Historiando con Vasconcelos

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NĂşmero 7

www.sev.gob.mx/vasconcelos


JULIO - AGOSTO 2010

CONTENIDO Historiando N O. 7

VAMOS BIEN Y VIENE LO MEJOR

PARA GANAR EL FUTURO

SECRETARÍA DE EDUCACIÓN DE VERACRUZ

Dr. Víctor A. Arredondo Álvarez Secretario de Educación

Número 7

PROGRAMA VASCONCELOS Arq. Mario Fernández de la Garza Coordinador General

4 El Chapo: Entre el Ferrocarril y el Petróleo 6 Se Cuenta Que... Descubriendo Huellas

Tula, una Comunidad con Mucho que Contar

10 Reviviendo Nuestros Recuerdos 12 Expresiones Fotografías que Hablan 14 Cartucho

Rostros Inéditos

Otra vez… La Monja Alférez: Sor Subversiva

Cabotaje

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El Emperador Maximiliano y Jalapilla: Su Lugar de Descanso

Entre Pueblos y Brechas Un lugar cálido

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23 Recuerdos Sobre mi Tío Abuelo 25 Testimonios El Baúl del Abuelo

Psic. Minerva Villa Valencia Jefa del Depto. de Trabajo Comunitario Hist. Irene P. Uscanga Jiménez. Coordinadora Editorial Redactores: Mario Fernández de la Garza, María del Rosario Garrido González, Xóchitl Verenicce Parra Mata, Mireya Santos Gerardo, Irene Pastora Uscanga Jiménez Investigadores de Campo: María del Rosario Garrido González, Xóchitl V. Parra Mata, Mireya Santos Gerardo, Irene P. Uscanga Jiménez Edición y Corrección: Fidel S. Juárez Guzmán Diseño: Luis Cebada Sara Fitta Arte y Fotografía: Irene P. Uscanga Jiménez Sara Fitta Xóchitl V. Parra Mata, Mireya Santos Gerardo


JULIO - AGOSTO 2010

Editorial

Hace unos días tuve oportunidad de leer un bello texto, que me inspiró una seria reflexión sobre la conmemoración del Bicentenario y Centenario de las gestas por nuestra soberanía como nación independiente. El escrito incluía el siguiente fragmento:

Si no sabemos sentir la Historia que nos espera; Si no entendemos que la Historia que viene Es más exigente que la Historia que queda, Si no comprendemos todo eso, El futuro tendrá más quejas Que aquellas que tuvimos en el pasado 1. No saber sentir la Historia que viene significaría condenarnos al inmovilismo. Los festejos que se realizarán en nuestro país, lleno de injusticia, inequidad, desempleo, hambre, inseguridad, dolor, ignorancia y falta de oportunidades, no deberían ser simplemente eventos protocolarios y estáticos para honrar a bronces mudos y fríos en plazas y avenidas. En el Programa Vasconcelos, que nos ha permitido conocer la marginación y pobreza de las comunidades serranas, así como la generosidad, cultura y anhelo de superación de su gente, hemos creído firmemente en nuestras fiestas como motivo de compromiso y responsabilidad para entender la exigencia de la Historia pendiente. Con lo anterior, nos referimos a una Historia que relate en el futuro cómo los jóvenes, reconociendo el valor del servicio, supieron luchar para ayudar a romper las cadenas de la ignorancia a los olvidados del desarrollo que propone un liberalismo sin conciencia social. A una Historia que exponga de qué manera, mediante la educación, la tecnología, el humanismo y la atención personalizada que merece todo mexicano, se logró una comunidad nacional más justa y pleno de posibilidades para progresar. A una Historia en la cual se manifieste que, gracias al esfuerzo de todos, pero en especial de los padres de familia y los maestros, se pudo vencer a los fantasmas del oportunismo y la corrupción, y favorecer la autogestión de las personas y los grupos locales. Hemos deseado un México respetuoso del medio ambiente; donde la flora y la fauna del mosaico ecológico de nuestra geografía sean tratados con respeto, admiración y racionalidad en su aprovechamiento. Un país en el que, como dijera el filósofo Vasconcelos, la bondad de las acciones puedan convertirse en belleza moral aunada a la belleza del paisaje, y que de esta conjunción surja un sentimiento auténtico de Patria. El esfuerzo tenaz por escribir esa nueva Historia; el compromiso sincero de sentirnos uno en la búsqueda de que cada par de manos mexicanas pueda escribir su propio destino, sería la única forma ética de celebrar las luchas que nos dieron el ser como Nación. Historiando con Vasconcelos, a un año de su publicación, ha pretendido, con la humildad que brinda la conciencia de nuestro periplo por el Veracruz profundo, aportar una breve reflexión sobre estos temas. ¡No queremos que la Historia que viene tenga más quejas que la Historia que queda! 1

José Fernándes de Oliveira, t. c. c. P. Zezinho.


El Chapo: Entre el Ferrocarril y el Petróleo Por: Historiadora Irene Pastora Uscanga Jiménez, Brigadistas.

Estación ferroviaria de El Chapo, Ver.

Ferrocarril del Sureste (Ferrosur). El Chapo, Ver. Gracias al peregrinaje constante del Programa Vasconcelos, nos hemos topado con historias que han sido publicadas en esta revista. Historias que han nutrido nuestra identidad como veracruzanos y mexicanos. Una de nuestras sedes fue El Chapo, comunidad de Ixhuatlán del Sureste, Ver. Es una población pequeña, ubicada a un costado de la autopista Coatzacoalcos-Villahermosa. Ha albergado industrias como Bachoco, Luperox y MADISA, las cuales –junto con la ciudadanía– han aportado donaciones importantes para beneficio de escuelas y servicios públicos. El Chapo ha contado con una vía ferrea, en cuyo centro encontramos vestigios de una estación de ferrocarril y de lo que una vez fue una telesecundaria. El recinto fue construido en 1934, hallándose actualmente abandonado. Algunos de sus espacios, sin embargo, han servido de vivienda. Esto, a la orilla de los raíles que todavía funcionan.


