Alan García Perez
El norte contra el sur El estudio de la realidad le permitió promover y multiplicar la confusión de la situación que encontró. Comprendió prontamente que, en el fondo, era todo el Perú actual el que estaba en punto de rebelión contra Atahualpa, por su origen quiteño y su ilegitimidad. Comprendió que el primer y más importante conflicto geográfico en el Perú era el norte contra el sur y tuvo razón, pues a lo largo de la historia tal división se mantuvo por cuestiones de extensión y por la idiosincrasia: Atahualpa contra Huáscar, Bolívar contra La Sema, Orbegoso contra Gamarra, el Apra y el antiapra, etc. Pero al mismo tiempo entendió que los yungas costeños no aceptaban la dominación andina, y especialmente los yungas del norte no acataban la dominación del sur cusqueño. Paralelamente al conflicto norte-sur, existía el conflicto costa-sierra, y en tercer lugar, en el valle del Cusco y luego en todo el territorio y a través de los gobernadores impuestos por Huayna Cápac, Túpac Yupanqui, Huáscar o Atahualpa, el gran enfrentamiento de los Hurin contra los Hanan a lo largo de todo el territorio. Liberación de los yanaconas Pizarro aumentó ese conflicto con la liberación de los yanaconas ya mencionada. Estos se rebelaron contra sus anteriores amos de cualquier extracción, bien cusqueños del Hurin o del Hanan o los señores de los cacicazgos y curacazgos. Siguiendo el dictado de que «no hay peor enemigo que el renegado ni mayor fanático que el nuevo converso» y siguiendo el ejemplo de Felipillo y decenas de traductores como él, los yanaconas liberados fueron los mejores informantes del bando español. Los yanas, que no entraban en el sistema de tripartición de la sociedad andina (tierras del sol, tierras del inca, tierras del ayllu), ayudaron a la desestructuración de la vida india, asaltaron los tambos para comer el maíz reservado a los señores y no solo la corriente papa, violaron a las mujeres reservadas antes por el poder Inca y desechadas luego por los españoles. Fue el desorden, pero al mismo tiempo la «horizontalización» de la sociedad, que fue contenida más adelante por la reforma de Toledo, una alianza entre la nueva