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Niveles de colaboración periodística
Sarelly Martínez Mendoza
En una colaboración para Portavoz escribí de una nueva tendencia, surgida de la crisis y de los retos actuales, de agruparse y formar equipos de trabajo para realizar proyectos e investigaciones periodísticas. Es una iniciativa que ha dado muy buenos resultados, y que aún está en una etapa inicial pero que tiene un futuro promisorio.
Los periodistas que se involucran en los proyectos colectivos no renuncian a las iniciativas personales, ni tampoco a las exclusivas y al particular estilo individual, pero son conscientes de la importancia de trabajar en conjunto con otros colegas cuando es necesario analizar grandes cantidades de información, consultar el mayor número de fuentes y/o tratar de multiplicar la difusión de productos informativos, en un entorno, además, de bajos salarios y de aparición en escena de narcotraficantes, narcopolíticos y organizaciones delincuenciales que atentan en contra de ellos.
Ante estos retos, periodistas de diferentes partes del país buscan alternativas para sortear las dificultades que tienen que ver con la autoprotección y la autocapacitación colectivas, así como la colaboración en proyectos periodísticos inmediatos y de largo aliento que les permita consolidar los diversos medios de difusión que han creado, y que abarca el sur, el centro, el occidente y el norte de México, como sucede con la Alianza de Medios Tejiendo Redes, que reúne a periodistas de Chiapas, Jalisco, Chihuahua, Ciudad de México, Oaxaca, Veracruz, Puebla, Guerrero y Sinaloa.
La colaboración puede ubicarse en diferentes niveles, según los acuerdos (formales o informales), la temporalidad y el grado de involucramiento que establezcan los integrantes. Stonbely distingue seis modelos de periodismo colaborativo: “Temporal y separado, Temporal y cocreación, Temporal e integrado, En curso y separado, En curso y cocreación, y En curso e integrado”. Shirky resume los niveles de colaboración en tres: en el primero, la colaboración se concreta a compartir contenidos; en el segundo, los participantes funcionan con procedimientos y propósitos comunes, y en el último, hay “acciones estratégicas conjuntas, integradas y al unísono”.
Con las aportaciones de Stonbely y Shirky, los modelos pueden simplificarse en tres: 1) separado, 2) cocreación, y 3) integrado.
En el primero, los periodistas trabajan de forma separada, pero comparten sus productos informativos, como fue el caso de “One River, Many Stories” (University of Minnesota Duluth), en donde periodistas, fotógrafos, escritores y ciudadanos escribieron sobre el río St. Louis. En el segundo, el de cocreación, existe una mayor colaboración entre los periodistas, quienes ponen a disposición experiencias, recursos y una línea editorial en común, como Verificado 2018, concebido para cubrir la elección de ese año y que reunió a 69 medios. En el integrado, los periodistas trabajan juntos, comparten recursos, programas, espacios y experiencias. El mejor ejemplo en este caso es Panama Papers, coordinado por el Consorcio Internacional de Periodistas de Investigación (ICIJ).
La colaboración en el periodismo puede ser, entonces, desde acuerdos para el intercambio de noticias y textos del día, hasta proyectos de investigación colectivos que se plasman en reportajes y diversos productos informativos para su difusión conjunta. También las empresas periodísticas pueden emprender proyectos colaborativos al unirse con otros medios con la finalidad de ofrecer mejoeres coberturas y rentabilizar costos.
El periodismo colaborativo continuará incrementándose porque es una necesidad de trabajar de manera conjunta con otros profesionales de la comunicación para enfrentarse a retos marcados por el contexto actual de la sociedad y de exigencia de los lectores.