Sí hay casa pa tanta gente. Reflexiones colectivas desde y sobre el Museo de la Ciudad Autoconstruid

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Reflexiones colectivas desde y sobre el Museo de la Ciudad Autoconstruida, Ciudad Bolívar


Cosas que pesan. 2023. Premio “Dibujatón. Ilustra el patrimonio de la ciudad”. Programa Distrital de Estímulos, IDPC. Dibujo: Jesús Enrique Hernández Pardo.


ALCALDESA MAYOR DE BOGOTÁ

Claudia López Hernández

SECRETARIA DE CULTURA, RECREACIÓN Y DEPORTE

Catalina Valencia Tobón

COORDINACIÓN DE INVESTIGACIÓN, CONTENIDOS Y PROCESO PARTICIPATIVO

Sofía Natalia González Ayala, Wilson Duván Güiza Moya y Daniel Clavijo Tavera GESTIÓN Y DIGITALIZACIÓN DE IMÁGENES

DIRECTOR INSTITUTO DISTRITAL DE PATRIMONIO CULTURAL

Patrick Morales Thomas

Wilson Duván Güiza Moya, Julieth Alejandra Corredor Pérez y Sofía Natalia González Ayala

SUBDIRECTORA DE DIVULGACIÓN Y APROPIACIÓN DEL PATRIMONIO

TRANSCRIPCIÓN DE AUDIOS

GERENTE MUSEO DE BOGOTÁ

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Camila Medina Arbeláez

Luis Carlos Manjarrés Martínez (julio 2021- septiembre 2023) Camila Medina Arbeláez ( E ) (septiembre 2023)

Luz Adriana Valbuena Cárdenas

COORDINACIÓN EDITORIAL Y EDICIÓN

Ximena Bernal Castillo DISEÑO GRÁFICO



Yessica Acosta Molina

COORDINADORA MUSEO DE LA CIUDAD AUTOCONSTRUIDA

CORRECCIÓN DE ESTILO

EQUIPO MUSEO DE LA CIUDAD AUTOCONSTRUIDA

APOYO LICENCIAS DE IMÁGENES

María Soranny Vargas Aguirre

Diana Paola Castillo Herrera, Daniel Felipe Zapata Sandoval, Daniela Arciniegas Quiroga, Wilson Duván Güiza Moya, Karen Viviana Osorio Palacios, Luz Marina Chasoy Cuantindioy, Anghello Gil Moreno, Daniel Clavijo Tavera, Julieth Alejandra Corredor Pérez, Liliana Huertas, Hamilton Cardona, Adriana Sánchez, José Méndez, Luz Mery Migues y Wendy Cruz. 

Bibiana Castro Ramírez Alfredo Barón Leal FOTOGRAFÍAS

Archivo Movimiento de Fotógrafos del barrio Villa Gloria recopilación de Maicol Ramírez Moreno, archivo personal de Margarita Ramírez, archivo privado de Jorge Alfredo Morales Riaño, Colección Museo de Bogotá, Óscar DíazIDPC, Camilo Rodríguez-IDPC, Anghello Gil, Juan Carlos Vargas, Duván Alonso Espinel, Michael Ramírez, Wilson Güiza Moya, Soranny Vargas y Christian Cely.

VOCES

Sergio Andrés Romero Piracón, “Checho”, Margarita Ramírez Santos, Daniel Rodríguez, In-surgesta Mujeres en Movimiento, Diana Paola Castillo Herrera, Daniela Arciniegas Quiroga, Johnny Alejandro Díaz Parrado, Christian Cely, Andrés Suárez, Daniel Felipe Zapata Sandoval, Daniel Felipe Rodríguez Hernández, María Soranny Vargas Aguirre, Karen Viviana Osorio Palacios, Pablo Ómar Gruezo Riascos, Nirza Morales, Darling Molina, Edna Brigite Vargas Trujillo, Jorge Eliécer Ariza, Wilson Duván Güiza Moya, Héctor Gutiérrez Vega, Jonathan Yesid Ulloa, Yury Aguiar Cárdenas, Grupo Carrangaso, Alejandro Garzón, David Olaya, John Torres, Esteban Oviedo, Luz Marina Chasoy Cuantindioy, Mauricio Forero, Abemol, Miguel Ángel Ulloa, Luis Andrade Pedraza, Evans Gama, Luis Carlos Manjarrés Martínez, Cristina Lleras, Blanca Pineda, José Chacón, Santiago Quiscué, Carlos Andretti, Yaneth Jiménez y Sandra Liliana Sánchez.

ilustraciones

Jesús Enrique Hernández Pardo, Jhony Trujillo Hurtado, Alejandra Pérez, José Yesid Niño Patiño/ Premio “Dibujatón: Ilustra el patrimonio de la ciudad”. Programa Distrital de Estímulos, IDPC. Portada y contraportada

Texturas. Fotografías: Christian Cely, 2013. IMPRESIÓN

Multi-impresos S.A.S ISBN

Impreso 978-628-95853-4-6 / Digital 978-628-95853-5-3 Sello Editorial IDPC Instituto Distrital de Patrimonio Cultural Impreso en Bogotá, Colombia 2023

Muralismo en Ciudad Bolívar. Fotografía: Duvan Alonso Espinel, 2020.


Este lote no está en venta. Barrio Ismael Perdomo. Fotografía: Christian Cely, 2013.


Cerro Seco visto en el borde suroccidental de Bogotá, desde el barrio El Paraíso, y al fondo, el municipio de Soacha. Fotografía: Michael Ramírez, 2023.

Sí hay casa

Reflexiones colectivas desde y sobre el Museo de la Ciudad Autoconstruida, Ciudad Bolívar


Algunas de las piezas derivadas de la obra Intersecciones, por la Compañía Artística y Cultural Faro del Sur. Fotografía: Camilo Rodríguez-IDPC, 2023.


CONTENIDO

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MANIFIESTO Somos montañeros y montañeras populares. Somos acciones, corazones. Somos tejido

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Texturas y casas en Ciudad Bolívar. Fotografía: Christian Cely, 2013.

28 DESDE EL TERRITORIO HACIA EL MUSEO ¿Qué es habitar Ciudad Bolívar? ¡Oh!, Ciudad Bolívar Ecos

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UN RECORRIDO ACOMPAÑADO A MUCHAS VOCES TERCER PISO Varias Voces y una entrada a esta ciudad autoconstruida SEGUNDO PISO Prácticas artísticas y tejido social PRIMER PISO Un mirador para los libros SÓTANO Insistir, persistir y resistir TERRAZA La huerta y el círculo de la palabra EL MUSEO LUEGO DE RECORRERLO

122 TENSIONES, ENCUENTROS Y DESEOS Bordes Encuentros Tensiones Deseos

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Ofrecemos este tejido de voces a quienes habitan estas montañas de muchos colores, formas, sabores, acentos y sueños. A quienes han construido con fuerza, amor, trabajo y resistencia el pedazo, que es la casa de tantas gentes. A los hijos e hijas del barrio, quienes —y de quienes— heredaron el sentir y la acción de lucha. A quienes se resisten a olvidar e inventan marañas y enjambres que custodian la memoria del territorio y hacen las paces y también la paz. A quienes ofrendan hasta la vida para defenderla, la suya y la nuestra, y para que siempre sea joven. Y, sobre todo, a quienes este sistema de exclusión y muerte les arrebató la posibilidad de seguir soñando, de pintar, rapear y danzar, de gritar y arengar, de construir y sembrar. Y a nosotros y nosotras, a quienes nos arrebataron sus abrazos, sus besos e ideas, sus risas, sus miradas y sus resistencias; a quienes caminamos extrañando, solo porque podemos correr un poquito más, aunque no sepamos cuánto más.

Mural que muestra las amenazas y la defensa del territorio de la localidad, por el Colectivo Survamos. Fotografía: Camilo Rodríguez- IDPC, 2023.


Presentación La entrada a esta publicación es un capítulo que lleva por título “Manifiesto”. Ha sido escrito para declarar lo que implica hablar de sueños, experiencias y resistencia cuando se habita las montañas de Ciudad Bolívar en Bogotá y cuando se es parte del equipo del Museo de la Ciudad Autoconstruida (MCA). Tanto el Museo como Sí hay casa pa tanta gente proponen una conversación a partir de una serie de heridas latentes producto de la desigualdad, la segregación y la estigmatización que se ejercen en Bogotá respecto al borde sur de la capital. Es claro que el malestar profundo de esta situación se encuentra vigente y que, para contrarrestarlo, estas heridas no pueden continuar siendo ignoradas ni tampoco calladas las discusiones que suscitan. A su vez, el Museo y este libro son un encuentro de visiones, tensiones y expectativas sobre lo que es habitar Ciudad Bolívar, un territorio que atraviesa los cuerpos y las reflexiones de sus habitantes. En ese sentido, el MCA puede ser pensado como una extensión, un puente o bien un nodo que funge como territorio alterno e interno de la localidad, y como espejo de los múltiples sentires colectivos que allí coexisten. Los contenidos de esta publicación fueron construidos de forma participativa, convocando voces diversas del territorio y del Museo mismo, a través de recorridos, sesiones de escritura colectiva, entrevistas, conversaciones, y textos invitados, registrados y

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recolectados entre marzo y abril de 2023. En estos se relacionan el pasado, el presente y las expectativas referidas al porvenir de Ciudad Bolívar y del MCA. Las páginas que siguen a esta presentación reúnen parte de los insumos que permiten narrar la corta trayectoria y la enorme expectativa de un Museo que fue inaugurado en 2021 en el barrio El Mirador, y que ha supuesto retos inmensos desde la institucionalidad (el Instituto Distrital de Patrimonio Cultural) y desde el accionar local (colectivos, organizaciones, individuos, líderes y lideresas), en términos de identificar y reconocer los bordes, las tensiones y los deseos que dan forma a este camino. Este libro es una invitación a recorrer el Museo de la Ciudad Autoconstruida, pero también a reconocer las heridas, las contradicciones, las apuestas y los anhelos de transformación allí plasmados. Como un manifiesto que se extiende más allá del primer capítulo, Sí hay casa pa tanta gente es una declaración de la importancia de la existencia de este lugar como plataforma de mediación de reivindicaciones, valores y sentidos desde las voces locales, para modificar imaginarios producto de la estigmatización sobre las comunidades que habitan la localidad y el borde sur de la ciudad. Patrick Morales Thomas Director Instituto Distrital de Patrimonio Cultural

Murales en el sótano del Museo, por el Colectivo Survamos. Fotografía: Anghello Gil, 2021.


MANIFIESTO

MANIFIESTO

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SOMOS MONTAÑEROS Y MONTAÑERAS POPULARES. SOMOS ACCIONES, CORAZONES. SOMOS TEJIDO*. 18

Nosotras y nosotros, reconociéndonos como un equipo cargado de resistencia y sueños, un equipo con constantes reflexiones sobre nuestro rol en el Museo de la Ciudad Autoconstruida (MCA) y la sinergia con el territorio, somos líderes y lideresas sociales, defendemos la vida y los derechos humanos, habitamos y defendemos estos territorios. Somos experiencias, esperanrealizado a * Manifiesto los 10 días del mes de abril zas, berraquera. Somos montañeros y montade 2023, en la ciudad de Bogotá, desde las montañas ñeras populares, somos acciones, corazones, de Ciudad Bolívar, de forma somos tejido. Representamos una oportunidad colectiva por parte del equipo del Museo de la Ciudad para que el mundo nos reconozca y se nos Autoconstruida: Anghello Gil Daniela Arciniegas muestre como realmente somos en Ciudad Bo- Moreno, Quiroga, Daniel Zapata Diana Paola Castillo lívar; somos, ante todo, diversidad, comunidad y Sandoval, Herrera, Karen Viviana Osorio Palacios, Luz Marina Chasoy construcción constante. Cuatindioy, Soranny Vargas Aguirre y Wilson Güiza Moya. Somos militantes de la vida.

Nosotras y nosotros manifestamos: En primer lugar, reconocemos la importancia de que exista un museo en el borde sur de la ciudad. Resaltamos que el Museo es un espacio único y poderoso, ya que recoge y hace difusión de las historias, apuestas y luchas de las comunidades. Gracias a estas luchas históricas, el Museo posibilita la presencia de las organizaciones y los procesos comunitarios, además de reconocer los aportes a la consolidación de la localidad por parte de las comunidades étnicas. De manera que son importantes la participación y la voz de la gente que ha peleado —incluso, contra la institucionalidad— y que ahora desde allí busca seguir posicionando las disputas de las comunidades. El Museo es muestra de la hospitalidad, el acompañamiento, la solidaridad, el cuidado del territorio y los conocimientos construidos localmente, lo que garantiza múltiples aprendizajes que generan las comunidades y visitantes al salir de allí. Destacamos y celebramos que la gente salga contenta del Museo, que las comunidades sigan autoconstruyendo la localidad y las luchas. La autoconstrucción no para, por ende, ni el Museo, ni los procesos ni los territorios deben tener ritmos estáticos. Como equipo, esperamos y hacemos todo por construir una relación más cercana con el contexto del territorio

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y por crear espacios únicos para compartir las diversidades étnicas, culturales y comunitarias, donde se reconozcan las luchas del pueblo. Esperamos también que el Museo sea más humano para poder trabajar de forma colectiva y garantizar unos mínimos para el encuentro y la reflexión, lo que a su vez potencie el trabajo comunitario y los procesos organizativos.

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Buscamos un lugar participativo para las colectividades, donde se permitan aportes al fortalecimiento de las organizaciones y la difusión de su trabajo territorial; un lugar donde la puerta esté abierta para todo el mundo. Queremos que la cotidianidad del espacio se centre en los procesos y en la generación de propuestas. Por otro lado, esperamos y haremos todo para que el Museo sea un lugar poderoso y rebelde, con muchas expectativas de transformación. Anhelamos más independencia, con un sentido de propiedad y autonomía, sin tener que imponer los tiempos y las formas vistas desde la institucionalidad. En su lugar, queremos generar propuestas propias de quienes lo habitamos. Esperamos que sea menos abstracto y más concreto en cuanto a la realidad de la comunidad y su entorno. Invitamos a todas las comunidades, a los diversos colectivos, organizaciones y parches, ya que el Museo es

un lugar donde se reflexiona sobre las luchas por el territorio y se proyecta seguir construyendo sobre ellas. Nos parece valioso contar con la presencia de artistas y cultores afrocolombianos, indígenas y campesinos para enriquecer las propuestas artísticas, musicales y culturales del Museo. Invitamos a aquellas personas que no estén interesadas en visitar el Museo para que puedan expresar sus opiniones y sugerencias; asimismo, nos gustaría invitar a aquellos que se oponen a las formas en las que opera el Museo y a lo que representa, incluidos quienes dudan o han dudado de los enfoques que como equipo hemos tenido. Es importante para nosotros darles un espacio y escuchar sus voces para poder mejorar y reconocer los aportes de la comunidad al respecto. Por último, pero no menos importante, es fundamental para nosotros invitar a todas las comunidades locales, especialmente a las que aún no conocen el Museo; en particular, nos gustaría enfocar nuestros esfuerzos a invitar a aquellas personas a quienes el Museo busca representar y hacer sentir parte de la historia y la cultura de la localidad. Reconocemos, a pesar de lo mencionado, que el Museo no representa de manera equitativa a las comunidades y debería contar con un equipo y un contenido

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Autoconstrucción en Villa Gloria, Ciudad Bolívar. Archivo Movimiento de Fotógrafos. Recopilación de Maicol Ramírez Moreno. Sin fecha, sin autor.

más diversos; algunas comunidades se sienten invisibilizadas e ignoradas, por lo que es necesario que el Museo propicie la participación activa; para ello, se debe buscar puntos y estrategias efectivas. También consideramos que habría que hablar más sobre el territorio y lo que sucede actualmente allí. Es fundamental incluir a las juventudes en el Museo y contar sus historias recientes de autoconstrucción, lucha y movilización. Nos parece importante y necesario manifestar que algunas comunidades se han sentido utilizadas y manipuladas por la institucionalidad, cuando esta no ha respondido o no ha atendido de manera adecuada a las necesidades y problemáticas locales, lo que ha generado desconfianza, impotencia y frustración, por lo que la gente espera que el Museo no sea una institución más. Existen deudas por parte de la comunidad frente a los acuerdos iniciales en la creación del Museo. Es importante trabajar en ellas para fortalecer la participación, la inclusión y, en general, la relación territorial del Museo. En ese sentido, cabe destacar que existe una preocupación por no lograr posicionar los sueños y anhelos de las organizaciones y parches, lo que ha resultado doloroso para quienes buscamos construir vida digna en las comunidades.

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A pesar de que el Museo es un espacio que se ha ganado la gente, representa una tarea potente y tensionante para la institucionalidad; se espera que esta tarea no implique cortar las alas, vulnerar, ni limitar la participación y los aportes de las comunidades. Destacamos los diferentes procesos de reflexión y autorreflexión en cuanto al yo, el otro, el territorio y cómo sanar desde allí.

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Resaltamos la proyección del Museo como un espacio para el arte y la cultura; es gratificante ver que las nuevas generaciones comprenden la transformación que se posibilita desde allí. El Museo puede contribuir a crear nuevas generaciones críticas, propiciar relaciones de sentido; además, ha aportado a sanar las ideas y prácticas históricas que estigmatizan nuestro territorio. Recalcamos que la experiencia del Museo ha permitido dimensionar y reconocer con más claridad cómo operan la desigualdad, los privilegios y las brechas socioeconómicas, lo que sin duda implica dolores, sentires y situaciones a tramitar y sanar. El Museo ha sido un espacio para reconocer la juntanza de parches y ha ayudado a restablecer las confianzas entre procesos comunitarios y organizativos. En Ciudad Bolívar siempre hemos construido desde la unidad y la articulación, lo que nos ha permitido volver a creer en la

juntanza, y reafirmar la potencia del diálogo con personas y colectividades. Es importante mencionar que para sanar se requiere tiempo, espacio, encuentro y participación; al respecto, hemos tenido más preguntas e incertidumbres que certezas, pero estamos seguros y seguras de que es posible, si seguimos trabajando en equipo y nos relacionamos de manera abierta con las comunidades del territorio. Declaramos que el Museo es un espacio para la comunidad y, por tanto, no debería servir a las intenciones de dañar, lastimar, extraer, o no contribuir a su objetivo y al de las comunidades. Tampoco es un lugar para la politiquería que no conoce las luchas y procesos que están detrás del Museo, y que no ha aportado a su construcción. El museo menciona y denuncia una serie de violencias y represiones históricas de las que han sido víctimas las comunidades, por lo que este no es un espacio para ninguna forma de violencia, persecución o represión. Sin embargo, el Museo no puede ser un espacio excluyente y debe estar abierto a todas las personas y debates que se puedan generar, pero se espera que quienes lo habiten y transiten no estén al margen de lo que sucede en el territorio; que tengan el tiempo, la humildad, el respeto, la escucha y la disposición para dimensionar lo que allí sucede y aporten desde la crítica constructiva.

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Finalmente mandatamos y manifestamos que el Museo no debería ser un espacio genérico y menos accesible. Tampoco debe ser un elefante blanco ni convertirse en un lugar cerrado, distante, segregador, excluyente, ni blanco. El Museo no debería explotar a nadie ni replicar las lógicas de la ciudad estigmatizadora. El Museo no debería ser una institución más, ni un lugar para que se posicione la institucionalidad por encima de los logros y aportes de las comunidades. Tampoco debería ser un lugar para vulnerar a otros y otras. Es necesario que haya un equilibrio adecuado entre el trabajo y la calidad, y buscar garantías laborales y condiciones dignas para los equipos que trabajamos y habitamos el Museo. Por último, el Museo no debería limitarse ni depender únicamente de las políticas, ritmos, tiempos y requerimientos institucionales; en esta vía, ponemos sobre la mesa la claridad de no ser una extensión o una sede de la institucionalidad distrital. Proponemos que el Museo debe ser un espacio inclusivo y acogedor para todas las comunidades; debe ser un lugar dinámico, animado y emocionante. En lugar de protocolizar todo lo que hace, el Museo debe establecer relaciones más cercanas con las comunidades. El Museo debe reconocer el trabajo, el esfuerzo y los aportes del equipo y la comunidad, así como escuchar al territorio, al contexto en el que se encuentra y del cual nace.

El Museo de la Ciudad Autoconstruida… Deberá ser un espacio libre de prejuicios y con autonomía. Deberá ser más humano y participativo. Deberá ser un espacio permanentemente vivo — siempre vivo— para externos e internos. Deberá ser un lugar siempre habitado por los parches y no por la burocracia institucional. Deberá ser más propio, con autonomía, cocreativo, espontáneo (menos diciente y más de accionar). Deberá ser un lugar que potencie y permita el fortalecimiento de la comunidad. Deberá ser esperanza, denuncia y educación. Deberá ser barrio, comunidad, juntanza, rebeldía, acción-lucha.

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Desde el territorio hacia el museo

SÍ HAY CASA PASÍTANTA HAY CASA GENTE PA TANTA GENTE

A Ciudad Bolívar la entendemos más allá de lo físico. Atraviesa nuestros cuerpos, nuestros afectos, genera encuentros y desencuentros; es resultado de las relaciones e interpretaciones simbólicas de diversos grupos y actores sociales. El territorio es aquel que reúne los ejercicios de poder, gestión y apropiación de quienes estamos presentes en estas montañas; ejercicios que conllevan al arraigo, a sentirlo como propio, como hogar, lo que consolida nuestras identidades. Estas son el principio fundante para las tensiones que supone la presencia de distintas territorialidades en un mismo lugar. En síntesis, las identidades con sus tensiones y conflictividades crean, recrean, tejen y agencian territorios; el nuestro, Ciudad Bolívar. Los textos de este capítulo se presentan primero como un punto de partida para reflexionar acerca de las formas de habitar este territorio, y luego como una invitación a pensar el Museo, ese otro territorio que actúa como reflejo, o bien como puente, respecto a la localidad.

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¿Qué es habitar Ciudad Bolívar?

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*POR SERGIO ANDRÉS ROMERO PIRACÓN, “CHECHO”1

Advertencia_El escrito que está a punto de leer se expresa en un dialecto barrial. Son palabras que se estructuran en una arquitectura de lo imposible, como lo hacen las casas de las periferias; es una fusión de muchos lenguajes hablados que se han ido mezclando mediante la historia, la juntanza, el diálogo, el trabajo colectivo, y casi que son engendros (mal)paridos de las lenguas de las grandes élites o centros del conocimiento de Colombia. Este escrito no busca una palabra correcta, culta, letrada o llena de conocimiento; solo busca la palabra sincera. Por eso deben perdonar su ritmo, métrica tosca, rebelde y poco refinada. 1 Lleva diecisiete años viviendo en Ciudad Bolívar; habita el barrio Potosí y alrededores. Conocido cariñosamente como Checho, Cheo, Chechito, Che y profe Chicharón, busca exponer la realidad que habita desde la música, la ilustración y la escritura sentipensantes. Tras casi diez años de trabajo comunitario en el territorio, ha dejado un pedacito de él para aportar en la construcción de un presente con más oportunidades y un futuro mejor para las personas de Ciudad Bolívar.

DESDE EL TERRITORIO HACIA EL MUSEO

Ciudad Bolívar. Manuel H. Rodríguez, 1990, número de registro: 12265 © Colección Museo de Bogotá.

Llegamos a un lugar donde las montañas son grandes y las flores, pequeñas. Donde las casas parecen cajas de fósforos, una encima de la otra, lo que hace que se creen laberintos entre ellas. Unas son grandes y otras, no tanto; unas son de todos y, al mismo tiempo, de nadie. Hay unas muy coloridas, otras que no se sabe si tienen plantas a su alrededor o las plantas tienen casas encima de ellas. Algunas son en ladrillo y otras, en pura lata. Todo esto, en conjunto, da un pintoresco color al lugar conocido como Ciudad Bolívar. ¿Qué es habitar Ciudad Bolívar? Es un constante choque de disparates con la vida, ¿y por qué? Pues, fácil. Primero, vivir en Ciudad Bolívar es despertarse todos los días sabiendo que, si hay que ir a cualquier lugar de la ciudad, se debe hacer con dos horas de anticipación, pero teniendo todos los medios de transporte cercanos a su casa, como el paradero de TransMilenio, bahías de taxi o carritos piratas2. El transporte en esta loma3 es fácil de conseguir; lo difícil es llegar al destino. Y eso es solo el comienzo. Segundo, Ciudad Bolívar cuenta con muchos espacios u objetos que podrían ser considerados patrimonio para la ciudad de Bogotá, como son el Puente Indio, El calendario de las hykas4, la estatua que 2 Carritos piratas: vehículos altamente “equipados” para el transporte de personas y que se utilizan para ir a sitios a los que no llega el transporte público. 3 Loma: se menciona así a un sitio muy lejano, lleno de pendientes. También se puede usar con una connotación de cariño al lugar donde se vive, en diminutivo: “la lomita”. 4 El calendario de las hykas: obra artística realizada por el Colectivo Mayaelo, que quería mostrar la presencia del

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conmemora la muerte de los jóvenes del barrio Juan Pablo Segundo por hechos extrajudiciales, la cual está en la plaza principal de este barrio, y otro montón de espacios o cosas con los que se podría hacer una lista larga que muestra la historia de la localidad. La tercera razón es que Ciudad Bolívar se cataloga como una de las localidades y periferias más grandes de la ciudad de Bogotá. La localidad 19 es reconocida como uno de los sitios con más iniciativas con fines culturales, artísticos, educativos, sociales y políticos del Distrito Capital, en donde estos proyectos buscan generar arraigo territorial, cuidado del ambiente, reconocimiento colectivo e individual, y, sobre todo, dar una alternativa de vida para las generaciones venideras y un presente con más oportunidades. Pero todo esto se ve hundido por el modelo de vida actual que busca que las personas de la periferia, en su mayoría, sean usadas como mano de obra en las grandes industrias de la ciudad, que se mueve por el capitalismo, como lo hace el resto del mundo. El pensar o querer algo diferente en esta localidad es difícil para muchas personas, por la falta de oferta laboral digna, educación accesible, y otro montón de cosas que afectan el desarrollo sano de una persona o sitio. Cuarto, esta localidad tiene un sinfín de mineras ilegales en muchos de sus barrios,

que cumplen la función de sacar material de construcción para las infraestructuras de la ciudad de Bogotá, y que la ganancia de esa extracción sea para algunos pocos que manejan el negocio, para después dejar detrás de ellos comunidades con graves índices de material particulado en el aire, que genera enfermedades respiratorias. No contentos con eso, destruyen montañas que cuentan con un ecosistema único en el mundo, la subxerofítica, para que toda esta destrucción sea pintada como “progreso”, el cual es acolitado por las instituciones que, se supone, deberían defender estos lugares. No mencionamos nombres, pero esas instituciones saben que estamos hablando de ellas o el(la) lector(a) ya se hace una idea de a quién se menciona. Este escrito podría incluir muchas cosas que se contradicen entre sí en Ciudad Bolívar. Pero la idea principal es dar un pequeño panorama de la localidad Z195 para así acabar con afirmaciones como “es que Ciudad Bolívar tiene muchas caras”, cuando no es así; este es un sitio de una sola cara y hay que entrar a ver el porqué está tan golpeado en algunas partes y maltratado en otras. Esa es la idea de estas palabras, que la gente que vive o no en este sitio empiece a hacerse preguntas como ¿qué es Ciudad Bolívar?, o ¿por qué pasa lo que pasa en Ciudad Bolívar?, o ¿es importante

pueblo muisca en Ciudad Bolívar. Hyka es una palabra muisca que traduce piedra, como elemento portador de memoria.

