Boletín del Archivo San Francisco de Lima Nº 36

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Archivo San Francisco de Lima

esperar y pudimos encontrar una gran cripta oscura, agrandamos el hueco y “Aleluya”, lo que entonces los novicios no nos atrevíamos a hacer bajando al subsuelo, lo hizo el padre maestro, pues había llegado la hora de su sueño. Ingresó al piso inferior, todo oscuro, aire enrarecido y con miedo de aparición de algún fantasma, pero no pudo subir del subsuelo en que se encontraba, hizo señales con golpes de varillas, para variar la posición del hueco de acceso a otro lugar y abrir de nuevo un forado más grande y por él emerger a la superficie del templo donde nosotros –ansiosos y asombrados- lo esperábamos. Salió todo maltrecho, empolvado y con asfixia por falta de respiración, para recibir de nuestra parte ventilación y así nos trasladamos a los claustros de nuestro Noviciado. El nuevo hueco indicado desde el subsuelo por el Maestro se agrandó y así se llegó a verificar el ingreso primitivo o antiguo, pero ya con seguridad de lo que había que hacer y llevar. Después se abrió la actual salida, ahora cerrada con rejilla metálica.

los en la nariz, cogíamos todos los huesos y esqueletos y los poníamos contra las paredes, para poder transitar libremente. De este modo llegamos a abarcar las dos naves laterales de los costados, amén de la Nave Central, desde su cabecera (Altar Mayor) hasta los pies que hay debajo del Coro y con puerta de salida al exterior del templo, cuya puerta es todo de madera con tachones de bronce como adorno. Todo lo que ordenaba el padre maestro lo realizábamos como religiosos, con mucha humildad, prontitud y por amor a Dios. Quien presenta este relato lo dice en honor a la verdad de los hechos. El conjunto de novicios colaboramos con el fin poner de nuestra parte y con la mira en Dios, quien solamente puede juzgar el interior de nuestro yo y con la satisfacción y humildad de haber cumplido con la obediencia en las tareas inculcadas. Cuando laborábamos con el padre Chirinos, al término de nuestras labores, regresábamos a nuestro noviciado, todos empolvados y sucios a realizar la limpieza de nuestro ropaje, bañarnos y así continuar con nuestro cotidiano horario, para luego volver al Coro, al rezo del Oficio Divino.

AMPLIACIÓN DE LAS CATACUMBAS En días posteriores al descubrimiento, transmitido nuestro hallazgo de las catacumbas a los hermanos, ellos tomaron parte y se logró el apoyo de los demás frailes. El señor Waldemar Schröder y Mendoza, gran benefactor franciscano, prestó mucho apoyo material. Desde este lugar, se entró a la nave central de la Iglesia y a las ramificaciones en toda la extensión de las Catacumbas; todo estaba empolvado debido a los años transcurridos y los cuentos que sobre ellas se cernían, por ejemplo que había una capilla hermosa tallada en madera y diversas alhajas… Pero nada de se encontró, el techo de todo el subsuelo era plano pero con arcos en la naves laterales. Lo que sí había eran fosas llenas de osamentas en todo el recorrido debido a que era costumbre enterrar a los familiares de los benefactores en el templo; de ello, la enorme cantidad de esqueletos, unos algo conservados con las mortajas y ataúdes y el resto desparramados por tierra, al igual que los ataúdes de madera apolillados. Para tener libre tránsito, todos los novicios dejando de lado todo miedo al muerto y posible contaminación de microbios, sin protección alguna de guantes y mascarillas para respirar el aire, tan sólo con pañue-

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El Padre Chirinos nos halagaba después de concluida nuestra tarea y aseo personal, traía a los claustros del Noviciado gaseosas, dulces, galletas como recompensa a nuestro comportamiento en la exploración y limpieza de las catacumbas.

CONCLUSIÓN Al término de nuestras labores que llevaron tiempo, pues el sondeo de la Nave Central se produjo por el mes de agosto de 1949, los Novicios ya no concluimos todo, debido a que hubo cambio en el personal por orden de los superiores y por tanto del mismo Padre Maestro, reemplazado por el padre Juan Isaías Figueroa Álamo. Los cambios producidos fueron entre los meses de octubre-noviembre de 1949. En la cripta del Altar Mayor, en la actualidad descansan los restos mortales del famoso tenor mexicano de otrora Fray José Francisco de Guadalupe Mojica, sacerdote franciscano de la Provincia de los XII Apóstoles del Perú, fallecido en Lima el 20 de septiembre de 1974 y nacido el 14 de septiembre de 1896 en San Gabriel Jalisco, México.

Provincia Franciscana de los Doce Apóstoles del Perú


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