La vía ha conectado entre sí al sureste de México, y a las industrias establecidas en la región con el interior del estado de Veracruz y el norte del país. También ha sido paso de migrantes centroamericanos, rumbo a los EE. UU. El agente municipal de El Chapo, el Sr. Héctor Alor Luis, comentó que el tren solía ser de pasajeros y de segunda clase. La localidad era parada obligatoria para el descanso de éstos. Explicó que la estación fue inaugurada por Lázaro Cárdenas, recién iniciado su periodo presidencial. Por otra parte, reveló que El Chapo solía llamarse Chapopotla, y que con el tiempo el nombre –derivado de los descubrimientos de yacimientos de petróleo en la zona– fue reducido a la mitad. Segón Alor Luis, “en El Chapo se puede ver el paso del tren de la compañía Ferrosur con dirección al sureste, por lo que no es extraño ver cómo regresa cargado de migrantes que se dirigen a los EE. UU. en busca de una mejor calidad de vida. (…) La mayoría pierde la libertad, alguna parte física de su cuerpo [e] incluso la vida, en su intento por llegar al país del norte” 1. Al observar las vías vinieron a la mente las acciones implementadas durante el cardenismo (19341940). El plan sexenal de entonces permitió la construcción de las líneas que correrían de Coatzacoalcos a Campeche, ligando los Ferrocarriles de Yucatán con el sistema de los Nacionales de México. Los trabajos de construcción se prolongaron durante tres sexenios, incluyendo los mandatos de Manuel Ávila Camacho y Miguel Alemán Valdés. Fue inaugurado el 25 de mayo de 1950. Llegó a ser “administrado por la Secretaría de Comunicaciones y Transportes. Se fusionó posteriormente con Ferrocarriles Unidos de Yucatán, y se formó Ferrocarriles Unidos del Sureste (FUS). En el año de 1977, en un acuerdo publicado en el Diario Oficial de la Federación, el 17 de enero, el Presidente López Portillo ordenó la fusión, en un solo organismo público descentralizado, de las cinco empresas ferroviarias que existían en el país, para en lo sucesivo ser administrada bajo un solo mando, unificando criterios de operación y control, incrementando con ello la eficiencia operativa de los ferrocarriles. Unidos del Sureste (FUS) quedó incorporado, atendiendo al acuerdo arriba mencionado, en marzo de 1982, y como ya se dijo, forma en la actualidad las Divisiones Tenosique y Mérida de los Nacionales de México” 2. El ferrocarril de pasajeros dejó de funcionar hace quince años, aproximadamente, con la privatización de Ferrocarriles Nacionales de México –que cerró operaciones definitivamente en 1999. Ese mismo año, la vía de El Chapo se convirtió en el Ferrocarril del Sureste –Ferrosur–, dedicada al transporte exclusivo de materiales. Así, quedaría asegurada la operatividad de las vías. A fin de cuentas, dos han sido los aspectos que han dado notoriedad a la comunidad: el petróleo y el ferrocarril. Sin ellos, El Chapo no hubiera llegado a ser lo que es.

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Extracto de una entrevista realizada al agente municipal de El Chapo, Ver., Héctor Alor Luis.

2

“Nacionales de México”. (S.a., s.f.) Consultado en http://www.estaciontorreon.galeon.com/productos627955.html, el 26 de julio de 2010.


Tula, una Comunidad con Mucho que Contar Por: Historiadora Xóchitl Verenicce Parra Mata, Brigadista. Una brigada del Programa Vasconcelos visitó Tula, municipio de Ángel R. Cabada, Ver., a mediados de 2010. Fui invitada a formar parte del equipo. Durante mi estancia, observé cómo los residentes se escudaban del intenso sol con el follaje de árboles enormes –de mango, por ejemplo–, que ellos mismos han cultivado. En las tardes se sentaban en la sombra, para platicar conmigo sobre los orígenes de la comunidad. Uno de ellos, el Sr. Herminio Fomperosa, de noventa años de edad, habló acerca de su padre, el Sr. Manuel Fomperosa García, quien vivía en la ex hacienda de Tula en 1916; es decir, durante el periodo revolucionario de México. Antes de referirme a ese relato, es importante contextualizar someramente cómo vivían las personas de la región, de 1910 a 1931. Era una época difícil. Las tierras que actualmente forman parte del municipio de Ángel R. Cabada eran conocidas con el nombre de El Mesón, y pertenecían a Santiago Tuxtla. Esto, debido al camino que conduce al puerto de Alvarado y a Tuxtepec, Oaxaca. Así que lo que ahora constituye Tula era un lugar de reposo para los comerciantes que transitaban en la zona. Allí, durante el porfiriato, surgieron diversas haciendas y ranchos, tras considerables inversiones de ganaderos y agricultores provenientes de España. Las haciendas contaban con grandes extensiones de tierra, que requerían de muchas manos para trabajarla. Por lo mismo, los propietarios contrataban a los habitantes de los alrededores. Sin embargo, las condiciones laborales eran de explotación extrema. Los salarios eran bajos. Había amenazas externas de muerte y despojos, que obligaban a los jornaleros a permanecer en las haciendas, debido a que la mayoría de éstas gozaban de amparo gubernamental. “Las constantes fugas de contratados se dieron entre 1912 y 1913, ya que el trabajo en la factoría era mediante un trato de animales” 1. 1

VERGARA Ruiz, Gustavo. (1997.) “La Tierra y el Hombre: Historia de Ángel R. Cabada”. Ángel R, Cabada, Ver., México: Imagen Actual. P. 36.

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Por esas fechas, se fortalecieron los movimientos en pro de la revolución. Apareció en escena un rebelde, Pascual Cazarín: un coronel que inicialmente se sublevó contra el golpe del general Huerta hacia Madero. Se dedicaba al saqueo de pueblos y rancherías; quemaba comercios y casas. Estableció su cuartel en el rancho La Florida, muy cerca de El Mesón. Posteriormente, con Venustiano Carranza en la presidencia y Heriberto Jara en el gobierno de Veracruz, Cazarín se rindió, entregándose a las órdenes de la administración constitucionalista. Con esto, Cazarín se convirtió en defensor de los terratenientes y del nuevo gobierno. Obtuvo el poder de embargar tierras a sus opositores, por lo que los bienes del coronel se incrementaron. Igualmente, solía repartir tierras entre sus amistades, como José Luis Pérez, fundador de la hacienda de Tula: cuatrocientas hectáreas, no muy lejos del municipio de Ángel R. Cabada. La finca fue denominada de esa manera, ya que los dueños tenían una hija con ese nombre. Desafortunadamente, ella murió a temprana edad. Después de esta desgracia, los propietarios se fueron, dejando como encargado al Sr. Teódulo Vela. Éste rentaba las tierras a los trabajadores y cobraba por las cosechas. Quien no pagara el precio impuesto, perdía sus cultivos o incluso la vida.


Uno de las perjudicados fue Manuel Fomperosa García. Una vez, cuando tenía lista una cosecha de rosales, no pudo costear lo que pedía el administrador. Como resultado, éste envió dos ganados y un caballo para que pisotearan las flores. Estas medidas coercitivas eran imitadas por otros caciques. Cansado de la situación, Manuel Fomperosa decidió seguir el ejemplo del agrarista Ángel Rosario Cabada, quien desde 1917 había llegado a El Mesón por órdenes de Venustiano Carranza, para organizar grupos sociales revolucionarios. Una de las asociaciones instauradas por Don Manuel fue el Comité Ejecutivo Agrario. También se dedicó a separar las tierras de El Mesón de San Andrés Tuxtla, para formar el actual municipio de Ángel R. Cabada. No obstante, los terratenientes aún disponían de la protección de Pascual Cazarín. Éste, junto con Ortiz y Sáenz, poseedores de la hacienda de San Francisco el Naranjal, Pastora Mulato, dueña de la hacienda de San Rafael, Ángel Rodríguez, del rancho La Providencia, y Nicolás Pereda, del rancho San Felipe, organizaron una emboscada para asesinar a Ángel R. Cabada. Este plan se concretó el 18 de junio de 1921. Con la muerte de este líder agrario, se designó a Vicente Poxtán Carvajal, como la persona que daría seguimiento a la contienda. En 1923, el gobernador Adalberto Tejeda apoyó a los campesinos con armamento para defender al naciente ejido de El Mesón. Al respecto, la resolución del presidente Álvaro Obregón fue la dotación de “mil trescientas hectáreas, afectando a la hacienda de San Rafael y los ranchos de La Providencia y San Felipe”.