5 Término que utilizan las barras del equipo de fútbol de Millonarios para demarcar su territorio, en relación con otras barras deportivas.

DESDE EL TERRITORIO HACIA EL MUSEO

Ciudad Bolívar para Bogotá?, o ¿Ciudad Bolívar es un buen lugar para vivir? Ciudad Bolívar es un sitio donde la gente resiste, a pesar de que la mayoría de las circunstancias no está a su favor; pero no solo por el mero acto de resistir, sino por el acto de reexistir, de buscar o mostrar que se puede vivir diferente, más tranquilo, más cómodo. Que no se deja el territorio para ir a vivir a otro, sino que la voluntad se lleva en los pies, para así caminar el barrio con un pensamiento de cambio y con un corazón llenito de un fuego llamado amor, que es el que permite que los malos sentimientos como la rabia, la tristeza y demás no envenenen el alma. Esta voluntad y este pensamiento de cambio hacen posible que situaciones adversas se conviertan en acciones transformadoras que generan comunidad, y así se tenga un refugio para sí mismo y para quien se sume a esta revolución. Para terminar este texto se deja un fragmento de una de mis canciones. Soy uno de los tantos cantantes que tiene esta localidad. Me refugio en el cantar y relato la unión que tengo con Ciudad Bolívar para no desfallecer en este largo camino del cambio. El nombre de la canción es:

¿Sumercé sabía? Suave, pasito a pasito voy cantando lo que la vida me va dictando. Suave, pasito a pasito me hago uno con la montaña, porque no se trata solo de caminarla, sino que ella también te camine a ti. Suave, pasito a pasito me hago piedra con un puente, que está en lo alto de la montaña y dicen que lo construyeron los indios. Suave, pasito a pasito espero que mi canto me vuelva un pájaro, de ese que está en la montaña y tiene dos cuernos en la cabeza. Suave, pasito a pasito me hago uno con un árbol que está en lo alto de una montaña, y que pudo vencer a una minera y unir a la comunidad que está a su alrededor. Suave, pasito a pasito voy buscando mis raíces, así me tarde un poquito sé que las voy a encontrar, y lo voy a hacer desde lo más alto de esta montaña que se llama Ciudad Bolívar, pero que yo llamo hogar. Gracias por la atención prestada. No se escribe más porque el texto no se terminará por el montón de historias que faltan por contar; además, cobran por página y con la economía actual saldría carísima la impresión. Pero, eso sí, se hizo pequeño y sustancioso el texto. También se llenó de sentimientos sinceros que invitan al(la) lector(a) a pensarse un mundo lleno de muchos mundos.

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¡Oh!, Ciudad Bolívar

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Cómo no amarte, ¡oh!, Ciudad Bolívar, si me acogiste cuando sin techo me encontraba, un aire tibio cruzó por mis mejillas y con amor la brisa me abrazaba. El río Tunjuelo con sus murmullos canta, con sus praderas y el croar de ranas, y con sus bellos aleteos cada día, las mariposas te saludan con sus alas. La biodiversidad de Quiba con su fauna y flora al poeta Jorge Rojas inspiró, construyó allí una iglesia, que como legado nos dejó. Y el matrimonio de su hija allí lo formalizó. Al matrimonio llegaron personajes y excelencias como el entonces presidente Guillermo León Valencia. Pasquilla le da vida a esta localidad con sus bosques furtivos y con sus frondosos árboles que aún son bosques nativos.

Mochuelo, con el problema del relleno de Doña Juana, y es que los lixiviados que vierte cada día produciendo enfermedades y muertes nos tocará confrontarlo con el marco legal vigente.

Cómo olvidar tristes recuerdos de Juan Pablo, Casuca y Paraíso, muchas madres que muy desesperadas lloran, lamentan la muerte de tus hijos.

Contigo anhelo, querida patria chica, en ese sueño de los colombianos, que, en vez de droga y muerte, paz y amor tengamos en las casas.

Siento contigo, querida patria chica, cuando retroexcavadoras taladran tus montañas, produciendo deslizamientos y amenazas y con él las caídas de las casas. Nueve UPZ con orgullo te engalanan, anfitriona de miles de migraciones que producen en ti desesperanzas, y para poder cambiar la convivencia solo exige un sentido de pertenencia. El Palo del Ahorcado, el Puente del Indio, la iglesia de Quiba, también TransMiCable y el Museo de la Ciudad Autoconstruida son nuestro patrimonio que nos corresponde a todos valorar y cuidar.

* POR MARGARITA RAMÍREZ SANTOS6 6 Lideresa de organizaciones de mujeres y comunitarias desde los diecisiete años. Llegó a Bogotá en los años 1980 desde Pitalito, Huila. En el barrio La Estrella de Ciudad Bolívar, lideró procesos de titulación de tierras y obtención de servicios públicos en 1984. Ayudó a conformar el jardín comunitario, la biblioteca comunitaria y programas de nutrición. Ha sido consejera territorial y local de cultura, madre comunitaria, y coordinadora, líder y miembro de distintos espacios distritales de participación de mujeres. En la actualidad evoca la historia del tejido social de Ciudad Bolívar a través de narraciones orales y obras de teatro.

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Movimiento de mujeres de Ciudad Bolívar, movilización del Primero de Mayo, 1992. Archivo personal de Margarita Ramírez. Sin autor.

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Ecos * POR IN-SURGESTA / MUJERES EN MOVIMIENTO7

Titilan por el espacio, pequeñas luces de linternas encendidas por todas las mujeres, mientras emiten sonidos que simulan el viento y la noche. Fragmento de la obra ECOS de La Loma, Mujeres en Movimiento

Así, aquí se prepara la escena… El público dirá “¡ya va a empezar!”, y entonces sabrán las mujeres en escena que ha llegado el momento para lanzarse; pero… la verdad es que ya se habían lanzado mucho antes de la presentación / desde cada letra que apuntaron y desde cada acción que se pensaron / 7 Colectiva interdisciplinar conformada por mujeres de Nariño, Caquetá y Bogotá, interesadas en gestar espacios de creación, experimentación y formación artística en diálogo con lo cotidiano, los saberes populares, académicos y el arte, con un sentido político que incide en nuestro hacer como artistas y habitantes del mundo. En Nariño, vereda El Placer, realizaron una residencia artística en la que exploraron las artes vivas, el teatro y el audiovisual; en Rosa Florida realizaron un Laboratorio Sensorial Artístico en comunidad. En la localidad de Ciudad Bolívar, en Bogotá, han gestado procesos como: ECOS de la Loma, Mujeres en Movimiento, dispositivo escénico de memoria(s) creado en el marco de la apertura del Museo de la Ciudad Autoconstruida; Memoria a Pata, Recorridos Memorimaginados; la beca de creación en teatro comunitario, Memoria en Manos de Mujer; el laboratorio de creación entre mujeres jóvenes y madres comunitarias del barrio Potosí; y, actualmente, el semillero en teatro comunitario Cuerpos Hábito.

DESDE EL TERRITORIO HACIA EL MUSEO

aún más, desde que caminaron el barrio // y el público, no ha venido a ver una obra, ha venido a encontrarse con su propia vida. Bienvenidos y bienvenidas a Ciudad Bolívar. Para ingresar al siguiente hilo de palabras, les invitamos a abrir las puertas del cuerpo en todas sus dimensiones, sentidos y sinsentidos, pues cada palabra que aparece se gesta en cuerpos migrantes que se dejaron afectar por el universo de paradojas, extrañezas y bellezas que emergen en este SUR. Les daremos vueltas a los recuerdos, a los andares en Potosí, Cerro Seco, Jerusalén, Tanque – Laguna, la casa de Carmen Fernández, de Margarita Ramírez, de Amanda Flórez y Humberto Parra; a la Casa Cultural de Potosí, al Puente del Indio; subiremos a La Estrella y Paraíso; viajaremos a Pasto (Nariño), para conocer la Hoguera de las Ilusiones e intentar montar un monólogo que lleva una casa a cuestas; caminaremos por Quiba, evocaremos los susurros de una zampoña y el palpitar de un bombo que nos invita siempre a volver. Andar volviendo, ir volviendo, ir yendo a diferentes tiempos, cuerpos y formas de habitar los presentes, los futuros y los pasados. Para nosotras: Lo comunitario habita en el sentir, en el palpitar y en el movimiento. Entonces, ¿qué tan palpable y móvil es el Museo

de la Ciudad Autoconstruida? ¿Qué tanto afecta lo institucional al carácter y la esencia comunitaria y popular de los procesos? ¿En qué sentidos se dejan / nos dejamos afectar? Las preguntas solo traen más preguntas y ahí es donde empieza el movimiento, donde debería empezar el movimiento actual; no es dudar, es preguntar(se)(nos), es querer saber y acercarse, hacer zoom y demorarse. Cada persona, en cada barrio de Ciudad Bolívar, se habita a sí misma desde lo que cada historia de vida trae; por eso, compartir lo comunitario es brindarse la vida unos a otros, pedazos de historias. Abrir las puertas y ventanas para hacer partícipe de mi vida al vecino; y en eso resulta que también con sus historias me ha invitado a pasar a su casa, hemos habitado juntas casas, y hemos cazado historias y lugares, y los lugares son personas. ...Las casas, los lugares y las personas son sueños, son luchas, son montañas, ciudad, trabajo y amaneceres. También son ollas comunitarias, gradas, caminos y miradas; y también, ¡sí!, ladrillos, arena y paroy. ¿El barrio habita el Museo? ¿Es el barrio un museo vivo, dispuesto para ser visto y reescrito desde las mil y una voces que lo recorren? El barrio, por lo tanto, es un tesoro lleno de sentires, personas y momentos y, si el barrio es un tesoro, el MCA es un potencializador de esas historias. Es entonces quien guarda la llave con el fin de cuidar de la casa-barrio, pero es a la vez uno de los vecinos dispuesto a recibir y dar a quienes le visitan.

Hace un tiempo, dos años para ser un tanto precisas, el Museo estaba a punto de abrir sus puertas e historias. En eso, y para eso, un grupo de mujeres de muchas partes se acercó. […] veo, veo un grupo de mujeres, sembrando, guiando, empoderando, avivando, defendiendo, visibilizando y gestando en la loma el sueño de construir la localidad como un territorio fértil y berraco haciéndose realidad. (Fragmento obra ECOS de La Loma, Mujeres en Movimiento) y aunque creíamos por dónde podíamos iniciar… terminamos moviéndonos y junto a ellas en un eco de valentía decidimos no actuar la vida, o no hacer como que si… sino presentarla. Ellas mismas - Ellos mismos. Porque, entonces, de no ser así, ¿para qué iría yo al Museo de la Ciudad Autoconstruida, si no es para ver, saber, conocer o contar cómo es que precisamente se ha autoconstruido esa ciudad? Localidad, al sur…

Nada es necesario, todo es urgente. Es una emergencia hacer visibles las voces invisibles, infinitas; no es una necesidad, puesto que ya cada una en su ser está, fue y seguirá siendo en la memoria de la autoconstrucción.

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Es urgente que lo recorrido no se pierda. Por eso, la urgencia de reconocer y recordar la lucha propia, y luego que prevalezca en la familia y, por lo tanto, en cada barrio. Entonces, la gran casa del MCA, que busca recoger en sus adentros a los 138 barrios de Ciudad Bolívar, tendría que tener siempre presente que si olvida mencionar historias como la de don José, que se levanta a diario a trabajar en su taller, o no acoge en sus entrañas historias como la de Martha, que se encuentra preparando el terreno para sembrar las papas, estaría arrojando al tiempo del olvido a la multiplicidad de familias con las que cuenta. Debería ser un aliado, ser las alas que hacen viajar y llevan las voces a otros lugares, ser un lugar para el eco. Buscar en las formas de la vida, no en las formas del arte, subvertir las prácticas museológicas y ponerlas no tan lógicas, puesto que cada quien tiene sus propias lógicas. Así que bajo esa misma lógica de lógicas… algunos creerán que el MCA es reflejo… ¡y otros afirmarán que es un puente! Lo invisible, el detalle, el recuerdo, las personas y sus luchas humanas son el patrimonio. Un aliado es un amigo que recibe y comparte, que pregunta y escucha, practica y enseña, sale y entra, guarda y muestra, cuida y acompaña. ¡Que se abran las puertas y se viva la memoria como algo en constante movimiento!

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Premio “Dibujatón. Ilustra el patrimonio de la ciudad”. Programa Distrital de Estímulos, IDPC. 2023. Dibujo: Jhony Trujillo Hurtado.

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Recorrer: Desplazarse con insistencia por un espacio y repetir esa acción. Eso es recorrer. Insistencia viene de la palabra insistir, que hace referencia a tomar posición y detenerse en un lugar. La raíz de este verbo nos ha dado otras palabras: existir, persistir y resistir. La entrada al MCA se encuentra en el tercer piso. En las siguientes páginas vamos a recorrer con insistencia —y con todas las raíces de este verbo—, acompañadas y acompañados de las múltiples voces de la gente y sus historias, los pisos y niveles del Museo y de Ciudad Bolívar8:

8 Este recorrido inicia su tejido a través de las voces de tres mediadores y miembros del equipo de Educación del MCA: Daniel Felipe Zapata Sandoval (Colectivo Cultural La Enredadera), Diana Paola Castillo Herrera (Colectivo Mayaelo / Red de Amigos y Amigas por Cerro Seco) y Daniela Arciniegas (Colectivo de Educación e Investigación Popular Sotavento / Organización Aguante Popular). Los tres viven en barrios distintos y hacen parte de los procesos sociales comunitarios del territorio que aparecen junto a sus nombres. A lo largo del trayecto surgirán otras voces mediadas por la música, los versos y diversas formas de reflexión. Son casi todas voces del territorio y provienen de líderes y lideresas, colectivos y activistas de distintas generaciones en Ciudad Bolívar, que han entablado algún tipo de relación —distante o entrañable— con el MCA.

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TERCER PISO

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TERCER PISO

VARIAS VOCES Y UNA ENTRADA A ESTA CIUDAD AUTOCONSTRUIDA

Cuando alguien llega al MCA, lo recibe el equipo de vigilancia9 con estas palabras: “Les damos la bienvenida. ¿Sería tan amable nos regala unos daticos personales para el ingreso? A continuación, puede ingresar con nuestra compañera de mediación. Gracias por venir”.

La autoconstrucción, la comunidad y la juntanza

Vista aérea del Museo de la Ciudad Autoconstruida. Fotografía: Óscar Díaz-IDPC, 2023.

Diana: Bienvenidos y bienvenidas. ¿De qué localidad vienen? ¿Qué saben o qué han escuchado sobre Ciudad Bolívar? En principio nos gusta hacer estas preguntas porque gran parte de las intenciones que tiene este espacio es poder dialogar sobre esos imaginarios que se tienen sobre el territorio. Entonces, partir de lo que ustedes piensan va a ser fundamental para el diálogo que vamos a tener. Para iniciar, yo creo que podríamos contarles un poco 9 El equipo de vigilancia está compuesto actualmente por Liliana Huertas, Hamilton Cardona, Adriana Sánchez y José Méndez.

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acerca de qué es el Museo de la Ciudad Autoconstruida. El Museo abre sus puertas hace ya casi año y medio, con la intención de resaltar, reflexionar y cuestionar las ideas que hay sobre Ciudad Bolívar en Bogotá, pero además de mostrar las apuestas colectivas, sociales y comunitarias propias de este territorio que permiten que Ciudad Bolívar sea como es. El nombre del Museo lleva una palabra principal, muy importante, que es la autoconstrucción. No sé si ustedes saben, o se imaginan, qué es la autoconstrucción… Bueno, digamos que la entendemos desde distintos lugares. Se trata de una práctica y un fenómeno que se da cuando muchas personas llegan y construyen su hogar, ¿sí?, su casa. Distintas personas llegaron al territorio que hoy es llamado Ciudad Bolívar y con sus propios recursos, saberes, tiempos y posibilidades construyeron su casa mientras habitaban el mismo lote. Esta práctica de la autoconstrucción ha conllevado que la localidad crezca y se conforme masivamente. Y la autoconstrucción pues también responde a la realidad de muchas personas que llegan de otro lugar a construir nuevamente su vida. Entonces, hablar de autoconstrucción es hablar de autoconstruir nuevamente una vida, un tejido social, una comunidad, ¿sí? Hablar de autoconstrucción implica hablar de lo que sucede históricamente

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en el país, de un conflicto armado que ha generado desplazamientos, de un país altamente desigual, de unas condiciones económicas muy difíciles… de pocas oportunidades en los territorios de donde la gente proviene, del empobrecimiento de las comunidades y del campo debido a la apropiación indebida y el despojo de territorios, y del crecimiento sin planeación de las ciudades. Reflexionar, de fondo, qué implica la autoconstrucción nos lleva a pensar cómo cada quien que ha llegado a estos territorios ha traído en sus saberes y en sus prácticas distintas cosas. Entonces, hablamos de que construir una casa de pronto en el Chocó es distinto a construir una casa en el Tolima o en el llano. Son distintas materialidades, distintos saberes, distintas maneras de entender cómo se construye un barrio, cómo se cuidan los niños, cómo se habita el territorio. Y todas esas diversidades tuvieron que encontrarse en estas montañas y ponerse de acuerdo para construir el barrio, construir la localidad y poder exigir el acceso a los derechos básicos para una vida digna. Cuando hablamos de autoconstrucción en el Museo, queremos reflexionar alrededor de todo ello y no solo quedarnos con la idea de “son personas que construyen casas”. No, es algo mucho más profundo,

que trae unas repercusiones frente a quienes crecimos aquí y habitamos la localidad después de que nuestros abuelos, o papás o vecinos autoconstruyeron el barrio.

Daniela: Es importante contarles que la autoconstrucción, en definitiva, es un fenómeno de construcción de ciudad, que además recorre América Latina. No ha estado presente solamente en Bogotá, o de manera específica en Ciudad Bolívar, sino que grandes ciudades de nuestro continente se han expandido bajo la autoconstrucción. Y eso tiene que ver con los movimientos internos de las comunidades, de las familias. ¿Ustedes nacieron en Bogotá? Algunas personas vienen de otras regiones. Y, para quienes nacieron en Bogotá: ¿también sus padres, madres, abuelos nacieron aquí? En mi caso, mi familia es de Santander. Entonces, quizás tenemos raíces, herencias de otras regiones del país. De esa manera, Bogotá casi que ha sido producto de ese conflicto que ha tenido nuestro país y del sistema económico en que vivimos. Así se ha construido esta ciudad. Y así nos lo cuenta Johnny Alejandro Díaz cuando nos recuerda lo que es comprar un pedacito de tierra donde se autoconstruye la casa propia:

A la rancha he comprado la esperanza en unos metros cuadrados parece que esta vez los dados han jugado a mi favor en tierra que con fervor he de forjar los sueños en estos suelos sureños donde he de plantar mi vida la que me fue concebida sin propietarios ni dueños.

he comprado un pedacito de tierra que en un cuadrito resulta ser mi refugio un gigante sortilegio donde poquito a poquito ha de crecer mi ser al tiempo que al parecer he de gozar mi suerte si aquí me espera la muerte que sea en un atardecer.

Autoconstrucción en Villa Gloria, Ciudad Bolívar. Archivo Movimiento de Fotógrafos. Recopilación de Maicol Ramírez Moreno. Sin fecha, sin autor.

*POR JOHNNY ALEJANDRO DÍAZ PARRADO10 10 Habitante de Ciudad Bolívar; artista, músico, escritor y orador, alquimista, comunicador e investigador popular. Integrante de Periferia Producciones, de la Casa Cultural Potosí y de la Red de Huertas de Jerusalén Alto. Dedica su trayectoria como gestor cultural al fortalecimiento de diversos escenarios artísticos, comunitarios y juveniles en el territorio.

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También nos lo cuenta Christian Cely11: La casa fue hecha con nuestras propias manos y con el aporte de muchas manos más, algunas curtidas, otras cansadas, unas viejas y otras jóvenes, unas mutiladas y otras con dolor; los obreros y las obreras con su trabajo son la historia de esta montaña, configurada y hecha con varios fragmentos de Colombia. […] La autoconstrucción la he visto y entendido como un lenguaje. Nacimos en la cuna de obreros y profesoras; de allí se desprendió la pasión por las herramientas y las ideas. Desde muy pequeño, cuando llegué a Ciudad Bolívar en el año de 1996, encontré un lugar donde sembrar mi alma y corazón. Mis raíces están aquí. Crecer aquí fue ver muchas carencias en los otros, carencias que atravesaban lo material y lo afectivo, carencias que están presentes de los estratos 1 al 7, pero que por estar en Ciudad Bolívar siempre han sido señaladas o estigmatizadas con vehemencia. Crecer aquí me permitió transformar, aprender y caminar al lado de otras personas que me enseñaron que lo importante es estar junto a la barriada, a la gente, a la 11 Maestro en Artes Plásticas y Visuales; gestor cultural y magíster en Cerámica, Arte y Función de la Universidad del País Vasco. Miembro fundador del colectivo Rasa (Red Activa Solidaria de Artistas) y creador del Centro de Pensamiento Cerámico. Integrante del equipo del área educativa del Museo de la Ciudad Autoconstruida durante los años 2021 y 2022. Para esta publicación, Christian escribió un texto titulado “Todo se hizo, todo está haciéndose, todo está por hacer” (2023), el cual aparecerá mencionado a lo largo del libro.

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comunidad. Sierra Morena siempre estuvo abierta a recibirnos, cuando por esas épocas, con dineros de la cooperación europea, aprendíamos a editar videos y tomar fotos; aquí comenzamos la juntanza, la conspiración de ideas y la gaminería en la calle: la esquina nos acogió, era el punto predilecto para “parchar”. Cuando llegaron las personas a las montañas, pensaron primero en sus viviendas, un rancho para resguardar a sus familias, cuatro postes y un techo para contener el calor del hogar. Posteriormente, pensaron en cómo llegaría el agua; así que se tendieron kilómetros de mangueras que se convirtieron en las venas del barrio camufladas entre el barro y la roca del suelo; lo mismo sucedió con la luz, tendidos eléctricos informales que iluminaron los hogares. Así todo empezó a darse sobre la marcha; cada necesidad particular se convertía en un mandato colectivo, una minga o un bazar. De este modo nacieron las calles, las escuelas, los parques, las escaleras y los barrios. La infraestructura pública fue hecha por la gente, ya que el estado no asomó su mirada en muchos años por acá. Los primeros que vivieron aquí trazaron los caminos y las vías principales; todo ello se fue levantando poco a poco, a punta de pica, pala, sudor y pola.

Daniela: Queremos dialogar en este espacio sobre las diferentes formas de vida, de juntanza, de unidad, de organización que se han presentado en este territorio,

Jorge Enrique Morales Leguizamón, abuelo autoconstructor boyacense, que con sus propias manos levantó y forjó la casa y la familia que hoy sostiene su legado. Archivo privado de Jorge Alfredo Morales Riaño, 1985.


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bajo esta característica de la autoconstrucción. Entonces, no solamente es la construcción de las casas, con sus propias manos y sus propios recursos, sino, también, de lugares para la vida en comunidad o en conjunto. De pronto en otras localidades se da más regulada la construcción de algunos espacios, ¿no?… como las calles o el acceso a servicios públicos o las vías de transporte, los colegios, los hospitales. Digamos que han sido lugares planificados. En este caso, ha sido un territorio que no fue planificado, pero que sí se fue construyendo bajo esa premisa de juntanza, de unidad, atendiendo a las necesidades de quienes habitaban en principio este territorio, de quienes lo habitamos, también, porque este no es un museo que hable sobre el pasado de la localidad, sino de su cotidianidad : El Museo de la Ciudad Autoconstruida12 no se queda únicamente en el pasado, sino que lo conecta y lo actualiza con los problemas del presente y los desafíos del futuro, y lo hace así porque la historia de la ciudad autoconstruida sigue abierta; es una historia del tiempo presente. Quizás por eso no sea casualidad que las viviendas 12 Apartes del texto “Más que una casa, un lugar en el mundo. El Museo de la Ciudad Autoconstruida” (2023), escrito por Andrés Suárez para esta publicación. Andrés es sociólogo y magíster en Estudios Políticos de la Universidad Nacional de Colombia. Fue gerente del Museo de Bogotá entre marzo de 2020 y enero de 2021. Contribuyó a la articulación social con la Mesa de Memoria de Ciudad Bolívar, y con instituciones y actores tanto de la localidad como de otros lugares fuera de esta, en busca de garantizar la apropiación social y la participación en los contenidos del museo.

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de la ciudad autoconstruida no tengan techo sino terrazas, porque construir, en un sentido material y metafórico, es una de esas acciones que nunca acaban, son permanentes. […] [Sus habitantes] vinieron en busca de una vivienda, un lugar donde resguardarse, un lugar permanente y no transitorio, anclado a una noción de patrimonio restringida a la familia, pero descubrieron que construir una vivienda no era suficiente, que había que construir un territorio, que era necesario tejer el mundo para poder habitarlo. Lo que no se hacía solo con materiales: requería personas, relaciones y vínculos. Y en ello yace el milagro de la ciudad autoconstruida. Esta es la historia de quienes construyen sus casas con otros y quienes construyen un mundo que requiere bienes públicos como parques, vías, escuelas, hogares comunitarios, bibliotecas y servicios públicos; pero, también, bienes sociales como los vínculos, la relaciones y las historias compartidas, porque se ha construido con y para otros, para los que estaban y para los que vendrían, pero también para aquellos extraños que se convirtieron en los vecinos, los amigos y, en muchos casos, los familiares. La ciudad no solo se autoconstruyó con la mano de obra de los hombres, una de las imágenes más recurrentes en la fotografía de la ciudad autoconstruida. Quizás los principales protagonistas fueron las mujeres, los niños y las niñas que eran quienes se quedaban en el territorio

Autoconstrucción en Villa Gloria, Ciudad Bolívar. Archivo Movimiento de Fotógrafos. Recopilación de Maicol Ramírez Moreno. Sin fecha, sin autor.

mientras los hombres salían a trabajar; fueron ellas y ellos quienes tejieron las relaciones del mundo cotidiano de cooperación, colaboración y vecindad sobre las que se asienta una comunidad. Ellos y ellas crearon y soportaron el mundo y, en muchos sentidos, fueron quienes hicieron posible que viéramos a los hombres en las fotografías, porque eran los niños y las niñas quienes iban por el agua, quienes hacían las filas para comprar el cocinol, quienes hacían los mandados. Y en el proceso aprendieron que la acción colectiva no solo permitía construir su mundo, sino también reconocer y exigir su pertenencia a la ciudad, reclamar sus derechos como ciudadanos, interpelar a la sociedad para que su mundo no sea segregado sino integrado y para que el Estado cumpla con sus deberes. Comprendieron que la autogestión y la organización comunitaria no podían ni debían

suplir las obligaciones estatales, porque parte de su autogestión les demandó relacionarse con las autoridades públicas para conseguir uno de los mayores logros de la acción colectiva: la legalización del barrio. Porque legalizar el barrio es como existir, es la partida de nacimiento de ese mundo que se ha autoconstruido. Así que el Museo de la Ciudad Autoconstruida cuenta la historia de la autoconstrucción, pero lo hace mirando a la ciudad; habla de los logros de la autogestión y la organización comunitaria, pero también reclama e interpela a Bogotá, a sus autoridades públicas y a su sociedad.

