Máster Universitario en Formación del Profesorado de ESO y Bachillerato, FP y Enseñanzas de Idiomas
ANÁLISIS CRÍTICO SOBRE ESTILOS EDUCATIVOS. Reflexiones Basadas en el largometraje Capitán Fantástico. (Matt Ross, 2016)
Autor Profesor Asignatura
| David Fernández González (correspondencia: davidf21@ucm.es) | Tatiana García Vélez | Aprendizaje y Desarrollo de la Personalidad
El paradigma estadístico, artículo tras artículo, es más que contundente: las niñas, niños y adolescentes que asocian a sus padres con un estilo educativo de carácter limitante, restrictivo, autocrático, rígido, especialmente punitivo, carente de afecto, especialmente exigente, poco receptivo, raramente empático, marcado por el control, el escaso apoyo y el autoritarismo presentan, desde el punto de vista cuantitativo, más riesgo de manifestar dimensiones de estrés, cuando no inadaptación. Tanto en el entorno escolar como en el familiar e individual. Esto, sin ser los estudios concluyentes, en los aspectos que prosiguen: la variable sexo no parece especialmente relevante en cuanto a los adolescentes, aunque si se aprecia cierta mayor relevancia o influencia, en general, por parte de la actitud de la madre que la del padre. (González García, 2017) (López-Soler, 2009) (de la Torre, 2011) Matt Ross nos muestra en su película, diría yo de forma axiomática, un entorno de estrés (no me atrevería a decir, aún, de inadaptación). ¡Obviamente!; podría argumentar cualquier espectador: si a una familia de ocho almas donde, durante diez años, el 99,9% de sus relaciones se han desarrollado de una forma absolutamente endogámica, se le arranca repentinamente de la existencia una de las ocho perdiendo,
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probablemente, el referente principal del grupo… pues si no hay estrés, es simplemente porque anteriormente no había grupo. Grupo humano al menos. Sin retirar un ápice de razón a este argumento, más siendo la mente humana un ente ávido de “porqués”, nos resultará casi imposible dejar de hacernos dos preguntas: ¿Habrían sido menores las manifestaciones de estrés si, aun falleciendo la madre, el entorno familiar hubiera sido menos “endogámico”?, ¿Se habrían manifestado situaciones de estrés, más pronto que tarde, aún volviendo la madre a reunirse “felizmente” con el, aparentemente cuasi-fusionado, grupo “octanitario”? En definitiva. La trágica muerte de la madre ¿es un factor “desencadenante” sobre un “problema” que ya estaba ahí? Pueden resultarnos este tipo de molestas preguntas un tanto “académicas”; y no andaríamos muy desencaminados. La literatura científica se adentra inexorablemente en el mundo de las categorías cuando se tratan temas de este tipo; llegando a caracterizar causas concurrentes, causas precipitantes, causas desencadenantes y procesos psicopatológicos subyacentes. (Pedreira-Massa, 2019).
11 - enero - 2022