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A pesar de las constantes amenazas de los terratenientes, los agraristas persistieron en su empeño de formar el municipio que llamarían Ángel R. Cabada, en honor al agrarista. Para ello, contaban con cinco demarcaciones: La Florida, Brazo de la Palma, Laguna de Márquez, la Esperanza y Tula. “El día 2 de julio de 1931, por decreto No. 223 firmado por el entonces gobernador de Veracruz, Adalberto Tejeda, se creó el municipio, siendo su primer presidente Miguel Mojíca R., quien organizó las elecciones”, señaló Don Herminio. “Mi padre –puntualizó –, don Manuel Fomperosa, (…) de la liga agraria, comenzó en 1932 a promover la integración del ejido de Tula. Para ello, un día se fue a la capital para hablar con el gobernador Adalberto Tejeda, quien le pidió veintidós firmas para (…) el nuevo ejido. Tras haber estado varios días en Xalapa, sin alimentos ni cobijo, regresó a Cabada y ahí organizó a un grupo de personas que integrarían el nuevo ejido”. Los veintidós pioneros del movimiento del ejido de Tula fueron: Manuel Fomperosa García, Florentino López Bravo, Asunción Domínguez Valenzuela, Marcelino Domínguez, Melecio Domínguez, Mateo Limón Ocampo, Juan Cortéz Villegas, Lauro Tadeo Crespín, Nicolás López Loyo, Tereso Tadeo Villegas, Rafael Vicente, Margarito Vicente, Santiago Cholo, Andrés Alvarado, Juan Alvarado, Lucas Mendoza, Silvestre Mendoza, Nicolás Mendoza, Gabino González, Ángel Ramírez Mazaba, Ángel Fomperosa Lara y Toribio Franco.


Durante cuatro años se gestionó la repartición de las tierras de la ex hacienda de Tula, las cuales habían sido expropiadas por el gobierno. Progresivamente, fueron incorporándose más ejidatarios, hasta llegar a un total de ciento cuarenta y cuatro. Don Herminio aseguró: “Mi padre fue una persona muy valiente y noble ya que a pesar de los peligros que provocaba ser integrante de la liga agraria, reunió a estas personas y las convenció de luchar en contra de los terratenientes y del administrador de la hacienda. En algunas ocasiones, él viajaba solo a la ciudad de Xalapa, dejando a su familia sola en estas tierras, sin alimento y con los peligros constantes de venganza por parte de los caciques”. “Sin embargo, la lucha que emprendió mi padre ahora se ve recompensada porque nos volvimos gente de bien, trabajadora y que sigue luchando por superarse todos los días. Ahora cada persona tiene su pedacito de tierra en donde puede sembrar lo que mejor ganancia le proporcione, y pueda vivir en paz y feliz”, finalizó.

Exterior de la credencial de Don Manuel Fomperosa

Interior de la credencial de Don Manuel Fomperosa García, integrante de la Liga de Comunidades Agrarias.

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Herminio Fomperosa. Tula, Ver.


Reviviendo Nuestros Recuerdos Por: Historiadora Irene Pastora Uscanga Jiménez, Brigadista. Fueron doce los días en los que la brigada Vasconcelos No. 5 permaneció en El Chapo, municipio de Ixhuatlán del Sureste, Ver. Implementó actividades de reforzamiento tecno-educativo, con énfasis en la lecto-escritura, para beneficio de varios sectores poblacionales. También efectuó una investigación de gabinete. Con base en la misma, encontró información relevante que data de la época post-revolucionaria. Quienes formamos parte del personal operativo Vasconcelos, nos dimos a la tarea de indagar con adultos mayores acerca del pasado próximo de la localidad. Nos enteramos de que la población también ha sido denominada Santa Clara: el nombre de un rancho existente en la región, propiedad de un agente municipal. Desde 1943 se llamaba así –en honor a la esposa del hacendado–, hasta el descubrimiento de yacimientos petrolíferos en la zona. (Ver El Chapo: Entre el Ferrocarril y el Petróleo, en este mismo número.) Nuestros interlocutores nos permitieron rescatar historias del anonimato, parte de la historia contemporánea de México, la cual ha enmarcado el desarrollo de la sociedad. Los adultos mayores contaron que, con el hallazgo del petróleo, el lugar gozó de gran importancia. Tal fue ésta, que permitió la creación del municipio de Ixhuatlán del Sureste. Los señores Roque Cruz Cruz y Vicente Rodríguez Barreiro –dos de nuestros entrevistados– han sido personajes destacados de El 1 Chapo. Han inspirado el respeto de la población. De jóvenes, Don Vicente se dedicaba a la venta de abarrotes; Don Roque, al comercio de pan desde los 12 años. Además, fue velador de la compañía extranjera de petróleo El Águila. Ambos aseguraron que durante la presidencia de Manuel Ávila Camacho (1940-1946), México se vio forzado a participar en la Segunda Guerra Mundial. Esto, tras el hundimiento de los buques Potrero del Llano y Faja de Oro. En ese entonces, los EE. UU. exigieron al gobierno mexicano que dejara de vender petróleo a los países del Eje: Alemania, Italia y Japón; especialmente al primero.

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Vicente Rodríguez Barreiro. Octavo regimiento, tercer batallón. Salinas Cruz, Ver. 24 de octubre de 1943.

Los alemanes, enterados del bloqueo norteamericano, mandaron submarinos al golfo de México. Ahí atacaron embarcaciones nacionales, con la intención de amedrentar a nuestros gobernantes. “En mayo de 1942, Alemania torpedeó dos navíos petroleros mexicanos (el Potrero del Llano y el Faja de Oro) con este hecho se da inicio a la única participación de México en la guerras [sic] mundiales. México por intermedio de la legación diplomática de Suecia envió una nota de protesta a los países del Eje, Alemania se negó a recibirla, Italia y Japón no contestaron, por lo que el Congreso mexicano les declaró la guerra el 22 de mayo de 1942. De fines de junio a principios de septiembre los U-Boot hundirían 4 barcos más: Tuxpan, Las Choapas, Oaxaca y Amatlán” 1. El país estaba sumido en la confusión. En palabras de Don Roque, corrieron “los rumores de que los barcos hundidos fueron por parte de los EE. UU., para forzar a México a no venderle petróleo a los europeos; otros decían que por los alemanes. Nosotros no sabíamos mucho, pues estamos retirados del puerto; sólo fuimos enlistados en el ejército y encuar telados en el aeropuer to de Tehuantepec, Oaxaca, en espera de una ataque por parte de los japoneses. (…) [Ahí] permanecimos de 1943 a 1944, Vicente y yo”2.