Daniela: Por todo eso, el Museo se llama el Museo de la Ciudad Autoconstruida: Nuestro territorio es la suma de muchas texturas, dialectos, situaciones que nos han puesto al margen, al borde, al límite de la propia existencia. En este borde a la orilla donde todo puede estar al límite, surge un impulso colectivo que nos hace vivir: el impulso de la autoconstrucción, vibrante, único, particular, popular. Este término que ha venido siendo acuñado por diversos teóricos y críticos del urbanismo, la arquitectura y el arte, ahora es la palabra que nombra nuestro Museo, el Museo de la Ciudad Autoconstruida.13

13 Cely, “Todo se hizo, todo está haciéndose, todo está por hacer”.

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Un espacio habitado por las apuestas comunitarias y territoriales Diana: Bueno, este edificio nace como

parte de los equipamientos que dejaría el TransMiCable en su construcción. No había claridad de qué iba a suceder dentro de él. Y para consolidar, digamos, lo que iba a pasar acá, se sostuvieron diálogos con la comunidad. La comunidad se ha organizado históricamente alrededor de cómo se construye la localidad, cuáles son esas luchas y apuestas comunitarias y, frente a ello, en su momento se identificó la necesidad y el deseo de que hubiera un espacio que “nos recogiera” en relación con la memoria y la identidad de la localidad. Por ello, nació la idea del Museo de la Ciudad Autoconstruida. Entonces, podemos decir que es un espacio concertado con la comunidad y habitado también, justamente, por esas apuestas territoriales. Todo lo que vamos a encontrar aquí ha sido construido, ha sido mancomunadamente dialogado con la comunidad. Por eso nosotras trabajamos también aquí, pues hacemos parte de la comunidad. Este edificio es entregado al Instituto Distrital de Patrimonio Cultural (IDPC) y, a su vez, al Museo de Bogotá. Nosotros somos parte de ese equipo. Es importante entender justo lo que dice Dani: todo lo que vamos a encontrar aquí no es simplemente un relato histórico antiguo que ya quedó, digamos finiquitado, sino que es algo que

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está en constante movimiento. Y vamos a ir atravesando también cómo esas luchas se han ido transformando conceptualmente, cómo nosotros como territorio nos hemos ido formando; y vamos a hablar de cosas muy importantes que han atravesado la vida de cientos de personas que han dispuesto su fuerza para que esto exista. Sin la lucha de las comunidades no tendríamos nada que contarles y, tal vez, el Museo no existiría. Eso también es vital: porque habitualmente, cuando vamos a un museo, nos encontramos con relatos de personas muy ajenas que no atraviesan, de pronto, nuestras realidades. Y la apuesta de este Museo, al estar en la periferia, en un barrio popular, es justamente cuestionar un poco esos lugares de poder y desde dónde se enuncia nuestra historia. Aquí nos vamos a encontrar con las voces, con las memorias, con las creaciones de personas de carne y hueso que habitan la localidad de Ciudad Bolívar y que tienen también muchos sueños, historias y saberes por compartir. En el texto ya citado de Andrés Suárez, resaltamos lo siguiente, en relación con las apuestas territoriales del MCA: Nuestro patrimonio es lo que nos pertenece, sea porque nos lo han heredado o porque lo hemos construido, y la pertenencia no es otra cosa que un anclaje al mundo, uno que nos define, que nos protege, que nos equipa y que nos proyecta. Es un lugar en el mundo. Esa es la historia que cuenta el Museo de la Ciudad Autoconstruida, el relato de los excluidos,

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Ciudad Bolívar. Manuel H. Rodríguez, 1990, número de registro: 12263 © Colección Museo de Bogotá.


Ciudad Bolívar. Manuel H. Rodríguez, 1990, número de registro: 12264 © Colección Museo de Bogotá.

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los marginados, los desposeídos y los migrantes que expandieron la ciudad en busca de su lugar en el mundo mediante la construcción de su patrimonio. El lema de quienes forjaron la ciudad autoconstruida era aquel adagio popular que dice que “tener una casa no es riqueza, pero no tenerla es la mayor de las pobrezas”. […] Visitar el Museo de la Ciudad Autoconstruida es una experiencia que debería empezar desde el portal del Tunal de Transmilenio —si se decide llegar por el TransMiCable— y que debería ir más allá de la sede del Museo, porque el Museo de la Ciudad Autoconstruida es la puerta de acceso a una historia que está viva en las calles, en los habitantes y en sus iniciativas. Ubicado en el barrio El Mirador, el Museo de la Ciudad Autoconstruida es, en sentido literal y metafórico, un mirador, uno que mira hacia la localidad de Ciudad Bolívar, hacia la autoconstrucción; otro que mira desde la localidad hacia la ciudad. Cuando se sale del Museo de la Ciudad Autoconstruida y se camina por el barrio El Mirador, una pequeña explanada a tres cuadras del Museo ofrece una vista panorámica hacia la historia viva de la autoconstrucción: de un lado, los ranchos hechos con tablas y paroy; del otro, las viviendas hechas con ladrillo; y en el centro, las viviendas de tres o cuatro pisos con fachadas terminadas. Y es una historia viva porque retrata el desarrollo de la ciudad

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autoconstruida, una historia que no cesa y que se vuelve a repetir. Muchas huellas de la historia viva de la ciudad autoconstruida yacen en el barrio El Mirador. Por ejemplo, las escaleras para subir hasta el barrio Bella Flor. A falta de una, hay cuatro, todas reflejo de los distintos momentos históricos de la autoconstrucción, pero también su huella porque, en ausencia de vías, había que construir escaleras. Una ruta de las escaleras es una opción para conocer y reconocer la ciudad autoconstruida. Hay una escalera hecha con tierra y madera; otra, con neumáticos de llantas de automóvil; otra, con plástico; y una más, la última, con escalones amplios, hecha de cemento y con barandales amplios. Lo patrimonial del Museo de la Ciudad Autoconstruida no es únicamente el producto, es el proceso; no es lo que se tiene, sino cómo se logró, pero además cómo se preserva, se amplía, se renueva y se innova. Por eso, lo más importante del Museo de la Ciudad Autoconstruida son las personas, es la historia contada por quienes la hicieron y la siguen construyendo; no para quedarse en la nostalgia del pasado, sino para reivindicar los problemas del presente y garantizar el bienestar del futuro.14

14 Suárez, “Más que una casa, un lugar en el mundo”.

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Enunciar la diversidad, la estigmatización y el conflicto del país Daniela: El último censo dice que en Ciu-

dad Bolívar viven casi 900.000 personas, pero en realidad somos más de 1.200.000 habitantes. Es una localidad muy grande. Y esos niveles de crecimiento de la localidad coinciden con los índices de desplazamiento que tiene el país. O sea, a lo largo del siglo XX, hacia finales de la década de los cincuenta, y en los sesenta, ochenta y los años 2000, esas grandes oleadas de desplazamiento forzoso conformaron esos grandes momentos de poblamiento de la localidad. Entonces, ahí comprendemos que la autoconstrucción de este territorio no es lejana a las realidades de Colombia. Y encontramos que las articulaciones también están presentes en el Museo. De hecho, el Museo nos brinda muchos elementos para poder reflexionar y problematizar una realidad que está presente… que la autoconstrucción está en este momento, dándose, ¿sí? En Quiba Baja, hoy mismo, justo en este momento se estarán autoconstruyendo diez, veinte casas, por ejemplo, y así en distintos barrios de la localidad.

Diana: Esta instalación de videos muestra

las historias de doce personas habitantes de la localidad, y es una invitación a pensar sobre la diversidad cultural que hay en Bogotá, porque además es una ciudad casi que producto del conflicto interno en Colombia, lo cual a su vez se refleja en

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lo que sucede en Ciudad Bolívar. También nos invita a problematizar esas lógicas de estigmatización y segregación que tienen unos territorios y otros no. Entonces, en este punto nos gusta preguntar por esos imaginarios que se tienen, digamos, sobre Ciudad Bolívar. Ustedes, quienes no hayan venido, quizás hayan escuchado hablar sobre la localidad. Piensen por un momento en qué es lo que han escuchado decir de Ciudad Bolívar…

Daniela: Esas narrativas negativas y cargadas de miedo que se construyen o circulan sobre un territorio son sobre quienes habitan esos lugares; entonces, casi que se deshumaniza a quienes están allí viviendo, a quienes están construyendo esa localidad, esa comunidad. Los que circulan este tipo de narrativas terminan siendo personas que reproducen la violencia, ¿sí? Y vale la pena preguntarse también por qué se estigmatizan unos territorios y no otros, porque nuestra intención no es tampoco decir que no pasa ni negar esas realidades. Porque eso sería negar la realidad de Bogotá, la realidad de Colombia, incluso de América Latina. DANIEL: Hay algo que a mí me parece muy interesante del Museo, y es que la idea de la estigmatización hace parte de sus guiones, de sus ideas conceptuales. Y es porque, claro, históricamente Ciudad Bolívar ha “cargado” con una serie de estigmas y prejuicios sobre los habitantes y sobre

Instalación de videos con las historias de vida de habitantes de la localidad de Ciudad Bolívar, a la entrada del Museo. Fotografía: Camilo Rodríguez-IDPC, 2023.


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el territorio, que el Museo por lo menos intenta poner en diálogo. Seguramente no vamos a poder transformar los imaginarios, o cambiar las percepciones de Ciudad Bolívar y el sur de la ciudad, pero por lo menos el Museo se vuelve un escenario para dialogar sobre esas relaciones de estigmatización, de prejuicios, y también para considerar esta localidad parte de Bogotá: para pensar cómo los habitantes y esta parte de la ciudad son tan importantes como cualquier otra. Digamos que el hecho de ignorarlo genera invisibilización, que es una forma muy fuerte de violencia, porque cuando uno está invisible no hay una forma de representar, digamos, lo que ha ocurrido históricamente. Es muy importante tener un punto de enunciación y de reconocimiento. Por ejemplo, decir: “yo soy de aquí”. Esto de alguna manera representa la historia que yo he vivido, la de las personas cercanas a mí. Históricamente Ciudad Bolívar ha sido ignorada, totalmente desconocida en el resto del relato de la ciudad. Y cuando uno tiene un lugar de enunciación, algo pasa, por lo menos emocionalmente, como que a mí me activa un montón de pensamientos.

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También existen unas barreras culturales y laborales, unas barreras de acceso a lo que la ciudad también debería brindarles a todos los ciudadanos. Y eso es lo que deberían brindarnos, los servicios culturales. Tengo derecho al Museo, que de no existir limitaría mis experiencias. Por eso es tan importante tener un lugar de enunciación y este espacio. Todos los que vivimos en Ciudad Bolívar tenemos esta prevención de enviar la hoja de vida a algún posible trabajo, pues es común que nos digan: “oye, te queda lejos…, y ¿estás seguro?, vas a llegar tarde…, tuvimos una experiencia con una persona que vivía allá, y tal”… Socialmente se aceptan esos prejuicios clasistas, que causan inequidad. Ante eso, por lo menos me parece chévere que en el Museo se hable de esas tensiones. Hay que reconocer que Bogotá es una ciudad clasista, que está dividida, geográficamente, además, porque se mantienen las ideas de que en el sur están todos los problemas, los empobrecidos, la violencia… y de que hay otra parte en Bogotá que es como armoniosa, pero que depende de una cosa de clase y de dinero.

Unas fachadas pintadas para maquillar el abandono Daniela: Esta mañana estábamos con un grupo de estudiantes y nos preguntaban sobre los impactos negativos del cable en la localidad. Entonces, decíamos: “es un medio de transporte que dignificó la movilidad para quienes habitan este sector de Ciudad Bolívar”; pero, claro, solamente está en una de las tres montañas de la localidad. No beneficia al 1.200.000 personas que habitan aquí. Sin embargo, tenemos claro lo siguiente: “Dignificó; además de que fue una propuesta comunitaria, fue producto de una lucha social, de una lucha de años.

No fue el establecimiento el que llegó a decir: ‘estas personas necesitan moverse más rápido, vamos a regalarles un cable’, ¿sí?”. Definitivamente no es así. Entonces, llegó el cable. Nosotras en particular no vivimos en este sector de la localidad. Seguramente lo que podamos decir es lejano a las realidades de quienes sí viven en este pedacito, pero no está de más preguntarse incluso si el pintar una fachada para ver las casas desde el aire de cierta manera cuando se usa el cable soluciona los problemas, las necesidades que se tienen en los territorios.

Así se ven las fachadas de las casas subiendo por el cable. Algunas están “embellecidas” con la pintura que proporcionó el Distrito. Fotografía: Camilo Rodríguez-IDPC, 2023.

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Ser borde sur, periferia y la gran extensión rural de Bogotá

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Casas de Ciudad Bolívar vistas desde el Palo del Ahorcado. Fotografía: Camilo Rodríguez-IDPC, 2022.

¿Para quién se pinta? Y ¿quién pintó? No fueron las personas las que exigieron pintura para su casa, sino fue el mismo gobierno de turno que pensó: “ah, bueno, el cable va a traer turistas, hay que hacerlo bonito. Hay que hacer bonita la vista el territorio y que, capaz, se puedan ‘reducir’ a la vista esas condiciones de abandono, de desigualdad que se tienen aún hoy en día en el territorio”. Entonces, está chévere que se puedan problematizar estas cosas. Pues si a mí me dan una caneca de pintura para pintar mi casa, pues sí, yo la pinto. Pero dentro de las casas ¿qué sigue pasando? ¿Cuál es la realidad? Y quizás eso pues no vaya a cambiar, no se vaya a transformar. Al contrario, hablamos también de la problemática de la gentrificación que ha generado el cable,

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y el turismo asociado a él, o lugares para el “progreso”, en la localidad. Entonces, el centro comercial, el teatro El Ensueño, el TransMiCable, el Museo mismo, que si bien son espacios que necesitamos, que exigimos, a su vez son espacios que han hecho que otras personas se muden. Porque quizás las casas en venta o en arriendo al lado del cable son más costosas. Entonces, quienes vivían allí pues no pueden seguir viviendo allí. Poner en tensión, problematizar esas situaciones es lo que persigue este Museo, poder hacerlo. Por eso los tres pisos recogen narrativas, elementos, preguntas, frases, voces, relatos alrededor de la estigmatización, de la explotación, pero también de las resistencias que hay en el territorio. Son esas tres grandes palabras que nos permiten entender la ciudad autoconstruida.

Daniel: Ciudad Bolívar es la localidad 19. Hace parte de algo que nosotros concebimos como el borde sur de la ciudad, que es todo aquello que también compone la ruralidad. Ciudad Bolívar hace parte de esa parte rural de Bogotá, como Usme y Sumapaz. Este Museo es un punto de referencia para entender qué es y qué representa el sur de la ciudad, qué tipo de personas vivimos aquí, y cómo es económica y culturalmente para el resto de la ciudad. Es un lugar para tener esos diálogos. Aquí en el Museo me gusta mucho mirar el paisaje, porque estamos como en un lugar intermedio. Específicamente me gustan dos cosas: uno, poder ver el paisaje urbano de la ciudad que observamos desde la ventana del lado oriental o desde el mirador de la terraza hacia el nororiente. Es un punto de referencia para Vista al occidente del límite con la zona rural de la localidad de Ciudad Bolívar desde la terraza del Museo. Fotografía: Camilo Rodríguez-IDPC, 2023.

entender que esa extensión de Bogotá, eso que vemos gigante, solo representa el 30 % de la ciudad y son sus localidades centrales. Y, al dar la vuelta hacia acá, al suroccidente, vamos a encontrar el límite con la zona rural de Ciudad Bolívar, que se va a conectar con Usme y luego con Sumapaz. Esta partecita rural de Bogotá representa casi el 70 % de su extensión total. Entonces, es muy chévere porque uno puede ver y puede entender geográficamente desde dónde estamos y qué es la ciudad. Porque, claro, hay una visión que tiende a pensar la ciudad únicamente como si fuera esas localidades centrales. Cuando uno piensa en y desde la periferia, cambia la percepción de la ciudad. Entonces uno tiene que pensar en una ciudad rural, en un borde, en un límite en donde la urbanidad va terminando y, a la vez, en donde va comenzando la ruralidad con sus prácticas rurales.

Vista de la zona urbana de la localidad de Ciudad Bolívar y del suroriente de Bogotá, desde la terraza del Museo. Fotografía: Camilo Rodríguez-IDPC, 2023.

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El Museo hace visible la explotación del territorio y la gente 61

Daniel: El ecosistema subxerofítico y

semiseco, que es el ecosistema natural de Ciudad Bolívar, se vuelve metáfora o punto de partida para hablar sobre la explotación del medio ambiente y de la gente, y del Museo como lugar para visibilizar esa problemática. Representar, decir y visibilizar el ecosistema, no como uno frondoso o gigante, pero con vida, es determinante, así como hacer evidente que se encuentra en riesgo por la explotación. Ante esto es preciso preguntarse: ¿por qué hay explotación en esta parte de la ciudad? O ¿por qué hacer un lugar de explotación minera en esta zona de la ciudad, donde la gente no lo vea tanto? O ¿por qué construir el botadero de Doña Juana en un lugar donde vivimos?… ¿Sabes?, es como volver al tema de la invisibilidad.

Vista por la ventana occidental del tercer piso de la montaña con el ecosistema subxerofítico y el límite con la zona rural. Fotografía: Camilo Rodríguez-IDPC, 2023.

Visitantes del Museo observan infografía sobre sistema subxerofítico y especies locales. Fotografía: Camilo Rodríguez-IDPC, 2023.

Minería en canteras para producir ladrillo en la localidad de Ciudad Bolívar, en Bogotá. ¿Usted sabe de dónde sale el material con el que se edifica en la ciudad? Fotografía: Anghello Gil, 2023.

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Vientos de arena. 2023. Premio “Dibujatón. Ilustra el patrimonio de la ciudad”. Programa Distrital de Estímulos, IDPC. Dibujo: Cristian David Castro Torres.

Y ¿por qué es importante el Museo?, por lo menos porque ese problema se vuelve visible, se enuncia. Porque les pregunto: ¿ustedes consideran normal que en una parte de la ciudad haya explotación minera justo en el lugar donde vivimos personas que también somos explotadas y que tengamos un relleno sanitario que nos afecta tanto? Es necesario dimensionar que la minería y que tener al lado 8.000 toneladas de basura por día afectan a las personas, ¿sabes? Eso no es visible, porque la gente no se pregunta ¿qué pasa con la basura en Bogotá? ¿Pensarán en la basura que ponen en el shut? Tiene que pasar algo con ella. Hay que reconocer que la basura afecta la vida de muchas personas y que, además, el botadero lleva casi cuarenta años en Doña Juana, desde que lo trasladaron desde Kennedy. El botadero, hasta hoy, ha estado recibiendo la basura de toda la ciudad, que al mismo tiempo dice, “no vaya para allá, allá es peligroso, es criminal”. Y esas

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ideas tienen que ver mucho con la explotación, que yo entiendo como el lugar donde no se es visible, como un punto de partida para hablar de los recursos naturales y tal, pero también de las personas. Uno a su vez habla de la explotación laboral, de la del tiempo, del acceso a las cosas. O sea, no es normal salir a las tres y media de la mañana para llegar a la universidad… Eso pasa en Ciudad Bolívar y en toda la periferia. Claro, aquí se vuelve representativo, pero estas dinámicas de Bogotá pasan en todo el borde. Los compañeros de Bosa, de Usme, de Sumapaz, de Suba, pues tienen que ir, o sea, viajar a esa ciudad que sí es Bogotá, esa ciudad que sí tiene los servicios, que tiene los accesos: Aquí suenan las almas de los indios, de los forajidos, los guerreros, los marginados, de los delincuentes y los olvidados. Pero resuenan más alto las manos de las madres que cuidan, los niños que ríen, los jóvenes que se organizan y protestan;

suenan duro la olla comunitaria, el megáfono y el volador; suenan también los perros que ladran, los fierros. Suena aún más duro cuando llueve y se vive en un rancho de latas con techo de zinc; suena duro cuando un niño llora y cuando se madruga a trabajar a las tres de la mañana.15

Eso es como una barrera de acceso, ¿sabes? O sea, si tienes que gastar tres horas y media para llegar a algún lugar, la gente comienza a pensar si sí va a hacer este viajecito todos los días, y eso también afecta de una manera directa, pues, la vida… en general, el acceso y la vivencia de los derechos de las personas que habitan en la periferia de la ciudad. Por lo general, estas conversaciones conducen a lo inequitativo, lo desigual y al clasismo, que son cosas que la gente tiene que comenzar a reconocer.

15 Cely, “Todo se hizo, todo está haciéndose, todo está por hacer”.

O sea, la violencia de clases no la va a sentir la gente que la ejerce. La vamos a sentir quienes estamos del otro lado, quienes no tenemos los privilegios sociales, culturales y económicos para acceder a esos servicios debido a la misma organización de la ciudad. Reconocer esto permite dialogar y poner sobre la mesa esos tratos inequitativos de la ciudad, con las personas del territorio. También, hacer contrastes. Las comparaciones no son buenas —a veces sí—, pero los contrastes también ayudan a entender un poco esa percepción. Habría que preguntarse: “¿cómo llega el agua a mi casa? Siempre tengo agua, siempre tengo los servicios”… o “¿todas las personas en Bogotá tienen agua?”. Y, por lo general, las personas tienen la percepción de que sí, obvio, todo el mundo en Bogotá tiene agua potable. Pero pues hay un montón de barrios asentados en el sur de la ciudad en donde los servicios públicos todavía no están garantizados. Por ejemplo, sobre la conectividad a Internet, podemos decir que esta parte de la ciudad tiene menos conexión que el resto de Bogotá y las personas gastan menos tiempo conectados porque no tienen una buena conectividad. Son cosas que uno puede comenzar a contrastar para entender una visión un poco más crítica de la ciudad y visibilizar eso que siempre está como oculto. De todas estas ideas y de nuestras vivencias y realidades, surgen canciones, reclamos y cuestionamientos:

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Bogotrash ¿Y si ponemos el relleno sanitario en el barrio los Rosales? ¿Y si los estudiantes del Rosario fueran coteros de canastas y costales? ¿Y si loteamos el parque de la Noventa y Tres para construir un barrio popular en medio de las casas estrato seis, con una olla comunitaria para cocinar?

¿Y si hacemos que los gomelos ganen el mínimo, paguen arriendo, agua, luz y gas, hagan mercado con precios excesivos para que en medio mes ya no tenga ni un peso de más? ¿Y si hacemos una fiesta de kilo en los cuarteles y batallones, donde no suenan tiros, sino cumbias, bullerengues y rojas canciones?

*POR DANIEL FELIPE RODRÍGUEZ HERNÁNDEZ16 16 Trabajador social, poeta, fotógrafo, miembro del Parche de Educación e Investigación Popular Sotavento y de la organización política Aguante Popular en Ciudad Bolívar.

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Infografía sobre minería en Bogotá. ¿Cuánta arcilla sale de Ciudad Bolívar para el resto de Bogotá? Fotografía: Camilo Rodríguez-IDPC, 2023.

Aquí hay piezas que demuestran eso, lo que significa la explotación minera en Cerro Seco, en toda la parte de Potosí, que es donde se arraigó el Palo del Ahorcado, del cual hablaremos más adelante. En Ciudad Bolívar se explotan materiales de construcción y minerales, principalmente. En estas piezas del Museo hay información y datos muy concretos sobre el tema. El río Tunjuelo es otro ejemplo. Atraviesa el borde sur, nace en el Sumapaz y es explotado mientras corre entre el botadero de Doña Juana: Cuando se asciende por el TransmiCable, se puede vivir la doble experiencia; si uno

se sienta con vista a la ciudad, la huella de la autoconstrucción se ve reflejada en sus viviendas y sus barrios, se experimenta ese cambio de la ciudad que habita en apartamentos a aquella que lo hace en casas (el 49,6 % de los habitantes de Ciudad Bolívar vive en casas y el 60,9 % de los habitantes de la ciudad lo hace en apartamentos)17, se transforman las tonalidades y los colores, se modifica la estética y se percibe 17 Documento propio de análisis estadístico sin publicar, titulado “Principales características y particularidades de la localidad de Ciudad Bolívar - Censo DANE 2018”, a partir de los datos aportados por el Censo Nacional de Población de 2018, https://www.dane.gov.co/index.php/ estadisticas-por-tema/demografia-y-poblacion/censonacional-de-poblacion-y-vivenda-2018


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inequitativos e injustos, barreras de transporte o barreras de acceso:

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la historia de la ciudad autoconstruida no es solo la autoconstrucción de un territorio y su gente, sino cómo esto ha posibilitado la construcción del resto de la ciudad sin haber sido retribuidos. Es la historia de un vínculo asimétrico, porque en la ciudad autoconstruida vive la fuerza de trabajo de Bogotá, se han establecido distintas industrias, se han explotado las riquezas naturales para construir y sostenerla, y hasta se recibe toda la basura que de allí proviene.19

¿Cuánto de Bogotá es territorio rural y cuánto es urbano? ¿Dónde está el río Tunjuelo? Mapa elaborado por Ricardo Arias, IDPC, 2023.

la vivacidad de la vida barrial. También contrastan el verde imponente del Parque Metropolitano El Tunal con el verde que al ascender solo son pequeñas manchas, que exhiben la huella implacable de la explotación, como montaña herida y lacerada que adquiere un color ocre; y, mientras se avanza, los pequeños vestigios verdes son atravesados por riachuelos que tornan casi imposible pensar en el río Tunjuelo como principal fuente hídrica de la localidad.18

Ahora imaginémonos, no sé, dieciséis parques Simón Bolívar dentro de un hueco y tal; entonces, ya la gente como que puede más o menos entender qué significa la explotación, cómo esto modifica todo, el 18 Suárez, “Más que una casa, un lugar en el mundo”.

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ecosistema, las prácticas de las personas que viven cerca, afecta, pues, el medio ambiente, y se vuelve un modelo muy explicativo. Y ahí hay algo clave: señalar el botadero, porque la basura, aun cuando es un tema muy importante, no la queremos ver. Es lo que intentamos ocultar. En el Museo, el botadero y la basura ya tienen un lugar para poder hablarlo, poderlo reconocer. Igual con el río, porque todo lo que atraviesa es explotado, es ignorado, y este ejercicio hace parte de reconocerlo. Esto también sucede con lo que está construido. De acá sale agua, salen materiales de construcción y sale mano de obra para el resto de la ciudad. De esta zona también sale comida producto de la agricultura rural, pero no hay reciprocidad. No existe, porque hay unos sistemas

La explotación, la estigmatización y la resistencia son el punto de partida para hablar de estas personas líderes, recicladoras y campesinas que aparecen representadas en estas fotografías. Este es un lugar de enunciación para sus historias y su trabajo, de sus experiencias, que han sido invisibilizadas porque están en el sur, porque nadie las conoce, aun cuando son experiencias muy potentes y poderosas, frente a problemáticas que le competen a todo el mundo. Por ejemplo, lo ambiental le compete a toda la ciudad, pero los convoca a ellos porque son personas que viven cerca del relleno gigantesco que cada vez crece y genera un montón de problemáticas. Y son estas personas, los procesos, las relaciones y los que están afrontando esos problemas con sus huertas, con el reciclaje, con el liderazgo ambiental, tanto en lo urbano como en lo rural. 19 Suárez, “Más que una casa, un lugar en el mundo”.

