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Publicaciones exageran los resultados de laboratorio sobre el impacto del COVID-19 en el sistema inmunitario

Jessica McDonald / FactCheck.org

Aparte del COVID persistente o de casos muy graves, la mayoría de las investigaciones sugieren que el COVID-19 no causa daños duraderos en el sistema inmunitario. Un par de estudios han encontrado pruebas de algunos daños posibles, pero nada tan grave como una inmunodeficiencia. Sin embargo, personas en las redes sociales malinterpretan un estudio reciente para afirmar erróneamente que el COVID-19 es similar al VIH.

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El COVID-19 puede ser grave y potencialmente mortal. Pero en muchos casos, sobre todo si alguien está vacunado, la enfermedad es leve. Aunque existe un riesgo real de COVID persistente (síntomas persistentes o nuevos tras la infección por el coronavirus, que a veces pueden ser debilitantes), la mayoría de las investigaciones sugieren que las personas que se recuperan evolucionan bien.

Los estudios demuestran que la mayoría de las personas que han estado infectadas por el coronavirus, o SARS-CoV-2, están bien protegidas contra la enfermedad grave si vuelven a infectarse, y que la vacunación posterior o previa ofrece incluso más protección.

No hay pruebas de que el COVID-19 haya dejado a grandes sectores de la población inmunodeprimidos o incapaces de combatir el coronavirus u otros patógenos.

Sin embargo, como Slate ha escrito, en ciertos rincones de internet se afirma erróneamente que el COVID-19 causa una disfunción inmunitaria o una inmunodepresión generalizada que está dejando a toda la población susceptible a todo tipo de infecciones posteriores. En algunos casos, el COVID-19 se ha comparado erróneamente con el VIH/SIDA.

Las últimas versiones de estas afirmaciones alarmistas citan un trabajo reciente de un laboratorio de la Universidad de Stanford y un comunicado de prensa adjunto de los Institutos Nacionales de Salud.

“Un nuevo estudio (pero no es noticia para nadie que esté prestando atención) descubre que el COVID puede dañar el sistema inmunitario de forma similar al VIH o la hepatitis”, escribió un usuario de Twitter.

“¿Qué más quieres?”, preguntó otro usuario de Twitter, compartiendo una captura de pantalla del comunicado de prensa. Y continuó: “¿Cuántas veces hay que demostrarlo? Es el tercer estudio que publico HOY que muestra esta inmunodeficiencia similar al VIH”.

Tanto el artículo, publicado en la revista Immunity, como el comunicado de prensa incluyen afirmaciones que podrían parecer apoyar algunas de estas interpretaciones. Pero el autor principal nos dijo que la comparación con otros virus se había malinterpretado, y que el defecto inmunitario que su grupo identificó no es tan grave como una inmunodeficiencia.

Algunos científicos se muestran escépticos ante los resultados y afirman que el estudio es un caso atípico.

“En realidad, no hay pruebas (…) de que la infección por el SARS-CoV-2 provoque daños inmunitarios a largo plazo similares a los del VIH o el VHC”, nos dijo en un correo electrónico E. John Wherry, inmunólogo de la Universidad de Pensilvania, refiriéndose al virus de la hepatitis C. “Estas afirmaciones no se basan en datos sólidos, ni en una evaluación inmunológica rigurosa, ni en la manifestación en el mundo real del aumento de otras infecciones o enfermedades relacionadas con la inmunodepresión”.

El COVID-19 no es similar al VIH El artículo en Immunity, publicado el 15 de marzo y producido por el laboratorio de Mark M. Davis en Stanford, analizó los linfocitos T encontrados en la sangre de personas tras la vacunación contra el COVID-19, la infección por SARS-CoV-2 o ambas. Los linfocitos T son uno de los brazos del sistema inmunitario adaptativo. Un subconjunto, conocido como linfocitos T CD4, ayuda a los linfocitos B a fabricar anticuerpos y coordinar la respuesta inmunitaria. Otro subconjunto, conocido como linfocitos T CD8, elimina las células infectadas para limitar la propagación de los virus.

Utilizando un método muy sensible para detectar linfocitos T específicos para el coronavirus en cientos de muestras de sangre recogidas en múltiples momentos, los autores descubrieron que, en comparación con las personas vacunadas, las que habían estado infectadas presentaban una respuesta de linfocitos T CD8 significativamente menor frente al coronavirus. La vacunación después de una infección ayudaba, pero la respuesta de los linfocitos T CD8 seguía siendo mucho menor que en las personas que nunca se habían infectado.

