden expresar más que empleando la palabra «persona».”33 Superando su etimología (la máscara que usaban los actores en el teatro griego y que amplificaba su voz), la palabra “«persona», ha pasado a significar «dignidad», e incluye dos cosas: autonomía en el ser, y espiritualidad. Y ambas, se realizan en un sujeto singular, único, existente (...) La persona, significa el sujeto singular en su profunda y total realidad, la misma que designa el pronombre personal «yo», «tú».”34 Si el «yo», surge de la conciencia de ser uno mismo, el «tú», surge del percibir a quien es «semejante» a mi, pero que no es «yo», y cuyo bien debo procurar. El refrán popular que dice “el amor es ciego”, no es correcto, pues por lo general, obedece a una visión miope que reduce la relación entre un hombre y una mujer, solo a la dimensión de lo sensible (romanticismo). Pero, el Amor no es exclusivo de la relación hombremujer, pues es extensivo a cualquier relación interpersonal (padres e hijos, hermanos, amigos, etc.), y superando el aspecto físico, permite descubrir lo que realmente hay de valioso en la persona amada. Más allá del aspecto físico y de los sentimientos que, siendo importantes, nunca dejarán de ser secundarios, pues siempre serán como la cáscara de la cebolla, mirar al prójimo con amor, es descubrir su verdadero valor y dignidad. Con toda razón Romano Guardini decía que, sólo el amor nos permite ver a otro tal como es.

33

34

26

Karol Wojtyla. Op. Cit, p.14. Abelardo Lobato. Persona Humana. Artículo publicado en la revista Vertebración. N°. 27, p. 26-27.


DIGNIDAD Y CONDICIÓN DE PERSONA

Desgraciadamente, con demasiada frecuencia también reducimos el Amor (ágape), a un mero «querer» (eros), y de esa reducción surgen las confusiones. El Amor (ágape), busca el bien para otro; el querer (eros), busca el bien para uno mismo. Por eso, es legítimo querer las «cosas» que me pueden proporcionar algún bien; pero una persona no es una cosa, y por lo mismo, nunca será correcto tratar a una persona como cosa. Por tanto, el «querer» a una persona, sólo será correcto si tal «querer», es previamente gobernado por el Amor, pues él evitará que se trate a la otra persona como objeto, como cosa. “Manuel Kant, formuló este principio elemental del orden moral en el imperativo: «Obra de tal suerte que tú no trates nunca a la persona de otro simplemente como un medio, sino siempre, al mismo tiempo, como el fin de tu acción». A la luz de estas consideraciones, el principio personalista ordena: Cada vez que en tu conducta, una persona es el objeto de tu acción, no olvides que no has de tratarla solamente como un medio, como un instrumento, sino ten en cuenta del hecho que ella misma tiene, o por lo menos debería tener, su propio fin. Así formulado, este principio se encuentra a la base de toda libertad bien entendida, y sobre todo de la libertad de conciencia.”35

Valor absoluto de cada ser humano

“Tienen razón los pájaros cuando atacan a picotazos, hasta la sangre, al pájaro que no es como los otros, porque aquí la especie es superior a los individuos singulares. Los pájaros son todos pájaros, ni más ni menos. En cambio, el destino de los hombres no es ser «como los otros», sino tener cada uno su propia particularidad.”36 En efecto, Napoleón, Vivaldi y Newton tuvieron en común la naturaleza humana que los hizo ser hombres; pero lo que hizo que Napoleón 35

36

Karol Wojtyla. Op.Cit, p. 22. S. Kierkegaard. Diario, IX A 80. Citado por Rodrigo Guerra, Op. Cit, p. 147. 27


FUNDAMENTOS DE LA DIGNIDAD HUMANA

fuera Napoleón, Vivaldi fuera Vivaldi, y Newton fuera Newton, sólo pudieron tenerlo cada uno de ellos. Lo mismo ocurre con cada uno de nosotros: mi «yo», no es intercambiable con nadie. “Aun cuando existan muchas personas, cada persona existe como si ella fuera la única. Veamos esto con más cuidado: cuando considero a un individuo –digamos una mosca–, éste individuo se muestra como una realidad menor que la totalidad de los miembros de su especie. Aquí, es donde aparecen las relaciones cuantitativas fundamentales referentes a lo más grande o a lo más pequeño, y que pueden ser relevantes en los entes que son «parte» de un «todo» mayor. Ahora bien, las personas en cuanto personas no están proprie sujetas a este tipo de leyes cuantitativas. Evidentemente, el cuerpo puede ser «medido», y los individuos humanos, pueden ser «sumados» o «restados». Sin embargo, para realizar esto, la consideración de la persona se realiza en función de una formalidad particular –la cantidad–, y no en función de la persona como tal. La persona, es irreductible a su dimensión cuantificable. Ningún agregado de personas vale más, es más, «cuenta más» que una sola.”37 En efecto; personas son los hombres reales que existen, uno por uno, y no el hombre tomado en abstracto; y cada persona, una por una, posee por el simple hecho de que ya «es», una dignidad tan excelsa, que debe ser afirmada por sí misma y no por otra cosa. “Así es como a partir del descubrimiento de la dignidad, como principio, es posible formular una norma primaria para la acción, la norma personalista de la acción: persona est affirmanda proper seipsam!, ¡hay que afirmar a la persona por sí misma¡, nunca hay que usarla como medio.”38 Lo que constituye la singularidad absoluta de cada persona, no es únicamente la individualidad que hace que nadie pueda vivir por otro, ni alimentarse o dormir por otro (lo que también ocurre en 37

38

28

Rodrigo Guerra, Op. Cit, p. 91-93. Ibídem, p. 145.


DIGNIDAD Y CONDICIÓN DE PERSONA

la individualidad animal), sino el hecho de que el alma espiritual de cada persona, subsiste en sí misma y por sí misma. “La persona, incluye una totalidad en el ser, una realidad completa, a la que nada le falta, y por ello queda terminada en sí misma y constituye un individuo, distinto de los demás y clausurado en sí mismo (...) Por ello, la persona resulta un ser singular, bien distinto de los demás, incomunicable en el ser real que le pertenece.”39 En este sentido, es muy importante hacer notar que, por paradójico que parezca, el punto de partida de toda comunicación, es precisamente la incomunicabilidad ontológica de la persona, pues, como explica el Dr. Caturelli, “reconocemos que el problema de la comunicación supone, por un lado, alguien que es capaz de comunicar-se y, por otro, alguien a quien comunico (...) Se dice incomunicabilidad ontológica, porque en ese plano, la persona no es la otra ni lo otro, tiene sus propios límites metafísicos; como si dijéramos que Pedro, como tal, no es Pablo (...) Pedro y Pablo son incomunicables. De ahí, que haya adelantado que, si existe alguna comunicación, será a partir de aquella incomunicación ontológica que es su fundamento. En efecto, la persona, en cuanto individualidad intransferible, expresa su propia unidad interna, que evidencia su distinción de los demás. Más aún: mientras la persona sea más una, será más distinta, más sí misma y no-otra.”40 Tal realidad, nos hace ver por qué en algunas circunstancias, como en la realización de un trabajo, de una función, se puede sustituir a una persona por otra, pero no es posible reemplazarla; reemplazables son las cosas, no las personas. “Cualquiera sea la disposición natural que posea, la persona no es un haber psico-físico, ni tampoco sus facultades superiores en funciones intencionales, sino una existencia novedosa, única e irrepetible, asomada desde su propia conciencia de ser, al mundo acontecido. Es precisamente en ese estarse intencional 39

40

Abelardo Lobato, Op. Cit, p. 34. Alberto Caturelli. Op. Cit. Reflexiones para.... p. 67-68. 29


FUNDAMENTOS DE LA DIGNIDAD HUMANA

ante el mundo, que la persona humana recupera la constancia de su propia dignidad como sujeto subsistente ante, con y sobre toda otra existencia temporal.”41 La singularidad absoluta de cada persona, su carácter irrepetible, incomunicable y subsistente del ser personal, confiere una mayor dimensión a la dignidad personal.

Dignidad ontológica y Dignidad moral

Podemos ahora responder a los interrogantes que nos planteamos inicialmente. ¿Tiene el ser humano una calidad que lo haga superior? La respuesta es contundente; si, realmente el ser humano tiene intrínsecamente una calidad superior. Y, ¿superior a qué? A los demás seres de los reinos mineral, vegetal y animal. ¿En qué consiste esa superioridad? En que la persona humana, además de existir y vivir, sabe que existe y busca saber para qué vive; en que, es libre para auto-realizarse y auto-determinarse; en que cada uno es único e irrepetible; y sobre todo, en que es capaz de amar. La dignidad humana, es realmente sostén de lo humano, y por ello, debe ser respetada a toda costa, so pena de deshumanizar al mundo. Por tanto, podemos afirmar con absoluta certeza, que la dignidad humana es inconmensurable; que el ser humano es invaluable y no tiene precio. Esta dignidad es «ontológica», lo cual quiere decir que la posee cada ser humano por el simple hecho de serlo, independientemente de cualquiera de sus propias características siempre accidentales, como pueden ser la raza, la estatura, el color de piel, las habilidades y capacidades físicas o mentales, o el uso que haga de ellas. Donde hay un ser humano, hay dignidad «ontológica» excelsa, la cual tiene las siguientes características: Es gratuita, pues nadie hizo nada para merecerla; nos fue dada con el ser. Es inmutable, no cambia; no la podemos acrecentar ni disminuir, siempre será la misma. Es igual en cada persona; la dignidad ontológica la posee 41

30

Miguel Ángel Mirabella. Op. Cit, p. 54.


DIGNIDAD Y CONDICIÓN DE PERSONA

en el mismo grado, lo mismo el ser humano recién concebido que el joven o el anciano, el hombre más virtuoso que el criminal más despiadado. Sin embargo, como ya lo hemos visto, por naturaleza la persona humana es «perfectible», y está ordenada a desarrollarse y perfeccionarse a sí misma por medio de su inteligencia y libertad. Hacíamos notar que esta responsabilidad, constituye una de las grandes notas de la dignidad «ontológica». Precisamente porque el ser humano es libre, necesariamente, cada persona cumplirá en distinto grado con su responsabilidad de auto-perfección, por lo que, a su dignidad «ontológica» (gratuita, igual e inmutable), podrá agregar una dignidad de otras características: una «dignidad moral». A diferencia de la ontológica, la «dignidad moral» no es gratuita, no está dada, inicia “de cero” en cada uno, y deberá ser conquistada poco a poco y no sin esfuerzo; cambia, pues lo mismo puede crecer que disminuir, e incluso, desaparecer; es diferente en cada persona, pues depende del uso que cada quien haga de su libertad. Es, en el orden moral, donde podemos hablar de diferencias en la dignidad de la persona, porque sólo moralmente, es diferente el valor que existe entre un hombre de bien y un criminal, entre una persona trabajadora y un vago consuetudinario, entre un ser auténticamente libre y un esclavo de sí mismo. “El hombre, está llamado al desarrollo de su ser mediante el uso de la libertad. Y para ello, se le ha dotado de una estructura congruente a su destino, es un ser racional, inteligente y volente, capaz del bien y del mal. Una de las dimensiones constitutivas del ser humano, es la dimensión moral, la condición ética. Debido a ello, se habla en el hombre de un «sentido moral» (...) El hombre, es un ser moral por su condición de ser libre, porque es capaz de dirigirse por si solo al

31


FUNDAMENTOS DE LA DIGNIDAD HUMANA

fin.”42 Y, es precisamente por su condición de ser libre, que el hombre es capaz de promover y respetar la dignidad de «los otros», y la suya propia, o bien, es capaz de atentar contra ella, sin olvidar que nadie puede atropellar la dignidad de otro sin lastimar a su vez, su propia dignidad. Podemos concluir el presente capítulo, afirmando categóricamente, que el ser humano no es un objeto, una cosa igual a otras cosas; que cada persona, en cualquier tiempo, lugar y circunstancia, tiene un valor intrínseco, digno por el simple hecho de ser, y que esa dignidad (ontológica) debe ser reconocida y respetada por todos, desde el inicio de la vida de la persona en el seno materno, hasta su natural extinción. Este respeto al estatuto ontológico de la persona humana, obliga a todos, independientemente de las convicciones políticas, ideológicas o religiosas que se profesen. Tal es el mínimo que debe respetarse –y exigirse–, si queremos que la convivencia entre los hombres y los pueblos sea realmente HUMANA.

42

32

Abelardo Lobato. El «sentido moral» en situación de peligro en la cultura contemporánea. Revista Vertebración. N°. 30, p. 4.


CAPÍTULO SEGUNDO

FUNDAMENTO DE LOS DERECHOS HUMANOS Y FUNDAMENTO DE LA DIGNIDAD

Antes de abordar este tema es imprescindible, establecer la distinción entre dignidad y derechos humanos, porque si bien son dos realidades íntimamente ligadas, no son lo mismo. La dignidad, es una realidad anterior a los derechos. Aunque en forma muy deficiente, la Declaración Universal de los Derechos Humanos, proclamada por la ONU en 1948, hace esta distinción en su “preámbulo” al decir: “Considerando que la libertad, la justicia y la paz en el mundo tienen por base el reconocimiento de la dignidad intrínseca «y» de los derechos iguales e inalienables de la familia humana”. Con base en esta distinción, abordaremos primero el tema del fundamento de los derechos humanos, y posteriormente el del fundamento de la dignidad. La terrible experiencia del pasado reciente, hace del todo evidente la enorme importancia y trascendencia, que tiene el tema del fundamento y respeto de los derechos humanos. Sin embargo, con demasiada frecuencia, el tema es abordado con una gran superficialidad, y lo que es aún peor, entre quienes han buscado fundamentar los derechos humanos nos encontramos con pensadores “como Norberto Bobbio, (quien) afirmará en 1964 de manera particularmente contundente, que es una «ilusión» indagar el fundamento de los derechos humanos (...); para Bobbio toda búsqueda de fundamento es infundada.”43 43

Rodrigo Guerra. Op. Cit, p.17. 33


FUNDAMENTOS DE LA DIGNIDAD HUMANA

El drama que producen posiciones como ésta, es que negando los fundamentos, se termina jugando con el ser humano. Igualmente, es necesario mencionar que algunas corrientes de pensamiento sí ofrecen respuestas, pero estas son inconsistentes o cuando menos insuficientes. Y, el más elemental sentido común, nos lleva a afirmar, que algo de tanta importancia no puede fundamentarse en algo vago e impreciso.

Fundamentos que no lo son

La corriente de pensamiento más difundida en el mundo occidental, sobre el fundamento de los derechos humanos, sostiene que éstos tienen su origen en «el consenso universal», es decir, “en la opinión de todos”, lo cual quiere decir que los derechos del ser humano provienen de la opinión de otros hombres. Esa concepción, propia del positivismo jurídico, se difundió ampliamente tras la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano, durante la Revolución Francesa de 1789, que en su artículo sexto señalaba: “La Ley es la expresión de la voluntad general”. En la actualidad esta versión es sostenida por algunos pensadores «postmodernos», como Jürgen Habermas. Pero, de ser cierta esta versión, no tendría sentido preguntarse si determinado derecho corresponde a la dignidad del ser humano, pues desde tal “fundamento”, no sería posible hablar estrictamente de derechos «humanos», sino solo de derechos «opinables» y por tanto, relativos y sobre todo, «revocables». De hecho, aceptar que el fundamento de los derechos humanos es el consenso o la voluntad general –siempre frágil y cambiante–, es aceptar que simplemente los derechos humanos no existen como tales. Otra corriente de pensamiento es el «constructivismo», el cual parte operativamente de unos principios captados por intuición, pero que difiere esencialmente, de la concepción del «consenso». 34


FUNDAMENTO DE LOS DERECHOS HUMANOS Y FUNDAMENTO DE LA DIGNIDAD

El «constructivismo», “corresponde a la concepción de Ronald Dworkin que, partiendo de los principios morales según el «modelo constructivo», de John Rawls, los pone como norma del arbitrio judicial; pero, basando esta operación no en objetivos ni en deberes, sino en derechos. De ese modo, supera el positivismo de la concepción del consenso (...), pero no profundiza en la naturaleza real del hombre, en todas sus dimensiones y relaciones, sino únicamente en su libertad y su igualdad.”44

El fundamento en el «Derecho natural»

En el lenguaje común, la palabra «derecho» es equívoca, pues tiene diferentes significados; por ejemplo, se toma como sinónimo de «directo» (ir derecho a un lugar), o bien como lo contrario a «torcido» (un árbol que no creció derecho). Pero, el sentido que nos interesa es el referido al ámbito jurídico, es decir, el ámbito de las relaciones entre los seres humanos. En éste sentido, la palabra «derecho», designa al orden social justo; por lo mismo, el derecho será un fenómeno estrictamente humano.