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Relleno sanitario de Doña Juana. ¿De dónde viene y hacia dónde se va la basura que producen los y las habitantes de Bogotá y municipios aledaños? Fotografía: Anghello Gil, 2023.

El Museo enuncia las relaciones de inequidad y explotación entre lo rural y lo urbano en Bogotá, y cómo los y las habitantes rurales y urbanos de Ciudad Bolívar las enfrentan, cuestionan y buscan transformarlas. Fotografía: Camilo Rodríguez-IDPC, 2023.

Infografía con afectaciones por contaminación al río Tunjuelo en la ventana oriental del tercer piso del museo. Fotografía: Camilo Rodríguez-IDPC, 2023.


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Objetos fabricados con materiales reciclados que hablan de la zona rural, la “otra” Ciudad Bolívar. Fotografía: Camilo Rodríguez-IDPC, 2023.

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Esos objetos son el resultado de esas y otras apuestas que se hicieron con la idea de reciclar, de utilizar la cantidad de basura que llega a Doña Juana. Es el trabajo de algunos procesos muy tesos también… Esto lo hacen también con amor, es muy teso reconocer eso, pues son alternativas de reciclaje y de reutilización de todo lo que se desecha. Este es un lugar de representación de ellos.


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Samuel Aya, Jorge Camargo, Sandra Liliana Sánchez, Herminda Castellanos, Javier Reyes, Andrey Téllez, Maira Contreras, Dora Valero y Rosalba Beltrán son líderes y lideresas campesinos, recolectores de residuos sólidos, trabajadores del reciclaje, educadoras, y defensores y defensoras del territorio rural de Ciudad Bolívar frente a la explotación minera y al relleno de Doña Juana. Sus retratos y testimonios están expuestos en el MCA en el momento en que se publica este libro.

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Fotografías: Camilo Rodríguez-IDPC, 2021.

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Espacio de prácticas artísticas el día de la inauguración del Museo, en noviembre de 2021. Fotografía: Juan Carlos Vargas-IDPC, 2021.

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SEGUNDO PISO PRÁCTICAS ARTÍSTICAS Y TEJIDO SOCIAL20 El espacio que le permite al Museo ser museo y ser un espacio vivo Soranny: Este es uno de mis espacios

favoritos, es el piso de prácticas artísticas. Es la zona que está dedicada a las comunidades, a exposiciones temporales, a talleres artísticos, a reuniones de la comunidad. Y es un espacio que le permite al Museo ser museo, ser un espacio vivo, interlocutar con las comunidades, ser de la gente. Recibe todo tipo de propuestas: cineforos, reuniones, exposiciones, una mesa para tomar tinto con tres compañeros y dialogar y, en general, todo lo que a la comunidad se le pueda ocurrir que se pueda hacer en este piso. Karen: Este es un lugar realmente vivo y, para mí, muy significativo porque permite visibilizar y pensar cómo entender el arte como un lugar de manifestación cultural, social y política. Ciudad Bolívar se caracteri-

za por ser un lugar donde el arte es una de las expresiones potenciales más enriquecedoras y que ha permitido visibilizar las realidades del territorio. El arte es también una de las instancias de participación más importantes de la localidad, en la que los jóvenes y los niños, desde los pequeños hasta los más grandes, participan. Soranny: Es un piso que está dedicado también a las etnias de la localidad y a su aporte en ella. Entonces, nos encontramos con este espacio que nos cuenta de la comunidad afro y de los pueblos indígenas del territorio. Los contenidos que corresponden a estos últimos se construyeron con la Mesa Local Indígena. En este momento estamos trabajando en un proceso que se llama “Pura Fibra”, con doce pueblos indígenas de la localidad: once de la Mesa y uno adicional, que es el pueblo muisca. Con la Consultiva Afro y con comunidades afro de la localidad, se está trabajando para intervenir el lugar y para poder construir colectivamente a través de un proceso que se llama “Bogando arte y cultura”. Precisamente, para que estos sean espacios representativos para las comunidades étnicas. Karen: El reto es cómo representar su lugar en el territorio… qué sucede con los pueblos indígenas y las comunidades afro en Ciudad Bolívar. Claro, la mayoría de ellas llegan, de formas diversas, por diferentes temas del conflicto armado o también

SEGUNDO PISO 20 En este piso lideran el recorrido Soranny Vargas Aguirre, coordinadora del MCA desde 2023 y miembro del Colectivo de Artes Raíces, y Karen Viviana Osorio Palacios, mediadora del Museo de la Ciudad Autoconstruida desde 2021 y miembro de la Comisión Consultiva Local de Comunidades Negras y Afrocolombianas de Ciudad Bolívar / Movimiento Nacional Antirracista.

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El canalete

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(Canción en ritmo de currulao) Mi madre me regaló un canalete de chachajo (bis), para cuando yo me fuera pa’l otro lado del charco (bis).

Pero esto será posible, si empezamos a cambiar (bis) en la mente de los grandes la forma de gobernar (bis).

Como a mí me gusta hablarle a las cosas que me dan (bis). le dije a mi canalete, “bogá ligero, pa yo llegá” (bis).

Y como yo quiero ser el que esto pueda cambiar (bis) le digo a mi canalete, “bogá ligero, pa yo llegá” (bis).

Coro: A bogá ligero, a bogá ligero, pa yo llegá. A bogá ligero, a bogá ligero, pa yo llegá. Boga que boga, boga que boga. Boga que boga, boga que boga. Bogá ligero pa yo llegá. A bogá ligero, a bogá ligero, pa yo llegá. A bogá ligero, a bogá ligero, pa yo llegá.

detrás de nuevas oportunidades. Llegan a un territorio que desconoce quiénes son. Y empieza uno a interpelarse y a decir, “bueno, sí, yo vengo de otro territorio, ¿cómo empiezo a dialogar con la ciudad?… ¿Cómo empiezo a romper barreras? O ¿cómo empiezo a resignificar y empiezo a multiplicar estos saberes y conocimientos para que las prácticas en la ciudad no se pierdan?, que se visibilicen y la gente pueda entender quién soy yo, por qué soy así, por qué la música, etcétera”. Todas esas prácticas que hacen parte del patrimonio inmaterial pueden tener un lugar aquí. Este espacio se conecta mucho con estos temas de la

explotación, la estigmatización y las resistencias, desde una mirada totalmente distinta, desde otras cosmogonías. No es lo mismo ser un indígena que parte de las comunidades negras, pues las formas de relacionarse con el territorio son distintas. Pablo Ómar Gruezo21, al ritmo del currulao, nos lo hace saber:

21 Líder social y comunitario que ha integrado diversas instancias de participación, entre las que se cuentan la Junta de Acción Comunal, la Asociación de Junta de Ciudad Bolívar, el Consejo Local de Arte, Cultura y Patrimonio, y el Consejo Local Afro, así como el Consejo Local de Deporte, Recreación y Actividad Física (Drafe).

Espacio de prácticas artísticas durante la Dibujatón de 2023. Fotografía: Camilo RodríguezIDPC, 2023.

Canalete de chachajo, que me regaló mi madre. Canalete de chachajo, bogá ligero, pa yo llegá. Canalete de chachajo, que me regaló mi madre. Canalete de chachajo, bogá ligero, pa yo llegá. A bogá ligero, a bogá ligero, pa yo llegá. A bogá ligero, a bogá ligero, pa yo llegá. Desde Tumaco salí, con destino a Bogotá (bis) pa llegar a Potosí, el territorio de paz (bis). Le dije a mi canalete, “bogá ligero, pa yo llegá” (bis). Desde aquí de Potosí yo les quiero asegurar (bis) que en Colombia sí habrá paz, si hay justicia social (bis).

* POR PABLO ÓMAR GRUEZO RIASCOS

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A bogá ligero, a bogá ligero, pa yo llegá. A bogá ligero, a bogá ligero, pa yo llegá. Boga que boga, boga que boga. Boga que boga, boga que boga. Bogá ligero, pa yo llegá. A bogá ligero, a bogá ligero, pa yo llegá. A bogá ligero, a bogá ligero, pa yo llegá. Canalete de chachajo, que me regaló mi madre. Canalete de chachajo, bogá ligero pa yo llegá. Canalete de chachajo que me regaló mi madre. Canalete de chachajo, bogá ligero, pa yo llegá. A bogá ligero, a bogá ligero, pa yo llegá. A bogá ligero, a bogá ligero, pa yo llegá. A bogá ligero pa yo llegá. Con mi canalete, pa yo llegá. Voy en mi canoa, pa yo llegá. Me voy pa Tablones, pa yo llegá. Voy a navegar, oh, pa yo llegá. Me voy pa Tumaco, pa yo llegá. Vengo a Bogotá, oh, pa yo llegá. A Ciudad Bolívar, pa yo llegá. A buscar la paz, oh, pa yo llegá. Oh, pa yo llegá, oh, pa yo llegá. Oh, pa yo llegá, oh, pa yo llegá. Oh, pa yo llegá, oh, pa yo llegá. Oh, pa yo llegá, oh, pa yo llegá.

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Aquí, en este espacio, se ha vivido de todo… Hemos tenido festivales de teatro; exposiciones internacionales para hablar sobre la segregación, para hablar sobre la migración, acerca de qué sucede con estas poblaciones, con la explotación, a quiénes afecta. Es un espacio que para mí es muy significativo, siempre está cambiando. Cuando ustedes vuelvan, no encontrarán lo mismo. Soranny: Entonces, creo que es muy bien recibido, siento que este es un espacio, justamente, para proponer. Y las peticiones para este espacio son demasiadas, todo el tiempo. De hecho, tengo que decir que el Museo se va quedando chico ante tantas solicitudes. Creería que este piso, en especial, tiene las dinámicas de la localidad. Por eso es muy importante reconocer cómo el arte y los procesos artísticos comunitarios son una parte clave de Ciudad Bolívar y, a su vez, del MCA, tal y como nos lo recuerda José Fernando Cuervo22 del Colectivo Mayaelo: La relación que tiene el colectivo artístico Mayaelo con el Museo ha sido una relación positiva en torno a la posibilidad de tener espacios expositivos en el sur, en la misma localidad, como un lugar que nos permite visibilizar otras experiencias estéticas y sensibles que se van construyendo en las periferias de la ciudad. Es la posibilidad 22 Maestro en artes plásticas, integrante del Colectivo Mayaelo y parte del equipo creador del Museo Sospqua, palabra que quiere decir araña o telaraña en lengua muisca, desde el Colegio Arborizadora Alta.

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del reconocimiento, de un lugar donde encontrarse, de dialogar en torno al arte y a la estética de estos lugares. El estar para construirnos quiere decir que el Museo nos permite estar. Estar en el barrio, en la comunidad, para construirnos como seres, como personas en el sentido crítico, en el sentido propositivo, en un sentido mucho más sensible. Y ahí es donde comenzamos a desmarcarnos de unas estéticas o de un arte que tiene que ver con unas relaciones de poder en las que unos sí consumen y otros no consumen arte. Entonces, para nosotros, tanto Mayaelo como el Museo autoconstruido han sido eso, como laboratorios donde se posibilitan ideas constructivas de otras maneras, porque siempre se ha hablado de unas estéticas o del arte desde una individualidad. Y, cuando aparece lo colectivo, pues ya entra un elemento muy positivo: es como una alternativa a una hegemonía que aparece en el arte.

PRIMER PISO UN MIRADOR PARA LOS LIBROS Una biblioteca y un museo que comparten y habitan la misma casa Soranny: El Museo de la Ciudad Autoconstruida y la Biblioteca Pública El Mirador abren sus puertas el mismo día y están ubicados en el mismo edificio, pero cada uno depende administrativamente de instituciones diferentes: el MCA, del Museo de Bogotá y del Instituto Distrital de Patrimonio Cultural, y la Biblioteca, de BibloRed. Entonces, yo por eso suelo decir, o cuando presento el espacio, hago esa referencia: que este año y medio de aprendizajes en el Museo también nos ha dado la posibilidad de nombrar al espacio como una casa que compartimos con la Biblioteca, una casa que habitamos juntos. Claro, a veces tenemos dificultades logísticas, como por ejemplo con la coordinación de los horarios, que es lo que pasa cuando uno convive con otras personas en la misma casa… Nirza Morales23: Desde la Administración del Distrito Capital se pensó inicialmente en traer una oferta cultural que arrancara

desde el sector de Madelena con el teatro El Ensueño, y que tuviera el acompañamiento de las pilonas, donde se encuentran los equipamientos del Idartes [Instituto Distrital de las Artes]. Se hizo un trabajo de gestión social con las comunidades, en el que participaron no solamente juntas de acción comunal, sino organizaciones que trabajan en el ámbito cultural y surgió la pregunta: “bueno, vamos a tener unos equipamientos, pero ¿qué queremos tener en esos equipamientos?”. Y la primera voz que surgió en las conversaciones con la comunidad en 2018 y 2019 fue: una biblioteca. La comunidad pidió una biblioteca. […] Yo nunca imaginé que esto pasara… había fila para entrar a la Biblioteca antes de la apertura. Los que estaban en la fila y estaban golpeando sabían que el uso de los equipos de cómputo y, en particular, el acceso al internet, se daba por unos turnos. Sobre todo es por eso que vienen a hacer la fila, para poder priorizar su turno. Entonces, muchos llegan y se dan cuenta de que la Biblioteca se ha venido construyendo gracias a ellos mismos, como un espacio seguro: un espacio donde me encuentro, donde saludo, donde puedo hablar de manera tranquila sobre cómo me estoy sintiendo. Así es como llegamos a conocer cuáles son esas realidades que viven, especialmente, la adolescencia y la niñez de este territorio… Muchos de ellos están solos gran parte del día y en la Biblioteca han

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PRIMER PISO

23 Acompaña el programa distrital de bibliotecas públicas BibloRed, en la coordinación de la Biblioteca Pública El Mirador, desde el 28 de noviembre de 2021, momento en que se le dio apertura a este espacio con la llegada de TransMiCable a Ciudad Bolívar.


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Biblioteca Pública El Mirador. Fotografías: Camilo Rodríguez-IDPC, 2023.

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llegado a encontrar un espacio. Y lo dicen: “es que esta Biblioteca es muy bonita, este es un lugar que es muy acogedor, este es un lugar donde me siento como en mi casa; es un lugar donde sé quién es el profe, donde sé quién es la profe, a qué horas se va a desarrollar la actividad, y que, cuando se sugiere algo, en la medida de las posibilidades, la Biblioteca lo llega a realizar”.

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Soranny: Creo que la Biblioteca y el Museo tenemos un montón de cosas en común. Nuestros equipos están conformados por personas de la localidad vinculados a procesos comunitarios, hablamos la misma lengua… aún tenemos mucho qué aprender y por articular, por ejemplo, en el trabajo con niños y niñas. Pero estamos aquí para lo mismo, aportarle al barrio, aportarle a la localidad, a la construcción de otras culturas.


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SÓTANO INSISTIR, PERSISTIR Y RESISTIR24 Los asentamientos humanos, la añoranza del campo, revictimización y dignificación de la vida en Bogotá Diana: Esta planta, el sótano del Museo, ha sido llamada Insistir, Persistir y Resistir, y nos vamos a encontrar con distintos casos… Sí, casos que conforman lo que queremos dialogar sobre la localidad. Daniel: Hablemos de por qué tenemos aquí la instalación Una canoa sin río. Pues, venimos hablando desde el tercer piso del desplazamiento, de quiénes habitan Ciudad Bolívar, de quiénes habitan los asentamientos. No es una invasión, porque invasión hace referencia a los invasores y esto es un asentamiento humano. Nadie invade la tierra porque todos tenemos derecho a 24 En este piso, las voces que lideran el recorrido, además de las de Daniel y Diana, son las de Margarita Ramírez, a quien se introdujo previamente; Darling Molina, trabajadora social, mediadora del MCA en 2021 y 2022; y Edna Brigite Vargas Trujillo, artista escénica, educadora y gestora, miembro desde 2018 del grupo Compañía Faro del Sur, agrupación que promueve la cultura festiva, la equidad de género y la cultura de paz, a través de procesos de investigación, creación, formación y circulación, con prácticas estéticas, artísticas y pedagógicas que se preguntan y accionan sobre el vivir sur. Más adelante se introducirán otras voces, a medida que se integren al recorrido acompañado.

Vista general del sótano Insistir, Persistir y Resistir, que incluye el dispositivo Una canoa sin río. Fotografía: Camilo Rodríguez-IDPC, 2023.

ella; entonces, hablamos de asentamientos humanos. Recordemos que Ciudad Bolívar es Bogotá, es la localidad que más recibe migrantes y ellos viven aquí. De hecho, actualmente muchos de esos asentamientos son habitados por desplazados del conflicto contemporáneo. Un ejemplo es el asentamiento de este lado de la localidad, en el barrio El Mirador: ellos son de Montería y vienen de un conflicto paramilitar y viven allí. ¿Por qué llegaron allí?, porque pudieron vivir allí […] Y esa es la historia de muchos de los desplazados que llegan al sector del Salitre. O sea, tú no vas a poder vivir en el Salitre, cerca al Terminal, ni en los perímetros cercanos… En Bogotá también hay un desplazamiento urbano por esas mismas dinámicas de clase, de relaciones, que hacen que la gente que llega, y que no es deseada allá, termine aquí […] Porque también es una estigmatización para ellos, y una de las razones por las que don Jorge Ariza, quien llegó a Ciudad Bolívar hace cerca de quince años, participó en la creación de esta instalación que incluye un video de quince minutos titulado también Una canoa sin río: Hoy en día me siento digno de tener acá un proceso hecho desde casa, hecho a mano, y que recuerde parte de nuestra historia de desplazamiento. En el documental narramos cada uno una parte de esa historia y cómo se construye un

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Detalle del dispositivo Una canoa sin río, hecha por Jorge Ariza. Fotografía: Camilo Rodríguez-IDPC, 2023.


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asentamiento. Hoy día puedo decir que el contenido de Una canoa sin río es muy amplio, porque hay una historia ya narrada con video, pero además hay un sitio real en Ciudad Bolívar que la gente puede también llegar a conocer.25

Darling: Por ejemplo, para mi familia el tema de vivir en la loma, vivir arriba, tan cerca a una montaña, tan cerca a una laguna, significaba también, de una u otra manera, esas formas de vida y esos lugares que tú debes abandonar por la violencia. Y es recomún. Por ejemplo, la casa de don Jorge es muy tipo finca por como está construida, porque tiene huerta y una cancha de tejo. En el barrio, la gente tiene sus gallinas y el domingo las sacan a asolear. Uno dice, “claro, la gente es de origen campesino”. También hay otras comunidades que tienen formas de vida muy campesina. Entonces, a mí me parece muy bonito, por ejemplo, esa cercanía, o ahora esa insistencia de estas nuevas generaciones de mantener bonita la montaña, el borde rural, la ruralidad. Hay como esa añoranza por esos otros lugares, para que quienes fundaron los barrios de nuestros abuelos puedan tener de alguna forma esa cercanía. Eso hace parte de defender cómo vivir acá, porque la gente, claro, está atravesada por una cantidad de violencias, de pre25 Entrevista realizada a Jorge Eliécer Ariza, líder social de víctimas del conflicto armado en Colombia proveniente del Tolima, así como líder social comunitario en temas de vivienda digna, de derechos humanos y en mesas de participación efectiva de las víctimas en Ciudad Bolívar.

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cariedades, pero la gente que construyó esa loma ama esa loma, y uno ama vivir acá y uno la defiende. Uno ama a su barrio, es su pedacito de tierra. Hay una insistencia por vivir acá y por vivir bien; por eso todas las movilizaciones, las resistencias, las peleas. Cuando esas personas desplazadas que no pueden vivir en el Salitre, porque es imposible, llegan a Ciudad Bolívar, que está atravesada por muchas violencias estructurales porque no hay servicios públicos, no hay infraestructura y también es, por ejemplo, un corredor del narcotráfico terrible, inmenso, se encuentran con la revictimización. Sí… ¡cuántas vidas no ha cobrado este tipo de violencia desde hace muchos años! Incluso hasta hace dos o tres semanas en Potosí siguen matando pelados por la lógica del narcotráfico en la ciudad. Y, claro, hay unos focos en el centro de la ciudad, en el Bronx y demás, pero los bordes de la ciudad literalmente han cobrado la vida… Eso pasa todavía con los pelados de mi barrio hoy en 2023.

Liderazgos femeninos: desde el Paro del 93 hasta el estallido de 2021 83

Daniel: Para conectar con la siguiente

instalación, podemos hablar de la dignidad y de cómo todas las vidas son importantes. Todos tenemos derecho a vivir y a existir independientemente de la clase social, y no debemos ser perseguidos y tal. Frente a eso, Ciudad Bolívar ha generado también unas resistencias, como por ejemplo la de las madres comunitarias. Margarita: Esta es la historia de las mujeres en Ciudad Bolívar, de las madres comunitarias. ¿Cómo inició nuestro proceso? En una casa que nos prestó una señora. Allí cuidábamos a los niños y la comunidad nos aportaba la alimentación. Entonces nos tomamos a Unicef, iniciando los años ochenta. Esta organización nos logró colaborar para que el Instituto Colombiano de Bienestar Familiar (ICBF) nos diera una beca y la alimentación para los niños, y así se iniciaron los jardines populares que era donde aportábamos nuestro trabajo y ellos, la comida. Los jardines empezaron en 1984. No había carreteras, por lo que nos tocaba traer la bienestarina al hombro desde abajo, donde hoy queda el jardín Alejandría del ICBF, en ese tiempo llamado Cielo de las Cometas. Yo la traía hasta La Estrella, otros hasta Tesoro. Hubo a quien le tocaba conseguir un carrito para llevar la bienestarina hasta Mochuelo, y de allí ya llegaba la gente y la distribuía. Entonces

Madres comunitarias del barrio Potosí participantes del curso de manipulación de alimentos, 2000. Archivo personal de Margarita Ramírez. Sin fecha, sin autor.

Detalle obra Ecos de la loma, Mujeres en Movimiento, por el Colectivo In-surgesta. Fotografía: Camilo Rodríguez-IDPC, 2023.

no fue tan fácil el quehacer como madres comunitarias. Daniel: La defensa de la vida y los derechos por parte de las mujeres ha sido también de toda la comunidad, y esto permite hablar del Paro del 93, pues toda la localidad está involucrada con las exigencias a un estado ausente. Aquí, en el techo, están las consignas del Paro y tal, los murales,


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los pasacalles. Me parecen muy chéveres porque también hablan de los problemas actuales, como la recolección de la basura, la capacidad de acción, la construcción de comedores comunitarios, de completar la planta docente. El Paro del 93 representa a Ciudad Bolívar resistiendo y exigiendo lo que es deber del Estado: brindarle institucionalidad e infraestructura. Edna: El encargo de la obra que terminó llamándose Intersecciones, y que nos hicieron a la compañía Faro del Sur, de alguna manera surge después de que se hacen las mesas de memoria en 2020 para saber de qué va a hablar el Museo. Salió el tema del Paro del 93. Nos dijeron, “hagan una propuesta de cómo lo trabajarían”, a nosotros, personas jóvenes que no vivimos el acontecimiento directamente en nuestras vidas, pero sí gozamos de los beneficios. Cuando iniciamos fue como empezar a investigar alrededor del suceso y de las personas que hicieron parte del Paro del 93. Entonces, a partir de esas conversaciones, lo que íbamos descubriendo era que había muchos factores involucrados, muchos antecedentes, como, por ejemplo, todo el movimiento de madres comunitarias o de la Masacre de Juan Pablo26. Como que hay sucesos que son importantes para que se vaya uniendo la comunidad.

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Página anterior y presente: distintas perspectivas de las piezas derivadas de la obra Intersecciones, por la Compañía Artística y Cultural Faro del Sur. Fotografía: Camilo Rodríguez-IDPC, 2023.

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26 A mediados de 1992, Ciudad Bolívar se convirtió en el foco de prácticas sistemáticas de persecución y asesinatos de jóvenes. La Masacre de Juan Pablo es recordada por cobrar la vida de por lo menos doce jóvenes en el marco de la mal llamada “limpieza social”. Para más información, consultar Limpieza social, una violencia mal nombrada (Bogotá: Centro Nacional de Memoria Histórica [CNMH], 2015).

Uno dice, “¿será que vamos a hablar del suceso, vamos a hablar del hecho histórico o realmente de qué vamos hablar y cómo lo vamos abordar’”. Entonces, mientras nosotros estábamos reuniéndonos con las madres comunitarias, y con personas que vivieron el paro y participaron de distintas formas, como Margarita Ramírez o Edwin Tabares, líderes de siempre en la localidad, pues también estaba la movilización, todo el estallido social del 2021, y empezó a haber todo un sentimiento alrededor de la dignidad de la protesta social. Sobre este tema, Wilson Duván Güiza Moya, “Güiza”27, nos recuerda: Las jornadas de movilización que en los últimos años han paralizado la ciudad y el país, en general han logrado poner en televisores, portadas de revistas y periódicos, pantallas, y en las conversaciones de la sociedad colombiana realidades que parecían lejanas y distantes de la vida cotidiana del “país más alegre del mundo”. Lo que el estallido social permitió posicionar en materia de opinión ciudadana fueron unas verdades a gritos que por años y décadas no habían hecho eco en los oídos sordos de lxs colombianxs. Lo que lxs manifestantes denunciaron y exigieron, lo que llevó a la juventud a las calles, no fue más que las banderas de luchas históricas que han agitado todas las generaciones 27 Mediador del MCA desde 2023, miembro del Aula Ambiental y Cultural Güecha Ta. Para esta publicación, Güiza escribió un texto titulado “¿Un espacio para hablar de nosotrxs o un lugar donde hablemos nosotrxs?”, al cual pertenece el fragmento citado aquí.

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Mural realizado por jóvenes de la localidad en el parque Altos de la Estancia, en el marco de laCASA iniciativa distritalGENTE Ruta de Murales SÍ HAY PA TANTA - Alto al Genocidio, Defendamos la Juventud. Fotografía: Duván Alonso Espinel, 2020.