“Esto sugiere que la infección por el virus SARS-CoV-2 puede causar daños a largo plazo en el sistema inmunitario de los pacientes mucho después de la eliminación del virus”, escribieron los autores.

En su análisis, los autores hicieron una comparación con la infección por el VIH y el virus de la hepatitis C, señalando que se ha observado una reducción de la función de los linfocitos T CD8 en pacientes hasta un año después de que esos virus fueran eliminados por completo o casi por completo. Esta comparación se destacó en un comunicado de prensa de los NIH, que fue citado en las redes sociales para dar credibilidad a la falsa idea de que el COVID-19 es similar al VIH.

Pero la comparación de los autores es específica de un fenómeno concreto con esos virus y sus efectos en los linfocitos T CD8 tras la eliminación total o casi total del virus. No significa que el COVID-19 provoque una inmunodeficiencia comparable a la del VIH, que daña permanentemente el sistema inmunitario al acabar con los linfocitos T CD4 de una persona.

“El daño que citamos en nuestro artículo fue más sutil”, nos dijo Davis, “no a la misma escala que la eliminación de los linfocitos T CD4 para el VIH”.

De hecho, el grupo de Stanford no encontró diferencias notables en los linfocitos T CD4 de las personas que habían sido infectadas frente a las que no.

Como nos dijo Danny Altmann, profesor de inmunología del Imperial College de Londres, “los efectos inmunológicos de COVID no se parecen en nada al VIH”.

Aunque la comparación fue malinterpretada, algunos científicos criticaron a los autores por hacerla.

“La escala del defecto con el VIH y el VHC es mucho mayor que cualquier otra cosa de la que se haya informado aquí –incluso si la tomamos al pie de la letra–, por lo que creo que fue arriesgado hacer esta analogía”, dijo en una entrevista telefónica Paul G. Thomas, inmunólogo del Hospital Pediátrico de Investigación St. Jude. “Creo que eso ha causado mucha alarma y mucha especulación frenética en la prensa que realmente no está justificada”.

En algunos casos, el COVID-19 se ha comparado erróneamente con el VIH/SIDA. En realidad, no hay pruebas (…) de que la infección por el SARS-CoV-2 provoque daños inmunitarios a largo plazo similares a los del VIH o el VHC”

Artículo de Immunity

Algunos científicos con los que hablamos también dudaron de los resultados del artículo de Immunity y criticaron la forma en que el grupo interpretó sus resultados.

E. John inmunólogoWherry, de la Universidad de Pensilvania

Thomas, que publicó un artículo en Nature Immunology en abril de 2022 en el que no se detectó ningún defecto en los linfocitos T CD8, subrayó que el artículo de Stanford es solo uno de los muchos otros estudios de grupos que utilizan diversas técnicas y que han llegado a conclusiones opuestas.

“No es particularmente representativo de lo que han encontrado muchos, muchos otros estudios, que han sugerido que si una persona tuvo una infección por COVID de leve a moderada y se ha recuperado, no tiene COVID persistente”, dijo, “entonces no debería preocuparse por nada”.

Wherry, el inmunólogo de Penn, dijo que el artículo de Immunity era “definitivamente un caso atípico”.

“La mayoría, si no todos los demás estudios que han examinado esta cuestión con detenimiento, encuentran lo contrario o no llegan a la misma conclusión. De hecho, para lo que ellos examinaron específicamente: la infección seguida de la vacunación, hay muchos datos de que esta ‘inmunidad híbrida’ es buena”, dijo en un correo electrónico. “Además, estos individuos no son más susceptibles al SARS-CoV-2 ni a ninguna otra cosa. No hay pruebas de daños en el sistema inmunitario”.

En la mayoría de los casos, explicó Thomas, las personas con una infección por COVID de leve a moderada montan una respuesta inmunitaria estándar y generan una buena memoria inmunitaria frente al virus, de forma similar a lo que ocurre con la gripe. La vacunación añadida a la infección suele potenciar “algunos aspectos de esa respuesta de memoria”, afirmó.

Hay excepciones cuando existen problemas con el sistema inmunitario. Por ejemplo, las personas que han tenido la forma muy grave de la enfermedad del COVID-19, a veces tienen recuentos muy bajos de linfocitos T y B. Y con el COVID persistente, podría haber otros problemas inmunitarios, aunque todavía no se consideraría una inmunodeficiencia completa.

“En el COVID persistente es probable que haya alguna perturbación inmunitaria”, dijo Wherry, “pero aún no se ha definido claramente cómo funciona exactamente”.