“Cuando hablamos de derecho, hacemos referencia a un orden, esto es, a una disposición determinada de las personas en sociedad (situaciones y relaciones jurídicas) y a la conducta social. Como todo orden, el derecho exige la regla o medida de ese orden, es decir, la ley. El derecho, sin embargo, no se confunde con la ley, que es sólo su norma o regla ordenadora.”45 Aunque sólo es posible hablar de «derecho», cuando hay relaciones entre personas, no todas las relaciones humanas son objeto del derecho, sino únicamente 44

Juan Vallet de Goitysolo. Esbozo de una metodología de los derechos humanos. Verbo N°. 311, p. 19. 45 Miguel Sancho Izquierdo y Javier Hervada. Compendio de Derecho Natural. Publicaciones de la Facultad de Derecho de la Universidad de Navarra. 1980. Vol. I, p. 33. 35


FUNDAMENTOS DE LA DIGNIDAD HUMANA

aquellas que tienen carácter de obligatoriedad. “El derecho, se refiere a relaciones sociales de justicia, esto es, que abarca y se circunscribe a aquellas leyes y a aquellas relaciones sociales que tienen por objeto lo mío, lo tuyo, lo suyo, aquello que le es debido obligatoriamente al hombre, porque de un modo u otro, es suyo. La idea de justicia, es inseparable de la idea de debitum (lo debido a otro); el derecho será, pues, aquel orden social que tenga por objeto, lo debido a otro.”46 Conforme a lo anterior, y siendo «la ley» “la regla o medida” del orden social, y en cuanto existen leyes «puestas» por el hombre, y leyes «dadas» al hombre, en el derecho nos encontramos con dos vertientes: el «positivo» y el «natural». “Al conjunto de los componentes del derecho, puestos por el hombre, lo llamamos derecho positivo; y el conjunto de los componentes del derecho que tienen su origen en la naturaleza, ha recibido comúnmente el nombre de derecho natural.”47 Por tanto, resulta claro que: “derecho natural, será aquella parte del orden jurídico que proviene de la naturaleza del hombre.”48 El derecho natural, se revela así, como verdadero fundamento de los «derechos humanos». Ciertamente, ello no elimina la necesidad de una legislación positiva «justa», que defienda y promueva los derechos vitales de la persona, lo cual obliga a la autoridad política correspondiente a legislar, conforme a sus propias normas y procedimientos. Pero, “es importante no confundir el fundamento político de un procedimiento orientado a la actividad legislativa, con el fundamento real de los derechos de la persona como tal.”49 “Los derechos humanos, como algo que «concierne» al hombre, sólo pueden formularse sobre la base de lo que el hombre «es». Sólo el previo conocimiento acerca del ser y la esencia del hombre, abre la posibilidad

46

Ibídem, p. 36-37. Ibídem, p. 42. 48 Ibídem, p. 53. 49 Rodrigo Guerra. Op. Cit, p. 197. 47

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FUNDAMENTO DE LOS DERECHOS HUMANOS Y FUNDAMENTO DE LA DIGNIDAD

de definir sus derechos vitales.”50 Y como el hombre «es» una unidad de cuerpo y espíritu, y no un mero amontonamiento de partes, una concepción integral de la persona humana es indispensable, para una correcta formulación de los derechos humanos. En ésta perspectiva integral, nos encontramos con la corriente de pensamiento que accede y aglutina los primeros principios de la ley natural, proyectándolos a la realidad de la naturaleza humana y sus relaciones. “El paradigma de ésta concepción, se halla en Santo Tomás de Aquino, aunque no empleara la expresión «derecho» para designar su contenido en sentido subjetivo. Partiendo de los primeros principios de la ley natural, correspondientes a nuestras primeras inclinaciones naturales y racionales, se proyectan sus conclusiones, próximas y remotas, conjugándolas, en recíproca interacción, con la consideración de lo justo, en cada caso, ex ipsa natura rei y secundum aliquid quod ex ipsa conseguitur (de la naturaleza misma de las cosas y lo que de ellas se sigue).”51 “Santo Tomás, señala tres grandes principios sintetizadores de los derechos naturales, según se refieran dichos principios a todos los seres; o solamente a los seres con vida; o sola y exclusivamente al hombre (...) Hay un principio común a todo ente, y es el de autoconservación. Todo ser resiste a su destrucción, desde la piedra al vegetal; desde el animal al hombre. De allí surge un primer derecho natural, que corresponde a la realidad misma del ser humano, y es el derecho a la vida. De este derecho, derivan numerosos derechos, tales como: a la integridad física, a la salud, al trabajo, a la propiedad, etc. Hay un segundo principio común, tan sólo a los vivientes, y es el de perpetuación de la especie. De allí, surge un segundo derecho natural, y es el derecho a la familia, del cual derivan numerosos derechos, 50

Helmut Thielicke. Esencia del Hombre. Ed. Biblioteca Herder. Barcelona, 1985, p. 42.

51 Ibídem.

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FUNDAMENTOS DE LA DIGNIDAD HUMANA

tales como el de contraer matrimonio, tener hijos, educarlos, etc. Hay un tercer principio, exclusivo del ser humano, en el universo sensible en que vivimos, y es, el principio de la libertad. De él, deriva el tercer derecho natural, y es el derecho a la libertad, del cual, a su vez, derivan numerosos derechos, tales como el de la libertad de conciencia, de expresión, de culto, de prensa, de asociación, de reunión, de participación política, etc.”52 Estos «primeros principios» de la ley natural, que se manifiestan en las inclinaciones del ser humano (a la conservación, a la procreación y a la libertad), son pues, un fundamento sólido e inamovible de los derechos humanos. Es por medio de juicios comparativos, como la razón efectúa el paso de esos principios a los denominados derechos humanos, independientemente del lenguaje que se use para expresarlos. Pero, así como los primeros principios dan su fundamento a tales derechos, también les ponen límites, los cuales, lejos de debilitarlos, los fortalecen al hacerlos reales y operativos. “Es necesario, concebir estos derechos en su justo significado. El derecho a la libertad, por ejemplo, no incluye evidentemente el derecho al mal moral, como si se pudiese reclamar, entre otros, el derecho a suprimir la vida humana, como en el caso del aborto, o el derecho para usar substancias nocivas para sí o para los demás. Del mismo modo, no se debería tratar de los derechos del hombre sin tener en cuenta también sus deberes correlativos, que traducen con precisión su propia responsabilidad, y su respeto de los derechos de los demás y de la comunidad. El conjunto de los derechos del hombre, corresponde efectivamente a la sustancia de la dignidad del ser humano, comprendido en su integridad y no reducido a una sola dimensión.”53

52

Pedro Enrique Baquero Lazcano. La Globalización y el Derecho natural de las Naciones. p. 13-14. 53 Juan Pablo II. Alocución al Cuerpo Diplomático. 14 de enero de 1980. 38


FUNDAMENTO DE LOS DERECHOS HUMANOS Y FUNDAMENTO DE LA DIGNIDAD

Objeciones al Derecho natural

Las principales objeciones que se hacen al Derecho natural, provienen de aquellos que dan un significado parcial e insuficiente, del concepto de «naturaleza». También, provienen de considerar que la aceptación de los postulados del derecho natural, conducen a una paralización al progreso y desarrollo que el hombre puede alcanzar por medio de sus realizaciones; así se toma lo «natural» y «artificial», como mutuamente excluyentes. “Hoy, está de moda rebelarse contra el derecho natural, despreciarlo. Hay que darse cuenta de por qué sucede esto. Pienso que el hombre que espontáneamente rechaza el derecho natural, pretende defender la especificidad de la actividad humana, la realidad presentada por los actos de la persona.”54 Analicemos estas dos objeciones. Por lo que se refiere a la concepción parcial del concepto de «naturaleza», “sin duda será el significado que atribuyen a esta noción los fenomenalistas, pero quizá también los fenomenólogos. Se puede decir que, desde su punto de vista, la naturaleza es como el sujeto de una actualización instintiva. Tiene, por tanto, un significado más estricto y limitado.”55 Un ejemplo de lo anterior sería, el crecimiento del cuerpo de la persona, según las leyes biológicas, pues dicho crecimiento (actualización) ocurre «en» la persona, pero no es obra «de» la persona. “En cambio, la naturaleza, en sentido por así decir tradicional, en el sentido metafísico, es la esencia de una determinada cosa, tomada como origen de toda actualización (...) En este sentido, la naturaleza está integrada en la persona. Boecio, y con él toda la escuela tomista, da esta definición de la persona: persona est rationalis naturae individua substantia (persona es la substancia individual de naturaleza racional) La definición del derecho natural, es: est 54 55

Karol Wojtyla. Mi visión del hombre. Ed. Palabra. Madrid, 1997, p. 353. Ibídem, p. 354. 39


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participatio legis aeternae in rationali creatura (la participación de la ley eterna en la criatura racional) (...) No hay duda de que, al ser racional, le corresponde un ordenamiento racional. A partir de estas afirmaciones elementales, se ve que el derecho contiene, no tanto una arbitraria injerencia de la razón subjetiva en el mundo objetivo, sino más bien, una orientación fundamental hacia un ordenamiento objetivo. Se trata, por tanto, de un orden de valores.”56 Lo anterior significa que, siendo el hombre “de naturaleza racional”, en lo que al hombre respecta, lo natural en él es actuar conforme a la razón. “Ahora bien, el hombre actúa en virtud de la razón, y la razón está abierta «a muchas cosas», puede «tener diferentes concepciones sobre el bien». Precisamente por eso, el «caso normal» o lo que se da regularmente (por ejemplo, el alto índice de abortos o de asaltos), no es un criterio decisivo para determinar lo bueno y natural. Sino al revés: sólo el conocimiento del bien mismo nos puede revelar qué es lo peculiar del hombre, lo normal y por tanto también natural para él, y en qué consiste, por tanto, la perfección correspondiente a la naturaleza humana (...) El concepto «naturaleza humana», no es el concepto de un mero fenómeno natural (como el ciclo de las estaciones), o de una mera teleología (intención final) de la naturaleza, sino que incluye en sí mismo la función ordenadora y normativa de la razón. La «naturaleza humana», sólo es allí donde la razón perteneciente a esa naturaleza, ha ordenado lo meramente natural de conformidad con la razón (...) Por paradójico que parezca: para saber qué es la «naturaleza humana», o para interpretarla adecuadamente, tenemos que conocer antes lo «bueno para el hombre»”57 Por lo que se refiere al aparente conflicto entre lo «natural» y lo «artificial», éste tiene su origen en la defensa de una libertad mal entendida; en una libertad ideologizada y por tanto, concebida como ilimitada, por lo cual se percibe a lo natural como una “amenaza” a la 56 57

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Ibídem. p. 357. Martin Rhonheimer. La perspectiva de la moral. Ed. Rialp. Madrid, 2000, p. 193-194.


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libertad. “Si la consideramos (a la libertad) como no determinada en absoluto, como una independencia total, como ausencia de cualquier limitación, entonces, en esa definición, está contenida, obviamente, la exclusión de cualquier derecho natural.”58 Ciertamente, como ya señalamos en el primer capítulo, al tocar el tema de las capacidades del espíritu humano, la libertad es uno de los mayores dones que tiene la persona humana. Pero, cuando algo se absolutiza, se desfonda y se pervierte; y cuanto mayor valor tiene aquello que se absolutiza y se pervierte, mayor será el daño que provoca. Por ello, absolutizar la libertad no sólo destruye la libertad real, sino que abre la puerta de par en par a todo tipo de violaciones contra el orden natural y contra la dignidad del ser humano, como lo ha demostrado hasta la saciedad, la historia reciente. Únicamente los hombres, en cuanto dotados de inteligencia y de libertad, tienen la capacidad de tales violaciones. Los animales, jamás han atentado ni podrán atentar contra la naturaleza, como tampoco jamás podrán defenderla y cultivarla. “Pero, volvamos a la diferencia entre lo artificial y lo natural (...) Figuras geométricas de dos dimensiones y los motores de combustión interna son artificios... Artificial es aquello cuyo origen está en la inteligencia (humana), por contraposición a lo puramente natural, que es lo dado por el nacimiento (...) El microscopio y el altavoz, son instrumentos que potencian las capacidades de los sentidos (...) Llevemos el caso al extremo: volar en una cápsula espacial. El metabolismo humano, se trastorna gravemente cuando vive fuera de la atmósfera. Nuestro organismo, requiere de la gravedad terrestre. Viajar al espacio, implica llevar a nuestro cuerpo más allá de su naturaleza física. En aras de la ciencia, la NASA coloca todo tipo de «muletas» y «prótesis» a los astronautas. Poco les importa si el planeta tierra es el hábitat natural del ser humano (...) Me llama la atención, que esto no sea considerado contra naturam, sino solo «artificial». 58

Karol Wojtyla. Op. Cit, p. 359. 41


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Si entendemos «natural» como lo «dado», todo objeto artificial es no-natural. La neoescolástica apunta, sin embargo, que lo natural es la teleología (propósito o intención; final de un trayecto) y no el puro factum (hecho). Los aparatos de la cápsula espacial, no atentan contra la naturaleza, pues se adecuan a unas tendencias igualmente naturales.”59 El aparente conflicto, entre libertad y Derecho natural, desaparecerá en el momento en que la libertad y la razón humanas sean apreciadas en todo su valor, pero subordinadas racional y libremente a la ley natural; ley que el hombre no legisló, pero que de su acatamiento o no, depende el respeto a los derechos de las personas. Como acertadamente señalaba Juan Pablo II, el rechazo a la ley natural produce dos serios problemas: por una parte, “la difusión entre los creyentes de una moral fideísta”, y por otra, “falta una referencia objetiva para las legislaciones, que a menudo se basan solamente en el consenso social, haciendo cada vez más difícil, el que se pueda llegar a un fundamento ético común a toda la humanidad.”60

El Derecho natural: fundamento suficiente para los derechos humanos, pero insuficiente para la dignidad humana

Debemos distinguir – y distinguir no es separar– entre la dignidad que surge de lo que el hombre «es», de los derechos inherentes a esa misma dignidad. De esta distinción (de la cual ya hablamos en el inicio del presente capítulo), surge una pregunta: ¿los derechos humanos y la dignidad tienen el mismo fundamento o se fundamentan en algo diferente? Como ya hemos visto, el derecho natural proporciona el fundamento suficiente a los derechos humanos, y su acatamiento

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Héctor Zagal. Naturaleza y creación: la falacia naturalista y la ética aristotélica. Libro Anual del ISEE. México. 2003. Vol. 2 N° 5, p. 83-84. 60 Juan Pablo II. Discurso a los participantes en la sesión plenaria bienal de la Congregación para la Doctrina de la Fe. 6 de febrero de 2004. Zenit. ZS 040206. 42


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garantiza el respeto de los mismos. Pero, ¿también el derecho natural es suficiente fundamento para la dignidad de la persona humana? Aunque el derecho natural, en cuanto «derecho», tiene por objeto “lo debido a otro”, y por tanto obliga al cumplimiento de las «leyes» inscritas en la naturaleza del hombre (y por eso es suficiente para fundamentar los derechos humanos), la dignidad trasciende a las mismas leyes naturales y por ello es que el derecho natural –aunque defienda la dignidad–, no puede fundamentarla. Ciertamente, la dignidad de la persona es manifiesta por su evidente superioridad natural sobre las piedras, los vegetales y los animales; pero esa superioridad, es solo una tenue manifestación de la grandeza de la persona. Dicho de otro modo, la dignidad humana no es únicamente una superioridad dentro de un mismo orden, sino que es una superioridad basada en un orden distinto. “La realidad es, que la persona es esencialmente distinta de los animales y de las cosas y que, incluso en aquellas dimensiones en las que pueden parecer más similares, como las físicas o sensibles, difieren profundamente. La sensibilidad humana, por ejemplo, no es una sensibilidad animal que, en un cierto instante, cuando llega al nivel de lo espiritual, se hace humana; es humana desde el origen, por su misma constitución. Y, lo mismo ocurre con la tendencialidad y los deseos. Son cualidades distintas de las de los animales desde el principio, puesto que éstos se rigen por el instinto mientras que el hombre, se rige en un marco de inteligencia y libertad que opera ya desde la infancia.”61 Mientras que un cachorro de león solo podrá llegar a ser un león, un niño, podrá llegar a ser un científico o un poeta, un militar o un médico, un artista o un técnico, un santo o un criminal. Esa capacidad que tiene el ser humano de, en cierto modo hacerse a sí mismo a partir de lo que se le ha dado, revela sin lugar a dudas, que 61

Juan Manuel Burgos. El Personalismo. Ed. Palabra. Madrid 2000, p. 181. 43


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efectivamente “la persona es esencialmente distinta de los animales y de las cosas”. Así pues, es evidente la distinción entre «dignidad» y los «derechos» inherentes a ella. Tal distinción, hace igualmente evidente, que es la dignidad humana el fundamento, ya no meramente suficiente sino pleno de los derechos humanos. Pero, esto significa que el fundamento de la dignidad de la persona humana, tampoco lo encontramos en el derecho natural; luego, hay que buscarlo en otro lado. Debemos insistir en la importancia, de fundamentar la dignidad del hombre, pues de lo contrario tarde o temprano se terminará jugando con el ser humano. Y si para fundamentar los derechos humanos, eliminamos los supuestos fundamentos del consenso, del positivismo jurídico etc, con mayor razón debemos desecharlos como fundamentos de la dignidad. Otros horizontes de búsqueda En un horizonte encerrado en el ámbito de lo físico, la mirada clavada al suelo, no nos permitirá encontrar el fundamento de la dignidad humana, por la sencilla razón de que ésta no es física; no de-pende de la naturaleza física de la persona. La dignidad humana, no depende de la salud, fuerza, raza, cultura etc., de la persona; la tienen lo mismo personas débiles o fuertes, sanas o enfermas, niños o ancianos, instruidos o analfabetas. Es necesario pues, levantar la mirada a un horizonte que está más allá de lo físico; es decir, al horizonte meta-físico. Para ello, es necesario eliminar primero los prejuicios que, a lo largo de los dos últimos siglos, impuso la mentalidad positivista y cientificista; mentalidad que ha llevado a un verdadero “eclipse de lo humano”. “La causa próxima de esta mentalidad, la podemos encontrar en el tremendo éxito alcanzado por la ciencia experimental. En efecto, los numerosos logros de la ciencia en campos como la física, la medicina, la biología, etc., llevaron a una enorme valoración del método 44


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experimental, del conocimiento científico y de las realidades físicas. Frente a las oscuridades que presentaban las ciencias humanas, las jergas ininteligibles de los filósofos idealistas y la continua discusión de lo que parecía ya sólidamente establecido, la ciencia experimental aparecía como un saber seguro, preciso, acumulativo y con unas repercusiones prácticas increíbles e inesperadas (teléfono, luz eléctrica, automóvil, aviación, etc.). Todo esto, llevó a muchos a pensar que el método científico era el único método de conocimiento válido y, yendo más allá, que las únicas dimensiones que realmente existían eran las físicas y materiales (...) Se empezó a considerar, que los aspectos de la realidad que quedaban fuera del alcance de este método, eran entidades ficticias, inventadas por la inteligencia del hombre, y que no tenían una existencia auténtica. La teoría de la evolución, supuso un apoyo importante para esta visión, puesto que – en su versión radical–, afirmaba que el hombre no era más que un producto de la evolución a partir de elementos materiales simples de carácter físico (...) No había en el hombre, por tanto, una dimensión espiritual ni capacidades espirituales, sino habilidades con origen en una realidad material, más evolucionada que en las plantas y los animales. Esta versión radical de la teoría de la evolución, condujo por otro lado, a un descrédito de la religión, puesto que «explicaba» de modo científico, realidades que para la religión tenían origen sagrado. La religión aparecía así, como un intento por parte del hombre de justificar su propia ignorancia.”62 El resultado de esa mentalidad cientificista y positivista, fue que –conceptualmente–, el ser humano quedó reducido a un mero conjunto de elementos físico-químicos. Su inteligencia, su libertad, su afectividad, su comportamiento, no serían sino, el resultado de secreción de hormonas como la oxitocina, vasopresina y depamina; 62

Ibídem, p. 13-14. 45


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complejas conexiones físico-químicas del cerebro que anularían toda responsabilidad en el actuar humano. Evidentemente, para esta mentalidad toda consideración moral queda descartada, e incluso no ha faltado quien, como el sociobiólogo E. Wilson, afirme que la ética “es una ilusión con la que nuestros genes nos han engañado por su valor de supervivencia.”63 Esta mentalidad, que tan burdamente “tuerce el brazo” a la ciencia para apuntar conclusiones extra-científicas, ha sido la principal responsable del “eclipse de lo humano”, y debe ser superada pues lo que está en juego no es el prestigio de la ciencia, sino la dignidad de la persona humana. Y no olvidemos, que “un rasgo esencial de cualquier civilización que merezca ese nombre, es el sentido y el respeto de la dignidad de la persona humana.”64

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Citado por Nancy Pearcey, en World Magazine. 13 de Marzo, 2000. Jacques Maritain. Los derechos del hombre. Ed. Palabra. Madrid, 2001, p. 14.


