Identidad en el laberinto de la memoria - tomo 2 español

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Rocío y María Dolores Díaz Nieto. En la esquina superior izquierda puede verse la foto de la página anterior. [1951] Rocío e María Dolores Díaz Nieto. Na esquina superior esquerda pode verse a foto da páxina anterior.

de O Incio, donde nació su extensa familia antes de producirse su diáspora. Lo que está entre estas dos bocas son caminos andados por medio mundo, miradas viajeras, pasaportes con distintas visas y una pulsión esencial, que es dar un significado a esa identidad individual que acude ansiosa a las fuentes de la memoria familiar y tribal. La historia de las diásporas y de las migraciones está marcada a hierro por la hondura de estos recuerdos y por los desgarros producidos en el seno de las familias. La literatura que se ocupó de estos ámbitos identitarios es abundante, tanto en los lugares de partida como en los de acogida. Pero tal vez sea la fotografía el medio de expresión que mejor ha dado cuenta de la intensidad de afectos que rodea los procesos migratorios, pues el retrato fue con frecuencia el eslabón más fuerte que mantuvo unidas a las familias de una y de otra parte del Atlántico. Al lado de —si no en substitución— de las estampas de santos y vírgenes, los retratos de los familiares emigrados colgados de las paredes de las casas gallegas son la mejor demostración de este paisaje cultural doméstico, que volvía presentes a los ausentes. Identidad, memoria y laberinto son palabras fuertes que menudean en el pensamiento actual y que, con la aportación de la experiencia personal como “humus” fecundador, expresan emociones, movilizan voluntades y definen actitudes ante la vida e ante el porvenir. Dos de esas palabras —memoria, identidad— son de curso algo más reciente, pero la idea de laberinto goza de enorme tradición en el género literario de interpretación del ser o del alma de los pueblos y de las naciones, como muestran textos ya clásicos como los de Gerald Brenan sobre El laberinto español (1943), de Eduardo Lourenço sobre la identidad poscolonial portuguesa (O labirinto da saudade, 1978) y, más adecuadamente al caso que nos ocupa, el libro-manifiesto de Octavio Paz El laberinto de la soledad, publicado por vez primera en 1950 y que fue objeto de múltiples reediciones e, incluso, reflexiones complementarias. No disponemos de texto análogo en la cultura gallega reciente, pero parte de estas cavilaciones sobre la identidad gallega, sobre todo en términos culturales y políticos, está contenida en obras clásicas de la Xeración Nós, desde Otero Pedrayo (Ensaio histórico sobre a cultura galega, 1933) hasta Alfonso R. Castelao (Sempre en Galiza, 1944). Identidad que, en el plano visual, quisieron construir los artistas y emprendedores culturales Luís Seoane e Isaac Díaz Pardo, a través del Laboratorio de Formas de Galicia creado desde Argentina en 1963, como una apuesta por crear formas modernas con raíces galaicas, como muestra la estética del grupo Sargadelos. No viene al caso reparar sobre el repertorio de esa identidad, sea la mexicana o la gallega. Lo que me parece más pertinente es analizar algunos contenidos de esta exposición que permitan entender esa dupla identidad que, con las armas de la fotografía, quiere construir Pedro Tzontémoc Díaz. Llamaré la 21


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