Varias posibilidades podrían explicar los resultados del grupo de Stanford, según Thomas, entre ellas el muestreo fortuito de un grupo atípico de personas o los métodos utilizados por el laboratorio. El laboratorio utilizó un método único para identificar los linfocitos T específicos.

Thomas también dijo que, basándose en lo que se había escrito sobre los métodos, parecía que los pacientes procedían de estudios diferentes, por lo que es posible que las muestras de sangre se procesaran de formas ligeramente distintas.

Los propios autores señalan en el artículo que, como ocurre con otros estudios similares, es imposible captar toda la gama de linfocitos T que reconocen al coronavirus, y su análisis se limitó a las células que circulan en la sangre. Si un mayor número de linfocitos T CD8 específicos para el virus permanecieran localizados en los tejidos tras la infección en comparación con la vacunación, eso afectaría a los resultados.

Wherry dijo que tenía “serias dudas” sobre algunos de los métodos del laboratorio, que incluyen una técnica no utilizada por otros en este campo. También pensó que las conclusiones del artículo eran “una sobreinterpretación de lo que muestran los datos del artículo”.

“Lo esencial”, dijo, “es que los demás no ven esto”.

Davis, sin embargo, defendió su trabajo.

“Los otros estudios tenían una décima parte de la sensibilidad de nuestro estudio”, dijo en una entrevista telefónica. “Lo cual no explica del todo por qué no vieron esto, pero nosotros vimos lo que vimos, y sería irresponsable que no lo publicáramos”.

Davis cree que sus resultados “reflejan algún tipo de daño a largo plazo”, que podría estar relacionado con el COVID persistente. Todavía no está claro qué implica esto o cómo se manifestaría, dijo, pero una idea es que las personas podrían tener más dificultades para recuperarse después de una reinfección.

Aunque su artículo sugiere que el daño podría aplicarse a otras infecciones, Davis cree que es probable que sea específico del coronavirus. Esta mención se incluyó, dijo, porque los autores no podían descartar un efecto más amplio, ya que aún no lo habían comprobado. Los datos de su artículo, sin embargo, solo muestran una respuesta disminuida de los linfocitos T CD8 que reconocen al SARS-CoV-2.

Davis dijo que el mensaje principal para el público no debería ser el miedo, sino vacunarse, ya que la vacunación ayudó a mejorar la respuesta deficiente de los linfocitos T CD8 tras la infección. No obstante, espera que los científicos se animen a seguir investigando este fenómeno.

“Pienso que todo el mundo debe analizar esto y profundizar para ver qué podría significar”, dijo.

Otros científicos no fueron tan críticos con el artículo de Immunity. Altmann, del Imperial College de Londres, dijo en un correo electrónico que el estudio procedía de “un laboratorio de primera y fiable, y sus resultados son válidos”. Añadió que el artículo es “algo similar” a otro publicado en enero de 2022 en Nature Immunology, que identificó diferencias en el sistema inmunitario que los autores denominaron “disfunción inmunitaria” ocho meses después de una infección de leve a moderada.

Sin embargo, Altmann señaló que otra “investigación igualmente excelente”, publicada en Nature en enero, llegó a la conclusión contraria al descubrir que los varones que se habían recuperado de una infección leve por COVID-19 en realidad respondían mejor a una vacuna antigripal que los que nunca la habían padecido.

Advirtió del peligro de hacer demasiadas lecturas de un solo conjunto de datos, sobre todo cuando la investigación sobre el COVID-19 ha superado rápidamente a la de cualquier otra enfermedad.

Independientemente de ello, los científicos dijeron que era incorrecto concluir a partir del artículo de Immunity, o de cualquier otro, que el COVID-19 causa algo tan extremo como una inmunodeficiencia.

“Hay algunas diferencias matizadas para algunos marcadores de linfocitos T en algunos estudios, pero esto [no es] ni remotamente lo mismo que una deficiencia inmunitaria y, actualmente, no está vinculado a ningún fenotipo”, dijo Altmann, refiriéndose a cualquier efecto observable.

Traducido por Claudia Cohen.

Nota del editor: Los artículos de SciCheck que corrigen información errónea sobre temas de salud se publican gracias a una beca de la Robert Wood Johnson Foundation. La fundación no tiene control alguno sobre las decisiones editoriales de FactCheck.org, y los puntos de vista expresados en nuestros artículos no reflejan necesariamente el punto de vista de la fundación.

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