CAPÍTULO TERCERO

EL HORIZONTE METAFÍSICO DE LA DIGNIDAD HUMANA

Importancia de la realidad metafísica

Sin duda, la Capilla Sixtina, esa extraordinaria obra de arte que es visitada cada día por cientos de personas, está hecha de piedra, yeso y pintura; pero si los guías de turistas quisieran explicarla exclusivamente en base a los datos físico-químicos de sus componentes serían tachados, cuando menos, de idiotas. Porque la Capilla, es mucho más que piedra, yeso y pintura; y la misma técnica que se usó para pintarla, siendo algo importante, tampoco permitiría explicarla. Para comprender y explicar plenamente la Capilla Sixtina, es totalmente necesario ir más allá de lo físico, y adentrarnos en el espíritu que impulsó a su creador (en éste caso Miguel Ángel), a pintar lo que pintó. Dicho de otro modo, para explicar cabalmente, la Capilla Sixtina, es necesario ir al horizonte metafísico. Guardando la distancia que existe entre una obra de arte –por genial que sea–, y el ser humano, análogamente, podemos afirmar que es absurdo pretender comprender y explicar al hombre mediante el análisis de sus componentes físicos. Y, en el caso de la dignidad de la persona humana, ni siquiera el análisis de sus cualidades espirituales es suficiente, pues la dignidad no de-pende de ellas. La inteligencia y la voluntad, son cualidades espirituales que posee cada ser humano, aunque sea en potencia (como en el caso de los recién nacidos), 47


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pero estas cualidades sufren modificaciones, se desarrollan más en unos que en otros, y si de ellas dependiera la dignidad «ontológica», tendríamos que afirmar que ésta es igual a la dignidad «moral»65, y que también se desarrolla o se pierde, lo cual abriría las puertas para “justificar” la eliminación de niños, enfermos, ancianos, analfabetas, flojos, etc. La dignidad humana es «ontológica», precisamente en el ser de la persona en cuanto tal, por lo que la ontología de sus facultades, tanto físicas como espirituales, es secundaria. Por ello, del mismo modo que podemos afirmar que una persona es más joven que otra, más alta que otra, más sana que otra, podemos también decir que una persona es más inteligente que otra, que una tiene más voluntad que otra, que ha aprovechado mejor sus dones que otra; pero lo que no podemos afirmar, es que alguna tenga más dignidad que otra sin atentar contra la misma dignidad. Dicho de otra forma, la dignidad no es «posterior» al ser, sino «dada» a la persona desde el momento en que ésta «es» y, por tanto, no es «producto» de alguna «evolución». Lo anterior, nos lleva necesariamente a una alternativa que no es posible evitar: o el hombre es un ser «creado», o efectivamente la dignidad humana es solo una ilusión, carente de cualquier fundamento. Esta última alternativa, por más que se le disfrace como “racional”, es despiadadamente inhumana, y la experiencia del siglo XX ha demostrado las terribles consecuencias a las que conduce. Por otra parte, es del todo evidente que “nadie puede existir antes de haber existido; de donde se sigue que la contingencia de todo ente, exige la existencia de la Causa que le confiere el ser como tal (...) Causa incausada del acto de ser en el ente. Y tal es Dios. (...) Decir que Dios no existe, solamente puede «decirse», ya que el solo hecho de poderlo «decir», es consecuencia del originario descubrimiento

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Cfr. Capítulo primero.


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del ser en el ente...Luego, solamente se puede ser ateo porque existe Dios.”66 El gran pensador y humanista francés, Gabriel Marcel, advierte: “a partir del momento en que el propio hombre niega que él sea un ser creado, le asecha un doble peligro: por un lado, se verá arrastrado – y esto es exactamente lo que constatamos en el existencialismo de Sartre–, a otorgarse a sí mismo una especie de aseidad caricaturesca, es decir, a considerarse como un ser que se hace a sí mismo y que no es sino lo que se hace; puesto que no existe nadie que pueda colmarlo, no existe siquiera un don que pueda serle hecho; un ser tal, se presenta como profundamente incapaz de recibir. Pero, desde otro punto de vista, y ligado a ello, el hombre se verá igualmente arrastrado a considerarse como una especie de deshecho de un cosmos por añadidura impensable como tal –de suerte que le veremos, a la vez y por las mismas razones, exaltarse y despreciarse desmesuradamente–.”67 Queda pues, por analizar la alternativa de la creación, la cual nos conduce a un escenario muy diferente. “Si introducimos la variable creación, en la antropología, el panorama cambia (...) Esta antropología «creatural», no pone el acento en la racionalidad ni en la capacidad de dominar los instintos. La raíz de la dignidad del ser humano, radica en su capacidad de dirigirse a Dios, esto es, de su libertad. El ser humano, es digno porque es amado por Dios, y porque él es capaz de amar a Dios. La iniciativa es divina: creando al ser humano a su imagen y semejanza lo ha hecho capax Dei (capaz de Dios). La estructura ontológica, la naturaleza, es secundaria. El nervio de nuestra dignidad, es que Dios nos ama. Por eso, porque Dios nos ama, es irrelevante si somos geniales o torpes, carpinteros o políticos, comerciantes o filósofos (...) Esta condición creatural, y no la ontología de las facultades racionales, 66 67

Alberto Caturelli. Op. Cit. Reflexiones para... p. 23. Gabriel Marcel. Los hombres contra lo humano. Ed. Caparrós Editores, Madrid, 2001, p. 60. 49


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es el fundamento de la dignidad.”68 En este escenario «creatural», el hombre es digno porque es amado por Aquel espíritu infinitamente perfecto, que existe por sí mismo, y de quien todos recibimos la existencia; y la grandeza de las acciones humanas radica en que el hombre puede corresponder al amor de Dios, y a la ley que Él nos ha dado. Sobre esto mismo, el cardenal Joseph Ratzinger escribe: “La vida humana está bajo una protección especial de Dios, porque cada hombre, por pobre o rico que sea, ya esté sano, ya enfermo, sea inútil o provechoso, nacido o nonato, enfermo incurable o rebosante de vida..., porque cada hombre lleva el aliento de Dios, cada uno es imagen de Dios. Ésta, es la razón más profunda de la inviolabilidad de la dignidad humana, y en ella se funda, en fin de cuentas, toda la civilización. Allí, donde el hombre no es considerado como estando bajo la protección de Dios, y llevando en sí mismo su aliento, se empieza a considerarle según su valor utilitario. Es el comienzo de la barbarie, que pisotea la dignidad del hombre.”69 La condición creatural del mundo (y del ser humano), es accesible, desde la lógica de un razonamiento riguroso sobre realidades tales como: el orden inscrito en la naturaleza (porque no hay orden sin una inteligencia ordenadora); o las condiciones de contingencia que tienen todos los seres del universo (todos tienen un inicio, duran un tiempo y desaparecen), desde los hombres hasta los planetas y las galaxias.70 El Dr. William Phillips, al recibir el premio Nobel de física en 1997, “no tuvo reparo en agradecer a Dios el habernos dado

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Héctor Zagal. Op. Cit, p. 89-90. Joseph Ratzinger. En el principio creo Dios. Edicep, Valencia, 2001, p. 63. Citado por H. Zagal. Op. Cit, p. 89. 70 Una de las formas en que la Astronomía moderna clasifica a las estrellas, es por el color que “delata” su duración: blancas las más recientes; amarillas las intermedias; rojizas las que están cerca de su extinción. La teoría del “Big Bang”, que busca explicar el origen el Universo, indirectamente hace también referencia a esta condición de contingencia. 69

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un universo tan hermoso e interesante, digno de ser explorado.”71 Sin embargo, éste método (camino), se recorre con mucha dificultad, y con frecuencia deriva en errores como el «panteísmo» (todo es dios), que confunde la creación con el Creador, o el «deísmo», que concibe a un creador impersonal, frío y despreocupado de su obra, a la que simplemente dio “la patada inicial”. Otro camino –más fácil y seguro–, es el de la Revelación, la cual no es sino la manifestación que Dios ha hecho a los hombres, en forma extraordinaria de algunas verdades necesarias y convenientes para el bien del género humano, mismas que se encuentran recopiladas en la Sagrada Escritura. Es en éste camino, donde la Teología nos descubre dimensiones insospechadas a la mera razón sobre la grandeza de la dignidad humana. Desde la perspectiva teológica, podremos hablar de una dignidad «natural», y de una dignidad aún mucho mayor: la dignidad «sobrenatural».

La dignidad «natural» de la persona en la perspectiva teológica

Lo mismo, la religión Judía que las Iglesias Protestantes y la Iglesia Católica, coinciden en señalar que, el primer y más importante aporte de la Revelación sobre la dignidad del ser humano, es el hecho de haber sido creado “a imagen y semejanza” del mismo Creador. Es en el primer libro del Antiguo Testamento, el Libro del Génesis, donde se afirma: “Creó Dios al hombre a imagen suya; a imagen de Dios le creó, los creó varón y hembra” (Gn 1, 27) ¿Qué significa, y qué importancia tiene esta afirmación? La Teología atribuye a Dios, todas las perfecciones en toda su plenitud, y por ello afirma que es «infinitamente sabio», «infinitamente poderoso», «infinitamente bueno», etc. Además, 71

Citado por Rafael Pascual. Los científicos y Dios. Revista Ecclesia, octubre-diciembre 2003, p. 460. 51


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explica que en cuanto Creador, no ha recibido el ser de nadie sino que Él «es» por sí mismo, y que los atributos de bondad, sabiduría, omnipotencia los posee en forma «absoluta», y no «participada». Pues bien, en la perspectiva de la Revelación, cada ser humano, uno por uno, ha sido creado “a imagen y semejanza” de ese Ser que es poder, sabiduría y bondad infinitos, lo cual le confiere una dignidad extraordinariamente mayor a la que podemos deducir de la mera ontología de sus facultades. Aunque, generalmente las palabras “Imagen y semejanza”, se toman como sinónimos (por lo que pareciera que hubiesen sido empleados para ratificar el hecho), en el contexto del relato bíblico una y otra tienen un sentido de complemento, y no de sinónimo: imagen es regalo; semejanza es tarea. «Imagen», se entiende en el sentido de que la naturaleza espiritual del hombre, tiene también los atributos de inteligencia y libre voluntad que Dios tiene, aunque en el hombre no «por sí mismo» sino por regalo, por «participación» del Ser de Dios. En cambio, la «semejanza» se refiere a un proceso en el cual el hombre, ser perfectible, tiene la tarea de irse «asemejándose» cada vez más a Dios, quien es la Perfección misma. “El hombre, criatura intermedia entre los seres que son sólo espirituales y los que son sólo materiales, ocupa el primer puesto en la realidad sensible. En sentido propio, sólo él es semejanza e imagen de Dios, aunque no perfecta sino imperfecta. La semejanza es gradual, y está en relación con el grado de participación y, por tanto, de perfección. Primeramente, todas las cosas se asemejan a Dios de un modo generalísimo, en cuanto sencillamente «son»; en segundo lugar, en cuanto «viven»; y en tercero, en cuanto «entienden». Entre las criaturas mundanas, sólo en el hombre, dotado de inteligencia, actúa el supremo grado de participación, y goza de una verdadera semejanza específica. Sólo el hombre, por tanto, puede decirse verdaderamente imagen de Dios y no sólo vestigio, como lo son los demás seres. Puede decirse que, en esta antropología teológica, 52


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el hombre es el centro y vértice del mundo natural (...) el hombre, la criatura privilegiada de Dios y verdadera imagen suya, no puede ser entendida en su estructura ontológica a no ser en relación a Dios mismo.”72 Por tanto, la dignidad del hombre proviene de la relación Creador-creatura, y no de las facultades con las que el hombre ha sido dotado. Dicho de otro modo, el hombre es un ser racional y libre, porque así lo ha querido el Amor de Dios que lo creó, y no amado porque es racional y libre. “El hombre es imagen de Dios, también por la voluntad, esto es, en cuanto que, dotado de libre albedrío y con potestad sobre sus actos, es principio de sus operaciones (...) Pero su inmensa obra cognoscitiva y operativa, no tiene como fin asemejarse a sus semejantes o al mundo, sino el asemejarse progresivamente, y siempre imperfectamente, a Dios a través del ejercicio del entendimiento, cuyo objeto es la verdad; y del ejercicio de la libertad, cuyo objeto es el bien.”73 La segunda aportación, de la Teología judeo-cristiana sobre la dignidad «natural» de la persona humana, también está tomada del Libro del Génesis: el hombre es “señor de todo el mundo”. El relato de la creación del hombre dice que, una vez creado el hombre, Dios le dio una tarea: “Creced y multiplicaos, y henchid la tierra y enseñoreaos de ella, y dominad a los peces del mar, y a las aves del cielo, y a todos los animales que se mueven sobre la tierra” (Gn 1, 28). Estas palabras, no sólo indican que el hombre es «señor de todo el mundo» (enseñoreaos, dominad), sino que toda la creación fue hecha «para» el hombre, y por tanto, es ante el hombre donde todo lo creado toma sentido. El Universo entero sin el hombre, sería una realidad vacía, absurda, sin razón de ser. Especialmente en estos tiempos de exaltación de la técnica y la economía, la implicación de esta nota de la dignidad humana, extraída de la Sagrada Escritura, adquiere gran 72

Michele Federico Sciacca. El Principio de Creación, Participación y Analogía. En la revista Verbo, Madrid, N° 139, p. 1198-1199. 73 Ibídem, p. 1200. 53


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relevancia: las cosas son para el hombre, y nunca el hombre para las cosas. La tercera aportación, se desprende de las dos primeras: el hombre es digno, porque está «llamado» a participar eternamente de la misma vida de Dios. Todo el Universo ha sido creado para que el hombre, «imagen» de Dios, se sirva de las cosas y pueda alcanzar la plenitud de la «semejanza» con el Creador, lo cual sólo es posible en Dios mismo. Luego, el destino del hombre, de todos los hombres es –si quieren– poder llegar a participar, de la misma vida de Dios. “El ser humano viene de Dios creador, y vuelve a Dios glorificador (...) La existencia humana, a los ojos de la fe, es un proceso de Dios hasta Dios, un itinerario que tiene un punto de partida y un término de destino. Es todo un círculo. La gran diferencia, entre los dos momentos de un único proceso, es la distinta responsabilidad del hombre en las dos fases del itinerario. Mientras la salida es originaria, creativa y pertenece sólo a Dios, el camino de vuelta es compartido, el hombre vuelve no sólo porque es atraído de modo misterioso, por la fuerza del fin que arrastra como el amor, sino porque él, sujeto libre, necesita cooperar con quien le ha dado la libertad para decidir por donde volver.” 74 Estas aportaciones teológicas, no son una especie de “agregados” circunstanciales al ser humano que dependan de convicciones religiosas, sino fundamentos esenciales de la persona, de todas las personas, las cuales –independientemente de que sean o no aceptadas–, son las bases más sólidas e inamovibles de la dignidad «natural» que tiene cada hombre, sea éste creyente o no. Por tanto, estos fundamentos se circunscriben en la dignidad «ontológica», y tienen sus mismas características: son gratuitos, inmutables e iguales en todo ser nacido de mujer. 74 Abelardo

Lobato. El Cristianismo y la Promoción de la Dignidad Humana. En Vertebración N° 40, p. 46.

