30 I Junio I 2013

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Domingo 30 de junio de 2013 / Querétaro, Querétaro

Sección H

El Gran Hermano vela por ti Christopher Dickey

privacidad

Guerra en Siria: relato de las víctimas indefensas ›› El número de muertes en el conflicto sirio, que

›› Los civiles, en su mayoría ajenos a la lucha, se

comenzó hace tres años, ha llegado a 100 mil personas ven atrapados entre el fuego de ambos bandos

Ayman Oghanna

siria

El doctor se cubre las orejas, mis manos comienzan a temblar, y ambos nos tiramos al piso. La entrevista ha sido interrumpida. Obuses caen directamente en el pueblo de of Khan Assobl, y la guerra trastoca la calma de un apacible hogar rural. Khan Assobl es un lugar entre muchos otros. Un pueblo en el norte de Siria localizado en una rústica provincia llamada Idlib. Mientras que el país transitaba entre una revolución a una guerra civil estancada, este antiguo paisaje de altas crestas y arboles torcidos fue orientado hacia un nuevo uso, excavado tanto por civiles y los soldados rebeldes para crear refugios subterráneos que los protegieran de los bombardeos y la artillería de los puestos de avanzada del Ejército Sirio. Si existió algún tiempo cuando la guerra pudo haber pasado a través de Khan Assobl, el territorio reclamado por ambos bandos, ese tiempo se terminó.

Ahora, la guerra jamás se va. Los rebeldes lanzan ataques de artillería sobre las posiciones gubernamentales, mientras que el régimen ataca todo lo que puede—en su mayoría áreas civiles como Khan Assobl. El Dr. Safah comienza a levantarse; el aturdimiento causado por las bombas comienza a desvanecerse, y sus deberes vuelven a manifestarse. Alguien podría estar lastimado por aquí. Mahmood, el conductor de ambulancias, ya se encuentra en la puerta. Fuego de artillería constante continúa mientras él se apresura abordar su vehículo, atravesando una densa capa de humo, tierra y pequeñas piedras recién destruidas. El motor comienza su marcha lastimosamente. Las luces se encienden, las sirenas comienzan su ulular, y la sayyarat issaaf—“el carro de la emergencia”— se pone en movimiento, sus puertas traseras abiertas de par en par. “Cuando salimos a una misión, esperamos morir”, dice Mahmood. “Es una buena muerte. Sí, una buena muerte, por qué la enfrento para poder ayudar a otros”. El Dr. Safah y yo seguimos la

ambulancia de Mahmood, dirigiéndonos hacia el lugar donde creemos que cayó la artillería. Esquivamos baches en un camino de terracería alterado por la presencia del conflicto. El pasado está aquí. Señalamientos nos indican la cercanía de las ruinas de Ebla, el Hotel Idlb, sitios para acampar. Todos son ecos de una vida anterior a la guerra. El presente está aquí también. Hay impactos de bala en las señalizaciones en el camino, con sus orillas oxidadas por el paso del tiempo. Durante los pocos momentos de calma, algunos niños pueden ser vistos en el camino montando a caballo y tocándose la cara al pasar uno, al igual que hombres viejos pastoreando ovejas y levantando sus cayados para saludarte con la antigua palabra otomana “Efendi”. Alcanzamos un pedazo de césped plano, a la orilla del camino, y miro al Dr. Safah. Él es un hombre alto, de complexión robusta, con anchos hombros, manos pesadas, y una larga barba Suní que contrastan con unos cálidos ojos que se llenan de lágrimas cada vez que un niño muere. Un niño ha muerto. Cuando

llegamos a una camioneta de carga de manufactura china donde cayó la artillería, podemos verlo. Su nombre era Hussein Safah. Tenía 6 años de edad. Encontramos a Hussein en la parte trasera de la camioneta, colocado ahí por los vecinos para ser llevado a un cementerio. Su cráneo está roto y hueco. Su cuerpo fue partido por la mitad. Un grupo de hombres con gorras de beisbol miran ensimismados, todos con la cabeza baja. Solo minutos antes, el niño jugaba en su jardín. Ahora hay sangre en la pared, un único zapato, y el olor de los explosivos. Envuelto en un tapete barato, Hussein es introducido en una de las decenas de tumbas abiertas que los pobladores de Khan Assobl tienen listas para sus familiares, vecinos y amigos. El niño es enterrado rápidamente para que su madre no pueda verlo en ese estado. Hay otra razón por la cual no habrá un funeral: el régimen bombardea los funerales—así pueden matar a más personas. Bombardeo de artillería indiscriminado y ordenado por el gobierno. Esto significa que, día tras día, los civiles se han visto

arrastrados contra su voluntad a un conflicto que no les pertenecía, víctimas de lo que parece ser un castigo colectivo de parte de un régimen que ataca a sus propios ciudadanos. Yo he visto la guerra antes, pero no puedo entender esta estrategia. Ciudadelas con fuerzas gubernamentales se encuentran rodeadas por valles de población rebelde, tanto combatientes como inocentes. Los rebeldes disparan artillería casera contra bases militares cercadas. Cuando el régimen contesta, sus disparos son erráticos, simplemente dirigidos hacia las personas, sin importar quienes sean.

EN ENERO DE 2010, en Haití, un terremoto mató a más de 200 mil personas, y muchos de los que sobrevivieron huyeron de la capital. ¿A dónde se fueron? Digicel, la empresa de telefonía celular más grande de Haití dio a los investigadores del Instituto Karolinska, basado en Suecia, la información de 2 millones de teléfonos. Los investigadores determinaron que 630 mil personas que se encontraban en Puerto Príncipe el día del terremoto abandonaron la ciudad para retirarse, en muchos casos, a las mismas aldeas donde pasan la Navidad. Mientras que la gente en Occidente tiembla al pensar en las implicaciones de que el gobierno acceda a sus datos personales para buscar terroristas, académicos y consultores privados extraen la información de billones de teléfonos celulares baratos del Tercer Mundo para rastrear enfermedades, hacer planes en caso de emergencias, y tratar de prevenir la violencia. Orange, la enorme multinacional de telecomunicaciones con base en Francia, recientemente liberó 2.5 mil millones de datos ‘anonimizados’ de 5 millones de personas en Costa de Marfil mediante un programa llamado ‘Datos para el Desarrollo’. Por su parte, Caroline Buckee, de la Facultad de Salud Pública de Harvard, logro acceder a la información de 15 millones de teléfonos en Kenia. ‘Este es el futuro de la epidemiología’ declaró Buckee a la revista MIT Technology Review- “Si vamos a erradicar la malaria, esta es la forma en que lo haremos.”

EN NÚMEROS

información valiosa

›› La mayoría de los muertos en Siria son personas ajenas al combate, en varios pueblos pequeños y humildes.

›Pág.2

2.5

Mil millones de datos ‘anonimizados’ fueron liberados para ayudar al programa Información para el Desarrollo.

Querétaro

salud

Nuestro murciélago interior ›Pág.3

Éxito sin estudiar ›Pág.3

Jesús López

se buscan

Las dos caras de la migración

›Pág.4


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