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que se han dado a la tarea de pelear y conquistar garantías de derechos y posibilidades de vida digna. Todo ese escenario de movilización y estallido social tuvo una expresión en las calles de nuestra siempre rebelde y digna Ciudad Bolívar. Fue en las calles donde nos volvimos a encontrar quienes por años nos venimos organizando en los barrios de la localidad; pero no solo nos encontramos lxs jóvenes, también acudieron al llamado histórico quienes en su momento y décadas atrás igualmente tuvieron en sus manos la titánica tarea de tomarse el cielo por asalto. Este entramado intergeneracional, popular y rebelde, permitió materializar y reafirmar cientos de consignas. Como un mantra nos repetimos todas las noches “en las luchas del pueblo, nadie se cansa y la pelea es peleando”; también se veía en las paredes grafiteado o pintado en carteles: “ninguna decisión de nosotrxs, sin nosotrxs”. Esta última arenga pareciera manifestar buena parte de la potencia y fuerza que significaron los meses de movilizaciones; se reafirmaba allí que las comunidades y poblaciones tienen una capacidad de decisión sobre lo que a ellxs les incumbe, capacidad de decisión históricamente anulada. Además de capacidad de decisión, existían y existen aún cientos de voces, relatos e historias silenciadas, invisibilizadas y condenadas casi que al olvido.

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Se encontraron en las calles dichas voces y relatos con herencias organizativas propias de quienes fundaron los barrios y, en general, la localidad; herencias organizativas que en octubre de 1993 salieron a las calles, marcando un antes y un después en la historia de la localidad y en el borde sur de la ciudad. El Paro Cívico Popular de 1993 en Ciudad Bolívar ha sido el precedente de organización, lucha y victorias en las comunidades; precedente que ha significado una búsqueda constante y de distintos actores por recopilar esas historias y narraciones, para sistematizarlas, difundirlas, reivindicarlas y posicionarlas como una historia que es necesario contar. Para brindarles a las nuevas generaciones un suelo sólido y fértil en el cual plantar sus nuevas luchas, esperando obtener los mismos frutos que obtuvieron lxs pobladorxs de Ciudad Bolívar en el Paro.

Edna: Todo esto que menciona Güiza fue importante para el desarrollo, para la transformación de las comunidades: ver realmente lo que significan los procesos de movilización en la historia y cómo las cosas no pasan por una voluntad institucional, sino que son los sentimientos de las personas o cuestiones muy cotidianas las que llegan a encadenarse para que pasen las cosas. Por eso las casas, que son los teatrinos, son una parte importante de la apuesta museográfica. Como la casita individual de cada quien o la casa de la comunidad, que es el salón comunal: microuniversos que son personales, de fami-

lia, pero que permiten compartir sentires y mostrar necesidades compartidas. Si uno dice: “resulta que en mi casa no hay agua”, el otro puede decir “en la mía tampoco”, o “en la mía no hay gas”, o “mi casa se quemó”, “¡ah!, la mía también” y “la del vecino también”. El sentimiento que habita esa casita se conecta con la idea del barrio y luego con unas necesidades más grandes y que finalmente como que abrazaban a la localidad y conectaban. Permitían reconocer que tenemos unas necesidades colectivas que llamaban a la movilización. La obra está muy permeada por ese sentimiento. Y la dramaturgia se construyó un poco pensando en acciones como que alguna de las mujeres se hiciera cargo de los niños mientras se iban a marchar las demás, o luego los niños terminaban en la movilización, sí, acompañándolas. O anécdotas cotidianas como hacer que los funcionarios públicos vinieran hasta acá a caminar lo que uno camina. Aparecían temas como el de los zapatos embarrados o cambiarse de zapatos, de qué era andar aquí en ese momento. Seguramente tú cargas dos pares de zapatos: los que utilizas para entrar pues al barrial y todo esto, y otros zapatos de oficina, o cargas un trapito, o algo… Usamos el teatro de objetos, de títeres, para transcribir y mostrar esas historias y anécdotas concretas que nos contaban las personas. Al final de la obra hay una invitación al público a cantar o a leer consignas de protesta de ese momento y uno descubre que algunas se sostienen en el tiempo, que

hay cosas que permanecen, que el camino sigue… No decimos cómo ni nada, sino decimos “estén atentos porque hay que movilizarse”. No sabemos cuándo va a empezar, pero pronto habrá un llamado. Estábamos en el 2021 y las cosas eran muy raras. Para mí la obra y el proceso que vivimos sí hablan del Paro del 93, tiene anécdotas de ese momento, pero es sobre todo un proceso de redignificación y de poder hablar de la importancia de la protesta social, de la movilización. De esa acción del cuerpo vivo en la calle y de la acción cotidiana que hace parte de las acciones de protesta. Margarita: De cómo nosotras nos organizábamos para poder hacer el Paro. Llevábamos las tachuelas y otras personas iban preparadas para cuando había heridos: las llevaban a otro lugar para que les hicieran las curaciones. ¿Sí? Entonces teníamos que tener todo previsto: las que iban a cocinar para que estuvieran también pendientes de entregar las comidas a los que iban a participar en las marchas o a estar allí. ¿Sí? Todo eso había que preverlo. Darling: Ahí hay algo respecto de la movilización social que me parece que va muy en torno a la reflexión y a la apuesta con que construyeron esta pieza y la obra teatral que la originó. Hay un hito de movilización social, que es el Paro del 93, que es una propuesta puntual y que tiene un lugar muy importante en términos de lo que es ahora Ciudad Bolívar. A partir de ese Paro es que tenemos el Hospital Meissen, que todavía continúa siendo el único hospital, imagínese, desde los noventa. Está la Uni-

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versidad Distrital, la “Distri”, o sea, es un hito demasiado importante. Pero hay algo más ahí que es muy hermoso. Yo lo conversaba a veces con los pelados cuando venían aquí al Museo, siendo todavía mediadora, y les preguntaba: “¿ustedes han ido a una marcha?” y respondían: “sí, claro”. Por ejemplo, en el 2021 la Distri se convirtió en un punto al que los pelados llegaban porque en Facebook salía un flyer y uno llegaba a parchar e iba a marchar. Lo que era la lógica del estallido social en 2021. Entonces yo les decía, “imagínense ustedes cómo se comunicaban, o sea, ¿cómo se convoca un paro en el 93?”, ¿no? Edna: Eso es bellísimo, porque el inicio de la obra es sobre la anécdota de los voladores. Como todo esto es una montaña, se anunciaba así la convocatoria a la movilización en su momento: “ya salimos de acá, entonces lanzamos un volador. Listo, salimos de acá y lanzamos otro”. Así se veía y se escuchaba en toda la montaña que ya venía todo el mundo. También el tema del voz a voz, la voz viva, y el tema del encuentro humano, el cuerpo a cuerpo. También por la conformación urbana, como que las casitas, digamos, dejaban ver cuando se salía de la casa. También la gente se encontraba en las filas de cocinol, en las filas del agua. En cambio, ahorita, obvio, uno depende de las redes también porque hay una ciudad pensada para la separación. En el apartamento realmente casi no ves a las personas, es muy difícil conocer a los vecinos. Se suplen

unas necesidades básicas, pero ya no nos encontramos haciendo filas.

Darling: A lo que yo iba con el tema de la movilización social es que hay hitos que son fundamentales y el Paro del 93 fue esa acción de hecho que fue tremendo hito para la localidad. Pero es que definitivamente esta es una localidad en movimiento. O sea, antes de que se diera este hito puntual, pues fue un montón de gente moviéndose para construir una montaña de casas. Unos procesos de organización y de movilización social que lograron materializar un paro, porque un paro no se hace si no se está organizado antes. O sea, cada sábado, cada fin de semana, al menos en Potosí ves una cosa muy hermosa: movilizaciones bregando por “encontrémonos”, “sigámonos organizando”, porque siguen vigentes las apuestas. Claro, ya no hacemos la fila por el cocinol, pero sigue habiendo unas violencias, unas precariedades, como unas condiciones de vida por las que todavía vale la pena organizarse con unas intenciones políticas, con unas intenciones colectivas. Para nosotros nacer y vivir en Ciudad Bolívar se configura en una resistencia misma; es que vivir acá es una pelea diaria, a lo bien. Entonces es muy bonito ver cómo este lugar es una localidad tan fuerte en términos de la movilización social, que logra construir hitos tan grandes como el Paro y que luego se ata a un museo mismo porque, como lo decía Daniel antes, la presencia del estado Mural Paro del 93, por el Colectivo Survamos. Fotografía: Camilo Rodríguez-IDPC, 2023.

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la mujeres pasan de cuidar a sus hijos a cuidar a la comunidad y a estar detrás de unos procesos de adquisición de derechos. Pero sí tienen que estar en los lugares decisorios también.

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La olla comunitaria y la educación popular

Dispositivo dedicado a los procesos de educación popular en la localidad. Fotografías: Juan Carlos Vargas-MdB, 2021, y Camilo Rodríguez-IDPC, 2023.

acá nunca es voluntaria, siempre ha sido producto de la movilización social. Margarita: Es que también aquí lo que nos ha fortalecido es el intercambio de saberes, de lo que cada una ha aportado. Por decir algo, cuando se tenían los botiquines comunitarios la gente llegaba, se les aplicaban sus inyecciones y se les daban sus

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medicinas. Todas aprendíamos cómo poder atender casos fortuitos. Edna: De hecho, los procesos políticos de base están llenos de mujeres, pero los espacios decisorios, como los de democracia representativa, están supermasculinizados. Aquí se ve cómo los procesos de base atienden a la vida diaria, digamos, el tema de los hogares comunitarios, y

Daniela: La olla comunitaria es una excusa, una herramienta para hablar de una liberación o emancipación del territorio desde la educación popular como una apuesta de clase, de defensa, de identidad. Son esas apuestas que ha tenido la localidad —e incluso muchos territorios de América Latina—, para construir saberes, conocimientos, organización y, a partir de ello, generar unas experiencias, unas prácticas, de resistencia, experiencias comunitarias o populares. La olla comunitaria es esa práctica de hacer alimento para todos y para todas quienes estamos participando de alguna acción que la comunidad haya decidido realizar y, claro, para poder compartir el alimento, como principio. La soberanía alimentaria como ese derecho que deben tener todos los pueblos de poder alimentarse, de guardar esos saberes y sabores que se tienen en los territorios. Entonces, la olla comunitaria es el lugar de “venga yo le doy mi secreto”, de “venga aprendemos”, mientras cocinamos el alimento que, a su vez, va a alimentar la palabra y va a alimentar la acción que comunitariamente estemos desarrollando.

Pensemos en una localidad autoconstruida, donde personas sin saber leer o escribir tenían una pregunta constante sobre cómo defenderse, resistir y luchar. Entonces, partiendo de la premisa de la educación como un pilar fundamental para el desarrollo de las sociedades, vamos a construir un lugar en donde aprendamos todos y todas de algunos saberes locales, ¿cierto? Partiendo de mis condiciones cotidianas, desde mi territorio, para poder acceder y divulgar esos otros saberes. Hay muchas apuestas desde la educación popular. Por ejemplo, la alfabetización que, a su vez, ha sido una apuesta en América Latina no solamente porque todos debemos aprender a leer y a escribir, sino porque se trata de una apuesta política. Estamos en un país que tiene unas leyes escritas en un lenguaje que muchas veces no entendemos. Y si no sabemos leer y escribir, pues ¿cómo podemos garantizar defender nuestros derechos? Ah bueno, va a ser necesario aprender para poder acceder a eso. Pero la educación popular va más allá de alfabetizar. Por ejemplo, al hacer una casa conjuntamente, ahí hay una experiencia educativa también, ¿cierto? O escuchar de dónde vienen las diferentes familias que habitan conmigo el territorio… qué comen, cómo viven, cómo sienten la localidad, esas diferentes prácticas. En ese sentido la educación popular sale del aula de clase, y es más bien una oportunidad para aprender entre todos y todas a partir de nuestras

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realidades, de esas cosas cercanas que tenemos. El Instituto Cerros del Sur (ICES) es un proyecto de escuela comunidad que queda muy cerquita al Palo del Ahorcado —del cual ya vamos hablar—, que nació en 1984 con esa intención y está representado en esta maqueta que está aquí. Cuando se estaba construyendo el barrio, no había una escuela, y pues no iba a venir el estado o el gobierno a hacer la escuela, ¿cierto? Pues entonces la hicimos nosotros y nosotras. Con un ladrillo que me permita sentarme y una tabla que esté sobre mis rodillas y que sea la mesa o el escritorio para poder apuntar. Toda la comunidad levantó un lugar para que los niños, las niñas, las mujeres, los adultos pudiesen estudiar; para construir estrategias que permitieran defender el territorio como un lugar para la vida, ¿sí? También para entender, justamente, por qué hay unas condiciones de desigualdad, quiénes las promueven, sobre quiénes deberíamos volcar nuestro esfuerzo para que esas condiciones no las viva nunca nadie más… Hubo espacios universitarios que llegaron a los territorios para compartir herramientas o estrategias para la apropiación territorial, la emancipación y la organización popular, que es uno de los pilares que también persigue la educación, ¿no?: debemos organizarnos y educarnos para entender la realidad del sistema que nos fue impuesto, para erradicar ese sistema que nos violenta, que nos oprime, que nos

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segrega, que nos explota a muchos, ¿cierto?, a manos de unos pocos. La educación popular es toda una apuesta de reconocimiento a una forma de habitar el territorio, de construir conocimiento, de experiencias educativas y de formación política que hay en la localidad, y que han permitido que otras apuestas de resistencia también surjan: aprender desde el juego, la medicina, la consigna, la lucha, la marcha, ¿cierto? … registrar y hacer memoria sobre lo que pasa en el territorio: cocinar, heredar esos saberes también, caminar, hablar con el vecino, con la vecina. Desde allí se van construyendo esos conocimientos que han sido invisibilizados y negados por la academia, por saberes que no son tan universales, ¿no? Mi vecino puede ser el profe del barrio, porque tiene saberes, y pues no solamente quienes fueron a la universidad pueden enseñar. Partimos del hecho de que todos podemos aprender y todos podemos enseñar. Esta apuesta es muy clara para Héctor Gutiérrez28, profe del ICES, quien nos contó cómo surgió la idea de incluirla en el MCA: La compañera Luz Marina Ramírez, líder comunitaria de la localidad, me dijo un día: “estamos invitando a personas a que 28 Entrevista realizada a Héctor Gutiérrez Vega, líder de procesos culturales y deportivos en el sector de Potosí desde hace más de treinta años. Además, es artista plástico y ha impulsado proyectos de vida de los estudiantes que han pasado por el ICES y por otras organizaciones para que sean artistas plásticos, hagan danza, teatro, música y cine. Hace parte de varios colectivos como Ojo al Sancocho y la Red de Bibliotecas Comunitarias de la localidad.

conozcan que se está haciendo un museo, pero también a participar de la Mesa de Memoria para contar cómo se ha vivido toda una serie de historias y que esa memoria no se pierda”. Entonces, a partir de eso comenzamos. Cuando yo llegué a la Mesa de Memoria, éramos como diez organizaciones y seguimos invitando, seguimos invitando… Llegamos creo que como a cuarenta, cincuenta organizaciones y, pues, prácticamente, terminó el trabajo cuando inauguraron el Museo […] Pues ahí logramos que se tuviera en cuenta todo el proyecto de escuela-comunidad, que hace parte del Museo. También contamos, sobre todo, el proceso organizativo, la exigencia de los servicios públicos… un espacio del video del Paro del 93, en el cual, pues chévere que se siga divulgando, porque muchas veces uno lo guarda allá en un casete y después logramos pasarlo a digital y eso nos sirve porque, pues, se ha seguido divulgando todo ese proceso. Y lo más importante es no dejarlo perder, ¿no?, porque cuando uno habla de “museo” parece ser que ese “museo” es tan frío como todos los museos… y este Museo me ha gustado porque es bastante interactivo, ¿no? Puede uno ir allá, contar, participar y, sobre todo, se han dado a conocer todas esas experiencias que, de pronto, algunos no las teníamos.

El Palo del Ahorcado, la minería y el derecho al espacio público Diana: Les voy a hacer como un recuento histórico rápido, porque sí es importante, para llegar a lo que es esta escultura. El Palo del Ahorcado vive en Cerro Seco, muy cerca a donde hoy están el ICES y el barrio Potosí. Cuando la gente llegó allí, a inicios de 1980, había como una gran montaña a la que le decían “morro pelado”, porque justamente así es el ecosistema de esas montañas que es la subxerofitia, y encontrarse, casi que

Escultura del Palo del Ahorcado en el sótano del MCA. Fotografía: Camilo Rodríguez-IDPC, 2023.

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Palo del ahorcado. Fotografía: Óscar Díaz-IDPC, 2022.

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en la mitad de la nada, un árbol de eucalipto así sembrado… pues fue bien curioso para la gente, ¿no? Alrededor de este árbol se empiezan a gestar distintas historias, leyendas que se mantienen de forma oral… Una de esas es a la que se debe su nombre. Hay distintas versiones, pero básicamente tiene que ver con una pareja que se junta. Ante la iglesia esto no era apropiado y por ello fueron castigados. El hombre pierde la razón y la mujer, sola, y también pues bajo esta idea del castigo, de lo sagrado, del pecado, invadida por esta soledad, pues se ahorca, ¿sí? Y lo hace en el árbol. En esa época, como estaba cerca el ICES, la zona del Palo del Ahorcado era donde se daban las clases de biología, los paseos de olla, donde se armaba la olla comunitaria y donde la gente tenía un espacio para sus prácticas deportivas. Entonces, este empieza a ser un lugar bien importante de georreferenciación. La localidad se iba construyendo, pero no se planificaban los espacios públicos o las zonas verdes, como hoy las llamamos. Ya hacia los noventa, las iglesias católicas que están en la localidad decidieron organizar el viacrucis de forma colectiva, desde la zona plana de la localidad hasta el Palo del Ahorcado. Son catorce estaciones. Desde entonces, cada año, en la última estación, aún se siembra la cruz y se oficia la misa allí. La gente empezó a hablar del árbol como un elemento de fe, sagrado, al cual le tenían un cariño y un afecto bien especial, ¿sí?… Es muy importante, tanto para la comunidad religiosa

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como para el resto de la localidad. Congrega a tantas personas que se dice que este viacrucis hacia el Palo del Ahorcado está entre los tres más grandes de Bogotá. Pero hay otro factor en esta historia. Son las canteras, la minería, la explotación. Muy cerca al Palo del Ahorcado está la cantera Unidas La Esmeralda, que durante varias décadas había estado explotando la montaña. Y en el 2014 las dinámicas que tenían las personas de subir a la montaña, elevar cometa, hacer la olla comunitaria, o lo que quisieran hacer, empezaron a verse limitadas porque la cantera decidió que, como era un espacio privado, la gente ya no podía acceder a él. Se alzaron cercas, se puso vigilancia, letreros amenazantes de “perros bravos”, bueno, toda esta dinámica… Ese año el viacrucis se vio amenazado porque no iba a ser posible realizar la misa allí. Pero, además, como en la localidad hay tanta actividad minera, todo el tiempo suben y bajan volquetas repletas de material. Y una de esas volquetas, también para esas fechas, bajó a toda velocidad por el barrio y atropelló a la señora Yineth Herrera, quien murió tras el accidente. La gente empezó a cuestionarse de qué formas la minería estaba —y está aún— beneficiando o no al territorio. Y además alguien descubrió que el árbol estaba siendo violentado porque le quemaron parte de la base y le hicieron un hueco de dos metros de profundidad en sus raíces, y cortaron tres de ellas. Eso ya fue como algo sistemático: la señora Yineth, nos hicieron las cercas, no podíamos tener nuestro

viacrucis, pero aparte estaban matando al árbol. La gente se organizó, armó varios campamentos que no permitieron el ingreso ni la salida de las volquetas y se logró poner en discusión, de una forma también mediática, lo que estaba haciendo la minería en nuestra localidad. Esto conllevó que se empezara a hablar del árbol, ya no simplemente como un símbolo local, sino también reconocido por la ciudad que permite cuestionar toda esta explotación que se da al sur de la ciudad. Pero dejemos que Johnny Alejandro Díaz Parrado29 nos cuente sus propias historias del Palo: Cuentan que un día un hombre decidió arrancar un lazo de sus ramas y colgar de allí todas sus penas. Por aquel entonces habitaban pocas personas en este desierto. Pero esta acción se hizo rumor y los rumores son palabras, y estas le pertenecen al viento, así que este se merodeó de finca en finca referenciando el único árbol en la copa de esas montañas como el “Palo del Ahorcado”. Estoy hablando de hace mucho tiempo. Y es que este árbol ha estado aquí desde mucho antes que todos nosotros, él creció al tiempo que la ciudad, las casas y el ruido que a poco fue llegando a sus orillas, cuando, a finales de los años setenta e inicios de los ochenta, a sus raíces empezaron a levantarse unos ranchos envueltos 29 De Johnny encontramos otro escrito al inicio del libro titulado ”A la rancha” y uno más al final, titulado “Cielo”.

en telas, tejas, maderas y piedras como pequeños refugios de aquellos que mayoritariamente huían de la guerra. Con sus semillas jugaron, en muchos tiempos, muchos niños. Con sus ramas se alimentó el fuego que a su vez calentó la palabra de los soñadores de estas tierras; a su tronco se amarraron quizá los burros al descanso de los mercados, la cerveza y las timbadas30 de agua que calmaron la sed de nuestros mayores en ese levantar de comunidades, en este lugar tan seco como el desierto de Jerusalén. Llegaron a sus ramas muchas cometas en muchos agostos. A su cercanía se pasaron las mangueras, los tanques, la escuela que llegó de mano de todos, pero especialmente del profe que nos enseñó que la escuela era la comunidad y que las balas atacan los cuerpos, pero jamás matarán las ideas; acá seguimos con lo que aprendimos. Un día llegó la iglesia y plantó cerca de su tronco una cruz, la misma que cada año se carga desde la parte plana de la ciudad; una cruz que a la larga representa no más que todas las cargas que aguantamos los de abajo, que paradójicamente vivimos arriba, en esta loma. Así han pasado los últimos años, con su renovar de corteza, donde suele alimentarse en el día y crecer en la noche; la misma 30 La palabra timbada se refiere a varios timbos o garrafones donde se movía el agua.

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que en distintas ocasiones fue interrumpida por las camionetas que acribillaron a los jóvenes de la misma manera que al profe, evento que trajo los nombres de esos, nuestros parceros amarrados a unas cruces que ahora son abono y abrigo del árbol, el único testigo. Ahora a sus raíces se violenta la falda de la montaña madre; es de ver en un mundo donde se violentan las montañas y quienes las defienden a ellas. En resumen, ante la ciudad de ustedes, se encuentra el único árbol longevo que nació en el desierto que es esta loma, el árbol que es protegido por las cruces de los que ya no están y que a su vez protege la montaña que nos sostiene a nosotros…. Parque ecológico Cerro Seco.

El agua como eje de esta gran reserva natural que es el área rural31 Jonathan: Bueno, pues básicamente yo en la localidad llevo viviendo casi toda la vida, casi veintinueve años. Llegué muy pequeñito. Nosotros llegamos a la zona rural, un contexto diferente de lo que es la localidad, que tiene una reserva y riqueza natural espectacular. Digamos que yo he tenido el contraste de venir de lo rural 31 En la siguiente parte del recorrido por el sótano nos acompañan Jonathan Yessid Ulloa y Yuri Aguiar Cárdenas, habitantes de la zona rural de Ciudad Bolívar e integrantes de la agrupación carranguera Abemol, antes Carrangaso.

para entrar a lo urbano, pues mi familia era campesina. Nosotros venimos de cultivar la tierra, de conocer fuentes hídricas donde el agua es ciento por ciento pura, de conocer animales que solo se ven en sitios específicos de la ruralidad… como, por decir, el oso de anteojos. Nosotros tenemos el privilegio de verlos, pues, debido al asentamiento de los mismos habitantes, se han desplazado un poco. Desafortunadamente, he visto desaparecer muchas cosas por la expansión urbana: cuerpos de agua, quebradas y especies nativas. Digamos que se está entremezclando toda esa urbanización con lo rural. Por ejemplo, acá muy cerca está Quiba Baja, de las nueve veredas que componen la zona rural, la más cercana al barrio Paraíso y al Museo. Cada vereda tiene, pues, su atractivo turístico, como su riqueza particular. Allí en esta vereda, desafortunadamente, lo que era rural se está convirtiendo en expansión urbana. Muchas personas están llegando y están construyendo de forma ilegal y eso se está tirando el paisaje y todo el entorno ambiental. La canción titulada Problemas de mi región, aquí exhibida, la realizamos para responder a una invitación del Museo en 2021, dentro del género carranguero de la localidad, que hace parte del folclor cundiboyacense, de nuestra cultura. Recoge un poco nuestra experiencia como habitantes y como músicos empíricos, porque nosotros no tenemos ninguna formación más allá de la vida y las historias que recoge la música:

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El río Tunjuelo en Pasquilla, zona rural de la localidad de Ciudad Bolívar. Fotografía: Wilson Güiza Moya, 2017.

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Problemas de mi región Grupo Carrangaso Ritmo: rumba-merengue carranguero

Que tristeza que yo siento de mi pueblo y mi vereda, al verla tan consumida por tantísimo problema.

Son tantas dificultades que se viven en mi tierra, por tener agua potable se crearon muchas guerras.

Por culpa de las acciones de unos pocos del gobierno, al pobre campesinado le tocó salir corriendo.

Fueron grandes sacrificios para proteger el agua. No teníamos la manera para poder racionarla.

Para hoy en día ver lo que era un paraíso convertido en basuras, en relleno y desperdicio.

Eran grandes las distancias que tenían que recorrer las familias en las fincas para el agua ir a coger.

Acaban todo a su paso. No les importaba nada, destruyeron nacederos con los ríos y quebradas.

Se tenían pocos aljibes y unos cuatro nacederos. El agua era transportada por caminos y potreros.

Nos llenaron de mentiras con aire contaminado, se metieron con el agua el tesoro más preciado.

Los acueductos rurales que se ven en las veredas nacieron con la esperanza de tener un agua buena.

CORO El agua es fuente de vida, para todos un derecho, tenemos que conservarla, sin agüita moriremos.

CORO El agua es fuente de vida, para todos un derecho, tenemos que conservarla, sin agüita moriremos.

UN RECORRIDO ACOMPAÑADO A MUCHAS VOCES

Para colmo de los males, existe el parque minero una amenaza muy grave que nos contamina el cielo.

El campesino resiste conservando su riqueza, reciclando las basuras con esfuerzo y con nobleza.

Y de los buenos cultivos y toda vegetación, todo quedará en memorias, todo esto se dañó.

Para todos sus problemas reclaman una solución, que respeten sus derechos, su cultura y tradición.

El campesino está triste, ya no puede trabajar cultivando sus parcelas para poder progresar.

No quiere que les arrebaten lo que tanto han defendido el agua con sus terrenos la herencia pa sus hijos.

Para colmo del descaro nos quieren privatizar y con gotas de mercurio el agua quieren dañar.

Con la unión y la esperanza se mantienen las veredas defendiendo su terruño de basura y ladrilleras.

Los gobiernos que tenemos nos quieren sacar de aquí y todas estas familias a dónde irán a vivir. CORO El agua es fuente de vida, para todos un derecho, tenemos que conservarla, sin agüita moriremos.

El agua es muy vital es el néctar de la tierra recorre cada rincón que existe en nuestro planeta. CORO El agua es fuente de vida, para todos un derecho, tenemos que conservarla, sin agüita moriremos.