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La dignidad «sobrenatural»: de «imagen» a «hijo»

Hablar de dignidad «sobrenatural», es hablar de un orden que está por encima, es decir, «sobre» lo meramente natural. Es hablar de un orden que presupone lo natural, no para negarlo o destruirlo, sino para trascenderlo y elevarlo. Este orden, no es posible deducirlo por medios científicos, pues como explica el Dr. Caturelli: “No hay en la naturaleza del hombre, ningún elemento que exija o postule, próxima o remotamente, el orden sobrenatural. La elevación a este orden (a esta dignidad) es un favor de Dios totalmente gratuito, que rebasa y trasciende infinitamente las exigencias de la naturaleza.”75 En efecto, es exclusivamente en la Palabra de Jesucristo, recogida en los evangelios, donde podemos conocer la existencia de una dignidad infinitamente superior a la ya en sí, excelsa dignidad «natural» del ser humano: la dignidad de ser «hijos de Dios». Tal dignidad, es un regalo que Jesucristo da al hombre con su Encarnación, Muerte y Resurrección. “En el misterio de Cristo, Dios baja hasta el abismo del ser humano para restaurar desde dentro su dignidad”.76 La dignidad «sobrenatural» es pues, también gratuita, pero a diferencia de la natural, aunque es para todos, no es común a todos, ya que requiere ser libremente aceptada y muchos la rechazan, tal como dice en sus primeros párrafos el Evangelio según San Juan: “Vino a su propia casa, y los suyos no lo recibieron. Pero a todos los que le recibieron, que son los que creen en su nombre, les dio poder llegar a ser hijos de Dios.” (Jn 1, 11-12) “Todo hombre está predestinado a conformarse con el Hijo, con Jesucristo, y, por esa vía, deificarse, dar la máxima medida de lo humano. Los Padres griegos y la teología oriental, han desarrollado ese proceso ascendente del hombre por la gracia como una cierta «deificatio» del hombre. Sólo Dios puede deificar. Al hombre se le 75

Alberto Caturelli. La justicia Cristiana. En la revista Verbo, Madrid, N° 227, p. 1032. Documento de Puebla. N°. 305.

76 CELAM.

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pide que colabore con la acción de Dios, hasta lograr conformarse con la imagen de Jesucristo. Ésta, es la tarea del hombre, lograr la conformación con Jesucristo, con su misterio, con su vida, su muerte, su resurrección.”77 Y la primera e imprescindible acción que el hombre debe hacer, para colaborar con la acción de Dios, es aceptar ser bautizado, pues la vida sobrenatural se otorga con el Sacramento del bautismo, el cual hace nacer al hombre a la vida de la gracia: “El que crea y sea bautizado se salvará; el que no crea se condenará” (Mc 16, 16) El nuevo «nacimiento», que proporciona el bautismo, también requiere «crecimiento»; por eso, además del bautismo, Jesucristo instituyó otros seis sacramentos. Al requerir del concurso de la libertad humana, la dignidad «sobrenatural» tiene también la característica de ser cambiante; es decir, en cada persona puede acrecentarse o disminuir. Aunque el bautismo “imprime carácter” (otorga para siempre a quien lo recibe la condición de hijo de Dios), y otorga virtudes para crecer y perseverar, no elimina la libertad. Ser fiel o no a la gracia –con sus correspondientes consecuencias en cada caso–, es decisión de cada persona. El hijo puede renegar de su padre, e incluso cometer “parricidio”, pero no deja de ser hijo. “El hombre, se ha entendido a sí mismo como «homo viator». Porque, si por un lado es un ser que viene a la existencia, bien constituido en sus líneas esenciales, bien ensamblado en sus componentes de espíritu y materia, con su altísima dignidad de ser imagen de Dios, ser personal desde el primer instante, por otro, se advierte como ser en camino, con un potencial escondido en su interior, que debe desplegarse en el tiempo y en el espacio, como semilla que germina y crece, como caminante que sigue paso a paso la senda de la vida a través de sus actos en constante relación consigo mismo y con el mundo (...) El hombre, en la medida en que crece, se dirige hacia la plenitud de sí mismo (...) desde su ser personal, prorrumpe en actos 77

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Abelardo Lobato. Op. Cit. El Cristianismo... p. 50.


EL HORIZONTE METAFÍSICO DE LA DIGNIDAD HUMANA

libres, y a través de ellos consigue nutrirse en cuerpo y alma. Así crece, da su medida, se realiza o se pierde.”78 En aparente contradicción con la idea que señalábamos en el primer capítulo, y que dice: “por dignidad debemos entender un valor superior que no tiene precio”, en la dignidad «sobrenatural», nos encontramos que si hay un «precio». Pero es un “precio” de valor infinito, que ningún ser humano puede pagar; sin embargo, nos encontramos con el hecho de que, Alguien ya lo pagó por nosotros: “ fuisteis rescatados, no con oro o plata, cosas corruptibles. Sino con la sangre preciosa de Cristo” (1P 1, 18-19). Por tanto, cada bautizado vale la sangre de Cristo. Tal es la dignidad «sobrenatural» del cristiano.

La dignidad humana en el Magisterio de la Iglesia Católica

Especialmente en los últimos tiempos, el Magisterio de la Iglesia, ha reiterado continuamente el deber de respetar la dignidad de la persona humana. Tal insistencia, se ha debido más que por un interés teórico para profundizar en un concepto de tanta importancia, en la necesidad de mover a la defensa de la dignidad humana ante la creciente mentalidad de desprecio a las personas; mentalidad que desgraciadamente se ha traducido en un sin número de hechos cada vez más abominables y generalizados, como jamás se había tenido noticia: privación de la libertad a pueblos enteros, campos de exterminio, legalización del homicidio de bebés, secuestros, terrorismo, etc. Un apretado resumen de las proclamas del Magisterio de la Iglesia sobre este tema, es el siguiente:

78

Abelardo Lobato. Op. Cit. El Sentido Moral... p. 5. 57


FUNDAMENTOS DE LA DIGNIDAD HUMANA

De S. S. León XIII:

• “A Nadie le está permitido violar impunemente la dignidad humana, de la que el mismo Dios dispone con gran reverencia, ni ponerle trabas en la marcha hacia su perfeccionamiento.”79 • “La libertad, don excelente de la Naturaleza, propio y exclusivo de los seres racionales, confiere al hombre la dignidad de estar en manos de su propio albedrío y de ser dueño de sus acciones. Pero lo más importante en esta dignidad es el modo de su ejercicio, porque del uso de la libertad nacen los mayores bienes y los mayores males.”80

De S. S. Pío XII:

• “Quien desea que la estrella de la paz aparezca y se detenga sobre la sociedad, contribuya por su parte a devolver a la persona humana la dignidad que Dios le concedió desde el principio.”81 • En cuanto a la dignidad humana, “el varón y la mujer son absolutamente iguales”.82 • En un mundo sin Dios, “la sociedad no es más que una enorme máquina, cuyo orden es meramente aparente, porque ya no es el orden de la vida, del espíritu, de la libertad, de la paz. Como en una máquina, su actividad se ejercita materialmente, destruyendo así la dignidad y la libertad humana.”83

79

León XIII. Enc. Rerum Novarum. 30. (1891). León XIII. Enc. Libertas. 1. (1888). 81 Pío XII. Radiomensaje de Navidad Con Sempre. 35. (1943; durante la segunda guerra mundial). 82 Pío XII. Discurso Questa Grande. 7 (1945). 83 Pío XII. Radiomensaje La Decimaterza. 45. (1952). 80

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EL HORIZONTE METAFÍSICO DE LA DIGNIDAD HUMANA

• “La dignidad de la persona humana exige, pues, normalmente, como fundamento natural para vivir, el derecho al uso de los bienes de la tierra, al cual corresponde la obligación fundamental de otorgar a todos, en cuanto sea posible, un propiedad privada.”84 • “Las normas debidas de la libertad y de la dignidad humana... constituyen el fundamento y la firmeza de la convivencia civil.”85

De S. S. Juan XXIII:

• “Por grande que llegue a ser el progreso técnico y económico, ni la justicia ni la paz podrán existir en la tierra, mientras los hombres no tengan conciencia de la dignidad que poseen como seres creados por Dios, y elevados a la filiación divina.”86 • “Resulta extraña la negación que algunos hacen del carácter natural del derecho de propiedad (...) (ya que) constituye, además, un medio eficiente para garantizar la dignidad de la persona humana.”87

Del Concilio Vaticano II:

• “Cuanto atenta contra la vida –homicidios de cualquier clase, genocidios, aborto, eutanasia y el mismo suicidio deliberado–; cuanto viola la integridad de la persona humana, como por ejemplo las mutilaciones, las torturas morales o físicas, los conatos sistemáticos para dominar la mente ajena; cuanto ofende a la dignidad humana, como son las condiciones infrahumanas de vida, las detenciones arbitrarias, las deportaciones, la esclavitud, 84

Pío XII. Radiomensaje Con Sempre. 26. (1942). Pío XII. Enc. Vixdum Vobis. 10. (1945). 86 Juan XXIII. Enc. Mater et Magistra. 215. (1961). 87 Ibídem, 53. 85

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la prostitución, la trata de blancas y de jóvenes; o las condiciones laborales degradantes que reducen al obrero al rango de mero instrumento de lucro, sin respeto a la libertad y a la responsabilidad de la persona humana: todas estas prácticas y otras parecidas son en sí mismas infamantes, degradan la civilización humana, deshonran más a sus autores que a sus víctimas y son totalmente contrarias al honor debido al Creador.”88 • “El reconocimiento de Dios, no se opone en modo alguno a la dignidad humana, ya que ésta dignidad tiene en el mismo Dios su fundamento y perfección.”89 • “Es necesario distinguir entre el error, que siempre debe ser rechazado, y el hombre que yerra, el cual conserva la dignidad de persona incluso cuando está desviado.” 90 • “La razón más alta de la dignidad humana, consiste en la vocación del hombre a la unión con Dios.”91 • “No hay ley humana que pueda garantizar la dignidad personal y la libertad del hombre, con la seguridad que comunica el Evangelio de Cristo, confiado a la Iglesia. El Evangelio, enuncia y proclama la libertad de los hijos de Dios, rechaza todas las esclavitudes, que derivan, en última instancia, del pecado (cf. Rom 8, 14-17); respeta santamente la dignidad de la conciencia y su libre decisión; advierte sin cesar que todo talento humano debe redundar en servicio de Dios y de la humanidad; encomienda, finalmente, a todos a la caridad de todos.”92

88 Constitución 89

Ibídem. 21. 90 Ibídem. 28. 91 Ibídem. 19. 92 Ibídem. 41. 60

Gaudium et Spes. 27. (1965).


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De S. S. Juan Pablo II:

• “Lo que constituye la trama (...) de toda la doctrina social de la Iglesia, es la correcta concepción de la persona humana y de su valor único, porque «el hombre...en la tierra es la sola criatura que Dios ha querido por sí misma». En él ha impreso su imagen y semejanza, confiriéndole una dignidad incomparable (...) En efecto, aparte de los derechos que el hombre adquiere por su propio trabajo, hay otros derechos que no proceden de ninguna obra realizada por él, sino de su dignidad esencial de persona.”93 • “En ambientes intensamente ideologizados, donde posturas partidistas ofuscaban la conciencia de la común dignidad humana, la Iglesia ha afirmado con sencillez y energía, que todo hombre –sean cuales fueren sus convicciones personales–, lleva dentro de sí la imagen de Dios y merece respeto.”94 • “La dignidad de la persona humana, manifiesta todo su fulgor cuando se consideran su origen y su destino. Creado por Dios a su imagen y semejanza, y redimido por la preciosísima sangre de Cristo, el hombre está llamado a ser «hijo en el Hijo», y templo vivo del Espíritu.”95 • “La raíz del totalitarismo moderno, hay que verla...en la negación de la dignidad trascendente de la persona humana.”96 • “La dignidad de la persona humana, es un valor trascendente, reconocido siempre como tal, por cuantos buscan sinceramente la verdad. En realidad, la historia entera de la humanidad se debe interpretar a la luz de esta convicción”.97 93

Juan Pablo II. Enc. Centesimus Annus. 11. (1991). Ibídem, 22. 95 Ibídem, 37. 96 Ibídem, 44. 97 Juan Pablo II. Mensaje de la Jornada Mundial de la Paz. 1999. N°. 2. 94

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FUNDAMENTOS DE LA DIGNIDAD HUMANA

• “En materia económica, el respeto de la dignidad humana exige en la práctica, de la virtud de la templanza, para moderar el apego a los bienes de este mundo; de la virtud de la justicia, para preservar los derechos del prójimo; y de la solidaridad.”98 • Los mandamientos, “prohíben siempre y en todo caso el comportamiento y los actos incompatibles con la dignidad personal de cada hombre.”99 • “Toda la sociedad debe respetar, defender y promover la dignidad de cada persona humana, en todo momento y condición de su vida.”100 • “Respeto a la dignidad humana, a la dignidad de cada hombre, mujer y niño, a la dignidad que posee todo ser humano no porque le haya sido adjudicada por los otros hombres, sino porque la ha recibido de Dios.”101

98

Juan Pablo II. Enc. Veritatis Splendor. 100. (1993). Ibídem, 99. 100 Juan Pablo II. Enc. Evangelium Vitae. 81. (1995). 101 Juan Pablo II. Alocución al Presidente de Kenya. 7 de mayo de 1980. 99

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CAPÍTULO CUARTO

DESVALORIZACIÓN DE LA PERSONA HUMANA

Sin la menor duda, una de las causas que más han influido en el fomento de la espiral de violaciones a los derechos humanos, es la relativización de la persona, la cual se traduce obviamente en una desvalorización de la misma; de ahí al desprecio de la dignidad humana, no hay sino un pequeño paso, el cual es muy fácil de dar. Si el hombre es solo una cosa, un mero “recurso”, que además es abundante y fácilmente sustituible, ¿por qué respetar a las personas concretas con las que nos cruzamos en la vida, sobre todo aquellas que por alguna razón nos desagradan o que, de alguna manera, pueden significarnos una molestia? Si a ello, le agregamos la propensión al mal con el que nacemos todos los seres humanos –propensión que el mundo moderno ha acentuado significativamente–, tenemos elementos suficientes, para explicarnos el porqué del incremento de las violaciones a los derechos humanos. En este sentido, es muy importante comprender, cómo ha sido el proceso que ha conducido a esa relativización del valor trascendente de la persona humana. Son los nombres de tres científicos, los que indican las etapas de ese proceso: Nicolás Copérnico, Charles Darwin y Sigmud Freud. Pero, salvo el caso de Freud (quien se vanagloriaba de haber infringido al hombre su “tercera humillación”), no han sido ellos los responsables de la degradación del valor de la persona; los responsables han sido algunos de sus seguidores y divulgadores quienes, movidos por intereses ideológicos, forzaron la interpretación de las legítimas teorías científicas para apurar conclusiones extra63


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científicas. Esas conclusiones extra-científicas, son las que han propiciado la desvalorización gradual del ser humano. La primera “humillación”, fue la que desplazó el «lugar» de habitación del hombre como «centro» del Universo, para hacer de la Tierra, sólo un planeta más (Copérnico). La segunda “humillación”, fue el evolucionismo (Darwin), que privó al hombre de su particular privilegio de haber sido especialmente creado, relegándole a descendiente de los simios, lo que le llevó a contemplarse sólo como un animal más en la larga lista de la evolución; de la amiba al hombre, no habría sino una diferencia de grado. Y la tercera “humillación”, según Freud, se debía a que él había demostrado al hombre, “que no son ni él mismo ni su libre albedrío los que gobiernan la casa de su persona, sino que ese dominio corresponde a un complejo de impulsos inconscientes.”102

La primera humillación: el heliocentrismo

Nicolás Copérnico, nació en la Prusia Polaca en 1473, estudió matemáticas y medicina en la Universidad de Cracovia, y Derecho Canónico en la Universidad de Bolonia. Fue Canónigo de la Catedral de Frauenberg, ciudad donde murió en 1543. Su interés en la astronomía, le llevó a realizar estudios que publicó en 1530; en ellos rescató la teoría heliocéntrica (es la tierra la que gira alrededor del sol), propuesta en la antigüedad por los pitagóricos, pero ahora sustentada sobre bases más científicas. La teoría heliocéntrica, contradecía el sistema geocéntrico (es el Sol el que gira alrededor de la Tierra), que era la teoría comúnmente aceptada, porque conforme a lo que ordinariamente experimentamos por nuestros sentidos, «parece» que la Tierra está quieta y es el Sol y los planetas quienes se mueven.

102 Helmut

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Thielicke. Op. Cit, p. 43.


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Posteriormente, amplió los estudios sobre su teoría, y los dio a conocer en su obra De revolutionibus or bium coelestium, dedicada al Papa Paulo III, y publicada pocos meses antes de su muerte, ocurrida en 1543. Cabe destacar, que Copérnico nunca pretendió “ humillar” al hombre, y que él en lo personal, nunca tuvo problema alguno por exponer la entonces controvertida teoría heliocéntrica. Los problemas aparecieron setenta años después, con el célebre caso de Galileo, y el libro de Copérnico fue entonces incluido por la Iglesia en el “índice” de libros prohibidos (decreto del 5 de marzo de 1616), porque el heliocentrismo «parecía» que ponía en entredicho algunos textos bíblicos, como el curso del sol descrito en la oración de Josué. Pero Galileo, tampoco pretendió “humillar” al hombre, ni contradecir los textos bíblicos; por el contrario, buscó más bien conciliar sus teorías científicas con la Sagrada Escritura, y eso fue lo que le causó problemas con las autoridades eclesiásticas. En el primer proceso que le siguió el Tribunal del Santo Oficio (Inquisición), en 1616 “Galileo argumentó bastante bien como teólogo, subrayando que la Biblia no pretende enseñarnos ciencia, y se acomoda a los conocimientos (científicos) de cada momento, e incluso mostró que en la Tradición de la Iglesia se encontraban precedentes que permitían utilizar argumentos como los que él proponía.”103 En esos tiempos, la ciencia experimental se encontraba en estado embrionario y no disponía de los medios adecuados para comprobar la teoría heliocéntrica, la cual era vista casi por todos como un absurdo, pues contradecía la experiencia sensible que nos hace ver al sol moviéndose. El cardenal Roberto Belarmino, le había escrito a Galileo, que utilizara el heliocentrismo sólo como una hipótesis científica sin meterse con argumentos teológicos, pero Galileo no hizo caso de éste consejo, y queriendo conciliar la hipótesis de Copérnico con la Biblia, abordó cuestiones teológicas.

