Edición 817

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Edición del 12 de noviembre de 2023 Año 115 - N°6.6412

Representante Legal y Director:

Obispo Óscar Blanco Martínez OMD

Editor: Pbro. Fredy Subiabre Matiacha fredysubiabre@gmail.com Impresión:

Patagónica Publicaciones S.A. Diseño Editorial: Jacqueline D.

www.iglesiademagallanes.cl

Semanario fundado por Mons. José Fagnano el 19 de enero de 1908

DEUS AB AUSTRO VENIET... EL SEÑOR VENDRÁ POR EL SUR

E

11 de noviembre de 1520: celebración de la primera misa en Chile

n nuestras Orientaciones Pastorales Diocesanas se nos advierte: “NO PARTIMOS DE CERO. Los historiadores nos dicen que el 11 de noviembre de 1520, la expedición de Hernando de Magallanes desembarcó en el Puerto de las Sardinas, en Bahía Fortescue, al sur del Cabo Forward y que ese día hace 500 años, en el día Domingo, día del Señor, se celebró la eucaristía por vez primera en el territorio nacional. Deus ab austro veniet... Dios viene desde el sur, una de las frases preferidas de Monseñor Pedro Giacomini, el gran salesiano que por varios años fue pastor y administrador de la Iglesia Magallánica, frase que se encuentra en el libro del profeta Habacuc (Hb 3,3), referida a la manifestación divina en el monte Sinaí que efectivamente, queda al sur de Israel, así como también, es verdad histórica que el evangelio y la fe cristiana entraron a Chile por el sur y que la gente Magallánica tuvo el privilegio de acoger con las primicias del anuncio y de los sacramentos de la fe en 1520. 500 años ¿Dios entró por el sur? Convengamos que Dios ya estaba aquí. Ya estaba presente en la Creación. Estaba

aquí en la vida de los pueblos originarios pues todo hombre y toda mujer es imagen y semejanza de Dios. El Señor ya estaba presente en sus vidas, en su experiencia espiritual, en la experiencia religiosa de esos pueblos. Lo que entró por el sur hace 500 años fue el comienzo del anuncio del Evangelio y la celebración de la fe, pero Dios ya estaba aquí como Creador y Padre de esos pueblos”. En relación a la celebración de las primicias sacramentales, Francisco Berzovic en el capítulo IX de su libro “El descubrimiento de Chile por Fernando de Magallanes”, señala: “El asunto de la celebración del santo sacrificio de la misa en el estrecho tampoco está dilucidado oficialmente con la debida documentación, pero sí que debió haberse realizado sin la menor duda, dado el gran espíritu religioso de entonces. Abona lo dicho J. T. Medina al relatar el bautizo del rey de Massana: “Bástenos con recordar que Magallanes bajaba diariamente a tierra a una misa”... Magallanes promete a Carlos V “... llevaremos hostias por millares... erigiremos cruces sobre las riberas” ... Cuando cinco lustros después fue encontrada la nao Victoria,

Juan de Mori señala: “Encontramos en el estrecho (mediados de enero de 1535) y a la entrada sobre mano derecha, una cruz muy alta, con letras que decían en el tiempo en que se había puesto, y por ello vimos de cuando v.m. había pasado Magallanes”. Sin duda que el objeto principal de esta cruz fue para oficiar una santa misa, acaso la primera realizada en Chile... Para monseñor Pedro Giacomini “Había que agradecer la ‘primera misa en Chile’, que se creyó en un principio fuera en Santiago, en 1541, con Pedro de Valdivia; o anteriormente en Copiapó en 1536, con Diego de Almagro; pero en realidad, ya se había celebrado en Magallanes 15 años antes, con Pedro Valderrama, capellán de la Expedición en el puerto Gallant en la bahía Fortescue” ... Hay hechos que obviamente no necesitan documentación probatoria para ser aceptados como verídicos. La lógica deductiva lo dice todo. Por ejemplo, oficiar una misa del 1º de noviembre, por ser una fecha sagrada en la historia, celebrada entonces como ahora por la Iglesia Católica, amén de haber sido ese día cuando se confirmó con tanto júbilo la existencia del paso. Y resolvieron bautizar el estrecho cuya existencia habían presuntamente comprobado con el nombre de Canal de Todos los Santos”. Ahora bien, no podemos sólo centrarnos sólo en la efeméride, sino acoger, desde los desafíos de la historia actual, su significado para nuestra Iglesia hoy. Al respecto, resultan muy iluminadoras las palabras de quien siendo obispo de Río Gallegos, Mons. Jorge García Cuerva, hoy arzobispo de Buenos Aires, reflexionó sobre el significado de este mismo acontecimiento en su país:

“Los europeos del siglo XV salieron a buscar las especias, el oro de la época, lo más valioso para condimentar alimentos, para perfumes y para remedios; salieron a buscarlas porque sus comidas perdieron sabor; porque sus lociones perdieron su fragancia; porque sus recetas médicas perdieron efectividad. Nosotros también, como país y como Iglesia en estos 500 años, hemos perdido mucho: perdimos esperanzas, perdimos oportunidades de desarrollo; perdimos tantos hermanos; y así, o nos quedamos llorando sobre la nostalgia de los que alguna vez fuimos o tuvimos, o perdemos también los miedos, y como Magallanes nos animamos a la aventura; la aventura de construir un país más justo, la aventura de descubrirnos hermanos; la aventura de multiplicar la esperanza, la solidaridad, alimentados por el Pan de Vida que está entre nosotros hace 500 años. La gran hazaña de la expedición de Magallanes y Elcano se coronó con la primera vuelta al mundo; nosotros no dimos la vuelta al mundo como ellos; tampoco la vuelta al mundo en 80 días como la novela de Julio Verne pero estamos ante un enorme desafío: Dar vuelta mi mundo, dar vuelta nuestro mundo, dar vuelta nuestra Iglesia; dar vuelta nuestro [Chile]: O nos quedamos dando vuelta sobre nosotros mismos, “mirándonos el ombligo”, girando en falso, alejados de la gente, adentro de los templos, o de las oficinas públicas, o como Jesús, caminamos en medio de la multitud… Y damos vuelta el mundo, hacemos la revolución de la ternura, salimos de nosotros mismos, y anunciamos al mundo con palabras y obras que Jesús nos ama, que está entre nosotros en la Eucaristía y en

el hermano, y que quiere que seamos felices. Vale la pena intentarlo; Magallanes y Elcano hicieron historia, encontraron la ruta de las especias, y así las comidas recuperaron los sabores. A 500 años de aquella gesta, nosotros le pedimos al Señor Eucaristía que nuestra vida también recobre el sabor, las ganas, el entusiasmo, y la entreguemos en el servicio a los hermanos más pobres, para que el sueño de Jesús sea una realidad; la civilización del amor, en la lógica de la fraternidad, en la lógica del dar, del encuentro

en la diversidad; porque nadie se salva sólo; como nos dice el Papa, todos estamos en misma la barca, en medio de la tormenta remando juntos; para después todos sentarnos a su Mesa, la Mesa de la Eucaristía, la Mesa del Pan de Vida Y entonces, la letra de Peteco Carabajal dejará de ser sólo una canción: “Yo quisiera que en mi mesa nadie se sienta extranjero que sea la mesa de todos, territorio del encuentro. Que sea mesa de domingo mesa vestida de fiesta donde canten mis amigos esperanzas y tristezas”.


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