Hoja Parroquial
AGENDA PARROQUIAL: 29 LUNES • 19 h: Misa 30 MARTES • 19 h: Misa 31 MIÉRCOLES (San Juan Bosco) • 17 h: Cáritas • 17’30 h: Legión de María • 19 h: Misa 1 JUEVES • 18 h: Adoración al Santísimo • 19 h: Misa 2 VIERNES • 19 h: Misa • 19’30 h: Reunión del Consejo Pastoral 3 SÁBADO • 12 h: Catequesis con padres de primero • 19 h: Misa 4 DOMINGO 5 del Tiempo Ordinario • 9’30 h: Misa • 12 h: Misa • 19 h: Misa
REMA Inmaculada y San Pedro Pascual de Jaén
¿Cómo se forja el Año Litúrgico?
[…] Y aún quedaría otro tema para comentar. Y es la pregunta que a ve‐ ces se hacen algunos: ¿Pero, no la ce‐ lebramos siempre, la muerte y la resu‐ rrección de Jesús? O esta frase que ha hecho fortuna: Navidad es todos los días. Y como esto es cierto, como la muerte y la resurrección de Jesús siempre están presentes en la vida del cristiano, y también es verdad que po‐ demos decir que Jesús nace en medio de nosotros todos los días, y como también las actitudes de conversión que nos reclama la Cuaresma o de es‐ pera atenta a la que nos invita el Ad‐ viento son actitudes propias de toda la vida cristiana, podríamos concluir que no tiene demasiado sentido celebrar por separado estos acontecimientos o recordar por separado la necesidad de estas actitudes. Y, por tanto, el año li‐ túrgico no haría falta: ¡siempre lo cele‐ bramos todo! Y no, no es baladí esta objeción. De hecho, los primeros cristianos lo hacían así: siempre lo celebraban todo a la vez. Los primeros cristianos, como ex‐ plicaremos más detalladamente en otro apartado, no conocían lo que nosotros denominamos año litúrgico. No fue hasta principios del siglo II que se em‐ pezó a celebrar la Vigilia Pascual, y a partir de ella se organizaron las otras fiestas y tiempos. Los primeros cristia‐ nos, cada domingo, se encontraban para celebrar la Eucaristía y, en aque‐ lla celebración, compartían su fe y su vida alrededor del pan y el vino que son presencia de Jesús vivo. No tenían, pues, celebraciones ligadas a acontecimientos concretos y a actitudes determinadas.
Domingo 5 del Tiempo Ordinario
4 de febrero de 2018
Ciclo B
A la puerta de nuestra casa
Siempre pensando en los demás. Es la impresión, Señor, que nos queda al meditar el Evangelio de hoy. Todo tu tiempo era para curar, sanar, escuchar, orar, acoger. Tenemos que aprender. Sí, tenemos que aprender de ti a invertir bien nuestro tiempo. A tu lado aprendemos, Señor, que el tiempo dado, entregado para los demás no es un tiempo inútil, ni infructuoso. Ahora queda vencer nuestras propias perezas, seguridades, comodidade. Vencer en definitiva nuestro propio yo. Y para eso Tú has de ocupar más espacio en nuestra vida. Tenemos que buscarte, como dice el Evangelio de hoy, tenemos que ir tras tus huellas. Tenemos que llenar nuestro corazón de Ti para que nuestro yo sea más pequeño. Ver con tus ojos para descubrir la herda que hay que curar, al triste que hay que sonreír, al caído que hay que levantar. Gracias por tu ejemplo, Señor, y por tu Palabra que nos recuerda cómo debemos ser. Gracias por tantas y tantas personas de bien, que por amor a Ti siguen sembrando este mundo de luz y esperanza.
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En la sinago-
ga de Cafarnaún, Jesús ha liberado por la mañana a un hombre poseído por un espíritu maligno. Ahora se nos dice que sale de la «sinagoga» y marcha a la «casa» de Simón y Andrés. La indicación es importante, pues en el evangelio de Marcos lo que sucede en esa casa encierra siempre alguna enseñanza para las comunidades cristianas. Jesús pasa de la sinagoga, lugar oficial de la religión judía, a la casa, lugar donde se vive la vida cotidiana junto a los seres más queridos. En esa casa se va a ir gestando la nueva familia de Jesús. En las comunidades cristianas hemos de saber que no son un lugar religioso donde se vive de la Ley, sino un hogar donde se aprende a vivir de manera nueva en torno a Jesús. Al entrar en la casa, los discípulos le hablan de la suegra de Simón. No puede salir a acogerlos, pues está postrada en cama con fiebre. Jesús no necesita de más. De nuevo va a romper el sábado por segunda vez el mismo día. Para él, lo importante es la vida sana de las personas, no las observancias religiosas. El relato describe con todo detalle los gestos de Jesús con la mujer enferma. «Se acercó». Es lo primero que hace siempre: acercarse a los que sufren, mirar de cerca su rostro y compartir su sufrimiento. Luego «la cogió de la mano»: toca a la enfer-
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ma, no teme las reglas de pureza que lo prohíben; quiere que la mujer sienta su fuerza curadora. Por fin «la levantó», la puso de pie, le devolvió la dignidad. Así está siempre Jesús en medio de los suyos: como una mano tendida que nos levanta, como un amigo cercano que nos infunde vida. Jesús solo sabe de servir, no de ser servido. Por eso la mujer curada por él se pone a «servir» a todos. Lo ha aprendido de Jesús. Sus seguidores hemos de vivir acogiéndonos y cuidándonos unos a otros. Pero sería un error pensar que la comunidad cristiana es una familia que piensa solo en sus propios miembros y vive de espaldas al sufrimiento de los demás. El relato dice que ese mismo día, «al ponerse el sol», cuando ha terminado el sábado, le llevan a Jesús toda clase de enfermos y poseídos por algún mal. Los seguidores de Jesús hemos de grabar bien esta escena. Al llegar la oscuridad de la noche, la población entera, con sus enfermos, «se agolpa a la puerta». Los ojos y las esperanzas de los que sufren buscan la puerta de esa casa donde está Jesús. La Iglesia solo atrae de verdad cuando la gente que sufre puede descubrir dentro de ella a Jesús curando la vida y aliviando el sufrimiento. A la puerta de nuestras comunidades hay mucha gente sufriendo. No lo olvidemos.