103 www.aciprensa.com/controversias/galileo.htm

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Ese actuar de Galileo, fue contraproducente: “en una época de fuertes polémicas teológicas entre católicos y protestantes, estaba muy mal visto que un profano pretendiera dar lecciones a los teólogos, proponiendo además novedades un tanto extrañas.”104 El resultado fue, que La Inquisición incluyó en “el Índice”, el libro de Copérnico; señaló que el heliocentrismo era una teoría «falsa» (pero nunca la calificó como «herética», pues el geocentrismo nunca fue dogma de fe), y le prohibió a Galileo seguirla defendiendo. Galileo obedeció, pero estaba convencido que el decreto de 1616, se basaba en un equívoco y que cuando se pudiera demostrar la teoría heliocéntrica se podría hacer un escándalo aprovechable por los adversarios de la Iglesia (y se puede decir que tuvo “boca de profeta”), por lo que trató de solucionar ese equívoco. Mientras tanto, Galileo perfeccionó el telescopio inventado por el holandés Lippershey, que ampliaba solo tres veces los objetos observados, logrando ampliarlos treinta y dos veces. Con su telescopio (instalado en la residencia del cardenal Bandim), Galileo descubrió los satélites de Júpiter y las manchas solares. Basado en estos descubrimientos y en el hecho de que el cardenal Barberini –su amigo y admirador–, fue elegido Sumo Pontífice (tomó el nombre de Urbano VIII), Galileo decidió retomar la difusión del heliocentrismo. Lo hizo escribiendo una obra escrita como un «diálogo» (y así lo tituló) entre tres personajes, uno de los cuales, llamado Simplicio, sostenía el geocentrismo, mientras que otro, Salviati, defendía el heliocentrismo; obviamente Simplicio perdía todas las discusiones. Con el permiso eclesiástico del Maestro del Sagrado Palacio Fray Niccolo Riccardi, el Diálogo fue impreso en Florencia en 1632. En ese tiempo, Europa estaba convulsionada por la “Guerra de los Treinta Años”, que enfrentó a las naciones católicas con las protestantes, y el Papa Urbano VIII, “se veía especialmente obligado a evitar cualquier 104 Ibídem.

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cosa que pudiera interpretarse como no defender la fe católica de modo suficientemente claro.”105 Esta situación, fue aprovechada por varios adversarios personales a quienes Galileo, con su pluma mordaz, había ridiculizado en varias ocasiones; ellos denunciaron que el Diálogo contenía afirmaciones heréticas. Urbano VIII, nombró una «comisión» que examinara el texto, la cual dictaminó que el asunto fuera enviado al Tribunal del Santo Oficio. La Inquisición citó a Galileo para que se presentara en Roma, ante ese tribunal, durante el mes de octubre de 1632, pero debido a su precaria salud, Galileo se presentó hasta febrero de 1633. Durante todo el proceso, Galileo vivió en la casa del embajador de Florencia, excepto 17 días en que estuvo alojado en las habitaciones del fiscal de la Inquisición. En su defensa, Galileo argumentó recta intención y exhibió la carta del cardenal Belarmino; sin embargo, el 22 de junio el Tribunal dio su sentencia: lo conminó a abjurar de su posición sobre el movimiento de la Tierra, lo condenó a prisión y prohibió su Diálogo. Ese mismo día, Galileo abjuró delante de la Congregación, pero el Papa conmutó la pena de cárcel por la de arresto en la confortable Villa Medici, en la que estuvo confinado únicamente doce días, pues el 6 de julio se le permitió regresar a su casa en la ciudad de Siena. En diciembre se trasladó de su casa en Siena a otra también de su propiedad, situada en las afueras de Florencia, donde vivió hasta su muerte ocurrida en 1642; sus restos fueron depositados en la iglesia de Santa Croce, en Florencia. En ningún documento de la época, aparece la famosa frase “y sin embargo se mueve”, que supuestamente Galileo pronunció tras su abjuración; “y sin embargo”, alguien la puso en sus labios cien años después. No hay duda, de que en el caso de Galileo, las autoridades de la Iglesia se extralimitaron en sus atribuciones, pero de ningún modo esto significa que la pretensión

105 Ibídem.

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de la Iglesia, fuera “mantener a la gente en la ignorancia”, ni que ésta sea “enemiga de la ciencia”, como algunos dolosamente afirman. La teoría heliocéntrica, no tuvo evidencia plena sino varias décadas después cuando, en 1679, Isaac Newton pudo comprobar la “ley de la gravitación universal”. Tal comprobación dio la razón a Galileo, y también permitió el surgimiento de la física moderna; pero el problema no se encuentra en el progreso de la ciencia, sino en el hecho de que, con la comprobación del heliocentrismo, muchos hayan pretendido “humillar” al hombre, haciéndolo ver sólo como “una mota de polvo en medio de una polvareda”. Sin embargo no debemos perder de vista que la dignidad del ser humano no radica en la posición que guarden los planetas. No deja de ser significativo, que en el final del siglo XX, la ciencia física haya elaborado el “principio antrópico”106, el cual dice: “Aunque nuestra situación en el Universo no es necesariamente central, es necesariamente privilegiada en algún grado”. El físico John A. Wheeler, explica: “No es únicamente que el hombre esté adaptado al universo. El universo está adaptado al hombre. ¿Imagina un universo en el cual una u otra de las constantes físicas fundamentales sin dimensiones, se alterase en un pequeño porcentaje en uno u otro sentido? En tal universo, el hombre nunca hubiera existido. Este es el punto central del principio antrópico.” Por su parte, Stephen Hawking, lo formula así: “Vemos el universo de la forma que es, porque si fuera diferente no estaríamos aquí para observarlo”. El hecho de que el planeta Tierra, no sea el centro «físico» del Universo, pero sí el punto en el cual se han dado cita tantas variables fundamentales, que ha hecho posible la vida– y especialmente la vida humana–, ¿no es un privilegio que rebasa en mucho la centralidad 106 Propuesto

por el físico Brandon Carter durante los trabajos de la Unión Astronómica Internacional en 1974, y retomado por Stephen Hawking en su libro Historia del Tiempo; Del big bang a los agujeros negros. Ed. Crítica, Barcelona, 1988.

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física? Entonces, ¿dónde queda la supuesta “humillación” copernicana que Copérnico jamás pretendió inflingir al hombre?

La segunda humillación: el evolucionismo

Charles Darwin (1809-1882), es el personaje más conocido en torno a la teoría del evolucionismo, al grado que muchos toman como sinónimos las palabras «darwinismo» y «evolucionismo». Sin embargo, Darwin no fue el autor de la hipótesis evolucionista, pues varios hombres de ciencia como William Wells, Robert Chambers y Geoffrey Saint Hilarie, le precedieron en ella. Pero, la explicación sistematizada que Darwin hizo en sus obras El Origen de las Especies (1859), y El Origen del Hombre (1871), fue la más acabada y sugerente, por lo que se le situó como el mejor exponente de la teoría evolucionista. Posteriormente, Georges Louis Buffon y Thomas Henry Huxley la difundieron con éxito por todo el mundo. Pero, a diferencia de la teoría heliocéntrica, que en relativamente poco tiempo fue plenamente comprobada, la hipótesis del evolucionismo, ha encontrado en el desarrollo científico más objeciones que elementos de comprobación, lo cual no ha sido obstáculo, para que se difunda como si la evolución fuera un hecho plenamente comprobado. El Dr. Jordi Cervós, Director del Instituto de Neuropatología de la Universidad de Berlín, afirmaba en 1982: “La teoría evolucionista ha quedado sin demostrar y casi ningún hombre de ciencia la sostiene ya.”107 El Dr. Colm Patterson, investigador del Museo Británico de Historia Natural, señaló en una conferencia dictada el 5 de noviembre de 1981, en el Museo Americano de Historia Natural de la ciudad de Nueva York108, que la hipótesis evolucionista, es más una cuestión de fe que de conocimiento científico, pues, “parte de intuiciones no verificables ni directa ni indirectamente”. “S.L. 107 Entrevista 108 cfr.

en ABC, Madrid, 16 de abril de 1982. www.sedin.org/propesp/X0067_04.htm 69


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Washburn, profesor de Antropología física en la Universidad de California (Berkeley), hace notar que «la mayoría de los problemas referentes a la evolución humana, siguen sin resolverse», y que «nuestras ideas sobre la evolución humana, se basan en datos a veces muy poco fidedignos».”109 Al margen de su inconsistencia científica, el evolucionismo ha sido usado como “arma” ideológica, para descalificar y ridiculizar el relato bíblico sobre la creación, y así “humillar” al hombre: éste no procede de Dios sino de los primates. Y, fueron especialmente las iglesias protestantes de los Estados Unidos, quienes “recogieron el guante” aceptando la incompatibilidad entre «evolucionismo» y «creacionismo». Sin embargo, el Magisterio de la Iglesia Católica sí considera compatible el evolucionismo con la fe. El Papa Pío XII, escribió: “El Magisterio de la Iglesia no prohíbe (...) la doctrina del evolucionismo, en cuanto busca el origen del cuerpo humano en una materia viva y preexistente –pues las almas nos manda la fe católica sostener, que son creadas inmediatamente por Dios–.”110 Más recientemente, Juan Pablo II, afirmó: “En su encíclica Humani Generis mi predecesor Pío XII ya había afirmado que no había oposición entre la evolución y la doctrina de la fe sobre el hombre y su vocación, con tal de no perder de vista algunos puntos firmes.”111 Lo anterior, quiere decir que una posible evolución del cuerpo humano, no estaría en contradicción con el texto bíblico, el cual enseña que Dios creo al hombre en dos momentos bien diferenciados: el primero corresponde al cuerpo, el cual fue formado “del barro de la tierra”, es decir, de materia previamente creada; y ese “barro” pudo haber pasado por un proceso evolutivo. El segundo momento, es cuando a ese “barro” (que pudo haber sido un primate, y por tanto 109 Revista

Scientific America. 1978. Citado por Mariano Artigas. Las Fronteras del Evolucionismo. Ed. Palabra, Madrid, 1992, p. 57. 110 Pío XII. Encíclica Humani Generis. 29. (1950). 111 Discurso a la Asamblea Plenaria de la Academia Pontificia de Ciencias. 22 de octubre de 1996. 70


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sólo “barro”), Dios le infunde el espíritu: “le inspiró en el rostro un soplo de vida” (Gn 2, 7). Éste segundo momento, escapa obviamente del ámbito de la ciencia experimental, y de la hipótesis evolucionista, y es el que –como advierte Juan Pablo II–, no debe ser perdido de vista. “Hasta hace unas décadas se pensaba que el creacionismo y el evolucionismo eran inconciliables. Luego, se ha visto que eso es falso: creación y evolución, responden a cuestiones totalmente distintas y pertenecen a niveles totalmente diferentes de la realidad y del conocimiento (...) la evolución presupone algo que cambia y se desarrolla, la creación muestra por qué y para qué existe eso que puede cambiar y evolucionar. Expresándolo de otro modo: que un ser es creado significa que ha recibido su realidad por la eficiencia radical de otro, bien en un estadio definitivo, bien en un estadio potencial con capacidad de evolucionar; y el evolucionismo precisa (aunque no lo ha podido demostrar) que lo ha recibido en un estadio potencial.”112 Como salta a la vista, el evolucionismo en sí mismo, no constituye ninguna “humillación” al ser humano. La pretendida “humillación”, proviene de la miope y malintencionada visión ideológica del materialismo biologista (como el de Jean Piaget), que intenta reducir lo humano a lo biológico. Y esa visión –según la cual no hay diferencia esencial entre la amiba y el hombre–, es la que prevalece en no pocos programas escolares y medios de comunicación, con el lamentable resultado de la desvalorización de la persona humana. Podemos afirmar sin la menor duda, que esa mentalidad del materialismo evolucionista, fue precisamente una de las principales causas (no la única), que llevó a la ideología nazi a cometer los “actos de barbarie ultrajantes para la conciencia de la humanidad”, 112 Eduardo

Rubianes. La Persona Humana. Artículo publicado en Revista de la Pontificia Universidad Católica del Ecuador, N° 61, Agosto de 1997, p. 22. 71


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denunciados en el Preámbulo de la Declaración de la ONU. Si la persona humana, no es sino el “producto” más desarrollado del proceso evolutivo, y en ese proceso juega un papel primordial la ley de la “selección natural”, ¿por qué no eliminar a las “razas inferiores”, a fin de que la “raza superior” pueda imprimir sus características a la humanidad futura? La eliminación de “los inferiores”, sería simplemente una «ayuda» a la “selección natural”. Los siniestros nombres de decenas de campos de concentración como Buchenwald, Dachau, Auschwitz, y las atrocidades inhumanas cometidas en ellos, son ya ampliamente conocidas; pero esos hechos corresponderían solo a una parte del proceso de “ayuda” a la “selección natural”: el de la eliminación de los supuestamente “inferiores”. En cambio, es casi desconocido lo que los nazis hicieron respecto a la otra parte del proceso, es decir, la que corresponde a la “ayuda” a la “raza superior”. Jacques Delarue, un policía profesional francés, excautivo de los nazis, y quien dedicó diez años de su vida a investigar la organización y métodos empleados por la temible Gestapo (la Policía Política nazi), nos habla de esta parte desconocida del proceso de ayuda a la selección natural: “El sistema de Himmler (Kurt Heinrich Himmler, Jefe de la Gestapo), obtendrá su remate con la creación del Lebensborn –fuente de la vida–, especie de yeguada humana a base de chicas seleccionadas por sus caracteres nórdicos perfectos, que se traían para procrear al margen de toda unión legal, con individuos S. S. (las tropas de élite del Partido Nazi), igualmente escogidos según los mismos criterios. Los niños nacidos de estas uniones, fruto de una eugenesia dirigida, debían pertenecer al Estado, y su educación sería asumida en escuelas especiales. Teóricamente, estaban destinados a formar la primera generación del nazi puro, moldeado ya en embrión. El hundimiento del régimen, no permitió a los nazis llevar más lejos esta experiencia. No obstante, ya habían nacido unos cincuenta mil niños de esta especie de sementales. Su nivel intelectual es actualmente inferior, y de una manera notoria, al nivel medio. Presentan un porcentaje de 72


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débiles mentales, cuatro o cinco veces más elevado que el normal. Los eugenesistas nazis, ignoraban (...) (que) la ideología y la biología no pueden reemplazar al amor maternal.”113

La tercera humillación: el freudismo

Después de haber reducido al hombre, solo a su esfera biológica, la siguiente “humillación”, consistió en eliminar la diferencia cualitativa – incluso en lo biológico–, entre el hombre y los animales, y reducirlo a un mero manojo de energías instintivas, predominantemente sexuales. Como apuntábamos anteriormente, el autor de esta “tercera humillación” fue Sigmund Freud, a quien se le llama, “el padre del psicoanálisis.” Sigmund Freud (1856-1939), nació en la ciudad de Freiberg, Moravia, cuando esta región pertenecía al Imperio Austro-Húngaro. Siendo muy niño, su familia se trasladó a vivir a Viena –capital del Imperio–, donde Freud vivirá casi toda su vida. En esa ciudad, estudió medicina, graduándose en 1881; empezó a ejercer su profesión de médico en la especialidad de psiquiatría, lo que le llevó a buscar la causa de las enfermedades psíquicas, especialmente la neurosis. Sus reflexiones, culminaron en el desarrollo de su “teoría sobre el inconsciente”, misma que revolucionó tanto la psiquiatría como la psicología. Según la teoría de Freud, la represión de los instintos, especialmente el sexual, es la causa de la neurosis, entendiendo como «represión», el desplazamiento de la energía instintiva (la libido), desde la zona de la conciencia hasta el inconsciente, donde queda arrinconada. “La temprana sexualidad infantil, que al comienzo aparece difusa y sin limitaciones –Freud la divide en las fases oral, anal y fálica–, se torna en ese periodo fálico hacia la madre como el primer objeto de amor. 113 Jacques

Delarue. La Gestapo. Ed. Bruguera. Barcelona, 1972, p. 96. 73


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Pero, allí se encuentra por primera vez una frontera en la rivalidad del padre, que se impone mediante preceptos y con la amenaza de castigos. Esa primera pérdida de un objeto amoroso, conduce a un trauma anímico, al «complejo de Edipo» (...) Así, pues, (según Freud) al comienzo de la formación de la personalidad hay un complejo, un primer conflicto con el hombre exterior.”114 Por eso, en la visión freudiana, el hombre será solo un «animal desgraciado», en cuanto que sus instintos, la presión de la libido condicionada biológicamente, estarían “reprimidos” por la cultura, la educación y la religión, es decir, por las obras del espíritu que dan sentido a la vida humana. Con mucho acierto, Karl Jaspers, dice que Freud ve “a menudo con extraordinaria agudeza lo que surge por la represión de la sexualidad, pero que jamás se pregunta acerca de lo que surge con la represión del espíritu”.115 Y lo que ocurre con la represión del espíritu, es la pérdida del sentido de la vida; es decir, la cancelación de lo específicamente humano. La “humillación”, que Freud se jactaba de haber propinado al hombre con su “psicología sin alma”, llevó al extremo la desvalorización del ser humano, pues como afirma Thielicke, “Sólo se puede calificar de perversión el que Freud asegure que aquello que convierte al hombre en hombre –su estar proyectado hacia un sentido–, represente un indicio de enfermedad”116 En efecto; como ser consciente de su propia existencia, la salud mental de la persona humana está íntimamente ligada a la cuestión, sobre “el significado concreto de la vida de cada individuo en un momento dado”117. Viktor Frankl –famoso psiquiatra, también graduado en Viena y judío como Freud–118, afirma: “sólo 114 Helmuth

Thielicke. Op. Cit, p. 458. Jaspers. Allgemeine Psychopathologie. Citado por H. Thielicke, Op. Cit, p. 460. 116 Op. Cit, p. 462. 117 Viktor E. Frankl. El Hombre en busca de sentido. Ed. Herder, Barcelona, 1991, p. 107. 118 Por la condición de judíos de ambos, tras la anexión de Austria al Tercer Reich en 1938, Freud huyó a Londres, donde murió en 1939, mientras que Frankl fue enviado a diversos campos de concentración, incluyendo Auschwitz, siendo uno de los sobrevivientes del Holocausto. Viktor Frankl murió en Viena en 1997, a los 92 años de edad. 115 Karl

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en la medida en que el hombre se compromete al cumplimiento del sentido de su vida, en esa misma medida el hombre se autorrealiza”.119 Pero, si tener o buscar el sentido de la vida es visto no como medida de autorrealización, sino como causa de enfermedad, efectivamente estamos entonces ante una de las mayores perversiones posibles, acerca de la imagen del hombre. El mismo Frankl, detalla algunas de las consecuencias de la pérdida del sentido de la vida, y el inevitable vacío existencial que tal pérdida acarrea: “...el vacío existencial se manifiesta enmascarado con diversas caretas y disfraces. A veces la frustración de la voluntad de sentido se compensa mediante una voluntad de poder, en la que cabe su expresión más primitiva: la voluntad de tener dinero. En otros casos, en que la voluntad de sentido se frustra, viene a ocupar su lugar la voluntad de placer. Ésta es la razón de que la frustración existencial suele manifestarse en forma de compensación sexual y así, en los casos de vacío existencial, podemos observar que la libido sexual se vuelve agresiva.”120 Por su parte, el psicoanálisis freudiano se convirtió en “alguien que habla más allá de una conciencia humana, una especie de perfecto y aséptico cirujano de la intimidad de otro, munido (dotado) de una propia y consagrada salud mental que, a su vez, un otro se encargó de confirmarla. Es así como (...) se pretende señalar como contaminadas, todas las ciencias humanas e incluso el mismo lenguaje, para terminar reduciendo todo conocimiento acerca del hombre al conocimiento neurológico, psiquiátrico y psicológico que se tenga de él (...) Esta visión parcializada del hombre (...) ha llevado a considerar a la salud humana, como sinónimo de salud biológica, y a la salud psíquica, como una anhelada situación de asepsia anticontaminante respecto de los mitos religiosos, de las éticas culpógenas, de los convencionalismos sociales. Este «saludable» 119 Viktor

Frankl, Op. Cit, p. 109. p. 106.