Relató: “No pagaban y daban de comer un pan, el cual debía durar para la comida, cena y desayuno (…). Además daban tres pesos para comprar aceite (…) para limpiar las armas y los zapatos, así como aceite de resino para el cabello” 3. Mientras tanto “Ávila Camacho, cauteloso, al tanto de la situación económica y sabiendo que el pueblo se oponía en general al reclutamiento forzoso de los conscriptos del servicio militar, determinó enviar a combatir contra el enemigo en los frentes del Pacífico en Asia, específicamente en las Islas Filipinas y bajo la bandera mexicana a un escuadrón aéreo profesional, integrado por alrededor de 300 hombres: el Escuadrón 201, de la Fuerza Aérea Expedicionaria Mexicana, el cual operó durante la Batalla de Luzón en la etapa final del conflicto, realizando cincuenta y nueve misiones de combate encuadrado en la Fuerza Aérea estadounidense” 4.

Certificado del servicio militar de Vicente Rodríguez Barreiro, formado por Lázaro Cárdenas del Río.

Don Roque y Don Vicente asimismo recordaron el intento de asesinato de Lázaro Cárdenas. Contaron que cuando éste fue a El Chapo, para inaugurar la estación ferroviaria, fue víctima de un atentado. Comentaron que, para preservar su seguridad, un señor de nombre Francisco Luis lo escondió en un horno de pan. Este hecho se hizo célebre en la región, hasta convertirse en leyenda. Qué gusto me dio haber platicado con Don Roque y Don Vicente: dos personas tan sencillas, tan amables, que con su contribución demostraron cómo los adultos mayores tienen tanto que aportar a la historia nacional. 1

“Participación de México en la Segunda Guerra Mundial”. (2010.) Wikipedia, la enciclopedia libre. Consultado en http://es.wikipedia.org/wiki/Participaci%C3%B3n_de_M%C3% A9xico_en_la_Segunda_Guerra_Mundial, el 26 de julio de 2010. 2 Extracto de una entrevista grupal, realizada a aultos mayores de El Chapo, Ver. 3 Ibíd. 4 “Participación de México en la Segunda Guerra Mundial”. (2010.) Op. cit.

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Contraportada de la fotografía de Vicente Rodríguez Barreiro.


Fotografías que Hablan Por: Estadística María del Rosario Garrido González, Brigadista. “La mirada era amplia, con exactitud tal vez. Los ojos, negros y profundos, cuestionaban. El gesto era serio, frágil, testigo de lo que desconocemos. Veíamos la niña de la fotografía, quien parecía advertir nuestra presencia. Se producía un diálogo interno y silencioso. Muchos examinábamos el retrato; a varios nos atrapaba. Su contenido trascendía el momento, convirtiéndose en vivencia, reflexión, pregunta y aguijón. Cada quien lo interpretaba a su manera, descartando aquello que no se relacionara con sus intereses. La pequeña fue fotografiada mientras no sonreía. Pareciera como si habitara otro mundo; uno que estuviera a la vuelta, y del que a veces no sabríamos de su existencia. Su cabellera se encontraba desaliñada; su vestido blanco, con imperfecciones. Sus pies estaban descalzos y sostenía un lápiz. En cuanto a su alrededor, la cámara capturó un escenario poco alentador. Lo que ella ha llamado un salón de clases no sería más que un espacio burdo y precario, lleno de pupitres roídos. El tono blanco y gris de la representación me hizo pensar en tiempos remotos; en un lugar que existió, que ya no es; en un momento de la historia. Pero la foto fue realizada apenas unos meses atrás: una prueba más de la situación por la que ha atravesado un número considerable de infantes, en escuelas rurales de este país. En el camino hacia la búsqueda del progreso y la justicia social, nuestra nación ha experimentado incontables procesos históricos por lograr el acceso igualitario a la educación: derecho que universalmente se considera para todos los hombres por igual. Previamente a los años sesenta, la mayor parte de la población se concentraba en el campo. Las condiciones de vida eran precarias y los requerimientos abundantes. El panorama reclamaba cambios urgentes e intervenciones severas. Se pensaba que, con base en la educación, podrían solucionarse las condiciones de pobreza imperantes. Una de las reformas más significativas en México se llevó a cabo durante el sexenio de Lázaro Cárdenas del Río (1934-1940). Su política se dedicó a la creación y reforzamiento de las escuelas agrarias, siguiendo el esquema de la mancuerna establecida con las Misiones Culturales y la Escuela Rural. El cardenismo abogó por una educación social que buscaba remediar los grandes males, mediante la consolidación de saberes y prácticas campesinas. Niños y adultos adquirieron conocimientos fundamentales y se familiarizaron con técnicas agrícolas, a través de la intervención comunitaria. El propósito era incorporar el medio rural al dinamismo nacional. Antes del movimiento revolucionario y del cardenismo, las escuelas del campo eran escasas, y la oportunidades para los mexicanos del agro limitadas. Pero aun con la proliferación de los centros rurales, no se corrigieron las desigualdades. El cardenismo terminó, y el cambio de administración desvió el rumbo de la política de la Escuela Rural. Los planteles dejaron de operar como lo venían haciendo, y se convirtieron en los centros de enseñanza que conocemos ahora. Sumado a esto, la despavorida migración de la población campesina a las ciudades originó que las prioridades educativas se enfocaran en las nuevas necesidades urbanas, desamparando al sector agrario.

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Actualmente, muchas comunidades dispersas han carecido de aulas dignas y de una cabal plantilla docente. Además, el nivel educativo ha sido bajo, en la mayoría de ellas. La diminuta escuela bilingüe de mi protagonista, a la que llamé Ana, sería un claro ejemplo de ello. Ana aún me miraba interrogante, dentro del marco de la imagen. Ésta permaneció frente a mí sólo unos segundos más. Otra instantánea exhibía a un niño, probablemente de tres años mayor que Ana. También fue retratado descalzo. Su ropa estaba sucia, y existían notables marcas de desnutrición en su rostro. Del lado derecho de su camisa escolar resaltaba un nombre: Juan, que le fue colocado con un broche para que permaneciera siempre a la vista de sus facilitadores. Noté que la mirada de Juan, a pesar de su inmovilidad, era distinta. El brillo de sus ojos no podía perderse; la curiosidad que expresaban era completamente indiscreta. No me resultó difícil detectar la aferrada voluntad de su visión, empeñada en cada detalle de lo que sucedía en la pantalla de una computadora. Sentado frente a ella, sus dedos dirigían un juego educativo digital, con lo que incursionó en las nuevas Tecnologías de la Información y Comunicación. Juan fue uno de los usuarios del Programa Vasconcelos, que en correspondencia con los tiempos modernos estaba siendo alfabetizado digitalmente. Al igual que la Escuela Rural, las Misiones Culturales y las acciones educativas del presidente Cárdenas, los brigadistas Vasconcelos hemos querido ser actores de cambio en la formación integral de nuestra población marginal en la entidad veracruzana. Las dos fotografías nos han alentado a conseguirlo. Ana y Juan nos delataron la realidad contemporánea; nos revelaron el tiempo que reclama un cambio, así como el tiempo que le ha dado inicio. Nuestros protagonistas nos remitieron a una Independencia y a una Revolución que todavía no han terminado; mismas que, como educadores, nos correspondería continuar y, ¿por qué no?, concluir.

