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La batalla de los 15 minutos

sorprendentemente convertida en arma de desestabilización por los grupos conspiracionistas, el modelo de la ciudad de los 15 minutos está en el centro de muchas conversaciones más allá de su valor urbanístico.

Con un extravagante despliegue de argumentos en contra llevado a cabo por grupos de desinformación y radicalización en EEUU y Europa, el prometedor modelo de crear ciudades modernas donde la movilidad rápida, sostenible y funcional sea uno de los ejes principales de su diseño ha pasado a las primeras páginas de todos los debates. Qué bueno, porque la desinformación se debe contraatacar con razonamientos, hechos y verdades probadas, y así está ocurriendo.

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Donde algunos solo veían modelos estalinistas derivados de una paranoia postpandémica, la saludable realidad de este modelo empieza a demostrarse como la mejor opción para gestionar la vida en las urbes. París, Bruselas, Seatle y muchas más empiezan a disfrutar ya de las ventajas del modelo que permite reducir emisiones, ganar tiempo, potenciar la vida en comunidad y las relaciones, empoderar el comercio minorista local y ganar espacios urbanos para el desarrollo y el disfrute. Su planificación urbanística no es compleja, a pesar de que a priori las renuncias que con- lleva puedan parecer excesivas, mientras que las ventajas en calidad de vida y medio ambiente son enormes, decir en felicidad directa de sus habitantes. La clave es poder llegar a todos los puntos importantes para los ciudadanos en aproximadamente quince minutos, sea andando, bicicleta o en transporte público, milimétricamente diseñando las calles solo deben ofrecer espacio para peatones y ciclistas y el centro de la ciudad debe estar tan libre de automóviles como sea posible.

El enorme crecimiento demográfico que la península viene experimentando en los últimos años, unido a la exponencial expansión inmobiliaria que conlleva, debería crear en nuestros municipios la oportunidad de aplicar los modelos urbanos que están triunfando en otras ciudades. Y para ello, es necesario que todos tengamos claro qué modelo queremos para el futuro. No se trata solo de una decisión de urbanistas alejados de nosotros, sino de que promotores y desarrolladores, así como los mismos compradores de bienes inmuebles elijan y prioricen estos modelos.