120 Ibídem,

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viviente humano (...) es, en verdad, un monstruo psicópata capaz de obrar con todo sadismo, y ejecutar todo tipo de violencia contra aquello que sea considerado opuesto a sus designios liberadores.”121 El pansexualismo freudiano, ha sido factor destacado en el incremento de violaciones de carácter sexual, que son también violaciones a los derechos humanos. Pero también la teoría freudiana, que ve en el padre a un ser negativo, a un ser en rivalidad con su hijo, un ser abusivo que se impone mediante preceptos y castigos, ha sido un factor importante en la pérdida de la imagen del padre, con las funestas consecuencias que el célebre psicoanalista y profesor de la Universidad de Trieste, Claudio Risé, describe en su más reciente libro: Il Padre, l´assente inaccettabile (El Padre, el ausente inaceptable). 122

Dice el Dr. Risé, que en la primera fase de la vida, somos totalmente dependientes de nuestra madre, quien atiende todas nuestras necesidades primarias. En cambio, la imagen del padre surge con el despertar de la conciencia, y es la que transmite la identidad y el sentido de pertenencia, es decir, con todo lo que tiene que ver con el sentido de la vida. Lo normal, es que tanto la imagen de la madre como la del padre se den al hijo simultáneamente, y éste reciba un influjo armonizado y equilibrado. Pero, la peculiaridad de la atmósfera educativa que se fue generando a lo largo del siglo pasado (con la significativa contribución del freudismo), fue la de ir eliminando «la figura del padre», con los siguientes resultados: El modelo dominante, desequilibrado y sin armonía, es un modelo fundado sobre el interés y el principio del placer, lo cual implica necesariamente un bloqueo de la maduración personal. Nadie sabe quién es realmente, ni mucho menos para qué vive; es el modelo del «eterno adolescente», que claudica de sus deberes y responsabilidades, 121 Miguel

Ángel Mirabella. Op. Cit, p. 67. San Paolo, Roma, 2002.

122 Edizione

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DESVALORIZACIÓN DE LA PERSONA HUMANA

pero que sabe exigir muy bien sus derechos. Esta dinámica –dice Risé–, crea un mundo de hedonistas, de inseguros, incapaces de asumir sus deberes como seres humanos; y los mismos padres se han convertido en «padres traidores», pues ellos mismos presentan una “medalla sin reverso”: la medalla de la facilidad, sin el reverso de la medalla de la dificultad. Padres que traicionan y rechazan a los hijos que han engendrado. “La perversión de la imagen del hombre (...) consiste esencialmente en que, para Freud, el hombre queda de algún modo biseccionado de su relación con el tiempo: el psicoanálisis lo fija en su pasado. «La relación con el futuro, igualmente importantísima para el desarrollo humano, no encuentra (por el contrario) una consideración parecida», según advierte con toda razón, el psiquiatra Friedrich Brasch. Esa relación con el futuro (...) representa una cualidad específicamente humana. El animal no tiene futuro. La referencia humana al porvenir, en cambio, es indisoluble de la pregunta sobre adónde se me quiere llevar y adónde quiero ir. Está, por consiguiente, íntimamente ligada a la cuestión del sentido.” 123 La cancelación del sentido, convierte a la persona humana en un ser «sin sentido», lo que lleva a ver la vida –la propia y la de los demás–, como un absurdo. Esta perspectiva, es otra causa de una total desvalorización de la persona, lo cual conduce fácilmente al desprecio de sus derechos. A lo anterior, debemos agregar que hoy incluso en nombre de la dignidad se atenta contra ella. Éste es el caso, de quienes promueven el homicidio de los seres humanos en el seno materno, alegando evitar una vida “indigna” para los bebés no deseados, o quienes en nombre de una muerte “digna”, promueven el homicidio de ancianos o enfermos. Quienes rechazan el aborto y la eutanasia, son presentados como sádicos, retrógradas que se complacen en el sufrimiento de niños y ancianos; así hoy resulta

123 Helmut

Thielicke. Op. Cit, p. 463. 77


FUNDAMENTOS DE LA DIGNIDAD HUMANA

que, para algunos, proteger la vida humana es signo de retraso, y aniquilarla signo de progreso.

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CAPÍTULO QUINTO

LA ESPIRAL DE VIOLACIONES A LOS DERECHOS HUMANOS

Positivismo jurídico y derechos humanos

El 18 de octubre de 1945, en la ciudad alemana de Nüremberg, dieron inicio los célebres “juicios” a veintidós líderes nazis que habían sido capturados tras el derrumbe del Tercer Reich. Los cargos que enfrentaban los acusados fueron cuatro: 1.- Crímenes contra la paz 2.- Crímenes contra la humanidad 3.- Crímenes de guerra 4.Por conspiración para cometer los actos criminales anteriormente señalados. Un Tribunal Militar Internacional, conformado por cuatro jueces (un estadounidense, un soviético, un inglés y un francés), presidieron las 216 sesiones de los juicios, y el 1° de octubre de 1946, el Tribunal emitió su veredicto: tres acusados fueron absueltos, cuatro fueron condenados a penas entre 10 y 20 años de prisión, tres fueron condenados a cadena perpetua, y doce fueron condenados a muerte. Pero, desde la primera sesión, todos los acusados se declararon inocentes alegando, sin excepción, que habían actuado conforme a las leyes vigentes en Alemania y siempre “obedeciendo órdenes”. Por su parte los jueces y fiscales, no podían remitirse a alguna ley

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FUNDAMENTOS DE LA DIGNIDAD HUMANA

«positiva»124 que aquellos criminales hubieran violado; salvo en el cargo de “crímenes de guerra”, donde la “Convención de Ginebra” señalaba algunas leyes sobre la guerra, que deberían acatar los beligerantes. Luego entonces, los líderes nazis que ordenaron el brutal exterminio de millones de seres humanos, ¿estaban jurídicamente libres de castigo, o, como alegaron, eran incluso inocentes? “El principio jurídico penal «nulla poena sine lege» (no hay pena sin ley), amenazaba con poner en tela de juicio la competencia judicial del proceso de Nüremberg. De hecho, no existía ningún código en que estuvieran prohibidos el genocidio, la eutanasia para los «tarados mentales», y los «pogroms» contra los judíos (...) Y, fue precisamente esta necesidad jurídica concreta, la que suscitó el problema de, si no existirían unas leyes eternas y no escritas –aquellas leyes que ya reclamaba la Antígona de Sófocles–, cuya sentencia fuera aquí competente. De hecho la acusación del fiscal señaló que ciertas leyes fundamentales, que protegen la humanidad del hombre, son ya vigentes cuando se perpetra la acción, de tal modo que ciertamente conservan su valor siempre y en todo tiempo. En cierto modo, se trata ahí de unos axiomas (principios evidentes) de la humanidad, a los que se opondrían los crímenes contra esa misma humanidad. Y ésa fue, en efecto, la clave con que el tribunal de Nüremberg justificó su competencia para castigar los crímenes cometidos.”125 En un intento de llenar tan evidente «laguna» del derecho positivo internacional, el 10 de diciembre de 1948, la Organización de las Naciones Unidas proclamó la “Declaración Universal de los Derechos Humanos”. Pero la «Declaración» de la ONU, no estaba «creando» o «inventando» los derechos humanos proclamados; simplemente los estaba «reconociendo», ya que –como tuvieron que aceptar los 124 Se

entiende por ley “positiva”, aquella que es “puesta” (promulgada) por la autoridad legítimamente constituida. 125 Helmut Thielicke. Op. Cit, p. 40-41. 80


LA ESPIRAL DE VIOLACIONES A LOS DERECHOS HUMANOS

fiscales de Nüremberg–, existen ciertas leyes fundamentales... que conservan su valor en todo tiempo y lugar. Los “Juicios de Nüremeberg”, evidenciaron pues, al «positivismo jurídico»; es decir, la filosofía jurídica que «reduce» el derecho, únicamente a las leyes positivas y se niega a reconocer la existencia de las leyes «naturales», las cuales dan origen al «derecho natural». “Hans Kelsen (1881-1973), es sin dudas el pensador contemporáneo que más significativamente abandera el iuspositivismo (o positivismo jurídico), es decir, la teoría que busca presentar al derecho como una estructura formal, que se explica cómo jurídica desde sí misma sin acudir a elementos sociales empíricos, comprensiones éticas o creencias religiosas.”126 Siguiendo la lógica del positivismo, los criminales juzgados en Nüremberg por la eliminación de millones de personas, eran inocentes.

Primero «deberes»; después «derechos»

La relación de una persona con otra u otras, constituye la esencia del Derecho; sin embargo, para poder hablar de «derechos» es necesario hablar primero de «deberes», pues en toda relación humana por cada derecho que se pueda señalar, existe previamente un deber correlativo que es necesario satisfacer. Por ejemplo: el padre de familia tiene el deber de educar a sus hijos, y de ese deber deriva el derecho de educarlos; el trabajador tiene el deber de trabajar, y de ese deber deriva el derecho de cobrar su salario. Es el cumplimiento de los deberes, lo que hace que los derechos sean una realidad y no una palabra vacía. Lo anterior, no quiere decir que necesariamente sea el mismo sujeto quien deba primero cumplir un deber, para adquirir su derecho correlativo; esa obligación puede perfectamente recaer en otro o en 126 Rodrigo

Guerra. Op. Cit, p. 160. 81


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otros. Podemos ver esto, en el caso de los “derechos de los niños”, y la gran difusión que se hace de ellos: derecho a vivir saludablemente, derecho a ser educados, derecho a ser respetados etc. La difusión y publicidad de los “derechos de los niños”, contrasta fuertemente con su incumplimiento. Por ejemplo, es un hecho innegable que cada día son más los niños que viven en la calle careciendo de atención médica, de educación, de respeto etc. De nada sirve, proclamar a los cuatro vientos que los niños “tienen derechos”, mientras nadie recuerde a los adultos (padres, maestros, vecinos, autoridades etc.) los «deberes», que tienen con respecto a los niños. Si hay tantos «niños de la calle», que viven en condiciones no solo indignas, sino además terriblemente injustas con su condición de «niños», es porque por cada uno de ellos hay algunos adultos (principalmente sus padres), que no han cumplido con su deber de alimentarlos, educarlos, respetarlos, etc. “La actual escuela inglesa analítica del lenguaje, mantiene abierto un proceso de acusación a la expresión moderna de los derechos del hombre, a los que califica de vacíos de sentido. Hablar de derecho (right), dicen que no tiene sentido sino cuando esta palabra corresponde a una obligación (a duty), efectivamente sancionada. Por eso, califica de mal construido el lenguaje de los derechos del hombre (human rights talk).”127 “Poseer un derecho, sólo tiene significación concreta si existe por lo menos una persona física o moral susceptible de violar ese derecho, o que tiene el deber de satisfacerlo. Hablar de los derechos de Robinson Crusoe en su isla, no tendría ninguna significación concreta. Este solitario, hubiese estado contento de haber encontrado un manual de cultivos o de cría de ganado, pero no habría sabido qué hacer con la Declaración de derechos del hombre. No se puede, pues, hablar de

127 Juan

Vallet de Goytisolo. Esbozo de una metodología de los derechos humanos. Verbo, Madrid, N° 311, p. 21.

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derechos propiamente dichos si no existe por lo menos una persona física o moral que tenga el deber de satisfacerlos o de respetarlos. Si nos colocamos en el punto de vista de la lógica abstracta, decir que el hombre tiene derecho a la propiedad o decir que tiene el deber de no robar, es lo mismo. Los siete mandamientos de la Ley de Dios con respecto al prójimo, podrían haber sido enunciados de la manera equivalente: –Los padres tienen derecho de ser honrados y asistidos por sus hijos. –El hombre tiene derecho a la vida. –Toda persona casada tiene derecho a la fidelidad de su cónyuge. –El hombre tiene derecho a la propiedad. Etc. Pero el Decálogo, no ha hablado de derechos (...) no se habla nunca de derechos, sino de deberes. La razón por la cual Dios ha procedido así es evidente: si, en efecto, hablar en términos de derechos y hablar en términos de deberes es lógicamente equivalente, no ocurre lo mismo si nos colocamos en el punto de vista psicológico. Cuando un derecho es violado hay necesariamente dos actores: por ejemplo, el que roba y el robado. El ladrón tiene un papel activo, el robado sólo hace soportar. Si se quieren evitar los robos, es a los ladrones a los que hay que dirigirse y no a los robados. Con realismo, Dios se dirigía a los ladrones y les decía: «no robéis». Los autores de las dos declaraciones de derechos del hombre han preferido dirigirse a los robados diciéndoles: ustedes tienen el derecho a no ser robados.”128 En efecto; en la “Declaración de los derechos del Hombre y del Ciudadano”, proclamada por la «Asamblea Nacional» durante la Revolución Francesa (1789), no hay más referencia a un «deber» que el señalado en el artículo 13, donde indica el «deber» de contribuir al sostenimiento de la fuerza pública y de los gastos del gobierno. Y, en la “Declaración Universal de los Derechos Humanos”, proclamada por 128 Michel

1038.

Martin. El fracaso de los derechos del hombre. Verbo, Madrid. N° 188, p. 1036-

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la Asamblea General de las Naciones Unidas en 1948, encontramos también la ausencia de un señalamiento sobre los deberes correspondientes a los derechos proclamados, con la excepción de dos vagas referencias: “Todos los seres humanos...«deben» comportarse fraternalmente los unos con los otros” (Art. 1°), y “Toda persona tiene «deberes» (no indica cuáles) respecto a la comunidad” (Art. 29-1). La omisión del señalamiento de los «deberes», es especialmente grave en todo lo referente a la dignidad de la persona humana. “Evidentemente, cuando afirmamos que la dignidad de la persona «es inviolable», no queremos decir que no pueda ser violada, sino que no debe ser nunca violada. Cuando decimos que las personas poseen derechos frente a otras personas, podemos descubrir, si nos fijamos con atención, que esto significa que las personas tienen deberes para con los «otros como yo». La experiencia del «deber», se funda sobre el «reconocimiento» de la persona del «otro», como sujeto con dignidad.”129 Breve panorama histórico-jurídico de los derechos humanos En el siglo VIII antes de Cristo, el griego Hesíodo, tuvo que enfrentar la violencia brutal de su hermano, holgazán y sin escrúpulos, pero que supo sobornar a los jueces para apoderarse de toda la herencia de sus padres. Hesíodo, compuso una obra poética (Los trabajos y los días), en la que, por el anhelo de liberarse de la injusticia, se preguntaba por un ordenamiento fundamental del universo, que permitiera medir la perversión del derecho positivo, es decir, de las leyes legisladas por los hombres. Y, aunque el lenguaje de los derechos humanos fue desconocido por la antigüedad griega, vislumbró la existencia del derecho natural. Posteriormente, Aristóteles analizó el derecho, y afirmó que éste es una relación, una proporción entre las

129 Rodrigo

84

Guerra. Op. Cit, p. 149.


