¡SABIOTE A LA VISTA!

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muchas razones ella nunca podría darle su amor, sobre todo porque la única persona a la que amaba era a Roger de Montaner, y que le pesaba no habérselo dicho en su momento. El cura, ante el nerviosismo y el llanto de las mujeres, pensó en resolver la situación empleando la fórmula que solía adoptar en casos graves, o sea, dando tiempo al tiempo. Sin embargo, no tuvo ocasión de demorar ni de detener el curso de los acontecimientos, ya que éstos se precipitaron con las medidas adoptadas por El Siniestro, quien, haciendo uso de una vieja prerrogativa basada en deslealtad de los colonos, incorporó a los bienes comunales las tierras cercanas al pueblo cedidas a muchos vecinos, entre ellos el sacerdote, con lo cual todos se quedaron sin sus huertas. Luego, pretextando posibles ataques del enemigo mandó cerrar las puertas de las murallas, por lo que sólo podían salir quienes tuvieran su permiso. Además, encerró en las mazmorras del castillo a cuantos consideró hostiles a su persona. Estas y otras medidas, adoptadas para presionar a Pilar y a su familia, crearon el natural malestar entre los habitantes de Sabiote, quienes, por otra parte, sabían que la causa de todo ello obedecía al interés de la muchacha por parte del corregidor. Pero éste, obsesionado por conseguir lo que quería, la pretendió personalmente y habló incluso con su tío, si bien de ninguno obtuvo contestación que le permitiera abrigar ilusiones. Ella se escudó en su poca edad, y el cura en la necesidad de saber si existían impedimentos para celebrar los desposorios. Mas como don Rodrigo estaba seriamente preocupado por las tierras que habían perdido los vecinos, no quiso enemistarse totalmente con el corregidor, y, además, aprovechó la ocasión para pedirle en nombre de Dios que las devolviera a quienes eran ajenos al problema, así como que abriera las puertas de la villa durante el día y que liberara a los presos. Sin embargo, don Nuño le amenazó con tomar severas medidas si en un plazo de tres días no había obtenido el asentimiento necesario para celebrar el enlace, e hizo caso omiso de las peticiones hechas. Y si bien es cierto que dos días después mandó devolver las tierras, abrir las puertas y poner en libertad a los presos, fue porque a continuación se presentaron en la iglesia tres emisarios suyos, dos pertenecientes a la curia de Úbeda y un escribano de Sabiote, conminándole en nombre del señor corregidor a que se aviniera a celebrar el matrimonio concertado con su sobrina, toda vez que él había cumplido las condiciones pactadas. Ante esto, y aunque advirtió el buen clérigo la sutileza del requerimiento en cuanto el matrimonio no había llegado a concertarse, como el corregidor tenía toda la fuerza en sus manos por encontrarse en la guerra las tropas de la Orden, creyó prudente dar al asunto una nueva demora, por lo que les

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