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Queríamos mostrar que la zona rural y Ciudad Bolívar lo que poseen es agua. Somos una reserva natural que hace parte de lo que es el páramo de Sumapaz, que es tan importante para el mundo y para el planeta. Esta localidad también fue habitada por culturas indígenas; entonces, nosotros en la zona rural tenemos asentamientos de esas culturas, tenemos cuevas, hay pictogramas. Yury: Por ejemplo, está una vereda muy pequeña que es Mochuelo Alto, donde pueden conseguir yogur, chicha, rellena, comida tradicional, gente netamente campesina. Y siguen subiendo y encuentran Pasquilla, que tiene su parque, su iglesia y sus diversas culturas. Sí, hay una represa y hay un río. Entre Pasquilla y Mochuelo Alto se encuentra la Cueva del Indio. Para llegar hasta allá, obviamente hay que ir con personas del sector. Se pasa en medio de fincas, frailejones, zonas naturales, piedras inmensas, o sea, a través de otro mundo diferente. Y desde allá se ve todo Bogotá. En la loma se encuentra una piedra gigante y debajo de esa piedra hay varios jeroglíficos de indígenas. Jonathan: Pues nosotros tenemos la dicha de ver el río Tunjuelo antes de su contaminación. En el nacimiento. Entonces, es agua netamente pura, antes de que se contamine cuando entra acá a Usme, que es donde se vierten todas las aguas del relleno sanitario de Doña Juana. Digamos que es parte de la labor de nosotros dar a conocer toda esta parte rural

de Bogotá y cuidarla, porque la reserva que tiene es de mucho páramo y mucho frailejón. Diana: Bueno. Quisiéramos invitarlos a observar esta imagen realizada por el Colectivo Survamos… Se articula perfectamente con algunas de las problemáticas ambientales de las que ya hemos hablado y que se viven hacia esta zona de la localidad. Con estos lienzos me gustaría invitarlos a descifrar las problemáticas que hay en la localidad e identificar a esos actores que han violentado el territorio. Jonathan: Ahí están el parque minero y la basura, que es lo que representa el vehículo azul. Se ve el señor con el azadón y la pala. Le faltó la ruana, pero bueno. Yo he estado en esas resistencias que ha tocado hacer contra el botadero de Doña Juana. Toca pararse frente al Esmad [Escuadrones Móviles Antidisturbios de la Policía Nacional], porque son los que llegan allá a sacarnos con gases y todas esas cosas. Llegamos nosotros con los azadones, incluso hasta con el propio cuerpo a defender el territorio, para que no nos sigan trayendo más basura. Y son peleas, son luchas fuertes que se han entablado durante los casi treinta años que lleva ese relleno allá de Doña Juana y el parque minero. Lo que expresa la pintura es, pues, la resistencia social que han tenido las personas en muchas generaciones, que les ha tocado allá pararse duro frente al Estado, porque ese relleno lo que quiere es desaparecer esa parte de la que yo les

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Mural que muestra las amenazas y la defensa del territorio de la localidad, por el Colectivo Survamos. Fotografía: Camilo Rodríguez-IPDC, 2023.

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hablaba y les hablaba Yury, que es esa riqueza natural que tiene la localidad y que tiene la zona rural. Es lo que yo veo. Yury: Podemos ver en la imagen que es una lucha de todos, porque vemos abuelos, mujeres, hombres, niñas, niños con su celular, grabando, ¿sí?... mostrando a través de diferentes formas una problemática y una lucha contra ciertas cosas o situaciones que acaban con el medio ambiente y con el sector. Aquí podemos visualizar toda la parte ambiental, sus aves, sus plantas, sus frailejones y, al otro lado, ya las montañas que se están volviendo desierto a causa de empresas mineras que han llegado, empresas de ladrillo y demás, las del botadero de Doña Juana, o máquinas industriales que también llegan a crear urbanización en el sector y también arriba, en la parte rural. Ellos han resistido a eso, a que siga creciendo como un lugar que se vuelva urbano. Entonces la idea es no contribuir a que lleguen empresas constructoras a acabar con la poca naturaleza que queda. Diana: Y además de estos actores que logramos identificar en el dibujo, ¿ustedes creen que existan otros riesgos para el territorio? Yury: Sin agua, sin un espacio hídrico, natural o de ambiente, los campesinos no van a tener dónde trabajar la tierra para traernos aquí comida. Pero a la vez tenemos una problemática entre los agricultores y los que cuidamos el páramo y los frailejones, pues no queremos que estos se acaben por culpa de la agricultura,

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porque cada vez hay que producir más alimentos para poder abarcar a la población urbana. Entonces, es también la lucha para que no generemos más espacios de producción en lo rural y por culpa de eso acabemos con los frailejones. Diana: Aquí cabe preguntarse ¿qué personas, y bajo qué intereses, están permitiendo que, por ejemplo, Quiba se expanda? Porque la gente que es propia de Quiba no está de acuerdo con esa expansión, con que lleguen tantas familias, porque la misma vereda, el acueducto y demás no tienen la capacidad suficiente. Sin embargo, cuando la comunidad ha tratado de detener esta circunstancia, pues está sola, es una comunidad rural, campesina, contra un sistema muy grande que responde a los intereses de algunas personas que se hicieron dueñas de esas tierras y que están permitiendo la expansión. Y también se vuelve peligroso. Es importante que en este espacio se visibilice esta situación, porque los campesinos todo el tiempo lo que dicen es: “la ciudad nos está comiendo y nos están exterminando de esta manera”… Entonces, ¿qué está pasando con los campesinos que viven en Bogotá? ¿Qué está pasando con las poblaciones indígenas que viven en Bogotá? ¿Simplemente están destinados a desaparecer porque la ciudad tiene que crecer? ¿Por qué la ciudad tiene que permitir que unos pocos se sigan enriqueciendo a costa del territorio? Y además están desapareciendo las otras formas

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Vereda Quiba en 2016, zona rural de la localidad de Ciudad Bolívar. Fotografía: Wilson Güiza Moya, 2016.

de vida que están en el territorio, pues construimos casas sobre los nidos de las alondras, sobre los árboles en que vivían los mochuelos… pues se tienen que desplazar, ¿sí? Es un juego de nunca acabar porque en su territorio de origen, el que fue desplazado fue invadido y es obligado a invadir otro lugar y a otra persona,

o a otro ser que se tiene que desplazar. Entonces, es definitivamente un círculo muy problemático y quienes realmente podrían intervenir ante estas situaciones dejaron solas a las comunidades.


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El turismo: ¿aliado o amenaza?32 Diana: ¿Ustedes creen que el turismo pueda ser prontamente una problemática ambiental que pudiese representarse en esta pintura? ¿O, por el contrario, va a beneficiar ambientalmente los territorios? Mauricio: Depende del enfoque que se le dé al turismo. Si se enfoca hacia un ecoturismo en que se muestran estos lugares, pues obviamente va a permitir su conservación. De hecho, las mismas comunidades van a hacer que se conserven los lugares porque llega el turista que trae dinero. Pienso yo que es una forma de verlo. Ahora, si no se mira de esa manera, tal vez sea contraproducente porque entonces va a ser mejor construir una casa de color que más territorio verde. David: Sería como el turismo ecológico. Por ejemplo, en la localidad de Kennedy, durante mi niñez, participé bastante en las comunidades de conservación de los humedales. El humedal del Burro, el humedal del Techo y el humedal de la Vaca. En ese caso, si se siembra esa cultura de la conservación en el turista, en vez de querer sacar provecho de ella, pues va a respetar, va a querer cambiar. O, bueno, depende también del enfoque del turismo. Porque 32 En esta parte del recorrido se integró la voz de Alejandro Garzón, habitante de la localidad, miembro del Colectivo Mayaelo, fotógrafo y videógrafo. También las de David Olaya, John Torres, Esteban Oviedo y Mauricio Forero, visitantes del Museo que lo recorrían mientras hacíamos la documentación para este libro y quienes accedieron a que se incluyeran algunas de sus intervenciones.

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está el turismo extractivista y el turismo de conservación, por darles un nombre. ALEJANDRO: A la larga, me parece que es un poco complicado. Aquí en la laguna del Tunjo, por ejemplo, quieren cercar el humedal. Pero muchas aves tienden a morir en el cercado. Ahí ya estamos afectando de manera negativa el ecosistema. Ahorita, con lo que decían que hay una parte bonita, yo pensaba: “¡quiero subir allá!”, pero, parce, detrás de mí pueden venir muchas personas. Y, listo, primero hay que subir con una persona que conozca el lugar, después empieza a volverse más permisiva la gente, a entrar violencia, y a mí me parece un poco triste el turismo de esa forma. Ahorita, por ejemplo, el Ministerio de Ambiente está haciendo campañas para que la gente no visite los páramos, porque los están dañando. El enfoque sí, es lindo, hay gente muy hippie, muy naturalista, que “ay, yo lo quiero conocer para conectar”, pero a la larga estamos condenados al capitalismo. Entonces, me parece triste, por mi opinión, por mi formación, pienso que va a traer más problemáticas. DAVID: Podríamos encontrar una fórmula para lograr el balance ahí. El daño ya está hecho, desafortunadamente. Ya, pues, básicamente ya están las dinámicas del desplazamiento. Al menos hacer algo para reducir la velocidad de esa destrucción. Pero sí, es triste. Lástima. Yury: De pronto si vemos del turismo como para aprender, para sensibilizar a las otras localidades y poblaciones de donde vienen los turistas, de que aquí no

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Vereda Quiba en 2022, zona rural de la localidad de Ciudad Bolívar. Fotografía: Anghello Gil, 2022.

hay violencia distinta a la de otros sectores, porque en otras localidades obviamente hay violencia y hay delincuencia. Pero, pues, aquí también hay cosas muy bonitas. Desde esa perspectiva, el turismo no siempre será malo. Yo me imagino que ustedes ahora se irán y dirán “ah, no, pero allá hay cosas buenas, personas chéveres, hay lugares interesantes”. Mauricio: Yo pienso que el turismo siempre trae un poquito de progreso. O sea, nunca va a ser perfecto por ningún lado que lo vea. Pues trae a la gente y visibiliza a Ciudad Bolívar como tal. Sus problemas también se pueden arreglar, empezar con esa idea de que sí hay problemas, pero

también el turismo trae dinero, trae también progreso, en la parte urbana, ¿no?, ya en la parte ecológica tendría que ser algo mucho más organizado, con parte, con ayuda del estado, del Distrito, con la gente de acá. Porque si pasa lo que pasa en Santa Marta, que toca cerrar el parque Tayrona porque ya está descontrolado… Se puede ganar dinero, pero los daños son peores. Esteban: Pero el turismo, en general, en balanza, es más positivo que negativo. Mauricio: Miren, empezando porque el cable ya le dio una entrada grandísima a gente que jamás hubiese pensado en venir. Yo hace cinco años jamás hubiera pensado en venir a Ciudad Bolívar. Ahora que fui al


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Mirador dije: un restaurante, una frutería aquí abierta sería genial para el turismo. Solo pensando en eso. Y la gente que está aquí alrededor también se puede beneficiar de eso. Pero controlado. Yury: Sí, controlado. DAVID: Que la misma comunidad, pues, por decir así, ponga sus reglas. Porque realmente la comunidad que ya vive aquí asume la responsabilidad de protegerla. Como ustedes nos comentaban de Quiba aquí abajo: es también ayudarle a la gente a que conserve lo que ellos conocen. Diana: El turismo también puede ser, siento yo, distractor para los procesos. En algún momento hablaba con alguien de Pasquilla y me decía lo siguiente: “es que los chinos ya no quieren sembrar, ya no quieren trabajar la tierra porque, pues, eso no da plata, pero los fines de semana que viene el turista lo hacemos porque hay que mostrarlo”. O, no sé, el turismo también puede distraernos de lo que está pasando en el territorio y ponernos en servicio de los externos que vienen a mirarnos. Creo que eso puede ser problemático. Por otro lado, creo que también puede ser peligroso para el territorio, hablándolo ambientalmente, ¿sí? Porque se vuelve algo que arrasa. Creo que ni los territorios ni la vida deben capitalizarse; que el subir al páramo, por ejemplo, no debería ser una opción, ¿sí? Creo que los territorios también deben “guardianarse”, deben cuidarse, y que las personas deberíamos aprender a respetar la vida sin necesidad de pisarla, de

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ir y tomarse la foto con el frailejón, sin necesidad de esas cosas. Claro, todo lo que yo estoy diciendo hace parte de unas transformaciones estructurales muy grandes, pero yo sí creo que hay que dar esas conversaciones. ¿De verdad es necesario que yo venga hasta acá a la localidad y, bueno, haga todo el paseo, para entender que en Ciudad Bolívar vive gente que merece ser respetada y que merece tener condiciones dignas de vida? ¿Por qué no puede ser eso algo básico en nosotros? Me cuestiono yo si realmente el turismo es la única herramienta que tenemos como humanidad y como sociedad para respetar y valorar al otro. Creo que sí, el turismo puede ser una opción económica importante para algunas personas en el barrio. Por ejemplo, no necesariamente el TransMiCable le ha traído beneficios económicos a todo el barrio. Por el contrario, ha beneficiado a unos pocos que lograron ubicarse bien bajo las circunstancias, pero ya. Soranny: Yo siento que el turismo es algo que en parte nos viene dañando. He escuchado a compañeros de la localidad y a otros de otros lugares decir: “ahora somos la ventana de Bogotá”. Y yo me pregunto: “¿tan gigante que es esta casa y solamente somos la ventana de la casa?”. Entonces, me cuestiono mucho sobre la línea del cable, y me pongo a verla y digo: “espérense, voy a respirar”. O sea, es bien insoportable cuando te subes al cable y hay personas diciendo: “uich, mira esa casita... uich, pero mira esa otra casa tan grande”. Entonces, es la sorpresa tan grande de que

aquí vive gente, que dice: “uich, pero la gente aquí tiene plata”. Es la sorpresa de llegar a Paraíso y exclamar: “juemadre, pero en este barrio vive gente de estrato cinco”. Entonces, también es un poco triste darse cuenta que en otras partes de Bogotá no reconocen a todos los que habitamos esta ciudad. No podría negar que el turismo ha traído otras oportunidades para algunos vecinos, para algunos compañeros que tienen sus emprendimientos desde este sector, y me encantaría pensar y ver solo las cosas positivas que ha traído; sin embargo, no puedo dejar de ver cómo la zona rural se ha visto tremendamente afectada, como las Quibas se han llenado de casas y lotes en venta, como los campesinos y las campesinas que habitan la localidad sufren por sus veredas y no hay respuestas certeras, porque lo importante no es cuidar la vida, sino posicionar la localidad como un sector turístico. En el Museo se dialoga con las comunidades, pues tenemos esa demanda de que nos puedan ver de otra manera, ¿cierto? De cómo transformamos los estereotipos, de por qué este sótano está acá para contar las luchas de las comunidades, específicamente de Ciudad Bolívar. Cuando vienen personas de otros lugares, se identifican con lo que ven acá, porque no es la realidad únicamente de Ciudad Bolívar, sino que es la realidad de muchas periferias en Latinoamérica.

El tema del turismo es muy grueso, es muy denso. Yo siempre digo que la invitación no es a no ir a conocer, sino que la invitación es a no desconocer. Yo soy una persona que nunca va al norte. Que nunca va a... ¿cómo se llama? ¿El Chicó? Pero no desconozco que estos lugares existen. Hace mucho tiempo pensaba que las personas que no teníamos muchos recursos económicos solamente vivíamos en el sur de la ciudad. Desconocía que en Usaquén y en Chapinero hay barrios populares, y pues ahora los reconozco. Yo no conozco Usaquén, nunca he ido en mi vida, pero no desconozco que existe, y que allá están personas que tienen sus vidas, que tienen sus mundos, y que nada más por eso pues son personas dignas y son habitantes de esta ciudad. Mi invitación es a que, claro, conocer es importante, pero más lo es no desconocer las luchas, el trabajo ni alas personas que habitamos esta parte de la ciudad.

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TERRAZA

LA HUERTA Y EL CÍRCULO DE LA PALABRA

Luz Marina33: El Museo de la Ciudad Auto-

construida es un espacio con multiculturalidad y enfoque diferencial, en el que tenemos espacios como esta terraza, donde algunos de los pueblos indígenas y otras comunidades, incluyendo las afrodescendientes, han sembrado un granito, una semilla para seguir forjando las experiencias tradicionales. Contamos con algunas plantas medicinales, hortalizas, sembradas por las comunidades, con el fin de trabajar con un solo pensamiento. También tenemos el espacio de la maloka —como la llamamos muchas de las comunidades—. En otras, a este tipo de construcción la llamamos tambo uasi o suma uasi. Es el Círculo de la Palabra, donde se concentra el saber ancestral de algunos de los pueblos indígenas que habitan la localidad de Ciudad Bolívar, donde hay ocho pueblos que hacen parte de la Mesa Local Indígena: kamëntsa, uitoto, yanacona, zenú, inga, nasa, pijao, entre otros que se han venido sumando, como yucuna y los pastos, también, que vienen en pro33 Luz Marina Chasoy es parte del pueblo inga, del Valle del Sibundoy, Putumayo. Es integrante del equipo de mediación del MCA desde inicios de 2023.

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ceso de fortalecimiento y construcción cultural. Es importante llamarle Círculo de la Palabra porque, en medio de la tulpa, el fuego, es donde realmente se hace el intercambio de saberes culturales ancestrales. Desde la medicina propia, la artesanía, la música, la danza, el arte propio… En la localidad no se tiene un espacio de las comunidades para temas de compartir la palabra o compartir todo ese saber ancestral de cada uno de los pueblos. Este es un espacio de construcción y de articulación con las instituciones. La mano de obra —algo que se tiene que agradecer— fue de parte de los compañeros muiscas, que lo construyeron en guadua. En cuanto a la forma, más que un círculo, se trata de un vientre en forma de rombo. Usualmente, las comunidades lo construyen como un círculo. Pero el pensamiento de ellos, de quienes lo construyeron, fue concebido como el vientre de nosotras las mujeres. En los territorios, de hecho, se construye, además de guadua, con madera de palo, que le llaman, y en círculo, que representa la fuerza del sol… también se dice que es un espacio de meditación para orientar a nuestros jóvenes, porque en contexto de ciudad se pierden usos y costumbres. Y lo que hacemos en este espacio es llamar a concientizar, a reflexionar y a decir “nosotros somos indígenas y estamos aquí”.

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Huerta y siembra en la terraza del Museo. Fotografía: Camilo Rodríguez-IDPC, 2023.

La invitación que les hacemos a las personas que llegan al Círculo de la Palabra es al respeto, al silencio, al escuchar… Hemos hecho actividades como intercambio de saberes ancestrales en medicina, con

los sabedores de todos y cada uno de los pueblos que han hecho parte de esa construcción colectiva. Lo que se quiere es dar a conocer y visibilizar estas prácticas y saberes en estos espacios.


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La forma de esta estructura está inspirada en la espiral de las conchas de los moluscos nativos de las montañas del viento (Cerro Seco) y en las casas tradicionales de los pueblos indígenas. Es autoportante y recíproca, y está elaborada en madera, guadua y bambú. Este proceso de diseño y autoconstrucción se realizó con las manos y los corazones de Jhoan Ruiz, integrantes del Colectivo Mayaelo, jóvenes de la localidad e integrantes del pueblo muisca de Ciudad Bolívar, y fue acordada con la Mesa Local Indígena de Ciudad Bolívar. Fotografía: Camilo Rodríguez-IDPC, 2023.

Constanza Berbesí Lorduy, una de las participantes en la Dibujatón organizada por el IDPC en el MCA en 2023, con su dibujo del Círculo de Palabra. Fotografía: Camilo Rodríguez -IDPC, 2023.

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Taita Reineiro Jacanamijoy, del pueblo kamentsa, liderando un encuentro en el Círculo de Palabra en abril de 2023. Fotografía: Camilo Rodríguez -IDPC, 2023.

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Lugares autoconstruidos. 2023. Premio “Dibujatón. Ilustra el patrimonio de la ciudad”. Programa Distrital de Estímulos, IDPC. Dibujo: Alejandra Pérez.


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El Museo de la Ciudad Autoconstruida

EL MUSEO LUEGO DE RECORRERLO JONATHAN: Yo sí quisiera, tenía una pregunta para ustedes: ¿qué pensaban que tenía este Museo? Mauricio: Pues este Museo genera curiosidad. Porque cuenta una historia, a diferencia de los otros. Esteban: Es para educar a la gente… Mauricio: Sí, es algo más académico, cultural, la educación sobre Ciudad Bolívar, la gente en Ciudad Bolívar, los que llegaron, los que viven acá y la mezcla de todas esas culturas de Colombia que están acá. Qué es Ciudad Bolívar. DAVID: ¿Solo esta localidad tiene este tipo de museo? Mauricio: Yo no conozco otro... Porque este es un museo netamente enfocado en Ciudad Bolívar. En la localidad. Diana: Sí hay museos comunitarios, seguramente espacios de la memoria, pero propiamente como un museo administrado por una institución del Distrito, tal vez sí sea el único en el sur o en los barrios populares de la ciudad. Yo quisiera un poquito cerrar, no la conversación, sino el tema anterior, que estábamos hablando, porque es un tema que suscita mucho este espacio. A veces nos han preguntado: “ay, ustedes —con emoción, ¿no?—, ¿ustedes quieren que Ciudad Bolívar sea como la comuna 13 de Medellín? O, ustedes…” ¿sí?,

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La gente de mi ciudad esperó con emoción que nuestra localidad fuera una sensación. Empezó como una idea y el proyecto se formó, hasta que en la realidad el Museo se creó. Se pensó en darle un nombre al Museo, ¡sí señor! Ciudad Autoconstruida, fue así como se llamó. CORO Donde se cuentan historias y se siembra la esperanza entre grandes y pequeños. Esto es una enseñanza. (Bis)

Alquiler de lavadoras en el barrio Potosí. Fotografía: Soranny Vargas, 2021.

como emocionados de que Ciudad Bolívar va a ser un lugar superturístico y tal, y yo, Diana, me digo, “no, en lo absoluto quiero que mi territorio sea eso”. Mauricio: Eso es sentido de pertenencia. Esteban: Es identidad. Mauricio: Es único.

El Museo representa ejercicio y construcción de creencias y saberes de toda una población. CORO Donde se cuentan historias y se siembra la esperanza entre grandes y pequeños. Esto es una enseñanza. (Bis) Son procesos incluyentes donde todo es igualdad de culturas y raíces, de toda diversidad. Se construyen entre todos Juegos, risas y canción Entre niños y adultos todo suena aún mejor.

Este espacio ya es famoso, muy completo y especial. porque goza de riqueza, patrimonio cultural.

El Museo nos despierta procesos de creación, donde siempre es importante apropiar la población.

Tiene fotos, tiene arte, tiene mucho que contar, solamente se respira armonía y mucha paz.

CORO Donde se cuentan historias y se siembra la esperanza entre grandes y pequeños. Esto es una enseñanza. (Bis)

ABEMOL34 34 Abemol, antiguo Carrangaso, integrado por: Jonathan Yesid Ulloa, Yury Aguiar Cárdenas, Miguel Ángel Ulloa y Luis Andrade Pedraza. Ellos compusieron esta canción en el marco de la rendición de cuentas del IDPC ante la comunidad de Ciudad Bolívar en 2022.

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TENSIONES, ENCUENTROS Y DESEOS

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DESDE EL TERRITORIO HACIA EL MUSEO

El borde, como punto de partida, es el borde que habitamos. Es horizonte de reflexión y acción, es el borde que abraza, contiene y delimita. Nuestro borde sur tiene valles y montañas, colores y texturas, encuentros y desencuentros que originan tensiones. Sin embargo, y de forma inevitable, cuando esas tensiones caminan el mismo borde y alcanzamos a vernos unos/as a otros/as, nacen caminos que dialogan en medio de las fuerzas, hasta expresarse en anhelos y deseos. En este capítulo se exploran los bordes, las tensiones, los encuentros y los deseos que suscita el MCA para los habitantes del territorio, la institucionalidad y el equipo del Museo.

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Vivienda polígono alto riesgo Espino tercer sector. Fotografía: Christian Cely, 2012.


TENSIONES, ENCUENTROS Y DESEOS

BORDE Por un museo rebelde en Ciudad Bolívar *POR EVANS GAMA35

Oír las voces de las gentes no fue suficiente. Había que escribirlas en el mismo tono y el mismo lenguaje en que habían sido escuchadas para no usurparlas. No fue fácil desembarazarme del idioma conceptual que me impedía ver y hablar. Pero un afortunado día escribir se me volvió obligatorio, incluso apasionante. Pero todavía faltaba saber si sería útil. Poco a poco esta condición abrió camino al constatar que la gente llana entendía lo que yo escribía con su voz. Los colonos, los aventureros, los guerrilleros, los despojados y hasta los desaparecidos adquirían así vida textual. Alfredo Molano36 35 Historiador, maestro de comunicacióneducación y habitante de la localidad de Ciudad Bolívar. Ha construido y hecho parte de diferentes organizaciones sociales, ambientales y comunitarias. Tiene gran interés por la memoria histórica, el patrimonio y los museos, además de estar comprometido con la construcción de paz en los territorios. 36 Alfredo Molano, “‘Vaya, mire y me cuenta’. Discurso de Alfredo Molano al recibir el doctorado honoris causa de la Universidad Nacional de Colombia”, consultado el 24 de marzo del 2021, https://www. banrepcultural.org/noticias/vaya-mire-y-me-cuentadiscurso-de-alfredo-molano-al-recibir-el-doctoradohonoris-causa-de

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El Museo de la Ciudad Autoconstruida es un lugar allá arriba en la lomita que invita a reflexionar sobre esta inmensa localidad que es Ciudad Bolívar. Su exposición permanente nos permite conversar alrededor de la explotación, la estigmatización, las resistencias, los sueños, pero, además, posibilita entablar un diálogo sobre nueva museología, museología tradicional, museos participativos, comunitarios y ecomuseos. De esta forma, nos preguntamos ¿qué es el MCA? y ¿cuál es su función? Sabemos que no es un museo tradicional, clásico, donde los objetos son materia de culto, donde se vanagloria al edificio y donde las personas no son solo visitantes. Sin embargo, tampoco es un museo comunitario, puesto que la comunidad no es quien lo dirige ni quien lo administra, los recursos no son autogestionados desde y para la comunidad, y tampoco esta es dueña del lugar. En cambio, sí es un museo que ha involucrado en distintas fases del proyecto museológico, desde la planeación hasta el funcionamiento, a las personas que habitan, trabajan y luchan en Ciudad Bolívar. Es una museología que habla de territorios, patrimonios y comunidades; aquí no se presenta solamente la voz del experto, del museólogo o el especialista.