LA ESPIRAL DE VIOLACIONES A LOS DERECHOS HUMANOS

personas que tienen, por un lado, una común naturaleza, y por otra, puestos desiguales en cada grupo social. “Históricamente, el contenido de algunos de los que hoy denominamos derechos humanos (...) se reclamaban, y muchas veces se obtenían para grupos concretos de hombres, en su respectivo contexto histórico (...) que eran consignados en cartas o fueros (...) De este tipo fueron: el contenido del núcleo constitucional de los Usatges de Barcelona, proclamados a fines de la primera mitad del siglo XII; las garantizadas por Alfonso IX en las primeras cortes de Castilla y León, en 1188; la Carta Magna inglesa, comprometida por Juan Sin Tierra con sus barones; la constitución pactada por Pedro el Grande con las cortes de Barcelona, en 1283 (...) Terminológicamente, en estas cartas o fueros (...) no se proclamaban derechos de los súbditos, sino deberes del rey.”130 Por lo que se refiere al Derecho Romano, éste señala que “la concepción clásica de la rerum natura (las cosas naturales), era considerada en la divinarum et humanarum rerum notitiae (el conocimiento de las cosas divinas y humanas), previa para la iusti et iniusti scientia (ciencia de lo justo y de lo injusto), conforme la definición de la jurisprudencia que nos ha sido transmitida por Ulpiano (Dig. 1, 1, 10, 1).”131 Durante las primeras décadas de la exploración y conquista de América, la denuncia que los misioneros hicieron a la Corona Española de los abusos cometidos contra los naturales por muchos conquistadores, suscitó en España, un debate teológico-jurídico del cual, bajo el nombre de “Derecho de Gentes”, surgió el Derecho Internacional Público. Fueron los teólogos de la Universidad de Salamanca (especialmente Francisco de Vitoria), quienes, defendiendo puntualmente la dignidad humana de los indígenas, formularon los contenidos básicos de muchos de los hoy llamados derechos humanos. 130 Juan

Vallet de Goytisolo. Op. Cit, p. 15-16. p. 29.

131 Ibídem,

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“Hubo algunas voces confundidas que negaron humanidad al indígena, pero prevaleció ampliamente al respecto, la racionalidad y la evidencia que reconocía en cada indio a un ser humano, y por lo tanto, a una persona, a un centro unitario de derechos y deberes (...) Por eso, Francisco de Vitoria, que tiene el mérito de ser un admirable sintetizador de las polémicas posiciones de la época, cierra la cuestión diciendo puntualmente, que los españoles son prójimos de los indios. Por lo tanto, los indios son prójimos de los españoles: todos comparten la común condición de tener la misma naturaleza corporal-espiritual del hombre.”132 Posteriormente, la ideología liberal, a partir del «Bill of Rights», proclamado el 13 de febrero de 1689, y de una concepción marcadamente individualista del ser humano, empezó a hablar de los derechos humanos bajo el término de “garantías individuales”. Esta ideología influyó notablemente en la Constitución de los Estados Unidos de América, promulgada el 17 de mayo de 1787, pero sobre todo se hizo presente en el documento más famoso e influyente, surgido de la Ilustración: la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano, promulgado por la «Asamblea Nacional» francesa el 26 de agosto de 1789. A éste documento se debe la generalización del término «derechos del hombre». Finalmente, y como lo hemos ya señalado, la violación sistemática a la dignidad de millones de seres humanos, y los horrores cometidos en Europa por el régimen nazi, llevó a la Asamblea General de las Naciones Unidas a proclamar, el 10 de diciembre de 1948, la «Declaración Universal de los Derechos Humanos», la cual se compone de un preámbulo y treinta artículos. Aunque la «Declaración» de la ONU, ha sido un desmentido al «positivismo jurídico» que ha dejado de lado a la justicia, no tiene obligatoriedad jurídica; esa es, entre otras, una de las razones no sólo de su incumplimiento sino del hecho que, desde 1948, los 132 Pedro Enrique Baquero Lazcano. Vitoria y las Naciones Unidas. Revista de la Facultad de

Derecho y Ciencias Sociales de la Universidad Nacional de Córdoba, Argentina. N° 1, Vol. II, 1993.

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LA ESPIRAL DE VIOLACIONES A LOS DERECHOS HUMANOS

mismos crímenes del régimen nazi hayan sido superados en número y crueldad.

Situación de los derechos humanos en Francia, después de la Declaración de 1789

El preámbulo de la Declaración francesa de 1789, decía que el propósito de la misma, era “que las aspiraciones futuras de los ciudadanos... puedan tender siempre a mantener... la felicidad general.” Independientemente, de lo acertado o no, de los derechos proclamados, a lo largo de sus diecisiete artículos, no existe ninguna referencia a las obligaciones y deberes que –ciudadanos y gobierno– debieran cumplir para mantener no ya “la felicidad”, sino las condiciones mínimas que hicieran posible un verdadero respeto a la dignidad de los franceses. La “época del terror”, que ensangrentó a Francia, fue inaugurada proclamando los “derechos del hombre y del ciudadano”. Pero, la mitificación romántica que se ha hecho de la Revolución Francesa ha minimizado –cuando no ignorado totalmente–, el terror revolucionario, planeado y dirigido por el “Comité de Salud Pública” conformado por la misma «Asamblea Nacional». La “época del terror”, produjo en pocas semanas, más de cuarenta mil víctimas, despojó injustamente de sus bienes a muchos otros, y obligó a miles más a huir de su nación. “El artículo 10 de la Declaración de 1789, declaraba que nadie debía ser molestado por sus opiniones, aun religiosas. Tres años no habían transcurrido que se empezó a guillotinar a los que eran sospechosos de no ser republicanos. Al año siguiente, se ejecutó a los que «no haciendo nada contra la libertad, no habían, sin embargo, hecho nada por ella» (ley de los sospechosos del 17 de septiembre de 1793). Los «grandes antepasados», empezaron entonces a guillotinarse 87


FUNDAMENTOS DE LA DIGNIDAD HUMANA

entre ellos.”133 Así, el hecho concreto es que, mientras la Asamblea proclamaba los «derechos del hombre», las cabezas cercenadas de miles de seres humanos (hombres y mujeres; nobles y plebeyos, e incluso revolucionarios; con fortuna o sin ella; culpables e inocentes), eran mostradas públicamente y paseadas en picas a una multitud que se regocijaba con ese sangriento espectáculo.

Situación de los derechos humanos en el mundo, después de la Declaración de 1948

Los resultados obtenidos tras la Declaración de la ONU, no han sido diferentes, con la salvedad de que la Declaración de 1789 estaba circunscrita a Francia, y la de la de 1948 dice abarcar a “los pueblos de las Naciones Unidas”. El hecho concreto, es que las violaciones a los derechos proclamados ya no se contaron en miles sino en millones. La Declaración Universal de la ONU, dice en su preámbulo que “los Estados Miembros se han comprometido a asegurar, en cooperación con la Organización de las Naciones Unidas, el respeto universal y efectivo a los derechos y libertades fundamentales del hombre”. Pero, la Unión Soviética, uno de los cuatro “Estados Miembros” más influyentes (esos que hasta la fecha tienen “derecho de veto” y un asiento vitalicio en el Consejo de Seguridad), desde 1917 había establecido la violación sistemática de todos y cada uno de los derechos proclamados. Lejos de dar marcha atrás, a partir de 1948 el dictador José Stalin, extendió las violaciones sistemáticas de los derechos humanos a todos los pueblos que cayeron bajo el dominio de la URSS. El «GULAG»134, superó incluso el número de víctimas y vejaciones de los campos de exterminio nazis, pues cerca de treinta millones de personas perecieron en esas prisiones políticas, cuya existencia negaban las autoridades soviéticas. 133 Michel

Martin. Op. Cit, p. 1033.

134 GULAG, son las siglas en ruso para la “Dirección General de Campos de Concentración”.

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LA ESPIRAL DE VIOLACIONES A LOS DERECHOS HUMANOS

Alexander Soljenitzyn –teniente del Ejército soviético durante la Segunda guerra mundial–, estuvo ocho años (de 1948 a 1956) confinado en uno de esos campos que “no existían”. Su experiencia la relata en su libro “Archipiélago Gulag”, el cual le mereció el Premio Nóbel de literatura de 1970. En esa obra Soljenitzyn, narra las condiciones inhumanas y las torturas que vio y sufrió, así como los crímenes que llevaron a la antigua Unión Soviética a superar con creces los “actos de barbarie ultrajantes para la conciencia de la humanidad”, denunciados por la ONU, en la Declaración de 1948. La extensión de esos “actos de barbarie ultrajante”, a Europa oriental, China, Cuba y el Sudeste asiático, ha sido motivo de innumerables investigaciones; una de las más recientes y ampliamente documentada, está plasmada en una obra redactada por seis investigadores provenientes de distintos ambientes.135 Es impresionante, el número de víctimas que produjeron las vejaciones de esos regímenes: 80 millones en China, 2 millones en Camboya, etc, pero la frialdad de los números, difícilmente revela la inhumanidad vivida por tantos pueblos en la segunda mitad del siglo XX. Alexander Soljenitzyn, escribe al respecto: “Así, pues, son muchos los fusilados: miles al principio, cientos de miles después. Dividimos, multiplicamos, nos lamentamos, maldecimos. Y, sin embargo, se trata de números, de cifras que estremecen, que aterrorizan, que se olvidan más tarde. Pero, si alguna vez los familiares de los fusilados llevaran a una editorial las fotografías de todos los ajusticiados, y la editorial hiciera con ellas un álbum fotográfico, varios volúmenes de ellos, entonces, podríamos, al pasar una hoja detrás de otra, obtener de la última mirada de los ojos cerrados para siempre, algo muy útil

135 Stéphane

Courtois, Nicolas Werth, Jean Louis Panné, Andrzej Paczkoski, Karel Bartosek y Jean Louis Margolin. El Libro Negro del Comunismo, Editado en castellano por Espasa-Planeta, en 1998. 89


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para los que hemos continuado con vida. Esta lectura, casi sin letras, grabaría huellas eternas en nuestros corazones.”136 Sin embargo, la violación a los derechos humanos no ha sido prerrogativa exclusiva de los regímenes marxistas. Aunque en número mucho menor, también regímenes latinoamericanos llamados “de derecha”, han realizado muchas violaciones y atrocidades en nombre de una política llamada “de seguridad nacional”, la cual surgió en los años setenta, como reacción ante la acción de los grupos guerrilleros ¡que igualmente cometían innumerables violaciones a los mismos derechos! Otros regímenes, que también en forma sistemática han cometido un gran número de violaciones a los derechos humanos, son los que surgieron en varias naciones africanas tras el fin del colonialismo europeo en ese Continente. Baste recordar, el inhumano régimen en Uganda del brutal dictador Idi Amín (sobre el que pesaron incluso acusaciones de canibalismo), causante de más de medio millón de víctimas en el periodo comprendido entre 1971 y 1979. Y, en no pocas de las naciones democráticas del llamado “primer mundo”, el derecho humano más básico e inalienable que es, «el derecho a la vida», es violado cotidianamente bajo el amparo de las mismas autoridades civiles, pues en varias de esas naciones hoy se han proclamado, “leyes” que han hecho “legal” el aborto. Desde luego que, quienes han legalizado el aborto y quienes propugnan por su extensión, se niegan a aceptar que abortar sea un homicidio, a pesar de la evidencia de la ciencia, que hoy puede saber si un embrión de una semana es varón o mujer. Para justificar el aborto, sus promotores alegan que no hay un ser humano hasta que el óvulo fecundado no haya anidado en el útero; o que no hay un ser humano mientras el cerebro no esté formado; o hasta que no tenga figura humana; o hasta que no sea dado a luz; o.... El hecho es que, 136 Alexander

Soljenitzyn. Casi sin letras. 5 de marzo de 2003. www.lainsignia.org/2003/ marzo/cul_013.htm

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LA ESPIRAL DE VIOLACIONES A LOS DERECHOS HUMANOS

quienes promueven el aborto se abrogan el “derecho” de determinar arbitrariamente cuando un ser humano es humano, y cuando no lo es. “Este nuevo ser (el embrión humano), no es la simple suma de los códigos genéticos de los padres. Es un ser, con un proyecto y un programa nuevos, que nunca antes ha existido y no se repetirá jamás. Este programa genético –genoma–, absolutamente original, individua al nuevo ser, que de ahora en adelante, se desarrollará según ese genoma (...) El desarrollo cuantitativo y diferencial del embrión, es un perfecto continuo, no hay saltos cualitativos o mutaciones sustanciales, sino una continuidad, por la cual el embrión humano se desarrolla en un hombre adulto, y no en otra especie.”137 Dicho de forma más sencilla, si en el vientre materno no hay un ser humano, no lo habrá nunca. El Dr. Bernard Nathanson, uno de los médicos que más luchó en favor de la legalización del aborto en los Estados Unidos, y que durante varios años dirigió una clínica donde personalmente practicó más de cinco mil abortos (por lo que él mismo se proclamaba “el rey del aborto”), en una conferencia que dictó en febrero de 1981 en Camberra, Australia, afirmó: “una vez que se me hizo absolutamente claro, por medio de esta tecnología (se refería al ultrasonido, en ese tiempo recién aplicado a las ciencias médicas), que el feto respira y duerme en un muy definido ciclo de sueño, y que responde a distintos sonidos... que reacciona al dolor, que tiene las percepciones que usted o yo tenemos, se me hizo cada vez más claro el hecho ineludible que el feto es uno de nosotros, uno de nuestra comunidad, una vida, una vida que debe protegerse (...) Es la revelación más importante y creo que a través de los años (...) se convertirá en el factor más importante para detener la matanza.”138 137 Ramón

Lucas. Antropología y problemas bioéticos, p. 68-69. Citado por E. Forment. Estatuto ontológico del embrión. Espíritu. LI (2002), p. 257. 138 Conferencia publicada en DOCA, N°. 93, abril 1983, p. 19-20. 91


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Desde 1981 el Dr. Nathanson, trabaja para revertir las inicuas leyes que legalizan el asesinato de bebés, pues como él afirma: “La ciencia médica me dice ahora que el feto es un persona humana. Dramáticamente tengo que reconocer que el feto no es un trozo de carne; es un paciente.” Cuando España, estaba por votar las leyes que hoy permiten el aborto en esa nación, el célebre agnóstico y biólogo francés Jean Rostand afirmó en Madrid: “Existe un ser humano desde la fecundación del óvulo. El hombre, todo entero, está en el óvulo fecundado. Está, todo entero, con todas sus potencialidades... Por lo tanto, todo aborto es sin duda un pequeño asesinato. Esta sociedad expurgada, más robusta, más saludable y más agradable de contemplar, esta sociedad en la cual la piedad no tendrá lugar, esta sociedad sin deshechos, sin rebabas, donde los normales y los fuertes se beneficiarán de todos los recursos que hasta ahora se han prodigado para los anormales y los débiles, esta sociedad que reviviría en España y haría felices a los discípulos de Nietzsche, no estoy seguro de que aún pudiera merecer el nombre de sociedad humana.” La «legalización del aborto», por el derecho positivo de muchas naciones no elimina el hecho que el aborto, sea objetivamente un homicidio cometido contra el ser humano más indefenso, y con las agravantes de una total premeditación, alevosía y ventaja. Paradójicamente, hoy la Organización de las Naciones Unidas, que nació para defender el derecho a la vida, se ha convertido en uno de los principales promotores del aborto en el mundo, bajo el eufemismo de “salud reproductiva”. Podemos tomar, como un resumen de la situación actual de los derechos humanos, el mensaje que, con motivo del XXV aniversario de la Declaración de la ONU, Juan Pablo II dirigiera el 10 de diciembre de 1978: “Uno se ve obligado a constatar divergencias... entre las significativas declaraciones de las Naciones Unidas y el aumento masivo, a veces, de violaciones de derechos humanos en todos los sectores de la sociedad y del mundo...¿Quién puede negar que hoy en día hay personas individuales y poderes civiles que violan 92


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impunemente derechos fundamentales de la persona humana, tales como el derecho a nacer, el derecho a la vida, el derecho a la procreación responsable, al trabajo, a la paz, a la libertad y a la justicia social? ”.

Deseos legítimos y falsos derechos

Además del silencio sobre los deberes, el lenguaje usado en la Declaración de la ONU de 1948, aunque no llega a la tontería de prometer el aseguramiento de “la felicidad”, como lo hizo la Declaración francesa de 1789, favorece la ambigüedad sobre los derechos, lo cual conduce a proclamar falsos derechos que, en su consecuencia más dramática, ha llevado a muchos a exigir como “derechos”, actos que son contrarios a los verdaderos derechos, como es el caso de los supuestos “derechos” al aborto, a la homosexualidad y a la eutanasia. Un ejemplo de la ambigüedad del lenguaje, de la Declaración de la ONU, es su artículo 25 que dice: “Toda persona tiene derecho a un nivel de vida suficiente para asegurar su salud, su bienestar, de él y de su familia...” Siendo lo anterior del todo deseable, al respecto surgen varios cuestionamientos: ¿qué es un nivel de vida suficiente y cuál su bienestar?, ¿el bien-estar de un habitante del Amazonas y de uno de la estepa siberiana, les llevará a exigir su “derecho” al aire acondicionado o a la calefacción? “Algunas necesidades del hombre son imperativas, tales como comer, vestirse, tener alojamiento, etc. Su satisfacción es un derecho. Pero, la satisfacción de otras necesidades, es solamente deseable. Ciertamente, la satisfacción de estas necesidades puede, a menudo, ser reclamada legítimamente, pero no en nombre del derecho. Pero, como el progreso técnico ha dado posibilidades, desconocidas antes, para satisfacer ciertas necesidades (y ha creado bastantes más), resulta que, bajo la influencia de almas generosas o demagógicas, se 93


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ha reclamado como derecho la satisfacción de necesidades, muchas de las cuales no podían ni siquiera sospechar nuestros padres (...) Es evidente que, cuando se multiplican los derechos, transformando ciertas satisfacciones en derechos, se crea poco a poco una confusión entre los derechos y las necesidades. Se abre así, la vía a una escalada de reivindicaciones ilimitadas (...) Todos los días, o casi todos, se oye reivindicar nuevos derechos (...) Los músicos, han pedido que sea precisado el «derecho a la cultura», inscrito en la Declaración de la ONU, indicando que este derecho comprenda también el derecho a la instrucción musical.”139 “Cuando se reivindican derechos, que ningún particular ni empresa tienen la posibilidad de satisfacer, entonces los reivindicantes se dirigen lógicamente hacia la Sociedad, hacia el Estado, al que ahora se considera como una providencia capaz (no se sabe cómo) de satisfacer todas las necesidades (...) el Estado sería responsable de todo y suministraría todo (...) La experiencia (de setenta años de socialismo en la mitad del planeta), enseña que una sociedad así no llega a otra cosa, que a una generalización de la miseria y la violación institucionalizada de todos los derechos del hombre, proclamados por la ONU.”140 Sin embargo, y a pesar de ello, no debemos olvidar –como acertadamente señala Michel Villey–, que “los derechos humanos son «operativos», que son útiles a los abogados de excelentes causas, que protegen de los abusos del gobierno y de la arbitrariedad del «derecho positivo». Si fuera posible borrarlos de nuestro vocabulario, sería necesario reemplazarlos por otra expresión, menos inadecuada. Ignoramos cual. Ese es nuestro problema.”141

139 Michel

Martin. Op. cit, p. 1039-1040. p. 1040-1041. 141 Citado por Juan Vallet de Goitysolo. Op.Cit, p. 23. 140 Ibídem,

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¿Por qué el mundo contemporáneo vive una espiral de violaciones a los derechos humanos?

