Restructuración e intentos de privatización del oficio de alférez real inca
no siempre era beneficioso, por lo menos en la parte económica. Sobrellevar este cargo significaba, pues, enterar puntualmente los tributos cobrados; es allí donde radicaba el prestigio. Empero esto no siempre resultaba, porque el fenómeno forastero estaba acrecentándose más y la baja demográfica por muerte de sus habitantes siguió predominando. El ser cobrador de tributo debió ser difícil en una parroquia donde gran parte de la población eran nobles incas, quienes estaban exceptuados de tributo, y reservados, quienes al parecer fueron mayoritarios en esta época. Debido a esta función, el cacique principal siempre estaba necesitado de dinero: por ejemplo, en 1656, don Cristóbal Carlos Inquiltopa se prestó 40 pesos de don Juan Cusi Huaman, curaca de la Parroquia de San Sebastián. Este dinero era para don Martín Quispe Topa, quien debía a la Caja Real. No obstante, al parecer este dinero no fue suficiente, pues don Martín vendió un solar en la Parroquia de San Cristóbal, en 26 pesos, a don Joan Basquez de Andrade, oficial herrador. El cargo de cacique principal de una parroquia significaba hacerse responsable del cobro de tributo y del efecto de este a los caciques del ayllu o parcialidad. Don Martín había quedado como albacea de don Miguel Acostupa, quien fue cobrador de tasas de la Parroquia de San Cristóbal y como tal había dejado una deuda; por ello don Martín se vio en la necesidad de vender sus casas en el asiento de Chocopata para suplir esta deuda74. Casi hacia finales de su vida, en 1675, el cargo de cacique y gobernador definitivamente no le había traído ningún beneficio a don Martín Quispe Topa. Por el contrario, estaba debiéndole a la Caja Real una cantidad importante; de esta forma, tuvo que otorgar un documento de obligación que involucraba a doña María Soto Ocllo, su mujer, y familiares como don Ignacio Tito Yupanqui y María Quispe Sisa, y su fiador fue don Blas Paucarpata, principal de la Parroquia de San Sebastián, a favor de los señores jueces oficiales reales y Caja Real, por la cantidad de 1500 pesos o por la cantidad que hubiera alcanzado de los tributos del gobierno
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ARC. Martín López de Paredes. Prot. 145, 1662, f. 912. «Don Martín Quispe Topa Cacique y Gobernador de la Parroquia de San Cristóbal y Alguacil Mayor de las 8 Parroquias y Doña Agustina Acostupa de la parroquia de San Cristóbal como albaceas de Miguel Acostupa, cobrador de tasas que fue de la parroquia de san Cristóbal. Venden a Don Diego Pomasuyro y a su mujer unas Casas en el asiento de Chocopata». 9 de mayo de 1662.
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