Esta es una corriente museológica que tiene orígenes tras el mayo francés del 68, pero, en Latinoamérica, sienta sus bases en Chile, durante la presidencia de Salvador Allende, con la Declaración de la Mesa de Santiago de 1972. Esta apuesta transformadora se denominó nueva museología, de la que se desprenden el museo participativo y el ecomuseo. No obstante, en una conferencia reciente en el Museo Nacional de Colombia, el director de la Maestría de Museología y Gestión del Patrimonio de la Universidad Nacional, Edmond Castell, la llamó museología rebelde: “Rebelde hace referencia a los museos, corrientes museológicas y praxis museográficas comprometidas socialmente”37. El Museo de la Ciudad Autoconstruida, como lo denota su guion museológico, es “una exposición en constante construcción y de carácter participativo”; esta es una característica de los museos que buscan un compromiso social. De esta forma, “el patrimonio forma continuamente una nueva colección”. Ya no son colecciones las que se encuentran expuestas en un edificio, sino que son patrimonios como obras en proceso, transformación, evolución o renovación que dialogan con las comunidades desde el territorio. Teniendo en cuenta esto, la exposición debe ser un medio o puente para la acción comunitaria. Por 37 Edmond Castell, “Museologías rebeldes. Museos y museologías”, 18 de marzo de 2023, Museo Nacional de Colombia (Bogotá).

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medio de este tipo de museo se logra hacer participantes y creadoras a las comunidades de sus propios discursos culturales, con una mirada introspectiva y, sobre todo, empoderadora. Este Museo al filo de la montaña debe asumir con gran rigor esa rebeldía de la que habla el profesor Castell, pero, también, de la que cuenta Ciudad Bolívar a través de su historia, como una localidad que se niega a seguir al margen del derecho a la ciudad, alejada de la centralidad urbana y museal de Bogotá. Es por ello que, como nos decía Molano en su discurso tras recibir el doctorado honoris causa en la Universidad Nacional: “Así, de costa a costa, de río en río, de camino en camino, hice lo que un negro viejo en el Charco, Nariño, me dijo: ‘Para conocer, señor, hay que andar’. Un consejo que ha sido el itinerario de mi vida. Oír las voces de las gentes no fue suficiente”38. De esta forma, todas las ciencias, incluida la museología, se deben hacer andando y no solo escuchando.

38 Molano, “‘Vaya, mire y me cuenta’”, 1.

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39 Mario Chagas, “Há uma gota de sangue em cada museu: a ótica museológica de Mário de Andrade”, Cuadernos de Sociomuseología 13, n.° 13 (1999): 17-51, https://revistas.ulusofona.pt/index.php/ cadernosociomuseologia/issue/view/30 40 La versión española traduce Traumhaus como “construcciones oníricas”; la traducción francesa, como “maison du rêve collectif”, es decir, “casa del sueño colectivo”. Walter Benjamin, El libro de los pasajes, ed. de Rolf Tiedemann (Madrid: Akal, 2005), 412-413.

Un museo en Ciudad Bolívar, que considera la democratización de voces, miradas y prácticas culturales,

Hay una gota de sangre en cada museo… admitir la presencia de la sangre en el museo significa aceptarlo como arena, como espacio de conflicto, como campo de tradición y contradicción. Mario Chagas39 Los museos son parte, sin dudas, de la casa de los sueños de la colectividad. Walter Benjamin40

Caminar la educación y la comunicación museal

debe pensar en clave de derechos y barreras dentro de él, y la educación y la comunicación como elementos fundamentales para la transformación de estos. A nivel general, vemos que los museos se declaran como “para todo público”. Sin embargo, ¿quiénes son los que caminan el Museo más recurrentemente? En ánimo de romper esas barreras y de que las comunidades puedan acceder a sus derechos, en Ciudad Bolívar el primer obstáculo ha sido el intelectual, pero, parafraseando a nuestro referente de la pedagogía de la liberación, Paulo Freire, cuando habla de educación, el museo no debe ser un lugar para ir a aprender o un espacio transmisor de conocimiento; debe ser un territorio para la creación de este y la materialización de sueños. La museología rebelde debe propiciar que las comunidades encuentren en la exposición algo que les pertenezca, los identifique y lleve, además, a que la experiencia vivida

dentro del Museo sea relevante a nivel emocional, sensible o intelectual. Por otro lado, finalmente la relación con las comunidades que han sido in-diferentes, in-habituales, in-cómodas debe ir ligada al ejercicio comunicativo; el lenguaje, el discurso, debe conectar con las personas; la tecnología debe ser funcional para la conversación en redes, correo electrónico, radios locales, periódicos, boletines, videos… El Museo debe evadirse del edificio, recorrer el territorio —sea de manera digital o a pie— con los vecinos, en el barrio, el cable, los postes, los colegios, los jardines, las bibliotecas comunitarias, las tiendas, las organizaciones sociales (no siempre con las mismas). El Museo, al igual que el territorio, debe buscar salir de la periferia.

TENSIONES, ENCUENTROS Y DESEOS

Museo de la Ciudad Autoconstruida: de la potencia a la posibilidad *POR LUIS CARLOS MANJARRÉS41

Los testimonios locales ubican el origen del Museo de la Ciudad Autoconstruida en los espacios de concertación sobre el destino y uso de los predios circundantes al cablemóvil, organizados entre el 2015 y el 2016. En ese escenario, la población expuso la necesidad de destinar alguno de estos espacios para la circulación de la memoria, la cultura y el patrimonio local. La tarea de materializar ese mandato ciudadano y de apoyar los procesos colaborativos con comunidades fue asignada al Museo de Bogotá en 2019. Ya había tenido la oportunidad de recorrer las montañas de Ciudad Bolívar entre el 2014 y 2018, acompañado de militantes del M-19 que en los años ochenta hicieron parte de las milicias urbanas en la zona. Con ellos y ellas realizamos una investigación sobre los impactos de la guerra en el cuerpo y, desde la agencia popular, se hizo evidente que esta localidad ya tenía unas reflexiones importantes sobre la estre41 Gerente general del Museo de Bogotá (julio de 2021 a septiembre de 2023). Museólogo, curador y gestor cultural, con experiencia en cocreación con comunidades vulneradas y en proyectos de activismo para la apropiación social del arte, el patrimonio, la cultura, la memoria y las ciencias.

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cha relación entre la estigmatización y la deshumanización. Esa experiencia previa me sirvió para comprender que la memoria en Ciudad Bolívar tiene una dimensión propia. Allí, tanto la resistencia como la victimización son cotidianas, y en la resiliencia, grabada en el sentir local, no se percibe esa carga heroica o idílica de la superación del trauma. En Ciudad Bolívar los proyectos de vida son colectivos y complejos, y las victorias, logros y conquistas nunca serán suficientes, porque la lucha y el inconformismo son parte del carácter identitario de las personas del territorio. Para el caso del Museo de la Ciudad Autoconstruida, el concepto de memoria era aún más amplio; me atrevería decir que multiversal. Los testimonios y el recuerdo se complejizaban en cada conversación; lo rizomático aparecía en cada nueva ramificación temática; en otra sesión, surgían líneas de tiempo paralelas, que no se cruzaban con lo ya escuchado. La interseccionalidad, la multidisciplinariedad u otros conceptos de las ciencias sociales parecían categorías caricaturescas inservibles para dar cabida a una memoria tan arraigada a los pueblos originarios o a los territorios de origen, que a veces no se sabía si hablaban de la quebrada Limas o de un afluente del Amazonas; una memoria tan actual que los recuerdos de la vida campesina retumbaban con tanta fuerza desde el anhelo y el

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Autoconstrucción en el territorio. Fotografía: Christian Cely, 2013.

deseo, que no era fácil saber si lo que escuchábamos era la memoria de lo que soñaban o el clamor por que todo sea como aún lo sueñan. Era muy común que entre todos se complementaran las frases; algunas veces, sonaban como un coro afinado, como si la unión de las memorias individuales conformara una sola voz colectiva que reafirma el “soy porque somos”. El patrimonio oral local posibilitó entender que la necesidad y recursividad son el motor de la autogestión y la autoconstrucción, procesos que se dan gracias a un tejido social cohesionado; y, una vez se crea comunidad y se construye barrio, la sostenibilidad se debe a la labor de la educación popular. Podría extenderme en lo mucho que aprendimos, gracias a que tuve la fortuna de participar en las jornadas con la Mesa de Memoria y aportar a la investigación conceptual desde el 2020. Pero fue desde el 2021, como gerente del Museo de Bogotá, que tuve la responsabilidad de liderar los espacios de concertación y participación; por ejemplo, los que desarrollamos con la Mesa Indígena y con la Consultiva Afro, lo que significó más responsabilidad y compromiso ético con unas poblaciones que eran arte y parte, que transitaban entre colaborar y ejercer veeduría. Durante estos tres años dediqué la mayoría de mis esfuerzos al Museo de la Ciudad Autoconstruida, que administrativa y presupuestalmente funciona

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como una sede del Museo de Bogotá. Eso me ubicó en una bisagra entre las limitaciones propias de las realidades institucionales, legales, administrativas y burocráticas, y las exigencias y el sentido común, o el deber ser territorial, que se basan en la pasión, la emoción, en la experiencia de vida y la digna rabia que provocan las injusticias sociales en esta localidad. Todos estos aprendizajes ubican al Museo de la Ciudad Autoconstruida como una de las experiencias más retadoras, significativas y gratificantes de mi trayectoria profesional. Allí pasan cosas inimaginables, como que hasta una rendición de cuentas —un requisito obligatorio de las entidades para garantizar la transparencia de la gestión de la administración pública— sea un momento memorable, ya que no solo permitió evaluar el primer año de operación, sino que se constituyó en un punto de inflexión emocional de asumir que todo el esfuerzo invertido en el proyecto siempre será insuficiente. Para esa jornada, tuvimos que compilar la información para el informe sectorial e institucional, seguir la reglamentación exigida por la ley de participación 1757 de 2015 —que establece unos pasos a cumplir a cabalidad—, diseñar la metodología de los escenarios de diálogo y planear la logística, así como los esfuerzos adicionales que exige la responsabilidad con la localidad. Entre estos: garantizar la presencia de

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las voces del territorio; incidir para que la convocatoria fuera abierta, masiva y pública; equilibrar el peso entre las cifras y los datos cuantitativos para dar relevancia a lo cualitativo y planear la sistematización artística, pues en Ciudad Bolívar la gestión del conocimiento se realiza y se transmite de formas diversas y creativas, que además de ser atractivas son bastante efectivas. Ese día no tenía ningún rol particular, así que pude ser observador del escenario y de mis emociones; especialmente, abrazar el cansancio, sentir la satisfacción del deber cumplido y reconciliarme con la frustración de no haber hecho más. Pese a todas las dificultades, ahí estaba un equipo formado y consolidado, hablando desde sus apuestas de vida y cómo estas se han concretado en alguno de los procesos transversales impulsados desde el proyecto del Museo. Creo que la dicha provenía de saber que, pese a que ellos y ellas no lo reconocieran, el Museo había sido captado como platafor-

ma para continuar trabajando desde sus apuestas de construcción de paz, transformación de estereotipos, reconocimiento de las prácticas artísticas, de las injusticias medioambientales y de la implementación de los enfoques diferenciales (género, étnicos, ciclo de vida, discapacidad). Las intervenciones del panel fueron profundas porque han sido y son sus apuestas, sus resistencias, sus victorias, sus procesos, su territorio y su Museo. En esa jornada se hizo explícita, para mí, la potencia y la posibilidad que ofrece el Museo de la Ciudad Autoconstruida. El Museo se construye día a día desde la potencia: esa fuerza, ese poder y esa capacidad de agencia que tienen las personas de la localidad de transformar con acciones de micropolítica su realidad para tener vivienda digna, para cuidar el entorno, para conservar su herencia rural, para construir desde lo plural, abyecto y diferente; potencia de basarse en el legado social que cimentan los líderes y jóvenes

de la localidad, desde sus procesos, que no solo reemplaza lo estatal sino que le exige a la institucionalidad cumplir con su deber. Pero, a la vez, el Museo sigue siendo una plataforma para la posibilidad: aptitud u ocasión para ser o existir, es decir, para que algo nuevo suceda. El Museo es una posibilidad para el territorio, para que el resto de la ciudad, el país y el mundo aprenda de la potencia de lo comunitario y lo colectivo, una posibilidad para exigir unas instituciones realmente al servicio de la ciudadanía; la posibilidad de ser el uno con el otro, de disminuir la brecha segregacional, de evitar más injusticia social al restituir derechos educativos y culturales; una posibilidad para el encuentro y para que ocurran, cada vez más, diálogos improbables. La expectativa frente al Museo sigue vigente, porque es un faro desde el cual se puede irradiar esperanza de ser un territorio para el buen vivir y la vida digna.

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Todo se hizo, todo está haciéndose, todo está por hacer

*POR CHRISTIAN CELY

Nosotros somos como la higuerilla, como esa planta salvaje que brota y se multiplica en los lugares más amargos y escarpados. Véanla cómo crece en el arenal, sobre el canto rodado, en las acequias sin riego, en el desmonte, alrededor de los muladares. Ella no pide favores a nadie, pide tan solo un pedazo de espacio para sobrevivir. No le dan tregua el sol ni la sal de los vientos del mar, la pisan los hombres y los tractores, pero la higuerilla sigue creciendo, propagándose, alimentándose de piedras y de basura. Por eso digo que somos como la higuerilla, nosotros, la gente del pueblo. Allí donde el hombre de la costa encuentra una higuerilla, allí hace su casa porque sabe que allí podrá también él vivir… Julio Ramón Ribeyro42

Todo se hizo, todo está haciéndose, todo está por hacer. Pero en aquellos tiempos nadie pensó en un museo, pues esto quizás no tenía una función importante cuando el barrio estaba na-

42 Julio Ramón Ribeyro, “Al pie del acantilado”, en Tres historias sublevantes (Lima: J. Mejía Baca, 1964).

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ciendo. ¿Para qué serviría un museo?… Algunos pensarían que lo mejor sería un parque o una cancha para micro. Ahora existe un museo en la montaña, único, particular, vivo, ¿comunitario? El Museo de la Ciudad Autoconstruida es un ejercicio social permeado por lo comunitario. Sin embargo, no lo es, no es comunitario porque es operado por el IDPC, institución que lo financia. Cabe mencionar que todos los que hemos pasado por este espacio movilizamos o hacemos parte de procesos comunitarios que aportan desde diversas aristas a lo social en la localidad. El Museo exalta, entre muchas cosas, lo comunitario. Lo comunitario es fundamental para hablar sobre lo que hoy conocemos como Ciudad Bolívar; sin embargo, lo comunitario sigue habitando en el barrio. Esta actitud no se desprende de la vida; por ello, lo comunitario nace en el otro y para el otro, es una actitud, una acción que moviliza un sentido, idea o pensamiento de transformación. Lo comunitario es altruista, defiende la vida y lo humano, nos permite reconciliar muchos hilos rotos, hilos olvidados, hilos que son necesarios para una común unidad. Lo comunitario está en el barrio donde la gente aún no conoce un museo. Al Museo llegan muchas personas que también visitan el territorio. Ciudad Bolívar atrae miradas, tiene magia y ahora tiene cable aéreo. Por ello, el Museo despierta en los otros y otras sentidos que conectan con demandas 133


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crecer la localidad y que añoran sean contadas y reconocidas. Ejemplo de ello, la maestra Blanca Pineda con una vida y obra dedicadas a la reflexión de lo patrimonial en la localidad. El Museo posibilita este intercambio de pensamientos; alimenta y nos permite reflexionar sobre algunas cosas a las que antes no se les prestaba atención. Lo interesante de que el Museo esté en el territorio es que aquí se hacen las cosas diferentes, de una manera solidaria y transversal; por ende, el Museo puede ser la escuela para seguir formando líderes, artistas y personas que aporten e incidan en escenarios de toma de decisiones en lo político.

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lidad llega al Museo y complementa la palabra que se narra; entonces se activan las piezas museográficas a través de la mediación: la mediación es un espacio participativo. El Museo de la Ciudad Autoconstruida llegó y creo, fielmente, que no se marchará. Es probablemente uno de los mejores pretextos que se han generado en el territorio para convocar desde el arte a la comunidad. La diversidad de personas y visiones que habitan el territorio permite múltiples posibilidades de enunciación que muchas veces son carentes en lo museográfico. El Museo de la Ciudad Autoconstruida posiblemente es uno de los lugares para recuperar la belleza y la estética que han sido históricamente cercenadas de los habitantes de Ciudad Bolívar. Los artefactos del museo contienen potencia —y quizás esencia—, porque nacieron de sus habitantes, se convierten en dispositivos para conectar simbólicamente con las subjetividades de los visitantes y llegan a movilizar la sensibilidad. Aunque se tenga un guion como herramienta y recurso pedagógico, este es variable, no es algo rígido, es algo que se complementa con los otros; por ende, en este museo tal vez se ejerce otro tipo de método o discurso museográfico, que va sobre la marcha al igual que la autoconstrucción. Por otra parte, en el barrio ahora es más frecuente escuchar la palabra patrimonio. Creo que esta ha sido una ganancia e inquietud que el Museo de la Ciudad Autoconstruida ha dejado en el

territorio, que alimenta la reflexión de lo cultural en la localidad de Ciudad Bolívar y que permite ampliar el espectro del debate. Pero ¿cómo entender la palabra patrimonio en un lugar que históricamente ha sido saqueado? Este es un buen punto de partida para situar la visión que el IDPC tiene acerca del patrimonio y que se ha venido trazando en los últimos años. Es particular ver cómo, a través del estallido social que ha venido cruzando Colombia, muchas acciones simbólicas han resignificado lo que se consideraba patrimonial. En nuestro territorio ha estado un árbol (Palo del Ahorcado) que ahora es sistematizado bajo conceptos patrimoniales, que engloba el sentir, las prácticas sociales, comunitarias y religiosas que en él circundan. Se trata de retomar las banderas y reflexiones que han venido trazando los “vieja guardia” del territorio, los hombres y mujeres que custodian esas historias con las que vieron

sociales, ambientales, políticas y económicas de nuestro territorio. El Museo se hace de las voces y relatos de muchos que fueron silenciados en la narrativa y la construcción de ciudad. Estar al borde o al límite puede ser una posición privilegiada, te permite ver una parte del todo, te aleja al extrarradio para estar atento, vigilante; la cima es la posición estratégica para accionar. Desde esta montaña, que se ve herida por la minería a kilómetros desde el centro de la ciudad, también se puede contemplar la belleza de las estrellas en la ruralidad, alejadas del espectro de luz de Bogotá, más cercanas al manto de la noche oscura que cobija el camino del Sumapaz. Estos espacios en los territorios son los que contienen relatos, memorias, voces, sucesos, que han convertido esto en historia de barrio. El Museo es del barrio y para los del barrio; su función es múltiple y nunca acabará, está surgiendo y caminando con procesos como el “laboratorio de maquetaje social”. La gente no lo reconoce aún, no lo ve cerca, pero el ejercicio de la mediación en el sentido pedagógico es lo que posibilita ese vínculo con el otro. El mediador es un puente entre los vecinos y los visitantes; la mediación activa un vínculo poderoso y sensible a través del arte, transforma. Recibir un aplauso o unas lágrimas son regalos que las personas entregan en este lugar; humildes pero reales son las palabras e historias que se permiten conectar cuando un abuelo o abuela fundador/a de algún barrio de la loca-

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Un museo en escena Cristina Lleras43: Soy curadora y museóloga. A veces puedo crear los museos que tengo en la cabeza. Me guía la búsqueda de la respuesta —siempre parcial— a la pregunta: ¿para qué nos sirve el pasado? Mi relación más estrecha con el Museo tiene que ver con el proceso de escucha, de síntesis, de desarrollo de la narrativa de trabajo con las personas que hicieron los contenidos, y de poner en funcionamiento el edificio como sede del Museo. La primera vez que supe sobre este Museo fue antes de empezar a trabajar para el Museo de Bogotá. Estaba ayudando al gerente de ese momento a recopilar la información sobre los proyectos que quedaban pendientes de la administración pasada. Así, pudimos conocer el guion que se había propuesto inicialmente para el MCA y una parte del equipo del Museo de Bogotá hizo un diagnóstico de ese trabajo: no hubo, por distintas razones, espacios de participación o de conversación, y por tanto era un museo que no había considerado en su metodología incorporar la experiencia de las personas de la localidad. 43 Entrevista realizada a Cristina Lleras, curadora independiente y docente universitaria. Doctora en Estudios Museales de University of Leicester. Fue curadora del Museo de Bogotá y coordinó la investigación curatorial y producción de guiones conceptuales y contenidos para la inauguración del MCA en 2021.

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Esta relación mía con el Museo de la Ciudad Autoconstruida se forjó a partir de los encuentros que se empezaron a realizar virtualmente con el espacio Mesa de Memoria, y que llevaron a que a finales del 2020 existiesen dos guiones conceptuales que se formularon como la base para que en 2021 se construyeran los contenidos y se aterrizara toda esa información que se había recogido a partir de reuniones, de conversaciones con otras personas de la localidad, e incluso también con gente que había hecho tesis sobre temas relacionados. Se trató de un proceso dirigido a entender esa difícil relación que tiene la ciudad con el sur y la manera como Ciudad Bolívar ha sido determinante en el desarrollo, en la construcción de la ciudad, y, sin embargo, ha recibido muy poco a cambio. Esos documentos conceptuales son, si se quiere, el sostén de los contenidos. Parte de ese proceso de escucha y de traducción implicó ordenar la manera en que el tercer piso iba a dar la bienvenida: de qué manera se iba a dar, cómo se iba a situar a las personas, tanto de la localidad como de fuera de ella. También el proceso condujo a la toma de decisiones sobre el piso de programación y el sótano como el lugar expositivo, pero concebido no como una exposición únicamente para ser vista o escuchada, sino como un espacio al que la museógrafa en ese momento denominó un museo en escena. Es decir, un espacio

El paisaje de la minería. Fotografía: Anghello Gil, 2022.

cuyos contenidos fuesen móviles y que implicaran, de una manera profunda, la mediación más como una performance, con la posibilidad de generar, o de activar, el archivo oral y la memoria, constantemente. Si bien mi primera relación con el MCA fue a través de todos los relatos y de las conversaciones que se dieron virtual-

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mente, luego fue a partir de recorrer, caminar, asistir en varias oportunidades a eventos y conocer las famosas tres montañas. Y luego, con base en eso, daríamos el paso para reconocer que a esa diversidad, y a todo lo que la gente había hablado en las reuniones, había que ponerle cara, color y montaña.


TENSIONES, ENCUENTROS Y DESEOS

¿Un espacio para hablar de nosotrxs o un lugar donde hablemos nosotrxs? *POR WILSON DUVÁN GÜIZA MOYA

Las barricadas siempre han sido ese tope hasta donde se espera que el otro no pase, esas barreras que, a modo de piedras, palos y alambres, nos referencian un límite, y de alguna forma son extensión de los cuerpos de aquellos por quienes han sido construidas. Y en aquel momento, como ahora, mantener la barricada era cuestión de mantenerse en los principios que provocaron la manifestación y la toma de las calles de concreto y asfalto, calles metamorfoseadas en barricadas, calles proyectil, calles de gritos, calles de encuentro y desencuentro, calles de dignidad en las que se coció la rabia de mujeres, niños y hombres que exigían, como siempre, una vida mejor. Harold Bustos (artista local de Ciudad Bolívar)

El MCA ha nacido de las disputas y las exigencias que las organizaciones de Ciudad Bolívar han realizado históricamente, de manera que, para los procesos organizativos y las comunidades de la localidad, lo que sucede en el MCA 138

de manera expositiva, de divulgación y reflexión, no es más que el resultado de unas realidades latentes, en disputa y en constante construcción del territorio. Reivindicar la autoconstrucción implica reivindicar disputas y tensiones comunitarias, y este es uno de los objetivos del Museo. Pero implica, además, poner sobre la mesa y sentar la discusión sobre cuál es el lugar de enunciación de las apuestas y luchas mencionadas y divulgadas. ¿Será un lugar expositivo y de mera enunciación? o ¿será un lugar de reflexión, de agitación y que propicie la agencia de las comunidades? Históricamente, apuestas y luchas han alimentado los relatos, las vivencias y las proyecciones de las comunidades y procesos organizativos de la localidad. Estas no están acabadas, sino que se recrean a diario y se reconfiguran en cada contexto y situación nueva que llega a la localidad. En este orden de ideas, tanto el guion como los dispositivos y exposiciones que transcurren por el MCA tampoco están acabados, ni determinados ni rígidamente delimitados; por el contrario, se alimentan, recrean y reconfiguran simultáneamente con los contextos, las luchas y disputas de las comunidades y procesos organizativos. Lo anterior no sucede ni sucederá por espontaneidad; ocurre en la tensión y búsqueda constante que titula este escrito: “Un lugar donde hablemos nosotrxs”. Y es que hablar de lugar, por encima de espacio, tiene unas implicaciones no solo conceptuales, sino rela-

cionales. El concepto de lugar resulta trascendental, ya que no solo permite entender la organización del espacio mediante las experiencias, sino que condensa lo que en la geografía humanística se conoce como los centros o focos con significación, las intenciones que los individuos o colectivos han espacializado. Son estas las que evidencian cómo las distintas experiencias y percepciones vinculan de manera positiva/negativa al individuo/colectivos con los lugares. Se podría plantear entonces que esos vínculos positivos o negativos son el centro para abordar y examinar la variedad de experiencias, sensoriales y derivadas de los lazos afectivos que establecen los individuos con los lugares. Todo este recorrido teórico que permite reconocer la importancia de las experiencias, vivencias, emociones, vínculos espacio-temporales de los individuos y colectivos con determinados lugares, y que cobran sentido al complejizar el análisis, a la luz de factores políticos, de poder, de organización de colectividades, de identidades y cómo estas establecen relaciones espacio-temporales. Todo este entramado de experiencias, sentimientos, percepciones, vínculos y relaciones es el que se debe manifestar y expresarse en el MCA, no solo de manera expositiva enunciativa; también debe estar presente y ser involucrado en los procesos de planeación, construcción y desarrollo de toda

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la propuesta educativa y museológica que significa el MCA. En ello debería enfocarse el MCA, en consolidarse como un lugar donde —a pesar de las latentes y evidentes tensiones entre la institucionalidad y las comunidades— puedan tener lugar e incidencia todas las voces que en teoría intenta recoger; porque no se trata de la mera enunciación o exposición de lo que en el territorio sucede, ni de reproducir una mirada trivial y estigmatizante de la localidad, cayendo en la lógica del “hablar por nosotrxs”. Se hace necesario entonces garantizar incidencia, participación, capacidad de agencia, de agitación y organización comunitaria para la que el MCA sirva como plataforma. Que el Museo en general se llene de barrio, de tierra, de historias, de manos, de hilos, de voces y luchas. En eso consiste que pueda ser un lugar donde hablemos nosotrxs. “Un lugar donde hablemos nosotrxs” podría considerarse como esas exigencias en común —no dichas explícitamente— que se sentían en el ambiente tanto en el Paro Cívico Popular de 1993 como en el estallido social de 2021. Buscar hacer eco de las problemáticas y realidades que tienen lugar en este territorio, hacer difusión de lo que en la localidad se propone y se construye, darles lugar a las voces, los cuerpos y las apuestas del territorio… en síntesis, de ello se trata buscar “un lugar donde hablemos nosotrxs”.

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Muralismo en Ciudad Bolívar: Fotografía: Duvan Alonso Espinel, 2020.