Referencias bibliográficas: QUINTANILLA, Susana. (s. f.) “La Educación en México durante el Periodo de Lázaro Cárdenas. 1934-1940”. Consultado e n http://biblioweb.dgsca.unam.mx/diccionario/htm/articulos /sec_31.htm, el 26 de julio de 2010. SCHMELKES del Valle, Sylvia. “La Educación Rural en México”. En: José Ernesto Rangel Delgado (Coord.). (1998.) “La Educación para el Siglo XXI. Un Puente en la Cuenca del Pacífico: Memoria de la 22 Conferencia del Consorcio Círculo del Pacífico/Education for the XXI Century. A Bridge for the Pacific Rim: Memoirs of the 22 Anual Conferencia of the Pacific Circle Consortium”. México, D. F.: ANUIES. Consultado en http://www.anuies.mx/servicios/d_estrategicos/libros/lib60 /2.html, el 26 de julio de 2010.

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Otra vez… La Monja Alférez: Sor Subversiva Por: Historiadora Mireya Santos Gerardo, Brigadista. En octubre de 2009 visité la capital de Orizaba, Ver., fungiendo como personal operativo del Programa Vasconcelos. Ahí conocí al Dr. José Romero Güereña: médico de profesión, egresado de la UNAM e historiador por convicción. Ha sido el cronista de Orizaba, habiendo publicado varios libros. Me concedió una entrevista en su hogar y me permitió conocer su laboratorio –como llama a un cuarto que tiene destinado como archivo. Ahí se ha refugiado cada vez que Clío lo inspira. En ese recinto me llamó la atención el cuadro de una mujer de la época colonial mexicana, vestida como militar. Don José, siempre con suma amabilidad, me explicó que la pintura retrataba a la Monja Alférez. Me preguntó si yo había escuchado acerca de ella, a lo que sinceramente le respondí que no. Inmediatamente me regaló el libro Otra Vez… La Monja Alférez –escrito por él–, esperando que disfrutara la lectura. Por ello, decidí redactar el presente artículo, dejando en claro que sí me deleité. Para contextualizar diré que durante la época colonial, y aún en nuestros días, la homosexualidad no ha sido vista con buenos ojos. El lesbianismo se ha prestado todavía más a la burla. La Monja Alférez, en sus tiempos, tuvo que enfrentar un proceso penal por la forma en que conducía su vida, al no respetar los cánones de la sociedad del s. XVII. Pero, ¿quién fue la Monja Alférez protagonista de esta historia? Catalina de Erauso o Antonio, la Monja Alférez, nació en América, y obtuvo fama por sus correrías en dicho continente e incluso en el Vaticano. Según el periodista Francisco Igartua, la monja… … nació (…) en Donosti, en dos fechas distintas, según sus memorias el año 1585 y según el documento de bautizo en 1592. Todo, en él o ella, es novelístico. El hecho de la fecha de nacimiento es curioso, pues da la impresión de que quiso aparecer con mayor edad a la real porque sus primeros pasos aventureros los dio siendo una niña, disfrazada de grumete, pero que luego fue fantaseando y confundiendo la realidad, aferrándose al personaje que ella se inventó o que las circunstancias construyeron, un personaje que nació siete años antes de ver ella la luz. Se creyó con tanta intensidad esa fecha que así la consignó en su autobiografía escrita en España en 1624, antes de retornar a América. Esta vez a México, luego de que el Papa le dio licencia para seguir vistiendo de hombre 'pero sin dañar al prójimo 1 .

A muy temprana edad, sus padres la consagraron a la vida conventual. Sin embargo, debido al carácter fuerte de ella, consiguió liberarse a los 15 años de edad. La madre superiora no intentó buscarla: Catalina ausente representaba el regreso de la calma en el convento. La prófuga se mantuvo oculta y consiguió su propio guardarropa masculino. Después buscaría su destino, manteniéndose alejada de su familia para evitar otra reclusión. A los 16 años se unió a un grupo de arrieros, mostrando su identidad masculina. Se dedicó a ese oficio y recorrió algunas provincias de la península ibérica, como San Sebastián, Victoria, Valladolid, Bilbao, Estella de Navarra, Cáceres, Pasage, Sanlúcar de Barrameda Sevilla, Cádiz, Madrid, Zaragoza y Pamplona. 1

IGARTUA, Francisco. (2003.) “La Monja Alférez”. Euskonews & Media. Donostia-San Sebastián, España. Consultado en http://www.euskonews.com/0211zbk/kosmo21103.html, el 26 de julio de 2010.

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Eventualmente su vida tomó, literalmente, otro rumbo. Se dirigió al Nuevo Mundo como se le conocía a América. Ahí se desempeñó como grumete, arriera (*tosido*: arriero), comerciante, en la milicia... y como alférez. En este último caso, la osadía que evidenció al enfrentarse ante un conjunto de holandeses le valió el respeto de varios hombres importantes. Pero tuvo serios problemas. Era afín al juego y a las trifulcas. Casi siempre resultaba victoriosa, aunque con algunas heridas. En una de sus múltiples disputas, su contrincante resultó muerto. Fue juzgada; perdió en el proceso y recibió la condena de muerte. Se valió de su ingenio en una audiencia y apeló a su condición de mujer, por lo que la recluyeron en otro convento, donde unas matronas la revisaron para confirmar su sexo. Fue así como obtuvo la absolución, siempre y cuando debiera vivir como religiosa por el resto de sus días. Huyó de nuevo. Se unió a unos misioneros que cuidaban a niños, a los que defendía contra quienes los maltrataran. Terminó residiendo en Toma, donde se le concedió el permiso para que vistiera como hombre. Posteriormente embarcó a España y se entrevistó con Felipe IV. Éste le otorgó una pensión de quinientos pesos, que ella podía cobrar en las cajas reales. Acostumbrada a llevar una vida de aventuras, viajó a la Nueva España –hoy México–; esta vez como hombre de paz, presentándose como Antonio. Se dedicó a la arriería, transportando mercancías de Veracruz a México y viceversa. Fijó su residencia en Cuautlalpan, que actualmente pertenece al municipio de Ixtaczoquitlán, Ver. En uno de sus viajes, le fue confiada una doncella de noble familia, a quien debía entregar a sus familiares en la ciudad de México. No obstante, se enamoró de ella; le hacía numerosas promesas. La cortejada parecía estar de acuerdo; no obstante, destinó su corazón a alguien más. Como resultado, Catalina se dejó llevar por la muerte, negándose a consumir alimentos en el convento de San Juan de Dios. Recibió un suntuoso funeral, y fue enterrada en 1650, en el pueblo de Quitlaxtla, Puebla. Arribando el turbulento marco que sucedería en nuestra 5 nación, los restos de la novicia subversiva fueron exhumados. Posteriormente fueron destinados a la iglesia de San Miguel, en Orizaba. Hasta la fecha no se ha sabido dónde se encuentran, ya que se perdió el rastro de los mismos debido a las remodelaciones que sufrió el edificio.