Los preámbulos de la Declaración de 1789, y de la Declaración de 1948, coinciden ambos en señalar que la causa principal de las violaciones, se encuentra en “la ignorancia” que el hombre tiene de sus derechos. Pero, esta razón es falsa e incluso ridícula; si fuera cierta podríamos decir: los actos de barbarie cometidos en los campos de concentración nazis se debieron a que, los judíos ignoraban que tenían derecho a vivir y a ser respetados. Igualmente, podríamos decir que si los cubanos no pueden salir de su País si no es arriesgando la vida en frágiles balsas, es porque, ignoran que tienen derecho “a salir de cualquier país, incluso el propio...”, como lo proclama el artículo 13 de la Declaración de la ONU. Es obvio, que la causa de la violación de los derechos humanos y “los actos de barbarie ultrajante” que ha vivido la humanidad, es otra muy diferente. Tras cada violación cometida, existe un “alguien”, una persona, que no ignora los derechos sino que desprecia la dignidad de los otros. Y aunque la propensión al mal, con el que todos los hombres nacemos, es la causa primera del desprecio por la dignidad, ésta propensión ha sido acentuada –incluso desbocada–, por la relativización que el mundo moderno ha hecho, de lo que el hombre «es».

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CAPÍTULO SEXTO

URGENCIA DE EDIFICAR UNA CULTURA DE RESPETO A LA DIGNIDAD HUMANA

La anticultura del desprecio

Como ya lo hemos venido apuntando, la más dramática herencia que el siglo XX hizo a los tiempos subsiguientes, consistió en el desprecio a la dignidad humana; desprecio manifestado en la violación sistemática de los derechos humanos de millones de personas. Este hecho evidentísimo, contrasta fuertemente con el legítimo y extraordinario progreso científico y tecnológico alcanzado en ese mismo siglo. El balance de esta paradoja es tan sencillo como terrible: el progreso material no hizo más humana la vida de las personas y las sociedades, sino todo lo contrario; y ello no por culpa del progreso de la ciencia y la técnica, sino porque ese desarrollo, lejos de ser acompañado de un progreso espiritual, fue simultáneo a la negación del espíritu y el olvido de Dios. Nunca como en el siglo XX, se hizo tan evidente que el desprecio a Dios, más temprano que tarde, se transmuta en desprecio a la dignidad humana. “No hay que maravillarse de que el desarrollo de la sociedad, los grandes descubrimientos de la ciencia, de la técnica, de la informática, si no van acompañados de un auténtico sentido

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religioso, reduzcan al hombre a la nada, a un número del conjunto, a un esclavo.”142 Los horrores del siglo XX, no se circunscribieron exclusivamente a la aniquilación de millones de seres humanos en las acciones bélicas, como el bombardeo indiscriminado de ciudades durante las guerras mundiales; aún más grave fueron tantos hechos de desprecio premeditado a la dignidad. Esto, es lo que Gabriel Marcel llama “las técnicas del envilecimiento”, sobre las cuales escribe: “en sentido estricto, entiendo por técnicas de envilecimiento el conjunto de procedimientos llevados a cabo deliberadamente para atacar y destruir, en individuos que pertenecen a una categoría determinada, el respeto que de sí mismos pueden tener y, ello, a fin de trasformarlos poco a poco, en un deshecho que se aprehende a sí mismo como tal y al que, a fin de cuentas, no le queda sino desesperar de sí mismo, no sólo intelectualmente, sino vitalmente.”143 Lo anterior, pudiera parecer una exageración, pero desgraciadamente no es así, como lo prueban algunos testimonios que el propio Marcel cita: “Los alemanes, escribe la Sra. Jacqueline Richet, a propósito de Ravensbruck (un campo de concentración), intentaban envilecernos por todos los medios. Explotaban todas las cobardías, excitaban todas las envidias y suscitaban todos los odios. Era necesario, esforzarse día a día para conservar la propia integridad moral (...) Después de haber dado horribles detalles sobre cómo habían sido las letrinas en el campo de Auschwitz, la Sra. Lewinska escribe: «¡Y entonces comprendí! Comprendí que no era desorden ni falta de organización, sino que, muy al contrario, lo que había presidido la instalación del campo era una idea bien madurada, consciente. Se nos había condenado, a perecer en nuestra propia suciedad, a ahogarnos en el lodo, en nuestros excrementos; se pretendía rebajar, humillar en nosotros la dignidad humana, borrar de nosotros toda huella de 142 Paul

Poupard. Dios y la libertad. Ed. EDICEP. Valencia, 1997, p. 24. Marcel. Op. Cit, p. 44.

143 Gabriel

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humanidad, convertirnos en bestias salvajes, inspirarnos el horror y el desprecio de nosotros mismos y de nuestro entorno» (...) Con perfecto conocimiento de causa, a los seres humanos se les inoculaba el bacilo de la depravación (...) Pero lo que sigue, dejándonos confusos, es pensar en los innumerables agentes de ejecución que, a pesar de todo, se han necesitado para hacer realidad esa idea. Por añadidura, sabemos de sobra...que esos agentes de ejecución no eran todos, ni con mucho, de raza alemana.”144 Ciertamente, el empleo de esas “técnicas” no fue un hecho aislado y limitado al régimen nazi, sino que, como una epidemia, de un modo u otro, brotaron y se generalizaron por muchas partes; incluso hubo quienes se adelantaron a los nazis. Viktor Kravchenko, un alto funcionario de la industria militar soviética, denunció en 1946 las técnicas que en la Unión Soviética, se emplearon sistemáticamente contra todos los trabajadores. Entre ellas estaban: el “stajanovismo”, que imponía altísimas cuotas de producción, y que permitía al régimen acusar de “saboteador” a quienes no las cumplían; el “libro de trabajo”, que registraba hasta un retardo involuntario del trabajador y que para él constituía una cadena invisible, imposible de romper, etc. Todo ello, acompañado de la obligación de alabar públicamente estas técnicas, “como prueba del crecimiento de la clase trabajadora”. Dice Kravchenko: “las víctimas no sólo debían aceptar sus cadenas «voluntariamente», sino que además debían hacerlo «con entusiasmo». No era suficiente que aguantaran el azote, era preciso que besaran la correa o que gritaran ¡hurra¡ ”. 145 Con cuánta razón, Gabriel Marcel afirma: “Hemos partido de lo que en las técnicas de envilecimiento, hay de más deliberado y más sistemático, del objeto de estas técnicas: envilecer una categoría de seres y esto, a los ojos de los mismos seres. Es fácil ver que, el recurso a semejantes técnicas, sólo es posible en un mundo en el 144 Ibídem,

p. 45. Kravchenko. Escogí la libertad. La vida personal y política de un alto funcionario soviético. Ed. Libertad. México 1947. Vol. II, p. 486.

145 Viktor

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que los valores universales son sistemáticamente pisoteados; y no nos entretengamos en pensar aquí en el bien en sí, en la verdad en sí (...) sino en esos mismos valores tomados en su alcance referencial, es decir, en cuanto confieren a la existencia humana su dignidad, la dignidad propia de toda existencia humana. En este orden de cosas, y lo destacaré de pasada, me parece totalmente imposible negarle a Nietzche (se refiere a su tesis «Dios ha muerto»), una responsabilidad al menos indirecta en los horrores, cuyos testigos hemos sido y aún somos. ”146 Por un entendible, pero no justificable deseo de olvidar, muchos piensan que esas situaciones son cosa del pasado, aunque este sea reciente. Pero no es así; las causas que provocaron los horrores del siglo que acaba de concluir no solo siguen vigentes, sino que incluso se han visto acrecentadas por un factor que, si bien no es nuevo, se había mantenido siempre marginal en la vida de las sociedades, pero hoy es preponderante en ellas. Ese “nuevo” factor, es la indiferencia.

La amenaza de la indiferencia

Los antiguos griegos, especialmente los estoicos, daban distintos significados a la indiferencia (llamada también adiáfora), como sería el caso de “todo aquello, respecto de lo cual no se siente deseo ni repulsión, por ejemplo, el hecho de que los cabellos de la cabeza o las estrellas se encuentren en números pares”147 Pero, trasladada a cuestiones más vitales e importantes, como serían los de justicia o injusticia, bondad o maldad, verdad o mentira, la in-diferencia se convierte en una gravísima amenaza. “La anti-cultura más amenazante hoy, es la indiferencia frente al declive de la libertad (...) «el más grave desastre que puede amenazar a un pueblo, no es la 146 Gabriel

Marcel. Op. Cit, p. 59. Abbagnano. Diccionario de filosofía. Ed. Fondo de Cultura Económica. México, 1989. p. 22.

147 Nicola

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humillación militar, es la indiferencia de sus miembros a la forma de su porvenir».”148 En cualquier, tema revestido de alguna importancia, la in-diferencia, el no-diferenciar, será signo de estupidez, pues como acertadamente explica Michel F. Siacca, la estupidez consiste en no reconocer límites: “Sólo el hombre es estúpido, porque sólo el hombre es inteligente. No hay en sentido propio una estupidez del cuerpo y de los sentidos, y no hay animales estúpidos (...) Donde está el límite, allí está el signo de la inteligencia; donde el límite es negado, está el signo de la estupidez: del lado de la inteligencia, están la cultura y los sentimientos más altos, del otro, la incultura y las pasiones más bajas”.149 En efecto, no hay animales estúpidos ni piedras estúpidas; sólo el ser inteligente puede ser estúpido, y lo será en la misma medida en que no sepa reconocer límites, y no en la medida de su ignorancia. “La estupidez no se ha de confundir con la «ignorancia», que es el «no saber» o el «no tener ciencia»; más aún, la conciencia de nuestra ignorancia es inteligencia madura y vigilante, es «docta» y también «sabia» ignorancia, ya que es «doctrina» profunda el «conocer que no se sabe», y es «sabiduría» auténtica el reconocer tanta ignorancia y obrar en consecuencia (...) La estupidez, no puede llamarse ignorancia incluso, porque no ve y no comprende porque no quiere, «montada» como está por la malicia.”150 Desde luego que sería estúpido, pretender construir un aeroplano basándose en las ciencias médicas, y no en las físicas, o pretender investigar la vida de los microbios con un telescopio. Obviamente, en casos así, el fracaso sería inmediato y obligaría a diferenciar los límites de cada ciencia y de cada instrumento. Pero, referida a 148 Paul

Poupard. Op. Cit, p. 24-25. F. Sciacca. El oscurecimiento de la inteligencia. Ed. GREDOS. Madrid, 1973, p.

149 Miguel

34.

150 Ibídem,

p. 59. 101


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realidades tan vitalmente humanas como lo es el sentido de la vida o la dignidad, la indiferencia ciertamente tendrá una gran dosis de «malicia», y las consecuencias serán siempre funestas. El fracaso no quedará en un aparato o un microbio, sino en la convivencia entre los seres humanos. Además de ser una manifestación, de un espíritu profundamente egoísta, la indiferencia sobre la dignidad de la persona humana fatalmente se convierte en una actitud de desprecio al prójimo: me es indiferente si existe o no, si tiene o no que comer, si está sano o enfermo, etc. La indiferencia, desestabiliza peor que el odio. Fuera de su propio egoísmo, al indiferente nada importante le interesa; todo le vale lo mismo, porque para él nada vale. Tal es la «malicia» de la estupidez que señala Sciacca. Esta in-diferencia, es alimentada especialmente por la manipulación ideológica del evolucionismo de corte materialista, manipulación que incluye un bombardeo incesante de ideas, tales como la «inteligencia de los animales», «el derecho de los animales», e incluso «la liberación de los animales». Así, se busca anular la diferencia abismal que existe entre el hombre y la bestia. Pero, éste absurdo no es únicamente frente al animal; la in-diferencia, llega hoy también con respecto al hombre y la máquina. Gabriel Marcel advierte: “El Occidente ha creado una sociedad semejante a la máquina. Obliga a los hombres a vivir en el seno de esta sociedad y a adaptarse a las leyes de la máquina. Cuando los hombres se parezcan a las máquinas hasta el punto de identificarse con ellas, entonces no quedará ya hombre sobre la tierra.”151 Sin duda, la anticultura de la indiferencia ha sentado sus reales en las sociedades contemporáneas.

151 Gabriel

102

Marcel. Op. Cit, p. 172.


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Conclusión

Revertir el proceso del “eclipse de lo humano”, es hoy, quizá, el problema más urgente que enfrentan las sociedades en el inicio del tercer milenio, y para ello, es indispensable fomentar el desarrollo de una verdadera cultura de respeto a la dignidad de la persona humana. En la construcción de esta cultura, tiene especial relieve, la obligación de afirmar las diferencias entre el hombre y los demás seres. No debemos olvidar, que la tentación originaria a nuestros primeros padres consistió, precisamente, en pretender eliminar la diferencia entre ellos y Dios: “seréis como dioses” (Gn 3, 5). El hombre no es Dios ni ángel, pero tampoco bestia ni máquina; el hombre es hombre, nada más y nada menos. La cultura del respeto, requiere también del reconocimiento de los principios del derecho natural, ya que “una concepción auténtica del derecho natural, entendido como tutela de la eminente e inalienable dignidad de todo ser humano, es garantía de igualdad y da contenido verdadero a los «derechos del hombre».”152 Los elementos objetivos de la ley natural (siempre al alcance de toda recta razón), deben estar en la base de las leyes positivas, pues cuando “el derecho positivo... toma del derecho natural sus principios fundamentales... se pueden elaborar normas jurídicas equitativas, evitando así que estas últimas sean pura arbitrariedad, o simple abuso de autoridad.”153 La vigencia del derecho natural en un justo y verdadero «estado de derecho», dará un mínimo de garantías para que la dignidad humana de cada persona sea respetada. Sin embargo, poniendo los pies sobre la tierra, y en base a la experiencia vivida en el último siglo, podemos afirmar categóricamente que la eliminación de la indiferencia y la afirmación 152 Juan

Pablo II. Discurso a los participantes en la VII asamblea general de la Academia pontificia para la vida. L´Osservatore Romano, 8 de marzo de 2002, p. 9 153 Juan Pablo II. Mensaje con ocasión del séptimo centenario de la muerte de San Ivo Hélory. 13 de mayo de 2003. 103


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de la vigencia del derecho natural, a pesar de la importancia que revisten, no es suficiente. El problema es de tal gravedad, que requiere de un remedio en profundidad y realmente eficaz. Este remedio es únicamente, el retorno a Dios. “Entonces se reencontrará de nuevo, que la grandeza del hombre no está en la miserable autonomía de un enano que se proclama único señor, sino en el hecho de que su ser deja transparentar la más alta sabiduría, la verdad misma. Entonces, se pondrá de manifiesto que el hombre es tanto más grande en cuanto más crece en él la capacidad de ponerse a la escucha del profundo mensaje de la creación, del mensaje del Creador.” 154

154 Joseph

Ratzinger. Dificultades ante la fe en la Europa de hoy. Revista Communio. Mayojunio 1991. p. 272.

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FUNDAMENTOS DE LA DIGNIDAD HUMANA Juan Armando Louvier Calderรณn

Este libro se terminรณ de imprimir en el mes de febrero de 2015 en los talleres de El Errante Editor, ubicados en Priv. Emiliano Zapata 5947, San Baltasar Lindavista, Puebla, Pue. El tiraje constรณ de 500 ejemplares.



Fundamentos de la Dignidad Humana

A raíz del sacudimiento de las conciencias, provocado por las atrocidades que la humanidad vivió en la década de los años cuarenta del siglo XX, el tema de la dignidad de la persona humana brincó a los primeros planos en el interés de las personas y los pueblos. Al finalizar la Segunda Guerra Mundial, la constatación de la terrible realidad vivida en los campos de concentración erigidos por el régimen nazi, donde la dignidad humana fue brutalmente violada, llevó a la Organización de las Naciones Unidas a promulgar en 1948 la «Declaración Universal de los Derechos Humanos». Pero curiosamente en ninguna parte la Declaración señala –y mucho menos explica– cuál es el fundamento de tal dignidad. Si no se explica «en qué» se fundamente la dignidad, difícilmente se entenderá «por qué» debe ser respetada. Es pues, sumamente importante dilucidar cuáles son los fundamentos de la dignidad, qué es y en qué consiste. Las respuestas permiten iluminar tanto a la ética y la moral, como a los ordenamientos jurídicos.

Universidad Popular Autónoma del Estado de Puebla 21 Sur 1103, Barrio de Santiago, C. P. 72410, Puebla, México.

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JUAN LOUVIER CALDERÓN


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