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La relación con Almagro
Alan García Perez
Maica Huillca y Rumiñahui, quienes luego de sus primeras dudas no reconocieron ese carácter divino frente a la convicción de Huáscar, el cual, en su desesperación providencial, sí estaba convencido de que eran los viracochas llegados a sancionar al usurpador Atahualpa. Y el propio Manco Inca participó de esta interpretación, a pesar de la opinión del Villa Huma o gran sacerdote que, a su lado, negaba a los españoles ese carácter divino.
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Aunque los cronistas del Perú no expresan mayores detalles, es útil recordar por analogía la relación del fraile Francisco Martín de Jesús sobre la conquista de Michoacán, citado por Todorov (op. cit. páginas 101-104), que reproduce la construcción verbal del Cazonzi de Michoacán: «De dónde podían venir sino del cielo los que vienen. Algún dios los envió y por eso vienen. Esperemos a ver, vengan a ver como seremos tomados, que suyo era aquello, de aquellos dioses que lo llevaban. ¿Para qué quieren este oro? Debenlo de comer estos dioses por eso lo quieren tanto» (III, 22 a 27).
Pero la consecuencia política también es similar a la situación en el Perú, pues al ser requeridos para defender a los mexicanos, responde el Cazonzi michoacano: «¿A qué habremos de ir a México? Tenemos rencores entre nosotros. Muera cada uno de nosotros por su parte. No sabemos lo que (los mexicas) dirán después de nosotros y quizás nos venderán a esas gentes que vienen y nos harán matar. Haya aquí otra conquista por si, vengan a nosotros con sus capitanías, mátenlos a los mexicanos» (III, 23).
La llegada española intensificó el conflicto
Pero lo que adicionalmente promovió y multiplicó la confusión fue la propia presencia española, que hizo más feroz la lucha. Antes de la llegada española se habían librado múltiples batallas entre Huáscar y Atahualpa, como las de Ambato, Tumipampa, Mullutuyru y Cusipampa, y ya con los españoles en el territorio, las de Bombón y Yanamarca, pero ante la noticia del arribo de esos extranjeros o dioses justicieros, los dos bandos intensificaron el encarnizamiento de su lucha. Huáscar, para lograr su apoyo en las mejores condiciones, desplegó las últimas fuerzas que tenía en la defensa en el río Apurímac, donde se libró en 1532 la batalla de Tahuaray y, poste