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Todo esto fue reflejado por Don José, en las páginas de su escrito. Además de que ellas conciernen a un capítulo más del México colonial, han expuesto el pensamiento imperante de entonces. Antes la gama de actividades que podía desarrollar la mujer eran limitadas. A pesar de esto, han sido cuantiosas las mujeres que se ganaron un lugar en la historia. En el extranjero: Juana de Arco, Cleopatra, Catalina la Grande, etc. En México, por recordar a algunas, Sor Juan Inés de la Cruz, Leona Vicario y Josefa Ortiz de Domínguez. La Monja Alférez ha trascendido a través de los siglos. Varios autores le han dedicado atención, como Hipólito Rivera, Joaquín M. Ferrer y Artemio del Valle Arizpe. Transcribo uno de los párrafos que me pareció particularmente interesante: “En la corte de los Virreyes [la Monja Alférez] tenía muchas mujeres admiradoras pero (…) no les hacía caso y por otra parte se dice que desde su juventud odió a los hombres por su comportamiento alejado de la hombría (…), así lo afirmaban los médicos que la consultaron, sin embargo, se nota una tendencia lesbiana, cuando menos en el caso de la esposa de Don Xavier Ordoñes”. Catalina de Erauso se ganó el reconocimiento de la Corona Española, gracias a su temple y valentía, por lo que su historia es digna de contarse. Así lo hizo el Dr. José Romero Güereña, quien se valió de tecnicismos médicos y de su peculiar estilo. A veces parecía como si estuviera leyendo a un escritor del s. XVII. Otra Vez… La Monja Alférez fue realizada manteniendo un tono médico-histórico, que atrapa al lector en al trama, transportándonos al México Colonial lleno de leyendas y mitos.

Clío: en la mitología griega, la musa de la historia. Alférez: oficial perteneciente al ejército español, y cuyo grado es inferior al de teniente.


El Emperador Maximiliano y Jalapilla: Su Lugar de Descanso Por: Historiadora Xóchitl Verenicce Parra Mata, Brigadista La consumación de la Independencia y de la Revolución Mexicana implicó la construcción del nuevo Estado-nación en el país. Hubo enfrentamientos entre dos grupos: los liberales y los conservadores, sobre cómo debería ser el nuevo gobierno. Los liberales querían una republica democrática, conducida por Benito Juárez García. Deseaban separarar al Estado de la Iglesia; que los representantes fueran elegidos por el voto; y el derecho popular a las garantías individuales, por medio del constitucionalismo. Estas medidas afectarían los intereses y privilegios de católicos y grupos moderados. Lo mismo ocurriría a las familias españolas y al ejército imperial; es decir, a los conservadores. Éstos establecerieron el primer imperio mexicano, encabezado por Iturbide. Dicha empresa fue momentánea, ya que el panorama político propiciaba la formación de la república democrática. Los conservadores no desistieron. Formaron un comité encargado de buscar un segundo emperador, procedente de alguna casa reinante de Europa. La comisión fue integrada por José María Gutiérrez Estrada, Juan Nepomuceno Almonte, Francisco Javier Miranda y Manuel Hidalgo Esnaurrízar, entre otros. El grupo llegó a Francia. Se entrevistó con la esposa de Napoleón III. Después, contactó al archiduque de Austria: Maximiliano de Habsburgo (Ferdinand Maximilian Joseph von Habsburg-Lothringen). Éste aceptó el trono de México, ante el beneplácito de Napoleón III y sus tropas. En 1864, Maximiliano y Carlota (Marie Charlotte Amélie Augustine Victoire Clémentine Léopoldine de SaxeCoburg) desembarcaron en el puerto de Veracruz. Visitaron algunas comunidades que aprobaban el segundo imperio, rumbo a la ciudad de México. “De Veracruz salieron a Córdoba SS. MM.: de la ruptura del carruaje en que viajaban hizo que la entrada en esta población tuviera verificativo a las dos de la madrugada, lo cual no impidió el que las demostraciones de regocijo y simpatía se hubieran manifestado ostentosamente; y después del Te Deum, recepción de autoridades y demás actos de cordialidad por parte del vecindario, siguieron para Orizaba, en donde [se] encontraron en la misma y 1 magnífica acogida” . El Dr. José Romero Güereña, cronista de Orizaba, señaló en su libro Orizaba, Algo de Ayer, que el lugar preferido del emperador para hospedarse se encontraba en la hacienda de Jalapilla. Ahí siempre era bien recibido por el dueño de ésta, Don Avelino Herrera, que solía preparar una satisfactoria estancia para el monarca, ofreciendo platillos y vinos franceses. En el sitio Maximiliano I de México acostumbraba pasear a caballo. “En este clima gustaba Maximiliano vestir de blanco y con un sombrero jarano también

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blanco con toquilla de oro. Dentro de su habitación, además de las sillas había un tocador, un lavamanos y un angosto catre de hierro donde dormía haciendo a un lado los suntuosos lechos que le preparaban. En este cuarto, desde unas ventanas, dormitaba con la vista a las montañas y las arboledas. (…) Después del almuerzo, concedía audiencia a diversas personas, en otras ocasiones suspendía su rutina y tomaba su carruaje para dirigirse a Orizaba en donde visitaba escuelas, prisiones, hospitales y espectáculos en lugares públicos, tomando nota de las necesidades de esos sitios” 2. El emperador, junto son su consejo imperial, regresó a Orizaba, en abril de 1865. Esto, con el objetivo de conocer algunos pueblos, la dirección del ferrocarril México-Veracruz y determinados puntos importantes de la línea. Motivo por el cual, “cuando dejaba alguna población, en este caso Orizaba, dictaba una carta a la persona más notable de la localidad como la que dirigió al prefecto Don Avelino Herrera, el 18 de Mayo de 1865, en la que expresaba: 'Llevo los más gratos recuerdos por la amable acogida que me ha hecho y por el buen sentir de sus habitantes. (…) [En otros renglones expuso:] “Le remito quinientos pesos, que distribuirán en mi nombre, para aliviar las necesidades de la población (…). Reitero los sentimientos de mi benevolencia” 3. Maximiliano retornó a Orizaba el 20 de octubre de 1886. Entonces tenía intenciones de partir a Europa, tras el abandono de las tropas francesas y el ascenso del partido liberal. Por cierto, algunas de sus ideas chocaban con ciertos sectores de la facción conservadora. Debido a esto, el comité que había promovido el imperio empezó a desconfiar. “El padre Miranda, cuando volvió a Miramar (en Francia), mencionó que se había errado la selección para soberano, que [el emperador] parecía [de] carácter ligero” 4. Los conservadores que aún apoyaban a Maximiliano organizaron un festín en su honor. Pretendían que éste desistiera de la decisión de abdicar al imperio mexicano. “El plan tuvo éxito; cuando Maximiliano se enteró del recibimiento que preparaban ordenó a su escolta francesa* *que se adelantaran para salvaguardar el camino sin la cual no hubiera llegado sano y salvo a Orizaba” 5. Desde esta ciudad negociaba su renuncia, pero el grupo conservador lo convenció de no retirarse y de ir nuevamente a la ciudad de México, ya que “el recibimiento en Orizaba produjo viva alegría a Maximiliano, el magnifico clima y la belleza del paisaje de los alrededores aumentaron demasiado en él este sentimiento” 6. Esto ante un panorama completamente desfavorable: las tropas liberales habían conseguido varios triunfos sobre el imperio, recuperando algunas ciudades relevantes. El 28 de noviembre de 1886, Maximiliano envió una carta a Gutiérrez Estrada, desde Orizaba. En el escrito manifestó su decisión de quedarse en el país, a causa del descontento de la archiduquesa Sofía, madre del emperador, quien no aceptaba la dimisión ya que pondría en tela de juicio el honor de la familia real en Austria. La víspera de la vuelta del emperador a México, los ministros y el padre Fischer celebraron su victoria en Orizaba con champaña, en una pequeña reunión7. Maximiliano nunca retornaría a Orizaba. Su incertidumbre y temperamento lo perjudicaron. Se dejó arrastrar al bloque conservador, que sólo defendía sus privilegios en contra de la modernización nacional. El emperador era partidario de una monarquía moderada, que asegurara el progreso del imperio (siguiendo el ejemplo de Francia).