Somos todos cuidadores del Museo porque es parte de cada uno, de los impuestos de uno, y, si uno no lo divulga, pues allá se va a quedar el Museo como hay muchos museos en Bogotá que la gente no los conoce. Van al centro y “hay que ir al museo tal…”, “¿hay un museo?”. Y para muchos incluso al comienzo fue también algo asombroso saber que había un museo allá en El Paraíso […] Entonces uno dice: “qué chévere que la gente siga contando sus propias historias, ya sea en audio, en video, o por medio escrito, pero que la gente siga conociendo ese espacio”. Porque creemos que el Museo es un puente para que quiten ese estigma de Ciudad Bolívar. Y hay que resaltar que el Museo y el cable le dieron mucha vida al Paraíso, porque antes era imposible llegar ahí. Todavía falta mejorar.

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Pero eso le dio mucha vida. Y hoy vemos que llega mucha gente a conocer ese espacio. A mí me gustaría soñar con mucha gente conociendo qué es Ciudad Bolívar. […] Yo creo que la Mesa de Memoria es fundamental, o ha sido fundamental, independiente de lo que haya sucedido, porque desde ahí seguimos construyendo. El Museo de la Ciudad Autoconstruida es ver cómo vamos construyendo la memoria a partir de una serie de experiencias que teníamos en diferentes partes de la localidad y que debemos continuarla, porque todavía no se ha contado toda la historia de nuestro territorio.

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Héctor Gutiérrez.

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ENCUENTROS

ENCUENTROS

Adentro y afuera del MCA: contradicciones y anhelos de una mediadora *POR DIANA PAOLA CASTILLO HERRERA

Se ha depositado en el Museo de la Ciudad Autoconstruida mucha esperanza, fuerza y convicción de que puede ser un lugar digno que represente, de alguna manera, el histórico y arduo anhelo de quienes habitamos estás montañas de tener una vida digna. Es un espacio con grandes potencialidades pedagógicas y que ha posibilitado el encontrarse y desencontrarse con apuestas y sentires territoriales desde nuestro lugar como habitantes de la localidad. El Museo ha permitido que muchos niños, niñas y jóvenes del territorio se enteren o solidifiquen un sentir de amor e identidad con las historias que contamos a través de los objetos, las narrativas y creaciones que los parches pusieron en las exposiciones, las cuales han aportado de algún modo al diálogo y movimiento de las apuestas territoriales que promueven la transformación social y cultural de las realidades de nuestro territorio. Al MCA llegan muchas personas de la localidad, la gran mayoría sin saber con qué se van a encontrar en este espacio, y es bastante grato cuando, después del diálogo en los espacios, se dan cuenta de que se encontraron consigo mismos, con un trozo de su historia, de su hacer y de su lucha. Es por esto que habitar el MCA es una acción de responsabilidad y de respeto. Porque aquí se habla de la gente que vive en los barrios que una habita y de luchas que han costado vidas. Se disputa la historia oficial que nos ha estigmatizado y marginado, y se pone en evidencia la contundente negación a los derechos humanos en nuestro territorio por parte del Estado.

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Trabajar en el Museo de la Ciudad Autoconstruida implica escuchar cosas como “Ay, qué lindas las casitas pintadas” o “Uy, pero hay casas de dos o tres pisos”, y sentir cómo la rabia acalora tu rostro, porque piensas en cómo hacer un ejercicio de mediación que aporte realmente a la reflexión sobre los imaginarios que traen las personas que visitan el Museo. Esperas que cuando salgan y bajen de nuevo en el TransMiCable ya no vean casas pintadas o casas grandes, sino que reconozcan la lucha y la fuerza de la comunidad, pero que, además, vean reflejadas en el paisaje esas estructuras de violencia y desigualdad sobre las cuales se ha construido lo que han llamado Bogotá, la ciudad en la que vivimos. También el ejercicio de mediar en el MCA implica atender a personas que tienen un lugar de poder y decisión en la consolidación de lo que es Bogotá, que vienen con la sensación de que gracias a ellos y a su voluntad el Museo existe, o de que son ellos o las instituciones que representan quienes han permitido que a la localidad llegue el famoso progreso o desarrollo y, por tanto, esperan que les agradezcas por venir a visitar el Museo. No obstante, desde el lugar que una ocupa como habitante del territorio, se requiere de mucha fuerza y estrategia para dejar en claro que lo que existe en este es producto de las luchas y las gentes que viven allí, y que por décadas le han apostado a la organización, la movilización y la disputa ante personas que cuestionan nuestra existencia en el sur de la ciudad y que, contrario a lo que se piensa, nunca nos han hecho un favor.

Es dejar claro que el derecho al acceso a una vivienda es un mínimo para la vida digna, así como el derecho a la salud, la educación o el transporte, que no debieron ser nunca una posibilidad de parte del estado hacia nosotros, sino una garantía, una realidad y un hecho. Visitar el MCA es, en muchos casos, la opción de que las personas se enteren de que existen unos privilegios y de que la ciudad se ha organizado alrededor de ellos, y dejar a un lado la idea de la mano de obra barata que representa el sur para el resto de Bogotá. Es, muchas veces, ratificar que una gran parte de la ciudad no dimensiona que existimos, y es preguntarse si realmente necesitamos o queremos interlocutar con el resto de la ciudad que muchas veces solo acalla sus sentires o pensamientos hacia nosotros. Trabajar en el MCA es también la posibilidad de profundizar en tus pensamientos y sentires con respecto a la localidad, pero, además, frente a lo que es Bogotá en general, pues es hacer más visibles, notorias y pesadas las desigualdades y la invisibilización que existe con respecto a ella. Es un ejercicio que genera días de mucho agotamiento mental y emocional, pues el tener que dialogar constantemente sobre la explotación del territorio, la inequidad y la injusticia puede hacerte sentir corta en el accionar, pequeña y frágil ante este sistema, porque de lo que se habla en el MCA no son cosas que ya no pasan, no son luchas finiquitadas; son, por el contrario, las apuestas de vida de muchos y muchas, son las

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realidades en las que estamos inmersos, son el paisaje y el territorio que caminamos y amamos. El Museo de la Ciudad Autoconstruida no es una experiencia inmersiva, porque no simula la minería que ha desterrado la vida en las montañas, no recrea la falta de oportunidades y la desigualdad social y económica del sur y las periferias de Bogotá, ni hace que el visitante sea amenazado por una hora a raíz de su ejercicio como defensor de derechos humanos. El Museo y los mediadores buscamos que, aunque el visitante no viva en carne propia estas situaciones en su cotidianidad, tenga la posibilidad de entender cuál es su lugar dentro de todas estas realidades que sí afectan en la vida real a un gran grupo de personas que, como todas, merece vivir dignamente. Por eso, dentro de las apuestas del MCA deben estar la reflexión, el cuestionamiento, la pedagogía y el diálogo. Porque no se puede permitir que el Museo muestre a la localidad como un espacio para hacer turismo o recreación. No puede ser un espacio que simplifique nuestras apuestas y luchas, ni convertirse en el lugar seguro donde las personas que nunca habían venido a Ciudad Bolívar puedan venir a ver cómo vivimos los pobres o la gente que sale en las noticias cuando se habla de lugares peligrosos. El MCA tampoco debe permitirse ser un lugar que usa las apuestas artísticas y culturales de las personas para mostrar únicamente a las comunidades como resilientes y que las prácticas de las comunidades se conviertan en algo que simplemente sirve de entretención para quienes lo visitan.

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Es por ello que quienes habitamos este Museo debemos insistir en no olvidar lo que somos, en recalcar el lugar de la comunidad en todo lo que es el MCA y recordar que hacer parte de la institución es algo pasajero, pero que somos comunidad todos los días, todo el día. Habitar desde el lugar institucional también ha sido un escenario que rompe hacia adentro cuando algunas personas del territorio transforman el modo en que te leen, y creen que porque tienes un contrato de prestación de servicios tu lugar es otro en el territorio. Así mismo, estar dentro de estas dinámicas permite ver cómo la institución realmente no tiene muchos alcances, no tiene presupuestos, y que además está en constante tensión por no poder cumplir con las necesidades y justas expectativas de la comunidad. Otra discusión que se hace latente al estar en el Museo es la relacionada con el ser un lugar que dialoga sobre el patrimonio. La palabra patrimonio ha llegado al territorio con la idea de salvaguardar, proteger o rescatar aquellos elementos, lugares, ideas o prácticas que para la comunidad son importantes. Se habla de que existe un patrimonio cuando hay un “algo” muy valioso y reconocido por un grupo de personas que legitiman su valía. Puede ser una historia, un tejido, una casa, una roca, un sendero o hasta un árbol. Estas relaciones humanas con su realidad y los elementos que la rodean siempre han existido y hacen parte de lo que le da sentido a la vida misma; es lo que hace que nos encontremos y tengamos puntos en común con otras personas. Y es también lo que fundamenta el concepto.

Cuando se trae a colación la idea del patrimonio al territorio, esta se asume —y se quiere posicionar— como la posibilidad de dar a conocer la diversidad cultural para garantizar la construcción de una ciudad que respete y dé valía a quienes tienen prácticas y saberes. No obstante, visibilizar o poner en diálogo no son necesariamente la manera de cuidar, pues para proteger, conservar o salvaguardar se requiere de unas garantías integrales que casi nunca se dan; se requiere de presupuestos, confianzas de parte de la comunidad y de un sistema que respete realmente a la comunidad. En el MCA se ha dialogado sobre visibilizar los patrimonios barriales, las prácticas del territorio y todas las particularidades que allí se gestan, pero esta labor debe hacerse también con precauciones y alertas. ¿Cómo llamamos a la sabiduría para que no institucionalicen nuestras prácticas y apuestas? ¿Cómo logramos hacer una lectura crítica frente a las propuestas que trae la institución? Uno, para que no entreguemos todo a ella; pero, dos, para que nuestro cuidado no sea un obstáculo para llevar a cabo acciones que nos fortalezcan. La institución, muchas veces, trae al territorio discusiones que, en lo profundo, no aportan a los ejercicios de las colectividades, sino que distraen; otras veces, traen a nosotros palabras o conceptos de afuera, que recogen o nombran lo que por años las organizaciones sociales llevan realizando. Y, otras muchas veces, llegan a recolectar insumos en nuestras acciones para poder mostrar materializado lo que la institución no ha podido hacer.

Por eso, el MCA debe ser un llamado a nuestra atención y perspicacia como comunidad, para que este espacio no se convierta en lo que todas las instituciones han sido en el territorio. Debe ser un lugar que habitemos, que nos disputemos, y que sigamos llenando de vida y concepto. Es un reto también que se nos pone como comunidad, para que no tengamos miedo de trabajar en juntanza y entendamos que el relacionarnos con este espacio no tiene únicamente que ver con qué recursos podemos obtener para nuestras organizaciones; aunque esto es vital y pertinente, también, en lo profundo, es la posibilidad de hacer veeduría y ordenamiento de un espacio que habla sobre nosotros. Trabajar en el MCA implica muchos retos, sensaciones y preguntas que a veces pesan o, se siente, no van para ningún lado, pero que se han asumido con la intención de aportar y cuidar el territorio, de seguir sembrando preguntas que permitan entenderlo desde un lugar diferente al de solo ser un espacio de extracción; comprender que estas montañas son madre, son vida, fuerza y rebelión, que los vientos son consejo, fuerza y movimiento, y que las personas que nos hemos sembrado aquí lo hacemos con alegría y convicción de que la colectividad debe ser pilar para la vida.

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Gentrificación, barrio Ismael Perdomo. Fotografía: Christian Cely, 2013. 148

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Tensiones Blanca Pineda44: Y… yo me siento… yo no sé si conviene o no conviene contar esto, pero yo me siento como usada y triste. ¿Por qué? Porque uno abrigaba la esperanza de que tenía alguna oportunidad de un taller pago, de hacer un proceso como el que yo he venido haciendo solita o algo así… y no. […] La visión mía desde un museo comunitario ha sido otra… que se le dé, por ejemplo, la relevancia a esos portadores del patrimonio. Con el Museo no se pudo, porque obviamente había una planificación, había una curaduría que uno no la sabía hacer ni mucho menos, pero sí esperaba al menos que se consignaran, por ejemplo, esos diálogos que uno trató de rescatar toda la vida. Por ejemplo, mencionar cómo las haciendas parieron a los barrios, o sea, cómo desde la hacienda Santa Rita nace tal barrio, o tal otro, o… cuántos barrios no surgieron… Yo hice esa tarea muy juiciosa toda la vida, pero eso no se puede consignar ahí… José Chacón45: Nosotros tenemos un documental que se llama Cultura a la altura. 44 Consejera y gestora del patrimonio cultural de la localidad desde hace más de cincuenta años. Ha dedicado su vida a recoger y socializar la memoria histórica local, así como al fomento y la promoción del reconocimiento de los símbolos patrimoniales y el patrimonio inmaterial de Ciudad Bolívar. Blanca empezó a reconstruir la memoria de la localidad desde el año 1984, cuando llegaron los primeros habitantes. Cuenta que en esos cincuenta años ella “solita buscaba cómo contar, mover y socializar la historia local”. Tiene un museo comunitario que se llama el Museo Resbalón. Es un museo itinerante que lleva a los distintos barrios de la localidad fotografías y narrativas antiguas, y hace bazares y festivales de memoria. 45 Representante de la Fundación Niños con Futuro y del

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Ese proyecto se hizo con el fin de hablar de las organizaciones que hay acá, de cómo ha surgido todo este proceso, de cuántas organizaciones son, de la diversidad de culturas que tenemos… El documental debería estar rodando en ese Museo. […] El Museo que nos habíamos pintado, el que nació… Cada quien puede tener su espacio, ser dueño de su mismo espacio e intérprete de su mismo espacio, y que sea libre. Que seamos nosotros, la esencia de nosotros. No contratar por convocatoria, ni que sea contada por una institución la historia o la memoria de nuestro mismo territorio, por personas que ni fu ni fa… lo que les contaron, lo que tienen que decir, el parlamento, mejor dicho, sino que sea nato. Pablo Ómar Gruezo Riascos: Desde la inauguración del Museo, incluso un poquito antes, hemos venido tratando de aportar también los conocimientos desde el lado cultural y artístico, la formación cultural. Personalmente, hice parte de una de las agrupaciones que estuvo en el evento de inauguración del Museo de la Ciudad Autoconstruida, en noviembre de 2021. A partir de ese momento, hice parte de un proyecto que ofreció el Instituto de Patrimonio Cultural a la comunidad afro de la localidad de Ciudad Bolívar. Enseñábamos lo que era percusión, cantos tradicionales del Pacífico.

Y, bueno, los saberes tradicionales. Este proyecto hacía parte de la visibilización de los aportes afro en la localidad. Y lo que se buscaba, y fue lo que se habló con el Museo de Bogotá —porque eran los gestores de este proyecto—, era que la historia en el Museo de la Ciudad Autoconstruida no fuera una historia quieta. La historia que se quería mostrar era viva; es decir, que los actores y las actrices fueran quienes mostraran la historia y la contaran. Aquí había unos instrumentos (todavía hay un bombo allí) y algunos elementos que hacen parte de la afrocolombianidad. Pero también nosotros queríamos que mientras nosotros estuviéramos aquí enseñando lo que era la percusión y los cantos, buscar o, bueno, recuperar los derechos, ¿sí? […] Si la expectativa inicial del Museo era un museo vivo, creo que la expectativa para mi persona es que las historias las sigan contando las personas. No tanto los objetos… Puede haber objetos para, digamos, a partir de allí contar la historia, pero siempre debe haber alguien que esté contando la historia. Santiago Quiscué (pueblo nasa). Mesa Local Indígena: Hay unas partes en que en la exposición uno sí se siente acogido, pero hay unas partes en que no, porque quedan como vacíos. Porque, digamos, en el tema que decía la compañera de las artesanías: nosotros los pueblos indígenas nos basamos en el tema del tejido y pues allí estamos visibilizados, pero eso no se refleja tanto en el de la artesanía. Sería bueno, para reflejarnos más, que lo enfocaran más en las instituciones, en los colegios, para que cuando

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las personas lleguen acá, ya en un punto conozcan qué es la artesanía. En el tema de la narración sí sería bueno, para visibilizar más las comunidades indígenas, tener más dinamizadores indígenas. Sería muy bueno… tener más mediadores para que seamos más visibilizados y que la gente conozca. Mucha gente viene, pero faltan mediadores; que no sea uno, sino que sean más, más mediadores de las comunidades indígenas… Hay mucha gente a la que le gusta el tema de las comunidades indígenas. Jorge Ariza: Como líder social y con algunos líderes hemos traído acá universidades y personas extranjeras. Me siento bien con el Museo. Temo a veces, y temen muchos de mis compañeros en las mesas de participación, lo difícil que resulta “llegar” al Museo. Muchos se preguntan: “ese Museo… ¿cómo hace uno para llegar allá, ¿sí?”. A veces la interinstitución ataja las entradas de los procesos. Entonces, cuando uno presenta un proceso acá, tiene que ser contratado primero, por un tercero o una cuarta persona, que a veces pasa por encima de la real fuerza que hacen el líder o la familia en una localidad para visibilizarse, o para poder presentarse o para poder reclamar sus derechos. Entonces, ese acceso es el que a veces, decimos, está todavía cerrado. Creo que la función del Museo es dar esa participación, abrir esas puertas más amplias y formar; porque el Museo, en sí, necesita una escuela de liderazgos, de visibilización y de acompañamiento, también técnico, porque se necesitan acompañamientos.

Museo Nuestra Historia Nuestro Barrio que cuenta con un importante archivo fotográfico sobre la memoria del territorio.

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Detalle del dispositivo dedicado a los procesos de educación popular en la localidad. Fotografía: Camilo Rodríguez-IDPC, 2023.

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Deseos Cristina Lleras: Lo que le falta al Museo, y lo que soñaría para el Museo, es que pudiese conectarse con el resto del mundo. Gráficamente esa conexión sería como imaginar una serie de círculos concéntricos que van saliendo desde Ciudad Bolívar hasta otras localidades, otras ciudades del país y otras ciudades del mundo. Para mí, el MCA es un museo global. Porque los temas que ahí se tratan no deberían importarles solamente a quienes los viven de manera directa. Creo que el Museo propone las grandes preguntas que se están haciendo museos alrededor del mundo. Entonces, eso es lo que yo le deseo al Museo de la Ciudad Autoconstruida, que en su desarrollo y en su, ojalá, larga vida, pueda buscar los caminos mediante los cuales construya redes muy poderosas donde estos asuntos que han sido opacados, o que han sido marginales en las historias de las ciudades, adquieran un protagonismo; y se puede hablar desde ahí para profundizar sobre la autoconstrucción, no como un déficit, sino como la manera en que la mayor parte de las ciudades latinoamericanas se han constituido. Luis Carlos Manjarrés: Que el Museo de la Ciudad Autoconstruida continúe siendo ese laboratorio que recoge las luchas y voces del territorio, pues estas nos hablan desde un futuro posible, con el que aún sueñan las personas de la localidad. Espero que esa voz colectiva que grita “para que la vida siga siendo joven, Ciudad Bolívar territorio de 154

paz” sea aprehendida, y que más personas tengan la oportunidad de visitar este museo-laboratorio, para que toda persona que lo visite se inspire en los proyectos de vida locales y se comprometa a construir una sociedad más justa y equitativa. Un laboratorio para vivir sin miedo, de forma responsable con el entorno, y para sortear creativamente las dificultades y así quizás llegar a una sociedad con relaciones más justas, en la que las personas que han sido históricamente invisibilizadas puedan gozar plenamente del derecho legítimo a la ciudad. Blanca Pineda: Para mí el museo debe ser eso: “rescatar la ancestralidad”. Voy a decir una frase: “que sean todas las voces de la diversidad las que se plasmen, incluyendo hasta los migrantes”. Las voces de las víctimas del conflicto ahí no se ven. Tampoco las de los comunales, porque para mí ellos fueron los héroes que pagaron hasta con sus vidas las luchas por la construcción de los barrios. Hizo falta… hizo falta. El ancestro de estas primeras viviendas, porque en ese tiempo se llamaban eran vivientes, falta eso… El museo de mis sueños sería con esas voces […] Un mes hablan unos, otro mes, otros, ¡pero un año!… Falta un poco de las once a catorce mingas que tenemos. No se visibilizan, y eso que ahoritica hay un boom de fortalecimiento a las comunidades étnicas de la localidad, pero no, como que no se ven. Otra es la de las mujeres, porque es que los liderazgos de las mujeres han hecho

posible el desarrollo local. Por ejemplo, las organizaciones juveniles creen que ellas son las matronas porque todo está hecho, pero no saben qué paso atrás, cuántos niños se quemaron en la loma porque las mamás teníamos que ir a trabajar, cómo se empezó un primer jardín infantil, esas cosas se ignoran… O sea, en una palabra, es como ignorar la historia. Y no sé, creo que no les gusta es la historia antigua […] por lo menos yo veo una exposición muy pobre todo un año, habiendo tantos contenidos de cosas maravillosas acá… José Chacón: El Museo de Bogotá tiene cómo hacer un puente con los medios de comunicación para que vayan a las organizaciones y que la gente las vea… que la gente sepa que el Museo de la Ciudad Autoconstruida no es del Museo de Bogotá, que es un trabajo en red con todas las organizaciones; que no hay que ver solo el Museo, hay que salir alrededor del territorio, hay que salir a conocer todas estas organizaciones. ¿A son de qué? De darnos un sustento, de poder nosotros generar y no estar mendigando un empleo, e ir a luchar o mandar una hoja de vida y tener que competir con una mano de compañeros, sino que nosotros mismos tenemos nuestras empresas…. ¿por qué tenemos que hacer eso? Simplemente son manos. Así como nosotros dimos la mano para que eso fuera una realidad, pues que ahora se retribuya. ¿Y cómo lo pueden retribuir? Sacándonos o tratando de sacar a la gente de ese confort, de esa zona de confort que es montar en cable, visitar el Museo y devolverse…

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Carlos Andretti46: ¿Qué falta? Pues… siento que, digamos, el Museo llegó para resaltar los barrios populares, ¿no?, para resaltar esas luchas, esas vivencias, a sus comunidades… y siento que hace falta acercar al Museo a esas personas. […] Ciudad Bolívar es una localidad que no tiene esa cultura de ir a un museo y, ya que no van las comunidades al Museo, ¿por qué el Museo no va a esas comunidades? […] El Museo de mis sueños es este: desde que comencé a participar en este proceso del MCA, siempre me he imaginado contando las realidades que pasan en los barrios populares, ¿sí? […] Digamos, se cuenta de las organizaciones, de cómo Ciudad Bolívar ha venido resistiendo, luchando, pero… ¿y si lo llevamos más allá? Hablar, por ejemplo, con ese pelado que en algún momento estuvo en parches y hoy en día es líder social, o está en una universidad y está trabajando o es padre de familia. También con esas mujeres que son madres cabeza de familia y les ha tocado luchar todos los días por sacar a sus hijos adelante, sin tener un apoyo de un papá, de un hombre ahí al lado, ¿sí? Esas vivencias, que es lo que las personas cuando vienen aquí a Ciudad Bolívar están buscando. Están buscando esas historias de vida… Entonces, a mí me gustaría mucho que en el Museo se hablara de eso.

46 Trabajador social, gestor social y comunitario y defensor de derechos humanos. Coordinador del Museo de la Ciudad Autoconstruida durante los años 2021 y 2022.

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Pablo Gruezo: En este espacio faltaría una canoa, un canalete o un remo, faltaría… bueno, allá veo un sombrero de la parte andina… Debería haber un sombrero de los afro… un vestuario representativo de los afro, ¿cierto?… un traje africano, en fin… Yo creo que faltan algunos elementos con los que la población afro pudiera sentirse más identificada. Yaneth Jiménez (pueblo yanacona)47: Pienso que se podría también mejorar el lugar en el que se encuentran las artesanías de los pueblos indígenas, que sea más adecuado, más llamativo, que sea, no sé, más amplio el relato y la explicación de cada una de las artesanías de los pueblos indígenas. Pensaría que eso se podría mejorar. […] Sí, prácticamente que los pueblos no se vean tan folclorizados… Santiago Quiscué (pueblo nasa): que no se vea algo como comercial, sino que seamos algo sagrado… es la palabra. Que seamos algo sagrado, que esto se respete, no que venga una persona y diga cualquier cosa. Que no sea cualquier mediador, sino que sea alguien sagrado, un sabedor, que tenga el conocimiento. Sandra Liliana Sánchez48: Sueño con que todos y cada uno de los espacios del Museo estuvieran utilizados mostrando todos los procesos, todos… que no se quede ningún proceso por fuera… Ciudad Bolívar ha sido una localidad que ha surgido a punta de la

Familia y autoconstrucción. Archivo privado de Jorge Alfredo Morales Riaño, 1983.

lucha de las comunidades; entonces, qué chévere que estuviera la historia de todas y cada una de esas personas, por más pequeñita que fuera, que estuvieran incluidas ahí en ese Museo, porque es la historia de nuestra localidad y que, pues, fuera un trabajo articulado con las comunidades de manera permanente. Nosotros siempre hemos insistido, desde el proceso de Altos de la Estancia, en las alianzas público-comunitarias. Ese Museo debería estar administrado directamente por las comunidades. Lógicamente, pues nosotros no tenemos los recursos, pero sería chévere que se administrara por las comunidades… es que las comunidades siempre optimizamos los recursos. Las comunidades sentimos y sufrimos el territorio. A veces nos envían funcionarios de otros lados que no vienen a cumplir su función, sino a que les paguen sus honorarios, y como que realmente no hacen su trabajo con alma, corazón y vida como lo hacemos las comunidades. Yo sé que en ese momento los gestores y el administrador y la administradora son de acá del territorio, pero muchas veces están maniatados porque hay unas directrices o unos lineamientos institucionales que no permiten hacer muchas cosas que se quisiera. Don Julio a la entrada de su casa. Fotografía: Christian Cely, 2013

47 Delegada de la Mesa Local Indígena de Ciudad Bolívar. 48 Lideresa del territorio en procesos ambientales, fundadora del Aula Ambiental Piwam e integrante de instancias de participación de la localidad de Ciudad Bolívar, como la Junta de Acción Comunal del barrio La Estancia y la Mesa Técnica de Trabajo Altos de la Estancia.

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Cielo *POR JOHNNY ALEJANDRO DÍAZ PARRADO

Más alto que mi casa, solo el cielo, con ventanas al cobijo de las nubes entre los árboles, las aves, la gran urbe donde reposo a las raíces del abuelo, al tiempo que la alondra alza al vuelo llevando al viento mi despedida. Pintándose esa mi alma que en vida se desvanece entre destellos de violetas, me embarco en un viaje sin maletas dejando a mi loma tan querida.

Autoconstrucción y unidad. 2023. Premio “Dibujatón. Ilustra el patrimonio de la ciudad”. Programa Distrital de Estímulos, IDPC. Dibujo: Jhony Trujillo Hurtado.

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Barrio. Ciudad Bolívar. Fotografía: Christian Cely, 2013.


Casa en Ciudad Bolívar. Fotografía: Christian Cely, 2013.


Bienvenido al Paraíso. 2023. Premio “Dibujatón. Ilustra el patrimonio de la ciudad”. Programa Distrital de Estímulos, IDPC. Dibujo: José Yesid Niño Patiño.



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