En un lugar llamado El Cartucho

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Benjamín en un recorrido por lo que fue su barrio. [ Archivo propiedad Ingrid Morris Rincón ]

bandas de atracadores más importante de los cincuenta y muchos de sus compañeros terminaron viviendo allí. Siendo el quinto de 9 hermanos, aunque se desempeñaba intelectualmente bien en el colegio, desde pequeño se caracterizó por su comportamiento violento. Ésto, sumando a la frustración engendrada en la pobreza y el desamor de su esposa, como las peleas con su padre, lo llevaron a refugiarse en el pordioserismo, la delincuencia y el consumo puesto que tendía a tener un comportamiénto bipolar. Estas situaciones determinaron su llegada al Cartucho en cuyos alrededores vivió, casi siempre huyendo de la ley, por más de 15 años. Todo empezó a los 22 años, cuando después de haberse ido de la casa decidió vender basuco en Kenedy, su barrio. “Al principio yo no necesitaba meterme mucho allá para conseguir mis “bichas”. Por el CAI sobre la carrera décima con novena, subía tres, cuatro casas y llegaba donde la señora Gloria. Ella me daba 6 por 1000, yo le compraba 10 mil o 20 mil pesos” cuenta Benjamín. A los 34 años, un hermano que tenía un concesionario, un buen día lo encontró por la calle; barbado, sin dentadura, sin papeles, ya como todo un habitante de calle de Kennedy. La impresión fue tanta que le dio la oportunidad de cuidarle un concesionario. “Mi hermano fue “Elegante” porque él me encontró, barbado, sin gafas, sin dientes, sin Dios, sin el diablo, sin familia y sin el putas… y así me dio trabajo.(…) Cuando me propuso si quería cambiar, yo le dije que sí convencido, y solté el costal. Y mi hermano me llevó a su concesionario al pie de la cien.” Pasaron quince

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