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La permanencia del emperador en territorio mexicano terminaría abruptamente. El 19 de junio de 1867 fue fusilado en el cerro de Las Campanas, en la ciudad de Querétaro. 1

GALINDO Y GALINDO, Miguel. (1987.) “La Gran Década Nacional: o Relación Histórica de la Guerra de Reforma, Intervención Extranjera y Gobierno del Archiduque Maximiliano. 1857-1867”. México, D. F., México: Instituto Cultural Helénico, Fondo de Cultura Económica. Vol. 3. P. 61. 2 ROMERO Güereña, José. (1996.) “Orizaba, Algo de Ayer”. Orizaba, Ver., México: José Romero Guereña. P. 83. 3 ROMERO Güereña, José. (1996.) Op. cit. P. 85. 4 GALINDO Y GALINDO, Miguel. (1987.) Op. cit. P. 61. 5 CONTE CORTI, Egon Caesar. (1971.) “Maximiliano y Carlota”. (2ª ed .) México, D. F., México: Fondo de Cultura Económica. P. 527. 6 CONTE CORTI, Egon Caesar. (1971.) Op. cit. P. 533. 7

Ibíd. P. 540.

Alameda de Orizaba, Ver. 1862.

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Dr. José Romero Güereña, el Cronista de Orizaba.

El Camino Real. Propiedad de Dante Octavio Hernández Guzmán.

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Un Lugar Cálido Por: Historiadora Irene Pastora Uscanga Jiménez, Brigadista En mayo de 2010 visité El Chapo, Ver., municipio de Ixhuatlán del Sureste. Los habitantes de la comunidad destacaron por su amabilidad y cooperación. Junto con la brigada Vasconcelos, recorrí el lugar y compartí dos semanas de trabajo diario, enfocado en la sensibilización y retroalimentación de contenidos educativos e históricos. A pesar de que las temperaturas oscilaban entre los 40 y 45º C., la experiencia fue grata. Descubrí que en la comunidad vivían dos adultos mayores que indirectamente participaron en la Segunda Guerra Mundial. Accedieron a platicar conmigo. Manifestaron su emoción por recordar las aventuras que tuvieron, mientras realizaban su servicio militar, así como sus travesuras infantiles. El rescate de la historia oral, donde el Programa Vasconcelos ha tenido injerecia a través de sus brigadas comunitarias, ha permitido revalorar y potenciar a las personas de la tercera edad. Desafortunadamente, por falta de tiempo o por alguna otra razón, hemos restado importancia a su amplio bagaje de conocimientos. En cambio, cuando éstos son transmitidos, como en el caso de El Chapo, los rostros de nuestros interlocutores se llenaban de vida y regocijo, al relatar lo acontecido en la comunidad durante sus años mozos. Atestigüé lo anterior una tarde de mayo; para ser más exactos, el viernes 21. Entonces, tuvo lugar una entrevista grupal a un costado del aula móvil Vasconcelos, estacionada junto a la galera o Salón de Usos Múltiples de El Chapo: lugar de reunión juvenil para la celebración de encuentros vespertinos de fútbol, basquetbol, voleibol y otros deportes. Se contó con la presencia del agente municipal de la congregación, dos señoras, dos señores y del nieto de uno de ellos. Al transcurrir la charla, pude percatarme de que varios chicos estaban atentos a la narración. Una vez finalizada, varios de éstos hicieron preguntas para complementar su información, fortaleciendo el vínculo entre jóvenes y adultos. Me he sentido orgullosa por contribuir al cumplimiento de este tipo de acciones, formando parte de un Programa que ha estado al servicio de la gente y para la gente.

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Entrevista grupal con adultos mayores, a un costado del vehĂ­culo Vasconcelos. El Chapo, Ver.

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Recuerdos Sobre mi Tío Abuelo Por: Arquitecto Mario Fernández de la Garza.

Con motivo de este espacio, abrí el arcón de mi memoria para recordar con felicidad y nostalgia una charla que hace más de medio siglo sostuve con un tío abuelo. Dicho personaje, amable y cariñoso, se involucró en acontecimientos importantes de la Revolución Mexicana y del periodo subsiguiente, cuando empezaron a conformarse las instituciones derivadas de la lucha armada. Mi tío se llamaba Don Juan Manuel García Zertuche. No omití el Don porque siempre fue todo un señor; de ésos que al hablar suscitan en su entorno un interés especial. Sobre todo, cuando hablaba de su trabajo como ayudante del General de División Don Plutarco Elías Calles. Se desempeñó en ese puesto durante muchas décadas, casi hasta la muerte del ilustre presidente mexicano. Mi tío abuelo me contó que en su nativo estado de Coahuila, en la ciudad de Saltillo, su padre, el Dr. Juan Manuel García, era el jefe del partido carrancista estatal durante los años en que Don Venustiano fungía como gobernador de la entidad –quien se levantó en armas contra la tiranía del traidor Victoriano Huerta. Por esta razón, acudían a la residencia del Dr. Juan, gobernada férrea pero amablemente por mi tatarabuela Eulogita, numerosos políticos y militares de la época. Doña Eulogita, a principios del s. XX (en fecha próxima al acontecimiento de la Independencia Nacional), recibió en su casa a Rosa: una muchacha pobre y de mal carácter. Se hizo cargo de su soporte y educación, empleándola en actividades domésticas. Era una joven agraciada, esbelta, morena, de ojos negros brillantes y voluntariosos. También era poco reacia a aceptar órdenes, y a vivir como monja entre las paredes del hogar que la había acogido. Llegó la Revolución, y con ella la bola, el desorden y la ruptura de las pacíficas rutinas de la vida provinciana. Un día Rosa desapareció. Mi tatarabuela la buscó por todos los rincones del hogar. Recorrió las habitaciones de los dos pisos de la propiedad. Fue al patio central. Se asomó a la fuente (no fuera que la tonta se hubiera caído y ahogado). Acudió al traspatio y a la cuadra, donde se guardaban las bestias y el landó con el que paseaba la familia los domingos. Nada, ni rastro de ella. Sólo sus pertenencias y humildes vestimentas. Hubo aflicción y rumores por todos los rincones de la casa. “Se la llevó la bola” –comentaban. Pasaron muchos meses en que el olor de la pólvora y el estruendo lejano de los tiros y algún bombazo perdido anunciaban, día con día, que en las goteras de la ciudad se luchaba por un México mejor. De Rosa, ni rastro. “Se la llevó la bola”, de la cual sospechaba Doña Eulogita que tenía huaraches y bigotes. Un día el General Villa, con sus huestes, venció a los federales. Por lo mismo, se organizó un desfile de entrada triunfal de los revolucionarios a Saltillo. Se aprestaron los balcones con flores y bandera tricolores. Se apostaron en el engalanado balcón de nuestra casa la familia, los sirvientes, así como algunas comadres y compadres de calles vecinas por donde no pasaría la parada.

