ingreso alcanzaran nuevos picos en la década de 1640, el alza solamente fue temporal. El fracaso de los reformadores era demasiado evidente para el siguiente decenio. Sucesivos virreyes y funcionarios del tesoro comenzaron a tomar prestado para cubrir los gastos locales y mantener las remesas de plata enviadas a Sevilla, a medida que los impuestos a la minería decaían y que la recaudación de los impuestos temporales disminuía.7 Para los años sesenta, estas políticas habían dejado al gobierno profundamente endeudado. A partir de la década antedicha, quienes diseñaban las políticas en Madrid y Lima desplazaron su atención a la recuperación del control de la burocracia virreinal, y a imponer las contribuciones dispuestas durante el periodo reformador. Para alcanzar esta meta, el rey dispuso el inicio de una visita general del virreinato en 1664, y posteriormente envió varios virreyes reformadores y fuertes. Pero, cuando estos agentes reales intentaban recuperar el poder político y financiero en Perú, se toparon con la amarga hostilidad de la ciudadanía acaudalada e influyente y sus aliados en el establishment político. Lima fue el punto focal de este enfrentamiento. Los enemigos políticos de la visita resultaron estar bien posicionados. Ellos consiguieron que se hiciera regresar a España a funcionarios molestos, como Juan de Cornejo y el Conde de Castellar, y bloquearon continuamente el avance de las investigaciones. Incluso cuando limeños poderosos como Álvaro de Ibarra controlaban la visita, sucedía que frecuentemente la empleaban para castigar a sus enemigos políticos, además de conseguir las reformas necesarias. Al final, la visita general expuso algunos abusos y cobró deudas, pero también terminó entrampada en una serie de disputas locales menudas y jamás logró efectuar ninguna mejora duradera en la administración de las finanzas peruanas. Es más, la crisis fiscal continuó empeorando y, para finales de siglo, la hacienda estaba casi en bancarrota. El rey había fracasado en su esfuerzo secular por superar la resistencia de las élites privilegiadas a impuestos más altos, por controlar la burocracia virreinal y por dirigir una mayor parte de las riquezas económicas 7.
Incluso en México, los nuevos impuestos aplicados a los sectores agrícola y comercial no lograron recaudar grandes sumas. El ingreso proveniente de estas contribuciones solo fluctuó ligeramente a lo largo del siglo entre 14 y 18%. Véase TePaske y Klein 1974: 129. CONCLUSIONES | 251