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Expectación tensa e impaciente: a lo lejos un mar de sombreros de petate, sarapes y carabinas. Tiros al aire; cohetes. Toques marciales de cornetas abolladas; tambores sordos, pero al fin ruidosos. Ambiente festivo y luminoso que mi tío, entonces de curiosidad infantil, gozó desde el principio. Al frente la caballería; en la primera fila, sobre bellos y sudorosos corceles, los jefes militares. En medio de ellos, montando un brioso alazán que reculaba nervioso, portada por una bella y gallarda soldadera –con amplio sombrero de charro y el pecho cruzado por cananas–, nuestra enseña patria que más que nunca ondeaba, conjuntando la esperanza y la sangre derramada por quienes estaban escribiendo la Historia. El asta de bronce, lustrada esa mañana con limón y carbonato, era apretada con señorío por ni más ni menos que Rosa. Con dignidad y porte pasó debajo del balcón familiar sin siquiera pestañar. Apenas esbozó una sonrisa. Su imagen morena y digna fue, para mi tío, siempre la representación simbólica de la Revolución Mexicana. La noche del regreso de la hija pródiga –puesto que la huida vino a saludar a la tatara– fue de inquietud y temor, con tanta soldadesca en las vías públicas. La cuadra de la casa fue ocupada por la tropa y la paja confiscada para los caballos de la división villista. Mi tío, desde la puerta del traspatio, espió el acomodo de los caballos en los pesebres. Llamaba la atención la hermosura de ellos; en especial de un alazán, de estampa noble y ojos garzos obscuros y generosos. Juan Manuel sintió que lo miraba, descubriendo su escondite. Con este pensamiento subió a dormir en una noche de sueños agitados. Soñó con el caballo, que lo montaba y que combatían juntos en fieras batallas. Despertó sudoroso y angustiado. Se levantó y sin siquiera limpiarse las lagañas ni peinarse, con los pantalones y camisa medio abrochados, bajó calladito a la cuadra, donde el vaho de los caballos se condensaba con el frío del amanecer norteño. Tímidamente se acercó al bello animal de sus sueños y acarició sus lomos. De pronto escuchó unos pasos enérgicos y una pregunta a bocajarro: —“Huerco, ¿te gusta el animal?”. Ni tiempo de espantarse. Juanito replicó, bajando los ojos: —“¡Me encanta!”. —Se llama Grano de Oro (el antecesor de la famosa yegua Siete Leguas) –dijo el macizo personaje que le tapaba el rayo de sol del ventanuco de la cuadra. Añadió: —“¿Te quieres ir conmigo a la Revolución?”. —“No sé señor. Tengo que pedirle permiso a Mamá Eulogita”. El Centauro del Norte se rió. Sus bigotes subían y bajaban, y dijo: —“Córrele que la Patria no espera”.

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Testimonio

LOCALIDAD: El Chapo, Ver. MUNICIPIO: Ixhuatlán. NOMBRE: Layda Isela Méndez González. FECHA: 27/05/10. ESCUELA/INSTITUCIÓN: Primaria 7 de Noviembre. GRADO: 6º. PROFESIÓN: Estudiante. EDAD: 12. “Me gustó que [los brigadistas de] el Programa Vasconcelos no fueron duros con nosotros ni exigentes, y yo no sabía escribir muy bien en la compu. Rosi [Rosa Deisser Godos Ruiz] nos enseñó a escribir con las dos manos. Lo primero fue con el mouse, luego [con] las teclas. Luego escribimos poemas, historias y cuentos. El camión estaba muy limpio. (…) Gracias a [los integrantes de la brigada:] Manu [Manuel Alejandro Zurita Quiñones], Irene [Pastora Uscanga Jiménez], Rosa, Betito [Alberto Martínez López], Agustín [López González] y Jaime [José Jaime González]. L. Q. M.”.

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Testimonio LOCALIDAD: El Chapo. MUNICIPIO: Ixhuatlán del Sureste. NOMBRE: José Andrés Esteban Santos. FECHA: 27/05/10. ESCUELA/INSTITUCIÓN: Telesecundaria matutina. GRADO: 1er. PROFESIÓN: Estudiante. EDAD: 14. “Este Programa me gustó porque aprendimos la importancia de [la] comprensión lectora, cómo usar el ratón y el teclado. Yo espero que regresen el mismo grupo [sic], porque ellos son geniales y muy divertidos. “Bueno, Agustín, o mejor dicho el angustias es divertido. “Don Jaime o Don Jaimito es el más jovend el Programa, según él y su bigote prestado. “Beto es un as en esto de las computadoras. Rosi es genial y divertida. “Y no nos olvidemos de Manuel. No es muy estricto pero es super-duper [trad.: magnífico]. “O casi se me olvida Irene, es una fan de la historia como yo, que me gusta conocer [acerca] de los presidentes”.

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Vasconcelos; viviendo para servir, sirviendo para vivir

Que se eduque a los niños del labrador y del barrendero como a los del más rico hacendado. José María Morelos y Pavón

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El Programa Vasconcelos presenta: Una Ventana al Mundo Historiando con Vasconcelos invita a todo el público al evento Vasconcelos, en el Bicentenario de la Independencia de México y Centenario de la Revolución Mexicana, Celebra SeptiembreNoviembre 2010, implementado por la Secretaría de Educación de Veracruz, en conjunto con la Dirección General de Telebachillerato del Estado de Veracruz y el Programa Galileo. Dos aulas móviles estarán a disposición de los asistentes. Una fungirá como escenario para la obra de títeres Una Ventana al Mundo. Ésta fue concebida para sensibilizar a los veracruzanos con respecto a la historia nacional, especialmente acerca de las gestas en cuestión. El otro vehículo servirá de espacio para la alfabetización tecnológica, orientada al uso del software El Ilustrador Mexicano, de la serie Galileo. Mediante dicho recurso, los asistentes podrán elaborar historietas alusivas a los hechos más representativos de la Independencia y la Revolución Mexicana. Por otra parte, se montará una exposición fotográfica. El tema será el rescate de la historia que las brigadas Vasconcelos han desarrollado, en las localidades de la entidad veracruzana. Esta labor ha fundamentado las páginas de Historiando con Vasconcelos, que en agosto del presente año cumple su primer aniversario. Sede: explanada principal del Parque Juárez, en el centro de la capital del estado. Fecha: 11 y 12 de septiembre de 2010, a partir de las 10:00 hrs.

Entrada libre. 26


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